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La sociedad europea del siglo XIX está marcada por dos circunstancias: la herencia de la Revolución
Francesa y la industrialización.
Ambos factores condicionan el pensamiento político y los conflictos sociales, que se reflejan en la
literatura. La primera mitad del siglo, época del Romanticismo, se caracteriza por los enfrentamientos
entre el absolutismo y el liberalismo.
Durante la primera mitad del siglo XIX se desarrolló el Romanticismo. Esta corriente, nacida a finales
del XVIII en Alemania e Inglaterra, se extendió por Europa y América. El Romanticismo no es sólo una
corriente artística, sino un amplio movimiento que repercute en todos los órdenes de la vida: cultura,
política, sociedad… Los románticos manifiestan una profunda insatisfacción ante los valores de la
sociedad y consideran que el mayor bien del individuo es la libertad.
Estéticamente, el Romanticismo se alejó de las formas neoclásicas, que, según sus ideas, limitaban la
libertad del artista. Además, el arte debía tender a mostrar las emociones con intensidad y vehemencia, sin
reglas ni imposiciones.
Individualismo. El romántico se rebela contra todo lo que se opone a su yo personal, contra aquello que
limita sus aspiraciones amorosas, sociales o políticas. De ahí que las obras expresen la intimidad del
artista y den una visión subjetiva de la realidad.
Rechazo de la realidad. Los límites que el mundo impone al romántico le producen un sentimiento de
frustración y, frente a la realidad, reacciona mediante la evasión (que le permite refugiarse en la imaginación
de mundos fantásticos, de países exóticos o de épocas pasadas) o la rebeldía contra el orden establecido y
las costumbres convencionales.
La naturaleza. El mundo natural adquiere importancia en el arte y el paisaje se adapta al estado de ánimo
del autor. Son frecuentes los paisajes desolados, las tormentas, la noche o los cementerios, que intensifican
los sentimientos de melancolía, tristeza, soledad.
El nacionalismo. Frente al espíritu universalista del Neoclasicismo, los románticos valoran los rasgos de
cada país y recuperan su historia, sus costumbres y su lengua.
En la literatura castellana, el Romanticismo, por diferentes circunstancias históricas, es un
movimiento tardío y breve, que no supone el cambio de mentalidad ni de estructuras políticas que
se da en otros países. El movimiento romántico se hace evidente a partir de 1833, cuando los liberales
vuelven del exilio influidos por el Romanticismo europeo.
La poesía romántica se caracteriza por la superación de la fría poesía neoclásica. Se distinguen dos
tendencias poéticas: la lírica, en la que predominan la intensidad, la emotividad y el subjetivismo; y la
narrativa, de temática histórica, legendaria o exótica.
La lírica del Romanticismo se caracterizó por un estilo retórico y altisonante, con abundancia de
exclamaciones. La composición favorita, no obstante, por su arraigo en la tradición clásica española, fue el
romance.
Los temas románticos abarcan el rechazo del entorno, la exaltación sentimental, el anhelo de libertad, la
comunión con la naturaleza, etc.
La poesía narrativa del Romanticismo puede clasificarse en poemas extensos (poemas narrativos de varios
miles de versos, que tratan temas históricos, legendarios o fantásticos) y en poemas breves (también de
temática legendaria e histórica, en los cuales la estrofa más utilizada es el romance).
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando ya en toda Europa ha entrado en decadencia el
Romanticismo y han empezado a desarrollarse las tendencias realistas, en España dos grandísimos
poetas, Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, huyen de la poesía de moda en la época: prefieren
un tipo de poesía intimista de forma sencilla y cuidada.
La obra poética de Bécquer es breve, aunque muy valiosa. Sus Rimas se componen de poco más de ochenta
poemas cortos, divididos en cuatro apartados temáticos:
La poesía y la inspiración poética (rimas I-VIII). El amor ilusionado (rimas IX-XXIX).
El fracaso amoroso y el desengaño (rimas XXX-LI). La soledad y la muerte (rimas LII-LXXVI).
Se trata, pues, de una poesía subjetiva, que expresa las vivencias del poeta.
El estilo es sencillo, pero de una gran perfección formal. Bécquer crea estrofas nuevas, con
preferencia por la rima asonante. De esta manera, el contenido del poema se expresa sin
retórica, pero con gran intensidad.
De la producción en prosa de Bécquer destacan las Leyendas, relatos donde los rasgos románticos son
patentes. Se trata de narraciones fantásticas, a través de las cuales Bécquer, mediante la prosa lírica,
expresa sentimientos y emociones íntimas.
2. EL TEATRO
El teatro romántico español, en el cual predomina el drama y cuyo objetivo es conmover al espectador,
en parte, es una continuación del teatro del Siglo de Oro, en especial de Lope y de Calderón, que el
Neoclasicismo no había hecho olvidar.
Respecto a la forma, la libertad del autor prevalece sobre las normas clásicas. Por eso, se mezcla lo
trágico y lo cómico, la prosa y el verso, no se respetan las tres unidades, etc. En cuanto a los temas,
abundan los conflictos en torno al amor y la libertad, que enfrentan al héroe romántico con el mundo
exterior y que suelen desembocar en un final trágico.
2.1. José Zorrilla (1817 - 1893)
Como autor teatral, destaca por su Don Juan Tenorio, una de las recreaciones más afortunadas
del mito de don Juan, aunque Zorrilla introduce una importante modificación en el argumento
clásico: don Juan se enamora sinceramente de doña Inés, mujer inocente y angelical. La fuerza de
este amor le permite redimir su vida escandalosa y salvar su alma, gracias a lo cual puede reunirse en
el cielo con su amada, en vez de ser arrastrado al infierno. El autor concentra la acción dramática en el
protagonista, dándole un ritmo rápido, que atrapa el interés del espectador. Además se apoya en una
versificación variada, de ritmo altisonante pero fluido y fácil.
Ambientada en Sevilla, en el siglo XVI, la obra se divide en dos partes: la primera expone la vida
libertina de don Juan, la seducción de doña Inés y su rapto. La segunda, cuando ya ha muerto de pena
doña Inés, trata de la transformación que llevará a don Juan a la redención, tras la escena en la que el
seductor desafía a la estatua del Comendador, padre de doña Inés y a quien antes había dado muerte.