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Comunicación, aceleración y realidad

Ciclo de Debate sobre la Aceleración, Valladolid - 2010


Germán Llorca Abad.

1. Introducción

La inmediatez se ha convertido en una de las quimeras de buena parte de la humanidad. La


incorporación de la tecnología a todos los ámbitos de la vida filtra la visión que tenemos de las cosas y
nos obliga a renunciar a toda posibilidad de contacto directo, inmediato, con aquello que los clásicos
denominaron lo real. Ante la aparente imposibilidad de recuperar dicho contacto, surge una pregunta
urgente: ¿es posible conocer?

Los avances tecnológicos, especialmente aquellos que se han dado en el campo de la comunicación, han
introducido una nueva (in)sensibilidad en el horizonte de las persones. Estas transformaciones pueden
suponer el advenimiento de nuevas formas totalitarias de control de las sociedades. Las dictaduras del
siglo XXI podrían estar basadas en la administración de la velocidad en un régimen (audio)visual
absoluto.

Pocos autores han abordado el debate sobre estas cuestiones como el pensador francés y crítico de la
tecnología Paul Virilio. A grandes rasgos, creemos poder afirmar que la teoría viriliana es la puesta en
crisis de la realidad, de la noción de realidad. Esta afirmación está basada en el hecho de que Virilio
cuestiona los mecanismos de percepción a través de los cuales construimos dicha realidad.

Llevar a cabo este análisis, requiere de una aproximación a los periodos históricos en los que se
desarrollan, desde un punto de vista científico y filosófico, los conceptos de verdad, realidad y
conocimiento. En este sentido, la Modernidad es ese proceso histórico difuso en el que se (re)definen las
nociones del tiempo y del espacio y las nociones modernas de conocimiento, verdad y realidad.

El siglo XX fue un siglo decisivo para la comprensión de aquellas que llamamos nociones modernas del
conocimiento, la verdad, la realidad, el tiempo y el espacio. El siglo XX supuso la culminación en algunos
aspectos cruciales del ánimo moderno. Virilio participa activamente en este debate y del debate
postmoderno y teoriza, desde un planteamiento muy singular, acerca de la crisis de las definiciones y, en
última instancia, de la crisis de una realidad que sufre las consecuencias de la aceleración.

La propaganda, asociada a un poder coercitivo, la globalización en marcha, asociada al poder económico


y la gestión de la política, asociada a los dos primeros, se combinan en la administración de aquellos
regímenes totalitarios que hemos sugerido. En el presente artículo trataremos de desvelar algunas claves
más, explorando los límites de estas afirmaciones. Esperamos poder poner orden a estas ideas y extraer
algunas conclusiones del pensamiento de Paul Virilio.

2. Conocimiento y verdad

El desarrollo de las nociones modernas de conocimiento y de verdad están ligadas al desarrollo


conceptual de las nociones de espacio y de tiempo. Estos conceptos han tenido una presencia destacada
en la historia de la Filosofía y de la Ciencia. En la antigüedad el tiempo y el espacio habían permanecido
separados (Mínguez: 1983, 34) y se concebían como una suerte de contenedores de la actividad
humana. Sólo cuando se comprende que en el mundo hay cosas que se pueden conocer (Sagan, 1984:
16), se desarrollaron la filosofía y la ciencia ligadas a la reflexión conjunta de ambas dimensiones.

Estos hechos significaron el establecimiento, aún rudimentario, de un procedimiento del conocimiento. Si


las cosas podían conocerse, debía aplicarse un método sistemático para el esclarecimiento de la verdad,
del trasfondo de lo real. Esto se hizo tratando de delimitar, desde un principio, los problemas concretos
sobre los se fundaba dicho conocimiento (Weber, 2001: 104). Esta idea, aún muy frágil entonces, de
posibilidad de aprehensión de las dimensiones espaciotemporales, se desarrolla en un proceso que dura
siglos. Autores como Vattimo afirman que este proceso, que culminará en el período histórico conocido
como la Modernidad, arranca en el Renacimiento y algunos de sus conceptos en la Grecia y Roma
clásicas (1998: 74).

Lo que nos interesa del proceso, desde una perspectiva actual, es su culminación, la última fase. El
progresivo desarrollo de la ciencia y de la filosofía estableció una definición clara de lo que eran el
espacio y el tiempo, sobre la que se formuló un procedimiento de construcción del conocimiento.
Dejaremos para otro momento el debate acerca de si dicha definición era errónea o no y nos
limitaremos a apuntar que sirvió para construir el ideal moderno del saber. Un saber diferente al de la
antigüedad y al de épocas intermedias. La enunciación de las leyes físicas y la construcción de un
método científico pareció condicionar, de hecho condicionó, el modo en el que se concebía la realidad
en todos sus órdenes (Kuhn, 2000: 129).

Con el tiempo, no obstante, la práctica demostró que es extraordinariamente difícil lograr una
combinación efectiva entre la rigidez de acción y la flexibilidad de pensamiento (Russell, 2004: 159). El
siglo XIX fue testigo de una suerte de culminación del ensayo de este, en definitiva, artificio (Barcellona,
1999: 96 y sigs.).

Mientras, todo sucedía a la vez en un lento proceso. Los valores de la modernidad, parecían concretarse
en las sociedades industriales y otros procesos identificables en un siglo marcado por la preponderancia
de los estados-nación europeos: la revolución de los transportes, la revolución científica, la revolución de
las telecomunicaciones, etc. Pero la euforia moderna (Marín y Tresserras, 1994: 83), que invitaba a soñar
con grandes rupturas y audacias acabó siendo engullida por su naturaleza autodestructiva. Los ideales de
la modernidad acabarían, de forma simbólica y contundente, con Auschwitz, Hiroshima y Nagasaki
(Marcuse, 2001: 276).

3. La posibilidad de conocer se desvanece

La modernidad comenzaba a dar síntomas de agotamiento mucho tiempo antes de la Segunda Guerra
Mundial. El ideal moderno de conocimiento, esencial en la comprensión del ánimo moderno, había
comenzado a ser sustituido por una crisis de los principales valores de dicha modernidad y por la
implantación progresiva de una suerte de insipidez o falta de profundidad (Jameson, 1995: 29). Los
sólidos referentes que permitían definir el conocimiento y la verdad se desvanecían.

A medida que avanza la desrealización de los ideales modernos, lo real, la realidad física fundada en los
parámetros modernos del tiempo y del espacio es substituida por una realidad mediática, plana,
construida sobre dos dimensiones (Jameson, 1995: 64 y sigs.). En este sentido, acaba convirtiéndose en
un objeto mediado, interferido: los cuerpos son desprovistos de sus coordenadas espaciotemporales y,
en la práctica, se vuelven impotentes para el distanciamiento. Este hecho tiene una importancia decisiva,
puesto que es reconocer la incapacidad de llegar a un conocimiento de lo real. Es reconocer, en
definitiva, la incapacidad de seguir construyendo conocimiento en tanto que una aspiración general.

Esta situación asienta las bases para el debate postmoderno (Lyotard, 2004), en el se redefinen los
términos en los que se legitima el saber. Un saber, simultáneamente, más mercantilizado y fragmentado
hasta el punto de hacernos desconfiar de la existencia, de la posibilidad, de un saber global o total.

Las consecuencias que más nos interesan de este proceso, son observables en las maniobras
propagandísticas del poder, dentro de la globalización, sobre la cultura y la sociedad. El siglo XX ha sido
testigo del desarrollo de la propaganda hasta unos niveles insospechados. Y sigue hoy en día. El
desarrollo intensivo de los medios de comunicación de masas parece haber condicionado decisivamente
esta afirmación (Reyzábal, 1999: 82). Estos, en definitiva, son los elementos mediadores que se
interponen entre nosotros y el conocimiento. Esta situación se agrava con el desarrollo de la Sociedad de
Información y con la aplicación y uso masivos de las tecnologías digitales aplicadas a la comunicación.

En el último siglo y medio, la industria de la comunicación quedó indisolublemente ligada al poder en


todas sus formas y apariencias. A este respecto, la propaganda moderna es una astuta combinación de
verdades a medias, juicios de valor y una variedad de exageraciones y distorsiones de la realidad (Yehya,
2003: 36).
Confrontados con esta situación, la imperiosa necesidad, impuesta, de la eficacia económica se confunde
con la política y la sociedad en una dimensión global desconocida hasta el momento. Este elemento es
clave para comprender el desarrollo de los hechos en la segunda mitad del siglo XX al calor del debate
postmoderno, ante la incontestable contundencia de los hechos. El fenómeno de la globalización, en su
más vasta definición, cultural, económica, social, etc., es el contexto en el que situar los debates acerca
de la propaganda y de los cambios culturales y sociales. En cierta medida, el debate sobre la
postmodernidad ha sido reformulado en las discusiones sobre la globalización, perdiendo su
protagonismo para convertirse en una dimensión dentro del debate.

Algunos autores afirman que la globalización no conlleva necesariamente el final de la política ni de la


cultura, sino la necesidad de volver a empezar (Beck, 2002: 181) cuando todo se confunde de nuevo.
Otros autores, (Hardt y Negri, 2004) han definido este nuevo mundo democrático, en crisis e inmerso en
un profundo proceso de transformación, como el tiempo de la protesta contra la pobreza y la guerra.
Sólo la crítica de las formas de representación y de las imágenes prefabricadas de lo real, permitiría un
reencuentro con la senda del distanciamiento y el conocimiento. Este planteamiento no implicaría una
vuelta a todos los valores de la Modernidad, sino al esclarecimiento y definición de nuevas referencias en
un estado de hipermodernidad o sobremodernidad1.

4. Los hechos se someten a la velocidad

Paul Virilio no es ajeno a los debates generados en torno a estos acontecimientos. De hecho,
fundamenta toda su teoría crítica, cierto que al igual que otros autores, en una profunda revisión de los
conceptos modernos de espacio y tiempo, dedicando todos sus esfuerzos a analizar la crisis de la
realidad. En este sentido, concluye con la definición de una cierta idea de velocidad. Este fenómeno,
producto de la Modernidad, somete las relaciones entre las personas y su entorno social, cultural,
natural, etc. En la teoría viriliana, la velocidad está impuesta desde diferentes ámbitos y es la principal
causante de la transformación en el modo de producción de las definiciones. Así afirma “La cuestión
planteada ya no es tanto la modernidad y la ‘postmodernidad’, sino la de la actualidad y la
‘postactualidad’, en un sistema de temporalidad tecnológica en el que ya no prima el soporte material de
larga vida y sí el de las persistencias retinianas y auditivas” (Virilio, 1998b: 15).

El pensador francés desarrolla así su obsesión por cuestionar y pensar las dimensiones
espaciotemporales. Ésta tiene su origen en la destrucción de Nantes por la aviación aliada en 1943.
Alrededor de 8.000 edificios fueron destruidos en un solo día. En aquel momento, Virilio tiene sólo once
1
“La sociedad del riesgo, la sociedad de la información, el postindustrialismo, la era
comunicativa, la segunda edad media, además de aquellos que simplemente añaden un
calificativo o prefijo a lo que había antes, como modernidad tardía, alta modernidad,
metamodernidad, hipermodernidad, supermodernidad y, por supuesto, postmodernidad” (Lyon,
2000: 76 y 77). Todos estos conceptos teóricos, expuestos al calor de cierta crítica
sociológica, están vinculados con los intentos de explicar la superación de una época
histórica, basada en la gestión de un orden industrial y su paso a otra época basada en
la gestión de un orden comunicativo e informativo.
años. A partir de ese instante, afirma que nunca más volvió a confiar en sus ojos dada la fragilidad de los
referentes que constituyen/constituían la perspectiva humana del mundo (Virilio, 1993a: 15). Por este
motivo, se interesa profundamente en la teoría de la Fenomenología de la Percepción de Merleau-Ponty,
que le sirve para construir un cruce de caminos con la Gestaltheorie y la Escuela de Berlín2.

A este respecto, sus primeros trabajos son una profunda reflexión en torno a la finalidad de las
construcciones arquitectónicas y una reflexión acerca de la influencia de los modos de construir sobre la
sociedad. En otras palabras, una revisión del urbanismo moderno. En los años 50 y 60 Europa había sido
reconstruida en su totalidad, en sentido literal y en sentido figurado. Virilio intuye que las nuevas
generaciones de europeos tenían, a la fuerza, que estar condicionados por una nueva manera de percibir
la realidad.

Aquí es donde establece las primeras conexiones entre la guerra, los poderes totalitarios, la propaganda
y la influencia de estos sobre las personas, la cultura y la organización social. En sus primeras
investigaciones efectúa un exhaustivo trabajo de catalogación fotográfica de los bunkers (Virilio, 1991)
que los alemanes habían construido durante la guerra en la fachada atlántica de Francia. Este esfuerzo le
permite constatar que la Segunda Guerra Mundial es, entre otras muchas cosas, el escaparate donde se
observan las consecuencias más negativas de las sucesivas revoluciones tecnológicas; en los transportes,
en las telecomunicaciones, en las biotecnología, etc. y que habían sido llevadas a cabo a lo largo de la
etapa que definíamos como Modernidad. Éstas habrían modificado la percepción del tiempo y del
espacio y este hecho habría determinado un cambio en la percepción de lo real y habría tenido terribles
consecuencias para el conocimiento (Virilio, 1984: 194 y sigs.).

Virilio se da cuenta pronto de que no se puede interferir en el espacio sin tomar el poder, lo que le lleva
a desarrollar su teoría sobre el tiempo, la velocidad y la dromología3. Asimismo, se da cuenta del
debilitamiento del orden físico construido sobre las nociones modernas de espacio y tiempo. Por todos
estos motivos, propone que la política sea pensada más en términos de cronopolítica que en los
términos tradicionales geopolíticos (Virilio y Lotringer, 2003).

5. El espacio y el tiempo se someten a la velocidad

La problemática espaciotemporal descrita por Virilio se materializa en el espacio de las ciudades


modernas. Este tipo de lugar cobra una relevancia especial en sus teorías. Buena prueba de su valor
radica en que fue allí donde nació la Filosofía (Virilio, 1997). La ciudad no es un simple espacio ordenado

2
Hemos analizado detalladamente como se articula esta relación en otro lugar. Ver
Llorca Abad, 2010: 23 y sigs.
3
Las licencias metafóricas virilianas no se limitan a un simple uso del léxico. Dromos
significa carrera en griego. La dromología es el dominio de la velocidad. Cronos
significa tiempo en griego. La cronopolítica es la administración de la temporalidad. La
fusión de ambos conceptos constituye la materia prima de sus reflexiones. (Llorca Abad,
2010: 35 y sigs.).
donde acontece la vida. La ciudad moderna es el primer lugar de aceleración, donde los acontecimientos
y la percepción humanas se precipitan. Los límites geográficos y temporales se constriñen en ella. La
separación forzada del contacto inmediato con el entorno, es decir, con la realidad en bruto, es lo que
propicia la progresiva separación del individuo del conocimiento de la verdad. Se produce la aniquilación
de la conciencia a través de la aniquilación sensorial de la vida.

El siglo XX ha sido un siglo mediatizado que ha privado a hombres y mujeres de sus derechos inmediatos.
Los dispositivos de mediación entre la conciencia humana y la realidad son dispositivos de supresión de
los derechos (Virilio, 1993b: 19 y sigs.). A su vez, la ciudad moderna es el lugar donde confluyen los
nuevos modos de hacer la guerra y donde se ponen en práctica las nuevas metodologías de propaganda
y de control social.

Paul Virilio reconstruye, desde esta perspectiva, la necesaria complementariedad entre las armas y la
velocidad: el arma inventa la velocidad, o el descubrimiento de la velocidad inventa el arma. Las nuevas
máquinas de guerra liberan un vector específico de velocidad, hasta el punto de que necesita un nombre
especial, puesto que no sólo significan poder de destrucción. La ‘dromocracia’ es la administración del
espacio y del tiempo mediante la guerra. La inteligencia militar se ve forzada a eliminar la noción de
tiempo de paz/guerra, a favor de una sola dimensión: la guerra permanente. Debe recordarse que tras la
Segunda Guerra Mundial, la distancia y el tiempo no volvieron nunca a significar seguridad, ya que el
poder de aniquilamiento de la humanidad adquiere un tamaño monstruoso en la segunda mitad del
siglo XX (Virilio, 1978: 58).

De este modo, suprimiendo las fronteras, la guerra total abolió las franjas protectoras de las realidades
nacionales. En la guerra total o la paz total, el sistema se extiende y se reproduce en un proceso material
sin objetivo, pero ya nunca más sin límites4.

El día y la noche se vuelven equivalentes, y la sucesión horaria deja de tener su antigua importancia. Las
personas pierden poco a poco su capacidad natural de percepción, por culpa de los dispositivos de
mediación tecnológicos. Virilio dedica muchas páginas a explicar la cuestión. Según el autor, natural en
el ser humano es lo que determinan sus limitaciones físicas en cuanto a andar o correr, mirar, escuchar y
percibir. A estas capacidades se le une la construcción psicológica del individuo, fundada en una
capacidad lingüístico-cognitiva de aprehensión de la realidad.

Esta idea es, sin duda, controvertida y discutible, pero también básica a la hora de entender sus
planteamientos. Para Virilio, la capacidad de hablar es, entre otros motivos, esencial en la elaboración

4
La evolución teórica de Virilio implica retomar constantemente el análisis del
desarrollo histórico de las ciudades y los modos de hacer la guerra de los hombres. La
ciudad romana, la ciudad medieval o la propia ciudad renacentista tienen una razón de
ser cultural, social, económica, pero también militar. Es preciso hacer esta matización,
ya que permite tener una percepción más precisa del significado de estas afirmaciones.
del conocimiento y de la idea de realidad. Aunque lo define como “la mejor y la peor de las cosas”
(Virilio, 1999: 121), el autor desea recuperar el lenguaje y su capacidad reconstructiva. Asimismo, en la
crítica a las ciudades modernas, plantea que la arquitectura urbana, vertical y despiadada, favorece la
incomunicación entre las personas y una suerte de alienación mental (Virilio y Lotringer, 2003: 14).

Los ritmos naturales de interacción con el mundo han sido sustituidos por una falsa luz y todo se
encuentra circulando a gran velocidad en un falso día, donde no existen ni el presente, ni el pasado ni el
futuro, donde todo es aquí y ahora. Primero sería la luz de las farolas y hoy es la luz artificial proyectada
por los dispositivos de telecomunicación: “Hoy las luchas se desplazan de lo escrito a la pantalla, de la
oralidad a la visibilidad” (Virilio, 1998a: 15).

6. En resumen

La velocidad es el fenómeno producido por los medios de intermediación entre la realidad y las
personas. El uso de prótesis metabólicas y mecánicas ha favorecido el dominio absoluto de la velocidad,
puesto que cambia la percepción de las dimensiones espaciotemporales. Las velocidades relativas del
barco, el tren, o del coche dieron paso a la velocidad absoluta de la luz.

La velocidad absoluta de la luz inmoviliza a las personas en el espacio físico real: ya no les hace falta
desplazarse, puesto que la realidad mediada, tergiversada, rota, discontinua, acelerada, accede al
domicilio a través de la pantalla del televisor o, como la ha definido Virilio, a través del último horizonte
de visibilidad (1995: 51). Un horizonte, que en sus versiones más actuales es el de la pantalla del
ordenador, la del teléfono móvil, la del reproductor de mp4, la de la consola, etc. Así, se entiende que la
pérdida de las distancias enfrenta al hombre con lo ridículo de sus propias dimensiones y lo obliga a
despreciar su propio cuerpo físico.

Este hecho tiene una gran importancia explicativa de las nociones de propaganda y globalización. La
propaganda ya no trata de la construcción de un mensaje tendencioso ni trata de adhesiones más o
menos ponderadas a una idea. La propaganda, es la aceptación inconsciente e irreflexiva de los
presupuestos impuestos por un orden jerárquico superior. Un orden jerárquico que utiliza la técnica
propagandística de la completa substitución de la realidad y la implantación de un régimen de visión
totalitario (Virilio, 1978: 62).

Por un lado, el medio de comunicación es para Virilio una suerte de sintetizador absoluto de la realidad,
que substituye la experiencia directa con el mundo. En este sentido, la manipulación alcanza un nivel
mucho más profundo que el de la simple manipulación a través del lenguaje. Por otro lado, estos
fenómenos alcanzan progresivamente una implantación mundial. Virilio afirma que la globalización es
una farsa: “lo único que está siendo efectivamente globalizado es el tiempo”. Ahora todo sucede en la
perspectiva del tiempo real, de la inmediatez: “de hoy en adelante estamos pensados para vivir en un
sistema de tiempo único” (Virilio, 2003: 115 y sigs.).

La globalización y la virtualización de las relaciones humanas hacen prever una suerte de tiempo
universal que se convertirá en una nueva forma de tiranía. La política es a partir de ya momento
cronopolítica, es decir, la administración de un régimen temporal tiránico donde las coordenadas
modernas de espacio y tiempo ya no tienen su antigua importancia. Aquí, la separación que definía la
relación de los antiguos estados-nación deja de tener importancia. La contigüidad territorial es
substituida por una continuidad audiovisual, que desplaza las fronteras políticas hacia el ejercicio de
políticas globalitarias. Por último, el dispositivo arquitectónico contribuye a perpetuar y promocionar
esta situación, ya que la verticalidad impuesta por la arquitectura impide la comunicación humana y,
consecuentemente, la capacidad de razonar. La cultura se ha convertido en algo exclusivamente visual,
basada en la circulación de imágenes.

7. A modo de conclusión

Resulta complicado condensar las esencias teóricas de uno de los pensadores más densos y crípticos del
siglo XX. Es por ello, que esperamos que el presente texto haya sido suficientemente claro.
Probablemente, la principal virtud de la obra de Virilio es su inmensa capacidad para sugerir nuevos
significados. En otras palabras, la capacidad de sus textos para proponer nuevos caminos para el
conocimiento. Entendemos que ésta sigue siendo una de las mejores descripciones de su obra
ensayística, o, al menos, la que más satisfacciones puede proporcionar. Entendemos, a su vez, que es una
de las razones que justifican hoy la completa vigencia de sus ideas.

La defensa de las ideas modernas de espacio y tiempo aproximan, de un modo concreto, a la defensa de
los ideales modernos. Sin embargo, no debemos obviar que Virilio es un autor que critica duramente los
desfases y consecuencias más negativas de la modernidad, especialmente aquellos que tienen una
crítica a las tecnologías de la comunicación. Este hecho lo aproxima claramente a la crítica postmoderna.
Entendemos que los trabajos de Virilio son el reflejo de la particular mezcla entre una fuerte influencia
de experiencias personales, una formación académica poco ortodoxa y una concepción de base cristiana
de la existencia. Estos hechos no le han ahorrado, precisamente, las críticas y son, en ocasiones,
utilizados en su contra.

La velocidad constituye el principal problema de las últimas sociedades modernas. Al no poder acceder a
lo real, nuestro juicio queda a merced de quien administra el tiempo; que ahora es el de los medios y
tecnologías de la comunicación. ¿Es posible conocer? ¿Es posible acceder a lo real? ¿Se puede invertir el
proceso? [...].
8. Bibliografía

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