El espíritu que ama lucha por alcanzar sus Sueños de
Ternura. Por eso, a veces no queremos ver la realidad que se levanta frente a nuestros ojos. En la radio, las noticias nos dicen que se ha apagado casi otra llama en la contienda de nuestra gente. La intolerancia, la injusticia, el discurso superficial -la “palabrería”-, de quienes detentan el poderío de ejercer la “justicia” a su medida; de quienes detentan el poder económico en la desvergüenza del “libre”-mercado; de quienes tienen el poder político y abogan por un “diálogo” -conforme a sus condiciones- para alcanzar la “solución del problema mapuche”, mientras dan curso a su implícita aprobación de los “hechos consumados”, por los grupos pudientes de este país y por las transnacionales. Después en la televisión vemos a nuestras mayores caminando por las calles de Santiago, expresando nuestro dolor resumido en los rostros de ellas, pero expresando también toda la dignidad de su amorosa, extensa y honda lucha personal y colectiva a la vez. La Palabra es lo único que tenemos, nos dice nuestra gente, ejerciendo el arte de la Conversación que es el Nvtram. La Palabra es lo único que tengo, me digo, mientras camino bajo la llovizna en los campos de la comunidad de mis padres, rememorando -para encontrar consuelo a mi tristeza- la sabiduría que escuché en Alto Bío Bío y que luego transcribí, en 1999, en mi Recado confidencial a los chilenos: “Llueve torrencialmente. Hace algunas horas culminó la ceremonia del Guillatún y hemos regresado a la comunidad Quintremán. El grito, el reclamo de las aguas y de las piedras del río, en medio de la noche en que estamos, nos llega aún con más intensidad. A ratos el Bío Bío guarda Silencio: está hablando con su espíritu, con su corazón de peces, de plantas y de insectos. En sus laderas profundas sus animales y sus pájaros nocturnos le acercan el aliento de la Luna. A orillas del fogón brilla entonces el Bío Bío en las palabras de nuestra lamgen, nuestra hermana, Nicolasa Quintremán: ‘Tvfachi mapu mu lleqvn mogen ñi Kuyfikeche. Tvfachi mapu lleqvn iñche. En este lugar nacieron y vivieron mis tatarabuelos, mis bisabuelos y mis padres. Aquí nací también yo, no en un hospital. Por eso digo que aquí está mi sangre, aquí pertenece mi vida. Nosotras, nosotros, crecimos entre muchos árboles y animales. Con ellos, con nuestra gente, con las plantas, con las piedras, en los ojos del agua, con las vertientes, jugamos y conversamos nosotros. Estas piedras que sujetan las llamas de mi fogón los winka no las consideran un lujo, pero ellas me cuentan, me recuerdan, la historia de mi gente. La tibieza de su ternura es la que me abraza desde niña. Las tablas rústicas de mi casa son de madera nativa que mis padres labraron con sus propias herramientas. Estas maderas rústicas, entre las que habla el viento, nacieron y murieron aquí como mi gente. Y se han transformado en el pensamiento que nos protege, que nos acompaña. Ellas han dado continuidad a nuestra vida mapuche’”. Es un pensamiento que agradecemos y que, más allá de las circunstancias, nos seguirá acompañando. Más aún en este tiempo en que la impunidad es la ley que se aplica a los que están diezmando a la Naturaleza, de la que somos sólo una parte. Cuando en aquella ocasión regresaba desde la tierra mapuche-pewenche un solitario portón donde hubo una huerta, donde hubo una casa, donde vivió construyendo sus Sueños nuestra gente, se cerraba hacia el río y se abría hacia el infinito, recordándome lo solitario que se está también a veces en una tan larga lucha. “¡Represas no!, que mis raudales sigan. Que vuelva en flor la vida libre, espíritu del viento, aliento de llovizna. ¿Se quedará sin sombra el valle en que florece: el pensamiento, el aire, que sembramos? Somos danza de Amor cuando amanece”, me dijo el Bío Bío. El “acuerdo” publicitado “sorpresivamente” la semana en que se exacerban los “ánimos de la chilenidad” con desfile de indígenas y alegoría del ejército triunfante en la Guerra del Pacífico y luego en la denominada “Guerra de Arauco”, ¿debe entenderse, me digo, como una simple casualidad o como una estrategia comunicacional tendiente a sugerir derrota más que simple frustración? Pero “No se puede detener el curso de los ríos”, nos están diciendo nuestros Antepasados. El agua, que es el espíritu de nuestros hijos y de nuestras hijas, y de los hijos y las hijas de ellos / de ellas, seguirá fluyendo. No terminará. Los que hoy sonríen con desprecio, sepan que en el círculo de la vida habrá otro amanecer Azul