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Universidad Autónoma de Baja California.

“Hermenéutica de la imaginación en el texto historórico”

Eje temático: hermenéutica o filosofía de la historia.

Por Victor Eduardo Barrios Escobedo.

burgos2345@gmail.com
HERMENÉUTICA DE LA IMAGINACIÓN EN EL TEXTO HISTÓRICO.

Por Victor E. Barrios Escobedo.

Existe una gran cantidad de supuestos que consideramos al analizar filosóficamente el


concepto de historia: la consideración inicial de que la historia (o preferentemente la
historiografía) tiene como esencial principio el considerar los hechos del pasado con la
mayor objetividad posible, por ejemplo. Sin embargo, la reflexión contemporánea de la
historia permite situar nuevos horizontes de comprensión, en particular desde la
hermenéutica.

Lo anterior será de utilidad para considerar dos nociones en la presente reflexión


con las cuales se buscará comprender mejor el texto histórico: la imaginación y el sentido
común. Ambas nociones, desde un prejuicio vulgar, pueden resultar ineficientes en orden a
la objetividad de la interpretación, sin embargo, aquí se les abordará como esenciales en la
tarea de la historia.

La imaginación como el sentido común de la historia.

La noción de sentido común (sensus communis) denota ordinariamente una serie de


percepciones comunes o acuerdos de grupo, primordialmente desde el ámbito moral,
mediante las cuales se crea la ficción de una determinada forma de universalismo. Sin
embargo, en la medida en que la cotidianidad del término quede superada, con mayor
facilidad se comprenderá su función filosófica, pues no se trata de un simple consenso
universal de comportamiento, sino de un elemento de comprensión epistemológico.

Lo anterior es sostenido primordialmente por filósofos de corte escolástico, quienes


ven al sensus communis como un elemento de la percepción humana. Se define
normalmente como el sentido que percibe lo más general de un objeto, en
complementariedad con el sentido propio, que percibe las diferencias específicas y
variables del mismo (Lucas, 2008). Por ejemplo, a través de la vista puede percibirse como
sensible propio de una pared su color, que según el individuo, variará según su composición
material. En cambio, en el sensible común diversos individuos, a pesar de la distinción de
color, percibirán en la pared el atributo de la extensión. Y es esta noción común lo que se
denominará sensus communis. Como se ve, el sentido común permite percibir lo más
general en medio de lo diferente.

Ahora bien, ¿cómo vincular esta idea de sentido común con la historia? Una
adecuada epistemología del fenómeno histórico, más concretamente del discurso o texto,
partirá de la búsqueda del sentido común de la historia. Partiendo de las consideraciones
previas en torno a la idea del sentido común debemos insistir en un criterio general, que
consiga abarcar la generalidad del problema histórico. Dicha generalidad no será
encontrada en los hechos, pues ellos, de acuerdo con las constantes críticas, no pueden ser
siquiera nombrados de este modo, pues carecen del soporte objetivo de un pasado
completo, y sólo puede encontrar su sentido histórico en el contexto de un relato (Danto,
1969, p. 45).

Por otra parte, estos relatos serán siempre, por la imposibilidad de la plena vivencia
perceptiva del instante, relatos imaginarios. Tales relatos no deben darse por falsos
simplemente por considerarse imaginarios, pues la imaginación puede inscribirse en la
categoría de la creencia, la cual, si bien no implica certeza, tampoco falsedad necesaria. De
hecho, la imaginación es definida en general como la facultad generadora de imágenes y
más específicamente como “conocimiento del primer género” (Spinoza, E2p40esc2). De
acuerdo con Spinoza, la imaginación permite generar conceptos universales, 1) por las
cosas singulares percibidas sin orden y confusamente por medio de los sentidos, y 2) a
partir de signos, tales como el signo lingüístico, mediante el cual se trata de explicar la
relación entre las palabras y las cosas.

De lo anterior se sigue que la imaginación no sea un simple conocimiento, sino que,


en el proceso del conocer sea el primero y más necesario, en tanto que es universal y
universalizador. Esta doble cara de la imaginación ya era percibida tanto por Kant como
por Spinoza. Por otra parte, la imaginación puede comprenderse desde la idea de la
duración o de la temporalidad, pues al situarnos delante de un tiempo más allá del instante
presente, imaginamos.

Con respecto al pasado y al futuro sólo hay imágenes creadas por la mente. Ahora
bien, si por duración se entiende “una continuación indefinida de la existencia” (Spinoza,
E2def.5), es claro que nuestra percepción de la misma se basa en la imaginación y en ella
encuentra su fundamento. De otro modo, podríamos comprender como el sentido común de
la historia a la duración, pero ésta aún puede ser específica, más si se trata de eventos
pasados. Por tanto, es conveniente considerar a la imaginación como el sensus communis de
la historia, pues al ser propia de los seres humanos, y funcionar como fundamento de la
duración y como inicio del conocimiento, cumple adecuadamente con las pretensiones del
sentido común.

Función hermenéutica de la imaginación.

La historia, como conocimiento objetivo o como ciencia ha recibido las críticas del
positivismo por la incapacidad de formular un conocimiento verificable en los hechos, o
mejor dicho, por su incapacidad de sostener como hechos los relatos históricos. Ahora bien,
si consideramos la imaginación como el sentido común de la historia, es decir, como el
motor primero de la historiografía y del relato, es evidente que la crítica de cientificidad
carente quedará acentuada. Por ello, un conocimiento de este orden es competencia de la
hermenéutica, como koiné de nuestro tiempo (Grondin, 2008, p. 61).

La labor de una hermenéutica de la imaginación es una labor eminentemente


histórica. Sin embargo, aún puede acusarse de falacia naturalista si se considera
injustificado el paso de la imaginación al de su interpretación, pues ¿qué es lo que se ha de
interpretar, el hecho histórico escrito o su mecanismo de producción narrativa? Partamos de
dos razones esenciales para justificar este salto. 1) La actualidad del dictum nietzscheano
sobre la negatividad de los hechos y la afirmación de las interpretaciones. Tales
interpretaciones no descansan ya sobre otra base que la imaginativa o el imaginario. 2) Lo
que Grondin (2008) denomina en seguimiento de Gadamer como universalidad
hermenéutica, es decir, sobre la idea de que todo es interpretable. En consecuencia, la
hermenéutica de la imaginación se sostiene desde la idea misma de temporalidad, la cual ha
de fundamentar la posibilidad una interpretación universal.

Hasta aquí conviene indicar otros elementos imprescindibles. En primer lugar,


señálese la temporalidad de la interpretación, pues “toda interpretación es hija de su
tiempo” (ibid., p. 163), lo cual implica que al ser hija, es al mismo tiempo heredera y forma
de una historia. También hay que considerar que la interpretación del fenómeno
imaginativo responde a un punto concreto, lo cual implica que la hermenéutica no puede
interpretarse como un fenómeno universal. Esta idea ha sido bien comprendida por
hermeneutas contemporáneos, ya que la hermenéutica sólo interpretaría textos. Los textos
son de alguna manera hechos, y por tanto, la imaginación no podría considerarse como uno,
y por tanto, no sería la imaginación algo interpretable.

Esta objeción es fácilmente resuelta desde la idea misma de texto, es decir, desde la
comprensión de lo que es un texto. Señala Beuchot (2009) que el texto es todo aquello que
es polisémico (p. 23), es decir, que genera varios sentidos. De lo cual se sigue que no
solamente haya textos escritos, sino también hablados, simbólicos, o intencionales. Por otra
parte, la imaginación como sentido común de la historia tiene esa capacidad, es decir,
abarca una gran variedad de sentidos por su universalidad, por ello interpretable, en tanto
que estructura un discurso narrativo en la formación historiográfica. Finalmente, la
imaginación como texto da al hombre una “radical experiencia de temporalidad” (Grondin,
2008, p. 119), por su configuración narrativa, es decir, la imaginación fundamenta una
hermenéutica de la conciencia histórica.

Dialéctica de la temporalidad: hermenéutica como distancia, imaginación como


cercanía.

La hermenéutica como una disciplina filosófica se encuentra en una dialéctica ab initio, la


que corresponde a las dimensiones de intencionalidad entre el autor y el lector. Ya esta
primera condición permite ver el ejercicio de interpretación desde una óptica más cercana a
lo que las observaciones posmodernas de la filosofía de la historia, pues la historia no se
comprenderá como una ciencia positiva, pero tampoco como cuentos o mitos, aun cuando
Gadamer (1998) se esmera en ver en estos discursos una fuerza interpretativa entre las
problemáticas de la hermenéutica históricas (p. 41).

Surge otro elemento dialéctico: la separación entre hechos e interpretaciones, que se


resuelve no únicamente desde la idea de una hermenéutica de la facticidad (Gadamer, 1998,
p. 38), sino desde la propuesta de otra alternativa. Esto significa que la dialéctica no se
resuelve en la opción por una historia de los hechos o una interpretación de las historias,
sino en la opción de un elemento denominado Histórica, como doctrina de las condiciones
de posibilidad de las historias (Koselleck, 1997). Este concepto que toma Koselleck nos
permite vincular el problema de las historias, con la temporalidad o duración, y
consecuentemente con la imaginación, pues señala: “la Histórica apunta, por consiguiente,
a la bilateralidad propia de cada historia, entendiendo por tal tanto los nexos entre
acontecimientos como su representación” (p. 70). Por representación hemos de comprender
precisamente el acto imaginario como proceso interpretativo.

La Histórica de Koselleck como concepto hermenéutico tiene al hombre como


centro, el fenómeno de la existencia humana como fundamento. Pero como toda existencia
está regida por la temporalidad, el hombre experimenta en la historia las relaciones con el
tiempo, y al situarse históricamente comprende que la historia “se trata siempre de
contemporaneidad de lo que no es contemporáneo” (ibid., p. 73). Esto indica con claridad
que la Histórica, a través de un acto imaginativo actualiza en el tiempo lo que se encuentra
en el pasado, pues la existencia humana misma se comprende sólo desde esos marcos
temporales.

Lo primero que por la imaginación se torna interpretable es la existencia humana


misma. Y sólo a partir de esta comprensión es posible “orientar la comprensión hacia los
textos”, en orden a una posterior comprensión de los que “más tarde resulta ser la verdad
histórica” (Koselleck, 1997, p. 93). De otro modo, nuestra historicidad con principio
imaginativo “no es una limitación, sino un principio del comprender (Grondin, 1999, p.
162). El prejuicio contra la imaginación resurge si se le resta a ella su potencia creadora y
originaria, y deviene en prejuicio mayor contra la condición temporal del individuo. Sin
embargo, Grondin (1999) señala: “no puede tratarse de la simple eliminación de los
prejuicios, sino al contrario, de su reconocimiento y su elaboración interpretadora” (p. 162).

Esta final consideración en torno a la asimilación de los prejuicios como


condiciones de posibilidad del acto interpretativo cobra especial relevancia al considerar
que la hermenéutica entabla una relación dialéctica con la imaginación. En el mismo texto
de Koselleck, Histórica y hermenéutica, aparece una respuesta de Gadamer, que permite
comprender de forma más adecuada la dialéctica implícita en la hermenéutica misma, en
particular en la hermenéutica de la historia.
La hermenéutica implica un reconocimiento entre las intencionalidades, en
particular si éstas surgen de un acto imaginativo, tal como reconstruir la verdad de un
acontecimiento pasado. El reconocimiento de las intencionalidades, antes opuestas, abre
camino a un nuevo horizonte de comprensión. En la hermenéutica del reconocimiento de lo
histórico, según indica Gadamer, “el reconocimiento presupone la distancia, pero
simultáneamente la anula” (en Koselleck, 1997, p. 105). No se trata de un ingenioso juego
de palabras. La distancia que la hermenéutica del reconocimiento impone, en orden a poder
comprender el fenómeno histórico, ya sea como relato o narración, se anula por un
elemento que la acerca: la imaginación como cercanía, pero una cercanía que también crea
simultáneamente una distancia.

Lo anterior se comprenderá mejor si se expresa de otro modo: la hermenéutica aleja


porque se debe ser otro para comprender un elemento polisémico, pero al mismo tiempo, al
echar mano de la imaginación para ello en la comprensión de lo histórico, anula la
distancia, pues la imaginación es lo más cercano al intérprete. Y la misma es la condición
del alejamiento para la comprensión. Con lo cual, según parece, queda dicho lo que se
pretendía desde el inicio: reinterpretar la imaginación, no como sinónimo de falsedad, sino
de un conocimiento creativo que vuelve posible el conocimiento histórico.
Bibliografía referida.

Beuchot, M., (2009) Tratado de hermenéutica analógica, México: UNAM.

Danto, A., (1969) Historia y narración, Barcelona: Paidós.

Gadamer, H. G., (1998) Verdad y método II, Salamanca: Sígueme.

Grondin, J., (1999) Introducción a la hermenéutica filosófica, Barcelona: Herder.

_____ (2008) ¿Qué es la hermenéutica?, Barcelona: Herder.

Koselleck, R., (1997) Historia y hermenéutica, Barcelona: Paidós.

Lucas Lucas, R., (2008) El hombre, espíritu encarnado, Salamanca: Sígueme.

Spinoza, B., (2011) Ética demostrada según el orden geométrico, Madrid: Alianza.

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