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Luego de manejar durante veinte kilómetros por los amables acantilados de la Côte
d'Azur llegó a su destino, el tradicional Hotel de París en la Place Céline de Mónaco,
frente a la imponente silueta de la Ópera Garnier. El motivo era reunirse con su cliente
más importante: el magnate ruso Dmitry Rybolovlev y su ansiedad estaba por demás
justificada; después de largas y fatigosas negociaciones al fin se ratificaría el pago final
de “Número 6 (violeta, verde y rojo)” de Mark Rothko, que Rybolovlev había acordado
comprar por la triunfal cifra de 140 millones de euros. Tras cruzarse con la escultura de
Modigliani que dominaba la entrada (esta gente sí que no repara en gastos, pensó con
algo se sorna) no pudo obviar la excesiva presencia del personal de seguridad.
“La ocasión lo amerita, y además este ruso es un paranoico consumado”, se dijo.
Decidido, extendió su mano al custodio que se acercó a saludarlo, pero éste lo desairó y
en vez de ofrecerle la diestra le colocó las esposas, con fría profesionalidad.
“Rothko evoca todo lo que puede ser criticado como lo más cerrado y pretencioso, el
profeta de un clan judío intelectual, el cual en su mayor parte está formado por
espectadores pseudo-idish. Están parados allí con gravedad, atisbando ese Algo que
probablemente para el que no es acólito, se parece más a un trozo de papel tapiz cortado
a la mitad y despojado de imágenes. Los ajenos a la secta comienzan a preguntarse si
están siendo engañados, si este emperador modernista no tiene realmente ninguna ropa
puesta y sus fans son sólo los ciegos seguidores de alguna fe estética.”
Crítica a Mark Rothko en The New York Times, 1950.
El custodio resultó ser uno de los ocho policías de Mónaco que estaban allí para
arrestarlo. Seis semanas antes, su mejor cliente había presentado una denuncia por
fraude, alegando un sofisticado engaño en los precios de las obras de arte. La
confrontación se trasladó prestamente hacia varios países y en cuestión de días ya se
habían involucrado en la red investigada las unidades judiciales de Mónaco, Francia,
Suiza, Luxemburgo, Rusia y Singapur. Esta sórdida maraña puso en relación a uno de
los hombres más ricos de Rusia con un casi desconocido “dealer” de arte suizo.
Bouvier, oriundo de Ginebra, dueño de una empresa de transporte de arte y una red de
puertos francos, grandes depósitos en donde los magnates pueden guardar pinturas,
antigüedades (y cualquier otra cosa) en total secreto y sin pagar impuestos. En los
últimos cinco años, ha extendido el concepto de puerto franco de Ginebra a
Luxemburgo y de allí a Singapur, en donde es hoy conspicuo residente.
“Si tuviera que depositar mi confianza en algún sitio, lo haría en la psique del
observador sensible, aquel cuyo entendimiento se encuentra libre de toda convención.”
Mark Rothko, Escritos sobre arte.
Violeta, verde y rojo es el tercer cuadro más caro de la historia del arte. El tribunal de
Singapur ha puesto “Número 6” bajo resguardo judicial, su localización exacta no ha
sido revelada.