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Trabajos posteriores de Lazarus (44, 45) han puesto énfasis en los aspectos emocionales en
que se fija el estrés, destacando el valor de la regulación emocional en el proceso-salud-
enfermedad. Otros investigadores, desde posiciones diferentes o similares, (5, 16, 46-47)
subrayan asimismo el valor de los aspectos emocionales en el proceso de estrés.
Desde este punto de vista el estrés puede ser definido como un proceso que incluye
transacciones entre el individuo y su medio ambiente durante el cual los estresores están
íntimamente conectados con reacciones emocionales a través de la percepción de amenaza,
en una secuencia temporal simplificada como sigue (47):
Todos nos sentimos ansiosos o iracundos de vez en cuando; sin embargo, existen
diferencias entre individuos en cuanto a la frecuencia e intensidad al sentir estas emociones.
Los rasgos de ansiedad y de ira (hostilidad) se refieren a las diferencias individuales en la
tendencia o propensión a experimentar estas emociones. En consecuencia, al evaluar el
estrés hay que tener en cuenta las interacciones e intervínculos entre estresores, valoración
cognitiva, significación de amenaza, y además de los estados emocionales, los rasgos de
personalidad o diferencias individuales. La figura que aparece en la siguiente página,
tomada de Spielberger y Moscoso (47) sobre la base de los planteamientos tempranos de
Spielberger, en 1966 (46), ilustra la secuencia de interacciones entre todos estos
componentes y las posibles influencias de un elemento sobre el otro. En este modelo
psicobiológico, la ansiedad juega un papel importante. Estos autores afirman que los
individuos con niveles altos en rasgos de ansiedad son mucho más vulnerables a sentirse
evaluados por otros debido a que tienen una pobre autoestima y falta de autoconfianza, y
por lo tanto, mantienen un nivel de pensamiento dirigido hacia "temores de fracaso".
Con el propósito de alcanzar un entendimiento global del componente emocional dentro del
proceso de estrés se han desarrollado en los últimos años métodos de medición psicológica
apropiados para distinguir entre estados cualitativamente diferentes, así como para evaluar
la intensidad de tales estados emocionales en la medida que estos cambian dentro de un
período de tiempo. La evaluación de las dimensiones Rasgo-Estado (Ser-Estar) se ha
convertido en objetivo de
numerosos trabajos que dieron lugar a los Inventarios de Ansiedad Rasgo-Estado (IDARE,
del inglés STAI) y la Escala de la Ira Rasgo-Estado (EDIRE, en inglés STAXI) (57, 61-64),
que han sido traducidos a varios idiomas y dialectos y demostrado fuertes propiedades
psicométricas. Asimismo, se han elaborado nuevas formas, "más puras", como la forma Y
del IDARE, y normas para estudiantes de educación secundaria y universitaria, empleados,
militares, presos y pacientes de medicina general y cirugía con trastornos psíquicos, las
cuales han sido ampliamente usadas en estudios de investigación y en la propia práctica
clínica (62). La medición de la ira en el EDIRE ha incluido subescalas para evaluar la
experiencia, la expresión y el control de estos estados.
ESTIMULO Sentimientos
INTERNO subjetivos de
Pensamientos, aprensión
Sentimientos, ANS. ESTADO
Necesidades biológicas Activación del
Sist. Nerv.
Autónomo
ESTIMULO C
EXTERNO MECANISMOS DE O
(Estresores) EVALUACIÓN DEFENSA D
COGNITIVA Respuestas Procesos de ajuste U
altamente para reducir o evitar C
sobreapren estados de ansiedad T
didas a A
estímulos
de
amenazas
La evaluación de la ansiedad en sus dos dimensiones consideró como bases teóricas los
supuestos conocidos de: señal de peligro de Freud, los conceptos de R. Cattell acerca de los
rasgos y estados, así como los refinamientos de estos conceptos por Spielberger en las
décadas del 60 y 70. Ellos han sido el marco de referencia conceptual sobre los cuales se ha
basado el proceso de construcción del IDARE.
"El concepto de ira se refiere a un estado emocional el cual consiste en sentimientos que
varían en intensidad, desde una ligera irritación o molestia hasta furia intensa y rabia. A
pesar de que la hostilidad usualmente incluye sentimientos de ira, este concepto lleva la
connotación de un conjunto de actitudes complejas, las cuales motivan conductas agresivas
dirigidas hacia la destrucción de objetos o de daño físico hacia otras personas. Mientras que
la ira y la hostilidad se refieren a sentimientos y actitudes, el concepto de agresión, por lo
general, implica una conducta punitiva o destructiva hacia otras personas u objetos" (p.
160).
Aspectos conductuales y fisiológicos de la ira y una variedad de manifestaciones de
hostilidad han sido investigados en numerosos estudios. Dos de los problemas más
comunes con las actuales medidas de la ira y la hostilidad radican en: a) ignorar o no tomar
en consideración durante la construcción de la prueba la distinción rasgo-estado, b) la
tendencia a confundir la experiencia y la expresión de la ira con determinantes situacionales
de las reacciones de ira. La escala EDIRE, análoga en cuanto a su concepción y similar en
formato al IDARE fue desarrollada con el propósito de evaluar la intensidad de la ira como
un estado emocional, así como también diferencias individuales en la predisposición a ella,
ya como un rasgo de la personalidad (57). Así, personas con altas puntuaciones en la
subescala Ira-Rasgo reportaron experimentar ira de manera más intensa y más
frecuentemente a través de un amplio rango de situaciones provocadoras (59). Además,
estos sujetos reportaron más síntomas fisiológicos relacionados con la ira que los
individuos con bajos niveles de Ira-Rasgo.
Muchos trabajos con el EDARI (subescalas Ira-rasgo e Ira-Estado, más las subescalas de
expresión de la Ira), han sido ampliamente utilizadas en la investigación psicológica,
analizando la relación entre la ira y la salud, para examinar la relación entre resistencia de
la personalidad (hardiness), estado saludable y afrontamientos al estrés, y para el estudio
del rol de la ira dentro del patrón conductual tipo A, de riesgo para enfermedades
cardiovasculares y de otros patrones de vulnerabilidad (55, 67-81).
Otros autores (16) han tratado de delinear las tareas fundamentales en la investigación de la
relación entre estrés y emociones, desde una perspectiva personal. Así, se ha considerado
como fundamental: a) la demarcación conceptual y experimental de los estados
emocionales y sus diferentes modalidades de expresión, b) su caracterización psicológica
en función de su estructura vivencial, su intensidad, su dinámica, su repercusión en los
procesos psíquicos y la conducta y de los mecanismos de autorregulación personal
prevalentes, c) la determinación de los intervínculos entre estos estados, las condiciones en
que transcurre el tránsito de uno a otro, y el esclarecimiento de sus mecanismos
psicológicos motrices, y, d) la optimización de los métodos y técnicas para su estudio,
diagnóstico y tratamiento.
Dado que el grado y el tipo de ansiedad personal son exponentes clínicos de los recursos de
afrontamiento y la eficacia de la autorregulación personal, los estados emocionales
descritos (tensión, ansiedad situacional, ansiedad patológica) resultan la expresión externa,
a nivel intrapsíquico y conductual, de estas complejas interacciones entre la situación
amenazante y la personalidad. Es importante destacar que estos estados emocionales no son
los únicos ni los más importantes indicadores de estrés. La ira, como ya se ha señalado, la
depresión y otros estados constituyen también intensas emociones implicadas en esta trama,
tal y como ha sido demostrado en otros trabajos (90, 91).
Los últimos trabajos de autores cubanos con este enfoque transaccional centrado en la
personalidad han ido en dirección a la elaboración de modelos hipotéticos de
contradicciones de la personalidad que actúan como mecanismos motores, generadores de
los diversos estados (16). Se entiende aquí como personalidad el nivel superior y más
complejo de la regulación psicológica (92), partiendo de una concepción teórica que intenta
comprenderla como un momento de la actividad, similar a ella por su estructura. Se
trasciende, en esta concepción, de las consideraciones de la actividad del hombre como un
conjunto de reacciones externas (conductuales) a estímulos externos del medio, separada
del sujeto actuante, que es en definitiva, una personalidad concreta, consciente e histórica y
de la tradicional consideración de la personalidad como un conjunto de rasgos extemos,
caracterológicos.
En este enfoque, la personalidad es algo más que el "fondo interno" en el cual se expresan
los estados emocionales, o el "agente mediatizador" entre los estímulos externos y las
respuestas emocionales, sino la verdadera fuerza motriz de estos estados, lo que obliga a
investigar en la propia personalidad, en sus modos de autorregulación, autocompensación y
autocontrol, en su estructuración y en sus contradicciones, los verdaderos mecanismos
patogénicos de los estados emocionales negativos. Diversos trabajos (93-95) han logrado
identificar y caracterizar dos tipos de contradicciones específicas para los estados de
ansiedad situacional y patológica: en la base de la ansiedad patológica descansa una
contradicción compleja, doblemente conflictiva, internalizada y ontogenéticamente
determinada, derivada de la contraposición entre las demandas y las posibilidades del
individuo: por una parte se manifiestan necesidades "hipertrofiadas", "absolutizadas" y
contradictorias en sí mismas (por ejemplo, necesidades de dependencia independencia) y,
por otra parte, tendencias contradictorias en la autovaloración de las propias posibilidades,
lo que afecta substancialmente la delimitación del Yo, y pueden fluctuar desde
discrepancias entre el "Yo real" y el "Yo ideal", hasta una sustancial desaparición de sus
límites (lo que es cercano a la confusión del Yo y el "no-Yo", típico de las psicosis).
CONTRADICCIONES-TIPO ESTADO
EMOCIONAL
Demandas que no afectan necesidades centrales TENSIÓN
Posibilidades de respuesta (seguridad) OPERACIONAL
ESTABILIZACIÓN
En este modelo, la eficacia relativa de los mecanismos de autorregulación personal
determina el éxito o fracaso en la resolución de estas contradicciones y las posibilidades de
desarrollo normal o anómalo de la personalidad. Los estados constituyen, así, la expresión
resultante de la interacción realidad-interna y realidad-externa, propia del proceso de estrés.
Ellos se ubican a lo largo de un "continuum" que revela los diferentes grados de
desestabilización de la personalidad a partir de la complejidad, amplitud e internalización
de las contradicciones. Este desarrollo no tiene que evolucionar necesariamente hacia la
patologización, pues también el proceso inverso, de corrección y normalización,
transcurriría siguiendo estas etapas. Entonces, la corrección psicológica de los estados
emocionales negativos deberá dirigirse a la modificación de las contradicciones específicas
de estos estados, a su simplificación y externalización. no importa las técnicas que se
utilicen en esta corrección (entrenamientos en asertividad, resolución de problemas,
incremento del apoyo social).
Teniendo en cuenta los estudios actuales sobre la relación de emociones y estrés y los
resultados de las investigaciones reseñadas acerca de la relevancia de la ansiedad, la
depresión y la ira en el proceso salud-enfermedad, podríamos redefinir el estrés como el
proceso de interacción entre el individuo y su entorno, que se produce cuando el sujeto
evalúa determinadas situaciones ambientales como amenazantes o desbordantes de sus
recursos, poniendo en peligro su bienestar. Este proceso se fija en emociones, en función
de determinados componentes personales, y, especialmente, del carácter de las demandas,
de los motivos centrales del individuo, de su autovaloración y de sus recursos y estrategias
para afrontarlas, que se desarrollan a lo largo de su experiencia vital.
Muy relacionados con los estudios sobre estrés y emociones, están los trabajos sobre los
patrones configuracionales y funcionales de la personalidad como predeterminantes de las
enfermedades. El más conocido (y cuestionado) es el llamado Patrón A (98). Fue
inicialmente descrito por cardiólogos que observaban que sus pacientes manifestaban
rasgos de impaciencia, competitividad y urgencia temporal. Estas personas con
personalidad A han sido caracterizadas como aquellas que se involucran en una batalla
constante para hacer más en menos tiempo (urgencia temporal), son hostiles y agresivos
para alcanzar las metas, competitivos y empeñados por el éxito, impacientes, impulsivos,
hiperalertas y tensos. Muchas investigaciones se han dedicado a estudiar la relación entre
este patrón personal y las enfermedades, especialmente cardiovasculares. Se dice que estas
personas se crean el estrés a sí mismos, tienden a tener más accidentes, a morir de accidente
o violencia, padecen con más frecuencia de enfermedades por arteriosclerosis cerebro-
vascular o periférica y de migraña y cefalea por contracción muscular mantenida. Ellas
tienden a otros factores de riesgo como tabaquismo y consumo elevado de sustancias que
incrementan el colesterol. Se ha reportado que tiende a aumentar moderadamente el riesgo
a morir de cáncer, a mayor parte de estas investigaciones ha sido fuertemente criticada, en
gran medida, por deficiencias
Metodológicas (son casi todas retrospectivas y transversales). Pero investigaciones
prospectivas con el patrón A han confirmado que predice el debut de la enfermedad
coronaria, la repetitividad del infarto y la dureza de las arterias, convirtiéndose en
verdadero factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares y cerebro-vasculares
(40). En realidad, hoy se piensa que no todas las características del patrón A son
marcadores de vulnerabilidad. Se ha señalado que el trabajo "duro" puede ser saludable si
se da en un contexto de motivación y devoción hacia la tarea y se hace usualmente un mal
diagnóstico en base a similitudes conductuales externas entre el verdadero tipo A y los
individuos saludables, que son activos, se mueven rápido y son dominantes y vigorosos.
Sin embargo, otras personas diagnosticadas como tipo B de personalidad (contrapuesto al
A) porque hablan bajito y son serenos aparentemente, pueden estar reprimiendo la
hostilidad y tener ambiciones frustradas, con igual grado de daño coronario y propensión a
la enfermedad. Esto llama a la necesidad de descubrir los verdaderos "tipo A" y "tipo B".
Se piensa que los componentes de mayor riesgo del patrón A son la hostilidad y cierta
hiperreactividad neuroendocrina, en gran parte genéticamente condicionada, y que está
concebida no sólo como simple reacción al estrés, sino como condicionante de una
vivenciación de determinadas situaciones como estresantes en función del "arousal"
autonómico.
Otro patrón muy reclamado para explicar las relaciones entre el estrés, las emociones y el
cáncer es el llamado "tipo C" descrito por varios autores. Ya se ha acumulado bastante
evidencia de que la represión de emociones ligadas a procesos traumáticos favorece la
disminución de la inmunocompetencia y las personas que no realizan confidencias tienen
más posibilidades de enfermar física y mentalmente (99). Se ha descrito el patrón C como
la relación entre un estilo personal pasivo, complaciente o represivo y el desarrollo o
progresión del cáncer (100). También esta dirección de investigaciones ha sufrido gran
cantidad de críticas, porque se puede presuponer cierto fatalismo y se añaden deficiencias
metodológicas en los estudios. Sin embargo, en los últimos años, se ha retomado,
particularmente a partir de los trabajos de Grossarth-Matricek y Eysenck, quienes han
desarrollado un colosal estudio longitudinal-prospectivo, con buen control de variables, en
grandes grupos poblacionales de varias ciudades, identificando 4 tipos de personalidad
básicos relacionados con las tasas de mortalidad alta por cáncer y enfermedades
cardiovasculares, las tasas de mortalidad medias y bajas. Así, el tipo I de Grossarth-Maticek
y Eysenck tiene como componentes principales al afrontamiento del estrés a través de la
pérdida de objetos amados y a la frustración con desesperanza, abandono y depresión,
conservando la cercanía emocional con objetos perdidos, idealizándolos y reprimiendo las
emociones (101). Los tipos I y II son, entonces, bastante similares en esencia, y se
fundamentan sobre la base del impacto de la represión y las emociones fijadas por un estrés
de pérdida, en la inmunocompetencia.
La revisión global de los distintos mecanismos por los cuales el estrés puede afectar la
salud e incidir en la reacción social de una enfermedad (es decir, de una dolencia o
padecimiento) se plasma en la siguiente figura, que intenta recoger los principales modelos
actuales que vinculan al estrés con la enfermedad (40).
EVENTOS VITALES
a
PATRONES CONDUCTUALES, PERSONALIDAD, AFRONTAMIENTOS
b c
CONDUCTAS NO RESPUESTAS
SALUDABLES O DE RIESGO FISIOLÓGICAS
e f
g
d REACCIÓN SOCIAL Y DEFINICIÓN SOCIAL
h
PADECIMIENTO O DOLENCIA
Considera que el estrés lleva a conductas de riesgo, que a su vez, llevan a la enfermedad.
Hay que recordar aquí que la mera presencia de una enfermedad produce estrés y los
fenómenos psicológicos que inevitablemente suscita la enfermedad en el paciente pueden
influir en el curso de la misma. Se han señalado como estresores de las enfermedades
crónicas (40, 43):
Pero el estrés no siempre es dañino para la salud. Hay que recordar que puede ser
beneficioso para la persona (eutrés), permitiéndole experimentar emociones positivas,
enriquecedoras de su vida espiritual y promotoras de calidad de vida.