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Historia reciente, género

y clase trabajadora:
cinco estudios para
pensar un problema
de investigación

Compilado por:
Karin Grammático
(Directora de Proyecto)
Mariela Marini
Wanda Wechsler
Historia reciente, género y clase trabajadora:
Cinco estudios para pensar un problema
de investigación

1ra. edición digital – abril de 2016


Copyright © 2016 Karin Grammático
Buenos Aires - República Argentina

Coordinación general: Karin Grammático


Autores: Victoria Basualdo, Débora D´Antonio, Ariel Eidelman
Federico Lorenz, Alejandra Oberti, Florencia Partenio.

Edición: Mercedes Carvani


Diseño: Alejandra Mosconi

ISBN: 978-987-42-0522-3

Grammático, Karin

Historia reciente, género y clase trabajadora: cinco estudios para pensar un


problema de investigación / Karin Grammático ; Mariela Marini ; Wanda Wechsler
; compilado por Karin Grammático ; Mariela Marini ; Wanda Wechsler. ­1a ed .
Florencio Varela : Mercedes María Carvani, 2016.

Libro digital, PDF


Archivo Digital: descarga

ISBN 978­987­42­0522­3

1. Estudios de Género. 2. Clase Obrera. 3. Historia Argentina. I. Grammático, Karin,


comp. II. Marini, Mariela, comp. III. Wechsler, Wanda , comp. IV. Título.
CDD 305.42

Foto de tapa: Trabajadoras y trabajadores de la empresa Winco; circa, 1970.


Archivo personal de Karin Grammático.

Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723.


No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión
o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea
electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el
permiso previo y escrito del editor.
Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA

índice
A la memoria de Laura Cistaro,
querida compañera y amiga.

índice
Agradecimientos

La factura de un libro es una tarea bella, ardua y colectiva. En este espacio queremos agradecer
a todos aquellos que contribuyeron, de maneras diversas, a su concreción.
Esta publicación fue posible por un subsidio de investigación que recibimos de la Universidad
Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) en el marco de la Convocatoria 2012 a Proyectos de
Investigación.
Victoria Basualdo, Débora D´Antonio, Ariel Eidelman, Federico Lorenz, Alejandra Oberti
y Florencia Partenio dieron un “sí” generoso a la propuesta de transformar sus conferencias en los
artículos que dan forma a esta compilación.
Los docentes y estudiantes del Proyecto de Voluntariado “Crisis y memoria popular” (UNAJ),
fueron nobles compañeros de ruta. Sin el apoyo de Fernanda Percovich –su directora–, María
del Carmen Rivas, Mariana Robles y Mariano Fernández Ameghino, este libro todavía
sería un deseo. También mencionamos con agradecimiento al equipo del Proyecto de Extensión
“Hacia la construcción de un Centro de Documentación, en el rescate y la conservación de la
Historia Laboral del Conurbano Sur” (UNAJ) dirigido por Florencia Partenio colaboró con las
desgrabaciones de las entrevistas que realizamos a lo largo de la investigación. Eso nos permitió
volcarnos con más intensidad al proyecto del libro. Un reconocimiento especial a Cecilia Bachetta
y Gabriela Gómez por gestionar la ayuda.
Carolina González Velasco, directora del Instituto de Estudios Iniciales de la UNAJ, siempre
nos alentó en la iniciativa. ¡La tapa de este libro algo le debe!
Mercedes Carvani y Alejandra Mosconi pusieron a disposición de este proyecto todos sus
saberes y su pasión por los libros.
Nuestras familias apoyaron la tarea con mucho amor y algo de impaciencia.
¡A todos, muchas gracias!

Karin Grammático, Mariela Marini y Wanda Wechsler

índice
Índice

Prólogo..................................................................................................6

Militancia y organización obrera de base durante la primera


mitad de los años ´70: una aproximación desde la historia
oral al caso de Alpargatas en Florencio Varela....................................9
Victoria Basualdo

Diálogos y debates en la historia reciente argentina..........................31


Débora D´Antonio y Ariel Eidelman

Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la


década del setenta...............................................................................44
Federico Lorenz

Entre generaciones: militancia y transmisión......................................63


Alejandra Oberti

Género, trabajo y experiencia: perspectivas teórico-metodológicas


para el abordaje de las narrativas biográficas...................................81
Florencia Partenio

Biografías de los autores.....................................................................98

El equipo de investigación................................................................100

Sedimentos de una investigación......................................................101

índice
Prólogo

A lo largo del año 2013, Victoria Basualdo, Débora D’Antonio, Federico Lorenz,
Alejandra Oberti y Florencia Partenio brindaron una serie de conferencias en
el marco del Proyecto de Investigación “Experiencias, luchas y memorias de trabajadoras
y trabajadores en el pasado reciente argentino” radicado en la Universidad Nacional Arturo
Jauretche y aprobado por Resolución (R) 295/12.
Los encuentros, abiertos a la comunidad, resultaron espacios nutricios para la pesquisa.
Nuestro equipo de investigación —intregado por Karin Grammático, responsable de la dirección,
Mariela Marini y Wanda Wechsler— sostuvo valiosos intercambios con los especialistas
invitados, cada uno de ellos referentes en las problemáticas involucradas en las aspiraciones
del proyecto. A medida que estos se sucedían no solo incorporamos contenido temático a la
investigación, también comenzamos a hilvanar algunas ideas para pensarla metodológicamente.
Las conferencias fueron igualmente apreciadas por el heterogéneo público que participó
de ellas: estudiantes, (muchos de los cuales mantuvieron por primera vez un intercambio
cara a cara con investigadores experimentados), colegas interesados en los tópicos tratados,
colegas ajenos a ellos pero muy curiosos, delegados de fábricas del Conurbano Sur, militantes
de los movimientos sociales de Florencio Varela, Berazategui y Quilmes. Sus comentarios
halagadores ante cada encuentro nos confrontó como equipo frente a una demanda inesperada
que rápidamente se convirtió en una exigencia nuestra: dejar constancia, de alguna manera, de
todo lo bueno que allí aconteció.
Finalmente, a fines de 2014, y gracias a la respuesta positiva de los invitados, nos embarcamos
en la hechura de una publicación que recuperase, total o en parte, las estimulantes ideas y
reflexiones de aquellas intervenciones. Hoy, luego de un trabajo intenso entre los autores y las
autoras, las compiladoras, editoras y diseñadora, ofrecemos a los lectores esta compilación que
sabemos será valorada como un aporte significativo a los estudios sobre la clase trabajadora, la
historia reciente y los estudios de género y sus posibles cruces.

6 índice
Sobre los artículos
Qué es la Historia reciente y cuál es su especificidad en el marco de la historia contemporánea
argentina son las preguntas que organizan el trabajo “Diálogos y debates en la historia reciente
argentina” de Débora D´Antonio y Ariel Eidelman. Sus autores asumen el compromiso de
responder esos interrogantes a partir de la reconstrucción de la propia historicidad de esa
historiografía. Para ello realizan un exhaustivo recorrido crítico de las producciones que la
cimentaron y robustecieron, discuten y proponen una periodización que marque sus alcances
temporales e identifican las temáticas, las perspectivas analíticas, las fuentes y los abordajes
metodológicos que le son propios.
En su artículo “Entre generaciones: militancia y transmisión”, Alejandra Oberti expone su
interés por la relación que guardan los testimonios sobre la militancia política argentina de los
años setenta con el pasado. En sus ponderaciones en torno a ese vínculo, Oberti retoma algunas
ideas de Michel Foucault, Giorgio Agamben y Paul Ricoeur para luego ponerlas a trabajar
en el análisis de testimonios de mujeres que participaron de la militancia revolucionaria de
aquella década. La autora, a través de un ejercicio de escucha atenta de esas memorias donde la
dimensión del género está presente, pone de relieve aspectos de esa relación con el pasado que
gradualmente se está volviendo social e historiográficamente más audible: la vida cotidiana, la
afectividad y las relaciones entre madres e hijas.
Federico Lorenz ofrece en su texto “Algunos aportes a la historia de los trabajadores
en la década del setenta” una síntesis de su investigación sobre un grupo de trabajadores
navales del Astillero Astarsa (ubicado en la Zona Norte del Gran Buenos Aires) y el devenir
de su agrupación sindical, la “José María Alesia”, creada en 1973 e inscripta en la Juventud
Trabajadora Peronista; da cuenta de los problemas analíticos y metodológicos que enfrentó a
lo largo de su tarea historiadora y explicita cómo estos fueron abordados y las decisiones que
tomó al respecto. A través de un estudio particular, Lorenz comparte sus consideraciones sobre
tópicos relevantes para hacer una historia social y política de la clase trabajadora a la vez que
medita sobre las maneras más adecuadas de concretarla.
La actuación sindical del cuerpo de delegados de la empresa Alpargatas –en su sede de
Florencio Varela– durante los primeros años de la década del setenta es el lente a partir
del cual Victoria Basualdo observa cuestiones sustantivas sobre la historia obrera en ese
período: las distintas concepciones que circulaban entonces acerca de la tarea sindical y
el rol del delegado, los desafíos que las organizaciones sindicales de base enfrentaron en
una época de altísima conflictividad social y política y las formas en que se entretejían
la militancia política y social con el trabajo y la familia son algunas de ellas. Asimismo
en “Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70:
una aproximación desde la historia oral al caso Alpargatas en Florencio Varela” Basualdo
plantea su opción por la historia oral como herramienta metodológica y demuestra en el
mismo ejercicio de su práctica –un ejemplo de ello es la reconstrucción de las trayectorias

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laborales y vitales de los trabajadores entrevistados y la incidencia de la dimensión de género
en ellas– la validez de su decisión.
Finalmente, Florencia Partenio en “Género, trabajo y experiencia: perspectivas teórico-
metodológicas para el abordaje de las narrativas biográficas” compone, en la primera parte
de su artículo, un análisis crítico de la noción de experiencia desde los estudios de género
y feministas como así también de las narrativas biográficas como metodología propicia para
articular y ordenar las experiencias. Luego, en un segundo momento, ya decantada su apuesta
teórica-metodológica, Partenio expone su trabajo empírico en el que indaga las experiencias
laborales de un grupo de trabajadoras de fábricas recuperadas de la provincia de Buenos Aires
en los primeros años del presente siglo.
La presentación de los artículos que se acaba de realizar bien puede admitirse como índice de
lectura. Sin embargo, y gracias a las posibilidades que ofrece el dispositivo de una publicación
electrónica, los destinatarios pueden realizar su propio recorrido. La indicación, si se permite,
es que no dejen de leer ninguno de ellos. En cada uno de los trabajos de esta compilación
encontrarán interesantes reflexiones historiográficas, teóricas y metodológicas en torno a la
clase obrera, la historia reciente, los testimonios y el género. En su lectura total, inspiradores
caminos para pensar una historia de las trabajadoras y los trabajadores, desde el género, en el
pasado reciente argentino.

Karin Grammático
Directora de Proyecto

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70... Por

Victoria
Basualdo

Militancia y organización obrera de


base durante la primera mitad de los
años ´70: una aproximación desde
la historia oral al caso de Alpargatas
en Florencio Varela

E ste trabajo tiene como objetivo contribuir al análisis de la militancia y organización


obrera de base en grandes fábricas industriales en la Argentina durante la primera
mitad de los años ‘70. Aunque la rica e interesante producción en el campo de la historia del
movimiento obrero ha experimentado un crecimiento importante, las transformaciones de
las formas de organización sindical de base y las confrontaciones y debates en torno a ellas
han quedado en un segundo plano respecto del papel de los líderes sindicales, y las grandes
estructuras de representación. Incluso en aquellas aproximaciones en las que se ha buscado
destacar el papel de las bases obreras, frecuentemente el objetivo ha sido analizar los procesos de
conflictividad abierta y su relación con los partidos políticos y los gobiernos, más que analizar
su propia dinámica y conformación. Nos proponemos aquí realizar una contribución en esta
dirección, prestando atención a las formas de organización y militancia en el lugar de trabajo, y
a las tensiones y contradicciones presentes en ellas.
Nos centraremos aquí en el análisis de un caso específico: la planta de la empresa textil y del
calzado Alpargatas en Florencio Varela, en la región sur del conurbano bonaerense, en el cordón
comprendido entre las ciudades de Buenos Aires y La Plata, deteniéndonos específicamente
en las experiencias de organización y militancia de un conjunto de trabajadores de la fábrica,
tomando como vía de entrada a la historia oral. Se tomará como fuente principal, entonces,
un conjunto de entrevistas realizadas con trabajadores, militantes, delegados y miembros de
comisión interna de la fábrica, incluyendo también algunas breves referencias a otras fuentes de
archivo, necesarias para una mínima contextualización del proceso histórico en la fábrica. Aún
cuando no es posible analizar aquí en forma detallada en las características del trabajo de campo,
vale la pena destacar que las entrevistas analizadas en profundidad aquí fueron realizadas en el
marco de una investigación más amplia sobre la militancia sindical de base en grandes fábricas
industriales desde la industrialización sustitutiva a las transformaciones estructurales operadas
durante la última dictadura argentina. Aquella investigación original se propuso, además de
rastrear grandes tendencias en términos de la organización sindical de base, analizar procesos
específicos de militancia y organización en casos de grandes fábricas industriales en actividades
emblemáticas, como la textil y la metalúrgica.1

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

A diferencia de lo que ocurrió con otros casos analizados en dicha investigación previa,
como el de la planta en Villa Constitución de la empresa siderúrgica Acindar, el trabajo sobre
las fábricas de Alpargatas en Barracas y en Florencio Varela demandó un gran esfuerzo para la
localización de los trabajadores, delegados y militantes, muchos de los cuales habían trabajado
en la fábrica hace décadas y habían conservado escasa o ninguna relación con la planta.2 Al
mismo tiempo, muchos de ellos no habían tenido relación ni contacto con la mayoría de sus
compañeros durante años, ni habían vuelto a referirse a los procesos analizados aquí, por lo
cual el trabajo de historia oral implicó discutir temáticas e historias que habían sido hasta el
momento, poco tratadas.3 Es importante destacar también que las entrevistas adquirieron una
importancia clave en un contexto de enorme dificultad para acceder a fuentes empresarias y en
el que un conjunto de otras fuentes de archivo y de prensa consultadas, que podían resultar útiles
para reconstruir cuestiones del proceso productivo o conflictivo, no reflejaban adecuadamente en
cambio cuestiones vinculadas a las relaciones cotidianas en el lugar de trabajo, ni a las temáticas
relativas a la militancia y la organización política y sindical.
En base a estas fuentes, se presentará una reconstrucción de algunos de los rasgos que tuvo la
militancia obrera y sindical en la planta en la primera mitad de los años 70, prestando especial
atención a instancias de organización que tienen una importancia clave en el movimiento sindical
argentino: los delegados, representantes de base elegidos por los trabajadores en sus respectivas
secciones o áreas de trabajo, y las comisiones internas, cuerpos colegiados de representación
de los trabajadores a nivel de la planta.4 Con la mirada en estas instancias de organización, se
propondrá una aproximación a las formas en las que se desarrollaron estas militancias y los
desafíos que éstas implicaron, las distintas concepciones existentes en el seno de los trabajadores
respecto de la significación de la tarea sindical, el papel de los delegados y del sindicato, así como
su relación con la dirección empresarial, y con distintas organizaciones políticas. Lejos de buscar
una apreciación generalizadora del proceso, nos interesa prestar atención a las trayectorias
laborales y vitales, las adscripciones políticas e identitarias en términos amplios, así como la
incidencia de la dimensión de género en todas estas relaciones, entre otras posibles. Desde ya
este breve texto, lejos de proponerse agotar el análisis, tiene como objetivo abrir algunas líneas
que sería interesante profundizar, y que permitirían contribuir la visibilización y el análisis de la
militancia de base en las fábricas, teniendo en cuenta sus tensiones, contradicciones, limitaciones
y posibilidades.

La Fábrica Argentina de Alpargatas S.A., que fue fundada en


el año 1883 por la familia Fraser, de origen escocés, constituye
un ejemplo de las primeras grandes fábricas industriales esta-
blecidas en el país en los inicios del modelo agroexportador.

La Fábrica Argentina de Alpargatas S.A., que fue fundada en el año 1883 por la familia
Fraser, de origen escocés, constituye un ejemplo de las primeras grandes fábricas industriales
establecidas en el país en los inicios del modelo agroexportador. Tuvo como objetivo inicial la
fabricación de paños para la navegación y zapatillas de lona con suela de cuerdas, destinadas
fundamentalmente al consumo de los miles de inmigrantes europeos que arribaban a la Argentina.
En 1885 el Poder Ejecutivo de la Nación autorizó la conformación de la Sociedad Anónima

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

y poco tiempo más tarde la fábrica se trasladó al histórico solar de la Avenida Patricios, en el
barrio de Barracas.5 El edificio erigido allí, conocido como Fábrica 1, fue el punto de partida del
conglomerado industrial integrado por las Fábricas 2 y 3 y los depósitos centralizados, además
de las oficinas y otras dependencias, que requirieron la compra de terrenos lindantes en etapas
posteriores. A partir de 1945 la empresa adquirió extensos terrenos en la localidad de Florencio
Varela, Provincia de Buenos Aires, donde construyó entre los años 1947 y 1949 una fábrica para
la manufactura de calzado de goma, que entró en funcionamiento en 1950. Esta planta tenía
70.000 m2 cubiertos, y estaba principalmente destinada a la fabricación de calzado deportivo,
botas de goma y calzado de seguridad. En 1972, al tiempo que se produjo la inauguración de la
Planta Aguilares, Tucumán, de 32.000 m2 (en lo que fueron los inicios de un amplio proceso
de relocalización de plantas por parte de la empresa en distintas localidades del interior, que se
profundizó desde los años 80 en adelante), también focalizada en la fabricación de calzado, se
creó en Florencio Varela la Tintorería Textil.6
Los casos de las plantas de Barracas y de Florencio Varela muestran la fertilidad e importancia
de analizar a la firma en su conjunto, ya que en la fábrica de Florencio Varela de Alpargatas se
dio, en lo que se refiere a relaciones laborales y política empresarial, una evolución con muchos
puntos de contacto con la de la planta principal y originaria de la empresa, localizada en Barracas.7
En esta histórica planta de Barracas se había logrado consolidar la representación sindical en
el lugar de trabajo a mediados de la década del 40. La estructura de representación sindical
de base que se instaló en la fábrica contemplaba la elección de delegados por sección, que se
denominaban subdelegados, los cuales eran coordinados por delegados generales que abarcaban
un conjunto de secciones. El referente sindical central de la planta de Barracas durante décadas,
Pedro Goyeneche, que había ingresado como trabajador textil a la empresa en 1950, y llegó a
ocupar el puesto Secretario General del sindicato que representa a los trabajadores textiles, la
Asociación Obrera Textil (AOT), sostenía que los cambios introducidos durante el Peronismo
habían sido fundamentales, y “llevaba[n] a la gente a afiliarse, y tenían [logros, conquistas]
sin tener que luchar mucho para conseguirlo. Veían los beneficios que obtenían, y entonces se
afiliaban solos”. 8
Al mismo tiempo, el análisis de Goyeneche resulta muy útil también para comprender la forma
en la que esta corriente comprendía la tarea sindical y la relación con la dirección empresarial.
Por un lado, en lo que se refiere a la caracterización de la política empresarial, Goyeneche
enfatizaba que “Alpargatas era una de ellas que era bastante remisa a discutir”. Sin embargo,
describe también cómo se produjeron cambios en la conceptualización de la utilidad y función
de los delegados: “Pero después […] se les llevó a comprender que era mejor tener delegados
y estar organizados adentro, que no esto de estar desorganizados, y que la fábrica caminaba
por un camino y los delegados, por otro.” Goyeneche explica que esta estructura sindical que
se logró consolidar, lejos de sostener una política de confrontación con la empresa, propuso en
cambio una relación de diálogo frecuente, tendiente a la búsqueda de un mutuo beneficio: “La
tuvieron que entender, […] que generalmente trabajábamos mejor acomodadamente las partes,
tanto el capital como el trabajo. Que podía andar correctamente bien, y que ser delegado no era
ser enemigo del capital. Al contrario: el delegado solucionaba muchos problemas, ayudaba a
solucionar muchos problemas, antes de que se originaran. Cuando no había delegados los problemas
se originaban sin haber sido tratados. Y bueno, fueron entendiéndola y se logró finalmente lograr

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

lo que uno quería.”9 Aún cuando no podremos concentrarnos aquí en el análisis del desarrollo
de la organización obrera en Alpargatas Barracas, conviene tener en cuenta esta contundente
definición del rol del delegado y del sindicato por parte de quien fuera el hombre fuerte sindical
en la empresa y el sindicato de la AOT, porque parece haber tenido una gran influencia en el tipo
de estructura sindical planteada en Florencio Varela hasta comienzos de los 70.
La planta de Alpargatas en Florencio Varela, ubicada en un punto neurálgico de la localidad,
en lo que se conoce como “la rotonda de Alpargatas”, tenía a comienzos de los años ´70 más
de 2.700 obreros y más de 200 empleados administrativos.10 Durante la etapa de la segunda
industrialización por sustitución de importaciones, que se desarrolló entre fines de los años 50
y mediados de los años 70, la zona estaba plenamente integrada al cordón industrial sur, y se
nutría de trabajadores tanto de la zona, como de barrios más cercanos a Buenos Aires o a La
Plata. La actividad textil, que había sido emblemática de la primera etapa de la industrialización
sustitutiva, hasta mediados de los años 50, había ido perdiendo importancia respecto a otras
actividades dinámicas como la industria química, automotriz o el complejo metalmecánico, que
lideraron el nuevo crecimiento de la industrialización desde mediados de los años 60 y cuyos
trabajadores tenían mejores salarios y beneficios.11
En este contexto, y aún tratándose de una actividad de escaso dinamismo en el contexto de
la segunda ISI, la planta de Alpargatas en Florencio Varela tenía para los años 70 importancia y
visibilidad en la zona, marcada por la presencia de fábricas y por la circulación diaria de miles de
obreros. Las fuentes y testimonios hallados sobre la etapa temprana de organización en la fábrica
fueron limitados, pero de acuerdo a ellos la figura dominante en términos de representación
sindical en la planta entre los ´60 y los ’80 fue un dirigente cuyo apellido era Ocaño, a quien
varios de los trabajadores y delegados describían como un gran dirigente, de gran presencia en
la fábrica que sin embargo nunca había querido escalar a cargos más importantes en el sindicato
de la Asociación Obrera Textil. De acuerdo a Mario, un trabajador y dirigente de la AOT que
ingresó a la fábrica en 1965 y fue elegido delegado en 1973, como parte de la corriente liderada
por Ocaño, el poder de este dirigente era tal que decidía sobre la contratación y el despido de los
trabajadores: “Usted entraba, venía él, le firmaba la solicitud para entrar y después lo llamaba y
decía ‘Vos, cualquier problema que tenés, vení, a gremiales y si andás mal, como te hice entrar, te
puedo rajar.’ (...) Me hizo entrar a mí, hacía entrar a todos.”12
El liderazgo de Ocaño, al frente de la denominada “Lista Marrón” en Alpargatas Varela no
tenía únicamente que ver con un tipo de estructura sindical fuertemente concentrada en torno a
una figura fuerte, sino también con una relación privilegiada con la dirección de la fábrica, que
lo favorecía frente a otros posibles candidatos. Mario relata una historia de los años previos: “En
una oportunidad, no estando yo, ¿eh?, antes del 65, en una oportunidad, Ocaño pierde y gana un
tal Fernández que era de carpintería. ¿Qué pasó? La empresa, como estaba acostumbrada a lo que
era Ocaño porque manejaba todo, ¿qué hacía? Cuando había problemas en algún sector (...) los
mismos supervisores decían ‘andá a ver a Ocaño’, entonces lo liberaban a Ocaño, desautorizaban
al otro. ¿Qué hizo el otro? Duró seis, siete meses y renunció. Hasta se fue de la fábrica, porque se
agarraba tanto con el gerente, después con los abogados de Alpargatas, que el tipo quería hacer
las cosas bien pero tenía todas en contra, la gente, como lo conocía a Ocaño, iba.”13
Los testimonios y reconstrucciones de la etapa previa a los años 70 parecen indicar entonces
que, de manera similar a lo sucedido en Barracas, se había establecido una estrecha relación

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

entre los cuadros jerárquicos de la empresa y la representación sindical.14 Esta cercanía con la
dirección empresarial no implicaba, sin embargo, que Ocaño no fuera un dirigente presente en
la fábrica, donde tenía tránsito constante. De acuerdo a Mario, “él entraba de civil, primero iba
al vestuario, se cambiaba y después con la ropa de trabajo te atendía. Él iba todos los días al
comedor porque iba a las 8 y se iba a las 6 de la tarde, y tenía una mesa en el rincón que nadie
no nos sentábamos ahí.” 15 Esto es, tanto este como otros testimonios parecen indicar que la
representación sindical, que respetaba la línea de la corriente predominante en Barracas que
proponía una política conciliatoria y de buen entendimiento con la dirección empresarial, se
había caracterizado sin embargo, en una etapa temprana en Florencio Varela, por una fuerte
presencia y contacto con los trabajadores.
Durante la primera mitad de la década del 70, y en particular desde 1973 en adelante, esto parece
haber experimentado transformaciones, en diálogo con la articulación de un creciente cuestionamiento
a este modelo de representación por parte de un arco de oposición en el que, progresivamente,
tuvieron participación militantes de varias corrientes de la izquierda. En este proceso participaron
tanto militantes políticos que se proletarizaron como trabajadores que transitaron caminos de
politización y creciente radicalización.
Andrés, quien ingresó a trabajar en la fábrica en mayo de 1973, es un ejemplo de estos últimos.
Cuando recuerda sus primeras impresiones de la representación sindical en la fábrica, alude en
primer lugar a un tipo de presencia y de acción de los representantes de base muy distintas a las
evocadas por Mario para etapas previas. Andrés recuerda que apenas ingresado a la fábrica: “Me
acuerdo que me presentaron al delegado, había un cuerpo de delegados, pero no hacían nada. Se
trabajaba en condiciones muy malas, y a mí me llamaba la atención que los delegados no hacían
nada.” No solo había una primera contradicción entre las condiciones deficientes de trabajo y la
falta de acción y movilización de los delegados, sino que Andrés también recuerda que “al contrario,
había ex delegados que eran supervisores. O sea, te decían ‘tenés que verlo al viejo Fulano de tal’ ‘¿Y
quién es?’ ‘No, el viejo ése tuvo un accidente acá, y ahora lo pusieron de supervisor, antes era delegado.’
Y el otro que había sido delegado también, eran todos supervisores. Y yo decía: “¿cómo, de delegados
a supervisores?”. Para mí, o estás de un lado o estás del otro. O estás con el obrero o estás con el
patrón, y si estás con el patrón, no podés estar con el obrero. No sé, a mí me parecía.” 16

Durante la primera mitad de la década del 70, y en particu-


lar desde 1973 en adelante, esto parece haber experimentado
transformaciones, en diálogo con la articulación de un creciente
cuestionamiento a este modelo de representación por parte de
un arco de oposición en el que, progresivamente, tuvieron parti-
cipación militantes de varias corrientes de la izquierda.
Este testimonio resulta interesante porque pone de manifiesto una táctica que empleaba
la empresa para condicionar y desarticular la organización sindical, mencionada en varios
otros testimonios: la contratación de aquellos que se destacaban como representantes de los
trabajadores para trabajar al servicio de la fábrica controlando a aquellos trabajadores a los que
antes había representado, es decir, pasando de delegados a supervisores. Varios otros testimonios,
entre ellos el de Rufino, quien ingresó a la planta en 1973, y a cuya trayectoria volveremos a
referirnos más adelante. Cuando recordaba sus impresiones luego del ingreso a la fábrica, Rufino
explicaba:

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

“La política de Alpargatas, además, siempre fue la de cooptar a los militantes. Había una
leyenda, un mito, (...) una realidad también, que era que el compañero más revoltoso—[Los
trabajadores decían:] ‘Ese está buscando las pilchas, ése está buscando quilombo, para que después
la patronal, lo convierta en supervisor, lo ascienda y demás.’ (...) Bueno, te convertían en un
traidor. Lo más grave era que te pasabas del otro lado. Por eso te digo el dicho Este busca las
pilchas. Cuando yo agitaba o decía ‘vamos a la asamblea’, o tomemos una medida frente a un
hecho de la sección, decían, ‘No, pendejo, vos estás buscando las pilchas…’, como que yo estaba
promocionándome frente a la patronal como activista… Además, te lo señalaban, ‘Mirá aquel era
de los más quilomberos y mirá ahora es el alcahuete de la patronal…’ (...) Una de las consignas
era romper con ese mito, o sea, demostrar que no todos nos vendemos.”17
Rufino respalda lo sostenido por Andrés y por muchos otros respecto de la estrategia de
contratar como supervisores a los delegados más representativos y con más vinculación con los
trabajadores. Cabe destacar que tanto Andrés como Rufino plantean en sus intervenciones el
núcleo del debate con las corrientes sindicales que se proponían combatir. A diferencia de ellos,
estos nuevos trabajadores y militantes creían que las posiciones de delegado y de supervisor,
lejos de ser compatibles eran contradictorias, ya que implican un compromiso con dos intereses
opuestos. Por otra parte, Rufino pone de manifiesto el efecto de desconfianza y descreimiento que
esta práctica acarreaba para aquellos promoviendo la organización y la lucha. Las convocatorias
a la participación y a la organización por parte de los activistas en la planta eran percibidas, por
muchos obreros, como indicios de que en realidad, el activista estaba intentando lograr un ascenso,
posicionándose como un líder representativo para garantizar que la empresa lo contratara en un
puesto más elevado. La frase “buscar las pilchas” alude a la distinta ropa que vestían los obreros
y los supervisores, que marcaban visualmente la diferencia de status entre ellos.
Otro rasgo que llamó la atención de Andrés cuando ingresó a la fábrica fue el de la insalubridad
de muchas de las secciones, que tenía severas consecuencias para la salud de los trabajadores y
las trabajadoras, con particular énfasis en estas últimas. Al respecto, afirmaba que “Las mujeres
terminaban todas con problemas de riñones. Todas, o una gran mayoría perdiendo bebés,
embarazos, muchas no pudiendo quedar embarazadas. O sea la que no tenía problemas de
columna tenía problemas de riñón, y la que no tenía problemas de riñón, no se podía quedar
embarazada. Todas, todas, todas con problemas de salud delicados. Todas. Las condiciones de
salud no eran para nada buenas en la planta.” 18
Otros testimonios vinculan la deteriorada salud de los trabajadores y trabajadoras con las
deficientes condiciones de trabajo y a la intensidad de los ritmos de producción.19 Chiche, que
ingresó a trabajar en la fábrica en 1973, siendo militante de la Juventud Trabajadora Peronista

Otro rasgo que llamó la atención de Andrés cuando ingresó a la


fábrica fue el de la insalubridad de muchas de las secciones, que
tenía severas consecuencias para la salud de los trabajadores y las
trabajadoras, con particular énfasis en estas últimas.

( JTP, frente sindical vinculado al peronismo de izquierda, particularmente a la organización


político-militar Montoneros) y estudiante de la carrera de Comunicación en la Universidad de
La Plata, marcaba una tajante diferenciación entre las trabajadoras más antiguas y las nuevas

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

ingresantes: “Treinta años debían tener las viejas, estaban arruinadas. Las viejas de la fábrica que
también estaban en la misma sección que nosotras, pero en la parte vieja. Ellas hacían 300 pares
[de calzado] por hora. Lo que nosotras hacíamos en 8 horas, ellas lo hacían por hora. Y hacía un
año [que trabajábamos ahí], y poníamos todo el empeño.” 20
Estos ritmos de trabajo extenuantes tenían varias consecuencias. Por un lado, tenían
consecuencias sobre las nuevas trabajadoras ingresantes a la fábrica, “Porque además te estaban
marcando el paso.” Dado que “Nosotras con un año entero de entrenamiento y poniendo lo
mejor de cada una y éramos todas jóvenes… y hacíamos en ocho horas lo que ellas hacían en
una”, había un efecto de ejemplo y disciplinamiento sobre las trabajadoras ingresantes. Pero
además, este acelerado ritmo de trabajo tenía un impacto muy significativo en la salud de
las antiguas trabajadoras: “las mujeres tenían permanentemente ataques, yo digo que eran de
histeria, porque eran un cacho más de la máquina, una pieza más de la máquina y cuando les
daba el ataque el movimiento que tenían era el movimiento de su máquina. (...) Era como si les
agarrara un espasmo, como si les diera un ataque de nervios. (...) En realidad era porque el nivel
de explotación llegaba [a niveles muy elevados].”21
Estos trabajadores percibían una relación entre el tipo de representación sindical llevada
adelante por la línea de Ocaño y las condiciones adversas de trabajo y salubridad, y este fue
uno de los factores que generaron creciente oposición dentro de la fábrica, extendiéndose a
trabajadores que, como Andrés, no tenían militancia previa. Esto se tradujo en un conflicto en
1973, que derivó en la toma de la fábrica. Andrés describe su inicio, vinculándolo directamente
con la coyuntura política del “Gobierno peronista, y la nueva ley de contratos de trabajo.” Andrés,
que para ese momento ya había sido efectivizado, al mes y medio de trabajar ahí, recuerda que
cuando llegó al trabajo a las dos y media de la tarde, la fábrica estaba tomada por los obreros.
Así recuerda el momento: “Entonces yo no entiendo nada, no tengo idea de qué pasaba. O sea,
ya había habido unas tomas de fábrica, ya Matarazzo había sido tomada, Montoneros había
secuestrado al hijo de Matarazzo para que solucionen el problema de la fábrica, ya había sido
secuestrado Oberdan Sallustro, por el ERP, por supuesto, Aramburu, y mi hermano ya hablaba
de política: “Está bien que lo maten a Aramburu, está bien esto y aquello.” (…) Bueno, el asunto
es que toda esta movida ya estaba. (…) Y yo ese día me meto en el quilombo, y a hablar y a pelear,
y sí, que habíamos hecho bien en tomar la fábrica para sacar a la conducción sindical, que no
servía para nada, que era entreguista, y yo apoyando a los que—no sabía ni quiénes eran, pero
había que darle para adelante. Sacar a estos tipos.” 22
Este conflicto en la planta de Alpargatas de Florencio Varela es un ejemplo de lo que sucedía
en una gran cantidad de fábricas en todo el territorio nacional: una creciente ola de protestas que
combinaban las demandas contra las comisiones internas no representativas, con un conjunto
de otras reivindicaciones gremiales tanto salariales como relativas a las condiciones de trabajo.
Esto pudo concretarse gracias a un desarrollo previo de agrupaciones combativas y de redes
territoriales. Andrés marca además el contexto de esta toma de la fábrica de Florencio Varela,
subrayando la importancia del retroceso de la dictadura, el llamado a elecciones y el triunfo del
Peronismo, el incremento de la agitación obrera y el ascenso de las organizaciones armadas y su
vinculación con las luchas de los trabajadores. Esta primera toma de fábrica sucede en junio de
1973, durante el corto período en que Cámpora estuvo al frente del Poder Ejecutivo, y Andrés
transmite claramente la sensación de asombro por la toma y a la vez el apoyo completo a la medida
declarada por “los obreros” contra la conducción sindical a la que consideraba “entreguista”.

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Los trabajadores logran en un principio, importantes efectos en lo que se refiere a la


organización sindical en la fábrica. En palabras de Andrés: “se consigue sacar a esta conducción,
vienen de la AOT a fábrica, los echaron, qué se yo, uno de los tipos llega a hablar y que renunciaban
todos, y que nosotros podíamos formar una conducción, o que íbamos a llamar a elecciones.
La AOT no quería quilombo.” 23Sin embargo, la AOT designó un interventor en la fábrica,
Manuel Martínez, que en los seis meses en los que estuvo en la fábrica se negó a reconocer a los
nuevos representantes de sección elegidos. En diciembre de 1973, cuando corrían rumores de
que el mandato de Martínez se prorrogaría por otros seis meses, los trabajadores decidieron una
nueva toma. De acuerdo al diario El Mundo, el desencadenante específico del conflicto fue la
agresión al trabajador Mario Mercado por parte de “tres sujetos que respondían” a Martínez, en
un contexto de amenazas y presiones a los trabajadores que demandaban el llamado a elecciones
de comisión interna.24
Entre la primera toma de junio y la segunda de diciembre de 1973 el proceso de radicalización
y de conformación de grupos de oposición se acelera en la fábrica. Andrés relata al respecto que
se conforma un movimiento, que según recuerda se llamaba “17 de octubre”, contexto en el cual
comienza a pensar en presentarse como candidato para la elección de delegados: “Se forma este
movimiento (…) y yo me meto, aparte había una morocha que a mí me gustaba y dale. Y hablo
con mi hermano que me pregunta: “¿Y cómo está la cosa adentro de la fábrica?” Me sondea,
me empieza a preguntar. Bueno, entonces le cuento toda la aventura, que se había tomado la
fábrica, estos tipos, qué se yo. Había una comisión reguladora, organizadora, y le digo: “yo para
las elecciones me voy a presentar para delegado, porque voy a tener justo los tres meses”. “Sí, me
dice, presentate.” (…) Ya algo más hablábamos. Ya él había ido a Ezeiza. Yo no, pero él sí había
ido. Cuando asume Perón yo estoy, yo voy con él.” 25
Como en muchos otros casos, las conexiones familiares y de amistad favorecían la conexión
con la militancia. En el caso de Andrés fue importante la figura de su hermano, militante de
Montoneros que luego, durante la última dictadura (1976-1983) fue desaparecido por las fuerzas
represivas, quien lo alentó a sumarse al proceso y a presentarse como candidato a delegado
de su sección, y a involucrarse en el activismo. Al mismo tiempo, el proceso de militancia y
organización se basó en los contactos y redes que se van tejiendo en la fábrica. Andrés recuerda
al respecto: “Un día entra a la fábrica Jorge. Peladito, rubio, de bigotes. Y me ubica y se pone a
hablar conmigo. El tipo, estudiante de psicología, piola, muy buen tipo. Así que Jorge me invita
a que vayamos juntos a una reunión con la Juventud Trabajadora Peronista. Yo voy, en Varela,
éramos cuatro, dos responsables de la orga y nosotros dos. Y Jorge ya había hablado con algún
otro que había.” 26
Con esta referencia a Jorge, estudiante de psicología, Andrés remite a otro proceso en marcha
en esos tiempos: la proletarización de cuadros políticos y político-militares que se volcaron al
trabajo y la militancia en las fábricas. Finalmente, el testimonio alude a su ingreso a la JTP, y
los comienzos de la conformación de la agrupación en el seno de la fábrica. En este momento
Andrés fue elegido delegado de la sección de tintorería, en una elección que gana “con lo justo”,
y se comprometió en la militancia, en un contexto de creciente peso de la izquierda en la planta. Al
respecto, Andrés recuerda que “nos empezamos a reunir con el responsable en ese momento que yo me
acuerdo que nos había dicho que se llamaba Eduardo, éramos Jorge, Eduardo y yo, nada más. Y en ese
momento las organizaciones les dicen a sus militantes que tienen que ir a trabajar a la fábrica. Entonces

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era a través de la clase trabajadora. Y entra un aluvión a la fábrica, de todas las corrientes. Entran de
Montoneros, del PST, del Partido Obrero, entran de un movimiento, de una agrupación maoísta que
había.”27
Esta transición de Andrés hacia el mundo de la militancia, se produjo entonces en el marco de la
afluencia de militantes de un amplio arco de organizaciones que comienzan a arribar a la fábrica,
asumiendo el camino de la proletarización. Entre ellos se encontraba la ya mencionada Chiche,
que siendo estudiante en la universidad, ingresa a trabajar en la fábrica. Al respecto recordaba
que “Cuando entro en Alpargatas, entré con todo una camada de chicas entre 18 y 25 años, todas
muy jóvenes, la mayoría primer empleo o que venían de trabajar en servicio doméstico. Para
que vos veas las características del trabajador. O sea, de la nada, o del servicio doméstico, a una
empresa, por más que sea Alpargatas, es fuerte. Yo (…) era estudiante universitaria, (…) milité
en la universidad, no llegué a ser FUP porque estuve en la FURN, Federación Universitaria
de la Revolución Nacional. Cuando me hago peronista y empiezo a militar en el peronismo
empiezo a ver la necesidad de empalmar con los trabajadores y el primer paso era encontrarlos
en el barrio, entonces fui al barrio. Y en el barrio, eran como pasos ascendentes que uno va
dando. Fui a la fábrica, me proletaricé, fui a la fábrica y me hice obrerita textil. Llegué a la fábrica
mintiendo que no tenía ni estudios secundarios, solamente tenía escuela primaria, porque si no,
no te permitían entrar.” 28
En este fragmento se explicitan las razones de la proletarización, que aparecía vinculada con
la necesidad de articular la militancia política con las luchas de los trabajadores, así como una
de las formas que asumió este proceso, en este caso, motorizado por una decisión personal, y
que se logró partiendo de una primera etapa de la militancia territorial, para luego plantearse
directamente el ingreso a la fábrica. Por otro lado, Chiche alude a la necesidad, aún en 1973, un
contexto favorable para los militantes, de ocultar su extracción social para evitar atraer sospechas.
Otras trayectorias de proletarización fueron distintas. Rubén, quien entró en la fábrica en
1973 por órdenes directas de la conducción, recuerda: “Yo era un militante de superficie de

Esta transición de Andrés hacia el mundo de la militancia, se


produjo entonces en el marco de la afluencia de militantes de
un amplio arco de organizaciones que comienzan a arribar a
la fábrica, asumiendo el camino de la proletarización.
la JP [ Juventud Peronista]. La comisión de la organización decide que muchos compañeros
estudiantes, que trabajábamos en la administración pública, nos trasladáramos a la fábrica. Y
yo, en el año 74—no, 73, en diciembre, comienzo a trabajar en Alpargatas. Obviamente vengo
con una recomendación del ministro, del gobernador [Bidegain, gobernador de la Provincia
de Buenos Aires] y el administrador de la planta enseguida me da una oficina, la oficina de
personal. Y yo la desecho, y le digo ‘no, yo quería trabajar en la producción.’ No entendía nada.
‘No, yo voy a trabajar en producción. Le agradezco todo, pero prefiero esto’. Y me mandan—voy
a trabajar al área de lo que era la fabricación de botas. Botas de goma.”29
Rubén desarrolla una trayectoria de proletarización diferente a la de Chiche, ya que parte
de una orden de la conducción y su ingreso a la fábrica es abierto y con apoyo de los contactos
políticos que se encontraban en posiciones de poder en los primeros tiempos del gobierno
peronista. Otro de los trabajadores ya mencionados, Rufino, en este caso de la organización

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anarquista Resistencia Libertaria, también ingresó en la fábrica en este momento. Rufino explica
que “Resistencia Libertaria, como muchas otras organizaciones, se plantea la unidad obrero
estudiantil, que se había puesto de manifiesto desde el Cordobazo. (…) Ahí nos decidimos
a proletarizarnos. (…) Entré en diciembre del 73. (…) Trabajaba en la parte de tintorería.
Era ayudante en una máquina. Bueno, por supuesto yo entré a través de un contacto con una
compañera que estaba en la comisión interna de la AOT ahí en la planta y cuando entré, no sé
si fue el primer día o el segundo día, viene un capataz—no, un supervisor. Me dice: ‘¿usted es
Rufino (...)?’. La tarea, cuando entrabas, era siempre la escoba, siempre barriendo, ¿no? [El que
le había preguntado] Era un tipo de City Bell, cerca de La Plata, amigo de mis primos. Así que
quedé escrachado.”30
El caso de Rufino ilustra otra trayectoria de proletarización, ya que logra ingresar a la fábrica
a través de un contacto con un miembro de la comisión interna, lo que evidencia un trabajo
previo de construcción en la fábrica y de vinculación política. Estos son únicamente algunos
ejemplos que ilustran el ingreso masivo de militantes como trabajadores en el sector industrial,
y particularmente en este caso a la planta de Alpargatas, que estuvo relacionado con varios
factores: el incremento de los conflictos obreros en los años ´70, que a su vez tuvieron influencia
en la creciente importancia otorgada por las organizaciones políticas y político-militares al
frente sindical, así como el contexto favorable del retorno a la democracia y de los inicios del
tercer gobierno peronista, que parece haber impulsado una cierta flexibilización de los requisitos
de ingreso a la planta. En el testimonio de Rubén se pone de manifiesto la aceptación por parte
de la fábrica de su ingreso aún conociendo sus antecedentes políticos, lo cual indica un relativo
acomodamiento por parte de la empresa a los cambios políticos a nivel nacional.
Más allá de ciertas concesiones que la dirección de la fábrica pueda haber realizado durante el
período de auge de la izquierda peronista que coincidió con la presidencia de Héctor Cámpora (y
fue denominado la “Primavera Camporista”), resulta interesante la historia de Rufino en la que
relata que dado que un amigo de sus primos lo había reconocido, había quedado “escrachado” lo
cual había evidenciado su identidad y origen social de clase media, que seguramente despertaría
sospechas. Nuevamente aparece, entonces, la constante preocupación y el establecimiento de
mecanismos de detección y expulsión de posibles militantes radicalizados por parte de las
grandes empresas industriales.
Otro ejemplo de la extensión de los controles tendientes a frenar el ingreso de activistas es
el caso de Raúl, un trabajador y militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) que
entró a trabajar en Alpargatas de Florencio Varela en 1974. Raúl relata en su testimonios que
había intentado ingresar el año anterior a trabajar al frigorífico Swift en Berisso, pero después

En el testimonio de Rubén se pone de manifiesto la aceptación


por parte de la fábrica de su ingreso aún conociendo sus ante-
cedentes políticos, lo cual indica un relativo acomodamiento por
parte de la empresa a los cambios políticos a nivel nacional.
de que le hubieran hecho el examen médico, y cuando le ya entregando la ropa de trabajo, un
dirigente sindical, que estaba junto al empleado de la empresa, lo identificó por haberlo visto
antes repartiendo volantes y anuló su contratación.31 Relatos similares aparecen en una gran
cantidad de testimonios de trabajadores y activistas.

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Una vez sorteadas las numerosas trabas para el ingreso a las plantas industriales, otra
preocupación importante para los militantes era integrarse plenamente al colectivo de
trabajadores de la fábrica. Sin embargo, esta tarea no parece haber sido fácil, ya que en muchos
casos los militantes proletarizados, como lo explica Rufino, tenían características y códigos
diferentes a los de los trabajadores promedio: “Tampoco había mucha ciencia. Nosotros veíamos
entre nosotros quiénes eran militantes y quiénes provenían de otro sector, digamos. Digo, yo era,
siempre fui así, castaño, y sin embargo era el rubio de la sección.” Rufino destaca también que
había ciertas diferencias de “formación, lenguaje, más allá de que los compañeros en esa época
tenían mucha formación, en general todos tenían, qué se yo, por lo menos la primaria completa, y
algo más. El obrero de esa época no era un analfabeto. Pero bueno, era fácil de distinguir. Vos los
veías ahí, y hasta la pinta, o lo que fumaban, vos veías y sabías si eran Montos, PO, PC… Había un
compañero que era del PST (...), había PO, Montoneros, PB, del PRT. Allá era bastante variadito
y con bastante peso de la izquierda.” 32
De acuerdo a algunos testimonios, como el de Raúl del PST, si bien había profundas polémicas
entre las distintas corrientes de la izquierda, también existía, al mismo tiempo, unidad contra la
corriente predominante, a la que el conjunto de corrientes de izquierda enfrentaba, tanto por sus
posturas conciliatorias respecto a la dirección empresarial, como por sus métodos de decisión
escasamente representativos, que ellos adscribían a las corrientes “burocráticas”. Raúl señala
como un hito de articulación el denominado “Movimiento obrero de Alpargatas”, que incluía a
organizaciones como Montoneros, Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el PST, el Partido
Obrero (PO), entre otras.33 La inserción en un nuevo ámbito con códigos particulares, al cual
los militantes de las distintas organizaciones ingresaban con las marcas de sus pertenencias
sociales, políticas y de trayectoria profesional era uno de los aspectos difíciles del proceso de
proletarización.
Rubén describe en términos similares a los que utilizaba Rufino las diferencias entre el
trabajador promedio y los militantes proletarizados: “Se nos notaba a nosotros. Te imaginás
que nosotros fuimos trasladados con estudiantes de filosofía, de derecho, rubiecitos con los
deditos cuidados…vos sabés cómo son. Entonces nosotros nos reíamos. ‘Pero vos no tenés
pinta de obrero’. [Nos decían a los estudiantes universitarios] ‘¿Por qué? Si yo soy morocho
también’.  ‘Sí, pero a ustedes los van a matar’. Nos reíamos de ese tipo de cosas. Era terrible
(risas). (…) Además el idioma nuestro era totalmente distinto al de ellos. Todo el mundo
andaba de novio ahí adentro y era raro que nosotros no anduviésemos de novios. Bueno,
éramos unos marcianos.” 34
La alusión a las diferencias de apariencia, que en ocasiones traslucían pertenencias a distintos
sectores sociales, así como de lo particular de la vestimenta, el lenguaje y los códigos idiomáticos
y políticos de la militancia, todo lo cual los volvía “marcianos” a los ojos de muchos, se repitió en
varios testimonios. Además de encontrar una forma de sortear estas diferencias que en muchas
ocasiones implicaban una distancia por parte de los obreros, la intención de convertirse en
trabajadores traía aparejada también una enorme demanda de energía, ya que debían cumplir
con el trabajo fabril, en muchos casos de gran demanda física, que se sumaba a sus tareas de
militancia. En palabras de Rubén: “Nosotros militábamos las 24 horas. Te imaginás que de
Berisso a la rotonda de Alpargatas, en esa época, yo tardaba dos horas, más o menos. Entrábamos
a las seis, yo tenía que salir a las 4 de la mañana. Yo tenía a mi hija chiquita, la madre de mi hija

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trabajaba, y yo había tres, cuatro días o cinco que no volvía a casa, porque después me quedaba a
trabajar—a militar en la zona. Trabajábamos durante los 31 días del mes, o los 30 trabajábamos
todos los días porque los obreros trabajaban todos los días. Sábados, domingos, y 12 horas
además trabajaban porque ganaban horas extras, los domingos—después de las 2 de la tarde era
doble, y los domingos triple, y nosotros teníamos que laburar porque no podíamos aparecer como
fantasmas.” 35
La doble tarea del trabajo fabril, siguiendo los ritmos de los obreros promedio, y la militancia,
implicaba una dedicación completa, y volvía compleja la vida familiar y afectiva. Algunos de
los testimonios destacan, además, la tarea adicional que el trabajo en fábrica significaba para
las trabajadoras mujeres. Raúl sostiene respecto a sus compañeras militantes del PST, y a otras
militantes de la fábrica: “Las mujeres tardan en decidirse a pelear, pero una vez que se deciden no
las para nadie. Nosotros nos levantábamos a las cuatro de la mañana, ellas con sus criaturas que
las llevaban a la guardería de la fábrica. Era difícil que se movieran pero una vez que lo hacían no
las paraba nadie. No las dejaban hablar en la asamblea, las pellizcaban, sobre todo la burocracia.
Mucho coraje.” 36
Esta es una apreciación coincidente con otros testimonios, que señalan que aunque la
movilización de las mujeres de la fábrica era difícil de lograr (varios de ellos lo atribuyen a
que eran las que llevaban la responsabilidad principal del cuidado de sus hijos), una vez que se
lograba iba acompañada de una lealtad y consecuencia superior a la que veían en los hombres.
Chiche sostiene respecto a las diferencias de género en la militancia: “El tema es que nosotras,
como nosotras éramos jóvenes, hacíamos lo que se nos antojaba y nos parecía que éramos
iguales. No éramos iguales ni un carajo. ¿Por qué de hecho la dirección de la organización más
revolucionaria y más importante del país, fueron todos hombres siempre? Entonces, iguales las
pelotas (...) Porque la [Norma] Arrostito no estaba en la mesa, cuando la mataron…Y estaba al
mismo nivel que ellos, pero no estaba en la mesa.” 37

Las mujeres tardan en decidirse a pelear, pero una vez que se


deciden no las para nadie. Nosotros nos levantábamos a las
cuatro de la mañana, ellas con sus criaturas que las llevaban
a la guardería de la fábrica. Era difícil que se movieran pero
una vez que lo hacían no las paraba nadie.

Desde su visión, las diferencias de género en el seno de las organizaciones armadas, también
se reflejaban en el ámbito de la militancia sindical: “Y en Alpargatas pasaba lo mismo. Como
pasaba en la vida cotidiana, lo que pasa que uno siendo joven, en ese momento como hacíamos
nuestra vida, nos habíamos ido muy jóvenes de nuestra casa, algunos por que se venían a estudiar
y otros porque habíamos tomado la decisión por nuestra parte, nos había independizado y
teníamos supuestamente [un lugar de igualdad]…Una vez que te llegaban los pibes, (...) con
los chicos era otra cosa. Porque además les pasaba a las compañeras. No teníamos cobertura,
no teníamos la familia cerca, tu mamá no te podía cuidar el chico…o sea que se complicaba
bastante. Pero no era muy diferente de lo que le pasaba a las mujeres en los barrios, a las mujeres
que trabajaban. Lo que pasa que nosotras teníamos la ilusión de que éramos iguales. Pero era
eso, sólo una ilusión, lamentablemente.” 38

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A la enorme energía que demandaba la intersección entre la militancia política y el trabajo fabril
se sumaba, en el caso de las mujeres, no sólo la desigual distribución de las tareas domésticas y el
cuidado de los chicos en la mayor parte de las estructuras familiares, sino también las desigualdades
de género en las organizaciones militantes en las que, si bien las mujeres eran un componente
valioso y esencial de la base, tenían escasa o nula representación en puestos de dirigencia.
A pesar de estas dificultades y obstáculos, mayores aún para las mujeres que para los hombres,
muchos de los testimonios rescatan el proceso de encuentro con los trabajadores de la fábrica, y
la posibilidad de discusión y de construcción conjunta, como señala Chiche: “Yo no fui delegada,
no me postulé pero Lilian [otra compañera de la JTP] sí llegó a ser delegada. A mí me pareció
que era demasiado nueva en el lugar como para instalarme. Pero de todas maneras participamos y
como el sector que yo estaba era todo un grupo de gente joven, apoyábamos el trabajo que hacían
las compañeras. Además eran momentos en que se discutía mucho todo el tiempo. Siempre
alguien llevaba el diario y se leía el diario en conjunto (...), con los compañeros comunes, no con
los que eran compañeros [de militancia], [sino con los] compañeros de trabajo. Además, como
habíamos entrado para eso a la fábrica, era como que era lo natural. Íbamos a eso, a charlar, a
discutir, a plantear los temas, a tratar de encontrar soluciones.” 39
Varios de los testimonios enfatizan que los espacios de intercambio social en la fábrica
permitían ir construyendo lazos e intercambiando ideas, lo que constituía el primer paso para
generar ciertos criterios comunes y descubriendo afinidades políticas.40 La tarea de apoyo a los
nuevos delegados que menciona Chiche parece haber sido otra tarea importante, también fue
recuperada en el testimonio de Rufino: “La comisión interna era burocrática. A lo sumo había
algunos compañeros que eran delegados de sección. Yo nunca llegué a serlo, pero funcionaba
como un delegado. Iba a discusiones sobre condiciones de trabajo porque los compañeros me
decían o el delegado me pedía para ir con él. En general el delegado de planta no es el de la
burocracia pura, digamos, es un intermedio. Y uno de los delegados, había dos, era con el que yo
más afinidad tenía, habíamos entablado una buena relación y me convocaba bastante.” 41

Parte de la militancia consistía, entonces, en aproximarse a los


representantes más directos de los trabajadores, para influir en
las discusiones y demandas antes la patronal, además de fami-
liarizarse con las características de la tarea sindical.

Parte de la militancia consistía, entonces, en aproximarse a los representantes más directos


de los trabajadores, para influir en las discusiones y demandas antes la patronal, además de
familiarizarse con las características de la tarea sindical. Andrés, que sí había sido elegido
delegado en 1973, describe de esta manera su acción en la fábrica: “Yo en la sección empiezo a
meterme con gente, me hago de un grupo, y con el otro delegado, que era radical pero que nos
llevábamos bárbaro, empezamos a organizar para pedir cosas. Y cometíamos errores, porque la
inexperiencia hacía que cometiéramos errores. [Exigíamos a la patronal] Ropa, la leche, el lugar
insalubre, guantes, plata. Entonces te daban guantes, te daban boludeces y cuando llegabas a la
plata te decían “Pero ¿qué querés? Pediste diez cosas, te dimos siete, ¿qué querés? Te dimos el
70% de lo que pediste.” 42

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Esta inexperiencia o falta de manejo de la representación sindical fue mencionada por varios
de los militantes de izquierda, por ejemplo Rubén, que afirmó: “La JTP se transformó no en la
conducción pero sí en la organización de mayor gravitación adentro de la fábrica. Pero pelearle a
la burocracia era muy difícil. Nosotros no conocíamos mucho los convenios colectivos de trabajo,
el estatuto laboral nunca te lo alcanzaban. Nunca podías ser elegido delegado porque te corrían
del padrón, todo eso.” 43
Por otra parte, y a pesar de las movilizaciones, los conflictos y las nuevas fuerzas operando en
la fábrica, la dinámica de la representación sindical, que había funcionado durante décadas con
un acentuado verticalismo y en estrecha relación con la patronal, no era fácil de modificar, como
explica Andrés: “A todo esto, la comisión que nosotros habíamos puesto y que por supuesto se
burocratiza y pasa a ser parte de la burocracia sindical, sale, saca su sede de la fábrica y arman
la seccional de la AOT en Gutiérrez, un lugar que todavía existe. Digo que se burocratiza, y
esto es inmediato. Apenas asumís. Porque, (…) [te dicen:] “macanudo, Fulano –el que gana–,
asumís, pero vos te tenés que subordinar a nosotros, a la AOT”. Y hubo enfrentamientos, me
acuerdo que hubo discusión, los puteamos en las asambleas. Porque los delegados de base, los
delegados de sección en general éramos tipos que veníamos peleando por una mejora. Y a ellos
los mandaban a frenar, como pasó y cómo más pasó en los ´70, ´80 y ´90. Querías llegar y llegabas
a ser secretario general, o secretario gremial, o a ser delegado, pero [si te sometías a esta lógica]”44
La relación de fuerzas adversa en el interior de la fábrica, y la permanencia de los mecanismos
previos más allá de los cambios de los representantes, se combinaba con un escaso soporte de las
organizaciones políticas y político-militares a sus militantes en lo que se refiere a la tarea sindical.
Ninguno de los entrevistados participó en cursos de formación sindical o asesoramiento en
términos de legislación, mecanismos de negociación o formas de lucha específicas. Por lo tanto
aquellos que habían logrado ser elegidos como delegados se encontraban en una situación de
soledad y precariedad importante, como lo demuestra el testimonio de Andrés: “Yo trabajaba

Las organizaciones sí parecen haber tenido impacto en el


establecimiento de vínculos entre focos de activismo sindical
combativo, en este caso en la zona sur.
todas las horas que tenía que trabajar. Iba todos los días a trabajar. Y yo arreglaba mis problemas
dentro de la sección. Yo no iba con mis problemas a la comisión interna, arreglaba mis problemas
dentro de mi sección. Yo tenía un problema con un tipo y hablaba con el supervisor. Si con el
supervisor no lo podía resolver, hablaba con el gerente, o el capataz, y después terminaba hablando
con el jefe de personal. Yo solucionaba los problemas de los compañeros de la tintorería dentro
de la tintorería. ¿Por qué no llevaba yo los problemas a la comisión interna? A mí me tiraban
la bronca porque yo no llevaba los problemas a la comisión interna. (…) Yo no me acuerdo en
ese momento quién era el secretario gremial, pero me acuerdo sí que daban vueltas y que ‘claro,
al zurdito no le doy bola’, o no era que no me daban bola pero sí que pateaban para adelante.”45
Este fragmento pone de manifiesto la difícil tarea de un delegado disidente, identificado
con las corrientes combativas, que además de sostener su trabajo de manera ejemplar, para no
mostrar flancos posibles que derivaran en un desplazamiento, debía ejercer su representación en
un contexto de falta de apoyo y asesoramiento, y de resistencia y rechazo por parte de la comisión

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

interna burocrática. En un caso como Alpargatas, en el cual no se desarrollaron conflictos


importantes, no existió un respaldo importante de las organizaciones políticas y político-
militares a sus militantes. A pesar de estas dificultades, se consiguieron algunas modificaciones
parciales en las condiciones de trabajo, y avances en las reivindicaciones salariales.
Las organizaciones sí parecen haber tenido impacto en el establecimiento de vínculos
entre focos de activismo sindical combativo, en este caso en la zona sur. La presencia de estos
militantes en las distintas fábricas colaboró con el establecimiento de una articulación regional
de trabajadores de distintas plantas y actividades industriales, como explica Rubén: “Nosotros
militábamos en la zona junto con el “Barba” Gutiérrez, toda la JTP era—de la zona sur, digamos,
que llegaba hasta Berisso y Ensenada, todo eso era la zona sur.” Al igual que en muchos otros
casos, la militancia no se desarrollaba únicamente en la fábrica, sino que se traducía también en
relaciones de solidaridad fuera de ella, como explica Rufino: “En la planta éramos 3.000, con el
80% que eran mujeres. Eso enganchado con el cordón de la ruta 2, con Peugeot, con Kaiser, a las
seis de la mañana tenía más actividad que Once. Era realmente hermoso cómo se vivía, un nivel
de solidaridad, entre las familias de los compañeros. La ayuda cuando íbamos a hacer la losa de
uno, el techo del otro, más allá de la fábrica había una vida social y de apoyo muy interesante.
Bueno, así vino la dictadura. Para mí vino contra eso. Y la desaparición de personas es una
técnica destinada a minar los lazos sociales, a desestructurar la sociedad.” 46

Era realmente hermoso cómo se vivía, un nivel de solidaridad,


entre las familias de los compañeros. La ayuda cuando íba-
mos a hacer la losa de uno, el techo del otro, más allá de la
fábrica había una vida social y de apoyo muy interesante.

Rufino alude acá a la interacción de las redes de la militancia política y sindical con las
tradiciones de organización de base, solidaridad y vínculos sociales tradicionales de los
trabajadores. Sin embargo, si bien la presencia de militantes de las organizaciones político-
militares permitía establecer un puente entre éstas y los trabajadores, y consolidar redes a nivel
regional que facilitaban cierta coordinación que mostraría su importancia en etapas posteriores,
al mismo tiempo planteaba una serie de conflictos relacionados con las contradicciones entre
la militancia armada y la sindical. Chiche relata en su testimonio: “Yo estuve hasta el ´76 en la
fábrica, hasta un poquito después del golpe, porque una de mis compañeras, que trabajaba ahí
en la fábrica, (creo que ya era delegada ella), bueno, la matan en una operación. Fueron a hacer
una operación sencilla afuera y nuestros compañeros no estaban preparados, porque éramos (…)
militantes pero no hacíamos trabajo militar. Entonces los mandan a hacer no sé qué, una pavada,
una operación sencilla pero una operación al fin, y los mataron, a ella y a otros compañeros
de textiles que estaban en otras fábricas como La Bernalesa, compañeros valiosísimos porque
eran verdaderamente representativos, delegados de base, fue una pérdida muy grande. (…) En
ese momento, cuando caen esos compañeros, realmente, para mí fue una pérdida grandísima,
quedamos ahí, una segunda línea que éramos compañeros con mucho compromiso pero que no
teníamos la organicidad que tenían ellos. Por ahí, qué se yo, me acuerdo de un compañero de La
Bernalesa. Era un compañero que era representativo en el barrio, representativo en la fábrica, o
sea, era realmente un cuadro natural, por ahí le faltaba formación en teoría, digamos, incorporar
teoría, pero con lo natural que él tenía, siempre estaba juntando, organizando…”47

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

El desarrollo de la doble tarea de militancia sindical y operaciones armadas exponía y


debilitaba la construcción que tanto esfuerzo y compromiso demandaba día a día en las
fábricas. Chiche explica también los motivos de la promoción de esta doble militancia: “En
ese momento, la aspiración era que todos los compañeros fueran cuadros integrales (…).
Los compañeros de la conducción eran compañeros políticos, eminentemente, pero eran
compañeros que habían demostrado que podían llevar adelante una acción militar y de la
envergadura que ellos lo hicieron, no es simplemente una pavadita. Se pensaba en la formación
de cuadros integrales, porque se pensaba que la lucha era integral. La lucha tenía una arista
que era muy política y de masas, pero también tenía una lucha de enfrentamiento, por lo
tanto había que estar preparado. Y la única manera de estar preparado militarmente es con
ejercicios militares, no hay otra. Ese es el análisis de ese momento y en teoría es así. Lo que
pasa que la práctica demostró que perder, por (…) ir a levantar un auto porque hacía falta un
auto, tres compañeros, super representativos, de masas, es un disparate. Pero el tema es que la
otra alternativa es como la gran diferencia, el cuadro que es totalmente militar y el cuadro que
totalmente político. En algún punto tienen que juntarse por algún lado…Qué sé yo, nosotros
no la encontramos, evidentemente en ese momento no la encontramos.” 48
Chiche expone de manera muy clara los dilemas a los que se enfrentaban los militantes
de las organizaciones armadas, y a algunas de las dolorosas consecuencias de las decisiones
tomadas. Al tiempo que desde el diagnóstico de situación insurreccional que involucraría
necesariamente un enfrentamiento armado se percibía como ineludible la preparación de
todos los militantes para poder actuar en ese terreno de ser necesario, la irrupción de la lógica
de la lucha armada (la participación en operativos de riesgo por parte de cuadros sindicales)
ocasionaba el deterioro o desmantelamiento de procesos de largo tiempo de desarrollo y costosa
construcción. Rubén se refiere a otro de los impactos de la superposición de la militancia
armada y sindical: “Había gente que siempre recuerdo con tristeza, después de muchos años, a
gente que la involucramos nosotros, que sabía el grado de compromiso que nosotros teníamos
y nos acompañaron. Gente grande que cayó presa y que después… Yo los encontré por la calle
y no me saludaban... Por estas cosas digamos. Ellos veían que las cosas que hacíamos, que el
reclamo era justo. Que la toma de fábrica en su momento fue justa en el reclamo, pero después
las consecuencias… Los hicieron pagar como si fuésemos nosotros. Entonces obviamente,
después algunos estuvieron seis años, otros ocho, algunos un año [en la cárcel].” 49
La intervención de las organizaciones armadas en los conflictos y luchas sindicales, en
muchos casos con la aprobación y el agradecimiento, y otras contra el pedido de los propios
trabajadores, que buscaban preservar ciertos ámbitos y dominar ciertos procesos de lucha
y organización, fue un factor también en el hecho de que muchos de los que desarrollaron
tareas sindicales fueran luego objeto de persecuciones para los que no tenían redes ni defensas
posibles. Aunque el foco central de este trabajo está puesto en la militancia sindical y política
de base en la primera mitad de los 70 y no es posible abordar aquí en forma exhaustiva el
impacto que tuvo la dictadura, puede anticiparse que ante la falta de infraestructura para
enfrentar la represión, muchos de estos sectores obreros sufrieron en carne propia la represión
con consecuencias muy duras y en algunos casos extremas, tanto en lo colectivo como en lo
individual.

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

A modo de conclusión
A partir del análisis de este conjunto de testimonios sobre la militancia política y sindical
de un grupo de trabajadores en la planta de Florencio Varela de la empresa Alpargatas en
la primera mitad de la década del ´70 es posible echar luz sobre algunas de los desafíos que
implicó la organización sindical de base en un período tan intenso como complejo. En primer
lugar, los diversos testimonios ponen de manifiesto la existencia de visiones y definiciones muy
distintas del papel de las organizaciones sindicales y de los delegados. Una corriente enfatizaba
la importancia que tenía la representación sindical para “organizar” a los trabajadores y
garantizar ciertas conquistas, y reivindicaba la existencia de estructuras jerárquicas fuertemente
establecidas y de líderes fuertes y personalistas que dominaban el territorio de la fábrica. Otras
corrientes disputaron fuertemente estas concepciones y denunciaron a estas prácticas como poco
representativas y como responsables de condiciones de trabajo y salariales desfavorables para los
trabajadores.
Los testimonios refieren a la confrontación entre estas distintas corrientes sindicales durante
la primera mitad de la década del 70, con particular aceleración en el período entre 1973 y
1976.50 Esta lucha, que se caracterizó por la politización y radicalización de un sector de los
trabajadores, que comenzaron a cuestionar muchas de las prácticas y formas de representación
establecidas, estuvo vinculada también a un fenómeno muy interesante, que aún no ha sido
exhaustivamente: la proletarización de un conjunto de militantes políticos que por distintos
medios y con distintas trayectorias decidieron, orgánica o inorgánicamente, ingresar a trabajar
en el establecimiento fabril, como forma de construir una vinculación con los trabajadores, y de
desarrollar una militancia sindical de base. Este fenómeno que ocurrió en la planta de Alpargatas
de Florencio Varela de la mano de un conjunto de organizaciones políticas distó de ser excepcional
y privativo del caso, sino que se extendió a una gran cantidad de establecimientos fabriles. El
conjunto de experiencias analizado aquí, aunque sólo permiten un muy acotado acercamiento
a la problemática, permiten sugerir que, lejos de lo sugerido por análisis predominantemente

Si los testimonios destacan por un lado las distancias y di-


ferencias que muchos de los militantes proletarizados sen-
tían respecto de los trabajadores “promedio” de la fábrica,
también enfatizan los aprendizajes que realizaron a partir
de esta experiencia, a la que caracterizan como de inte-
racción, de ida y vuelta.
centrados en documentos de las organizaciones políticas y político-militares, se trató de un
proceso diverso, con fuertes contradicciones y tensiones, pero también con grandes riquezas
y potencialidades. Si los testimonios destacan por un lado las distancias y diferencias que
muchos de los militantes proletarizados sentían respecto de los trabajadores “promedio” de la
fábrica, también enfatizan los aprendizajes que realizaron a partir de esta experiencia, a la que
caracterizan como de interacción, de ida y vuelta.
Estos testimonios permiten también asomarse a algunas de las grandes complejidades que
implicaba la combinación del trabajo, la familia y la militancia política y sindical en aquellos

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

años. En primer lugar, se refieren a la enorme exigencia que implicaba la superposición de


tareas. Estas incluían en primer lugar al trabajo en sí, que implicaba un inmenso desafío en
sí mismo y requería la adaptación al nuevo medio y el aprendizaje de un oficio y la sujeción
a ritmos y condiciones de producción, en muchos casos extremos. En segundo lugar, había
dificultades vinculadas a las tareas de militancia sindical, en un contexto de enfrentamiento con
las direcciones tradicionales y también con otros delegados, que tenían visiones diferentes de su
tarea y su rol, y de la oposición por parte de la dirección empresaria a una organización de corte
combativo. Se subraya especialmente, en muchas de estas historias, la dificultad que tenían para
resignificar el lugar de los delegados, y combatir la política de cooptación de la empresa, que
buscaba convertir a todos aquellos que tenían ascendiente sobre sus compañeros, en empleados
de la empresa. A esto se sumaba, en el caso de aquellos que desempeñaban el papel de delegados,
la falta de instancias de capacitación y formación específica, que los obligaba a un aprendizaje
a marcha forzada de un saber que no se ponía fácilmente en juego. En tercer lugar, mencionan
el compromiso con la militancia política, que implicaba reuniones, lecturas, encuentros por
fuera de estos espacios, lo cual sin duda era fundamental en términos de garantizar espacios
de intercambio, discusión y pertenencia, pero que al mismo tiempo imponía ritmos muchas
veces extenuantes. Finalmente, son muy relevantes las referencias a lo difícil que resultaba la
articulación de estas múltiples tareas con la vida familiar, en particular cuando incluía la crianza
de hijos pequeños, lo cual en este contexto constituía una aventura cotidiana y obligaba a buscar
dispositivos y redes que permitieran lograrlo.
En todas estas cuestiones, la dimensión de género aparece como relevante, y hay menciones a
los diversos obstáculos adicionales que enfrentaban las militantes en el terreno político y sindical y
a la dificultad de reconocimiento de sus méritos, lo que estuvo vinculado con el limitado acceso a
posiciones directivas. También hay menciones de la persistencia de roles tradicionales en el seno de
la familia, y de una naturalización de la mayor responsabilidad y tarea de las mujeres respecto de las
tareas del hogar y el cuidado de los niños, entre otras cuestiones, aún cuando ellas fueran también
trabajadoras y militantes a la par.
El complejo entramado descripto y analizado en los testimonios para estos años, parece
volverse una trampa a medida que la política represiva comienza a agudizarse. Aún cuando no
se registran desde estas voces episodios represivos en el seno de la fábrica de Alpargatas Varela
antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976, las marcas de la represión territorial se hicieron
sentir en el lugar de trabajo, poniendo de manifiesto al mismo tiempo la dificultad para diseñar
posibles vías de protección o de escape. En el caso de los militantes de organizaciones político-
militares, varios de los testimonios muestran que la forma en que se articuló la militancia política
y sindical con la lucha armada llevó a una exposición extrema de algunos cuadros políticos de
gran importancia fabril y territorial que terminó en algunos casos en su muerte. Y otros refieren
también que las marcas de estos procesos no se limitaron a esa época, sino que siguieron en el
tiempo, cuando por razones de miedo, desconfianza o rencor vieron desmantelarse vínculos y
conexiones construidos con enorme esfuerzo.
Este conjunto de testimonios resulta interesante también para proponer un diálogo con un
eje implícito en gran parte de la historiografía, que se centra en la discusión de la importancia
relativa de la “izquierda” y el peronismo para la clase obrera del período, considerándolos en
términos de neta oposición. El análisis de este conjunto de testimonios parece indicar que,

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

más allá de las dificultades que surgen de la simplificación de concebir a la “izquierda” y al


“peronismo” como conjuntos homogéneos, estos términos no serían los adecuados para dar
cuenta de las complejidades internas de cada una de las corrientes que se encontraban en un
proceso de transformación y de disputa interna.
Lo que puede verse a partir de este conjunto de fuentes orales es que el núcleo central de
la confrontación en la fábrica, que de hecho atravesaba y dividía tanto a la izquierda como al
Peronismo, giraba en torno a las formas de concebir la tarea sindical y el rol del delegado, los que
a su vez estaban vinculados con concepciones de la identidad de clase y con metas y objetivos de
transformación diferentes. Si desde el punto de vista de algunos de los dirigentes tradicionales
los delegados debían ser “intermediarios neutros” entre el capital y el trabajo, que debían estar
encargados de mediar y encontrar soluciones que satisficieran a ambas partes, el arco de militantes
jóvenes del campo amplio de la izquierda (incluyendo a sectores del peronismo radicalizado),
partía de su concepción de una necesaria confrontación de las clases y de una intrínseca
contraposición de sus intereses. Consideraban entonces al delegado como un representante de
los trabajadores que debía liderar la lucha, defensiva u ofensiva, con estrategias y medidas que
estuvieran de acuerdo con las relaciones de fuerza, y se planteaban además agendas políticas que
trascendían la lucha obrera en la fábrica, buscando articularla con luchas por la transformación
política, económica y social más vasta.
Esta cuestión central tenía relación con otra de las grandes discusiones de la etapa, que
se centraba en el grado de “burocratización” de las organizaciones sindicales, y los niveles de
representatividad y democracia interna. Sin embargo, aunque es posible establecer correlaciones
y conexiones entre el proceso de burocratización y de distancia de las bases y la prevaleciente
concepción de complementariedad entre las clases predominante en la dirigencia sindical
peronista de la época, esta relación no es automática y resulta imprescindible distinguir estos
dos ejes conceptualmente diferentes, y abordar las discusiones sobre la organización al interior
de la clase y sobre las relaciones entre las clases en forma separada.
Esta propuesta de ordenamiento de los términos centrales de la discusión no implica, sin embargo,
que sea recomendable delimitar los campos como perfectamente coherentes e independientes. Por
el contrario, los testimonios evidencian que más allá de que en las perspectivas conciliatorias de la
tarea sindical se enfatizara la interdependencia entre empresarios y trabajadores y en las perspectivas
combativas se hiciera énfasis en la explotación y enfrentamiento de intereses como dato central, estos
rasgos de la relación asalariada convivían en todos, y se articulaban de distinta forma en cada una de
las corrientes y trabajadores.
De este modo, el análisis de este conjunto de fuentes orales no sólo permite reflejar algunas de las
características que asumió el proceso de organización sindical y militancia en la fábrica Alpargatas
en Florencio Varela, echando luz sobre la gran complejidad que asumió la militancia sindical en
las fábricas, y sus conexiones con la militancia política y político-militar, sino que puede contribuir,
además, a delinear una agenda de trabajo e investigación sobre la historia de los trabajadores y sus
formas de lucha y militancia en los lugares de trabajo que, lejos de constituirse en aislamiento, pueda
construir puentes de diálogo con el campo de estudios de género, con la producción en historia
económica, y con las distintas corrientes de la historia política y social.

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Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

Notas
1 Ver Victoria Basualdo, Labor and structural change: Shop -floor 16 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
organization and militancy in Argentine industrial factories (1943- 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
1983), Tesis doctoral defendida en Columbia University, 2010. Diciembre de 2006.
2 Para una aproximación al proceso de militancia y organización 17 Entrevista con Rufino (trabajador de Alpargatas entre 1973
de base en el caso de Acindar, ver Victoria Basualdo, “La y 1976, militante de la organización anarquista Resistencia
organización sindical de base en Acindar Villa Construcción Libertaria), por Victoria Basualdo, noviembre de 2006.
en la segunda ISI: aportes para la comprensión de sus 18 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
particularidades y significación histórica” en Victoria Basualdo 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
(coord.), La clase trabajadora argentina en el siglo XX: experiencias Diciembre de 2006.
de lucha y organización, Buenos Aires, Cara o Ceca, 2011. 19 Para una discusión de la importancia de las demandas por condiciones
3 Para un análisis más detallado de las características de la de trabajo en otros procesos de organización y militancia, ver
aproximación metodológica y del trabajo de campo, ver Victoria Victoria Basualdo y Federico Lorenz, “Los trabajadores industriales
Basualdo, “Memoria e historia reciente de los trabajadores argentinos en la década del ´70: propuestas para una agenda de
industriales argentinos: el papel de los testimonios en la investigación a partir del análisis comparativo de casos” en Páginas
reconstrucción histórica de la dictadura” en Rosa María Medina revista digital de la escuela de historia, Universidad Nacional de
Doménech; Beatriz Molina Rueda; María García-Miguel, Rosario, Año 4, N° 6, Rosario, 2012.
Memoria y reconstrucción de la paz: enfoques multidisciplinares 20 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973
en contextos mundiales, Madrid, De la Catarata, 2008. y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo,
4 Para un análisis en profundidad de estas formas de representación Marzo de 2007.
sindical de base y su desarrollo histórico en el sector industrial 21 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973
en la Argentina, ver Daniel Azpiazu, Martín Schorr y Victoria y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo,
Basualdo, La industria y el sindicalismo de base, Buenos Aires, Marzo de 2007.
Editorial Cara o Ceca, 2010. 22 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
5 Ver Jorge Schvarzer, La industria que supimos conseguir. 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
Una historia político-social de la industria argentina. Buenos Diciembre de 2006.
Aires: Planeta, 1996; Gutiérrez, Leandro y Korol, Juan Carlos, 23 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
“Historia de empresas y crecimiento industrial en la Argentina. 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
El caso de la fábrica argentina de Alpargatas” en Desarrollo Diciembre de 2006.
Económico 28, no. 111 (Oct-Dic. 1988), pp. 405-406. 24 “Alpargatas ocupada: de pie contra la AOT”, Diario El Mundo,
6 Los datos provienen de la información provista por la propia 13 de diciembre de 1973, en Legajo No 30, carpeta 42, Mesa B,
empresa, parte de la cual puede accederse públicamente en www. factor gremial, “Legajo de la Fábrica Argentina de Alpargatas”,
alpargatas.com.ar/ Archivo DIPBA-Comisión Provincial por la Memoria, La
7 Para una contribución sobre la etapa temprana de la fábrica Plata, Argentina.
Alpargatas en Barracas, ver Mariela Ceva, Empresas, trabajo e 25 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
inmigración en la Argentina. Los casos de la Fábrica Argentina 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
de Alpargatas y la Algodonera Flandria (1887-1955), Buenos Diciembre de 2006.
Aires, Biblos, 2010 y Marcos Schiavi, El poder sindical en la 26 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
Argentina peronista (1946-1955), Buenos Aires, Imago Mundi, 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
2013. Diciembre de 2006.
8 Entrevista con Pedro Goyeneche (trabajador de Alpargatas 27 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
desde 1950, desde 1968 delegado general de Alpargatas Barracas, 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
y desde 1984 hasta 2004 Secretario General de la Asociación Diciembre de 2006.
Obrera Textil), entrevista por Victoria Basualdo, febrero de 28 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973
2006. y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo,
9 Entrevista con Pedro Goyeneche (trabajador de Alpargatas Marzo de 2007.
desde 1950, desde 1968 delegado general de Alpargatas Barracas, 29 Entrevista con Rubén (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
y desde 1984 hasta 2004 Secretario General de la Asociación 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
Obrera Textil), entrevista por Victoria Basualdo, febrero de diciembre de 2006.
2006. 30 Entrevista con Rufino (trabajador de Alpargatas entre 1973
10 Ver Legajo No 30, carpeta 42, Mesa B, factor gremial, “Legajo de y 1976, militante de la organización anarquista Resistencia
la Fábrica Argentina de Alpargatas”, Archivo DIPBA-Comisión Libertaria), por Victoria Basualdo, noviembre de 2006.
Provincial por la Memoria, La Plata, Argentina. 31 Entrevista con Raúl (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
11 Ver Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. 1976, militante del Partido Socialista de los Trabajadores, PST),
Desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, Buenos Aires, entrevista por Victoria Basualdo, Diciembre de 2006.
Siglo Veintiuno editores, 2006. 32 Entrevista con Rufino (trabajador de Alpargatas entre 1973
12 Entrevista con Mario (trabajador de Alpargatas Florencio Varela desde y 1976, militante de la organización anarquista Resistencia
1965, elegido delegado en 1973, posteriormente dirigente sindical de la Libertaria), por Victoria Basualdo, noviembre de 2006.
AOT), entrevista por Victoria Basualdo, Febrero de 2007. 33 Entrevista de la autora con Raúl, Buenos Aires, diciembre de
13 Entrevista con Mario (trabajador de Alpargatas Florencio Varela 2006. Ver también la entrevista realizada por Sabrina Ríos a Ana,
desde 1965, elegido delegado en 1973, posteriormente dirigente trabajadora y militante del PST en Alpargatas.
sindical de la AOT), entrevista por Victoria Basualdo, Febrero 34 Entrevista con Rubén (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
de 2007. 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
14 Entrevista de la autora con Mario, Febrero de 2007. diciembre de 2006.
15 Entrevista con Mario (trabajador de Alpargatas Florencio Varela 35 Entrevista con Rubén (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
desde 1965, elegido delegado en 1973, posteriormente dirigente 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
sindical de la AOT), entrevista por Victoria Basualdo, Febrero diciembre de 2006.
de 2007. 36 Entrevista con Raúl (trabajador de Alpargatas entre 1973 y

28 índice
Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

1976, militante del Partido Socialista de los Trabajadores, PST), 44 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
entrevista por Victoria Basualdo, Diciembre de 2006. 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
37 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973 Diciembre de 2006.
y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo, 45 El tema de la importancia de cumplir con el trabajo aparece en
Marzo de 2007. varios testimonios. Es interesante vincularlo con lo sostenido
38 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973 por Jorge, un militante territorial que tuvo un fuerte activismo
y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo, en Alpargatas Barracas en los años 70: “Nuestros delegados
Marzo de 2007. eran los mejores trabajadores, o los mejores estudiantes. Deben
39 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973 serlo. El dirigente debe dar el ejemplo, como el Che. El primero
y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo, que estaba entrando, no es que era el primero que se borraba
Marzo de 2007. del trabajo, jodiendo al compañero. No. Era el más compañero, el
40 Otros testimonios, como el de Rubén, describen esta interacción más trabajador, el más solidario, cuando los compañeros tenían…y
con los trabajadores como mucho más difícil e infructuosa: así te iba reconociendo la gente como dirigente. Por eso la gente los
“Nunca logramos masificar la propuesta porque el laburante defendía a los compañeros. Por eso si lo querían echar, te paraban
es muy difícil que haga política. Nosotros éramos muy jóvenes la fábrica. Como pasaba en Alpargatas, se paraban las secciones si
a comparación de la gente que hacía años que trabajaban ahí. querían echar a un compañero, contra la burocracia sindical, contra
Acordate que yo tenía en aquella época, 24 años—a ver, 1976, los patrones. Se conduce con el ejemplo, no con la lengua.” Entrevista
desde el 48, 68, 26 o 28 años, y había gente de sesenta años, con Jorge (militante de la izquierda peronista en los barrios de La
sesenta y pico de años que hacía 40 años que laburaban ahí. Era Boca y Barracas en los años 60 y 70, con gran presencia en Alpargatas
muy difícil. Eran peronistas viejos, no tenían la visión nuestra de Barracas), por Victoria Basualdo, marzo de 2007.
la transformación social. Y algunos nos criticaban, con razón lo 46 Entrevista con Rufino (trabajador de Alpargatas entre 1973
veo hoy. Hoy lo veo, cuál era la razón de ellos. Porque nosotros y 1976, militante de la organización anarquista Resistencia
logramos cometer errores prácticos que el común—el laburante Libertaria), por Victoria Basualdo, noviembre de 2006.
común lee el Diario Popular, o Crónica. Y en aquel momento 47 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973
nosotros comprábamos 40 diarios La Voz y los llevábamos al y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo,
vestuario. Y la gente no lo leía, no entendía nada que era el diario Marzo de 2007.
La Voz. No entendía nada, estaba en otra cosa (risas). Son cosas 48 Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre 1973
que a nosotros nos preocupaban y lo discutíamos. Lo discutíamos y 1976, militante de la JTP), entrevista por Victoria Basualdo,
con la conducción—con el compañero responsable en aquel Marzo de 2007.
momento.” Entrevista con Rubén (trabajador de Alpargatas 49 Entrevista con Rubén (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
entre 1973 y 1976, delegado y militante de la JTP), entrevista 1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
por Victoria Basualdo, Diciembre de 2006. diciembre de 2006.
41 Entrevista con Rufino (trabajador de Alpargatas entre 1973 50 Para un análisis de estos procesos de organización y movilización
y 1976, militante de la organización anarquista Resistencia desde las bases en diálogo con una mirada regional e internacional,
Libertaria), por Victoria Basualdo, noviembre de 2006. ver Victoria Basualdo, El “Villazo” y la organización sindical de
42 Entrevista con Andrés (trabajador de Alpargatas entre 1973 y base en los ´60 y ´70” en Oscar Videla y Ernesto Rodríguez, El
1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo, Villazo. La experiencia de una ciudad y su movimiento obrero
Diciembre de 2006. (2da edición ampliada), Santa Fe, 2014.
43 Entrevista con Rubén (trabajador de Alpargatas entre 1973 y
1976, delegado y militante de la JTP), por Victoria Basualdo,
diciembre de 2006.

29 índice
Militancia y organización obrera de base durante la primera mitad de los años ´70...

Bibliografía

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actualidad, Buenos Aires, Siglo Veintiuno editores, Entrevistas citadas
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Basualdo, Victoria, Labor and structural change: Shop Alpargatas desde 1950, desde 1968 delegado
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Basualdo, Victoria, El “Villazo” y la organización Entrevista con Chiche (trabajadora de Alpargatas entre
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y Ernesto Rodríguez, El Villazo. La experiencia de Victoria Basualdo, Marzo de 2007.
una ciudad y su movimiento obrero (2da edición Entrevista con Rubén (trabajador de Alpargatas entre
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trabajadores industriales argentinos en la década del Entrevista con Raúl (trabajador de Alpargatas entre
´70: propuestas para una agenda de investigación a 1973 y 1976, militante del Partido Socialista de
partir del análisis comparativo de casos” en Páginas los Trabajadores, PST), por Victoria Basualdo,
revista digital de la escuela de historia, Universidad Diciembre de 2006.
Nacional de Rosario, Año 4, N° 6, Rosario, 2012. Entrevista con Rufino (trabajador de Alpargatas entre
Ceva, Mariela, Empresas, trabajo e inmigración en 1973 y 1976, militante de la organización anarquista
la Argentina. Los casos de la Fábrica Argentina de Resistencia Libertaria), por Victoria Basualdo,
Alpargatas y la Algodonera Flandria (1887-1955), noviembre de 2006.
Buenos Aires, Biblos, 2010. Entrevista colectiva con Rubén, Andrés, Rufino, Raúl y
Gutiérrez, Leandro y Korol, Juan Carlos, “Historia de Fernando (trabajadores de Alpargatas), por Victoria
empresas y crecimiento industrial en la Argentina. Basualdo, Diciembre de 2006.
El caso de la fábrica argentina de Alpargatas” en Entrevista con Jorge (militante de la izquierda peronista
Desarrollo Económico 28, no. 111 (Oct-Dic. 1988), en los barrios de La Boca y Barracas en los años 60
pp. 405-406. y 70, con gran presencia en Alpargatas Barracas),
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peronista (1946-1955), Buenos Aires, Imago
Mundi, 2013.
Schvarzer, Jorge, La industria que supimos conseguir.
Una historia político-social de la industria argentina,
Buenos Aires: Planeta, 1996.

30 índice
Diálogos y debates en la historia reciente argentina
Débora
D´Antonio
Ariel
Eidelman

Diálogos y debates
en la historia reciente
argentina
Introducción

E ste trabajo tiene su origen en los desafíos que nos ha planteado la experiencia docente
en los cursos que hemos ofrecido en las instancias de grado y posgrado a la hora de
abordar el pasado reciente de nuestro país. Las incertidumbres que surgen habitualmente por
parte de los alumnos y alumnas tienen que ver muchas veces con la carencia de una definición
precisa de a qué se denomina historia reciente y de cuál es su especificidad en el marco de la
historia argentina contemporánea.
La Historia se caracteriza por la movilidad de sus enfoques teóricos y metodológicos
lo que genera transformaciones en los temas y problemas que aborda. A la vez le es propio
el debate acerca de cómo definir etapas o períodos particulares. Teniendo en cuenta estos
elementos, nos preguntamos ¿es posible establecer una definición acabada acerca de qué es o
a qué nos referimos cuando hablamos de la historia reciente? Lo primero que hay que señalar
es que la historia reciente se diferencia de otros momentos históricos tanto por la relevancia
del carácter del testimoniante como vía privilegiada de acceso al conocimiento como por el
carácter problemático de la coexistencia entre el investigador y los sujetos ya que a veces las
interpretaciones que elaboran los historiadores son cuestionadas por los protagonistas de la
historia. Aquellos que se encuentran en la actualidad ocupando espacios en la esfera pública
y pueden apuntalar normalizaciones en términos de memoria también están en condiciones
de disputar sentidos e interpretaciones sobre ese pasado (Águila, 2012; Franco y Levín, 2007;
Franco, 2005). En cualquier caso, el elemento dinamizador de las discusiones sobre los años
70 en el mundo académico han sido fundamentalmente las revisiones políticas sobre el pasado
reciente realizadas desde diferentes espacios. Por lo que un avance en la definición de qué es la
historia reciente debería incluir este aspecto constituyente de su propia historicidad.

31 índice
Diálogos y debates en la historia reciente argentina

Existen trabajos que han acentuado otros aspectos de lo que caracteriza a la historia
reciente. Algunos se han centrado en las experiencias traumáticas que cruzaron a la región
sudamericana en el último tercio del siglo XX, en particular, a aquellas vinculadas con el
desarrollo de las dictaduras de seguridad nacional. Estos estudios enfocan la experiencia local
a partir de los marcos interpretativos forjados en Europa para el estudio del nazismo y varias
de sus preocupaciones giran en torno al tópico de las memorias. Un ejemplo es el equipo de
trabajo sobre las memorias de la represión y la violencia política con sede en el Instituto de
Desarrollo Económico y Social (Jelin, 2004). Las investigaciones de este equipo operaron
como un núcleo legitimador para el estudio del pasado reciente entre los historiadores, ya
que hasta comienzos del nuevo siglo, en general en los claustros académicos el estudio de las
décadas del 60 y 70 carecía de aceptación por ser considerado un período cercano y un objeto
de estudio demasiado caliente en términos políticos para su abordaje científico1.
Otros textos, a la hora de pensar la historia reciente han puesto el foco en las
particularidades metodológicas específicas que, como ya señalamos, surgen de la proximidad
de este período histórico. Y esto es entendido así no tan solo en términos temporales por las
escasas cinco décadas que no separan de ese momento sino también respecto de la vigencia

Existe un consenso general respecto de que la historia recien-


te trata básicamente de los años que abarcan las décadas
de 1960 y 1970. Sin embargo, el punto de origen especí-
fico, es algo que en general compromete un punto de vista
político y resulta especialmente controversial.

de sus consecuencias políticas, sociales y económicas en la actualidad de nuestro país. En


ese sentido se ha trabajado sobre las formas en que la sociedad procesa ese pasado. Hay
quienes además han subrayado una dimensión moral y ética del particular rol que deben
llevar adelante los estudiosos de este período, vinculado a la demanda social de justicia en
relación a los crímenes de lesa humanidad. Finalmente, otro elemento que ha sido distinguido
por parte de la bibliografía y que nos parece particularmente significativo para delimitar a
la historia reciente es el hecho de que muchos de sus procesos, problemas y protagonistas
tienen una dimensión transnacional o regional, y no alcanza para comprender la naturaleza y
explicar estos procesos un análisis en el marco nacional.
Con la intención de ir más allá de una mera definición clasificatoria, y sin pretender aplacar
las controversias existentes, lo que pretendemos en este artículo es ensayar una propuesta
comprensiva del pasado reciente como un período singular de la historia argentina en el que se
articulan elementos históricos específicos en el marco de una unidad contradictoria estimulada
por la lógica de los conflictos sociales. Partimos del debate sobre los límites temporales porque
es una preocupación que está presente en los estudios históricos de la etapa. Sin embargo
establecer esos límites no implica una mera cuestión cronológica puesto que toda periodización

32 índice
Diálogos y debates en la historia reciente argentina

conlleva una lectura política de ese pasado y por ende una forma de pensar los procesos, de
conceptualizarlos y de interpretarlos.

Debatiendo la periodización de la historia reciente


Existe un consenso general respecto de que la historia reciente trata básicamente de los años
que abarcan las décadas de 1960 y 1970. Sin embargo, el punto de origen específico, es algo que
en general compromete un punto de vista político y resulta especialmente controversial.
Para un conjunto de investigadores esta etapa tiene su arranque en las transformaciones
sociales, políticas y económicas ocurridas a partir del golpe de Estado de setiembre de 1955,
cuando se separó violentamente al movimiento político peronista de la estructura estatal y se
reestructuró la relación entre capital y trabajo alcanzada previamente (James, 2010; Salas, 2006
y Schneider, 2006). Otras producciones, por el contrario, detectan un quiebre significativo en el
golpe militar de junio de 1966, el cual inaugura una etapa de fuerte autoritarismo que afecta a
sectores sociales más amplios que la clase trabajadora, como por ejemplo la pequeña burguesía
ilustrada y otros sectores de la clase media y que favorecerá una radicalización política y social
en el corto plazo (Terán, 2013; Sigal, 2002 y De Riz 2000).
También hallamos diferentes puntos de vista respecto de cuándo es posible dar por concluida
esta etapa de la historia argentina. Mientras para algunos autores ésta concluye con la derrota
militar en la guerra de Malvinas en junio de 1982, momento que marca el fracaso de la dictadura
por garantizar su continuidad, otros colocan el cierre en un aspecto de corte más institucional:
la asunción del nuevo gobierno de origen constitucional, ocurrida el 10 de diciembre de 1983
(Palermo y Novaro, 2003; Dabat y Lorenzano, 1982). Otras perspectivas, mientras tanto, le
dan relevancia a diferentes tensiones que se produjeron desde los primeros años de la transición
democrática hasta el fin de la década del 80, tales como la problemática de la impunidad y los
derechos humanos, la teoría de los dos demonios, la experiencia de la comisión por la verdad
(CONADEP) y el juicio a las juntas militares, remitiendo directamente a las secuelas que este
período dejó en el tejido social (Franco, 2014; Izaguirre, 2009; Crenzel, 2008 y Feierstein, 2007;
Roniger y Sznajer, 2005 y Feld, 2002).
Es importante destacar que en el terreno de las Ciencias Sociales estos debates se expresaron
en un campo de estudios vinculados al tema de la transición a la democracia (Lesgart, 2003).
Su amplia producción dejó una fuerte impronta en las investigaciones académicas como por
ejemplo la dicotomía entre dictaduras y democracias, la cultura política autoritaria como
supuesto rasgo esencial de la tradición política nacional y la condena a la violencia política de
la organizaciones políticos militares y de las Fuerzas Armadas por igual (Franco, 2014; Ollier,
2005; O´Donnell, 1997 y Nun y Portantiero, 1987).
Para nosotros el debate relativo a la periodización en la historia reciente argentina debe
atender a los conflictos que tuvieron un punto de partida particularmente significativo en los
acontecimientos que dieron a luz a las insurrecciones obreras y populares en las provincias

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Diálogos y debates en la historia reciente argentina

de Córdoba y Santa Fe en mayo del año 1969 y que pasaron a la historia con los nombres de
Cordobazo y Rosariazo.
¿Por qué pensamos que estos hechos marcan un punto de inflexión en la historia argentina
contemporánea e inauguran una etapa específica? En principio porque mayo del 69 no es
solamente una fecha de fuerte carga simbólica sino porque es centralmente un acontecimiento
significativo que expresa un renovado protagonismo y la confluencia en la acción de distintos
sectores sociales como la clase obrera, el movimiento estudiantil y las fuerzas políticas de
izquierda (ver Werner y Aguirre, 2009; Brennan y Gordillo, 2008; Balvé y Balvé, 2005; Pozzi
y Schneider, 2000 y Hernández, 2000). Con características y particularidades el bienio 1968-
1969 funciona como un parteaguas tanto en el plano internacional como en el latinoamericano.
En cierto que en la Argentina los estudiantes universitarios han tenido un rol destacado en
distintos momentos políticos desde la Reforma de 1918 en adelante pero a partir de esta coyuntura
adquieren el carácter de agentes del cambio social. Junto a los trabajadores y a las distintas
fuerzas de izquierda ellos fueron la principal expresión de un nuevo proceso de radicalización
política, social y cultural del conjunto de la sociedad argentina. Este acrecentamiento obedece,
por un lado a la recuperación de elementos de la tradición histórica de la clase trabajadora, tales
como el piquete, las huelgas intransigentes con la patronal y contra la represión policial, y por
el otro lado, con la apropiación de aspectos de la renovación política y cultural propia de la
década del sesenta, vinculado tanto a la modernización de las costumbres de la vida cotidiana
como a la actualización de las tradiciones de izquierda.
Dos ejemplos claros de esto son por un lado, el surgimiento del clasismo en el movimiento
obrero: una experiencia sindical independiente de las tradicionales direcciones gremiales
peronistas y de la ideología de conciliación de clases propia de este movimiento (Gordillo,
2007); y por otro lado, la aparición y fuerte desarrollo de grupos que llevaron adelante una
estrategia de lucha armada (Pozzi, 2006). En definitiva, mayo del 69 pone fin al proyecto de la
dictadura militar iniciada en 1966 y da lugar a una profundización de la crisis abierta en el año
1955 con la proscripción del peronismo del sistema político.
En este sentido nosotros coincidimos con aquellos trabajos que si bien no tienen una reflexión
explícita sobre los debates de la historia reciente -ya que no han intervenido en estas discusiones
por ser más antiguos-, sitúan un punto de quiebre en la historia argentina contemporánea, en una
serie de elementos que toman unidad en la crisis de la hegemonía burguesa que despunta en 1955,
se profundiza con la crisis política permanente y tiende a transformarse en una crisis de dominación
hacia fines de los 60´ (O’Donnell, 2010 y Portantiero 1977). Al mismo tiempo colocar el punto de
partida de esta nueva etapa a partir de estos procesos y elementos confluyentes, nos aleja de criterios
basados en una periodización que se centre exclusivamente en las rupturas institucionales, en el eje
dictadura versus democracia o en la antinomia peronismo-antiperonismo, tomada muchas veces
como la contradicción fundamental para interpretar el proceso histórico nacional.
La finalización de este período por otro lado se caracteriza por el ocaso de las alternativas
políticas abiertas con las acciones de masas del año 69 en estrecho vínculo con las derrotas

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Diálogos y debates en la historia reciente argentina

que la última dictadura militar le impuso a vastos sectores de la sociedad argentina a partir del
golpe de Estado de 1976.
Interpretamos entonces de conjunto a la etapa que se abre en el año 1969 y que se cierra en
1982 con la derrota en las islas Malvinas como una unidad histórica contradictoria, articulada
por diferentes momentos y fases. La primera fase abarca los primeros seis años finalizando en
el año 1975 y se caracteriza por mostrar un ascenso obrero y la movilización de amplias capas
sociales. Lo que naturalmente no significa que haya sido una etapa exenta de represión estatal
ya que existió una importante actividad parapolicial en 1971, en 1973 se formó la triple A y al
año siguiente bajo el gobierno de Juan Domingo Perón fue reformado el Código Penal con el
propósito de endurecer las penas contra el conjunto del activismo político y sindical. De hecho
quienes estudian esta etapa deben responder a la pregunta de cuándo surge la represión estatal
ilegal. ¿Esta se establece con el accionar de las bandas parapoliciales que actuaron en forma
selectiva en secuestros de activistas políticos a comienzos de la década del 70? ¿Con la masacre
de Trelew en agosto de 1972? ¿O con el accionar de la Triple A en los gobiernos peronistas?
Como se sabe a pesar de esta intensa actividad represiva, el ascenso social no pudo ser doblegado,
contenido ni derrotado sino hasta un tiempo más adelante.

Interpretamos entonces de conjunto a la etapa que se abre


en el año 1969 y que se cierra en 1982 con la derrota en
las islas Malvinas como una unidad histórica contradictoria,
articulada por diferentes momentos y fases.

La segunda fase, por el contrario, desde la segunda mitad del año 1975 hasta el fin del ciclo,
muestra un reflujo y retroceso de los sectores sociales movilizados, provocada por la represión
masiva y el despliegue de la violencia estatal y paraestatal por medio de intervenciones del Ejército
en la represión interior, como lo fueron el Operativo Independencia en Tucumán o la ocupación de
la ciudad de Villa Constitución y diferentes instrumentos e iniciativas de otras agencias estatales.
Las dos fases tienen características bien diferenciadas. En la fase de ascenso emergen una
cantidad de elementos singulares como la experiencia de autonomía de los trabajadores ya descripta
para el Cordobazo que encuentra una progresión entre los trabajadores y activistas sindicales de
las industrias automotrices del Gran Buenos Aires, en las fábricas siderúrgicas y metalúrgicas de
Villa Constitución y San Nicolás del año 1974, y posteriormente en las coordinadoras obreras del
conurbano bonaerense que enfrentaron el ajuste económico y la espiral inflacionaria a partir de las
medidas impuestas por el ministro Celestino Rodrigo en junio de 1975 (Santella, 2008 y Lobbe,
2006). Si bien el clasismo no fue un fenómeno generalizado colocó en entredicho la hegemonía
que por décadas el peronismo había logrado conservar en el movimiento obrero y puso sobre el
tapete la compleja y dinámica relación entre una base obrera mayoritariamente identificada con
este movimiento y las direcciones gremiales inscriptas en la izquierda.
La segunda fase en cambio se caracterizó por el despliegue de una fuerte voluntad
fundacional y de transformación de la sociedad en un sentido reaccionario, integrista y católico
por parte de los cuadros militares y los sectores conservadores y de derecha de la sociedad.

35 índice
Diálogos y debates en la historia reciente argentina

Para ello se aplicaron tecnologías represivas específicas que no habían sido utilizadas de
forma generalizada hasta ese momento, aunque sí en forma particularizada o experimental.
La secuencia de secuestro, tortura, asesinato y desaparición de carácter masivo que se ejerció
en centros clandestinos de detención fue el elemento central de esta fase. Esta forma represiva
produjo una profunda desmovilización política y social, el abandono del espacio público por
parte de actores claves de la vida política nacional y el inmediato retraimiento sobre el mundo
privado de amplios sectores sociales.
En resumen, esta propuesta de periodización se basa sobre una lectura del pasado que
pone el acento en la conflictividad social, en su fase de ascenso y de reflujo, por sobre otros
factores. Sin embargo la bibliografía que se ocupa de estudiar este período ha destacado otros
procesos importantes como el creciente protagonismo de los aparatos represivos del Estado,
la modernización social y cultural de los años 60 o la dinámica de la estructura económica. Sin
pretender minimizar la relevancia de estos factores para encuadrar a esta histórica, creemos
que el ordenador más eficaz se concentra en el conflicto y dinamismo de la sociedad.

Temas de estudio, perspectivas de análisis, métodos


y fuentes
¿Es posible identificar temas, problemas, perspectivas de abordaje, claves de lecturas o
metodologías privativas de este período histórico? En principio es posible identificar objetos
y temas de estudio que pueden considerarse característicos de esta etapa. Un ejemplo es el de
la violencia política tanto producida por las distintas instituciones y agencias estatales, como
aquella originada en diferentes sectores de la sociedad. Específicamente nos referimos a las
particulares formas que adquiere la actividad represiva del Estado basada en la apelación a
métodos de carácter terrorista o la existencia de numerosas organizaciones político-militares y
la violencia revolucionaria. También otro tema singular son las novedosas formas de acción e
intervención de la clase trabajadora en el terreno político sindical. Claro es que estos objetos
de estudio no agotan las preocupaciones que han tenido y tienen los historiadores de este
campo. Sin embargo entendemos que es posible reconocer a los temas mencionados como ejes
articuladores del proceso histórico, de la reflexión social y de los debates académicos.

¿Es posible identificar temas, problemas, perspectivas


de abordaje, claves de lecturas o metodologías priva-
tivas de este período histórico? En principio es posible
identificar objetos y temas de estudio que pueden con-
siderarse característicos de esta etapa.

Por ejemplo la violencia política de la guerrilla ha merecido amplios debates en torno a su


origen y naturaleza. Las primeras interpretaciones contemporáneas a este fenómeno, sostenían
que ésta carecía de razones autóctonas para su surgimiento siendo un elemento importado y ajeno

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Diálogos y debates en la historia reciente argentina

a la clase obrera de la cual se arrogaba su representación. El surgimiento de la guerrilla obedecía


por el contrario a un quiebre generacional o a una situación de fuerte anomia social inducida
por los desajustes generados en el desarrollo de un proceso de modernización acelerado de la
sociedad argentina (Waldmann, 1982). Se enfatizaba así su carácter autoritario y militarista,
atribuyéndole a esas organizaciones un perfil aventurero e irresponsable en la exposición de sus
militantes ante las fuerzas de seguridad. Al mismo tiempo se caracterizaba a las organizaciones
político-militares como imbuidas de una “cultura de la muerte”, en la que predominaba un
desprecio por la vida y la apología del martirologio (Ollier, 2005 y Waldmann, 1983 y 1982.
Más nuevo pero con una perspectiva similar, Vezzetti, 2004). Escapaban a estos planteos los
trabajos que subrayaban el origen de estos grupos a partir de la falta de libertades del período
y de décadas de violencia institucional (Gillespie 1997 y James, 1976). Más recientemente,
otros trabajos han tendido a buscar los antecedentes históricos del fenómeno en la experiencia
de fuerte radicalización y conflicto social de la década del 60 y a alejarse de una mirada
condenatoria para incorporar a la experiencia de la guerrilla al análisis más amplio y general
del desarrollo histórico de la izquierda (Tortti, 2009; Pozzi, 2001 y Pozzi y Schneider, 2000).
Mientras los primeros estudios se concentraron exclusivamente en las dos organizaciones más
importantes, ERP y Montoneros, en la actualidad se aborda el estudio de un número amplio de
organizaciones político-militares, sus rupturas y confluencias, construyendo una imagen del
fenómeno más amplia y más compleja. Otros estudios por su parte enmarcan a la violencia
política a partir de una clave regional en donde el comportamiento de los actores políticos y
sociales locales es interpretado a la luz del ciclo de revoluciones y contrarrevoluciones abierto
en enero de 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana (Grandin, 2004 y Gilman, 2003).
Como ya se ha destacado la praxis de la clase obrera ha sido una preocupación permanente
sobre esta etapa desde los años setenta hasta el presente. El movimiento obrero cordobés fue
retomado en distintas investigaciones a partir de la importancia que adquirió la corriente sindical
de carácter clasista en esa provincia. Directamente vinculado con lo anterior se produjeron en
la última década una serie de estudios sobre la relación entre la clase obrera y la izquierda, una
dimensión que hasta ese momento no había sido contemplada en la mayoría de los abordajes.
Contra versiones insistentemente repetidas que consideran que izquierda y clase obrera no
tuvieron en esa época ningún tipo de relación debido a la identificación de los trabajadores con
el peronismo, estas pesquisas han puesto en valor que la izquierda revolucionaria se vinculó a
partir de diferentes estrategias políticas y sindicales con la clase obrera y sus fracciones más
combativas, demostrando que para distintos sectores de este sector social no era contradictorio
definirse genéricamente como peronista mientras se vinculaban a la izquierda política y
sindicalmente (Schneider, 2006, Lobbe, 2006 y Ghigliani, 1998).
Otras dos perspectivas de análisis han dado lugar a un cúmulo de investigaciones relevantes
que destacan en el terreno de la historia reciente y que constituyen a la vez campos de estudios
específicos. Nos referimos por un lado a los estudios sobre la memoria y por otro a los estudios
de género y sexualidad. El boom de la memoria en la segunda mitad del siglo XX producido

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Diálogos y debates en la historia reciente argentina

por los efectos traumáticos del Holocausto funcionó como un prisma analítico para interpretar
las experiencias dictatoriales de América Latina. En los años ochenta los primeros esfuerzos
estuvieron dedicados a vincular el tópico de la memoria con la problemática de la represión y
de la violencia política. Estos estudios fueron condicionados fuertemente por la necesidad de
una justicia reparadora y estuvieron espoleados por la consecución de formas del olvido que
contribuyesen a superar las consecuencias sociales del terror estatal. Si las primeras reflexiones
se centraron en oponer la memoria al olvido, posteriormente la memoria fue concebida como
un espacio de disputa entre voces en competencia. En las últimas décadas fueron identificados
nuevos actores sociales y políticos que cobraron un especial protagonismo en la posdictadura
y que se han transformado en emprendedores de memoria. El examen de la agencia de estos
distintos colectivos abrió la posibilidad de valorar los procesos de significación y resignificación
de estos protagonistas sobre su propio pasado, en contextos de confrontación y de negociación
con otras comunidades de memoria. Hoy en día ya nadie habla de una sola memoria sino de un
cúmulo de memorias en conflicto a partir de diversas disputas de los actores en ese ámbito (Da
Silva Catela, 2010; Jensen, 2010; Jelin, 2002).
La memoria se fue convirtiendo poco a poco en un objeto de estudio preciado para los
historiadores e historiadoras y, al mismo tiempo, como ya fue señalado, en un canal privilegiado
y legítimo de acceso al pasado reciente para los estudios académicos. La memoria fue
contrapuesta a la historia propiciando debates que mostraban sus complejas interconexiones y
las diferencias epistemológicas entre ambos registros (Acha, 2010). La cuestión del testigo, del
testimonio y su relación con la historia oral dieron lugar también a numerosas investigaciones
de carácter empírico pero también teórico. Las conmemoraciones, los lugares de memoria y sus
disputas, y el aumento del interés por los proyectos de recuperación de la memoria de grupos
específicos tales como el de las feministas, los exiliados, los presos políticos, los militares
de alto rango, los familiares de desaparecidos o los soldados de Malvinas, entre otros, son
distintas dimensiones que muestran un objeto de estudio que fue adquiriendo cada vez mayor
complejidad (Cattaruzza, 2012; Oberti, 2010; Sarlo, 2005, Franco, 2008; Jensen, 2010; Lorenz,
2010).
Por su parte los estudios sobre el género y la sexualidad han dado lugar a indagaciones
sobre la incidencia de las transformaciones en la vida cotidiana de esos años y su impacto en las
relaciones de clase, género y etaria y se han convertido en un enfoque que refresca los vínculos
entre la historia social y la historia cultural. Este análisis impacta a la vez en las miradas sobre
la familia, los jóvenes y las mujeres y se detiene en las transformaciones de la vida cotidiana
frente a la masiva incorporación de nuevas tecnologías en los hogares y de novedosas pautas de
consumo, muchas de ellas contraculturales, como es el caso de la música y la moda beat entre
la juventud. A partir de este enfoque se reelaboraron los alcances de la noción de modernización
sexual de los años sesenta confrontando sus límites frente a la pertinaz persistencia del statu
quo de género y sexual. En términos generales los estudios de género y sobre la sexualidad
han sido muy prolíficos y nos han brindado una mejor comprensión de la imbricación de los

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Diálogos y debates en la historia reciente argentina

procesos materiales y simbólicos, desestabilizando las nociones tajantes de separación del


ámbito público y el privado en la experiencia vivida por varones y mujeres (Grammatico, 2011;
Felitti, 2011; Manzano, 2010; Cosse et. al., 2010; Andújar et. al, 2009 y AA.VV., 2005).
Los temas y problemas señalados no agotan la riqueza de la etapa pero nos facilitan indagar
en las zonas de confluencia de diversos sectores y clases en el conflicto social y en la lucha
contra los regímenes políticos autoritarios. Ejemplo de ellos es la unificación de la protesta
de diferentes sectores en las puebladas del interior del país. El destacado protagonismo de las
organizaciones políticas de izquierda, que excede por mucho a las que asumieron una estrategia
de lucha armada, se enmarca a la vez en un notorio crecimiento de la influencia de las ideas de
estos sectores en el conjunto de la sociedad, especialmente en el ámbito de la cultura, los medios
de comunicación y en el movimiento estudiantil secundario y universitario. Este proceso de
mutua convergencia entre las fuerzas de izquierda y otros actores sociales propició por ejemplo,
que numerosos intelectuales y escritores asumiesen un compromiso con la transformación
social. Distintos movimientos giraron por ejemplo a una comprensión del arte no como medio
de representación sino como una forma para que el campo artístico produjese sus propios hechos
revolucionarios transformando a la obra de carácter estético en un hecho político (Longoni y
Mestman, 2008). También el teatro, el cine, la música y la literatura se vieron afectados por la
convulsión y movilización de la sociedad. Estas expresiones artísticas influyeron en los valores,

Algunas mujeres se interrogaron en torno a sus relaciones


sexo-genéricas, lo que las impulsó a tener una posición crí-
tica respecto de las formas de dominación sexual y política
ejercidas a partir del patriarcado y el poder masculino y
a revisar las bases del modelo de domesticidad tradicional
sostenido en una pauta heterosexual.
representaciones y autorepresentaciones que distintos sectores sociales tenían de sí mismos.
Algunas mujeres se interrogaron en torno a sus relaciones sexo-genéricas, lo que
las impulsó a tener una posición crítica respecto de las formas de dominación sexual y
política ejercidas a partir del patriarcado y el poder masculino y a revisar las bases del
modelo de domesticidad tradicional sostenido en una pauta heterosexual. Es así como es
posible identificar diálogos y convergencias entre las mujeres de la izquierda militante con
ciertos grupos feministas. Los distintos grupos feministas a la vez entraron en contacto
con organizaciones defensoras de la libertad y la diversidad sexual como la del Frente
de Liberación Homosexual (FLH), conformando el Grupo de Política Sexual que perduró
hasta el año 1976. Entre todos estos núcleos se logró un compromiso de funcionamiento
en el que se definieron estrategias comunes para enfrentar la represión y para dar lugar a la
asunción de la verdadera identidad sexual.
A fines de los años sesenta la radicalización política y social alcanzó entonces a vastos
sectores de la sociedad argentina. Los obreros, los jóvenes, los artistas, las mujeres feministas,

39 índice
Diálogos y debates en la historia reciente argentina

los rockeros y los homosexuales formaron parte a su manera de distintas experiencias colectivas
que tuvieron por finalidad impugnar el orden social existente desde distintas perspectivas y
estrategias políticas y culturales.
La cuestión metodológica también es particular en la historia reciente. Un aspecto destacado
de las investigaciones es la amplia utilización de las fuentes orales. El lugar dado a los protagonistas
ha estado en consonancia no solamente con la posibilidad de contar vívidamente lo sucedido,
ofreciendo un horizonte de veracidad, sino fundamentalmente porque se ha tornado un modo
de obtener justicia para sus reclamos. Es en este marco que la figura del testigo se ha puesto en
valor con el propósito de reconstruir las experiencias de los autoritarismos y de las dictaduras
latinoamericanas de los años sesenta y setenta. A la vez la palabra de los sobrevivientes se ha
visto potenciada por la imposibilidad inicial de ser contrastada con otras fuentes documentales,
muchas veces sustraídas o directamente eliminadas por las Fuerzas Armadas y de Seguridad con
el propósito de ocultar los crímenes de Estado. Los testimonios también dieron lugar a nuevos
problemas de carácter epistemológico que enfrentaron a los investigadores con la posibilidad
de acceder ya no solo a los hechos del pasado reciente, sino también a las subjetividades de los
protagonistas y a la forma en que éstos elaboraron los recuerdos sobre lo sucedido.
También resulta relevante destacar la importancia que tiene para los estudios sobre el
pasado reciente la dificultad para disponer de las fuentes documentales de las fuerzas represivas
y de las posibilidades de acceso a las mismas. Estas fuentes, como otras, tienen riquezas y
limitaciones para su trata­miento y no pueden ser imaginadas como simples depositarios de
verdad sin considerar que son documentos construidos y producidos por los mismos agentes de
la represión. Como señala Ludmila Da Silva Catela, es necesario discutir su veracidad, la razón
de existencia del archivo que la produce, las formas de comunicación y la lógica clasificatoria
de los mismos. Tanto las fuentes orales como las escritas requieren entonces de un trabajo de
confrontación minuciosa y de una interpretación de su contexto de producción. El contacto con
los documentos no asegura por tanto el entendimiento de su significado. Por el contrario, los
documentos no son restos del pasado en sí, sino productos de la sociedad que los fabricó (Da
Silva Catela, 2007).

Algunas conclusiones
En síntesis la historia reciente argentina involucra desde un punto de vista cronológico que
también es político, dos momentos: una etapa de radicalización y un marcado ascenso de la lucha
de clases y de intervención de las masas populares, y otra, cuyo signo es totalmente contrario y
que tiene por finalidad clausurar el proceso anterior. La incorporación de la Argentina a un marco
latinoamericano de características revolucionarias y la posibilidad de una revolución continental
abierta por el proceso cubano permiten encuadrar el creciente anticomunismo de importantes
sectores de los partidos burgueses tradicionales, de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia Católica.

40 índice
Diálogos y debates en la historia reciente argentina

En esta etapa de características revolucionarias se puso en cuestión el orden capitalista


de la sociedad argentina desde diferentes vertientes ideológicas. Para obturar este peligro fue
necesario provocar una derrota de magnitud a la clase trabajadora, a la izquierda y a todos
los sectores movilizados. Por ello, numerosos y diferentes aparatos institucionales del Estado
nacional y sectores tradicionales de la sociedad también conocieron una radicalización en sus
posiciones y formas de intervenir al punto de constituir organizaciones paraestatales de tipo
terrorista. Por el mismo motivo, la última dictadura tuvo características diferentes respecto
de los gobiernos militares previos, instalando un punto de inflexión en la historia argentina,
jalonada no obstante por fuertes elementos de continuidad en las prácticas represivas estatales.
En nuestro parecer la historia reciente sintetiza ciertos núcleos básicos de debates en torno
al Estado, la violencia política, las transformaciones en las relaciones de género y sexuales, el
rol de los trabajadores y los jóvenes en el ciclo de la protesta, la represión legal e ilegal. La
historia reciente se define también por contar con objetos de estudios complejos, por el carácter
contemporáneo de los debates en curso y por el singular perfil de las nuevas fuentes surgidas
de los archivos de la represión.
Pensar entonces en una posible definición de la historia reciente que vaya más allá de una
mera clasificación y enumeración supone entonces comprender a esta etapa como una unidad
compleja, articulada y flexible en torno a sus límites temporales y a sus fases de flujo y reflujo,
manejar el encuadre particular de sus objetos, tópicos y debates, y sobre todo, jerarquizar en
la interpretación, el carácter político de la acción, de las tensiones y proyectos en pugna de los
distintos sujetos y clases sociales.

Notas
1 Durante la década del ochenta, la Historia como vista como una forma desprestigiada del ejercicio
disciplina, por lo menos en la Universidad de del oficio. Esas características particulares que
Buenos Aires, tuvo como una de sus premisas asumió lo que podríamos llamar el período de
fundamentales la escisión de la práctica profesional normalización de la Historia, estuvieron en
de un compromiso político. Con este fenómeno consonancia con un contexto social, político y
colaboraron una cantidad de procesos tales como cultural caracterizado por una revalorización
el impacto del terror, la propia lógica de las primero e idealización después de la democracia
instituciones de saber y la tan mentada crisis de liberal como arena de negociación, pluralismo y
los grandes relatos, entre otros. Con contadas consenso. De este modo, la nueva función social de
excepciones esto llevó a un rechazo inicial del la Historia fue la de contribuir con la revalorización
estudio de la radical experiencia que se vivió de la democracia, lo que implicó la reivindicación
en el país en las décadas del 60 y 70. La historia de sus elementos formales y procedimentales antes
académica y profesional se asoció directamente de cualquier concepción sustantiva de la misma
al rechazo de la denominada “historia militante”, (Acha y Halperin, 1999).

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Diálogos y debates en la historia reciente argentina

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta
Federico
Lorenz

Algunos aportes a la historia


de los trabajadores en la
década del setenta
Presentación

E l 24 de mayo de 1973, José María Alesia, un trabajador naval, tuvo un accidente de


trabajo mientras soldaba en el fondo de un barco en construcción en los astilleros
Astarsa, ubicados en la zona Norte del Conurbano bonaerense, en el límite entre Tigre y San
Fernando. Hubo una explosión, y a los pocos días murió como consecuencia de las quemaduras
sufridas. En respuesta, en la víspera de la asunción del Héctor J. Cámpora, algunos de sus
compañeros tomaron el astillero. Eran militantes sindicales de orientación clasista, que un año
antes había organizado una agrupación que disputaba la conducción del sindicato naval zonal,
el SOIN (Sindicato de Obreros de la Industria Naval). Unos días después, el 2 de junio, el
Ministerio de Trabajo obligó a la empresa a reconocer todas las demandas de los huelguistas, y
la agrupación que había impulsado la toma, inserta dentro de la Juventud Trabajadora Peronista
( JTP), frente de masas de la organización guerrillera Montoneros, celebró su primera victoria.
A partir de ese hecho, comenzó una historia emocionante, vertiginosa, dolorosa y letal, pero
también, esperanzadora.
Entre mayo de 1973 y el golpe del 24 de marzo de 1976, algo menos de tres años, los
integrantes de la flamante Agrupación Naval Peronista José María Alesia (bautizada así en
homenaje al obrero muerto)1 vivieron probablemente la experiencia más intensa de sus vidas, y
su proyecto fue salvajemente derrotado. Veintiocho trabajadores y militantes sindicales, algunos
de sus familiares, sus esposas y sus conocidos, fueron secuestrados, asesinados y desaparecidos.
Mi trabajo de investigación, devenido tesis doctoral, y posteriormente libro,2 se propuso
estudiar la experiencia de la clase trabajadora argentina durante el último cuarto del siglo XX a
partir de un caso que, particularidades aparte, comparte muchos aspectos con otras experiencias
que se desarrollaron en el marco del amplio fenómeno de movilización social de la época. Quiso
tener en cuenta, además de las racionalidades políticas, los sentimientos, los vínculos emotivos
construidos por los hombres y mujeres con su vida histórica, con su acción como sujetos en un
momento histórico determinado, con las formas de acción política de “su” tiempo, como una
forma de reforzar la idea de que la conciencia de clase no es algo que comienza a existir a partir

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

de un descubrimiento, sino algo que se construye en el hacer cotidiano, y que se transmite en esta
misma operación. De allí, también, que la estrategia analítica ha sido narrativa, a partir de la idea
de Edward P. Thompson de que la clase es una relación histórica que se verifica en un proceso,
es decir, mientras ocurre. Esta investigación quiso ver de qué manera sucedía esto en un espacio
y tiempo acotados, y por eso tomó como referencia modelos de la microhistoria. El obrero es
obrero dentro y fuera de la fábrica; y en el caso de la Agrupación Naval y los Montoneros esto se
reforzó por las características de la política territorial, tanto de esa organización como de otras
que actuaban en la zona.
La escritura estuvo marcada por los condicionamientos que impuso una estructura narrativa
cronológica pero ritmada por los necesarios desvíos y detenciones para analizar las decisiones
cotidianas de los actores estudiados. Si bien no se trataba de construir un thriller, sino de
reponer en la medida de las posibilidades del historiador una de las características centrales de
la época estudiada: la vertiginosidad, el rápido cambio de escenarios y alternativas que obligó a
los protagonistas de esta historia a tomar decisiones con pocos elementos de información pero
con fuertes certezas acerca de sus convicciones y valores. En muchos casos el peso de las dudas
y contradicciones parece haber sido proporcional a estas certidumbres. Por eso en mi trabajo
traté de restituir, en la medida en que pude hacerlo, ese mundo cotidiano de cambio incesante
en el que el riesgo de vida fue cada vez más grande, ya que fue a partir de éste que los hombres
y mujeres tomaron decisiones que en ocasiones les costaron la vida.
Uno de mis entrevistados, Luis Benencio, se preguntó durante una charla:
“Por qué, durante ese tiempo, fuimos distintos. O sea, distintos en nuestras vidas, distintos en
cómo veníamos armados desde atrás, de antes. Y siempre me pareció que la respuesta adecuada era
esa humanidad que habíamos logrado desplegar entre nosotros. Que fue una búsqueda permanente
de algo parecido a la felicidad, y que para nosotros, no tenía sentido si no era compartida.”3

Por qué, durante ese tiempo, fuimos distintos. O sea, distintos en


nuestras vidas, distintos en cómo veníamos armados desde atrás,
de antes. Y siempre me pareció que la respuesta adecuada era
esa humanidad que habíamos logrado desplegar entre nosotros.
En mi investigación, transformé su pregunta en la mía. Porque lo que los transformó en
“distintos” fueron sus acciones políticas, que a la vez constituyeron su experiencia de clase. Los
objetivos que se plantearon en el astillero, y el proyecto político mayor en el que los inscribieron,
permiten delimitar tanto sus expectativas de cambio –que orientaron sus luchas– como la situación
política y social que otros sintieron amenazada y lucharon por restablecer.

La historia de los trabajadores en la historia de


“los setenta”
Las entrevistas fueron claves para mi investigación. La importancia de recopilar, construir,
difundir y analizar testimonios de la experiencia obrera es una necesidad no solamente
historiográfica, sino política. Se trataba de confrontar con un pasado que aun hoy fuertemente

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

visitado en tonos morales. Pero a la vez, cubrir un hueco: existen una serie de visiones dominantes
sobre el período en los cuales las historias de los trabajadores desempeñan un papel secundario
o directamente están ausentes, fruto del mismo desarrollo histórico de los procesos de memoria
de la dictadura, que enfatizó ciertos emblemas por sobre otros: los campos de exterminio sobre
las movilizaciones que estos aniquilaron, la condición de víctimas de la maquinaria represiva de
millares de ciudadanos antes que su compromiso político, la lucha armada y las organizaciones
guerrilleras sobre otras propuestas revolucionarias; la militancia de los sectores medios por
sobre otras formas de participación, como la sindical. Se trata de evitar el “distanciamiento
condescendiente”4 que puede traducirse en una visión peyorativa de la experiencia obrera (por su
subordinación a otras formas de acción política) o una mirada innecesariamente incompleta sobre
algunos fenómenos de la época (sencillamente por ignorar ciertas variables fundamentales para la
comprensión de una época extraordinariamente compleja, diversa y móvil).
Un ejemplo de estas tensiones es un intercambio entre dos de los sobrevivientes de la
Agrupación y un grupo de docentes de escuela media de la ciudad de Buenos Aires durante
el año 2006. Al momento del cierre, al abrir un espacio para preguntas, uno de los profesores
participantes inició una larga intervención muy crítica a los Montoneros y hacia su política,
asumiendo que esta organización había sido la responsable de la destrucción de numerosas
iniciativas subordinadas a esa experiencia político militar. Para él había un antes y un después de
la “llegada” de Montoneros a la política sindical. Al finalizar su intervención, preguntó: “¿Cómo evalúan
ustedes qué pasó cuando llegó Montoneros, estos ‘protectores’? Quien le respondió fue Luis Benencio,
uno de los organizadores y dirigentes de la Agrupación Naval (cito):
“En general hay una subestimación de nosotros los laburantes que se da seguido. Digo, a mí
me pasa seguido. Cuando me invitan a hablar, me dicen ‘Bueno pero ustedes fueron, digamos
captados por los Montoneros y después a partir de ahí hicieron todo lo que quisieron’... Yo no me
sentí jamás así... En el caso nuestro no pasó nada de eso. ¿Por qué? Primero porque como yo les
confesaba recién, yo aprendí a pensar, también, no mucho, pero un poquito, y eso me posibilitó
poder discernir qué era lo bueno y qué era lo malo para mí. Lo que pasó concretamente con
Montoneros, teníamos una ambivalencia ahí [...] Los que sabíamos lo que había que hacer
dentro de fábrica éramos nosotros. Digo, no nos subestimen tanto, nosotros también sabemos
discernir entre lo bueno y lo malo”.5

Protagonistas de la historia
La noción de ser actores de la historia aparece con fuerza en numerosos testimonios. Héctor
González, un simpatizante de la Agrupación, recuerda esa época como “hermosa” por “haber
estado comprometido en algo”, en una lucha que fue “prestigiosa”. En sintonía con Benencio,
reivindica la agencia sobre los propios actos:
“Como época fue hermosa, fue prestigiosa… una lucha, viste? siempre fue desigual,
entendés? Por el hecho de… fue muy buena época, fue muy linda, yo más podría criticar
por ahí de mí. Decís bueno, no me compenetré demasiado, o no activé demasiado, me
critico no haber hecho más, por ahí… por ahí me hubiese llevado a no estar en este
momento contándotelo, te das cuenta?, pero ya te digo, criticar es muy poco, de los demás

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

muy poco. No tengo porque creo que todos actuamos conscientes bien de lo que hacíamos, nadie
nos arrastró a la nada. Lo que se hizo se hizo porque uno quiso, el que no quería no lo
hacía, no era que iban a decir… yo la parte esa que dicen ‘pero no, a mi me engañaron, me
dijeron’, no, no creo”.6
El testimonio de González cuestiona un discurso fuertemente impuesto durante los años
de la dictadura militar y primeros de la democracia, que hablaba de jóvenes puros de ideales
malversados por la conducción montonera, que había partido al exterior, “inocentes” de toda
participación en la política que, como una consecuencia de la represión, se asimilaba a la
guerrilla. Pero también reacciona contra un elemento subyacente a esta idea de “inmadurez”
o “ingenuidad de los cuadros”: la marca de clase que atribuye a los militantes “más formados
políticamente” influencia sobre los cuadros obreros, más elementales (lo que también puede
entenderse como una involuntaria ramificación de la idea de “infiltración”7).

Hitos y marcas
La historia de los trabajadores navales arranca en un hecho fundacional: la toma de los
astilleros Astarsa por un grupo de ellos, la mayoría jóvenes, contemporáneamente a la asunción
del gobierno peronista de Héctor J. Cámpora tras dieciocho años de proscripción de esa
fuerza, entre finales de mayo y los primeros días de junio de 1973. La acción fue un momento
de gran visibilidad pública y política; se trató de un hecho muy breve por su duración pero
profundamente significativo ya que rompió las reglas de juego vigentes en el astillero hasta ese
momento. Pero ni fue espontáneo ni improvisado: respondió a una estrategia política desarrollada
por militantes de organizaciones revolucionarias dentro y fuera del astillero, apoyados en una
estructura de agrupaciones y frentes territoriales que en el caso de los Montoneros estaban
en pleno crecimiento. Y fue esa inserción en las estructuras territoriales de una organización
político – militar lo que resultó decisivo para asegurar el éxito de la toma: esta pertenencia
les aseguró redes de apoyo logístico, legal y político, e inscribió la exitosa concreción de esa
etapa de su lucha en un proceso político mayor, en el que numerosos y heterogéneos grupos
avanzaban desde diversas vertientes en un profundo cuestionamiento del sistema. La toma de
los astilleros y otros conflictos que se sucedieron fueron una etapa en la lucha de agrupaciones
que se organizaban en los barrios, fábricas y talleres de la zona Norte y que en algunos casos
funcionaban desde los años iniciales de la Resistencia Peronista.
Esta constatación permite dar mayor precisión a algunas lecturas ya clásicas sobre el período.
Juan Carlos Torre caracteriza ese momento de las luchas obreras de este modo:
“La generalización de los conflictos laborales no respondió a la influencia y la acción coordinada
de agentes políticos externos. Agreguemos ahora que la ola de huelgas tuvo una magnitud muy
superior a la gravitación que estaban en condiciones de ejercer las corrientes políticas radicalizadas,
tanto del peronismo como las constituidas por grupos de inspiración socialista. En realidad, la
convergencia entre la movilización obrera y los núcleos políticos de izquierda, cuando se dio, no
fue inmediata. El proceso de acercamiento siguió dos etapas bien diferenciadas. En la primera,
la propia dinámica de los conflictos generaba activistas y líderes de base que se destacaban de la
masa obrera y encabezaban la confrontación con la gerencia y, en general, también con la comisión

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

interna y el sindicato. En la segunda fase, los nuevos líderes, una vez establecidos, procuraban
alguna forma de inserción política”.8
Sin embargo, en el caso de los trabajadores navales encontramos un trabajo de armado
político en el astillero que llevaba por lo menos dos años, con liderazgos definidos que ya
confrontaban abiertamente con la conducción sindical antes de la toma. La Agrupación Naval,
por sus vínculos con agrupaciones más antiguas con presencia territorial (como la metalúrgica
“Felipe Vallese”) “heredaba” también el prestigio y la inserción de un activismo de dos décadas
en la zona.
La actividad y el peso político de la Agrupación Naval dieron un salto cualitativo como
consecuencia de la toma. Esta medida, planeada y organizada por los principales referentes
de la Agrupación, era parte de los recursos de las agrupaciones clasistas, que insertos en el
contexto que describimos, ganaron en fuerza. En consecuencia, es importante matizar la idea
de que los grupos clasistas y radicalizados eran “recién llegados” a las fábricas y la política. Lo
más fructífero es preguntarse qué hizo que muchos trabajadores jóvenes se radicalizaran, en qué
prácticas anteriores se apoyaron, y por qué ese proceso no alcanzó a un mayor número de sus
compañeros.
La toma de finales de mayo y junio de 1973 estuvo conducida y protagonizada por un grupo
de obreros jóvenes que aunque de origen diverso compartían diversas características: un corte
generacional con los trabajadores más viejos que los enfrentaba a ellos, fuertes vínculos barriales
y afectivos y una politización anclada en el contexto revolucionario de comienzos de los años
setenta. Pese a estas características especiales, compartían muchos valores con los obreros más
antiguos, sobre todo en relación con el mundo del trabajo y la masculinidad, asociados a la
idea de compañero, de fuerte anclaje en la cultura obrera argentina. La legitimidad de su líder,

La actividad y el peso político de la Agrupación Naval dieron


un salto cualitativo como consecuencia de la toma. Esta me-
dida, planeada y organizada por los principales referentes
de la Agrupación, era parte de los recursos de las agrupa-
ciones clasistas, que insertos en el contexto que describimos,
ganaron en fuerza.

el Tano Martín Mastinu (máximo referente de la Agrupación, desaparecido en 1976), entre


todos los trabajadores del astillero, formaran parte de la Agrupación o no, deriva no tanto de
haber expresado la radicalidad política de la Agrupación en términos ideológicos, sino de la
circunstancia de que ese discurso era emitido y actuado en los primeros años, a ojos de los
trabajadores, por uno de ellos. Sin embargo, estos jóvenes, vistos con recelo por sus compañeros
más viejos y por el discurso político de la época como “bichos colorados” o “infiltrados”, eran
de extracción obrera, pero vivían un momento especial de sus vidas y de la política argentina
que los colocó como “externos” a uno y otro espacio: de este modo, desde su conformación
como grupo de amigos, y luego fuerza política, la imagen de “recién llegados” o “infiltrados” fue
decisiva discursiva y prácticamente en la confrontación con otros sectores del peronismo.
Los militantes de la Agrupación Naval vivieron un clima de época en el que “ser joven no era
solamente una experiencia vital sino que daba una categoría, implicaba acción; los jóvenes tenían un

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

rol que cumplir en la sociedad, debían ser los promotores y los instauradores de un mundo nuevo”.9 Se
nutrieron de ese clima de la mano de algunos militantes de mayor experiencia que fueron claves
en su politización. La figura de Juan Sosa, el Chango, un militante político que se proletarizó
para “armar una agrupación” en el astillero, fue central en ese proceso: este cuadro encarnó la
articulación entre las organizaciones revolucionarias y sus bases.
Esto llama la atención a la circulación entre la micro y la macro política, a la “dimensión política
nacional”,10 que encarnaba a escala territorial en las prácticas militantes de hombres y mujeres.
Como advierte Gareth Stedman Jones: “dada la existencia de una buena base material para el
descontento, no era la conciencia (o ideología) lo que generaba la política, sino la política lo que
generaba la conciencia”.11 Esto no es taxativo, pero alerta en dos sentidos: en primer lugar, sobre
la riqueza analítica de estudiar la “traducción” a la escala local y micro de las grandes consignas
y líneas de acción política; luego, de esforzarnos por estudiar ambos espacios interrelacionados,
como círculos concéntricos de un movimiento común.
La historia de la Agrupación Naval muestra lo fructífero de pensar las escalas, y las relaciones
entre lo micro y lo macro en el plano político. En los meses previos a la toma de Astarsa había
muerto accidentado otro obrero, y los jóvenes trabajadores, agrupados inicialmente como “Lista
Marrón” (el nombre común a las “listas de oposición” a la “burocracia sindical”), condujeron un
paro que alcanzó a todos los astilleros de la zona. En vísperas de la asunción de Cámpora, en
abril de 1973, habían perdido las elecciones para integrar la Comisión Directiva del SOIN, su
sindicato. El posterior accidente fatal de Alesia, en mayo de 1973, fue el detonante para salir, a
partir de una medida de fuerza exitosa, a la política “grande” y avanzar en los dos reclamos más
antiguos y estructurantes de sus demandas: aquel que cuestionaba las condiciones de trabajo y la
salubridad, y la exigencia de sindicatos representativos.
El contexto político del año 1973 permitió su inscripción en una lucha mayor: las
reivindicaciones a nivel de la fábrica se insertaron en proyectos de liberación nacional e
instauración del socialismo. Se trata de un proceso de retroalimentación entre un contexto
nacional convulsionado y radicalizado y lo que sucedía en la fábrica: ondas de un movimiento
general, que adquirían especificidad de acuerdo al territorio y la experiencia que atravesaban. La
imagen de la “onda” permite ver, también, los procesos de avance y retroceso de ese movimiento,
o sea, su historicidad.

El contexto político del año 1973 permitió su inscripción en


una lucha mayor: las reivindicaciones a nivel de la fábrica se
insertaron en proyectos de liberación nacional e instauración
del socialismo. Se trata de un proceso de retroalimentación
entre un contexto nacional convulsionado y radicalizado y lo
que sucedía en la fábrica: ondas de un movimiento general,
que adquirían especificidad de acuerdo al territorio y la ex-
periencia que atravesaban.

La pertenencia de la Agrupación Naval a la JTP fue la traducción política de este movimiento


de encuentro entre las demandas sindicales y procesos y proyectos políticos más amplios, y
los militantes sindicales los actores de esa articulación. El “éxito” de la Agrupación a partir

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

de la toma se debió a esa articulación fina con procesos sociales más amplios, que fortalecían
la posición de la comisión interna al interior del astillero. En su crecimiento y politización,
la Agrupación se valió de su pertenencia a una organización político-militar para forzar a la
patronal a aceptar una serie de condiciones que excedían las reivindicaciones salariales, ya que
la creación de la Comisión de Control Obrero de Higiene y Seguridad les permitía incidir
sobre la planificación de las actividades del establecimiento y en sus ganancias. Con la toma, los
trabajadores de Astarsa rompieron no sólo los “criterios tácitos de jerarquía espacial”,12 sino que
invirtieron el orden social mismo que los sostenía: durante alrededor de dos años, el pulso de
la fábrica lo marcaron ellos y no los patrones, ni la dirigencia sindical burocrática. En ese lapso
no hubo ningún accidente de trabajo letal (una de sus denuncias históricas): los muertos fueron
víctimas de la violencia política.
La “onda” victoriosa del año 1973 se extendió puertas afuera de la fábrica, al espacio
territorial donde compartían la militancia y las actividades político organizativas con otras
ramas y frentes de Montoneros. Lograron conformar un fuerte grupo en astilleros Mestrina, y
con mayor dificultad en otros lugares de trabajo más chicos. La lucha política se apoyó y reforzó
por los vínculos afectivos y familiares entre los integrantes de la Agrupación. En este proceso de
construcción política y social, fábrica, barrio y familias parecen transformarse en un solo espacio.
Y esa ruptura de las barreras espaciales parece haber construido también un continuo temporal,
donde el hacer constante transformó el objetivo revolucionario en una sensación palpable. ¿Era
un “estado de felicidad”, como evocó Benencio desde este presente? Los testimonios inducen
fuertemente a pensar que sí. Si entendemos por “estado de felicidad” la posibilidad de agencia,
la integración de un colectivo (en distintos ámbitos y formas) y, por qué no, una situación de
dominancia en una confrontación política, lo fue. De allí, por lo tanto la fuerza de su impronta,
reforzada por el impacto y las características de la derrota posterior.
En este contexto, la situación de las mujeres fue contradictoria. Las esposas de los trabajadores,
sus familias (el “hogar”) fueron dejadas “afuera” del proceso: por precaución, por machismo,
o por una combinación de ambos elementos. Mientras los hombres participaban de la lucha
política, las mujeres continuaron siendo “amas de casa” y esposas, reproducción de un esquema
presente en la cultura de los sectores populares. Sin embargo, la propia política territorial de
Montoneros (verbigracia, las de la Agrupación Naval) las incluían: las familias navales de
Rincón de Milberg, participaron activamente de la militancia territorial, por ejemplo durante la
campaña de afiliación al Partido Peronista Auténtico (1975). Cuando la represión cayó sobre los
barrios, el “aislamiento político” en el que habían vivido las esposas de los trabajadores potenció
sus efectos destructivos.
En sintesis, entre 1972 y 1975 encontramos un fenómeno de crecimiento del espacio de
influencia de los militantes navales de JTP, de la fábrica al barrio, y del barrio a la incidencia
como Agrupación Naval en la política nacional a partir de la participación en una organización
revolucionaria que estaba aún a la ofensiva. Ese protagonismo y dominancia fue vivido por
los trabajadores de la Agrupación como parte de un momento fundacional de sus vidas en
planos que iban más allá de lo político: el desarrollo de su militancia coincidió con su pasaje
a la independencia económica (comenzaron a construirse sus propias casas, a ganar su propio
dinero) y la adultez (se casaron y nacieron sus primeros hijos).

50 índice
Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

Ofensiva de clase, violencia y guerra


Ese desarrollo se produjo en permanente enfrentamiento con lo que los trabajadores llamaban
la “Santísima Trinidad”: la “burocracia sindical”, la patronal y las fuerzas represivas, y coincide
con el conflicto interno del peronismo y la presencia creciente de la violencia y la lucha armada en
la política. Los militantes de la Agrupación Naval enfrentaron a una patronal poderosa aunque
momentáneamente a la defensiva, que comenzó a tejer alianzas con la facción sindical opositora
a la JTP, muy fuerte y culturalmente importante entre los obreros.
Aunque en auge durante el camporismo, los militantes de la JTP debieron defender posiciones
en un contexto político crecientemente hostil por parte del Estado peronista (que optó por la
ortodoxia sindical y la alianza con los sectores empresarios, como en el caso del Pacto Social
y finalmente, por el desarrollo de una política represiva ilegal). Su pertenencia a Montoneros,
sus prácticas políticas y el bagaje ideológico de sus demandas los alejaron gradualmente de
su condición de representantes de los trabajadores para confinarlos en la caracterización de
“subversivos” o “guerrilleros”, como una deriva de su condición inicial de “bichos colorados”.
¿Bastarían los lazos construidos durante los años formativos y previos a la toma, más el poder
ganado durante esta, para enfrentar esa situación, revertirla y hacer crecer su fuerza política?
La Agrupación Naval quedó marginada y finalmente en la ilegalidad por la intervención de
su sindicato en abril de 1975, pero no así en la ilegitimidad: siguieron, por lo menos hasta las
movilizaciones del Rodrigazo (junio - julio de 1975) controlando la política obrera dentro del
astillero. Para hacerlo, debieron romper algunos discursos cristalizados de las organizaciones
revolucionarias a las que pertenecían, y negociar tanto con la patronal como con el sindicato:
la revolución era un proceso más trabajoso y ambiguo que en las consignas, e incluía incorporar
algunas prácticas del adversario, probadas como eficaces durante décadas para la satisfacción de
las demandas laborales más concretas. Pero su fuerza y habilidad como grupo político – sindical
queda evidenciada si pensamos que en 1975, con el sindicato intervenido, los dos delegados
paritarios del gremio de la zona fueron los dos líderes de la Agrupación, Sosa y Mastinu.
Esto, que muestra la convivencia entre los adversarios políticos, evidencia también una amplia
“zona gris” en una época de tajantes definiciones políticas: a pesar de negar sistemáticamente
elecciones para “normalizar” el sindicato intervenido, la misma intervención del SOIN avaló
las elecciones como paritarios de sus principales adversarios, los dirigentes de la JTP: eran los
que más legitimidad tenían y podían llevar una negociación salarial.
En esta lucha la violencia fue una opción, que los navales sufrieron e infligieron. Y una
opción significa agencia. En numerosos testimonios encontramos evidencia de que no aparece un
rechazo explícito al uso de la violencia: las muertes, propias y ajenas, son justificadas a partir de un
contexto histórico en el que ésta era uno de los lenguajes de la política. Los enfrentamientos con la
conducción del SOIN muestran que ambas facciones sindicales apelaron a recursos que iban
desde la asamblea hasta el asesinato penalizador del adversario. La pertenencia a Montoneros
fue un elemento de presión eficaz mientras esta organización mantuvo un importante trabajo de
masas y una visibilidad que no se reducía a las espectaculares acciones armadas y actos terroristas
a las que se volcó fundamentalmente luego de su pase a la clandestinidad, en septiembre de 1974.
Pero desde finales de ese año, dicha pertenencia comenzó a volverse en contra de los militantes
sindicales: simbólicamente, pero sobre todo por la pérdida de la iniciativa que introdujeron en los
militantes y en el conjunto de los obreros el miedo y la incertidumbre a partir de una seguidilla

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

de asesinatos y secuestros en la zona. La eficacia e inteligencia de la política represiva se ve en


la serie de asesinatos, que van desde blancos significativos como Dalmacio Mesa (opositor a
la UOM, uno de los participantes en la toma, asesinado en mayo de 1974) al primer secuestro
de Martín Mastinu en noviembre de 1975, que dio un golpe casi definitivo a una Agrupación
que lo tenía como referente, porque pese a ser liberado, quedo prácticamente anulado como
referente político debido a la clandestinidad en la que desde entonces tuvo que vivir, aunque
salía con altísimo riesgo para mantener su presencia hasta su secuestro definitivo en 1976.
El caso de Mastinu muestra que la creciente represión planteó para los trabajadores
la contradicción más fuerte a resolver: aquella entre las formas de la acción política que su
pertenencia a una organización político militar clandestina les exigía y aquellas propias del
activismo sindical, agravadas por su forma de vida: pública, conocida, con fuerte arraigo en
el lugar de trabajo y el territorio. Si a mediados de 1970 la consigna de los Montoneros era
replegarse sobre las bases, y que las casas obreras serían “fortines montoneros”, estas bases no
tenían forma de hacer un repliegue semejante: no tenían nada a sus espaldas más que sus propias
casas. Los márgenes para decisiones en este contexto eran seguramente muy pequeños, y llegaban
a dos extremos: los sobrevivientes plantean el dilema entre una forma de militancia sindical a la
antigua usanza (y que les había dado la victoria en otro contexto político), prácticamente suicida
en 1975, y la militarización, en un contexto en el que el ambiente que habían dominado les era
hostil y peligroso. Los militantes navales no fueron unánimes en la aceptación de las directivas de
la organización. Algunos de ellos se clandestinizaron y profundizaron su compromiso político,
otros se alejaron tanto de la Agrupación como del espacio de trabajo.
Estas situaciones obligan a eludir el camino directo de pensar las relaciones entre la militancia
sindical combativa y la guerrilla solo como un espacio de fricción entre ambas formas de lucha,
soslayando el análisis de los desafíos que planteaban uno y otro espacio a los militantes, y
sobre todo la interrelación entre ambos, muy dinámica en contextos muy cambiantes. En el
caso de los trabajadores navales, aunque condicionada, el uso de la violencia fue una opción: lo
fue cuando la presencia implícita o explícita de los Montoneros forzaba una discusión con la
patronal, y también cuando decidieron zanjar un conflicto con la “burocracia sindical” apelando
al asesinato político. En consecuencia, analíticamente es más fructífero, a la par de más riguroso
históricamente, ver las prácticas propias de la violencia política como un espacio de interacción
entre las militancias específicamente sindicales y las de las organizaciones político – militares,
antes que como un territorio de pura contradicción.

Estas situaciones obligan a eludir el camino directo de pen-


sar las relaciones entre la militancia sindical combativa y
la guerrilla solo como un espacio de fricción entre ambas
formas de lucha, soslayando el análisis de los desafíos
que planteaban uno y otro espacio a los militantes, y sobre
todo la interrelación entre ambos, muy dinámica en contex-
tos muy cambiantes.

El espectacular operativo militar en los astilleros del 24 de marzo de 1976 es la


contracara de la toma de 1973. Desde la perspectiva de los trabajadores, simboliza la

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

derrota, y no es casual que las marchas por el aniversario del golpe en la zona Norte
confluyan en los portones del astillero en ruinas: es el ataque mismo a la razón de ser de
su condición política; la invasión a su lugar de trabajo. Cumplió tanto fines represivos
tácticos (la detención de activistas) como estratégicos: mostrar la magnitud del castigo
posible y la imposibilidad del escape.
Es bueno pensar lo que significaron para los dueños del astillero tanto los años previos al
golpe, de lucha por la dominación con la Agrupación Naval, como la revancha que posibilitó la
represión. De este modo, se refuerza la idea de que ésta tuvo tanto de castigo como de “nunca
más”. Buscó eliminar a las cabezas de los grupos combativos y disciplinar al conjunto de los
trabajadores: no solo fueron diezmadas sus estructuras sindicales de base sino que también, por
medio del miedo y la represión cotidiana, se atacaron las redes de sociabilidad obrera básicas
y constitutivas de su experiencia histórica. La evocación de Héctor González de su lugar de
trabajo después del golpe es emblemática:
“No quedaba nadie de los que habían sido mis compañeros [...] De los chicos que jugábamos
al fútbol, o salíamos, que nos juntábamos para Navidad o Año nuevo, de todos esos no quedaba
nadie [...] Cuando ya no estaban los muchachos cruzaba de la barrera para adentro y me
empezaba a doler la cabeza pero todos los días, cambiaba la marca de cigarrillos, estaba afuera,
lo más bien, cuando cruzaba la barrera para adentro, todos los días. La verdad no sé a qué se
debía. Hasta que agarré y renuncié, de asqueado, porque no renuncié por decir me voy a un
mejor laburo, me fui a laburar de albañil, no cambié por nada mejor, me fuí de asqueado que
estaba por estar ahí, me daba asco la gente, todo. No soportaba nada. Ya no estaba en mi lugar.
No estaban mis amigos mis compañeros.13
El análisis del caso de los trabajadores navales refuerza la idea de que la represión al
movimiento obrero durante el régimen constitucional de 1973-1975 y la dictadura militar de
1976 no puede ser entendida solamente como el descabezamiento de la mayoría de su dirigencia
revolucionaria sino como un plan para reestructurar las relaciones sociales en la Argentina.14
Dentro de esa reestructuración, ocupó un lugar importante el disciplinamiento de una clase
que había vivido un período de importantes y decisivas movilizaciones, materializadas en el
Rodrigazo y que tuvieron en los astilleros de la zona Norte –y en sus trabajadores– uno de los
epicentros:

El análisis del caso de los trabajadores navales refuerza la


idea de que la represión al movimiento obrero durante el
régimen constitucional de 1973-1975 y la dictadura militar
de 1976 no puede ser entendida solamente como el desca-
bezamiento de la mayoría de su dirigencia revolucionaria
sino como un plan para reestructurar las relaciones sociales
en la Argentina.
“Las reuniones para el Rodrigazo se hacían en el comedor de Astarsa [...] Venían compañeros
de otros astilleros y de otros gremios para discutir propuestas y qué medidas tomar ante las
políticas del gobierno y la burocracia sindical. A partir que se paró Astarsa los cuerpos de
delegados y las agrupaciones de las fábricas de la Zona Norte se reunían con la Agrupación,
que coordinaba y convocaba, dado su prestigio después de la toma, en el comedor de Astarsa”.15

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

Este testimonio ejemplifica el cambio en la relación de fuerzas que se había alcanzado en


algunos establecimientos durante su pico máximo: las reuniones de la conducción obrera se
realizaban dentro de una planta de una industria de vanguardia en la Argentina. A esa fuerza
le corresponde un sentimiento proporcional, que es mucho más que el temor a la pérdida de
ganancias, ya que constituye la pérdida de un status social ante una sensación de amenaza. Juan
Carlos Amoroso, delegado de la fábrica Ford de General Pacheco en la misma zona, recuerda
en su testimonio judicial el alivio que el golpe significó para los empresarios:
“El 26 de marzo de 1976 la empresa reunió el cuerpo de delegados con la presencia de
los señores Marcos (gerente de planta estampado), Pérez (representante laboral) y Galárraga
(gerente de relaciones laborales) [...] El señor Galárraga leyó un papel que dijo él entregó un
coronel al que no quiso identificar, porque ‘su palabra bastaba’, exhortándolos a trabajar en sus
tareas y a que se olvidaran de todo tipo de reclamos, y en forma graciosa manifestó que todos
los problemas se habían acabado. Manifestó que existían tratativas para controlar las cuentas de
sus salarios, porque se habían comprobado faltas sistemáticas de dinero, y el dicente preguntó
a Galárraga por dicho control, produciendo la contrariedad de este que se acercó y dijo ‘tiene
razón, esta reunión se acabó’ y extendiéndole la mano agregó ‘Amoroso, déle saludos a Camps’,
cosa que produjo una carcajada del señor Marcos. Como le preguntó quién era ese señor, por no
conocerlo, le dijo ‘ya se van a enterar’ y ambos se alejaron riendo. El señor Herrero, del cuerpo
de representantes laborales de la compañía, manifestó a los gritos ‘devuelvan la paleta que la
pelota la tenemos nosotros’”.16
En el testimonio es perceptible la sensación de recuperación del control que el cambio
institucional producido por el golpe de estado produjo en el sector empresario, que había vivido
una etapa de angustia y amenaza en los años anteriores. Ante esas sensaciones apelaron a los
recursos que su posición les daba: la alianza con sectores de la oposición política a los gremios
combativos y las Fuerzas de Seguridad (en este fragmento, Galarraga “ya sabe” que la Policía de
la provincia dispondrá de los revoltosos); en el caso de Astarsa, la alianza con la ultraderecha
peronista proviene de 1974-1975.

Identidades y clase
Así como pensar al clasismo como una “etapa superior” del peronismo puede sonar a boutade,
no es menos cierto que en el caso estudiado la experiencia sindical y política peronista fue
resignificada desde las prácticas clasistas. Aunque montonera en su definición y su inserción
luego de la toma de 1973, la Agrupación Naval de la JTP era clasista. Según Daniel James:
“En los años siguientes al Cordobazo, las organizaciones juveniles del peronismo y en
menor medida los grupos guerrilleros empezaron a recibir en sus filas a muchos jóvenes, salidos
principalmente de la clase media, que abrazaban un antiimperialismo extremista inspirado en
una amplia gama de figuras nacionalistas del Tercer Mundo. Identificando al peronismo como
un movimiento de liberación nacional, declararon que su objetivo era el establecimiento de
una forma nacional de socialismo. La estrategia que había de llevar a ese objetivo consistía en
la lucha armada. Proclamaron que el principal obstáculo que se oponía a la búsqueda de ese
objetivo era la burocracia sindical”.17

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

En su análisis, las dificultades y límites de la expansión de las agrupaciones clasistas aparecieron


cuando sus demandas pasaron a cuestiones mayores o alejadas de la cotidianeidad de los obreros,
cuya experiencia constitutiva estaba marcada por el peronismo.
“La debilidad fundamental radicó en el proyecto político asociado al clasismo, es decir las
exigencias de carácter más amplio, formuladas por los militantes, acerca del propósito último
que perseguía el movimiento antiburocrático, propósito que sus bases no compartieron
necesariamente en toda su extensión. Para la mayor parte de las bases, el rasgo principal del nuevo
movimiento no residía en la teoría del “sindicalismo de liberación” ni en la meta de la sociedad
socialista, sino más bien en una combatividad del sindicato y en una dirección honesta que se
tradujera en cambios reales en su vida de trabajo”.18
Pero a partir del caso estudiado, se puede matizar esta idea. En primer lugar, James analiza
el fenómeno del clasismo desde una “matriz peronista”, desde la perspectiva de los trabajadores
que no acompañaron o miraron desde afuera la lucha “política” de las agrupaciones radicalizadas,
por lo que reproduce en su análisis las categorías epocales. Replica lo que para los militantes de
la Agrupación Naval fue un verdadero dilema. Si para los marxistas la crítica al conjunto de la
experiencia y a la “burocracia” permitía atribuir a la identidad peronista las “fallas” y limitaciones
del modelo; los trabajadores y agrupaciones que se reivindicaban peronistas tuvieron que
reivindicar una identidad resignificándola, mientras sus adversarios políticos los estigmatizaban
desde su aferramiento a esta.19
Si bien podemos pensar que un sector de los Montoneros (y probablemente a la mayoría de
su conducción) entra en la caracterización que hace James, es más complejo extenderla a las
agrupaciones y organizaciones de base. La caracterización que hace James de los Montoneros
en relación con el sindicalismo de la CGT lo coloca desde el comienzo “fuera” del peronismo,
y, por extensión, a sus militantes. Sin embargo, como muchos de los cuadros y simpatizantes
de la Agrupación Naval se reivindicaban peronistas, queda preguntarse por las características de
“su” peronismo. Al respecto, es bueno recordar que estamos estudiando un proceso de radicalización
derrotado y trunco. De no mediar ni más ni menos que el exterminio, ¿qué deriva hubieran tomado
las definiciones identitarias del sindicalismo revolucionario peronista?
La “identidad peronista” fue también un proceso de construcción desarrollado a partir de los
dos gobiernos peronistas y durante los años de la Resistencia. Entonces, ¿por qué descartar que
agrupaciones como la Naval estaban haciendo durante la década del setenta una interpretación y
traducción de la experiencia peronista desde una nueva coyuntura histórica, del mismo modo que
los resistentes de 1955 – 1972 lo hicieron con los dos primeros gobiernos peronistas? Lleva
mucho tiempo la formación de un dirigente sindical; y la Agrupación funcionó como tal a lo sumo
tres años y medio; años de un nivel de conflictividad y activismo altísimo y en muchos casos letal. No
sabemos, ni podremos saber, qué hubiera sucedido en cuanto a la extensión de la ideología clasista a
las bases, de haber mediado otras condiciones. Y no se trata de realizar un ejercicio de historia contra
fáctica, sino simplemente marcar que estamos analizando un proceso arrasado e inconcluso.
Otras críticas a la política militarista de Montoneros centradas en su práctica sindical, como las
de Richard Gillespie, enfatizan que la guerrilla peronista tenía escasa inserción en el movimiento
obrero. En todo caso, ni una ni otra explican cómo esas conducciones “marginales” al movimiento
obrero tuvieron la fuerza para producir y ponerse la frente del movimiento de las Coordinadoras
Fabriles de junio y julio de 1975.

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

Un problema general de estas miradas que analizamos es que leen comparativamente la experiencia
de estos trabajadores con la experiencia peronista previa, tomando un peronismo “clásico” como
“patrón”. Por eso es que los nuevos grupos obreros aparecen como “marginales” a la clase obrera
o “incapaces” de extender sus demandas. La lectura de James sugiere que en algún momento las
organizaciones clasistas y radicalizadas “dejaron de expresar” a sus bases. Esto es aceptable pero
desde un punto de vista político y coyuntural. Desde el punto de vista de la historia de la clase, la
situación es diferente: se trata de un sector de la clase trabajadora que no solo vio su experiencia
histórica abortada, sino sus vidas arrasadas.
Dicho esto, también deben estudiarse las contradicciones entre las políticas orientadas por
una concepción militar de la misma, y las dificultades específicas que planteaban a las prácticas
sindicales. En todo caso, la historia de la Agrupación Naval permite ver que éste fue un espacio
de profundas negociaciones y disputas entre militantes estrechamente unidos por multitud de
lazos. El resultado fue una forma de militancia que tuvo mucho de coerción por el contexto,
pero sobre todo de decisión, impulsada por diferentes elementos: ponderaciones políticas,
afectos y valores, sin que sea posible distinguir analíticamente la proporción de cada uno de
estos componentes en un resultado que constituye una conducta política histórica concreta.

Las pasiones
Según Eric Hobsbawm, “los tiempos en que la gente corriente desea que haya una revolución,
y no digamos hacerla, son poco frecuentes por definición”.20 Hablar de deseos implica prestar
atención a la subjetividad y a las pasiones. Para Remo Bodei, “nada impide pensar las pasiones
(emociones, sentimientos, deseos) como estados que no se añaden del exterior a un grado cero de
la conciencia indiferente, para enturbiarla y confundirla, sino que son constitutivos de la tonalidad
de cualquier modo de ser físico y hasta de toda orientación cognitiva”.21 Las pasiones condicionan
las formas de participar en el quehacer histórico, combinan las pasiones como constitutivas de las
acciones de los seres humanos en una densa mixtura con razonamientos, lógicas y convicciones.
En algunos momentos de mucha tensión los deseos incluso se sobreponen a la razón:

Como contrapartida, la represión creciente instaló el mie-


do y finalmente el derrotismo entre numerosos militantes.
El miedo a la tortura y a no tener el valor suficiente para
resistirla alejó a militantes comprometidos, dividió comuni-
dades de amigos.

Cuanto más el futuro es considerado disponible, tanto más aumenta la movilidad de los procesos
sociales, tanto menos los deseos se vuelven sometibles al dominio represivo o a las astucias de
aquella misma “razón” que buscaba obligar a la obediencia las pasiones más estáticas y que se juega
ahora a través de hábiles sistemas de “by-pass” que evitan los negligentes controles.22
Según Bodei, “el miedo y la esperanza son las pasiones más violentas”.23 Los testimonios
muestran que durante dos años y medio, tanto las victorias como las derrotas parecían
indicar que un proceso liberador estaba en pleno desarrollo, y del cual los “navales” eran

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

protagonistas. Como sabemos, a ese impulso victorioso siguió un retroceso signado por el
temor a la persecución de las bandas parapoliciales y, posteriormente, de las Fuerzas Armadas.
La esperanza y el miedo se alternaron, con picos extremos en un lapso de no más de tres años,
en la historia de la Agrupación. Esto puede explicar la intensidad de la marca en la memoria
de este presente, que refleja la fuerza como la que fue vivida la experiencia. Si el miedo y la
esperanza son las pasiones más violentas, el caso estudiado ofrece una gran cantidad de ejemplos
para evaluar su incidencia en las prácticas políticas. La sensación de victoria construida en el
primer semestre de 1973, sobre todo tras la toma, organizó e impulsó la militancia de numerosos
trabajadores jóvenes. Inversamente, el miedo y la frustración condicionaron la vida cotidiana de
los directivos de Astarsa. ¿Cuántas medidas políticas no pudieron evaluarse por completo en ese
clima? ¿Cuánto de la fuerza de esas pasiones llevó a considerar aceptable el uso de la violencia?
Como contrapartida, la represión creciente instaló el miedo y finalmente el derrotismo entre
numerosos militantes. El miedo a la tortura y a no tener el valor suficiente para resistirla alejó a
militantes comprometidos, dividió comunidades de amigos. El miedo orientó la vida de los hijos
de los sobrevivientes, como en el caso de la hija de uno de ellos, que fue a la universidad privada
porque en la pública se “hacía política”, y esta se había cobrado la vida de su padre.

Desafíos y perspectivas
Metodológicamente la investigación se orientó a partir de una concepción dinámica de “lo
local” entendida no solo como el anclaje en un espacio, sino por las relaciones establecidas por
los sujetos entre el “adentro” y el “afuera” de este y dentro del mismo, junto con una perspectiva

El juego entre micro y macro nos advierte acerca de


la complejidad del período en estudio, revelando ma-
tices fructíferos para pensar su historia, pero a la vez
acerca de los elementos que se ponen en juego al tra-
bajar con actores vivos, una de las características que
definen a la historia reciente.

microscópica orientada por la metodología de la microhistoria. La imagen de las “ondas” a las


que nos remitimos inicialmente se sostiene también en esta idea.
El juego entre micro y macro nos advierte acerca de la complejidad del período en estudio,
revelando matices fructíferos para pensar su historia, pero a la vez acerca de los elementos
que se ponen en juego al trabajar con actores vivos, una de las características que definen a
la historia reciente. Dos “silencios”, o por lo menos distorsiones notables de la memoria, que
enfrentamos durante el desarrollo de este trabajo ilustran esta situación. Uno de ellos tiene
que ver con la secuencia de dos asesinatos, los de Héctor Sarroude, Bonavena y Raúl Valverde,
ambos en abril de 1975. Eran, respectivamente, un miembro de la “burocracia sindical” y un
integrante de la Agrupación. Montoneros “ejecutó” a Bonavena, por pedido de la Agrupación
de trabajadores navales, y la represalia fue el asesinato de Raúl Valverde. No obstante, en las
primeras entrevistas, los relatos de los sobrevivientes la armaban exactamente al revés, de forma
tal que el asesinato del matón sindical aparecía como una “respuesta” a una primera agresión. La

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

reconstrucción histórica mostró, en cambio, que la Agrupación había decidido el asesinato del
adversario para dirimir un conflicto político en el astillero: había que mostrar fuerza.
La identificación de Bonavena surgió del cruce entre recortes de prensa, informes de
inteligencia y testimonios de los protagonistas. Además de las confusiones en las fechas propias
del paso del tiempo, el reparo en implicar a compañeros vivos y muertos en el asesinato se agrega
a la culpa que sienten algunos ya que esta muerte provocó el asesinato de Raúl Valverde. Es
muy difícil no leer, en la primera construcción que aparecía en los testimonios, las marcas de los
procesos de memoria que han condicionado la circulación de relatos sobre la violencia política
en la Argentina. El rechazo a la violencia, el peso de la figura de la víctima, la estigmatización,
por extensión, de las organizaciones armadas, no ofrecían un marco adecuado para un relato en
el cual la secuencia de las muertes se ajustara a la cronología de los hechos.

La muerte de Alesia
En segundo lugar, el mayor desafío llegó prácticamente al final de mi investigación. Una serie
de documentos que obtuve abrieron la posibilidad de que la muerte de Alesia, que originó la
toma, no fue accidental. Se trata de copias de la causa que se abrió tras la muerte del obrero,24 e
incluye distintos informes periciales y declaraciones de los testigos. Algunos de los documentos
indican que no hubo testigos que pudieran explicar fehacientemente qué le había sucedido a
Alesia dentro del estanco donde soldaba. El informe técnico de la Prefectura Naval Argentina
califica el accidente como “hipotético dudoso”, mientras un informe de un perito de parte de
Astarsa sugiere que “el operario era el portante del elemento químico inflamable”.25 Sin poder
contar con una tajante conclusión judicial (que por otra parte también debería someterse a la
crítica histórica), con las distorsiones que encontramos en las memorias de los protagonistas,
y atentos a la habitual funcionalidad de muchas de las pericias técnicas a los intereses de las
empresas26 se abre el espacio para la conjetura, y es allí donde se refuerza la necesidad del
manejo fino del contexto histórico, que es el que permite analizar diferentes explicaciones, sin
que estas sean leídas como “verdades verificadas” aunque claramente puedan ser vividas como
tales por los sobrevivientes. Al revisar, frente a estos nuevos elementos, la reconstrucción del
hecho fundacional de la toma, aparecieron distorsiones que iban desde la fecha del accidente
hasta los nombres de los testigos. Un documento anodino, publicado como solicitada el día
anterior al accidente, cobraba, ante estos nuevos elementos, un valor completamente diferente,
así como obligaba a releer testimonios de los sobrevivientes (ya que no hay que olvidar que la
mayoría de los protagonistas están muertos).27
Desde el momento en que pensamos en algún tipo de agencia en la muerte de Alesia,
se abre el espacio a una de las preguntas fundamentales para la comprensión de la época: la
instrumentalidad de la violencia. La posibilidad de un accidente provocado es coherente con un
análisis en el cual la violencia era intrínseca al espacio de trabajo, a las relaciones horizontales
y verticales políticas y laborales, y un componente de las prácticas políticas de la época. Ante la
nueva evidencia, se trataba de señalar una posibilidad a partir tanto de una serie de evidencias
que introducen la posibilidad de un enfoque diferente de los hechos como, sobre todo, de
la reconstrucción de época que tornará a este enfoque aceptable o no. Pero al desplegar las
preguntas de investigación, el esfuerzo por desprenderse de la tendencia a la valoración moral

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Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

(que metodológicamente es anacrónica) es muy grande, ya que se trata de reconstruir situaciones


históricas que tocan las preguntas en relación con los medios legítimos y los límites éticos para
la concreción de objetivos políticos, y a la vez en pensar de qué manera se inscriben estas en las
disputas políticas del presente.
Señalamos la dicotomía entre “aceptable o no”, y no entre “verdadero o falso”. Creo que el
compromiso con la investigación debe sostenerse hasta donde se pueda, aunque en el terreno,
esta idea es mucho más difícil de sostener. ¿Cómo avanzar? Si bien hay toda una serie de hechos
que no podemos reconstruir por completo, “el contexto, entendido como lugar de posibilidades
históricamente determinadas, sirve para colmar lo que los documentos no nos dicen sobre la
vida de un individuo. Pero estas ocupaciones de lagunas son posibilidades, no consecuencias
necesarias; son conjeturas, no hechos comprobados. Quien llegase a conclusiones distintas
negaría la dimensión aleatoria e imprevisible que constituye una parte importante (aunque no
exclusiva) de la vida de cada uno”.28
Obviamente el “descubrimiento” de la posibilidad de un accidente provocado no me fue ni es fácil.
Desde el sentido común que asocia a la historia con la justicia, las analogías entre el historiador
y el juez hicieron que muchos de mis entrevistados (que son mis amigos) fueran muy reacios a
revisar el accidente. Resulta fácil entender por qué no es algo que se discute entre los sobrevivientes
de la Agrupación: implicaría revisar su mito de orígenes. Desde el aferramiento a éste, desde la
memoria construida, cualquier apelación a los matices entre “juzgar y comprender” son palabras
vanas, sobre todo frente a la dureza y concreción de los hechos que la revisión evoca y a las
ausencias entre sus propias filas.
Pero someter a la crítica histórica el análisis de las causas del accidente no empaña la dinámica
de los hechos del año 1973, ni disminuye los efectos y las adhesiones que tuvo en ese entonces,
ni los compromisos que generó. El esfuerzo del historiador se dirige a reponer las condiciones para
volver inteligible un hecho que desde los paradigmas de la propia memoria y moral es incomprensible
o difícilmente injustificable. Para ello, debemos presentar todas las pruebas que hemos encontrado,
aún aquellas que van en contra de nuestras íntimas convicciones y hacer un esfuerzo, también, por
escapar a la presión de sentir que no estamos haciendo algo “políticamente correcto” cuando revisamos
críticamente una historia que tiene ribetes épicos agigantados a la luz de la brutal derrota posterior.
Para poder sostener mi compromiso con la tarea, partí de una premisa: que aún cuando el accidente
de Alesia fuera provocado, este reflejaba una relación de explotación que emergía de esa manera en
un contexto específico. Al relatar el hecho fundacional de la toma, Héctor González recuerda la
sensación de victoria sobre una clase que “siempre tuvo todo sin saber nada”:
“Yo creí que había ganado la guerra en ese momento [...] En serio. Fue una batalla muy importante.
La guerra no, la guerra la perdimos, pero una batalla… Era doblarles el codo, escucháme, a los Braun
Cantilo, a los Braun Menéndez a los Menéndez Behety, eran los dueños de todo, era como pegarle
un cachetazo a la oligarquía, ¿viste? ¿Cuándo iban a perder esos tipos? Nunca, no tuvieron que saber
nada, siempre tuvieron todo sin saber nada.”29
¿Qué significa “saber”? En el testimonio de Héctor, haber padecido un trabajo duro, haber
enfrentado dificultades cotidianas, pero, sobre todo, participar de la experiencia de los trabajadores
mientras otros no lo hacían y se beneficiaban de esa situación. Como contrapartida, la clase a la
que se enfrentaron disponía de otros recursos, tenía otros espacios simbólicos y materiales a los que
replegarse. Por eso consideraron que la lucha vital que se desarrollaba en el astillero no merecía
arriesgar su vida. Dice el Jefe de Planta de Astarsa al explicar su salida del astillero en 1975: “No
poder trabajar en lo que a mí me gustaba, me sentí muy incómodo. Además, no quería jugarme la

59 índice
Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

vida [...] Morir por una causa económica, por una causa de prestigio, de ser presidente de Astarsa, no
me parece que tenga sentido. Morir a lo mejor en la guerra de Malvinas, morir por tu patria, no sé”.30
Refiriéndose a la Revolución Industrial, escribió Thompson: “el hecho de que el historiador sienta,
todavía hoy, la necesidad de tomar partido, se debe a que, entre 1815 y 1850, se enfrentaban puntos
de vista alternativos e irreconciliables respecto del orden humano”.31 Ahora bien, si un problema
histórico puede ser planteado en estos términos en relación con el siglo XIX, ¿qué resonancias tiene
esto cuando estamos analizando un proceso de menos de cuatro décadas junto a sus participantes?
¿Cuando nos sentamos mano a mano con el patrón que se congratula de la “limpieza” de 1976?
¿Cuando compartimos horas con militantes sindicales, hasta que algunos de ellos nos transforman
en sus compañeros? ¿Cómo tomar partido, analizar la violencia de los derrotados sin “trabajar para el
enemigo” y a la vez escribir una “buena historia”?32
Lisa y llanamente, evitando volvernos nuevamente victimarios con nuestra crítica. Lo que no
significa ocultar o escapar a las preguntas históricas, sino un desafío consistente en dirigir el mismo
afán científico y agudeza conceptual para profundizar los estudios sobre el objeto más difícil: el
“otro”. Los que convocaron la represión, los que la actuaron, los que, en definitiva, vencieron en el
enfrentamiento social de aquellos años.

Conclusiones
El estudio de la represión al movimiento obrero cuestiona la idea (reforzada por las
conmemoraciones) de que el terrorismo de Estado “comenzó” con el golpe de Estado: las bandas de
la Triple A, en articulación con miembros de las Fuerzas Armadas, funcionaban desde dos años antes,
y en todo caso debe pensarse en etapas de un plan represivo, constituido:
a) por la instauración de estos escuadrones de la muerte (1973 – 1975),
b) los decretos constitucionales de “aniquilamiento” que le dieron mayor autonomía y control de la
represión a los militares (1975);
c) la toma del poder por las Fuerzas Armadas (1976). Esto obliga a analizar las responsabilidades
de diferentes sectores sociales, y sobre todo los partidos políticos legales y los empresarios. Los
trabajadores sufrían una represión y violencia crecientes desde finales de 1973. Y si bien esta no es

Si en 1973 podía pensarse al espacio en el que se movían


los trabajadores (el astillero,el barrio) como una totalidad, la
represión los fue cercando, y terminó por hacer que ni siquiera
en sus casas se sintieran seguros, y aún que los lazos de sangre
fueran insuficientes, fuera por miedo, egoísmo o incomprensión.

comparable en su magnitud al terrorismo de Estado desplegado desde 1976, no deben estudiarse


como cuestiones separadas sino como etapas de un mismo proceso represivo.
¿Cuáles serían las consecuencias de explorar este corrimiento simbólico? Aparecen inicialmente
algunos nudos temáticos: las redes civiles de la represión, la revisión de las actitudes de los partidos
políticos y otras instituciones políticas y sociales en el tejido de complicidades y responsabilidades
que impulsaron o al menos facilitaron la matanza posterior. Esto comienza a hacerse33 y requiere de
más estudios de caso y trabajos comparativos que permitan contrastar lo que emerge del caso Astarsa:

60 índice
Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

que los grupos políticos radicalizados de trabajadores (y por extensión, la clase) sufrieron el embate
represivo desde mediados de la década del setenta, en forma visible y amenazante en sus lugares de
trabajo y vivienda. Por último, tener presente que el conflicto, que llegó a ser casi una guerra entre las
organizaciones revolucionarias (incluidos sus frentes de masas) y la ortodoxia sindical34 merece ser
estudiada desde una perspectiva que tenga en cuenta el enfrentamiento intra clase que los sectores
dominantes aprovecharon y potenciaron, para luego avanzar sobre el conjunto de los trabajadores.
Con la implementación del terrorismo de Estado se profundizó la represión a los espacios más
elementales y esenciales de las redes de sociabilidad obrera: se pasó de las fábricas al barrio, del barrio
a las casas, para luego tener de rehenes a sus familias tanto con el miedo a las represalias como con
la esperanza del regreso. La represión rompió la lógica de que “los problemas de la fábrica eran de
la fábrica”. Lo hizo desapareciendo a los militantes, amedrentando a sus familias (en muchos casos
asesinándolas también) como una forma de cortar con el ejemplo, de darle carnadura, nombres y
apellidos a la revancha frente a los avances y a los miedos vividos por sectores dominantes antes
del golpe. El miedo fue sin duda un importante elemento disciplinador, y esparcido a escala local
se ramificó con profundidad en el espacio y en el tiempo ( según algunos testimonios continúa su
trabajo en la transmisión de la experiencia de los militantes a nivel familiar).
Si en 1973 podía pensarse al espacio en el que se movían los trabajadores (el astillero,el barrio) como
una totalidad, la represión los fue cercando, y terminó por hacer que ni siquiera en sus casas se sintieran
seguros, y aún que los lazos de sangre fueran insuficientes, fuera por miedo, egoísmo o incomprensión.
Por último, revisar la idea de la violencia instrumental no es una equiparación entre una masacre
desmesurada que comenzó en 1975 –organizada desde el Estado y con la activa participación
de los sectores sindicales ortodoxos y el empresariado- y se coronó durante el terrorismo de
estado y las acciones de las organizaciones insurgentes, sino un intento de devolver especificidad
política a esta discusión para que tal equiparación no sea posible. Logrado esto, no solo podremos
comprender mejor una época, sino reconstruir la dimensión histórica de una de sus principales
protagonistas: la clase obrera.

Notas
1 En adelante me referiré a ella como “Agrupación Naval”. 12 Daniel James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase
2 Federico Lorenz, “Algo parecido a la felicidad”. Una historia de la trabajadora argentina, 1945 – 1976, Buenos Aires, Siglo XXI,
lucha y represión de la clase trabajadora durante la década del setenta 2005, p. 49
(1973-1978), Buenos Aires, Edhasa, 2013. 13 Memoria Abierta, Testimonio de Héctor González, Buenos Aires,
3 En Rubén Díaz, Esos claroscuros del alma. Los obreros navales en la 2003.
década del ’70. La Plata, El Sueñero, 1999, p. 5 y 6 14 El caso de los trabajadores navales coincide con la caracterización
4 E. P. Thompson, Costumbres en común, Barcelona, Crítica, 1995, que Victoria Basualdo hace en un nivel de análisis macro de
p. 14. las consecuencias de la política represiva: “Analizando los
5 Entrevista abierta a Luis Benencio y Carlos Morelli, Cátedra efectos de la represión sobre los trabajadores, puede verse que
Abierta, CePA, 7/10/2006. ésta tuvo, por lo menos, dos grandes consecuencias. Un primer
6 Memoria Abierta, Testimonio de Héctor González, Buenos Aires, efecto tiene que ver con la transformación de las condiciones de
2003. Mi subrayado. trabajo, sociabilidad y organización en el ámbito de la fábrica
7 Imagen que fungía en los discursos de las fuerzas de seguridad, el (...) Un segundo efecto de la política represiva se relaciona
sindicalismo y diferentes fuerzas políticas con el impacto de estos cambios en cada uno de los contextos
8 Juan Carlos Torre, El gigante invertebrado. Los sindicatos en el fabriles en las relaciones políticas y sociales a nivel nacional.
gobierno, Argentina 1973-1976, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, La política represiva y la anulación de todo movimiento social
pp. 73-74. de oposición fue una precondición para la implementación de
9 James Brennan y Mónica Gordillo, Córdoba rebelde. El un modelo económico que modificó radicalmente la estructura
Cordobazo, el clasismo y la movilización social, La Plata, Editorial económica y social argentina, destruyendo las bases del modelo
de la Campana, 2008, p. 65. industrial vigente, para imponer, en cambio, un nuevo modo de
10 Gareth Stedman Jones, Lenguajes de clase. Estudios sobre la historia acumulación centrado en la valorización financiera” (Victoria
de la clase obrera inglesa (1832-1982), Madrid, Siglo XXI, 1989, p. Basualdo, Complicidad patronal – militar .Los casos de Acindar,
10. Astarsa, Dálmine Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz, Buenos
11 Gareth Stedman Jones, Lenguajes de clase, p. 18. Aires, FETIA, marzo de 1996, pp. 24-25).

61 índice
Algunos aportes a la historia de los trabajadores en la década del setenta

15 Juan Sosa, comunicación personal, julio de 2004. 27 Remito al lector interesado en detalle en el proceso de
16 Causa 24166, folios 179 y 180. reconstrucción del accidente, a Federico Lorenz, “Algo parecido a
17 Daniel James, Resistencia e integración, p. 318. la felicidad”, op. cit.
18 Daniel James, Resistencia e integración, p. 308. 28 Carlo Ginzburg, El juez y el historiador, pág. 110..
19 En un proceso análogo, a escala local, al que se producía en el 29 Memoria Abierta, Testimonio de Héctor González, Buenos Aires,
ámbito nacional. 2003.
20 Eric Hobsbawm, Los ecos de la Marsellesa, Barcelona Crítica, 30 SB, entrevista 2010, omito el nombre por pedido expreso.
2009, p. 10. 31 E. P. Thompson, La formación de la clase obrera, Tomo I, p. 216.
21 Remo Bodei, Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza, felicidad: 32 “La historia radical debe ser buena historia. Debe ser tan buena
filosofía y uso político, México, FCE, 1995, p. 10. como la historia pueda ser”. Edward P. Thompson, Agenda para
22 Remo Bodei, Geometría de las pasiones, p. 21. una historia radical, Barcelona, Crítica, 2000, p. 14.
23 Remo Bodei, Geometría de las pasiones, p. 73. 33 Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky (compiladores)
24 La copia me la facilitó una persona allegada al Jefe de Seguridad Cuentas pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, Buenos
e Higiene despedido como consecuencia de la toma Aires, Siglo XXI, 2013.
25 Causa 1677, “Alesia José María Víctima de accidente de trabajo”, 34 Entendemos que la noción de “guerra” es problemática. Sin
Juzgado en lo Penal Nº 6 de San Isidro (1973). embargo, desde el punto de vista de la experiencia de los
26 En este caso, la lectura de la causa, que se archivó, muestra que no actores, de los documentos orgánicos de sus estructuras y de la
se le adjudica responsabilidad a la empresa, es decir, que no debe organización de sus recursos en función de la lucha política, esta
pagar reparación a los deudos del muerto. La causa no incluye fue concebida así.
el informe de Prefectura, que al calificar el accidente como
“hipotético dudoso” abría la posibilidad de que Astarsa fuera
responsable.

Bibliografía
Entrevistas James, Daniel, Resistencia e integración. El peronismo y
Colección “Astarsa: Organización, lucha y represión en la clase trabajadora argentina, 1945 – 1976, Buenos
el ámbito sindical (1973-1978)”, Archivo Oral de la Aires, Siglo XXI, 2005.
Asociación Memoria Abierta, Argentina.1 Jelin, Elizabeth, Conflictos laborales en la Argentina,
Memoria Abierta, Testimonio de Héctor González, 1973-1976, Buenos Aires, CEDES, 1977.
Buenos Aires, 2003. (*) Kahan, Emmanuel, “Unos pocos peligros sensatos”. La
Memoria Abierta, Testimonio de Juan Sosa, Buenos Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos
Aires, 2003. (*) Aires ante las instituciones judías de la ciudad de La
Plata, La Plata, EDULP, 2008.
Otras entrevistas realizadas por el autor: Torre, Juan Carlos, El gigante invertebrado. Los sindicatos
SB, Buenos Aires, 2010. en el gobierno, Argentina 1973-1976, Buenos Aires,
Siglo XXI, 2004.

Textos analíticos y testimoniales c. Marco teórico


a. Sobre la experiencia de Astarsa Bodei, Remo, Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza,
Díaz, Rubén, Esos claroscuros del alma. Los obreros navales felicidad: filosofía y uso político, México, FCE, 1995.
en la década del ’70. La Plata, El Sueñero, 1999. Ginzburg, El juez y el historiador. Consideraciones al
Figari, Carlos, El Tano. Desaparecidos italiani in margen del proceso Sofri, Madrid, Anaya y Muchnik,
Argentina, Cagliari, AM&D Edizioni, 2000. 1993.
Lorenz, Federico, “Algo parecido a la felicidad”. Una Hobsbawm, Eric, Los ecos de la Marsellesa, Barcelona
historia de la lucha y represión de la clase trabajadora Crítica, 2009.
durante la década del setenta (1973-1978), Buenos Stedman Jones, Gareth, Lenguajes de clase. Estudios
Aires, Edhasa, 2013. sobre la historia de la clase obrera inglesa (1832-1982),
Madrid, Siglo XXI, 1989.
b. Sobre la época Thompson, Edward P., Agenda para una historia radical,
Basualdo, Victoria, Complicidad patronal – militar en la Barcelona, Crítica, 2000.
última dictadura militar. Los casos de Acindar, Astarsa, Thompson, Edward P., Costumbres en común, Barcelona,
Dálmine Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz, Crítica, 1995.
Buenos Aires, FETIA, marzo de 1996. Thompson, Edward P., La formación de la clase obrera en
Brennan, James, y Gordillo,Mónica, Córdoba rebelde. Inglaterra, Barcelona, Crítica, 1989, 2 tomos.
El Cordobazo, el clasismo y la movilización social, La Thompson, Edward P., “La sociedad inglesa del siglo
Plata, De la Campana, 2008. XVIII: ¿Lucha de clases sin clases?”, en Tradición,
revuelta y conciencia de clase, Barcelona, Crítica, 1984.

62 índice
Entre generaciones: militancia y transmisión

Alejandra
Oberti

Entre generaciones:
militancia y transmisión
E n las páginas que siguen reflexiono acerca de la relación con el pasado que se establece en
los testimonios sobre la militancia política argentina de los años setenta, tomando una
serie de formulaciones de Michel Foucault, Giorgio Agamben y Paul Ricœur como punto de
partida. Recurro también a un ejemplo de análisis de un relato testimonial que permite mostrar
cómo los testimonios habilitan un pensamiento crítico sobre el pasado en la medida en que se
los escuche con atención.
A fines de la década de 1970, el historiador Jacques Leonard formuló una serie de objeciones a
Vigilar y castigar de Michel Foucault, quien le contestó con un texto que lleva por título “El polvo
y la nube” (1982).1 De esa extensa respuesta quiero subrayar una cuestión que considero esencial
para el estudio del pasado reciente, la diferencia entre el análisis de un problema y el estudio de
un período:

Quien, en efecto, quiera estudiar un «período» o al menos una institución durante un período
determinado, se impone dos reglas por encima de las demás: tratamiento exhaustivo de todo el material
y equitativa distribución del examen. Quien al contrario, quiere tratar un «problema» surgido en un
momento determinado, debe seguir otras reglas: elección del material en función de los datos del problema;
focalización del análisis sobre los elementos susceptibles de resolverlo; establecimiento de las relaciones
que permiten esta solución. Y, por tanto, indiferencia a la obligación de decirlo todo, incluso de satisfacer
al jurado de especialistas congregados. […] Sólo se pueden denunciar las «ausencias» en un análisis si se
ha entendido el principio de las presencias que figuran en él (Foucault, 1982: 5).

Para Foucault la diferencia fundamental estriba en la posibilidad de producir interrogantes


concretos, no ya la búsqueda hermenéutica de un sentido subyacente sino la posibilidad de
formular problemas y preguntas que siempre son hechas en el presente. La pertinencia del corpus
seleccionado y construido no se basa en la confrontación de la exactitud y la inexactitud de “los
hechos” sino en la presentación de la pregunta.
Por otra parte, en la perspectiva de Foucault, tampoco sería importante la veracidad de los
documentos ni la imputación de coherencia entre su “intención” y resultados. Lo que importa
son los efectos de superficie, efectos que pueden hacerse visibles a partir de la formulación del
problema. La inclusión de un reglamento, un tratado, un boletín escolar, un registro, como parte de
una estrategia discursiva, parte siempre de una pregunta presente y no cierra su atravesamiento y
potencial funcionamiento en otras múltiples estrategias. Como señala Miguel Morey a propósito
del método foucaultiano, no se trata “de buscar la verdad del pasado sino el pasado de nuestras
verdades” (Morey, 1986: 21). Ante los efectos actuales de las tecnologías de poder, Foucault

63 índice
Entre generaciones: militancia y transmisión

procede aislando los componentes de la tecnología política de hoy e identificándolos hacia


atrás en el tiempo (Foucault, 1982: 147-148). Estos componentes no tienen necesariamente
la misma importancia en el pasado, justamente porque se han retratado desde una mirada
presente, imbricados en otras relaciones sociales, en otras condiciones de emergencia. En esta
especial forma de anacronismo no se trata entonces de proyectar sentidos actuales hacia atrás en
la historia, sino de renunciar al proyecto de escribir la “verdadera” historia del pasado, y pensar
desde el presente.
Tomando estas formulaciones como consideraciones preliminares, en las páginas que siguen
reflexiono acerca de la relación con el pasado que se establece en los testimonios sobre la
militancia política argentina de los años setenta.

La primera persona en cuestión


Como ya ha sido señalado, en el corpus de producciones, voces y discursos sobre el pasado
reciente argentino, abundan los materiales en los que predomina la marca de lo testimonial.
Sin embargo, esto no ocurre solamente en este campo. Por el contrario, la discusión acerca de
la validez de los relatos personales para la comprensión de los fenómenos de naturaleza social

El registro de la palabra del testigo implicó de cierta


manera una pretensión de literalidad en la cual esa palabra
estaría en sí misma dotada de la espontaneidad suficiente
como para representar “el caso” y además para dar lugar
a la generalización.

e histórica ha atravesado a las ciencias sociales, y se relaciona con la discusión acerca de su


propio estatuto como “ciencia”,2 pero se ha incrementado en la medida en que el recurso a las
metodologías cualitativas y, entre ellas, al uso del testimonio se ha extendido en todas las ramas de
las ciencias sociales. A la antropología –y en particular la etnometodología– que ha manifestado
un interés pionero por la incorporación de la voz de los protagonistas como fuente de material
observable, se le ha sumado una disposición similar en la sociología y en la historia a través de la
historia oral. En ese sentido, Leonor Arfuch (2002) desarrolló el concepto de espacio biográfico,
entendido como un territorio múltiple donde confluyen los géneros literarios tradicionales,
aquellos que marcaron el nacimiento del sujeto moderno (confesiones, auto/biografías, memorias,
diarios íntimos, correspondencias), y una multiplicidad de formas narrativas afines (la entrevista
mediática, el talk show, el film testimonial, los relatos de vida de las ciencias sociales, la historia de
las mujeres o la historia oral). La idea de espacio no remite a un sistema armónico, estructurado
en torno de una forma “ilustre” como la autobiografía (Lejeune; 1994)3, sino a una zona híbrida
donde imperan procedimientos narrativos que configuran el relato dotándolo de inteligibilidad
al incorporar de manera explícita la voz del otro.4
El registro de la palabra del testigo implicó de cierta manera una pretensión de literalidad
en la cual esa palabra estaría en sí misma dotada de la espontaneidad suficiente como para
representar “el caso” y además para dar lugar a la generalización.5

64 índice
Entre generaciones: militancia y transmisión

No obstante esta discusión extendida, ante la multiplicación de este tipo de narrativa para
el caso del pasado reciente argentino, algunos críticos han señalado una suerte de “exceso”, al
tiempo que han cuestionado su validez. Tal es el caso del planteo que desarrolla Beatriz Sarlo
en su libro Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo (2005). Preocupada por el giro
subjetivo que detecta en las ciencias sociales y en particular a la hora de referirse al pasado
reciente argentino, Sarlo contrapone a lo que llama explosión testimonialista, otras maneras de
presentar y trabajar sobre las experiencias personales.

Algunos textos comparten con la literatura y las ciencias sociales las precauciones frente a una empiria
que no haya sido construida como problema; y desconfían de la primera persona como producto directo
de un relato. Recurren a una modalidad argumentativa porque no creen del todo en que lo vivido se haga
simplemente visible, como si pudiera fluir de una narración que acumula detalles en el modo realista-
romántico. (Sarlo, 2005: 95).

Los textos a los que se refiere son Poder y desaparición de Pilar Calveiro (1998) y La bemba
de Emilio de ípola (2005). Ambos autores han sufrido la represión de manera directa y podrían
constituirse en narradores en primera persona de las experiencias vividas; sin embargo optan
por un modo de presentación que excede “la narración” a través de la búsqueda de principios
explicativos. Apelan entonces al bagaje de recursos teóricos que les ofrece la sociología, se
distancian de los hechos vividos, no privilegian la primera persona del relato y someten sus
experiencias a los controles epistemológicos que les proveen las reglas de los saberes disciplinarios.
Todos estos reparos metodológicos, insiste todavía Sarlo, “[p]resuponen lectores que buscan
explicaciones que no estén sólo sostenidas en la petición de verdad del testimonio, ni en el
impacto moral de las condiciones que colocaron a alguien en la situación de ser testigo o víctima,
ni en la identificación” (Sarlo, 2005: 95).
Sin embargo, a la constatación del valor de los textos de Pilar Calveiro y de Emilio de Ípola
y la afirmación de que el haber sido protagonista directo no funda necesariamente el derecho a
la verdad sobre un fenómeno social, Sarlo suma otros elementos. Dice que su libro “reacciona
no frente a los usos jurídicos y morales del testimonio, sino frente a sus otros usos públicos”
(Sarlo, 2005: 23). Le preocupa la transformación del testimonio en emblema de una verdad con
mayúscula y en recurso principal a la hora de hablar del pasado; se opone a la confianza ingenua
en la primera persona a la vez que otorga un estatuto diferenciado a ciertos procesos sociales.

[E]l discurso sobre los crímenes, porque denuncia el horror, tiene prerrogativas precisamente por el
vínculo entre horror y humanidad que comporta. Otras narraciones, incluso pronunciadas por las víctimas
o sus representantes, que se inscriben en un tiempo anterior (los tardíos años sesenta y los primeros
setenta del siglo XX para el caso argentino), que suelen aparecer entrelazadas, ya porque provengan del
mismo narrador, ya porque se sucedan unas a otras, no tienen las mismas prerrogativas y, en la tarea de
reconstruir la época clausurada por las dictaduras, pueden ser sometidas a crítica. (Sarlo, 2005: 63).

Por otro lado, las narraciones testimoniales de los militantes políticos y de los intelectuales que
activaron en las décadas anteriores, al contrario de lo que sucede con los testimonios acerca de la
dictadura, no son la única fuente de conocimiento: hay muchos otros tipos de documentos que

65 índice
Entre generaciones: militancia y transmisión

puedan dar cuenta de esos hechos. No hay justificación posible para no someter esas narraciones,
insiste Sarlo, al examen del saber histórico y a las reglas epistemológicas de las ciencias sociales.7
La reivindicación de la teoría y la intelección que realiza Beatriz Sarlo deja, sin embargo,
por fuera de la crítica y de la interrogación metodológica a esos otros modos de escribir sobre
el pasado que abarcan a todas aquellas producciones que respetan el conjunto de reglas relativas
a la investigación y circulan por los canales institucionales definidos por ese mismo campo, que
tienen a su vez condiciones de producción y de posibilidad. En ese sentido, es necesario señalar
que los discursos académicos han abordado tardíamente el pasado reciente, después que otros
tipos de producciones, periodísticas, artísticas y testimoniales que ya en los primeros años de la
transición elaboraron un volumen considerable de materiales.8
Desde esta perspectiva, y aun atendiendo a las reservas sobre lo testimonial que expone Sarlo,
se puede señalar que la multiplicación de este tipo de narraciones sobre los años setenta, antes
que obstaculizar la comprensión del pasado reciente, constituye un elemento indispensable en
la reconstrucción crítica de la experiencia de ese pasado. Son un basamento desde el cual partir,
en tanto esas voces, si se despliegan otras que las tengan como interlocutoras, harán más rico
todo el campo de memorias en conflicto. En cualquier caso, que un tipo de relato (por caso

En lo que se transmite al narrar lo vivido hay siempre una in-


terpretación, en donde el pasado que se recuerda aparece
de otros modos: lo que se llama transmisión de la experi-
encia y se adjudica solo a quienes estuvieron presentes, es
una elaboración retrospectiva de la misma presencialidad.

el testimonial) se convierta en el hegemónico no depende sólo de él, sino de la presencia o


ausencia de otros modos de acercarse al pasado. En primer lugar, porque el testimonio, como
dice Roberto Pittaluga, es más que el relato de la vivencia que realiza un sujeto que “ha sido
protagonista” y que por el simple hecho de haber “estado allí” transmite sus recuerdos íntimos
y personales, adheridos a la percepción sensible. En lo que se transmite al narrar lo vivido hay
siempre una interpretación, en donde el pasado que se recuerda aparece de otros modos: lo
que se llama transmisión de la experiencia y se adjudica sólo a quienes estuvieron presentes,
es una elaboración retrospectiva de la misma presencialidad (Pittaluga, 2004). Segundo, y
estrechamente vinculado con lo anterior, porque en el testimonio nunca hay un solo sujeto
(un sujeto en soledad). Se narra para alguien, se narra con alguien. En otros términos, toda
narración, por más personal que sea, contiene diferentes destinaciones, interlocuciones y
fuentes: el recuerdo no es “propio” sino construido entre muchos, como el discurso. Y, por
último, porque la distancia temporal entre los hechos relatados y el momento en el que se los
relata suma experiencias e interpretaciones propias de otras temporalidades.
Giorgio Agamben formula una definición de testigo en esa línea y que será la adoptada
aquí. Su material de trabajo es el testimonio referido al exterminio de los campos de
concentración del nazismo, sin embargo, el tratamiento del problema que realiza excede
ese marco y constituye un basamento con el cual abordar distintos tipos relatos personales.

66 índice
Entre generaciones: militancia y transmisión

¿De qué habla un testigo?


Giorgio Agamben dice que en latín9 hay dos palabras para decir testigo. Por un lado testis,
significa aquel que se pone como tercero en una disputa; por otro, supertes, que refiere a quien,
habiendo vivido una experiencia, puede contarla (Agamben, 2002). Más adelante, agrega todavía
un tercer sentido: el testimonio es siempre un acto de auctor, que presupone algo que lo preexiste
y que debe ser certificado, así el testigo tiene más autoridad que el hecho testimoniado.
Los militantes, en la medida en han sido protagonistas de la experiencia narrada, se constituyen
en testigos por derecho propio –atravesaron la experiencia hasta el final y sobrevivieron– a la vez,
muchas veces, testimonian en nombre de aquellos que no han sobrevivido –o de aquellos que no
hablan– y son, entonces, terceros; pero, en un caso u otro, su testimonio es un acto de autor, es
decir, con su relato certifican algo que les preexiste y cuya fuerza debe ser confirmada.
El planteo de Agamben se sostiene en la experiencia límite que es el campo de concentración
y que encarna la ambición suprema del biopoder moderno: producir en el cuerpo humano la
separación absoluta del viviente y el hablante, de Zoé y Bios; la reflexión ética que propone
Agamben habla, en contraposición, del valor de la palabra. La necesidad de dar testimonio,
encarnada en los relatos de muchos sobrevivientes, –de los cuales Primo Levi es considerado un
caso paradigmático– es la que le permite ir más allá de la dimensión jurídica de categorías como
responsabilidad, para situarse en aquella zona gris donde las condiciones de juicio se suspenden
debido a la indistinción entre lo humano y lo no-humano:

[…] una zona de irresponsabilidad y de ‘impotenticia judicandi’ que no está situada más allá, sino
más acá del bien y del mal […] Esta infame región de irresponsabilidad es nuestro primer círculo, del
que ninguna confesión de responsabilidad conseguirá arrancarnos […] El poder humano confina con lo
inhumano […] De aquí el malestar del superviviente... (Agamben, 2002: 20)

Existe, a partir de las afirmaciones de Levi, un testigo integral y un pseudo testigo, el musulmán10
y el superviviente. Es así que el testimonio se presenta como un proceso en el que participan al
menos dos sujetos: por un lado aquel que ha sobrevivido, cuyo testimonio es menos sustancial;
por otro, aquel que “ha tocado fondo” que es quien tiene mucho para decir, pero no puede hablar.
¿Quién es, entonces el que habla? Si el pseudo testigo habla, como dice Levi, es solo con el objeto
de prestar su voz a aquellos que ya no la tienen. Se diría, entonces, que, mediante un mecanismo
de delegación, el que habla es el musulmán:

[...] o sí se prefiere, que no hay un titular del testimonio, que hablar, testimoniar, significa entrar en
un movimiento vertiginoso, en el que algo se va a pique, se desubjetiva por completo y calla, y algo se
subjetiva y habla sin tener –en propio– nada que decir (‘cuento cosas... que no he experimentado en mi
propia persona’). Un movimiento, pues, en el que quien no dispone de palabras hace hablar al hablante y el
que habla lleva en su misma palabra la imposibilidad de hablar, de manera que el mudo y el hablante, el no
hombre y el hombre entran, en el testimonio, en una zona de indeterminación en la que es imposible asignar
la posición de sujeto, identificar la ‘sustancia soñada’ del yo y, con ella, al verdadero testigo. (Agamben, 2002:
126)

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Entre generaciones: militancia y transmisión

En este punto son de utilidad las tesis de Benveniste (1995). A partir de la afirmación de que
es en la instancia del discurso en la que yo se designa como sujeto, es decir, que el fundamento de
la subjetividad está en el ejercicio de la lengua, Benveniste analiza los efectos de la subjetividad en
el lenguaje y, siguiendo las huellas de la presencia de sí mismo como yo, es decir como locutor en la
instancia del discurso, encuentra que se produce en el ser humano un punto unitario de imputación
de las vivencias y los actos en el cual el sujeto puede referirse íntegramente como su titular. Es así,
dirá el lingüista, que la temporalidad humana se genera por medio de la presencia de sí mismo que
el acto de enunciación hace posible. Y no solo. La subjetividad reposa, ella también, distante de los
acontecimientos que le dieron origen, en la palabra.
¿Cómo compatibilizar esta afirmación con aquella otra que señala que el testigo integral es
el musulmán, o sea aquel que no puede hablar? Agamben recurre en este punto a la diferencia
establecida por la semántica de la enunciación (Benveniste, 1995), entre el sujeto empírico (autor
efectivo, productor del enunciado) y el sujeto de la enunciación (el yo tal como aparece en el
enunciado a través, por ejemplo, de la deixis), la que permitirá establecer que en todo enunciado
aparece marcada una posición del sujeto. En otros términos, describir una formulación, en tanto
enunciado, no consiste en analizar las relaciones entre el autor y lo que ha dicho –entre el testigo
y su testimonio– sino en determinar cuál es la posición en la cual un individuo es sujeto de la
enunciación.
Agamben llama “la paradoja de Levi” a la tensión entre la afirmación de que el sujeto es tal
sólo en la medida en que está dotado de lengua, con la que dice que el testigo integral es aquel
que no puede hablar. Esta paradoja expresa la íntima estructura dual del testimonio como acto
de autor, como diferencia de una imposibilidad y una posibilidad de decir, de un viviente y de
un hablante.
El testimonio es el efectivo tener lugar de algo que pudo no tener lugar (en el sentido de que
pudo no haber sido), es la existencia efectiva de algo que era sólo una potencia, en ese sentido
es contingente (por oposición a necesario), ya que es la posibilidad que se pone a prueba en un
sujeto.
La actualidad del pasado en el presente es una clave para pensar en el terreno ético en el cual
se quiere situar Agamben. En este sentido, el testimonio le aporta el gesto fundamental porque
deja ese resto, esa sobrevivencia en la posibilidad –que es la vez la imposibilidad– de hablar.
Porque, ¿de qué habla el testigo? “¿De algo –hecho o acontecimiento, memoria o esperanza,
júbilo o agonía– que podría ser registrado en el corpus de lo ya dicho? ¿O de la enunciación,
que atesta en el archivo la irreductibilidad del decir a lo dicho? Ni de una cosa, ni de la otra. No
enunciable, inarchivable es la lengua en que el autor consigue dar testimonio de su incapacidad
de hablar” (Agamben, 2002: 169). ¿Por qué? Porque sólo hay historia en la medida que hay experiencia
y sólo hay experiencia cuando hay testimonio; sólo hay testimonio si hay sujeto de la palabra, en tanto
se produce “resto”, en el narrar(se). El testimonio es la narración desfasada temporalmente de aquella
vivencia, es decir, se inscribe en un régimen distinto al de la percepción, se inscribe en el régimen
de la memoria, y en el de la palabra. Entonces, la autoridad del testimonio –como señala Giorgio
Agamben– no consiste en que garantiza la verdad factual del enunciado, sino la imposibilidad de
que éste sea archivado. Su permanente posibilidad de reformulación –su vitalidad– es lo que hace del
testimonio, y con él de los testigos, una fuente irrenunciable de relatos en el proceso de comprender
los sucesos del pasado (Agamben, 2002; Oberti y Pittaluga, 2012).

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Entre generaciones: militancia y transmisión

Los límites que presentan los relatos testimoniales no están en la aparición de un yo subjetivo,
de una primera persona que se pondría al desnudo mientras se desliza por los detalles existenciales
a la hora de contar la historia, sino en la lectura (la interpretación que se hace de ellos, el uso
del propio relator, el que hacen otros). Es un problema epistemológico y no ontológico. La tarea
fundamental consiste, por lo tanto, en la escucha.
Este punto ha quedado expuesto en la controversia que se generó en la década del ‘80
en torno a las figuras mediadoras de las voces de los “subalternos”, y el debate en torno al
régimen de verdad o de verosimilitud que presenta un testimonio, que tuvo lugar a partir de la
publicación de la historia de vida de Rigoberta Menchu y del papel que tuvo Elizabeth Burgos
Debray (1983) en su hechura. Una serie de preguntas animaron el debate: ¿es posible que sus
palabras fueran gravemente distorsionadas? ¿Quién es la autora? ¿Quién es testigo? ¿De qué
habla ese testimonio, de lo que le sucedió a Rigoberta Menchu y a su familia o de lo que
le podría suceder a cualquier integrante de esa comunidad? Estas preguntas, formuladas de
manera preliminar, orientaron la interpretación del relato hacia la figura de la doble autoría. El
aporte fundamental de la entrevistadora y la influencia de la escena armada para la situación de
entrevista ha llevado algunos analistas a “sospechar” de la validez de ese testimonio, que, por otro
lado, ha sido considerado fundante de un modo “progresista” y solidario de entender la relación
entre “intelectuales comprometidos” y sujetos sociales “marginales”. El punto de partida de la
publicación de este texto es la concepción de que el sujeto informante del discurso testimonial

El testimonio es el efectivo tener lugar de algo que pudo


no tener lugar (en el sentido de que pudo no haber sido),
es la existencia efectiva de algo que era solo una potencia,
en ese sentido es contingente (por oposición a necesario), ya
que es la posibilidad que se pone a prueba en un sujeto.

es una persona con una biografía original y representativa, cuya posición social es marginal y que
toma a su cargo la responsabilidad del sentido, del contenido y de su veracidad. En Me llamo
Rigoberta Menchú la joven mujer maya quiché narra las penurias de su aldea. Ella asume su
condición de testigo para narrar el dolor de su comunidad en nombre de una etnicidad que
ha sido privada de la palabra. Entre los numerosos debates que se generaron en torno a este
texto, está el de si la narración de Rigoberta Menchú es efectivamente una expresión de un
posicionamiento étnico o de un proceso de pensamiento mestizo. Este punto expuesto por
E. Burgos Debray es de gran importancia ya que se hace referencia a una característica de
hibridez esencial del testimonio que se expresaría en este caso en la adopción de elementos
culturales de otros, por parte del sujeto que enuncia y que se muestran de manera implícita o
explícita en su relato.11
Este testimonio ejemplar generó una discusión que atraviesa ya décadas y ha dejado preguntas
claves a ser consideradas que refieren a qué es lo que actualizan este tipo de narraciones ¿son
contenidos específicos? o ¿es el posicionamiento del testigo en tanto tal?12
En el caso argentino, la pregunta acerca del alcance de los relatos en primera persona
referidos a nuestro pasado cercano tiene una connotación muy actual y muy política. De qué
hablan esos relatos, en qué términos lo hacen y, sobre todo, quiénes se pronuncian –dónde
basan su legitimidad– son cuestiones que preocupan a la hora de considerar los testimonios

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Entre generaciones: militancia y transmisión

personales como materiales para el trabajo de elaboración del pasado, especialmente desde que
se habilitaron los canales sociales para exponer la crónica de la militancia. Es cierto que el
“haber estado allí” constituye un mecanismo legitimador presente en las narraciones en primera
persona. La presencia, la participación directa en hechos y acontecimientos es, para el sentido
común, una fuente segura de verosimilitud. Aunque, en verdad, se puede decir que no se trata
de una característica que poseen únicamente los relatos personales, ya que toda forma discursiva
retiene en su misma enunciación modos de construir autoridad y legitimidad para lo que enuncia
(Mozejko de Costa, 1988).13
Pero además, como los acontecimientos vividos sólo son “ordenables” en la narración, los
relatos con marcas autobiográficas en tanto construcciones discursivas, no implican la presencia
plena del sujeto que les da origen sino, a través de un proceso identificatorio, la construcción de
sí como otro. Construcción que, además, no se puede realizar sin el auxilio de otros, tanto aquellos
traídos al relato en el proceso de invocación, como aquellos con los que las narraciones propias
se confrontan o confirman. Los otros que forman parte de la historia de cada quien de modo
indisociable, indican que la biografía de una persona es, de algún modo, un proceso compartido.
Tal como plantea Mijaíl Bajtin (1999), todo enunciado es producido para y por otro, y por lo

Pero la identidad, como la memoria, no es frágil únicamente


por estar sometida a los avatares del tiempo. Ricœur insiste
en que ambas necesitan de una narración que siempre se con-
stituye en relación con otros.
tanto ese otro estará presente en el enunciado, que se conforma como “respuesta”.14 En la
producción de un relato, ocurre que el locutor, en tanto sujeto empírico que lo produce, se
distancia de su enunciado, el cual expresa, entonces, un sentido que va más allá de la “pura
vivencia”. Ese plus de sentido es uno de los elementos que permite pensar el testimonio
relativo a los años sesenta y setenta en una dirección opuesta a la que señala Beatriz Sarlo
cuando insiste en que del lado de la memoria no encuentra discusión y confrontación crítica.
Precisamente, porque al narrar lo vivido, en el mismo acto de hacerlo, ya hay elaboración,
actualización. Nada indica que los modos de escritura propios de las ciencias sociales y las
reglas de los saberes disciplinarios sean, en sí mismos, garantía de mayor criticidad, mientras
el testimonio quedaría esencialmente atado a la repetición mecánica de un relato ingenuo que
no hace más que acumular detalles.
Por otro lado, un debate fundamental acerca de la experiencia armada de los años sesenta y
setenta en la Argentina, como ha sido el que se generó a partir de la publicación del reportaje a
Héctor Jouvé en la revista cordobesa La intemperie (2004), tiene su génesis en las revelaciones de
este militante, continúa con la carta también personal de Oscar del Barco y con otras en las cuales
las reflexiones propuestas parten de vivencias propias.15

Relato personal e identidad


En su texto, La memoria, la historia, el olvido, Paul Ricœur (2004) explicita el nudo
fundamental desde el cual elaboró su noción de memoria: la relación aporética entre presencia

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Entre generaciones: militancia y transmisión

y ausencia. La memoria es, para Ricœur, la presencia de lo ausente. Sin embargo, el “hacer
memoria” puede asumir dos modalidades antagónicas. Por un lado, aquella que se identifica
con la repetición, la pretensión de eliminar cualquier distancia entre el pasado y el presente
y que implica un desconocimiento justamente de aquella aporía sobre la cual se funda la
relación pasado-presente inmanente al hacer memoria. Por otro, la rememoración, que incluye
aquellos modos de hacer memoria que se apoyan en las ideas de trabajo y de búsqueda del
recuerdo, que tienen implícitas a su vez la idea de recorrido.16
En este punto, quisiera destacar que para Ricœur tanto las situaciones de exceso como
de escasez de memoria representan una elisión del trabajo y la búsqueda que caracterizan la
modalidad de la rememoración. Ya sea que nos encontremos ante unas prácticas ritualizadas, tan
características de los dispositivos de conmemoración, como ante mecanismos de olvido, propios de la
resistencia a mirar el pasado, se trata de la misma memoria repetición. Lo que tienen en común
para Ricœur estas dos situaciones es que eluden el momento de la búsqueda y del trabajo,
presentando un “déficit de crítica”. Es en ese sentido que Ricœur propone la idea de “memoria
justa”. Justa porque guarda la necesaria distancia para escapar a la mera repetición por medio de
la crítica, eludiendo el exceso tanto como la escasez; sin crítica no hay distancia, sin distancia
hay repetición.17
Que la memoria actúe de este modo tiene efecto, entre otras cuestiones, sobre el problema
de la identidad, tanto personal como colectiva. Ricœur señala que la identidad tiene una doble
dimensión, idem e ipse. Mientras que la identidad idem refiere de manera directa a aquellos
rasgos capaces de permanecer invariantes a lo largo del tiempo, es estable y permite identificar
a un individuo como tal transcurrido un tiempo, el polo del ipse contiene aquellos aspectos del
sí que no permanecen idénticos en el tiempo pero que constituyen todavía una modalidad de
“permanencia” de nivel diferente. Porque, más allá de los cambios que pueda sufrir el carácter
o la personalidad de un individuo, lo que Ricœur denomina identidad ipse constituye un polo
de la identidad personal que desafía cualquier variación en creencias y pensamientos, y se hace
cargo, aun así, de la palabra empeñada. Si además se considera que la promesa es generalmente
frente a otros, la fidelidad de la palabra dada implica necesariamente a esos otros. De este modo,
la consistencia del self, lejos de estar dada por la invariancia, supera el desafío del cambio. El
mantenimiento de sí en el tiempo depende de una compleja interrelación de estos dos tipos de
identidad (Ricœur, 2004).
Pero la identidad, como la memoria, no es frágil únicamente por estar sometida a los avatares
del tiempo. Ricœur insiste en que ambas necesitan de una narración que siempre se constituye
en relación con otros. Otros que son condición necesaria para la narración (entonces para la
identidad y la memoria) y a la vez fuente de inestabilidad y de cambio.
Esa presencia de los otros, hace que en los relatos personales, para el caso los testimonios,
en el mismo acto de decir (para sí, con otros y para otros) también tengan una dimensión del
hacer. Los testimonios contienen actos de justificación, denegación, ajustes de cuentas, perdones,
condenas, traiciones y acusaciones. A través de los relatos testimoniales se puede interrogar el
pasado y revisitarlo desde afuera y a la vez desde adentro de la experiencia, porque quienes narran
sus vivencias de aquella época son y, a la vez, no son los mismos.

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Entre generaciones: militancia y transmisión

De madres a hijas: la construcción de un legado


A modo de ejemplo, me interesa mostrar el modo en que aparecen estas cuestiones en un
relato testimonial referido a la militancia revolucionaria de los años setenta. Prestaré atención
a una zona del testimonio que considero especialmente relevante aunque es necesario subrayar
–volviendo a lo que planteo al inicio de este texto siguiendo a Foucault– que se trata de aspectos
que no tuvieron necesariamente la misma importancia en el pasado. Me refiero a las dimensiones
de los proyectos revolucionarios relativas a la vida cotidiana, la afectividad en las relaciones
personales, las relaciones con los hijos y las políticas destinadas a dirigir y educar cuerpos y
afectos para la emergencia de “nuevos” sujetos revolucionarios que si bien ocupaban un lugar en
las discusiones de los años setenta lo hacían siempre de manera lateral o subordinada a cuestiones
consideradas principales. El escenario que compone el vínculo tensionante entre militancia y
vida cotidiana se completaba con la determinación de que los hijos serían los hombres nuevos
del mañana y los verdaderos destinatarios de todo este proceso. Las referencias en la prensa
y en los documentos de las organizaciones de izquierda de aquellos años son muchas y todas
convergen en valorar positivamente el trabajo de traer al mundo, criar y cuidar a las nuevas
generaciones, siempre que esto se produjera estrictamente en el marco de la familia militante
(Oberti 2006, Bacci y Oberti, 2013). Porque la revolución era sobre todo una promesa para el
mañana, tener hijos y pensar en cómo vivirán ellos en la sociedad imaginada era una condición
de la certeza de que la revolución triunfaría. Mientras tanto, los hijos e hijas reales acompañaron
la militancia de los modos más diversos.
Antes de citar el testimonio, necesito mencionar un texto que trabaja esta cuestión desde la
literatura. Se trata de El libro de Manuel (1972), la novela donde Julio Cortázar narra la historia de
un grupo de latinoamericanos que se encuentran en París y planifican un secuestro político a través de
un relato ficcional que se entrelaza con noticias periodísticas, denuncias referidas fundamentalmente
a la realidad política y social sudamericana, informes de tortura.18 Cortazar quiso mostrar en este
texto algo de la tensión entre militancia y vida cotidiana y para ello es central la figura omnipresente
del niño para el cual, a la vez, se hace la historia y se la narra. El niño Manuel –cuyos padres son
protagonistas de los sucesos narrados y lo hacen participar de las reuniones militantes pasando de
regazo en regazo– es el destinatario del libro - collage que su madre inventa y todos nutren,
construyéndole una herencia y lo es también del texto de Cortázar. El libro es de Manuel y
para Manuel, ese niño que todos aceptan y con el que conviven durante la planificación de “la
joda”, tal como es calificado el secuestro que llevan adelante. Manuel constituye un lugar de
articulación entre vida cotidiana y política no solo por su presencia en la novela, si no por el
modo en que los integrantes de grupo militante se hacen cargo de su cuidado y su “educación
revolucionaria”. La pedagogía destinada a que Manuel se forme como el hombre nuevo del
futuro imaginado es a la vez un puente tendido entre literatura y política de modo tal que los
lectores se transforman también en receptores de ese discurso.
Hacia el final de la novela cuando se produce el estrepitoso fracaso de la operación, dos
personajes discuten acerca de qué hacer con los recortes que quedaron desordenados, cómo
continuar:
-No se ve por qué de golpe tanto fervor compilatorio.
-Yo diría que por Manuel, hermano.
-¿Y qué carajo tiene que hacer Manuel a estas alturas?

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Entre generaciones: militancia y transmisión

-Todo, viejo. Parecería que estamos perdiendo el tiempo con tanto papelito, pero algo me dice que hay
que guardárselos a Manuel (id: 394).

La revolución en la cual están comprometidos estos militantes es un legado para esa generación
futura que está representada por el niño. Por eso mismo, todos son responsables, y de hecho continúan,
construyendo el libro–herencia. La educación de Manuel configura un modelo, que Cortázar
ofrece al lector, de entrecruzamiento de lo cotidiano y la revolución que involucra directamente
a la descendencia. El Libro de Manuel constituye en cierta medida un “documento de época” en
tanto muestra y a la vez produce una reflexión acerca de la militancia.
Desde esa voz literaria que adelanta promesas de herencias y legados se puede leer, ahora sí,
el fragmento prometido:

Cuando nace Ana va a estar una semana sin nombre porque en realidad yo creía que era un varón y le iba
a poner Federico que era el nombre que quería Hugo. Estoy una semana internada porque no quiero salir y el
médico al final me dice ‘yo ya no sé qué excusa poner para tenerte internada’ y me voy con mi bebe, que es una
bebe hermosísima, a la que le pongo Ana que era mi nombre de guerra cuando yo vivía con el Flaco. Es decir que
yo me despido de mi nombre porque yo ya ahí pido un traslado para La Plata, yo ya no iba a usar ese nombre,
Ana se había ido con el Flaco, así que yo le pongo a ella Ana. Bueno, ahí va a empezar otra etapa de mi vida.19

Las circunstancias que llevaron a que esta militante elija ese


nombre están atravesadas por la muerte, la pérdida y los
desplazamientos geográficos. Ella tiene que despedirse del
alias y con él de su identidad anterior.
A la hora de elegir el nombre para un hijo o una hija se ponen en juego distintas cuestiones que
van desde deseos y gustos hasta negociaciones de todo tipo. La tradición de la familia moderna,
burguesa, que indica que el hijo, especialmente el primogénito, lleve el nombre del padre; los
homenajes a familiares y amigos, muertos o vivos según la pertenecía religiosa o comunitaria
de la familia; la adaptación amorosa de la tradición cuando se nombra a la hija con el nombre
de la madre o el del padre; las versiones politizadas que indican poner nombres alegóricos a
los niños o nombres que homenajean a los personajes de la historia y la política. ¿Qué de todo
esto o qué nuevo aspecto se jugaba en esta decisión? ¿De dónde viene ese nombre? ¿Hace serie
con la gran cantidad de niñas que se llaman Eva, Libertad o Victoria?, ¿de niños llamados
Ernesto o Camilo? Más adelante, cuando esta tradición se continuó en el uso recurrente de los
nombres de los compañeros caídos, muchos niños fueron llamados, por ejemplo, Marcos (por
Osatinsky). Si tradicionalmente ponerle a un hijo el nombre del padre constituye una manera de
establecer un lazo, de reforzar la incorporación a la familia ya dada por el apellido y de proponer
la continuidad del padre en el hijo, pero ¿qué tipo de lazo se propone cuando se le pone a una
hija el nombre de guerra de la madre?
Un nombre asociado a la militancia clandestina, un nombre que se usa exclusivamente con los
compañeros políticos, en las acciones, en el frente al cual se pertenece y es símbolo cabal de la
doble vida de los militantes es utilizado por Sandra U. para nombrar a la hija.
Las circunstancias que llevaron a que esta militante elija ese nombre están atravesadas por la
muerte, la pérdida y los desplazamientos geográficos. Ella tiene que despedirse del alias y con él

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Entre generaciones: militancia y transmisión

de su identidad anterior. También se despide de otras cosas: su pareja asesinada, el lugar donde
vivía, el barrio donde militaba. Pero la forma de hacerlo es por demás significativa ya que pone
en movimiento una herencia densamente cargada de significaciones.20 Al darle a la niña ese
nombre condensa de manera ejemplar el modo en que se articulan para las militantes lo personal
y lo político, la vida privada y la vida pública. Sandra no es una militante que además es madre
o una mujer que tiene hijos y comienza a militar. En Sandra, madre/mujer/militante componen
un sintagma complejo, fragmentario y dividido que, sin embargo, constituye una identidad que
se vuelve coherente por la propia práctica militante.21 Esa tensión entre una identidad dividida
que se unifica mediante las prácticas de la actividad política es recurrente en los relatos de mujeres
militantes.
El testimonio de Sandra U. es un ejemplo de cómo lo personal y lo político se superponen. El tiempo
transcurrido entre aquellos años y la narración permite que esas tensiones se muestren plenamente
porque los sujetos que narran, como plantea Paul Ricoeur (1999b), son y no son los mismos Su
disposición al relato muestra la pasión por aquel tiempo, la disposición a cambiar el mundo y junto con
su voz trae los discursos de otros, los otros discursos que vienen en su auxilio (Bajtin, 2001).
En ese marco el gesto de ponerle el nombre de guerra a la hija –acto que circunstancialmente
puede ser explicado como un homenaje y una despedida al compañero asesinado que era el

Los vínculos y también los deseos que se actualizan en


cada relación maternal imponen una serie de prácticas
y acciones y son a la vez funcionales a la reproducción de
una sociedad como tal.
padre de esa niña– toma un sentido más pleno, porque se religa con la necesidad de construir el
hombre nuevo. Habla de una potencia multiplicada porque es a la vez la potencia de dar a luz a
la niña y en el mismo acto al hombre nuevo. Una autoafirmación que se despliega a través de la
maternidad no ya como destino sino como una elección que pertenece al orden de lo público
en un sentido que incluye al tradicional y a la vez lo desborda. Ese excedente pareciera estar
garantizado por la adjudicación a la hija –constituida en ese acto en garantía de futuro– de un
nombre de pila que condensa el pasado de guerra.
A través del significante Ana, la madre nombra a la hija y la instala en una cadena de relaciones y
en la serie formada por los hijos de la militancia. Es así que la niña, nombrada plenamente hija de la
militancia, al recibir como herencia el nombre de guerra de la madre produce un campo de fuerza que
hace existente una forma de maternidad en la cual madre/mujer/militante encuentran una articulación
fundamental. “La maternidad tiene leyes propias, una materialidad propia, un régimen, un poder y
una economía propios” señala Nora Domínguez (2007: 39) y estas leyes implican un “trabajo de
transformación de los cuerpos” de ambos, madres e hijos, que excede “la capacidad fecundante” y
tiene lugar en la “capacidad sentimental específica que se despliega difusa, potente y soberana, sobre
los cuerpos y las vidas de los hijos en las diferentes etapas” (íd.: 40).
Los vínculos y también los deseos que se actualizan en cada relación maternal imponen una serie
de prácticas y acciones y son a la vez funcionales a la reproducción de una sociedad como tal. En
el caso de las sociedades modernas la maternidad, el trabajo doméstico y las funciones de cuidado
representan elementos fundamentales en el sostenimiento de la reproducción social (Nicholson, 1990).
En ese sentido, se puede señalar que la maternidad militante también movilizó una red de relaciones,
instituciones, prácticas sociales y rituales y tiene una economía política propia. Porque aun sin hacerlo

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Entre generaciones: militancia y transmisión

de modo totalmente explícito los relatos maternales de las militantes señalan el entrelazamiento de
esa práctica con el objetivo mayúsculo, la revolución. La experiencia guerrillera estaba hecha también
de ese material y la entrega a la revolución fusionó historia y biografías. Comprometió en el mismo
acto el futuro en los dos sentidos y la idea de revolución tan asociada a lo nuevo, a lo por venir, se vio
realizada en la ilusión de un doble nacimiento, el del hijo y el de la sociedad futura de la cual los hijos
se transformarían en reaseguro.

De hijas a madres: transmisiones y genealogías en


tres generaciones

Cuenta el libro de Ruth que un hombre de Belén dejó su pueblo y marchó con su mujer Noemí y
sus hijos al país de los moabitas. El hombre murió y los hijos se casaron con dos moabitas, Orpa y Ruth.
Pasados diez años murieron también los hijos y Noemí se encontró viuda en tierra extraña y con dos
nueras viudas. Entonces [...] decidió volver. [...] No me separaré de ti –dijo Ruth-. Me quedaré contigo:
donde tú vayas, yo iré; cuando te detengas me detendré [...] Noemí, al verla tan constante, la llevó consigo
y juntas llegaron a Belén [...] Ruth siguiendo paso a paso las instrucciones de Noemí, llegó a ser esposa
de un hombre bueno y rico, Booz, y madre de su heredero. Cuando nació el niño, las vecinas le dijeron a
Noemí: – El señor sea loado, tendrás quien te alimente en la vejez. Gracias a tu nuera que te ama y que
para ti vale más que siete hijos varones. Noemí levantó al pequeño y se lo puso en el regazo y las vecinas se
congratularon diciendo: –A Noemí le ha nacido un hijo (Citado en Colectivo de la Librería de Mujeres
de Milán, 1991: 13).

María del Socorro Alonso, es una de las entrevistadas de Pájaros sin luz y allí dedica una buena parte
de su relato a reponer la figura de su compañero desaparecido (Guille) y a narrar su relación con él.
Relación relativamente “breve pero intensa, magnífica aunque tal vez idealizada por la desaparición,
terrible porque no podíamos hablar de casi nada” (Ciollaro, 1999: 267). Esas son las formas que
tiene de nombrar esa relación con el hombre del cual “me enamoré muchísimo a la vez que yo era
su responsable”. Ya en el ´76, ella embarazada y con pedido de captura, decide no salir del país; “la
organización había decidido que yo podía salir pero Guille no, si él se queda yo me quedo” (268). Las
páginas que siguen tratan sobre todo de su propia detención, la tortura, el aborto provocado por los
suplicios a los que fue sometida, la desesperación por no saber de la suerte de Guille y el período de
detención legal. Se trata de un testimonio que presenta diferentes inflexiones a la vez que narra con
extremada crudeza los avatares de la militancia, la represión, los efectos sociales de la desaparición y
la búsqueda. Quiero detenerme especialmente en el modo en que relata la búsqueda de información
acerca de su compañero desaparecido que Alonso emprende en compañía de Polda (la madre de
Guille). En más de una ocasión a lo largo del relato construye un nosotras para ella y la suegra que se
extiende por los duros años de búsqueda. Juntas lo buscaron, golpearon puertas, fueron amenazadas,
sufrieron todo tipo de penurias, se cuidaron mutuamente, se protegieron hasta donde pudieron. Las
unía claro, el amor por el joven que ambas buscaban, pero el cariño y la solidaridad entre ellas se
consolida más allá de esa búsqueda.
Unos años después, en 1980, queda nuevamente embarazada; esta vez se trata de un amigo,
un compañero que la apoyó en los momentos más difíciles. Dice María del Socorro:

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Entre generaciones: militancia y transmisión

Eduardo [el padre de su hija, nacida en 1980] era la única persona que Polda y yo tuvimos a nuestro
lado y podíamos contar con él para todo [...] Le dije que quería tener ese bebé, que lo iba a tener [...]
y que un hijo para mí iba a ser lo más importante, yo no tenía nada [...] A partir del cuarto mes de
embarazo dejé de ver a Polda sin decirle nada, porque no quería que me viera con la panza. [...] A la
semana de haber nacido María Sol me fui a la ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo, me
acerqué a Polda, le puse la nena en sus brazos y le dije: “Es María Sol y es mía”, y Polda me abrazó y me
contestó: “Bueno, también es mía ahora”. (Ciollaro, 1999: 280)

El relato acerca de sus primeros embarazos da cuenta de condiciones más que adversas para
la maternidad. El primero en el ´76, estando ella en la clandestinidad, sabiendo de las constantes
caídas de sus compañeros, “todos los días era la muerte”. El segundo en libertad vigilada, todavía
durante la dictadura, militando a pesar de los riesgos. El primero absolutamente enamorada del
padre, el segundo con un amigo. En ambos casos ella quiere seguir adelante con sus embarazos, en
el primero dice: “lloraba porque pensaba que no iba a poder tener ese hijo, justo cuando estaba en
un buen momento y me llevaba bien con Guille.” Cuando queda embarazada nuevamente dice:
“realmente lo que me hacía falta era un motivo para vivir.”
El relato maternal que está presente en esta historia, la de María del Socorro –pero también
la de Polda– intercala espacios de afectividad e introduce desvíos domésticos y cotidianos en la
gran narración sobre la violencia política y la razón de Estado. Por fuera de cualquier visión
conservadora de la familia y de la maternidad, las figuras de madre que surgen de este relato
reponen, a través de pequeñas anécdotas familiares, de lazos de afecto y de figuras domésticas
intrascendentes, algo de la vida cotidiana frente a la versión espectacularizada de la historia; la
angustiosa espera del que parte se trastoca –en este caso como en tantos otros– en una búsqueda
activa y más adelante en un lento fluir de la vida: el quiosco familiar, la vida después del desalojo.
Este testimonio habla de maternidades descentradas, de transmisiones generacionales no
naturales, sino construidas en la más plena artificialidad del término. Si consideramos a María
del Socorro la hija por opción de Polda, la maternidad de ambas mujeres, como en el relato
bíblico, se construye por fuera del esquema biologicista que impone la lógica maternalista
patriarcal. El relato las construye a una y otra como madres en un largo proceso que llega al
punto máximo en el momento en que la mujer más joven le pone a la otra en brazos a la nena,
construyendo para todas ellas una genealogía: abuela, madre/hija, hija/nieta, enlazadas en un
orden que está por fuera del modelo familiar tradicional.
La operación de memoria que despliega el relato posee otra particularidad: va abriendo, a
medida que se desarrolla, numerosas líneas de fuga –la figura de Guille, la militancia de ella,
el accionar de las fuerzas represivas, la búsqueda– pero todas ellas confluyen en la escena
de la Plaza donde todas usábamos pañuelos blancos, para cerrarse, finalmente sobre las hijas
(María del Socorro tiene otra hija de su actual pareja) filiándolas con aquella madre a la que
ambas niñas tratan de abuela.
La transmisión concierne aquí a tres generaciones, cada una de las cuales se relaciona de
manera particular con las otras. La hija mayor de María del Socorro no quiere hablar de la
militancia de la madre, no presta su testimonio, no sabemos a través de ella cómo ha procesado
la historia familiar. Lo que sí sabemos es que llama abuela a Polda, esa mujer con quien no
la unen lazos de sangre sino un lazo construido en el dolor, el sufrimiento y la pérdida, y
también en la militancia compartida. Es decir, elaborado a lo largo de la biografía de cada una
de ellas y desplegado en sus mismos relatos de sí, sus autobiografías. Esos lazos construidos

76 índice
Entre generaciones: militancia y transmisión

artificiosamente se inscriben en lo más profundo de la subjetividad y trazan un origen, o dicho


de otro modo, aceptan el origen propuesto por la María del Socorro y por Polda.
Es así que la historia que cuenta María del Socorro nos recuerda que la transmisión no es
un dato de la biología, pero tampoco es una pedagogía. Es todo un conjunto de operaciones
culturales a ser reinventado en cada momento, en cada pasaje. El afecto entre ambas les permitió
sobrevivir en los momentos más duros, construyendo un primer lazo, la militancia que ambas
desarrollaron y desarrollan en diferentes frentes les permitió consolidar ese lazo y transformarlo
en una genealogía común. El pasaje a la generación a las hijas de María del Socorro, en la
medida que es capaz de sacrificar una parte del relato original, perpetúa esa genealogía de la
única manera posible, es decir, recreándola. Si no sería mera repetición.

Herencias
El análisis de los segmentos seleccionados invita a realizar nuevas preguntas que permiten
establecer una aproximación (ética, política) al modo en que las organizaciones concibieron lo
personal, lo político y la relación entre ambos términos. En ese sentido, como señalé al comienzo
de este texto las narraciones testimoniales establecen una relación con el pasado que no siempre
es de pura repetición. Por el contrario, los testimonios en tanto están desfasados temporalmente
de los sucesos a los que refieren, incorporan elementos de la experiencia posterior y también se apoyan
en los relatos de otros. Implican dar cuenta de sí y de la relación con otros, donde también emergen
las dimensiones colectivas de la experiencia y donde lo privado y lo público no siempre se pueden
discernir. Componen a la vez una trama discursiva que incluye la escucha como dimensión inseparable
ya que sin ese aspecto los testimonios pierden efectivamente su posibilidad de abrir nuevas facetas a
la comprensión (Bacci, Oberti y Skura, 2012).
Ciertamente, el tipo de testimonio al que me refiero puede ser encontrado en diferentes tipos de
producciones. Solo en ocasiones se trata de escuchar con atención a los actores.22 Cuando el tiempo es
más lejano o éstos no están disponibles, se puede apelar a otras formas del testimonio, que sostienen
de modo diferente la potencia de la primera persona. Después de todo, el hablar en nombre propio
tiene muchas formas y que el archivo nunca es suficiente es algo que saben los investigadores que
hacen del pasado su teatro de operaciones. No se trata de confianza ni de desconfianza en la primera
persona, se trata simplemente de una cierta convicción de que en la repetición está la diferencia y, en
consecuencia, de que al narrar, al relatar, al argumentar sobre los hechos vividos el yo que narra en
tanto sujeto de la enunciación, no repite mecánicamente una y otra vez lo mismo, sino que se desplaza,
está cada vez en otro lugar.

Notas
1 Este debate ha sido analizado y puesto en relación con las 2 En su texto clásico, Las nuevas reglas del método sociológico (1987),
discusiones acerca del problema del anacronismo en los estudios publicado originalmente en 1967, Anthony Giddens reseña
sobre el pasado reciente en un trabajo colectivo del Grupo de las fuentes teóricas y el recorrido histórico del concepto de
Estudios Feministas formado por Paula Aguilar, Claudia Bacci, comprensión en las ciencias sociales. Partiendo de la Verstehen
Joaquín Insausti, Laura Fernández Cordero, Florencia Gasparín, de Dilthey y pasando por la apropiación crítica de Weber, la
María Laura Guembe, Alejandra Oberti, Mariela Peller y Nayla comprensión se va transformando en método. En este sentido,
Vacarezza. Ese análisis ha sido publicado parcialmente en un paso fundamental está dado por la reformulación que
Aguilar et al (2009). realizó Alfred Schutz quien, influenciado por la fenomenología

77 índice
Entre generaciones: militancia y transmisión

de Husserl, desarrolló una fundamentación filosófica para la durkheimniana, Maurice Halbwachs acuñó la idea de memoria
metodología weberiana. Un punto central del planteo de Schutz colectiva. Sin embargo, no la concibió como aquella memoria
es la pregunta acerca de cómo se puede acceder a la perspectiva que surgiría de algún tipo de entrelazamiento o síntesis de las
del otro. La respuesta tiene, en realidad, dos partes. “Se puede” diversas memorias individuales, sino que propuso pensar el
porque los sujetos forman su conciencia no de modo individual ni proceso exactamente a la inversa. Para el autor de Les cadres
aislado, sino que ésta se forma socialmente, intersubjetivamente. sociaux de la mémoire, la rememoración siempre requiere de otros,
En relación a “cómo” acceder: serán los seguidores de Schutz siempre es colectiva, y es a partir de los recuerdos colectivos,
quienes desarrollen técnicas cualitativas que son las más aptas compartidos, que los individuos construyen lo que creen son
para reconstruir efectivamente la perspectiva de otro. Es central memorias individuales. Son justamente los marcos sociales
la influencia de Schutz en Garfinkel y los etnometodólogos los que determinan –y a la vez posibilitan– los recuerdos, y
y en Peter Berger y Niklas Luckman. Por otro lado, el lo hacen bajo el modo de la influencia o la presión social,
comprensivismo lingüístico cuya figura más importante es Peter creando incluso la ilusión al individuo de que sus recuerdos
Winch, y la corriente filosófica hermenéutica representada por son personales y exclusivamente propios. Aun cuando se ha
Hans Gadamer y por Paul Ricoeur (cuyas conceptualizaciones señalado que el enfoque de Halbwachs tiene el problema de
se retoman más abajo) constituyen desarrollos posteriores desconocer o minimizar al individuo como sujeto genuino de la
en el marco de las teorías comprensivistas. Para un análisis rememoración –pues sus recuerdos no serían más que un eco de
pormenorizado de la noción de comprensión en las ciencias instancias sociales, de memorias colectivas–, el señalamiento del
sociales, además del libro mencionado de Giddens, cfr. Schuster carácter compartido de los trabajos de memoria, su referencia a
(1995). un nosotros, sitúa una de las dimensiones más relevantes de la
3 La escritura autobiográfica tiene una larga tradición en la cultura rememoración: su implicancia directa en la constitución de los
occidental. Se trata de un género que se habría conformado lazos sociales (Halbawachs, 1994 y 1997).
como tal junto con el nacimiento del sujeto moderno, y que está 9 El tercer libro de la serie Homo Sacer de Giorgio Agamben
compuesto por relatos de diversa índole tal como memorias, (2002), titulado Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo
diarios íntimos y confesiones, y otras derivaciones. El surgimiento se ubica en un terreno incómodo: el del esfuerzo, que califica de
de la autobiografía como una expresión del yo promovió, en los ineludible, por comprender Auschwitz. Agamben considera que,
orígenes de la modernidad, un discurso novedoso, expresión a partir de las investigaciones históricas, se sabe mucho acerca
del individuo que se veía a sí mismo cada vez más como el de las circunstancias en las que tuvo lugar Auschwitz, pero esto
centro del mundo. La autobiografía propiamente dicha, escrita no implica que se puedan advertir plenamente sus dimensiones
(mayoritariamente) por hombres, no demoró en convertirse en éticas y políticas. Si hay una posición “sacralizadora” que se niega
una autobiografía formal que no es más que uno de los discursos a comprender, existe otra que quiere presurosamente explicar
culturales que textualizan y aseguran la pertinacia patriarcal todo. Agamben rechaza ambas y elige transitar un camino que
al definir a las mujeres como el “otro” de esas narraciones. no es más que “una suerte de comentario perpetuo sobre el
Philippe Lejeune señala que la biografía (y la autobiografía) se testimonio” (id.: 10), sobre lo que han dicho los sobrevivientes,
constituyeron como sistemas armónicos, estructurados en torno pero además sobre la presencia sin rostro que todo testimonio
a una forma ilustre. Por otro lado, en sus márgenes surgieron contiene necesariamente, un intento de interrogar aquello que
otras formas de narraciones del yo en las cuales las mujeres no puede ser testimoniado.
incursionaron con mayor libertad: epistolarios, diarios, memorias 10 Se refiere al nombre que recibieron en los campos aquellos
familiares. prisioneros que abandonaron toda voluntad de vivir y se
4 Esta expansión de lo testimonial alcanzó incluso a Pierre encuentran en una situación límite entre lo humano y lo no
Bourdieu quien, en La miseria del mundo (2000), incluyó de humano. Cfr. Agamben (2002).
manera completa una serie de entrevistas con las que intenta 11 Luego de la aparición del testimonio de Rigoberta Menchú se
dar cuenta de las dificultades de la vida cotidiana en la Francia publicaron numerosos textos que lo analizan. Cfr. entre otros,
contemporánea. los publicados en el número 36 de la Revista de Crítica Literaria
5 Se trata de la “ilusión biográfica”, tal como la denominó Bourdieu Latinoamericana (1992) y el de David Stoll (1999) quien
(1997), que si bien no debería esperarse que el investigador cuestiona la veracidad del relato de Rigoberta.
descarte, debe sí tornarse explícita para evitar que la ilusión de 12 Sobre el testimonio y su relación con la verdad, cfr. también el
transparencia con que la biografía se presenta se imponga por sí texto clásico de Shoshana Feldman y Dori Laub (1992).
misma. 13 Si poder hacer historia es, de algún modo, hacer prevalecer una
6 Entiendo que la distinción que plantea Sarlo entre los relatos de versión de los hechos como legítima, poder hacerse historia –que
los sobrevivientes (cuando éstos refieren a las experiencias de la es el caso del testimonio de los protagonistas– implica construir
represión estatal) de aquellas narraciones (enunciadas en algunos para sí un mecanismo que legitime el lugar y la función tanto
casos por los mismos sujetos, aunque no siempre) que hablan actuales como futuros, del enunciador.
sobre el período previo (los años sesenta y los primeros setenta) 14 Cfr. Bajtin, (1999), especialmente el capítulo “El problema de los
no es de tipo epistemológico sino moral: “si no sometemos géneros”.
todas las narraciones sobre los crímenes de las dictaduras al 15 El texto de O. del Barco, motivado por un reportaje a Héctor
escrutinio ideológico, no hay razón moral para pasar por alto este Jouvé a propósito de la guerrilla del Ejército Guerrillero del
examen cuando se trata de las narraciones sobre los años que Pueblo en Salta y el fusilamiento de dos militantes llevado
las precedieron o sobre hechos ajenos a los de la represión, que adelante por integrantes de esa organización, tiene la forma
les fueron contemporáneos” (Sarlo, 2005: 64) (el destacado me de una carta personal donde no están ausentes las marcas
pertenece). Los argumentos para tomar en cuenta positivamente autobiográficas. La discusión, que se ha prolongado durante
el valor del testimonio que se desarrollar aquí son del orden del varios años, se debatió entre la reflexión crítica y la justificación
pensamiento (de lo pensable) y no de la moral y, en un sentido contextual; sin embargo, el tono casi intimista y la escritura
análogo, los cuidados epistemológicos se deben extender a todos en primera persona de los primeros textos dejaron una huella
los testimonios. La distinción entre un valor social (y de justicia) profunda en la polémica sin quitarle reflexión y criticidad. En
para el testimonio y un valor epistemológico como documento ese sentido, la carta de del Barco, como también algunos de
para la disciplinas académicas deja de lado el estatuto social del los textos que le siguieron, invitan a hablar en primera persona
conocimiento. y desde allí revisar los propios actos comenzando por una
7 Roberto Pittaluga analiza el campo académico de estudios sobre interrogación radical acerca de los deseos y motivaciones que
la militancia refiriéndose fundamentalmente a la producción del guiaron las prácticas políticas. Del Barco se sitúa, precisamente,
campo de la historia. Cfr. Pittaluga (2007). en un lugar que le permite tomar distancia del pasado y a la vez
8 En la senda de la por entonces ascendente sociología asumir las responsabilidades que ese pasado comporta. Más allá

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Entre generaciones: militancia y transmisión

de las derivas posteriores, el debate iniciado por Oscar del Barco interpretar como una crítica a las izquierdas latinoamericanas de
se adentra en una indispensable discusión acerca de los sentidos entonces. Cfr. Nicolás Rosa (2004) y Héctor Schmucler (2004).
de militancia armada setentista e interpela al pensamiento 19 Memoria Abierta (2010). Testimonio de Sandra U (pseudónimo).
de izquierda en la cuestión clave de la responsabilidad y de la La Plata. El testimonio corresponde a una militante de
relación entre ética y política. El texto de de Oscar del Barco, se Montoneros nacida en La Plata en 1950. Tuvo una militancia
publicó en la sección del correo de lectores del nº 17 de la revista fundamentalmente barrial en las ciudades de La Plata y Mar
La Intemperie de diciembre de 2004. Varias intervenciones, bajo del Plata hasta el momento en que su pareja fue asesinado por la
el título “¿No matarás?”, se publicaron en los números siguientes, Triple A en junio de 1975. Sandra estaba entonces embarazada
hasta el nº 23 de agosto de 2005, y además el debate se extendió y regresó a la casa paterna, donde dos meses más tarde nacería
a otras publicaciones político-culturales, como Confines, su hija. A partir de ese momento se incorporó a la estructura de
Conjetural, El interpretador, El ojo mocho y el número 6/7 de la organización y militó en La Plata. Tras la muerte de dos de
Políticas de la memoria. A fines de 2007 una parte de los textos sus primos sus superiores decidieron su pase a la clandestinidad.
del debate se publicaron en forma de libro con el título No matar. Al producirse el golpe de Estado de 1976, militaba en Buenos
Sobre la responsabilidad (editado en Córdoba por La Intemperie, Aires junto a su segundo compañero que está desaparecido desde
Ediciones del Cíclope y la Universidad Nacional de Córdoba) y diciembre de ese año. Sandra atravesó un exilio interno en Jujuy
en 2010 se editó un segundo volumen. hasta que en 1979 se fue del país para regresar a fines de 1983.
16 P. Ricœur desarrolla estos conceptos de manera compleja a lo 20 Sigmund Freud señala que la más temprana exteriorización de
largo de diferentes textos. La formulación que sigo aquí está la relación afectiva con otra persona se produce por medio de un
tomada fundamentalmente de La historia, la memoria, el olvido mecanismo al que denomina identificación. Un proceso que se
(2004). produce al tomar la figura del padre como modelo, como ideal:
17 Un desarrollo extenso de esta cuestión se encuentra el capítulo “la identificación aspira a configurar el yo propio a semejanza del
“Ricœur o la memoria como trabajo” de Memorias en montaje otro, tomado como «modelo»” (Freud, 1921: 100).
(Oberti y Pittaluga, 2012). 21 Ciertamente esta característica no es exclusiva de la militancia,
18 Según explica Cortázar, son las noticias que iba leyendo a medida por el contrario, se puede señalar que las identidades personales
que escribía. La incorporación de la situación contemporánea al están invariablemente constituidas por elementos que se articulan
momento de la producción de la escritura produce un efecto de de distintas maneras dependiendo de los lugares sociales que
“realidad mostrada” y tiene un resultado pedagógico. Mientras ocupan los sujetos. Lo que quiero subrayar es el particular tipo de
los integrantes del grupo oscilan entre actitudes lúdicas y visiones articulación que se presenta en el caso de las militantes.
de la militancia más rígidas, el texto se compromete con una 22 La imagen predominante del testimonio como esa producción
perspectiva de la revolución que incluye el humor, el erotismo en la que los actores relatan sus experiencias no nos debe
y el juego como elementos centrales y, en ese sentido, se puede hacer olvidar, como dice Ricœur, el comienzo testimonial de
todo documento y la reserva de testimonialidad que en éste se
conserva.

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Entre generaciones: militancia y transmisión

Florencia
Partenio

Género, trabajo y experiencia:


perspectivas teórico-metodológicas
para el abordaje de las narrativas
biográficas

Introducción

U na pregunta que nos lleve a vincular el mundo del trabajo con las vivencias de las/os
trabajadoras/es nos remite al interrogante planteado por el historiador inglés Edward
P. Thompson (1989) en torno a cómo las relaciones sociales de producción son experimentadas
y manejadas por las mismas personas. De este modo, en la tradición historiográfica británica
marxista, el uso del concepto de experiencia se volvió una herramienta central en aquellas
miradas que buscaban recuperar la vida de quienes fueron olvidados por la historia. En el marco
del desarrollo de los estudios culturales, la experiencia se convirtió en el epicentro de múltiples
debates que desbordaron el ámbito británico en la década del ‘70. En el caso particular de la
historia de las mujeres, el interés demostrado en recuperar las narraciones del pasado -práctica
medular de los grupos de concienciación feminista de la llamada segunda ola- otorgaba un rol
central a la experiencia cotidiana femenina.
Posteriormente, la revalorización del concepto de experiencia promovida por el feminismo
en los ‘80 y ‘90 florece en el marco de un debate más amplio en las corrientes filosóficas, pero al
mismo tiempo se topa con los problemas que implican pensar las experiencias de las personas
sexuadas desde un yo descentrado y disperso (Adán, 2006; Bach, 2010). Para enmarcar este
debate, es preciso considerar los estudios que reconstruyeron los usos de la categoría, las políticas
de la experiencia y sus avatares en la filosofía-política, la historia, la epistemología, la psicología
y la antropología (Pickering, 1997; Throop, 2003; Jay, 2009).
Este capítulo se propone abordar una serie de reflexiones teórico-metodológicas sobre la
revalorización de la noción de experiencia desde los estudios de género y feministas, considerando
su vínculo con la agencia y las narrativas biográficas. Con el fin de analizar estas cuestiones,
el presente capítulo se organiza en tres partes. La primera recrea los debates en torno a la
experiencia como categoría compleja, en el marco de las discusiones generadas desde los estudios
de género. En este clave, se abordarán las complejidades de la experiencia laboral, considerando
las significaciones y exigencias del mundo de la producción y del mundo doméstico-íntimo. En
la segunda parte se presentarán una serie de consideraciones sobre las narrativas como recurso
metodológico que articula y de algún modo ordena la experiencia. Para ello, se recrean escenarios

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Género, trabajo y experiencia...

donde “nuevas relaciones de clase” pueden interrogar, subvertir y/o mantener prácticas y
representaciones dominantes en el orden de género. Considerando estas tres escenas se plantea
una serie de reflexiones a partir de la observación etnográfica en un estudio de casos sobre
fábricas recuperadas1. Finalmente, se entretejen claves analíticas a partir de la configuración de
la experiencia, la agencia femenina y su reconstrucción a partir de los relatos de vida.

Ni fundacional, ni inmediata, ni autoevidente:


¿la experiencia como prueba?
En las últimas dos décadas del siglo XX se visualiza una propagada tendencia a recusar la
experiencia entendida en términos de vivencia y como fundamento de la inmediatez, tanto en
el campo de la filosofía como en el resto de las ciencias sociales. De acuerdo con los análisis
posestructuralistas del discurso y de los aparatos del poder, esta experiencia vivida era incapaz
de registrar la naturaleza siempre ya mediada de las relaciones culturales y la inestabilidad del
sujeto, el cual se suponía -erróneamente- como el portador de las mismas ( Jay, 2009). En el
marco de las disputas en torno a la “política de la identidad”, los enfoques que respaldaban la
experiencia se vieron seriamente interrogados. El debate que reflejó los avatares de la categoría
de experiencia, tuvo diferentes aristas y fue permeando distintos campos de estudio.
Con la publicación del cuestionado ensayo “La experiencia como prueba”, Joan Wallace
Scott discute la autoridad de la experiencia, precisamente porque la misma es presentada como
el fundamento último y como el basamento de evidencia sobre el cual se edifica la explicación
histórica. Recordemos que a principios de los ‘80, Scott había publicado “Las mujeres en
La formación de la clase obrera en Inglaterra”2, donde va delineando su postura con respecto
a la categoría de experiencia dado que analiza la obra de Thompson y a tradición británica
historiográfica marxista en la que se inscribe. Su análisis identifica varios puntos críticos, algunos

En las últimas dos décadas del siglo XX se visualiza una


propagada tendencia a recusar la experiencia entendida en
términos de vivencia y como fundamento de la inmedia-
tez, tanto en el campo de la filosofía como en el resto de
las ciencias sociales.
de ellos serán compartidos y otros desatarán profundos desacuerdos en el campo de la historia
de las mujeres. Según la autora, en la concepción presente en Thompson, la experiencia tiene
una función “integradora” y “totalizante”, debido a que ésta es conformada finalmente por las
relaciones de producción, “es un fenómeno unificador por encima de otras formas de diversidad”
y de otros ámbitos de la actividad humana (Scott, 1991: 784-785). De este modo, la experiencia
aparece como el punto de partida de un proceso que culmina en la realización de la conciencia
social, formando una identidad común de clase, que termina soslayando otras posiciones-sujeto
como, por ejemplo, las de género, raza, etnicidad, sexualidad, etc.
El cuestionamiento de Scott se extiende -incluso- hasta aquellos historiadores/as del género
o de la diferencia que se limitan a corregir el descuido, rescatar a los olvidados por la historia
normativa y concebir la experiencia como una expresión de la realidad. Esto se debe a su apelación

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Género, trabajo y experiencia...

tanto al “carácter incontestable” que les conferiría el pertenecer a la persona que la ha vivenciado,
como a la experiencia “directa” del historiador/a que aprende a ver3. Esta operación se realiza
cuando dichos historiadores/as conciben como autoevidentes las identidades de aquellos cuya
experiencia se trata de documentar, contribuyendo a “naturalizar su diferencia”.
En tren de examinar las conceptualizaciones de la experiencia que hacen los historiadores/
as, repasa el estudio de Raymond Williams (2003) sobre los usos del término en la tradición
angloamericana. Según Scott, el problema de estos diferentes usos descriptos por Williams
reside en el hecho de que la experiencia -sea concebida como interna o externa, objetiva o
subjetiva- nos conduce a “dar por sentada” la existencia previa de los individuos y su principal
consecuencia es que impide la investigación de los “procesos de construcción subjetiva” (1999:
67). Bajo estas concepciones, encuentra que cuando se la define como “interna” corresponde a
una expresión del ser o de la conciencia individual; mientras que cuando se alude a ella como
“externa”, “es el material sobre el que la conciencia actúa” (Ibídem). En cualquier caso, para Scott
“opera dentro de una construcción ideológica” que convierte a los individuos en el punto de
arranque del conocimiento, y termina naturalizando categorías (varón, mujer, negro, blanco, gay
y heterosexual), al tratarlas como características dadas (Ibídem).
De acuerdo con Scott, la experiencia es siempre una categoría construida que aunque sea
concebida como transparente -a través de la metáfora de la visibilidad- contiene y reproduce
los sistemas ideológicos del contexto discursivo en el cual ha surgido. Llamativamente aquellos
que intentaban trascender la ilusión de llegar a los “hechos brutos”, buscaron un cimiento
sólido sobre el cual edificar la verdad, y la ubicaron en la erlebnis4 de la persona o en los sujetos
colectivos. En cualquier caso, “hacer visible” la experiencia de un grupo diferente evidencia “la
existencia de mecanismos represivos” pero no llega a iluminar su “funcionamiento interno o su
lógica”, en ese caso Scott afirma “sabemos que la diferencia existe, pero la comprendemos en
cuanto construida relacionalmente” (1991: 779).
En referencia a los usos de la experiencia que se hace desde la historia de las mujeres, Scott
vuelve sobre las críticas de aquellas/os que entienden que su carácter necesariamente discursivo
tiende a menoscabar la agencia de las personas. Su ensayo retoma un punto problemático sobre
la consecución mecánica en la cual se toma la experiencia vivida como punto de partida que
conduce a las mujeres a resistir la opresión. Si bien esta aseveración se basa en las brillantes
observaciones de Chandra Talpade Mohanty (2002) con respecto a las mujeres del Tercer
Mundo y su tesis de la ósmosis femenina, va un paso más allá.
Desde su enfoque propone “rechazar una separación entre experiencia y lenguaje e insistir en
la cualidad productiva del discurso” (Scott, 1991: 793). Así, los sujetos tienen agencia creada a
través de “situaciones y estatus que les son conferidos”, lo cual lleva a entender que “ser un sujeto
significa estar sujeto a condiciones definidas de existencia, condiciones de dotación de agencia
y condiciones de ejercicio” que permiten elecciones aunque no sean ilimitadas (Ibídem). Este
planteo la lleva a enunciar su frase altamente cuestionada: “la experiencia es un evento lingüístico
(no ocurre fuera de significados establecidos)” pero tampoco está confinada a un orden fijo
de significados (1999: 78). Remarca que no son intercambiables ni pueden confundirse los
conceptos de prueba y de experiencia vivida; por eso afrontar la consideración del lenguaje es la
primera regla del método a seguir pero no la única ya que la descomposición y contextualización
de la experiencia también se vuelve una herramienta necesaria para escribir historia (Hernández
Sandoica, 2006).

83 índice
Género, trabajo y experiencia...

Desde su perspectiva, en lugar de considerar la experiencia como fundacional, incontestable,


inmediata o transparente, Scott insiste en que debemos iniciar la tarea de “historizarla”, y
convertirla en “aquello que buscamos explicar” (2008b). A pesar de todas las limitaciones y de
los argumentos devastadores que casi le dan el golpe final a esta categoría, Scott concluye su
ensayo diciendo que experiencia no es una palabra como para prescindir aunque su utilización
para “esencializar la identidad” y “reificar al sujeto” nos tiente en más de una oportunidad a
“abandonarla por completo” (1999: 82).
Para Scott el resultado no sería negar la existencia de los sujetos, “hacer a un lado la política”,
sino, más bien, interrogar y analizar los procesos de creación de éstos y de sus identidades, en
lugar de naturalizar las categorías y coagular el proceso de constitución del sujeto. Y por ello
reafirma nuevamente que la experiencia “no es el origen de nuestra explicación, sino aquello que
queremos explicar”, ya que es siempre una interpretación y, al mismo tiempo, “algo que necesita
ser interpretado” (1991: 797). Siguiendo los estudios de Adán (2006) y de Bach (2010), en esta
última tarea hay una coincidencia con el planteo de Teresa de Lauretis, cuando afirma que la
experiencia “es lo que debe analizar, comprender, articular la teoría feminista” (1992: 289).
Las respuestas al artículo de Scott reflejan las aristas de un enconado debate no sólo dentro
del campo de la historia sino también dentro de la teoría feminista. En el arco de réplicas se
encontraban quienes desconfiaban de los efectos de la tarea de deconstrucción, hasta los/as que
reconocieron que a partir del trabajo de Scott se proponía un acercamiento crítico al concepto
de experiencia. Dentro de la teoría feminista, los puntos críticos giraban en torno al lugar que le
cabía a la subjetividad, la agencia política y la experiencia corporal. La referencia al cuerpo de las
mujeres será uno de los puntos centrales del feminismo de Iris Young, Linda Alcoff, Laura Gray
y Sonia Kruks desarrollado en los ‘90, que retoman la fenomenología y construyen respuestas
superadoras a la disolución de la experiencia en el lenguaje, a partir de la dimensión que adquiere
la corporalidad sexuada y generizada (Bach, 2010).
En referencia a la “reconstrucción magistral del concepto”, Canning coincide con Scott “en lo
que la experiencia no es (transparente, visceral)”, pero objeta su falta de redefinición (1994: 424).
La sentencia enunciada por Canning revela un signo que será esclarecido por Carme Adán,
cuando señala que Scott mantiene cierta “ambivalencia argumentativa” entre “aceptar un grado
de constructivismo que no impida la actuación y huir del esencialismo”, donde reside “la mayor
dificultad para definir qué se entiende por experiencia de las mujeres y cuál es su función en la
teoría feminista” (2006: 247-248).
En referencia a esta observación, me interesa concentrarme en el sendero que reconstruye
Bach (2010) cuando observa que la propia Scott lleva la categoría de experiencia al borde del
precipicio, y finalmente decide rescatarla de una manera que la filósofa italiana Luisa Muraro
(2006) expone beneficiosamente. La clave de la lectura de Muraro reside en explorar los motivos
que le llevan a Scott a detenerse y resaltar que la palabra experiencia está tan imbricada con el
lenguaje cotidiano, en nuestras narraciones y sirve para “reclamar un conocimiento inexpugnable”
(1991: 797). Allí, Muraro encuentra una clara alusión a la práctica feminista y la validez de
reclamar ese “conocimiento” realizado en nombre de la experiencia. Se apoya en el argumento de
Scott que la toma como “interpretación y algo que necesita ser interpretado” (1991: 797), para
afinar su planteo enmarcado en el feminismo de la diferencia, y remarcar que la experiencia:

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Género, trabajo y experiencia...

[P]ide ser significada, no por una máquina simbólica ya predispuesta, sino por un ser vivo que siente
y habla. La experiencia no da pruebas, su evidencia no es una prueba. Ella simplemente llama al sujeto,
digamos incluso que le hace nacer, le invita a tomar la palabra y le sostiene en su pretensión de decir algo
verdadero. Y no es un sujeto neutro ni neutral, es un ser viviente que, gracias al lenguaje, junto a otras/
otros, da cuenta de lo que a él, a ella, se le manifiesta (Muraro, 2006: 5).

En este punto, los análisis realizados en las últimas décadas por las feministas de la diferencia
-de origen italiano y español- con respecto al trabajo de las mujeres, han trazado una ruptura
epistemológica con los paradigmas dominantes en las disciplinas del trabajo, al pasar de una
historia abstracta a una historia concreta surgida desde las experiencias y contada por ellas mismas
(Borderías, 2006). Este movimiento se visualiza en las herramientas cognitivas y en la creación
del lenguaje como un “partir de sí” y de la práctica de autoconciencia que permita “poner en
palabras” esa experiencia (Muraro, 2006). En estos casos, la narrativa de la experiencia de trabajo
es el punto de partida de la reflexión teórica (Barbieri et al. 2008).

Agencia, experiencia y narrativa


La progresiva crítica sobre la noción de sujeto integral y racional de la experiencia, se ha
extendido durante las últimas décadas del siglo XX en occidente (Foucault, 2010). Sin duda
que seguir postulando un proyecto feminista más allá de la referencia a un yo integral, universal,

[...] apelar a cierta comunidad de las “nosotras” sin caer en iden-


tidades cristalizadas, esencializantes, totalizadoras, ha sido un
problema no menor para pensar los procesos de movilización,
resistencia y agencia de las mujeres.

coherente y estable pero que postule agencias, la importancia de las experiencias vitales y la
legitimidad de las mujeres, constituía un desafío que muchas feministas estuvieron dispuestas
a asumir. Estos cuestionamientos han representado fuertes debates dentro de los estudios de
género, dado que “mujer” se traduce en un concepto imposible y necesario, es decir, se vuelve
punto de partida de políticas y teorías feministas que ubican las experiencias de las mujeres como
herramientas para interpretar o (re)construir la cultura desde otros puntos de vista. Pero, al mismo
tiempo, se vuelve el sitio de múltiples definiciones impregnadas -en términos derrideanos- por
el poder falogocéntrico. En este sentido, apelar a cierta comunidad de las “nosotras” sin caer
en identidades cristalizadas, esencializantes, totalizadoras, ha sido un problema no menor para
pensar los procesos de movilización, resistencia y agencia de las mujeres. Y al mismo tiempo, para
construir alianzas desde la compleja interseccionalidad de desigualdades (etnia, clase, orientación
sexual, etc.) que atraviesan a los sujetos subalternos.
En este escenario, resulta útil recuperar los postulados de Mohanty (2002, 2008), cuando
plantea la necesidad de análisis contextualizados sobre la organización de una agencia política y
epistémica, reteniendo la categoría “Mujer del Tercer Mundo” como una manera de delinear las
posibilidades de coalición política entre mujeres en diferentes posiciones, considerando las formas

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Género, trabajo y experiencia...

de resistencia personal y colectiva. Es en este sentido que se considera a las narrativas de experiencia
marginalizada, como un recurso poderoso para las mujeres del Tercer Mundo para sostener dichas
agencias (Stone-Mediatore, 1999).
En relación con el señalamiento de las feministas de la diferencia, considero que la
dimensión narrativa se convierte en una herramienta central a partir de la cual podemos
pensar las formas de articulación de la experiencia de las mujeres en el mundo del trabajo.
En este sentido, los relatos de experiencias no se convierten ni en una evidencia empírica ni
en mera construcción retórica, sino más bien en la cuestión de “prestar atención a las formas
en que nos pueden llevar a percibir contradicciones en nuestra propia experiencia” y que
pueden “facilitar nuestro propio hablar y escribir de oposición ulterior” (Stone-Mediatore,
1999: 107). En este sentido, la experiencia es el objeto que la narrativa articula y de algún
modo ordena; nunca es posible tornarla toda inteligible, es decir, volverla completamente
transparente (Rabelo y Souza, 2000).
A continuación, se analizan tres escenas en las cuales se reconstruye el lugar que ocupan
las narrativas colectivas o macro-narrativas que suministran los temas y recursos principales
a partir de los cuales se construyen las narrativas biográficas de mujeres, en este caso, como
trabajadoras de industrias que atraviesan procesos de crisis o cierre. Estas narrativas colectivas
reconstruyen la recuperación de fábricas, como parte de los procesos de movilización social
más significativos de los últimos años en Argentina. Dichas narrativas se estructuran como
un relato estandarizado, donde los papeles protagónicos de un momento épico se recrean
en distintas escenas como hitos de una gesta grupal (Gorlier, 2004). La puesta en juego de la
narrativa biográfica de la experiencia de las mujeres habilita la valorización de su lugar en el
proceso de producción y en la memoria sobre la ocupación y lucha por la fábrica (Partenio,
2014).
La selección de estas tres escenas se justifica a partir de la indagación en las múltiples
interpelaciones y clasificaciones atribuidas a las mujeres en el espacio fabril. Las tres escenas
reconstruyen la experiencia del trabajo femenino en elencos productivos mayoritariamente o
predominantemente masculinos del sector metalúrgico y textil.

En relación con el señalamiento de las feministas de la di-


ferencia, considero que la dimensión narrativa se convier-
te en una herramienta central a partir de la cual pode-
mos pensar las formas de articulación de la experiencia
de las mujeres en el mundo del trabajo.

Primera escena: la experiencia del trabajo domiciliario a destajo

Las narrativas biográficas de Viviana, Bruni y Amalia reconstruyen las huellas del itinerario
del trabajo femenino en una fábrica metalúrgica. En los intercambios durante el trabajo de
campo, mantuve una conversación con este grupo sobre la familia y el trabajo. En ese ejercicio
dialógico, compartimos intercambios en los tiempos de descanso del ritmo fabril. Bruni altera
la ronda de mate y nos dice “¿Será que me iré de este mundo sin dejar huella?, digo yo”. Amalia

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Género, trabajo y experiencia...

la observa atenta y comenta “Yo sí quiero dejar huella”. Viviana nos mira y comparte un deseo:
“Yo quiero escribir mi historia, bah… hay cosas feas, tristes y también buenas, como la fábrica…
y Gino”, su hijo pequeño. Viviana formaba parte del elenco productivo cuando la metalúrgica
entra en crisis. Al tomar la decisión de integrar la cooperativa se “ganó la contra” de su “marido”
y de su familia. Ella eligió contar una historia posible, su historia.
En la narrativa sobre el proceso de recuperación de la metalúrgica en Quilmes se construye
una oposición sobre la base de un dilema: “firmar o no firmar”5 por la cooperativa. Ese dilema
implicaba depositar las acreencias laborales en este proyecto y desistir de un juicio individual
contra la firma. Si bien la fábrica entra en crisis en una etapa posterior al ciclo donde se concentran
la mayor cantidad de recuperaciones (2001-2004), permanecía el eco de los casos como la
metalúrgica Acrow y confecciones Brukman. La dimensión que adquirieron dichos procesos,
tanto por la magnitud de la violencia represiva como por la extensión temporal del conflicto,
había revitalizado el “miedo” en esa fábrica quilmeña. Algunos/as por temor a un “desalojo
violento”, otros/as porque “creyeron” que los empresarios “pagarían todo” lo adeudado. En el
relato de delegados/as y referentes de la seccional sindical se resalta su labor de “convencimiento”
con el elenco de trabajadores/as que mostraban desconfianza frente a la incertidumbre que
representaba la cooperativa. En ese contexto, una ex delegada remarca la diferencia temporal en
la cual se desencadena la recuperación, trazando una continuidad con el proceso iniciado en la
zona de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela6:

“Fue positivo ser los últimos porque ya había una experiencia previa. Porque vos también tenés
argumentos en el momento de hablarle a la gente: ‘esto sucedió... y miren este ejemplo’ Había grupos que
lo veían a esto como muy... muy alocado -por decirlo de alguna manera- muy aventurero. Sentían que
se le estaba haciendo algo al dueño... Pero hay que pensar desde la lógica de esa persona... lo que ellos
tomaban era algo que no correspondía, lo veían como ilegal. No había forma de hacerles entender que sí
correspondía. De la única forma que la gente pudo llegar a verlo y a comprender... es cuando lo empezó
a vivir....”

Este dilema -que dilató la formación de la cooperativa- reactualizó el carácter de la relación


laboral de algunas trabajadoras que eran descalificadas por no pertenecer al elenco “histórico”
de “trabajadores efectivos” y que se incorporaron en la plantilla en la fase final. El elenco se
refería a este grupo de trabajadoras subcontratadas con expresiones como “trabajaban en sus
casas”, “Vinieron ya de última, nada que ver con nosotros”, “Era una changa que tenían en
la casa”. Dicha condición parecía excluirlas como voz autorizada al momento de decidir el
rumbo de la empresa fallida. Estos rasgos otorgaban sentido a una de las primeras frases que
escuché al llegar a la fábrica: “¡Ellas no eran de acá!”.
Cuando se reconstruye la historia del crecimiento de la firma, se encuentra que la plantilla de
casi 300 trabajadores/as tuvo su correlato fuera de la fábrica, conformada por un elenco estable
subcontratado que elaboraba partes de motor en sus domicilios y que permaneció casi invisible
en la narrativa colectiva. En efecto, desde fines de los ‘70, el elenco productivo se masculinizó
progresivamente y el plantel femenino comenzó a formar parte del personal subcontratado no
registrado. Allí se encontraban Viviana, Bruni y Amalia, socias actuales de la cooperativa. Sin
embargo, el lugar de las trabajadoras en la trama de las relaciones fabriles solo se visualiza en

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Género, trabajo y experiencia...

“historias dispersas y memorias hechas de jirones”, tal como menciona Ciriza (2008) cuando de
genealogía de las mujeres se trata.
Al igual que sus compañeras de sección, Viviana había ingresado siendo menor de edad a
la fábrica. Cuando nacen sus dos hijas, renuncia al empleo en la metalúrgica. Con ambas en
la escuela primaria, inicia una fina negociación con su “marido”, que se desempeñaba como
supervisor en la misma empresa. Su objetivo era “volver a la fábrica” y así se lo transmitía:

“Por lo menos traeme algo para hacer... Y bueno, como el dueño me conocía, mi marido me traía el
trabajo a casa para armar el interruptor de velocidad (…) yo estaba en negro, yo no figuraba en ningún
lado”

Su narrativa recrea las condiciones que la mantuvieron “activa” pero trabajando por años
en su domicilio y sin estar registrada. Durante la década del noventa, ingresa nuevamente a la
fábrica para contribuir en los ingresos de su hogar.
Bruni y Amalia transitaron el mismo itinerario como subcontratadas en sus hogares. Luego
de ser asalariada por un lustro, Bruni forma su familia a mediados de los años ‘60 y renuncia a la
metalúrgica, pero con el tiempo comienza a sentir la necesidad de retomar:

“Como yo necesitaba trabajar... mi hermano era jefe acá, le pedía trabajo y el dueño me mandó trabajo
a mi casa... y así estuve... 28 años... (…) Trabajaba en mi casa... y cuidaba mis hijos. Y al principio fue
difícil... después te organizas... después ya vas buscando los horarios de los chicos. Lo que tiene el trabajo
en casa es que vos no descansas... ¿no? Porque era la una de la mañana y yo seguía trabajando”.

Con un itinerario similar, luego de trabajar seis años como operaria y ser elegida como
delegada, Amalia deja su empleo en la metalúrgica cuando queda embarazada. Frente a la
necesidad de ingresos, posteriormente acepta la propuesta de los empresarios de la misma firma
y trabaja ensamblando motores en su hogar:

“Yo no me ponía a pensar si estaba bien, si estaba mal... Para mí era un trabajo que me convenía
porque no me movía de casa, yo vigilaba a los chicos, ¿viste?, era una entrada más (…) Yo trabajé tanto
tiempo en mi casa... que yo hacía el trabajo con los ojos cerrados...”

En la última fase, con la reactivación de la producción en el 2004, reingresan algunas


trabajadoras que habían permanecido en la subcontratación a destajo por más de dos décadas.
Este fue el caso de Amalia y Bruni que “vuelven” a la fábrica con más 50 años de edad y obtienen
el reconocimiento de la categoría como “operarias especializadas”. Vivido como una oportunidad,
Bruni experimentó la vuelta a la fábrica “como el paraíso”, donde se llegó a preguntar “¿por qué
estuve tanto tiempo en mi casa?”. Para Amalia significó el reconocimiento de la mitad de la
antigüedad, y la “pérdida” de “muchísimo tiempo” de aportes y derechos, frente a los cual se
lamentó diciendo “una a veces no toma conciencia de los años que está perdiendo”.
Cuando se desata la crisis de la fábrica, ellas integraban el elenco que permanece en las
instalaciones evitando el “vaciamiento”. A los ojos de sus compañeros de fábrica, la condición de
trabajadoras en el domicilio parecía no proporcionar la experiencia de explotación que contenía
en sí la posibilidad de una identificación de intereses comunes. Invadidas por las dudas que

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Género, trabajo y experiencia...

significaba perder nuevamente su lugar en la fábrica, este grupo de trabajadoras firma para
integrar la cooperativa a mediados de 2006.

Segunda escena: “las mujeres de…” en los pliegues de la memoria


En los primeros recorridos por la tejeduría de la textil ubicada a más de 500 km. de la ciudad
de Buenos Aires accedo a la “sección de enconado”. En este sector mixto trabajan varones
jóvenes y algunas mujeres que promedian los 40 años. Un ruido constante de motores me lleva
a acercarme a una de ellas para hablarle. Quien oficia de presentador es Osvaldo, el “encargado
de aparados”. Helena se muestra muy dispuesta a conversar conmigo en una oficina de la misma
sección. Uno de los jóvenes la releva en la línea de producción. Ella fuma durante toda la
entrevista que nos mantiene hablando por más de tres horas, sin que ninguna de las dos note el
paso del tiempo. Haciendo alusión a la misma situación de entrevista me comenta:

“Te digo que este es unos de los pocos momentos que yo siento que no estoy perdiendo el tiempo,
hoy... acá y ahora, en este momento (…) Los hermanos Miranda eran los compañeros que no estaban
convencidos de esta alternativa y se sentaron en un anfiteatro natural... que es la subida del parque de
enfrente... cruzando la ruta, se jactaron de nosotros... de que los negros, de que esto y el otro. Yo capaz está
mal lo que te voy a decir ahora, pero el compañero que te presentó... que me presentó... estaba enfrente
[se refiere a Osvaldo]. Esas son cosas que yo todavía no puedo separar... Me rompe soberanamente las...
Por eso me gustó más el hecho de tener esta charla con vos... para que todo lo que ves... puedas plasmar.
Vos te pones a pensar y decís: ‘qué bueno que sos...’ y fue uno de los que puso el palo en la rueda y hoy
está trabajando acá. El que no está [en la cooperativa], es porque no quiere”.

Helena quiso estar y desde el 2004 “acompañó” a su “marido” en la “lucha”. Tiene 39 años
y es conocida en “el pueblo” como una de “las mujeres de los chicos de” la textil. Su marido
fue vocero y vicepresidente del primer Consejo de Administración (CA). Una vez que la
cooperativa comenzó a producir ella “quería ser un número de legajo”. Casi cuatro años más
tarde se convierte en socia. Siete años más tarde se transforma en coordinadora de su sector de
producción y comparte emocionada esa noticia en una charla telefónica que tuvimos hace unos
meses.

La crisis de la fábrica era “la debacle nuestra” afirma


Helena, involucrando en este evento el destino del “pue-
blo”, de la “gente que había quedado a la deriva”, de su
comercio, y de su familia.

En octubre del 2003 se detuvo la producción en la textil ubicada en el Partido de Saavedra.


Un grupo de operarios permanece “cuidando las instalaciones”. En agosto de 2004 se desaloja
violentamente a los/as trabajadores y mantienen un “acampe” en la puerta de la fábrica para
lograr la expropiación. Luego de unos meses, el juez a cargo de la quiebra cede la fábrica a la
cooperativa. Como hilvanes deshilachados de la narrativa, la presencia de Helena se desdibuja en
las llamadas “mujeres de los chicos de” la textil, que estuvieron los días de ocupación, preparando

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Género, trabajo y experiencia...

“comida”, “prestando dinero para la personería jurídica”, llevando los hijos/as a visitar a sus
padres al “acampe”, entre otras tareas.
La crisis de la fábrica era “la debacle nuestra” afirma Helena, involucrando en este evento el
destino del “pueblo”, de la “gente que había quedado a la deriva”, de su comercio, y de su familia.
El relato estandarizado sobre la gesta grupal, las confundía entre “familiares” que “acompañaron
la lucha”.
En su relato de la recuperación, ella resume una visión de sí: “Yo siempre estuve al lado y
atrás en algunos momentos, pero siempre estuve como compañera de mi marido”. Desde esa
posición, su descripción de los acontecimientos la ubican como protagonista:

“Tenemos un momento de ocupación de la fábrica, porque vos estabas con la condición de que te
dejaron al libre albedrío, porque los tipos se fueron, no te pagaron. Es más, personalmente creo que fuimos
los mejores cuidadores de la fábrica. Porque acá no faltó nada, si faltó fue porque se llevaron los jefes, pero
no porque se lo haya llevado el laburante7”.

La reconstrucción de los pliegues subalternos de la narrativa épica sobre la recuperación de


la textil reveló el lugar asumido por parejas y esposas de trabajadores en las rutinas de la lucha.
Se trata entonces de vincular en el relato esos dos mundos diferenciados –la casa y la fábrica-
ante la emergencia de la crisis y cierre de una fuente de empleo para más de 500 familias. El
relato hilvanado en voces como la de Helena puso en escena quienes asumen las exigencias de
la reproducción material del elenco y de sus familias durante la recuperación. La narrativa de
Helena articulaba y daba significado a su experiencia de resistencia personal y colectiva. Desde
esa vivencia, acreditaba su puesto de trabajo en la cooperativa.

El relato hilvanado en voces como la de Helena puso en


escena quienes asumen las exigencias de la reproducción
material del elenco y de sus familias durante la recupe-
ración. La narrativa de Helena articulaba y daba signifi-
cado a su experiencia de resistencia personal y colectiva.
Desde esa vivencia, acreditaba su puesto de trabajo en
la cooperativa.

Su incorporación en la cooperativa perseguía un solo objetivo que expresa con estas palabras:
“Yo quería entrar, quería ser socia... yo quería tener mi número de legajo, o sea, pertenecer”. Desde
que ingresó en la cooperativa, su vida cotidiana se organiza alrededor de “la fábrica”. Durante la
mañana se “ocupa” de su casa, los hijos/as y por la tarde cumple el turno de catorce a veintidós.
Con satisfacción exclama “¡Esas son mis ocho horas!”. Aunque reconoce que le cuesta “sostener”
el ritmo de trabajo, y estar a la altura de “los pibes jóvenes”, ella “necesitaba estar acá adentro”.
Esas “ocho horas” en la cooperativa son experimentadas como “el momento” donde ha logrado
“encontrar un lugar en el mundo”. La experiencia laboral como socia de la cooperativa es
significada y sentida en el ritmo de la jornada diaria, para llegar a decir: “Yo me quiero quedar
acá, aunque todo me cueste uno más que el otro, pero me quedo”. Desde la apelación al carácter

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Género, trabajo y experiencia...

intransferible de la experiencia de “lucha”, Helena construyó su justificación para ingresar como


socia y trabajar. Su lugar había sido “ganado en la lucha”.

Tercera escena: la tarea de recordar(les) lo vivido y luchado

Zulema me invita a tomar un té en las oficinas. Enfrente de mí hay una taza con un plato
preparado. “Es para Morales”, me aclara, el presidente de la cooperativa y delegado sindical. Le
devuelvo su entrevista desgrabada. En ese ida y vuelta del texto, se abrirían nuevas lecturas y
otros significados.
“Este año van a ser 29 años que estoy acá, ¿ves que te lo puse al principio de la entrevista?”,
me señala. Después de las últimas “asambleas” se sentía muy molesta por los “comentarios” que
sus compañeros de fábrica “hablaban por atrás”, en “los pasillos”. Buscando explicar su malestar
me cuenta:

“Mira Flor, en los primeros cursos que fuimos de formación de cooperativas, los profesores decían
que tenía tanto valor el que estaba en una máquina, en un torno, como el que barría; y bueno, acá pasa lo
mismo. Escuchame, yo me quedé, me banqué todo, ¿por qué no voy a tener derecho? La otra vez le dije
a uno de éstos que me iba a ir, y él se mostró interesado y me dijo ‘ah… ¿cuándo?’. Le contesté: ‘cuando
me muera’”.

Zulema estaba muy enojada porque hace unas semanas ese mismo trabajador del “taller”
le dijo: “Te queda poco, porque cuando cambie la presidencia…”. Este trabajador se refería a
la posible salida del actual presidente de la cooperativa por la renovación de cargos del CA.
Zulema le respondió “Yo no necesito que nadie me defienda, además, mirá que miedo me da;
venga el presidente que venga, hay tareas que yo no voy a hacer y eso se lo puedo decir a quien
venga”. Esto la lleva a pensarse en otro plano, más allá de la fábrica: “mirá Flor, nunca me gustó,
no la voté a Cristina, pero cuando dijo la otra vez “No me perdonan ser mujer”, le dije a mi hijo
“en esto ¡le doy la razón!”8.
Zulema tiene 53 años, de los cuales 29 trabajó en la fábrica metalúrgica ubicada en el
conurbano sur, donde actualmente integra la cooperativa formada en el 2003. Ella se encarga
de las tareas de recepción, atención telefónica y limpieza. En su narrativa como partícipe de
la recuperación de una empresa en crisis se refleja el “orgullo” que siente frente a su familia y
los clientes que “no confiaban” en la gestión “en manos de los trabajadores”. Al mismo tiempo,
se ubica en una posición “defensiva” hacia el elenco productivo. Esta posición la ha llevado a
mostrar su “carácter”, a “endurecerse” frente a “los comentarios” y seguir trabajando para tener
su lugar, -en palabras de ella- “la parte que me corresponde” dentro de la fábrica. A partir de sus
relatos y recuperando las macro-narrativas del elenco, era posible reconstruir que era lo que no
se “le perdonaba” a Zulema.
A mediados del 2001 los empresarios transfieren el paquete accionario a los/as 45 trabajadores/
as que había en ese entonces, y aceptan renunciar a las indemnizaciones correspondientes.
Durante el período 2001-2003, la Sociedad Anónima gestionada por sus trabajadores/as no
pudo afrontar las obligaciones con sus acreedores y se decreta la quiebra con continuidad. Para
evitar la liquidación de los bienes, los/as trabajadores/as se constituyen en cooperativa de trabajo

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Género, trabajo y experiencia...

en junio de 2003. Bajo la denominación de “unos pocos” que se embarcaron en lo que definen
como una “aventura”, se incluye una parte del elenco productivo. Este señalamiento sobre unos
“pocos” adquiere sus variaciones situacionales de acuerdo a quien y donde se relata esa historia
de la recuperación, ampliando el foco de los que integraron este grupo. Sin embargo, ciertos
matices decoloran la narración predominante y ponen en evidencia las posiciones de aquellos/
as que “esperaban” en la fábrica y “nunca se fueron a buscar otro trabajo”. Al comentarme lo que
sucedía en esa época, Zulema recuerda su participación en reuniones y movilizaciones. El énfasis
dedicado a destacar su activa participación en estas acciones, será reeditado nuevamente por ella,
tantas veces como sea necesario “recordarles a muchos” de sus compañeros, quienes se quedaron
cuando el “barco se hundía”.
El relato sobre la etapa de crisis y recuperación de la empresa autopartista tiene plena vigencia
para Zulema, cuando se trata de “recordarle a muchos compañeros” de la cooperativa su lugar
olvidado en la narrativa de la recuperación. En la “plena crisis”, acepta la propuesta de los delegados
y debido a la falta de “personal de limpieza” permanece en la fábrica realizando estas tareas. Así lo
recordaba:

“Era esto o irte. Y bueno, en mi caso, te vuelvo a repetir, no encontré nada y dije: vuelvo a hacer lo
que sea, yo quería estar acá. Ya te digo, pasaron muchas cosas, son casi 30 años... míos, míos, ¿no?, la
pasamos muy mal. Y empecé a limpiar las oficinas... no en el taller ¿eh? Yo, con tal de trabajar, escuchame,
con tantos años no iba a tirar a la basura todos mis años... A mí no me importaba... y pienso que no es
deshonra”.

En esta reconstrucción sobre la etapa “más difícil” que vivió junto a los delegados en la
recuperación, Zulema busca diferenciarse de otra trabajadora del “taller”- que la trató de “loca”
por quedarse solo “a limpiar en la fábrica”. También se diferencia de los compañeros que “se
fueron a trabajar afuera”, buscando mejores ingresos.
Con la reestructuración productiva que atraviesa la fábrica, el sector donde trabajaba “no
existe más” pero “¿qué culpa tengo yo si mi puesto no está más?”, se pregunta Zulema. Desde
que trabajan en cooperativa, las tareas de recepción, atención telefónica, compras de artículos y
limpieza de oficinas, son realizadas por ella. Empezó a “participar” en las “mesas de mujeres del
gremio” y en capacitaciones. En las relaciones que mantiene con el elenco productivo, Zulema
reconoce “estoy siempre como a la defensiva... más en una fábrica, te guste o no”. Esta actitud
“defensiva” se convierte en condición de posibilidad para habitar el espacio fabril (“sino no
podes, no podría estar acá”). Si bien encuentra “buenos compañeros” con quienes mantiene
lazos afectivos, también reconoce que “hay otros que no, como en todos lados” porque son “muy
machistas”. Hacia adentro, Zulema sentía que su “honradez” estaba en juego, su tarea no solo era
desvalorizada sino que se veía cuestionada su condición de socia que retiraba la misma “parte” de
dinero que el resto. Su relato se organiza en torno a las formas de justificación puestas en juego
para validar su lugar:

Tengo mi parte como la tienen los otros...29 ¿viste? Yo tengo mi carácter... ¡Claro! tengo mi carácter...
y hay que lucharla con eso porque me quedé sola y siempre están mirando: “¡ay!, que porque vos haces
el café, porque vos barres, no podes cobrar igual que… que un tornero” [imita el tono de voz de los
trabajadores]. Lo entiendo perfectamente, pero también que me entiendan a mí... que yo también me

92 índice
Género, trabajo y experiencia...

quedé. Yo no quise venir a limpiar, a hacer un cafecito... o venir a barrer... ¡yo quiero mi lugar! Entonces a
mí... ¡me tienen que respetar! Porque yo no abandoné el barco. Ya sea limpiando, en lo que sea, me quedé
¿entendés? No es deshonra lo que estoy haciendo, porque escuchame... mantener una oficina no es nada
de otro mundo. Pero si tengo que ir otra vez a la máquina... y yo voy a una máquina... ¡mil veces!

Las razones para asumir una posición “defensiva” cobraban materialidad en sus palabras:
“siempre sale esto de que yo cobro igual pero no hago nada para ellos”.
Diferenciando la situación del resto de los que realizan tareas contables y administrativas, el
tesorero del CA reconoce que “es la fija, a Zule siempre la cuestionan porque cobra igual que
todos”. Para los integrantes del CA, Zulema debería cambiar de estrategia y tratar de “hacerse
un lugar” en la cooperativa. Cambiarse de ese lugar no reconocido y descalificado. Para Zulema,
en cambio, no se trataba de “hacerse un lugar” sino de defender “su lugar”.

La configuración de la experiencia: reflexiones a partir


de la trama de los relatos
La elección de las narrativas como un recurso metodológico, contempla el señalamiento que
hiciera Martin Jay (2009) sobre la paradoja que envuelve la categoría de experiencia. Cuando se
habla de la experiencia vivida tropezamos con esa paradoja ya que, por una lado, es presentada
como imposible de ser transmitida en términos comunicativos y suele emplearse como una
mercancía no fungible y pasible de escapar al principio de intercambio; por otro lado, es
ubicada en el extremo de la identificación con el lenguaje. Para Jay, ninguna de estas alternativas

Se ha buscado desentrañar los nexos entre los modos de


vivir, los modos de producir y los modos de narrarlos. Se
ha tratado entonces de sumergirse en esa inefable inte-
rioridad de la experiencia.

resulta convincente, reconociendo que es más fructífero permanecer en la tensión creada por la
paradoja y advertir “las formas en que la experiencia es tanto un concepto lingüístico colectivo,
un significante que unifica una clase de significados heterogéneos” y, a la vez, “un recordatorio
de que tales significados dejan siempre un residuo que escapa a su dominio homogeneizante”
(2009: 20). Esa tensión permite ubicar la experiencia “en el punto nodal de la intersección entre
el lenguaje público y la subjetividad privada, entre los rasgos comunes expresables y el carácter
inefable de la interioridad individual” (Ibídem).
Luego del análisis presentado de los relatos de vida y de la articulación entre historias
compartidas y narrativas del yo, es hora de volver a preguntarse -en sintonía con la propuesta
de Arfuch (2013)- de qué manera el relato configura la experiencia. Retomando las primeras
coordenadas sobre la necesidad de indagar la experiencia laboral desde las narrativas biográficas,
las tres escenas presentan modos posibles de anidamiento (Gergen y Gergen, 1997) de una micro-
narrativa en las narrativas del “nosotros”. Se ha buscado desentrañar los nexos entre los modos
de vivir, los modos de producir y los modos de narrarlos. Se ha tratado entonces de sumergirse

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Género, trabajo y experiencia...

en esa inefable interioridad de la experiencia. Recuperando las escenas presentadas, me detendré


en los registros y tramas, explorando al menos tres cuestiones.
La primera de ellas se detiene en analizar que segmentos narrativos ponen en escena esos
relatos de vida y que modos de producir se sedimentan en cada experiencia. En las tres escenas,
las narrativas biográficas interpelan la misma noción de producción y la valorización del trabajo
que cada uno/a realiza en un espacio de gestión colectiva que funciona bajo el formato de
cooperativa. En el caso de las trabajadoras metalúrgicas, la condición de subcontratación
pareciera desacreditar su experiencia de clase. Al mismo tiempo, los efectos de la subcontratación
se reflejarían no sólo en la invisibilidad de un elenco que no las reconoce como parte del mismo,
sino que dicha condición y esa labor productiva desarrollada en el mundo doméstico termina
relegando su capacidad de agencia política.
En el segundo caso, el relato de Helena como parte de las “mujeres de” trabajadores textiles,
reactualiza el viejo tópico producción/reproducción, considerando la recuperación de fábricas
como un proceso con diferentes etapas. En el caso analizado, esos hilvanes reconstruyen quienes
sostuvieron las prácticas de reproducción -y cuidado- del elenco productivo y sus familias durante
los meses de “lucha” y como se fue tejiendo -al igual que en otros procesos de recuperación-
una división sexual del trabajo militante9. Este punto es interesante ya que a raíz de la salida
masiva de las mujeres ante la crisis y el colapso provocado por las reformas estructurales de los
noventa se ha hablado no solo de la feminización de la pobreza sino de la feminización de la
lucha en las expresiones de protesta de los movimientos sociales; lo cual ha demostrado que “la
sustentabilidad de esas luchas reposó en buena medida en los cuerpos femeninos”, y frente a
lo cual es vital reconstruir cual fue el reconocimiento que obtuvieron esas mujeres (Barrancos,
2012: 24).

En este registro, la pregunta por quienes “estuvieron en la


lucha” y su nominación en el relato épico, se convertirá en
un poderoso criterio al momento de disputar un lugar en la
organización y dirección de la cooperativa.
En el tercer caso, la narrativa biográfica centrada en la agencia femenina durante la fase
de recuperación valoriza la experiencia laboral y la trayectoria metalúrgica de una trabajadora.
El ejercicio de reactualizar su “lugar en la lucha”, interpela la discusión colectiva vigente en
la cooperativa en torno a la jerarquización de retiros, la defensa del oficio metalúrgico y la
diferenciación de tareas. En ese juego entre micro y macro-narrativa, la experiencia laboral de una
trabajadora autopartista con treinta años de trayectoria se ve sujeta a la aprobación de una audiencia.
Resulta interesante analizar como el relato de Zulema de algún modo transforma su vivencia en el
mundo fabril e inscribe -siguiendo a Arfuch (2013)- algo que no estaba, al posicionarse frente a esa
audiencia -sus compañeros de trabajo- “defendiendo” su lugar.
De este modo, es posible reconstruir como las narrativas colectivas -“del nosotros”- edifican
un relato estandarizado. En este escenario, la importancia de reconstruir las narrativas ofrece a las
mujeres una instancia privilegiada -en términos de Ricoeur- para la comprensión de sí mismas. La
reconstrucción de narrativas de la experiencia permite abrir los pliegues donde conviven visiones
conflictivas -como las señaladas por Taylor (1984)- en un mismo relato estandarizado sobre una
gesta grupal (Gorlier, 2004). Con su poder discursivo, estos relatos estandarizados se muestran

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Género, trabajo y experiencia...

transaccionales, porque reclaman su aprobación o respuesta por parte de una audiencia (Gorlier,
2004). Para que dicho relato estandarizado tenga sus efectos, se moviliza la reciprocidad en la
negociación del sentido (Gergen y Gergen, 1997). Cuando un sujeto elije renegar de la posición
asignada en la macro-narrativa, amenaza todo un ensamble de construcción interdependiente.
Asimismo, en los tres casos analizados, encuentra lugar una pregunta insoslayable en torno a qué
lugar encuentran esas voces subalternas en los procesos de decisión que dirimen el rumbo de la
cooperativa en el mundo de la producción.
En esta clave, resulta pertinente anudar la reflexión a una segunda cuestión vinculada con lo
que llamaremos el uso estratégico de la experiencia como vivencia intransferible. Recuperando
los segmentos narrativos analizados, me parece interesante reconstruir como opera la vivencia
de este proceso de organización y movilización en términos del carácter intransferible de la
experiencia, que descalifica cualquier experiencia vicaria. Los relatos de Viviana, Helena y
Zulema recrean esa experiencia que pide ser significada y -como postula Muraro- las “sostiene
en su pretensión de decir algo verdadero” (2006: 5).
En este registro, la pregunta por quienes “estuvieron en la lucha” y su nominación en el relato
épico, se convertirá en un poderoso criterio al momento de disputar un lugar en la organización y
dirección de la cooperativa. Asimismo, algunas mujeres -esposas, operarias, parejas- recurrieron
a esta acreditación de carácter incontestable como sello de la experiencia vivida en la lucha para
legitimar su lugar en la cooperativa. En este caso, los itinerarios de Helena y Zulema reflejan
el camino que les permitió reactualizar sus credenciales como trabajadoras y socias legítimas.
Helena busca trabajar en la cooperativa a partir de un lugar “ganado en la lucha”. Zulema,
en cambio, reclama y exige frente a los que buscan excluirla de una distribución equitativa y
desprecian su labor.
Finalmente, la tercera cuestión nos lleva repensar los modos de articulación de la experiencia
y las formas de organización de las agencias de las mujeres. El vínculo entre experiencia y agencia
reenvía a explorar las razones materiales y morales que tienen las personas para transformar sus
condiciones de vida y de trabajo, y por tanto, las maneras de significar esas luchas y resistencias,
considerando diferentes temporalidades. En este punto, las maneras de narrar y significar esas
experiencias de lucha habilitaron otras formas de nombrar lo vivido, en tensión y/o negociación
con una audiencia que las pretendía ubicar en un lugar de la historia (“ellas no eran de acá”, “eran
mujeres de”, ella solo “barría y limpiaba”). En las escenas analizadas es posible advertir de qué modo
las agencias de las mujeres permitieron correr los límites de lo decible, lo visible y lo sensible10. En
este movimiento, las narrativas permitiron dar cuenta de la historicidad interna de esas experiencias.

Notas
1 Se retoma la investigación realizada durante diez años sobre 4 Desde la óptica de Dilthey, la erlebnis, se popularizó como
empresas recuperadas en la Provincia de Buenos Aires como alternativa al término de erfahrung, y fue traducida como
parte del trabajo de tesis doctoral “La producción de géneros: experiencia vivida o vivencia. En una obra posterior, localiza el
experiencias de mujeres trabajadoras en la gestión de fábricas significado no en la interioridad del sujeto sino en el “espíritu
recuperadas” (Partenio, 2014). objetivo” que constituía la expresión u objetivación de la vivencia,
2 El resaltado pertenece al original. Este ensayo se presentó en es decir, el tránsito de la erlebnis a lo que denominó ausdruck ( Jay,
1983 en la Asociación Americana de Historia. Se incluye en la 2009).
compilación Gender and the Politics of History, publicada en 1988. 5 En este caso el entrecomillado refiere a términos nativos.
3 El ejemplo que toma es la vida de los gays reflejada en la 6 Desde mediados de la década del ‘80 se realizaron ocupaciones
autobiografía de Samuel Delany (1988) -The Motion of the Light de unidades productivas en la zona sur del Gran Buenos Aires
in Water-, pero Scott insiste en que podría tomar la vida de impulsadas por la UOM de la región. Esta seccional promovió
mujeres o minorías étnicas. la formación de cooperativas de trabajo frente a los procesos de
quiebra (Davolos y Perelman, 2003; Partenio y Rumiz, 2013).

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Género, trabajo y experiencia...

7 El resaltado es mío. 9 Retomo este concepto del análisis feminista de Jules Falquet
8 “No me perdonan mi condición de mujer”, fueron las palabras (2007) sobre los procesos revolucionarios de América Latina y el
de la presidenta de la Nación Cristina Fernández en uno de los lugar de las mujeres en las organizaciones de El Salvador.
discursos frente al conflicto por las retenciones al agro en marzo 10 Esta expresión retoma los análisis de Rancière en torno a la
de 2008. politización de los sujetos cuando refiere a que “hacen visible lo
que no es perceptible, lo que dentro de la óptica de un campo de
percepción dado no posee razón de ser, lo que no tiene nombre.”
(2000: 124-5).

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Critical Inquiry, Nº 17, summer.

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Biografías

Victoria Basualdo es doctora en Historia por la Universidad de Columbia


(NY), investigadora del CONICET, coordinadora del Programa “Estudios
del trabajo, movimiento sindical y organización industrial” en el Área de
Economía y Tecnología de FLACSO Argentina. Es autora de numerosos
artículos y capítulos en publicaciones académicas, coautora del libro La
industria y el sindicalismo de base en la Argentina (Cara o Ceca, 2010),
VOLVER AL ÍNDICE y coordinadora de los librosTransformaciones recientes en la economía
argentina (Prometeo, 2008), La clase trabajadora argentina en el Siglo XX:
formas de lucha y organización (Cara o Ceca, 2011), y La tercerización
laboral. Orígenes, impacto y claves para su análisis en América Latina (Siglo
XXI, 2014).

Débora D´Antonio es Doctora en Historia por la Universidad de Buenos


Aires e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas. Asienta sus investigaciones en el Instituto Interdisciplinario de
Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y es profesora
en la misma institución. Forma parte o dirige diferentes proyectos UBACyT
y PICT-FONCYT. Se especializa en la historia argentina reciente y su cruce
VOLVER AL ÍNDICE
con los estudios de género.

Ariel Eidelman es Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires


y graduado de la misma universidad. Docente en la carrera de Historia
de la UBA. Docente universitario en los niveles de grado y posgrado y
docente de educación media. Se especializa en historia contemporánea de
Argentina y América Latina y ha trabajado temas vinculados a la historia de
la izquierda y de la represión estatal. Ha publicado artículos en diferentes
VOLVER AL ÍNDICE revistas académicas del país y de Uruguay.

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Federico Lorenz nació en Buenos Aires en 1970. Es historiador y docente,
investigador adjunto del CONICET con sede en el IDES, y enseña Historia en
el Colegio Nacional de Buenos Aires. Se especializa en temas del pasado
reciente argentino, en particular la violencia política y la guerra de Malvinas,
y en la historia sociocultural de la guerra. Publica con regularidad artículos
VOLVER AL ÍNDICE de opinión en distintos medios argentinos. Es autor de Algo parecido a
la felicidad. Una historia de la lucha de la clase trabajadora argentina,
1973-1978 (2013), Unas islas demasiado famosas. Malvinas, historia y
política (2013), Las guerras por Malvinas 1982-2012 (2012), Los zapatos
de Carlito. Una historia de los trabajadores navales de Tigre en la década
del setenta (2007), Combates por la memoria. Huellas de la dictadura en
la Historia (2007), Malvinas. Una guerra argentina (2009) y Fantasmas de
Malvinas. Un libro de viajes (2008). Publicó en Tusquets la novela Montoneros
o la ballena blanca (2012).

Alejandra Oberti es doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos


Aires). Se desempeña como profesora regular en la Carrera de Sociología
de la Universidad de Buenos Aires, como directora de Archivo Oral de
Memoria Abierta y coordina el equipo que desarrolla el archivo de
testimonios referidos al pasado reciente de la Universidad Nacional de
General Sarmiento. Se especializa en Estudios de Género e investiga sobre
VOLVER AL ÍNDICE el pasado reciente argentino. Actualmente es Directora de la Carrera de
Sociología de la UBA.

Florencia Partenio. Feminista. Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad


de Buenos Aires. Coordinadora de la Carrera de Relaciones del Trabajo de
la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ). Profesora titular ordinaria
en las materias “Historia de las Relaciones Laborales” y “Derechos Humanos
y Género en el mundo laboral” de la Licenciatura en Relaciones del Trabajo
(UNAJ). Directora de la “Cátedra Libre Virginia Bolten: Construyendo
VOLVER AL ÍNDICE
feminismos populares en Nuestra América” (UNLP). Docente de la Maestría
en Políticas Sociales de la Universidad Nacional de San Juan. Directora
de los proyectos de investigación “Estilos y estrategias de valorización de
los saberes del trabajo en las relaciones laborales del Conurbano Sur” y
“Empresas recuperadas y cooperativas de trabajadores en América Latina”
con sede en UNAJ. Integra el Programa de Estudios de Género (UNAJ).

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Grupo de Investigación
Karin Grammático obtuvo su título de Profesora de Enseñanza Media y
Superior en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y es Magíster
en Investigación Histórica por la Universidad de San Andrés. Actualmente
cursa sus estudios doctorales en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA
y es profesora adjunta regular e investigadora de la Universidad Nacional
Arturo Jauretche. Es autora del libro Mujeres montoneras. Una historia de la
Agrupación Evita, 1973-1974 [Buenos Aires, Ediciones Luxemburg. 2011]
y (co) compiladora de Hilvanando historias. Mujeres y política en el pasado
reciente latinoamericano, [Buenos Aires, IIEGE/FFyL/UBA-Luxemburg, 2010],
No tan distintas. Mujeres en Argentina y Canadá en la escena contemporánea,
[Buenos Aires, Biblos-ASAEC, 2010], De minifaldas, militancias y revoluciones.
Exploraciones sobre los ’70 en la Argentina, [Buenos Aires, Luxemburg, 2009]
e Historia, género y política en los 70, [Buenos Aires, Feminaria-IIEGE/FFyL/
UBA, 2005]. Es autora, además, de artículos que se han publicados en libros
y revistas nacionales e internacionales.

Wanda Wechsler es profesora de Historia de la Universidad de Buenos Aires.


Trabajó en educación primaria, secundaria y universitaria. Actualmente, se
encuentra realizando su maestría en Investigación histórica en la Universidad
de San Andrés. Además, investiga en el IDES, dentro del Núcleo de Estudios
Judíos y trabaja en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en la cual
realizó un trabajo de investigación sobre la memoria de los trabajadores y
trabajadoras. A través del Ministerio de Educación, dicta cursos y materias
para la formación docente.

Mariela A. Marini. Es Profesora en Enseñanza Media y Superior en Historia


por la Universidad de Buenos Aires. Es docente e investigadora en la
Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) y docente en la Universidad
de Buenos Aires. Es co-coordinadora de la materia Problemas de Historia
Argentina (UNAJ) y co-coordinadora del Taller de Vida Universitaria (UNAJ).
Actualmente cursa la Maestría en Historia en la Universidad de Luján.

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Epílogo
Sedimentos de una investigación

A lo largo de dos años nos abocamos a reflexionar en torno a las diversas experiencias
y memorias de los trabajadores y trabajadoras durante nuestra historia reciente.
Para ello, nos fue necesario el estudio y debate de diferentes autores que dedicaron su trabajo
a la historia oral, la historia reciente y el mundo del trabajo. Tuvimos la posibilidad no solo
de leer extensa bibliografía, sino de debatir con sus autores algunas de sus producciones. La
presente compilación testimonia, en buena medida, esa actividad que nos enriqueció como
investigadoras y permitió comprender mejor el campo de nuestra investigación.
A la par que avanzamos en esa tarea, comenzamos la búsqueda de documentos en diversos
archivos y centros de documentación y a construir nuestras propias fuentes orales. Gracias
a los aportes de estudiantes y colegas de nuestra universidad logramos armar un listado de
posibles entrevistadas y entrevistados, actuales o ex trabajadoras y trabajadores de empresas
como Alpargatas o Winco. Entre todas, diagramamos las entrevistas que buscaron indagar
sobre diversos ejes: el trabajo y la vida cotidiana, el barrio, la familia, el conflicto laboral y los
lazos interfabriles, entre otros.
Los encuentros con los trabajadores y trabajadoras nos acercaron su visión del mundo y del
proceso de trabajo; nos adentramos, a través de sus voces en primera persona, en la cotidianidad
de sus vidas y sus relaciones; supimos de sus pasiones, anhelos y frustraciones. La generosidad
con que se brindaron a la conversación nos ha permitido elaborar conjuntamente un material
de indiscutida fertilidad para dar cuenta del devenir de la clase obrera en el pasado reciente
argentino y reparar, de alguna manera, cierto olvido historiográfico que pesa sobre ella.
Finalmente, el trabajo cooperativo con el Programa de Extensión “Hacia la construcción de
un centro de documentación. En el recate y la conservación de la historia laboral del Conurbano
Sur” dirigido por la Dra. Florencia Partenio, concretó el objetivo principal de esta investigación:
la creación de un archivo oral de los trabajadores y trabajadoras del territorio bonaerense.

101 índice
Al calor de las lecturas compartidas, los intercambios de ideas, los lazos de afecto y la
construcción de conocimiento que cimentamos en el marco de este proyecto de investigación
logramos crecer en el oficio historiador a la vez que vivenciamos la riqueza del trabajo en
equipo. Este fue sin duda alguna nuestro aprendizaje mejor.

Las compiladoras

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