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HERMENÉUTICA DE LA IMAGINACIÓN EN EL TEXTO HISTÓRICO.
Ahora bien, ¿cómo vincular esta idea de sentido común con la historia? Una
adecuada epistemología del fenómeno histórico, más concretamente del discurso o texto,
partirá de la búsqueda del sentido común de la historia. Partiendo de las consideraciones
previas en torno a la idea del sentido común debemos insistir en un criterio general, que
consiga abarcar la generalidad del problema histórico. Dicha generalidad no será
encontrada en los hechos, pues ellos, de acuerdo con las constantes críticas, no pueden ser
siquiera nombrados de este modo, pues carecen del soporte objetivo de un pasado
completo, y sólo puede encontrar su sentido histórico en el contexto de un relato (Danto,
1969, p. 45).
Por otra parte, estos relatos serán siempre, por la imposibilidad de la plena vivencia
perceptiva del instante, relatos imaginarios. Tales relatos no deben darse por falsos
simplemente por considerarse imaginarios, pues la imaginación puede inscribirse en la
categoría de la creencia, la cual, si bien no implica certeza, tampoco falsedad necesaria. De
hecho, la imaginación es definida en general como la facultad generadora de imágenes y
más específicamente como “conocimiento del primer género” (Spinoza, E2p40esc2). De
acuerdo con Spinoza, la imaginación permite generar conceptos universales, 1) por las
cosas singulares percibidas sin orden y confusamente por medio de los sentidos, y 2) a
partir de signos, tales como el signo lingüístico, mediante el cual se trata de explicar la
relación entre las palabras y las cosas.
Con respecto al pasado y al futuro sólo hay imágenes creadas por la mente. Ahora
bien, si por duración se entiende “una continuación indefinida de la existencia” (Spinoza,
E2def.5), es claro que nuestra percepción de la misma se basa en la imaginación y en ella
encuentra su fundamento. De otro modo, podríamos comprender como el sentido común de
la historia a la duración, pero ésta aún puede ser específica, más si se trata de eventos
pasados. Por tanto, es conveniente considerar a la imaginación como el sensus communis de
la historia, pues al ser propia de los seres humanos, y funcionar como fundamento de la
duración y como inicio del conocimiento, cumple adecuadamente con las pretensiones del
sentido común.
La historia, como conocimiento objetivo o como ciencia ha recibido las críticas del
positivismo por la incapacidad de formular un conocimiento verificable en los hechos, o
mejor dicho, por su incapacidad de sostener como hechos los relatos históricos. Ahora bien,
si consideramos la imaginación como el sentido común de la historia, es decir, como el
motor primero de la historiografía y del relato, es evidente que la crítica de cientificidad
carente quedará acentuada. Por ello, un conocimiento de este orden es competencia de la
hermenéutica, como koiné de nuestro tiempo (Grondin, 2008, p. 61).
Esta objeción es fácilmente resuelta desde la idea misma de texto, es decir, desde la
comprensión de lo que es un texto. Señala Beuchot (2009) que el texto es todo aquello que
es polisémico (p. 23), es decir, que genera varios sentidos. De lo cual se sigue que no
solamente haya textos escritos, sino también hablados, simbólicos, o intencionales. Por otra
parte, la imaginación como sentido común de la historia tiene esa capacidad, es decir,
abarca una gran variedad de sentidos por su universalidad, por ello interpretable, en tanto
que estructura un discurso narrativo en la formación historiográfica. Finalmente, la
imaginación como texto da al hombre una “radical experiencia de temporalidad” (Grondin,
2008, p. 119), por su configuración narrativa, es decir, la imaginación fundamenta una
hermenéutica de la conciencia histórica.
Spinoza, B., (2011) Ética demostrada según el orden geométrico, Madrid: Alianza.