Sunteți pe pagina 1din 7

Responsabilidad del garajista en el Código Civil y Comercial de la Nación

Daniel Moeremans [1]

1. Definición [arriba] - [2]

El Contrato de Garaje es aquel contrato en que una de las partes, organizada


profesionalmente para prestar el servicio de guarda de vehículos automotores, se obliga
a facilitarle a la otra el uso de cierto o indeterminado espacio dentro de un local
apropiado para tal efecto, por un lapso más o menos prolongado de tiempo, a cambio de
un precio en dinero, habiéndose afirmado[3] que “siendo el objeto principal de este tipo
de convención la guarda o custodia del vehículo, la obligación del garajista se traduce
principalmente, en la organización de los medios humanos y previsiones técnicas
concretas para cumplir con la finalidad de cuidado y seguridad del rodado sobre el cual
tiene la guarda, lo que conlleva a su responsabilidad por los daños y perjuicios causados a
los automóviles que se ponen bajo su cuidado”.

Se lo ha conceptualizado[4] afirmando que: “Habrá contrato de garaje cuando una parte,


organizada en forma de empresa, se obliga a prestar un servicio de guarda de
automotores, ofreciendo a tales fines un lugar adecuado, y la otra parte a pagar un
precio en dinero por ese servicio”.

La estructura funcional de este contrato parcialmente atípico[5] muestra lo siguiente: a)


que la persona que se obliga a prestar ese servicio -ya sea física o ideal- desarrolla su
actividad en forma profesional, de empresa; tiene fines de lucro, comprometiéndose a la
guarda del automotor; b) la existencia de otra persona que utiliza determinado o
indeterminado espacio dentro del local perteneciente al garajista para ocuparlo con su
vehículo; c) la guarda del vehículo, es decir, el objeto nuclear del contrato es la
custodia; d) En la modalidad de garaje con reserva de plaza, surge también la obligación
del garajista de reservar un espacio determinado o indeterminado para la guarda del
automóvil; y por último e) la obligación de pagar un precio en dinero por parte de quien
usa de los servicios que presta el garajista”.

La Ley española N° 40/2002[6] lo define al contrato de aparcamiento como aquel “en los
que una persona cede, como actividad mercantil, un espacio en un local o recinto del
que es titular para el estacionamiento de vehículos de motor, con los deberes de
vigilancia y custodia durante el tiempo de ocupación, a cambio de un precio determinado
en función del tiempo real de prestación del servicio”. Esta ley distingue dos
modalidades de la prestación del servicio (art. 2): “a. Estacionamiento con reserva de
plaza en el que el titular del aparcamiento se obliga a mantener durante todo el período
de tiempo pactado una plaza de aparcamiento a disposición plena del usuario, b.
Estacionamiento rotatorio, en el que el Titular del aparcamiento se obliga a facilitar una
plaza de aparcamiento por un período de tiempo variable, no prefijado. En este último
caso, el precio debe pactarse por minuto de estacionamiento, sin posibilidad de
redondeos a unidades de tiempo no efectivamente consumidas o utilizadas. A su turno,
esta ley excluye expresamente de la aplicación de la misma a los estacionamientos en las
denominadas zonas de estacionamiento regulado o en la vía pública, oneroso o gratuito,
los estacionamientos no retribuidos directa o indirectamente o cualquier otro que no
reúna los requisitos establecidos en el art. 1”.
2. Responsabilidad del garajista [arriba] -

La doctrina[7] sostiene que la responsabilidad del garajista debe ser considerada con
criterios rigurosos, es decir que ella no solo debe ponderarse con relación a la onerosidad
del depósito, sino dándole preeminencia a su función de empresario, que le impone
estructurar una organización adecuada para dar correcto cumplimiento a los servicios
que presta. Dos son los principios rectores en materia de responsabilidad del garajista: la
eximición de responsabilidad solo en presencia de caso fortuito o fuerza mayor ajeno al
riesgo propio de la actividad empresaria y en general el carácter restrictivo del análisis
de las causas de eximición, puesto que no basta observar la diligencia de un buen hombre
de negocios, sino que garantiza el resultado.

Con relación al factor de atribución en la responsabilidad del garajista Caivano[8], señala


que la jurisprudencia ha seguido el criterio según el cual la sustracción del vehículo del
ámbito del garaje, hace presumir la falta de diligencia del garajista. Es decir, que se
establece la presunción de culpa del garajista ante la falta de restitución, a menos que
pueda probar una causal de fuerza mayor que lo exonere. Existe así una inversión de la
carga de la prueba, pues su obligación de restituir (típicamente de resultado) resulta
inexcusable, a menos que se verifique una fuerza irresistible. Por otra parte, debe
tenerse presente que el garajista responde por el retiro del vehículo por persona no
identificada o no autorizada, si no puede probar que la persona que lo retiró estaba
autorizada por el cliente para hacerlo o poseía el ticket correspondiente. Nosotros
coincidimos en que el garajista asume una obligación de resultado. Lo que no coincidimos
es en que el factor de atribución sea subjetivo, habiéndose simplemente establecido una
inversión de la carga de la prueba, pues bastaría acreditar su no culpa para liberarse de
responsabilidad. Es por ello que para ser congruente con esta tesitura, y responsabilizar
al garajista ante el hurto o robo del vehículo, se debería afirmar el carácter objetivo del
factor de atribución, como así también la necesidad de ser estricto en el análisis de las
causales de exoneración de responsabilidad. Es decir, para nosotros el factor de
atribución en realidad es objetivo y solo puede exonerarse de responsabilidad si
demuestra el caso fortuito o fuerza mayor, ajeno a la actividad del garajista, con entidad
suficiente para romper el nexo de causalidad, no siendo éste el accionar delictivo de
terceros, por cuanto el mismo no es ni imprevisible ni en algunos casos, irresistible.

La jurisprudencia en esta línea de pensamiento sostiene que el garajista responde por la


pérdida del vehículo, salvo caso fortuito o fuerza mayor. En casos particulares, se afirmó
que:

a) En el caso de los establecimientos que exigen que los usuarios dejen los vehículos con
las llaves de los mismos para poder ubicarlos posteriormente en función de los espacios,
se ha resuelto que lejos de ser un eximente de responsabilidad, la agrava en virtud de
que, al estar el automóvil con las llaves puestas, no hace más que colocarlo en una
situación aún más riesgosa.

b) También, debe responder el garajista por el hecho, error u omisión del dependiente
c) Otro grupo de casos que ha dado lugar a una frondosa jurisprudencia es la de los robos
a mano armada. En este supuesto, la jurisprudencia fue evolucionando con el transcurso
de los años, siendo sus etapas principales las siguientes.

En un primer momento, se consideró al robo a mano armada como supuesto de caso


fortuito o fuerza mayor. Luego, se atenuó este principio considerando como eximente en
principio, pero que era una solución que no podía dársele el carácter de axioma, de una
regla de aplicación inexorable o ineludible y su recepción debía depender de las
circunstancias del caso concreto, de lo que resulta, que el robo a mano armada no es
siempre por naturaleza irresistible e imprevisible. En esta línea de pensamiento, hay
otros fallos que no liberan de responsabilidad al garajista, pese a configurarlo como
supuesto de caso fortuito, si era normal que los autos quedaran con las llaves puestas y
un solo empleado es insuficiente para controlar el edificio de dos plantas y la frecuencia
de los robos obliga a la empresa a extremar estos cuidados sea cerrando las puertas o
aumentando la vigilancia nocturna o al menor dificultarlos. Caso contrario, manifiesta
negligencia por parte del garajista.

Luego, la jurisprudencia puso de resalto que el robo a mano armada no configura un


casus, puesto que se ha llegado a determinar que ya no es un hecho imprevisible y debe
ser computado como riesgo propio de la actividad, previsibilidad que se inscribe dentro
del normal transcurrir de los acontecimientos de la actividad del garajista. Conviene
destacar que para ponderar la eficiencia del garajista para dar cumplimiento a la
prestación que ofrece públicamente se debe tener en cuenta no solo la gravedad del
ataque sufrido, sino las medidas de seguridad adoptadas, su idoneidad para ejecutar
satisfactoriamente las obligaciones contraídas. En este sentido, basta recordar el fallo de
la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala B[9] donde se sostuvo: “El robo a
mano armada no puede ser asimilado, por sí solo, al caso fortuito, sino que es preciso
analizar las medidas de vigilancia adoptadas por el garajista en previsión del posible
hecho. El dueño de un garaje, explotado en forma comercial, tiene la obligación, amén
de contar con un seguro, de prever los casos más comunes de amenaza y que el robo a
mano armada, en los tiempos que corren, no puede ser considerado como un
acontecimiento imprevisible, salvo que el propietario pruebe haber adoptado medidas de
custodia y seguridad idóneas para prevenir el suceso. 2. Como es también caso fortuito el
que, aunque previsto no ha podido evitarse (art. 513, Cód. Civ.), tal inevitabilidad queda
referida a los medios empleados para impedir o resistir la agresión. En caso de no
haberse previsto medios idóneos por parte del dueño de un garaje (vigilancia suficiente,
cerramientos, etc.), el ingreso de extraños y el robo a mano armada de un vehículo
quedan en el ámbito de hechos que por ser previsibles debieron evitarse y que generan
responsabilidad derivada de la propia culpa del garajista (arg. art. 2203 de Código
Civil)”.[10]

En concreto, le son aplicables al garajista las reglas del depósito en lo referente a la


guarda de la cosa, en virtud de la cual está obligado a la pronta y fiel entrega de los
automotores que se han confiado a su guarda y responde por los hurtos o robos acaecidos
en sus locales a no ser que fuesen cometidos en circunstancias que puedan ser
consideradas como fuerza mayor, extrañas al riesgo propio de la actividad, debiendo
contar para evitar robos o hurtos con medidas idóneas dada su actividad empresaria y
profesional. Así se ha afirmado[11] que: “El garajista debe responder por el robo de un
automotor dejado bajo su guarda, pues su responsabilidad debe presumirse no solo con
base en las reglas del depósito oneroso, sino sobre todo por el carácter empresario de la
explotación de este tipo de emprendimientos y su objeto, consistente precisamente en
brindar seguridad a los usuarios mediante la guarda, pre-operando al efecto las
necesarias condiciones a través de una organización eficaz. Y que[12]: “Finalmente, fue
bien decidida en primera instancia la responsabilidad de la recurrente por el siniestro
ocurrido en el garaje afectado a su actividad empresaria. En la organización de toda
empresa de garaje, como tal y en tanto supone el ejercicio del comercio, deben tomarse
los recaudos necesarios para desarrollar dicha actividad con responsabilidad profesional.
En efecto, se deben adoptar todas las medidas imprescindibles para prevenir los hechos
dañosos sobre los vehículos bajo su custodia, especialmente el robo o hurto de estos; o al
menos para que -si a pesar de todo- ellas resultan insuficientes, se evite el perjuicio
económico al cliente. No habiéndose demostrado lo contrario, y en virtud de que el
hecho se produjo bajo su guarda, la responsabilidad de la accionada debe presumirse no
solo con base a las reglas del depósito oneroso (Cód. Civ., 2202), sino también por el
carácter empresario de la explotación. Trátase en el caso de emprendimientos cuyo
objeto consiste, precisamente, en brindar seguridad a los usuarios mediante la guarda
por medio de condiciones específicas y diferenciales y la organización de una hacienda
eficaz (doctrina C.C., 225 y ccds.). Es la misma especialización que debe caracterizar al
comerciante que lo hace pasible a su vez de una responsabilidad especial (Cód. Civ.,
902). En conclusión, es clara la responsabilidad del empresario de depósito por el
siniestro acaecido (C.C., 127 in fine y 126), salvo claro está que este pudiese acreditar la
existencia de fuerza mayor (CPr., 377)”.

d) En cuanto a daños producidos por inclemencias climáticas, se sostuvo en un


interesante fallo de la CNCiv Sala J[13], que: “Cabe destacar que para que vientos y
lluvias revistan el carácter de caso fortuito o fuerza mayor deben ser de una violencia
excepcional, extraños o desacostumbrados desde épocas lejanas y, en principio, de
amplias proyecciones dañosas, tal cual ocurre en los ciclones, terremotos, huracanes,
inundaciones sin precedentes cercanos u otras fuerzas análogas (Salvat-Acuña Anzorena,
"Hechos ilícitos", N° 2885; Colombo, "Culpa aquiliana", pág. 607; Cám. Nac. Civil, Sala
"C", 17-10-63; causa 84.268 del 1-11-2001 de esta Sala). (Causa 94.546 del 30-03-04 RSD:
61/04 "Azuni c/Municipalidad de Vicente López s/ds. y ps.". El Dial - AI29C. Ed.
Albremática). Es así que para que una tormenta -de viento, de lluvia, de nieve- configure
un caso fortuito, tiene que ser extraordinaria -para el lugar y las circunstancias- y de una
magnitud o fuerza notoriamente inusuales, pues los accidentes de la naturaleza no
constituyen casos fortuitos, mientras que por su intensidad no salgan del orden común
("Lowy, Juan c/Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires s/daños y perjuicios". CNCiv.
Sala D, N° de Recurso: D174096, Fecha: 19-3-1996, El Dial, CNCiv.: 12278 (La Ley, 1997-
F, 955, 40.070-S).

3. Cláusulas de eximición [arriba] - [14]

En general, la doctrina afirma que en los supuestos de contratos de adhesión, están


viciadas de nulidad absoluta y parcial las cláusulas de eximición de responsabilidad. Así
Santiago[15] enseña que: “En la actualidad son moneda corriente estas cláusulas de
liberación, las cuales se exteriorizan a través de murales, otras incluidas en el recibo
mensual, otras en el ticket en el contrato de estacionamiento y otras por una nota en la
tarjeta inicial donde se individualiza el automotor. A través de estas cláusulas, se elimina
la responsabilidad del garajista por robo, incendio, daños, etc., en los vehículos. En
síntesis, es un verdadero contrato por adhesión donde queda eliminado de la relación
jurídica el elemento personal, el que es sustituido por un mecanismo objetivo y
homogéneo consistente en un esquema predispuesto y prospectivo. Ello permite agilidad
en los negocios, ahorro de negociaciones, posibilidad de contratar por medio de agentes
o representantes; en definitiva, evitar la deliberación previa y personal de los
contratantes. Cuando se exterioriza aquel tipo de cláusulas, denominadas abusivas, el
orden jurídico establecido reacciona frente a su vulneración, y lo hace a través de la
sanción de nulidad, que es la sanción legal con que el derecho positivo rechaza el
fenómeno de la cláusula abusiva. Consiste en la privación de los efectos propios del acto,
de las consecuencias que la ley reputa querida por las partes. En relación al alcance de la
invalidez, la misma debe ser parcial, es decir que queda circunscripta a la cláusula
viciada, dejando incólume el resto del contrato. Caso contrario se permitiría que,
mediante la inserción de cláusulas contrarias a la ley o al orden público, una de las
partes pueda tener en sus manos la posibilidad de anular en su totalidad el negocio
jurídico. Y así lo sostuve en las Terceras Jornadas de Derecho Civil en la Ciudad de Junín,
junto a otros profesionales del derecho. Esta orientación tuvo acogida en el seno de la
comisión donde se aprobó el siguiente despacho: "Corresponde considerar inválida las
cláusulas de dispensa del dolo o de la culpa grave, o de la limitación irrisoria de la
responsabilidad, y, en general, todas las que afectan al orden público. Se trata de una
nulidad parcial y en principio absoluta".

La jurisprudencia ha determinado a su turno que las mismas atentan contra la esencia del
contrato de depósito y que en los contratos de adhesión no son válidas si son contrarias a
la moral, las buenas costumbres y al orden público (art. 953 del C.C.). Para tener valor
jurídico, un fallo establece que la eximente de responsabilidad debe ser causado y
expreso y constar en el contrato, debiendo mediar una causa razonable y atendible para
contratar de esa forma, ya que no tiene sentido el contrato en que se exima al garajista
de su responsabilidad sin causa alguna. Por otra parte, la reserva hecha en los tickets de
estacionamiento en letra pequeña que dice: “la casa no se responsabiliza por los daños,
hurtos o incendio de los vehículos allí estacionados”, es ineficaz porque debe ser
aceptada por el usuario y es dudoso que en esas condiciones se prestara tal
consentimiento.

Los criterios antes expuestos fueron expresados antes de la ley de defensa del
consumidor. La Ley N° 24.240 en su art. 37 regula los supuestos de invalidez de las
cláusulas de eximición de responsabilidad. En el inc. 1, establece que no se tendrán por
convenidas las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad
por daños. En este caso, se presentarían ambas hipótesis, ya que por un lado se
desnaturalizarían las obligaciones del garajista porque: la aplicación de la cláusula limita
o extingue la obligación principal a cargo del proveedor, alterándose el sinalagma
genético, b) favorecería excesiva o desproporcionadamente la posición contractual del
proveedor y perjudicaría inequitativamente la del consumidor, c) la cláusula sería
incompatible con la naturaleza del contrato y pone en peligro la consecución de la
finalidad del mismo. Por otro lado, se pretendería limitar la responsabilidad por daños, lo
que se encuentra vedado conforme al art. 37, no distinguiendo la norma entre daños
corporales y materiales, ni entre la limitación o la exclusión de todo tipo de
responsabilidad.

En el actual C.C.C., el art. 988 prescribe que en los contratos celebrados por adhesión a
cláusulas generales predispuestas se deben tener por no escritas, en sentido similar a lo
dispuesto en la normativa consumeril: a) las cláusulas que desnaturalizan las obligaciones
del predisponente; b) las que importan renuncia o restricción a los derechos del
adherente, o amplían los derechos del predisponente que resultan de normas supletorias;
c) las que por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente
previsibles. A su turno tratándose de contratos de consumo, el art. 1117 prescribe que se
aplican lo dispuesto en los arts. 985, 986, 987 y 988, existan o no cláusulas predispuestas
por una de las partes. A su turno, el art. 1118 prescribe que: “las cláusulas incorporadas
a un contrato de consumo pueden ser declaradas abusivas aun cuando sean negociadas
individualmente o aprobadas expresamente por el consumidor. Por lo demás, el art. 1119
prescribe que “Sin perjuicio de lo dispuesto en leyes especiales, es abusiva la cláusula
que, habiendo sino o no negociada individualmente, tiene por objeto o por efecto
provocar un desequilibrio significativo entre los derechos y las obligaciones de las partes,
en perjuicio del consumidor”.
Por último, recordemos que por el art. 1375 se aplica al contrato de garaje lo dispuesto
respecto al depósito necesario, no siendo de aplicación la eximente respecto de las cosas
dejadas en los vehículos (art. 1371 último párrafo). Esta imputación de responsabilidad
no es aplicable si los daños o pérdidas son causados por caso fortuito o fuerza mayor
ajena a la actividad de garaje.

Notas [arriba] -

[1] Master y Doctor en Derecho, Münster, R.F.A. Profesor Asociado de Derecho Civil III
(Contratos) U.N.T. Premio Facultad y Editorial la Ley, mejor egresado de la facultad de
Derecho de la U.N.T. 1983. Prosecretario de Redacción de la Revista de Derecho
Comercial y de las Obligaciones, Edit. Depalma. Participante de Workshops sobre
Negociación y Mediación del Programa PIL de la Universidad de Harvard. Autor de
numerosos trabajos publicados en la revista La Ley, de Derecho Comercial y de las
Obligaciones, etc.
[2] Véase al respecto Enciclopedia Jurídica Omeba, 1960, T. XI, pág. 1082, Voz “Garaje”;
"Código Civil y Leyes complementarias. Comentado, anotado y concordado", Augusto C.
Belluscio (Dir.); Eduardo Zannoni (Coord.), Editorial Astrea, Buenos Aires, 2004, T. 9,
págs. 831 y 832.
[3]ST Santiago del Estero, 20/02/2009 in re Díaz, Roberto c. Daher Julio, LLNOA 2009
(junio), 449.
[4] Santiago, H. C., “Algunos puntos de vista sobre el contrato de Garaje”, Rev. L.L.
1991-B- págg. 367.
[5] Art. 970, C.C.C.
[6] Del 14 de Noviembre (RCL 2002-2649).
[7] Moglia Claps, G., El contrato de Garaje, la responsabilidad del Garajista: Un fallo
confirmatorio, L.L. 1989-D- 215.
[8] Caivano, R. J., La obligación de restituir en el Contrato de Garaje, Rev. L.L. 1990-D,
págs. 278 y ss.
[9] CNCiv, SalaB, 10/03/2006, in re Generali Argentina Cía. de Seg. Patrimoniales
S.A.c.Garaje Sarandí y otro, en: RCyS2006,1120.
[10] Sumario N°15475 de la Base de Datos de la Secretaría de jurisprudencia de la
Cámara Civil, Boletín N° 15/2003; Fallo Sala: F Expediente. N°: F023285 Fecha: 26-03-03
Juez de Cámara: Zannoni. In re Bentivenga, Miguel Angel c/Schirripa, Nicolás s/ daños y
perjuicios).
[11] Así lo ha sostenido la jurisprudencia CNCom., esta Sala, "in re" "Goncalvez, O. F. y
otro c.Dancos S.R.L.", del 31-10-90)”. En igual sentido, la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Comercial, sala B, en fecha 25/11/2002, in re “La Buenos Aires
Compañía Argentina de Seguros S.A. c.D'Alessandro, Silvia Norma, La Ley Online; Lopez
mesa, M. Código Civil y Leyes Complementarias, Anotados con Jurisprudencia, T. III,
págs. 733 y ss.; Lorenzetti, R.L., Tratado de los Contratos, T. II, pág. 333; Lorenzetti,
R.L., Tratado de los Contratos, T. III, pág. 689.
[12] C.Nac. Com., sala B, 28/08/2007, “Omega Coop. de Seg. Ltda. c.Garage Buenos
Aires de Nora E. MalekPascha y Walid S.A.”, La Ley Online).
[13] Del 08/06/2006, in re Rishmuller, Aldo S. c.Emprendimiento Belgrano S.A. y otro,
L.L. 14/08/2006, 10, L.L. 2006-D-811 –RCyS2006, 1373.
[14] Véase Rocca, Ival, “Responsabilidad del Garagista, Límite de las cláusulas
liberatorias e imposiciones del funcionalismo en toda forma de usura contractual”,
Responsabilidad Civil, Doctrinas Esenciales, Edit. L.L., T. I, pág. 1511.
[15] Santiago, H. C., “Algunos puntos de vista sobre el contrato de Garaje”, Rev. L.L.
1991-B- pág. 367.

S-ar putea să vă placă și