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ESTRUCTURACIÓN SUBJETIVA DEL NIÑO

Al nacer el niño lo hace en lo real, se requiere que ocupe un lugar en el discurso parental, a partir del cual se humaniza.
Él viene a encontrarse con un nombre, atributos, expectativas que están con relación a sus padres, a su propia historia,
significantes que vienen del Otro, y le muestran una imagen de su ser, en el que se pasan goces, historias y
padecimientos de los ancestros. "Los hijos existen para los padres, antes que su cuerpo se materialice, y su historia
repetida o recreada (la de los padres) determina cómo se ubiquen estos frente a lo que es ser padre o madre, al igual
que potencialmente podría generar patología en el hijo. Esta se transmite "sin saber lo que dicen (padres) y escuchado
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por el niño al-pie-de-la-letra, sin saber lo que se escucha19". Un ejemplo freudiano de ello es la referencia al nacimiento
de su hija Matilde:

En el Museo Sigmund Freud, en Viena, está el texto de una carta escrita por Freud...a las doce y media de la noche.
En esa carta dirigida a Emmelina y Mina Bernays, sus cuñadas, el 16-10-1887, dice así: "Ya habéis sabido por nuestros
telegrama que tenemos una hijita. Pesa casi 7 libras, lo que no deja de ser respetable; es feísima, se ha estado
chupando el puño derecho desde el primer momento y por lo demás parece poseer buen carácter, comportándose
como si se sintiera a gusto entre nosotros. Se llama Mathilde, naturalmente como Frau Doctor Breuer".

Y allí mismo se pregunta Freud: "¿Cómo puede uno escribir tanto de una criatura que sólo tiene cinco horas? El hecho
es que ya la quiero mucho", se responde.

Este cuerpo es diferente del Organismo biológico, es un cuerpo simbólico, atravesado por el lenguaje del Otro, es por
esto la importancia de ser nombrado y reconocido por el Otro. El Otro debe ofertar un lugar, un nombre, un linaje una
marca, "el buen carácter" , eso permitirá al niño ir construyendo una respuesta a eso que le es ofertado.

El primer encuentro entre la madre y el hijo, se establece inicialmente para responder a las necesidades biológicas del
niño, así pasa de ser un organismo indefenso a un hablante, que usa el lenguaje para expresar, tanto lo que necesita
como lo que desea (a través de la demanda). En ese primer momento lo que más desea el niño es lo que el Otro desea,
completándolo. El Otro desea algo que le falta, lo que le muestra al niño su propia falta. Sin embargo, el niño intenta
múltiples vías cubrir la falta, valiéndose de la ilusión y la fantasía, pero esto siempre es fallido. Esta situación originaria
en la cual cabe aclarar nunca se trata directamente del niño y la madre, esta relación está mediada por el falo, por lo
tanto no es fusional, no hay la simbiosis que muchos han querido plantear. La madre desea algo más allá que no se
corresponde exactamente con el hijo, el niño por su parte ocupa un lugar en su deseo y su goce , pero, no lo satura
por completo. Sin embargo, el niño para constituirse como deseo debe causar la operación de alineación al Otro, tiempo
lógico que le permitirá al niño insertarse en el universo simbólico, con todos sus movimientos, sustituciones,
desplazamientos, etc. Recibir el baño del lenguaje para el niño implica por un lado el vaciamento de goce del cuerpo.
Por otro lado implica que el niño asume por identificación el lenguaje que le viene de afuera, es ajeno, es por ello que
se afirma: "la lengua es materna". Es a través de este baño que el niño construye su cuerpo . Pero, y ¿cuál es la razón
por la cuál no se puede hablar de simbiosis? Porque siempre pre-existe un tercer término la falta y un objeto susceptible
de colmarla: El Falo.

Lacan lo escribe como sigue:


Joël Dor describe esta primera configuración triangular como lo que funda la lógica del deseo en el Edipo. Esta es la 2

base del esquema R.

Si el niño puede percatarse que no es todo para la madre, que el falo es un objeto ausente y que él no lo puede encarnar
y puede advertir además que la madre no es poseedora del mismo podrá realizarse un movimiento.

En este tiempo el padre queda por fuera, lo que deja al niño frente al capricho omnipotente, frente al goce incestuoso
de la madre. Para permitir la salida que Freud plantea, y que se mencionó en el capitulo anterior, se hace necesario la
entrada del padre como significante Nombre del padre, ante quien la madre se dirige con su deseo, mostrando al niño,
que hay algo más allá de él, que la madre desea. Esta dinámica estará siempre regulada por el falo, que es un elemento
simbólico. El mandato del padre se aloja en el superyó y le expresa al niño "busca una mujer que no sea tu madre", y
a la madre "no reintegrarás a tu cría".

Los padres son los transmisores de la ley del deseo, en la medida en que el padre haciendo a la madre objeto de su
deseo, la ubica como no-toda, permite al niño metaforizar su deseo, acceder al campo de lo Simbólico. Así pues, la
madre anida la lengua y libidiniza el cuerpo del niño y el padre introduce un movimiento en la operación edípica con la
llamada metáfora paterna, que en tanto tal viene a sustituir el deseo de la madre por el nombre del padre y provocar
cierta eficacia en la constitución del sujeto.

Es a partir de esta operación que el niño se percata de las diferencias sexuales; "El niño se percata que tiene un órgano
del cual la niña carece; imaginariza el falo como aquello que viene a suplir esa falta. De tal manera que el órgano
masculino es elevado a la categoría de significante. Así al niño descubrir esa ausencia, se enfrentará con el Deseo
Materno, que él supone como lo que podría colmar esa falta, y que intenta cubrir. Sin embargo, el deseo del Otro lo
que va a señalarle es que el Otro, la madre, no lo tiene. Es pues a partir de este significante de ausencia y deseo,
dentro de la dialéctica de tener y ser el falo que el niño: hombre o mujer puede reconocerse como sexuado y
preguntarse por su identidad" .

La intervención del padre como Metáfora paterna, produce en la tríada Madre-Niño-Falo, una falta de objeto. En esta
función ocurren tres operaciones, la frustración, la cual se manifiesta como un daño imaginario por la pérdida de amor
cuyo signo es el pecho, la madre opera como simbólica ya que brinda o no, el don de amor a su arbitrio, La demanda
del niño es sin límite. Privación, la falta de pene es vivida como un perjuicio atribuida al padre (imaginario) por privar
a la niña del falo. La operación tiene un carácter de daño simbólico, por un agente imaginario. Castración, está
vinculada a un orden simbólico, es el padre el que introduce la división entre el deseo materno y el niño, el agente es
real y la falta es simbólica y el objeto que está en juego es imaginario, el falo.

"Con la entrada del padre en este tiempo hay un movimiento en el esquema:


La metáfora paterna opera así en consecuencia:

El cuestionamiento por al identificación fálica del niño efectúa un desplazamiento como se ve en el esquema el niño ya
no está en el mismo lugar, afectado por lo simbólico debe hacer un movimiento que lo coloque por fuera de la
identificación imaginaria al falo. La madre debe "significarse simbólicamente como dependiente del padre y no del niño"
en lo que respecta a su objeto de deseo". La conquista del registro simbólico precipita al niño de la dialéctica del ser a
la dialéctica del tener abandonando suposición de infans o asujeto con la que quedaría perdido en el sin-sentido, cuyo
ejemplo más claro es el autismo. Esta operación Implica una separación del objeto, el niño será algo más que un trozo
de carne.

En el lugar primitivo (imaginario) donde el niño había situado a la madre, se constituirá una representación imaginaria
del objeto fundamental del deseo (i en el esquema, yo ideal o imagen asumida), el lugar en que el niño se presentaba
al inicio quedará constituido el yo moi. El nuevo lugar quedará esbozado el ideal del yo, elemento simbólico que da a
cada sujeto su sitio, lo ubica en un determinado lugar desde el cuál es reconocido inclusive como hombre o mujer.

y podrá entonces ubicarse de diversas formas ante el deseo de la madre, para lo que emplea múltiples recursos
simbólicos para acotar ese goce del Otro y tomar distancia, como el juego, el síntoma, entre otros.

El síntoma es una representación significante que se descifra en el significante del lado del Otro", pero igualmente tiene
un valor de goce, una parte del sujeto que no está representado por el lenguaje. Además comporta un punto desde el
cuál el niño o el sujeto tratará de encarnar el falo tratando ser eso que la colme, esto aparece en una gran variedad de
formas en la clínica, aludiendo siempre a una posición imaginaria.

Para Lacan se pueden distinguir dos tipos de síntomas en el niño: Uno que es la respuesta a lo que hay de sintomático
en la pareja parental, en donde el niño habla de la verdad que es producto del encadenamiento significante, y el otro,
que depende de la subjetividad de la madre, en donde el niño queda ubicado como objeto del fantasma materno, por
una falta en la entrada como interdictor del padre.

El niño queda así todo para la madre, y este se ofrece a completarla, ya no desde lo imaginario sino desde lo real. En
este sentido, citando a Margarita Mesa, "El niño en estos términos no puede hacer su síntoma, no puede disponer del
recurso de su propio síntoma, lo que le permitiría tomar distancia; pasa así, a ser de esta forma, el síntoma de la
madreCE.23"

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Cuando no aparece la mediación paterna, no hay posibilidad de que el sujeto se represente en la cadena significante,
el significante de la metáfora paterna se forcluye y el resultado es una psicosis.

El niño para Lacan es un sujeto cabal, por lo cual debe ocupar el lugar de un analizante de pleno derecho, es sujeto
del Inconsciente, por el efecto de la operación significante sobre el organismo, sujeto que interroga su ser en el Otro,
con el interrogante ¿Qué me quiere el Otro?. El sujeto podrá responder al ¿Quién soy?, Es decir, tan sólo en el Otro,
que el sujeto podrá reconocer su existencia.

Para ello un tejido debe realizarse, el Otro debe acudir al niño con su deseo y su goce, pero, si lo R.S.I. está tejido,
permitirá articular al goce y el deseo vía el amor. Articulación que le permitirá a este responder con el fantasma y en
consecuencia el objeto a pasa a ser causa de deseo y no objeto pulsional.

El goce queda limitado entonces a las llamadas zonas erógenas y a las relaciones que en torno a estas (sus bordes y
agujeros) se tejen entre padres y niño. Puntos privilegiados simbólicamente(aunque tienen una faz real, que no se
puede franquear con a palabra y no se puede especularizar) que se conjugan en el par ausencia –presencia y que
condensan un goce que rebasa la conciencia del sujeto. La satisfacción circulará alrededor de estos objetos, siempre
reguladas por la palabra del Otro, significados por el Otro.

Se completa así un tiempo lógico que se inicia con el Estadio del espejo y termina con la operación de separación del
objeto. El cuerpo aparece ya no solo entonces como una unidad ilusoria que llena al niño de júbilo sino que además
aparece como una superficie tórica, agujereada. Sede del yo y propiedad del sujeto del inconsciente.

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