Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Los sujetos –y los delincuentes no son la excepción– nos vemos constreñidos por una
determinada restricción presupuestaria. Cuando la sanción prevista por el sistema legal es
razonablemente asumida por el sujeto dañador, el desincentivo funciona adecuadamente.
Atendiendo a este marco conceptual, pueden extraerse varias hipótesis con respecto a la
relación entre las sanciones penales y la tasa de criminalidad. A continuación, planteamos cuatro
relaciones probables siguiendo el aporte de Bar-Gill y Harel sobre el tema.
Este supuesto plantea la tesis de que “el delito atrae más delito”. El razonamiento es el
siguiente: combatir el delito tiene un costo. Friedman, refiriéndose al homicidio, señala que “la
razón por la que no incrementamos el castigo para el homicidio puede ser, y probablemente es
que, a pesar que nos gustaría evitar más homicidios que los que evitamos (de hecho, nos gustaría
evitar todos los homicidios), el costo de hacerlo es mayor que lo que estaríamos dispuestos a
pagar”12. El razonamiento no tiene nada de exótico. Podríamos incrementar nuestra inversión
en represión del crimen, pero ello importaría desatender otras cuestiones importantes. El costo
de oportunidad podría ser considerable. De forma gráfica, podemos decir que la razón por la
que no emprendemos la tarea de eliminar todo el crimen es porque no queremos hacerlo.
Emprender semejante tarea tendría un costo mayor que el beneficio que podríamos obtener y,
por eso, es eficiente trazar una línea definiendo cuál es el nivel eficiente de represión del crimen
(o, si se prefiere, cuál es el nivel eficiente de delitos).
Cada delito cometido impone un costo de detección y castigo para el Estado. A medida que la
tasa de criminalidad se eleva, resulta más difícil costear la lucha contra el crimen. De esta forma,
a medida que se incrementa el delito, la probabilidad de aprehensión cae. Dado que la
probabilidad de aprehensión es considerada como parte del costo esperado del delito para el
criminal, una reducción de esta probabilidad de aprehensión será percibida como una reducción
del costo esperado del delito de modo que el crimen será más rentable para el delincuente. De
esta forma, cuando la tasa de criminalidad se eleva, el crimen es más atractivo dado que la
probabilidad de ser atrapado se reduce. Como dijimos previamente, el delito atrae más delito.
Cuanto más gastemos en policía y personal en el poder judicial, será más sencillo reducir la
criminalidad15. Pero es evidente que nuestra posibilidad de gasto es limitada. De esta forma,
parece sensato explorar diversas alternativas para reducir la tasa de delincuencia.
Eventualmente, emplear sanciones psicológicas puede ser un paso importante para reducir en
algo el costo de combatir el crimen. Otra estrategia, aunque debe merecer un análisis más
prudente y detenido, puede ser alentar estrategias de autoprotección que “reducen” el delito
(una alarma dentro de su casa que se activa si ingresa un ladrón) en contraste con estrategias
de autoprotección que “distribuyen” el delito (dejar la luz prendida de su casa para que el ladrón,
al ver la luz, opte por no ingresar).
La idea que subyace a esta exposición es bastante sencilla: los criminales responden a incentivos.
Si el sistema legal permite que el crimen se presente como una opción rentable para los
delincuentes, se producirán más delitos. No hemos abordado aquí, sin embargo, otros efectos
que deben ser ponderados al momento de determinar el nivel adecuado de la respuesta legal,
por ejemplo, el efecto marginal del castigo. Desde esa perspectiva, hace sentido, por ejemplo,
establecer sanciones distintas para casos de tentativas y para casos de delitos consumados. Un
ejemplo ilustrativo de este punto es planteado por Wittman cuando sostiene que la Iglesia
Católica también debe tener en cuenta la disuasión marginal14. Así, si una persona va a ir al
infierno por robar, es probable que ir al infierno no desincentive a ese individuo a cometer otros
delitos (¿podría irse dos veces al infierno?
Aquí nos encontramos a diario con elementos fundamentales que en otro sistema
permitirían la captura inmediata de los delincuentes de toda estirpe para ser sometidos
al proceso judicial y posteriormente quedar en todo momento privados de su libertad,
como se corresponde con la sanción legal a imponer. Sanción Legal que hoy en día, no
es suficiente para dichos delincuentes.
Es preciso anotar que la aplicación de las alternativas penales depende del país, su
legislación, costumbres etc., lo cual pone de presente que el cambio no solo se debe
dar en el tipo de pena sino en todos estos otros factores. Por tal razón, implementarlas
no es tan fácil, pero ante la situación que actualmente se está viviendo resulta pertinente
estudiarlas y analizar su viabilidad, con todo lo que esto implique. El Doctor Alfonso
Reyes Echandía dice al respecto: El sistema penitenciario se establece como
instrumento auxiliar de la justicia para hacer efectivas las sentencias de los jueces
penales y por tanto deben cumplir una función protectora y preventiva frente a La
sociedad y de resocialización de quien infringió las normas penales. Sin embargo, por
los problemas de hacinamiento, de promiscuidad y de falta de educación y trabajo, para
todos los detenidos, el objeto de la rehabilitación no se cumple siempre y la reincidencia
no se evita. De esta manera no solo no se colabora con la justicia, sino que por el
contrario se le recarga con la investigación de nuevos hechos delictivos
Ahora bien, por las condiciones de escasez de personal de guardia y recursos para
remisiones, la medida de detención preventiva pierde toda su esencia y se convierte
más bien en una garantía de la inasistencia del sindicado al proceso. Al respecto el
informe de las Naciones Un idas sobre los centros de reclusión en Colombia, señala que
en la Cárcel Modelo cada día se reciben 50 o 60 solicitudesde remisión, pero sólo se
atienden 30 entre judiciales y médicas, por falta de personal de guardia
¿Por qué castigar en forma tan severa y violenta a personas de los sectores más
vulnerables y débiles de la sociedad, si podemos resolver los conflictos de otro modo?
Podemos concluir que desequilibrar el sistema de justicia penal aumentando solo la
policía, o multiplicar irracionalmente el número de presos son dos “soluciones” que no
solucionan la criminalidad y que, en cambio, contribuyen a aumentarla y a aumentar la
violencia social en un país que contiene altos niveles de criminalidad y violencia.
Hemos visto que sí existen figuras delictivas que acusan aumento y también situaciones
de violencia que, aunque comparativamente menores que las que se observan en otros
países, hay que reducir y evitar que se multipliquen adoptando las medidas apropiadas,
y evitando adoptar –por criterios políticos inmediatistas, o simplemente por información
equivocada– medidas que contribuyan a magnificar el fenómeno y a elevar los niveles
de violencia
El sistema de justicia penal, por su propia naturaleza y forma de funcionamiento, es
injusto desde el punto de vista sociológico, pues sanciona en forma desproporcionada
en mayor número a quienes están ubicados en los sectores sociales de menor poder.
Esta selectividad estructural ha sido motivo de numerosa investigación criminológica en
las últimas décadas, y verificada especialmente en relación con la defensa; en relación
con la pena de prisión (la casi totalidad de los presos pertenece a los estratos más bajos
de la población), y en relación con la pena de muerte (aplicada en forma diferenciada,
en los países que la poseen, en perjuicio de minorías étnicas y sectores de menor poder
social en general).