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MITOS Y REALIDADES EN TORNO A LA ALTA CAPACIDAD
Javier Tourón
CTY España (www.ctys.net)
Johns Hopkins University, CTY International Charter Member
Las páginas que siguen pretenden ser una ayuda en ese sentido.
Plantearemos doce de los mitos más frecuentes en torno a la superdotación o
alta capacidad como preferimos llamarla por razones que no trataremos aquí.
Haremos algunas reflexiones sobre cada uno de ellos, sin entrar en
tecnicismos que no serían propios del objetivo que nos hemos planteado para
esta introducción. Existen excelentes obras en las que diversos autores han
desarrollado desde esa perspectiva estos aspectos. Al final de estas páginas
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Este escrito se basa en un trabajo anterior incluido en el libro: Almeida, L.; Oliveira, E. P. y Melo, A. S.
(2000). Alunos sobredotados. Contributos para a sua identificaçao e apoio. Braga: ANEIS
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ofreceremos una selección que puede ser útil para aquéllos que deseen
profundizar en este tema. Lo que se pretende ahora es que las
consideraciones que van a realizarse sirvan a los lectores para analizar su
postura al respecto, y determinar en qué grado sus actitudes pueden estar
influidas por estos mitos y actúen en consecuencia.
Es fácil poner aquí algunos ejemplos sencillos que ilustren este punto.
Supongamos una niña de corta edad con un talento natural (capacidad,
habilidad, potencial, etc.) para la danza. Es posible, sólo posible, que con un
gran maestro, un adecuado programa de enseñanza y una dosis personal de
sacrificio y trabajo duro, llegue a destacar en este campo (el éxito es otra
cuestión). Lo que es dudoso, digamos imposible, es que otra niña con un
esquema corporal pobre, una visión espacial deficiente, una psicomotricidad
torpe y una estructura física inadecuada, pueda -por mucho entusiasmo y
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entrenamiento que aporte- llegar a adquirir siquiera la mínima competencia
para esta actividad.
MITO 2 Los niños con alta capacidad académica poseen una fuerza
intelectual general que les hace de alta capacidad en todas las
áreas escolares
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MITO 3 Las personas de alta capacidad tienen unos recursos
intelectuales, sociales y de personalidad tales que son capaces
de alcanzar su pleno desarrollo por sí mismos
MITO 4 Los niños de alta capacidad están mejor ajustados, son más
populares y felices que los alumnos medios
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hay una ostensible diferencia. Lo mismo ocurre, otra vez análogamente, con
las diferencias entre las personas de alta capacidad intelectual, artística, etc.
La diversidad entre ellos es enorme, hasta el punto de que las diferencias
pueden llegar a ser incluso mayores que entre los alumnos llamados
“normales”. Vayamos por partes.
MITO 5 Los niños de alta capacidad son creados por unos padres
“superapasionados”, que conducen a sus hijos a rendir
continuamente de forma alta. Cuando los padres, muy
ambiciosos, les empujan demasiado, esos niños terminan
fracasando
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frustración personal, o incluso si lo hacen por vanidad, o por prestigio social.
En cualquier caso, lo que es claro es que la alta capacidad, como potencial que
es, no se crea a base de esfuerzo o exigencia paterna. Mas bien los padres lo
que deben es ofrecer el apoyo necesario para que sus hijos alcancen su pleno
desarrollo, favoreciendo un ambiente intelectual y culturalmente estimulante,
donde el interés por la felicidad personal de los hijos, fin mismo de la
educación, presida todas las relaciones familiares. Pero el estímulo, que
siempre es conveniente, no debe convertirse en presión, o en el planteamiento
de unas metas lejos del alcance real de las facultades del niño. Cuando esto
ocurre, el fracaso está asegurado, con los efectos negativos que de él se
derivan, tanto para la imagen del niño sobre sí mismo, como para las
relaciones paterno-filiales.
Los niños de alta capacidad están enviando señales claras a sus padres
acerca de su necesidad de un entorno estimulante, en esto no son diferentes
de cualquier otro niño. El arte educativo de los padres debe llevarles a
encontrar el balance adecuado entre exigencia y comprensión, entre ayuda y
presión, entre estímulo y desinterés.
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educando, sin basar éstas en las realizaciones futuras, de las que nunca
tendremos demasiada certeza.
Por tanto, es posible que algunos niños de alta capacidad, incluso los
prodigios no lleguen a ser eminentes en la etapa adulta, y que algunos adultos
eminentes no sean prodigios. Esto no debe condicionar en modo alguno su
educación. Al contrario, la acción educativa debe estar abierta a cubrir las
necesidades de las personas independientemente de cuando se presenten,
evitando a toda costa el etiquetado, estableciendo una especie de inexorable
relación causa-efecto entre la etiqueta y el resultado esperable. Es propio de
una actitud educativa estar abierto al cambio y a la mejora, al hecho de que las
personas siempre pueden dar más de sí. Además la eminencia no es,
necesariamente, una meta educativa, y no es imprescindible para alcanzar el
pleno desarrollo personal. Otra cosa distinta es que el que pueda ser eminente
no quiera serlo.
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si esto es así, lo que se hace es fomentar el elitismo, cuestión a la que nos
referiremos más adelante y que nada tiene que ver con un correcto
planteamiento de la educación de las personas de alta capacidad.
MITO 8 Todos los niños son de alta capacidad, y, por tanto, no existe un
grupo especial de de alta capacidad que necesiten de un trato
especial en la escuela
Todas las personas tienen sus puntos fuertes y sus puntos débiles, pero
esto está lejos de hacer cierto el mito anterior. Es evidente que no todos los
alumnos son de alta capacidad, ni tampoco todos los de alta capacidad lo son
en el mismo grado. Mientras todos los niños tienen capacidades y limitaciones,
algunos niños tienen capacidades extremas en una o más áreas. La
superdotación extrema crea unas necesidades educativas especiales, al igual
que lo hacen el retraso o las dificultades de aprendizaje.
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o nulo interés para los de alta capacidad. Precisamente una de sus
características más definitorias es que alteran todas las normas ligadas a la
edad. Si no fuera así, muchos de los problemas que se están planteando en
estas páginas estarían resueltos.
Por otro lado, no hay que perder de vista la importancia que tiene el
ofrecer a estos niños otras posibilidades que vayan más allá de los propios
contenidos escolares. Así, atender los intereses que puedan tener en otros
campos contribuirá a aumentar su motivación y el desarrollo de sus
capacidades.
Toda educación que se precie de serlo debe tener como fin último la
búsqueda de la excelencia, que persigue que cada persona pueda
desarrollarse al máximo en todos los ámbitos de la vida. Ofrecer a los alumnos
de alta capacidad la oportunidad de alcanzar el nivel al que pueden llegar,
mediante la forma que a ellos más les conviene, no es crear elitismo, es dar a
cada uno lo que le corresponde, porque igual de injusto es el trato desigual de
los iguales, que el trato igual de los desiguales.
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pretenden. Así, el elitismo sería una actitud arbitraria establecida por los que
ocupasen las posiciones dominantes. Por el contrario, al promover la
excelencia, ofreciendo posibilidades a todas las personas que lo precisen,
estamos favoreciendo todo el tejido social, que ha de beneficiarse de los logros
de aquéllos que tienen mayor capacidad. Lo contrario es, nos parece, una
actitud de auténtico despilfarro social.
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¿Quién y cómo se determina qué necesidades son mucho más
importantes? ¿Es acaso una cuestión baladí el que muchas personas con
capacidad para ser buenos o grandes músicos, investigadores, escritores, etc.
corran el riesgo de perderse? O aunque no se llegue a niveles de excelencia
que conviertan a las personas en populares, ¿puede una escuela moderna
ignorar las demandas individuales de desarrollo centrándose en un esquema
educativo eminentemente grupal?
Planteadas las cosas de modo tan extremo muchos pueden pensar que la
escuela ya tiende a la atención individualizada en la medida de sus recursos.
Aunque esto fuese así, lo que es bastante dudoso, queda por resolver el
problema crucial: la adaptación de los programas, el desarrollo de otros nuevos
que cubran las expectativas de los más capaces.
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sus aulas la posibilidad de hacer fructificar o bien malograr los talentos que les
son confiados.
Colangelo, N., & Davis, G. A. (1997). Handbook of Gifted Education. (2ª ed.).
Boston: Allyn and Bacon.
Colangelo, N., Assouline, S. & Gross, M. (2004). A nation deceived: how schools hold
back America’s brightest students. The Templeton National Report on
Acceleration (Iowa City, IA, University of Iowa). Disponible online en:
http://www.nationdeceived.org (accedido el 30 agosto de 2006).
Davidson, J. y Davidson, B. (2004) Genius denied. How to stop wasting our brightest
young minds. New York: Simon & Shuster.
Gallagher, J. J., & Gallagher, S. A. (1994). Teaching the Gifted Child. Boston:
Allyn and Bacon.
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