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I Dream of Danger
Ghost Ops 02
I DREAM OF
DANGER
Ghost Ops 02
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Gracias una vez más a mi gran editora May Chen
Y a mi gran agente Ethan Ellenberg .
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
ARGUMENTO
Son los Ghost Opps: un equipo encubierto de
súper—soldados de élite. Después que su
equipo fuera traicionado y masacrado, los tres
supervivientes pasaron a la clandestinidad y
crearon Haven, una comunidad de inadaptados
y genios.
Cuando Nick Ross desapareció de la vida de
Elle Thomason, ella estuvo segura de que
nunca volvería a ver al hombre que amaba…
excepto en sus sueños.
Las obligaciones de un soldado de élite, Nick
nunca quiso herir a Elle, lo alejaron… y luego
Elle se desvaneció. Ahora, preocupado por los
sueños inusualmente vívidos y perturbadores
sobre Elle en peligro, Nick rescatará a la única
mujer a la que ha querido...
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Capítulo 1
Funeral del Juez Oren Thomason
Cementerio de St. Mary
Lawrence, Kansas Enero 10
Él había venido
Ella sabía que había venido. De alguna manera, lo había sabido.
Soñó con él la noche anterior. Con frecuencia soñaba con él, sueños tan vívidos
que se despertaba con lágrimas en los ojos, suspirando por él.
Elle Thomason se levantó desde donde había lanzado tierra sobre el féretro de su
padre, antes de que los dos empleados de la funeraria lo cubrieran con tierra y
finalmente él estuviera en paz… y entonces fue cuando lo vio.
Estaba perfilado contra el frio sol de invierno sobre la pequeña colina donde
estaba la capilla. Solo era una figura oscura contra el sol agonizante, pero lo
reconocería en cualquier lugar y cualquier momento.
Nick Ross. El chico al que había amado tanto, ahora era evidentemente un
hombre. La silueta oscura contra el pálido sol de invierno era alta y de hombros
anchos. Había sido delgado cuando niño, como una joven pantera. Ahora era un
león.
La vio. No la saludó con la mano ni con la cabeza. Tampoco ella. Simplemente
observó como bajaba la pequeña colina hacia ella, mirándolo con hambre. Había
esperado este momento cinco largos años.
En todos los años estériles, años de cuidar de su padre mientras su mente moría
mucho antes que su cuerpo, había anhelado este momento. Mientras todo lo demás
desaparecía de su vida, mientras lo perdía todo, mientras su vida era absorbida por
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
el cuidado diario de un hombre que no controlaba nada de él mismo, lo único que le
quedaba era la imaginación. Y en su mente, enloquecía.
En su mente, Nick y ella estaban juntos.
Su sueño favorito era encontrárselo en alguna ciudad sofisticada. Nueva York,
Chicago, San Francisco. Mejor aún, Londres o París. Por supuesto ella era sofisticada.
Tenía un montón de líos amorosos que le habían enseñado un montón. Estaba bien
arreglada, tenía éxito y estaba completamente al mando.
Se daba la vuelta en un caro restaurante, y allí estaba él.
En sus fantasías ella se podía imaginar que era… serena, exitosa y feliz. Pero
nunca podía imaginarse qué era Nick. Lo que él había llegado a ser. Solo sabía que
era atractivo y la amaba. No podía ir más allá de aquel punto… que todavía la
amaba, después de todos aquellos años.
Le preguntaría por qué había desaparecido tan de repente. Eso aún era
inexplicable para ella. Una noche se había ido a la cama bromeando con él que había
crecido para ser el Capitán Adama de Battlestar Galáctica, y a la mañana siguiente él
se había ido. Completamente desaparecido. Sus cosas todavía estaban en su
dormitorio. Los únicos artículos que habían desaparecido eran unos vaqueros,
algunas camisetas, una chaqueta de invierno y su bolsa del gimnasio.
Había estado frenética. Quería llamar a la policía, informar de su desaparición,
pero su padre la había quietado el teléfono de las manos con delicadeza y lo había
colgado. Él nunca contestó a sus preguntas y pronto, muy pronto, había sido incapaz
de contestar cualquier pregunta en absoluto.
Ni una llamada, ni una carta, ni siquiera una postal. Era como si Nick se hubiera
desvanecido de la faz de la tierra, llevándose con él toda su existencia. Para una
adolescente despreocupada, la única y amada hija de un juez respetado y
acaudalado, su vida se hundió en los pozos del infierno. Su padre empezó a perder la
cabeza día a día, la oscuridad descendió y Nick no estaba allí.
Cuántas tardes miró por la ventana, pretendiendo leer, mientras su padre se
cansaba por fin lo suficiente para echarse una siesta en un sillón. Salir para una cita
era impensable. No tenían dinero suficiente para pagar a una enfermera durante la
noche. Había tenido que ganar créditos extra en los veranos para graduarse a los
diecisiete porque podía ver acercarse el día en que el dinero se acabaría y tendría que
quedarse en casa todo el día, y al menos quería el certificado de la escuela superior
para cuidar a su padre.
Las citas estaban descartadas, ir al cine con las amigas estaba descartado, recibir
amigos estaba definitivamente descartado. Lo que tenía era una enfermera unas
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pocas horas al día en las que se apresuraba a hacer las compras y corría a la biblioteca
para abastecerse de libros. Lo que tenía era mirar por la ventana y esperar a Nick.
Anhelar a Nick.
Añorar a Nick.
Que nunca llegó.
Así que en sus sueños, cuando finamente lo encontrara, por absoluta casualidad
en una gran ciudad, podía elegir como sería. Podía ser inmensamente rico y atractivo
o poderoso y atractivo. Nunca era un perdedor, un borracho o un adicto. Nick no era
eso.
Hola, decía él retrocediendo admirado, eres preciosa.
Gracias, contestaba ella, espero que estés bien. Me encantaría quedarme y charlar pero
tengo que volver a…
Aquí la imaginación de Elle tenía algún problema. ¿A qué? ¿Volver a qué? ¿Que
podría ser más imposiblemente importante que Nick?
Pero en realidad no importaba porque entonces él diría:
Tomate una copa conmigo. Por favor. Solo cinco minutes, estoy tan contento de verte.
Y, bueno, era Nick. Y ella lo haría. Y luego él le diría que la amaba y nunca la
perdería de nuevo.
Era un hermoso sueño y tenía que serlo porque reemplazaba más o menos todo lo
que una joven debería tener… instituto, amigos, primer amor, planes…
Los detalles oscilaban, pero lo importante era siempre lo mismo. Él la encontraba
entera, feliz y exitosa. Hermosa, elegante y segura de sí misma.
No la miserable criatura que era ahora. Pálida y demacrada por las últimas cuatro
noches en las que no había dormido nada mientras veía morir a su padre. Vistiendo
una chaqueta demasiado fina que no la protegía de ninguna forma contra el frio
porque el único abrigo de invierno que tenía estaba rasgado en la manga
No se suponía que debía ser así. Pero lo era.
Ella solo lo observó mientras caminaba hacia ella, y toda ella estaba entumecida
excepto su corazón. Su traicionero, traicionero corazón que latía de alegría al verlo.
No se apresuraba hacia ella, pero sus largas piernas parecían llevarlo rápidamente.
Llevaba una pesada chaqueta que le llegaba hasta media pierna, las manos cubiertas
por los guantes le colgaban a los lados.
Ella fue consciente de sus propias manos, desprovistas de guantes y casi azules
por el frio. Avergonzada, las ocultó tras la espalda.
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Y así fue como se encontraron, Nick se alzaba sobre ella, la cara en las sombras,
mirándola desde arriba. El sol estaba a su espalda, enorme justo antes del atardecer,
un enorme disco pálido. Permanecieron de pie y se miraron el uno al otro. Elle se
quedó sin habla.
Él estaba allí, justo delante de ella.
Cómo había esperado este momento, y aquí estaba, al lado del féretro de su padre.
Debería decir algo, debería…
—¿Señorita?
Se volvió. Había olvidado por completo a los sepultureros.
—¿Si?
—Va a tener que moverse señorita. Vamos a cubrir el féretro con la tierra.
—Oh —dio un paso atrás y Nick lo dio con ella—. Por supuesto.
Nick y ella observaron mientras la tierra cubría el féretro de su único pariente
vivo. No lloró. Había derramado demasiadas lágrimas a lo largo de los años. No
quedaban más. Su padre se había ido mucho antes de esto. Lo que había dejado
detrás era la cascara de una persona, solo un cuerpo
Su padre había sido ingenioso, instruido, de fuertes opiniones y encantador. Ese
hombre había muerto años atrás.
Así que miró mientras cubrían el féretro, con rapidez y eficiencia. Hacia frio y
querían acabar el trabajo tan rápido como fuera posible. Cuando terminaron, dejaron
a un lado sus herramientas y se pusieron frente a ella.
Ahora había un tajo en la tierra, crudo y rojo. Algún día estaría cubierto de césped
como lo estaban las otras tumbas, pero por ahora estaba claro que la tierra había
reclamado recientemente a uno de los suyos. Habría una lápida, con el tiempo,
cuando ella pudiera permitírselo.
El director de la funeraria había indicado algunas cifras que no tenían sentido para
ella. La más barata costaba unos dos mil dólares. También podrían haber costado un
millón. No los tenía.
No tenía nada.
Uno de los sepultureros se quitó el sombrero.
—De verdad siento lo del juez, ma’am. Le damos nuestras condolencias.
Elle inclinó la cabeza.
—Gracias. Umm...
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Abrió su monedero y miró dentro, aunque no necesitaba mirar para saber que
había dentro. Un billete. Ni siquiera uno grande. Sacó los veinte dólares y se los dio
al hombre, bien consciente del hecho de que debería ser uno de cien, cincuenta para
cada uno.
Él lo tomó con cautela, mirando con disgusto a su compañero, se lo metió en el
bolsillo de los pantalones y le echó a ella un vistazo.
Ella lo entendía del todo. Ellos habían realizado un trabajo duro. La tierra estaba
congelada y se habían esforzado. El director de la funeraria le había dejado claro que
la opción económica que ella había elegido no cubría los sepultureros y que tendría
que compensarlos ella misma.
Esto era tan horrible. Se sentía tan desnuda y expuesta, reducida a cenizas, a polvo.
Todo esto se estaba representando justo delante de Nick, que lo estaba observando
todo.
Recordaba lo observador que era él. Siempre lo había sido. Estaba viendo su
humillación en alta definición y 3D, en primera fila y en persona.
Elle se aclaró la garganta, alargó una mano hacia el sepulturero, luego se la metió
en el bolsillo.
—Lo siento, no tengo más —dijo en voz baja—. Quizás…
—Tome —Nick le dio dos billetes. Los ojos de ella se abrieron de par en par
cuando vio dos veces la cara de Benjamin Franklin—. Gracias por su ayuda.
La gorra desapareció otra vez, ambos hombres le dieron las gracias, la saludaron a
ella con la cabeza y se alejaron.
Elle miró fijamente el suelo, respirando a través del dolor. Nick se había ido
muchos años atrás, y en todos aquellos años, no había pasado un día, ni un minuto,
en que ella no lo echara de menos tan ferozmente que pensaba que podría explotar.
Todo este tiempo ella había añorado a Nick.
Y ahora él estaba aquí. En su momento más bajo.
—Él te quería mucho —dijo ella, mirando al suelo.
—Lo sé —contestó él en voz baja.
Si voz, ya profunda cuando era un chico, se había hecho más profunda y áspera.
La voz de un hombre.
Era un hombre. Había sido más maduro, más de lo que le correspondía por su
edad cuando había entrado en sus vidas, un fugitivo que su padre había encontrado
en su patio trasero una tarde de invierno. Estaba tumbando en el suelo con una
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muñeca rota y gravemente infectada, muriéndose, tan consumido que su padre fue
capaz de levantarlo y llevarlo en brazos al coche para llevarlo al hospital.
Desde aquel momento, Nick Ross les perteneció.
Hasta que él les dejó, inexplicablemente, otra fría noche de invierno.
Ella levantó la mirada hacia él, desesperada por verlo. ¡Cómo había soñado con él
en los años pasados! Sus sueños habían sido tan vividos, con frecuencia
perturbadores. Lo había visto disparando, saltando de aviones y luchando.
Lo había visto con otras mujeres. Aquello había sido duro porque sus sueños
tenían la fuerza de la realidad. Lo había visto desnudo, haciendo el amor a otras
mujeres, agresivo y exigente, imposiblemente sexy.
El Nick que permanecía ante ella tenía el mismo aspecto que el de sus sueños…
duro y peligroso, un hombre por completo. Ojos oscuros que no transmitían nada,
cabello oscuro cortado al rape, hombros anchos y músculos enjutos. Un hombre
formidable en todos los aspectos, aunque la última vez que lo había visto él había
estado justo al borde de la madurez.
—¿Estuvo… enfermo? —la voz de Nick era vacilante.
—Sí —replicó ella, bajando la vista a la cruda cuchillada en la helada tierra—.
Durante mucho tiempo.
Desde que te fuiste, pensó para sus adentros. Nunca fue el mismo, y luego empezó un
rápido declive.
—Lo siento —la profunda voz era baja, como si murmurara solo para sus oídos,
aunque no había nadie más en los terrenos del cementerio. En el funeral habían
estado unas treinta personas pero se fueron inmediatamente, tan pronto como el
servicio acabó. Todos tenían trabajos, lugares a los que ir o cosas que hacer. Nadie se
quedó para el sepelio. Habían presentado sus respetos al hombre que había sido y se
marcharon. Su padre había estado muerto para el pueblo mucho antes de que su
cuerpo dejara esta tierra.
Ella asintió, la garganta cerrada.
—Hace frio. Deberías llevar algo más abrigado.
Ella soltó un resoplido que habría sido una risa en otras circunstancias. La nube de
vapor se elevó rápidamente y se disipó en el frígido aire. Sí, ella debería llevar algo
más abrigado. Por supuesto.
—Sí —murmuró—. Yo, um, lo olvidé.
¿Por qué estaban hablando de abrigos? Parecía tan surrealista.
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—¿Dónde está tu coche? —preguntó Nick con voz áspera—. Deberías volver a
casa. Estás congelándote.
Ella volvió la mirada hacia él asustada. ¿Ya la estaba dejando? ¡Eso no podía ser!
Se le cerró aún más la garganta. No podía dejarla, no podía. No podía ser tan
cruel.
Las palabras le salieron en tropel sin pensarlas.
—No tengo coche. Se suponía que los sepultureros me llevarían a casa —Nolan
Cruise, el fiscal del distrito, la había llevado hasta los límites del cementerio y la
había dejado allí, disculpándose por no poder quedarse.
Miró alrededor, pero se habían ido. El cementerio estaba completamente desierto.
Obviamente, los dos hombres habían pensado que ella ya tenía transporte a casa.
Con Nick.
Oh Dios. La primera vez que lo veía en cinco años y tenía que pedirle que la
llevara a casa. Se enderezó, envolviéndose apretadamente en la ligera chaqueta,
intentando envolverse también en su dignidad.
—Está bien. Yo…—su mente zumbó en vano. Decir que caminaría sería ridículo.
Nick sabía perfectamente lo lejos que estaba su casa. Al menos dos horas andando.
Estaba tratando de inventarse a alguien que, plausiblemente, pudiera llevarla a casa
cuando él la sujetó por el codo con firmeza y echó a andar hacia la salida.
—Vamos.
Elle luchó para no retrasarse. Nick, siempre alto, había crecido otros cinco
centímetros. Sus largas piernas se comían el terreno herboso. En unos pocos minutos,
estaban fuera de las puertas del cementerio, caminando bajo el arco de piedra
marcado con Requiescat in Pacem grabado sobre el frontal.
Si, de acuerdo. Descansa en paz papá.
Sus últimos años, mientras su mente se iba, no habían sido pacíficos. Habían sido
oscuros y desesperados mientras él sentía como se deslizaba día a día. Incluso
después de que su mente se hubiera ido, ella sentía como persistía la desesperación.
Se ha ido a un lugar mejor, dijeron las pocas personas que habían ido al funeral. El
viejo tópico era cierto. Donde estuviera ahora, no podía ser peor que la vida que
había dejado detrás.
Nick y ella estaban caminando por una entrada vacía, la cual estaba llena de
coches el Día de los Caídos y estaba vacía en su mayoría los otros trescientos sesenta
y cuatro días del año. Nick sacó un mando a distancia y se encendieron las luces de
un gran coche negro con aspecto de caro, las puertas se desbloquearon con un womp.
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—Bonito coche —aventuró ella. Había mucho más que decir pero su cara era tan
intimidante y remota; solo pudo hacer el más anodino de los comentarios.
—Alquilado —dijo él lacónico y abrió la puerta del pasajero para ella.
Un millar de preguntas empujaban en su cabeza, pero ella simplemente se sentó,
sujetando la chaqueta apretada en torno a sí misma mientras él se instalaba en el
asiento del conductor y arrancaba. Un minuto después, el aire cálido se deslizaba
sobre ella y el temblor que no había notado desaparecía.
Por supuesto, él sabía exactamente dónde ir.
Podía haberla olvidado, podía haber olvidado a su padre, pero nunca olvidaría
donde habían vivido todos juntos. Esa era otra cosa de Nick. Su fantástico sentido de
la orientación. Los últimos años antes de que se escapara, donde quiera que fueran
en una excursión todos juntos, su padre había contado con Nick para que los guiara.
Y en los dos últimos años, después de que se sacara el permiso de conductor en
prácticas, para que los llevara a donde necesitaran ir.
Probablemente la demencia del juez ya había comenzado. Aunque no hubiera
signos entonces. Había estado, como siempre, tieso como un palo, con el cabello gris
acerado peinado hacia atrás, siempre elegante y sosegado. Lo opuesto al desastre de
hombre que había enterrado.
Ayudaba pensar en papa y no concentrarse en Nick, conduciendo con cuidadosa
pericia. Siempre había sido magnifico detrás del volante. El instructor le había dicho
a papa que no había tenido que enseñarla nada a Nick. Era como si hubiera nacido
sabiendo conducir.
Elle mantuvo la vista al frente, haciendo los mayores esfuerzos para no mirar a
hurtadillas a Nick. Él era como un agujero negro. Atrayendo la gravedad hacia él.
Imposible ignorarlo, aunque imposible mirarlo directamente.
Tenía un millar de palabras en la punta de la lengua. ¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido?
¿Dónde vives ahora? ¿Te gusta?... En realidad palabras vacías. Porque lo que quería
saber, no podía decirlo.
¿Por qué nos dejaste? ¿Por qué me dejaste?
Las palabras no pronunciadas la ahogaban. Le daba miedo abrir la boca porque
saldrían en tropel. No tenía filtros ni mecanismos de defensa. Además, había vivido
sola tanto tiempo con un padre que no la entendía ni le respondía, que se había
acostumbrado a decir exactamente lo que pensaba.
Ni siquiera era compañía adecuada.
Pero algo debía decirse. No se habían visto en cinco años. Cinco años, siete meses y
dos días. Cada minuto de los cuales, lo había añorado. Incluso en sus sueños.
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Nick tampoco parecía haberlo visto, gracias a Dios.
Dentro de la casa, sin embargo, era peor que en el exterior.
La casa siempre había estado inmaculada. Incluso después de que su madre
hubiera muerto, cuando ella tenía cinco años, la casa había sido gobernada por una
benevolente tirana, la señora Gooding, que la mantuvo elegante y fragante con la
ayuda de una doncella varias veces a la semana.
La señora Gooding se había ido hacía mucho tiempo, como la doncella.
Elle se había esforzado mucho, pero la casa era grande y en los últimos meses de
vida su padre habían requerido sus cuidados veinticuatro horas al día. Dormitaba
cuando podía, exhausta, y lo hacia lo mejor que podía para mantener un escaso
mínimo de limpieza.
Su padre se había puesto enfermo por la noche, y habían corrido al hospital.
Estuvo de vigilia a su lado cuatro días y cuatro noches. Luego el funeral.
La casa era un desastre. Un desastre helado y frio, porque no había conectado la
calefacción sabiendo que estaría fuera todo el día.
Esta vez Nick lo notó.
Se detuvo dentro del vestíbulo y ella se paró con él. Dobló el cuello hacia atrás
mientras levantaba la vista al techo de dos pisos del atrio. Una vez había existido una
magnifica lámpara de araña de Murano con cincuenta lámparas que habían
centelleado tan brillantes como el sol. Ahora había una simple bombilla de bajo
voltaje colgando desnuda de un cordón.
El resto de la entrada también estaba vacía. Las acuarelas, la enorme alfombra
china, la consola con el ornamentado espejo tallado sobre ella, los dos sillones Thonet
vieneses a cada lado del escritorio Art Deco con el enorme cuenco de plata solida
lleno de potpurrí… todo se había ido.
Nick no reaccionó de forma alguna. Su cara estaba calmada y vacía de expresión.
¿Qué estaba pensando?
A posteriori, después de que hubiera desaparecido, uno de sus compañeros del
instituto dijo que había estado ganado dinero extra jugando al póquer en los bajos
fondos, y que siempre ganaba porque tenía la mejor cara de póquer que nunca se
había visto. Ella la estaba viendo ahora. No había pistas sobre sus pensamientos.
Quizás… quizás había esperado ver alguna suavidad o gentileza cuando la miró.
Pero no.
Señaló con torpeza hacia la parte trasera de la casa.
—¿Te gustaría… te gustaría beber algo?
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Él inclinó brevemente la cabeza sin decir nada. Ella se volvió y entró en la cocina,
sabiendo que no necesitaba sus indicaciones. Conocía el camino.
Su aparición le había revuelto la cabeza, pero ahora se obligó a pensar y a razonar
las cosas. ¿De dónde había venido? ¿Había viajado mucho tiempo? ¿Se quedaría esa
noche?
El corazón le dio un salto en el pecho al pensarlo.
—Así que —una vez en la cocina Elle se volvió para enfrentarlo, pegando una
sonrisa en su cara y haciendo un gran esfuerzo para no retorcer las manos—. ¿Qué
puedo ofrecerte?
Oh Dios.
Se dio cuenta demasiado tarde de que había muy poco que ofrecer. Si él quería
alcohol, no había nada en la casa. Su padre había tenido una buena colección de
whiskies, pero se habían terminado años atrás y ella nunca había comprado más
botellas. De repente recordó que tampoco había comida, solo una pizza congelada.
—Café estaría bien —su voz y sus ojos eran tan calmados. Ella intentó aferrarse a
aquello, tranquilizarse ella misma, pero era difícil. Era Nick. Nick estaba aquí, ahora
mismo, en su cocina.
—Café. Vale —había café. Al menos, suficiente para una taza.
Se volvió y trató de mantener las manos firmes mientras abría el armario para
sacar el café. Para su horror, excepto por el bote de cristal con un par de centímetros
de café, el armario estaba vacío.
Exactamente como en una horrible fábula.
Cerró el armario, haciendo un ruido más alto de lo que ella quería, luego empezó a
prepararle el café a Nick con manos temblorosas.
Nick.
Estaba aquí.
Preparar el café, sacar la preciosa taza de Limoge y el platillo, parte de un juego
que no había vendido porque solo eran cuatro piezas, sacar la cucharilla de plata y el
azucarero Wedgewood la tranquilizó un poco.
Él todavía estaba de pie, y eso fue otro golpe para su corazón.
Esta también había sido su cocina en un tiempo. Se había sentido completamente
en su hogar en otro momento. Ella recordaba las miles de tardes en que Nick
bromeaba con ella y hacia que su padre se riera mientras la señora Gooding
preparaba la cena.
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—Así que… ¿qué vas a hacer ahora? ¿Volverás a la universidad?
—No estoy matriculada en la universidad.
Aquello lo sorprendió. Costaba mucho sorprender a Nick pero ella lo había hecho.
—¿Qué quieres decir con que no estás en la facultad? Eras una estudiante de
matrícula, siempre lo has sido. ¿O es que ya has terminado la universidad?
Sus palabras la hicieron sonreír. No había sido nada más que una estudiante de
sobresalientes mientras luchaba para apañárselas con las excentricidades de su
padre. Había pasado un año antes de que se diera cuenta de que estaba enfermo.
Había faltado casi cada día de su segundo año.
—No… yo, ah… es complicado.
Nick tenía el ceño fruncido. Vale, era más fácil tratar con aquello que con la
mirada de pena que él tenía.
—Bueno, ahora no hay nada que te retenga aquí, ¿no?
Bueno, si no contabas con la falta de dinero y las deudas médicas, y puesto así…
—No, no lo hay.
La respuesta pareció relajarlo. Miró de nuevo alrededor y luego volvió la mirada
hacia ella, oscura y penetrante.
—Estás demasiado delgada. Y demasiado pálida. Tienes que comer y salir más.
Aquello dolió, Nick había estado en su corazón durante años, desde la primera vez
que había entrado en sus vidas. Ella solo tenía siete años, pero lo había amado desde
el momento en que puso los ojos sobre él. Por entonces era una niña pero ahora era
una mujer… y toda su feminidad estaba concentrada en él, en su atractiva cara, los
hombros anchos y las enormes manos.
Cada una de las células femeninas de su cuerpo estaba estremeciéndose. Y él le
hablaba como lo haría un tío anciano.
Come más, sal más. No debes estar tan pálida y delgada.
Ya.
Lo siguiente que le diría es que se abrigara más.
—Y Jesús, qué pasa contigo ¿Cómo puedes salir vestida así?
Ahí estaba.
¿Con lo que ella había soñado con este momento! Durante años. Y ahora que él
estaba sentado al otro lado de la mesa, tan cerca que podía tocarlo simplemente
alargando la mano… estaban hablando sobre su vestuario.
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—No, —dijo ella en voz baja—. Me tuve que vestir deprisa. Pero no vamos a
hablar sobre esto. Quiero saber que has estado haciendo, donde has estado.
Y por qué desapareciste sin decir una palabra.
Pero no podía decir aquello. Él estaba aquí. Ahora mismo lo que quería era llenar
de imágenes los años vacíos. Solo podría hacerlo si podía imaginase donde había
estado y que había hecho.
Hubo un tiempo en que él se lo contaba todo.
Nick se acomodó en la silla por completo y frunció el ceño.
—De verdad que no puedo hablar de eso.
—¿Por qué estabas en el ejército?
Se enderezó sorprendido.
—¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo dijo?
Nick sonaba realmente enfadado. Había salido de su boca sin que ella lo pensara,
lo que iba a mostrarle a él lo cansada que estaba. Nunca dejaba escapar las cosas que
no debería saber, pero lo había hecho. Lo había aprendido por el camino difícil.
Ella lo había visto. En sus sueños. No sueños normales… aquella fantasmagoría de
imágenes desconectadas que la mayoría de la gente tenía durante la noche. Ella
también los tenía, como todos los demás. Pero también tenía Sueños. Iba a lugares en
aquellos Sueños, y era como estar allí. Alarmantemente igual a estar allí.
Había visitado a Nick, sin una pista de donde estaba, pero tan real que sintió que
podía tocarlo. Estaba ejercitándose con cien hombres más, practicando saltos y
escalada con cuerda y gateando bajo alambre de púas. Disparando. Disparando
mucho. Saltando de aviones.
Y con mujeres. Eso había sido lo peor de todo. Ella lo había observado, impotente,
mientras él le hacía el amor a una serie de mujeres, rara vez la misma más de dos
noches seguidas. Elle había estado mirando desde el techo, observando cómo se
flexionaban y estiraban los músculos de su ancha espalda, como las nalgas se
tensaban y relajaban mientras entraba y salía de la mujer. Normalmente, se mantenía
con los brazos estirados sobre la mujer du nuit, tocándola solo con su sexo.
Aquellas noches, cuando ella miraba desde arriba, se despertaba con lágrimas en
la cara.
Una parte de ella pensaba que estaba loca. Y otra pensaba que de alguna forma
podía viajar fuera de su cuerpo
Lo que fuera, y podían ser ambas cosas, le había dicho algo equivocado a Nick.
Él estiró el brazo sobre la mesa para poner su gran mano sobre la muñeca de Elle.
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—¿Te dijo alguien algo? —Exigió— ¿Alguien me estaba espiando?
La presión era ceñida. No dolorosa pero definitivamente irrompible. Nick siempre
había sido fuerte, incluso de niño. Ahora era un hombre físicamente muy poderoso.
Lentamente, insegura de que su contacto fuera bienvenido, Ella apoyó la mano
sobre la de él.
—Nadie me lo dijo Nick —le dijo con suavidad. No era la primera vez que ella
tenía respuestas a algo que no debería saber. Y no sería la última. Cuando él vivía
con ellos, Nick nunca lo había sabido. Su padre no lo había sabido. Ella no lo había
sabido—. Tienes el porte de un soldado, y tu pelo está cortado al estilo militar. Hay
un parche más claro en tu chaqueta. Donde debería estar una insignia. Parece que te
ha ido bien, pero no llevas traje. Calzas botas militares. También las venden en
tiendas, pero poniendo todas esas cosas juntas… —se encogió de hombros.
Nick se relajó y sonrió. ¡Cómo había echado de menos esa sonrisa! Le había
costado casi dos años sonreír cuando llegó por primera vez a vivir con ellos. Elle solo
era una niña pero entendió instintivamente que había salido del dolor y la crueldad y
convirtió en un desafío personal hacerlo sonreír.
Una vez empezó, sonreía con frecuencia. Quitaba el aliento cuando sonreía.
Como ahora.
Nick sacudió la cabeza.
—Olvidé lo lista que eres. Lo perceptiva. Así que lo consideraste todo junto y
sugeriste el ejército, ¿sí?
Dolía que olvidara cualquier cosa sobre ella. Ella no había olvidado nada de él.
—Sí, pero no quería suponer a que rama y cuánto has ascendido —inclinó la
cabeza, estudiándolo—. Así que… ¿tengo razón?
—Bingo.
Elle se relajó. Había razonado un camino fuera de la trampa.
—¿En qué rama estás?
Una nube cubrió la cara de Nick, pero le respondió con bastante calma.
—Ejército
Una palabra relampagueó por su mente. Ni siquiera sabía que la tuviera en la
cabeza, pero la información que recogía en sus sueños tenía su propia agenda... La
palabra salió de su boca antes de que pudiera censurarla.
—¿Rangers?
Nick se enderezó frunciendo el ceño.
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—¿Cómo demonios sabes eso?
Su mirada era intensa, penetrante e impersonal.
No tenía sentido ahora que tenía un lugar especial en su corazón. Ninguno. Desde
que Nick había llegado a sus vidas, ella sabía que tenía un punto débil en su corazón.
Que podía arriesgarse con él. Como un cachorrito que podía morder la cola del lobo
con impunidad.
No ahora. No tenía la sensación de que se le permitieran libertades con Nick. Su
ceño era profundo, serio y un poquito aterrador.
Tragó saliva y empezó con las mentiras. Nunca antes había tenido que mentirle.
—Lo siento. Fue estúpido por mi parte. No tenía idea de que iba contigo. Había
una serie en la televisión la otra noche, y el protagonista principal era un Ranger del
ejército. Así es como le llamaban, de hecho. Ranger. Eso es todo. Ni siquiera entiendo
de verdad lo que significa.
Incluso si no hubiera Soñado que era un Ranger, hubiera apostado dinero a que sí
había un lugar especial en el Ejército, Nick lo hubiera alcanzado.
Él se relajó ligeramente.
—¿Un héroe de peli? Eso no es para mí.
Oh, pero sí era. Nick era mucho más atractivo que la mayoría de los actores que
ella veía en la tele. La mayoría de los actores tenían una blandura que se reflejaba en
sus caras. Podían pasar ocho horas al día en el gimnasio, pero sus caras tenían la
blandura de los niños.
Nick no. Él había conocido la verdadera tragedia. Donde quiera que hubiera
pasado los primeros quince años de su vida, antes de llegar a ellos, y nunca dijo una
palabra sobre aquello, habían sido duros y peligrosos. Había tenido el aspecto de un
hombre incluso de niño. Como adolescente, había sido inteligente y peligroso a lo
largo de los años. Los otros chicos de la escuela superior lo habían adorado o lo
habían seguido. Ni uno siquiera intentó empujarlo. No lo desafiarían.
No había actor en la tierra que pudiera parecer tan peligroso como Nick a los
veintitrés.
Él había tenido una vida difícil, la cual le había hecho duro. El Ejército lo había
acogido y lo había hecho más duro.
Le frunció el ceño.
—¿Por qué no había nadie junto a la tumba? El juez era muy conocido y respetado.
Pensaba que habría miles de personas.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
Elle no quería hablar sobre aquello, sobre el pasado. Quería hablar sobre el aquí y
ahora. Pero él quería saber, y ella estaba programada para darle lo que él quería.
—Había gente en el funeral. Alguna. No mucha. No podían quedarse para el
sepelio —tragó saliva—. Papá… estuvo enfermo mucho tiempo.
Nick entrecerró los ojos.
—Sí, dijiste eso. ¿Y?
—Tampoco ha sido juez desde hace mucho tiempo. Creo… creo que la gente se
olvidó de él.
Nick tenía el entrecejo muy fruncido ahora y Elle lo entendía completamente.
Cuando se había ido… Espera, usa el término correcto. Cuando Nick los había
abandonado, su padre, el juez Oren Thomason, había sido uno de los más importantes
hombres del condado. Nick había sentido la autoridad natural de su padre de
primera mano. Cuando su padre y ella lo encontraron detrás de la casa, en su patio
trasero, muerto de hambre y con una muñeca rota, el juez se había ocupado de todo.
En menos de un mes, Nick había estado bajo su tutela y estaba inscrito en el colegio.
Nick había dicho con frecuencia que su vida real había empezado el día que el juez
lo encontró. Parecía olvidar que Elle también estaba allí. Una niña diminuta, solo
siete años, pero parecía que su vida real también había empezado ese día.
Nick había vivido bajo el aura protectora del juez. De forma que Elle podía
entender que él encontrara difícil entender los últimos años.
—Papá… declinó. Mentalmente. Fue separado a la fuerza de la magistratura por
un mandamiento judicial —Elle tragó. Su padre había estado más allá de entender
exactamente qué había ocurrido, pero había entendido muy bien que algo importante
le había sido arrebatado. Había estado agitado todo un año.
—¿Alzheimer? —preguntó Nick.
Ella inclinó la cabeza.
—Que duro —dijo él.
No tienes idea. Elle levantó la cabeza, asintiendo.
Se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro. Al final, él soltó un suspiro y se
removió en la silla. Ella se asustó.
¡Ya se estaba marchando! Acababa de llegar y no lo había visto en cinco años. Aún
estaba tragándose los detalles acerca de él cada vez que se permitía mirarlo. La línea
dura de su mandíbula, los dos cabellos blancos y tiesos mezclados entre el grueso
cabello negro de las sienes. Sus manos, más grandes de lo que ella recordaba.
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Limpias pero callosas, con una línea de callos amarillentos en el borde. Callos de
judo, o algún tipo de artes marciales. Había leído sobre aquello.
Los hombros que se estiraban bajo las costuras de su camisa.
Nick no se había afeitado, su barba más cerrada de lo que ella recordaba. Ahora
era uno de esos hombres que tenían que afeitarse dos veces al día.
Eso era nuevo. Tantas cosas de él eran nuevas ahora.
Incluyendo el hecho de que era tan sexy como un demonio.
Eso era nuevo para ella. De niña, de jovencita, Nick era… Nick. La persona a la que
amaba más en el mundo después de su padre. Siempre allí, siempre fiable y siempre
divertido. Con una autoridad natural que la hacía sentirse segura y protegida. Los
dos hombres de su vida la cuidaban. Su padre, con su conocimiento de las leyes, su
estatus como un juez muy respetado… nada en la sociedad podría hacerle daño
mientras él estuviera alrededor. Y Nick… siempre fuerte y duro, de reflejos rápidos,
siempre alerta por los problemas. Nada en la vida podría herirla mientras estuviera
alrededor.
Era ahora, sola, cuando Elle entendió la infancia tan privilegiada que había tenido.
Y Nick siempre había sido una gran parte de aquello.
Nick no era su hermano. No tenía ni idea de qué sentimientos se podían tener
hacia un hermano porque nunca había tenido uno, pero entendía instintivamente que
nunca había pensado en Nick como en uno. Nick era su amigo y su protector.
Pensaba que siempre había estado allí. Qué locura. Ni siquiera se le había ocurrido
que algún día se enamoraría y se iría. No sabía si se había enamorado, pero
ciertamente se había ido.
Definitivamente había tenido mujeres. Montones de ellas. Nunca había visto los
genitales de un hombre en persona pero en sus sueños… Nick era el epitome de la
masculinidad. Lo había visto con mujeres, lo había visto en la cama dándose placer…
Tragó saliva, esperando no estar poniéndose roja. Siempre había sido un libro
abierto para él. Por favor Señor, rogó, no permitas que se dé cuenta de que estoy
recordando la violentamente excitante imagen de él teniendo sexo con otras mujeres
y masturbándose.
Sentada frente a él, entendió del todo por qué las mujeres caían a sus pies. Cuando
niña, sus sentimientos habían empezado a cambiar. Pero ahora era una mujer, y lo
que él evocaba en ella era deseo sexual… de una escala e intensidad que no sabía
cómo manejar.
Nick se removió en su silla, dejando escapar un suspiro.
—Bien —empezó—. Me figure que sería mejor…
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
—¿De dónde vienes? —soltó ella.
—¿Qué?
—¿Dónde estabas hoy? ¿O ayer? ¿Cuándo decidiste venir?
—¿Estás preguntando por qué he venido?
—No —y no lo estaba haciendo. Estaba claro por qué había venido, al menos para
ella. Estaban unidos por un hilo que se había vuelto frágil y había dado de sí con el
tiempo pero aún se mantenía. Ella lo había necesitado desesperadamente y él había
venido. Eso era fundamental para ella. Ni siquiera se lo cuestionaba.
Él no estaba contestando sus preguntas. Ella intentó otra táctica.
—No puedo dejarte ir sin alimentarte. Papá hubiera… papá hubiera estado
horrorizado.
Su dura mirada se suavizó.
—Cariño, no parece que tengas mucha comida en la casa.
Elle tragó y bajó la cabeza.
—Papá estuvo muy, muy enfermo las dos últimas semanas. No he tenido tiempo
de hacer la compra —sacó el teléfono móvil del bolsillo—. No obstante puedo llamar
a Foodwise. Jenny nos enviará con gusto una comida. Prométeme que te quedarás
para comer al menos.
Todavía quedaban un par de cientos de dólares en su cuenta. La factura del
entierro llegaría después y la dejaría en números rojos, pero por el momento tenía
más que suficiente para cubrir una comida. Incluso dos comidas. Ni siquiera pensó
en pedir pizza o una hamburguesa y patatas. Nick se merecía algo mejor que eso.
El bajó la cabeza.
—Vale.
Elle le lanzó una mirada de agradecimiento. No la estaba dejando en este mismo
momento. Todavía tenía tiempo con él. Había tanto para memorizar. Las líneas a los
lados de la boca, nuevas, que desaparecían cuando sonreía. Como le sobresalían los
tendones del cuello cuando giraba la cabeza. Como podía verle los pectorales a través
de la camisa.
Que absolutamente atractivo era.
Como le calentaba la sangre.
Ella tenía que memorizar el efecto que tenía sobre ella, porque no iba a volver, no
sin Nick. Se conocía muy bien. Este sería su única aproximación al sentimiento de
deseo sexual y desaparecería cuando él se fuera.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
Toda ella estaba excitada. La piel estaba supersensible. El vello de los brazos y la
nuca hormigueaba contra el suéter. Incluso el más ligero roce contra las ropas parecía
quemarle la piel. Era difícil respirar, como si el oxígeno se hubiera convertido de
repente en líquido. Tenía que concentrarse para mantener los pulmones llenos.
Sus tetas. Sus pechos, nunca grandes, ahora se sentían inmensos y pesados. Los
pezones rozaban contra el algodón del sujetador. Entre los muslos… aquella
inconfundible sensación de pesadez, calor y vacío que tenía cuando despertaba de los
sueños corrientes sobre Nick.
Los cambios en su cuerpo la excitaban y asustaban. La excitaban porque, bueno, el
calor y el placer eran novedosos. Había estado fría y vacía durante mucho tiempo.
Aquellas sensaciones hormigueantes, como si su cuerpo estuviera despertando de un
largo sueño…eran maravillosas. También la asustaban porque, por lo que ella sabía,
solo Nick podía hacerla sentir de esta forma.
Pero él estaba quedándose por la cena, o tanta cena como ella pudiera reunir.
Ve segundo a segundo, se dijo a sí misma. Disfruta cada segundo.
Lo observó mientras marcaba el número. Respondió la misma Jenny. Ella tenía
debilidad por ellos. Una vez, cuando era una jovencita, mucho antes de que Elle
naciera, el juez la había sacado de un problema. Jenny misma se lo había contado; el
juez nunca dijo una palabra.
—Hola cariño —la voz de fumadora de Jenny, como siempre, era cálida. Elle
podía imaginarla reclinada contra la pared en un descanso para un cigarrillo, el corto
cabello gris echado para atrás, la larga, enjuta y elegante silueta ligeramente
desgarbada—. Siento no haber podido ir al funeral. Teníamos que servir dos
almuerzos. De verdad lo siento, cariño. Si lo hubiera sabido antes… pero eso no es lo
que pasa con los funerales, ¿verdad?
—No, no pasa. —Elle sonrió. Se podía confiar en que Jenny dijera las palabras
correctas. Sin duda en los días venideros tendría a miles de personas disculpándose
por no asistir, aunque en muchos de los casos era simplemente que el juez había
quedado fuera de su radar. No había estado fuera del radar de Jenny. Si hubiera
estado libre, hubiera ido—. Está bien Jenny. Papá sabía que lo querías.
—Claro que lo hacía, cariño. Así que ¿qué puedo hacer por ti? ¿Puedo enviarte
una cena?
Oh, bendita fuera.
—Sí, gracias. El especial del día —ella vaciló—. Para dos.
Jenny no curioseó.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
—Dos especiales, los tendrás. Te los enviaré alrededor de las siete, con una buena
botella de vino. A cuenta de la casa.
—Gracias… —Elle se detuvo. Era una oferta increíblemente generosa. La cena
costaría al menos setenta dólares, además del vino y las propinas. Pero… era el
principio de una larga y resbaladiza pendiente directa al infierno.
Hasta ahora, Elle había mantenido las apariencias. Nadie iba nunca a la casa, así
que no habían notado que casi todo lo que podía ser vendido había desaparecido.
Pero Jenny lo sabía o lo sospechaba. Si Elle empezaba ahora a aceptar caridades, sería
una bola de nieve. Las esposas de antiguos amigos de su padre empezarían a
enviarle ropas usadas —Solo lo he llevado unas pocas veces, Elle, bonita. Te lo puedes
quedar. —Las doncellas empezarían a dejarle cacerolas en la puerta de delante.
No soportaba pensar en aquello.
Sin mencionar el hecho de que la voz de fumadora de Jenny llegaba alta y clara, y,
sin duda alguna, Nick había oído cada palabra.
Inyectó confianza en su voz.
—Es muy amable de tu parte, Jenny, pero no hace falta. Le daré al repartidor mi
tarjeta. Pero gracias por la oferta.
Apenas podía apartar la mirada de los ojos oscuros de Nick. Le llevó un momento
darse cuenta de que Jenny se estaba tomando mucho tiempo para responder.
Finalmente…
—Vale cariño. Entonces está bien. Pero el vino va por cuenta de la casa.
Sí. Eso era aceptable. Un gesto de solidaridad, no caridad.
—Gracias Jenny.
—Quería a ese anciano —replicó Jenny y Elle casi estalló en lágrimas.
Eso era lo que su padre había sido. La clase de hombre que otra gente amaba
porque él había hecho muchas cosas buenas en el mundo.
—Si —susurró, obligándose a sacar la voz, y cortó la conexión antes de
derrumbarse.
Levantó los ojos hacia Nick.
—Yo también lo quería —le dijo él en voz baja.
Y aquello la hundió. Fue como una puñalada directa al corazón. Atravesando piel
y huesos en un golpe casi fatal.
—¿Entonces por qué nos dejaste? —susurró mientras las lágrimas empezaban a
caerle por la cara.
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Ghost Ops 02
Capítulo 2
Oh mierda.
Esto era lo último que Nick quería, que Elle llorara. Estaba sentada frente a él,
llorando a lágrima viva sin hacer ruido y casi le hizo caer de rodillas.
Ella casi le hizo caer de rodillas.
Había sido una niña hermosa cuando lo habían encontrado aquella noche de
invierno. Se había escapado de su cuarto hogar de acogida. El último había sido el
peor de todos, a cargo de un verdadero sádico. Todos en la casa iban con cicatrices y
ojos vacíos. ¿Cómo demonios las autoridades lograron evitar la lectura de los signos
que estaba más allá de él? Pero lo hicieron. Siguieron enviando niños a Carlton
Norris, y el viejo Norris seguía teniéndolos y cobrando los cheques. Su derrotada
esposa les daba de comer una mierda de comida y no hacía suficiente limpieza para
mantener a raya a las cucarachas, luego desaparecería en su habitación cuando el
viejo tenía esa mirada ladina en los ojos.
No era rabia, era adicción. Se alimentaba del dolor de otras personas. Él no se
alimentaba de Nick. Nick medía un metro setenta a los once años y se mantenía
fuerte. Nadie se metía con él. De todos modos, Norris no quería meterse con él. A
Norris le gustaban los niños más pequeños.
Una noche, Nick detuvo la paliza a un niño pequeño, Tim, que tenía aquella
mirada. La mirada de alguien que no iba a sobrevivir mucho más tiempo. No había
nada que Nick pudiera hacer para ayudar a la supervivencia del niño a largo plazo,
pero por Dios que iba a sobrevivir a esta paliza. Nick se volvió hacia Norris y conectó
bien. Este levantó el puño en el último minuto por lo que todo lo que Norris
consiguió fue un ojo negro. Podría haber sido una mandíbula rota.
Nick se despertó con un dolor cegador. Norris le había lanzado un martillo a la
muñeca y ahora una brillante luz estaba deslumbrándole. Justo detrás de la luz Nick
vio el cañón de una pistola.
―Corre, muchacho ―gruñó Norris ―. Corre lo más rápido que puedas, porque
en una hora voy a llamar a la policía y reportar un menor peligroso suelto. Él me dio
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
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una paliza y le dio una paliza a un chiquillo. Y no pienses ni por un minuto que el
gusanito no te delatará y dirá que le provocaste las cicatrices y contusiones.
No, Nick sabía lo suficiente del mundo para entender que Tim estaría demasiado
aterrorizado como para contradecir a Norris.
El seguro del arma fue liberado.
―Corre, hijo de puta.
Corrió.
Corrió y corrió. Hizo autoestop, fue polizón en camiones de largo recorrido, y una
vez se escondió en el maletero de un autobús Greyhound. Ni siquiera sabía dónde
iba. Sobrevivió a base de comida robada y botellas de agua de las estaciones de
servicio, pero al final su muñeca estalló como un globo y la infección empezó.
Cayó inconsciente en una parte opulenta de la ciudad con, lo que le dijeron más
tarde, una temperatura de 40 grados.
Él recuperó muy brevemente el conocimiento para ver un ángel que le miraba, así
que sabía que estaba muerto. Era hermosa, un pequeño duende con ojos azules, pelo
rubio un halo alrededor de su cabeza, gritando, ¡Papá, papá!
Está bien, recordó haber pensado. He muerto y llegado al cielo. Excelente.
Solo que él no había muerto e ido al cielo, había ido a Lawrence, Kansas. Y su vida
se dividió en dos, porque fue recogido por el mejor hombre sobre la faz de la tierra,
el juez Oren Thomason.
Fue llevado a un hospital donde el pequeño ángel rubio rara vez se apartaba de su
lado y cuando estuvo mejor fue llevado a casa, al tipo de casa que ni siquiera sabía
que existía. La calma y la dulzura reinaban allí, junto con el amor y el respeto.
El ángel resultó ser Elle, una hermosa niña que se convirtió en su sombra. Nick
nunca había sido amado antes, pero Elle le compensaba por eso. Lo amaba con
fiereza. Él se fue a casa con ellos… ¡a su propia habitación! Con una cama con
sábanas limpias, un armario lleno de ropa nueva limpia, libros y un ordenador
portátil en un escritorio. Todo para él. Había ido del hospital directamente a la cama,
todavía demasiado débil para ponerse de pie por mucho tiempo. Elle le llevaba
bandejas llenas de comida que apenas podía sostener y se quedaba con él hasta que
terminaba cada bocado y luego le leía, sin fin, libros de los que nunca había oído
hablar, pero que le fascinaban. Un mago llamado Harry Potter. Leones y brujas y
armarios. Todo un mundo llamado Tierra Media.
Y mientras tanto, el juez Thomason estaba haciendo su propia magia. Cuando
Nick se puso en pie, estaba bajo la tutela del juez y matriculado en el instituto.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
Como un cálido y delicado tsunami suave la bondad se apoderó de él, una marea
fuerte y absolutamente irresistible que lo llevó hacia adelante.
De alguna manera, Nick Ross, perro mestizo, había sido incorporado a esta
amorosa familia y él simplemente lo aceptó con entusiasmo.
Hasta que su cuerpo lo traicionó. Acababa de cumplir los dieciocho años y tenía el
cuerpo de un hombre. Una tarde de verano, Elle apareció por el jardín. De la noche a
la mañana, al parecer, Elle se había convertido en una mujer. Había sido una
hermosa niña y se estaba convirtiendo en una mujer espectacular. Justo entonces,
aquel día de verano, con un vestido que delineaba sus pequeños pechos perfectos y
la pequeña cintura, el brillante cabello rubio pálido ondulando por su espalda, ella
deslumbró a Nick. De Elle, su pequeña sombra, se había transformado
repentinamente en Elle una chica impresionante en el borde de la femineidad… y su
cuerpo reaccionó al instante, instintivamente.
Él había estado teniendo relaciones sexuales desde hacía un par de años, pero
ninguna de sus compañeras de cama se había parecido a Elle.
Antes de darse cuenta, antes de poder dejar de mirarla fijamente, él consiguió una
enorme erección. Justo entonces Elle fue la pareja sexual más deseable que cualquier
hombre podría querer y antes de lograr que su pene bajara, antes de poder
avergonzarse de sí mismo, atrapó la dura mirada del juez. Nick estaba sudando y el
juez podía ver claramente el efecto que Elle tenía sobre él. Una erección grande como
una casa.
Y su vida se dividió en dos, una vez más.
No se pronunció ni una palabra. Ninguna era necesaria.
Esa tarde, el juez llamó a Nick a su oficina. La enorme caja fuerte estaba abierta y
vacía. Unos fajos de billetes envueltos en plástico estaban sobre el escritorio del juez.
El juez estaba sentado detrás de su escritorio, con la mirada severa, pero no
enfurecida. Nick le entendía completamente. El juez tenía una hija hermosa joven e
inocente que proteger. Nick habría hecho lo mismo. En realidad, al ser más
apasionado, si tuviera una hija como Elle para proteger, habría golpeado al mestizo a
palos si le veía ponerse duro mirándola.
El juez empujó los fajos de billetes de cien dólares sobre el escritorio y señaló una
bolsa de deporte abierta en el suelo. En el interior había alguna ropa de Nick, limpia
y planchada, pero la mayor parte del espacio era para el dinero. Nick metió el dinero
dentro, miró al juez, asintió con la cabeza y salió del estudio, fuera de la casa y de esa
vida.
En la bolsa, más tarde contó veinticinco mil dólares en efectivo, obviamente, todo
el dinero que el juez tenía a mano. Más de lo que Nick se merecía.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
Se había dirigido hacia el sur, a Fort Bragg.
¿Por qué nos dejaste? preguntó Elle. Él se había alejado porque no era digno de estar
en esa casa un minuto más, pero Nick no sabía cómo decir eso.
Él tampoco soportaba ver llorar a Elle. Le acojonó, hizo que el estómago le diera
un vuelco por la angustia. Peor que aquel primer salto desde un avión.
―¿Por qué? ―volvió a preguntar Elle y extendió la mano hacia él.
No la resistió. Él no habría hecho nada cinco años atrás. Ella había sido una niña.
Su cuerpo lo había traicionado. Por suerte había sido lo bastante sensato para no dar
a su cuerpo lo que quería.
¿Pero ahora? Ella no era una niña, era una mujer y deslumbrantemente hermosa.
Ya no era la niña bonita privilegiada, era una mujer hermosa que había sufrido.
Demasiado delgada, sin sonreír, impresionante.
Absolutamente irresistible.
Cuando su pequeña mano se cerró alrededor de él, sintió una descarga eléctrica
subir por su brazo y su cuerpo lo traicionó de nuevo. Una reacción nuclear que era
totalmente incapaz de controlar.
Se puso de pie tan rápido que su silla cayó, la tomó en sus brazos con tanta fuerza
que podía sentir el aliento salir de su cuerpo, pero eso no supuso ninguna diferencia
porque podía respirar a través de su boca, a través de él.
Y oh, cómo era su sabor. Como miel. Todos aquellos años de follar a otras mujeres
y no se había permitido a sí mismo ni una vez preguntarse cómo sabía Elle. Ni una
sola vez, no mientras estaba despierto. Sus sueños… ah, eso era otra cosa. En sus
sueños, se preguntaba…en sus sueños a veces sentía su presencia, pero esto no era
para nada como sus sueños, era un millón de veces mejor.
Ella estaba luchando contra él, pero estaba tan lanzado por la lujuria que le llevó
un tiempo darse cuenta. Estaba luchando, tratando de escapar…
Oh Dios.
Era su peor pesadilla, peor que cuando el juez lo sorprendió mirándola y con una
erección. Porque entonces solo era entre el juez y él. Ahora estaba recibiendo el
mensaje de ella, de Elle y él estaba a un pelo de correrse mientras se avergonzaba
intensamente.
Esta era Elle.
Apartó la boca, abrió los brazos y dio un paso atrás, sintiéndose como una mierda.
―Lo siento mucho, cariño ―empezó cuando ella se lanzó de nuevo a sus brazos
buscando torpemente su boca.
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Lisa Marie Rice
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Oh. Él había estado sosteniendo sus brazos hacia abajo y ella quería aferrarse a él.
Ella había estado de puntillas para darle un beso y se dejó caer de nuevo sobre sus
talones. Nick la miró, casi cegado por el hecho de que ella era tan hermosa y…ella
era Elle.
El pelo se le había escapado de la trenza francesa y formaba un suave halo rubio
pálido alrededor de la cabeza, justo como lo había hecho hacía tantos años.
Ella levantó una mano desde su hombro para acunarle la mandíbula, luego sus
dedos le recorrieron el rostro. Desde la frente al pómulo, bajando por la mandíbula y
el cuello.
―Nick. ―Susurró.
Se preparó para más preguntas, pero ella no dijo nada, solo se levantó de nuevo
hasta su boca. Él tomó el beso desde allí.
Ella sabía tan jodidamente bien. Tan bien que él estaba duro como el acero. No
había manera de que Elle no se diera cuenta, pegada contra él, meciendo las caderas
contra él… gimiendo al sentir una erección tan fuerte que dolía.
Lo cual era una locura, porque él había estado echando polvos regularmente en el
campo de entrenamiento de Fort Benning. Alguien le dijo que consiguiera tantas tías
como fuera humanamente posible durante el entrenamiento porque no había
oportunidades en operaciones, e incluso si lo hubiera, estaría demasiado tenso y
agotado para aprovecharlo. Así que había estado en racha.
En estos momentos, se sentía como si nunca antes en su vida hubiera tenido
relaciones sexuales.
Elle era como un gato en sus brazos, abierta a él en todos los sentidos, frotándose
sinuosamente contra él. Él le puso una mano bajo el culo, la levantó un poco y gimió
al sentir su calor contra su polla. La estaba sosteniendo con tanta fuerza que podía
sentir su montículo a través de la fina capa de los pantalones y las bragas. Ella era un
horno ahí, emanando calor como un sol. La movió un poco y sintió abrirse los labios
de su sexo sobre él. Ella movió sus caderas hacia delante y lo montó, volviéndole
loco. Si no hubieran tenido ropa, estaría dentro de ella.
¿Tal vez debería suavizarlo un poco? Era una locura… estaban prácticamente
follando en la cocina en la que había comido muchas veces, en esta casa fría en una
tarde fría de enero. Y habían llegado a este punto exactamente en un minuto.
Comiéndose uno a otro los labios, meciendo las caderas juntas, una mano debajo de
su culo, la otra ahuecando su pequeño pecho.
Sus respiraciones llenaban la habitación, los sonidos de sus bocas atrapándose,
apartándose, uniéndose de nuevo, repitiendo… y él estaba aplastándose contra ella,
su boca y sus caderas…
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como si no fueran sus cuerdas vocales las que hablaban sino su vientre, la zona entre
los muslos. Las palabras simplemente brotaron de lo más profundo de ella.
―Llévame a la cama, Nick.
Esta era la manera en que se suponía que tenía que ser. En su punto más bajo,
después de años de oscuridad, de simplemente existir, observando el deterioro de su
padre, precisamente en este punto Nick regresó. Como si los dioses le hubieran
enviado, como si la tierra y el sol y la luna le hubieran enviado. Un emisario de las
fuerzas de la vida para arrastrarla de nuevo desde el borde de la muerte. Ella no se lo
cuestionó más. Estaba aquí. Se suponía que debía estar aquí. Y se suponía que debían
estar juntos.
Nunca había sentido algo tan fuerte en su vida. Nick era de ella, ella era de él.
Esperar no tenía sentido alguno. Por no mencionar el hecho de que su cuerpo
estaba en llamas.
Nick la miró y ella memorizó sus rasgos de nuevo. Su rostro había sido tan claro
para ella que todo lo que tenía que hacer era cerrar los ojos y podía evocarlo. Pero
este nuevo Nick era incluso mejor que el viejo. No solo hermoso, sino totalmente un
hombre. Tenía la cara más llena, algunas líneas alrededor de los ojos, la mandíbula
más prominente. Estudió todos los rasgos con entusiasmo, porque éste era el Nick
que iba a ser de ella. Este hombre duro con una cara dura, mirándola con ternura en
sus ojos oscuros.
―A la cama ―susurró ella, solo en caso de que no la hubiera oído.
Los labios de él se curvaron. Era devastador cuando sonreía. Su corazón
simplemente dio un vuelco.
―Sí, señora ―dijo, y dobló las rodillas ligeramente para levantarla en brazos.
Oh, sí. Sí… sí… sí.
Había soñado con esto durante años. Durante media vida, al parecer. Nick y ella,
de corazón a corazón. Él la llevaba donde ella quería ir. Y quería ir a donde la llevara.
Tal vez se trataba de un sueño, después de todo, porque se sentía como si Nick
flotara por las escaleras con ella en sus brazos en vez de subirlas. Sus movimientos
eran suaves y sin esfuerzo, no como si llevara una mujer adulta. Tenía los brazos
alrededor de sus hombros y podía sentir el poder de sus músculos mientras la
llevaba… una fuerza profunda, mayor que la de cualquier otro hombre que jamás
había visto. Todos los demás hombres que había visto en su vida se desvanecieron en
un ruido de fondo, pálidos simulacros de los hombres.
¡Oh Dios. Este era Nick!
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En un repentino estallido de alegría, se inclinó hacia delante y lo besó, profunda y
plenamente. Todo lo que necesitaba saber acerca de los besos, Nick se lo había
enseñado en un instante. Ella simplemente había seguido su ejemplo y cada segundo
era pura alegría. Abrió su boca con la de ella, apretando los brazos alrededor de su
cuello, lamiendo dentro de su boca, temblando. Movió una mano a través de su pelo
corto para sostener su cabeza con fuerza contra ella, a pesar de que no estaba
haciendo ningún signo de querer alejarse.
Su espalda chocó contra la pared cuando él dio la vuelta y la presionó contra ella,
asumiendo el control del beso. Poseyéndola, devorándole la boca, saboreándola
profundamente con la lengua.
Era abrumador, apenas podía respirar ni pensar. El placer la inundó mientras
jadeaba.
De repente, Nick levantó la cabeza y pudo ver los cambios que el beso había hecho
en él. Su pelo oscuro estaba de punta y la media sonrisa se había ido. Tenía los ojos
entrecerrados, serios, la piel sobre los pómulos sonrojada. Su boca de color rojo
oscuro, estaba hinchada y húmeda. Parecía peligroso.
Ahora parecía que estaba teniendo problemas para llevarla, pero no era eso. Estaba
excitado. Su aliento entraba y salía en jadeos cortos y ella podía sentirlo temblar.
Ella había hecho eso. Ah, sí. Habría sonreído ante la idea, pero no era un momento
para sonreír. Era demasiado grande y demasiado serio.
―Haz eso de nuevo y te tomaré en las escaleras ―dijo él, en voz baja y profunda.
Por un segundo ella no entendió lo que estaba diciendo y luego lo hizo. Sus
muslos se apretaron ante la imagen que transmitía sus palabras, los dos desnudos y
retorciéndose en las escaleras.
―Incómodo. ―Jadeó―. Cama.
Él asintió con la cabeza.
―Vale.
Y luego voló. En un segundo estaban en su dormitorio y él la estaba dejando de
pie, aunque sus piernas apenas la sostenían.
Se aferró a Nick como si estuviera sosteniéndose sobre un tronco en un río
embravecido. Él se agachó sobre una rodilla, como un caballero hace a su señora. Ella
estuvo inmensamente conmovida, estirándose para poner la mano sobre su cabeza,
clavándola en su cuero cabelludo. Tenía el pelo tan oscuro que el calor llegó como
una sorpresa.
Desde este ángulo, al mirarle, estaba distorsionado, como un trabajo de arte en
perspectiva. Él era todo pestañas oscuras, pómulos altos, una sombra de barba sexy.
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Ghost Ops 02
Hombros extremadamente amplios y enormes manos, que estaban oh sonrió para sí
misma, en su fantasía de que había caído de rodillas ante ella. No. Fue a desatarse las
botas y a quitárselas, primero la izquierda y luego la derecha. Ella se abrazó a sus
hombros mientras él le levantaba los pies, clavándole los dedos en el sólido músculo.
Incluso esto fue emocionante.
Botas fuera, Nick se incorporó, tan cerca de ella que tuvo que echar la cabeza atrás
para mirarlo a los ojos. Con la emoción de la posesión ella se apoyó en su caja
torácica mientras él le desabotonaba rápidamente el fino suéter. Con un golpe de sus
grandes manos, cayó de sus hombros. Estiró la mano y le desabrochó el sujetador y
ella se apoyó en él, solo para sentir los celestiales músculos contra ella.
―Suéltame ―murmuró él mientras le sacaba los pantalones y las bragas del
trasero. ¿Soltarle? ¡Nunca! Ella solo lo había encontrado de nuevo, ¿entonces por
qué…
Oh.
Elle soltó a Nick y el jersey y el sujetador simplemente se deslizaron al suelo, al
igual que los pantalones y las bragas. La levantó sin esfuerzo y le dio una patada la
ropa apartándola. La abrazó por la cintura con un brazo fuerte y se agachó para tirar
de sus calcetines de lana fuera. Había un agujero en un calcetín, pero él no estaba
mirando sus pies… estaba mirándola a la cara.
Y ahora ella estaba desnuda. La primera vez que estaba desnuda con un hombre.
La calefacción no estaba encendida; debería tener frío, pero no había posibilidad de
sentir frío con Nick mirándola así.
―Dios. ―Los músculos de su mandíbula se tensaron cuando él la miró
lentamente de arriba abajo―. Eres hermosa.
No se miró a sí misma, ella sabía lo que parecía.
―¿Lo soy, Nick? ―Le preguntó en voz baja, mirando sus ojos.
―Oh, sí. ―Él asintió con la cabeza en un rápido movimiento―. Métete debajo de
las sábanas. Hace frío aquí.
De pie tan cerca de él era como estar parada al lado de un radiador enorme, pero
bajo las sábanas significaba la cama, y ponerse en la cama significaba que iban a hacer
el amor, así que obedientemente apartó las sábanas y se deslizó dentro.
Y, oh, él estaba desnudándose rápidamente y era tan hermoso, parecía irreal. Ni
siquiera podía decir qué ropa tenía puesta, de verdad. Lo que llevaba era oscuro y
todo se amontonó en el suelo, y luego se volvió y ella tuvo una visión de él,
completa, tan desgarradoramente hermoso que casi cerró los ojos.
~33~
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Había crecido unos centímetros y había ganado bastantes kilos, y era todo
músculo. Estaba tan finamente construido, exactamente como imaginaba que debía
verse un hombre. Un hombre perfecto. Hombros anchos y gruesos, cintura delgada,
piernas largas y fuertes. La uve de duros tendones iba desde el nivel de cinturón a la
ingle.
Parecía que su pene pesaba varios kilos por sí solo. Era fascinante, largo, grueso y
recto, bronceado oscuro con una brillante punta de color rojo oscuro con su jugo.
Aún más fascinante, cuando su mirada se desvió hacia abajo de su cara, sobre su
pecho, para fijarse en su pene, se hinchó aún más. ¡Oh, Dios mío. ¡Solo mirándole le
excito!
Era enorme, situado casi plano contra su vientre. Ella podía ver sus latidos allí.
Esto era pura magia, algo tan extraordinario que ni siquiera había pensado en
soñarlo. ¿Cómo demonios iba a saber que era así? ¿Cómo podía haber imaginado que
se sentiría así?
Dos tipos de calor… uno se deslizaba a través de sus venas como un flujo de miel
caliente y el otro casi doloroso, un destello de calor espinoso sobre su piel. Y los
pechos y el sexo… se sentían como fuentes de calor en sí mismos. Calientes e
hinchados y, en el caso de su sexo, mojado.
Sus ojos se dirigieron de vuelta el cuerpo de Nick y se fijaron en su rostro. Se veía
serio, casi triste, con los ojos entrecerrados y sin sonreír, un espasmo muscular en la
mandíbula. Si un millar de libros no le hubieran dicho que la erección de un hombre
traía placer, ella habría pensado que él estaba dolorido.
Bueno, seguro que ella no estaba dolorida. Este era, sin duda, el momento más
glorioso de su vida. Era como si el dolor hubiera sido desterrado del mundo y solo
existiera el placer.
Ella retiró la mano fuera de las mantas, asombrada de no sentir frío. El frío había
sido desterrado del mundo también. Cerró los dedos en el gesto universal ven aquí.
Solo en caso de que él no lo entendiera, dijo las palabras:
―Ven a mí, Nick.
Sus palabras parecieron liberarle de algunos lazos invisibles. En un segundo, él
estaba deslizándose sobre ella bajo las sábanas y, oh, ella casi se desmayó de la
sobrecarga sensorial. Se sentía tan condenadamente bien. Todo era tan nuevo y tan
increíblemente tentador. El gran peso de él, el áspero vello deslizándose contra su
piel, los músculos duros. Elle no sabía qué hacer, pero su cuerpo lo hizo, sin ninguna
ayuda de ella.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
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Ghost Ops 02
¿Qué decir, qué hacer? No tenía ni idea. Estaba sufriendo un latigazo, pasando del
placer extremo a la angustia extrema en pocos segundos. Era difícil mantener el
ritmo, incluso saber lo que estaba sintiendo.
Fría y sola, así era como se estaba sintiendo.
Nick se volvió hacia ella y no pudo saber lo que estaba sintiendo tampoco. La
sonrisa había desaparecido y lo único que quedaba era una lejanía impersonal.
―Eres virgen. ―Su voz era distante y plana. Hizo un gesto hacia abajo a sí mismo,
a su pene erecto que tenía un poco de sangre en ella. Su sangre―. Eras virgen.
Bueno…Sí. Por supuesto. Ni siquiera se le había ocurrido pensar que Nick podría
pensar lo contrario. Por supuesto, él no podía saber que estos últimos cinco años no
había habido ninguna propuesta para salir con nadie. Se había graduado en la
escuela secundaria de milagro y, la verdad, por la indulgencia de sus maestros, que
sabían lo que estaba sucediendo en casa. Un novio había estado fuera de la cuestión.
Pero más allá de eso, bueno…ningún chico y ningún hombre la habían atraído, de
ninguna manera. Ella había estado esperándolo.
¿Qué patético era eso? Él no estaba contento de que le hubiera esperado. Él
estaba… ¿qué? ¿Molesto? ¿Impaciente? ¿Exasperado?
Ella hizo un ruido con la garganta porque no tenía ni idea qué decir. Las palabras
no acudían a ella. Las palabras habían huido por completo de su mente.
Sus oscuras cejas se juntaron.
―¿Por qué co... ―Se detuvo de forma visible, la nuez de Adán se movió mientras
se tragaba las palabras―. ¿Por qué no me lo dijiste?
¿Por qué coño no me lo dijiste? Lo que realmente quería decir colgaba en el aire.
Oh Dios. Estaba empezando a enojarse.
Elle se sentó, agarrando las sábanas y levantando las rodillas al pecho. Donde
antes se deleitaba en la sensación de su piel desnuda contra la suya tal placer
alucinante ahora se sentía desnuda. Desnuda en todos los sentidos.
Ella abrió la boca, pero no salió ninguna palabra. Ni siquiera el aire. Tosió y volvió
a intentarlo.
―Lo siento.
Debería decir algo más, pero nada más iba a salir.
Y luego su rostro cambió, casi derretido.
―Duendecillo ―dijo.
De repente, esa voz profunda estaba saturada de ternura.
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Ghost Ops 02
Duendecillo. Su palabra preferida para ella. Generalmente acompañada de un tirón
de pelo. Los músculos de Elle se relajaron; jadeó en una gran bocanada de aire, lo
dejó escapar de nuevo con un suspiro.
Él estaba de vuelta. Nick estaba de vuelta.
La punta del dedo índice se deslizó sobre su mejilla.
―Deberías habérmelo dicho. Yo lo habría hecho de otra manera.
Elle parpadeó. ¿Había otra manera? Ella sacudió la cabeza bruscamente, más allá
de las palabras.
Nick suspiró y levantó la cabeza como si hubiera oído algo de repente. En un
segundo, él estaba en el cuarto de baño de su suite, la que él había apodado
burlonamente Fairyland cuando ella era una niña. Era un poco desmesurado. Su
padre lo había redecorado cuando su madre murió. Su dormitorio era una oda a los
volantes, y su cuarto de baño de color de bastón de caramelo rosa y crema, con rosas
pintadas a mano en el lavabo era vergonzoso como adulta.
Sus sentidos se expandieron de nuevo mientras veía a Nick entrar desnudo en su
baño. Durante unos segundos ella había implosionado en sí misma, un agujero negro
de gravedad negativa que amenaza con succionarla a través de él, totalmente incapaz
de pensar y observar.
Pero viéndolo cruzar la habitación, consiguió relajarse un poco, capaz de sentir
una pequeña sacudida eléctrica de placer. Sus nalgas eran firmes como manzanas,
redondas y firmes y absolutamente deliciosas.
Tan completamente diferente de los músculos flácidos de su padre cuando ella
trataba de lavarle en los últimos meses de su vida.
No. No pienses eso.
Su padre estaba muerto y donde quiera que estuviera, él estaba realmente en un
lugar mejor. Aquello era el pasado, esto era ahora. Un ahora mejor de lo que ella
incluso se había atrevido a soñar esta misma mañana. Un magnífico ahora que
contenía briznas de esperanza para el futuro. Un futuro con Nick en él, de ver a Nick,
escucharlo, simplemente estar con él.
No se había molestado en cerrar la puerta del baño y ella podía verlo, todo un
macho en su baño ridículamente cursi como una especie extraña. Había tomado una
toallita de la pila del lavabo y se estaba lavando. Se lavó el pene rápidamente, lo secó,
mojó otra toalla y caminó hacia ella.
Era imposible decidir cuál era la mejor vista. Tal vez desde el frente con ese pene
duro como una piedra yaciendo contra su vientre duro como una roca.
Sí, definitivamente.
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Ghost Ops 02
Se puso de pie junto a la cama por un momento, mirándola.
―Acuéstate, cariño ―dijo en voz baja y ello lo hizo inmediatamente, ese “cariño”
zumbaba en sus oídos. Cuando él la miraba de esa manera, y la llamaba “cariño”, lo
habría obedecido si hubiera dicho: “Pon tu mano en la trilladora, cariño”.
Él se sentó en el borde de la cama, haciendo que se hundiera, y se limitó a mirarla,
estudiándola cuidadosamente, desde la cara, los pechos, el vientre, bajando por las
piernas hasta los pies, luego de vuelta otra vez.
Él suspiró y ella se puso rígida.
―Dios, eres hermosa ―dijo, y sonrió―. Ahora abre las piernas.
Ella le devolvió la sonrisa y separó las piernas.
Él le aplicó la toalla entre las piernas y ella se estremeció al ver que se volvía roja y
después rosada. Sus ojos siguieron sus manos mientras la limpiaba. Sus movimientos
eran impersonales, prosaicos, y ella estaba inmensamente caliente.
―Yo nunca pensé que pudieras ser virgen ―dijo él y se detuvo por un momento,
casi indignado―. Quiero decir, ¡mírate! Eres una mujer joven y bella. ¿Qué pasa con
los chicos de esta ciudad? ¿Están ciegos? ¿Cómo c… ¿Cómo diablos iba yo a suponer
que no habías hecho esto antes?
Elle puso los ojos en blanco.
―En primer lugar, Nick, puedes decir coño. Si vamos a follar, puedes decir coño.
Él se detuvo y sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa. Su boca se abrió.
Ella se echó a reír. Costaba mucho sorprender a Nick. O tal vez no, si escucharla decir
“coño” hacía que se le cayera la mandíbula.
―Coño. ―Él espiró y ella se echó a reír de nuevo, luego negó con la cabeza―. Está
bien, dejando mi vocabulario a un lado, por favor dime cómo alguien que tiene tu
aspecto nunca… ―Se detuvo instintivamente―. Nunca ha… ―No pudo terminar la
frase.
―Follado ―ofreció.
―Está bien. ―Suspiró él―. Entonces, ¿cómo puede alguien que tiene tu aspecto
no haber follado nunca?
Tampoco besado nunca. Ella estaba muy contenta de que no se hubiera dado
cuenta de eso.
Le dio la versión fácil.
―Papá comenzó a ponerse muy enfermo en mi segundo año de secundaria. Antes
había sido un poco divertido. Perdiendo las llaves, olvidando donde puso las gafas,
aunque estaban en su cabeza. Luego dijo que se jubilaba anticipadamente. Solo me
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Ghost Ops 02
enteré más tarde de que fue obligado a hacerlo. No había manera de que pudiera
sentarse en un tribunal. Pero luego se puso peor, muy rápido. Una noche, la policía
llamó a la puerta a las tres de la mañana, llevando a papá entre ellos. Se había
perdido. Lo encontraron en bata de baño en la calle State y lo trajeron a casa. Fueron
muy amables. Fueron un poco menos agradables la décima vez que sucedió. Y
francamente enojados la trigésima. Es…es una enfermedad terrible y devastadora. Yo
tenía las manos llenas. Era joven, pero era como si tuviera cuatro hijos pequeños. No
hay un chico en la tierra que hubiera aguantado eso, y ninguno lo hizo.
La versión dura… ella nunca fue tentada ni remotamente por cualquier persona,
excepto Nick. Llenó su cabeza y su corazón y nadie estuvo ni siquiera cerca.
Ciertamente no los imberbes y superficiales chicos de la escuela secundaria. Y
entonces todos se fueron a la universidad y ella ni siquiera tuvo la oportunidad de
tener citas.
―Estúpidos ―dijo Nick pragmáticamente y arrancó una risa de ella.
―Sí. ―Sí, eran idiotas. Fue liberador que él pensara de esa manera.
―Así que. ―Había terminado de limpiarla y simplemente estaba mirándola,
toallita en la mano―. Aquí estamos.
Su voz y su rostro eran neutrales.
Bueno, ella no era neutral. En absoluto.
―Sí, aquí estamos. Estoy desnuda y tú estás desnudo y ya lo hemos hecho… o
algo así… ¿a qué estás esperando?
Él negó con la cabeza, sonriendo.
―Duendecillo ―dijo, con su profunda voz baja―, ¿qué voy a hacer contigo?
―Si tengo que decírtelo, Nick Ross, entonces no hay esperanza para ti en absoluto.
Quisiera pensar que sabrías exactamente qué hacer, ya que yo no lo sé. Sabes qué
hacer. ¿Verdad?
La sonrisa se profundizó, y su famoso hoyuelo, sobre el que ella le había tomado
tanto el pelo, apareció.
―Sí, supongo que sí. Excepto…
Sus ojos se abrieron como platos.
―¿Excepto? ―Oh Dios, ¿ahora qué?
―Excepto que nunca lo he hecho con una virgen antes.
¡Oh, no! Elle puso los ojos en blanco.
―En realidad, ya no soy virgen, por lo que no es un problema.
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Ghost Ops 02
―¿No? ¿Crees que no es un problema? ―Él la tocó, entre las piernas, deslizó su
dedo índice dentro de su apertura. Ella no se lo esperaba. Dolió, solo un poco, y ella
se estremeció.
―¿Ves? ―Sus ojos se clavaron en los de ella.
―Está bien. ―Ella negó con la cabeza sin apartar la vista de él.
La mano de Nick acarició su muslo, la piel de sus dedos era áspera. Ella se
estremeció y, de repente, el aspecto del rostro de él cambió por completo. Sus ojos se
avivaron, se volvieron calientes, la piel se tensó sobre sus pómulos. Se veía un poco
mayor, completamente masculino. Incluso si él no estuviera sentado desnudo frente
a ella totalmente erecto, ella habría sabido que estaba excitado.
―Vamos a tomar esto lentamente ―susurró, sin apartar la mirada de ella,
ahuecando una mano grande alrededor de su muslo y separándole aún más las
piernas.
―Vamos ―susurró ella. Estaba completamente abierta a él, todo lo que ella era, al
desnudo. No solo físicamente. Podía sentir su corazón abriéndose a él, como una flor
desplegándose en lugar de un trozo de músculo. Para ocuparse de su padre, había
tenido que cerrar su corazón como una bóveda de banco, de otro modo habría sido
insoportable. No se había permitido sentir nada en absoluto durante demasiado
tiempo.
Y ahora sentía. Todo. Por dentro y por fuera. Sentía las líneas de atracción entre
ella y Nick, fuertes, casi visibles. Estaba conectada a él. Lo que él quería, ella lo
quería. Él podía hacer con ella lo que quisiera.
Y su cuerpo estaba abierto también. En las pocas clases de yoga que había tomado
hacía tiempo, antes de que papá enfermara, el instructor les había dicho que había
una línea invisible que atravesaba el centro del cuerpo. Ella estaba abierta a ambos
lados, completamente a su disposición. Su espinilla estaba descansando contra él, los
duros músculos de su costado. Frotó la pierna contra él, solo un poco. No era solo la
emoción femenina de sentir a un hombre duro, era que Nick estaba lleno de vida.
Solo tocarlo también la hacía sentirse completamente viva, vigorosa, cálida y fuerte.
Y se dio cuenta por la comparación que ella ya se había sentido muerta y
enterrada durante mucho tiempo.
Mientras Nick estuviera con ella, mientras pudiera tocarlo, estaba viva también.
Su dedo áspero comenzó a dar vueltas a su alrededor, arriba y abajo, tocándola
ligeramente, y donde la tocaba, la piel volvía a la vida. Suave, ligeramente, su dedo la
abrió y se movió un poco en el interior.
Ella suspiró y sintió la piel de gallina a lo largo del brazo.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
―¿Te gusta esto? ―Murmuró Nick, y ella sintió que sus palabras resonaban en su
diafragma, ondulando por su piel.
Ella estaba más allá de las palabras. Asintió con la cabeza bruscamente.
―¿Y esto? ―Su dedo penetró más profundamente, todavía dando vueltas, como si
quisiera abrirla más.
Y lo hacía. Oh Dios. La estaba abriendo para poder poner su pene dentro de ella.
La imagen, el pensamiento, hizo un nudo en cada uno de los músculos en la
anticipación, incluyendo ahí abajo.
Los ojos de Nick se estrecharon aún más.
―Todo lo que acabas de pensar, piénsalo de nuevo. Porque te pones más húmeda.
Sí, por supuesto. Su cuerpo se estaba preparando para él, convirtiéndose en
líquido. No solo su vagina. Elle sintió como todo lo demás se estaba abriendo,
ablandándose, convirtiéndose en líquido. Sentía como si pudiera flotar meciéndose
en algún cálido mar.
Ahora estaba resbaladiza, podía sentirlo y podía oírlo. Podría haber sido
embarazoso oír los sonidos que hacía su vagina mientras él movía el dedo en su
interior, pero ella no estaba avergonzada. Estaba a kilómetros de distancia de la
vergüenza, más allá incluso de pensar en ello. El placer ahogó cualquier rastro de
aquello de su cabeza.
Su dedo se estaba moviendo dentro y fuera y no solo alrededor, girando en ella,
abriéndola. Y luego su pulgar se movió y acarició otra parte de ella y fue como si la
hubiera enchufado a algo.
―¡Oh! ―Se puso rígida―. ¿Qué fue eso? ¡Hazlo otra vez!
―Clítoris ―murmuró, y lo hizo de nuevo.
Por un segundo, la palabra no penetró en su excitada cabeza, y entonces lo
comprendió. Lo que las novelas románticas llamaban la perla del deseo. El nódulo
del placer. No era una perla o un nódulo era un botón. Presiónalo y enciendes a una
mujer.
Ella se había lavado un millón de veces, directamente sobre ese punto específico y
nada de eso había pasado.
El índice y el pulgar de Nick estaban haciendo su magia, y se inclinó hacia ella.
Ella sonrió, abriendo instintivamente la boca, pero no era su boca lo que él quería. Él
se inclinó más y raspó con los dientes a lo largo de su pecho. Ligeramente. Luego la
mordió y ella saltó.
Levantó la cabeza, sonriendo.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
―Sí, eso funcionó.
Elle se pasó las manos por el pelo.
―Todo funciona, Nick. Todo lo que me haces. Todo funciona.
―¿Sí? ―Se inclinó hacia ella de nuevo―. Vamos a ver. ―Lamió su pezón con
pasadas largas y sensuales, y luego empezó a chupar y cada tirón de su boca fue
directamente hasta su ingle en una línea tan recta que podría haber salido de una
clase de geometría. Exactamente en sintonía con los tirones de su boca. Succionó
perezosamente durante lo que parecieron horas, sin duda más allá de cualquier
noción del tiempo que ella tuviera. La parte de su cabeza que marcaba el tiempo
simplemente dejó de funcionar. Puf. Se fue. Ahora estaba en el momento Nick.
Cada vez que él tiraba de su pecho, su vagina tiraba de su dedo, en sincronía,
como un pequeño ballet que estuviera haciendo su cuerpo. Su pulgar estaba
acariciándole el clítoris, pero eso estaba fuera de ritmo, fuera de tono, un fuego
completamente disonante.
Nick tomó su pezón entre los dientes con mucha suavidad y tiró. Era solo un
pequeño mordisco de dolor, nada realmente, pero era ese pequeño aguijón lo que la
empujó a la sobrecarga completa. El tiempo se detuvo, se congeló, luego corrió de
nuevo mientras su cuerpo se convulsionaba con largos tirones duros de sus músculos
vaginales y de los músculos del abdomen y los muslos, todo su cuerpo tiraba hacia
su centro, donde Nick tenía su mano.
Su espalda se arqueó, sus dedos se cerraron, todo giró hacia adentro entonces…
explotó.
Ella soltó un gran grito mientras su cuerpo se convulsionaba al ritmo de los latidos
del corazón y en uno de esos pulsos Nick se deslizó sobre ella de nuevo y en su
interior y cuando los latidos estaban calmándose, se iniciaron de nuevo, solo que esta
vez más intensos, en el filo de la navaja del dolor.
Él se movía dentro y fuera de ella lentamente, al ritmo de los latidos de su cuerpo.
Estaba envuelta en torno a él, brazos, piernas y corazón.
Cuando finalmente su cuerpo se sosegó, sus manos cayeron a los costados, con las
palmas hacia arriba. Sus piernas aflojaron su control sobre las caderas de él y separó
las rodillas. Abrió los ojos y miró al techo, completa y totalmente saciada, sin pensar
en nada de nada y sintiéndose viva en cada célula de su cuerpo.
Nick puso la boca cerca de su oído y le susurró:
―Ajá.
Ella parpadeó. ¿Ajá? ¿No?
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Ghost Ops 02
Él le mordió el lóbulo y algo brilló de nuevo, directamente debajo de su piel, como
un motor moribundo que volvía a la vida durante un último segundo, las chispas
volaron.
―Así no funciona. ―Sus labios le acariciaban la mandíbula y ella podía sentir su
sonrisa contra su piel.
―¿No?
―No. ―Él se instaló en sobre ella más pesadamente, sus grandes manos
acariciaron la parte trasera de sus muslos. Luego, sorprendentemente, los levantó
para que las rodillas casi le tocaran el pecho―. No tienes que parar, todavía no.
―Con las piernas tan altas, estaba completamente abierta a él. Él apretó sus nalgas y
se deslizó más profundamente dentro de ella, y, oh Dios, el hormigueo y el calor…
Nick había estado meciéndose en su interior con cortas y suaves embestidas, pero
pronto se movía con fuerza en largas y profundas acometidas con todo el poder de
sus músculos, tan fuerte que ella se sorprendió de que no estuviera haciéndole daño,
pero no. De ninguna manera. Su cuerpo se hizo cargo de ella; no había otra manera
de describirlo. Ella se movió a su compás, a su ritmo, completamente insensible a
cualquier cosa fuera de los límites de su piel y de la de él. Él había puesto su cabeza
junto a la suya, su boca cerca de su oído y ella podía escuchar su respiración
susurrando dentro y fuera, jadeando, como si estuviera corriendo un kilómetro y
medio en cuatro minutos. Estaba golpeando contra ella ahora, haciendo crujir la
cama y luego haciendo que el cabecero golpeara contra la pared con un ritmo rápido
y más rápido, moviéndose tan duro y rápido en su interior que era un milagro que
no se estuviera incendiando allí por la fricción y entonces, oh mi Dios, se prendió
fuego, todo en ella simplemente se incendió.
No era como el orgasmo anterior, que había sido agradable. Divertido, incluso.
Este fue sensacional, alguna fuerza exterior se hizo cargo de su cuerpo, tan imparable
como un tren de carga mientras se convulsionaba, una y otra vez, sus dedos se
clavaron profundamente en los músculos de sus fuertes hombros porque sentía como
si aferrándose a él fuera la única manera de no romperse en mil pedazos.
Con un grito ahogado por la almohada, los movimientos de Nick se convirtieron
en frenéticos, ya no había esas fuertes embestidas calculadas, sino que, fuera de
control se retorcía en su interior como si estuviera excavando el camino hacia su
corazón con su pene.
Sintió que él se hinchaba y con otro grito se empezó a correr. Nunca había sentido
esto antes, apenas había leído sobre ello, pero era inconfundible. Estaba soltando un
chorro de semen en su interior hasta que ella estuvo mojada, ambos estaban mojados,
hasta la ingle.
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Ghost Ops 02
Por último, con un gemido, Nick se derrumbó sobre ella y se dio cuenta de que él
no había estado poniendo todo su peso sobre ella. Ahora lo hacía, y era pesado como
un caballo. Podía sentir sus costillas combándose ligeramente con el peso de él y
jadeó.
Nick todavía respiraba con dificultad, pero al oír el sonido de su respiración
sibilante, plantó dos grandes manos al lado de su cabeza y se preparó para quitarse
de encima.
¡No!
Elle le agarró con fuerza por la espalda y entrelazó las piernas a su alrededor, los
movimientos del cuerpo tan claros como las palabras. No te vayas.
Con un gemido, Nick se dejó caer y ella se aseguró de jadear en voz baja.
Porque ella amaba esto. Todo en él.
El inmenso peso de Nick la posó en tierra después que ella se había sentido como
si hubiera volado en mil pedazos. Estaban pegados porque él había sudado mucho y
Elle suponía que ella también. Era difícil de decir.
Olían, principalmente Nick. Era un intenso olor terroso, picante que nunca antes
había experimentado sexo humano pero reconocible instantáneamente. Otro
ejemplo de su cuerpo sabiendo cosas, instintivamente, que ella no sabía. Toda su
ingle se mojó con lo que estaba causando ese olor… el semen y sus jugos femeninos.
Mezclados juntos en una combinación única.
Todavía estaba duro dentro de ella, lo cual la desconcertó un poco. Él había tenido
un orgasmo, ¿verdad? Seguramente lo tuvo. Y los hombres… ¿cuál era la palabra que
utilizaba el Manual Merck? Flacidez, eso era. Seguramente después de un orgasmo un
hombre se ponía flácido, pero Nick estaba todavía caliente y duro y enorme en su
interior.
Otro de los misterios de la vida que ella no iba a entender en ese momento.
Ciertamente no mientras Nick siguiera penetrándola.
Ella soltó una risita.
Nick se agitó.
―Encuentras esto divertido, ¿verdad? ―Ella giró la cabeza y vio que le sonreía
perezosamente, saciado y tan sexy que el corazón dio un vuelco en el pecho.
―Mucho. O tal vez no es tan divertido como… ―Ella dejó que sus ojos vagaran
hacia arriba y a la derecha en contemplación.
―¿Cómo? Más vale que sea bueno.
Su sonrisa se ensanchó.
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―Interesante.
Nick enarcó una ceja negra.
―¿Interesante? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
Él fingía ser feroz y…y caliente. Cuando ella tenía amigas, las oía decir eso sobre
un chico y realmente no lo entendía, pero ahora lo hizo. ¡Oh vaya, lo entendió.
Nick era el epítome de caliente. Y el epítome de hermoso. Ambos, al mismo
tiempo, con lo caliente prevaleciendo en estos momentos. Caliente como una llama,
una fuente de inmensa atracción y vida. Su piel estaba caliente bajo sus palmas,
contra su parte delantera, contra la piel de sus muslos. Y estaba caliente en ese otro
sentido también. Tan atractivo que quería saltar sobre él. Rudo, totalmente masculino
y exudando feromonas a toneladas.
No era extraño que las mujeres se enamoraran de él con tanta fuerza.
Un poco de su alegría se disipó al recordar los muchos Sueños que había tenido
acerca de él con otras mujeres. ¿Con cuantas mujeres le había visto? Follando Esa era
la palabra clave, por supuesto. Había quedado claro que se trataba de una liberación
física porque en sus Sueños, nunca se quedaba. Se levantaba de la cama
inmediatamente después de alcanzar el clímax y había visto a decenas de mujeres
sobresaltadas, con las piernas todavía extendidas por el sexo, mirando el techo y
preguntándose lo que había pasado, mientras en otra habitación Nick ya se estaba
duchando.
Por supuesto, ella no tenía idea de si sus Sueños, esos especiales que eran tan
intensos que se sentían como experiencias de vida, eran reales o si estaba loca.
¿Cómo iba a saberlo? Su vida había llegado a ser tan aislada que no había nadie para
preguntar. Ningún confidente, solo su padre demente.
Nick frunció el ceño ahora, pasando un áspero pulgar entre sus cejas.
―Lo que sea que estás pensando, detenlo en este mismo momento.
Su rostro se aclaró. Había olvidado lo bien que Nick la conocía. Había sido tan
maravilloso, ser conocida por él. Entendida y, bueno, amada.
Nadie la había conocido así desde que él se había ido. Nadie. Había sido como
estar encerrada en una burbuja transparente. Ella estaba en la burbuja y el mundo
entero estaba fuera.
Tal vez más tarde podía hablarle a Nick acerca de sus Sueños. Pero entonces, por
supuesto, tendría que decir que ella lo había visto infinidad de veces con otras
mujeres y eso era espeluznante.
Ella se pegó una sonrisa en el rostro.
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―Lo siento, solo pensaba.
―Bueno, deja eso. Piensas demasiado. Siempre pensaste demasiado.
Se fijó en su rostro. Cuando sonreía, el niño en él, el chico que había conocido,
llegaba. Pero cuando fruncía el ceño era todo un hombre. Salvajemente atractivo.
Abajo, su vagina se contrajo a su alrededor y él abrió los ojos como platos.
―Distráeme ―susurró ella.
―Oh, sí. ―La voz era un murmullo bajo y se inclinó hacia ella. Justo cuando su
boca tocó la de ella, sonó el timbre en la planta baja. Alto. Tres notas ascendentes
como el repique de campanas de la iglesia.
Sobresaltada, Elle miró a un lado, a su reloj despertador. Las siete. Se suponía que
algo sucedería a las siete, ¿no es así? Su cabeza estaba embotada, sin conexiones
posibles. Eran las siete y a las siete…
―La comida. ―Nick gimió y se levantó de la cama―. Voy yo.
En un tiempo sorprendentemente corto, estaba vestido, se había peinado con la
mano y parecía completamente normal, a excepción de un ligero rubor. Y, bueno, el
olor del sexo que aún se aferraba a él. Pero Elle tenía un extraordinariamente fuerte
sentido del olfato. No todo el mundo iba a recoger el olor que parecía tan fuerte para
ella.
―Está bien ―dijo ella, pero él ya estaba caminando hacia la puerta.
Tenía que hacerlo. No había manera de que pudiera vestirse y bajar las escaleras
en menos de media hora. Sentía las piernas como papilla. Estaba descoordinada,
ligeramente aturdida.
E incluso si el repartidor pudiera esperar media hora para que ella consiguiera
comportarse, ella gritaba por todos los poros de su cuerpo ¡Acabo de tener un sexo
salvaje! Elle sabía que de ninguna manera podía ocultarlo. Por no hablar de que
estaría sonriendo como una loca sin poder contenerse.
Así que dejó que él se encargara.
Voces masculinas en la planta baja, la puerta cerrándose. El ruido de la cocina.
Elle estaba allí escuchando, cada músculo laxo. Alguien más estaba haciendo algo
en su casa. Alguien más estaba haciendo cosas. Compañía y comida caliente estaban
esperando escaleras abajo y parecía un milagro, algo tan alentador después de largos
años de silencio en su casa y sentirse sola cada segundo de cada día.
Una lágrima brotó y se deslizó por su mejilla, y ella la apartó. Este no era un
momento para las lágrimas, era un momento de sonrisas.
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Respiró hondo y apartó las mantas, se dirigió al cuarto de baño con las piernas
temblorosas, totalmente, completamente feliz.
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Capítulo 3
Nick pagó la entrega. Jesús. Su corazón se había encogido cuando Elle le dijo a
Jenny que lo pusiera en su tarjeta de crédito. Si ella tenía dinero en su tarjeta, él se
comería sus pantalones cortos. Elle no tenía ningún dinero en absoluto.
La enfermedad del juez les había dejado en los huesos. El hogar feliz y lujoso que
había conocido ya no existía. Ahora era una cáscara fría y vacía. La mayoría de los
muebles y obras de arte habían desaparecido. Los otrora gloriosos jardines
abandonados y llenos de malas hierbas.
Y Elle, Cristo. Delgada, pálida, vestida con harapos.
Aun increíblemente hermosa.
La recordaba como una hermosa muchacha que se dirigía hacia la gloriosa
condición de mujer. Cuando se fue, sabía que esa era su trayectoria. Ella no le
preocupaba en absoluto. La hija mimada de un hombre rico y respetado, inteligente
como el infierno, buena en la escuela, magnífica. Él se iba, pero ella se movía directa
a la mejor vida posible.
Nada lo había preparado para la realidad… pobre y abandonada. Pero aun así
impresionante. En todo caso, era más atractiva ahora. La Elle que conocía era feliz del
modo que la gente cuyas vidas les habían mostrado lo mejor del mundo. Su aspecto
era espectacular, pero por encima de todo había estado toda la parafernalia que venía
de una familia rica… una dieta saludable, un montón de tenis, ortodoncias costosas,
ni una preocupación en el mundo. Esa Elle había sido un imán.
Pero esta Elle… esta trágica mujer esquelética… le desgarraba el corazón.
Los huevos también, por lo visto.
Porque, quién podría resistirse a esta chica… no, a esta mujer, cuya mirada era
profunda con el conocimiento del dolor y el sufrimiento. La caída de la familia estaba
a su alrededor, pero Elle no se había quejado ni una vez acerca de lo que había
sucedido. Estaba claro que se había puesto su vida en suspenso para cuidar al juez,
pero ni una sola vez lo había dicho. Una estudiante de sobresalientes hasta el final, ni
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siquiera estaba en la universidad. Desde el aspecto de sus finanzas, la universidad
estaba probablemente fuera de cuestión.
Ella no había tenido nada parecido a una vida, y mucho menos la vida que debería
haber tenido.
Había sido virgen. Eso le había sorprendido más que nada, aunque si se paraba a
pensar en ello, no había habido espacio en su vida para jugar.
Tendría que haberse detenido cuando notó que era su primera vez. Cristo, se
merecía algo mejor que un perro mestizo merodeando su puerta. ¿Qué era lo que le
pasaba? Había aprendido hacía mucho tiempo a controlar su polla, ¿por qué no lo
había hecho justo ahora?
Bueno, estaba el hecho de que ella tenía el aspecto de alguna estrella de cine en la
cama, el pelo largo y rubio pálido alrededor de su cabeza como un halo, pero no un
ángel. No con esa mirada en sus hermosos ojos de color azul claro, no con los brazos
levantados para abrazarlo, no con las piernas abiertas en invitación, los pliegues
rosados e hinchados de su sexo asomando furtivamente entre el vello castaño ceniza
de su montículo.
Esa Elle era pura tentación, imposible de resistir. Él no era un héroe. ¿Quién era él
para rechazarlo?
Esta Elle era completamente diferente a la chica que visitaba sus sueños. Una y
otra vez, había tenido la sensación de que estaba aquí, con él. Por lo general de
noche. Más veces de las que quería pensar mientras estaba follando.
Estaba con una mujer, perdido en el sexo, y allí estaba ella. En su cabeza.
Había tenido que aprender cómo sacarla de allí, como quitar una hoja del abrigo.
—¿Nick?
Se dio la vuelta, la vio en la puerta, y su corazón casi se detuvo.
Jesús, esta doble visión que tenía. La niña bonita y risueña de su recuerdos y esta,
la impresionante mujer que había conocido la tragedia. Se había puesto unos
pantalones de chándal azules, claramente viejos pero limpio y planchado.
Probablemente azul oscuro una vez, ahora desvaídos a un azul claro que hacía juego
con sus ojos.
Nick mantuvo valientemente la mirada clavada en su rostro, pero estaba bastante
seguro de que no llevaba sujetador. La sensación de ella bajo sus manos, su sabor en
la boca… los recuerdos le inundaron.
Ella caminó descalza… y que lo jodieran si sus pies no eran preciosos también.
Delgados, arqueados, con unos dedos muy bonitos. Casi suspiró porque estaba
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totalmente erecto de nuevo. Tenía que darle de comer antes de hacer cualquier otra
cosa. Tenía que mantener su mente en eso, no en su polla.
Mierda.
Todo el mundo en los Rangers y los chicos con los que había hablado en los Delta
le conocían como serio y totalmente concentrado. Nadie creería que no podía
controlarse a sí mismo, mantener su polla hacia abajo. Pero ya se había levantado,
muy, muy feliz de verla. Elle sonrió.
—¿Jenny tiene tu firma? La llamaré más tarde con la información de mi tarjeta de
crédito.
Bien, eso le hizo enojar. Era mejor estar molesto con ella que incapaz de resistirse a
ella. Más fácil.
—Al diablo con eso —dijo, su voz más dura de lo que quería—. ¿Pensaste que te
dejaría pagar por esta comida? —Miró hacia la enorme mesa del comedor. Ella no
había logrado vender la mesa, obviamente. No mucha gente hoy en día necesitaba
mesas donde pudieran caber cenas para dieciocho. La comida llenaba la mitad. Jenny
se había excedido y la cuenta que Nick había pagado no cubriría ni la mitad. Era la
manera de Jenny de ayudar a Elle, mientras salvaba su orgullo.
Elle inclinó la cabeza, el pálido cabello rubio le cubrió un hombro. Frunció el ceño.
—¿Por qué estás enojado? ¿Por qué no debería pagarla?
—¡Porque no tienes ningún puto dinero, por eso! —Tenía problemas para
mantener la voz baja, mantener sus emociones bajo control—. ¡No voy a dejar que
pagues mi jodida comida!
Elle le observó, la cabeza aún inclinada, como si fuera una especie de muestra
científica. Su expresión no cambió ante su vehemencia. Levantó las manos,
manteniéndolas en el aire, calmando al lunático.
—Vale, vale. Es probable que no lo creas, pero en realidad tengo el dinero para
cubrir la comida, pero voy a aceptar tu regalo. Gracias.
Bueno, demonios. Estaba todo listo para luchar contra aquello, contra ella, disipar
parte de esta tensión. Y entonces ella se volvía razonable.
Mierda.
Respiró hondo. Recuperó algo de control.
—La comida todavía está caliente. Deberíamos poner la mesa y comer. A menos
que quieras comer directamente de los envases.
—No. Comeremos como seres humanos normales. —Elle sonrió y se dirigió a una
gran vitrina, que él recordaba de cuando vivía aquí. Tampoco la habían vendido. Era
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Delta, un año o dos antes. Si lo conseguía su paga aumentaría. ¿Qué iba a hacer con
el dinero? No quería comprar una casa, ni siquiera quería comprar un coche.
En el instante que volviera a la base iba a transferir todo lo que tenía a su cuenta.
—Oh Dios —Elle gimió, haciendo girar el tenedor—. Carbonara. Mi favorito.
Carbohidratos, nata, queso y tocino. Felicidad.
Un enorme bocado desapareció en su boca.
Nick frunció el ceño, se le ocurrió un horrible pensamiento.
—No estabas a dieta ¿verdad? —Estaba demasiado delgada. Cristo, si se había
reducido a esto voluntariamente…
—No, Nick. —Elle negó con la cabeza, tragó, giró más espaguetis cremosos
alrededor de su tenedor—. Yo, um, perdí peso porque cuidar de papá era difícil y a
veces me olvidaba de comer. En realidad espero recuperar algo de peso.
Él gruñó.
—Bien. —Y atacó la comida, apaciguado. El primer bocado le hizo entrecerrar los
ojos.
—Fabuloso, ¿eh? —Ella le sonreía—. Y Jenny envió suficiente para un pelotón.
Apuesto a que no comes así en el ejército.
—Por supuesto que no. —Cristo no. Su última operación, un ciclo de formación de
tres semanas en los Everglades, había sido rebosado gomosas raciones, donde el
pollo no podía distinguirse de la carne de cerdo o ternera. Había cagado duras
bolitas de goma un tiempo. Hacía solo dos días que había vuelto cuando… ¿qué?
¿Escuchado su llamada? ¿Soñado con ella? Lo que fuera, había tenido un impulso
irresistible para comprobar el Lawrenceonline y había encontrado inmediatamente el
obituario del juez—. Cuando nos dan de comer comidas calientes, es bastante básico.
Carne, pollo, cerdo y patatas. Y ensalada aguada que nadie come.
—Hablando de pollo... —Elle metió la bonita nariz en otro recipiente e inhaló
profundamente—. Hmmm. Pollo asado al romero. —Le miró—. ¿Carne blanca o
roja?
Tu carne. Las palabras estaban allí mismo, en sus labios, como una visión
floreciendo en su cabeza de él comiéndola. La cabeza entre sus piernas, lamiendo y
mordisqueando.
Oh, ay. Su erección se pudo más dura.
Elle se detuvo, con el tenedor en el aire, obviamente en sintonía con el repentino
cambio de atmósfera. Nick podía jurar que las moléculas se habían vuelto
repentinamente cargadas.
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Marca abajo, imbécil.
Probablemente era la primera comida decente de Elle en semanas, quizá meses.
Estaba sonriendo y tenía color en la cara. No iba a arruinarlo porque tuviera un
aumento repentino de hormonas sacudiéndole el cuerpo.
Porque, joder, eso es lo que estaba pasando.
Si alguno de sus compañeros de equipo Ranger se diera cuenta de que temblaba
cuando estaba junto a esta chica, ahora una mujer, se cagarían en los pantalones,
porque una buena parte del entrenamiento de tiro de los Ranger era usar munición
real, a veces a muy corta distancia.
Nick era conocido como uno de los tiradores más fríos, casi mecánico en su
capacidad de poner la bala donde quería y la forma en que se hacía era controlando
el cuerpo.
No sentándote a una mesa, con miedo de levantarse porque cojearía con el acero
de sus pantalones. No dejando el tenedor porque tu mano temblaba tanto que la
mierda chocaba contra el plato. No siendo incapaz de apartar la mirada de la cara de
una mujer.
Si cualquiera de sus compañeros de equipo lo viera ahora informarían al XO.1
—Nick, ¿no estás comiendo? —Preguntó. Había devorado la carbonara y apartado
el cuenco, ahora estaba devorando una pechuga de pollo entero con patata al horno.
Una ensalada de tomates cherry y queso feta estaba en un cuenco de cristal junto a
ella. Había dejado de comer para mirarlo con curiosidad—. Está realmente bueno.
Él pegó una sonrisa en la cara, pateándose por ser un imbécil. Así se hace, imbécil,
evitar que Elle comiera porque no puedes quedarte con los pantalones puestos.
—Genial —estuvo de acuerdo, señalándola con el tenedor—. Ahora come.
—Sí, señor —dijo, poniendo los ojos en blanco y comiendo.
Malditamente correcto.
Dios, era bueno verla, sonrosada y sonriente, tan diferente de la mujer joven
blanca como el hielo del cementerio que había parecía como si la hubiera atropellado
un camión. Y, bien, era realmente bueno verla, y punto.
¿Había estado planeando permanecer lejos para siempre? A medida que pasaban
los años, tal vez su subconsciente había empezado a pensar en volver. Brevemente.
Solo un día. Había permanecido alejado por respeto al juez, pero ella ya tenía casi
veinte años. Es solo que había estado tan malditamente ocupado. Para su sorpresa, se
había adaptado a la vida de soldado como si hubiera nacido para ello. Había sido
1
Su jefe
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seleccionado para los Ranger casi desde el principio y apenas se había incorporado a
la unidad cuando había sido llamado para preguntarle si quería solicitar los Delta.
Joder, claro que quería probar para los Delta. Los tiradores. De todas las fuerzas
especiales, los Deltas fueron tiradores en primer lugar y eso era Nick. Para su
sorpresa, también había tenido don de lenguas y había sido adscrito al entrenamiento
cruzado con los GIGN 2de Francia y el GSG— 9 3de Alemania.
Había estado ocupado treinta y cuatro horas al día, totalmente concentrado en el
trabajo. No había lugar para el romance con otras mujeres, tampoco. Sexo, sí.
Siempre había mujeres en los bares alrededor de las bases, pero no tenía tiempo para
otra cosa que el sexo. Dos folladas seguidas era la norma. Tres a veces. Cuatro era
una relación limítrofe y estaba fuera de las cartas.
Después de todo, resultó que no tenía que lidiar con el juez, y por eso se
avergonzaba de sí mismo. Los hombres no se rajaban. No tenía ni idea de que el juez
había estado tan enfermo.
De vuelta a casa. Cuando había revisado los escenarios en su cabeza, había habido
varios resultados. El juez le pateaba el culo, como la última vez, solo que sin el
dinero. El juez le daba la bienvenida de nuevo, ya que, después de todo, Elle era
adulta. El juez le invitaba a tomar un café, haciéndole saber que Elle estaba
estudiando física nuclear en la Universidad de Harvard o el MIT y no tenía tiempo
para un delincuente como él. El juez diciendo que alguien le había quitado a Elle de
las manos y estaba casada con un hijo.
Eso dolía.
La verdad era lo único que no había planeado, Elle aquí y el juez controlando
mentalmente lo que antes hacía físicamente.
—Deja de pensar en eso, Nick. Ahora mismo. —La voz de Elle era baja, muy
grave.
El tenedor de Nick cayó al plato. ¿Qué mierda?
—¿Lees la mente?
Jesús. Tal vez todos esos sueños extraños que había tenido de ella eran reales.
Quizás Elle podía joderle la cabeza.
—Tú no me dejarías pensar en cosas tristes, así que esto es recíproco. Y no, no leo
la mente. No te preocupes por eso. —Se inclinó hacia delante apoyándose sobre los
codos, metiéndose un mechón de pelo rubio detrás de una oreja pequeña—. No
2
Grupo de intervención de la gendarmeria nacional
3
Unidad de operaciones especiales antiterrorista
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tienes que leer la mente para saber que estabas teniendo pensamientos oscuros.
Pensamientos tristes. Esta casa no ha conocido otra cosa que la tristeza desde hace
años. Tristeza, oscuridad y desesperación. Papá estaba muerto de miedo cuando le
diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer, porque sabía exactamente lo que iba a
venir, tanto para él como para mí, y necesité toda mi energía, hasta la última gota,
para mantenerlo alegre todo el tiempo que hubo una persona dentro de él que podía
sentir alegría. Papá se fue hace mucho tiempo. Yo pasé mi luto hace mucho tiempo.
He tenido tanta tristeza como una persona puede soportar y no quiero caras tristes y
largas a mí alrededor. Ahora —golpeó la superficie de la mesa haciendo que el agua
de la copa salpicara—. Sonríe, ¡maldita sea!
Nick se quedó tan sorprendido que sonrió. Mostrando todos los dientes, también.
Ella le devolvió la sonrisa, satisfecha de sí misma.
—Así es, Nick. Sabía que podías hacerlo.
Oh Dios, mírala, pensó. Como su apodo cuando era niña. Duendecillo. Una pequeña
duendecilla hermosa, un poco preocupada, sentada en el borde de la silla, rodeada
por una nube de pelo rubio, pálidos ojos como fragmentos del cielo de verano,
sonriéndole.
Irresistible. Y no tenía que resistirse, ¿verdad? Porque a pesar de que ella lo había
pasado peor que él durante estos últimos cinco años, su vida tampoco había sido
todo mierdas y risitas.
Había elegido el entrenamiento militar más duro posible, probablemente el más
duro de la tierra. Estos últimos años habían sido día tras día de entrenamiento físico
e intelectual agotador, las únicas pausas habían sido operaciones de campo reales,
recibir un disparo, lo cual era un poco mejor que el resto. Tumbarse en los pantanos
de Indonesia durante días esperando la oportunidad de disparar al hombre que
había plantado la bomba de Indianápolis. Indonesia tenía 450 especies de insectos
venenosos y había sido mordido por todos y cada uno de ellos. Las llanuras
desnudas y áridas del Tibet, ayudando a los combatientes locales en un golpe de
estado exitoso para romper con China. Cuatro meses pasados a cuatro mil quinientos
metros de altura en el lado paquistaní de la cordillera del Himalaya, con solo cabras
y otros cuatro Rangers como compañía, los fuegos prohibidos, tratando de contener
la situación, y luego luchando para salir cuando Pakistán explotó.
No, como su pequeño Duendecillo, él sentía que era hora de sonreír. Dios sabía
que ambos lo merecían.
Sexo. Ambos se lo merecían. El mejor sexo que había tenido jamás, y el mejor sexo
que ella había tenido también, por definición. Deberían tener un poco más.
Ahora mismo.
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Elle se enderezó en su silla y le miró con recelo mientras se movía hacia ella. Su
mejor zancada de acecho, la marca de movimiento de un Ranger.
—¿Nick?
—Elle. —La palabra salió de sus entrañas, desde lo más profundo de él. Y no tenía
otras palabras en este momento, ninguna.
—Nick, ¿qué estás…? —Él la levantó de la silla por los codos y en cuanto ella
estuvo de pie, le sacó la camiseta por la cabeza y la tiró al suelo—. Oh. —La sola
palabra apenas tenía aliento detrás porque lo que él estaba haciendo y lo que iba a
hacer estaba muy claro.
Si su cara no se lo dijo, su erección lo hizo.
Fue algo muy bueno que Elle pareciera estar de acuerdo con esto, porque aunque
Nick tenía autocontrol de una trampilla de acero, él era todo autocontrol, en este
momento el control era una cosa bastante inestable.
Pero ella parecía estar de acuerdo con que le bajara los pantalones, los apartara de
una patada y la tumbara sobre la parte limpia de la mesa de un kilómetro de largo
que limpió con el brazo. Más que bien, en realidad. Apenas la había tocado, excepto
para desnudarla y tumbarla como un sacrificio de alguna religión extraña y ella ya
estaba con él. El pálido pecho izquierdo temblaba con sus latidos. Ella respiraba con
dificultad, ya jadeante, mirándolo con ojos entrecerrados.
Nick se colocó entre sus piernas, separándolas, estirando las manos para
separarlas pero ella se le adelantó, abriéndolas tan rápido como cualquier soldado
respondiendo a una orden gritada. Él no tenía que gritar, ni siquiera susurrar. Ella
sabía lo que él quería.
Con una mano, Nick se abrió la cremallera. Feliz de tener la costumbre de ir
comando. Colocó una mano a su lado en la mesa y se agarró la polla con la otra.
A su polla no le gustó la sensación de su mano. Sabía exactamente donde quería
estar y no era en el puño de Nick, que es donde generalmente se encontraba cuando
estaba entrenando en el quinto pino o en misiones. Su puño simplemente no valía
cuando el bonito sexo de Elle estaba allí, abierto y brillante, esperándolo.
Pasó un dedo experimental por ella, solo para probar las aguas y una campana de
alarma sonó en su cabeza, lo suficientemente fuerte como para llamar su atención,
incluso cuando no quedaba mucha sangre en su cabeza para pensar.
Estaba mojada, pero no lo bastante. Ciertamente no lo suficiente mojada para que
él se estrellara contra ella como había estado a punto de hacer.
Vale.
Había una aplicación para eso.
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Ambos suspiraron.
Sus ojos se abrieron de golpe. Habría sido un momento divertido pero él estaba
más allá de la risa, incluso más allá de la sonrisa. Había follado demasiadas veces
para contarlas, pero en este momento esta era la escena más erótica que había visto
jamás… la piel pálida de Elle, suave en contraste con su oscura piel áspera, las
piernas abiertas para él, su sexo rosado apretado alrededor de su polla.
Elle tenía los ojos medio cerrados, solo asomaba un pálido resplandor azul.
Jadeaba ligeramente, el pecho subiendo y bajando. Estiró un brazo y lo envolvió
alrededor del brazo que él había apoyado junto a ella, como para sujetarse. Parecía
sentir la tormenta que se avecinaba.
—Nick —susurró. Cerró la mano sobre su brazo.
Él se puso en marcha.
No se contuvo dentro de ella un momento o dos, dejando que se acostumbrara a
él. No fue suave dentro y fuera, poniendo a prueba su preparación. Nop.
Una tormenta.
Sus caderas se estrellaron contra las de ella, con toda la fuerza de su cuerpo. Tuvo
que aferrarse firmemente a su cadera o ella se habría deslizado hasta el otro lado de
la mesa. La sala se llenó con el sonido de su respiración pesada y carne golpeando
contra carne, estaba fascinado por la visión de su polla entrando y saliendo de ella,
fuerte y rápido.
No podía parar. No existía un mecanismo que le permitiera detener o incluso
reducir la velocidad. Estaba abrumado por un poder fuera de sí mismo que no podía,
no descansaría hasta que hubiera llegado en su interior tan lejos como pudiera, una y
otra vez. Y ella estaba con él a cada paso del camino, los ojos pálidos fijos en los
suyos, la boca abierta, respirando el aire a grandes tragos, aferrándose a su brazo,
clavándole las cortas uñas en su piel lo más fuerte que podía, las yemas de los dedos
poniéndose blancas. No lo sentía… estaba más allá de sentir nada, excepto el enorme
calor en torno a sus caderas mientras se movía en su interior tan fuerte como podía.
Elle echó la cabeza atrás, exponiendo la garganta larga y blanca… y Dios cómo
deseaba ser un vampiro porque hundiría los colmillos… ella gimió y gritó. Los
músculos femeninos del estómago se contrajeron cuando apretó alrededor de él con
tanta fuerza que sintió su coño como un pequeño tornillo, cerrándose a su alrededor,
aflojándose, cerrándose…
El calor y la presión eran demasiado. Se inclinó hacia adelante, la cabeza gacha, ni
siquiera la miraba más porque todo en él estaba concentrado en donde golpeaba,
moviéndose tan profundamente como podía, sintiendo cómo esos tejidos blandos
húmedos le atraían con más fuerza, más rápido y más rápido...
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Hasta que explotó.
No podría haberse detenido si alguien le hubiera puesto una pistola en la cabeza.
Un relámpago candente bajó veloz por su espalda erizándole la piel por todas partes
y estalló dentro de ella, sosteniéndose fuertemente contra ella mientras explotaba
interminablemente en borbotones masivos al ritmo de sus latidos. Durante mucho
tiempo se preguntó vagamente si estaba vaciando su corazón y no solo su polla.
Por fin se detuvo, como todas las tormentas, y volvió en sí, inclinado sobre ella,
ahora apoyado en su antebrazo, la cabeza baja sobre su estómago. Vio una gran gota
de sudor caer de su rostro sobre el vientre pálido y tembló con los latidos de ella.
Finalmente, levantó la cabeza para mirarla. Elle tenía los ojos cerrados, la cabeza
girada ligeramente hacia la derecha, sin moverse. Parecía que hubiera muerto y este
magnífico cuerpo ruborizado estuviera completamente aniquilado.
—¡Oh, no, no! —Gruñó Nick, levantando la mano de su cadera para volverle la
cara—. Abre los ojitos azules.
Los párpados parpadearon y se abrieron ligeramente.
Él le tocó la cara.
—Del todo.
Los ojos se abrieron como platos, estudiando sus rasgos, luego los cerró.
De ninguna manera.
—No te quedarás fuera de combate. No es una opción. Acabamos de empezar, no
puedes abandonar ahora.
Las comisuras de la boca femenina se elevaron, el aliento salió en una exhalación
larga y suave.
—Sin energía —murmuró—. Tal vez más tarde.
Él estaba lleno de energía.
—Nop. No voy a dejarte. Vamos.
Nick acercó un gran cuenco lleno de mousse de chocolate negro. Nunca habían
llegado a probarlo. Al estirarse para alcanzarlo, se apretó con más fuerza contra ella,
a pesar de que solo estaba semiduro. Había una cuchara de servir en el recipiente y
cogió una porción espumosa oscura. Olía maravilloso.
No le hacía falta apoyarse, así que se deslizó la otra mano alrededor de su cuello y
le levantó la cabeza y hombros, llevando la cuchara a la boca con la otra mano.
—Abre.
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Ella abrió obedientemente, cerrando los labios alrededor de la cuchara, la lengua
lamiendo los labios.
Oh Dios. Se hinchó dentro de ella, moviendo sus caderas contra las de ella.
Elle suspiró con placer.
—Otra. —Presionó una enorme cucharada de chocolate pastoso contra su boca y
ella abrió obedientemente—. Otra.
Con cada bocado se ponía más duro. Cualquier hombre tendría que estar muerto y
enterrado hacía mucho para no excitarse al ver su boca cerrarse alrededor de la
mousse, y luego tragar.
—¿Sientes más energía? —preguntó Nick, casi saliendo y luego deslizándose en su
interior. Estaba duro como una roca de nuevo.
Elle suspiró.
Otro golpe y sus ojos se abrieron. Oh, sí. Ella se sentía con más energía. Pero hacía
frío en la habitación.
Nick la levantó en brazos. Por reflejo, las piernas de Elle se apretaron alrededor de
su cintura.
—Necesitamos la cama para esta ronda.
Elle suspiró de nuevo, sonriendo, frotando sus pechos contra su pecho.
—Bien. —Hizo un gesto gracioso con su delgado brazo hacia su ropa tirada en el
suelo—. Deberíamos recogerla.
—Aja. —Nick comenzó a caminar hacia la escalera. En realidad, quería correr,
pero tenía su orgullo—. Para lo que estoy pensando, no necesitarás nada de ropa.
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Capítulo 4
Fue el más débil de los sonidos, pero Nick se despertó al instante, completamente
alerta. Conocía ese sonido, su vida estaba marcada por la cadencia de aquel sonido.
Su móvil. Entre los episodios de sexo, había ido de la planta baja para agarrar sus
vaqueros y su camisa.
Elle estaba extendida sobre él, suave y ligera, con olor a mujer y sexo.
El sonido del móvil tenía un efecto pavloviano en todos los Rangers, cada hombre
saltaba hacia su móvil hecho de un material mate negro no reflectante, y era raro que
tardaran más de un segundo. Pasó un segundo, dos, tres, cuatro...
Sin duda, en el otro extremo un robot estaba registrando el tiempo de respuesta y
alguien lo mencionaría una vez que volviera a la base. Pero saltar despertaría a Elle y
simplemente no podía hacerlo. Ella estaba tan profundamente dormida que era como
si estuviera en coma. Nada se movía, ni siquiera sus ojos bajo los párpados.
A los Rangers se les enseñaba a moverse como fantasmas, imperceptiblemente, sin
hacer ruido. Así que ahora usó esa habilidad para desenredarse de los brazos del
sueño de una mujer hermosa en lugar de flotar en la oscuridad hacia una matanza.
En un instante, ella estaba abrazando una almohada y él de pie desnudo junto a la
cama, mirando la pantalla. Las palabras apenas eran legibles. La pantalla tenía dos
modos… casi negra si una luz podía traicionar su posición y lo suficientemente
brillante como para actuar como una linterna. El modo predeterminado era negro y
lo dejó así. Podía leer las palabras en el modo oscuro lo suficientemente bien.
Despegamos a las cien. Majestic.
Mierda. Había habido rumores sobre que se avecinaba esta operación, no una
misión de entrenamiento. Los jefazos habían estado esperando información de un
agente infiltrado recién escapado y aparentemente lo habían conseguido. Nadie sabía
dónde todavía, pero eso era estándar, la necesidad de saber. Averiguarían en el avión
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hacia dónde se dirigían. La única pista que tendrían sería el equipo asignado. Ropa
de invierno o de climas cálidos. Eso daría la latitud. ¿Longitud? ¿Quién coño lo
sabía?
Todo lo que Nick sabía era que tenía que salir de aquí rápido y no quería. Quería
quedarse aquí, con Elle. Follarla, alimentarla y observar las rosas florecer en sus
mejillas… eso es lo que quería.
Se quedó mirando unos segundos. Ella estaba de lado, con un brazo delgado
debajo de las mantas, la cara de perfil, profundamente dormida. Solo había la tenue
luz de una luna en cuarto creciente en lo alto del cielo, pero no necesitaba luz. Ella
estaba impresa en la parte interior de sus párpados. Sabía, sin verla claramente, que
su piel no era de ese color sorprendentemente blanco que había tenido en el funeral.
Sabía que las líneas de su cara se habían movido a su lugar natural, sonriente.
Cuando la vio en el funeral no le hizo falta que le dijera que sonreír no había sido
algo normal en su vida.
Estaba allí, en su cara.
Quería quedarse y hacerla sonreír y reír, hacerla comer hasta que recuperara peso,
y quería que se sintiera tan hermosa como era haciéndole el amor tan a menudo
como su resistencia se lo permitiera.
Eso es lo que quería. Pero querer y tener eran dos cosas totalmente diferentes.
Lo que tenía era la responsabilidad de llegar a Fort Bragg a tiempo de ser
informados y prepararse. Si iban a alzar ruedas a medianoche, tendría que llegar a
las seis de hoy y era un viaje en coche de catorce horas. Solo tenía que apresurarlo.
También tenía dos cosas que hacer antes de irse.
Nick se vistió en silencio. Silencio era lo que los Rangers hacían. Eran tiradores,
eran francotiradores, eran uno con la noche. Sus ropas eran negras. No llevaban nada
que pudiera brillar o tintinear.
Una vez vestido pasó largos minutos mirando a Elle, luchando consigo mismo.
Había una nueva regla instituida el año anterior, después de que a un Ranger se le
escapara a su novia que iba en misión a Venezuela. La cabeza de chorlito lo había
publicado en su página de Facebook, y el equipo fue aniquilado media hora después
de aterrizar.
Nueva regla… solo las esposas podían conocer los despliegues y no podían saber
cuándo ni dónde. Las esposas habían tenido que firmar un juramento declarando que
no iban a revelar nada en absoluto, nunca. Las novias tenían que ser mantenidas
absolutamente en la oscuridad.
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Dar información a las novias no era solo un delito grave, era un delito grave sujeto
a una corte marcial. Así que lo que Nick estaba contemplando era algo muy, muy
serio y tenía que pensarlo bien.
Dar a Elle cualquier información estaba mal, iba contra los reglamentos, peligroso
incluso.
Pero... no podía desaparecer. Simplemente no podía. Simplemente no estaba en él.
Ella se preocupaba por él profundamente, incluso después de que hubiera
desaparecido y la dejara sola con un padre enfermo. Cada centímetro de su piel, de
su boca, de su sexo…le decía que a ella le importaba. Nadie más se preocupaba por
él, nadie en el mundo entero. Era respetado en el ejército pero no tenía amigos
cercanos y Dios sabía que no tenía ninguna novia que le importara. Solo mujeres a las
que follar que le olvidaban en el segundo que salía por la puerta.
No podía dejarla sin una palabra, pero dejarle una nota podía conseguirle un
consejo de guerra.
La batalla dentro de él fue feroz, pero breve. Ejército vs Elle. Elle ganó.
Sacó un sobre que encontró en la parte superior de la cómoda y escribió
Duendecillo, volveré tan pronto como me sea posible en la parte posterior y lo colocó sobre
la almohada junto a ella, consciente de que estaba cometiendo un delito grave. En la
planta baja se detuvo junto a la mesa del juez en su despacho y memorizó su número
de cuenta bancaria y el número de teléfono de la funeraria. Podía hacer el resto de
camino.
Su última misión había durado cuatro días. Con un poco de suerte, ésta sería
también corta. Los Rangers no eran de los que se enviaba a obtener información.
Eran los enviados a disparar y salir rápido.
Siempre tenían un par de días de inactividad después de regresar de una
operación. Así que volvería, luego él y Elle hablarían. Se le ocurriría algo, aunque no
tenía ni idea de qué. Pero ahora que Elle estaba de vuelta en su vida, no era cuestión
de dejarla de nuevo.
En cinco minutos con su smarphone, pagó la factura del enterrador, aunque el
cabrón fuera un hijo de puta mercenario y la hubiera sobrecargado por todo. Tan
pronto como tuviera tiempo, transferiría lo que había en su cuenta bancaria a Elle. Lo
siguiente lo podría hacer camino a Fort Bragg. No debería tomar más de un cuarto de
hora. Tan pronto como abrieran, se detendría en el primer supermercado que viera.
Tío, la idea de que no tuviera comida en la casa era jodidamente doloroso. Había
tenido que trabajar para ocultar su mueca de dolor cuando vio sus armarios.
Bueno, esos días habían terminado. Él estaba en su vida ahora y no pasaría por eso
otra vez.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
Nick se deslizó por la puerta, la cerró en silencio detrás de él, porque no quería
irse, pero sabía que tenía que hacerlo.
La había dejado una vez y tenía que hacerlo de nuevo.
No había alternativa.
Pero esta vez regresaría.
* *
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Lisa Marie Rice
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Abrió los ojos, miró al techo, se dio cuenta por primera vez que la marca de agua
dejada por una tubería rota parecía una mariposa. Una mariposa deformado por
Picasso en su etapa cubista.
Había escatimado en comida y calefacción para reparar esas tuberías reventadas, y
ahora había una mariposa enloquecida en su techo.
Sonrió.
Sin dejar de sonreír, cerró los ojos para poder concentrarse mejor mientras hacía
balance de sí misma.
Caray. Nick y ella habían hecho el amor hasta pasada la medianoche. Había ido de
cero a héroe, de no tener sexo a más sexo del que cualquier mujer, posiblemente,
podría manejar.
Se estiró y sintió dolores y molestias, sobre todo entre los muslos y los músculos
internos. Pero también en otros lugares. La boca parecía un poco hinchada por sus
besos, sus pechos todavía parecían sentir su boca. El interior de los muslos estirados
por ser mantenidos abierto durante tanto tiempo y unas pocas abrasiones por los
muslos peludos moviéndose entre los suyos.
Se sentía grabada por Nick. Podía olerle en ella, sentirle en ella. Si su cuerpo
hubiera sido una escena del crimen, encontrarían su ADN por toda ella. Por suerte,
su cuerpo no era la escena de un crimen, sino de un placer inimaginable.
La noche anterior había sido una especie de reinicio. De una existencia de dientes
apretados y deber de acero, se había transformado en una vida de hedonismo, de
puro placer. La comida había sabido maravillosa en lugar de a pegamento, el vino
había sido como una libación de los dioses en lugar de algo agrio y ácido que no
podía beber.
Había dormido. Realmente dormido. Como hacía la gente normal, profundamente,
luego levantándose renovada a un día normal.
Oh Dios. Normal.
Nick había encendido un interruptor y su vida se había convertido en normal. No
algo que soportar, sino algo que degustar. Había cosas que esperar con interés. El
desayuno era una. No podía recordar la última vez que no se había despertado con
su estómago hecho un nudo.
Ahora su estómago era este órgano abierto y cordial, sus ruidos de “yotambién”
la hacían sonreír. Poniendo los ojos en blanco hacia la cocina escaleras abajo… en
realidad no había comido desde la noche anterior y ya era hora de comer.
Abrió los brazos y las piernas como un niño haciendo un ángel de nieve. Nick no
estaba allí y dado que ella no encontraba ningún calor, se había levantado hacía
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—¿Ma’am? ¿Ma’am? —La voz del chico Señora era aguda con énfasis. Había
estado hablando con ella y no le había oído—. Necesitamos saber dónde está la
cocina.
Aturdida, Elle volvió a entrar, levantó el brazo, incapaz de hablar. Los hombres
pasaron ante ella sin una palabra, apilando pulcramente las cajas y volvieron a por
una nueva carga.
En la cocina, Elle abrió una caja y miró dentro. Todo productos secos. Alimentos
de primera necesidad. Pasta, arroz, harina y azúcar. Todo tipo de productos
enlatados. Lo suficiente como para alimentar a un batallón. Otras cajas con artículos
de primera necesidad. La siguiente entrega era de frutas y verduras, más de lo que
cualquier persona podría comer en un mes. Un enorme paquete de todo tipo de
carne fresca, la mayoría de la cual tendría que ir al congelador.
Los repartidores le hicieron firmar algo y se marcharon sin decir una palabra más.
Ella se quedó inmóvil en la cocina, rodeada de alimentos, enferma del estómago,
sintiendo que el mundo giraba a su alrededor, sintiendo el frío arrastrarse a sus
huesos.
Sentía las piernas débiles, incapaces de sostenerla. Alcanzó a tientas una silla
cuando sonó el teléfono.
—¿Señorita Thomason? —Una voz masculina. La reconocía, pero no podía ponerle
nombre.
—¿Sí? ¿Quién habla?
—Soy el señor Bent, Señorita Thomason. —Silencio—. De Servicios Mortuorios
Bent. ¿El funeral de su padre ayer?
Su voz sonó sordamente en su oído, porque la verdad la había golpeado como un
martillazo.
Oh Dios. Esa silla era necesaria. Se sentó, casi sin poder respirar. Nick... se había
ido. Le golpeó como un puñetazo en el corazón, exprimiendo todo el aire de su
pecho. Esa era la única explicación de la casa vacía, los suministros de Morristown, a
trescientos kilómetros al sur.
Nick estaba en la carretera y se detuvo en la primera oportunidad para echarle
gasolina y comprarle comida. Un gesto amable para la triste niña abandonada.
Y ahora el señor Bent estaba llamando para decirle que había cambiado de idea y
quería su dinero ahora en lugar de en el transcurso de un año.
Dinero que no tenía.
Era difícil pensar con el dolor de la partida de Nick. Dinero. ¿Cómo podía pensar
en dinero con Nick ido? Apenas podía concentrarse.
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Por supuesto que Nick había pagado. Había vuelto, brevemente. La había
encontrado con el aspecto de una vagabunda abandonada, privada de todo, la había
follado por compasión, comprado algunas provisiones y pagado al factura.
Luego se había ido, por supuesto. ¿Por qué se quedaría?
En algún momento el señor Bent debía haber colgado porque el teléfono en el
suelo dejó de graznar. En algún momento, el sol se movió a través del cielo. En algún
momento, ella dejó de temblar.
En algún momento, reconoció en lo más profundo de sus huesos, y no solo en su
cabeza, que Nick nunca iba a volver.
A medida que la luz se desvanecía del cielo, empezó a nevar y la temperatura en
la casa cayó, se hizo más fría aún. Cuando sus dedos empezaron a doler, se levantó
rígidamente, los músculos y los huesos doloridos.
Se movió lentamente, como si alguien la hubiera golpeado y estuvieran curándose
las heridas. Alguien la había golpeado, por supuesto. Nick. Habría dolido mucho
menos si realmente la hubiera golpeado con un bate de béisbol porque los huesos
rotos se soldaban, con el tiempo. ¿Los corazones rotos? No tanto.
Un instinto animal le dijo que había sido gravemente herida. Algo muy dentro de
ella se había roto. Se arrastró lentamente por la casa, tocando cosas que Nick había
tocado.
No tenía energía para colocar las cantidades enormes de comida. Solo ver toda esa
comida le provocaba náuseas. Apenas se atrevía a mirarla. Se arrastró fuera de la
cocina, cerrando la puerta detrás de ella.
Una por una, cerró todas las puertas de la casa. Todas las habitaciones de abajo,
cerrando las puertas suavemente, sin darse apenas cuenta de lo que estaba haciendo,
sabiendo solo que la casa debería sentirse como ella. Vacía y cerrada.
De alguna manera, estaba oscuro. No tenía energía para encender las luces. De
alguna manera la oscuridad encajaba.
Se detuvo en la parte inferior de la escalera, mirando hacia arriba. Las escaleras
parecían interminables, como si fueran todo el camino hasta el cielo, aunque por
supuesto no había cielo. Solo el primer piso, y su dormitorio. Las escaleras parecían
imposibles de escalar, aunque se las arregló lentamente, paso a paso. Había estado
haciendo lo imposible durante algunos años y podía hacer esto, a pesar de que cada
paso se sentía como escalar una montaña. Sus piernas eran débiles y apenas podían
llevarla. A mitad camino, tuvo que sentarse en un escalón y descansar la cabeza
flotante sobre las rodillas. Después de un rato, se levantó de nuevo, apretó la
barandilla y se irguió, paso a paso. Sentía como si tuviera cien años, finalmente llegó
a lo alto y arrastrando los pies por el pasillo.
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Se detuvo en el umbral de su oscuro dormitorio, cerrando los ojos y tragando con
dificultad.
La habitación olía a él. Olía a hombre primitivo, a sudor masculino, a sexo y al olor
especial de feromonas de Nick que reconocería en cualquier lugar, porque había sido
impreso en su piel y en su mente.
Oh Dios. Tenía que ser rápida antes de derrumbarse y llorar. Si caía sobre la cama
llorando, nunca se levantaría. Lo sentía, sentía en lo profundo de su alma que si se
rendía a la desesperación nunca se recuperaría. No había absolutamente nada en ella
para resistir a la oscuridad. Caería en ella y nunca saldría.
Durante los largos años de cuidar a su padre, había habido un muro dentro de
ella. Fuera, hacía todo lo que debía, cuidaba y amaba la cáscara de un hombre que no
la reconocía. Que había olvidado cómo alimentarse y lavarse. Que requería el
cuidado de un bebé, excepto que era un hombre de setenta kilos. Luego un hombre
de sesenta kilos. Luego de cuarenta y cinco.
Le cuidaba, trataba con los médicos, las facturas médicas y llevaba una casa. Pero
siempre estaba la pared donde podía retirarse detrás, y detrás de esa pared todavía
era Elle Thomason, una joven y luego una mujer con sueños de mujer joven. Detrás
de ese muro, si podía conseguir que su padre durmiera a ratos, era capaz de leer
libros, de reírse con los programas de televisión y de indignarse ante la noticia que
leía en la red.
Había un robot unido al deber delante de la pared, pero detrás, había una persona,
Elle Thomason.
Esa pared se había roto y ahora no había lugar donde esconderse. Nada entre ella
y la fría realidad.
Tenía que salir de aquí. Lo necesitaba como necesitaba el aire. Si seguía
quedándose en esta casa fría, oscura y vacía, con el fantasma de su padre y el
recuerdo de aquellas pocas horas con Nick, horas en la que se había sentido cálida,
atractiva y viva, en las que había sido una mujer y no un desecho patético, moriría.
Simplemente se acurrucaría en una pelota tratando de proteger su destrozado
corazón y nunca se levantaría de nuevo.
Su voluntad de vivir casi había desaparecido y tenía que salir de este lugar antes
de que le chupara la médula de los huesos.
No había ningún plan. Estaba operando exclusivamente con el instinto. Alguna
parte lenta pero tenaz que insistía que se moviera, que escapara.
Empacar no fue difícil. Su vestuario se había reducido a lo básico. Y no quería
llevar mucho, de todos modos. El abrigo con la manga rasgada que debería haber
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llevado al entierro, dos suéteres, tres pares de vaqueros, pijamas calientes, calcetines,
ropa interior, botas. Todo cabía en una mochila grande.
Miró alrededor de la habitación con cuidado. La cama estaba arrugada, sin hacer.
Era casi como un ritual religioso para ella hacer la cama tan pronto como se
levantaba, pero ahí estaba, mantas y sábanas lanzadas en todas direcciones. Podía
ver manchas de semen, y una mancha oscura que era su sangre. Por un segundo, el
deseo de acercarse y enterrarse en la ropa de cama, acurrucarse y respirar el olor de
Nick, fue casi abrumador.
Sin embargo ahí estaba la locura. Había vivido demasiado tiempo con la locura,
sabía exactamente a dónde llevaba. Conducía a la muerte.
No había vida aquí. Solo tristeza y desesperación. Cerró la puerta sin hacer ruido y
se dirigió a la planta baja.
¿Qué más podría necesitar? Documentos. Vaciló frente a la puerta del estudio, y
luego la abrió. Había sido el refugio de su padre. Más tarde, se convirtió en un lugar
de tormento, mientras trataba de encajar la clavija cuadrada de su penuria en el
agujero redondo de las necesidades interminables de su padre. Tragó saliva y entró.
Durante su infancia había adorado venir aquí. La habitación siempre olía a libros,
a cera de limón y a las flores que la señora Gooding cortaba en el jardín. Ahora olía a
moho y polvo.
Comprobó por milésima vez su cuenta bancaria. Solo había un par de cientos de
dólares en la cuenta, libres ahora que el funeral había sido pagado. Y allí estaba la
hipoteca. Hacía tres años había tenido que pedir una hipoteca sobre la casa cuando se
dispararon las necesidades médicas de su padre. El director, a cuyo hijo papá había
ayudado a mantenerse fuera de los problemas con algunos cargos menores por
drogas, había sido muy difícil de tratar. Había conseguido la hipoteca en condiciones
ruinosas y estaba ahogada. La hipoteca era por mucho más de lo que valía la casa.
La casa se estaba cayendo y necesitaba tuberías nuevas, un nuevo tejado y una
nueva caldera. Un nuevo todo, en realidad.
Bueno, el banco podía quedarse con la casa. Ella simplemente se iría. Otros lo
habían hecho y ella también lo haría.
Necesitaba alguna forma de identificación, pero ¿qué? Nunca se había sacado el
permiso de conducir y nunca había estado en el extranjero, por lo que no tenía
pasaporte. Rebuscando en el cajón tocó una pequeña caja y la sacó. Los documentos
de su madre. El pasaporte, permiso de conducir y carné de Kansas. Todo expirado,
pero válidos. Tenía el mismo aspecto que su madre. Muchas personas lo habían
comentado. La fotografía del permiso de conducir era de cuando su madre tenía
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treinta y cinco años y Elle estudió la foto. Su madre realmente había parecido más
joven a los treinta y cinco años que ella a los veinte.
Su madre había sido abogada. Como profesional, había mantenido su apellido de
soltera.
Laura Elle Connolly.
Era factible.
Incluso podía mantener su nombre, decir que utilizaba su segundo nombre. Eso es
lo que haría. Su madre. Se había convertido en Laura Elle Connolly, conocida como
Elle.
El viento sacudió las ventanas y se estremeció. Sentía como si hubiera estado
helada durante años. Dondequiera que fuera, quería mar y calor. O Florida o
California. Había una moneda en el escritorio y lo sostuvo en su puño hasta que se
calentó.
Cara, Florida.
Cruz, California.
La lanzó, la vio girar hasta que la atrapó y abrió el puño.
Cruz.
California entonces.
Hacía dos años, se le había caído uno de los libros favoritos de su padre, una
primera colección de edición de los poemas de Oscar Wilde. Dentro había
encontrado dos billetes nuevos de cien dólares. Los había guardado en el volumen,
jurando usarlos solo en la más extrema emergencia. Bueno, esa emergencia estaba
aquí. El dinero fue a la mochila.
Se colgó la mochila sobre los hombros, salió por la puerta principal, bajó por la
acera a la calle y dejó las llaves en el buzón. La estación de autobuses Greyhound
estaba a diez manzanas de distancia. Lo había comprobado y salía un autobús hacia
San Francisco a las ocho de la tarde, y el precio era más o menos la mitad de lo que
tenía.
Laura Elle Connolly, conocida como Elle, salió de su antigua casa y su antigua
vida, giró a la derecha, y comenzó el largo camino hacia la estación de autobuses y a
su nueva vida.
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Capítulo 5
Fort Bragg
Fayetteville, Carolina del Norte
Tres meses más tarde
Estaba conectado de nuevo, por fin.
Cuando Nick Ross salió cojeando de la sala de reunión, su móvil estaba encerrado
en la mano. No era probable que los soldados de operaciones especiales revelaran
información sensible en sus móviles a sus compañeros, pero solo en caso de que
algún soldado se volviera temporalmente loco, les quitaban sus móviles personales
antes de una gran operación y se los devolvían cuando acababa.
Tenía su conexión con el mundo de vuelta.
Había sido una pesadilla de misión. Tres meses en la jungla en una isla de
Indonesia esperando que un Tango específico apareciera. El Tango se retrasó, por lo
que durante tres largos y miserables meses él y sus tres compañeros de equipo
vivieron en los árboles y en tiendas de camuflaje, comiendo comidas preparadas frías
y cagando detrás de la raíz de un árbol enorme, hasta que las comidas preparadas se
volvieron demasiado gomosas para algún tipo de movimiento de intestino en
absoluto.
Comían mal, dormían mal y vivían como miserables, completamente aislados del
resto del mundo, excepto por la ráfaga diaria cifrada que siempre llevaba el mismo
mensaje: nada.
Hasta hacía tres días cuando el cielo de Indonesia prácticamente se iluminó con la
señal de ¡lo tengo! cuando Abu alWahishi, promoviendo su candidatura para
reemplazar a Osama Bin Laden como rey de los imbéciles, continuó su gira de
reclutamiento en todo el mundo. Lo habían perdido en Yemen y lo habían perdido
por una hora en Somalia, pero no le dejaron pasar de Bandar Island. Sus rasgos
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estaban grabados en las células cerebrales de cada miembro del equipo, hasta la
cicatriz que le corría por su mejilla derecha, cortesía de una bomba que estalló
demasiado pronto y apenas le arañó, y la nariz ligeramente torcida.
Nick había estado al final de sus ocho horas de turno en un mangle cuando un
apareció un camión ZIL y allí estaba, el propio señor Tipo Malo en persona. Nick
tuvo el inmenso placer de ver a alWahishi través de su punto de mira cuando se bajó
del lado del pasajero del ZiL, se estiró y luego cayó como un saco de carne donde
estaba, gracias a un cartucho de 7,62 mm forjado en los viejos Estados Unidos de
América.
Una de las razones por las que habían estado tan incómodos fue que nunca
montaron un campamento. Estaban preparados en todo momento para marcharse al
segundo del aviso y después de que Nick disparara al cabrón justo a través del
puente de la nariz, su cerebro lleno de pus saliendo rápidamente por la parte
posterior de la cabeza, levantaron el campamento inmediatamente y se dirigieron a la
costa a dos clics de distancia.
Pero no antes de que los guardias que rodeaban a alWahishi dispararan varias
ráfagas de sus fusiles AK47. El disparo de Nick había sido silencioso por lo que los
guardias no estaban disparando a algún objetivo que pudieran ver. Disparaban al
azar y maldita sea si una bala no rasgó un pedazo del muslo derecho de Nick,
fallando el hueso y la arteria femoral pero haciendo que le doliera como el infierno
todo el camino hasta la costa, y que casi le hizo desmayarse de dolor en la Zodiac que
se apresuraba sobre el mar picado a donde un helicóptero esperaba en aguas
internacionales para recogerlos.
Por suerte, le inyectaron morfina suficiente en el helicóptero para hacer que el
dolor desapareciera y fue un hombre muy feliz hasta que despertó diecisiete horas
después en el hospital.
Se despertó con un fuerte vendaje en el muslo y en un gran dolor de nuevo, pero
se le dijo que no iba a conseguir más analgésicos hasta que fuera interrogado. Bueno,
ahora que había sido interrogado y se le había ofrecido un alivio del dolor, tenía otras
cosas que hacer.
Algo que había estado queriendo hacer durante tres meses, dos días y diecisiete
horas.
Llamar a Elle.
Estaba perfectamente en su derecho, siempre y cuando no hablara de dónde había
estado o qué había visto o lo que había hecho, lo que era genial. No quieres contarle a
una mujer que te importa eso. Oh, no te he llamado, pero he estado viviendo en un árbol
esperando para disparar al cerebro de un hombre.
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Pero Elle era inteligente. Ella le había deducido que era un soldado, y comprendía
que no podía hablar de ello. ¿Qué más daba de todos modos? Había un montón de
cosas sobre las que hablar, y, bueno, realmente no planeaba hablar mucho. No en el
primer par de días, de todos modos.
Planeaba caminar, llevar a Elle a la cama, y permanecer allí hasta que ambos
estuvieran demasiado doloridos para caminar, el hechizo en la cama solo roto para
comer y dormir. Ah, sí. La idea de llevar a Elle a la cama y permanecer allí durante
mucho, mucho tiempo le había sostenido en los últimos tres meses verdaderamente
horribles.
Estaba destinado a convertirse en Delta. No son muchos los operadores de Delta
Force que tenían novias. La mayoría, como él, tenían compañeras de cama a las que
no les importaba si los hombres entraban y salían de sus vidas, marchándose sin
decir una palabra y apareciendo de nuevo sin previo aviso. Pero algunos tenían
novias. Una pareja se casó incluso.
Nick no había tenido el deseo de una novia estable, pero Elle… Elle era diferente.
No sabía cómo lo harían funcionar, pero lo harían. Tal vez podría convencerla para
mudarse aquí. Había una universidad estatal. Elle siempre había sido una estudiante
de sobresalientes, aprobaría con facilidad cualquier carrera que quisiera. Y Nick
podía verla cada vez que viniera de una operación.
Con todo eso yendo y viniendo, tuvo que poner un poco de vaselina en el objetivo
de su imaginación, porque no muchas mujeres eran felices ante la idea de pensar en
sentarse y esperar a que su hombre volviera, con la esperanza de que no lo hiciera en
una caja de pino. Pero podía convencer a Elle. Ella se preocupaba por él. Lo había
visto en sus ojos, en su toque.
Oh Dios. No pienses en su toque. En esos tres meses aplastando bichos y sorbiendo
comida preparada, no se había atrevido a pensar en ella, porque tendría una erección
y no quería hacer eso en una operación. Estaba viviendo con otros tres hombres, codo
con codo, y no podía hacer algo al respecto, sin que ellos lo supieran. Nick se había
aliviado muchas veces con otros tipos alrededor. Todos lo hacían. La liberación
sexual era un conocido calmante para el estrés. Pero masturbarse pensando en Elle,
mientras los otros tipos escuchaban y hacían bromas. Nop. No podía hacerlo.
Pero ahora no estaba en ninguna operación y pronto iba a ver a la Elle real. Con un
poco de suerte podría convencerla de mudarse aquí, porque la idea de conducir
catorce horas hasta Lawrence hacía que su pierna le doliera con solo pensar en ello.
Pero lo haría si tenía que hacerlo. O volaría al aeropuerto de Kansas City, y luego
alquilaría un coche hasta Lawrence.
Sin embargo iba a funcionar, iba a estar con ella antes de la puesta de sol.
Oh, sí.
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Había memorizado el número de su casa y el número de móvil. Lo intentó en casa
primero y consiguió el primero de una serie de golpes.
Este número ha sido desconectado.
Eso le asustó. ¿Su teléfono había sido cortado porque no podía permitirse el lujo
de pagar la cuenta? ¡Joder! No había tenido tiempo para volcar dinero en su cuenta
antes de salir para la operación.
Luego entró en DefCon 1 cuando averiguó que su móvil también estaba cortado.
Número inexistente.
La buscó en Google desde su móvil y casi se desmayó de alivio cuando nada
apareció. Así que no había tenido un accidente. No estaba, tragó saliva para pasar la
roca seca que de repente había aparecido en su garganta, muerta.
Pero sin duda le haría mucha falta el dinero. Había estado pensando en hacer esto
y lamentaba llegar tan malditamente tarde. ¿Quién sabía que iba a ser enviado a la
operación más larga de su vida? Iba a transferir el contenido de su cuenta bancaria a
la suya. Él no necesitaba dinero. Estaba allí, en su cuenta. Que ella lo tuviera.
En primer lugar, comprobó lo que ella tenía en el banco.
Sabía el número de su cuenta bancaria. Era un banco local y sus cortafuegos eran
patéticos. Los pirateó fácilmente y luego se quedó mirando la pantalla.
Elle había cerrado su cuenta. Hacía tres putos meses.
Ahora estaba asustado. Una revisión rápida mostró que la luz había sido cortada
hacía tres meses. Jesús. Por una corazonada revisó las escrituras de propiedad y se
quedó mirando. El banco poseía su casa. La hipoteca realizada sobre la casa hacía
tres años había sido ejecutada. No se le había ocurrido que tuviera una hipoteca
sobre la casa, pero tenía sentido si ella hubiera estado teniendo problemas de dinero
relacionados con el juez.
Hizo una mueca al ver la cantidad. Más de cien mil. Bueno, lo arreglarían.
O no. Porque Elle no había estado haciendo los pagos. Ahora la casa técnicamente
pertenecía al banco. Había mucha gente que todavía vivía en casas embargadas, pero
no sin electricidad. No en medio del invierno. Su piel le picaba con ansiedad.
Si esto fuera una operación, podría enviar un avión no tripulado sobre la casa,
buscar signos de vida. Un cuidado jardín, el humo de la chimenea. Un drone de
noche con infrarrojos e imagen térmica y podría ver si alguien estaba viviendo allí.
Incluso podría discernir la luz de las velas.
Mierda. No era una imagen que quisiera en la cabeza. Elle, acurrucada en una casa
fría y oscura iluminada solo por la luz de las velas.
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No había duda de que iba a ir a Lawrence. Tenía que llegar y rápido. Una revisión
rápida y descubrió que podía enganchar una serie de viajes en helicóptero desde aquí
a Kansas City y alquilar un coche desde allí. Podría estar en Lawrence a las cinco.
Los vuelos eran incómodos y se lastimó la pierna, pero no se dio cuenta.
Simplemente se hundió en sí mismo a medida que iba al noroeste, repasando una y
otra vez el mismo conjunto de hechos que no tenían sentido. O tenía un sentido
horrible, dependiendo.
Porque, bueno, no había otro escenario zumbando su cabeza tan fuerte que tenía
problemas para pensar en otra cosa. La casa y todo lo relacionado con ella habían
sido abandonados hacía tres meses, exactamente cuándo Nick la había abandonado.
Él no la había abandonado, no realmente, había tenido la intención de volver, incluso
le había dejado una nota ilegal, pero el quid de la cuestión era, que la había dejado. Y
aunque la nota ya era demasiado, no daba exactamente un montón de información.
Abandonada en el día más bajo de su vida. Dejada sola en una casa fría y vacía el
día después de enterrar a su padre. Visto de esa manera, bueno, no era bonito.
Porque un montón de cosas malas pueden suceder a las personas afectadas por un
golpe cuando ya estaban caídos.
Él no se había preocupado por ella en toda la operación. Lo único que le había
preocupado era su habitual, a) acabar la misión y b) volver a casa con vida. Elle había
estado allí como una piruleta que iba a regalarse a sí mismo cuando hubiera hecho
bien su trabajo.
Se había obligado a asegurarse de acabar su misión y poder llevar su culo de
vuelta a casa sano y salvo, y sabía que en cuanto tuviera la oportunidad, iba a volver
a Lawrence.
Pero había otro escenario posible. Y en ese escenario, el abandono de Nick era
demasiado para ella y…
No vayas allí.
Pero fue allí de todos modos.
Porque lo que le estaba quemando por dentro, hasta el punto de que se inclinó
hacia delante en los helicópteros como si pudiera hacerlos volar más rápido, y
condujo casi al doble del límite de velocidad una vez que estuvo en el suelo, era una
imagen muy clara de que lo que podría haber en esa casa no aparecería en los
infrarrojos.
Un cadáver.
Era casi de noche cuando subió por el camino de acceso, salió tropezando del
coche olvidando cerrar la puerta y cojeó tan rápido como pudo hacia la puerta
principal. Nadie respondió al timbre. En ese momento, no esperaba a nadie. La
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Aquí no había nada. Aquí fue donde aceptó plenamente que Elle había
desaparecido. Ella siempre había sido tan ordenada, el hecho de que la habitación
fuera un desastre, que no hubiera sido limpiada, era como el último clavo en un
ataúd.
Revisó el armario, haciendo una mueca por la poca ropa que tenía. En una ocasión
había tenido el armario de una princesa. Solía bromear con ella acerca de su ropa y
ella se reía. Había sido joven, bonita y rica. Por supuesto que le gustaba la ropa.
Ahora su vestuario se reducía a unos pocos artículos de uso diario baratos y eso era
todo.
No tenía forma de saber si había empacado una bolsa, no había forma de saber lo
que faltaba. No había forma de saber si se había ido con las manos vacías.
Aquí había desesperación, podía sentirla, podía oler el leve olor a carne podrida
que venía de abajo. Había habido una breve alegría cuando tuvieron sexo, pero había
sido reemplazada por la desesperanza. Nick casi podía ver a Elle vagando por la casa
vacía buscándole.
Sin encontrarle.
Tocó la cama sin hacer, la rodeó y fue entonces cuando encontró su nota. En el
suelo, boca abajo. ¿La había visto ella? Tanto si la había visto como si no, la había
dejado caer al suelo, la había dejado atrás. Lo que fuera. No le había esperado.
Su pierna se dobló, simplemente no podía sostenerlo más.
Llegó a la cama y se desplomó.
Elle no tenía parientes. Nick lo sabía. No había tías, ni tíos, ni primos. Solo habían
sido el juez y ella. Sabía que la enfermedad del juez le había separado del resto del
mundo. Si tenía amigos a los que acudir, no tenía ni idea de quiénes eran. Su portátil
no estaba. Por lo que él sabía, era básicamente la única cosa que se había llevado con
ella.
No tenía ni idea de dónde estaba. Por lo que sabía, estaba muerta de hambre en la
nieve en algún lugar. Ese pensamiento fue aniquilado de su cabeza, pronto, porque
era demasiado doloroso contemplarlo siquiera. Pero el eco permanecía. Una cosa era
segura, donde quiera que estuviera, estaba herida.
Él también.
Se sentó durante toda la noche en el nido de la ropa de cama que habían hecho, la
cabeza gacha, sin pensar, solo sintiendo. Retorciendo la nota en sus manos.
Dándose cuenta con cada latido doloroso de su corazón que Elle Thomason se
había alejado de él para siempre.
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Capítulo 6
Palo Alto, California
Diez años más tarde
La vista era borrosa, como si estuviera bajo el agua en un pantano. Los hombres
se movían con rapidez, sus movimientos exagerados, como hormigas en un
hormiguero removido por un palo. Una sirena sonaba como un lamento, llenando el
aire.
Estaba siguiendo a un hombre en particular, no alto pero inmensamente fuerte, de
hombros gruesos y tórax de tonel, con tres estrellas rojas en el cuello. Él estaba al
mando, su lenguaje corporal era el de la dominación, el lenguaje corporal de los que
le rodeaban el de sumisión extrema.
El hombre a cargo señaló imperiosamente, pero ella no pudo distinguir a qué.
Había dos puertas, lado a lado, y un enorme cartel en el centro con dos flechas, una
apuntando hacia la derecha y otra a la izquierda. La escritura era extraña, un alfabeto
totalmente extranjero, con palabras que iban de arriba abajo y no de izquierda a
derecha.
La columna de soldados no lo dudó. Entraron por la puerta de la derecha a la
carrera. Disciplinados y rápidos.
Debo seguirlos, pensó, pero la escena ya estaba cambiando mientras se movía más
allá de la puerta por un pasillo blanco. Los hombres ya estaban al final del pasillo,
delante de una puerta de acero como la bóveda de un banco. Una pantalla estaba a la
derecha. Tenía marcas extrañas. El comandante de los soldados se subió la manga,
tecleó los números en un teclado sobre la piel y golpeó la palma de la mano contra la
pantalla.
Incluso por encima de la sirena que aullaba, el silbido hidráulico de una cerradura
abriéndose fue ruidoso. Dos clangs apagados y la puerta comenzó a abrirse
lentamente hacia afuera. Hubo un gran cambio en la presión del aire desde el
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
corredor a lo que había detrás de la puerta. El aire detrás de la puerta estaba a una
presión mucho más baja y fue como si un viento repentino presionara contra las
espaldas de los soldados, el aire a alta presión fluyó en la habitación detrás de la
puerta.
Ella no podía sentir la diferencia en la presión del aire, por supuesto, pero los
uniformes de los soldados se aplastaron contra sus espaldas. Un soldado, tomado
por sorpresa, se tambaleó.
La puerta de la bóveda del banco continuó su progresión suave hacia el exterior.
Lo que había más allá de la puerta sería visible en un momento o dos. Mentalmente
se inclinó hacia delante, ansiosa. Había viajado casi diez mil millas para ver detrás de
esa puerta. Alcanzó el punto medio y empezó a golpear a la derecha, y pudo ver dos
carriles enormes con un motor electromagnético en la parte posterior. Los soldados
corrieron al interior y tomaron las estaciones alrededor de la enorme pieza de
maquinaria, de espaldas a ella, los rifles apuntaban hacia afuera. Su líder se adelantó
y…
OSCURIDAD.
Un profundo remolino de negrura.
Una oleada nauseabunda...
—¿… todo bien? —Un golpeteo de su mejilla—. ¿Elle? ¿Elle? ¡Háblame!
Estaba débil, incapaz de moverse. Manos, pies, cuello todo sin respuesta. Abrió los
ojos para ver una cara bonita cernirse ansiosa sobre ella.
—¿Elle? ¿Puedes oírme?
—Sí. —Salió un graznido ininteligible. Tosió—. Puedo oírte. —Los rasgos de la
cara ansiosa eran familiares, trabajaban juntas, era mejor amiga—. Sophie.
El rostro de Sophie se suavizó al instante, las líneas de ansiedad desaparecieron.
—Guau, me has asustado. No podíamos despertarte. —Sophie miró a su
alrededor, dio unos golpecitos en la ventana que conectaba con la sala contigua
donde estaban los paneles de control—. La doctora Connolly está despierta. ¿El IRMf
muestra un cambio de estado?
Una voz sin cuerpo respondió.
—Sí. Participación subdural. Las circunvoluciones del hipocampo se iluminaron
como un árbol de Navidad.
—Gracias, Rahjiv. Guarda los datos y los cotejaremos con los demás mañana. Creo
que podemos terminar con esto por hoy. Podéis iros a casa.
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Lisa Marie Rice
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—¿Qué…? —La boca de Elle estaba tan seca que tenía problemas para articular—.
¿Qué hora es?
—Siete y media, de la tarde. Has estado fuera durante casi seis horas.
Elle cerró los ojos, tratando de asimilar esa información. Seis horas fuera de su
cuerpo. Este era el tercer experimento controlado de una experiencia fuera del
cuerpo. Esta vez con coordenadas específicas. Ella había ido muy lejos, le había
llevado mucho tiempo llegar allí y mucho tiempo volver.
Había que volver. La inyección del SL—61, un fármaco experimental para mejorar
las habilidades psíquicas. Ella había estado conectada a monitores sanguíneos, a un
EEG, a un ECG4, y a una mini IRMf. Y estaba atada. Antes de que pudiera pensar en
tirar de las ataduras, de luchar contra ellas, la muñeca, el tobillo y las restricciones
del cuello fueron soltados con un fuerte chasquido.
Unas manos firmes se apoyaron en su espalda y luchó contra el mareo mientras se
sentaba. Desorientación, náuseas… todo eso formaba parte de la mezcla. El precio a
pagar.
—¿Qué… ? —La lengua de Elle era demasiado gruesa como para completar las
palabras. Sophie le sostuvo la cabeza y le llevó un vaso de agua a la boca. Agua
helada, bajando como un sueño—. ¿Qué dicen las lecturas?
—Enorme actividad cerebral. Pero tu cuerpo se aisló. Presión sanguínea 80 sobre
60, frecuencia cardiaca 60, temperatura 35,5 grados. Ningún cambio en las seis horas.
—Los profundos ojos azules de Sophie, cálidos y fuertes, la examinaron con cuidado,
de nuevo ansiosa—. Estábamos muy preocupados.
Seis horas. Vaya. Los desplazamientos registrados de Elle tan lejos, a San Francisco
y Boston, solo habían tomado unas pocas horas. Y nunca se había sentido tan agotada
como ahora.
—Esa nueva iteración de SL es muy poderosa.
Sophie dejó escapar un suspiro.
—Tenemos que retocarlo. No todo el mundo reaccionaría tan bien como tú.
Estaban trabajando en una investigación de vanguardia. Un joven interno del
equipo bromeó acerca de trabajar en un proyecto que ganaría el Nobel en veinte
años. Nadie se había reído.
Elle y Sophie habían conseguido su doctorado en Stanford, Elle en neurobiología y
Sophie en virología, con disertaciones que formaban la columna vertebral del
Proyecto Delphi. Estaba dirigido por un pequeño laboratorio especializado llamado
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EEG=electroencefalograma
EKG=electrocardiograma
MRI=resonancia magnética
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Elle pasó las piernas sobre el lado de la cama, poniendo los pies cuidadosamente
en el suelo y comprobando si soportaban su peso. Casi se había provocado una
conmoción cerebral en la última prueba, tratando de ponerse de pie y luego cayendo
directamente al suelo.
Sus experiencias fuera del cuerpo consumían una enorme cantidad de energía. Las
enzimas en su cuerpo mostraban que era el equivalente a correr una maratón. En una
prueba se demostró que había perdido medio kilo.
Trató de levantarse, pero sus piernas no la sostenían por el momento. Sophie
intentó y falló en mantener la separación científica en su voz. Echó un vistazo a su
tablet, luego alzó la mirada.
—¿Y bien? —Se aclaró la garganta y se mordió los labios—. ¿Lo hiciste? ¿Estuviste
allí?
Este era el viaje más largo en la experiencia de Elle, el viaje más largo en la historia
de la proyección grabada. A medio mundo de distancia, a un punto específico que
Elle nunca había visto, y casi no podía imaginar. Simplemente sobre la base de
coordenadas GPS y una fotografía Keyhole 15 de un complejo que estaba en su
mayor parte bajo tierra.
—Lo hice —respondió suavemente. Movió la cabeza a la izquierda luego a la
derecha, sintiendo que los tendones saltaban. Volver siempre era duro. Mucho más
duro esta vez, teniendo en cuenta a dónde había ido.
—¡Sí! —Sophie sonrió y levantó el puño. Luego ya sobria, miró a su alrededor con
inquietud. Cada palabra estaba siendo grabada—. Cariño, el protocolo dice que
tengo que interrogarte de inmediato, pero estás pálida. ¿Tal vez podríamos hacerlo
mañana?
—No. —Siempre que estuviera sentada, podía hacerlo. Quería pegarse al
protocolo tanto como fuera posible. Además, necesitaba sacarlo. Sophie lo
entendería.
Elle cerró los ojos y pensó. A diferencia de los sueños, sus Sueños no se alejaban
rápidamente en el olvido. La mayoría de ellos eran imágenes y permanecían.
—Oscuridad —dijo en voz baja—. Así que debe haber sido de noche. Todo era
extraño y diferente. Las formas de las cosas, el alfabeto.
—¿El que estudiaste?
Elle asintió.
—Mongolia. —Se estremeció. Su alma o la parte que fuera, había viajado lejos,
muy lejos. Se sentía perdida y desorientada. Completamente fuera de sí misma. La
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debilidad de sus piernas era bastante mala, pero también había un vacío dentro de su
pecho, como si sus órganos internos hubieran desaparecido.
La desorientación era completa. Dolía moverse, pero aun así levantó la cabeza,
tratando de concentrarse en lo que la rodeaba. Al mirar alrededor, todo parecía
nuevo. Un laboratorio en el que había trabajado todos los días durante el pasado año
se veía extraño, raro. Diferente y algo irreal.
Elle cerró los ojos cuando la habitación empezó a girar, abriéndolos cuando oyó la
voz de Sophie.
El protocolo decía que debía haber al menos dos investigadores presentes durante
interrogatorio, pero estaban en inferioridad numérica debido a que tres
investigadores no habían aparecido.
—Y estabas…
—En una instalación. Una instalación militar. Parecía un complejo de
investigación. —Al informar, empezó a volver en sí misma, el mundo volvió a
completase, cada vez fue un poco más real—. Vi el símbolo de la Fuerza de Defensa
de Mongolia, su ejército. Y estaban las banderas rojas y azules de la República de
Mongolia sobre astas.
Sophie estaba tecleando en su tablet.
—Está bien. ¿Estabas siguiendo a una persona en particular?
—Sí. Un hombre muy ancho de hombros, de mediana estatura. Con un uniforme
militar gris y verde. Tenía tres estrellas en el cuello.
—Le buscaremos −murmuró Sophie.
—Bien, obviamente, era el oficial al mando. Guió a sus hombres a un ataque
contra las instalaciones. Llegaron por un río o una alcantarilla profunda. No podría
decirlo. Cuando sonó la alarma corrían a través de un laboratorio. Pero no se
quedaron allí, fueron hacia una puerta al otro lado, y luego rectos hacia una puerta
blindada. Deben de haber estado probando material peligroso detrás de la puerta,
porque el laboratorio tenía presión negativa. Los uniformes de los soldados se
aplastaron contra sus espaldas cuando entró el aire. El hombre tenía el código.
Cuando se abrió, esperó mientras sus hombres entraban. Debía haber veinte
soldados con él. Cuando todo el mundo entró, él cerró la puerta.
—¿Viste lo que había detrás de la puerta? —preguntó Sophie.
—Oh, sí. —La voz de Elle era suave—. Una enorme pieza de maquinaria. Un
cañón de riel5. Parecía que podría ser funcional.
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El cañón de riel (rail gun) es un arma eléctrica que por medio de un campo magnético dispara proyectiles
metálicos a alta velocidad.
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La boca de Sophie hizo una O.
—Un cañón de riel—repitió ella lentamente y Elle asintió.
Los cañones de riel eran el santo grial de la investigación militar en todas partes.
Eran raíles cargados electrostáticamente que podían lanzar proyectiles a más de once
mil kilómetros por hora. Tenían muy pocas partes móviles y, al funcionar por medio
de la electricidad, eliminaba los explosivos, por lo que lo hacían invulnerable a la
detección del enemigo.
La idea de cañones de riel había comenzado alrededor de unos cien años. Era una
pieza increíblemente compleja de la maquinaria. El primer poder en desarrollar uno
tendría un arma poderosa que podría lanzar ataques devastadores a miles de
kilómetros de distancia y sin embargo no ser detectados.
Elle se encontró con los ojos de Sophie. Ambas habían sospechado desde hacía
tiempo que la investigación que estaban llevando a cabo era para fines militares.
Habían establecido un sistema de correo electrónico seguro para comunicarse entre sí
sus sospechas. Esto era más o menos la confirmación.
Elle había sido enviada en un reconocimiento militar.
Estaba claro para ambas que tenían que fingir que no entendía el significado de lo
que Elle había visto. Tenían que salir y hablar de esto en privado.
Elle bostezó levantando los puños al aire.
—Lo siento —dijo, con una sonrisa tímida en su rostro—. Estoy realmente
cansada.
—¿Qué necesitas? —Sophie le puso una mano sobre el hombro. Por lo general Elle
estaba hambrienta y sedienta cuando regresaba de un viaje de un par de horas.
Ahora había estado fuera seis.
—Como siempre, tengo hambre y sed —dijo Elle como tapadera. Comida y bebida
era lo último que quería—. Y quiero ir a casa. Descansar.
—Claro. Voy a traerte un poco de agua.
Elle no tenía hambre o sed, estaba agotada. Y tenía que ir al baño. Se encargó de
sus necesidades físicas en el pequeño cuarto de baño contiguo al laboratorio, se lavó
la cara y luego se miró en el espejo.
El funcionamiento del arma se basa en el principio del motor homopolar: un par de conductores paralelos (los
rieles) son alimentados por una corriente eléctrica. El proyectil se coloca haciendo contacto con ambos, para
cerrar el circuito. La corriente que se produce interactúa con los fuertes campos magnéticos generados por el
paso de la electricidad a través de los conductores y esto acelera el proyectil linealmente en la dirección de los
rieles.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ca%C3%B1%C3%B3n_de_riel
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que había sucedido, pero Cora entendió muy bien que estaba huyendo de algo. Cora
no preguntó y Elle no se lo contó.
Cuando llegaron a la estación de autobuses de Castro, el hijo de Cora, Darryl, les
estaba esperando. Cora exigió que Darryl le diera un puesto de trabajo y el uso de
una habitación justo encima del barrestaurante que Darryl dirigía en el Tenderloin.
Elle pasó los siguientes cinco años en el bar trabajando para Darryl. Después de la
primera semana, le dio un aumento, diciendo que nunca había conocido a nadie que
trabajara tan duro.
Bueno, el trabajo duro era lo que Elle hacía. Lo había hecho de forma gratuita
antes y que le pagaran por ello era un plus.
Darryl no siempre había sido un ciudadano modelo y una vez comprendió que
ella no tenía una verdadera identidad, se puso a trabajar con sus contactos
clandestinos y pronto tuvo una identificación legítima como Elle Connolly, residente
de California.
Se matriculó como estudiante a tiempo parcial en la Universidad local y bordó
todos los cursos, no se había dado cuenta de lo increíblemente hambrienta que había
estado de la estimulación intelectual. En el momento que obtuvo su título en
biología, tenía tres ofertas de una beca completa a Stanford. Darryl siempre decía que
se alegraba de que su madre hubiera vivido lo suficiente para verla graduarse. Cora
había estado allí, radiante en su silla de ruedas durante la ceremonia de graduación.
En la universidad ya no podía ignorar sus Sueños, y cuando llegó a Stanford, tenía
un interés profesional en ellos. Parecía que había un grupo no oficial interesado en
las bases neurológicas de habilidades paranormales, y para su asombro, una gran
empresa farmacéutica multinacional se lanzó y financió un grupo oficial de
investigación. Una IRMf mostró que los sujetos de investigación compartían ciertas
características comunes.
Como Sophie, Elle firmó como conejillo de indias e investigadora, y descubrió que
muchos de los investigadores tenían un punto caliente en la cabeza y habilidades que
habían aprendido a mantener en secreto. Todos estaban muy interesados en el
proyecto y trabajaban largas horas, como Elle misma.
Esta era la cuarta vez que se había puesto a sí misma en un estado de Sueño
controlado durante el día, y cada vez era completamente agotador. Claramente,
cuando Soñaba de noche, su cuerpo tenía tiempo durante el sueño para recuperar sus
energías. Los análisis de sangre mostraban una disminución de los glóbulos rojos
después de cada Sueño.
Sophie volvió a entrar, dándole otro vaso de agua con hielo y tocándole
suavemente el brazo. Sophie no tocaba mucho a la gente. Elle se había dado cuenta. Y
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como ella, Sophie no salía mucho. La mano de Sophie sobre su brazo era cálida, algo
inusual, y sostuvo a Elle mientras bebía el vaso de agua.
Por algún truco, la mano caliente y el agua fría parecieron reanimarla. Un poco. Lo
suficiente como para sonreír a Sophie y fingir que estaba mucho mejor.
—Gracias —sonrió y las arrugas de preocupación en el rostro de Sophie se
suavizaron. Levantó la mano y Elle inmediatamente sintió el frío.
Sospechaba que Sophie era una sanadora, pero entendía completamente si quería
mantenerlo en secreto por ahora. Sophie tenía el mismo punto caliente en su cerebro
que todos los demás en el programa.
—¿Estás bien para ir a casa? —Sophie frunció el ceño, levantando la mano
preguntándose si debía tocarla subrepticiamente de nuevo—. ¿Quieres que te lleve?
Podría recogerte mañana por la mañana y traerte.
—¿No dijiste que tenías un poco de trabajo en casa para terminar mañana por la
mañana?
—Bueno, sí. Pero nada que no se puede postergar.
Elle enderezó la espalda. Se sentía débil y mareada, pero no iba a hacer que Sophie
condujera mañana por la mañana solo por ella.
—No, estoy bien. Nos vemos mañana por la tarde en el laboratorio, ¿de acuerdo?
Otra mirada escrutadora y Sophie se relajó.
—Está bien. Nos vemos mañana.
Cuando se fue, Elle se quedó sentada otros diez minutos, luego se dio cuenta de
que tenía que ir a casa ahora o se dormiría en el laboratorio. No sería la primera vez.
Pero en este momento, quería con fuerza su pequeño apartamento, su familiaridad y
sus comodidades.
Llegó a casa antes de derrumbarse. Justo. Entró directamente hacia el sofá, dejó
caer el bolso y el maletín en el suelo y cayó sobre él, en lugar de sentarse. Inclinó la
cabeza hacia atrás, tratando de dejar que las últimas veinticuatro horas
desaparecieran.
Tenía que tomar una ducha y tenía que comer, pero ahora estaba demasiado
cansada como para hacer otra cosa que sentarse allí, mirando al techo.
Le recordaba a su primer año en San Francisco, haciendo de camarera durante el
día, asistiendo a cursos nocturnos. Sin embargo, había sido más joven, y más fuerte.
Y excitada ante la idea de conseguir su título. De vuelta a San Francisco, había estado
alimentada por la energía de la exploración del mundo, después de tantos años en un
estado de estancamiento, al cuidado de su padre. Se había imaginado que por fin
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empezaría a… vivir. Estudiar, encontrar un trabajo que amaba y un hombre al que
pudiera amar. Iniciar una familia, al igual que todos los demás.
El estudio y el trabajo habían funcionado. La familia, no tanto.
En realidad, no había tenido mucha vida amorosa. Para ser brutalmente honesta,
no había tenido ningún tipo de vida amorosa.
Cuando se miraba en el espejo, veía a una mujer atractiva. A juzgar por la forma
en que los hombres reaccionan a ella, sabía que la encontraban atractiva. Al principio
fue a toneladas de citas, con cada chico que la invitaba a salir. Estaba ansiosa por
empezar a salir, porque lo que Nick le había mostrado era tan atractivo, que sabía
que quería más.
Salvo que parecía que el sexo que había tenido con Nick era exclusivo de él. Para
su horror, nadie se acercaba ni siquiera a hacerla sentir como él lo había hecho.
Realmente había sentido repulsión con un montón de chicos, sin querer que la
tocaran.
No era gay, por lo que estaba fuera. Era una cerradura heterosexual, y la única
llave que la abría se había ido, para siempre. Así que, todas las noches, llegaba a su
bonito y pequeño apartamento y trataba de no desear no estar tan implacablemente
sola.
Estaba tan cansada que se quedó dormida, allí mismo, en el sofá con el abrigo
puesto. Y soñó.
Era ese día de nuevo. Lo había revivido sin cesar en los últimos diez años.
Después de meses de clima frío y gris, finalmente hacía calor de nuevo. El sol brillaba sobre
la nieve e iluminaba el dormitorio con una luz brillante que resplandecía incluso detrás de los
párpados cerrados.
Sonrió, bostezó, se estiró. Dramáticamente tiró las mantas.
Sonrió un poco más. Su cuerpo se sentía dolorido, utilizado, genial. La calidez del toque de
Nick todavía permanecía. Cálida. Estaba cálida hasta los huesos. Cálida y… y ligera. Una
gran carga pesada se había levantado y podía moverse con facilidad.
Abrió los ojos y miró la cama deshecha, los pliegues de las sábanas y mantas que creaban
luces y sombras dramáticas a la brillante luz de la mañana. Las cosas brillaban en su
dormitorio, el sol capturaba reflejos en un vaso de plata, el espejo de la cómoda, la lámpara de
latón.
Ella brillaba. Se sentía toda brillante y nueva.
Y tenía un amor nuevo y brillante. Nick.
Quién no se encontraba en el dormitorio o el cuarto de baño.
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O abajo.
Su corazón latía rápido ahora, al ritmo de un peligro inminente. El latido del miedo. Buscó
y buscó, el tamborileo de su corazón cubrió el helado silencio de la casa. Sus mejillas estaban
mojadas, mientras gritaba el nombre de Nick. Se limpió las mejillas con impaciencia, los
latidos de su corazón tan fuertes en sus oídos que sonaban…
Elle se despertó, jadeando ruidosamente en el silencio de la noche. Avergonzada
de, una vez más, despertarse con lágrimas en los ojos. Podía mantener las lágrimas a
raya con facilidad durante el día. Prefería someterse a la tortura que llorar. Pero por
la noche, mientras dormía, era sorprendida con las defensas bajas y lo odiaba.
El sonido no se detuvo. Siempre necesitaba un minuto o dos para volver en sí
misma, ya fuera porque se había perdido en un sueño o un Sueño.
Buscó su bolso, las manos torpes, otro resto del estado de sueño. Miró la pantalla y
vio la foto de la cara sonriente de Sophie, la mano sostenía una copa de champán en
lo alto, una imagen que Elle había tomado en la recepción organizada por Arka para
el lanzamiento inicial del programa.
Tosió para aflojar la garganta y que no sonara tan grogui y pulsó el botón de no—
imagen para que Sophie no le viera la cara con los rastros de lágrimas. Diría que se
acababa de poner una mascarilla.
—Hey, Soph —dijo despreocupada—. Que…
—Elle escúchame, porque no tengo mucho tiempo. Ponme en video. —Elle pulsó y
el rostro pálido de Sophie apareció, subiendo y bajando mientras se movía por su
dormitorio. Estaba pálida, sudada y tenía los ojos muy abiertos y asustados. Su voz
era un susurro, el tono áspero por la ansiedad. Ella miró rápidamente por encima de
su hombro, y luego de nuevo a la pantalla—. Les y Roger no están haciendo novillos.
Y también Moira ha desaparecido. Han sido capturados y… y llevados a algún sitio.
No sé dónde y no es bueno, Elle. Es como si estuvieran siendo…. reunidos. —Se
movía frenéticamente, de habitación en habitación—. Recibí una llamada hace un
rato del cuarto de Nancy, que recibió una llamada de Moira. Fueron solo unos
segundos, pero Nancy dijo que había hombres vestidos de negro en su casa. Estaban
armados. Estaba escondida en el armario. Ahora no contesta, su teléfono está muerto.
Y Moira, Les, y Roger también están ilocalizables. Escucha, Elle, lárgate. Lárgate lo
más rápido que puedas. No sé quiénes son, pero no es bueno. Y Nancy dijo a Moira
que nuestros sensores son dispositivos de localización. Yo no… —Se congeló. Incluso
Elle oyó el ruido de fondo. Algo estrellándose contra el suelo.
No había ni siquiera una pretensión de sigilo, lo que asustó a Elle aún más.
La imagen en su teléfono era borrosa, sombras apareciendo de repente.
—Saca el sensor, tira tu teléfono y lárgate. —Gritó Sophie y su teléfono se cortó.
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Elle sostenía su propio teléfono en una mano temblorosa, una delgada losa de
plástico transparente que se había vuelto inexplicablemente tan peligrosa como una
serpiente de cascabel.
Abrió la mano y lo dejó caer al suelo. No se rompió, por supuesto. Era de última
generación y había vídeos por toda la red de que funcionaba incluso después de
haber recibido un disparo. Estaba hecho del mismo polímero que los chalecos a
prueba de explosiones usados por artificieros.
Brillaba en el suelo. Podrían rastrearla a través de él.
¡Largarse!
Bien pensado. Irse, escapar. Pero no si ella tenía algo dentro que pudiera
permitirles rastrearla.
No encendió las luces, pero no era necesario. Conocía cada centímetro de su casa.
Corrió a la cocina, sacó un pequeño cuchillo que mantenía muy afilado y corrió al
baño del dormitorio. No tenía ventana exterior, por lo que una vez que cerrara la
puerta, ninguna luz la traicionaría si alguien estaba mirando fuera.
¡De prisa de prisa de prisa! Canturreaba para sí misma mientras se rociaba su bíceps
izquierdo con desinfectante. Presionó el dedo sobre el hueco casi invisible en su piel
y sintió… un diminuto chip que Corona había dicho era un biosensor. Los
biosensores debían ser extirpados quirúrgicamente después de un año y las
grabaciones se colocaban en un gráfico.
Fue al azar. La mitad del personal de los voluntarios había tomado SL—61, el
fármaco experimental y la otra mitad placebos. Elle no tenía ni idea de en qué parte
estaba, pero no había ninguna diferencia si el sensor era también un chip rastreador.
Tenía que sacarlo, ahora.
No había nada para aliviar el dolor. Solo tenía un botiquín de primeros auxilios
rudimentario en el baño. Pero sobre todo, no tenía tiempo.
Apretando los dientes, deslizó el cuchillo en la piel y se detuvo, con gotas de
sudor sobre la frente, tratando de acostumbrarse al dolor al rojo vivo, casi eléctrico.
No había modo de acostumbrarse a ello. Solo había un modo de hacerlo lo antes
posible. Giró la punta del cuchillo y cortó en ángulo recto, luego se detuvo, con la
cabeza inclinada sobre el lavabo. El dolor era tan fuerte que era nauseabundo. Esperó
a que las náuseas pasaran, apartó la parte del musculo que había cortado, buscó en la
carne ensangrentada del bíceps con el pulgar y el dedo índice. Estaba más profundo
de lo que pensaba y tuvo que escarbar para encontrarlo. Dos veces tuvo que parar
porque estaba a punto de desmayarse.
Por fin, su uña índice tocó el borde del sensor. Había metido el dedo casi hasta el
primer nudillo. Levantó la mirada. El espejo mostraba su rostro exangüe, los labios
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blancos, el rostro pálido por el dolor. Inhalando profundamente, curvó el dedo bajo
el extremo del chip y tiró.
Gritó, doblando las rodillas. Solo su brazo izquierdo enganchado sobre la taza le
impidió caer al suelo. ¡Dolía! Mucho más que cortarse. Se sentía como si cables
eléctricos transmitieran dolor al hueso.
Dios. ¡Sophie dijo que me diera prisa! Pero no podía ir a cualquier parte, siempre y
cuando tuviera esta cosa dentro de ella. Hubo un sonido agudo en el interior del
cuarto de baño y le llevó un minuto entero darse cuenta de que era su propia voz,
jadeando y sollozando de dolor.
No podía sacar el dedo de la carne porque nunca tendría las agallas de hundirlo
de nuevo. Con la mano derecha tiró, con más y más fuerza, sintiendo la resistencia
del chip, casi como si estuviera vivo.
Esto no estaba funcionando. ¿Estaba más profundo de lo que pensaba? Pero no,
podía sentirlo. Ya debería haber salido. Con la mano izquierda sacó una toalla limpia
del armario, se la metió en la boca y antes de que pudiera repensarlo, apoyó los pies
y tiró tan fuerte como pudo. La toallita amortiguó sus gritos mientras inclinaba la
cabeza hacia atrás, incapaz de respirar por el dolor.
La cabeza le daba vueltas y puntos negros bailaban ante sus ojos. Estaba a un paso
de desmayarse cuando el chip se movió bajo su dedo. Tiró con más fuerza, el dolor
tan agudo que se sentía casi como un ser vivo, luego se tambaleó hacia atrás cuando
por fin lo sacó.
Escupió la toallita, la cabeza colgando sobre el lavabo, jadeando ruidosamente en
la habitación, tratando de no vomitar. Por último, la habitación dejó de moverse.
Lágrimas de dolor goteaban en el lavabo, el brazo palpitaba.
Sin embargo todo desapareció cuando levantó el chip para inspeccionarlo. Tenía el
logotipo de Corona, tres coronas pequeñas en una esquina. Era un chip estándar,
excepto por una cosa: había zarcillos creciendo hacia fuera, retorciéndose y
curvándose. Vivo. Sosteniendo el chip cerca de los ojos, tocó los zarcillos con un juego
de pinzas y observó, horrorizada y fascinada, como se retraían, como zarcillos de una
anémona de mar.
Los zarcillos habían crecido fuera del chip. Lo que fuera que estaba en el chip,
estaba semi—vivo. No, borra eso. Vivo.
No había tiempo para explorar el chip. Lo dejó en el borde del lavabo, luego se
dedicó a curarse. Aplicó gel de su tubo de dermapegamento que mantendría la piel
unida mejor que los puntos, luego pegó una venda antibiótico con un gel calmante.
Ya está. Lo mejor que podía hacer.
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El dolor se había apagado hasta ser sordo palpitar que dolía como el infierno, pero
no le impedía los movimientos. Ahora se movió rápidamente, en la oscuridad,
eligiendo de su armario ropa deportiva para clima frío. Podría ser la más débil de las
posibilidades que Arka hubiera sembrado la ropa de sus empleados con
rastreadores, así que eligió ropa que nunca había llevado a trabajar.
Suéter caliente de cachemir, pantalones de lana, calcetines térmicos, botas, un
abrigo largo. En la sala de estar sus dedos recorrieron uno de los estantes hasta que
llegó a un libro conocido por el tacto. No podía leer el título, pero ella sabía lo que
era. Un grueso volumen sobre bioquímica avanzada, garantizado para no provocar
un átomo de interés en nadie. Dentro, había tallado un agujero en las páginas lo
suficientemente grande como para mantener efectivo. Lo sacó todo, dos mil dólares.
Sabía demasiado bien lo que significaba estar en la calle sin dinero en efectivo.
Corrió hacia la ventana. La voz de Sophie había estado llena de miedo. Sophie era
tan firme y estable. Oír esa nota de pánico en su voz había galvanizado a Elle.
No había luz de fondo para traicionarla cuando se asomó por el borde de la
ventana delantera. En el fondo de su mente, sabía lo que quería ver y lo vio. El
pequeño jardín vacío de la parte frontal de su edificio y la calle vacía más allá. Era un
callejón sin salida, conocía todos los coches y a cada persona que vivía allí.
Nada. Oscuro, silencioso y seguro. ¿Estaba exagerando? ¿Había estado teniendo
Sophie alguna clase de episodio psicótico? Y, sin embargo, el chip con los zarcillos
terroríficos… Tal vez sería mejor desaparecer durante unos días. Comenzó a alejarse,
pero se detuvo cuando algo oscuro se deslizó a la vista.
Un coche que nunca había visto antes, negro y enorme, se deslizó hasta detenerse
y salieron cuatro hombres. Las luces interiores no se encendieron cuando salieron del
coche como sombras. Vestidos de negro, parecían fundirse en la noche, pero no tanto
como para que Elle no pudiera decir a dónde se dirigían.
Directamente a su edificio.
El coche siguió hacia delante, hizo un giro en U en la calle vacía y se detuvo justo
delante del camino de entrada de su edificio.
Su edificio de apartamentos de cuatro pisos estaba construido un poco apartado
de la carretera con un pequeño jardín en el frente. El jardín estaba protegido por una
valla de hierro forjado a la altura del pecho con una puerta de dos metros en el
centro.
Los cuatro hombres tenían cascos integrales negros con lentes negras opacas de
visión nocturna.
Dos de los hombres se movieron como sombras en las esquinas de la valla y se
agacharon, los otros dos desaparecieron. Elle no tenía ninguna duda de a donde
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Ghost Ops 02
habían ido, a la parte trasera del edificio a través del callejón. Mientras miraba, los
dos hombres de la parte delantera se tocaron el oído y se levantaron.
No tardó mucho en adivinar lo que habían oído. Los otros dos estaban
estacionados en la parte trasera y podían hacer su movimiento. En un flujo
sincronizado que habría ganado medallas en los Juegos Olímpicos, los dos hombres
vestidos de negro saltaron sin problemas la valla con un salto ágil y se movieron
lenta y deliberadamente hacia adelante.
Hacia la puerta principal. Y, finalmente, a su apartamento en el segundo piso.
¡Oh Dios mío, Sophie tenía razón!
Elle se dio cuenta que solo tenía unos segundos para salir. Corre y vete… Se quedó
en blanco. Pero a dondequiera que fuera a ir tenía que hacerlo rápido. Recogió su
bolso del suelo y echó a correr.
Su edificio era parte de un complejo de cuatro bloques de apartamentos,
conectados por corredores en el sótano invisibles desde el exterior de la casa. Con el
corazón tronando, bajó tropezando las escaleras hasta el primer piso, y luego siguió
su camino hacia abajo. Pasó su tarjeta por el sensor de la entrada al sótano, golpeó su
mano sobre el sensor que leía el patrón de las venas de las palmas de sus manos, y
luego dejó escapar una exhalación fuerte al oír el clic de la puerta principal
desbloqueándose. El edificio tenía una excelente seguridad, tanto digitales como bio.
Había elegido el sitio por la seguridad. Si estos hombres eran capaces de evitarla en
cuestión de segundos, eran muy buenos. Profesionales. Eso la asustaba más que si los
adictos a la DOPA estuvieran irrumpiendo en su casa.
Su coche estaba perdido para ella. Habían aparcado al otro lado de la calzada,
bloqueándola. Tenía que llegar tan lejos como le fuera posible a pie, cuando apenas
podía estar de pie.
No había ruido en el edificio. Si estaban irrumpiendo en su apartamento, lo hacían
en silencio. Bueno, su seguridad estaba un paso por debajo de la seguridad del
edificio, así que se habrían reído cuando entraron.
El pasillo del sótano era largo y casi completamente oscuro, la única luz provenía
de bombillas químicas tenues cada tres metros. Parecía que el corredor se extendía
hacia el infinito. Se apoyó contra la pared, con las piernas débiles y el brazo
palpitando.
Tenía que hacerse. La pared al final del largo pasillo parecía estar al menos a un
kilómetro de distancia, retrocediendo constantemente, como un efecto de película.
Un sudor frío le cubría la cara y el pecho. Se tambaleó y habría caído si no hubiera
golpeado una mano contra la pared.
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Lo único que había tenido claro cuando Arka puso en marcha el proyecto de
investigación fue que Arka estaba inundada de dinero. Tenía dinero para quemar, y
si enviaba su fuerza de seguridad al completo, estaba en serios problemas.
No podía pensar más allá de encontrar un lugar donde descansar, así que se
impulsó y comenzó el largo caminar penosamente al motel que no hacía preguntas.
* *
Sede de Arka Farmaceutical.
Distrito Financiero
San Francisco
El doctor Charles Lee vio el video del interrogatorio de la doctora Elle Connolly
por quinta vez. La doctora Daniels no había sido en absoluto exhaustiva y sería
reprendida, pero lo que brillaba era que Connolly había penetrado en el laboratorio
secreto en Bayankhongor, al parecer durante una sesión de entrenamiento. Había
veinte generales de tres estrellas en Mongolia y Lee le mostraría fotografías, pero
estaba casi seguro de que el general de tres estrellas que había visto era el general
Yisu, el jefe de las Fuerzas Especiales de Mongolia.
Y el campamento secreto, cuyas coordenadas le había dado a Connolly, estaba
trabajando en un arma de riel.
Seguramente le compraría algo de tiempo con el Ministerio de Ciencia y
Tecnología de China.
El resentimiento crecía en su pecho ante la idea. Aunque había emigrado con su
familia a Estados Unidos a la edad de siete años, su corazón se había quedado en la
patria. Había ido a la escuela, a la universidad y había ascendido rápidamente en las
filas de Arka con un pensamiento, y uno solamente. Volver a Beijing como un
conquistador, teniendo la clave para hacer de China la única superpotencia
indiscutible del mundo, y tomar su lugar legítimo en lo alto de la jerarquía
gubernamental.
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Había empezado trabajando con el general Clancy Flynn, utilizando fondos negros
de los militares de EE.UU, y luego canalizando los resultados a Beijing. La respuesta
había sido inmensamente gratificante. Un subproducto de uno de los proyectos de
investigación era una vacuna contra el cáncer. Había enviado a un equipo de
operaciones encubiertas a cargo de Flynn llamado Ghost Ops, hombres cuyos
pasados habían sido borrados, hombres que ya no existían oficialmente a destruir el
laboratorio donde la vacuna se había desarrollado, a continuación envió la vacuna a
Beijing. Los niveles más altos del gobierno chino estaban todos vacunados y una
vacunación masiva de las fuerzas armadas de cuarenta millones de soldados estaba
en marcha.
El equipo de Ghost Ops había sido acusado de terrorismo doméstico, para siempre
criminales a los ojos del gobierno de EE.UU.
Flynn había estado más que dispuesto a sacrificar a su equipo de operaciones
encubiertas. Lee entendía que Flynn odiaba al líder de los Ghost Ops, el capitán
Lucius Ward. A Lee no le importaba. Le parecían peleas de niños. Lo que él había
sacado de la operación fueron cuatro guerreros de élite para experimentar.
Debido a que su objetivo final era la creación de un súper soldado. Más duro, más
rápido, más inteligente. Con una mejor vista, mejor audición, mayores habilidades de
curación, sinapsis más rápidas. El capitán Ward y los tres soldados Ghost Ops que
habían sido capturados —otros tres habían escapado y todavía fugados— habían
demostrado ser recalcitrantes en extremo, sin embargo. Al final, Lee había decidido
sacrificarlos, para conseguir el cerebro y estudiar los efectos de los medicamentos
que estaba probando.
El capitán y los otros tres soldados habían sido rescatados antes de ser
sacrificados, y Lee habían perdido una gran cantidad de investigación que había
estado en sus cuerpos y habría sido evidente en sus cerebros.
Ahora tenía un nuevo protocolo y estaba trabajando con los fondos canalizados a
él por Clancy, ahora jubilado y jefe de una empresa de seguridad.
Clancy quería mejores contratistas para hacer más dinero.
Lee quería cambiar el mundo.
Ahora mismo, sin embargo, sus objetivos encajaban.
De regreso a Beijing, Lee tenía enemigos, hombres que se resentían de su creciente
poder. Estaban saboteando sus planes, burlándose de él a sus espaldas, mientras él
estaba a un océano de distancia, en California.
Así que había decidido hacerse el mismo más inteligente, más rápido y más fuerte,
ser una prueba viviente de la validez de su proyecto de ShinLi, el Proyecto
Guerrero. Se había estado inyectando versiones diluidas de la droga experimental.
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* *
Palo Alto
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Allí estaba. Probablemente el único motel de la zona que no pertenecía a una
cadena. No parecía pertenecer a nadie, en realidad. La fachada una vez verde
brillante estaba desteñida como un guisante pálido. La mayoría de las plantas del
patio estaban muertas y la brillante señal de neón color rojo advertía V CANCI S
chisporroteando y parpadeando.
No era mucho, pero Elle tenía que esperar que le ofreciera refugio y protección
unas pocas horas porque no tenía fuerzas para dar un paso más.
Al entrar en el sucio y polvoriento vestíbulo Elle se dio cuenta de que estaba
demasiado vestida para el lugar. Su abrigo acolchado largo era caro, al igual que sus
botas y bolso. Por suerte, el chico joven detrás del mostrador parecía medio dormido
o como si acabara de tomar dos tabletas de SentirseBien.
Ellos apagan las cámaras, había dicho Jane. Aun así, Elle mantuvo la cabeza baja
mientras se registraba, empujando a través del mostrador un billete de cien dólares
por la habitación de sesenta.
—Quédate con el cambio —murmuró, con los ojos bajos. Una mano no muy
limpia, con las uñas rotas hizo desaparecer el billete y apareció una rayada tarjeta
llave.
Una voz aburrida dijo:
—Al final del pasillo. Tome el corredor derecho.
Elle se alejó, tratando de mantener las rodillas rígidas. Si se caía o se desmayaba en
el vestíbulo la haría memorable.
O no, teniendo en cuenta el tipo de motel que era. Tal vez tenían damas bebidas o
drogadas cayéndose todo el tiempo. Mantuvo los ojos en la alfombra manchada,
cuadros marrón sobre marrón, poniendo una bota delante de la otra, un enorme
rugido en su cabeza, manchas de colores brillantes delante de los ojos. Si la
habitación estaba muy lejos, no iba a lograrlo.
Afortunadamente la habitación estaba cerca, a la vuelta de la esquina a la derecha.
Sostuvo la tarjeta sobre el sensor con una mano, y se equilibró contra la jamba de la
puerta con la otra. Sintió más que oyó el clic al abrirse. En un hotel normal, por ley, la
tarjeta registraría su nombre, la hora de entrada y la hora de salida en el ordenador
central, pero Jane había dicho que este tipo de lugar no entraba en esas sutilezas.
Elle entró dando tumbos en la habitación, cerró la puerta, se acercó a la ventana y
cerró las persianas. Se apoyó contra la pared junto a la ventana y, finalmente, sus
piernas cedieron, simplemente no la sostuvieron más tiempo. Su bolso resonó contra
el suelo cuando sus rodillas se doblaron.
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Capítulo 7
Mount Blue
Haven
Norte de California
Nick Ross se incorporó de golpe en la cama con un jadeo, el corazón le tronaba
contra las costillas y el sudor empapaba todo su cuerpo. Golpeando las manos para
encender la luz, apartó las sábanas y se precipitó hacia la puerta. Recordando en el
último minuto que estaba desnudo.
Con impaciencia, se dio la vuelta y se puso la ropa que había tirado sobre una silla
hacía una hora. Lo de costumbre, vaqueros negros, sudadera negra, botas de combate
negras. Sin molestarse en atárselas salió corriendo.
Por lo general, sentía placer cuando salía por la puerta. Prefería morir a decirlo, o
incluso mostrarlo, pero amaba Haven. Él y sus compañeros de equipo estaban
huyendo del gobierno de EE.UU.: fugitivos, fuera de la ley. Habían construido una
ciudad secreta y de alguna manera una comunidad de inadaptados se habían
reunido alrededor de ellos. Él, Jon Ryan y Mac McEnroe ni siquiera lo cuestionaron
después de un tiempo. La gente venía, siempre huyendo de algo malo, y los tres
soldados los protegían.
Era una montaña, una mina de plata olvidada que se había convertido en una
próspera comunidad de fugitivos y delincuentes. Como Agujero en la Pared en el
viejo oeste, solo que de alta tecnología. La comunidad era circular, construida dentro
de la montaña. Cada vez que Nick salía de sus habitaciones, siempre se detenía junto
al balcón que rodeaba el gran atrio abierto de abajo. Su comunidad, su pueblo. Le
gustaba, siempre.
Excepto ahora.
Había apretado el botón de emergencia, el que nunca se había utilizado hasta
ahora, conectado a los dormitorios de Jon y de Mac, antes de saltar hacia la puerta.
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La habitación de Jon estaba en su piso, Mac dos pisos arriba. Corrió hasta el final del
pasillo y al pasar por la puerta de Jon gritó:
—¡Jon! ¡Sala de situación, ya! —Golpeó con el puño, con fuerza, en la puerta, y
luego corrió a las escaleras. El ascensor sería demasiado lento. Saltó los escalones de
cuatro en cuatro y al final simplemente saltó por encima de la barandilla hacia el piso
de abajo y corrió hacia la sala de situación.
Las puertas de la sala estaban programadas biomorfológicamente para abrirse
para él, Mac, o Jon, pero tardaron dos segundos en procesar y tuvo que quedarse allí,
a un metro, prácticamente saltando en el lugar, con el miedo y el pánico
hormigueando a lo largo de su sistema nervioso, hasta que la puerta se abrió con un
siseo.
Se precipitó en el interior y patinó hasta detenerse, mirando a su alrededor
frenéticamente buscando algo, cualquier cosa, que pudiera ayudar.
Su sala de situación no habría estado fuera de lugar en el Nuevo Pentágono. Lo
tenían todo, incluyendo monitores holográficos que mostraban cada pulgada del
perímetro de seguridad en torno a Haven. Si una liebre cagaba en el bosque, lo
sabían. Estaban unidos de manera ilegal a todos los satélites, y en un momento dado
uno o dos de sus drones casi invisibles estaban bajando imágenes visuales,
infrarrojas y térmicas a sus servidores. Ese tipo de información se consideraba una
violación de la seguridad lo bastante grave como para justificar un consejo de guerra,
pero como de todos modos todos los militares de EE.UU. les estaban apuntando y un
consejo de guerra los había encontrado culpables de traición en ausencia, pensaron
que por qué no. Sus servidores, escondidos en la montaña, era uno de los más
grandes del mundo. Tenían el poder a su disposición.
Por no hablar de una potencia de fuego seria. La armería haría que cualquier
instalación militar estuviera orgullosa.
Nada de eso era útil en este momento porque lo que Nick realmente, realmente
necesitaba era…
¿Qué?
Joder. No sabía lo que necesitaba, pero lo necesitaba ahora.
La puerta se abrió y Jon entró a la carrera. Frenando, comprobó los monitores, que
mostraban acres y acres de ladera de la montaña durante la noche. Absolutamente
tranquilo, completamente normal, completamente pacífico. Los sensores
parpadeaban en verde.
—¿Qué coño, Nick? —Los brillantes ojos azules de Jon se entrecerraron mientras le
fulminaba con la mirada. Su cabello rubio estaba despeinado, la camisa mal
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abotonada, los pantalones de chándal colgaban de sus caderas. Miró a su alrededor
otra vez a los monitores, luego a él—. Repito, ¿qué coño?
Le costó hasta la última gota de su autocontrol, pero Nick consiguió no dar
vueltas, con las manos en la cabeza, buscando algo que pudiera ser una señal externa
de lo que estaba pasando en el interior. El corazón le latía con fuerza, la adrenalina
corría por su cuerpo y no tenía dónde ir. Nada donde colgar esta enorme bola de
fuego de desesperación.
Trató de hablar, pero tenía la garganta demasiado cerrada. Al segundo intento lo
consiguió, pero lo que quería decir era tan enorme que su voz se quebró.
—Ella me necesita. Está en peligro y tengo que llegar donde ella ahora, pero no sé
dónde está y joder, me necesita. —Normalmente le habría avergonzado a muerte que
su respiración contenida sonara como un sollozo, pero en este momento le importaba
una mierda. No importaba. Nada importaba, salvo Elle.
Los ojos de Jon se estrecharon aún más.
—¿Quién te necesita? ¿De quién estás hablando?
Todo lo que Nick podía hacer era estar allí y jadear, con los puños apretados con
tanta fuerza que los nudillos estaban blancos. Listo para luchar contra Jon, listo para
luchar contra el mundo si podía ayudarla, pero no lo haría. No podía ayudarla hasta
que supiera dónde estaba y lo que necesitaba.
—Elle —se limitó a decir, porque con todos los pensamientos girando en su
cabeza, eso era lo único que resaltaba. Eso tenía sentido. Elle.
Elle. En peligro. Dios. Ni siquiera podía permanecer en la misma habitación con ese
pensamiento.
Jon sacudió la cabeza y se volvió con gratitud cuando la puerta se abrió. Entró Mac
con el brazo alrededor de su esposa. Su esposa embarazada. La esposa embarazada
que Nick había despertado. Ambos hombres le estaban fulminando ahora con la
mirada. Catherine McEnroe era una mujer increíblemente especial y Mac no estaba
contento de que le hubieran interrumpido el descanso. Incluso embarazada, ella
trabajaba incansablemente como médico al cuidado de su pequeña comunidad. Así
que, sí, interrumpir el sueño de Catherine era un gran nono.
Todo el mundo trataba a Catherine con guantes de seda. Incluso Nick, que le
gustaba y la respetaba. Pero Elle, Elle ganaba a Catherine cualquier día.
Le importaba una mierda el sueño de cualquiera si Elle estaba en peligro.
—Elle —repitió, con voz ronca.
—¿L? —preguntó Mac, frunciendo el ceño—. ¿La letra?
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Jon aceptó el desafío.
—¿L de lazo? ¿L de leche? ¿L de…?
—Elle. —Era lo único que podía decir. Su cabeza iba a explotar. Cada hormona de
peligro en su cuerpo estaba despierta sin tener a donde ir. Era un tipo construido
para la acción, y siempre sabía que acción tomar. Estar tan preparado, tan listo, tan
jodidamente asustado y morir por correr al rescate pero no tenía ni idea de a dónde le
conducía esta locura de mierda.
Sus dedos golpeaban el muslo a ritmo rápido y su pie daba golpecitos. Jon, Mac, y
Catherine, simplemente se le quedaron mirando. Él sabía lo que estaban pensando,
¿Nick Ross agitado? ¿Asustado? ¿De qué iba eso?
Nick no se agitaba ni se asustaba.
—Nick —dijo Catherine suavemente y le tomó la mano temblorosa entre las suyas.
Mac se puso tenso. Todo el mundo sabía que a Nick no le gustaba que le tocaran.
Pero esta no era alguien que no conociera entrando en su espacio personal. Esta era
Catherine, y su tacto... calmaba. Lo calmó, solo un poco.
Ella se aferró a su mano, viendo sus ojos. Después de un momento, ella asintió con
la cabeza.
—Es ella, ¿verdad?
Nick sacudió la cabeza torpemente, el cuello rígido por la tensión.
Catherine tenía algo. No sabía qué, nadie lo sabía realmente, pero ella tenía... algo.
Si te tocaba, te entendía. Y, últimamente, si te tocaba, te sentías mejor. Lo que
explicaba por qué su marido, Mac, el más duro, el más malo hijo de puta del planeta,
estaba caminando con una sonrisa tonta en su dura y fea cara llena de cicatrices.
Nick se había preguntado sobre eso. Sobre estar casado con alguien como
Catherine. Alguien que te entendía por dentro con un toque. Te comprendía y te
amaba.
Elle le había amado. Había estado claro en sus ojos, su voz, su rostro. Le había
amado y la había perdido y… oh Dios, que estaba en peligro. Ella le necesitaba y no
sabía cómo coño encontrarla.
Se estremeció y volvió el rostro sudoroso hacia Catherine.
—Sí. Ella fue la que sentiste cuando me tocaste. —Pocos días después de que
Catherine de alguna manera los encontrara en Haven, un lugar que tres expertos en
seguridad habían escondido cuidadosamente lejos del mundo, le había tocado y
comprendido que había perdido a alguien, que estaba muy preocupado por alguien.
Nunca fue allí de nuevo y tampoco nadie más.
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Pero ahora tenía que salir.
Agarró la mano de Catherine, apenas notando que Mac y Jon intercambiaban
miradas.
—Léeme —susurró con urgencia, estrechando su mano con fuerza entre sus
manos temblorosas—. Dime dónde está. Qué le está pasando. Recibí una llamada de
ayuda y no sé dónde está y, Oh Dios...
La garganta de Nick se cerró. Nada más pudo salir. Se aferró a la mano de
Catherine como si fuera un salvavidas. Estaba en un río revuelto y caía en un
descenso sin fin a los infiernos, solo su toque podría hacer que tuviera sentido.
Catherine estaba sacudiendo la cabeza lentamente, los ojos sobre él, la cara triste.
—Lo sien… —Se detuvo, inspiró e inclinó la cabeza. A pesar de que estaba
mirándole directamente, sus ojos se abrieron distantes como si estuviera viendo algo
a miles de kilómetros de distancia. Apretó la mano que se calentó hasta que se sintió
al rojo vivo entre las suyas frías.
—Elle —susurró y Nick estalló en un sudor frío. Estaba temblando, apenas podía
respirar.
—Sí —dijo con voz ronca.
—¿Qué? —Catherine parpadeó.
—Elle, Elle, Elle —gritó.
Mac apretó la mandíbula. A Nick le importaba una mierda. Mac podía metérselo
por el culo si le molestaba que gritara a su esposa. Porque Catherine sabía algo y algo
era mejor que lo que tenía en este momento, que era un montón de nada. Nada de
información, ni idea de donde estaba, nada más que cenizas en la mano y la cabeza
explotando por la necesidad de llegar a Elle tan rápido como fuera humanamente
posible. Donde diablos estuviera ella…
No tenía ni idea. Pero tal vez Catherine sí. Se acercó a Catherine y Mac dio un paso
hacia adelante también. Jon agarró el brazo de Mac y sacudió la cabeza.
Bueno, a la mierda.
Nick no iba a hacerle daño a Catherine. Si Mac utilizara su cerebro en lugar de su
polla, lo sabría. Pero Nick no iba a permitir que Catherine se alejara sin averiguar lo
que sabía, fuera lo que fuera lo que supiera.
—Ese es el nombre que has dicho. —Nick apretó los dientes ante su mirada en
blanco—. Ahora mismo. Hace un momento dijiste Elle. Ese es el nombre de mí… El
nombre de la persona que necesito encontrar.
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Tenía la garganta cerrada. Solo escuchar su nombre después de tantos años… no
podía pensar con claridad.
—Elle —dijo ella en voz baja.
Nick asintió con la cabeza, como un gran animal tonto que no pudiera hablar. Elle.
Catherine se estaba centrando en él de nuevo. Su otra mano se acercó para
estrechar las suyas con fuerza, cálida y suave. Algo a lo que aferrarse en la dolorosa
oscuridad de su terror.
—Esa es la que sentí, ¿verdad, Nick? ¿La que perdiste?
Él asintió otra vez. Trató de hablar. Falló.
—Te preocupas por ella. —No era una pregunta.
Oh Dios, sí. Él asintió con la cabeza de nuevo, bruscamente. Encontró su voz.
—¿Dónde está? Me necesita. Ahora. Tengo que llegar donde ella, ahora mismo. —
Estaba vibrando por la tensión, listo para despegar a cualquier lugar que dijera
Catherine.
Había tristeza en el hermoso rostro de Catherine. Apretó la mano.
—Oh Nick. Lo siento mucho. No funciona de esa manera.
Un escalofrío se abrió camino a través de sus venas y se dio cuenta de que había
estado contando subconscientemente con que Catherine hiciera su cosa de magia
potagia. Que le señalara la dirección de Elle para que pudiera correr en su dirección.
—Entonces, ¿cómo diablos funciona? ¿Me puedes decir eso? —Dio un paso aún
más cerca de Catherine, justo en su cara, alzando la voz.
Por el rabillo del ojo vio que el brazo de Jon agarraba a Mac de nuevo. Ni siquiera
podía detener a Mac si este quería ser detenido, pero Mac se controló. Nick no iba a
lastimar a Catherine, pero iba a interrogarla.
Estaba mirando salvajemente a los ojos de Catherine, como si pudiera sacarle la
información sobre el paradero de Elle, arrancárselo a través de la piel si era necesario.
Pero mirar era un acto de agresión. Se lo habían enseñado, al comienzo de sus
carreras como soldados. El lenguaje corporal había sido una gran cosa. Cómo
amenazar en silencio, cómo pasar desapercibido, cómo tranquilizar.
No quería asustar a Catherine.
Con un esfuerzo, Nick apartó la mirada de Catherine y miró ciegamente la
habitación. Su sala de guerra, así la llamaban. Con todo lo necesario para salir a una
operación. Con tal de que supieras a dónde ibas, por supuesto.
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Tan pronto como supiera a dónde dirigirse, Nick iba a agarrar Jon, arrastrarlo a su
helo ultraligero y sigiloso, y despegar.
Nick era el conductor del equipo. Si había algo que viajara por la tierra, Nick
podía conducirlo lo más rápido que pudiera sobre cualquier terreno. Jon era el piloto.
Su pequeño helicóptero podía llevarlos a cualquier lugar continental de los EE.UU.
En plena noche. El Pajarito podía aterrizar en silencio en cualquier aeropuerto
privado sin ser detectado. Podían echarle combustible y salir antes de que nadie
supiera que estaban allí. Lo habían hecho antes.
Nick no quería ni pensar en lo que pasaría si Elle estaba fuera del continente. No
quería ir allí. No podía.
Ella le había llamado. Lo que había oído en su cabeza había sido una señal de
socorro, alta y clara. Seguramente había… ¿había un límite para ese tipo de cosas?
¿Seguramente no lo habría escuchado si estuviera en Europa o en África?
La señal que había captado era fuerte y absolutamente urgente. Estaba en peligro
en estos momentos, y si estaba al otro lado de un océano estaba jodida y, oh Dios... No
podía pensar en eso.
Elle muerta, Elle moribunda... no podía hacer esto. Simplemente no podía.
El rostro de Catherine lleno de compasión, tampoco podía mirarlo. Sus ojos
recorrieron la gran sala, en parte para distraerse de la desesperación y el pánico
terrible que se había apoderado de él, para poder funcionar a un nivel básico, y en
parte para ver si algo en su sala llena de equipos podía ayudar.
Enormes monitores holográficos rodeaban las paredes. Tenían pequeños aviones
no tripulados que cubrían un radio de diez kilómetros cuadrados alrededor de
Haven las 24 al día, todos los días de la semana, y por lo tanto tenía una vista de la
montaña de 360 grados. Sensores de movimiento de alta sensibilidad y sensores de
sonido. Si una mosca se tiraba un pedo en cualquier lugar cerca de ellos, lo sabían.
Sus ordenadores estaban conectados ilegalmente a los 15 satélites Keyhole y podían
conseguir información en tiempo real sobre más o menos todo lo que ocurría en el
mundo, sobre todo en las putas latitudes del norte.
Todo lo que Nick necesitaba era un lugar y podría enfocarla.
Un lugar que no tenía.
Así que los hologramas, la información del satélite, la gran potencia de sus
servidores —los servidores de su propiedad eran más potentes que los del
Pentágono, mayor incluso que los de Amazon— no podía ayudar. Detrás de la
puerta de titanio en la pared de la izquierda había una armería que haría sentirse
orgulloso a un equipo Delta. Nick había sido Delta, y había algunos artículos extra
que ni siquiera los Delta habían tenido.
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Si había un enemigo, podrían eliminarlo, sin dudar. Tenían las herramientas y la
determinación de proteger lo que tenían.
Demonios, Mac tenía una esposa y un bebé a los que proteger. Mac por sí mismo
era una máquina de guerra.
Así que tenían las cosas para ir allí, acabar con la oposición y volver con sigilo.
Mac, Jon y él eran realmente buenos en caer sobre los lugares y extraer cosas y
personas. No habían sido Operativos Fantasmas por nada. Eran Fantasmas, porque
todo en su pasado había sido borrado. Eliminado. No existían en ningún lugar de la
tierra. Y eran Fantasmas porque habían sido entrenados para moverse con sigilo.
Cuando ellos no querían ser encontrados, no lo eran.
Incluso aquí, creando una comunidad de genios e inadaptados, no habían sido
encontrados.
Hacer balance de la sala de guerra calmó a Nick, solo un poco. Cuando averiguara
donde estaba Elle, tendría la potencia de fuego y la voluntad de usarla. No le
importaba si Elle tenía un puto ejército tras ella.
Pero, ¿dónde estaba?
Era el paraíso de un agente masculino, lleno de equipos de alta tecnología y
comunicaciones. Con el toque de una mujer en la esquina más alejada. Catherine
había sido investigadora antes de embarcarse en la misión de encontrar a un hombre
que nunca había conocido, Mac. Había sido enviada a esa misión por su ex
comandante, el capitán Lucius Ward, el hombre que pensaban que los había
traicionado.
Ward no los había traicionado. Le habían traicionado a él mismo y había perdido
su salud y su cordura después de un año en manos de los monstruos. Habían ido al
rescate del capitán y se asombraron de encontrar a tres de sus compañeros con los
que habían experimentado hasta que estuvieron a punto de morir.
Romero, Lundquist y Pelton habían perdido casi un tercio de su peso corporal,
estaban llenos de cicatrices quirúrgicas, y habían perdido la capacidad de hablar
cuando habían sido llevados de vuelta a Haven.
Así que Catherine estaba cuidando de ellos, trayéndolos de vuelta a la vida,
mientras trataba de averiguar que les habían hecho. Eso era muy, muy malo.
Ella era una mujer ordenada, así que su esquina no era el desastre que era el
espacio de ellos, pero era evidente que había sido interrumpida. Tal vez por su
marido Mac llevándosela a su cueva. Desaparecían mucho juntos.
Había un gran maletín caído sobre el escritorio de Catherine, los papeles se habían
desparramado como la lengua de un glaciar. Estaba investigando lo que les habían
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hecho a sus compañeros de equipo y al capitán. Una serie de brillantes folletos de
empresa caían en cascada. Miró la pila de documentos.
La suave voz de Catherine interrumpió:
—¿Qué? ¿Qué pasa, Nick?
Repitió lo que fuera que había dicho antes. Nick vio su boca moverse, pero no
podía entender las palabras. Estaba mirando la esquina de Catherine de su cuarto de
guerra. No podía apartar los ojos. Era como si un foco hubiera iluminado su maletín.
Ella dijo algo más y Nick lo intentó, realmente intentó concentrarse con fuerza.
Pero fue inútil. Se habían centrado en ella, luego su mente y sus ojos vagaban.
Una colleja casi le envió al suelo.
—Concéntrate, idiota —gruñó Mac—. Catherine está tratando de ayudar a tu
lamentable culo.
Nick respiró, exhaló. Sin mover la cabeza, sus ojos se deslizaron de vuelta a la
esquina de Catherine. El brazo de Catherine serpenteó y le tomó un segundo darse
cuenta de que bloqueaba el brazo de su marido.
—Espera, Mac —dijo, inclinando la cabeza para mirar a Nick—. ¿Sucede algo?
¿Estaba ocurriendo algo? A la mierda si lo supiera.
—¿Por qué estás mirando mi maletín, Nick?
—¿Eh? —Se sentía tan estúpido. Por lo general, él era rápido. Su respuesta
habitual a las cosas era a la velocidad del rayo. Estaba en estado de alerta, siempre.
Nada le tomaba por sorpresa nunca. Estaba reaccionando al peligro antes de que la
mayoría de los otros hombres se dieran cuenta siquiera que estaba ahí.
Ahora se sentía lento, perezoso. Los pensamientos fluían lentamente, como si
tuvieran que hacer un gran viaje para llegar a su cabeza. Era como si su cabeza
estuviera ocupada por un virus informático que lo ralentizaba todo.
Suave calor en sus mejillas. Las manos de Catherine en su rostro.
—Mírame, Nick.
Él la miró, aunque sus ojos se giraron. Ella lo sacudió ligeramente.
—Mírame.
De mala gana, apartó los ojos de la esquina y la miró a los ojos con fiereza,
concentrado.
—Hay algo por ahí que está despertando algo en ti. ¿Qué es?
Él se encogió de hombros.
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Ghost Ops 02
—No lo sé —murmuró. Y no lo sabía. No tenía ni idea de lo que había en el
maletín de Catherine y no le importaba. Pero, sin embargo, sus ojos volvían a la
esquina.
Otra colleja que apenas sintió.
—Nick —gruñó Mac.
Catherine puso los ojos en blanco.
—Deja de hacer eso, Mac. No estás ayudando. Retrocede.
Y Mac retrocedió.
Increíble. Incluso con todo lo que le estaba pasando, Nick se maravilló de la
obediencia de Mac. Nadie le daba una orden, jamás, excepto su antiguo capitán,
Lucius Ward. Ward todavía estaba demasiado enfermo para dar órdenes así que Mac
seguía siendo Dios. Era metro noventa y dos de puro músculo y mezquindad
convertido en la mascota de la casa cuando su esposa hablaba.
Catherine no se detuvo a saborear su victoria. Mac se había más o menos sometido
a ella desde el instante que se conocieron, así que ella no apreciaba plenamente el
tener una máquina de matar como Mac que la obedeciera. Se acercó a la esquina,
metió todo en el maletín y lo llevó a Nick.
Sus ojos la siguieron cada paso del camino.
Ella volvió a desparramar los documentos sobre la mesa delante de Nick.
Él miró todo con avidez, incapaz de apartar la mirada de las piezas perfectamente
ordinarias de papel y algunos folletos en papel satinado.
—Nick. —Catherine puso su mano sobre la suya una vez más. Fue un movimiento
deliberado y ni siquiera Mac protestó. Catherine tenía algún tipo de poder secreto,
algo de magia potagia que le asustaba a él y a todos los demás que no lo tenían. Era
un hecho. Si ella tocaba a alguien, sabía lo que estaba sintiendo. Y últimamente, de
manera aterradora, si tocaba, sabía lo que estaba pensando.
Debía ser una mierda aterradora estar casado con alguien que podía caminar por
el interior de tu cabeza, pero Mac parecía bastante feliz por eso.
—Nick. —Catherine apretó la mano y Nick apartó la vista del maletín—. Habla
conmigo. Dime lo que pasó. ¿Qué te tiene tan molesto?
—Molesto. —Un sonido salió de su garganta que fue más un sonido de animal que
humano—. Molesto es derramar la sopa, perder un tren. Elle está en peligro. No estoy
molesto por eso, ¡estoy jodidamente aterrado!
Estaba sudando como un cerdo, el corazón latía de forma errática. Se sentía como
una máquina rota y las piezas temblaban.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
—Está bien. Vale. Cálmate. No la estás ayudando asustándote. —Catherine puso
la otra mano a su alrededor. Nick quería gruñirle, pero con la mano envuelta en la de
ella sintió que su corazón empezaba a calmarse. Algo estaba funcionando—. Dime
exactamente lo que pasó.
El corazón le dio un enorme salto. Su voz se elevó.
—Ella está en problemas. De alguna manera contactó conmigo después de todos
estos años y ¡está en problemas! ¡En peligro! —Su mirada se deslizó de nuevo a su
maletín. Brillaba, como un foco.
—No, Nick. —La voz de Catherine era suave pero firme—. No me estás diciendo
lo que pasó, me estás contando tu reacción. ¿Estabas durmiendo? ¡Nick! —Su voz
sonó como una bofetada—. ¡Mírame!
Deslizó sus ojos hacia ella, de mala gana.
—¿Estabas durmiendo?
—Sí. —Tuvo que forzar la voz a través de un nudo en la garganta.
—¿Algo te despertó?
—¡Elle! ¡Ella me despertó! Oh Dios, ella...
Catherine le sacudió la mano.
—Concéntrate, Nick. No estás ayudando a Elle en absoluto. Ella está en problemas
y podría morir porque no puedes concentrarte en nada, excepto tus sentimientos.
Puedo sentir que… que estás en medio de una oleada de pánico y miedo. Eso no va a
ayudar a Elle. Solo puedes ayudarla si mantienes la calma y te centras. Olvida tus
sentimientos. Céntrate en la situación. Concéntrate en ayudar a Elle.
Mierda. Ella tenía razón.
Concentración.
Nick tomó en una enorme bocanada de aire.
Casi no se reconocía. Había sido un Ranger, había sido un Delta, había sido un
Ops Ghost. Nadie había tenido que decirle que se centrara. No era más que
concentración. Brutal e inflexible. En una misión, era puro acero frío.
Ahora estaba temblando, sudando, con la mente volando en mil pedazos
diminutos.
—Vamos, Nick. —Catherine frunció el ceño seria—. Ayúdame. Ayúdame a
ayudarte.
Los ojos de Nick volvieron al maletín. Eso le daba algo. Alguna sensación de
calma, un punto donde concentrarse.
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—Vamos a ir de nuevo al principio. Mírame, Nick.
Maldita sea. Sus ojos giraron.
—Mirando.
—Estabas durmiendo. ¿Estabas soñando?
¿Lo había estado? Sí. Había estado soñando con Elle. Con la última vez que la
había visto. Y maldita sea si no había sido un sueño húmedo. Se había despertado
con una erección que perdió en el segundo que recibió el mensaje de peligro. De
ninguna manera iba a decir que se despertó con una erección. No delante de
Catherine. O Mac o Jon para el caso.
—¿Nick? ¿Soñando?
—Sí —murmuró.
—¿Con ella? ¿Elle?
—Sí. —Apretó las mandíbulas.
—¿Había algo diferente en el sueño?
Él estaba revisando su maletín, pero giró la cabeza hacia ella ante esas palabras.
—¿En qué sentido? —No pudo evitar el tono de sospecha.
Ella mantuvo su voz suave.
—¿Sueñas con ella a menudo? ¿Con Elle?
¡No! La palabra estaba allí mismo, en su boca, llenando su boca. No, por supuesto
que no soñaba con Elle. Eso sería revelar una debilidad. Un hombre era débil en el
sueño, no podía controlarse. Así que, no, no soñaba con Elle. No soñaba con nada,
que te jodan, muchas gracias. Sus sueños eran asunto suyo.
—Sí —dijo.
Ella asintió con la cabeza.
—¿Y éste tenía un sabor diferente?
Bueno, se había despertado empalmado, si eso es lo que quería decir. Se había
despertado sudando de miedo.
—Cierra los ojos, Nick.
—¿Qué? —Cristo. El tiempo era algo pesado que giraba alrededor de un desagüe.
Elle estaba en peligro, en peligro ahora mismo. ¡No tenía tiempo para esta mierda!
Nick movió los pies. Quería alejarse de Catherine, correr hacia la puerta, pero... no
podía liberarse.
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—Más mayor. —La palabra saltó cuando las imágenes en la cabeza de repente se
unieron—. Cansada. Asustada. Tenía… tenía el pelo por toda la cara —dijo de
repente—. Corto. Hasta la barbilla. Ella siempre llevaba el pelo largo… —Un
repentino destello del recuerdo del cabello de Elle rozando su vientre como una
pálida cascada casi lo mató—. Pero ahora lo lleva corto. Todo caído por su cara, como
sucio. Está sangrando… —La boca seca, trató de tragar—. Por un corte. Es profundo.
Ella… ella está preocupada por eso. Pero no por el corte. Hay algo más sobre ese
corte, pero no sé qué. —Se encontró meciéndose—. No entiendo esto.
—Está bien —sugirió Catherine suavemente—, no te preocupes por el corte en
estos momentos. Deja eso de lado. ¿Ella está sentada o de pie?
¿Qué coño importaba? Quieto…
—Sentada —dijo, con decisión. De repente, el conocimiento estaba allí, en su
cabeza. Una imagen de Elle, la cara entre las manos, los hombros inclinados en
desesperación. La desesperación coloreaba el aire a su alrededor, profunda y oscura.
Oh Elle—. Está sentada en el suelo, contra la pared.
—¿Cómo es la habitación?
Ni siquiera había pensado en eso. Todo se había centrado en Elle, en el peligro. Se
concentró con más fuerza.
—No es una… una casa. O al menos su casa. No entiendo esa impresión. Todo se
siente barato, un poco sucio. No como ella. —La última vez que la había visto, había
estado absolutamente arruinada, pero incluso entonces todo había estado limpio.
Harapiento pero limpio. El lugar donde estaba se sentía sucio y poca calidad.
—¿Qué es lo que ella ve, Nick?
Cerró los ojos con más fuerza. ¿Qué estaba viendo ella? No tenía ni idea.
—No sé. Paredes. Una cama. Pero… se siente extraño a ella, no es familiar.
—¿Cómo un… hotel?
¡Jesús, ¡sí!
—Sí, como un hotel. O... está en la planta baja. ¿Tal vez un motel?
—¿Tienes alguna idea del aspecto del exterior? Si se trata de un lugar desconocido,
ella habrá notado más sobre él que su propia casa, que le sería familiar. Así que
piensa. Sigue el grito de ayuda para ver si hay más información. La habrá. Solo tienes
que encontrarla.
Maldita sea. Catherine tenía sentido. Pero había sido como un gran pulso poderoso,
lo bastante grande para despertarlo, asustarlo, pero no para mensajes ocultos.
Nick esperó, sudando, luego sacudió la cabeza.
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—Te estoy leyendo, Nick. Eres como una sirena de niebla, mientras yo estoy
tratando de escuchar música. Cálmate, enfríalo. Me estás ensordeciendo.
Nick no tuvo que mirar para saber que Mac y Jon intercambiaban miradas. Nadie
jamás había tenido que decirle que se enfriara, nunca. Él era frío. Frío como el hielo.
Elle era la única que había eliminado ese frío alguna vez. Había derramado lágrimas
exactamente una vez en su vida, sentado en el borde de la cama de Elle en Lawrence,
sabiendo que se había ido para siempre.
Y ahora.
Saber que le necesitaba y no poder ayudar porque era un lío por dentro.
—Eres un lago frío, tranquilo y en calma —dijo Catherine—. Sin emociones, inerte.
Él era un lago frío, tranquilo y en calma. Sin emociones, inerte.
—Lo estoy sintiendo —dijo Catherine en voz baja. Su mano sobre la de Nick
brillaba por el calor. De alguna manera, estaba leyéndole. Leía a Elle a través de él—.
Miedo. No el tuyo, Nick. El suyo.
—Pánico —dijo él y tragó saliva.
—Sí. —Los ojos de Catherine estaban cerrados ahora, su voz era un susurro tan
bajo que apenas podía oírla—. Pánico. Está huyendo. Huyendo de... No lo puedo
decir. Hombres con trajes negros, con… —Se detuvo, la ensoñación de su voz ida.
Miró a Mac y tragó saliva—. He estado alrededor de vosotros chicos lo suficiente
como para reconocerlo. Ella está siendo perseguida por hombres vestidos con
uniforme de combate, armados hasta los dientes, con visión nocturna.
Nick se congeló. Casi podía oír a Jon y Mac tensarse con atención. Catherine
acababa de describir soldados. O si no los soldados, entonces seguridad corporativa
de élite. De cualquier manera, malas noticias. La peor noticia posible. Hombres
entrenados para matar a tiros a una mujer.
Tranquilo, en calma como un lago...
—Los hombres vienen a por ella, frente a su casa. —Catherine inspiró y expiró, de
alguna manera brillante una vez más.
Nick lo captó. Estaba consiguiendo imágenes, parpadeando como si fuera una
película vieja. Fragmentada, allí y no allí. Pero de alguna manera podía seguirla
porque era la esencia de Elle, y podría seguir a Elle hasta los confines de la tierra.
Nick habló.
—Esos tipos en uniforme de combate, están viniendo rápido. Coordinados. Pero
ella ha sido advertida. De alguna manera está herida, en el brazo. Hay dolor que está
bloqueando. Agarra su bolso y corre abajo, abajo… debajo de las escaleras, más allá
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de la planta baja, hacia abajo... Hay un pasillo largo y oscuro, muy largo. Corre hacia
el final, sube las escaleras y sale a un patio trasero. Atraviesa una serie de patios, sabe
a dónde va. Corre lo más rápido que puede hasta que se detiene. Se aferra a una
farola. La calle es… anónima. Solo casas normales, no demasiado ricas ni demasiado
pobres. Corre de nuevo, lo más rápido que puede, por calles oscuras con nada
extraordinario para identificarlas. Sin embargo, las casas son cada vez más pobres.
Las calles son más oscuras. Ella tiene miedo. Es una mala parte de la ciudad. Pero no
sé de qué ciudad. Se detiene, sin aliento. Está buscando un edificio. Muy mal estado,
una fachada verde descolorida. Hay un letrero de neón, VACANCIES. La primera A
y la E están quemadas. No puedo distinguir el nombre. Ella se siente… no segura,
pero es anónimo. Se registra, paga en efectivo, deja un nombre falso. No tengo ni
idea de cuál. Aparece y desaparece.
—¿Recibiste la sensación de dónde está, Nick? ¿Dónde podría estar ese hotel o
motel?
Nick apretó la mano libre. Bueno, joder. Si lo supiera, no estaría aquí, haciendo girar
malditos los pulgares, estaría en marcha, ¿no? Pero no podía decir eso. No se podía
hablar irrespetuosamente a Catherine. En primer lugar, porque Mac le aplastaría. En
segundo lugar, porque le gustaba Catherine. Y tercero, porque ella estaba tratando de
ayudar.
—No lo sé. —Un escalofrío le recorrió el cuerpo antes sus propias palabras—. No
lo sé.
—Ah, pero lo sabes —dijo Catherine, su voz suave. La mano de Nick se sacudió en
la suya—. Escucha a tu cuerpo, Nick.
Que…
—Tu cuerpo te está hablando. Escúchalo.
Sus ojos se abrieron de golpe, se deslizaron por su rostro hacia el maletín. Volvió.
Nop. Su cuerpo le estaba diciendo una mierda.
Catherine le soltó la mano, tiró del maletín y sacó un fajo de papeles, un montón
de papeles de lo que parecían informes de laboratorio y unos papeles satinados,
folletos de algún tipo.
Por alguna razón, sus movimientos lo fascinaban. Observó, casi anonadado.
—Esto te ha estado llamando. No has sido capaz de apartar la vista. Aquí hay algo
importante.
Catherine comenzó a colocar metódicamente el papeleo en pilas ordenadas a lo
largo de los tres metros de la mesa llena de monitores holográficos que servían de
mando central.
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Laboratorios Corona es una rama de varios laboratorios de investigación de gran éxito,
dedicado exclusivamente al estudio de la neurociencia...
Tecnopalabrería
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Nick le dio vueltas. El folleto era uno de esos doblados en tres. El videolette estaba
en la portada. Al abrirlo, los datos de la empresa estaban en el lado izquierdo y lo
que llamaban “el objetivo principal” en el centro. La hoja de la derecha recogía las
instalaciones de la empresa, una estructura cristalina Buckminster sobre la superficie,
extensos tragaluces, situado en alguna pradera cubierta de hierba. El terreno
subterráneo era enorme.
Le importaba una mierda todo eso. Este puto folleto prácticamente se había
abalanzado y le había agarrado por las pelotas, así que ¿por qué no captaba lo que
suponía que tenía que decirle?
Lo miró una y otra vez, incluso lo giró, lo que no hizo más que darle dolor de
cabeza. El reflejo en el papel brillante casi lo cegó. Entrecerró los ojos.
Catherine le observaba de cerca.
—¿Qué, Nick?
Él negó con la cabeza, como sacudiéndose el agua. Un movimiento brusco.
La información de contacto, la dirección pareció saltar hacia él.
1657 McGraw Drive, Palo Alto.
Palo Alto.
—¡Eh! —gritó Jon justo cuando Nick dejaba caer el papel como si le quemara los
dedos.
Jon giró la pantalla. Había apagado la función holograma, la pantalla mostraba un
artículo de periódico sin fotografías.
—Los Laboratorios Corona fueron comprado hace un año nada menos que por
Arka Pharmaceuticals. —Se volvió hacia Nick—. Sea lo que sea lo que te está
llamando, amigo, no es bueno.
Arka Pharmaceuticals había mantenido a su antiguo comandante y a tres de sus
compañeros prisioneros, realizándoles experimentos que habrían hecho que los nazis
se sintieran orgullosos, durante más de un año. El año en que, Mac y Jon y él habían
estado en el exilio, convencidos de que su comandante les había traicionado. Lucius
Ward no los había traicionado. Le habían traicionado a él mismo y había pagado un
precio terrible.
Catherine había trabajado para una compañía propiedad de Arka y todavía tenían
hombres buscándola. Arka era una empresa de miles de millones de dólares con un
montón de gente que testificaría que estaba dirigida por ángeles. Nadie creería jamás
que un laboratorio dirigido por Arka había torturado a soldados condecorados.
Nadie creería que matarían a Catherine en cuanto la vieran.
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Por supuesto, ahora que estaba en Haven, en su comunidad de alta tecnología de
inadaptados en la que, como todo el mundo, encajaba muy bien. Ahora era
reverenciada, en realidad, como médico de la comunidad. Por no mencionar el hecho
de que tenía a Mac cuidándola día y noche, y si algo le pasaba a Mac, entonces él y
Jon intervendrían. Ambos hombres darían la vida para mantener a Catherine a salvo.
Arka no iba ponerle las manos encima.
Y ahora Arka estaba involucrada de alguna manera en una amenaza contra Elle
también. Ella estaba bajo amenaza en este momento y él no sabía dónde coño estaba
ella, excepto que estaba en un motel de mala muerte con una fachada verde
desteñida...
—Palo Alto —gritó Nick y casi se golpeó a sí mismo en la cara. De alguna manera
oculta en la llamada de socorro estaba la imagen de Corona Laboratorios. Tal vez ella
trabajaba allí, tal vez ella no. El hecho era que Corona estaba metido en la amenaza a
ella y Corona tenía su sede en Palo Alto. La ciudad estaba a menos de una hora en
helicóptero—. Ella tiene que estar ahí, por eso no podía apartar mis ojos de ese
maldito folleto. Jon…
Pero Jon ya estaba tecleando en la superficie de la mesa de conferencias, conectado
a cuatro monitores.
—En ello —dijo.
Nick corrió a su lado, con la piel picándole. Había estado paralizado por el miedo,
pero ahora la urgencia se precipitaba sobre él como una inundación que había estado
retenida y ahora liberada. ¡Elle estaba en Palo Alto! Lo sabía, podía sentirlo. Había
sido atacado con una señal de socorro, pero no había forma de conocer el punto de
origen, y eso le había estado volviendo loco. Elle podía haber estado en Nueva York,
Alaska, en la jodida Francia. Todos lugares a los que le llevaría horas y horas llegar.
Pero estaba en Palo Alto y su helicóptero podría llevarle allí en menos de una hora.
Oh Jesús...
Jon había sacado un mapa de Google y estaba comprobando una lista de moteles.
Era un trabajo laborioso porque no era como el reconocimiento facial con parámetros
conocidos. Una fachada verde desteñido no era mucho como identificador y
necesitaban vistas nocturnas para ver un cartel al que le faltara una letra.
—Voy a un perímetro de cuarenta millas —dijo Nick, y la primera pantalla se alejó
—. A oscuras. —Jon tecleó la mesa y todas las pantallas mostraron fotos nocturnas,
pirateadas en su mayoría ilegalmente de los satélites Keyhole 15, algunas de sus
propios drones.
La segunda pantalla mostraba hoteles y moteles. Se detuvieron en una imagen de
un edificio con un letrero de neón parpadeante VACA CIES. Nick lo estudió. Parecía
una reliquia de ladrillo rojo de los años treinta. Un distintivo toldo hecho jirones
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sobre la entrada. Se sentía aburrido y sin vida. Equivocado, en todos los sentidos.
Sacudió la cabeza.
—No.
Diez minutos más tarde lo tenían. Un edificio bajo situado en un centro comercial
de aspecto deprimido. V CANCI S, un letrero de neón colocado en la parte superior
de un poste de la publicidad.
—Imágenes diurnas apareciendo… ¡ya! —Jon cambió la pantalla y, sí, ahí estaba.
Un edificio de baja altura, una vez pintado de verde, ahora desteñido. La dirección
estaba debajo, 2442 Century Way. Los datos GPS estaban allí, y daba la distancia a
lugares de interés alrededor de Palo Alto. Nick era un excelente orientador. Podía
llegar al lugar del monitor con los ojos vendados. Ahora que sabía que Elle estaba
allí, caminaría sobre cristales con los pies descalzos para llegar allí. La captura de
pantalla pulsó con significado. Desde lo más profundo de su ser vino la certeza. Elle
estaba allí, en ese edificio, en estos momentos.
Si no estaba muerta.
—¡Ella está ahí! —gritó—. Puedo sentirlo. Jon, inicia al Little Bird.
Jon podía arrancar a Little Bird desde un mando a distancia que se guardaba en la
armería. En una misión se encontraba fijado a la parte interior de su muñeca con
dermapegamento. Si lo ponía en marcha ahora, Little Bird ya estaría calentando los
rotores cuando bajaran al hangar.
Nick estaba en la puerta, pero estaba solo. No Jon.
Miró por encima del hombro, loco de urgencia. Ahora que sabía dónde estaba Elle,
la prisa estaba en su sangre como una fiebre. Incluso este minuto adicional podría
significar la diferencia entre la vida y la muerte para Elle. ¿A qué coño estaba
esperando Jon?
—Jon —dijo bruscamente—. ¡Vamos!
Pero Jon estaba sacudiendo la cabeza y si Nick no lo supiera, si no supiera que no
Jon no tenía emociones, juraría que vio tristeza en sus ojos.
—No puedo. —Su voz estaba sin vida, sin brillo—. La cabeza de rotor de Little
Bird está rota. Fui a Sacramento donde un distribuidor de piezas de aviación hoy
para robar una nueva, pero no he tenido tiempo de instalarlo. Necesitaré un par de
horas por lo menos. Lo haré, sabes que lo haré, pero estoy trabajando solo. El único
otro tipo que sabe lo suficiente sobre él como para ayudar es Pelton.
Catherine jadeó. Pelton, uno de los hombres que habían rescatado de la prisión de
Arka hacía tres meses, había salido recientemente de un coma. Estaba en la
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enfermería, todavía acostado, con IV y tubos entrando y saliendo de su cuerpo. De
ninguna manera iba a ser de ningún tipo de ayuda.
Bueno, a la mierda. Nick no iba a perder el tiempo con remordimientos. Era lo que
era.
—¡Envíame un drone al motel! Tomaré el hoover —gritó por encima del hombro
mientras corría hacia el hangar.
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Capítulo 8
Sede de Arka Pharmaceuticals
San Francisco
El ex General Clancy Flynn giró un gran aro de oro alrededor de su carnoso dedo,
sopló y tiró de su corbata. Era una corbata Valentino de seda roja que iba muy bien
con su bonito traje, el cual era obviamente encargado a medida. Ningún diseñador
trabajaba aquellas tallas.
El doctor Charles Lee suprimió un ligero estremecimiento.
Flynn se tornaba más repulsivo cada vez que se encontraban. Era como si
estuviera en su inmenso y acelerado Programa de Inflado. Había aumentado cinco
kilos cada vez que se encontraban. Pesaba ahora al menos ciento treinta y cinco kilos.
El gran peso de su carne había asumido gravedad por sí misma y lo arrastraba hacia
abajo. A pesar que Lee mantenía su oficina en unos constantes y frescos veintidós
grados, Flynn estaba sudando, su propia carne actuaba como un calefactor. Su
corazón debía latir el doble de fuerte para llevar sangre alrededor de toda esa carne.
Su sudor apestaba… un olor rancio que era más fuerte que la colonia para hombres
que llevaba y que el aroma del caro tejido que envolvía su gordísimo cuerpo.
Flynn tenía un ataque al corazón a la espera, excepto que debía aguardar a tenerlo
hasta que el programa de Lee fuera completado.
Flynn había puesto en funcionamiento una muy exitosa y lucrativa compañía de
seguridad basada en los contactos que había hecho en sus veinticinco años de
servicio en el ejército. Era muy codicioso. El programa de Lee era la llave a una gran
fortuna, pero ellos habían tenido algunos trastabillantes tropiezos. Muy pocos
realmente. El último costó más de un millón de dólares. Pero ahora Lee tenía algo
aun más grande que diseñar programas, el había aspirado a aumentar la agresividad,
la masa muscular, reflejos y CI de los soldados.
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Flynn estaba financiando el programa secreto para tener la mejor compañía de
seguridad del mundo. Lee tenía su propia agenda: el estaba planeando convertir los
cuarenta millones de soldados ordinarios del ejercito en cuarenta millones de
soldados de las Fuerzas Especiales.
Lee estaba muy cerca de su objetivo. Había tenido unos molestos contratiempos y
en una memorable misión puesta en funcionamiento por la compañía de Flynn,
Seguridad Orión, en África, el equipo entero había sido defectuoso. Bueno, Lee había
ajustado la dosis y varias otras misiones habían salido muy bien por cierto.
La mayoría del progreso fue realizado gracias a los experimentos llevados a cabo
sobre cuatro soldados de elite en el curso de un año. Los antiguos soldados Ghost
Ops que habían sido capturados en el incendio del laboratorio de Cambridge.
Flynn había estado particularmente feliz al conocer que el principal sujeto de
testeo fue el Capitán Lucius Ward. Aparentemente, Ward había expuesto a Flynn
varias veces mientras ambos estaban en servicio y Flynn había querido devolvérselo.
Bueno, Lee era un científico no un carnicero. Sin embargo, el entusiasta patrocinio
de Flynn lo había empujado al límite. Un poco. Ward había sido sometido a más de
cuarenta cirugías y había sido programado para destrucción cuando él y los otros
tres soldados de su unidad de elite habían sido rescatados por fuerzas desconocidas.
Una participante en el rescate de los hombres había sido identificada como una
científica de investigación que trabajaba para uno de sus laboratorios. La mujer, la
doctora Catherine Young, era brillante. Las cámaras habían captado su imagen. El no
necesitó poner sus rasgos en el software de reconocimiento facial, la conocía bien.
Después del atrevido rescate, Young había desaparecido de la faz de la tierra. Lee
había puesto todo su aparato de seguridad en la tarea de encontrar a Young pero
estaban bloqueados. Ella había escapado de algún modo fuera su alcance a pesar de
los vastos recursos lanzados en la búsqueda.
¿Cómo podía una científica nerd quien nunca había tenido mucha vida fuera del
laboratorio desaparecer por completo?
El quería a Young porque se había llevado cuatro prometedores “casi” cadáveres
de su investigación, pero también porque tenía algo que él quería desesperadamente
Algo en su cerebro. Lo que estaba en el cerebro de Young —y en el cerebro de un
cierto número de personas que Lee había reunido— era mucho más valioso que la
creciente cuenta bancaria de Flynn. Incrementar la cuenta bancaria de Flynn era un
mero producto derivado del Proyecto Guerrero. Y, de cualquier manera, si todo salía
de acuerdo al plan, la cuenta bancaria de Flynn muy pronto sería incautada por el
Ministerio de Finanzas Chino...
Después de la invasión de los Estados Unidos.
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Un tamborileo de los gordos y pesados dedos. La mandíbula de Flynn flexionada
como si suprimiera un bostezo.
Bueno, si Flynn estaba aburrido, Lee pronto lo curaría.
Flynn giró su muñeca y ostentosamente chequeó la hora en su Nuevo Rolex de
oro. Era un Trasperence, la nueva línea que había salido a la venta la última
Navidad. La esfera era una pantalla de puro cristal blanco para cualquiera que no
fuera el dueño. La pantalla estaba ajustada a la retina del propietario y podía
mostrarle la hora únicamente a él.
Nadie puede robar su Rolex. El anuncio había estado en todos lados.
El reloj costaba 130.000 dólares.
Cómo amaba Flynn sus caros juguetes.
—Son las cuatro de la tarde —gruñó Flynn—. Interrumpí las negociaciones con los
miembros del régimen Libio para venir aquí porque dijiste que era tan malditamente
importante. Pues estoy aquí, ¿no? Tengo que estar de vuelta en Virginia a las ocho. —
La consultora Orion tenía una compañía de aviones Fastjet que podían volar en la
estratosfera a dos mil kilómetros por hora. Podían cruzar el país en dos horas, de
costa a costa.
—Mira, —dijo Lee simplemente, y dio un golpecito a una serie de cuatro
monitores holográficos. El observó a Flynn mover la cabeza de un monitor a otro.
Antes que la mirada de Flynn alcanzara el último, Lee comenzó a hablar.
—Este es el laboratorio de seguridad de una pequeña compañía de investigación
que compramos alrededor de un año atrás. Lleva a cabo investigaciones legítimas
sobre vacunas, pero hay un laboratorio separado al que solo investigadores
cuidadosamente seleccionados pueden acceder y que llevan a cabo una clase de
investigación totalmente diferente. Esto está relacionado con la investigación de los
Laboratorios Millon, que tuvimos que cerrar después del infortunado incidente.
Cada monitor mostraba a un paciente acostado inconsciente en una camilla, con
una vía IV que iba hasta la pared de atrás. Esto no era rápidamente perceptible en la
pantalla, pero cada paciente estaba en una casi indestructible y completamente
trasparente caja hecha de grafeno. Los pacientes eran jóvenes, en la mitad de la
veintena, distribuidos por género de forma regular. Dos hombres, dos mujeres.
Originalmente habían sido diez. Seis habían sido sacrificados.
—Lo que está viendo es gente que descubrimos por IRMfs ocultos. Cada uno tiene
una zona de su cerebro —la circunvalación del parahipocampo— iluminado,
especialmente bajo imágenes térmicas. Esta es una parte del cerebro que es territorio
desconocido. No estamos seguros como funciona, pero en esos especímenes la
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circunvalación del parahipocampo está inusualmente activa y parece corresponder a
las inusuales… habilidades que los especímenes tienen.
Flynn chequeó nuevamente su reloj. El nunca había estado interesado en la ciencia
por sí misma, solo en los resultados. Y los resultados tenían que serle útiles a él y a la
compañía en la que estaba interesado. Bueno, podía echarle un vistazo.
Lee golpeteó su dedo sobre la mesa. Estaba tan acostumbrado al teclado
holográfico que en realidad no necesitaba tener las teclas activadas. Era una
estrategia menor, pero para un ignorante extraño como Flynn, debía parecerle magia.
Las órdenes que dio, cambiaron la naturaleza del líquido inyectado en el cuerpo
de los pacientes. Desde un fuerte narcótico a un fuerte estimulante. Desde cero a la
mayor concentración en un minuto.
—Le recordaré la verdad del proyecto principal, —dijo suavemente—. Estamos
perfeccionando un sistema que mejore las habilidades motoras, los tiempos de
respuesta neuronal, la masa muscular, la vista y oído de los soldados, a veces en un
300 por ciento. En suma, nosotros crearemos súper soldados que serán más fuertes,
rápidos e inteligentes que cualquier soldado en el mundo. No habrá guerreros que
puedan derrotar a sus hombres, General Flynn.
Lee nunca usaba el titulo formal excepto cuando quería remarcar un punto muy
fuerte. Y esta era una de esas veces. Podía escuchar la respiración de Flynn acelerarse
de verdad, hacerse más ruidosa en el silencioso salón. El estúpido estaba excitándose,
exactamente como si estuviera viendo a una mujer desnuda. Lee evitó sacudir la
cabeza al comprobar cuan lamentablemente fácil de manipular era Flynn.
—Pero —Y acá Lee se giró y lo miró a los ojos, distrayéndolo durante el minuto
que tomaría golpear con un súper estimulante la corriente sanguínea de los
especímenes. —pero yo pienso que tenemos que dar un paso adelante. En suma a la
súper fuerza y velocidad podemos agregar súper poderes.
Una arruga se formó en el gordo rostro de Flynn. Súper poderes. Eso era una
locura ¿no? Lee casi podía leer los pensamientos de Flynn.
Solo que no lo era.
Tenía cuatro especímenes más que había capturado recientemente y estaban
siendo preparados. Tenía fuertes sospechas de que uno de ellos, Sophie Daniels, era
una sanadora. Esto podría ser una habilidad en el campo de batalla a tener en cuenta.
Lee gesticuló hacia los monitores y observó la cara de Flynn mientras iba captando
que estaba pasando
Casi al segundo, todos los pacientes saltaron de las camas. Lee había calculado los
centímetros cúbicos de estimulante que inyectó en ellos en función de la masa
corporal, por lo que funcionó en cada individuo al mismo tiempo. Cada espécimen
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fue traído abrupta y rápidamente al estado consciente, sin mecanismo de defensa
propio.
Fue espectacular.
—Joder. —Flynn respiraba mientras se inclinaba hacia adelante. Lee fácilmente
podría haberle acercado los hologramas, pero era mejor de esta forma. Hacer que
trabajara por ello. Los ojos de Flynn brillaban con la luz reflejada desde los monitores
y estaba mirando con todo su cuerpo.
Celda número uno: varón, veintitrés años. En el momento en que la consciencia lo
golpeó, se elevó treinta centímetros sobre la cama, la sábana colgando a los lados de
su cuerpo. El se sentó derecho, miró alrededor con el ceño fruncido, y su cuerpo flotó
suavemente de vuelta a la superficie de la cama.
Celda número dos: varón, veintisiete años. Se levantó, rostro enfadado. El carrito
de al lado de la cama voló violentamente contra la pared y se estrelló, Flynn se
sobresaltó. Era difícil de observar. Las paredes eran fuertes a pesar de ser
completamente invisibles. El carrito se estrelló contra una pared que no se podía ver.
Celda número tres: hembra, veintiún años. Ella yacía inmóvil. Solo sus ojos
abiertos mostraban que estaba despierta. De pronto, un fuego floreció en la esquina
de la caja, ardía brillantemente, fieramente, parecía salir del piso de la caja.
Repentinamente paró, colapsando sobre sí mismo, dejando solo manchas negras
arrastrándose por las invisibles paredes.
Celda número cuatro: hembra, veinticinco años. Solo su cabeza se volvió como si
mirara a la esquina donde estaban las cámaras invisibles. Sus ojos eran planos y
negros. Flynn quedó con la boca abierta, una brutal entrada de aire. Sus ojos
dilatados e hinchados.
Las manos de Lee fueron a su propia garganta, como si pudiera rasgarla con sus
propias manos antes que se cerrara completamente. Luego su garganta se cerró
fuertemente apretada. Ni una gota de aire entraba ni salía. Su pecho exhalaba
inútilmente tratando de aspirar un aire que no podía alcanzar sus pulmones. Fue
como si estuviera siendo colgado, algo apretado y caliente alrededor de su cuello,
apretando, apretando.
El mundo brillaba, los bordes de los objetos dibujados en colores vibrantes, luego
los colores se desvanecieron dejando todo gris, volviéndose más oscuro. Los bordes
en la oscuridad.
Lee no podía pensar, no podía razonar. Lo que hizo, lo hizo por puro instinto,
reconociendo en la negra pantalla plana del monitor lo que estaba pasando. Su brazo
derecho golpeaba inútilmente, estaba a treinta centímetros de distancia. Su cuerpo no
le obedecía, no podía mover las piernas. Todo lo que pudo hacer fue derrumbarse y
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al caer, alcanzó el botón de control que permitía abrir las ocultas bolsas de un
poderoso narcótico.
Su dedo golpeó en un punto del escritorio mientras enfocaba furiosamente, como
si viera a través de un túnel que se volvía cada vez más pequeño. La fuerza alrededor
de su cuello apretaba, presionando contra la nuez de Adán, empezando a aplastarla.
El golpeaba, golpeaba, la cabeza más y más liviana, empezando a perder el sentido…
Y la fuerza alrededor de su cuello cesó abruptamente, como un nudo que hubiera
sido aflojado. Lee se sacudió y cayó en la silla jadeando. Un ronco y sofocado sonido
se oía a su izquierda. El cuello le dolía pero se volvió para ver a Flynn de rodillas en
el suelo la cabeza colgando hacia abajo, su cara manchada con feas manchas
moradas. Una mano fue a su garganta mientras llevaba aire a sus pulmones en largas
bocanadas.
—¡Jesús! —Dejó salir un ronco murmullo—. ¿Qué mierda era eso?
Lee aún no podía hablar. Su agitado dedo señalaba el monitor holográfico
mostrando la celda número cuatro. Su mano temblorosa se mantuvo en el aire hasta
que pudo hablar.
—Ella... —tosió mientras trataba de fortalecer su voz—, ella puede… de algún
modo…extenderse. Tocar… gente. Cosas.
Flynn se volvió torpemente hasta que estuvo sentado en el suelo, apoyado en la
pared.
—Bueno, joder. —Sus pulmones gemían y gritaban. Su respiración se hizo un poco
menos trabajosa. Su tez volvió a su usual rojo sin púrpura—. ¿Esto es en lo que estás
trabajando? ¿Gente… cosas… como ellos?
Lee necesitaba elegir sus palabras cuidadosamente. Flynn era su salvavidas... Su
fuente de dinero. Si esta se cortaba no podría continuar sus investigaciones. Nunca
volvería a China como un conquistador.
Pero a pesar de saber eso, una esencial pizca de oxigeno desconectó su buen
sentido.
—Sí. —Alocadamente, él sonrió—. Una vez que podamos controlarlos, extraer de
ellos la esencia de su poder mediante su fluido espinal e inyectar esto en nuestros
súper fuertes y súper inteligentes soldados. El cielo es el límite.
¡Maldición! Había creído abordar todo el asunto cautelosamente. Lee conocía
demasiado bien cuan loco sonaba su plan. Tenía confianza total en él, pero para un
extraño podría apestar a locura
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Y aquí había soltado sin rodeos el proyecto a un hombre sin imaginación y sin
sentido de grandeza. Un hombre que negociaba exclusivamente en dólares y
centavos y que creía únicamente en lo que podía tocar.
Por eso se quedó muy sorprendido cuando Flynn rebuscó en el bolsillo de su
chaqueta y sacó una tarjetacrédito platino6. Él tableó sobre ella.
—Dame la tuya —resopló.
Lee tuvo que levantarse y desabotonar su bata de laboratorio para acceder a su
billetera. Sus piernas apenas podían sostenerlo. Le dio a Flynn su propia tarjeta
platino. Flynn golpeteó las dos tarjetas juntas. Cuando Lee miró nuevamente la
tarjeta, apenas podía creer lo que veía. Flynn había transferido quince millones de
dólares en su tarjeta.
Flynn lo miró, sus cejas fuertemente fruncidas.
—Contrólalos.
Lee asintió.
—Luego úsalos.
Oh, sí.
Más firme ahora, Lee se quedó de pie y miró a sus especímenes, ahora comatosos
en sus camas, el único signo de que algo había pasado era las partes metálicas del
carrito estrellado distribuidos en el suelo de la celda número dos y las negras marcas
de tizne en la invisible pared de la celda número tres.
Había odiado su infancia americana, desgarrado de lo que habría sido su destino
en China. Pero había amado los libros de historietas cuando era un niño.
Protocolo Uno, el Proyecto Guerrero podría crear súper soldados. Cuarenta
millones de Capitán América chinos.
Pero Protocolo Dos, el Proyecto Delphi, podría ir un paso más lejos.
Este podría crear una fuerza de elite de Xmen.
* *
Acuclillada en la oscuridad, Elle sepultó el rostro en sus brazos.
6
Es una modalidad de tarjeta personalizada para intercambiar información o dinero, no es exactamente de
crédito
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Era la imagen del desamparo y odiaba eso, lo odiaba. Pero no había elección. El
escape de su apartamento había consumido sus reservas tan profundamente que no
le quedaba nada.
Posiblemente había alguna clase de índice científico para estudiar… cuanto más
lejos iba en sus proyecciones, mayor energía gastada. Era un campo completamente
nuevo de investigación científica, uno al que dedicaría su vida felizmente, solo que
no iba a pasar.
¿Qué pasaba en Corona? La llamada aterrorizada de Sophie y los hombres de
negro. ¿Qué estaba ocurriendo? Elle deseó poder llamar a alguno de sus otros
colegas, para ver si este era el campo, pero un teléfono móvil era una gran flecha en
el cielo apuntando abajo ¡aquí está!
Sophie había dicho que dejara sus cosas en el apartamento y ella lo hizo. La última
generación de teléfonos tenía un botón de desconexión para la localización, pero no
confiaba en eso. No si gente con pistolas estaba cazándola.
Elle tiritó. ¿Hacía frío en la habitación? Todo su cuerpo estaba temblando y sentía
frío de hielo. No había manera de decir si era por el shock o por la temperatura de la
habitación. Tal vez el shock. Entendía perfectamente la fisiología del shock. Había
salido del estado de sueño debilitada, había tenido que practicarse una cirugía menor
y luego ir sobre la marcha. Toda la sangre periférica se había precipitado a su
corazón para mantener los órganos vitales vivos.
Todo en ella estaba frío incluso su cerebro. Había sido capaz de pensar por sí
misma en situaciones difíciles, pero esto era como si alguien hubiera tirado una
manta sobre su cerebro y este se moviera perezosamente, como si trastabillara en la
oscuridad.
Ahora mismo, necesitaba analizar la situación cuidadosamente, comenzar a hacer
planes. Había desaparecido antes… seguramente podía hacerlo de nuevo pero
ningún pensamiento aparecía. Ningún análisis, ningún fuerte sentido de
razonamiento en su camino como siempre había sido capaz de hacer.
En cambio, con sus últimas reservas, toda su existencia había enviado lo que solo
podría ser una llamada angustiosa. Justo para mostrar cuan loca estaba, ni siquiera le
había enviado esto a alguno de sus colaboradores.
Nope, ella se lo había enviado a Nick. Que podía estar en cualquier parte del
mundo.
Nick, a quien no había visto en diez años y podría no volver a ver nuevamente.
Nick, donde fuera que estuviera, no podría importar.
Locura.
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Los años pasados de duro trabajo, gratificante trabajo, haciendo nuevos amigos,
entrando en el excitante mundo de la investigación científica... había tratado de
olvidar todo acerca de Nick con tanta fuerza. Toda joven tenía su corazón roto por un
hombre apuesto, ¿verdad? Nada nuevo acerca de esto. Días completos, luego
semanas completas perdidas cuando no podía pensar en él y entonces ¡zas! Un
aroma, un sabor, un sonido… siempre había algo. Esto podía recordarle los años
pasados juntos… o peor, recordarle la noche que pasaron juntos.
Y eso era suficiente para encenderla.
Su corazón en un puño, una cascada de hormonas, las malas, las asociadas con
miedo y pérdida y pena, como CRH o cortisol, podían inundar su sistema, Antes de
conocer las palabras, entendió el mecanismo.
Y ahora que conocía las palabras, ahora que había hecho esto su campo de estudio,
que pensaba que había desterrado sus fantasmas. Su fantasma. Nick.
Elle se había creado una vida exitosa, rara vez pensaba en él. Nick Ross. ¡Maldito!
Perder tiempo queriéndolo era peligroso. Locura de la más alta clase.
Si bien no había nadie a quien llamar. Tal vez era así. La mayoría de sus amigos
eran compañeros de investigación científica y últimamente, miembros del protocolo
experimental. No había nadie capaz de pelear con aquellos hombres de negro,
ciertamente ninguno que ella conociera.
Hombres de hombros inclinados, cortos de vista, pálidos y delgados. No. Paul
Mela, Alex Karras, o Thomas Chu… aún si pudiera contactarlos, aún si vinieran,
serían masacrados.
Había estado en lo cierto al no llamarlos.
Era muy duro estar en la oscuridad, en todo sentido. Había visto a los hombres y
desapareció. Necesitaba más información. Un trabajo científico con datos y no tenía
ninguno.
¿Qué estaba pasando?
¿Podría… atreverse a comprobarlo?
Elle solo estaba comenzando a investigar los límites de su don. A día de hoy la
proyección de sí misma a medio camino alrededor del mundo… había sido la
primera vez que había tratado deliberadamente de proyectarse a sí misma lejos a un
lugar desconocido. Esto la había dejado tan agotada que se había sentido medio
muerta.
Podía hacerlo en distancias cortas. Lo había comprobado una vez y otra. Pero no
había tenido control total sobre donde iba. Era como ir en un Porsche con solo el
acelerador, sin frenos ni volante. Apasionante y peligroso.
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El Protocolo Delphi era controlado en todos los aspectos. Desde las drogas en la
línea IV a los monitores que chequeaban su estado. Y aun así, le había sido dicho que
sus signos vitales habían ido peligrosamente lentos en el experimento de hoy. ¿Qué
pasaría si sus signos vitales comenzaban a caer en picado? Estaba sola aquí. Podría
caer en coma, incluso morir.
Pero podía morir de cualquier manera. Esos hombres habían estado armados y la
llamada de Sophie había sido de pánico. Sophie había dicho que alguna gente había
sido asesinada. Con toda probabilidad, por cualquier razón, algo altamente peligroso
estaba en marcha y era enteramente posible que los hombres de negro tuvieran
órdenes de dispararle apenas la vieran.
Por lo tanto, quedarse aquí, sola en la oscuridad, no iba a salvarla.
Ellos habían sabido que ella no había llamado un taxi y estaba solo a una distancia
que cualquiera podía hacer a pie. Si tenían los recursos correctos podían encontrarla,
sin duda. Había firmado bajo otro nombre pero presumiblemente tenían una foto
suya. Ese aburrido y borracho joven al frente del escritorio podría recordarla.
Podían irrumpir en su puerta en un minuto.
El Protocolo Delphi había sido exacto y preciso. Elle trato de duplicarlo, a pesar
que no tenía equipamiento para nada excepto su cuerpo y su mente. Primero, le
habían sido dicho que se recostara sobre su espalda, brazos por fuera de la IV. Tonto
como parecía, se recostó sobre su espalda y puso sus brazos lejos de su cuerpo. No
había tenido almohada, por lo que la quitó de debajo de su cabeza
¿Que había hecho Sophie a continuación? Insertó la aguja. Esta era la nueva
generación de hipodérmicas… finas como un cabello humano mientras se insertaban,
se expandían una vez en la vena. No había dolido para nada al entrar, y había
sentido solo el leve susurro de sensación cuando se expandió. Pero la droga había
quemado un poco cuando comenzó a fluir por sus venas
Corona había rehusado dar la estructura molecular exacta de la droga, citando
asuntos de patentes, pero Sophie le había dicho que a pesar de que ella tampoco
sabía la composición exacta, esta había sido probada a fondo en animales y nunca
había causado un efecto adverso.
Por eso Elle permaneció acostada e imagino el susurro de la aguja súper fina
siendo insertada en la vena de su brazo derecho, la ligera sensación de la aguja
expandiéndose, la sensación de calor cuando la droga comenzó a correr por su
cuerpo.
Debía haber tenido un sedante suave en la droga porque se había relajado
instantáneamente y se había sentido tan ligera que fue como si flotase un centímetro
o dos sobre el colchón.
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Se sintió relajada, como si hubiera sido inundada por la droga. Esta había sido una
sensación totalmente placentera y quería llevarse a sí misma a sentirse así. Sentirse
etérea, como si la gravedad hubiera sido de pronto revocada. Tan ligera que se
levantó un poco, revoloteando, luego continuó subiendo, subiendo, subiendo…
Estaba muy negro afuera, la oscuridad rota solamente por unos pocos faroles de
alumbrado intactos. Palo Alto era prospera comunidad, y más al este podía ver calles
bien iluminadas y autos que pasaban, brillantemente iluminados los frentes de
tiendas y restaurantes y bares. Pero en este pequeño rincón de la ciudad, la oscuridad
reinaba.
Pocos coches pasaban en su camino a otro lugar. Nadie estaba caminando en las
aceras, las cuales eran más angostas de lo normal, rotas en algunos lugares por las
raíces de grandes, viejos y no podados árboles que bordeaban la calle del motel.
Elle vagaba sin rumbo sobre los tejados, toda sensación de ansiedad desaparecida.
Era pacífico aquí arriba en el frío aire, bajo el cielo lleno de estrellas. La luna había
salido. El iluminado centro de la ciudad brillaba en la distancia como una gran
hoguera. Dos calles arriba, donde los negocios comenzaban a vender algo distinto
que ropa barata y licor, algunos jóvenes se desparramaban fuera de un bar
bamboleándose en la calle, gritando. Estaban borrachos y reían. Un chico, alto y
desgarbado se dobló sobre su cintura, las manos en sus rodillas y vomitó en la
cuneta. Todos ellos rieron más fuerte.
Estudiantes, ella pensó con una sonrisa en su interior. Siempre lo mismo
¿Que fue eso?
Densos arbustos sin podar a lo largo de la calle dos manzanas abajo del motel
oscilaban, como si un viento hubiera pasado a través. Pero esta era una noche sin
viento. Dos hombres salieron, vestidos de negro, mascaras negras, gafas negras.
Pistoleras negras con finas culatas negras sobresaliendo de ellas.
No hablaban, en cambio se comunicaban con señales de mano, fáciles de seguir.
Dos hombres más salieron de los arbustos una manzana abajo y se encontraron con
los dos primeros.
Los hombres eran completamente silenciosos, casi invisibles en la negrura de la
noche. Nadie se fijó en ellos. Un hombre, más alto que el resto, apunto su dedo a uno
de ellos, luego apuntó el dedo calle abajo, al motel cuyo letrero titilante podía ser
visto. El hombre que había sido destacado tiró de su máscara y la deslizó en el
bolsillo lateral de su abrigo. En un segundo parecía casi normal.
Tal vez una persona observadora podría advertir un bulto en su cadera, pero el
ebrio joven al frente del escritorio no habría advertido si una granada estallara a su
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lado. El hombre del abrigo caminó abajo y a lo largo de la calle a grandes zancadas y
relajado. Cruzó la calle hasta el motel.
Los otros hombres se fundieron nuevamente en los arbustos.
Elle siguió al hombre hasta el vestíbulo donde el empleado nocturno estaba
dormitando amablemente, una historieta de Justice League Dark descansaba sobre su
pecho. Su boca estaba abierta y el roncaba ligeramente.
Al sonido de la campanilla sobre la puerta, el dio un ligero sobresalto y abrió sus
ojos. Estos estaban desenfocados. Cuando vio al hombre del abrigo, el sonrió.
—Hola, socio.
—Hola. —El hombre rebuscó en su bolsillo—. Yo necesito hacerte una pregunta.
Acabo de tener una pelea con mi novia. Una grande —hizo una mueca y brindó una
arrepentida sonrisa—. Ella está en lo cierto y yo estaba equivocado y necesito hablar
con ella ahora que se me ha pasado la borrachera
El empleado meneó su cabeza.
—Yo te escucho, hombre.
El hombre del abrigo puso la foto sobre el mostrador y le dio un golpecito.
—Esta es mi novia. No está con ninguno de sus amigos, por eso yo estoy
recorriendo hoteles y moteles. Realmente necesito hablar con ella. Ella ¿se registro
aquí?
Un billete de cien dólares se deslizó sobre el mostrador y despareció detrás de él.
—Linda, linda chica. —El empleado sonrió soñadoramente.
—Seh. Así es ella. Entonces… la viste esta noche?
—Claro, hombre. Vino hace dos horas aproximadamente.
El hombre de la cazadora se relajó como bruscamente aliviado.
—¡Gracias a Dios! Yo estaba tan preocupado porque ella estuviera caminando en
la oscuridad. ¿Cuál es el número de su habitación?
Eso hizo sonar una campana de alarma. Los ojos del empleado se dilataron.
—Hey, hombre. Lo siento, Se supone que yo no…
Otro billete de cien dólares se deslizó.
—De verdad que necesito hablar con ella. Decirle cuanto la amo.
El billete fue al bolsillo.
—Estoooo. Vale. Puedo decirte que eres un buen hombre. Está en la habitación
nueve. Bajando al vestíbulo y a la derecha. Está registrada hasta…
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Elle vio al hombre sacar un arma de la pistolera, puesta en verde. Carga letal. En
un segundo, la sacó, la puso contra el corazón del empleado y apretó el gatillo. Se dio
vuelta antes que el empleado cayera al suelo y gesticuló fuera de la puerta.
Los otros tres hombres entraron a la carrera mientras el hombre de la cazadora
disparaba a las luces del vestíbulo. La única iluminación provenía del anticuado
monitor de computadora del empleado, el cual iluminaba la escena con un
escalofriante brillo pálido.
Sin hablar una palabra, el hombre de la cazadora señaló abajo del vestíbulo, luego
gesticuló a la derecha. Los cuatro hombres sacaron sus armas, todas puestas en
Amarillo, un voltaje garantizado para noquear a un toro, y se movieron
silenciosamente por el corredor hacia la habitación de Elle.
Donde su indefenso cuerpo esperaba, incapaz de despertarse a sí mismo.
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Capítulo 9
El hoover había sido probado a cuatrocientos kilómetros por hora. Nick lo llevó a
trescientos en la autopista en modo hoover. Bajando de Mount Blue, había tenido
cuidado de no embestir los árboles. El hoover respondía como un sueño y bajó la
montaña a alta velocidad haciendo slalom.
Una vez salió de la montaña y llegó a la llanura, sin embargo, Nick despegó
paralelo a la interestatal, navegando sobre zanjas y vallas. El hoover tenía un
excelente radar delantero y él se desviaba de obstáculos que el hoover no podría
superar. Cuando la vía más rápida hacia adelante era la interestatal, él simplemente
saltaba las vallas de protección, iba a modo rueda, y volaba por el carril rápido. El
hoover era invisible al radar y no demasiado visible a los otros conductores. Para
cuando un conductor podría vislumbrar el pájaro, él estaba a cuarenta kilómetros.
Podía aventajar cualquier coche policial. Y, francamente, no le importaba nada una
mierda, excepto llegar a Elle tan pronto como fuera humanamente posible.
Jon estaba en contacto por el enlace de comunicaciones. Estaba haciendo progresos
montando una nueva cabeza de rotor. Mac estaba echándole una mano y estimaba
que podía estar en el aire dentro de una hora.
Tal vez, solo tal vez, el podría llegar a Elle y salvarla de cualquiera fuera el peligro
en el que estuviera. Pero no había nadie en el mundo quien entendiera el principio
subyacente del universo la mierda ocurre mejor que Nick Ross. No podría sentir
ningún alivio hasta tener a Elle con él, en su cama, en Haven. Rodeado por una
montaña, detectores, sensores de movimiento y drones hasta el culo. Y una vez que
ella estuviera en su cama en el Haven, la mantendría en ella la siguiente semana. Tal
vez más. No solo tenerla en la cama, sentirla, tocarla, asegurarse que estaba a salvo y
con él.
Y estaría con él durante los próximos cien años.
Pero primero, debía hallarla.
No tenía idea qué era aquella llamada de socorro, pero había sido potente. Una
explosión de puro terror. Se había despertado con el corazón latiendo de miedo. Una
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hora antes, Nick habría dicho que no conocía el miedo pero ahora era una mentira.
Puro escalofriante terror había imbuido cada célula de su cuerpo cuando él había
recibido la explosión en su cabeza.
Nada como aquella explosión psíquica le había sucedido antes. Bueno, excepto por
Catherine de algún modo leyendo a través del tacto que había perdido a Elle y
lloraba por ella. Lo que tenía sentido porque Catherine tenía el don de leer a la gente
y perder a Elle estaba en su sangre y huesos, no solo en su piel.
Por lo que él sabía, Nick no tenía dones más allá de su fuerza, una buena puntería
y la habilidad de luchar. Ciertamente nada extraordinario. Había luchado y trabajado
como un perro por todo lo que tenía, no había tenido dones para nada. Por lo tanto
recibir esa explosión de Elle había estado completamente fuera de su radar.
No fue un sueño ni fue locura. Era definitivamente Elle quien contactaba con él,
sin discusión. La explosión había tenido a Elle dentro, sin duda. Miedo, si, pero
gentileza y punzadas en una mezcla que era simplemente ella. Él no se había
cuestionado eso ni por un segundo.
Por lo tanto estaba en la interestatal yendo tan rápido como era humanamente
posible para llegar a ella.
El tráfico se estaba volviendo intenso al aproximarse a Palo Alto, requiriendo toda
su atención, cuando la voz de Jon sonó en el botón de comunicación detrás de su
oreja.
—Tú, tío, —le dijo—. Comprueba el monitor del drone.
Nick, miró hacia abajo a su izquierda y se congeló.
¡Joder!
Tenues líneas moviéndose hacia el motel, casi invisible. Los hombres de la pantalla
estaban vestidos con ropa de combate silenciosa, pero los drones de Haven
combinaban infrarrojo con imagen térmica que hacía visible lo que podría haber
escapado a la tecnología de los drones si las dos fuentes no estuvieran combinadas.
Cuatro hombres, moviéndose lenta y cuidadosamente calle abajo donde estaba el
motel de Elle. La calle era oscura, todas las otras luces de la calle estaban quemadas.
Cuando estaban quietos, los hombres desaparecían, pero cuando se movían podía
ver, apenas, sus siluetas. Se movían como luchadores. Eso y el hecho sus rostros
estaban casi completamente cubiertos fue suficiente para él.
Eran operadores y eran peligrosos e iban a por Elle.
Comprobó el GPS y vio que estaba a cinco minutos. Jesús. Movió la palanca del
acelerador a máxima potencia y salió disparado hacia delante, dejando una estela de
sorprendidos autos detrás. Mientras zumbaba por la rampa de salida de la
interestatal tan rápido como el vehículo podía ir, inclinado hacia delante como si él
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personalmente hiciera ir más rápido al hoover, mantuvo un ojo en el monitor del
drone.
Tres de los hombres desaparecieron en un lugar oscuro al costado de la calle libre
de arbustos. Un hombre se quitó la máscara de la cara y su cabeza floreció roja en la
imagen termal. Mientras Nick miraba, se puso una cazadora y caminó a lo largo de la
calle, una figura de hombre de rojo brillante, girando la cabeza y comprobando el
tránsito.
No había nadie. El lugar estaba desierto. Parecía que el motel estaba en un semi
desierto también, a juzgar por el vacío estacionamiento de coches. Y quien fuera que
estaba en el motel, incluso Elle, no estaría a la altura de los cuatro entrenados
hombres que convergerían si ellos descubrían que Elle estaba allí.
Nick estudio el mapa, calculando la trayectoria que no incluía calles. No
necesitaba calles, solo necesitaba un paso que no tuviera barreras de más de un metro
de altura. Podía hacerlo, en modo sobrevolar. Había reglas contra usar ese modo en
áreas densamente pobladas. Los hoovers eran secreto militar. Jon y él habían liberado
dos de ellos de una base en Nevada y se los habían apropiado para su uso personal.
Eran particularmente útiles en invierno en Mount Blue cuando las carreteras estaban
nevadas. Usar el modo sobrevolar en ciudades podía levantar interés y tal vez alertar
a las autoridades militares, y eso era la última cosa que ellos querían,
Pero esto superaba todo. ¿Peligro para Elle? Fuera de cuestión.
Nick cambió a modo sobrevolar y presiono la palanca hacia la máxima velocidad.
Había visto un paso, pero corría a través de patios traseros y entre casas. Dejó un
rastro de ramas rotas y flores aplastadas detrás, pero no le importaba una mierda.
Siguiendo su camino hacia Elle utilizó cada gramo de experiencia que tenía y luego
más, como deslizarse por la ladera tapizada de escombros de la montaña a alta
velocidad, pero no tenía elección.
A pesar que se estaba moviendo al límite de velocidad, asumiendo riesgos
insensatos, siempre mantenía un ojo en el monitor del drone. Estaba dos calles abajo
cuando vio las luces del vestíbulo del motel amortiguarse y una figura con llameante
cabeza roja aparecer en la entrada. La imagen térmica se enfrió mientras el hombre se
volvía a poner su máscara, Cuando el gesticuló, tres imágenes fantasmales cruzaron
la calle.
¡Joder, joder, joder! ¡Ellos estaban preparándose para matar!
No si él tenía algo que decir acerca de eso.
Cuando entraron al vestíbulo, Nick estaba en la esquina de la calle transversal. Al
infierno con la seguridad. El frenó fuerte y abandonó el hoover donde estaba. ¿Quien
se preocupaba por que alguien lo viera? Lo único importante ahora era Elle, Elle,
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Elle. El pensamiento de que la había perdido durante diez años y que podría hallarla
ahora, un cuerpo muerto enfriándose, hizo que el rompiera a sudar.
Su corazón estaba martilleando, lo que era bueno y malo. Bueno porque esto
significaba más sangre a sus extremidades junto a una dosis decente de adrenalina
que podía acelerar sus ya rápidos reflejos y cortar el dolor momentáneamente si le
disparaban.
Malo porque por arriba de 120125 latidos por minuto las habilidades de
motricidad fina comenzaban a degradarse. Él iba a disparar para matar, y quería
golpear a aquello que apuntara.
La única forma de ralentizar su frecuencia cardiaca era respirar profundamente y
forzarla hacia abajo. Él, Mac y Jon habían entrenado para esto, a pesar que lo que
hacían se suponía que no podía hacerse, se tenía que nacer para hacerlo. Entrenar
solo elevaba un poco las habilidades naturales.
Por lo tanto dispuso de un segundo, dos, para respiraciones profundas y
acomodar conscientemente su cuerpo en posición de lucha.
Luego corrió.
Justo cuando arrancaba, pudo escuchar un murmullo desde la puerta abierta del
hoover. La voz de Jon. Bueno, lo que Jon tuviera que decir podía esperar porque Elle
tenía alrededor de un minuto para dejar de vivir.
Después, no pudo recordar acortar la distancia entre el hoover y el vestíbulo del
motel. Saltó fuera del hoover y un segundo después estaba tirando de la puerta del
vestíbulo para abrirla, echando una mirada apenas al cadáver del empleado nocturno
cuyas piernas podía ver saliendo de detrás del mostrador.
No necesitaba saber donde estaba Elle. Todo lo que tenía que hacer era seguir al
último de los hombres, que estaba al final del corredor, torciendo a la derecha. Todo
en Nick gritaba por arrojarse contra ellos y derribarlos, pero a pesar que no había
competencia entre él y los cuatro hombres—no importaba cuan buenos, no
importaba cuán bien entrenados— no tenía idea de donde estaba Elle. Una vez que
estaba en modo combate sus sentidos se enfocaban, no podía derribar a los malditos
y al mismo tiempo asegurarse que Elle no fuera alcanzada por el fuego cruzado.
Nick corrió silenciosamente dando la vuelta a la esquina y sujetó al último tipo
alrededor del cuello en una asfixiante llave, tirando de él con fuerza hacia el corredor
principal. El aturdidor hizo un ligero zumbido por lo que sacó su Glock 32 con el
silenciador, un rango de dos decibelios, menos ruido que una exhalación. Empujó la
máscara hacia arriba con la boca de la pistola, disparó al hombre justo entre los ojos,
y se liberó de él dejándolo caer rápidamente sobre la sucia alfombra.
Uno caído.
~144~
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Se asomó a la esquina y vio a los tres hombres reunidos ante una puerta. Habían
encontrado la habitación de Elle. Elle estaba detrás de esa puerta. Ellos querían
herirla, quizás matarla, y eso no iba a pasar. Ni aún si fueran un centenar de
malditos.
El hombre con la cazadora, claramente de cuero, había agarrado una llavetarjeta y
la pasó delante de un monitor ubicado en la pared al lado de la puerta. En un
segundo, la puerta de la habitación de Elle podría abrirse. La tarjeta no abrió
inmediatamente y el tipo del abrigo la agitó nuevamente. Nick pudo oír el débil clic
de la cerradura y vio como el tipo de la puerta sacaba su pistola.
Estaban cubiertos de LocTite, de pies a cabeza. La pistola de Nick no podía aturdir
a través del traje diseñado para disipar rayos; y su Glock, ponderosa como era, podía
romper un hueso o dos pero no podía penetrar ese traje. Nick quería muertos a esos
jodidos.
Tendría que ser hecho al viejo estilo. A mano.
Nick era bueno en estrategia de combate. En un instante, todo el asunto fue
planeado hasta el segundo, no tenía que pensar para nada. Era como una ecuación
geométrica, movimientos calculados y precisos.
Corrió a toda velocidad por el corredor, una masa de músculos en movimiento e
intención mortales. Plantando la mano derecha en la pared al lado del último tipo,
pivotó, levantando su cuerpo, poniendo todo su peso en la patada a la cabeza. El
hombre cayó como un toro en el matadero, pero Nick ya estaba con el estúpido de
mierda número dos, tirándole al suelo y tijereteando sus piernas entre las piernas del
hombre, tirando todo su peso en el codo, que le dirigió directo al medio de la cara.
Crujido de hueso y sangre rociando. El líder se volvió, apunto su pistola de rayos al
suelo pero Nick ya no estaba allí; estaba apuntando una patada al plexo solar, algo
que el LocTite no podía resguardar.
El hombre cayó, temporalmente paralizado, sin aliento, y eso fue el final porque
permitió a Nick acabar apropiadamente con los tres en tres duros torcimientos de
cabeza. Levantó cada cabeza levemente para asegurarse que la columna vertebral se
había cortado a través del tronco cerebral, porque quería que aquellos jodidos
siguieran muertos.
En el momento que acabó con los tres, corrió dentro de la habitación y su cabeza
casi explotó de pánico cuando vio que estaba vacía.
¡Ella no estaba allí!
¿Dónde demonios podía estar?
Los tipos muertos pensaban que ella estaba aquí, por lo tanto había asumido…
¿Había escapado? Había una ventana que daba al patio, pero esta había sido pintada
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
más de un billón de veces; y si alguna vez había sido diseñada para ser abierta, ese
día hacía largo tiempo que había pasado.
El tiró con todas sus fuerzas, luego desistió. Si no podía abrirla, Elle tampoco.
OH Dios, OH Dios. Si ella había escapado, ¿Cómo podría encontrarla, como podría
protegerla si no sabía dónde estaba?
¡Piensa!
No en la cama, no afuera por la ventana, ¿tal vez el ropero? Nick tiró con fuerza de
la placa de madera de la puerta para abrirla y miro dentro del pequeño espacio lleno
de cables
No ahí.
Y entonces fue cuando la vio. Acostada de cara al suelo, un brazo extendido,
pálida como hielo. Inmóvil, sin respiración.
Su corazón se detuvo. Simplemente se detuvo por un horrible segundo.
Él llegaba demasiado tarde.
De algún modo la habían matado.
Él no había sido capaz de salvarla.
Toda su vida, todo lo que alguna vez había querido era mantener a salvo a Elle. Y
ahora la había encontrado después de todos esos años y estaba muerta.
Dio un tembloroso paso hacia ella luego se hundió de rodillas… para estar cerca, y
porque sus piernas simplemente no podían sostenerlo de pie. Se sintió extenuado,
completamente vacío, Incapaz de un pensamiento o acción. Simplemente un saco de
piel colgante en tripas y huesos.
Quería recogerla en sus brazos, pero su cuerpo no le obedecía. Dio la orden pero
nada pasó. Todo su cuerpo estaba laxo, como si simplemente se hubiera rendido.
Como si estuviera muerto pero no se lo hubieran dicho aún.
Pero él quería estar cerca de Elle, por eso hizo la única cosa que pudo pensar… se
tumbó hacia adelante sobre ella, esperando que sus miembros pudieran recuperarse
y así poder tomarla en sus brazos y llorar sobre ella.
Estaba fría, tan fría e inmóvil, balanceándose suavemente cuando todo su peso
cayó sobre ella, pero sin jadear ni tironear.
Su cara estaba fría. Por eso se dio cuenta de que las lágrimas estaban corriendo por
sus propias mejillas. No había se secado el rostro… no podía. Todo lo que pudo hacer
fue ver como caían las lágrimas en su cuello.
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Ghost Ops 02
Una gran lágrima había caído en su pálida piel justo encima de la clavícula.
Temblaba, quieta, temblaba, quieta.
El corazón de ella… ¡estaba latiendo! Inclinó su cabeza para que su oído estuviera
justo sobre su corazón y… ¡Latía! El más tenue de los latidos, leve y débil pero
regular. Movió la cabeza suavemente arriba y abajo por su pecho. Su pecho se
movía…ella estaba respirando. ¡Estaba viva!
No estaba consciente, sus ojos estaban inmóviles detrás de sus párpados y su
respiración era superficial, pero por Dios que estaba respirando y estaba viva.
Un impulso de energía se disparó a través de él. Ahora que sabía que Elle estaba
viva, podía hacer cualquier cosa. La fuerza retornó a él en una ráfaga caliente. Nick
recogió el cuerpo laxo de Elle en sus brazos y se puso de pie. Estudió su rostro con
enojo, queriendo entender cómo habían sido para ella los últimos diez años.
Había sido tal como él la había descrito a Catherine. Mayor, aún más hermosa.
Había sido una chica hermosa y ahora era una mujer despampanante. Aquel
glorioso pelo rubio pálido corto, ondeando sobre su rostro como un halo. La sopesó
en sus brazos. Era fácil de llevar, pero había ganado algo de peso. La última vez que
la había visto había estado alarmantemente delgada
¿Por qué estaba aquí? ¿Dónde había estado? ¿Quién era ella ahora? Y por encima
de todo ¿quiénes eran esos hombres que querían dispararle?
Solo había una forma de averiguarlo.
Nick acostó suavemente a Elle en la cama, dos dedos en el pulso de la muñeca y
esperó. Sesenta latidos por minuto. Bien. Ahora a cachear a los jodidos que querían
matarla. O raptarla. De cualquier forma ellos no iban a hacer nada ahora.
Nick salió al corredor, tiró de sus máscaras y tomó unas instantáneas de los cuatro
rostros. Estaban relajados en la muerte, pero el software de reconocimiento facial del
Haven podría identificarlos rápidamente. Se arrodilló al lado de cada cuerpo y los
cacheó, pero no se sorprendió al no hallar absolutamente nada. Sus trajes de LocTite
eran de lo mejor en su rango, pero nada que pudieran comprar con su propio dinero.
La artillería igual. Sin bolsillos, solo las pistoleras y una funda de cuchillo. Los
cuchillos eran Gerber Mark IV, de óxido negro, sin usar.
Todo era nuevo. Los trajes de LocTite no tenían un roce y lucían como si nunca
hubieran sido limpiados.
Nick recogió sus lentes de visión nocturna, aturdidores, pistolas, cuchillos y relojes
en una bolsa de nylon que guardó en su mochila. Los móviles los puso en otra bolsa
que emitía una fuerte señal de enmascaramiento para que no pudieran ser
localizados, y luego volvió a la habitación de Elle.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
Seguía inconsciente. Eso lo preocupaba, pero no había nada que pudiera hacer por
ella excepto llevarla a Haven tan rápido como pudiera y hacer que Catherine la
examinara.
El botón detrás de su oído zumbó. Jon. Se había olvidado por completo que Jon
trataría de contactarlo mientras estaba fuera del hoover. Golpeó un punto en su
muñeca, abriendo la conexión.
—¡Informa! —ladró Mac—. Vimos a los cuatro tipos malos en el monitor. ¿Estado?
—Muertos —replicó Nick, saliendo del motel con Elle en sus brazos—. Ponme en
el altavoz —ahora podía comunicarse con Jon y Catherine también. Los tres habían
estado esperando en la sala de planificación. De ninguna manera eran capaces de
volver a la cama.
—¿Qué está mal con ella, Nick? —La voz de Catherine era gentil. Era la única
persona en la tierra que entendía lo que Elle significaba para él.
—No lo sé. —Dando zancadas en torno al hoover con una laxa Elle en sus brazos,
la voz de Nick se tornó ronca y tensa—. Está viva, eso es todo lo que sé. Volveré tan
rápido como pueda para que la examines.
—Acerca de eso, Nick…
Jon interrumpió.
—Estoy en el helicóptero, bajando. Encontradme en Escondite 4D. Guardaremos el
hoover y volaremos de vuelta. Mañana por la noche volveré con Eric y puede
conducirlo de vuelta.
—Gracias, Jon, —Nick se atragantó. Sus rodillas casi le fallaron por el alivio.
Haven tenía escondites en todo el estado. No podría atreverse a abandonar el hoover,
pero el Escondite 4D era una gran unidad de almacenaje cercana. Haven era
propietario de la unidad completa vía siete compañías falsas, y esta tenía un
helipuerto disfrazado como una plataforma de carga y descarga de barcos. Con
suerte, podía tener a Elle de vuelta en el Haven en menos de una hora.
Abrió la puerta del pasajero y suavemente acostó a Elle en el asiento, encendió el
escáner biomorfico y salió del camino. Una vez escaneada, en caso de un accidente,
un chorro de espuma de endurecimiento instantáneo la envolvería, ajustado a las
especificaciones exactas de su cuerpo. Una vez que el escaneo estuvo completo,
alcanzó el compartimiento bajo la consola y sacó la manta térmica fina como papel.
Calentó el asiento también. Apoyó la mano en su mejilla. Estaba aún muy fría.
Cualquier cosa que estuviera mal con ella, seguramente el calor no podía herirla.
Para su sorpresa, una suave mano lo rodeó y el estuvo mirando los hermosos ojos
azul claro de Elle.
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Ghost Ops 02
—Nick, —susurró con los ojos muy abiertos, parecía sorprendida—. Viniste. Te
llamé... y tú viniste.
El giró su mano para coger la de ella, aflojando la presión cuando respingó.
Mantuvo la mirada en sus ojos, completamente incapaz de hablar. Abrió su boca
para hablar y nada salió.
Él pensaba que nunca iba a volver a verla. Pensó que había vivido su vida con
amargura, llena de remordimientos y miedo por ella. Se había unido a Ghost Ops
porque sin Elle que el viejo Nick Ross tuviera que desaparecer de la faz de la tierra
no significaba nada para él. Los soldados Ghost Ops no podían tener amores, ni
ataduras, y eso le vino de maravilla. Elle se había llevado todo cuando se fue.
Y ahora la había encontrado, contra todas la probabilidades. Ella estaba aquí, justo
ahora, mirándolo con aquellos hermosos y expresivos ojos. Nick, que siempre sabía
qué hacer, que siempre tenía el próximo paso planificado, y el siguiente y el
siguiente… no podía pensar. No podía hablar.
Elle apartó su mano de él y tocó su rostro. Él sabía que lo único que podía ver era
la oscura calle y el interior de un extraño vehículo.
—¿Esto es un sueño?
Nick se inclinó hacia adelante y la besó. Muy rápido, porque estaba débil y ellos
tenían que irse ahora. Pero esto sirvió para un importante propósito. Esos labios eran
muy reales. Ella era real.
—No es un sueño. Pero tenemos que irnos de aquí rápido, cariño. Algunos tipos
malos estaban detrás de ti y tenemos que irnos ahora mismo.
Sus cejas se levantaron juntas, una mirada ausente volvió a sus ojos.
—Yo los vi —dijo en un susurro—. Los vi venir calle abajo, venir al motel. Y vi…
—Ella lo enfocó, buscando sus ojos—. Te vi a ti, Nick. Yo pensé que me estaba
volviendo loca ¿Qué pasó?
—Después. Te explicaré todo después. —Por mucho que odiara dejarla, renunciar
a su contacto, Nick salió, corrió alrededor del frente del coche y se deslizó en el
asiento del conductor—. Sujétate fuerte. —Él se puso en modo ruedas y enfiló hacia
el norte, tan rápido como el coche podía ir.
—¿A dónde vamos?
Nick deslizó sus ojos sobre ella. Maldición, es hermosa. Sabía que era hermosa pero
cuando pensaba en ella, era la dorada niñita abandonada a quien recordaba, Perdida,
delgada y frágil. Adorable, porque nada podía cambiar esa estructura de huesos
perfecta y el colorido, pero suave y vulnerable. Sentada a su lado había una mujer
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Ghost Ops 02
que haría girar las cabezas cada vez que caminara por la calle, pero que parecía
fuerte y capaz. Aunque magullada y aturdida, estaba tranquila.
Cuando se encontró mirándola furtivamente, mirando sus elegantes y pálidas
manos descansando en su falda, memorizando ese perfecto perfil, siguiendo la larga
y blanca línea de su cuello hacia abajo donde la chaqueta se abría para mostrar un
jersey con escote en V, se dio cuenta que podía chocar a la velocidad que iban. Por
eso empuñó la palanca del acelerador con los nudillos en blanco y giró su cara
resueltamente hacia delante.
—Vamos a un lugar en donde no puedan encontrarte, cariño, —dijo él torvamente
—. Te estoy llevando a casa.
¿Esto era magia? ¿Era una bruja? ¿De algún modo había evocado a Nick en el aire?
¿Estaba ella aún en modo Soñar?
Bueno, a eso podía responder, Había muy poca estimulación sensorial en sus
Sueños, sus proyecciones. Incluso cuando su espíritu sobrevolaba a esa instalación en
lo que debía haber sido la Libre República de Mongolia, una instalación enclavada en
el hielo en llamas, no había sentido ni frío ni calor.
Pero ahora lo sentía todo. El frío con que despertó para encontrarse en un extraño
coche con la puerta abierta y Nick —¡Nick!— inclinado sobre ella. El toque de sus
manos en su rostro, las yemas de sus dedos rugosas, el toque suave. ¡Un Beso! Un
beso que realmente sintió y no los miles de besos que había soñado a lo largo de los
años hasta que se forzó a parar. Esos habían sido los labios de Nick sobre ella, sin
duda.
Esto no era un sueño, esto era real.
Y este no era el Nick que ella recordaba, para nada, Aquel Nick había sido como
una joven pantera. Un hombre, aún con huellas del joven que fue. Este Nick que
parecía peligroso, no tenía nade de chico en él. Era duro, lleno de cicatrices, aún más
grande. Su rostro era adusto, enjuto, la piel bronceada por el aire, pálidas líneas
curvándose desde sus ojos. Ella sabía que tenía treinta y tres, pero parecía mayor.
Estaban circulando a una velocidad imposible, a pesar de sentirse segura en las
manos de Nick. Evidentemente sabía lo que estaba haciendo. Y aunque el vehículo en
el que estaban era extraño, parecía responder bien, y abrazaba el camino fuertemente
aún cuando debían ir a más de doscientos kilómetros por hora.
Cualquier cosa que tuviera que decir podía esperar, porque Nick necesitaba toda
su atención para conducir.
Él dijo que la estaba llevando a casa. Donde nadie pudiera encontrarla.
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—Roger —dijo una incorpórea voz, profunda, fuerte y clara—. Llegando, TELL
cinco minutos.
Nick la inspeccionó y le pasó el dorso del dedo índice sobre su mejilla.
—No te desanimes, cariño. Pronto estaremos en casa.
Era una tonta, porque solo verlo en la penumbra, su cara fuerte y sobria, su voz
teñida de ternura, casi la deshicieron. Esto era muy peligroso. La había tenido a sus
pies diez años antes. Le llevó años recuperarse.
De acuerdo, no era la inocente y necesitada joven que había sido entonces, pero él
todavía tenía el poder de afectarla profundamente. Si alguien le hubiera preguntado,
hubiera jurado que Nick Ross estaba muerto para ella y aquí estaba ahora,
temblorosa y susceptible nuevamente, derritiéndose con su toque
Nunca más.
Ella se puso rígida, echándose hacia atrás.
Se había proyectado dos veces en un día, había sido perseguida por hombres que
habían hecho prisioneros a muchos de sus amigos. Tenía suerte de estar viva. Debía
agradecerle eso a Nick, pero eso no significaba que le debiera otra cosa que gratitud.
Ciertamente no amor.
Cuando ella se tiró hacia atrás, la cara de Nick se tornó blanca y su mano cayó. Su
voz fue enérgica y práctica.
—Necesito dejar el coche hoover bajo cobertura. ¿Puedes aguantar de pie?
Pregunta estúpida. O tal vez no tan estúpida.
Elle presionó con las piernas contra el suelo. Estas no temblaban. Vale. Bien para
andar.
—Sí, puedo.
—Buena chica.
En un segundo él estaba en su puerta ayudándola a bajar. Elle se movía
lentamente. Quería estar segura que estaba en lo cierto acerca de su capacidad de
estar de pie. La idea de desmayarse era demasiado fea para considerarla. No quería
ser débil ni necesitada. No era la Elle que él había dejado. Era fuerte.
Solo era como si hubiera tenida un día muy malo.
Sus piernas la sostuvieron, gracias a Dios. Nick le tendió su cartera.
—Mira arriba.
Una súbita ráfaga de viento sopló y ella se preguntó si había escuchado bien.
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—¿Qué?
—Mira arriba.
Nick puso un dedo bajo su mentón y le inclinó la cabeza hacia atrás.
—Nuestro transporte está aquí.
¡OH, Dios. Un helicóptero! ¡Bajaba casi directo a su cabeza, y no podía oír nada! El
helicóptero era apenas visible en la oscuridad y la cabina era oscura, En vez del
rugido ensordecedor de los helicópteros de las películas, este apenas hacía zumbido
mientras viraba unos pocos metros y pulcramente aterrizaba, como un gato después
de un salto.
—¡Vamos! —Nick prácticamente la levantó y la sacó de allí.
El helicóptero tenía un aspecto escalofriante —hecho de alguna sustancia mate lisa
y dura sin ventanas aparentes. Justo cuando determinó que no había forma de entrar
en él, una puerta se deslizó abriéndose mostrando una tenue luz interior. Cuatro
escalones se desplegaron desde el lateral.
Elle caminó hasta el interior de la cabina y se sentó en uno de los asientos. A través
de la puerta abierta, pudo ver a Nick conduciendo el extraño coche dentro de lo que
parecía un depósito y volver corriendo. Él saltó dentro del cuerpo del helicóptero sin
usar los escalones, gritando:
—¡VamosVamosVamos!
Los escalones se replegaron, la puerta se cerró, y el helicóptero despegó
abruptamente, dejando el estómago de Elle detrás. Estaba totalmente silencioso en el
interior del helicóptero. En todas las películas que había visto alguna vez, la gente
usaba auriculares para enmascarar el ruido, pero dentro de este era como una
catedral.
No había forma de ver fuera del helicóptero. Había, sin embargo cuatro grandes
monitores mostrando lo que parecía la vista fuera… la brillante línea de la
interestatal a la derecha, e imágenes infrarrojas, imágenes térmicas, y GPS
coordinadas en un mapa móvil.
Continuaban su viaje al norte, el destino una cruz azul al noreste, Elle no podía
figurarse a donde se dirigían.
—Mi nombre es Jon. Es un placer conocerte.
Un tabique se había deslizado a un lado y el piloto metió su mano a través de él.
Elle torpemente se estiró hacia delante para tomarla.
—En verdad estoy contento que Nick te encontrara antes que su cabeza explotara.
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La mano era grande y tosca y pertenecía a un hombre que parecía como si acabara
de llegar de surfear olas enormes. A pesar que fuera hacía un frío que pelaba, vestía
una desabotonada camisa hawaiana sobre una deslumbrante camiseta blanca. La
camisa hawaiana tenía brillantes pericos azules volando alrededor de brillantes
palmeras amarillas, imitando sus brillantes ojos azules y su largo estaba cabello
aclarado por el sol.
Tenía una gran pistola negra en una muy usada pistolera de hombro.
Todo en ese hombre era jovial y complaciente excepto sus ojos azul hielo, los
cuales eran fríos y duros y su pistola, igualmente fría y dura.
—Es un placer conocerte —dijo ella. Miró a Nick, luego al surfero Jon—. Gracias
por el rescate.
Jon guiñó un ojo y un lado de su boca se torció hacia arriba.
—Cuando quieras. Rescatar mujeres hermosas parece haberse convertido en
nuestro último pasatiempo.
—Jon … —Nick gruñó.
Jon puso los ojos en blanco y ladeó la cabeza a un lado, mirando a Nick.
—Tranqui tronco.
—¿A dónde vamos? —Elle trató de mantener su voz calmada. La única respuesta
fue el silencio.
La pregunta tenía que ser formulada. Con cada minuto que pasaba, Elle sentía su
fuerza retornar, acababa de ser rescatada, eso era verdad. Pero también era verdad
que estaba en un helicóptero yendo Dios sabía dónde con dos hombres, uno de los
cuales recién había asesinado a otros cuatro hombres en un terrorífico despliegue de
precisa violencia.
Nick.
Tenía que olvidar que había conocido muy bien a Nick una vez. Había crecido con
él. Pero luego él había desaparecido, realizó una breve aparición en su vida y luego
desapareció nuevamente.
No tenía idea quién era ahora. Ninguna. Por todo lo que sabía, era tan peligroso
para ella como los hombres que él había matado. ¿Y Jon? ¿Con sus alegres turquesa y
amarillo de su camisa y la sonrisa encantadora y que ahora estaba transportando a
los tres a Dios sabía dónde?
Él también parecía peligroso.
Por lo tanto… ¿Cuáles eran sus opciones? Ninguna, por lo que ella podía decir. El
helicóptero estaba apretadamente sellado. Aún si pudiera de algún modo vencer a
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dos visiblemente fuertes hombres armados —lo cual era una locura— hubiera tenido
que aprender a pilotar un helicóptero antes de este se precipitara al suelo. Lo cual era
descabellado.
La puerta número uno cerrada, lo que dejó justo la puerta número dos.
No hacer nada y tener la esperanza de sobrevivir.
Nick trataba de no mirar fijamente a Elle. En realidad trataba pero era imposible.
Por suerte ella no estaba mirándolo. De hecho, miraba para todos lados, menos a él.
Elle se sentía más fuerte. Cuando llegó por primera vez, parecía como si necesitara
toda su fuerza solo para mantenerse de pie. Ahora tenía la espalda tiesa y se
mantenía apartada de él.
No eran solo sus sentimientos heridos. Ella había sido lanzada en un nuevo
mundo —su mundo— como sumergirse en un lago helado, Hombres peligrosos la
habían perseguido, y aunque no lo había visto realmente matar a los cuatro hombres,
sabía que tenía el hedor del asesino en él. Elle siempre había sido terriblemente
consciente de las cosas, como si estuviera sumergida en otros sistemas de
información. Él vestía lo que para él era como una capa de invisibilidad. Tanto el
cómo Mac se sentían incómodos en el mundo civil. La gente se apartaba de ellos,
instintivamente, y generalmente se agitaban sin saber por qué. Las ovejas se alejan
ante el peligro del velado lobo.
Por otro lado Jon era igual de peligroso pero lograba ocultarlo un poco de tiempo
con sus camisas coloridas y su sonrisa de predador.
Elle detectó lo que Nick había llegado a ser. A ella no le gustaba, pero a él le
importaba una mierda. Tendría que superarlo.
Contra todo pronóstico, la había encontrado. Pensó que pasaría toda la vida solo,
pero la había encontrado. Nunca la dejaría irse. Estaría con él hasta el final.
Por lo tanto ella podía quedarse rígida separada de él y podía evitar mirarlo a los
ojos y podía sentirse incómoda, pero al final esto no marcaba diferencia alguna.
Estaba yendo a Haven con él y se quedaría allí.
Elle estaba mirando los monitores, haciendo su mejor esfuerzo para ignorarlo
cuando el mapa del monitor titiló.
—Nick. —La voz de Jon derivó desde la cabina—. Es el momento.
OH, mierda. Él estaba helado. ¿Cómo podía hacerle esto a Elle?
—Nick. —Esta vez había puro acero en la voz de Jon. Nick sabía que si peleaba
con Jon por esto, Jon podría girar el helicóptero y volver a Palo Alto.
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Elle se volvió y finalmente lo miró a los ojos, una pregunta en los suyos. Él odiaba
esto, simplemente lo odiaba. Nick levantó la mano de Elle y se encaró con ella
sinceramente.
—Cariño, realmente lo siento. Créeme cuando digo que esto es por tu propio bien.
Se estiró hacia atrás y deslizó una capucha sobre su hermosa y sorprendida cara.
Le sujetó las manos con las suyas porque él habría peleado fieramente con alguien
que le pusiera una capucha. Era el último de los insultos, y si ella forcejeaba, lo
abofeteaba o lo pateaba, lo entendería y simplemente lo aguantaría.
Ella no hizo ninguna de esas cosas y se dio cuenta cuánto la había subestimado.
Era sobre todo inteligente, y sabía que no podía competir físicamente con él, de
ningún modo. Y, ciertamente, no se mediría con Jon y ella. La única cosa inteligente
era soportarlo y eso fue lo que ella hizo
Se sentó rígidamente, la encapuchada cabeza girada hacia el frente, digna y
completamente quieta. Sus manos, que él sostenía, estaban tan duras como madera.
Nick nunca la había amado más.
Y sabía que cada minuto que pasaba, ella lo odiaba más y más.
Afortunadamente, estaban muy cerca de Haven. Jon estaba volando ahora con el
helo a la máxima velocidad. Era una noche sin nubes y ellos estaban fuera del radar.
Pronto estarían en la vía de entrada del hogar.
Mount Blue era una forma negra contra el cielo estrellado. Debajo de ellos, lo
sabía, una gran plataforma de metal se extendía desde la base de la montaña,
proporcionado una plataforma de aterrizaje. Cuatro minutos después, Jon aterrizó
perfectamente y apagó los motores. La plataforma de metal se retrajo con el helo
sobre ella en una inmensa estructura invisible al mundo exterior.
Mount Blue. Haven.
Hogar.
Una tensión que Nick se había negado a admitir subió desde sus hombros. Elle
estaba segura aquí. Todos estaban seguros aquí.
Este era su refugio y el refugio de la familia de inadaptados y talentosos
marginados que se habían reunido en torno a ellos. Él, Mac y Jon. Ward y Lundquist,
Romero y Pelton. El equipo entero de Ghost Ops había sido enviado a destruir un
laboratorio en Cambridge que les habían dicho estaba secretamente desarrollando
como armas Yersinia pestis, peste bubónica. Solo que no había proyecto secreto. Un
grupo de soldados los habían estado esperando para capturarlos. Habían sido
acusados de alta traición y habían escapado de camino a una corte marcial en
Washington.
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No había forma que alguien pudiera mantener prisionero a un operador de Ghost
Ops.
Entre la huída de todo el gobierno de EEUU y la amargura de haber sido
traicionados a manos de Ward, un hombre al que todos veneraban, Mac, Jon, y Nick
habían encontrado refugio en Mount Blue en el noreste de California, dentro de una
mina abandonada que Mac había explorado cuando era un chico. Hicieron un
agujero aquí y maldita fuera si pronto una comunidad no se había congregado en
torno a ellos, La comunidad fue transformando a Haven en la más confortable
guarida de alta tecnología para gente que escapaba del mundo que habían conocido.
Se fueron transformando en autosuficientes en todo: energía, Internet, comida… todo
lo que se pudiera pensar
Lo mejor era que toda la comunidad fue financiada por dos carteles de droga
Latinoamericanos. Jon, quien tenía una cruzada personal contra los vendedores de
droga a pesar que nadie sabía exactamente por qué, había pasado dos años
encubierto en el más grande cartel de droga de Cartagena tirando cables,
pretendiendo ser un emisario de los vendedores de California. Reunió suficiente
información, mientras penetraba profundamente en sus finanzas, para poner
trescientos hombres fuera del juego para siempre.
Cuando Haven necesitaba algo, ellos solo examinaban las cuentas bancarias del
cartel en las Caimán o Aruba, dejando migas de pan y pisadas hacia un pillo después
de otro y disfrutando enormemente cuando algún desgraciado pagaba la culpa y era
castigado.
Un hijo de puta menos en el mundo. Había dicho Jon. En el ínterin, todos tenían
tarjetas de crédito negras con nombre falso con varios millones de dólares detrás.
La plataforma detuvo el movimiento y estuvieron dentro del hangar. Era un
inmenso espacio de sesenta metros de alto. Mantenían todos los vehículos y los
drones y el helo aquí.
Elle no podía bajar del helicóptero encapuchada, por lo que Nick simplemente la
levantó por la cintura y la llevó afuera. No se resistió, pero tan pronto como sus pies
tocaron el suelo, dio un paso atrás, alejándose de él.
OH no lo hagas, pensó Nick.
Esas medidas de seguridad eran una práctica estándar y necesaria, él lo sabía, aún
cuando lamentaba amargamente haber tratado así a Elle.
La cosa era que Mac, Jon y él se habían convertido en la primera línea de defensa
para una comunidad de gente vulnerable y talentosa que confiaban en los tres
soldados proscriptos para mantenerlos a salvo. Los tres tomaban esta confianza
seriamente. Todo aquel que venía era investigado. Si ellos pasaban, se podían
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quedar. Si no pasaban, ellos le daban una gran dosis de Lethe, una droga amnésica, y
los dejaban en el valle sin recuerdos de una oculta ciudad dentro de Mount Blue.
Nick sabía que si Elle de algún modo no pasaba el examen, iba a volver con ella al
mundo, aun cuando era buscado por gobierno federal y había una enorme
recompensa por su cabeza. Había hecho su elección. Elle no se apartaría de su lado,
nunca más. Y él nunca la dejaría.
Nick y Jon intercambiaron una mirada. Sin palabras. La regla para aquellos que
venía a ellos pero no eran parte de ellos todavía. Cualquier voz tendría eco en esa
gran cámara. Nick simplemente puso su brazo alrededor de la cintura de Elle y
empezó a caminar hacia el elevador, Jon mantenía el paso.
El ascensor era un milagro de tecnología. Se elevaba sesenta metros en el aire tan
suavemente que era muy posible que Elle no se diera cuenta que estaba en un
ascensor.
El ascensor, junto con la mayoría de la infraestructura había sido diseñado por el
talentoso ingeniero, Eric Dane. Eric había pasado años escribiendo informe tras
informe sobre la debilidad estructural del Bay Bridge de San Francisco. Cuando el
temblor del 21 de Halloween golpeó el puente, colapsando y matando a cuarenta
personas, los informes de Eric se desvanecieron y fue culpado por el colapso. Un
litigio multimillonario fue instruido contra él pero no había nadie a quien demandar
Eric había hecho eso para Mount Blue, donde les construyó una confortable,
hermosa e inexpugnable fortaleza. Haven.
No había timbre que sonara cuando llegaba arriba, solo se abrían silenciosamente
las puertas dentro del atrio de Haven.
No había delincuentes, y si Haven fuera un lugar público, el atrio podría ganar un
montón de premios de diseño urbano. Un espacio grande y aireado lleno de plantas
con senderos pavimentados de terracota serpenteando por inesperadas pequeñas
plazas con un lecho de flores aquí y un parche de tomate orgánico allá. Había bancos
y fluidas esculturas de metal y madera hechas por la famosa escultora Kloe, quien
había escapado de su muy rico y muy abusivo marido.
En lo alto había un invisible techo arqueado de graphene, una fina molécula,
repleta de pequeños paneles solares que proveían luz en la noche y contribuían a
mantener el atrio a la constante temperatura de veintidós grados todo el año. El atrio
estaba anillado con balcones, detrás de los cuales había oficinas y hogares. Algunas
casas de familia y algunas, como el lugar de Nick y el lugar de Jon, eran gloriosos
alojamientos de oficiales solteros, aun más espaciosos y definitivamente más bonitos.
Cuando un espacio necesitaba se decorado, todos se dirigían a Nancy Parsons, cuya
firma de decoración fue destruida por el esposo y socio, quien huyó con cada centavo
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Ghost Ops 02
y la secretaria, dejando a Nancy cargada con un saco de deudas que su marido debía
a la mafia, sin forma de pagarla y con la mafia en sus talones.
En el tercer piso estaba su Sala de Guerra y Nick y Jon se encaminaron por los
pasos de brillante vegetación. Eran las cuatro AM, demasiado tarde para los búhos y
demasiado temprano para las alondras. Mac y Catherine estarían arriba, esperando
para el informe.
Aunque hubiera habido gente, no pocos lo pensarían dos veces con Nick y Jon
marcando el paso a una figura encapuchada a través de la gran plaza. En un
momento u otro, varios miembros honorables de Haven habían sido conducidos
encapuchados a la Sala de Guerra de arriba.
Otro ascensor los dejó en el tercer piso. Nick mantuvo su brazo alrededor de Elle
para guiarla y también… porque…
Porque todavía encontraba difícil de creer que ella estuviera aquí, con él. Muy
enojada con él, seguro. Ella tenía todo el derecho de estarlo. Pero contra todas las
probabilidades estaba segura y viva, y así es como se iba a quedar. La había
encontrado, había luchado por ella, la había esperado diez largos años. Era suya.
Jon iba adelante, su perfil biomorfico abrió la puerta. Elle no estaba programada.
Todavía.
Elle detectó que había un umbral y se paró en seco. La Sala de Guerra estaba
directamente frente a ella, el corredor detrás. Su nueva vida, su vieja vida.
Directamente frente a ella Mac y Catherine estaban esperando, como Nick sabía que
estarían. Habían estado despiertos toda la noche, incluso Catherine que estaba
embarazada de tres meses. Ella no dejaría a Mac, quien no se iría a la cama hasta que
sus hombres estuvieran en casa. Mac ni siquiera había tratado de convencer a
Catherine para que se acostara porque no lo haría y él lo sabía.
A un lado había un carrito de servicio con un número de platos con cubiertas de
plata.
Stella. Bendita fuera. Una vez había sido una mundialmente famosa actriz hasta
que un acosador cortó su rostro en pedazos. Nadie en Haven notaba siquiera sus
cicatrices porque todos la amaban. Era lista y amable y corría por la extraordinaria
cocina comunal con un montón de ayudantes. Nadie nunca quería pillar su lado
malo porque acceder a la cocina de Stella era básicamente acceder al mismo cielo.
Huyendo y siendo cazados, la gente de Haven comía mejor que la mayoría de los
millonarios.
De aquí en adelante, Elle era suya e iba a cuidarla y eso incluía alimentarla. Antes
de llevarla a la cama.
Ante aquel pensamiento su polla se hinchó.
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Mierda
Después de largos años de entrenamiento, su polla había aprendido a obedecerle.
Nunca más iba a estar fuera de control. De hecho, ésta había sido tan obediente el par
de años pasados que era prácticamente un durmiente. Los Ghost Ops habían tomado
cada gramo de atención y energía que tenía. Luego ellos estaban escapando y
escondiéndose, por lo que llevar a una mujer a la cama se había convertido en un
enorme desperdicio de energía. No solo porque tenía que planear la salida antes que
la entrada, como siempre, sino también porque tenía que trabajar realmente duro
para no dejar una pista de quien era. Eso involucraba tener falsos documentos todo el
tiempo, e involucraba recordar su nombre falso y su falsa leyenda, exactamente como
si estuviera trabajando de incógnito.
Si alguien descubría la forma de follar sin dejar ADN atrás, él lo habría
conseguido.
Era agotador y un montón de trabajo para follar una sola noche, porque dos
noches estaba descartado. Jon no parecía tener ningún problema. Por lo que Nick
veía, Jon tenía un montón de sexo de manera regular y no tenía problema en absoluto
en contar mentiras a las mujeres.
Para Nick, eso le cansaba muy rápido.
Así que, ahora su polla estaba despierta y oliendo las rosas. O al menos, oliendo a
Elle. Porque sobre el olor de su miedo y su agotamiento estaba el olor a ella. Algo
fresco y primaveral y absolutamente inconfundible suyo.
Ninguna otra mujer en el mundo olía como ella. Se parecía a ella. Era ella. Lo que
explicaba la semidureza en presencia de Jon y Mac y la embarazada mujer de Mac,
aunque él era más listo.
Nick puso su mano sobre la parte inferior de la espalda de Elle y ella se puso
rígida nuevamente, lo cual fue suficiente para sacar el almidón de su polla. Estaba
suficientemente desorientada sin hacer frente a sus hormonas.
Nick enlazó su mano con la de ella, ignorando el hecho de que no había cerrado su
mano en torno a la suya, manteniéndola floja. Él tiró y ella caminó hacia adelante
girando su cabeza ligeramente ante la caída de la presión de aire al cerrarse la puerta.
Mac, Catherine, y Jon estaban de pie frente a ella, Catherine con una sonrisa de
bienvenida. Mac sin sonrisas de bienvenida, pero al menos el no estaba con el ceño
fruncido, lo que era algo.
Nick quitó la capucha de la cabeza de Elle, su pálido cabello se levantó
ligeramente con un crepitar, luego volvió a caer hacia abajo en brillantes rizos
luminosos.
—Cariño, —comenzó, pero Catherine quedó sin aliento.
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—¡Doctora Connolly! ¿Es usted a quien Nick fue a rescatar?
—¿Usted me conoce? —pregunto Elle.
Tres profundas voces masculinas resonaron.
—¿Tu la conoces?
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Capítulo 10
Sede central de Arka Pharmaceutical.
San Francisco
Lee se levantó de repente.
—Necesito comprobar algo —dijo, y salió por la puerta. Pero no antes que Flynn
viera como el sudor perlaba su frente.
Algo estaba mal con Lee. Realmente mal.
El ex general Clancy Flynn lo había observado cuidadosamente durante todo el
día. Lee era un profesional, siempre frío, tranquilo y sin emociones. Dos de los
programas secretos que Flynn y su compañía habían financiado a Lee le habían
hecho ganar en retribución una gran cantidad de dinero. Y el nuevo sería un
bombazo. Crear soldados más rápidos, más fuertes, más inteligente era el sueño de
todo general, pero este era el sector privado, y la compañía de Flynn, Orion
Seguridad, en particular, haría que esto fuera una realidad.
Estaban cerca. Se había realizado un ensayo en África, donde Orion había tenido
un contrato de enorme potencial para proteger un convoy que transportaba
diamantes desde una rica mina situada en el interior de un territorio infestado de
rebeldes hasta la costa. Al principio todo había funcionado como un sueño. Él y Lee
había visto como el equipo se trasladaba con creciente precisión y velocidad, como
una máquina bien engrasada. Visiblemente realzada, una alegría para la vista. Y
luego se produjo la crisis nerviosa que los llevó a autoinmolarse.
Pero aquellas primeras horas fueron prometedoras. Lee dijo que había identificado
el problema, una cuestión de dosis, y un ensayo había ido muy bien y otro ensayo
estaba programado para la próxima semana.
Pero este nuevo acontecimiento…
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Ghost Ops 02
Si Flynn no lo hubiera visto con sus propios ojos, nunca lo hubiera creído. El
potencial. No había límite a lo que podría ganar con soldados realzados con poderes
como esos.
Lee tenía algo que cambiaría el mundo, si esto no lo mataba primero.
Si Flynn no lo conociera bien, diría que Lee estaba borracho. Pero Lee no bebía, era
un abstemio, algo que Flynn no podía entender. El mundo estaba lleno de placeres a
los que Lee parecía inmune. Era un hombre resuelto y dedicado, y se estaba cayendo
a pedazos.
Las señales eran claras.
Lee se había pasado todo el tiempo tamborileando inquieto los dedos en el
escritorio y sacudiendo el pie. A menudo había tragado saliva y se había ajustado el
cuello de la camisa, como si ésta hubiera estado demasiado apretada, aunque en
realidad estuviera floja. Lee había perdido al menos cinco kilos desde la última vez
que Flynn lo había visto.
Pero más que nada había existido un nerviosismo apenas contenido en el hombre,
lo cual era totalmente impropio en él. Flynn había conocido a Lee durante mucho
tiempo. Se le había encargado investigar a la compañía de Lee cuando todavía había
estado en el ejército. Creía mucho en Lee, había echado mano a los bolsillos de su
propia compañía para mantener esta línea de investigación en curso cuando se jubiló.
El gobierno lo había prohibido, pero lo que el gobierno no sabía no le haría daño.
“Experimentación humana” era algo totalmente inadmisible en los laboratorios
del gobierno, pero eso era una mierda en opinión de Flynn. El armamento portátil no
podía ser más letal de lo que ya era, y existían límites a la hora de usar grandes
bombas. La última frontera era el realce humano, algo así sería toda la diferencia en
las próximas guerras por los recursos.
Lee siempre había sido frío y racional. El científico extremo, aunque Flynn siempre
había sospechado que Lee tenía otra agenda. No dinero, algo que lo dejaba perplejo.
Porque el dinero era la mejor motivación que existía. A Lee le gustaba el dinero lo
suficiente, pero sobre todo lo veía como una herramienta para ayudar a continuar su
investigación. Él mismo vivía con sencillez. Así que el dinero no lo era. Fuera el que
fuera su motivo, con tal de que no impidiera su objetivo final, a Flynn no le podía
importar menos.
Pero ahora lo que fuera que conducía a Lee estaba destruyéndolo… al hombre a
quien Flynn acababa de entregar quince millones de dólares.
Si aquello en lo que Lee estaba trabajando daba resultado, la historia de la vida
militar cambiaría para siempre y Flynn se convertiría casi de un día para otro en uno
de los hombres más ricos del mundo. Si esto no daba resultado porque Lee lo
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estropeaba, entonces Flynn perdería un buen monton de dinero y las promesas que
había hecho a clientes potenciales se convertirían en pura palabrería. Y un par de
esos clientes no eran hombres a los que se pudiera mentir y e irse vivo de rositas.
Cualquier cosa que sucediera, necesitaba quedarse durante unos días más para
asegurarse que Lee no hiciera que quince millones de dólares se volvieran humo.
Se tocó la oreja. Debía comunicarse con su sede central.
—Sí señor. —Oh, sí. Melissa, su nueva secretaria. Eficiente, bonita y altamente
follable. Ella podía salir de la cama después de dos horas de haberlo jodido y
planificar con total frialdad su horario del día siguiente mientras él aún estaba
jadeando en la cama.
—Sí, Melissa. Sé que dije que volvería hoy, pero debo quedarme. Suspende los
próximos dos días y cancela mi vuelo de regreso a Virginia. Dile al piloto que puede
quedarse en el Marriott hasta que lo necesite.
Una pausa y luego la voz gutural de Melissa.
—Hecho.
—Te haré saber cuándo llegaré. Y, ¿Melissa?
Ella reconoció ese tono y su voz se hizo aún más baja.
—¿Sí señor?
—No lleves bragas cuando llegue.
Flynn descolgó con la risa gutural de Melissa repicando en sus oídos.
* *
Mount Blue
Elle se encontró en un cálido abrazo, breve pero sentido. La mujer que la abrazaba
era delgada, tanto que la pequeña protuberancia de su vientre se podía sentir con
facilidad. Estaba embarazada, y no había duda de quién era el padre. Él estaba de pie
justo detrás de la mujer con una mano sobre su hombro.
Hacían una pareja extraña. La Bella y la Bestia. La mujer era muy bonita, con
cabello oscuro que le llegaba a los hombros y los ojos de un color azul grisáceo, y el
esposo… bien, el esposo era enorme, feo y aterrador. Esas eran las únicas palabras
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que realmente encajaban. Era el hombre más alto en la sala, aunque tanto Nick como
Jon eran hombres altos, y sobresaldría en casi cualquier habitación. Su rostro era
tosco con una nariz que se había roto en varias ocasiones, y con lo que parecía ser
una cicatriz de cuchillo en un lado y una quemadura que había fundido en la piel en
el otro. Sus ojos eran fríos y duros. Este era un tipo al que mejor evitar si sabías lo que
era bueno para ti. Eso no impedía que la mujer acariciara con suavidad la enorme
mano en su hombro y le regalara una rápida mirada de amor mirándole por encima
del hombro.
Él le sonrió y toda la disposición de sus rasgos faciales cambió. No se volvió cálido
y tierno, pero no había duda de lo que sentía por la mujer. Elle misma hubiera tenido
miedo de estar en la misma habitación que el tío, pero el amor era el amor. ¿Qué
podía decir al respecto? Ella estaba eternamente enamorada de un hombre que la
había abandonado dos veces, así que no era nadie para juzgar.
Esta mujer la conocía, algo que casi rayaba con lo espeluznante.
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó Elle mientras la mujer le cogía de la mano.
—Chicago, mayo del 2022, la reunión anual de la Academia Americana de
Neurociencia. Salón B. Tu artículo sobre “Inmuno marcadores en Estados de Trance”
nos dejó sin aliento. —La mujer sacudió su mano suavemente y luego la soltó.
Mientras que la mano de Elle había estado en la de ella, se había producido un
resplandor espectral de calidez, algo que floreció suavemente para después
desvanecerse. Podría haber sido una coincidencia, pero se sentía un poco más fuerte
también.
Chicago, mayo de 2022.
—¿Tú estabas allí?
—Sí. —La mujer sonrió suavemente—. Aunque leí todo el documento después
porque tuve que dejar la conferencia a la mitad e ir al Salón C. para sustentar mi
artículo sobre “El papel de Kir4.1 en la formación de la mielina oligodendrocitos”.
Elle se quedó sin aliento.
—¡Doctora Young! ¡Doctora Catherine Young! —Esta vez Elle fue quien agarró su
mano y se la estrechó con entusiasmo. ¡Cuán sorprendente encontrarla allí! Catherine
Young era una leyenda, responsable de desarrollar una investigación de vanguardia
en demencia. Desbloquea la demencia y desbloqueas una serie de secretos del
cerebro—. ¡Qué honor! He seguido su trabajo en estos últimos años con gran interés.
Particularmente su trabajo sobre la proteína activadora de gamma secretasa en la
trasmutación de la purificación por afinidad del ribosoma. Sé que lo está aplicando
en un estudio de demencia, pero en realidad, se podría extrapolar a las cortezas de
asociación en la circunvolución del hipocampo.
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La doctora Young se inclinó hacia delante.
—¡Ah, ya sé! Estaba estudiando el proceso de la demencia, pero sus resultados son
importantes en la obtención de una comprensión más clara de la
inmunorreactividad. Cuando utilizamos inmunofluorescencia en los ensayos de…
—¿Ha usado la técnica de Coons y Kaplan?
—Lo hicimos. Es antigua, pero fiable y sólida. Sé que algunos están utilizando la
nueva técnica de Hunter y Florheim, pero…
—¡Alto! —Una voz profunda las interrumpió. Elle volvió la cabeza para ver a Nick
con sus grandes manos haciendo un gesto de tiempo fuera—. Un poco de piedad por
los nofrikis aquí presentes. Y sobre todo piedad para dos auténticos no—frikis que
se están muriendo de hambre porque ellos le acaban de salvar el culo a cierta friki.
Elle sintió que la ira se disparaba a través de todo su sistema.
—Esa soy yo, ¿no?
Nick asintió con la cabeza.
—Esa sería sin dudas tú, Doctora Connolly. No es de extrañar que no haya podido
encontrarte. Te habías cambiado de nombre. —Los músculos de su mandíbula se
contrajeron visiblemente—. Me imagino que hay un señor Connolly en alguna parte.
O, conociéndote, otro Doctor Connolly.
Elle apretó los dientes. Nick sonaba enojado. Como si ella hubiera hecho algo sin
pedir permiso. ¡Cómo se atrevía! Ella entrecerró los ojos.
—No señor, no hay otro doctor. Connolly era el nombre de mi madre. Lo adopté
después… después.
—¿Qué? ¿Qué? —Nick abrió ampliamente los ojos y él la enfrentó cara a cara, con
las mandíbulas apretadas. Ella en realidad podía escuchar el rechinar de sus dientes
—. ¿Cambiaste tu nombre? ¿Cambiaste tu jodido nombre? ¿Tienes alguna idea de lo
jodidamente duro que yo…?
—Nick. —El esposo de la doctora Young posó una mano muy pesada en el
hombro de Nick y hundió los dedos. El rostro de Nick no mostró nada, pero esas
manos parecían muy fuertes. Era muy posible que le estuvieran haciendo algo de
daño al hombro de Nick. El hombre negó con la cabeza—. No hablamos a las mujeres
de esa manera en Haven, Nick. No le hablamos a nadie así. Deberías avergonzarte de
ti mismo.
Nick se encogió de hombros y el hombre levantó la mano. Nick estaba mirándola
y ella le devolvió la mirada. De entre todas las cosas, no había esperado esto. ¡Él
estaba cabreado! Con ella. ¡Qué cara!
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Ira, candente y dolorosa, bullía en su pecho. Elle se volvió hacia la otra mujer en la
habitación. Podía confiar en que la Doctora Catherine Young fuera racional.
—Doctora Young, por favor dígale a Nick…
La Doctora Young levantó la mano.
—Por favor, doctora Connolly, llámeme Catherine.
Una respiración profunda. Dos. Modales, se dijo.
—Y tú debes llamarme Elle, por supuesto.
Catherine asintió y sonrió. Podían haber estado en un salón tomando té en vez de
algún lugar oculto con tres hombres aterradores y una científica de primer nivel.
—Bien, Elle. Debemos hacer algunas otras presentaciones. Ya conoces a Jon.
Jon lanzó una sonrisa irónica y saludó con dos dedos junto a la frente.
—Señora.
Elle inclinó la cabeza.
—Nos conocemos. De hecho, él me rescató.
—¡Él te rescató! —dijo Nick acaloradamente—. ¡Él no hizo nada, salvó volar el
helo! Entonces, ¿cómo rayos llegó a ser el gran salvador? Yo soy quien…
—Y este es mi esposo, Mac. —La voz de Catherine fue suave, pero se las arregló
para imponerse sobre la diatriba de Nick.
—Ma’am. —Mac tenía la voz más ronca que hubiera escuchado jamás. Era un
rumor que sentía en su diafragma más que escucharlo. Él extendió la mano y la
envolvió sobre la de ella, apretó suavemente durante un segundo, luego se la soltó.
Lo cual fue genial ya que fácilmente podría habérsela aplastado y Elle necesitaba esa
mano.
Catherine no había mencionado ningún apellido. Interesante. Bien, si ella no podía
saber nombres, ¿podía obtener algo de información sobre otras cosas?
—Encantada de conocerlos a todos. Así que, ¿dónde estoy? —preguntó.
Silencio. Silencio absoluto. Eso fue interesante.
—Estoy segura que eventualmente Nick te lo explicará todo, Elle. —Catherine
sonrió—. Pero mientras tanto, debes estar agotada y debes tener hambre. Así que
antes de mostrarte tu habitación…
—Mi habitación —interrumpió Nick airadamente—. Mi habitación. Ella se queda
conmigo. En mi habitación.
Otro momento de perfecto silencio.
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—Elle —preguntó Catherine con suavidad—. ¿Estás de acuerdo con eso?
Ella no tenía idea qué decir. Ninguna. De repente, fue consciente de su inmenso
cansancio, como si un ser vivo hubiera descargado su peso sobre ella. Una enorme
roca que debilitaba sus rodillas y las luces de la habitación parecieron atenuarse.
Este era Nick, el hombre al que había amado casi toda su vida. Y este era Nick,
quien la había abandonado el día después de que ella enterró a su padre. Y este
también era Nick quien por algún retorcido y loco razonamiento había decidido que
estaba enfadado con ella.
Eso fue suficiente para que su mente se recuperara.
—No —dijo ella con decisión—. ¿Podría tener una habitación separada?
Cómo iba a hacer frente a Nick de aquí en adelante era algo a lo que tendría que
hacer frente en el futuro, pero ahora mismo, estaba al límite de sus fuerzas físicas y
mentales. Tener una pelea con Nick estaba absolutamente fuera de sus posibilidades.
Los ojos de Nick se desorbitaron.
—¿Qué? —Su profunda voz subió una octava—. ¿Qué? ¿Qué carajo? Por
supuesto…
—Nick. Deja de hacer eso ahora mismo. —Catherine Young parecía tener cerca de
la mitad del peso de Nick y tenía una voz suave, pero esa voz lo hizo detenerse en
seco.
Él cerró la boca con un chasquido y apretó los labios como si tuviera que
esforzarse para no hablar. Pero sus ojos seguían abiertos de par en par y un poco
salvajes. Él dejó escapar un gran bufido como un toro.
A él no le gustaba. Ni un poco.
Bien.
—Bien, lo primero es lo primero. No dejaré que vayas a tu habitación antes de que
comas algo. —Catherine la condujo suavemente hacia un carrito, apartó una silla del
escritorio y la sentó. Mac sacó algo debajo de la pared, que no estaba adosada a esta,
pulsó un botón, y por arte de magia se desplegó una mesa que se conectó con cierta
unión escondida en el carrito de servicio con un clic distintivo. Esa fue una señal para
que todo el mundo tomara una silla y se ubicaran alrededor de la mesa.
—Las visitas primero —dijo Mac con su profundo bajo. Algo que era amable, pero
que también sirvió para recordarles a todos que ella era la forastera aquí. Mac y
Catherine comenzaron a levantar las cubiertas de los platos de servir y la habitación
se llenó con el olor de una deliciosa comida.
Nick se sentó en la silla junto a la suya, tan cerca que su hombro rozó el de ella
mientras amontonaba comida en un plato y lo colocaba delante de ella.
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—Come —le ordenó.
Todo el mundo la miraba expectante, como si nunca hubieran visto comer a una
persona antes. Elle esperó un segundo, con el tenedor suspendido sobre su plato,
observándolos observarla.
Nick le acercó su plato de un empujón.
—Come —repitió.
Ella comió.
Solo hizo falta un bocado o dos para que sus ojos se abrieran como platos por el
asombro. Como un experimento científico tomó un bocado de todo lo que había en
su plato y confirmó su primera hipótesis.
—Esta es la mejor comida que he probado nunca —barboteó. Habían estado
observándola para ver su reacción a la comida. Catherine se sentó y miró a su marido
y Jon con una sonrisa. Ambos hombres asintieron. Nick no encontró sus ojos porque
los suyos estaban fijos en ella con una mirada sin pestañear.
Todos, salvo Nick estaba pasando los alimentos a sus platos. El plato de Nick
permaneció vacío mientras continuaba observándola. Pero sin intimidarla. Había
sufrido cosas peores que tener a alguien observarla comer. Por no mencionar el
hecho de que comer esta maravillosa comida no era un esfuerzo.
Enormes raviolis de ricotta con setas salvajes y salsa de nata, la tagliata más
suculenta de la historia de la humanidad, espolvoreada con hojuelas de rúcula y
queso parmesano. Las rodajas de alcachofa frita más ligeras posibles. Escarola
salteada con enormes pasas. Ensalada frisèe con bacón frito. Brócoli al vapor con ajo
y una reducción de vinagre balsámico. Una ciabatta recién horneada para absorber
todo.
Comida sencilla, hecha absolutamente a la perfección.
Nadie hablaba. Nadie podría. La comida era una experiencia religiosa y requería
el culto adecuado. Elle había comido un par de veces en el Chez Panisse antes que
Alice Waters se retirara, y esta comida era sin duda mucho mejor.
Había tiramisú —el que parecía el ideal platónico de los tiramisú, espumoso,
cremoso y achocolatado—, en un gran recipiente de vidrio en una esquina. Solo para
dar ánimo.
Cuando estuvo repleta, Elle se recostó en la silla.
—¿Es este un restaurante secreto de cinco estrellas? ¿De la clase que nunca se
anuncia y donde tú tienes que ser un gourmet y pasar una prueba para encontrarlo?
Aunque —esto con una mirada intencionada a Jon— encapuchar a los clientes sea ir
un poco lejos.
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—Buena y vieja Stella. —Jon había comido con fervor inquebrantable y aún no
había terminado. Amontonó una tercera ración de todo en su plato—. Me encantan
sus experimentos, pero cuando hace lo básico… tío. Nadie lo hace mejor.
—¿Stella? —Esta Stella era obviamente la chef.
Jon sonrió.
—Sí, no creerías quien es la cocinera. Ella es…
—¡Jon! —La profunda voz de Mac era como el restallar de un látigo. Las rubias
cejas de Jon salieron disparadas hacia arriba.
—Quizás debamos discutir esto y otras cosas, mañana. —Catherine puso una
mano en la de su enorme esposo y le regaló una sonrisa a Elle.
Se produjo otro silencio doloroso.
Secretos. Secretos importantes que no serían compartidos con ella.
Vale.
Nick había colocado unas cucharadas del tiramisú en un plato de postre y lo puso
delante de ella.
—Come.
Elle apretó los dientes.
—¿Eso es todo lo que puedes decir? ¿Come?
—Oh, no. —Nick le dio una sonrisa que mostraba los dientes, pero no
amigablemente—. Tengo un montón de otras cosas que decir, pero no ahora.
Después. Cuando estemos solos.
Maldita fuera su piel clara. El calor se propagó desde su pecho y supo que se
estaba sonrojando. Porque era muy claro a lo que él se refería.
Y maldita fuera su obsesión, porque en vez de hacerla enojar que él estuviera
asumiendo que ella solo olvidaría diez años de abandono para acostarse con él, su
cuerpo reaccionó a las palabras de Nick y las imágenes que sus palabras conjuraron
surgieron con entusiasmo, completamente fuera de control.
En ese momento, con Nick tan cerca de ella, frotando su hombro con el suyo, con
su calor corporal como un campo de fuerza rodeándola y los ojos feroces fijos en los
de ella… su propio cuerpo recordó lo que había sido hacer el amor con él.
Se había pasado la noche entera con él en un estado de excitación, al igual que
ahora. Una oleada de calor hormigueaba por todo su cuerpo como si repentinamente
hubiera salido al encuentro de un sol abrasador. Su respiración se hizo errática, sus
senos se sentían pesados, hinchados.
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Su sexo… lloraba por el placer. Aunque pareciera increíble, de la nada sintió como
si el pene de Nick estuviera en ella y su sexo se contrajo alrededor de este, lo
músculos de su estómago e ingle tiraron con fuerza. El corazón le golpeaba contra las
costillas tan fuerte que estaba segura de que cualquiera podría oírlo.
Ciertamente, Nick podía. O podía escuchar algo porque entrecerró la mirada y se
tensó, sus fosas nasales se dilataron, y dos líneas blancas de estrés aparecieron a los
lados de su boca. Sus ojos estaban concentrados en su rostro y de pronto
descendieron abruptamente a su pecho. No tenía sentido cubrirse los senos con los
brazos, él había visto sus pezones duros.
Oh Dios, esto era tan humillante. Era como ser despojada de todas sus defensas, sus
cimientos habían colapsado, abierta y vulnerable cuando todos esos años había
trabajado muy duro para hacerse fuerte y protegerse.
Solo hacía falta la presencia de Nick y se convertía nuevamente en esa indefensa y
llorosa chica que durante una noche había estado llena de esperanzas y sueños.
Qué triunfo debía ser para Nick. Podía desaparecer durante diez años y ella
todavía estaba tan enferma de amor que su mera presencia física le excitaba más de
lo que podría hacer cualquier número de galanteos.
Sin embargo, Nick no se veía triunfante y engreído. Se veía estresado, casi
dolorido.
—Maldita sea —dijo de repente, agarrándola de la mano y poniéndose de pie.
Caminó rápidamente hacia la puerta, haciéndola avanzar a trompicones detrás de él.
Elle miró hacia atrás y vio a Catherine medio levantada y a su marido estirando la
mano hacia ella y sacudiendo la cabeza. Ella se sentó de nuevo, viéndose
preocupada, y entonces la puerta se abrió y Nick la sacó al pasillo mientras que la
puerta se cerraba detrás de ellos.
Elle se detuvo, paralizada. La primera cosa en golpearla fue el aroma. El aroma de
un gran jardín, de exuberante vegetación, dulce y fresco. El pasillo era curvo, uno de
los muchos que circundaban un gran espacio central lleno de plantas. Árboles,
arbustos, plantas con flores, hojas gruesas y brillantes, frondosas. El espacio era…
increíble. Enorme, como la plaza de una ciudad, elevándose hasta un cielo raso. ¿O…
un techo? Un techo transparente salpicado con brillantes luces contra el negro cielo
nocturno.
Abajo en el nivel del suelo, alguien caminando en un sendero levantó la vista y
saludó con la mano a Nick, quien no prestó atención a nada más que alcanzar el
ascensor al final del pasillo.
Elle volvió a tropezar, pero en lugar de detenerse, Nick le rodeó la cintura con el
brazo y aceleró el paso.
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Ella no sabía a dónde iban, pero donde quiera que fueran, se dirigían a allí
rápidamente.
Nick a duras penas pudo llegar a las habitaciones que Red y Bridget acababan de
desocupar porque tenían un flamante bebé. El primer ciudadano de Haven.
Se sentía como si en cualquier momento algo fuera a explotar. Su cabeza. Su piel.
Su polla. Algo. Algo estaba deseoso de estallar en llamas. Algo en su interior que no
podía ser contenido y estaba a punto de reventar.
Tenía que inhalar profundas bocanadas de aire para ser capaz de funcionar
incluso al nivel más básico.
Dio unos golpecitos en la pared al lado de la puerta y un teclado se iluminó. Se
volvió hacia Elle e intentó mantener la aspereza de las fuertes emociones, cólera y
alivio y también el ardor sexual, lejos de su voz.
—Por el momento, este es el lugar donde te quedarás, si no deseas quedarte
conmigo. —Ignoró el gran estruendo de su corazón que esas palabras y la misma
idea crearon en él… que Elle, finalmente de nuevo con él, no quisiera quedarse con
él, estar con él. Marcó un código de cuatro dígitos—. Estoy introduciendo un código
temporal. Es 1993, tu año de nacimiento. Lo puedes cambiar después si así lo deseas.
La miró, lo que esto implicaba era una oscura nube entre ellos. Ella podía
cambiarlo y no darle el nuevo código.
La puerta zumbó al abrirse y Nick le ofreció su mano. Elle la ignoró. Cruzó el
umbral y él marchó justo detrás de ella.
Aquel adorable rostro se llenó de indignación.
—No sé si fui lo suficientemente clara, Nick, pero no quiero dormir contigo.
Tan pronto como la puerta se cerró, él hizo retroceder a Elle hasta que su espalda
topó la puerta con un golpe seco, haciéndola sentir sitiada. Él se estaba comportando
como todo un gilipollas, pero no pudo evitarlo. No había forma en que hubiera
podido quedarse en la sala de guerra, ni un segundo más, comiendo y hablando con
Elle a su lado.
Ahora mismo estaba aquí, con él. Tan cerca que la podría tocar si se atreviera.
Nick estampó las manos en la puerta justo al lado de su cabeza. Estaba enjaulada
por él, aunque no la tocara en ninguna parte. Si realmente quisiera escaparse, se lo
habría permitido. Esto lo mataría, pero lo haría.
Esperó.
No la tocaba por ningún lado, pero era como si su piel hubiera desarrollado algún
otro sentido o fuera capaz de extenderse hasta ella. Agachó la cabeza y con la nariz le
apartó el cabello lejos de la oreja.
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—No tienes que dormir conmigo, pero que me parta un rayo si voy a dejarte sola
aquí. Estabas en coma cuando te encontré. He pasado un infierno. Si necesitaras algo
por la noche, no sabrías cómo funciona este lugar. No sabrías llamar pidiendo ayuda.
Y yo me mantendría despierto preocupándome por ti. Así pues, si no quieres que te
toque, no lo haré. Pero maldita sea si te dejo sola aquí. —Se apartó y bajó la mirada
hacia ella.
¿Jesús, por qué tiene que ser tan jodidamente hermosa? Era aún más hermosa que la
última vez que la vio. Exageradamente preciosa, súper inteligente. Una doctora nada
menos. Alguien que Catherine admiraba, y Catherine era una de las personas más
inteligentes que Nick conocía.
Nick había pensado en Elle casi todos los días desde Lawrence. La había
memorizado. Durante diez años había llevado la última imagen de ella durmiendo
en la cama.
El súper suave cabello rubio platino era como una nube alrededor de su cabeza,
los claros ojos azules como esquirlas de un cielo de verano, los altos pómulos, la
forma de su cabeza, el estrecho torso, el soplo de pálido vello entre las esbeltas y
largas piernas… cada centímetro de ella estaba en su cabeza.
Pero ahora existía una nueva Elle, más madura; y si cabe, ella era aún más perfecta
que la joven muchacha. Con impaciencia absorbió todos los nuevos detalles de esta
nueva Elle porque aunque si de él dependiera ella nunca volvería a alejarse de su
vista, la vida tenía maneras imprevistas de aporrearte en la cabeza.
Habría jurado que pasaría el resto de su vida con los Ghost Ops. Cuando su
pasado fue borrado y prestó juramento, con Lucius Ward y Mac McEnroe como sus
oficiales al mando, supo que esta sería su vida para siempre. Y luego los Ghost Ops
cayeron, sus fuerzas dispersas, acusadas de traición. Lo que pensaba sería un
compromiso eterno probó ser efímero.
Ajá, sí, nunca se sabía.
Así que absorbió cada detalle de Elle porque siendo la vida lo que era, podía
desaparecer ante él en un solo instante.
Su piel poseía aún la perfección del marfil. Las pocas líneas alrededor de sus ojos
no hacían nada para restarle mérito a su belleza. Se había rellenado de tal forma que
ya no se parecía a la niña larguirucha. Tenía aspecto de fuerte y capaz, y se erguía
con autoridad.
Dios, amaba esto.
A duras penas podía evitar tocarla. Tenía que mantener las caderas retiradas
porque su polla se presionaba contra sus pantalones. Ésta deseaba estar en su
interior. Polla inteligente.
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—¡Bastardo! —Sus ojos azul pálido disparaban fuego—. ¡Hijo de puta! ¡Me
abandonaste… dos veces! Sin siquiera una palabra y ¿ahora se supone que solo debo
permitirte pegarte a mí? ¿Hasta la próxima vez que te marches?
Nick cerró las manos en puño alrededor de su suave pelo platino, le hizo echar
ligeramente la cabeza hacia atrás y la besó. Finalmente. Esto era lo que había estado
ansiando desde que ella se había despertado en el hoover. No antes. Antes había
estado demasiado muerto de miedo para pensar besarla. De hecho, si lo hubiera
pensado y si creyera en Dios, habría hecho un voto de castidad a cambio de una vida
en la que Elle respirara. Habría renunciado a todo, habría prometido cualquier cosa
por encontrarla viva. Besarla había tenido un papel secundario en esto.
Pero no había prometido nada a nadie. La había encontrado, la había salvado, la
había ganado. Justamente.
Su boca todavía sabía de maravilla… fresca, limpia y seductora. Ella se estaba
conteniendo, su boca cooperaba, pero el resto de ella permanecía rígida e inflexible.
Elle se tensó y volvió a empujarlo, deslizándose lejos de la pared.
Nick se sentía enojado, frustrado, su sangre aún tarareaba por la adrenalina.
Deseaba sostenerla, protegerla, follarla. Pero hasta a través de las enormes olas de
emoción que lo atravesaban, emociones que no tenía la más mínima idea de cómo
manejar, una pequeña parte de él, la parte nogilipollas, se regocijaba.
Esta era ahora la verdadera Elle. De alguna forma había recobrado su equilibrio.
La había encontrado casi muerta, había sido encapuchada, llevada a una posición
desconocida, en donde se había topado con personas que nunca había visto antes y
quienes tenían poder sobre ella. Había sido derribada pero solo un poco.
Pero esta Elle… no estaba caída. Estaba de pie absolutamente derecha, un
profundo rubor cubría sus altos pómulos, los ojos azules claros se estrechaban de
forma en que solo mostraban un pálido destello azul, su rostro, todo su cuerpo,
permanecía rígido con dignidad y resistencia. Esta era la mujer en que se había
convertido. Fuerte y controlada.
Él retrocedió, con las manos en alto porque parecía que estaba a punto de atacarle.
Nick no le temía a nadie sobre la faz de la tierra en una lucha cuerpo a cuerpo.
Excepto a Elle. Porque aunque tuviera que salvar su vida, no podría levantar una
mano contra ella. Si estuviera armada y le disparara, sería incapaz de ofrecer
resistencia.
Era verdaderamente afortunado que ella no poseyera una naturaleza violenta.
—No me fui sin decir palabra —dijo él suavemente.
El rostro de Elle se afiló.
—¿Qué? ¿Qué se supone que significa eso?
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—Te dejé una nota. Sospecho que no la viste.
Sus fosas nasales se ensancharon.
—¡Deja de joderme, Nick! ¡Maldito seas!
—Dije que volvería. Y lo hice. Volví. Creía que nos iríamos por un día o dos, pero
resultó que nos fuimos durante tres meses. Pero te dejé una nota.
—Ya —se mofó ella.
Nick apretó con fuerza la mandíbula.
—Sí. Lo hice. ¿Y sabes qué? —Le dio un golpecito en el pecho con un dedo—.
Arriesgué todo por dejarte esa nota. Era una falta de corte marcial. Solo los
operativos casados pueden informarles a sus mujeres que acuden a una operación y
tú no eras mi esposa. Si mi oficial al mando hubiera averiguado que dejé una nota a
alguien que no era un familiar, me habría jodido. Así que el dejarte esa nota era un
gran follón.
Ella le dio un puñetazo. No le hizo daño, pero lo tomó completamente de
sorpresa.
—¡No encontré ninguna nota!
—No, se cayó al suelo porque apartaste las mantas de un tirón cuando te
despertaste.
Elle abrió los ojos ampliamente.
—¿Cómo diablos lo sabes?
—Porque regresé por ti. No estás escuchando, Elle. Dejé la nota en mi almohada,
pero cuando regresé estaba en el suelo. No la viste. No la viste, no confiaste en que
yo volvería y te fuiste. Y he pasado los últimos diez años preocupado por ti—. ¡Y tú
te habías cambiado el maldito nombre! Todavía estaba cabreado por eso.
—Oh no, Nick Ross. —Elle se separó de él
Oh no, no lo harás, pensó él. No lograrás retraerte.
Su mano sobre la mejilla de Elle hizo que girara la cabeza hacia él.
—Mírame, cariño. No miento. Nunca te mentiré. Esa noche recibí un mensaje de
mi oficial superior. Debíamos acudir a una misión secreta. Y aunque el ejército de los
EE.UU. se ha desentendido de mí y probablemente me matarían si me vieran,
todavía no puedo decirte a dónde fuimos o lo que hicimos. Pero tenía órdenes
directas de irme de inmediato y no decirle a nadie a donde iba o que participaría en
una operación. Creí que solo sería durante unos días, pero terminamos por
quedarnos tres meses.
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Elle colocó en alto las manos. Estas temblaban.
—No —susurró ella—. No puedo tratar con esto ahora.
El rubor de cólera había desaparecido de sus mejillas, dejándolas de una palidez
enfermiza. No deseaba volver a ver ese color en su cara otra vez, y era el único quien
lo causaba. La vergüenza lo hizo retroceder.
—De acuerdo. En estos momentos no tienes que enfrentar nada que no sea una
ducha y la cama.
—Quiero dormir sola, Nick.
—Lo harás. Yo me tumbaré en el sofá.
—Sola.
—Eso no va a pasar. Lo siento. No voy a dejarte sola. No te tocaré a menos que lo
desees, pero no me marcharé. —Sus ojos se encontraron y sostuvieron. Ella era tenaz,
pero él también.
Elle emitió un sonido con su garganta y apartó la mirada.
Bingo. Ella no iba a ganar en esto.
Nick señaló con un dedo.
—El cuarto de baño está por allí. Encontrarás todo lo que necesites. Encontrarás
camisetas limpias en el cajón de la cómoda. Te servirán como camisón hasta que
podamos conseguirte algo de ropa. Ahora voy a tumbarme porque no sé tú, pero
salvé la vida de alguien esta noche y estoy malditamente cansado.
Podía escuchar el rechinar de sus dientes. No le importaba. Fue al armario, sacó
una manta, colocó sus botas junto al sofá, cayó rendido, tiró la manta sobre él, cerró
los ojos y se dio la vuelta.
No miró pero su audición era excelente. La escuchó tomar una ducha, cruzar hasta
la cama y deslizase bajo las mantas.
La cama era cómoda, lo sabía. Era igual que la suya y era grande. Elle no resistió
más que unos minutos. Escuchó su respiración reducir la velocidad y casi la sintió
caer en un sueño profundo.
Esperó media hora entonces apartó la manta y se dirigió descalzó a la cama. Había
atenuado las luces al más débil de los brillos, solo lo suficiente para que si ella se
despertara no estuviera en total oscuridad.
No había opción para dormir. Sentía que nunca volvería a dormir. Cada una de las
hormonas de su cuerpo que gobernaban el sueño, la esperanza, la felicidad y el sexo
repicaban en su sistema y no sabía a dónde ir con esto. Enganchó una silla con su pie
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y se sentó en su lado de la cama porque la única cosa que podría calmarlo era
mirarla.
Elle.
Después de diez años —quince si contaba desde el día en que el juez lo echó—,
ella estaba aquí, con él. Había perdido la esperanza. Se había resignado a ese vacío
doloroso que en ocasiones lo dejaba sintiendo y sabiendo que esto sería para siempre.
Hasta el día de su muerte, estaría solo en el más elemental sentido de la palabra.
Lo más cercano que tenía a un lugar en el mundo estaba aquí, Haven. Respetaba a
Mac y Jon, le gustaba Catherine y los inadaptados que conformaban Haven. Esta
sería la extensión de sus relaciones hasta el final de los tiempos. Todos a una brazada
de distancia, nadie cerca.
Y ahora... Elle.
Estaba furiosa con él. Eso era genial. No había ninguna diferencia para él porque
volvía a tenerla. Esa particular calidez que solo ella podía darle… estaba de vuelta
otra vez. Una vez se le había escabullido de entre los dedos pero no se le escabulliría
dos veces.
Se sentó junto a ella, observando su pálido perfil, observando el subir y bajar de
las mantas, sabiendo que iba a estar al lado de ella por el resto de sus vidas y sintió
algo que no había sentido en mucho, mucho tiempo. En quince años, para ser
exactos.
Felicidad.
Los ojos de Elle revolotearon una, dos veces y se abrieron. Si no hubiera estado
contemplando su cara, se lo habría perdido. Pero no había sido capaz de apartar la
mirada de ella durante todo el tiempo en que durmió. Afuera en Mount Blue, el alba
había llegado y se había marchado y ya era tarde en la mañana. Si no hubiera
querido guardar su sueño, habría pulsado un botón y habría convertido las paredes
en gigantescos monitores y habría observado el alba con ella.
Sucedería.
Elle frunció el ceño, los claros ojos azules revolotearon de él a la habitación tan
rápidos como el rayo bajo la débil luz. Nick dio un golpecito y la difusa luz subió
lentamente, de esta forma ella podría ver más que las débiles sombras del mobiliario.
Ella no había tenido la fuerza para notar mucho anoche, pero ahora la vio estudiar
los alrededores.
La habitación era hermosa. Todo en Haven era hermoso. Tenían personas súper
talentosas que habían diseñado los espacios, y él y Jon eran ladrones maestros.
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Él movió las caderas, como si la estuviera probando.
—Nadie más ha estado aquí. —Nick miró los pálidos ojos azules de Elle mientras
lo decía y los ojos femeninos llamearon—. Nadie, jamás, ha estado aquí, salvo yo.
Elle abrió la boca y la cerró. No había forma en que ella mintiera porque su cara,
sus ojos, su cuerpo entero estaba abierto para él.
Esto era demasiado. Sus caderas comenzaron embestir contra ella, levantándola
con cada golpe y pudo sentir sus emociones palpitando dentro de ella, encontrando
la liberación en el sexo. Fue rápido, duro e intenso y no podía durar y no lo hizo. Un
último golpe la llevó casi hasta la cabecera y él comenzó a correrse como un tren,
moviéndose con fuerza en su interior durante todo el tiempo, corriéndose con
chorros calientes que se sentían como si su médula espinal se hubiera hecho líquida y
encontrado su camino hasta su polla.
Y en el último minuto, cuando la aplastó contra el colchón, y dejó caer la cabeza
sobre su hombro, una película de sudor cubría su cuerpo, lo sintió. Ese dulce y
pequeño coño, estrechándolo con calientes pulsaciones, succionándolo. Oh Dios, sí.
Al final estaban yacieron juntos, Nick todavía jadeaba.
Elle lo golpeó en el hombro y se echó a llorar.
—Shh, shh. —Nick le besó el cuello, ese delicado punto detrás de su oreja. Y su
boca, durante un breve momento, porque empezó a golpearle aún más fuerte cuando
le besó los labios—. No, dulzura, no.
Se acomodó más profundamente contra ella. Había perdido parte de su erección.
Los días en los que podía correrse dos o tres veces de forma sucesiva se habían ido.
Pero su polla no quería abandonarla de ninguna forma así que había la suficiente
sangre en esta para quedarse en su interior.
Tuvo cuidado en no deslizarse fuera. No, no. Si pudiera, se quedaría en ella para
siempre.
Ella lloraba en silencio, con la cabeza hundida en su hombro, intentando sofocar
sus sollozos, pero fallando.
Le rompió el corazón.
La abrazó estrechamente durante varios minutos, sabiendo que sería mejor para
ella sacarlo de su cuerpo. Cuando se calmó, él se alejó lo suficiente para mirarla. Ella
apartó la cabeza y él con absoluta gentileza le inclinó la cara hacia la suya.
Incluso después de llorar, era la mujer más bella que hubiera visto jamás. ¿Cómo
podía ser? Había sido rescatada en el último minuto, había estado encapuchada y la
habían llevado a un lugar que nunca había visto antes. Había estado conmocionada
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al verlo después de diez años. La había follado hasta casi la muerte. Había sufrido un
torrente de lágrimas.
Y de todas maneras se veía hermosa. Sus ojos no estaban hinchados, su nariz no
estaba roja. Las lágrimas simplemente se habían secado en aquella nívea piel de
marfil como esquirlas de cristal y, oh... Casi lo hería mirarla.
Yacía con todo su peso sobre ella, su polla todavía en ella. Lo que tenía que decir
no solo podía decirse con palabras, sino con su cuerpo. Sabía que en algún nivel
elemental escucharía y sentiría la verdad.
—Nunca te abandoné.
Ella estaba observándolo cuidadosamente con aquellos claros ojos azules. Lo
escuchaba. Sintiéndolo. Una gran mentira se decía con palabras, pero también se
decía con el cuerpo. Pequeñas señales de falsedad, muchas imperceptibles. Pero
entrechocaban entre ellas. Estaba en su interior. Su cuerpo poseía la calma de la
verdad.
Los ojos de Elle buscaron los suyos.
—Creí que me habías abandonado. Otra vez.
Nick cerró los ojos con dolor.
—Lo sé, amor. Soy consciente de ello. No había nada que pudiera hacer. Corrí a
Lawrence al instante en que estuve de vuelta pero… te habías ido.
—Esa noche —susurró ella—. Me fui esa noche. Sentí que moriría si me quedaba
un minuto más.
Su corazón se contrajo cuando pensó en ella… pobre y abandonada,
emprendiendo el camino sola.
—Porque era la segunda vez que me habías dejado. —Allí estaban. Las palabras
que había estado temiendo.
Porque no había forma que pudiera decirle la verdad… que el juez lo había
echado. Nick sabía que el juez había tenido toda la razón en hacer lo que hizo. Pero
Elle no lo vería así. Había observado a su padre declinar y no quería añadir la cólera
a los recuerdos de su padre. El juez había sido un hombre bueno y noble que había
tenido que soportar mucho al final de su vida.
Dondequiera que el juez estuviera, su hija no se resentiría con él porque hubiera
echado a Nick.
Nick se levantó sobre sus antebrazos y la miró. Amaba a esta mujer con todo su
corazón. La había amado durante estos últimos diez años y la amaría hasta el día en
que muriera.
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Algo podría pasar mañana.
Le acunó la cabeza con las manos y se expuso a sí mismo.
Era bueno mintiendo. Un buen agente secreto. Nunca vio la necesidad de decirle a
alguien lo que estaba sucediendo en su interior. Eso se acababa ahora mismo, porque
Elle tenía derecho a ver dentro de él, porque estaba en su interior.
La miró a los ojos y abrió su alma.
—No puedo decirte por qué me marché esa primera vez. Podría mentirte y me
creerías. Soy realmente bueno en eso. Un as, de hecho. Pero no te mentiré. Nunca te
mentiré por el resto de nuestras vidas. Pero sobre esa única cosa… no puedo contarte
nada y tendrás que aceptarlo.
Elle pensó en ello durante mucho tiempo y con fuerza. Ni siquiera fingió que no lo
estaba haciendo. La observó procesar lo que le había dicho, sabiendo lo que le estaba
pidiendo.
—¿No me mentirás?
Nick bajó la cabeza, le besó el hombro, volvió a alzar la cabeza.
—No, nunca.
—¿Me dirás que pasa aquí? ¿En este lugar?
Por primera vez desde que la había conocido, tuvo ganas de sonreír.
—Ah sí. Porque esta es tu nueva casa. Vas a vivir aquí conmigo y por el resto de tu
vida.
Elle suspiró y él pudo sentir la aceptación en su voz, en su piel, en su corazón.
—Dime —dijo ella—. ¿Qué pasa aquí?
Nick los hizo rodar sobre sus costados porque esta sería una larga historia, y no
quería separar su cuerpo del de ella. Deseaba quedarse con ella, en ella, mientras
pudiera.
Y él se lo contó. Todo.
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Capítulo 11
A mediodía, Nick la dejó en la puerta con un beso y una sonrisa enigmática.
—Ve a hacer tus cosas, cariño —le dijo.
La puerta se abrió, él le dio un pequeño empujón en la parte de baja de la espalda
y ella avanzó a regañadientes.
Y se encontró en un ambiente completamente familiar.
Microscopios de mini electrones, matrices ELISA, valoradores, cromatógrafos,
resonancias magnéticas portátiles… de todo.
Un laboratorio. Y uno bien equipado para eso. Estaba frío y olía como cada
laboratorio en el que Elle había trabajado alguna vez… a desinfectante y ozono. Y al
igual que cada laboratorio en el que alguna vez había estado, anunciaba orden y
razón en un mundo desordenado e irracional.
Sintió que se relajaba incluso antes de que Catherine se acercase a ella con una
sonrisa y una bata blanca de laboratorio colgada en el brazo.
—Hola, espero que hayas descansado bien. Lo que pasaste fue un trauma. —Se
inclinó hacia delante y le dio un rápido beso a Elle en la mejilla. Al igual que antes,
una oleada de calor la recorrió por el toque de Catherine.
Catherine le tendió la bata de laboratorio, la cual se ajustaba perfectamente a Elle.
Ponerse la bata fue como ponerse un abrigo de armadura mágica. Se sintió ella
misma de nuevo, en su elemento otra vez. En control otra vez.
Catherine sonrió suavemente y Elle tuvo la impresión de que ella entendía
exactamente lo que sentía.
—Stella dijo que mandaría el desayuno arriba para Nick y para ti. ¿Lo hizo?
Elle no se sonrojó, No había sido de ninguna manera un comentario sugestivo,
ningún tipo de observación sobre Nick y ella. Catherine simplemente quería saber si
Elle estaba cómoda, si había desayunado. Se relajó aún más.
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muy bien equipada, así que era posible que el laboratorio se duplicase como un lugar
donde los pacientes podían hablar con el médico. Había demasiado sobre este lugar
que la intrigaba.
Se sentaron rodilla con rodilla, las dos ligeramente inclinadas hacia delante. Algo
sobre este lugar… su belleza, el sentido del orden, la amabilidad que ella estaba
mostrando y, tenía que admitirlo, la presencia de Nick, todo la relajaba. La reticencia
habitual que Elle sentía con la gente que no conocía, y a menudo con la gente que
conocía, desapareció como un vestido viejo e incómodo.
Elle siempre daba informaciones parciales sobre sí misma, cortando secciones
completas y más particularmente la sección donde se iba a otro lugar cuando dormía.
Solo en Corona, trabajando con Sophie y los otros, había sentido que podía dejar que
sus poderes se desplegasen.
Catherine conseguía hacer que se sintiese como si estuviera envuelta en una
burbuja cálida de confianza y entendimiento.
—Sobre Nick —dijo ella.
—Sí.
—Recibió lo que describió como una llamada tuya la noche pasada. Era un
mensaje fuerte e irresistible que venía de ti. Puedo decirte que él creía totalmente que
le llamaste para pedir ayuda y que estaba histérico por llegar hasta ti.
Elle asintió. La parte difícil estaba justo delante. Iba a tener que convencer a
Catherine de que se había puesto en contacto de alguna manera con un hombre que
estaba muy lejos. Un hombre al que no había visto en diez años. Que le había
enviado un enorme SOS y había logrado hacer saber dónde estaba sin utilizar un
móvil o un Comunicador Personal. Solo a través de la magia de su cabeza loca.
Cualquier persona en la tierra la consideraría chiflada. Elle estaba totalmente
preparada para someterse a un largo y lento proceso para convencer a Catherine de
que no estaba loca, de que solo tenía este poder loco. Toda evidencia científica que
tenía de que no era una lunática estaba de nuevo en el laboratorio, así que tenía que
reemplazar los gráficos y vídeos con palabras.
Elle respiró hondo.
—Está bien. Hay algunas cosas que voy a tener que decirte que encontrarás
difíciles de creer. Realmente, realmente difíciles.
Catherine le dirigió una leve sonrisa.
—Pruébame.
A Elle le dolía el estómago y tuvo que ralentizar conscientemente su respiración.
Sabía todo lo que tenía que saber sobre la fisiología del estrés y la ansiedad. Su
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cuerpo estaba tratando de darle el oxígeno suficiente para hacer frente a su próximo
juicio.
—Puedo proyectar astralmente. Es un término pasado de moda para una
experiencia extracorporal. Siempre he tenido este… talento. Habilidad. Llámalo
como quieras. Cuando era una niña solía tener lo que pensaba que eran sueños muy
vívidos y cuando tenía mis sueños especiales me despertaba muy cansada. En mis
sueños vagaba alrededor de Lawrence, Kansas, donde crecí. A veces veía a mi padre
jugando al póker con sus amigos, a veces veía a compañeros de clase u otra gente que
conocía. Los sueños aumentaron su frecuencia aproximadamente en la época que mi
madre murió cuando yo tenía seis años. A veces tenía varios en una semana. Creo
que mi padre pensaba que estaba cansada porque estaba triste por la pérdida de mi
madre y tenía razón, de forma indirecta. Nick entró en nuestras vidas poco después
de la muerte de mi madre y los sueños pararon durante un tiempo largo. Entonces de
repente Nick desapareció y mi padre enfermó de Alzheimer. Fue… una mala época.
Catherine asintió.
—Como sabes, la demencia es uno de mis principales campos de estudio. Es
horrible cuando le pasa a alguien que quieres.
Elle inclinó la cabeza.
—Así que —dijo Catherine—, cuando Nick desapareció y tu padre desarrolló
Alzheimer, tú… ¿proyectabas más a menudo?
Ella asintió con la cabeza.
—Todo el tiempo, al parecer. Estaba agotada porque Soñaba cada noche. Para mí,
esos son Sueños con S mayúscula, para mantenerlos distintos de los estados
normales de sueño, porque esos Sueños no son… no son normales.
Catherine hizo un sonido evasivo con su garganta.
—Y sin embargo… sin embargo, te juro que cada palabra es verdad… tengo la
capacidad de proyectarme fuera de mi cuerpo. Sé lo loco que suena pero…
—¡Oh! —Los ojos de Catherine estaban redondeados con sorpresa—. Te creo. No
hay duda.
—¿En serio? —Elle sentía sus propios ojos abrirse con sorpresa.
—Sí. —Catherine se inclinó hacia delante y la cerró alrededor de la muñeca de
Elle, como si fuera un grillete. Un grillete cálido y suave. Esa oleada de calor empezó,
con un hormigueo y de alguna manera agradable.
Catherine cerró los ojos.
—Tienes miedo de los hombres que vienen detrás de ti. Estás preocupada por tu
buena amiga. —Ella frunció el ceño—. ¿Sophie? —Asintió con sorpresa pero
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Catherine no pudo verlo—. Ha sido secuestrada en algún lugar y no tienes idea
donde, y no sabes que ha pasado con ella. Debido a todo esto, tienes miedo y
también estás abrumada por el placer de estar con Nick. Le has amado…
—Siempre —dijo Elle suavemente—. Lo he amado siempre.
—Sí. Lo has amado siempre. —Catherine asintió y abrió los ojos. Cuando ella
levantó la mano, sintió como si una luz se hubiese apagado—. Soy una empática.
Durante la mayor parte de mi vida pensé que era un monstruo. A diferencia de ti,
nunca pensé en estudiar científicamente mi regalo. Pensaba que era una maldición.
Leer a la gente no siempre es una caja de risas.
Elle asintió.
—Lo apuesto. —Ella se inclinó hacia delante de nuevo en su silla—. Así que… así
que estás trabajando en tu poder. ¿Es poder la palabra correcta? Nosotros les
llamamos Estudios de Percepción. Solo para, ya sabes, darle un nombre.
—No es un mal nombre. En el fondo, tu estudio fue financiado por Arka, ¿no es
así?
Elle asintió.
—Recientemente hemos rescatado a una serie de hombres que habían sido
inscritos involuntariamente en una serie de estudios llevados por Arka. Jon ha
hackeado sus ordenadores y he tenido acceso a todos los datos. Disfrutaré
revisándolo contigo.
—Ellos también financiaron un estudio en Stanford que fue el precursor del
Proyecto Delphi. El Proyecto Delphi es un estudio de percepción extrasensorial.
Estábamos planteando algunas teorías interesantes.
—¿Te gustaría continuar tus estudios aquí? —Catherine hizo un gesto con la mano
—. Tenemos un buen laboratorio aquí y tenemos acceso a todas y cada una de las
piezas de equipamiento que puedas necesitar. Tenemos fondos ilimitados y podemos
adquirir más o menos todo lo que necesitamos. Lo que no está disponible en el
mercado, bien, usamos los descuentos de cinco dedos.
—Apuesto que Jon también.
—Bingo.
Se sonrieron la una a la otra, entonces la sonrisa de Elle se desvaneció.
—Tengo un montón de datos conmigo en un pen drive y sé dónde acceder a más.
Pero más que nada, necesitamos encontrar a Sophie y los demás. Están siendo
acorralados por los matones de Corona y no saldrá nada bueno de ello.
—No. —Catherine también había puesto los pies en el suelo—. Corona es Arka.
Nada bueno puede salir de Arka secuestrando gente. —Su bonita mandíbula estaba
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apretada—. Tengo cuatro hombres que presentarte. Los que fueron traídos aquí
medio muertos hace tres meses. Habían pasado un año en un laboratorio de alta
tecnología que era básicamente una prisión y experimentaron con ellos. Nunca he
visto a nadie con tantas cicatrices quirúrgicas como su líder.
—¿Lucius Ward? Nick me habló de él.
—Lo que se les hizo a él y a sus hombres fue criminal. Si han empezado a
secuestrar gente, significa que todo lo que está pasando está llegando a un punto
crítico y debemos detenerlos. Tenemos que sacar a tus amigos.
—Catherine… —Elle vaciló—. Una vez fui a un laboratorio de Arka. Daba miedo.
Tenían enormes recursos de seguridad. Tenían guardias por todas partes y los
laboratorios tenían seguridad de alta tecnología con una serie de copias de
seguridad. No sé si podemos montar ningún tipo de movimiento ofensivo.
—Oh querida. —Catherine palmeó su mano y se levantó—. Tenemos algo mucho
mejor que matones de seguridad. Tenemos un equipo entero de Ghost Ops, aquí
mismo. Los enfrentaría contra cualquier enemigo en la tierra. Son invencibles. —Se
inclinó sobre la mesa, apretó un botón y habló suavemente—. ¿Mac? ¿Podéis subir
los chicos y tú? Hay algo sobre lo que tenemos que hablar.
* *
Arka Pharmaceuticals
San Francisco
Cuatro viales. Uno, dos, tres, cuatro.
Lee estudió el soporte de aluminio pulido de los viales en la prístina superficie de
su enorme escritorio. Podía ver su reflejo al revés, como si siguiera bajando hacia las
zonas inferiores de su escritorio. Empujó cuidadosamente un botón en el lateral del
soporte, introdujo un código en el teclado que se proyectó en la superficie de su
escritorio, y escuchó el satisfactorio silbido de un sello de vacío rompiéndose.
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El contenedor había sido fabricado por una subsidiaria de Arka y no solo cumplía
con el estándar ISO 900012 para la contención de material de riesgo biológico,
duplicaba los estándares. Era irrompible e infranqueable. Podrías coger un mazo
para eso, podrías llevar un tanque por encima de él. No se rompería y no se abriría.
Si la civilización se detuviese repentinamente, mil años a partir de este momento
quienquiera que heredase la tierra —Lee se preguntaba si serían las ratas—
encontrarían el contenedor intacto, frotarían sus patas sobre el logotipo ligeramente
elevado de Arka y se preguntarían en sus pequeños cerebros de rata qué había
dentro.
Poder. Eso era lo que había dentro. Un poder inmenso. Poder de cambiar el
mundo y eso venía de él. Él había hecho esto.
Parecía una locura que estuviese a punto de desatar todo ese poder y no tomarlo
dentro de sí mismo. No llegar a ser inmensamente poderoso él mismo.
El proyecto Guerrero había pasado a través de tantas iteraciones que casi había
perdido la esperanza, pero entonces el mismo Edison había dicho que un científico
nunca fallaba. Simplemente encontraba las formas de por qué un experimento no
funcionaba.
Desde que era un niño pequeño arrancado de su tierra natal, China, y arrastrado a
un país que detestaba, Estados Unidos, Lee había soñado con volver a su tierra como
un conquistador. Estaría claro para cualquiera que tuviera ojos en la cara que China
era ahora la principal superpotencia y Lee tenía intención de que siguiera así durante
los próximos mil años. Era la civilización más antigua de la tierra y había estado
inactiva durante demasiado tiempo. Pero ese largo sueño había terminado y ahora
tomaría su lugar como líder de la humanidad.
No sería solo fabricar productos de calidad superior sino humanos superiores.
Empezando con él.
Tres meses atrás había bajado a los laboratorios secretos subterráneos de
Laboratorios Millon, una pequeña compañía de alta tecnología que Arka había
comprado. Había descubierto que era mejor llevar a cabo la investigación por la que
Flynn estaba pagando en laboratorios dispersos de compañías a pequeña escala en
las que mantenía una participación mayoritaria. Nadie sabía sobre su investigación.
Desde luego no la junta de Arka. Le complacía sin fin que estaba golpeando al
capitalismo americano con su propio juego. Preparando para su futura destrucción
bajo su propia nariz.
Y sin embargo, los contactos de Lee en Pekín le habían dicho que se estaba
quedando sin tiempo. Cuando Lee se puso en contacto por primera vez con su amigo
de la infancia, Chao Yu, quien había ascendido alto en los rangos del Ministerio de
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Ghost Ops 02
Ciencia y Tecnología, su amigo había estado entusiasmado, y el propio ministro,
Zhang Wei, había tomado el Proyecto Guerrero directamente.
Todo el mundo en el Ministerio había estado enormemente emocionado, pero la
emoción disminuía cada vez que Lee seguía sacando problemas constantemente. La
ciencia era impecable. Había habido éxitos esporádicos pero no lo suficientemente
replicables para llevarlos a Pekín. Todo lo que necesitaba era dinero para iniciar las
pruebas a mayor escala con el fin de acelerar el proceso. Necesitaba el dinero de
Flynn.
Lee no había planeado mostrarle a Flynn los paranormales, pero había tenido sus
manos atadas. Flynn había estado impresionado y duplicó la financiación, pero casi
era demasiado tarde. La ventana de la oportunidad de volver a casa se estaba
cerrando.
Y fue entonces cuando a Lee se le ocurrió que aterrizaría en la tierra Patria con un
terabyte de datos encriptados, una maleta llena de viales y algunas imágenes en
vídeo, nada más. Chao Yu era un científico y se podía confiar en que descifrase los
datos y lo explicase pero eso podía llevar tiempo. Días, semanas, incluso meses. Él no
tenía semanas y meses. El tiempo era escaso y necesitaba llegar con un programa en
funcionamiento visible, preparado para ser instalado y ejecutado tan rápido como las
dosis pudieran ser fabricadas.
La fabricación, distribución e inyección de las dosis a los militares ya llevaría casi
seis meses. Tenían que empezar de inmediato y necesitaba ser creíble
inmediatamente. Él mismo tenía que ser un anuncio andante del Proyecto Guerrero.
Así que había empezado a experimentar en sí mismo, en pequeñas dosis, y los
resultados fueron abrumadores. Se sentía más fuerte, más rápido. Era más fuerte,
más rápido. El otro día se había registrado corriendo un kilómetro en menos de tres
minutos. Nunca había sido un corredor, nunca había sido un atleta, y casualmente
había roto un record Olímpico.
Nunca se había sentido mejor, más fuerte ni más lúcido. Pero había llevado meses
para que la dosis surgiese efecto. La velocidad era un problema, tanto en el
laboratorio como en el campo. Los efectos tenían que ser inmediatos. Así que había
estado experimentando con un virus de acción rápida como vector. Había hecho
maravillas en ensayos con animales.
Lee echaba de menos fieramente a sus soldados. Necesitaba soldados de Fuerzas
Especiales para las pruebas, pero aunque había abordado el tema con Flynn varias
veces, quien tenía acceso a un montón de especímenes así como un ex general, el
cretino se había negado. La teoría era que cualquier soldado de Fuerzas Especiales,
ya fuera en activo o retirado, sería echado de menos.
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Lisa Marie Rice
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Había hecho una excepción con los soldados de la Ghost Ops que habían sido
capturados, porque no estaban en ninguna lista oficial. Eran, de hecho, oficialmente
inexistentes. Sobre el tema de más soldados con los que experimentar, Flynn había
sido inflexible.
Una repentina oleada de rabia sacudió a Lee… un rio caliente de odio pulsando a
través de él. Se sentía bien, se sentía correcto. Flynn le había bloqueado en cada paso
del camino. El plan original había sido celebrar el Año Nuevo Chino en Pekín, como
un reciente alto funcionario asociado al Ministerio. El Año Nuevo Chino había
llegado y se había ido. Estaba de pie en la oscuridad de su ático en Market Street
escuchando los sonidos del desfile anual del Año Nuevo Chino. Y ahora, con los
nuevos plazos, era totalmente posible que las dudas de Flynn y su avaricia le
costasen a Lee su oportunidad.
El odio se sentía correcto y bien. Cerró el puño y se lo imaginó enroscado
alrededor del gordo cuello de Flynn, aplastando la tráquea, mirando con júbilo
mientras su ya morada cara se volvía azul, anticipándose al pequeñísimo chasquido
cuando se rompiese el hueso hioides.
Lee también podría hacerlo ahora. Una sola mano. Había probado
subrepticiamente su control en un dinamómetro, y había golpeado noventa kilos, lo
máximo que la máquina podía medir, a mitad de la prueba. Con toda probabilidad,
podría desgarrar la garganta de Flynn con una mano.
La idea le complacía enormemente.
Oh, sí. Iba a ser un anuncio andante del Proyecto Guerrero.
Rompió el sello final sobre el contenedor y vio como se levantaban volutas de
humo de hielo rosa seco junto con el cilindro central. Se detuvo con un audible clic,
giró 90 grados, y los tres viales se vaciaron automáticamente dentro de una sola
jeringa que había sido empujada hacia arriba desde el lateral.
Bonita pieza de material. América todavía hacía este tipo de cosas así de bien, así
de elegantemente.
Lee levantó la jeringa con la mano derecha y le dio la vuelta hasta que la aguja fina
como un pelo apuntó al techo. Se subió la manga de su camisa y colocó su brazo
izquierdo sobre el escritorio, admirándolo. Sus trajes ocultaban el hecho de que había
desarrollado una definición muscular excelente en el último mes. Su brazo ahora era
delgado y duro con venas que transportaban el oxígeno a los músculos recién
forjados.
Sonrió cuando la aguja antidolor se deslizó dentro de la vena. Se inclinó, teniendo
la intención de luchar contra la máquina. Con un doctorado doble.
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La nueva dosis con el componente viral SL—62 se propagó con calidez a través de
su sistema, como un bálsamo curativo. Se sintió bien, más que bien. Se sintió genial.
Unos cuantos retoques y estarían listos para rodar. Habrían estado preparados
hacia seis semanas si ese hijo de puta de Flynn no hubiera estado tan cabreado.
Lee retrocedió por un segundo. No podía recordar la última vez que había usado
la palabra hijo de puta, ni siquiera haber pensado en ella. No era él. O al menos no era
el antiguo él. El nuevo Lee podía utilizar cualquier palabra que quisiera. Que se
jodieran.
Se puso de pie, la fuerza infundida en su cuerpo. Su visión estaba borrosa, aunque
cuando se quitó las gafas, pudo ver perfectamente. Fuera estaba lloviendo y oscuro,
incluso aunque todavía era pronto por la tarde. Pero la luz floreció en sus ojos y
podía distinguir figuras enfrente del Edificio del Ferry, casi a un kilómetro de
distancia.
Se estiró y sonrió. Se sentía muy bien. Simplemente genial.
* *
Mount Blue
Se presentaron en el laboratorio uno por uno. Mac primero, luego Jon, después
Nick. Y allí estaba ella, sentada en el laboratorio con una bata blanca, viéndose tan
hermosa que le quitaba el aliento. Pero más que hermosa, parecía… correcto. Como
si hubiera nacido para estar sentada en su laboratorio en Haven.
Catherine y ella habían estado hablando, las cabezas juntas, serias pero claramente
en sintonía la una con la otra. Dos mujeres hermosas —aunque, por más hermosa
que fuese Catherine, no podía eclipsar a Elle— una de pelo oscuro, la otra rubia. Las
mujeres más inteligentes que hubiese conocido nunca, lidiando con alguna mierda
repugnante sin romper a sudar.
Nick se acercó de inmediato a Elle y se sentó junto a ella. Tomó su mano, besó el
dorso, luego se inclinó y la besó en la mejilla.
Ignoró totalmente las expresiones de asombro en las caras de Mac y Jon. Se veían
como si a Nick le hubiesen salido alas y volado en bucles en el aire.
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—Hola, cariño. —Sonrió. Sentía nuevos músculos en su cara porque seguro como
la mierda que no había hecho mucho eso de sonreír en los últimos años. Nunca había
sido un sonrisitas. Pero ver a Elle sentada allí, siendo ahora parte de Haven
oficialmente y oficialmente su… bien, eso era digno de una sonrisa—. ¿Todo bien?
Ella suspiró y se apoyó en él. Oh, sí. Nick pasó un brazo alrededor de ella y no
supo quién estaba más reconfortado. Él o ella. Lo que fuera que llegase, lo
enfrentarían juntos.
—Tenemos que hablar —anunció Catherine—. Porque hay algo que vamos a tener
que decidir todos. Voy a dejar que hable Elle, pero primero creo que todos deberíais
saber algo sobre ella. ¿Sabéis que soy una empática? ¿Qué puedo leer emociones y,
últimamente, los pensamientos? Aunque, confiad en mí, hago un esfuerzo real para
permanecer fuera de vuestras cabezas.
Nick y Jon se rieron. Ahora mismo, si estuviese en la cabeza de Nick se retiraría
rápido, sonrojándose mucho. Porque una parte de él estaba sentado allí preparado
para absorber la información. Una sesión informativa. Esto tenía todas las
características de una reunión informativa y él había estado haciendo sesiones
informativas toda su vida adulta. Así que estaba prestando atención pero había otra
parte de él libre simplemente para… jugar.
Pensar sobre otras cosas.
Como en lo increíblemente suave que era la mano de Elle. Y su mejilla. Y su cuello.
Simplemente era tan jodidamente suave por todas partes. Le parecía imposible que la
piel humana pudiese sentirse tan suave. Como había adorado besarla por todas
partes, moviendo su boca hacia abajo sobre sus pechos pálidos, los latidos
apareciendo en su pecho izquierdo, la mano de él moviéndose hacia abajo sobre su
vientre plano, bajando a la nube de vello castaño claro que cubría su sexo…
—¿Elle?
Nick se sobresaltó ligeramente. Mierda. Tenía el principio de una erección. Cristo.
Malas noticias. Mac y Jon eran tan observadores como dos hombres posiblemente
podían ser. ¿Se habían dado cuenta? Nick cruzo las piernas con incomodidad,
contento porque era demasiado moreno para sonrojarse. No es que se hubiese
sonrojado nunca, pero aun así.
Catherine estaba de pie delante de ellos, tendiendo su mano a Elle.
Mierda. Nick había estado completamente en las nubes. Si Mac lo supiese, tendría
su culo.
Bueno, Elle se estaba moviendo al lado de Catherine, por lo que no estaría tentado
de pensar en lo muy, muy suave que era entre sus…
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—Me conocéis, por supuesto. Mi nombre es Elle Connolly. —Él aún no podía
acostumbrarse a ese nombre. Y todavía le fastidiaba que se lo hubiese cambiado—.
Soy una bióloga con un interés en la biología del cerebro humano. Hay otra cosa
sobre mí que debéis saber. —Miró a Catherine, quien asintió imperceptiblemente—.
Puedo proyectarme astralmente.
Guau. Nick se sentó hacia delante con un ceño. ¿Qué?
Jon también se inclinó hacia delante.
—¿Qué coño?
Catherine levantó la mano con la palma hacia fuera.
—Sé que esto va a ser difícil de absorber, pero me habéis puesto al mando, así que
debería ser un poco más fácil de digerir.
Dio en el puto clavo sobre que había sido difícil de tragar que Catherine podía leer
emociones a través del tacto. Nick y Jon habían sido hostiles hacia ella, aunque felices
por Mac, porque había encontrado a alguien que podía aguantar su fea jeta. Pero
cuando Catherine vino a ellos con una historia totalmente loca sobre Lucius Ward
siendo mantenido prisionero en una clínica de Palo Alto y queriendo que ellos lo
rescatasen… bien, él y Jon casi se habían amotinado.
Lucius los había abandonado. Los había traicionado por dinero y los había dejado
por muertos en una misión falsa que les había estallado en la cara. Los tres, Mac,
Nick y Jon habían sido atrapados por volar un laboratorio. Su información, falsa por
supuesto, había sido que el laboratorio estaba preparando una versión de la peste
bubónica para ser utilizada como arma. Una pesadilla. Una de las muchas pesadillas
que los Ghost Opps eran enviados a prevenir. Habían ido, habían volado el
laboratorio, asesinado a los que habían resultado ser científicos totalmente inocentes
y habían sido derribados y acusados de traición. Lucius había desaparecido y ellos
leyeron después que tenía una gran cantidad de capital en el laboratorio rival. De
forma que habían sido vendidos por el líder al que reverenciaban.
Aquello era lo que sabían, era el nuevo fundamento de su vida y entonces llegó
Catherine mangoneando a Mac por la polla con una historia disparatada sobre que
Lucius no los había traicionado después de todo, que solo un cerebro de mosquito
que estaba siendo follado de puta madre, ese sería Mac que en su vida previa había
sido tan inexpugnable como un acantilado de roca, podría creer.
¿Cuál era la prueba?
Catherine había tocado a Lucius y de alguna forma había descubierto la verdad.
Así que ellos habían puesto en riesgo sus vidas en una búsqueda inútil basado en la
palabra de una dama. Cierto, ella los había encontrado, mientras todo el gobierno de
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los Estados Unidos y sus militares no habían sido capaces de encontrarlos. Pero aún
más.
Jon y Nick habían estado a un pelo de ponerle una pistola a Catherine en la cabeza
y dispararle, probablemente teniendo que dispararle a Mac en el proceso, cuando ella
los tocó.
Nick nunca había conocido nada como aquello. Era como si todo su mundo
estuviera allí, en su toque. Y ella lo supo todo acerca de él. Simplemente pasaba de su
piel a la de ella. Todo lo que había mantenido absolutamente oculto durante casi diez
años… estaba exactamente allí para que Catherine lo leyera.
Ella no sabía el nombre de Elle y tampoco los detalles pero captó exactamente su
pesar y la profunda desesperación de no saber si estaba viva o muerta, enferma o
bien. Feliz o necesitándolo. Había sabido todo aquello con un toque. Y también sabía
algo sobre Jon, aunque él no había dicho nada y ella tampoco. Pero fuera lo que fuera
lo que había descubierto, dolía y era verdad.
Así que, vale, Nick y Jon iban a creerla si ella hablaba sobre cualquier mierda. Mac
no era un problema. Catherine podía decir que la luna era un holograma y Mac la
creería.
Se hizo el silencio en la habitación. Nick frunció el ceño.
—¿Qué quiere decir eso exactamente?
Esta vez habló Elle.
—Significa que he tenido experiencias extracorpóreas mientras dormía. Excepto
que no estaba durmiendo de verdad cuando las tenía. Era más como un coma. Tuve
un EEG conectado durante una experiencia extracorpórea y casi tuve línea plana.
Solo el año pasado empecé a tratar de analizarlo esto en lugar de odiarlo. Tres meses
atrás me enrolé en un programa para estudiar lo que solemos llamar habilidades
paranormales. El estudio estaba subvencionado por Arka Pharmaceuticals.
Nick apretó los dientes con fuerza y Mac dejó escapar un gruñido bajo. Arka
Pharmaceuticals había secuestrado y torturado a Lucius y tres de sus compañeros:
Romero, Lundquist y Pelton casi hasta la muerte. De manera que cualquier cosa
conectada con Arka estaba muy alta en su lista de mierda.
Elle apretó un botón, las luces bajaron y apareció un holograma. Había diez caras
en dos filas de cinco. Nick vio a Elle en la segunda fila.
—Esta es la gente con la que me apunté en principio en el programa y dos de
nosotros, Sophie Daniels y yo misma, desarrollamos el protocolo experimental y
supervisamos las pruebas.
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Ella manipuló el mando remoto y el holograma mostró construcciones bajas sobre
un verde césped.
—Este es el campus donde se desarrollaban las pruebas.
—¡Espera!—Jon estaba frunciendo el ceño ferozmente—. Vuelve atrás.
—De acuerdo —Ella retrocedió obedientemente al holograma previo—. ¿Aquí?
—Sí. Tercera por la izquierda, fila de arriba ¿Quién es ella?
Nick lo examinó. Jon, su expresión era adusta, estaba prácticamente vibrando por
la tensión, lo que era totalmente distinto a su usual actitud despreocupada de
muchacho surfero. En realidad, Nick nunca lo había visto tenso, nunca. Ni siquiera
bajo el fuego.
¿Él conocía a aquella chica?
Elle le sonrió a Jon.
—Sophie Daniels. Es una de mis mejores amigas. Hicimos nuestros estudios de
graduadas juntas en Stanford, solo que ella estudiaba fisiología. Tiene un master en
eso y está sacándose un doctorado en virología.
Jesús. Aquellas mujeres tan inteligentes.
—¿Tenía ella… algún poder?
Parecía que Jon se estaba ahogando, y Nick comprendió adonde estaba llegando.
Las mujeres ya tenían toda clase de poderes sin necesidad de la mierda esta. Pero
todas estas chicas tenían poderes reales y sus hombres simplemente tendrían que
tragárselos.
Elle frunció los labios.
—Nada que pudiera ser comprobado, aunque solo estábamos al principio del
proceso. Pero…—ella dudó—. Es una sanadora. Nunca habla de eso, pero la he visto
cerrar una herida fea con su contacto. Sin embargo, viene con un alto precio. Se
queda debilitada durante días después de eso —Elle dudó—. Corona no lo sabía.
Nadie lo sabía. Pero ella pasó un test de despistaje con una RMI—funcional y fue
reclutada para el programa. Como yo, ella también se encargaba de recopilar y
cotejar datos.
Jon tenía la mandíbula tensa.
—¿No es bastante inusual tener sujetos en el estudio que también controlen las
pruebas?
—Sí, lo es —acordó Elle—. Y más adelante, para las publicaciones eso habría sido
un gran problema. Pero Corona insistió en eso y ellos pagan las facturas. Así que
teníamos esa anormalidad. Y esta semana pasada hubo otras.
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—¿Cómo qué? —preguntó Catherine.
—No lo sé. Es como si el propio programa desarrollara una fiebre. Se nos pidió
que hiciéramos tres veces las pruebas que estábamos haciendo antes en la mitad de
tiempo. Los resultados se enviaban directamente a la oficina del coordinador en
lugar de ser recopilados y cotejados en las bases semanales y luego transmitidos. Y
además —Ella se detuvo y los miró de un en uno— luego la gente empezó a
desaparecer. Uno, luego dos y tres al día. El protocolo estipula que los sujetos del
estudio deben contactar a las nueve de la mañana cada día, pero empezamos a tener
fallos masivos. Sophie y yo llamamos a sus teléfonos móviles y a sus casas pero no
obtuvimos respuesta. Ayer… no, hace dos días… solo estábamos cuatro, además de
Sophie. Yo estaba pasando una prueba y Sophie supervisaba el experimento. Cuando
llegué a casa, recibí una llamada aterrorizada de Sophie diciendo que estábamos
siendo acorraladas. Estaban tras ella y venían tras de mí. Me imagino que sabéis el
resto.
Oh, sí. Ellos sabían el resto. Nick tensó los puños. Habían ido tras ella. Eran
hombres condenados a muerte,
La voz de Elle se suavizó hasta ser suplicante.
—Sé que estáis… escondidos aquí. Sé que esta gente —señaló con la mano el
holograma con las diez caras—. Son completos extraños. Pero no son extraños para
mí y están siendo retenidos contra su voluntad. Y me temo que van a ser heridos… o
peor. —Se detuvo respirando profundamente para tranquilizarse.
A diferencia de la sala de guerra, que siempre estaba en la penumbra, el
laboratorio estaba brillantemente iluminado. La luz sobre el cabello de Elle creaba un
pálido halo alrededor de su cara, pero bajo el halo no estaba la cara de un ángel.
En su corazón y en su cabeza, Nick había guardado la imagen de una Elle que
hacía mucho que no existía. Durante muchísimo tiempo, en su cabeza, ella había sido
la joven y consentida chica de un rico padre que llevaba una vida muy protegida.
Luego aquella imagen había sido sustituida por la exhausta niña desamparada,
sobrepasada por la enfermedad de su padre, casi hasta sus últimas fuerzas.
De forma que en su cabeza Elle era vulnerable y requería su protección. Eso era lo
que lo había vuelto tan loco… o bueno, más loco, todos aquellos años. Elle sola en el
mundo. Sola en un mundo de depredadores. Él sabía perfectamente lo frio y cruel
que era el mundo, lo había sabido desde que pudo andar y hablar. Sabía que los
débiles eran aplastados, fueras o no una buena persona.
Elle era una buena persona. Lo sabía en su más profundo interior. Nada cambiaría
aquello jamás porque estaba en sus huesos. Cuando era una niña, se había salido de
su camino para hacer favores desinteresados, completamente inconsciente de lo poco
usual que era aquello. El jardinero que iba dos veces a la semana siempre tenía un
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vaso de té helado. Un chico vecino había desarrollado desgraciadamente leucemia y
Elle iba a leerle mientras estaba en la quimio.
Un buen corazón y fragilidad equivalía a desastre. Peligro con una ruidosa sirena
asociada.
El Ejercito, los Rangers, los Delta y luego los Ghost Opps. Toda la vida adulta de
Nick estaba diseñada para asegurarse de que no sería débil. Para asegurarse de que
podía defenderse a sí mismo con cada arma conocida por el hombre y sin armas, con
los puños como piedras. Había tenido que defenderse el mismo, porque el mundo
era un agujero de mierda.
¿Qué posibles defensas podía reunir Elle contra el mundo? Se había ido sin dinero
ni amigos y aquel pensamiento había sido como una espina clavada en su cabeza,
cada jodido día durante diez jodidos años.
Las imágenes llegaban a él todas las noches.
Elle sola y sin un céntimo en algún vertedero de un pueblo.
Elle haciendo autoestop y acabando en un coche con un tipo armado con un
cuchillo.
Elle caminando sola por la peor parte de cualquier cuidad, con una pandilla de
violadores arrastrándose tras ella.
Y siempre, siempre su imagen desamparada y sola.
Bien, en algún momento bien podía haber estado desamparada y sola, pero seguro
que no lo estaría nunca más.
La mujer que estaba viendo era hermosa, sí, pero visiblemente lista. Estaba en sus
agudos ojos azules que abarcaban todo, en la fuerte estructura ósea de su cara, cada
vez que abría la boca. La fuerza y la disciplina estaban en cada línea de su cuerpo.
Y, mierda, un doctorado de Stanford. No lo regalaban en las cajas de cereales. Y
Stanford era caro. Unos cien mil por año era lo último que había oído. Así que ella
había ganado aquel dinero o conseguido una beca escolar o una combinación de
ambos. De cualquier forma, era una mujer a tener en cuenta.
Y si la idea de la pálida y vulnerable niña le había roto el corazón, esa confiada
mujer lo derretía. Ella no le necesitaba, de ninguna manera. Podía seguir
perfectamente su camino sin él.
Pero si ella lo había tenido, era suyo hasta el fin de los tiempos.
Así que si, él estaba en aquello. ¿Ella quería que rescatara a sus amigos? Cualquier
cosa que quisiera, él quería dársela.
—Cuenta conmigo —dijo.
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—También conmigo —el profundo retumbo de Mac vino con un asentimiento.
—Oh, claro —exhaló Jon.
Elle estudió las caras de los tres hombres y la mujer que estaban ante ella.
Catherine estaba con ella, sin duda. Esto era un pequeño milagro en sí mismo. Que
arriesgara a su marido, Mac, por personas a las que no conocía.
Nick estaba con ella. Lo había dejado claro aquella mañana. La asustaba pensar
que si le ordenaba entrar en un campo de minas o en el pozo del infierno, él iría. Esa
clase de poder la asustaba y no sabía si se acostumbraría nunca. Había estado sola
por tanto tiempo que la idea de tener a un hombre como Nick justo detrás de ella,
listo para hacer lo que le pidiera, era poderoso pero terrorífico.
Ella podría estar enviándolo a él, al esposo de Catherine y al surfero a su muerte.
Sophie y los otros podrían estar muertos. Corona podría utilizarlos para tenderle a
ella una trampa. Pero no había forma de que pudiera dejar a los otros del grupo
indefensos y abandonados, y no había forma de que pudiera recatarlos por sí misma.
Así que estudió las caras de los tres hombres que iban a tener que arriesgar sus
vidas para salvar algunas personas extrañas y podrían perder la suya propia
haciéndolo.
Estudio sus caras buscando debilidades o dudas y no encontró ninguna.
Señaló el holograma.
—Estoy pidiéndoos que rescatéis a esta gente, que están en un peligro terrible.
Hay una leyenda urbana circulando entre los investigadores de Corona sobre que se
ha desarrollado un nuevo método para destilar partes del cerebro en forma líquida
que puede ser inyectado. Que un par de personas han sido ya “cosechadas”. Ese es el
encantador término que se utiliza en ciencia, por cierto. Cosechar. Como si la gente
fuera fruta. Hay rumores de un grupo previo de estudio que desapareció. No presté
mucha atención porque hay rumores constantes por los pasillos y muchos de ellos
son tonterías —Elle se paró, inspirando profundamente—. Pero ahora… no estoy
segura de que sean tonterías. Pienso que podría ser verdad. Creo que la gente que
está dirigiendo últimamente el estudio se han vuelto locos y no están diciendo lo que
harán, hasta donde llegarán por los resultados. Hay algo más detrás de esto que no
entiendo. Sophie y yo lo sentimos, pero estábamos tan ocupadas con los resultados
de las pruebas que decidimos dejarlo pasar. Después de todo solo era una sensación.
—Pero tenías razón al sentirte inquieta —gruñó Nick.
—Sí —Ella sintió una corriente de alivio. Él la entendía—. Teníamos razón. No
tengo idea de dónde ir desde aquí. No sé dónde retienen a los sujetos. Toda el área
está llena de laboratorios y Arka posee muchos de ellos. Los laboratorios podrían
estar bajo tierra y probablemente no estarían en ningún plano. En realidad podrían
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estar en cualquier sitio. Ni siquiera estamos seguros de que el laboratorio esté en Palo
Alto. Podrían haber sido llevados a cualquier sitio en un monovolumen.
La idea la aterrorizaba. Sophie y los otros trasladados a algún lugar donde no
pudieran ser encontrados, como ganado al matadero.
Mac habló con su voz profunda y áspera que sonaba como si llegara desde debajo
de la tierra.
—¿Tienes alguna pista de dónde podrían haber sido llevados? ¿Sobre los otros
laboratorios que colaboran en este programa? ¿Tienes una lista?
Elle se encogió de hombros.
—Por lo que yo sé, no hay otros laboratorios involucrados. Tengo el correo de
todos y he comenzado un programa en mi ordenador para buscar sus correos por los
nombres de otros laboratorios, pero no sale nada.
—¿Dispositivos de seguimiento? —preguntó Catherine. Elle le había contado lo
del dispositivo que se había sacado del brazo.
Los hombres se enderezaron tensos.
—¿Qué dispositivos de rastreo? —exigió Nick.
Elle levantó el brazo, se levantó la manga y señaló el vendaje. Nick se iba a poner
furioso con ella. Cuando le había preguntado sobre eso por la mañana, ella le había
dicho simplemente que se había cortado
—A todos los miembros del grupo de estudio se les inyectó un microchip. Se nos
dijo que era para monitorizar nuestros signos vitales. Cada semana pasábamos los
brazos por un lector donde se bajaban los datos. Pero Sophie me dijo que me lo
sacara del brazo cuando me llamó para advertirme, así que lo hice.
—¿Y cuando me lo ibas a contar? —Nick tensó la mandíbula.
Elle se encogió de hombros.
—¿Sabes donde se guarda la base? —preguntó Jon. Nick había dicho que Jon era
su ciberexperto.
—Lo siento, no —Elle sacudió la cabeza—. Presumiblemente en la database de la
compañía salvo que sospecho que ahora todo el proyecto está fuera de los libros. En
cuyo caso sería un archivo encriptado en el portátil de alguien. No sé quién.
—Tenemos imágenes por satélite de anoche. Veremos si puedo obtener algunas
imágenes útiles —Nick miró a Mac—. ¿Teníamos drones fuera?
Mac negó con la cabeza.
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—Maldita sea —Nick golpeó ligeramente la rodilla con el puño—. Y no podemos
enviarlos fuera hasta que tengamos alguna idea de dónde. Aunque suena demasiado
tarde para los drones, si están bajo tierra.
Oh joder. Elle entendía su frustración. ¿Cómo podían rescatar al grupo si no sabían
dónde estaban? Si el grupo no había sido dispersado. Si estaban vivos.
—De acuerdo —dijo Mac con decisión—. Voy a asignar tareas. Elle, escribe todo lo
que sabes, absolutamente cada cosa y repásalo con Catherine y asegúrate de
mantener un ojo en ese troll tuyo que está registrando los emails.
—Diseñé un programa que generará contraseñas en las bases de las palabras clave.
Generará un millón y puede ser enviado en un paquete para intentar una
descriptación masiva tan pronto como tengamos la computadora de cualquiera para
hackear —dijo Jon.
Elle parpadeó. Dios, un programa como ese podrían valer millones en el mundo exterior.
Ella asintió.
—Eso sería realmente útil.
Mac continuó dando órdenes.
—También vamos a probar con los satélites. Asegúrate de incluir Keyhole 15 en
las últimas cuarenta y ocho horas en toda el área de Palo Alto. Podrían haber
empezado a acechar a los sujetos de las pruebas antes.
Ella apenas contuvo un jadeo. Los satélites de la serie Keyhole eran un secreto.
Altoalto secreto. Del tipo voyamatartesidescubrescualquiercosasobreeste
secreto. Ella solo los conocía porque un analista que había perdido la chaveta por ella
le había hablado de aquello. Ella había ido a la darknet para investigarlo. El rumor
era que sus lentes podían leer los números de una tarjeta de crédito a la luz de la
luna.
—¿Puedes hacer eso? —No pudo evitar preguntárselo a Jon—. ¿Hackear los
Keyhole?
—Oh sí, claro que puede —Mac hizo algo con su cara, moviendo un musculo o
dos en una extraña configuración que en alguien más podría haber sido una sonrisa.
—Tenemos que ir a la casa de Elle y encontrar ese rastreador, bajar lo que tenga e
invertir la ingeniería. ¿Sería posible Elle? —le preguntó Jon.
Lo pensó. Bueno, si Jon era tan bueno, había una posibilidad. Cada rastreador
tendría un juego de instrucciones básicas y estaría programado para emitir una señal.
Captar aquella señal y escanear buscando otras… Asintió.
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los trozos cortados en rombos casi pero no los bastante encajados juntos. Y aún así la
mujer se movía con la gracia de la belleza.
El hombre arrastró los pies, apoyado pesadamente sobre la mujer, moviéndose
con paso estable hasta que estuvo frente a Catherine y Elle. Se inclinó y Elle le oyó
susurrarle a la mujer que lo sostenía:
—Gracias Stella.
Ella le dirigió una sonrisa deslumbrante, la cara estirada de extrañas formas a
través de las líneas blancas que cruzaban su cara. La sonrisa que él le devolvió era
tierna. Hubo un destello de algo durante un segundo, y Elle se preguntó si él era tan
viejo como parecía.
¡Stella! En un instante el caleidoscopio giró y se ajustó, y Elle pudo ver claramente
quien era ella. Stella Cummings. Había sido la actriz más famosa del planeta,
considerada una de las mujeres más hermosas del mundo, ahora la chef de Haven.
Elle estaba tan ocupada mirándola boquiabierta, preguntándose si se atrevería a
pedirle un autógrafo porque Stella en Nobody but me le había dado coraje y esperanza
cinco años atrás cuando Elle había atravesado un mal periodo, que apenas se dio
cuenta de los tres hombres que habían seguido al anciano dentro de la habitación.
Eran visiblemente jóvenes aunque se movían como si fueran mayores que el
primer hombre. De huesos grandes pero delgados, caras demacradas, hundidas por
el sufrimiento. Parecía que un viento fuerte los derribaría, pero estaba allí,
arrastrándose tras el más mayor como fantasmas tras un espectro.
Stella dejó al anciano un momento y cruzó la habitación para besar a Elle en la
mejilla.
—Bienvenida a Haven cariño.
Elle se sonrojó de placer ¡Stella Cummings besándola en la mejilla!
Stella volvió junto al anciano. El fantasma de una sonrisa le cruzó la cara.
—Descansen caballeros —dijo. Su voz era ronca como si no la usara mucho. Tenía
problemas para articular. Pero continuó, cada palabra salía con mucho esfuerzo,
aunque no se detuvo hasta que dijo lo que quería decir—. Entiendo que tenemos una
oportunidad de agarrar a los hijos de puta que nos hicieron esto…—sus ojos oscuros
estudiaron la habitación, cayendo en la cuenta de que estaban Catherine, Elle y Stella
—. Perdón por mi lenguaje señoras —dijo con solemnidad.
—Somos científicas —dijo Catherine—. Creo que hijos de puta es el término
técnico correcto.
Otro fantasma de sonrisa. Por un breve segundo, Elle pudo ver algo del hombre
que había sido, profundamente escondido bajo el destrozado exterior. Y aquel
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hombre había sido… atractivo. Si, ahora podía verlo. Y Stella también lo veía. Desde
luego sus ojos nunca abandonaban el rostro del hombre.
—Queremos retribución —dijo él con sencillez.
Los dos hombres gravemente heridos asintieron con las cabezas a sacudidas.
Evidentemente tenían poco control motor.
—Rerereretribubución —tartamudeó uno. Tenía una cicatriz queloide
perfectamente redonda justo sobre la zona del neocortex. Alguien le había metido un
sensor justo en el cerebro.
Los tres hombres se estaban poniendo pálidos por el esfuerzo de mantenerse en
pie, y el que tenía la cicatriz del sensor estaba temblando. No parecía que pudieran
enfrentarse al desayuno, menos a una misión. Elle miró alrededor. Nadie decía nada
sobre su obvia condición física. Espero otro segundo pero solo había silencio.
Vale. Ella tendría que ser la chica mala.
—Es muy amable de su parte —empezó suavemente—. Pero quizás…
El más anciano giró la cabeza dolorosamente y la clavó con una mirada. Durante
un instante Elle quiso retroceder, tan grande era el poder de aquella mirada. Era un
poder acumulado, un poder ligado a un cuerpo dañado, pero dentro de aquel
hombre brillaban y se unían fortaleza e inteligencia.
Las palabras llegaron lentas y con gran esfuerzo.
—Entiendo que hay personas en sus manos. Experimentarán con ellos y luego los
asesinarán. No quiero vivir si no podemos hacer un intento para rescatarlos de la
forma que mis hombres nos rescataron a nosotros. No somos físicamente capaces de
ir en la misión contigo Mac —su ya ronca voz se rompió y la cabeza bajó como si le
hubieran cortado un tendón. Luego la levantó y sus negros ojos brillaron con
decisión y propósito—. Pero somos perfectamente capaces de controlar la sala de
guerra y proporcionar información. Así que rescataremos a esas personas. Juntos.
Hooyah7
—¡Hooyah! —el coro de siete voces masculinas, todas fuertes y auténticas, repicó.
7
Grito de Guerra de los Seals
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Capítulo 12
Sede de Arke Pharmeceuticals
San Francisco
Una pared entera en la oficina de Lee era un enorme holograma luminiscente. Al
pie del holograma había una serie de paquetes de datos, incluida la fecha: tres meses
atrás.
Laboratorios Millon en Palo Alto. Antes de que la instalación fuera destruida. Lee
apretó los puños al recordarlo. Catherine Young de repente se había sublevado y
mordido en el culo a su jefe. Le había arrancado un buen trozo y casi hundido todo el
proyecto. Años de trabajo casi destruidos a causa de una mujer y el hombre sin rostro
que la ayudó.
Tenía grabado una pequeña parte del ataque, aunque en su mayoría fue destruido
por algo que el hombre sin rostro había hecho a su sistema de seguridad. Su muy,
muy caro sistema de seguridad.
Todavía escocía.
Por supuesto, había reconocido inmediatamente a Young, con descaro allanó su
instalación utilizando un pase clonado.
El laboratorio estaba escondido y era ilegal, dado el tipo de pruebas que se
llevaban a cabo. Había tenido que ir y completar la destrucción que ella había
causado de forma que cuando las autoridades llegaron a investigar, había sido capaz
de declarar de modo verosímil que el piso subterráneo extra era un mero espacio de
almacenamiento de material. Afortunadamente no había ningún experto en el equipo
de policías. Pero había tenido que comprar a los tres técnicos que trabajaron en el
terreno, y eso le había costado. Dinero, tiempo y esfuerzo.
Flynn lo había puesto bajo presión, luego Beijing lo había puesto a él bajo presión.
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Así no era como funcionaba la ciencia. La ciencia evolucionaba a su propio ritmo
majestuoso. Poner presión sobre el proceso científico era una abominación. Esto era
algo que los no científicos como Flynn eran sencillamente incapaces de comprender.
En lo que Lee estaba trabajando tenía la posibilidad de cambiar el mundo para
siempre, tan trascendental como el empleo de la electricidad. Todavía más, incluso,
cambiaría la naturaleza de una parte de la humanidad. Esto no era algo que pudiera
ser hecho deprisa y corriendo.
Inyectarse a sí mismo con SL61 había sido un toque de genialidad, porque se
sentía más fuerte y más agudo intelectualmente que nunca. Se sentía, a falta de una
palabra mejor, invencible.
Aunque faltaba un elemento. Un elemento que había discernido en uno de los
animales del experimento en el oculto Nivel 4 la noche en que el laboratorio fue
destruido.
Cómo había adorado el Nivel 4. Había sido su propio reino, un lugar donde
sustentaba el poder de la vida y la muerte, un lugar donde creó organismos vivos.
Un lugar donde había sido un dios. Había llevado a cabo pruebas exhaustivas con los
especímenes del Nivel que habrían sido ilegales bajo el proyecto de la Ley de
Pruebas con Animales. Los experimentos tal vez fueran ilegales de acuerdo al
proyecto de ley aprobado por un lobby de fanáticos y fanáticas que se preocupaban
más por unas tontas criaturas que por la ciencia, pero habían sido necesarios. Había
estado probando iteraciones de SL que incrementarían la fuerza, la velocidad y la
inteligencia.
Él y la droga SL se habían estado comportando como en una especie de danza.
Dos pasos hacia delante y un paso hacia atrás, luego tres pasos adelante y dos pasos
atrás, luego un paso hacia delante y tres pasos atrás. Luego diez pasos hacia delante.
Por supuesto, esto era inmensamente complejo, mientras él efectuaba el cambio a
nivel celular y trataba de mantenerlo estable. Estaba acelerando la evolución en sí
misma, algo que nadie en la historia mundial jamás había intentado. Y estaba
teniendo éxito, ¡maldita sea! Todos y cada uno de los ensayos que acabaron con un
problema también desvelaron una nueva posibilidad.
Era imposible explicarle eso al imbécil de Flynn. Aunque para su asombro,
también se demostró imposible explicárselo al ministerio de ciencia en Beijing. A
nadie le importaba el proceso, los secretos de la vida misma, los cuales él estaba
desentrañando. Todo lo que les importaba eran los resultados tangibles. Una droga
que incrementara las aptitudes de los soldados en el campo de batalla, demostrando
ser estable todo el tiempo y que fuera barata de fabricar.
En cualquier otra mano que no fueran las suyas habría sido imposible.
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Por supuesto, él también tenía el poder de los dioses. Podía sentirlo, notaba la
vitalidad recorriéndole, sentía sus músculos y tendones rehaciéndose hacia un todo
más poderoso. Notaba su cerebro reprogramándose. Su visión era tan aguda que
pensó que podía ver una hebra de pelo en la gentehormiga de abajo en la calle. Su
oído era tan fino que podía oír el discreto zumbido del sistema de aire centralizado.
Había empezado a nevar, mezclado con un poco de aguanieve, y podía oír cada
espícula chocando en los ventanales. Podía oír…
La puerta abriéndose.
—Maldita sea, Lee —retumbó la áspera voz de Flynn—. ¿En qué coño estabas
pensando…?
Una neblina caliente se alzó en la mente de Lee cuando oyó la voz de Flynn. El
capullo. El puto capullo. Cada célula de su cuerpo pulsó de puro odio candente.
Lee cruzó volando la sala, agarrando algo brillante de su mesa y levantó el puño.
Los ojos de Flynn reflejaban fastidio mientras bajaba la vista mirando el diminuto
mango brillante que sobresalía de su pecho. El mango pertenecía a un abrecartas de
puro titanio que estaba profundamente incrustado en su corazón.
Estaba muerto pero todavía no lo sabía.
Flynn permaneció de pie, estupefacto y derecho, observando mientras una gran
flor roja florecía desde la empuñadura, cubriendo su prístina camisa blanca de
Armani. Volvió a tambalearse, cayendo sobre una rodilla, la cabeza le colgaba.
Sonidos forzados salieron de su garganta, aunque no fue capaz de formular ni una
palabra.
Bien. De todos modos Flynn hablaba demasiado.
Una parte de Lee admiró el hecho de que desde dos metros, habiendo tenido que
girarse, ir a su mesa y recoger el abrecartas, aún había sido capaz instintivamente de
lanzarlo directamente entre las costillas y enterrarlo justo en el corazón de Flynn.
Lee plantado sobre el hombre, observó como cedía la otra rodilla y caía boca abajo
sobre el suelo. El corazón de Flynn siguió bombeando sangre durante unos dos
minutos, luego el flujo lentamente se detuvo.
Lee contempló su reflejo en la ventana, intensamente iluminado en contraste con
el nocturno cielo nevado mientras la oscuridad descendía en su mente. Tenía los ojos
bien abiertos con una ligera sonrisa en los labios. Observó por un instante, su
capacidad de reconocer a la criatura del reflejo escurriéndose tan rápidamente como
la sangre de Flynn se escurría de su cuerpo.
Lee miró alrededor, sin reconocer nada familiar en su entorno. Se agachó
levemente, elevando las manos hacia su pecho, abiertas como garras. Paredes… tenía
que salir. Moverse. Su cuerpo ansiaba movimiento, ansiaba sangre. Fue puro azar
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que se dirigiera hacia la pared con la puerta y no hacia una de las otras tres paredes.
Avanzó y la puerta, biomorfica y preparada para reconocer su perfil, se abrió.
No se lo cuestionó. Le quedaba muy poco razonamiento, solo lo suficiente para
reconocer una puerta con una imagen de escaleras y darse cuenta que eso llevaba a
una salida. Las escaleras conducían al mundo exterior, un mundo que lo aguardaba.
Empezó a andar a grandes pasos hacia las escaleras.
Una mujer salió de una puerta. Con los ojos abiertos de par en par cuando vio a
Lee, una carpeta cayó de sus débiles dedos.
—Doctor Lee… —El tono fue una pregunta, pero jamás fue respondida. Lee saltó
hacia ella, con las manos extendidas para inmovilizarla por los hombros mientras
hundía los dientes en su cuello. Con dos fuertes mordiscos le arrancó la oreja, luego
la dejó caer a sus pies, ensangrentada y retorciéndose.
Fuera. Quería estar fuera. Era fuerte y quería… no, necesitaba… cazar. Matar.
Bajó con dificultad por las escaleras mientras todavía reconocía el concepto de
escalera. Cuando llegó al vestíbulo con gente pululando perdió el concepto. Pero no
importaba porque allí había un montón de carne.
Aún reconocía el concepto de presa.
En el recibidor, la mujer se levantó lentamente. Alzó una mano hacia un lado de su cabeza
y frunció el ceño. Dolor, humedad… No tenía palabras para las sensaciones que solo ella
sentía. Se llevó las manos al pecho formando garras. Matar. Ella quería matar. Alrededor
había una presa, podía olerla. Inestable pero inflexible, anduvo a grandes pasos por el pasillo
donde aparecieron dos criaturas.
Presa.
* *
Mount Blue.
—Come —dijo Stella Cummings, empujando un plato de patatas gratinadas hacia
Lucius. Una porción pequeñita, ya que él solo empezaba a tolerar comida. Lo miró
desde el otro lado: torturado, sufriendo aunque erguido y decidido. Cualquier otro
hombre habría muerto cien veces con lo que le habían hecho. Lo que le hizo el
acosador era una fracción de lo que le habían hecho a él, y aquello casi la destruyó.
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Era un hombre extraordinario.
—Eso es todo lo que me dices siempre. Come —le contestó, los ojos oscuros fijos
en ella—. Piensas que tengo cinco años.
Incluso en su debilidad y estado demacrado. Lucius Ward era un hombre a tener
en cuenta. Definitivamente ella no pensaba que tuviera cinco años.
—Come —le repitió sonriéndole.
El rostro masculino de pronto se afiló. Su enorme mano cubrió las de ella.
—Dios, Stella. Eres tan hermosa.
Eres tan hermosa. Había oído versiones de esa frase toda su vida. La palabra había
sido bonita cuando era una actriz infantil pero se convirtió en hermosa más o menos en
la pubertad. Aparte algún percance de huesos y hormonas, no había pasado en
absoluto por una fase adolescente complicada. Siguió trabajando como actriz durante
todo el proceso. A los treinta y cinco años, había hecho ciento veinte películas y
estaba considerada como una de las mujeres más bellas del mundo.
¿Qué le había supuesto? No mucho, además de más trabajo. Y más trabajo. Los
hombres que la cortejaron habían cortejado su cara, no a la persona detrás del rostro.
Cuando descubrían que su vida era trabajo, trabajo, trabajo y muy poca diversión, el
encaprichamiento desaparecía.
Seguro que aquello no le había traído amor.
Y ahora su cara había desaparecido.
—Ya no tan hermosa, Lucius —le dijo sin ninguna tristeza. De locos, pero su
belleza perdida había liberado algo en su interior. Ahora a la gente de su mundo le
gustaba ella, no su rostro. Querían a Stella, el miembro de una comunidad
clandestina y no a Stella la distante estrella de cine.
Ya no era una estrella de cine. Jamás podría volver a estar en el negocio. El
acosador la había acuchillado gravemente. Noventa y siete cortes por todas partes,
catorce en la cara. Un corte le atravesaba la mejilla, siendo imposible sonreír con el
lado derecho de su rostro. Parecía como si alguien lo hubiera puesto en un
caleidoscopio y lo hubiera agitado.
La mano masculina apretó las suyas.
—Hermosa —repitió contundente.
¡Dios mío!
Sexo, amor… esas eran cosas que habían huido completamente de su vida tras el
acosador. Antes hubo un montón de sexo, aunque no amor. Pero después de aquello,
ambos habían estado fuera de toda cuestión. Se refugió en el anonimato mientras
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sanaban sus cicatrices tanto como fuera posible, cocinando en una pequeña cafetería
cerca de Mount Blue, que pertenecía al primo de su antigua ama de llaves.
Necesitaba hacer algo, algo tangible, con sus manos, tanto como necesitaba respirar.
Y Elena la envió con su primo, donde se enterró en la cocina en la parte trasera y
empezó a crear. La fonda se convirtió en una cafetería y estaba en camino de
convertirse en un restaurante cuando las noticias contaron que su acosador había
escapado.
Ella había estado en un descanso, charlando con un cliente, un tipo atractivo y
misterioso que se dejaba ver de vez en cuando y que nunca le dijo su nombre. Si
había una cosa en su vida que Stella había aprendido a respetar era la intimidad. “No
preguntes no cuentes” cubría un montón de cosas, y no solo la sexualidad de uno.
Ella no quería hablar de sí misma y él no quería hablar de él, y eso les iba bien a
ambos.
Y entonces las noticias de última hora: Steve Gardiner, acosador, acuchillador y
psicópata en general, el que había convencido al juez de meterle en una institución
mental en vez de en la celda más profunda y oscura de la tierra, había escapado.
Había estado hablando con Jon cuando lo oyó. De pronto empezó a temblar toda
ella, los temblores provenían de lo más profundo de su alma. Un miedo tan grande
que no podía moverse, ni respirar, ni pensar.
Él le había echado un vistazo, viendo lo aterrorizada y quebrada que estaba, y
simplemente la llevó a Mount Blue, a Haven, donde se unió a la comunidad de
inadaptados y fugitivos siendo feliz desde entonces.
Aquí en Haven había encontrado compañerismo y un objetivo. ¿Pero amor? Ni
siquiera se le había ocurrido que podría encontrarlo aquí de entre todos los lugares.
Bajó la mirada hacia la gran mano cubriendo las suyas. Recordaba bien aquella
terrible noche tres meses atrás cuando Lucius, Miguel Romero, Larry Lundquist y
Bob Pelton fueron rescatados de un laboratorio que había sido como algo sacado de
un campo de concentración nazi, y traídos a Haven. Los cuatro hombres estaban
hambrientos, llenos de cicatrices quirúrgicas, tan débiles que no podían andar.
Catherine tardó una semana de intravenosas solo para que ellos fueran capaces de
incorporarse en la cama.
Entonces fue cuando Stella tomó el mando, convirtiéndolo en su misión personal
conseguir que comieran tanta comida nutritiva como pudieran retener.
Concretamente su líder. Lucius Ward. Capitán, así es como le llamaban Mac, Nick
y Jon.
Su respeto por él había sido evidente en cada línea de sus cuerpos, y una vez logró
conocerle, incluso la terrible versión torturada de él, un hombre fuerte que había sido
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forjado de roca firme, comprendió por qué. Este era un hombre formidable en todos
los sentidos.
Lo había visto recomponerse centímetro a angustioso centímetro. Si Catherine
decía andar diez pasos, él andaba cincuenta. Con un gesto de dolor a cada paso.
Y aunque jamás sonreía y la expresión de su rostro claramente demostraba que
jamás había sido del tipo sonriente, se le iluminaba la cara cuando ella entraba en la
habitación.
Vaya, sí, guau, el sexo parecía estar en el menú.
Pero primero era necesario decir algo.
—No tienes que llamarme hermosa, Lucius —dijo Stella dulcemente—. Sé que no
soy hermosa, ya no. Y si no te importa, seguro que a mí tampoco.
Mientras hablaba los ojos oscuros de Lucius vagaban por su rostro, sobre cada
centímetro de él. Era algo a lo que estaba acostumbrada. Cuando era hermosa, los
hombres la habían contemplado abiertamente, como si fuera algo raro y diferente,
perteneciente a una especie diferente. Tras ser acuchillada, la gente la había
contemplado por una razón distinta, del modo en que mirabas un tren descarrilado.
Una de las muchas cosas que amaba de Haven era que nadie parecía notar sus
cicatrices.
Lucius sonrió, estirando la cicatriz de quemadura en su pómulo derecho. Se llevó
la mano de Stella a la boca y posó sus labios en la palma de su mano. La mantuvo allí
durante largo rato, tanto que ella movió las yemas de los dedos sobre la piel en torno
a la boca masculina, sintiendo unas cuantas cicatrices, sintiendo el leve pinchazo de
su barba espesa.
Por fin le bajó la mano a la mesa, pero la mantuvo en la suya.
—No me he perdido ni una película tuya. Creo que las he visto todas y cada una
desde que eras niña. Tienes una rara belleza, un raro talento. Pero te encuentro más
hermosa ahora y tu talento es uno que aprecian todos los de aquí.
—Sé que lo aprecian. —Le sonrió. Los cumplidos sobre su cocina eran frecuentes y
fervientes y ella lo entendía perfectamente. Antes de su llegada y reorganización de
la cocina común, Mac cocinaba. Cada persona que se lo contó se había estremecido.
Él le estaba buscando de nuevo los ojos, una mirada tan penetrante que era como
si estuviera paseándose por su cabeza.
—No me creerás cuando te diga que te encuentro más hermosa que antes.
Ella mantuvo una sonrisa relajada en la cara.
—Lucius, no es necesario que digas eso. No lo necesito.
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—Sé que no. Pero yo necesito decirlo. Stella… —se detuvo. Humedeciéndose los
labios. Tragó saliva. Bajó la mirada a sus manos unidas y luego la subió de vuelta a
ella.
Si Stella no lo conociera, diría que estaba nervioso. Pero era imposible, por
supuesto. Mac, Nick y Jon eran tres de los hombres más resistentes de la faz de la
tierra. Competentes, valientes y decididos. Habían desafiado, todavía desafiaban, al
gobierno de los E.U. y a todo el ejército. Eran hombres inquebrantables y este
hombre, este hombre que le sostenía la mano, era su oficial al mando. Los había
dirigido en la batalla. Esa clase de hombre no se avergonzaba.
Y aún así…
—Stella, tengo algo que decir. —Su voz, ya ronca, se había vuelto más ronca—. Y
lo encuentro… lo encuentro difícil.
—Te escucho, Lucius. —No podía imaginarse que a Lucius le fuera difícil decir
algo.
Él inspiró profundamente.
—Me estoy enamorando de ti. No, tacha eso. Estoy enamorado de ti. Desde el
momento en que te vi cuando nos trajeron a Haven.
¡Dios mío! Las lágrimas escocieron en sus ojos. Lucius y los otros tres habían sido
trasladados dentro de Haven porque habían sido incapaces de andar. Los cuatro
estuvieron a las puertas de la muerte. Recordaba a Lucius con claridad, acostado en
la camilla de la enfermería, un hombre roto y herido. Le dolió mirarle, un hombre
evidentemente fuerte una vez que había sido torturado casi hasta la muerte.
Catherine había tenido una experiencia cercana a la muerte y estaba en coma, así que
fueron Stella y sus dos enfermeros, Pat y Salvatore, los que se ocuparon de todo el
mundo.
Tras el ataque, Stella tuvo cuatro intervenciones y se había pasado meses en el
hospital. Sin nada más que hacer, observaba a las enfermeras y tenía bastante idea de
cómo apañárselas.
Lucius había abierto los ojos brevemente cuando se aproximó a la camilla.
—Nos ocuparemos de ti —le susurró. Él asintió y se desmayó.
Esa fue la primera vez que puso sus ojos en ella.
Desde entonces, lo había cuidado. No por lástima, no. En parte por rabia. Ella
también había sido sometida a una violencia demente, al igual que él. La violencia
del cruel y cobarde. Sabía exactamente lo que era y la idea de un hombre como este,
un héroe de guerra, que dedicó su vida a su país, siendo atado como un animal y
torturado… la volvió medio loca.
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Pero la verdadera razón de cuidarle fue que había visto a través del hombre
desnudo y medio muerto que había llegado a Haven y vio, con mucha claridad, al
extraordinario y fuerte hombre que había sido. Su coraje y fuerza habían estado
claros para ella desde el comienzo. El era inteligente, fuerte y valiente. Incluso
atractivo, como ella había sido hermosa. Y luego habían caído en manos de los
monstruos. Pero ella salió de esta y él estaba saliendo, y al verle recomponerse, había
perdido su corazón por él.
Él alargó la mano hacia su rostro, el dedo intentó seguir la peor de sus cicatrices,
pasándolo desde la ceja izquierda hasta la parte derecha de la mandíbula. La que
había costado sesenta y cuatro puntos de sutura. Tenía suerte de tener un ojo que
funcionara.
Por instinto Stella se retiró. Nadie la había tocado desde la intervención para
quitarle los puntos.
—No, no —susurró él—. No, querida. Shhh. Déjame tocar. —Su dedo ligeramente
áspero, resiguió la profunda cicatriz blanca una y otra vez, lentamente, de principio a
fin.
Aquella había sido la primera cuchillada, el acosador la había cogido
completamente por sorpresa. Su séquito había sabido durante años que tenía un
acosador violento. Nadie se lo contó por la idea de que ella habría “perdido la
concentración”. Y ellos perdieron la gallina de los huevos de oro. El acosador le había
enviado cartas amenazadoras y regalos horrorosos, le había hecho llamadas
intimidantes. Todas interceptadas. El hombre que ella consideraba su ayudante
personal era un guardaespaldas. Su cuerpo muerto fue encontrado justo fuera de la
puerta de su habitación, en un charco de sangre.
Fue el corte que más dolió, partiendo su rostro y su vida en dos.
La caricia de Lucius fue tan suave, sus ojos tan comprensivos. Simplemente
estaban allí sentados en la silenciosa habitación con su dedo siguiendo su peor
pesadilla desde la sien hasta la barbilla. Con el pulgar le secó las gruesas lágrimas
que brotaban de sus ojos.
Sus ojos… de algún modo sabían quién era ella. Nadie la había conocido. Su fama
había sido como un muro de piedra entre ella y el resto de la humanidad. Incluso sus
amantes disfrutaban de su cuerpo sin ni siquiera tocar su corazón. De todos modos,
no querían tocarle el corazón. Eso siempre había estado claro.
Este hombre, con la cara destrozada y el cuerpo roto, este hombre le tocaba el
corazón.
Se le escapó un sollozo, rápidamente sofocado. Ella jamás lloraba, jamás. Las
lágrimas eran… un error.
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—Calla, querida —le dijo, esa profunda voz tan tierna—. Todavía no he acabado
de hablar.
Ella asintió con la garganta demasiado cerrada para hablar.
—Te quiero, Stella. Sé que no tengo nada para ofrecerte, ni siquiera a mí mismo.
Apenas puedo sostenerme derecho. No tengo profesión, ni un lugar propio excepto
esto. Soy un hombre perseguido, junto a los demás. Si nos atraparan nos llevarían a
un consejo de guerra, pero no creo que llegáramos al tribunal. Nos dispararían
primero. No tengo nada parecido a un futuro. Ni siquiera volveré a ser un hombre
completo. Pero te juro que nadie te podría amar como yo te amo. Algún día estaré
completo. Lo creo totalmente. No será ni hoy ni mañana. Pero, crees… ¿crees que
podrías esperarme?
Aquel fuerte, cicatrizado y amado rostro era un libro abierto para ella, veía su
ansiedad. Aquellos oscuros ojos estaban trabados a los suyos.
Las lágrimas ahora caían libres, prendidas en sus labios vueltos hacia arriba. Ella
le acunó el rostro con la mano libre.
—No voy a esperarte, Lucius. —El se estremeció y ella le agarró la mano más
fuerte—. No tengo que esperar. Ya soy tuya.
* *
—¿Crees que Jon encontrará una pista en casa de Elle? —Catherine salió del baño
con la nube de vapor perfumado tras ella, como una diosa saliendo de las brumas del
tiempo.
Nube de vapor, diosas, brumas del tiempo. Jesús. Esos días Mac no reconocía los
pensamientos de su cabeza. Eran totalmente distintos a los pensamientos del Mac
A.C. (Antes de Catherine). Sin embargo parecía estar teniendo muchos de esos
pensamientos.
Todo en su vida había cambiado desde Catherine, en particular el pequeño bulto
que ella mostraba en su vientre. Cuando lo veía, cuando lo tocaba, su corazón le daba
un enorme salto en el pecho. Su hijo. El hijo de ambos. Aunque Catherine era su
corazón y su vida, este hijo sería su único vinculo de sangre en el mundo. Solo de
pensarlo le daban escalofríos.
Catherine caminó hacia la cama, sonriendo tristemente. Si alguien sabía lo que era
ser perseguido por los gorilas de Arka Pharmaceuticals, esa era Catherine.
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Mac tendió los brazos y gruñó de satisfacción cuando ella entró en ellos. El mundo
estaba jodido sin remedio, pero cuando sus brazos se cerraron en torno a su esposa
casi podía oír un audible clic, como si una pieza de una maquinaria sofisticada
estuviera trabajando correctamente.
Le pasó una mano por la oscura y suave melena.
—Si Jon no encuentra lo que necesitamos esta noche, atacaremos mañana con toda
la artillería. Todo el mundo echará una mano. Lo averiguaremos.
Bajando la mirada pudo ver la sonrisa femenina, notando como su cabeza asentía
contra el hombro.
No estaba del todo convencida. Cierto, eran solo unos pocos contra una enorme
corporación multinacional, pero eran los mejores. Y tenían dos armas secretas:
Catherine y Elle.
Entre las dos mujeres tenían como un billón de máster y estaban extremadamente
motivadas.
—Agradezco lo que tú, Nick y Jon estáis haciendo. —Levantó la vista hacia él
acunándole la cicatriz de la quemadura de su cara. Como siempre, cuando le tocaba
allí era una sensación de intensa calidez y bienestar. Y algo más. Sus ojos abiertos de
par en par porque también captó el estallido de lujuria que se apoderó de él. No era
nada nuevo, Mac sentía un deseo primario cada vez que ella estaba cerca y estaban
solos.
Como ahora.
Estaba embarazada y trabajaba duro en la clínica, así que Mac lo intentó de veras,
se esforzó de veras para mantenerlo cubierto, o al menos mantener su pene abajo. Si
fuera por él o su polla, estaría acostada de espaldas toda la noche y la mayor parte
del día. Pero la quería demasiado para actuar bajo su lujuria cada vez que la sentía.
Ella nunca decía no, pero ahora podía leerla como un libro abierto. Si estaba cansada,
unas leves bolsas oscuras aparecían bajo sus preciosos ojos plateados y aquella piel
marfileña se volvía incluso más pálida. Entonces era cuando daba un paso atrás. Y
sabía mantenerlo metido en sus pantalones cuando ella estaba absorbida en una
tarea.
Ahora estaba preocupada, estaba claro. Le suavizó el surco entre las cejas con el
pulgar.
—Tenemos que hacerlo, cielo —le dijo suavemente—. Aunque sea solo por Nick.
Porque iría solo si tuviera que hacerlo y sencillamente no podemos dejarle hacer eso.
Podía entender la preocupación de Catherine. Arriesgarían sus vidas por extraños.
Si los atrapaban a los tres, los ejecutarían. Lo tenían muy claro. Pero más importante
que eso y lo peor, era que si los atrapaban o si morían, Haven moriría y no lo haría
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bien. La pequeña comunidad que habían reunido a su alrededor era valiosa para él y
para todos ellos. Habían avanzado hasta la total autosuficiencia, pero todavía
dependían de lo que el Ghost Ops pudiera robar o sacar del mundo exterior.
Dependían del Ghost Ops para protegerles y dirigirles. Si desaparecían los tres,
Haven moriría.
Y su hijo crecería sin padre.
Mac aplastó inmediatamente ese pensamiento. Catherine era demasiado perspicaz
con él para permitirse algo así en su mente.
—Sé que tenemos que rescatarles —dijo Catherine en voz baja—. No lo cuestiono.
Y no solo por Nick, por nosotros. —Le inspeccionó el rostro—. Tenemos que hacerlo.
Lo siento mucha intensidad.
Tío, cuando Catherine sentía algo con mucha intensidad era tan cierto como podía
llegar a ser. Pero lo que sentía no la hacía feliz. Las arrugas entre sus cejas estaban de
regreso y su boca estaba inclinada hacia abajo.
Bueno, Mac tenía una cura para eso.
—Lo sientes con mucha intensidad ¿eh?
Su tono debería haberla avisado porque ladeó la cabeza y entrecerró los ojos
mientras lo examinaba.
—Mac —le dijo.
Él movió las cejas.
—Yo también siento algo con mucha intensidad. Aquí. —Le agarró la mano y la
colocó justo sobre su pene y ostras, tío. Volvió a pasar. Había estado semi duro y con
su roce, ante aquella inmensa calidez que siempre sentía cuando le tocaba, se volvió
duro como el acero—. Puedes notarlo.
Lo acunó con la mano.
—Es totalmente una… sensación —susurró ella.
Mac se apretó aún más contra su mano.
—Sí. Tengo un fuerte presentimiento de que podrías hacer algo con esto. Olvídate
de los demás. Rescátame a mí.
Catherine se rió y tiró de él para besarle. Ella parecía excitada y feliz, justo lo que
quería.
Misión cumplida.
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I Dream of Danger
Ghost Ops 02
* *
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I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Se había echado enteramente sobre sus hombros los problemas de ella con tanta
naturalidad que solo ahora se daba cuenta de ello.
Elle había estado casi ciega por su atracción sexual hacia él y los fuertes
sentimientos que le provocaba. Lo había visto casi como a un superhombre, algo más
que un hombre. Y lo era, pero también era un hombre. Que seguramente se sentía
cansado y abatido, entristecido por que su vida como soldado se hubiera ido al
traste, sintiendo el peso de la responsabilidad por las muchas almas de Haven que
dependían de él y sus compañeros.
Pero nunca lo dejaba ver.
Ahora veía al hombre completo. Con todos sus puntos fuertes y muy pocas
debilidades. Ella era una de sus debilidades.
—Enséñamelo —le susurró. Si había algo hermoso que él quería que ella viera,
quería verlo.
—De acuerdo. Prepárate.
Nick cogió algo, presionó algo, y a Elle se le quedó el aliento atrapado en sus
pulmones.
Las paredes de la habitación simplemente… desaparecieron. Era como si la cama
hubiera sido transportada mágicamente al bosque por un mago benevolente. Todo a
su alrededor estaba muy nevado bajo la luz de la luna, una luna brillante apenas
visible entre las nubes. Antes había nevado y el pronóstico era de más nieve. Aunque
por ahora, la escena era tranquila y delicada. Una foto de postal perfecta en un
mundo imperfecto.
—¿Te gusta?
La voz grave de Nick estaba justo en su oído y ella se estremeció. Todo se sentía
tan… magnífico. La belleza de la escena… su cama mágicamente transportada a un
bosque encantado… el amor que sentía por el hombre a su lado. El intenso cariño
que estaba empezando a adquirir por la comunidad de proscritos a los que se había
unido.
—Me encanta. ¿Cómo lo…? —Se le entrecortó la voz porque le estaba besando la
piel súper sensible de detrás de la oreja y porque su mano la acariciaba subiendo por
el muslo llevándose el camisón con él.
—¿Hmm? —ronroneó. Ella sintió la vibración de su pecho desnudo contra la
espalda. Nick dormía desnudo, lo cual pensó era un poco excesivo. Vestido era una
tentación. Desnudo, era sencillamente irresistible.
—¿Cómo lograste que las paredes desaparecieran? —Porque eso era mucho
incluso para Nick. Incluso para Haven.
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I Dream of Danger
Ghost Ops 02
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Ghost Ops 02
Nick le dio un golpecito en el hombro con el suyo.
—Ibas a decir algo.
—Sí, me distrajeron.
—Concéntrate.
Concéntrate. Más fácil de decir que de hacer mientras él le estaba acunando un
pecho. Pero el pensamiento había sido importante…
—Oh
—¿Sí?
Giró la cara hacia él, poniéndole una mano en el pecho. La rala barba incipiente le
hizo cosquillas en la mano.
—Debería afeitarme.
—Sí, deberías, pero no era eso lo que quería decir. Catherine me contó que
sospechaba que el sexo, el buen, buen sexo, lo cual asumo es del que ella y Mac
tienen, incrementa su poder. Cree que el sexo la hace ligeramente telepática, aún más
con Mac.
La sonrisa de Nick se amplió.
—El sexo ¿eh?
—El buen, buen sexo —dijo ella remilgadamente.
—Ya lo veremos. —Nick salió de detrás de ella, la acostó en la cama. La besó,
interminablemente, acunándole la cabeza con una y mano y acariciándole el sexo con
la otra. Estaba muy, muy húmeda, casi embarazosamente húmeda. Hizo círculos con
su dedo y luego la penetró. Ella estaba casi hiper excitada desde el clímax. La
sensación de su áspero dedo sobre sus tejidos sensibles fue casi eléctrica en su
intensidad.
Apartó la mano pero antes de que ella pudiera objetar, le hizo rodear su erección
con la suya. Dios mío. Se sentía tan bien. Dura y caliente, la piel casi aterciopelada.
Bombeó arriba y abajo con la mano, notando el efecto sobre él. Se le aceleró la
respiración, le mordió la boca, los duros músculos de su espalda se pusieron incluso
más duros.
—Ponme dentro de ti —le susurró en la boca.
Elle cambió de posición, abriendo aún más las piernas, lo trajo hacia ella y casi
gritó cuando la penetró, caliente, duro y profundo. Ambos se quedaron inmóviles
durante un instante, como si moverse fuera un exceso sensorial.
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Ghost Ops 02
Nick levantó el torso apoyándose en sus antebrazos y la miró a los ojos mientras
empezaba a moverse en su interior. Al principio lentamente, observando cada
centímetro de su rostro mientras ella lo miraba. Qué maravilloso observarle, ver el
placer que ella le daba mientras sentía la lenta dulzura del placer que él le daba a
ella. Trabó los tobillos en su cintura, adorando la sensación de sus duros y gruesos
músculos, moviéndose sobre ella, dentro de ella.
Se movió para besarle el hombro sudoroso, los ojos cerrados. Te quiero tanto, Nick,
pensó y de pronto él se quedó inmóvil.
Ella abrió los ojos para encontrarse con el rostro de Nick distendido por la
sorpresa. Sus ojos resplandecían con una luz sobrecogedora, la piel tensa en sus
pómulos, los tendones del cuello tirantes por la tensión.
—Yo también te quiero, Elle —dijo. Ella se llevó la mano a la boca sorprendida.
Te he oído. En mi cabeza. Su voz. Dentro de la cabeza de Elle.
Yo también te oigo.
Nick la besó salvajemente, entrando en ella casi con violencia. Duro, rápido,
frenético, como si estuviera intentando arrastrarse en el interior de su cuerpo, como
si físicamente pudiera convertirlos en uno.
Ahora Nick.
Sus movimientos se hicieron incluso más rápidos mientras se aferraban el uno al
otro con desesperación y llegaron al clímax con la misma desesperación. Ella podía
notar sus músculos internos contrayéndose con fuerza en torno a él, como si lo
atrajera incluso más hondo en su interior.
Nick se desplomó sobre ella, sin fuerzas y sudoroso, abrazándola tan fuerte que
ella casi no podía respirar.
Cuando él susurró duerme en su cabeza, ella lo hizo.
Dormir se apoderó de ella como un querido amigo y cayó una y otra vez en su
abrazo. Las imágenes florecieron, brillantes y surrealistas, cosas de sueños.
Y entonces… y entonces Soñó.
Volaba a gran altura sobre la tierra, un ser absoluto, no limitado por las reglas del
espacio y el tiempo. Sin emoción, solo propósito, directo como una flecha a la ciudad
en la bahía, hacia las jaulas invisibles y los rostros desesperados de amigos retenidos
por monstruos, amigos que habían perdido la esperanza, amigos que la llamaban…
Pegó un bote en la cama. Nick también se incorporó, girando su rostro sobrio y
serio hacia ella.
—Sé dónde están —le dijo y él asintió.
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Ghost Ops 02
* *
Palo Alto
Jon estaba agachado en los arbustos a una manzana de distancia de la casa de Elle.
Comprobó su portátil. Tenía una pantalla especial que era visible solo para él vía
unas lentes en sus binoculares de visión nocturna. No emitía luz que pudiera ser
vista por nadie más.
Revisó las imágenes enviadas por el drone sobre su cabeza. Primero, se comprobó
a sí mismo, satisfecho pero no sorprendido al ver que no aparecía en ninguna parte
del espectro… visualmente no, ni en el infrarrojo, ni el térmico. Iba cubierto de la
cabeza a los pies con un uniforme secreto que no estaría disponible para los civiles.
Técnicamente, tampoco estaba disponible para él. Lo había sacado de una instalación
militar en Texas.
El drone mostraba que el vecindario estaba vacío, sin gorilas de seguridad ocultos
para vigilar a una científica sola que tal vez quisiera volver a su casa. Lástima.
Hubiera agradecido una pelea.
Aquellos eran los mismos capullos que habían torturado a su capitán y a tres de
los mejores compañeros del mundo. Jon tuvo que pararse un segundo para contener
su rabia. La rabia no iba a traerle nada bueno. Solo cuando pensaba que la tenía bajo
control una visión de la amiga de Elle, Sophie apareció fugazmente en su cabeza.
No se parecía a Catherine o Elle, pero tenía un aire: lista, amable, inocente.
Alguien que trabajaba para el bien de la humanidad. Y por encima de todo eso,
hermosa. El mundo no hacía a muchas mujeres así y ahora ella también era
perseguida.
Ella, también, podría acabar como Lucius, un animal atormentado, una rata de
laboratorio perseguido hasta la muerte.
¡Mierda!
Esperó otro segundo para conseguir estar bajo control. Eso fue una sorpresa. Jon
tenía mucho autocontrol. Sabía exactamente qué clase de rostro presentaba al
mundo. Relajado, tranquilo y mundano. Mac y Nick… ahora parecían guerreros.
Fríos y duros e imponentes. Jon no. Cultivaba aquel aspecto relajado y amistoso.
Aquellos que no lo conocían seguramente pensaban que se tranquilizaba con drogas.
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Ghost Ops 02
No podían saber lo mucho que odiaba las drogas. Y no podían saber que era un
soldado que había matado muchas veces.
Jon se mantenía indiferente, haciendo lo que sabía tenía que ser hecho, pero más
como un control de plagas acabando con las cucarachas que un hombre en una
cruzada.
Aunque no se sentía tranquilo o indiferente cuando pensó en Sophie Daniels en
manos de los hombres que habían torturado a su capitán y a sus compañeros. Sentía
una rabia candente, tan potente que distorsionaba sus sentidos. Joder, pensó.
Contrólate. No iba hacerle bien a nadie regodeándose en sus emociones, imaginando
incluso ahora la bonita amiga de Elle atada en una mesa, siendo cortada, siendo
herida…
Mierda.
En los Ghost Ops le habían enseñado a controlar su sistema autónomo. Eran
tiradores y podían ralentizar su ritmo cardíaco para pegar el tiro. Se agachó durante
otro minuto completo, los ojos cerrados, disminuyendo su respiración, bajando su
latido, resuelto a no pensar en la bonita Sophie Daniels siendo herida.
Entonces podría ir tras los capullos que se la habían llevado y arrancarles el
corazón.
De acuerdo.
Abrió los ojos de golpe y avanzó como un rayo laser concentrado en la misión.
El vecindario era uno tranquilo de edificios de apartamentos. Salió como un
fantasma de los arbustos hacia el árbol y el coche, seguro que nadie lo veía y seguro
que no iba a aparecer en los videos de vigilancia. Cuando tuvo la casita de Elle a la
vista se detuvo y golpeteó en su portátil. Era de su invención: el equivalente
electrónico de un radar para detectar cualquier detonador oculto o cables trampa
alrededor de la casa. Tenía un radio de 500 metros y cuando el monitor no mostró
nada siguió avanzando.
Ahora podía ser rápido. Pasó la puerta principal de seguridad y subió las escaleras
hacia la segunda planta. En un momento, abrió la patética cerradura de Elle y estuvo
dentro del apartamento.
Había sido destrozado, al igual de destrozada que la casa de Catherine. Fue hecho
sistemáticamente, casi científicamente. Todo lo rompible había sido roto, todo lo
blando rajado, todo lo electrónico hecho trizas.
Bueno, ella no iba a volver. Esa puerta estaba cerrada para siempre. Estaba con
Nick y Nick formaba parte de Haven en Mount Blue. Jon sacó unas cuantas fotos
para Elle, enviándolas al centro de operaciones, luego entró en el baño. Como era de
esperar, allí estaba, en el lavabo. El sensor había estado en el brazo de Elle. Los
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Ghost Ops 02
gorilas que habían destrozado su casa sencillamente lo habían dejado allí. No iba a
llevarles a Elle, no iba a llevarles a ninguna parte excepto a su baño vacío.
Lo recogió con las pinzas que Catherine le había dado y lo examinó, haciendo una
mueca cuando vio la sangre y los trocitos de carne pegados al cableado de la parte de
abajo del chip. Sacarlo tenía que haber dolido un huevo.
El chip en sí mismo era diminuto, una carcasa de un duro compuesto que no
presentaba ninguna abertura visible. Era un radio transmisor, claro, pero
presumiblemente tenía que tener una función para el volcado físico de información.
Acercó el chip a sus gafas, con un golpecito a costado las convirtió un potente
microscópico y ¡Ah! Aquí estaba. El más minúsculo de los portales, ¡Sí! Tenía a los
capullos.
Tenía el hilo más delgado de fibra óptica existente y con la ayuda de las pinzas lo
encajó en el portal y empezó la descarga. La información empezó a aparecer
inmediatamente en su pantalla. Primero la información física de tres meses atrás
cubriendo cada aspecto del cuerpo de Elle y luego, al final, un código conectando
este sensor de rastreo con los demás. Otros diez sensores, por los diez otros pobres
hijos de puta que estaban en manos de los monstruos, incluida Sophie. Seis códigos
estaban inertes, lo cual seguramente significaba que los pobres cabrones estaban
muertos.
Superpuso la información de los cuatro códigos vivos en un mapa de GPS y
contempló la pantalla durante un minuto completo, inhalando y exhalando. Cuando
estuvo seguro que tenía la voz bajo control, encendió su unidad de comunicación y
habló.
—Sé dónde están.
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Capítulo 13
San Francisco
A las cinco A.M., tres horas antes del amanecer, el helo aterrizó silenciosamente
en el techo del edificio de Arka, cuarenta pisos de altura. Aunque había dejado de
nevar y el cielo se había aclarado, Nick estaba seguro de que nadie los veía. La única
forma en que podían haber sido detectados era si alguien en Market Street estuviera
mirando al cielo nocturno y viera como las estrellas desaparecían un segundo. E
incluso entonces, podría ser una nube que pasara. Una rápida nube en movimiento.
Jon había volado de vuelta a Mount Blue para recogerlos y llevarlos a San
Francisco. Había planeado solo un momento sobre una unidad de alquiler en Cow
Hollow y Mac había bajado en rappel. Mac estaba ahora recorriendo su camino en
una gran Van negra que habían escondido allí y aparcaría en la esquina de la entrada
delantera del alto y esbelto edificio sede de Arka, porque tenían la esperanza de
encontrar los cuerpos vivos de los amigos de Elle en algún lugar dentro del edificio.
No tenían ojos dentro del edificio, ninguno. Jon no había conseguido abrir brecha
en la seguridad del edificio, por primera vez. Lo único que tenían era los planos del
edificio, copiados en el Ayuntamiento.
Así que el edificio de Battery Street era impenetrable en términos de información.
Todo lo que podían hacer era irrumpir y esperar lo mejor.
No era el mejor plan de infiltración que habían planeado jamás. Pero era el único
que tenían.
Elle se había incluido. Dijo que estaría esperándolos en Arka y que contactaría con
él telepáticamente. Cuando dijo aquello, Mac y Catherine no habían parpadeado. Si
Elle podía establecer contacto, Jon y él estaban completamente preparados para
encontrar a los prisioneros y pelear en el camino de salida como pudieran. Mac se
uniría a ellos si era necesario.
No era una misión suicida. No lo era. Nick seguía diciéndose aquello.
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Le echó un vistazo a Jon. Era exactamente el tipo de misión que apelaría a su
sentido del absurdo y esperaba encontrar una media sonrisa en la cara de Jon. No la
había. Lo que había era una cruda determinación y aquello lo sorprendió.
Nick odiaba ir a ciegas. Todos lo hacían. Cuanta menos información tenias, mayor
era la posible cagada, en una situación donde la cagada era sinónimo de desastre
mortal. Aunque Jon se las había arreglado para conseguir los planos del edificio, no
estaban los pisos detallados, lo cual era ilegal. Cada plano registrado en el Servicio de
Inspección de Edificios tenía que ser completo tanto en arquitectura como
infraestructura, pero de alguna forma Arka había engrasado algunas palmas y varios
pisos estaban en blanco. Ni siquiera estaba claro si tenían electricidad. Y el edifico se
detenía en la planta baja, lo que Catherine y Elle decían que no tenía sentido. Así que
también había pisos subterráneos.
¿Cuántos?
¿Quién coño lo sabía?
Nick tenía la mandíbula tan apretada que le dolían las sienes y se dio cuenta de
cuanto costaba ir a la batalla cuando tenias a alguien a quien amabas esperando que
volvieras a casa. Ghost Opps requerían muchísimo sentido. Ellos habían sido
investigados, cuidadosamente elegidos, de forma que ninguno tenía a nadie
esperándolo en casa. Ni mujeres, ni niños, ni siquiera un jodido pececito de colores…
y Nick lo tenía, lo tenía profundamente incrustado en los huesos.
Porque desear volver a casa, desear encarnizadamente aferrarse a cualquiera que
te estuviera esperando después de las operaciones era el camino más seguro para
tener la cabeza fuera de la operación. Y tener la cabeza fuera de la operación era
como ponerte una pistola apuntando a la cabeza y apretar el gatillo.
Joder.
La preparación para las operaciones era un atributo físico, seguro. Entrenar,
disparar, entrenar mas, disparar más… hasta que era algo automático y se
reaccionaba más rápido de lo que se pensaba.
Pero tenías que pensar. Tenías que planear tus movimientos en situaciones
constantemente en evolución que nunca jamás eran como en la sesión informativa
preop. Ningún plan de batalla sobrevivía jamás al contacto con el enemigo. La
mierda aparecía y tenías que adaptarte.
Tenias que ser completamente uno con la op en tu cabeza. No pensar en nada más.
Olvidar el hecho de que dejaba a una Elle con la cara blanca detrás, haciendo lo
imposible —como lo hacía Catherine con Mac— para ser optimista y valiente.
Y la mierda era… que él también estaba aterrorizado.
Bueno, otra vez joder.
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Ghost Ops 02
Un guerrero no podía tener pensamientos como aquel enredando en su cabeza.
Tenía que estar centrado en la misión y listo para morir.
Nick no estaba listo para morir. Ni siquiera cinco. Quería vivir con Elle por el resto
de su vida. En Haven, en Mount Blue. Pronto llegarían a ser completamente
autosuficientes y podrían volverle la espalda al mundo roto y vivir en un feliz
aislamiento. Vivir el resto de su vida con Elle… Oh, Dios. Despertar junto a ella,
comer con ella, dormir con ella.
Joderla.
La idea lo sacudió. Primero porque le disparaba un crudo subidón de calor a
través de su cuerpo; y segundo porque por primera vez en su vida se daba cuenta de
que había estado haciendo el amor con Elle, no jodiéndola y…
Oh, mierda. Eso era. Quería aquello para el resto de su vida. La quería. La
necesitaba.
Nick…
—La azotea está abierta —la voz inexpresiva de Jon rompió su fiesta de
autocompasión y de repente Nick estaba de vuelta, centrado y listo para dejar el
trabajo hecho.
Comprobó cuidadosamente la azotea, marcando la apertura del Sistema de Visión
Nocturna. Llegaba alguna luz desde la luz de aviso para aviones sobre un palo que
sobresalía unos quince metros en el aire sobre sus cabezas, y lo cegaba.
Nick…
El campo era verde y plano. Lo dividió en cuartos… un cuarto del campo de
visión, ciego, otro cuarto…
Allí estaba. La puerta de la azotea. Abierta, exactamente como Jon había dicho.
Levantó la vista y sus ojos se encontraron. Esto no es bueno. También podrían haber
dicho las palabras en voz alta.
Nick. Algo va mal.
Nick saltó cuando se dio cuenta de que Elle había estado tratando de contactar con
él. ¡Ella lo había hecho! Ella había dicho que trataría de ir por delante cuando
aterrizaran en el techo del edifico Arka.
Nick…
Por un segundo Nick olvidó que estaban sobre el techo de un edificio con una
gran seguridad intentando rescatar a cuatro personas que estaban Dios sabia donde y
Dios sabía en qué condición. ¿Qué importaba? Elle estaba allí con él.
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Y ahora la sentía por completo, como una dulce mano acariciándolo, una calidez
constante en su cabeza.
—He pillado a Elle —le dijo a Jon.
La boca de Jon se tensó.
—¿Si? ¿Qué dice?
—Que algo va mal.
La respuesta de Jon, casi según el guión, debería haber sido No mierda, Sherlock.
Pero no dijo eso. No dijo nada. Solo su boca se tensó de nuevo.
En un segundo, ambos estaban en cuclillas, armas en mano, moviéndose hacia la
puerta abierta desde dos direcciones diferentes. Si era una trampa, quizás uno de
ellos pudiera sobrevivir. Elle lo siguió en su cabeza, completamente quieta,
entendiendo por instinto que él no podía entretenerse con las distracciones.
Alcanzaron la puerta. Solo estaba abierta unos centímetros y detrás estaba oscuro.
Jon se pegó al suelo por la parte derecha, con el arma en el hombro. Nick esperó un
momento, intentado oír que había al otro lado.
No hay nadie, una voz fantasmal susurró en su cabeza.
Bien, si así era como iba a funcionar, tendría que confiar en ella.
Pateó la puerta para abrirla, saltando sobre la alta barrera diseñada para evitar que
las lluvias fuertes se colaran por la escalera, aterrizando con suavidad en un rellano,
al arma preparada y completamente listo para encararse con el enemigo…
Que no estaba allí.
Nadie en la escalera. Elle sonaba insegura. Desconcertada.
Nick escudriñó sobre la barandilla hacia los últimos tramos que se dirigían hacia
abajo. Había tenues luces de emergencia en los rellanos, pero no ayudaban. El final
estaba allá abajo en algún lugar pero invisible.
La sede de Arka ocupaba todos los pisos desde el veintidós hasta la planta baja.
Nick sacudió el arma y entraron en un ritmo conocido, Nick pisando con ligereza
en los bordes de los escalones, cubriendo el campo de tiro por debajo, Jon
moviéndose de espaldas cubriendo el campo de tiro por arriba. Ambas armas listas,
los dedos en los gatillos. Podían disparar desde aturdidor a balas en una fracción de
segundo.
Vamos.
En el piso veintidós, la puerta de acceso estaba entreabierta. Hasta ahora todas las
puertas habían estado cerradas, con un teclado en la pared cerca de cada puerta. Nick
apuntó otra vez y lentamente abrió la puerta con el cañón de su arma.
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Ghost Ops 02
¡Jesús! Un hombre estaba tirado en el suelo, un charco de sangre alrededor de su
cabeza. Un oficinista, vestido con camisa blanca y pantalones negros. Yacía de lado,
con un brazo en un Angulo forzado.
La garganta estaba arrancada de cuajo. Algo… ¿alguien? Le había arrancado un
enorme pedazo de la garganta y se había desangrado.
Está muerto.
Nick asintió a Elle en su cabeza. Sí. No necesitaba estirar la mano con dos dedos
sobre la carótida para comprobarlo.
Buscó los ojos de Jon.
¡Nick! ¡Detrás de ti! La voz de Elle aulló en su cabeza y él se giró justo cuando algo
caía sobre él, una bestia emitiendo terribles ruidos animales, una criatura con sangre
esparcida por la cara, las manos levantadas y extendidas hacia él. Aquello dio un
gran salto y…
Cayó sobre el suelo en un montón sin vida, la mitad de la cabeza arrancada de un
disparo. Nick había optado por las buenas balas pasadas de moda.
—¡Jesús! —la voz de Jon le llegó en un áspero susurro.
Ambos cayeron sobre una rodilla, listos para enfrentarse con cualquier locura que
pudiera estar aproximándose, pero no había ninguna. Nick se centró en el hombre
que lo había atacado y se levantó lentamente. No se había dado cuenta de muchos
detalles… demasiado ocupado matando al jodido… pero ahora se aproximó al
cadáver. El… hombre estaba cubierto de sangre y tenía… Jesús. Nick se inclinó sobre
él. ¿Tenía una oreja humana en la boca? Mientras atacaba, el hombre había parecido
todo dientes y garras, pero ignorando la sangre y la oreja, parcia un ejecutivo. Un
ejecutivo faltodeformafísica que probablemente utilizaba un carrito de golf
alrededor del campo un par de veces al mes, justo antes de una copiosa comida en el
club.
Estaba rechoncho. Su camisa, una vez blanca y ahora roja, tensaba los botones del
vientre. Estaba quedándose calvo. Su traje era de buena calidad y los zapatos
brillantes… y había ido hacia Nick como un enorme oso enloquecido.
Nick…
¿Si cariño?
Pensaba distraído, tratando de encajar los dos hombres, dos miembros de buen
nivel del tipo obreros de oficina, uno mutilado y el otro…. ¿mutilador? Nick le dio
un golpecito con el pie al primer hombre en la cabeza, moviéndosela a un lado y otro.
La oreja de la boca del segundo hombre no era de este. Era de alguien más.
Así que esto, fuera lo que fuera, no se había limitado a estos dos.
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Ghost Ops 02
Nick, coge el ascensor y baja en el segundo nivel del sótano. Ahora. La voz de Elle era
ahora más que un susurro, y contenía urgencia.
Se volvió a Jon.
—Elle dice que bajemos con el ascensor el segundo sótano. Ahora.
Nick no estaba seguro de Jon al cien por cien. Cuando la mierda les había llovido
en el Cambridge Lab —perteneciente a la misma empresa que estaba lanzándoles
mierda encima ahora mismo— Era la segunda misión de los Ghost Opps para Jon.
Cuando ibas a la batalla un montón de veces con alguien y salías vivo, se forjaba un
lazo. Después de solo dos misiones y la tercera se iba al diablo… bueno, Jon podía
fácilmente cuestionar una orden.
No dudó.
Ambos corrieron al ascensor y Nick pulsó 2. Las luces parpadearon, se cortaron,
volvieron.
—¿Qué coño? —dijo Jon.
Nick sacudió la cabeza. No tenía ni idea.
Corre, le llegó el susurro de Elle en su cabeza.
Un clic, luego la voz de Mac.
—En posición.
Nick se dio un golpecito en la oreja.
—Roger —luego pasó a Haven—. Catherine ¿Qué está haciendo?
El espíritu de Elle estaba aquí de una forma que Nick no podía explicar pero sabía
que era cierto. Su cuerpo, sin embargo, estaba en Haven en una especie de coma.
Aunque Nick sabía, racionalmente, que estaba segura y en las manos de Catherine,
su parte irracional no estaba contenta con la situación. Cualquier parte de Elle que
estuviera aquí no podía recibir un tiro y morir, pero había algo que lo asustaba hasta
la medula de los huesos. Aquí había algo diabólico. Había estado en un montón de
sitios donde las fuerzas del mal trabajaban. Donde el odio, la avaricia y la lujuria por
el poder eran poderosas motivaciones y él podía manejarlas. Todos los guerreros
enfrentaban lo peor de la naturaleza humana y luchaban con ella. Por eso eran
guerreros.
Pero había algo de lo que estaba ocurriendo aquí que lo asustaba a muerte y
quería a Elle lejos, lo más lejos posible de aquí. En espíritu menos que en cuerpo,
pero aun si, lejos.
Le llegó la voz de Catherine, calmada y delicada. Jon no reaccionó y Nick se dio
cuenta de que ella solo había abierto su canal.
~232~
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—Elle está bien. Los signos vitales son estables. Estoy a su lado y no la dejaré hasta
que despierte o hasta que vosotros estéis de vuelta.
Los músculos se le aflojaron. Catherine se quedaría al lado de Elle.
No te preocupes por mí. El tono en su cabeza era duro. Presta atención. Vas a tener
que actuar rápido. Un silencio de un segundo en su cabeza, y justo cuando el
ascensor alcanzaba el segundo sótano con un ping, Elle reapareció. Dos… cosas. Justo
fuera del ascensor.
Justo antes de que las puertas se abrieran, Nick le dio un golpecito a Jon en el
hombre y se agachó. Jon siguió su ejemplo y se dejó caer.
—Dos. Todo ojos —susurró y entonces las puertas se abrieron y ambos se
movieron hacia fuera, Nick a la derecha, Jon a la izquierda y…
¡Oh Dios!
Era una masacre.
Había cuerpos muertos por todo el corredor, todos con batas blancas de
laboratorio manchadas de sangre. Ríos de sangre. Algunos habían sido hechos
pedazos, no por cuchillos sino por lo que parecía las manos desnudas.
El olor cobrizo de la sangre se mezclaba con la orina y el inconfundible olor de las
heces… el olor de las muertes violentas.
El suelo de linóleo estaba resbaladizo por la sangre, las paredes blancas estaban
manchadas con ella, incluso había salpicaduras en el techo.
¡Nick!
Dos… cosas llegaron derrapando alrededor de la esquina, salpicados de sangre,
las bocas abiertas y las manos convertidas en garras. Se acercaban tan rápidos y
agresivos como cualquier soldado, solo que no eran soldados. Nick y Jon dudaron
porque eran claramente civiles. O habían sido civiles.
Un hombre y una mujer en lo que habían sido batas blancas, ahora rígidas por la
sangre. La mujer era joven, asiática y bonita. O había sido bonita. Ahora su cara
estaba contorsionada por una rabia sin expresión y aceleró gritando pasillo abajo,
dejando al hombre atrás. El hombre era delgado, la bata de laboratorio le aleteaba
alrededor de las piernas, también manchada de sangre, también alterado. Se estaba
quedando calvo con un mechón colgándole sobre los ojos el cual rebotaba mientras él
se tambaleaba pasillo abajo.
—Jesús —susurró Jon. El hombre estaba corriendo, intentando correr, con un
tobillo roto. Era como si no lo sintiera, como si ni siquiera lo percibiera. Parecía que
todo lo que sintiera fuera una rabia cruda mientras se arrastraba tan rápido como
podía hacia Nick y Jon.
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No había nada humano en sus ojos, las pupilas dilatadas casi hasta el borde del
iris de forma que sus ojos parecían negros. La mujer soltó un grito terrorífico y saltó
con las garras fuera…
Nick…
Jon disparó a la mujer y Nick al hombre, una neblina roja formó un halo alrededor
de sus cabezas, dos perfectos disparos a la cabeza tan cerca uno de otro que sonaron
como uno.
Corredor abajo, a la derecha.
—Abajo, a la derecha —dijo Nick y lo costó un esfuerzo mantener la voz firme.
Nick y Jon compartieron una rápida mirada y luego avanzaron, pasando sobre la
mujer cuyo cerebro estaba esparcido sobre el suelo y la pared. Sus manos aun
estaban arqueadas en garras. El hombre había caído de espaldas, la sangre goteaba
por la parte trasera de su cabeza. El tobillo roto era una fractura complicada. Hueso
blanco salía desde un calcetín gris y el pie, sujeto solo por la piel, yacía sobre el suelo.
Coge su pase.
Nick se inclinó para soltar el pase del bolsillo de la blanca bata de laboratorio.
Durante un segundo, Nick estudió el pequeño y nítido holograma de un investigador
exitoso de mediana edad con una sonrisa amable. Sus ojos lanzaron una rápida
mirada a la cara del hombre muerto que aún conservaba la mueca. Si no hubiera
visto al hombre muerto y el holograma al mismo tiempo, nunca hubiera creído que
se trataba de la misma persona.
Deprisa.
Nick tuvo que ocultar el absoluto terror que sentía y concentrarse en la misión. De
todos los horrores de guerra que había visto, este era indudablemente el peor.
Trabajadores de laboratorio perfectamente normales que repentinamente se
transformaba en salvajes feroces.
Agitó la mano hacia delante y luego a la derecha y Jon y él avanzaron al trote,
ambos olisqueando el aire. Algo se estaba quemando. Empezaron a correr. Ser
atrapados en un subterráneo por un incendio era una pesadilla. Ya le había ocurrido
a Nick en Cambridge y no estaba impaciente por repetir la experiencia.
Giraron una esquina a la derecha y vieron un largo pasillo con una pared al final.
Ni puertas. No ascensor. Gracias a Dios, al menos estaba vacío de cuerpos.
Aceleraron el paso y justo cuando Nick estaba pensando en enlentecerlo para ver si el
pase abriría algo…
Levanta el pase…
~234~
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
La puerta al fondo del pasillo se abrió con el sonido de succión de un sello al ser
roto. Un viento a su espalda enfrió el sudor de sus cuerpos. Esta parte del edificio
tenía una presión negativa. Un laboratorio que trabajaba con material peligroso.
Esto es. Voy por delante…
Nick sintió la presencia de Elle como un brillo débil en su cabeza, haciéndose más
débil. No tenía tiempo para preocuparse de lo que pensaba porque estaba viendo
una serie de cajas transparentes. No, pensó, con el pelo de la nuca poniéndosele de
punta. Celdas. Celdas transparentes.
Para humanos.
Diez de ellas, siete vacías.
Todo alrededor, monitores y hologramas y equipos para los que no tenia nombre.
La habitación tenía el olor a ozono de la electricidad y había un débil zumbido de
equipo trabajando.
De repente, Jon saltó, recorriendo rápidamente un pasillo, mirando en cada celda
con dureza.
La primera celda tenia dentro a un alto hombre de cabello oscuro que los
estudiaba, luego abrió la boca. Estaba gritando, golpeado el puño contra la celda,
pero no había sonido. Señaló desesperadamente una consola en mitad de la
habitación y Nick se acercó para ponerse frente a él. El hombre hizo una O con los
dedos.
Un botón.
Nick bajó la vista, frunciendo el ceño. Había cinco botones, Negro, blanco, rojo,
Amarillo y azul. Levanto la vista y el hombre vocalizó rojo y él apretó el botón rojo.
Con un siseo, la puerta se abrió y las tres figuras salieron fuera de sus celdas.
—¡Sophie! —gritó Jon—. Sophie Daniels. ¿Dónde está?
—Lo siento tío —el hombre alto de cabello oscuro sacudió la cabeza—. Se la
llevaron y no ha vuelto.
La cara de Jon era terrorífica, los brillantes ojos azules eran como agujas de hielo.
Una de las mujeres, bajita y con el pelo ensortijado y rojo, habló.
—¿Estáis aquí para rescatarnos? Porque necesitamos ser rescatados de verdad. Y
algo realmente horripilante está ocurriendo dentro del edificio. Si están aquí para
recatarnos tenemos que irnos. Ahora mismo.
—No sin Sophie —dijo Jon, la boca convertida en una línea blanca.
Nick levantó una mano.
~235~
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
—Nos envía Elle —hubo un murmullo bajo entre los prisioneros—. Tenemos una
Van fuera si conseguimos encontrar un camino hasta ella.
—¿Dónde? —preguntó el otro hombre. Parecía tener doce años, con rastas rubias,
pero debía tener al menos dieciocho. Elle dijo que todos habían tenido que firmar un
informe de consentimiento informado.
—En Bush, entre Sansome y Battery.
—Conozco un camino alternativo —dijo el chico—. Os llevaré allí mismo.
Todos levantaron la vista cuando las luces parpadearon, se fueron durante dos
segundos y luego volvieron. Ahora eran bajas. El edificio funcionaba con el
generador.
—Compañeros —dijo el chico, la joven cara completamente seria—. Tenemos que
irnos.
—No sin Sophie —dijo Jon, la cara resuelta y los orificios nasales ensanchados.
¿Cariño? Me vendría bien un poco de ayuda
Comprobando
Nick tomó a Jon por el brazo y lo llevó hacia una esquina.
—Elle está buscándola. Pero si no está aquí, tenemos que irnos, como dice el chico.
Jon jadeaba ruidosamente, como un toro. Se sacudió con enfado la mano de Nick.
—Vale —dijo a través de los dientes apretados.
Sonó una sirena. Ata, como una alarma antiaérea. Los ex—prisioneros los miraron
con las caras pálidas, demacradas y ansiosas. Nick los entendía muy bien. Intentaban
escapar a ser tratados como rata y luego asesinados y los estaban obligando a
esperar. La mujer pelirroja dejó escapar un sollozo, luego lo sofocó.
¿Cariño?
No está aquí Nick.
—Vámonos —buscó los ojos de Jon—. No está aquí. Elle la ha buscado pero se ha
ido.
Jon permaneció de pie, prácticamente vibrando por la tensión, le dio un puñetazo
a una pieza del equipo y se volvió hacia los prisioneros.
—¿Tenéis que llevaros algo?
El hombre de cabello oscuro pensó y luego negó con la cabeza.
—Si pudiéramos llevarnos algo, deberíais bajar la base de datos del servidor. Pero
eso costaría al menos media hora.
~236~
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
—No —Jon entrecerró los ojos—. Nada de media hora —colocó su flashdrive
súper secreto de cien teras en el enchufe de un procesador y lo activó. Las sirenas
estaban ahora bramando y el olor de humo aumentaba en el aire. Sacó el pendrive—.
Hecho.
—Guau —los ojos del chico giraron—. ¿Cómo lo has hecho? Quiero decir…
Tienes que sacar a todo el mundo ahora. Sigue a Less, el chico. Sabe cómo salir. ¡Ahora!
—Déjalo, vámonos —Nick empezó a reunirlos hacia la puerta, Jon se quedó
detrás. Tenía el rifle listo, apoyado en el hombro, la mira baja, fuera del camino. La
mira era una Warren 509 y podía acertar a piedras en la luna, pero no era tan útil en
espacios cerrados.
Lo intentaré una última vez…
La voz desapareció de su cabeza. Elle, cuya suave presencia dentro de él había
sido tan increíblemente tranquilizadora, había desaparecido en un parpadeo,
dejando vacío y frialdad. Desolación.
Jon sacó la cabeza al corredor, luego los urgió a salir.
Nick se quedó allí, como un estúpido. No había nada que activar de un golpecito
para volver a activar su línea, nada que volver a encender. Elle había desaparecido y
no tenía una puñetera pista de cómo recuperarla. La echaba de menos con
desesperación y ahora reconocía cuanto significaba para él tenerla dentro.
Una cosa era segura… no se iba a mover de donde estaba sin ella.
Un click, luego la voz de Catherine. Sonaba acelerada y había sonidos de
maquinas pitando de fondo.
—¿Nick? —estaba intentando que su voz sonara tranquila pero el pánico la
invadía—. Nick, los signos vitales de Elle han desaparecido. Él dio un golpecito en el
oído
—¿Qué? —gritó—. ¿Qué coño quieres decir con eso?
Su voz era ahora más firme. Los puso en el mismo canal y Jon volvió la cabeza
hacia él, los ojos abiertos de par en par alarmados. Si. Jon entendía.
—No tengo ningún signo vital. Corazón, cerebro, pulmones. Parados. ¿Puedes
sentirla? —preguntó Catherine—. ¿Aún está contigo?
—¡No! —no podía sentirla. No, no estaba con él. Todo lo que sentía era una fría
desolación, no la cálida conexión que lo había acompañado dentro del edificio con
dulces manos que lo acariciaran. Nada… solo un espacio en blanco.
¡Joder!
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Él se giró desesperado. No había ningún lugar para buscarla, nada que pudiera
hacer para encontrarla. Su cuerpo estaba a trescientos kilómetros de distancia, y su
espíritu estaba… ¿dónde?
Giró una y otra vez sin ningún lugar a donde ir, el sudor le cubrió todo el cuerpo,
el corazón palpitaba dentro de su caja torácica. Debía parecer un loco, pero le
importaba una mierda.
―Hey hombre, vamos ―gritó Jon sobre la alarma. Él estaba fuera de la puerta, los
inquietos prisioneros congregados a su alrededor―. Ella no está aquí, estamos
perdiendo el tiempo.
Las luces de emergencia parpadearon y se apagaron, lanzándolos a una total
oscuridad durante un par de segundos. Cuando volvieron eran incluso más débiles
que antes. La energía de reserva se desvanecía rápidamente. Y el olor a humo era
más fuerte a cada minuto.
La voz de Mac llegó.
―Tengo lo que parece como fuego en los pisos décimo y undécimo. Los camiones
de bomberos están llegando a Market. Las personas están tambaleándose fuera de la
entrada principal. Tenemos que irnos. Eso te incluye a ti, Ross.
No, eso no lo incluía. Maldición, no se iba a ninguna parte sin Elle. Excepto que
Elle estaba en Haven…
Oyó un golpe sordo en el oído.
―La estoy desfibrilando, Nick. ―Otro golpe―. Pero no está funcionando. El ECG
se disparó, pero está plano otra vez.
―Inténtalo de nuevo ―gruñó y oyó otro golpe.
Silencio durante lo que parecieron cinco siglos, pero probablemente fueron solo
cinco segundos.
Entonces Catherine regresó.
―Se está muriendo, Nick. No hay nada que pueda hacer. ―La voz de Catherine
estaba llena de pesar. Podía oír el zumbido constante de la maquinaria que debería
latir junto con el corazón de ella.
―¡No! ―Gritó. El pánico golpeó en cada célula. Él nunca había conocido un
pánico como este. No sabía qué coño hacer. Había sido entrenado, y entrenado duro,
para hacer frente a cualquier tipo de peligro. Tipos malos armados, emboscadas,
tiroteos…cualquiera, él sabía qué hacer. Pero, ¿qué diablos hacer ahora, con una
moribunda Elle a trescientos kilómetros de distancia y una Elle justo aquí … no tenía
ni idea. Se encontró con los ojos de Jon. ―No puedo dejarla. No puedo. Fuera de
aquí.
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
―¿Tío? ―El joven dio un paso adelante. Y alzó la voz para que pudiera ser oída
por encima de las sirenas―. ¿Estás buscando a Elle Connolly? ¿Correcto?
Nick asintió con la cabeza. Su garganta se tensó.
―Ella podía proyectarse astralmente. Eso es un fenómeno electromagnético. Hay
una jaula Faraday cuatro puertas más abajo. Pone Laboratorio Cuatro en la puerta.
Tal vez…
―Nick ―La voz de Catherine se ahogó―. Oh, Nick lo siento mucho. Se ha ido.
Elle se ha ido.
―Y tenemos que irnos también. ―La dura voz de Mac no traicionó nada, solo
firme propósito―. Tienes una misión, soldado. Fuera. Ahora.
―¡No! ―Gritó Nick de nuevo y por primera vez en su vida, desobedeció órdenes
directas. Despidió a Jon con la mano―. ¡Saca a esta gente y métela en la Van! Voy a
estar justo detrás de ti.
Elle no se había ido. Elle no podía haber desaparecido. Él la había encontrado,
después de perderla durante diez años. Esto no estaba sucediendo. Iba a subir a la
Van con los ex prisioneros y Jon y Mac, e iban a conducir tan rápido como la
furgoneta pudiera llevarlos a Mount Blue y lejos de este lugar lleno con el hedor de
sacrificios humanos.
Y Elle estaría esperándolo, igual que estaría esperándolo todos los días por el resto
de sus vidas. Ella daría la bienvenida al chico, al hombre de pelo oscuro y a la mujer
con el pelo rizado a Haven, y se quedarían. Por supuesto que se quedarían. Eran
renegados y tenían poderes especiales, por lo que se adaptarían perfectamente, sobre
todo con Catherine y Elle alrededor. Las cosas místicas ahora eran parte de la vida en
Haven. Habría niños nacidos que podían levitar y viajar en el tiempo y sanar, y su
niño podría ser uno de ellos.
Porque él y Elle iban a tener hijos, sin duda. Él nunca había querido niños. ¿Por
qué traer un niño a este mundo? El mundo estaba roto y no tenía arreglo. Excepto
que… Elle no estaba rota y él tampoco. Sus hijos serían fuertes, talentosos e
inteligentes.
Y él los quería. Él lo quería todo. Quería las peleas que tendrían y quería el sexo de
reconciliación. Quería ver a Elle floreciendo con su hijo como Catherine estaba
floreciendo con el hijo de Mac. Estaban creando algo en Haven. Nick no tenía ni idea
qué era, él era un soldado por amor de Cristo. ¿Qué sabía él? Pero Catherine lo sabía
y Elle seguro que lo sabía. Él quería estar allí y la quería a ella a su lado.
No estaba muerta. No la dejaría ir.
Jon estaba conduciendo a los fugitivos por el pasillo hacia la derecha y volvió a
mirar a Nick. Lo que Jon estaba haciendo era un trabajo de dos hombres. Debería
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Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
haber un hombre al frente, y el otro vigilando el seis de todos. Era casi imposible que
Jon lo hiciera solo. Sus ojos se encontraron y Nick no pudo ver ninguna censura en la
mirada de Jon. Él estaba haciendo lo que tenía que hacer para que Nick pudiera hacer
lo que tenía que hacer.
Trabajo en equipo.
Eso es lo que tenía con Elle, maldita sea. Eran un equipo, una pareja. Ambos se
pertenecían. Siempre lo habían hecho, siempre lo harían. La visión de Nick se volvió
borrosa y se limpió los ojos. Maldito humo.
Fue en la dirección opuesta.
―¡Nick! ―rugió Mac. Estaba observando sus movimientos en su portátil y vio que
Nick se movía en la dirección opuesta a Jon―. ¡Regresa ahora mismo!
Nick bajó el sonido.
Se fue por el pasillo tan rápido como sus piernas se lo permitían. No es que
pensara que Mac esperaría o Jon y los fugitivos que guiaba. Era pensar que tal vez,
solo tal vez podría salvar a Elle. Tan loco como eso sonaba. Había una posibilidad del
noventa nueve por cien que no funcionaría, pero eso era mejor que el cien por cien.
Debido a que el cien por cien significaba que Elle estaba perdida para siempre… y no
podía, no quería, aceptarlo.
Laboratorio 1, Laboratorio 2, Laboratorio 3…Laboratorio 4… ¡Ahí estaba! Corría
tan rápido que derrapó cuando se metió en el laboratorio, buscando
desesperadamente una jaula de Faraday. No había prestado mucha atención a las
clases de física en secundaria y aunque había recuperado en el ejército, él sabía que
nunca había visto una.
El laboratorio era enorme y lleno de equipos. Arrasó en su camino hasta el final de
la pared, destrozando los equipos con la culata de su rifle sin encontrar nada que
vagamente se pareciera a una jaula. Se deslizó hasta detenerse en la pared del fondo,
con el pecho agitado, la visión borrosa mirando a su alrededor salvajemente.
Reconoció una pieza de equipo de cada diez. Todo aquí era La Tierra de las cosas
Frikis, duras cáscaras metálicas ocultaban misteriosos mecanismos en su interior y
Oh mierdaohmierdaoh mierda…No sabía lo que estaba buscando.
Con rabia, Nick pateó algunas piezas sueltas, observándolas hacerse añicos, trozos
de plexiglás tintineando hasta el suelo, indicadores rodando… y allí estaba. Se puso
en pie, jadeando, mirando hacia una jaula metálica. Eso tenía que ser una jaula de
Faraday. Se quedó mirándola como si fuera una bestia muda, las lágrimas y el sudor
chorreando por su cara… que tenía que sacudirse en acción debido a que cada
segundo contaba.
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
¡VamosVamosVAMOS! Sacando una granada de su chaleco de combate, la arrojó
a la jaula de metal y se agachó detrás de una gran pieza de equipo con dos enormes
centrifugadoras en la parte superior. Después de un segundo que se sentía como un
siglo, la granada explotó, lanzando fragmentos de metal por todas partes, algunos se
incrustaron en la pared detrás de él.
Nick se levantó para mirar el desastre humeante, listo para escarbar alrededor de
entre los escombros en busca de algo que le llevara a Elle, cuando oyó el jadeo de
Catherine en el auricular.
―¡Oh, Dios mío! ¡Acaba de abrir los ojos! ¡Nick! ¡Elle ha abierto los ojos, ahora los
está cerrado de nuevo, pero el ECG está mostrando el latido del corazón! ¡Oh, Dios
mío, está viva!
―¡Saca tu culo aquí AHORA! ―Mac estaba gritando en el auricular mientras Nick
salía disparado por la puerta hacia el pasillo. ¡Oh sí… salir ahora! Y con Elle viva de
nuevo en Haven, volver allí tan rápido como fuera humanamente posible.
Saltó por encima de los cuerpos en el pasillo, subiendo por las escaleras de
emergencia hasta el primer piso, por si acaso el ascensor no funcionara debido al
fuego y, cerrando la manija de pánico de la puerta de incendios, corrió por el pasillo
que lo llevaría a la salida lateral.
Él tenía visión de túnel. No era bueno. Eran entrenados para evitarlo, ya que
podría significar la muerte. Ver solo lo que estaba justo delante de ti sin abrir
completamente los sentidos era malo. Pero su cabeza estaba ocupada en llegar hasta
Mac, para salir de San Francisco como el demonio y volver a Haven… y como
siempre cuando un soldado no prestaba atención, sucedían cosas.
Un cuerpo se estrelló contra él desde el lado. Una pesadilla, con efectos sonoros. Y,
lo vio en un segundo, una maldita mujer. El maquillaje corrido por toda la cara, como
un babero sangre bajando por su, una vez blanca, bata de laboratorio, gruñendo y
rugiendo, sordos ruidos terroríficos de animal. Le llevó un imperdonable segundo a
Nick caer en la cuenta de que, sí, se trataba de una mujer, pero sí, ella estaba tratando
de matarlo.
En ese segundo, alrededor de 50 kilos de hembra gruñona lo tiraron al suelo y
empezó a intentar todo lo posible para morderle la cara. Antes de que su boca, teñida
de color rojo por el lápiz labial y la sangre, pudiera alcanzar su rostro, le soltó un
codazo en la nariz y la empujó lejos. Fuera lo que fuera lo que estaba en ella, era un
analgésico porque cualquier otro se habría doblado de dolor. Tenía la nariz aplastada
contra su rostro salpicado de sangre. Pero, no, ella gateó para agarrarse, levantarse, y
lanzarse sobre él.
Jesús.
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Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
Nick esquivó e hizo lo único que podía hacer… sacó su aturdidor de la funda, lo
encendió a un nivel de aturdimiento justo antes de letal, y le disparó. Ella dio un
batacazo en el suelo.
―¡Nick! ―gritó Mac.
―Ya voy, jefe. ―Nick trató de mantener la voz firme pero estaba nervioso. Corrió
a través del gran vestíbulo, saltando sobre los cuerpos muertos, y fuera de las
grandes puertas de cristal―. Tuve algunos problemas, pero es… ―Él patinó hasta
detenerse y miró más allá de la esquina, hacia la calle Market.
Market era una escena de caos absoluto. Dos coches volcados a las afueras de la
nueva sede del Banco de China yacían aplastados como escarabajos. Dos cuerpos
estaban tendidos en la calle, pero las lesiones no se debían a un accidente de coche.
Uno de los cuerpos tenía un brazo perdido, arrancado no cortado, el miembro
perdido a dos metros de distancia. El otro cuerpo… Jesús. Nick miró hacia otro lado.
La mitad de su cara había sido mutilada, como si el hombre se hubiera encontrado
con un oso.
No había osos en Market en el centro de San Francisco.
Un fuego ardía en el edificio Facebook, las llamas distorsionaban la estructura de
plexiglás. La gente estaba gritando mientras salía del edificio. Cuatro hombres
estaban desgarrándose en pedazos unos a otros en una esquina cercana.
Alguien agarró el brazo de Nick, fuerte, y lo lanzó a la Van. Jon. En el instante en
que la puerta se cerró Mac salió.
Nick se giró con la cara blanca hacia Mac y Jon.
―¿Qué diablos está pasando?
Mac no respondió. Estaba demasiado ocupado sorteando restos de automóviles y
los pocos coches que circulaban. Los semáforos no funcionaban.
Un ruido sordo y un hombre rebotó en el exterior de su Van, con el puño
ensangrentado levantado con rabia. Era un obrero de oficina una vez bien trajeado y
con un corte de pelo a la moda, y les gruñó como un babuino enfurecido.
―Vamos a salir de aquí ―dijo Jon gravemente y Mac apretó el acelerador hacia
delante tanto como pudo, girando a la derecha en el edificio Ferry, a toda velocidad
hacia el puente de la bahía.
―Oh, sí ―dijo Nick―. Vamos a casa.
* *
~242~
Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
Mount Blue
Estaba lloviendo. Qué molesto, todas esas gotas de lluvia sobre su rostro. Goteo
goteogoteo.
Elle levantó una mano para secarlas, pero su mano estaba pesada, como si pesara
cincuenta kilos. Algo le cogió la mano, algo caliente y duro. Algo que ancló su mente,
que se sentía como un globo lanzado libre para elevarse en el cielo.
El toque suave de algo en su mejilla. ¿Labios? Más lluvia.
Sus párpados revolotearon.
―Eso está bien, cariño ―dijo una voz profunda en su oído―. Abre esos hermosos
ojitos azules.
Ella lo hizo. La cara de Nick estaba presionada contra la suya. Sus mejillas estaban
mojadas. Su voz sonaba normal, casi alegre, pero su rostro estaba pálido, con
profundas líneas blancas alrededor de su boca.
―Recuerdo ―graznó. Su voz era ronca, casi dolorosa, como si no hubiera hablado
en años. Parpadeó una vez, dos veces, miró a su alrededor. Estaban en la enfermería.
Ella estaba en una camilla. Catherine estaba de pie a medio metro de distancia, el
gran brazo de Mac alrededor de sus hombros. De pie junto a ellos estaba Les, su
colega y compañero de pruebas, con la cara pálida contra sus rastas rubias. Junto con
Moira y Roger.
Les sonrió débilmente.
―Bienvenida de nuevo, Connolly.
Se las arregló para asentir con la cabeza, a pesar de su cuello herido.
Todo volvió a la carrera, los recuerdos, negros y dolorosos.
―Recuerdo. Yo iba delante de ti para ver si había más prisioneros. No había, pero
vi las víctimas de la violencia en el suelo, como si un ejército particularmente cruel
hubiera arrasado todo. No podía creer lo que estaba viendo. Luego pasé cerca de
algo, oí un clic y luego todo se volvió negro.
Les parecía enfadado.
~243~
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
―Era una trampa, montada solo para ti. O para aquellos que pueden proyectarse
astralmente. Atrapa tu campo electromagnético en estaxis y tu cuerpo empieza a
morir.
Nick respiró profundamente, viéndose aún más estresado. Cerró los ojos.
―Moriste. ―Los abrió de nuevo y la miró con fiereza―. No vuelvas a hacer algo
así de nuevo.
―No. ―Graznó Elle y una tos divertida salió de su garganta. Una risa―. No lo
haré.
Él echó un poco hacia atrás la cabeza y miró en sus ojos.
―Te vas a quedar a mi lado por el resto de nuestras vidas. Nunca te dejaré fuera
de mi vista otra vez. Nunca.
―Eso podría volverse incómodo. ―Elle quería poner los ojos en blanco, pero tenía
miedo de que le diera dolor de cabeza―. ¿Qué hay de ir al baño? ¿O cuando vea la
decimoctava temporada de Fashion Runway Reality? ―Ella sonrió ante la mueca de
dolor de Nick. Dolía sonreír, pero era un buen dolor.
Con cada segundo que pasaba se sentía más fuerte, mejor. No tenía ninguna
intención de morir de nuevo, nunca, porque le dolía.
―Dios, Elle ―susurró Nick. Sus ojos cayeron a la boca y de repente, la fuerza se
apresuró a regresar a su cuerpo y con ella el calor y el sexo. La promesa de sexo, de
todos modos. Se sentía demasiado débil para ello, pero por la forma en que él la
hacía sentir, pronto estaría dispuesta para eso.
Se inclinó y la besó. Un simple roce de labios, un beso simbólico. El beso que le
daría a su abuela enferma.
Oh, no.
Casi había muerto aquí y se merecía algo mejor. Incluso ese toque casto de sus
labios contra los de ella le dio fuerza, le dio poder. Levantó el brazo, lo enroscó
alrededor de su cuello y lo sostuvo contra ella. Abrió la boca bajo la suya, le lamió la
comisura de los labios. Podía sentir, saborear su sorpresa. Solo duró un segundo,
porque aunque él apretó con más fuerza contra ella, con la boca abierta ahora, la
lengua explorando…
―Conseguid una habitación. ―La profunda voz de Mac, llena de humor, la
sobresaltó. La boca de Nick se apartó de la suya. Ella le tendió la mano. Nick la tomó
y tiró de ella para incorporarla.
―Con mucho gusto ―dijo Nick y miró a Catherine―. ¿Podemos ir?
Elle se sonrojó. Lo que estaba diciendo Nick era muy, muy claro.
~244~
Lisa Marie Rice
I Dream of Danger
Ghost Ops 02
―¿Elle? ―Catherine estaba tratando de no sonreír―. ¿Cómo te sientes? ¿Algún
mareo?
¿Cómo se sentía? Ella se sentía muy bien. Completa, totalmente bien. Ella pasó las
piernas por el borde de la camilla e hizo una rápida comprobación interna. Ni mareos.
Ni debilidad. Ni dolor… Nada más que un vergonzoso y repentino deseo sexual fuerte.
Se encontró con los ojos de Nick y casi se desmaya cuando él le sonrió.
Oh, sí. Me siento muy bien.
―Hey. ―Jon entró. Algo en su tono llamó la atención de todos. El brazo de Mac se
apretó alrededor de los hombros de Catherine―. Escuchad esto.
Jon tocó la consola y el gran monitor central se encendió. La imagen era inestable y
necesitó un segundo para absorber la escena. En el texto inferior se leía NOTICIAS
DE ULTIMA HORA. SAN FRANCISCO.
El sobrio y atractivo rostro de Anderson Cooper llenó la pantalla. Detrás de él, un
paisaje urbano ardiendo.
―Hola, soy Anderson Cooper informando en vivo para ustedes desde un buque
militar anclado en Oakland, California. Detrás de mí se ve San Francisco. O lo que
era San Francisco. Ahora es una ruina humeante, las únicas luces son las de los
fuegos furiosos Las explosiones destellan sobre la ciudad. Hay una nube de humo
espeso sobre la ciudad que impide las vistas aéreas. La CNN ha sabido que los
marines están posicionados en el lado de San Francisco, tanto del puente de la bahía
como del puente Golden Gate y la Guardia Nacional se encuentra situada en la parte
inferior de la península, más o menos siguiendo la línea de la Market Street. No hay
comentarios oficiales hasta el momento en cuanto a lo que está sucediendo, aunque
la mayoría de los comentaristas sospechan de una epidemia de alguna clase. Parece
que toda la ciudad está en cuarentena. No ha habido ningún comentario de la
alcaldesa de San Francisco, Meghan Murray, o del Gobernador Spielberg. Las
llamadas a sus oficinas se han quedado sin respuesta. La especulación de que…
¡Jesucristo! ¿Qué es eso? ¡Píllalo! ¡Eso! ¡No…
La pantalla se apagó.
Silencio.
Elle dio de repente un grito. Se había olvidado por completo.
―¿Qué, cariño? ―Nick estuvo inmediatamente a su lado.
Elle no tuvo tiempo de contestar. Golpeó un teclado virtual y se dejó caer con
alivio cuando vio lo que estaba en el monitor.
―¿Qué? ―dijo Nick de nuevo.
Elle se giró hacia la habitación.
~245~
Lisa Marie Rice
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Ghost Ops 02
―Sophie y yo teníamos un método secreto de comunicación. Dos direcciones de
correo electrónico inventadas. Lo organizamos para que pudiéramos hablar de
nuestro jefe a su espalda. Sabíamos que algo andaba mal en Corona y necesitábamos
una manera de ponernos en contacto una con la otra. Me había olvidado por
completo. Sophie está bien por el momento. Pero está en problemas.
Elle dio un paso atrás y dejó que los otros leyeran el texto del email de Sophie
para ella. Nick envolvió un pesado brazo alrededor de sus hombros y ella se apoyó
en él, en aquel fuerte cuerpo caliente. Para mayor comodidad y para apoyo moral.
Elle, creo que Arka ha creado con bioingeniería un virulento virus contagioso que elimina
el Neocortex y activa el sistema límbico. Si estás leyendo esto, entonces sabrás que el virus ha
sido liberado. Hackeé los archivos y descubrí que hay una vacuna. Había mucho caos y fui
capaz de robarla. Tengo una caja en el refrigerador con 200 viales de vacuna. La electricidad
se ha ido y no creo que el refrigerante de la caja vaya a durar mucho más de 96 horas. Estoy
en mi apartamento en la calle Beach y no me atrevo a salir. Estas…criaturas están corriendo
por la calle. Todo lo que puedo hacer es permanecer encerrada en el apartamento y espero que
tú, o alguien, pueda venir a por mí.
Si estás leyendo esto, Elle, envía a alguien. Esta vacuna es nuestra única esperanza.
Soph
El corazón de Elle latía con fuerza mientras miraba alrededor. Nick, Jon, Mac,
Catherine, Stella, el capitán Ward, los otros tres hombres heridos.
Jon de repente se dirigió hacia la puerta de la bóveda de acero que ella sabía que
era su arsenal.
―¿Jon? ―Nick frunció el ceño―. ¿Qué estás haciendo?
La puerta de la bóveda se abrió y Jon desapareció en el interior. Salió un minuto
después, armado hasta los dientes.
―Voy a rescatar a Sophie. ¿Qué demonios crees que estoy haciendo?
El brazo de Nick se levantó de su hombro, y Mac también se acercó.
―Iremos contigo.
―No. ―Jon estaba en la puerta, todavía vestido con su traje de camuflaje negro. Él
estaba cargado de armamento que Elle no reconoció―. Voy a coger el helo. Este es
un trabajo de un solo hombre. Vosotros chicos tened el laboratorio a punto para
producir más vacunas.
Se detuvo frente a Elle y le puso una mano en el hombro.
―Te la voy a traer de vuelta Elle. Es una promesa.
Corrió hacia la puerta.
~246~
Lisa Marie Rice
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Nick agarró a Elle.
―Cuando Jon promete algo lo cumple, cariño. Pongámonos en marcha. Tenemos
un mundo que salvar.
Fin
~247~