Sunteți pe pagina 1din 10

Cretácico

Se extiende desde 144 a 65.0 millones de años atrás.

Su nombre proviene del significado ¨de creta¨asi denomino ese periodo en 1822 J.J: Omalius
Halloy, porque las rocas de esa edad incluían gran cantidad de creta, tanto en Francia como
en Inglaterra.

En el periodo inferior, los herbívoros llegaron a ser los dinosaurios más importantes.
Existieron más especies de dinosaurios que en ninguna otra época.

El cretácico superior fue una época de grandes cambios, ya que los continentes que hoy se
conocen se moverían progresivamente a su forma actual. El tiempo tomaba la forma actual:
las estaciones empezaban a ser como las actuales, su mayor cambio fue la aparición de las
flores.
Intensa actividad orogénica (de formación de montañas), como las Rocallosas de América
del Norte y algunas partes de los Andes. Crecimiento de abundante vegetación. En Australia
y el sur de América, en cambio, los territorios estaban cubiertos de glaciares.

A finales del periodo Cretácico aparecieron los esbeltos pinos perennes. Surgieron los árboles
que mudas sus hojas, junto con higueras, palmeras y el árbol del pan, que ahora crecen solo
en las zonas cálidas del planeta. Las serpientes aparecieron en el Cretácico tardío.
Evolucionaron a partir de un animal del Cretácico temprano llamado Pachyrhachis, que tenía
cuerpo de serpiente cabeza de lagartija. Los dinosaurios se extinguieron al final de este
periodo con sorprendente rapidez.

Según algunos científicos la creencia viene dada por un meteorito gigantescos estrello contra
la Tierra con tanta fuerza que se volatizo, formando nubes de polvo y vapor, hasta el punto
de oscurecer el cielo durante meses e incluso años.

A principios del Cretácico un gran Océano llamado Panthalassa cubría gran parte del planeta;
el Océano Atlántico en pleno nacimiento y el Océano de Tethys dividían al mundo emergido
en dos grandes y amplias regiones continentales: América del Norte y Eurasia (Asia y
Europa) formando un único continente llamado “Laurasia” y un gran continente sureño en
plena disgregación, llamado “Gondwana”, conformado este último por África, América del
Sur, Antártida, Australia y la India. Durante todo el período Cretácico, la tectónica de placas
con su deriva continental fue muy activa, generando una reacomodación de las masas
continentales que permitieron la continuación del ensanchamiento del Océano atlántico, la
desaparición del gran Océano de Panthalassa y del Océano de Tethys, y la aparición de otros
océanos como el Pacífico e Indico. Esta tectónica activa durante todo el período, produjo
repetidos descensos y elevaciones de las masas continentales, lo cual trajo como resultado la
disminución de las áreas terrestres, generando períodos con grandes inundaciones del océano
y posteriores períodos en que se producía el retroceso de este. Estas inundaciones y
posteriores retiradas de las aguas de mar, conocidas también como transgresiones y
regresiones marinas respectivamente, afectaron los bordes continentales y penetraron en
depresiones y planicies interiores, formando mares epicontinentales que en la mayoría de los
casos fragmentaron continentes durante el Cretácico. Reconstrucciones paleogeográficas del
Cretácico, fundamentadas en evidencias paleontológicas y geológicas de origen marino, han
permitido inferir, que, durante este período, las aguas marinas llegaron a cubrir en algún
momento, casi el 50% de lo que se corresponde hoy en día, a la superficie de los continentes
actuales.

FAUNA.
Fauna Cretácico donde los dinosaurios gobernaron la tierra a lo largo del periodo, cambiaron
los grupos dominantes y evolucionaron muchos nuevos tipos. Los saurópodos dominaban los
continentes meridionales, pero eran escasos en el norte. Ornitisquios que iban en manada
como el Iguanodon se extendieron por todas partes menos por la Antártida. Hacia el final de
la Fauna Cretácico, grandes manadas de bestias con cuernos como el Triceratops masticaban
cicadas y otras plantas bajas en los continentes nórdicos. El carnívoro Tyrannosaurio rex
dominó la Fauna Cretácico tardío en el norte, mientras que monstruosos comedores de carne
como el Spinosaurio, que tenía una enorme aleta en forma de vela en su espalda, abundaban
en el sur. Los carnívoros más pequeños probablemente peleaban por las sobras.

Otras criaturas, como las ranas, salamandras, tortugas, cocodrilos y serpientes, proliferaban
en las ampliadas costas. Mamíferos de la familia de las musarañas correteaban por los
bosques. El pterosaurio más grande conocido planeaba en lo alto, aunque la especie en su
conjunto afrontaba la competencia cada vez más estresante de otras aves que se
diversificaban rápidamente: los antepasados de los modernos somormujos, cormoranes,
pelícanos y escolopácidos aparecieron todos durante la Fauna Cretácico.

En los mares templados y poco profundos que se derramaron por los continentes, los
cuellilargos plesiosaurios dieron paso a los gigantescos mosasaurios con forma de serpiente.
Las rayas y los modernos tiburones se hicieron muy comunes. Abundaban los erizos y
estrellas de mar, mientras los arrecifes de coral seguían creciendo. Las diatomeas, un tipo de
plancton con concha, realizaron su primera radiación en el océano.

Pero fue la rápida dispersión de las plantas con flor la que se llevó la palma, un despliegue
optimizado con la ayuda de los insectos, desde abejas y avispas hasta hormigas y escarabajos.
Las magnolias, ficus y sasafrases rápidamente superaron en número a los helechos, coníferas,
ginkgos y cicadas.

Mucha de toda esta exuberante vida -incluidos todos los dinosaurios, pterosaurios,
pliosaurios y ammonites- pereció con la extinción que ocurrió al final del período hace 65
millones de años. De hecho, la tierra, los mares y los cielos ya nunca serían los mismos en la
nueva era que amanecía tras el fin de la era Mesozoica.
Los océanos y mares del Cretácico, fueron muy ricos y diversos en cuanto a las biotas que
los poblaron. Los invertebrados marinos se diversificaron y alcanzaron un aspecto
notoriamente similar a las especies actuales. Las faunas bentónicas, aquellas que viven
asociadas al fondo del mar, comenzaron a tener un aspecto más moderno, con una gran
diversificación de grupos como los asteroideos (estrellas de mar), briozoos y foraminíferos.
Los moluscos bivalvos, como las almejas, se hacen más grandes y especializados,
desarrollando conchas más gruesas con ornamentaciones y espinas para su protección contra
la depredación; grupos de ostras gigantes y otros bivalvos llamados rudistas, formaron
grandes bancos y verdaderos arrecifes a nivel mundial, compitiendo con los corales de ese
momento. Por primera vez aparecen los pulpos y los moluscos con concha enrroscada,
difundiéndose estos últimos con gran rapidez y con nuevas capacidades predatorias:
ponzoñas, perforación y succión. Aunque ya en el Jurásico existían los crustáceos, es en el
período Cretácico donde están constituídos por verdaderos cangrejos, camarones y langostas
con pinzas. Los braquiópodos (invertebrados con dos conchas parecidos a los bivalvos) y
crinoideos (lirios de mar), sufrieron una fuerte disminución de grupos. Otro grupo exitoso
fue el de los cefalópodos como ammonites y belemnites, grupos extintos y emparentados con
los actuales nautilus, jaibas y calamares. Estos cefalópodos nadaban por encima del lecho
marino, fueron muy abundantes y poseían una diversidad y distribución geográfica muy
amplia.

En cuanto a los vertebrados marinos, grupos de peces como los tiburones siguieron
prosperando y diversificándose; sin embargo, lo que mejor caracteriza al Cretácico en cuanto
a faunas de peces, es la gran radiación evolutiva de los teleósteos, grupo exitoso que perdura
hasta nuestros días con el mayor número de especies (más de 20.000) conocidas dentro de
los vertebrados. Un grupo exitoso de reptiles marinos llamados ictiosaurios, que tuvo su
origen en el Triásico y una declinación progresiva a finales del Jurásico, mantuvo presencia
de algunos de sus últimos géneros relictos, hasta finales Cretácico Inferior. Otros grupos de
reptiles marinos, con un devastador impacto como grandes depredadores, patrullaban los
mares y océanos del Cretácico; estos eran los pliosaurios, plesiosaurios con cuellos largos
(con más de 12 m de longitud) y los colosales mosasaurios, siendo estos últimos, los reptiles
marinos más grandes que habitaron los océanos del planeta. También se han registrado para
el Cretácico otros reptiles marinos como los cocodrilos y tortugas, siendo bien conocidas
entre estas últimas Archelon, especie muy grande con casi 3,6 metros de largo del caparazón.

FLORA.
Durante el Cretácico Inferior, el área florística europeo- Sínica que abarca las zonas
subtrópicales de este periodo, se extiende desde Europa hasta parte del este de Asia
incluyendo China, el sur de Mongolia y parte de África. La formación de carbón cesa
prácticamente en toda la zona al establecerse un clima árido y/ o semiárido en la parte central
y sur del área (Oeste de Siberia y Kazakhstan). Estas condiciones climáticas se han deducido
tras el análisis de la composición de las asociaciones vegetales fósiles encontradas que
muestran un marcado descenso de helechos y esfenópsidas.

Otro dato que apoya estas condiciones climáticas es la presencia de características


xeromórficas en los restos encontrados. Sin embargo, en el oeste y centro de Europa se
registra un clima ligeramente más húmedo que el imperante durante el Jurásico Superior
como parecen corroborar la amplia distribución de helechos y su diversidad. Dentro de este
grupo, los que presentan una mayor diversidad son las gleicheniaceas y las schiceaceas.
En las asociaciones vegetales fósiles del Cretácico más inferior (Neocomiense) las
pteridofitas representan un 30% de especies y formarían parte de un sotobosque, aunque,
algunas de ellas dadas sus características pudieron ser epifitas. Los licopodios y esfenópsidas
se muestran poco diversas, pero localmente importantes para la vegetación herbácea mientras
que el complejo formado por Cycadales, mas Bennettitales y helechos de hoja pinnada con
una representación del 30% y su pequeño tamaño, formarían matorrales en hábitats abiertos.
Por otra parte, son atribuibles a las coníferas el 20% de las especies registradas, siendo las
más abundantes y ubicuas las cheirolepidiaceas, aunque se observa en el Weald inglés una
reducción en su importancia numérica si se compara con las asociaciones del Jurásico.

OLDHAM (1976), en su reconstrucción del paisaje y vegetación del Weald inglés, sugirió
que la vegetación durante este periodo pudo haber sido parecida a la que existe en la
actualidad en el sur de Florida, distribuida en grandes extensiones de pantanos poco
profundos y zonas ligeramente elevadas, en dónde existiría una flora más diversificada. En
algunas zonas inundadas, diferentes grupos de helechos como Weichselia, parecen haber
formado macizos compactos tipo sabana, en los que, prácticamente, estaría ausente la
vegetación arbórea.

Al mismo tiempo, en el Hauteriviense se produce, en yacimientos de Israel, la aparición del


primer polen atribuible al grupo de las angiospermas ampliando el registro fósil de este grupo
a ambos lados del actual océano Atlántico (África Ecuatorial, Brasil e Inglaterra) siendo
acompañado, en todos los casos, por gran proporción de pólenes de cheirolepidiaceas que
decrecen durante el Aptiense y el Albiense, periodos en los que ya aparecen, aunque en
pequeña cantidad, los primeros registros de hojas y fragmentos de leño de angiospermas en
el Hemisferio Norte.

Este grupo con sus más de 300.000 especies actuales conocidas, constituye el más numeroso
y más ubicuo de todas las plantas vasculares. Desde su radiación han ido ocupando diversos
hábitats y en la actualidad dominan todas las zonas de vegetación, con excepción de los
bosques de coníferas y la tundra, colonizando, incluso, el medio marino.

Tanto el origen como la rápida diversificación de este grupo ha sido objeto de atención de
numerosos científicos llegando a ser calificados de “abominable misterio” por Darwin. En la
actualidad es uno de los más importantes temas de estudio de la Biología Evolutiva que ha
generado extensa bibliografía.
La posterior radiación y dispersión de las angiospermas coincide con el episodio de deriva y
separación del antiguo continente de Gondwana. Las macros y palinofloras de paleolatitudes
medias y altas muestran la aparición y diversificación de las angiospermas durante el
Cretácico medio desde el 0% de los restos fósiles, hace 120 millones de años, hasta alcanzar
entre el 50 y el 80% al final del Cretácico. En el citado trabajo, los autores realizan una
minuciosa estimación de los palinomorfos encontrados en sedimentos de paleolatitudes
comprendidas entre los 80º N y 20º, infiriendo el siguiente patrón de diversificación: en
primer lugar, se produjo la rápida radiación de las dicotiledóneas magnólidas y
monocotiledóneas que fue seguida rápidamente de la de las dicotiledóneas no magnólidas.
Este patrón se corresponde con los análisis filogenéticos más recientes en los que aparece
como grupo más basal el de las magnólidas y dentro de ellas el Género Amborella, seguido
de las Nympheales, y un clado formado por las Austrobaileyaceas, Trimeniaceas e Illiciales.

Parece seguro que las angiospermas aparecieron bajo un clima árido y la opinión generalizada
en la actualidad es que tendrían considerables ventajas sobre los grupos existentes siendo
capaces de poblar ambientes degradados y otros hábitats inestables.

Se ha intentado dar diferentes explicaciones al hecho de la explosiva radiación de las


angiospermas. La mayoría de ellas implican procesos coevolutivos de estas plantas con
diferentes grupos zoológicos, fundamentalmente insectos que actuarían de polinizadores.
Recientemente, GORELICK (2001) ha estimado que, aunque la polinización por insectos no
fue una condición ni necesaria ni suficiente para muchas especies, debió jugar un importante
papel en la especiación de insectos y de angiospermas.
Algunos autores como BAKKER (1978) llegan, incluso, a indicar que no sólo la radiación
de las angiospermas sino su propio origen está estrechamente relacionado con la expansión
de los grandes saurópodos pacedores del Cretácico Inferior (Brachiosaurus, Diplodocus y
Apatosaurus, entre otros). Esta teoría ha sido rebatida recientemente tras una revisión crítica
de las evidencias existentes de una interacción de dinosaurios y plantas a través del Cretácico,
llegando a la conclusión de que no existen correlaciones espaciotemporales suficientemente
fuertes que apoyen la hipótesis de que los dinosaurios fueron causantes del origen de las
angiospermas, aunque consideran que, durante el Cretácico Superior, las interacciones de
dinosaurios y angiospermas pudieron dar lugar a procesos coevolutivos. Por otra parte,
existen teorías de un origen preCretácico de las angiospermas y las evidencias moleculares
indican que el origen de las angiospermas se remonta al CarboníferoPérmico.

Aunque sobre el momento de aparición de las angiospermas no exista una certeza absoluta,
ni unanimidad entre los diferentes autores, un hecho cierto es el de que durante el Cretácico
medio, y debido a la radiación de las angiospermas, se producen cambios florísticos y
vegetacionales a nivel global que se correlacionan con un importante reemplazo en las faunas
de dinosaurios.
Las angiospermas con flores y hojas de pequeño tamaño sustituyeron a las cicadofitas y
Bennettitales de hoja grande en las formaciones arbustivas. Esto debió suponer una
considerable reducción de la masa vegetal consumible por los grandes herbívoros pacedores.
Por consiguiente, los grandes dinosaurios pacedores declinan o cambian de hábitat
abandonando las zonas de matorral y ocupando las zonas cenagosas y pantanosas,
apareciendo nuevos tipos adaptativos como los hadrosaurios mientras que su lugar en los
matorrales es ocupado por los ceratópsidos.

Con la aparición de las angiospermas se produce, además, la ocupación del medio acuático
por este tipo de plantas y la aparición de los frutos y con ello un cambio en la productividad
de biomasa vegetal ya que éstos tienen un mayor contenido energético y pudieron ser
consumidos por animales como los ceratópsidos con picos curvos.

A partir del Cenomaniense, momento en que se produce la gran radiación de las


angiospermas, las floras están dominadas por este grupo que llega a representar el 75% del
total de taxa en las asociaciones registradas. Esto produce un importante cambio en las floras
y la vegetación al desaparecer o reducirse la diversidad y el número de individuos de grupos
representativos de floras anteriores. Así, las coníferas quedan reducidas a la mitad de las
existentes en el Neocomiense, los helechos quedan reducidos al 6% del total de taxa y las
ginkgoales al, tan sólo, un 1%. Esto produjo un cambio de los hábitats pantanosos en los que
se produjo la completa eliminación de helechos dicksoniaceos que fueron sustituidos por la
formación de bosques de Sequoia.

Posteriormente, se produce un aumento de helechos acuáticos que, acompañados de la


aparición de angiospermas acuáticas, pudo producir una eutrofización de los lagos existentes.

La vegetación del Cretácico más terminal dominada por angiospermas, incluye arbustos y
pequeños y grandes árboles según lo corroboran los hallazgos de asociaciones de troncos
fósiles. PAGE (1981) describe una asociación de restos fosilizados de troncos de
angiospermas del Cretácico de California en la que se distinguen 44 especies distintas con
hábitos muy dispares. La mayoría de ellos no muestra anillos de crecimiento de lo que se
puede inferir que se trataba de arbustos o árboles de pequeña talla. Simultáneamente, los
géneros mesozoicos de helechos y coníferas que habían sido más característicos durante el
Cretácico Inferior estuvieron en peligro de extinguirse junto con los dinosaurios. Se ha
observado en diferentes floras fósiles que los bosques de taxodiaceas se expandieron sobre
el área en las que existían las faunas más ricas en dinosaurios, mientras que las “sabanas” de
helechos de los pantanos, los matorrales de cicadofitas y las formaciones esclerófilas
sufrieron una drástica reducción. La masiva forestación experimentada supuso la eliminación
de zonas abiertas en las que pudieran vivir grandes poblaciones de herbívoros.

A pesar de que a partir del Albense las angiospermas se diversifiquen, aumenten en número
de individuos y amplíen su distribución geográfica, no hay evidencia de que con anterioridad
al Campaniense y Maachtritriense hubieran alcanzado el amplio rango de hábitats que
pueblan hoy día.

A partir de datos paleobotánicos, se supone que al final del Campaniense se produce un


enfriamiento global, aunque libre de hielo. El cinturón árido ecuatorial, se transformaría en
subtropical con floras de tipo laurisilva, no existiendo formaciones similares a la actual
vegetación tropical. Aunque este punto es muy controvertido.

En el Maastrichtiense, las angiospermas experimentan una modernización y las taxodiaceas,


propias de zonas pantanosas, son las gimnospermas más abundantes y ampliamente
distribuidas en el Hemisferio Norte, mientras que en el hemisferio Sur son las podocarpaceas
y las Araucariaceas. Distribución espacial que persiste hasta nuestros días.

A pesar de que ha sido ampliamente discutida la enorme magnitud de la extinción en el límite


Cretácico-Terciario, esta parece no haber afectado a la flora del Cretácico terminal ya que las
asociaciones de plantas fósiles del Paleoceno muestran una composición muy similar a las
del Maastrichtiense que demuestra que las plantas, fundamentalmente las angiospermas, no
sufrieron un episodio de extinción, llegando a ser el grupo vegetal dominante en las floras
actuales.

CLIMA.
El Cretácico Medio, hace unos 100 millones de años. El área cubierta por las aguas era muy
extensa. Norteamérica quedaba cortada en dos por un mar de aguas someras que unía el
Artico con el Atlántico, y Europa era un archipiélago más que un continente. El clima en las
latitudes altas era mucho más templado que el actual. La circulación oceánica era también
muy diferente.

A mediados del período, hace unos 100 millones de años, la temperatura media de la
superficie del planeta era entre 6ºC y 12ºC mayor que la de hoy. La franja tropical de arrecifes
de coral era latitudinalmente bastante más ancha que en el presente. Los dinosaurios,
animales probablemente de sangre fría, más afines a climas cálidos que fríos, poblaban casi
todas las regiones emergidas de la Tierra y se acercaban hasta los círculos polares. Se sugiere
que el enorme tamaño de muchos de ellos era sólo posible gracias a la existencia de una
mayor abundancia de biomasa vegetal, favorecida por el calor, la humedad y la alta
concentración de CO2.

Por estudios de fósiles hallados en las profundidades del Artico, se calcula que las aguas
tenían una temperatura media de entre 15ºC y 20ºC . Plantas y animales, que hoy son típicos
de climas cálidos, como ciertos reptiles acuáticos semejantes a los cocodrilos
(Champosaurus), llegaron también a vivir en latitudes muy altas, casi polares (Tarduno, 1998.
En sedimentos de Groenlandia se han encontrado hojas del Arbol del Pan, especie que hoy
sólo se encuentra en las regiones de clima húmedo tropical.
No por esto hay que exagerar y concluir que en las latitudes polares no hacía frío ni siquiera
en invierno. En el sudeste de Australia, situado entonces a 60ºS, hay constancia de la
existencia de suelos congelados junto a depósitos de esqueletos de dinosaurios que habitaban
aquella región (Rich, 2002). Es posible que algunos de ellos fueran de sangre caliente y
resistentes al frío; también es posible que migrasen a aquellas regiones tan sólo en verano.
Además, aunque no se han encontrado tillitas, sí han aparecido sedimentos oceánicos del
Cretácico que contienen derrubios de rocas transportados por icebergs, lo que indica que
podían existir pequeños casquetes glaciales en latitudes altas.

Sea como sea, los depósitos de carbón, que preferentemente se forman bajo un clima cálido
y húmedo, son también abundantes durante el Cretácico y están extensamente repartidos por
todas las latitudes. Los grandes yacimientos explotados hoy a cielo abierto en el oeste de
Estados Unidos se formaron entonces. También existen en latitudes bastante altas depósitos
de bauxita, un mineral que, para su formación, suele requerir un clima tropical, con un
contrastado régimen estacional de lluvias, lo que sugiere también que el clima de aquella
época era a nivel global más cálido y uniforme.

¿Y cuáles fueron las causas de este clima cálido y húmedo, que se manifestó especialmente
entre hace 120 millones y 90 millones de años? Las que se aducen con más frecuencia son:
1) una alta concentración de CO2 y vapor de agua; 2) un clima más oceánico, con una
distribución de mares y continentes que favorecería la exportación marina de calor de los
Trópicos hacia los Polos y, por lo tanto, unas temperaturas más uniformes; y 3) un mayor
transporte meridiano de humedad desde las zonas tropicales a las latitudes altas, lo que
provocaría en éstas más calor y unas precipitaciones más intensas.

ACCIDENTES.
Durante el transcurso de la última parte del Cretácico, desde hace unos 80 millones de años
hasta hace unos 65 millones de años, la concentración de CO2 atmosférico disminuyó de
nuevo considerablemente, un proceso que transcurrió a la vez que el mar se retiraba de los
continentes.

Las regresiones marinas dejaban tras de sí vastas extensiones lacustres. En este paisaje de
lagos y marismas de aguas someras fueron ingentes los enterramientos de materia orgánica.
Consecuentemente, la atmósfera perdió una gran cantidad de CO2 y la concentración bajó
hasta un nivel de unas 600 ppm al final del Cretácico. El clima se enfrió bastante con respecto
al óptimo térmico del Cretácico Medio, pero siguió siendo relativamente cálido y no llegó a
haber una glaciación. Por ejemplo, el Océano Artico siguió estando, al menos en verano, libre
de hielos la abundancia de diatomeas silíceas parecen indicarlo y tanto la flora de Alaska
como la de la península de la Antártida indican unas temperaturas bastante superiores a las
actuales. Lo peor estaba por llegar.
En efecto, al final del Cretácico, en el episodio K/T (nombre derivado del alemán
Kreide/Tertiär), que ahora también se denomina K/Pg durante la transición del Cretácico al
Terciario y al Paléogeno, hace 65,5 millones de años, se produjo la extinción de diferentes
especies que habían dominado la vida de mares y continentes. En el mar desaparecieron los
ammonites y una gran cantidad de plancton, y en los continentes se extinguieron los
dinosaurios más o menos súbitamente, según diferentes y controvertidas teorías. La
vegetación, especialmente en Norteamérica, sufrió un drástico cambio. Allí desaparecieron
los bosques que existían antes del evento y tras la catástrofe las tierras fueron colonizadas
por una espesa cobertura de helechos.

Para algunos el desastre ocurrió rápidamente como máximo unos pocos miles de años, pero
para otros la desaparición de las especies fue progresiva e incluso comenzó a fraguarse varios
millones de años antes del final del Cretácico.

La relación de la extinción de los dinosaurios con un brusco cambio climático es la hipótesis


más probable. Sin embargo, las causas que originaron este cambio climático no están nada
claras: el choque de un gran meteorito o la actividad volcánica.

El meteorito de Chicxulub.
Los que creen en una extinción rápida se decantan por la caída de un bólido extraterrestre.
Frente a las costas de la península de Yucatán, en el sitio de Chicxulub, en lo que era entonces
un tranquilo mar tropical de aguas someras, cayó un enorme asteroide, de unos 10 km de
diámetro, que formó un cráter hoy enterrado bajo dos kilómetros de sedimentos de unos 180
kilómetros de diámetro. La trayectoria del bólido, que no cayó perpendicular sino
oblicuamente lo que causó mayores estragos fue del sureste, y por eso los materiales
eyectados arrasaron con particular fuerza la costa del sur de Estados Unidos, en donde existen
señales de tsunamis gigantescos.

Tras el choque se depositó probablemente por toda la superficie de la Tierra una fina capa de
iridio extraterrestre perteneciente al propio asteroide desintegrado. Otros subproductos del
impacto, esparcidos por vastas regiones, fueron las microesférulas, microscópicas gotitas de
vidrio, resultantes del rápido enfriamiento del material fundido en el choque que salpicó la
atmósfera, y cristales minúsculos de cuarzo metamorfoseado (shocked quartz). El iridio
aparece en concentraciones altas entre los estratos arcillosos del piso Maastrichiense, que
señala el final del Cretácico. Para los Alvarez, padre e hijo, autores de la teoría, que por
primera vez descubrieron el iridio en Gubbio (Italia), este acontecimiento estuvo
directamente relacionado con la extinción de los dinosaurios.

Se ha especulado con la posibilidad de que el enorme impacto lanzara a la estratosfera


gigantescas cantidades de polvo que causaron varios meses, incluso años, de oscuridad y frío,
lo que afectó a la actividad fotosintética de mares y continentes y posteriormente a otros
elementos de la cadena trófica, como los ammonites en el mar y los dinosaurios en los
continentes.
También se ha pensado en la posibilidad de que la deposición del polvo se realizase
esencialmente en forma de lluvias ácidas, que habrían afectado a vastas extensiones de las
superficies marinas y continentales, contaminando la vida marina y una parte importante de
la vegetación continental. En este sentido, en la península de Yucatán existen espesos niveles
sedimentarios de evaporitas, rocas compuestas esencialmente por sulfato de calcio. El
impacto del asteroide sobre el sulfato pudo haber producido dióxido de azufre que en
cantidades masivas (de 100 a 500 gigatoneladas de azufre) se habría evaporado en el aire y
convertido en ácido sulfúrico. De ahí las precipitaciones ácidas. Además, la capa
estratosférica de sulfatos que durante mucho tiempo envolvería a la Tierra habría enfriado el
clima intensamente.
Es posible también que los sulfatos, al hacer aumentar las nubes estratosféricas, hubiesen
hecho disminuir catastróficamente la concentración de ozono. Esta presunción de lo que pudo
ocurrir en aquel pasado remoto se basa en que la mayor disminución del ozono global
registrado en las últimas décadas ocurrió precisamente tras la erupción del volcán Pinatubo,
en junio de 1991, cuando una gran cantidad de sulfatos fue inyectada en la estratosfera.

También pudo ocurrir que el impacto del bólido extraterrestre sobre una plataforma calcárea
provocase una reacción de volatilización de la calcita (CaCO3) y salpicase a la atmósfera con
miles de gigatoneladas de CO2, provocando, tras la oscuridad y el frío inicial, un efecto de
calentamiento climático y una modificación muy sensible en los ecosistemas terrestres.

Erupciones del Decán.


La otra hipótesis es que fueron las erupciones volcánicas la causa principal de la catástrofe
K/T. Las extensas plataformas basálticas del Decán (o Decán), en la India, se formaron más
o menos entonces, e indican que fue una época de fuerte actividad volcánica. ¿Pero qué efecto
letal causaron los volcanes?
Según algunos los dinosaurios no aguantaron el enfriamiento de la superficie de la Tierra que
produjo el velo formado en la atmósfera por el polvo y los aerosoles sulfurosos de los
volcanes. El SO2 se oxida lentamente a SO3, que al combinarse con el vapor de agua
atmosférico tiende a formar ácido sulfúrico, H2SO4, que da lugar a gotitas de nubes
amarillentas, sulfatadas, que reflejan al espacio la luz solar, y enfrían las capas bajas. Si estas
nubes se forman en la estratosfera lo que ocurre cuando las erupciones son intensas y
alcanzan gran altura las gotitas y los cristalitos de hielo permanecen más tiempo en
suspensión, pues no son lavadas por la lluvia, y su efecto de enfriamiento es mayor. Según
esta teoría, pudo haber episodios con fuertes emisiones volcánicas de SO2 que velasen el
cielo, haciendo disminuir la insolación.

Sin embargo, dataciones modernas indican que el vulcanismo del Decán ocurrió unos cuantos
cientos de miles de años antes de la gran extinción. Es así que algunos combinan las dos
teorías. Primero un cambio climático causado por los gases que emitieron aquellos volcanes
debilitó la vida terrestre y posteriormente la decadencia se agudizó con la caída del asteroide.

S-ar putea să vă placă și