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VENEZUELA

El pasado 28 de octubre se cumplieron nueve años desde que la Unesco declaró a Venezuela
“Territorio Libre de Analfabetismo” fruto de la implementación de la Misión Robinson, programa
social impulsado por el líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, para saldar la heredada
deuda histórica en materia educativa.

BOLIVIA los 10 países del mundo que más invierten en Educación


Bolivia, entre los 10 países del mundo que más invierten en Educación

El Ministro de Educación boliviano, Roberto Aguilar, apegado a los datos oficiales, afirmó que la
inversión en la educación inicial se incrementó en 319%, en educación primaria 105% y secundaria
306%, con relación a los montos que se invertían en 2006.

Este documento, Respondiendo a la diversidad: aportes para una educación inclusiva en Bolivia, se
enmarca en los lineamientos establecidos tanto en la Constitución Política del Estado como en la
Ley de Educación N° 070, que plantean el “Modelo Educativo Sociocomunitario Productivo” como
un proceso de liberación y, por tanto, de descolonización que debe partir desde las aulas pero en
estrecha vinculación con la comunidad y con las y los actores sociales que construyen un futuro
compartido, apostando por la integración de sectores y movimientos sociales antes excluidos.

La Ley de Educación “Avelino Siñani – Elizardo Pérez” (ASEP) No. 070, aprobada
en diciembre de 2010, y su posterior desarrollo curricular requieren para
su implementación de propuestas concretas que partan de la práctica educativa
y que puedan ser recreadas en diversos contextos.
Este documento, Respondiendo a la diversidad: aportes para una educación
inclusiva en Bolivia, se enmarca en los lineamientos establecidos
tanto en la Constitución Política del Estado como en la Ley de Educación N°
070, que plantean el “Modelo Educativo Sociocomunitario Productivo” como
un proceso de liberación y, por tanto, de descolonización que debe partir desde
las aulas pero en estrecha vinculación con la comunidad y con las y los
actores sociales que construyen un futuro compartido, apostando por la integración
de sectores y movimientos sociales antes excluidos.

La Ley de la Educación “Avelino Siñani - Elizardo Pérez” No. 070 define


como una de las bases de la educación:
Es inclusiva, asumiendo la diversidad de los grupos poblacionales y
personas que habitan el país, ofrece una educación oportuna y pertinente
a las necesidades, expectativas e intereses de todas y todos
los habitantes del Estado Plurinacional, con igualdad de oportunidades
y equiparación de condiciones, sin discriminación alguna según
el artículo 14 de la Constitución Política del Estado (art. 3º, inc. 7).

Siguiendo a la UNESCO:

La educación inclusiva es un proceso de fortalecimiento de la capacidad


del sistema educativo para llegar a todos los educandos; por lo tanto,
puede entenderse como una estrategia clave para alcanzar la EPT.
Como principio general, debería orientar todas las políticas y prácticas
educativas, partiendo del hecho de que la educación es un derecho humano
básico y el fundamento de una sociedad más justa e igualitaria
(UNESCO, 2009: 9).
La educación inclusiva y de calidad se basa en el derecho de todos los
alumnos a recibir una educación de calidad que satisfaga sus necesidades
básicas de aprendizaje y enriquezca sus vidas. Al prestar especial
atención a los grupos marginados y vulnerables, la educación integradora
y de calidad procura desarrollar todo el potencial de cada persona. Su
objetivo final es terminar con todas las modalidades de discriminación
y fomentar la cohesión social (http://www.unesco.org/new/es/education/
themes/strengthening-education-systems/inclusive-education/).

ARGENTINA

La educación argentina es considerada una de las más avanzadas, enciclopedista y progresistas


de América Latina junto a Cuba y Uruguay,2 así como también, es firmemente reconocida y
destacada por diversos organismos internacionales, como lo son la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y el Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia (Unicef).

La educación en instituciones del estado es gratuita en los niveles inicial, primario, secundario y
terciario así como en las carreras de grado de nivel universitario (no así para los posgrados). La
educación privada es remunerada, aunque en algunos casos (especialmente en establecimientos
primarios y secundarios) cuentan con subsidios del estado para soportar sus costos. Según
estudios de la Unesco, la educación en Argentina y Uruguay garantizan igualdad al poseer
características institucionales que impiden la mercantilización de la educación, así como la de
Finlandia tiene características que favorecen la educación en población multiétnica y enseñanza
especial, la educación de la Argentina favorece la equidad. A ellos les ofrecen actividades
escolares como estar en una banda, en una orquesta o coro, en clubes, juegos, asambleas, en
obras teatrales, y baile. Después de que terminen la secundaria cuya graduación es en el mes de
diciembre; siendo ya egresados, luego van a la escuela superior, esto es, la universidad, ya sea
pequeña o grande en su propio estado (departamento) o en otro.3 Según datos del último censo
la tasa de analfabetismo es del 1.9%, siendo la segunda más baja de Latinoamérica.4 5 En la
última década se han creado 9 nuevas universidades, mientras que el egreso de estudiantes
universitarios aumentó un 68%.6

BRAZIL

Desde la promulgación de su Constitución en 1988, el sistema educativo de Brasil ha


experimentado importantes mejoras tanto en la asistencia a clase como en el rendimiento por
parte de los alumnos y ahora es considerado uno de los mejores sistemas en toda América Latina.
Los principios establecidos en esa constitución sirven ahora como las directrices para la educación
nacional, según la cual la educación es un "derecho de todos los ciudadanos, el deber del Estado y
de la familia, y se debe promover con la colaboración de la sociedad, con el objetivo de desarrollar
plenamente a la persona, prepararla para el ejercicio de la ciudadanía y capacitarla para el
trabajo”.

Apoyado por el Ministerio de Educación de Brasil, el gobierno nacional es responsable de legislar


sobre las directrices y bases de la educación nacional, de coordinar y desarrollar los planes
federales de educación, y de prestar ayuda técnica y financiera a los estados, el Distrito Federal y
los municipios para el desarrollo de sus sistemas educativos y para la asistencia prioritaria a la
escolaridad obligatoria.

Las metas y objetivos generales del sistema educativo brasileño están representados en las leyes
estatutarias específicas. En concreto, la Ley de las Directrices y Bases de la Educación Nacional
aprobada en 1961 y modificada posteriormente por otras leyes, sirve como instrumento que
regula las metas y objetivos educativos, así como los medios y los poderes de las acciones
educativas.

De acuerdo con la Constitución en lo que respecta al sistema educativo brasileño, la legislación


que define las metas y objetivos de la educación se aplica a todas las escuelas, siempre y cuando
no vaya en contra de la Constitución. Según la Ley de Bases y Directrices aún en vigor, el sistema
educativo nacional, concebido en los principios de libertad y en los ideales de la solidaridad
humana, tiene como propósito:

La comprensión de los derechos y responsabilidades individuales, así como los de los ciudadanos,
el Estado y otros grupos comunitarios.

Respetar la dignidad del ser humano y las libertades fundamentales.

Fortalecer la unidad nacional y la solidaridad internacional.

El desarrollo integral de la personalidad humana y su participación para conseguir el bien común.

Preparar a las personas y a la sociedad para dominar los recursos científicos y tecnológicos, que les
permitan utilizar las posibilidades existentes para facilitar el bienestar común.

La protección, difusión y expansión del patrimonio cultural.

Condenar cualquier trato desigual que resulte de una creencia filosófica, política o religiosa, así
como las clases sociales o prejuicios raciales.

Naturalmente, estas metas y objetivos se aplican según el grado de madurez y edad de los
alumnos. Como resultado, la legislación actual define objetivos distintos para los diversos grados
educativos.
La educación es obligatoria para todos los niños en edades comprendidas entre seis y catorce años
y gratuita en todas las instituciones públicas, incluso las instituciones de adultos, para aquellos que
no tuvieron acceso a la escuela durante la edad apropiada. La Constitución no establece
expresamente límites de edad, sino que determina que "la educación es obligatoria, cuyo objetivo
es proporcionar la estructura necesaria para el desarrollo del potencial de los alumnos como un
elemento de satisfacción propia, de formación para el trabajo, y de ejercicio consciente de
ciudadanía".

La educación intermedia, también conocida como la educación secundaria superior, también es


gratuita en todas las escuelas públicas, aunque no es obligatoria. Este nivel de educación tiene por
objeto el pleno desarrollo de los adolescentes, así como los elementos que constituyen el objetivo
de la educación fundamental, y la formación para el empleo, en función de la elección / enfoque
específico de cada institución educativa.

En cuanto a la educación superior, el sistema vigente tiene por objeto el desarrollo de las ciencias,
las artes, la capacitación de profesionales en el ámbito universitario, la investigación y la
especialización. La educación superior también es gratuita para los estudiantes en las escuelas y
universidades públicas de Brasil.

Un ejemplo puede ayudar a entender las diferencias electivas entre ambos modelos. El interés por
“dinamizar” y hacer más “competitivo” el sistema de educación superior, llevó al gobierno del
PSDB a multiplicar exponencialmente el número de universidades privadas, lo que generó, por su
propia inercia y no por una política focalizada del gobierno nacional, un aumento de la matrícula
cercana al 30% en ocho años. El gobierno de Lula, en vez de seguir los clamores doctrinarios que
exigían la clausura de las universidades privadas, fortaleció el sistema de evaluación de la
educación superior y promovió un amplio programa de inclusión en las universidades particulares,
aprovechando una legislación que exigía que las mismas deberían cumplir un fin social (casi nunca
respetado) y creando un inmenso sistema de becas de ayuda y crédito para los estudiantes más
pobres. La iniciativa fue denominada PROUNI, Programa Universidad para Todos. En ocho años,
ingresaron a estas universidades más de un millón y medio de jóvenes de sectores populares, la
mayoría de ellos, la primera generación de estudiantes universitarios de sus familias.

Los privilegios, en una sociedad dividida y excluyente como la brasileña, se ocultan y solapan con
argumentos meritocráticos. Los pobres, y particularmente los jóvenes negros y negras, no llegaban
a la universidad porque no pasaban las pruebas de acceso o, cuando las pasaban, no permanecían
por ausencia de apoyo económico que evitara su rápida migración al mercado de trabajo. Si los
pobres no entraban al sistema universitario o no concluían su enseñanza media, el problema era
de ellos. En los ocho años del gobierno que promete repetir Aecio Neves, no han habido políticas
nacionales destinadas a impulsar la justicia educativa como componente indisoluble de la
promoción de la justicia social. Sólo algunos programas pilotos, proyectos experimentales y
aspiraciones de deseo que no sólo no revirtieron las desigualdades educativas, sino más bien las
ampliaron.
El problema de la escala de las políticas públicas de inclusión social no es un detalle en Brasil, un
país con un territorio de dimensiones continentales y más de 200 millones de habitantes. El
gobierno Lula lo entendió cuando asumió el desafíos de disminuir la pobreza y la indigencia
heredada, en buena medida, por las políticas económicas y sociales de su antecesor. Más de 40
millones de brasileños y brasileñas dejaron de ser pobres en una década. No se logra esto con
programas “pilotos” cuya parsimoniosa dinámica ignora las urgencias cotidianas de millones de
seres humanos.

Esta pretensión de grandiosidad y este verdadero fanatismo petista por la escala democrática fue
una de las grandes aspiraciones que guiaron la política educativa: más y mejor educación para
todos.

De allí que, continuando el ejemplo de la educación superior, no sólo se aprovechó el inmenso


equipamiento disponible en el sector privado, sino que se promovió la mayor política de creación
de universidades públicas que tuvo lugar en la historia brasileña: 18 nuevas universidades
federales en una década. Además, reconociendo que la discriminación educativa opera regional y
espacialmente, se crearon 173 unidades de educación superior en el interior del país,
particularmente, en las zonas más remotas y pobres. Se multiplicaron las becas (creciendo casi
200% para el desarrollo de estudios de posgrado en el país), mejoraron los salarios docentes, se
quintuplicaron los laboratorios y se invirtió en infraestructura para la ciencia y la tecnología como
nunca antes. La matricula universitaria no sólo creció sino que se tornó más diversa y plural,
gracias a las políticas afirmativas, en particular la Ley de Cuotas, que permitieron incluir miles de
jóvenes negros y negras, indígenas y personas con necesidades educativas especiales.

A esta altura, no me cabe duda que el lector o la lectora españoles no encontrarán ninguna
semejanza entre su actual gobierno nacional y el que administró los destinos de Brasil durante los
últimos años.

En efecto, una década atrás, los científicos brasileños, como hoy los españoles, salían del país en
busca de mejores oportunidades de empleo y mejores condiciones para el desarrollo de sus
investigaciones. Actualmente, Brasil posee el mayor programa de internacionalización de la
formación universitaria promovido por un único estado en el mundo: el Programa Ciencia Sin
Fronteras, que ya ha concedido buena parte de las 100 mil becas para estudios en algunas de las
mejores universidades del exterior. La candidata Dilma Rousseff promete ampliar el programa a
100 mil nuevas becas en los próximos cuatro años. El ex presidente Fernando Henrique Cardoso ha
criticado esta medida por considerarla parte del “discurso grandilocuente” de los gobiernos
petistas.
Sea cual fuera la opinión que nos merezca el Programa Ciencia Sin Fronteras, no cabe duda que es
más democrático que la creación de algunas pocas cátedras sobre Brasil en Francia y Estados
Unidos, el mayor destaque de la internacionalización de la educación superior durante el período
1994-2002. Uno aspira a ampliar las oportunidades de formación superior internacional de 200 mil
brasileños y brasileñas. Otro, a que no más de una veintena de grandes científicos se destaquen en
el escenario internacional y a que 199.980 aspiren a ser uno de ellos.

Las antonimias entre ambos modelos se visualizan de forma clara en el campo de la educación
técnica. Durante el gobierno Fernando Henrique Cardoso, la inversión pública en el sector se
estancó, no hubo promoción de nuevas instituciones y, particularmente el campo de la educación
profesional quedó en manos de organizaciones y asociaciones privadas, con una periférica
presencia estatal. En poco más de un siglo y hasta concluir el gobierno del PSDB, en el 2002, se
habían construido en Brasil 140 escuelas técnicas federales. En doce años, los gobiernos de Lula da
Silva y Dilma Rousseff, construyeron 422. En una década, 3 veces más instituciones que en 150
años. Nuevamente: en Brasil, la escala no es un detalle.

Al mismo tiempo, durante el último gobierno del PT se desarrolló una de las iniciativas más
ambiciosas en el campo educativo, el Programa Nacional de Acceso a la Enseñanza Técnica y el
Empleo (PRONATEC), con más de 7,6 millones de matrículas en más de 4 mil municipios, esto es,
casi todo el país. En el próximo cuatrienio, la presidente Dilma Rousseff promete abrir más de 12
millones de matriculas en cursos técnicos medios y de formación profesional. La inversión pública
en los últimos cuatro años superará los 4 mil millones de dólares en este campo.

El candidato a la presidencia Aécio Neves no ha dejado de verse en aprietos al contrastar los


elocuentes resultados democráticos de estas políticas, en comparación con el magro desempeño
de las promovidas por quien aspira suceder, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso. En un
artículo de balance de la política educativa de período 1994-2002, Eunice Ribeiro Durham destaca
que el objetivo del gobierno nacional, en aquel momento, fue desmontar el carácter “elitista” de
las escuelas técnicas federales existentes. La Prof. Durham, funcionaria de los gobiernos Collor de
Mello y Fernando Henrique Cardoso, explica que la oposición de las propias escuelas a esta
reforma, paralizó los cambios. No explica, sin embargo, la política de ahogo financiero a la que se
vieron sometidas estas importantes escuelas durante los ocho años de gobierno del PSDB.

Como quiera que sea, los dos modelos quedan en evidencia: de un lado, una política de desmonte
de las escuelas técnicas nacionales públicas; del otro, una de promoción del acceso a las mismas,
de multiplicación de instituciones y de aumento geométrico de la inversión estatal en el sector. De
un lado, injusticia social y más inequidad, del otro, más justicia e igualdad.
El neoliberalismo exacerbado y consolidado en la década del noventa condujo a los países de
Latinoamérica a generar –doblegados ante los mandatos de los organismos internacionales- leyes
y políticas educativas orientadas a las necesidades del mercado, estructuradas en torno a su lógica
y dinámica. Fueron leyes salvajes, al igual que sus derivados.

Estas políticas produjeron en Argentina y en el resto de los países del Mercosur –entre otras
consecuencias negativas- desarticulación institucional del sistema educativo, desigualdad
educativa, deterioro de las trayectorias escolares de los sujetos de la educación,
desespecialización de la educación técnica, deterioro de la formación docente, etc.

En el 2001 en Argentina la crisis económica -producida por las también neoliberales medidas en
ese terreno- hizo estallar el conflicto económico y social. Las organizaciones sociales que venían
generando redes de contención al hambre tomaron la calle y pusieron fin a los gobiernos
funcionales al consenso de Washington. Aquí hubo un punto de quiebre. El pueblo dijo “basta!”.

Volviendo al campo educativo –sin dejar de reconocer que todo se da en un contexto histórico y
político- se puede afirmar que desde el 2003 se vienen gestando importantes transformaciones
que, si bien no han dado solución a todas las dificultades derivadas de la desigualdad educativa,
han cambiado definitivamente el rumbo hacia donde se dirigía la educación en nuestro país. El
horizonte de estas transformaciones ancla en la concepción de la educación como un derecho
social inalienable, irrenunciable –de cuya garantía debe responsabilizarse en primera instancia al
Estado y toda la sociedad- y en la participación en la cultura de todos y todas como propósito de
justicia social.

En este proceso dinámico ocupa un lugar importante el diseño e implementación de un cuerpo


normativo que le sirve de marco e impulso (y que es responsabilidad de todos que en la práctica se
concrete), que consta en Argentina de las siguientes leyes:

Ley de Garantía del Salario Docente y 180 días de clase (2003)

Ley Fondo Nacional de Incentivo Docente (2004)

Ley de Educación Técnico Profesional (2005)

Ley de Financiamiento Educativo (2006)


Ley Nacional de Educación Sexual Integral (2006)

Ley de Educación Nacional (2006)

Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes (2006)

Ley Provincial de Educación (2007) en la provincia de Buenos Aires.

También en otros países de Latinoamérica se han sancionado nuevas leyes de educación nacional,
que surgen de la rotunda crítica al neoliberalismo educativo:

Nueva ley de educación boliviana “Avelino Siñani – Elizardo Pérez” (2006)

Ley Nº 9.394 de Brasil (1996)

Ley orgánica de educación de la República Bolivariana de Venezuela (2009)

Si bien todos los países de Latinoamérica no avanzan estrictamente en el mismo sentido y al


mismo tiempo en sus transformaciones, se podría pensar (o sería deseable pensar) que se ha
producido (o se está produciendo) un quiebre histórico cuyo punto de inflexión podríamos ubicar
en el año del segundo milenio.

Haciendo carne esta perspectiva esperanzadora -que nos conduce a un movimiento constante
hacia el pensar crítico y la conciencia histórica- construimos colectivamente algunos ítems en
forma de propuestas que podrían aportar a la discusión latinoamericana sobre nuestra educación
y la intervención que las organizaciones sociales pueden tener en las transformaciones.

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