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Emociones y estrés

Trabajos posteriores de Lazarus (44, 45) han puesto énfasis en los aspectos emocionales en
que se fija el estrés, destacando el valor de la regulación emocional en el proceso-salud-
enfermedad. Otros investigadores, desde posiciones diferentes o similares, (5, 16, 46-47)
subrayan asimismo el valor de los aspectos emocionales en el proceso de estrés.

Desde este punto de vista el estrés puede ser definido como un proceso que incluye
transacciones entre el individuo y su medio ambiente durante el cual los estresores están
íntimamente conectados con reacciones emocionales a través de la percepción de amenaza,
en una secuencia temporal simplificada como sigue (47):

Estresor Percepción de amenaza Reacción emocional

La mayoría de los expertos consideran actualmente a las emociones como estados o


condiciones psicobiológicas complejas, cualitativamente diferentes, las cuales a la misma
vez tienen propiedades fenomenológicas y fisiológicas (46, 48). La calidad e intensidad de
los sentimientos experimentados durante la estimulación emocional parecen ser las
características más peculiares e importantes en toda emoción (49). Diferencias en rasgos o
predisposiciones de personalidad (traits), las cuales son el resultado de experiencias
pasadas, también han sido reconocidas como estados emocionales fijadas de suma
influencia, por cuanto permiten al individuo responder a estímulos y circunstancias
similares de manera radicalmente diferentes (47). Esto fue reconocido muy tempranamente
por Lazarus (50). De tal modo que si una situación amenazadora evoca una reacción
emocional, ésta va a depender de cómo tal situación es percibida e interpretada por el
individuo y en este sentido, la reacción emocional es el resultado del proceso de evaluar
cognitivamente el significado de lo que en ese momento está poniendo en peligro la
seguridad, la autoestima o la estabilidad personal (51). Es así que Lazarus (45) redefine el
estrés como una forma particular de transacción entre la persona y su medio ambiente, la
cual consiste en tres elementos básicos: estresores, peligro y reacciones emocionales.

Las reacciones emocionales primarias más frecuentes, producto de la evaluación cognitiva


de amenaza son la ansiedad y la ira o cólera, a cuyo estudio han dedicado sus trabajos
Spielberger y sus colaboradores por más de dos décadas (46-49, 52-57). Un estado de
ansiedad consiste en un sentimiento de nerviosismo, preocupación, tensión y aprensión,
incluyendo excitación del sistema nervioso autónomo. Este estado puede variar desde una
ligera aprensión hasta un temor intenso o pánico. De la misma manera, un estado de ira
consiste de sentimientos que pueden variar desde una ligera irritación o fastidio hasta una
rabia intensa y furia, con una excitación del sistema nervioso autónomo equivalente a la
intensidad de estos estados.

Todos nos sentimos ansiosos o iracundos de vez en cuando; sin embargo, existen
diferencias entre individuos en cuanto a la frecuencia e intensidad al sentir estas emociones.
Los rasgos de ansiedad y de ira (hostilidad) se refieren a las diferencias individuales en la
tendencia o propensión a experimentar estas emociones. En consecuencia, al evaluar el
estrés hay que tener en cuenta las interacciones e intervínculos entre estresores, valoración
cognitiva, significación de amenaza, y además de los estados emocionales, los rasgos de
personalidad o diferencias individuales. La figura que aparece en la siguiente página,
tomada de Spielberger y Moscoso (47) sobre la base de los planteamientos tempranos de
Spielberger, en 1966 (46), ilustra la secuencia de interacciones entre todos estos
componentes y las posibles influencias de un elemento sobre el otro. En este modelo
psicobiológico, la ansiedad juega un papel importante. Estos autores afirman que los
individuos con niveles altos en rasgos de ansiedad son mucho más vulnerables a sentirse
evaluados por otros debido a que tienen una pobre autoestima y falta de autoconfianza, y
por lo tanto, mantienen un nivel de pensamiento dirigido hacia "temores de fracaso".

En los últimos 15 años se ha realizado un gran número de estudios acerca de la expresión


de la ira o cólera como reacción emocional dentro del proceso de estrés y sus efectos sobre
la salud. También se ha considerado la necesidad de distinguir entre dicho sentimiento,
como estado, y las diferencias individuales en la propensión a la ira como rasgo de la
personalidad (58). Por otro lado, se ha podido demostrar que la expresión de la ira debe ser
distinguida de manera conceptual y metodológica de la experiencia de la ira. Se ha
observado que la tendencia a expresar o a contener la ira, son rasgos psicológicos
independientes no correlacionados (54). Se han reportado sistemáticamente evidencias
acerca de una fuerte asociación entre la experiencia de ira y la enfermedad coronaria, así
como entre la supresión o contención de la ira y la presión sanguínea elevada (58-60).

Con el propósito de alcanzar un entendimiento global del componente emocional dentro del
proceso de estrés se han desarrollado en los últimos años métodos de medición psicológica
apropiados para distinguir entre estados cualitativamente diferentes, así como para evaluar
la intensidad de tales estados emocionales en la medida que estos cambian dentro de un
período de tiempo. La evaluación de las dimensiones Rasgo-Estado (Ser-Estar) se ha
convertido en objetivo de
numerosos trabajos que dieron lugar a los Inventarios de Ansiedad Rasgo-Estado (IDARE,
del inglés STAI) y la Escala de la Ira Rasgo-Estado (EDIRE, en inglés STAXI) (57, 61-64),
que han sido traducidos a varios idiomas y dialectos y demostrado fuertes propiedades
psicométricas. Asimismo, se han elaborado nuevas formas, "más puras", como la forma Y
del IDARE, y normas para estudiantes de educación secundaria y universitaria, empleados,
militares, presos y pacientes de medicina general y cirugía con trastornos psíquicos, las
cuales han sido ampliamente usadas en estudios de investigación y en la propia práctica
clínica (62). La medición de la ira en el EDIRE ha incluido subescalas para evaluar la
experiencia, la expresión y el control de estos estados.

Retroalimentación sensorial y cognitiva

ESTIMULO Sentimientos
INTERNO subjetivos de
Pensamientos, aprensión
Sentimientos, ANS. ESTADO
Necesidades biológicas Activación del
Sist. Nerv.
Autónomo
ESTIMULO C
EXTERNO MECANISMOS DE O
(Estresores) EVALUACIÓN DEFENSA D
COGNITIVA Respuestas Procesos de ajuste U
altamente para reducir o evitar C
sobreapren estados de ansiedad T
didas a A
estímulos
de
amenazas

ANS. RASGO Respuestas a estímulos


Diferencias individuales en evaluados como no
propensión a la ansiedad amenazantes

La evaluación de la ansiedad en sus dos dimensiones consideró como bases teóricas los
supuestos conocidos de: señal de peligro de Freud, los conceptos de R. Cattell acerca de los
rasgos y estados, así como los refinamientos de estos conceptos por Spielberger en las
décadas del 60 y 70. Ellos han sido el marco de referencia conceptual sobre los cuales se ha
basado el proceso de construcción del IDARE.

En el caso de la medición de la ira, se tuvo que partir de definiciones sobre constructos


bastante ambiguos y muchas veces contradictorios. La ira, la hostilidad y la agresión son
usados frecuentemente en forma intercambiable y han generado numerosos procedimientos
de medición de
estos constructos, agrupados globalmente como "síndrome CHA" (54). La siguiente
definición operacional de los componentes del síndrome CHA ha sido propuesta por
Spielberger, Jacobs, Russell y Crane (57).

"El concepto de ira se refiere a un estado emocional el cual consiste en sentimientos que
varían en intensidad, desde una ligera irritación o molestia hasta furia intensa y rabia. A
pesar de que la hostilidad usualmente incluye sentimientos de ira, este concepto lleva la
connotación de un conjunto de actitudes complejas, las cuales motivan conductas agresivas
dirigidas hacia la destrucción de objetos o de daño físico hacia otras personas. Mientras que
la ira y la hostilidad se refieren a sentimientos y actitudes, el concepto de agresión, por lo
general, implica una conducta punitiva o destructiva hacia otras personas u objetos" (p.
160).
Aspectos conductuales y fisiológicos de la ira y una variedad de manifestaciones de
hostilidad han sido investigados en numerosos estudios. Dos de los problemas más
comunes con las actuales medidas de la ira y la hostilidad radican en: a) ignorar o no tomar
en consideración durante la construcción de la prueba la distinción rasgo-estado, b) la
tendencia a confundir la experiencia y la expresión de la ira con determinantes situacionales
de las reacciones de ira. La escala EDIRE, análoga en cuanto a su concepción y similar en
formato al IDARE fue desarrollada con el propósito de evaluar la intensidad de la ira como
un estado emocional, así como también diferencias individuales en la predisposición a ella,
ya como un rasgo de la personalidad (57). Así, personas con altas puntuaciones en la
subescala Ira-Rasgo reportaron experimentar ira de manera más intensa y más
frecuentemente a través de un amplio rango de situaciones provocadoras (59). Además,
estos sujetos reportaron más síntomas fisiológicos relacionados con la ira que los
individuos con bajos niveles de Ira-Rasgo.

Otro aspecto importante en el campo de la Psicología de la Salud y la Medicina Conductual


ha sido el reconocimiento de la distinción entre la experiencia y la expresión de la ira, la
cual ha sido ampliamente demostrada (53), La diferencia entre "ira contenida" e "ira
manifiesta" ha sido importante para esclarecer el impacto negativo de estos estados sobre el
sistema cardiovascular.
Funkenstein y coLs (65) ya habían reportado que los sujetos inducidos en condiciones de
laboratorio a experimentar ira, y que la suprimían, reportaban un aumento del pulso tres
veces mayor que los sujetos que la manifestaban.

Cuando la ira es contenida (al suprimirla o dirigirla hacia sí mismo), es subjetivamente


vivenciada como un estado emocional que varia en intensidad y fluctúa en el transcurso del
tiempo como una función de las circunstancias que la originan. La ira manifiesta no sólo
incluye la experiencia de ira, sino también manifestaciones de alguna forma de conducta
agresiva (ataques a otras personas, destrozo de objetos, insultos, amenazas, críticas, etc.). A
la EDIRE se le incorporó, en consecuencia, una subescala de ira/contenida-manifiesta,
sobre la base de la frecuencia con que los sujetos reportan uno u otro tipo de reacción en la
manera que se describe en cada caso. El Inventario final, de 44 Ítems, fue aplicado a
estudiantes universitarios, ofreciendo 6 factores: IRA-ESTADO, IRA/CONTROL,
IRA/CONTENIDA, IRA/MANIFIESTA, R/IRA-TEMPERAMENTO Y R/IRA-
REACCION. Este instrumento ha demostrado ser útil en la medición de la experiencia,
expresión y control de la ira en normales, así como también en pacientes psiquiátricos y en
una gran variedad de trastornos (47, 59). Individuos con puntuaciones por debajo del
percentil 25 en las escalas de Ira-Estado, Ira-Manifiesta e Ira-contenida experimentan,
expresan o suprimen relativamente muy poco su ira. Sin embargo, puntuaciones bajas en
estas escalas en condiciones en las cuales las puntuaciones de la subescala Ira-Control son
altos, pueden indicar un excesivo nivel de negación y represión con el propósito de
autoprotección y de evitar experimentar sentimientos y conductas inaceptables de ira. Por
otra parte, a pesar de que los sujetos con puntuaciones elevadas (percentil 75) son más
propensos a experimentar, expresar o suprimir ira que aquellos con puntuaciones inferiores
a la mediana, estas diferencias no son generalmente suficientes como para poder detectar
personas cuya ira les predisponga a sufrir de problemas de salud o a desarrollar algún tipo
de enfermedad (63). Los sujetos con percentil mayor de 75, tienden a experimentar y/o
expresar sentimientos de ira, a un grado tal que puede afectar con el funcionamiento diario
óptimo y adecuado, contribuyendo a dificultar sus relaciones interpersonales y
predisponiéndolos a desarrollar desórdenes psíquicos o médicos. Las altas puntuaciones de
la subescala de Ira-Contenida indican altos niveles de ansiedad y están asociados con
elevada presión arterial (66) y cuando en esta escala y en la de ira-manifiesta están por
encima del percentil 90 pueden situar a la persona en un alto riesgo de enfermedades
coronarias (47).

Muchos trabajos con el EDARI (subescalas Ira-rasgo e Ira-Estado, más las subescalas de
expresión de la Ira), han sido ampliamente utilizadas en la investigación psicológica,
analizando la relación entre la ira y la salud, para examinar la relación entre resistencia de
la personalidad (hardiness), estado saludable y afrontamientos al estrés, y para el estudio
del rol de la ira dentro del patrón conductual tipo A, de riesgo para enfermedades
cardiovasculares y de otros patrones de vulnerabilidad (55, 67-81).

Otros autores (16) han tratado de delinear las tareas fundamentales en la investigación de la
relación entre estrés y emociones, desde una perspectiva personal. Así, se ha considerado
como fundamental: a) la demarcación conceptual y experimental de los estados
emocionales y sus diferentes modalidades de expresión, b) su caracterización psicológica
en función de su estructura vivencial, su intensidad, su dinámica, su repercusión en los
procesos psíquicos y la conducta y de los mecanismos de autorregulación personal
prevalentes, c) la determinación de los intervínculos entre estos estados, las condiciones en
que transcurre el tránsito de uno a otro, y el esclarecimiento de sus mecanismos
psicológicos motrices, y, d) la optimización de los métodos y técnicas para su estudio,
diagnóstico y tratamiento.

A partir de la revisión de los postulados de Spielberger sobre las distintas formas de


ansiedad, los trabajos iniciales en esta dirección (82) han destacado la existencia de tres
formas de ansiedad, que se deben diferenciar unas de otras: la ansiedad personal (como
rasgo de la personalidad), la ansiedad situacional (como un estado transitorio-situacional) y
la ansiedad patológica (clave en la estructura de las neurosis y otros trastornos de ansiedad).
La diferenciación establecida entre estas formas de ansiedad aparece en la Tabla I. En estos
primeros trabajos se pensó que la ansiedad personal era directamente, la fuente de
producción de estados de ansiedad situacional, y que, a fuerza del impacto de situaciones
ansiógenas repetidas, se iban conformando los estados de ansiedad patológica. En otras
palabras, se pensó que la ansiedad personal alta, era un predisponente directo de los estados
de ansiedad.

Tabla I.- Caracterización de las formas de ansiedad

TIPO A. PATOLOGICA A. A. PERSONAL


SITUACIONAL
CARACT. CLINICA Polimorfismo y Menos síntomas No hay síntomas
rotación de síntomas. Unilateralidad de propiamente
Inadecuación de quejas las quejas dichos.
(directamente Predomina
relacionadas con la inquietud motora.
amenaza)
ESTRUCTURA Compleja, miedo es Menos compleja. Vivencia de
VIVENCIAL componente rector, Predominan inquietud.
acompañado de vivencias de miedo, Estructura
desconfianza, expectación de vivencial lábil,
irritabilidad, peligro próximo variable en las
inseguridad, disforia. más definido. diferentes
personas.
DINÁMICA Alta estabilidad, el Comienzo brusco Muy estable (es
paciente no siente con poca un rasgo de la
disminución. estabilidad. personalidad)
Disminuye cuando
desaparece o
cambia connotación
de amenaza.

REPERCUSIÓN EN Distorsión de todos los Influencia selectiva Ligeras y estables


PROCESOS procesos, incremento de la percepción, distorsiones en
PSÍQUICOS de fantasías, confusión memoria, selectividad de la
de pensamientos e imaginación y percepción.
ideas con hechos pensamiento, con
reales, alteraciones en contenidos
memoria inmediata y directamente
mediata, distorsiones vinculados a la
preceptúales. amenaza

REPERCUSIÓN EN Alteraciones en el No se altera Refleja grado de


PERSONALIDAD autocontrol, por daño establemente la vulnerabilidad a
en los mecanismos de personalidad. reaccionar con
autorregulación. ansiedad, guía el
auto-control
individual.

TIPOS DE Inclusión directa de Sensibilización o Defensa


MECANISMOS DE vivencias en procesos acentuación perceptual.
AUTORREGULACIÓN psíquicos y la
dirección de la
conducta.

En estos trabajos no se tuvo en cuenta el tipo de ansiedad personal, sino el grado de


expresión (alta o baja). En realidad, la ansiedad personal puede clasificarse como específica
e inespecífica (83). Algunas personas, por ejemplo, se alarman e intranquilizan por
cualquier cosa, como si estuviesen siempre predispuestas a este estado (ansiedad personal
inespecífica). Otras lo hacen sólo en relación con determinados objetos y situaciones, ellas
son personas ecuánimes, generalmente tranquilas, pero que sufren agudos estados de
ansiedad ante ciertas y determinadas situaciones de la vida (hablar en público, discutir,
sentirse evaluado por otros, esperar a alguien, etc.), ellas tienen ansiedad personal
específica. Según Janin, en el primer caso se supone que la ansiedad personal tiene un
carácter crónico, no relacionado con las particularidades de la situación¿ los sujetos muy
ansiosos, en la mayoría de las situaciones, más que los menos ansiosos, experimentan
estados de ansiedad más frecuentes y elevados. Mientras que en el segundo caso se postula
la idea acerca de que el estado de ansiedad surge sólo en determinadas circunstancias, y
está relacionado con las particularidades de la percepción de los factores preocupantes
situacionales específicos. Los individuos con ansiedad personal específica experimentan un
elevado estado de ansiedad ante unas situaciones y se pueden mantener suficientemente
confortables desde el punto de vista psicológico en otras.

Varios trabajos experimentales, desarrollados en la segunda mitad de la década de los 80


(84, 85), permitieron constatar la presencia significativa de una ansiedad personal
inespecífica en la personalidad premórbida de los pacientes con ansiedad patológica
(neurótica) y de ansiedad personal específica en los pacientes con ansiedad situacional-
transitoria. Un resultado sumamente importante de estas investigaciones fue la
confirmación de que los tipos de ansiedad personal no solo podían diferenciarse por la
amplitud del círculo de situaciones amenazantes, sino por la estructuración funcional de la
personalidad en estos individuos¿ estas formas de ansiedad resultaban ser la expresión
emocional de diferencias cualitativas en el modo de estructuración y autorregulación de la
personalidad, en íntima relación con la historia pasada de los sujetos.

Trabajos posteriores (86-88) demostraron, sin embargo, que independientemente de estos


"factores de riesgo" personales, el papel determinante en el surgimiento de los estados
emocionales de ansiedad lo tiene el carácter potencialmente limitante de la situación vital
provocadora, en su capacidad para afectar la satisfacción de las necesidades fundamentales
para el individuo. En estos trabajos se comprobó que ante situaciones estresantes que no
afectan las necesidades cardinales del individuo (por ejemplo, una intervención quirúrgica
sencilla, un examen, etc.), surge un estado emocional de variada intensidad y matiz
negativo, en el cual predominan vivencias fugaces de tensión y preocupación, pero con
ausencia del peculiar sufrimiento psíquico de la ansiedad, a pesar de que las personas
pudieran -incluso- llegar a describir este estado como tal. Sin embargo, este estado
transcurre sobre un fondo general de vivencias positivas con plena conservación de los
intereses, necesidades y modos habituales de reacción del individuo. Pueden aparecer
disminuciones transitorias del rendimiento intelectual, particularmente de la atención,
afectar o no la ejecución, pero no existe una real afectación del desarrollo y contenido de
los procesos cognoscitivos (86, 89). Este tipo de estado recuerda la llamada "tensión
emocional" descrita por Naenko (18).

De esta forma, en los estados de tensión emocional, ansiedad situacional y ansiedad


patológica se revelan diferentes niveles de desestabilización de la personalidad, lo que
apunta a la existencia de intervínculos genéticos entre dichos estados. Ya en las
investigaciones realizadas a finales de los años 80 (84-89), se obtuvieron evidencias acerca
de las regularidades del tránsito de un estado emocional a otro y los indicadores del mismo.
Estos últimos serían:

1. El carácter limitante o no de la situación para la realización psicológica de la


personalidad del individuo (potencialidad de afectar las necesidades fundamentales
del sujeto)
2. El tipo de ansiedad personal (específica o inespecífica) que señala el riesgo de
interpretar determinadas situaciones como amenazantes y la "velocidad probable"
de patologización de las reacción es emocionales, en función de la autorregulación
personal y los afrontamientos
3. Grado de ansiedad personal (alta o baja) que indica la probabilidad de que el sujeto
interprete o no las situaciones como amenazantes
4. El tiempo de impacto de las situaciones amenazantes en la satisfacción o no de las
necesidades individuales

Dado que el grado y el tipo de ansiedad personal son exponentes clínicos de los recursos de
afrontamiento y la eficacia de la autorregulación personal, los estados emocionales
descritos (tensión, ansiedad situacional, ansiedad patológica) resultan la expresión externa,
a nivel intrapsíquico y conductual, de estas complejas interacciones entre la situación
amenazante y la personalidad. Es importante destacar que estos estados emocionales no son
los únicos ni los más importantes indicadores de estrés. La ira, como ya se ha señalado, la
depresión y otros estados constituyen también intensas emociones implicadas en esta trama,
tal y como ha sido demostrado en otros trabajos (90, 91).

Los últimos trabajos de autores cubanos con este enfoque transaccional centrado en la
personalidad han ido en dirección a la elaboración de modelos hipotéticos de
contradicciones de la personalidad que actúan como mecanismos motores, generadores de
los diversos estados (16). Se entiende aquí como personalidad el nivel superior y más
complejo de la regulación psicológica (92), partiendo de una concepción teórica que intenta
comprenderla como un momento de la actividad, similar a ella por su estructura. Se
trasciende, en esta concepción, de las consideraciones de la actividad del hombre como un
conjunto de reacciones externas (conductuales) a estímulos externos del medio, separada
del sujeto actuante, que es en definitiva, una personalidad concreta, consciente e histórica y
de la tradicional consideración de la personalidad como un conjunto de rasgos extemos,
caracterológicos.

En este enfoque, la personalidad es algo más que el "fondo interno" en el cual se expresan
los estados emocionales, o el "agente mediatizador" entre los estímulos externos y las
respuestas emocionales, sino la verdadera fuerza motriz de estos estados, lo que obliga a
investigar en la propia personalidad, en sus modos de autorregulación, autocompensación y
autocontrol, en su estructuración y en sus contradicciones, los verdaderos mecanismos
patogénicos de los estados emocionales negativos. Diversos trabajos (93-95) han logrado
identificar y caracterizar dos tipos de contradicciones específicas para los estados de
ansiedad situacional y patológica: en la base de la ansiedad patológica descansa una
contradicción compleja, doblemente conflictiva, internalizada y ontogenéticamente
determinada, derivada de la contraposición entre las demandas y las posibilidades del
individuo: por una parte se manifiestan necesidades "hipertrofiadas", "absolutizadas" y
contradictorias en sí mismas (por ejemplo, necesidades de dependencia independencia) y,
por otra parte, tendencias contradictorias en la autovaloración de las propias posibilidades,
lo que afecta substancialmente la delimitación del Yo, y pueden fluctuar desde
discrepancias entre el "Yo real" y el "Yo ideal", hasta una sustancial desaparición de sus
límites (lo que es cercano a la confusión del Yo y el "no-Yo", típico de las psicosis).

En la ansiedad situacional, sin embargo, se comprobó la existencia de una contradicción


menos compleja e internalizada, determinada por frustraciones agudas o repetidas de
necesidades centrales del sistema motivacional, que generan determinados grados de
inseguridad en sus posibilidades, pero manteniendo, en sentido general, la indemnidad de la
autovaloración.
En los trabajos anteriormente reseñados y en algunos otros (96), se ha estudiado el carácter
motor de las diferentes contradicciones en el desarrollo de estados patológicos y no
patológicos de ansiedad y se han obtenido datos que fortalecen el presupuesto de la
existencia de una relación de continuidad genética entre los estados de ansiedad situacional,
depresión situacional, ansiedad patológica y depresión patológica. Además, se ha podido
comprobar la existencia de contradicciones muy simples y poco internalizadas en la génesis
de los estados de tensión emocional, constituyendo tal contradicción el reflejo subjetivo de
la discrepancia directa, poco mediatizada (real o percibida por el sujeto) entre las demandas
de la situación y las posibilidades del sujeto de responder ante ellas. Estas exigencias o
demandas no afectan substancialmente al cuerpo de necesidades fundamentales del
individuo; no hay compromiso de la jerarquía motivacional.

En el sistema teórico que se presenta en la siguiente figura se vislumbra un modelo general


de contradicciones entre las demandas de la situación y las valoraciones del individuo para
satisfacerlas, como la fuente motriz del desarrollo de los estados emocionales negativos
(ansiedad, depresión}

ESTRÉS: ENFOQUE PERSONAL (según Grau, Martín, Portero, 1993)

CONTRADICCIONES-TIPO ESTADO
EMOCIONAL
Demandas que no afectan necesidades centrales TENSIÓN
Posibilidades de respuesta (seguridad) OPERACIONAL

Demandas que no afectan necesidades centrales TENSIÓN


Valoración de posibilidades (inseguridad) EMOCIONAL

E Demandas que afectan necesidades centrales ANSIEDAD


S Valoración de posibilidades (inseguridad) SITUACIONAL
T
R Demandas que afectan necesidades centrales DEPRESIÓN
E Vivencias de incapacidad de respuesta SITUACIONAL
S
Nec. Contradictorias (máxima internalización de ANSIEDAD
demandas) PATOLÓGICA
Tendencias contradictorias en la autovaloración
Nec. Contradictorias y absolutizadas DEPRESIÓN
Vivencias de plena incapacidad, pérdida de PATOLÓGICA
autoestima
MUERTE
CORRECCIÓN

ESTABILIZACIÓN
En este modelo, la eficacia relativa de los mecanismos de autorregulación personal
determina el éxito o fracaso en la resolución de estas contradicciones y las posibilidades de
desarrollo normal o anómalo de la personalidad. Los estados constituyen, así, la expresión
resultante de la interacción realidad-interna y realidad-externa, propia del proceso de estrés.
Ellos se ubican a lo largo de un "continuum" que revela los diferentes grados de
desestabilización de la personalidad a partir de la complejidad, amplitud e internalización
de las contradicciones. Este desarrollo no tiene que evolucionar necesariamente hacia la
patologización, pues también el proceso inverso, de corrección y normalización,
transcurriría siguiendo estas etapas. Entonces, la corrección psicológica de los estados
emocionales negativos deberá dirigirse a la modificación de las contradicciones específicas
de estos estados, a su simplificación y externalización. no importa las técnicas que se
utilicen en esta corrección (entrenamientos en asertividad, resolución de problemas,
incremento del apoyo social).

Teniendo en cuenta los estudios actuales sobre la relación de emociones y estrés y los
resultados de las investigaciones reseñadas acerca de la relevancia de la ansiedad, la
depresión y la ira en el proceso salud-enfermedad, podríamos redefinir el estrés como el
proceso de interacción entre el individuo y su entorno, que se produce cuando el sujeto
evalúa determinadas situaciones ambientales como amenazantes o desbordantes de sus
recursos, poniendo en peligro su bienestar. Este proceso se fija en emociones, en función
de determinados componentes personales, y, especialmente, del carácter de las demandas,
de los motivos centrales del individuo, de su autovaloración y de sus recursos y estrategias
para afrontarlas, que se desarrollan a lo largo de su experiencia vital.

Emociones y propensión a enfermar


En los últimos tiempos se está prestando especial atención al papel de las emociones en el
proceso de salud-enfermedad. La vulnerabilidad o propensión a enfermar, obviamente, está
condicionada por muchos otros factores, algunos de los cuales pueden estar mediatizados
por el estrés.

La vulnerabilidad a enfermar ha sido definida por Lazarus (33) como la amenaza


potencial que se convierte en activa cuando se considera que realmente pone en peligro al
individuo o incluye la susceptibilidad a reaccionar con distrés ante un amplio grupo de
acontecimientos debido a un conjunto de factores personales que involucran compromisos,
creencias y los propios recursos. Pero también puede ser vista como el patrón funcional de
la personalidad centrada en estados emocionales negativos (40), por lo que cada día se
habla más de "vulnerabilidad personal".
En efecto, parece ser que no solamente los estados emocionales, sino aquellos rasgos en
que han sido fijados (ansiedad-rasgo, depresión personal, hostilidad o ira-rasgo) se
constituyen en factores de propensión a enfermar, a través de diversas vías:

 Estimulando conductas no saludables: se han reportado altos niveles de artritis


reumatoide entre fumadores y personas con sobreingesta (40, 41); además, al conducir
al tabaquismo, al alcoholismo y otras formas inadecuadas de compensación se torna en
causa indirecta de cáncer y otras enfermedades crónicas (97).

 Al constituir un factor predisponente al distrés y la instalación de estados emocionales


patológicos, que, a su vez, refuerzan las conductas no saludables, facilitan un
determinado rol de enfermo, y propician cambios en el sistema neuroendocrino e
inmune.

 Al contribuir a la concentración del sujeto en la observación de sensaciones corporales:


se ha comprobado que los sujetos ansiosos no son exactos en la percepción de sus
reacciones corporales, pero reportan más síntomas al estrés (40).

Friedman y Both-Kewley (76), revisaron 217 estudios con enfermos cardiovasculares,


asma, úlcera, artritis reumatoide y cefaleas e identificaron fuertes correlaciones entre
variables personales y la enfermedad. Las variables emocionales estudiadas fueron
ansiedad, depresión, ira, hostilidad, agresión y extraversión. Resultó que la ansiedad, la
depresión y la hostilidad tenían más fuertes correlaciones con la enfermedad que las
encontradas y tradicionalmente reportadas para el tabaquismo, el colesterol y la enfermedad
coronaria. La explicación es la misma que se ha ofrecido por muchos otros autores y que se
ha reflejado en el presente trabajo: las emociones constituyen la expresión de un
funcionamiento personal relativamente desajustado que puede afectar la salud por varias
vías.

Muy relacionados con los estudios sobre estrés y emociones, están los trabajos sobre los
patrones configuracionales y funcionales de la personalidad como predeterminantes de las
enfermedades. El más conocido (y cuestionado) es el llamado Patrón A (98). Fue
inicialmente descrito por cardiólogos que observaban que sus pacientes manifestaban
rasgos de impaciencia, competitividad y urgencia temporal. Estas personas con
personalidad A han sido caracterizadas como aquellas que se involucran en una batalla
constante para hacer más en menos tiempo (urgencia temporal), son hostiles y agresivos
para alcanzar las metas, competitivos y empeñados por el éxito, impacientes, impulsivos,
hiperalertas y tensos. Muchas investigaciones se han dedicado a estudiar la relación entre
este patrón personal y las enfermedades, especialmente cardiovasculares. Se dice que estas
personas se crean el estrés a sí mismos, tienden a tener más accidentes, a morir de accidente
o violencia, padecen con más frecuencia de enfermedades por arteriosclerosis cerebro-
vascular o periférica y de migraña y cefalea por contracción muscular mantenida. Ellas
tienden a otros factores de riesgo como tabaquismo y consumo elevado de sustancias que
incrementan el colesterol. Se ha reportado que tiende a aumentar moderadamente el riesgo
a morir de cáncer, a mayor parte de estas investigaciones ha sido fuertemente criticada, en
gran medida, por deficiencias
Metodológicas (son casi todas retrospectivas y transversales). Pero investigaciones
prospectivas con el patrón A han confirmado que predice el debut de la enfermedad
coronaria, la repetitividad del infarto y la dureza de las arterias, convirtiéndose en
verdadero factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares y cerebro-vasculares
(40). En realidad, hoy se piensa que no todas las características del patrón A son
marcadores de vulnerabilidad. Se ha señalado que el trabajo "duro" puede ser saludable si
se da en un contexto de motivación y devoción hacia la tarea y se hace usualmente un mal
diagnóstico en base a similitudes conductuales externas entre el verdadero tipo A y los
individuos saludables, que son activos, se mueven rápido y son dominantes y vigorosos.
Sin embargo, otras personas diagnosticadas como tipo B de personalidad (contrapuesto al
A) porque hablan bajito y son serenos aparentemente, pueden estar reprimiendo la
hostilidad y tener ambiciones frustradas, con igual grado de daño coronario y propensión a
la enfermedad. Esto llama a la necesidad de descubrir los verdaderos "tipo A" y "tipo B".
Se piensa que los componentes de mayor riesgo del patrón A son la hostilidad y cierta
hiperreactividad neuroendocrina, en gran parte genéticamente condicionada, y que está
concebida no sólo como simple reacción al estrés, sino como condicionante de una
vivenciación de determinadas situaciones como estresantes en función del "arousal"
autonómico.

Otro patrón muy reclamado para explicar las relaciones entre el estrés, las emociones y el
cáncer es el llamado "tipo C" descrito por varios autores. Ya se ha acumulado bastante
evidencia de que la represión de emociones ligadas a procesos traumáticos favorece la
disminución de la inmunocompetencia y las personas que no realizan confidencias tienen
más posibilidades de enfermar física y mentalmente (99). Se ha descrito el patrón C como
la relación entre un estilo personal pasivo, complaciente o represivo y el desarrollo o
progresión del cáncer (100). También esta dirección de investigaciones ha sufrido gran
cantidad de críticas, porque se puede presuponer cierto fatalismo y se añaden deficiencias
metodológicas en los estudios. Sin embargo, en los últimos años, se ha retomado,
particularmente a partir de los trabajos de Grossarth-Matricek y Eysenck, quienes han
desarrollado un colosal estudio longitudinal-prospectivo, con buen control de variables, en
grandes grupos poblacionales de varias ciudades, identificando 4 tipos de personalidad
básicos relacionados con las tasas de mortalidad alta por cáncer y enfermedades
cardiovasculares, las tasas de mortalidad medias y bajas. Así, el tipo I de Grossarth-Maticek
y Eysenck tiene como componentes principales al afrontamiento del estrés a través de la
pérdida de objetos amados y a la frustración con desesperanza, abandono y depresión,
conservando la cercanía emocional con objetos perdidos, idealizándolos y reprimiendo las
emociones (101). Los tipos I y II son, entonces, bastante similares en esencia, y se
fundamentan sobre la base del impacto de la represión y las emociones fijadas por un estrés
de pérdida, en la inmunocompetencia.

La revisión global de los distintos mecanismos por los cuales el estrés puede afectar la
salud e incidir en la reacción social de una enfermedad (es decir, de una dolencia o
padecimiento) se plasma en la siguiente figura, que intenta recoger los principales modelos
actuales que vinculan al estrés con la enfermedad (40).
EVENTOS VITALES
a
PATRONES CONDUCTUALES, PERSONALIDAD, AFRONTAMIENTOS

b c
CONDUCTAS NO RESPUESTAS
SALUDABLES O DE RIESGO FISIOLÓGICAS
e f

PATOLOGÍA ORGÁNICA (ENFERMEDAD

g
d REACCIÓN SOCIAL Y DEFINICIÓN SOCIAL
h
PADECIMIENTO O DOLENCIA

MODELO DEL ROL DE ENFERMO: a – b - d – h

Considera el rol de enfermo (conductas de enfermedad) como un estilo de afrontamiento.

MODELO DEL ESTRÉS, LAS CONDUCTAS DE RIESGO Y EL DAÑO ORGÁNICO


CONSECUENTE: a – b – e – g – h.

Considera que el estrés lleva a conductas de riesgo, que a su vez, llevan a la enfermedad.

MODELO DE REACCIONES FISIOLÓGICAS AL ESTRÉS: a – c – f – g - h

El estrés produce respuestas fisiológicas directamente (por ejemplo, neuroendocrinas) que


afectan la salud.

Hay que recordar aquí que la mera presencia de una enfermedad produce estrés y los
fenómenos psicológicos que inevitablemente suscita la enfermedad en el paciente pueden
influir en el curso de la misma. Se han señalado como estresores de las enfermedades
crónicas (40, 43):

1) Problemas físicos derivados de la enfermedad (dolor, dificultades respiratorias,


trastornos metabólicos, dificultades motoras, etc.)
2) Problemas físicos derivados de los tratamientos (nauseas, pérdida del cabello,
decoloración de la piel, disfunciones sexuales, pérdida de peso)
3) Manejo del estrés
4) Adherencia terapéutica
5) Problemas que derivan de la rehabilitación física
6) Problemas vocacionales (discriminación laboral, reducción del aprendizaje)
7) Dificultades de interacción social con familiares
8) Problemas relacionados con la autoimagen y la autoestima
9) Problemas en el reajuste de metas y motivaciones

Pero el estrés no siempre es dañino para la salud. Hay que recordar que puede ser
beneficioso para la persona (eutrés), permitiéndole experimentar emociones positivas,
enriquecedoras de su vida espiritual y promotoras de calidad de vida.

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