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Osvaldo Barreneche – Dentro de la Ley, TODO. La justicia criminal de Bs. As.

En
la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina

CAPITULO III: LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA CRIMINAL EN BS.AS. (1785-1810)


La ciudad de bs.as creció en muchos sentidos durante el siglo XVIII. Esta aldea-puerto dejo atrás los tiempos en
q era un destino poco apetecible para los burócratas coloniales españoles y con la creación del Virreinato del
Rio de la Plata con cabecera en bs.as. En 1776, vio llegar a los nuevos funcionarios borbónicos. Estos no
tuvieron mayores dificultades en imponer las nuevas pautas de conducción política y administración sobre los
pocos funcionarios criollos q hasta ese momento manejaban los asuntos públicos en bs.as. Es por eso q, a
diferencia de lo ocurrido en Lima o México, la nueva estructura administrativa del estado borbónico se asentó
rápidamente en la capital porteña.
Los encargados de administrar la justicia colonial utilizaron el amplio marco de legislación penal vigente en
aquellos tiempos, tomando del mismo las normas q pudiesen utilizarse en el mantenimiento del orden público
de la capital virreinal, q se había visto alterado por la llegada de tantos nuevos habitantes atraídos por la
creciente importancia regional del Rio de la Plata.
LEYES ESPAÑOLAS, PROCEDIMIENTOS PORTEÑOS
La autoridad de un estado declina cuando las leyes son enunciadas pero no aplicadas, es por eso q el éxito o
fracaso de una nueva ley está siempre relacionado con sus posibilidades de aplicación. Así, estas posibilidades
reales constituyen un elemento clave para estudiar el sistema legal español, donde conviven normas
contradictorias con aplicaciones diversas de esas leyes. Lo hacemos en un escenario particular: el bs.as.
Colonial tardío.
Un caso concreto q permite estudiar este problema es el del asilo en santuarios, q está incluido en todos los
principales códigos españoles. Muchas personas q cometían un delito procuraban refugiarse en alguna iglesia,
donde las autoridades seculares no tenían jurisdicción. Mientras se mantuviese dentro del templo, el perseguido
estaba protegido por el asilo eclesiástico. El derecho de santuario había cambiado con el tiempo, restringido por
el crecimiento del poder centralizado de los reyes españoles. Entonces, para finales del período colonial, este
derecho de asilo estaba acotado a casos muy específicos en comparación con su uso y aplicación durante los
siglos anteriores a la expansión marítima europea. Reclamar “refugio en el sagrado”, como era definido por las
leyes, no garantizaba inmunidad sobre las autoridades judiciales.
Es por eso q aquellos integrantes de la plebe urbana porteña acusados de cometer delito y q se refugiaban en las
iglesias de bs.as., no pudieron evitar ser entregados a la justicia ordinaria. Ninguna intervención de la justicia
eclesiástica era necesaria en estos casos. Pero aunque no tuviesen chances de obtener protección eclesiástica,
muchas personas continuaron buscando refugio en las iglesias luego de cometer algún delito o sabiendo q serian
acusadas de cometerlo.
La consecuencia de sustraerse a la jurisdicción civil no podía ser evitada por los q clamaban santuario, pero la
practica continuaba en bs.as. Especialmente en los acusados de delitos graves como homicidio o violación. Los
autores de estos crímenes podían ser condenados a la pena de muerte. Si así ocurría en la primera instancia, los
acusados q hubiesen buscado refugio en alguna iglesia obtenían automáticamente la revisión del caso por parte
de la Audiencia, q a su vez aplicaba la Ordenanza Real respectiva cambiando la pena de muerte por la de diez
años de prisión sin penas adicionales.
Por su parte, aquellos acusados de delitos contra la propiedad no obtuvieron ningún beneficio del derecho de
asilo.
La adaptación de las leyes penales españolas en bs.as incluyó también otras formas de castigo. Los virreyes del
Rio de la Plata buscaron embellecer la nueva capital virreinal. La escasez de mano de obra para estos pesados
trabajos significaba una traba a esos proyectos, por lo q el sistema judicial criminal contribuyo a cubrir esas
necesidades. La mayoría de los convictos porteños pertenecientes a las clases bajas fueron afectados a trabajar
en las obras públicas de la ciudad. Estos trabajos forzados “a ración y sin sueldo” formaban parte de las penas
complementarias a las principales de prisión dictadas por los Alcaldes. La Audiencia también estuvo atenta a
satisfacer esas demandas de mano de obra, agregando la clausula de trabajo en las obras publicas de la ciudad
en la mayoría de sus condenas a prisión.
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Las ciudades coloniales experimentaron un significativo crecimiento durante el siglo XVIII. Comparada con
Lima o México, bs.as. Y Montevideo eran pequeños pueblos en 1750. No existen estadísticas sobre la
criminalidad en este periodo, pero la elite porteña se quejaba a las autoridades sobre lo peligroso q se había
tornado transitar por los suburbios y vías de acceso a la ciudad en aquellos tiempos. No había prisiones
suficientes para condenar a los delincuentes y lo peor de todo según “la gente decente”, estos escapaban muy
fácilmente de las pocas cárceles en funcionamiento.
Las fugas de cárceles y presidios era un hecho frecuente en aquellas últimas décadas de dominación colonial.
Aun así, siguiendo las normas del derecho español, la Corona ratifico los procedimientos legales a cumplir antes
de imponer castigos corporales y otras sanciones a los fugitivos.
Una vez q el Alcalde o la Audiencia dictaban sentencia, los convictos “peligrosos” podían ser enviados a los
presidios de Montevideo, Lujan o la Isla Martin García. Pero los procesados permanecían en bs.as. Mientras
durase el proceso criminal y es en ese tiempo en q muchas fugas tenían lugar.
La utilización de procesados en los trabajos públicos de la ciudad también potenciaba los escapes, pues estos
acusados percibían q las autoridades estaban + interesadas en q trabajasen gratuitamente mientras estuviesen
detenidos, q en resolver su situación procesal.
La ayuda + eficiente q encontraron las autoridades coloniales para prevenir las fugas masivas de la cárcel fue la
información suministrada por los mismos internos, a quienes se les ofrecía diversas recompensas y privilegios si
ayudaban a abordar un motín y/o fuga de presos.
La adaptación de normas generales a las necesidades y objetivos institucionales locales de Bs.as., debe verse
también en relación a las prácticas jurídicas de la administración de justicia local, constituida por la Audiencia,
los Alcaldes y sus auxiliares. Dichas adaptación solo era posible por el accionar de estos funcionarios q
formaban parte del aparato de administración de justicia criminal colonial.

AUDIENCIA Y JUSTICIA COLONIAL EN BS.AS.


La Segunda Audiencia de bs.as. Comenzó sus actividades el 12/08/1785. Este tribunal fue establecido en el
marco de las reformar borbónicas realizadas en las colonias americanas. La Audiencia de bs.as. Fue de las
primeras en tener un Regente, funcionario q era nombrado para controlar a los otros miembros (oidores)
usualmente comprometidos con intereses locales. Sin embargo, por tratarse de un nuevo tribunal, la Audiencia
de bs.as no contaba con criollos entre sus miembros. Eran peninsulares recién arribados al Rio de la Plata para
hacerse cargo de su nueva función.
El caso de estos nuevos burócratas de bs.as era algo diferente al de las otras jurisdicciones españolas. Mientras
en otras ciudades coloniales los Regentes eran vistos como genuinos representantes de los nuevos intereses de la
corona española en América, el de la capital del virreinato del rio de la plata no se diferenciaba del resto de los
funcionarios recientemente arribados y sin conexiones con la elite local. Esto hacia mas difícil demostrar su
compromiso con la autoridad real. Por su parte, los Virreyes tenían razones suficientes para resentir la presencia
de los nuevos Regentes en su s jurisdicciones. En primer lugar, los virreyes eran también presidentes de las
Audiencias. Esta potestad no desapareció con la creación del cargo de Regente, pero estos últimos pondrían
barreras a las facultades judiciales virreinales. El arribo de los Regentes en muchas ciudades coloniales creo
además problemas de protocolo. Numerosos problemas fueron reportados al consejo de indias por los virreyes,
miembros de la audiencia y obispos.
Las controversias sobre la administración de justicia criminal, fueron de las primeras en surgir apenas la
Audiencia porteña comenzó sus funciones.
El concepto de división de poderes en el sentido q lo entendemos actualmente no formaba parte de la tradición
legal colonial. La audiencia no cuestionaba las atribuciones legales del virrey para dictar bandos y otras
disposiciones relacionadas con la administración de justicia. El alto tribunal, sin embargo, insistiría en sus
atribuciones de interpretación y revisión de todas las normas legales, incluyendo las resoluciones virreinales.
El consejo de indias ofreció una solución q constituye un buen ej. De cómo funcionaba el aparato estatal
imperial. El máximo tribunal español sobre los asuntos coloniales aprobó dos resoluciones: la primera llamaba a
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cooperar entre Audiencias y Virreyes, apoyando la autonomía de la Audiencia porteña, mientras q la segunda
daba ciertas atribuciones en los casos criminales al entrante virrey del rio de la plata. El 8 de agosto de 1790,
como consecuencia de esta disputa de poderes, el consejo de indias aprobó una ordenanza real para ser aplicada
en todas las jurisdicciones, estableciendo mecanismos de consulta entre virreyes y audiencias para la
administración de justicia.
La audiencia de bs.as pudo recurrir a las autoridades peninsulares para tratar de dirimir sus disputas de poder
con las otras autoridades virreinales, pero en cuestiones relacionadas con el control social, la Corona tendió a
apoyar las decisiones, prácticas judiciales y procedimientos administrativos de los virreyes. Los reportes sobre
criminalidad y agitación social preocupaban a las autoridades españolas, por lo q toleraban los excesos
cometidos por los encargados de mantener ese orden social. Por un lado, la función de policía de seguridad
urbana en bs.as estaba en manos del cabildo local y sus auxiliares. Por otra, el personal militar con asiento en
bs.as bajo el mando directo del virrey, también cumplía funciones policiales. Adicionalmente, los virreyes
nombraron alcaldes de barrio como auxiliares de la policía. Así, el control policial de la ciudad creaba muchas
cuestiones de competencia y autoridad q empujaba otra vez a la mediación de las autoridades metropolitanas.
Un creciente número de agentes con funciones policiales de seguridad eran los encargados de mantener el orden
en la ciudad. Sus acciones y actividades, aun cuando no siguiesen procedimientos legales, eran usualmente
amparadas por sus superiores.
Aunque no pudiese hacer cumplir todas sus decisiones si estas contrariaban la opinión del virrey, la audiencia
todavía contaba con el control de toda la estructura judicial. Los alcaldes del cabildo de bs.as dominaban la
justicia local y también llevaban a cabo las medidas dispuestas por la audiencia.
La audiencia perdió poder a manos de los virreyes durante la primera década del siglo XIX, la ultima de
dominación colonial en el rio de la plata. Después de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, el tribunal también
fue testigo del creciente poder del cabildo porteño y del virrey Liniers.
Sin la posibilidad de obtener un apoyo rápido del consejo de indias y otras autoridades metropolitanas afectadas
por la guerra en su propio territorio, la audiencia de bs.as se vio cada vez mas subordinada a una elite local
orgullosa de defender con medios propios la ciudad del virreinato, sin ninguna ayuda de las autoridades
coloniales. El reemplazo de sus miembros peninsulares después de 1810 fue así una consecuencia lógica de esta
situación.

LOS ALCADES COLONIALES Y EL SUMARIO


Los dos alcaldes del cabildo porteño eran responsables de todas las causas civiles y criminales en la ciudad.
Miembros de la elite local electos por un año, los alcaldes cumplían funciones judiciales y policiales. No solo
controlaban la preparación del sumario en los casos criminales, sino q también dictaban la sentencia al finalizar
los mismos.
El auto cabeza de proceso, acta labrada por el alcalde o sus auxiliares con la se abría una causa criminal, era
otra de las herramientas importantes para orientar la investigación y resolución de un caso penal. El auto
contenía básicamente información sobre el crimen o delito, incluyendo muchas veces el nombre del autor o
autores, posibles testigos y otras eventuales evidencias. Además, estos funcionarios incluían opiniones
personales q influían decididamente en la responsabilidad penal del acusado.
El recelo contra las autoridades judiciales y policiales estaba fuertemente arraigado en la gente, pues se habían
ganado su fama de rudos y violentos. Los alcaldes coloniales tenían gran influencia en los procesos criminales
pero siempre estaban potencialmente sujetos a revisión superior de la audiencia.

ADMINISTRANDO JUSTICIA CRIMINAL, 1785-1810


La seguridad pública era una prioridad de las autoridades coloniales en bs.as. El rápido crecimiento
demográfico de la ciudad, especialmente de las clases pobres, marcaban una inquietante presencia y
desequilibrio al orden social establecido.
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La falta de cooperación de la plebe urbana en los temas de seguridad pública confirmaba, según las autoridades,
su carácter peligroso. Como contrapartida, se esperaba q la gente decente colaborase con los esfuerzos oficiales
para combatir al crimen urbano, lo cual se evidenciaba mayormente en sus roles como alcaldes de barrio y
testigos en los juicios criminales. Precisamente su opinión también era de peso a la hora de evaluar a un acusado
y muchas veces mas q suficiente para declararlo culpable. Cuando ni los alcaldes ni los testigos de la gente
decente podían confirmar la culpabilidad de un sospechoso, las autoridades judiciales acudían a la tortura como
medio de obtener la confesión.
La “calidad” del acusado era un factor importante para someterlo o no a tormentos, por lo q los miembros de las
clases bajas estaban + expuestos a esta posibilidad, esclavos y mulatos libres en 1 lugar.
Los acusados de cometer crímenes y delitos debían en parte demostrar su inocencia. Por su parte, los abogados
defensores no insistían demasiado en la falta de evidencias pues la construcción de la prueba no contemplaba
todos los requisitos que agregaría el derecho penal decimonónico. Circulaban en el ambiente judicial porteño
del periodo colonial tardío las ideas penales de los pensadores iluministas del siglo XVIII, pero ellas serian
incluidas como argumentos en los casos criminales después de 1810. Los abogados defensores entendían q uno
de los pilares de las practicas de administración de justicia criminal colonial era el estatus social de victimas e
imputados y trataban de utilizar esas diferencias para sus defensivas. Las clases bajas no solo eran calificadas
como peligrosas sino también como ignorantes, por lo q los defensores oficiales insistían en q los acusados, ya
sea por ebriedad o por “de pocas entendederas”, no habían comprendido la criminalidad del acto cometido. La
poca capacidad intelectual o la dudosa moralidad q se les atribuía era presentada como atenuante del delito
imputado.
Las autoridades judiciales coloniales compartían en general la visión de la gente decente sobre las clases bajas
urbanas. Sin embargo, esto no significa q siempre se pusieran de su lado en los casos en los q intervenían. Estos
burócratas tenían sus propios objetivos dentro del aparato estatal y en muchas situaciones tomaban otras
posturas. Como en otras aéreas de la administración de justicia, el apoyo a las victimas o imputados de delitos
pertenecientes a la plebe urbana, incluyendo esclavos, era selectivo.
La justicia criminal colonial era utilizada para reafirmar el poder de un estado q, en bs.as y en muchos otros
lugares de América, no contaba con grandes ejércitos para garantizar por ese medio su continuidad. Ejercía pues
su rol mediador, apoyando ciertamente a las elites locales pero sin dejar fuera del sistema a los sectores q
menos favorecía.
La etnia o raza de los implicados en un proceso criminal era también factor significativo a la hora de aplicar
ciertos procedimientos penales y de dictar sentencia, agravando los castigos si los imputados eran gente de
color. Los fiscales también utilizaban como argumento en contra de los acusados el hecho de que estos no
hubiesen cumplido con sus obligaciones religiosas.
Los historiadores del derecho han descrito a los miembros de la audiencia de bs.as como un grupo de juristas y
abogados de vasta trayectoria judicial, encargados de supervisar los procesos criminales de su jurisdicción,
morigerando usualmente las severas penas aplicadas por sus subordinados alcaldes. La aplicación de la pena de
muerte y su reconversión a pena de prisión por la audiencia es usualmente utilizada como ejemplo de tal
moderación y mediación.
CONCLUSION: la nueva burocracia de la ciudad de bs.as supo utilizar las normas penales españolas para hacer
frente a los problemas de gobierno que presentaba la capital virreinal.
Las nuevas autoridades judiciales, incluyendo la audiencia, no tuvieron dificultades para poner en práctica los
cambios propiciados por el estado borbónico, pero al mismo tiempo se enfrentaron con otros funcionarios,
como los virreyes, en la preeminencia para garantizar el orden y tranquilidad pública en la ciudad. El tribunal,
visto antiguamente como un ejemplo de recta administración de justicia letrada, en realidad se preocupaba más
por afianzar su autoridad q por atenuar las duras sentencias de los alcaldes o castigar los casos de abuso de
autoridad. Como siempre, la misma legislación q daba tanto margen de aplicación local y por ende un gran
poder a las autoridades locales, también servía para mantener el equilibrio de poderes dando la razón a todos y a
ninguno en muchas de las disputas entre funcionarios, q se derivaban en consulta al consejo de indias.
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Mientras las controversias entre audiencia y virrey anteceden a las disputas entre los magistrados y las
autoridades ejecutivas el periodo republicano, los alcaldes capitulares coloniales asumieron el control de una
instancia clave en el proceso criminal: la instrucción de los sumarios, donde se recopilaba la información inicial
para cada caso.
Se ha visto a la audiencia de b.as como el gran tribunal moderador en la época colonial tardía. Sin embargo, los
datos de las sentencias sobre los casos de homicidio nos muestran q no siempre era así. Efectivamente el
tribunal atenuaba las severísimas penas impuestas por los alcaldes de la Santa Hermandad q administraban la
justicia criminal en la campaña. Pero el caso de la ciudad de bs.as demuestra q los miembros de audiencia
estaban preocupados por la inseguridad reinante y dispuestos a utilizar su poder a través de las sentencias para
contrarrestar esa situación.
La visión de unas clases bajas peligrosas e ignorantes también se ponía en evidencia mediante los alegatos de
los defensores y fiscales. La calidad del acusado era siempre tenida en cuenta por la justicia criminal, pues así lo
prescribían las leyes coloniales. Los integrantes de la plebe urbana, ocupando las escalas + bajas de la sociedad,
fueron por principio sospechados de cometer los delitos y crímenes ocurridos en bs.as., cayendo en manos de la
justicia penal. La aplicación legal de tormentos para obtener la confesión no era frecuente, pero se utilizaba si
era necesario, propiciada por los mismos funcionarios judiciales. La plebe urbana de bs.as. trataba por todos los
medios de evitar el contacto con las autoridades y mucho menos verse involucrada en un proceso criminal,
aunque fuese como testigos.

CAPITULO IV: CAMBIOS Y CONTINUIDADES DE LA LEGISLACION CRIMINAL DESPUES DE


1810
Después de la caída de Rosas a comienzos de 1852, una convención constituyente se reunió en santa fe, donde
todas las provincias con excepción de bs.as. (Separada de la confederación en esos tiempos) estaban
representadas. El 1 de mayo de 1853 la convención aprobó la constitución nacional argentina, que abre un
nuevo periodo de experimentación institucional y codificación del país.
Los autores de la constitución de 1853 se inspiraron en un texto del jurista Juan bautista Alberdi titulado “bases
y puntos de partida de la organización política de la república argentina”. En este trabajo se definía como leyes
intermedias aquellas aprobadas durante el inestable periodo 1810-1852. Utilizando este término, Alberdi
enfatizaba el carácter provisional de toda la legislación de aquellas décadas, ubicadas entre las leyes coloniales
y aquellas que organizarían constitucionalmente a la república argentina.

CONTINUIDADES DE LA LEGISLACION COLONIAL


En primer lugar, un nuevo discurso judicial, basado en principios liberales, va siendo incorporado en los
distintos recursos legales presentados por los abogados defensores en los casos criminales. Las decisiones
judiciales deben basarse en evidencias concretas, pues así quedan salvados los derechos del hombre, mientras q
se debe evitar una sentencia contradictoria si no hay culpabilidad cierta y verificada, porque es + justo y santo q
el culpado quede sin castigo, q el inocente condenado.
Aunque el discurso liberal floreció en las palabras de la elite letrada después de 1810, la primera junta de
gobierno pronto definió las limitaciones de sus consecuencias prácticas. A menos de un mes de haberse
constituido, la junta dicto un Decreto de Seguridad Publica como rta a la agresión verbal sufrida por el fiscal del
crimen en bs.as en dicho decreto, la primera junta dejo claro q la novel proclamada libertad no incluía el
derecho de cuestionar a las nuevas autoridades.
La inestabilidad política y los conflictos sociales, junto con la dinámica del mismo proceso revolucionario,
redujeron el poder de la primera junta y sus sucesoras. Los momentos iníciales de la revolución de 1810 crearon
las condiciones políticas para la continuidad del marco legal colonial. Las primeras juntas gubernativas
proclamaron lealtad a Fernando VII, y si bien introdujeron modificaciones diversas en legislación vigente, no
hubo ningún acto jurídico q aboliese las leyes coloniales en su conjunto. Aun cuando años después los
sucesivos gobiernos tuvieron q ser más explícitos acerca de sus intenciones independistas, ninguna decisión fue
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tomada al respecto del marco legal colonial. Por el contrario, el Reglamento Provisional de 1817,
explícitamente estableció la vigencia y continuidad de las leyes coloniales hasta q una futura constitución las
reemplace. Pero al mismo tiempo, a pesar de esta proclamación de continuidad, los gobernantes introducían una
y otra vez modificaciones y nuevas disposiciones a medida q buscaban, sin éxito en su mayoría, adoptar un
perfil más republicano acorde a esos momentos y q pudiese movilizar en su favor a una sociedad fragmentada.
La legislación criminal colonial de fondo, aquella descriptiva de tipos penales q había servido de base p la
formación de tantos expedientes y cuyo pilar eran las Siete Partidas de Alfonso el Sabio, no sufrió mayores
alteraciones durante estas décadas. Los homicidios, delitos sexuales, robos, etc. Continuaron siendo juzgados a
la luz de lo q la Séptima Partida decía sobre ellos. Sin embargo, en la correspondencia diría entre los jueces, la
Cámara de Apelaciones y los funcionarios del ejecutivo es posible ver lentamente la aparición de una tipología
penal más abstracta, que luego sería uno de los aspectos centrales de los códigos penales modernos.
Gobernantes, juristas y legisladores de bs.as reconocían los desafíos q presentaba el mantenimiento del orden
social. Trataron de enfrentar el problema regulando y modificando aspectos procedimentales en la justicia
criminal. La mayoría adhirió a la idea de posponer una nueva sistematización de las leyes criminales en un
código penal hasta q la constitución fuese aprobada.
De vez en cuando, el poder ejecutivo de turno solicitaba a la cámara de apelaciones recomendaciones para
mejorar las leyes criminales modificando las normas coloniales en vigencia. La principal razón de dichos
requerimientos era tratar de frenar los niveles crecientes de criminalidad reportados en la ciudad. Así, los
motivos coyunturales relacionados con la necesidad de reforzar el control social urbano motorizaban estos
pedidos, cuyo interés duraba quizás menos que el propio gobierno q los impulsaba.
Los camaristas y jueces respondían a estas inquietudes evitando proponer grandes reformas. Preferían pues
mantener la normativa legal básica de la justicia colonial hasta q una revisión completa pudiese ser hecha.
Intentaban así mantener el monopolio interpretativo de la legislación frente a las autoridades ejecutivas, quienes
les iban quitando mas y mas atribuciones con las distintas normas q aprobaban. Este énfasis en establecer
fundamentos jurídicos en cada cambio de legislación propuesto, era también una estrategia mediante la cual el
poder judicial trataba de reforzar su disminuida autoridad frente a otras formas de estado emergentes.
Los jueces se daban cuenta de las dificultades surgidas al querer aplicar la legislación colonial en la cambiante
sociedad republicana. Advertían además las contradicciones entre esas normas legales y los principios liberales
también vigentes. Esta postura daba pie a nuevos experimentos institucionales, a nuevas reformas procesales
que, una tras otra, iban modificando el sistema penal colonial y marcando, en esa provisionalidad, una de sus
principales improntas.
EXPERIMENTACION INSTITUCIONAL EN EL PERIODO INDEPENDIENTE TEMPRANO
Mientras otros funcionarios peninsulares sobrevivieron por un tiempo a este embate criollo, los integrantes
españoles del tribunal porteño fueron reemplazados de inmediato, poco después del depuesto Virrey, por jueces
americanos. Simbolizaban todos ellos el régimen colonial y por ende no pudieron permanecer en sus cargos
después de mayo de 1810.
La audiencia como institución sobrevivió hasta enero de 1812, en el que un nuevo reglamento de administración
de justicia, aprobado por el triunvirato, la reemplazo por la cámara de apelaciones. Desde entonces el nuevo
tribunal criollo actuó como instancia de apelación en las causas civiles y criminales originadas en la ciudad de
bs.as. y su campaña. La creación de otras provincias y la formación de cámaras de apelaciones en ellas redujo
sustancialmente el campo de acción del tribunal porteño, q ya no tendría la jurisdicción territorial ni el poder de
superintendencia judicial del q gozase su antecesora la audiencia. La Suprema Corte de Justicia de la Argentina
no fue establecida sino hasta 1862. Mientras tanto, la primera junta y los gobiernos sucesivos se adjudicaron la
retención del derecho de revisión judicial o instancia extraordinaria q en tiempos coloniales ejercía el consejo de
indias en España. El primer reglamento q describió el procedimiento a seguir en estos casos y que transfirió ese
poder de revisión extraordinario a las autoridades ejecutivas criollas data de 1811. A pesar de proclamar el
principio de división de poderes, la rama ejecutiva del gobierno revolucionario se adjudico la intervención en
asuntos judiciales, como sucedía en el periodo colonial. Durante las décadas siguientes, los sucesivos gobiernos
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crearon tribunales especiales para atender estos casos, pero todos ellos bajo directa supervisión del jefe
ejecutivo de turno de la pcia de bs.as. Por su parte, la justica penal ordinaria de primera instancia quedo en
manos de los alcaldes del cabildo hasta 1821. Los alcaldes de primero y segundo voto fueron reemplazados por
dos jueces de primera instancia, uno p casos civiles y otro p asuntos criminales. Además, se nombro un juez de
paz por cada jurisdicción parroquial de la ciudad. También se asignaron dos jueces de primera instancia con
jurisdicción en la campaña, pero en noviembre de 1824 el gobernador suspendió estos últimos cargos, quedando
la justicia rural en manos de los jueces de paz locales. El intento entonces de imponer una justicia letrada sobre
la predominante lega, heredada del periodo colonial, quedo restringida a la ciudad de bs.as.
Otros cambios institucionales disminuyeron el poder de los jueces. Unos pocos meses después de aprobar el
reglamento de 1812 sobre administración de justicia, el triunvirato creó por decreto una Comisión de Justicia.
Por un lado, el reglamento establecía procedimientos q garantizaban las libertades individuales y los derechos
de los ciudadanos. Pero por otra parte, la comisión de justicia se formaba debido a la escandalosa multitud de
robos y asesinatos q a todas horas y diariamente se cometen en la ciudad. Los problemas de la inseguridad
urbana, en la percepción de las autoridades, justificaban medidas extraordinarias q coexistieron con los debates
sobre la reorganización de la justicia criminal. Garantía vs. Eficacia parece haber surgido tempranamente como
disyuntiva de hierro en la política criminal republicana. Así, ganaba terreno la idea de diseñar una justicia
republicana y vigorosa como objetivo a alcanzar y a poner en práctica cuando terminasen todos los tiempos
políticamente inestables y socialmente agitados, en lugar de percibirla como un instrumento que pudiese
contribuir a lograr la tan ansiada estabilidad y progreso.
La legislación republicana iba introduciendo principios generales q indican claramente el florecimiento de un
discurso político donde las nociones liberales vinculadas a los derechos de la persona eran resaltadas. Sin
embargo, el mismo decreto establece excepciones en la aplicación de estos principios, los cuales podían ser
temporariamente suspendidos o aplazados en casos de crisis políticas y sociales. Este tipo de excepciones era
común en la legislación constitucional decimonónica pero, en el caso del rio de la plata y otras regiones de
Latinoamérica, estas mismas excepciones se transformaban más y más en la regla.
Otro reglamento provisional q incluía importantes precisiones sobre la administración de justicia fue aprobado
en 1817, e intento ser presentado como una constitución provisional. Definía la composición y organización de
la cámara de apelaciones y muchas de sus previsiones en materia judicial fueron ratificadas por las otras
provincias e incorporadas en sus constituciones. Por eso, a pesar de q durante esas décadas no existió un estado
“nacional”, los experimentos institucionales llevados a cabo en bs.as fueron luego “adoptados” en otras regiones
de la futura Argentina, sirviendo para homologar una legislación q facilitaría el liderazgo de bs.as en el proceso
de formación estatal nacional.
Este reglamento provisional de 1817 reflejaba las contradicciones entre la legislación colonial, el discurso
liberal y la realidad política y social. La administración de justicia seguiría los mismos principios, orden y
métodos aplicados hasta ahora, marcando por un lado una continuidad con las normas españolas. Al mismo
tiempo, confirmaba las garantías individuales y procesuales de los acusados.
Durante las primeras décadas republicana, dos constituciones de carácter unitario, fueron aprobadas por
congresos constituyentes reunidos a tal efecto, aunque las mismas no entraron en vigencia al ser rechazadas por
la mayoría de las provincias q apoyaban una carta magna federal. Estas dos constituciones de 1819 y 1826
ubicaban a una Alta Corte o Suprema Corte de Justicia en el pináculo del poder judicial, pero sin ninguna otra
mención a tribunales intermedios u ordinarios. Por eso la arquitectura legal del emergente sistema penal
republicano se fue armando con fragmentos surgidos de los reglamentos, decretos y normas q los sucesivos
gobiernos aprobaban y trataban de poner en práctica con poco éxito la mayoría de las veces. La
experimentación institucional fue la constante durante esas primeras décadas. La creación de la pcia de bs.as en
1820, no solo trajo reformas en la justicia ordinaria con la supresión de los cabildos y el nombramiento de
jueces de primera instancia, sino q también propicio otras modificaciones en materia procesal. Se procuraba
poner en práctica el principio de igualdad ante la ley, contradictorio con la legislación española que hacía de
esas diferencias uno de sus pilares. Los miembros de la sociedad colonial eran juzgados de acuerdo a su estatus
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social, étnico, profesional y jurídico. Aunque esta nueva norma intentaba barrer con esas diferencias, continuo
permitiendo la excepción de clérigos y militares. Por eso, a pesar de q esos grupos contaron con la amplia
cobertura legal q sus fueros les reportaban durante el periodo colonial, aun pudieron invocarlos a la hora de
eludir, en muchos casos, el accionar de la justicia ordinaria, atenuando la vigencia de ese principio de igualdad
q la norma sancionada quería imponer.
Luego de la independencia, hubo conflictos entre personal militar y funcionarios judiciales por la jurisdicción
militar. Cuando integrantes de las milicias urbanas o personal militar era acusado de cometer un crimen, los
magistrados querían juzgarlos en instancia ordinaria pero se encontraron con la abierta oposición de sus
Comandantes. Aunque estos últimos no negasen q sus subordinados podían haber cometido un crimen,
simplemente evitaban la intervención de la justicia manteniendo a los sospechosos dentro de la guarnición
militar de la q formaban parte.
Lo cierto es q la justicia criminal tenía serias dificultades para procesar y arrestar no solo a los militares, sino
también a civiles q participaban de sus actividades, los q también reclamaban la jurisdicción militar al ser
acusados por algún delito. Si un sospechoso obtenía la protección del comandante podía vivir dentro del cuartel
en lugar de la cárcel esperando la resolución de su caso. Estos acusados podían incluso continuar prestando sus
servicios al ejército y también “salir de noche”. Las limitaciones a los fueros aprobadas en 1823 todavía tenían
q recorrer un largo camino antes de q pudiesen lograrse su aplicación efectiva.
Además de mantener procesados bajo “protección” militar mientras el juez trataba el caso, los jefes militares
encontraron otras maneras de tomar ventajas del sistema legal en beneficio de sus pares y subordinados. Tal
como lo hicieron los comisarios de policía, estos militares vieron en la formación e instrucción de los sumarios
una buena oportunidad de manipular los casos en sus instancias iniciales. Entrometiéndose un poco en las tareas
de la justicia, los jefes militares usaron esos conocimientos para denostar la actividad judicial, junto con la
profesión de abogado en general y contrastarla con las responsabilidades q a ellos les tocaba en la era
republicana.
Las modificaciones parciales en las leyes aprobadas por las autoridades ejecutivas de turno reflejan también los
cambios políticos durante aquellos años. Debido a q el borrador de constitución “nacional” aun estaba siendo
debatido por las sucesivas convenciones, los gobernantes aprobaban las leyes asumiendo q ciertos principios
legales republicanos iban a ser incorporados u homologados por la futura carta magna.
Mientras q legisladores, juristas y políticos propiciaban estas leyes modificando la estructura y funcionamiento
de la justicia criminal, los sucesivos gobiernos debían hacer frente a la problemática cotidiana de administrar
justicia penal en la ciudad. Con las leyes a medio hacer o caducas antes de entrar en vigencia, muchos
gobernantes apelaron a medidas directas q permitiesen el funcionamiento de la justicia penal hasta la
aprobación de nuevas normas. Este escenario cotidiano es indispensable para entender las continuidades,
transformaciones y adaptaciones q en materia criminal tuvieron lugar en aquellas décadas, pero q perdurarían
más allá de la eventual aprobación de los nuevos códigos y leyes de la segunda mitad en siglo XIX.

ADAPTACION DE LAS PRACTICAS PENALES COLONIALES DESPUES DE 1810


En un contexto de inestabilidad política y efervescencia social, las autoridades ejecutivas de bs.as trataban de
mantener el orden aplicando distintos mecanismos de control social con el objetivo de utilizar esos logros para
legitimar políticamente su autoridad. La aprobación de leyes y el debate sobre las reformas en la administración
de justicia no eran suficientes para los gobernadores de turno, quienes buscaban al mismo tiempo soluciones
para un problema q inquietaba a la elite porteña. Es por eso q fue creciendo la presión de las autoridades
ejecutivas sobre las judiciales para acelerar la resolución de las causas criminales pendientes. Iba naciendo en
este tiempo, la percepción de tantísimos gobiernos sobre la lentitud de la justicia y la necesidad de q muchas de
sus funciones pasasen a manos de funcionarios + expeditivos, perteneciesen o no a la rama judicial del aparato
estatal.
Aunque los gobernantes de turno propiciasen acortar y dinamizar los procesos criminales pendientes, las
autoridades judiciales no siempre eran receptivas a estas iniciativas. Los tiempos judiciales se iban
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la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina

diferenciando de las exigencias coyunturales de la política republicana. Pero es precisamente a estos últimos
factores, y no a demoras en la justicia, a los q los magistrados atribuían la prolongación indebida en la
resolución de los casos judiciales. La solución q proponían y q al mismo tiempo habían puesto en práctica las
autoridades ejecutivas, al dejar la instrucción y otras diligencias de cada causa criminal en manos de otros
funcionarios pertenecientes en su mayoría a la policía, era precisamente lo q los jueces veían a su vez como la
principal razón de las demoras. Los encargados del poder ejecutivo tampoco podían o no querían esperar una
nueva legislación en materia penal para dar respuesta a los problemas de seguridad existentes. Por lo tanto, para
suplir lagunas o contradicciones legales los sucesivos gobiernos republicanos continuaron con la práctica de las
autoridades ejecutivas coloniales de dictar bandos. Estas normas de aplicación local no solo abarcaban faltas
menores también llamadas contravencionales, sino q también incluían regulaciones procesales en lo criminal y
castigos por delitos mayores.
Los bandos republicanos, como sus predecesores coloniales, establecían regulaciones y penas sobre otros
aspectos de la legislación penal como, por ej., la portación de armas. La reiteración de estos decretos, bandos y
otras disposiciones legales sugiere las tremendas dificultades para lograr su aplicación efectiva. No podían
cumplirse ni hacerse cumplir sistemáticamente, pero estaban en vigencia y podían ser utilizadas por las
autoridades de turno. Al mismo tiempo, su existencia y vigencia iban dando a las autoridades encargadas de
aplicarlas, en este caso la policía, un gran poder.
La seguridad pública en bs.as no quedaba solo en manos de las autoridades policiales porteñas. Tal como
ocurría en el periodo colonial tardío, se esperaba q los vecinos honestos cooperasen con esa tarea. Los alcaldes
de barrio continuaron con sus funciones. El proceso revolucionario abrió nuevas posibilidades políticas para los
auxiliares de la justicia. Las facciones políticas pronto advirtieron el rol imperante de estos alcaldes, tanto para
colaborar en el mantenimiento del orden político como en la tarea de movilización y apoyo político al gobierno
de turno.
Durante ambos periodos, los bandos intentaron regular la vida cotidiana de la población de bs.as. Algunos
bandos sirvieron su propósito al ofrecer la herramienta jurídica q la autoridad necesitaba para dar legalidad a sus
no siempre rectos actos. Otros, por su parte, fueron sistemáticamente ignorados por su población, aun cuando
proviniesen de los gobernantes + temidos.

LEYES, PROCEDIMIENTOS Y PRACTICAS PENALES


Las autoridades criollas continuaron con la práctica de inspeccionar las cárceles, especialmente la del cabildo, a
las q concurrían no solo los jueces sino también los gobernantes de turno. Las practicas judiciales estaban
dominadas por procedimientos escritos y un discurso técnico por lo q estas inspecciones, junto con las
ejecuciones en público, eran de las pocas oportunidades en las q la población podía ver como se administraba la
justicia. Los miembros de la cámara de justicia trataron de evitar la participación de las autoridades
gubernamentales de turno en las visitas q realizaban a la cárcel pública. Aunque los alcaldes de la cárcel tenían
a su cargo la prisión, los jueces entendían que el principio de división de poderes les deba jurisdicción no solo
sobre los expedientes de los presos, sino sobre sus condiciones de vida. Algunas leyes habían cambiado después
de 1810, pero no así esta práctica, q continuaba. Mientras algunos cambios legales q imponían el equilibrio
entre los distintos poderes eran aceptados, su interpretación e implementación dejaban todavía un espacio para
la continuidad por la necesidad de no perder espacios donde el ejercicio del poder era bien visible para la
sociedad.
CONCLUSION
El proceso revolucionario q empezó en bs.as en 1810 introdujo ideas liberales innovadoras q pronto se hicieron
visibles en el discurso político y jurídico de la independencia. Al mismo tiempo, las tradiciones legales
coloniales con las q habían gobernado los españoles no desaparecieron inmediatamente.
Las continuidades en la arquitectura legal de la justicia colonial no impidieron una intensa fase de
experimentación institucional después de la independencia. Por su parte, la necesidad de mantener el orden
social y la seguridad publica en un contexto de inestabilidad política propicio la adaptación de prácticas penales
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la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina

coloniales para ser aplicadas en bs.as republicana. Como parte de estos cambios y adaptación, muchas
normativas y reglamentos fueron discutidos y aprobados intentando buscar un nuevo perfil para la justicia
criminal. Sin embargo, los principios liberales del siglo chocaron con necesidades prácticas de control social de
la población urbana. Así, mientras reconocían y aprobaban normas q garantizaban los derechos y garantías
individuales, las autoridades ejecutivas presionaban a las judiciales para acelerar la resolución de los casos
criminales pendientes.
Los jueces ya veían perder su poder a manos de las autoridades ejecutivas y no querían endosar reformas
parciales sin q sancionasen leyes fundamentales q les diesen el lugar institucional adecuado a su rango y al
principio de división y equilibrio de poderes q todos declamaban.
Las autoridades ejecutivas de turno, apuradas en obtener resultados, fueron receptivas a estas crecientes
demandas del poder policial. Los gobernantes de turno también echaron mano de los bandos coloniales para
dictar nuevas disposiciones q les permitiesen dar un marco legal al accionar de los agentes del orden bajo su
mando. Mientras q aquellas normas trataban los delitos menores o contravenciones, los bandos republicanos
contenían disposiciones relacionadas con delitos + graves, incluyendo procedimientos a seguir y hasta penas a
aplicar. Completando la escena, propiciaron la formación de comisiones criminales y nombraron jueces
extraordinarios para tratar delitos y casos criminales concretos, lo q también atentaba contra la independencia
judicial.
En las constantes adaptaciones y superposiciones de las leyes y disposiciones aprobadas en ese tiempo, aun
cuando muchas tenían tan corta vida q ni siquiera se llegaban a aplicar, se iba formando un marco legal
intricado con capacidad de dar múltiples respuestas a una misma situación, dependiendo de las circunstancias.
Sin embargo, una cosa era aquel marco legal donde las diferencias sociales y de todo tipo estaban consagradas
por ley y otra muy distinta este nuevo escenario republicano donde debía prevalecer la igualdad ante esa ley.

CAPITULO VI: LA FORMACION DEL DISCURO PENAL REPUBLICANO EN BUENOS AIRES


A comienzos de la década de 1820, después de 10 años de experimentación institucional, los líderes políticos
porteños estaban disconformes con los resultados obtenidos de la revolución de independencia en el rio de la
plata. La constitución “nacional” todavía era un proyecto y las diversas leyes y normas aprobadas no habían
podido crear las condiciones necesarias para una organización institucional efectiva. Por su parte, la llamada
generación del 37 coincidían en q las instituciones no estaban aun consolidadas, y esta era la principal traba
para lograr la ansiada prosperidad y estabilidad en la región.
Aunque intelectualmente diversos, tanto los representantes del experimento liberal de los años 20 como los de
la generación del 37, culpaban a la antigua dominación colonial en la región por los fracasos republicanos q le
sucedieron. Y sobre esto, los miembros del salón literario culpaban también a los juristas y legisladores de las
décadas previas, por haber querido cambiar las tradiciones legales coloniales simplemente aprobando nuevas
leyes de corte liberal. La evaluación retrospectiva de la generación del 37, con esa visión crítica de la revolución
de 1810, confirmaba lo ya sabido: las contradicciones entre la legislación colonial y las nuevas normas
republicanas eran insalvables.

LA FORMACION DEL DISCURSO PENAL REPUBLICANO EN BUENOS AIRES: MARCO GENERAL


La experimentación institucional q tuvo lugar en bs.as durante la primera mitad del siglo XIX incluyo
ingredientes del discurso liberal imperante en ese momento. Los debates legislativos sobre las nuevas leyes
criminales y el código penal fueron generalmente pospuestos hasta q una constitución fuese aprobada.
La academia de jurisprudencia fue precisamente uno de los foros donde los estudiosos del derecho debatieron
esas ideas. La propuesta se basaba en otras instituciones similares creadas oportunamente en ciudades españolas
y americanas antes de la independencia. Así, inspirada en una institución colonial, la academia de
jurisprudencia de buenos aires se convirtió en un sitio de debate de las nuevas ideas y tendencias jurídicas y
legales en la etapa republicana temprana.
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la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina

En la década de 1820, hubo dos debates superpuestos: uno de ellos se relacionaba con los procedimientos
penales en la administración de justicia criminal, y el otro planteaba las reformas a la arquitectura legal del
sistema penal incluyendo la sanción de un código penal y una nueva estructura judicial, debía contarse primero
con una constitución aprobada.
Muchas propuestas discutidas en la academia durante los años 20 fueron presentadas por el ex juez francés
Guret Bellemare. Sus propuestas e intervenciones se concentraban básicamente en tres temas: 1) el código penal
y el código de procedimientos penales, 2) el establecimiento de juicios por jurado, y 3) la estabilidad de los
jueces en sus cargos.
La constitución por jurado fue otro tema propuesto por Bellemare para una eventual reforma del sistema de
administración de justicia criminal en lo q era entonces su patria adoptiva. El caso español y todas sus
injusticias recientemente extirpadas por la independencia eran un ejemplo de aquella negativa secuencia de
procesos y eventos, por lo q insistía en q debía establecerse el sistema de juicios por jurado lo antes posible,
para garantizar esa participación y representación en tan delicado asunto. Esta idea no entusiasmaba al director
de la academia y los juristas criollos. Ya se sentían en esos años los avances de las autoridades ejecutivas y
policiales sobre los asuntos de justicia criminal, especialmente en lo concerniente al control del proceso penal.
En ese contexto, los magistrados y juristas reivindicaban la autoridad judicial y el monopolio interpretativo de
las leyes penales, haciendo valer su condición de profesionales en la materia, y sin dejar espacio para el tipo de
participación q propiciaba el francés.
Un renovado interés en la reforma judicial tuvo lugar durante 1827, 1828, y 1829. La continuidad o abolición de
la pena de muerte provoco varias discusiones en la academia.
La estabilidad de los jueces en sus cargos era otro de los temas impulsados por el francés, quien criticaba el
hecho de que algunos magistrados y funcionarios judiciales debían dejar sus puestos cuando la facción política
q había impulsado sus nombramientos se alejaba del gobierno. La constitución de los juicios por jurado era
pues la base de las reformas propuestas por Bellemare, quien insistía en q los jueces debía intervenir
inmediatamente en los casos. Para ello, sugería la formación de dos jurados: el juri de los casos criminales para
presentarlas ante el magistrado de intervención, mientras q el segundo se ocuparía de estudiar el caso y cerrarlo
pronunciando un veredicto de inocencia o culpabilidad. La imparcialidad estaría así garantizada al convocar por
sorteo a “todo ciudadano q este en el goce de todas sus facultades intelectuales, q sepa leer y escribir, q tenga
una buena conducta, un corazón recto, y una conciencia irreprobable, padre de familia o soltero, mayor de 25
años, con tal q no esté a sueldo del gobierno, ni al de otro alguno, o a sus órdenes.
Sin embargo, la cuestión no prospero mas allá de esos círculos pues quienes tenían a su cargo la
superintendencia de la justicia criminal, propiciaban a su vez la formación de una justicia eminentemente
letrada, sin participación de otros sectores sociales. La inestabilidad política de esos años también conspiraría
contra la posibilidad de continuar seriamente el debate sobre los juicios por jurado. El gobernador Dorrego,
cuyo interés sobre el tema había impulsado la publicación del Plan General de Bellemare, fue derrocado por un
golpe militar encabezado por el General Lavalle y fusilado en diciembre de 1828. Entonces, las turbulencias
políticas y las confrontaciones militares durante el siguiente año darían lugar al nombramiento de Rosas como
nuevo gobernador a finales de 1829, quien no mostraría ningún interés en continuidad a la discusión de este
asunto.
La academia de jurisprudencia continuo siento un ámbito de entrenamiento para estudiantes de leyes durante la
segunda mitad de la década de 1830, pero los debates sobre la justicia criminal q se llevaron a cabo durante los
años previos no tuvieron continuidad.
Fundada en 1821, la Universidad porteña fue también centro de discusiones sobre la legislación y
administración de justicia criminal. Conto desde su creación con departamento de jurisprudencia con dos
cátedras q se comenzaron a enseñar el año siguiente: la de derecho natural y de gentes. Ninguno de estos cursos
trataba sobre temas de justicia criminal, no incluía innovaciones ni refería a las discusiones q se iniciasen en el
siglo de las luces, sino q continuaban las enseñanzas de la materia de la época colonial tardía, combinando
derecho romano y español en sus clases.
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Después de 1833, cuando la reforma del plan de estudios tuvo lugar y especialmente después de 1835 cuando
rosas asume la gobernación de bs.as con la suma del poder público, los intelectuales y estudiosos del derecho
prefirieron continuar discutiendo estas ideas en ambientes alternativos al académico. El Salón Literario, punto
de encuentro de la llamada generación del 37, se constituyo en el sitio favorito entre los jóvenes intelectuales
porteños. En el salón fueron introducidas y discutidas las nuevas ideas inspiradas en el romanticismo europeo.
Allí surgieron debates y propuestas q tuvieron en general una postura crítica hacia las dos décadas previas de
experimentación institucional en bs.as., pues habían fallado en brindar la buscada estabilidad política y progreso
económico y social a las provincias unidas del rio de la plata.
Publicado en 1837, el Fragmento preliminar al estudio del derecho de Alberdi, definía una ciencia del derecho
ubicada en el marco del derecho positivo. Así, Alberdi puntualizaba q la ley natural, inspirada en principios
divinos, debía considerarse separadamente y en lo posible no interferir en aquellas cuestiones q regulaban la
convivencia entre los hombres.
El fragmento distinguía entre derecho y ley. El derecho era el terreno apropiado donde las sociedades
encontraban las bases morales y espirituales para desarrollar una vida armoniosa entre sus componentes. La ley,
por su parte, la constituían normas y regulaciones específicas q precisamente materializaban y sostenían esa
armonía social. La constitución era así el primer y fundamental escalón en el desarrollo armónico de la
arquitectura jurídica de la misma. Al aplicar estas ideas al caso rioplatense, Alberdi advertía q era precisamente
la alteración de ese orden de prelación el q había causado el fracaso organizacional de los experimentos
liberales de las décadas anteriores.
Las normas legales y las sanciones a aquellos q las quebrantasen, de acuerdo a Alberdi, debían tener en cuenta
circunstancias históricas, geográficas y culturales de la sociedad antes de ser aplicadas. Describía pues en el
fragmento tres sistemas posibles de retribución para la justicia criminal: penal, penitenciario y represivo. El
penal se basaba en sanciones severísimas. El sistema penitenciario, proponía detener la violencia criminal
eliminando sus causas. Era el sistema + humanitario de los tres, pero precisamente eso lo hacía lento e
impracticable. Alberdi recomendaba aplicar en el caso argentino el sistema represivo, basado en objetivos
concretos tendientes a neutralizar las acciones criminales mediante la aplicación de diversas penas. Según el
fragmento, las mayores inequidades de la justicia penal aplicada en las primeras décadas de la independencia
habían tenido lugar porque sus prácticas informales y procedimientos cambiantes dependían de la decisión del
caudillo. Esta fuente de arbitrariedad debía ser cambiada por el nombramiento de jueces y autoridades judiciales
independientes q pudiesen ir regulando ese poder indiscriminado.

CONCLUSION.
Las ideas ilustradas de autores europeos sobre crimen y castigo fueron difundiéndose tenuemente en España y
sus colonias durante las últimas décadas del siglo XVIII. Renombrados juristas del mundo ibérico procuraron
integrar las ideas del Marques de Beccaria a las propuestas de cambio de la justica criminal española durante el
periodo colonial tardío. Estas propuestas, sin embargo, no se arraigaron en la región del rio de la plata.
Durante este periodo republicano temprano, las nuevas ideas sobre justicia penal fueron debatidas en la
academia de jurisprudencia y en la universidad de bs.as desde su inicio, la academia permaneció ligada a la
justicia y sus intereses. Si bien en su sede se debatieron muchos temas de justicia criminal, solo algunos de ellos
fueron formalizados como propuestas y proyectos ante las autoridades ejecutivas y legislativas.
La universidad de bs.as fue otro sitio de discusión sobre ideas penales. Aunque no había un curso formal de
derecho criminal, tópicos relacionados fueron tratados y debatidos en otras cátedras. El debate sobre la pena de
muerte se instalo a partir de 1827. Aquellos que oponían a su continuidad seguían el principio de
proporcionalidad entre crimen y castigo formulado por Beccaria y el principio de utilidad de Bentham. Los no
abolicionistas citaban a Rosseau , Montesquieu, Filangieri, Constant y Mably para indicar q no todos los
intelectuales y pensadores europeos estaban a favor de la supresión de la pena capital.
La generación romántica de 1837 había sido testigo del fracaso del experimento rivadaviano de la década
anterior y critico a sus actores por tratar de trasplantar nociones liberales y culturales de esta región. Siguiendo
Osvaldo Barreneche – Dentro de la Ley, TODO. La justicia criminal de Bs. As. En
la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina

las doctrinas de Lerminier, Alberdi propuso la tarea de definir un derecho argentino, antes de considerar su ley.
Esta sería la tarea q se emprendió durante la segunda mitad del siglo XIX, cuyo punto sobresaliente fue la
aprobación del código penal en 1886.
Fragmentos de leyes coloniales, elementos del discurso penal surgido de la ilustración, nociones románticas de
adaptación normativa a las circunstancias locales y una elusiva estabilidad política, constituyeron algunos de los
componentes entre los q emergería el sistema penal republicano argentino. La justicia, la policía y las
autoridades ejecutivas basaron sus decisiones cotidianas en esas nociones fragmentadas. Una práctica ecléctica
de resolución de problemas pero también un justificación de decisiones diversas y contradictorias protegidas por
un marco legal flexible y cambiante q, más allá de la estabilidad política, continuaría con una de las
características más salientes del sistema penal moderno de la argentina.

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