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Los Juwes

Herbert Oré Belsuzarri 33°

En el transcurso de la vida masónica, llega el momento de vivir una


recreación de la leyenda de Hiram Abif y de sus tres asesinos a quienes
comunmente llamamos Juwes, que es el nombre con el que los masones
designan a los tres asesinos de Hiram Abif, un grupo de iniciados que
tratarían de forzar a Hiram, a revelar los secretos masónicos que estaban
en su posesión. Esta leyenda, alegoría o parábola es representada dentro
de la logia azul y ocurre durante la construcción del Templo del Rey
Salomón dedicado a su dios Yahvé.
La recreación ocurre cuando el masón es elevado a la condición de hombre
libre de prejuicios mentales, el día que supera su propia muerte. Rodeado de
sus hermanos, acepta y consiente de plena voluntad ser despojado de sus
ropas y metales, como hizo Inanna cuando desciende al Hades (Infierno), para
luego volver del “país sin retorno”, o como dicen otros, nos recuerda el drama
de Osiris de “morir para renacer”. El renacido jura ante la ley sagrada, que
guardará y jamás revelará los secretos que le confían, como en su oportunidad
hizo Hiram Abif.

La Leyenda dramatizada y ritualizada, es muy rica en experiencias esotéricas y


simbólicas, pudiendo de ella desprenderse diversas enseñanzas que son
únicas e irrepetibles para cada individuo, sin embargo pocas veces nos hemos
ocupados de estos malos iniciados, los Juwes.

En la leyenda ritualizada, se cuenta el momento del asesinato


de Hiram Abif de la siguiente manera:

Quince iniciados que trabajaban en el templo, al ver que casi estaba a


punto de acabarse la obra y el darse cuenta de que no poseían los
“secretos genuinos” del Maestro Masón, conspiraron para obtenerlos,
recurriendo a la violencia si fuera necesario. Doce de ellos se
arrepintieron, y solo quedaron tres obreros persistentes en su empeño de
“obtener los secretos”; los tres se apostaron en tres lugares del templo,
en las entradas sur, oeste y este.
Hiram Abif preparándose a retirarse dentro del templo como era su
costumbre, para adorar al Altísimo (El Elyon) siendo la duodécima hora, al
terminar su devoción se preparó a retirarse a la entrada sur; ahí le
esperaba uno de los rufianes armado con una plomada, y le exigió los
secretos, amenazándolo de muerte. Abif fiel a la “verdad” depositada en
él, le dijo que él no podía revelar el secreto porque necesitaba la
aprobación de los otros dos maestros, pues eran tres en el mundo
quienes poseían el secreto, y no podía romper su voto.
Antes prefería morir que revelar la “sagrada verdad” depositada en él, y le
dijo también al rufián que si tenía paciencia podría aprenderlo algún día.
Enojado, el rufián le asestó un golpe en la sien derecha, cayendo Hiram
de rodillas.
Recuperándose Hiram se levantó y corrió a la entrada oeste del templo
donde le esperaba el segundo rufián, le dijo lo mismo, Hiram se negó y
violentamente le dio en la sien izquierda con el nivel que tenía en mano,
cayendo Hiram en su rodilla derecha, ya mareado y sangrando. Hiram se
levantó de nuevo y corrió a la entrada este del templo; ahí le esperaba el
tercer rufián. Hiram siguió sin revelar el secreto, y recibió otro golpe en
medio de la frente con un mazo de piedra. Hiram cayó ya, sin vida.
Más adelante la leyenda contará como los tres Juwes fueron capturados y los
terribles castigos a que fueron sometidos por tan vil asesinato. Los tres
traidores, fueron decapitados y sus cabezas fueron echadas al fuego, las
cenizas lanzadas a los cuatro vientos de los cuatro puntos cardinales de la
tierra.

En vuestras investigaciones hallaran que cuando Hiram Abif, había fundido el


metal para moldear el Mar de Bronce, fue saboteado por tres Juwes: Fanor el
sirio, albañil, Anru el fenicio, carpintero, y Metusael el judío, minero.
Resentidos, sabotean el molde del futuro mar de bronce. Benoni advierte
a Salomón de la traición de los tres cómplices, pero el rey, celoso de la
admiración que la reina Balkis siente ya por Hiram, deja que prosigan los
preparativos, expectante por ver humillado al fundidor.

Efectivamente durante el vaciado del bronce en el molde, este se agrieta


salpicando con bronce fundido a los espectadores, generando una gran
conmoción. Benoni arrepentido por no haber comunicado del boicot a
Hiram se arroja al metal fundido.
Entonces Hiram es llevado por su ancestro Tubalcaín al centro de la tierra,
donde le enseña las sagradas artes de la metalurgia, para corregir el boicot de
los Juwes. Tras regresar al Templo siempre conducido por Tubalcaín, Hiram
Abiff aturdido por el sueño y las visiones, recobra la fe en su trabajo, con
renovadas fuerzas, superando el problema.

Se dice que Metusael, Jeroboam y Anru eran


sacerdotes… Sacerdotes de origen adamita. Y es que los adamitas eran los
sacerdotes de Salomón, que tuvieron que trabajar a regañadientes y codo con
codo, con los trabajadores de Hiram Abiff, de origen cainita, ya que los
fundidores de metales eran los dueños y señores del conocimiento del fuego y
descendientes de Tubalcaín. Más adelante en esta
versión Metusael, Fanor y Anru, son quienes asesinan a Hiram Abif con la
regla, el nivel y el mazo.

El distinguido estudioso masón y ocultista Eliphas Levi en “El Libro de


los Esplendores”, nos dice que los tres juwes antes mencionados, eran
de la tribu de Judá; el más viejo se llamaba Sebal, el segundo Oterlut, y el
tercero Stokin.
Otros estudiosos de Hiram Abif, dice que existió en realidad y fue Sequenre
Tao, el único rey egipcio que tuvo un final violento. Su cuerpo momificado fue
encontrado en 1,881 por Emil Brugsch, en Deir al Bahri (Tebas) junto al
cuerpo de uno de sus victimarios, el desafortunado Jubelo. Estas momias se
encuentran en el Museo del Cairo, identificadas con los
números 61051 y 61023 respectivamente.

En la momia del rey Sequenre Tao, se pueden observar con toda claridad en
la cabeza, las huellas de las heridas mortales que recibió, que coinciden
totalmente con las heridas que el ritual masónico indica.

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