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La antropología y su objeto

Néstor Taipe

La antropología es definida como el estudio de la otredad, la


alteridad y la diversidad cultural; y, está caracterizada por
el “método” que es la observación participante (Boivin,
Mauricio y otros, 2004).
¿Qué es la que la otredad, la alteridad y la diversidad?
¿Qué es la observación participante? El “nosotros” se opone a
los “otros” (por eso se dice otredad); “ego” se opone a “alter”
(por eso se dice alteridad), la “diversidad” se opone a lo
“homogéneo” (por eso se dice diversidad). Todos los pueblos
no-occidentales eran la otredad, la alteridad y la diversidad.
Así como la historia inicialmente construyó relatos para
la legitimación de reyes y príncipes; así como la economía
surgió postulando que el comportamiento económico era el re-
flejo de una psicología individual universal, y no de insti-
tuciones socialmente construidas (justificando la riqueza de
unos y la pobreza de otros); así como la sociología surgió
encarar el conflicto en las nuevas sociedades industriales;
así como la ciencia política surgió para estudiar el espacio
político dominante; la antropología también surgió como una
disciplina al servicio de los colonialistas (Wallerstein,
2006).
La creación del sistema mundial moderno implicó el en-
cuentro de occidente con los pueblos no-occidentales, que en
la mayoría de los casos los colonizaron. Eran pueblos con
grupos pequeños, de tradición oral, sin archivos ni documentos
escritos, de tecnologías “simples”. A estos pueblos los lla-
maron “tribus”. El estudio de esos pueblos pasó a ser el campo
de la antropología (Wallerstein, 2006).
A estos pueblos los estudiaron desde diversas perspecti-
vas: evolucionistas, marxista, funcionalista, estructura-
lista, procesualista, simbólica, congnitiva, compleja, etc.
Contemporáneamente, la mayoría de los antropólogos conciben a
la antropología “no una ciencia experimental en busca de le-
yes, sino una ciencia interpretativa en busca de significa-
ciones” como alude el texto La interpretación de las culturas
de Clifford Geertz (2003, pág. 20).
Más arriba dijimos que el sello de la antropología es la
observación participante. James Frazer destaca el trabajo de
campo de Malinowski; el uso de la lengua nativa, la práctica de la
observación personal y los relatos directamente escuchados en su
propio idioma, sin mediación de intérprete. Así acumuló una gran
cantidad de material, de alto valor científico, sobre la vida so-
cial, religiosa y económica o industrial de los trobiandeses
(Malinowski, 1975).

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Pero Malinowski no fue el primero ni último en hacer
observación participante. Viene a mis recuerdos la permanencia
de Renato Rosaldo en Filipinas entre los Ilongote (cazadores
de cabezas y luego escribe “Cultura y verdad”); Margaret Mead
en Nueva Guinea entre los arapesh, los caníbales mundugumor y
los tchambuli (y escribe “Sexo y temperando en las sociedades
primitivas); Abner Cohen en Camerún entre los dowayos (pro-
ducto del cual es texto clásico titulado “El antropólogo
inocente”); del mismo modo se debe mencionar a Victor Turner
que, viviendo entre los dembu en Zambia, escribe “La selva de
los símbolos” y “El proceso ritual”, en fin.
Después de haber superado su carácter instrumental domi-
nante, la antropología reclama no sólo la teorización sino
contribuir con el cambio de los pueblos no-occidentales. Con
la llamada antropología marxista inclusive se llamaba a la
militancia, pero iban surgiendo otras escuelas como la antro-
pología del desarrollo, la antropología educacional, la an-
tropología médica, la antropología de los movimientos socia-
les, etc.
Sin embargo, en los últimos 30 años, parece que la an-
tropología se ha replegado al ámbito académico, ha disminuido
el trabajo de campo, hasta se habló de una gran crisis que
estaba llevando a su desaparición.
No obstante, hubo una redefinición del objeto de estudio
de la antropología, porque los caníbales, las sociedades exó-
ticas, cerradas, autocráticas y “simples” están desapareciendo
como consecuencia de la globalización tecnológica, económica,
comunicacional y cultural. Hoy ya no existen comunidades au-
tárquicas. Además, los “otros” empezaron a acceder a la for-
mación universitaria y forman sus propios antropólogos (es
decir, nosotros), ya no es necesario que vengan desde occi-
dente para estudiar nuestras sociedades y nuestras culturas,
las podemos hacer nosotros.
De pronto nuestros sujetos de estudios están con noso-
tros. Está en la ciudad como una gran selva de símbolos y con
prácticas culturales por estudiar, están las áreas periféri-
cas, la gente que va y viene dando lugar a estudios de migra-
ciones; están las mujeres, los jóvenes, los niños que dan
lugar a diversos estudios; están los artesanos y artistas
diversos, etc.
En nuestro entorno están las sociedades rurales (con sus
propias culturas, idiomas, tradiciones, saberes y cosmovisio-
nes; con sus propias solidaridades, reciprocidades, tensiones
y conflictos; con sus lógicas de poderes y contrapoderes; con
sus relaciones con el mercado); está el entorno urbano que
debe convertirse en un laboratorio para diversos estudios an-
tropológicos; estuvieron y aún están los portadores de armas
que ejercieron y aún ejercen violencia; está la memoria del
CAI y los sujetos que fueron protagonistas y las generaciones

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que arrastran sus secuelas, etc. Para alcanzar a nuestros
sujetos de estudio ya no es necesario realizar grandes expe-
diciones.
¿Cuál es el campo de acción profesional de la antropolo-
gía? Empezaré contándoles lo que pasó hace algunas décadas en
la comunidad de Rawanki, en Cusco. En época del gobierno de
Velazco expropiaron las haciendas y se las dieron a los cam-
pesinos en forma de cooperativa. Todo lo controlaban los in-
genieros de SINAMOS. Cierto día un ingeniero dijo a los comu-
neros en asamblea que en esa campaña agrícola sembraría papas
precoces. Los campesinos dijeron que no. El ingeniero argu-
mentó técnicamente el uso de tractor, fertilizantes, insecti-
cidas y fungicidas. Los campesinos percibieron que el inge-
niero no daría su brazo a torcer, y dijeron que en la mitad
de las tierras sembrarían papas y en la otra mitad ellos
determinarían qué sembrar. Como unas cinco hectáreas fueron
sembradas con la tecnología moderna, para el cual SINAMOS
obtuvo préstamos del Banco Agrario. En otras cinco hectáreas,
los campesinos sembraron habas con tecnología tradicional,
masticando coca, tomando chicha, con pinkullu y harawis.
El ingeniero monitoreaba las parcelas de papas que iban
creciendo muy bonitas. Pero una mañana un campesino se apare-
ció en la casa del ingeniero y le dijo que sacara su cámara
fotográfica y fueron a las parcelas de papas, que todas estaban
muertas por acción de la helada. Mientras tanto, las plantas
de habas de los campesinos estaban normal porque son resis-
tentes a las heladas.
¿Qué había ocurrido? Los campesinos por lectura de los
indicadores biológicos, por la presencia de ortiga con flor
blanca, sabían por tradición que la Pachamama estaba avisando
que durante esa campaña agrícola habría muchas heladas, por
tanto, no era bueno sembrar papas sino habas u otros cultivos
resistentes.
¿A qué profesional le corresponde el conocimiento de la
cultura? Pues a la antropología. Un registro de la memoria
sobre los indicadores biológicos pudo haber evitado la pérdida
de los cultivos de papas en Rawanki.
Lo anterior que sirva para dejar expresado que el objeto
de estudio de la antropología es la cultura. Los arqueólogos
estudian las culturas muertas, los antropólogos las culturas
vivas.
Mauss define la vida social como “un mundo de relaciones
simbólicas” (Lévi-Strauss, 1979, pág. 17). Les dijo a los
psicólogos: “Mientras que vosotros captáis estos casos de sim-
bolismo muy de tarde en tarde, y con frecuencia dentro de una
serie de actos anormales, nosotros los captamos en gran número
continuamente, y, además, en la múltiple repetición de hechos
normales” (Ibidem).

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La sociedad expresa en sus costumbres y sus instituciones
por medio de símbolos. Las conductas individuales normales no
son jamás simbólicas, porque estas jamás son simbólicas, por-
que el sistema simbólico únicamente puede ser social. Sólo las
conductas individuales anormales, por ser psicopatológicas,
entran dentro del simbolismo en un nivel inferior (Lévi-
Strauss, op. cit.).
Para Lévi-Strauss la cultura es el sistema simbólico.
Afirma nuestro autor:
“La cultura puede considerarse como un conjunto de sis-
temas simbólicos que tienen situados en primer término
el lenguaje, las reglas matrimoniales, las relaciones
económicas, el arte, la ciencia y la religión. Estos
sistemas tienen como finalidad expresar determinados as-
pectos de la realidad física y de la realidad social, e
incluso las relaciones de estos dos tipos de realidades
entre sí, y las que estos sistemas simbólicos guardan los
unos frente a los otros” (1979, pág. 20).

Bibliografía
Boivin, Mauricio y otros. (2004). Constructores de otredad. Una introducción a la antropología
social y cultural. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires.

Geertz, C. (2003). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.

Lévi-Strauss, L. (1979). Introducción a la obra de Marcel Mauss. En M. Mauss, Antropología y


sociología (págs. 13-44). Madrid: Tecnos.

Malinowski, B. (1975). Argonautas del Pacífico Occidental. Barcelona: Península.

Wallerstein, I. (2006). Abrir las ciencias sociales. México: Siglo XXI, UNAM, CIIHC.

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