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PENSAR AL OTRO: Un trabajo de autorreflexión

Sin duda este tipo de acontecimientos en la actualidad deberían encontrarse desprovistas


de base. Por ello, una autorreflexión parece ser una manera visible para promover el
respeto por el otro y sus costumbres. Asimismo, las políticas aplicadas a su persona deben
emerger sobre una base de interculturalidad. La interculturalidad es ese proceso mediante
el cual promovemos la libre interrelación entre diferentes culturas que generan a su vez
préstamos culturales sobre los cuales las personas basan sus prácticas sociales. El respeto
a la diversidad y el enriquecimiento mutuo a través de estos procesos, promueven una
horizontalidad en la comunicación. Es por ello, que estimo a la interculturalidad como
una política pública importante para desarrollar pues hoy en día las políticas simplemente
emergen de campos con poca experiencia en campo, siendo ese un punto a criticar y a
que a menudo ha sido. Sin embargo, esta práctica se sigue dando.

Para señalar un punto importante, no está demás explicar por qué la cultura y su debida
conceptualización resuelve ciertos puntos de quiebre. Cultura es de por sí un concepto
que necesita de mucha sistematización, es decir, para presentarla como un eje central que
cuestiona las políticas actuales es preciso crear un concepto de cultura desprovista de
estos rasgos etnocéntricos. Una de las propuestas que nos presenta Oyata, por ejemplo,
es de entender que el término cultura no se encuentra desprovista de racionalidad pues
como Gellner nos afirma en El arado, la espada y el libro (); el mundo, o lo que es ahora,
se ha constituido a través de la historia mediante una serie de acciones coherentemente
sociales pues la acción del hombre aunque desprovista para algunos de coherencia lógica,
al ojo de ciertos individuos o sociedades ampliar la noción de racionalidad hasta el punto
en que podamos dejar de considerar “irracional” a un agente- o a una cultura distinta de
la nuestra- por el solo hecho de que no comparte nuestras ideas o creencias, un nuestras
ideas o creencias, ni nuestras prácticas sociales”. (Pérez, 2001:378)

La importancia de considerar categorías como cultura y su debida conceptualización la


cual representa una serie de complejizaciones que no por ello le hace indescriptible reside
en que tener una base bien sedimentada asegura parcialmente la adaptación de un
proyecto y su debida elaboración. Tener en cuenta que los fenómenos sociales deben y
pueden ser trabajados en función de categorías bien definida, no da un ejemplo de que
podemos aterrizan una realidad y proyectada en técnicas para su debido tratamiento.
Volviendo a mi cuestionamiento personal siento que la idea de hacerlo es una forma
individual de aportar, promover este ejercicio sigue siendo por mucho una de la raíces de
una política pública intercultural exitosa- volveremos sobre su definición más adelante-.
Por ello, me permito anexar una experiencia personal, la cual cruzó por mi mente al
momento de pensar sobre acciones cotidianas que se encuentran normalizadas
incentivando al enquistamiento de estas prácticas. Cuando yo cruzaba el cuarto grado de
secundaria, estudiaba en un colegio emblemático y racional (lo cual justifica la variedad
y la cantidad de alumnos que habían) tenía una compañera, sus padre no poseían muchos
recursos económicos, habían invadido un terreno y así fue como obtuvieran su casa. En
ese entonces era un descampado inmenso, años después, debido a la ausencia de los
dueños, el mismo terreno había sido invadido ausencia de los dueños, el mismo terreno
había sido invadido por numerosas familias; ahora, era un asentamiento humano. Esto
para contextualizar la historia que le sigue, ella siempre orgullosa de lo que era y lo que
tenía, siempre ante cualquier situación ella mantenía esa actitud, dando a conocer lo que
pensaba y en lo que creía, pero a los demás compañeros les parecía una burla que ella se
comportara así por lo que era normal para ellos fastidiarla pues creían que ella también lo
hacía al decir lo que pensaba. La situación a la que me remito es que por ser de bajos
recursos, eso a los ojos de lo demás compañeros, era objeto de burla, llamándola “la
patrona de los asentamientos humanos”. Entonces, a partir de ello, me pregunto, ¿debe
adoptar el pobre una actitud moralmente de “pobre” solo para no ser el objeto de burla?
Es decir, su condición ¿los condiciona? Seguro que si ella, chica de clase media, hubiera
tenido la misma actitud, la situación hubiera sido otra. Son situaciones que te dejan
pensando en porqué ese otro, diferente, por cualquiera que sea la causa, pero no por ello
menos, tiene que responder a tal estereotipo ¿por qué no respetarlo?; ya que si no lo hace,
si “se pasa de la raya”, rápidamente se observa un desequilibrio, algo no se encuentra
bien, ese otro ahora tiene voz- ¿acaso ya no la tenía antes?- y se está haciendo notar. Ese
denominado pobre no está respondiendo a los cánones que se le había adjudicado. No
habíamos explicado ya, que la homogeneidad como política se encuentra desprovista de
muchos instrumentos importantes para tratar un fenómeno social como lo es la pobreza.
A mis ojos estamos llenos de políticas perezosas, que prefieren creer que su condición
económica es lo único que los define, solo ella es importante para tratar a ese otro. Su
condición no los define solo explica la fuerte realidad con la que chocan día a día. Para
tratar a una persona de esta condición es imperante tener en cuenta que lo económico no
es el único factor que influye, también influye su familia, sus costumbres, su entorno; lo
social es ensecial para tratareste caso.

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