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LA IGLESIA CONTEMPORANEA

La iglesia ha estado sujeta a críticas en los tiempos modernos. Hay quienes denigran la
iglesia, tanto de adentro como de afuera. Sin embargo, aun queda el hecho que Cristo amó
a la iglesia y se dio a sí mismo por ella (Efesios 5.25), y el costo ha sido tan grande, que
los hombres no han de considerarlo como algo de poca importancia. Sacrificio es lo que
necesitamos hoy, y no críticas.

Una de las críticas que se han hecho es dirigida a la dificultad que la iglesia tiene en
mantener un mensaje consistente en un mundo de cambios rápidos. Hay quienes abogan
por un abandono total del pasado, mientras que otras no quieren otra cosa sino retornar al
pasado, aquel tiempo en que las posiciones que se tomaban eran claras y bien delineadas
y los debates servían para derrotar a los opositores.

¿Qué es lo que nos queda por delante? Se ha señalado ya que la misión de la iglesia está
inherente en su naturaleza, y que si no sabemos cuál debe ser nuestro futuro, entonces es
hora de reconsiderar el significado de nuestra identidad como hijos de Dios. No es el
modernismo el peligro de hoy. El peligro es olvidarnos de quiénes somos.

Retrospección

El hecho que hay eventos históricos únicos que constituyen la base del cristianismo (1
Corintios 15.1-5) constituye en sí esa retrospección que es parte de la conciencia de la
iglesia. Ver hacia atrás es una preparación para ir hacia adelante.

1. Había debilidad y problemas en las iglesias del Nuevo Testamento.

Aunque esta realidad es obvia, todavía hay algunos que siguen soñando con un
idealismo acerca de la "iglesia del primer siglo", pensando que si la restauramos, entonces
tendremos perfección. La verdad es que los cristianos del primer siglo tenía defectos
como los tienen los cristianos de hoy.

Es importante recordar esto para disipar la noción que los problemas que hay hoy en la
hermandad son consecuencia de los tiempos modernos. Los problemas fueron parte de la
iglesia desde el principio (véase Hechos 5), y por lo tanto, nuestras luchas de hoy no son
razones para el escapismo. Son más bien manifestaciones de nuestra constante némesis,
es decir, nuestra humanidad.

Sin embargo, el hecho de reconocer la continuidad de la debilidad humana no es un


consejo para caer en la desesperación; tampoco es licencia para la indiferencia. Lo que
tenemos que tener en mente es que el modelo que tenemos que duplicar no es una era -
ya sea el siglo I o el siglo XIX - sino una Persona y la verdad que encarna en sí. Es verdad
que la iglesia de hoy es la misma familia que la iglesia del primer siglo, pero nuestro
llamamiento no es a restaurar períodos de tiempo sin a tener "la mente de Cristo" (1 Cor.
2.16; Filipenses 2.1-11). Si los hermanos fallan en esto, ya sea en el primer siglo o en
nuestro siglo, la gracia de Dios nos induce a pensar de ellos en una manera compasiva
(Gálatas 6.1,2). Pero, nosotros no estamos sujetos a nadie, y no tenemos obligación de
reproducir sus debilidades.

Tenemos que reconocer de una vez que NO hay perfección fuera de la persona de Cristo.
Solamente hay aproximaciones. Y tan pronto como fijemos nuestra vista en él (Hebreos
12.1), entonces descubriremos el verdadero "modelo" para la iglesia de hoy.
2. La iglesia del Nuevo Testamento floreció bajo las presiones culturales.

A veces hablamos de los obstáculos que los tiempos modernos se constituyen en una
amenaza para la iglesia. Consideramos al secularismo moderno y la decadencia moral
como causas de nuestro atraso en vez de ser incentivos para un evangelismo activo.

Pero hay una cosa clara que se toma de las congregaciones del Nuevo Testamento.
Siempre ha habido ambientes de hostilidad. Es chocante considerar la existencia de una
sociedad "pornográfica" como la que había en Corinto, en la cual comercializar el sexo
era tan común como se hace hoy. El prejuicio - aun dentro de la iglesia - era una realidad
en la antigua Jerusalén y Asia como lo es hoy en cualquier parte de nuestro territorio.
Además, la presión para tratar de "modernizar" a Cristo, para ponerlo de acuerdo al
pensamiento especulativo de ese tiempo era tan poderosa en los tiempos de la antigua
Colosas como lo es un nuestros círculos académicos de hoy.

La cultura siempre ha tratado de absorber al cristianismo; y siempre tratará. La historia


del pueblo de Dios en ambos Testamentos, al igual que hoy, es la historia de la lucha
contra la asimilación cultural de la verdad revelada. ¿Cambiará la verdad a la cultura o la
cultura se encargará de disolver la verdad? Esta es la lucha que continúa para determinar
si la iglesia se conformará al mundo o si éste será transformado por el Señor.

Pero el punto principal es: la presión y la lucha no son cosas nuevas, ni algo de lo cual
se puede escapar. Más bien, las Escrituras enfatizan que "es necesario que a través de
muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hechos 14.22). Por lo tanto, no es
un escape sino la victoria lo que constituye el destino de la iglesia del Nuevo Testamento
en el mundo (Romanos 12.14-21).

3. Existían ambas, tanto la unidad como la diversidad en la iglesia del Nuevo


Testamento.

La unidad es un concepto conocido para nosotros en nuestros tiempos. Sin embargo


también es importante que consideremos honestamente la diversidad que existía entre las
iglesias del primer siglo. Hemos visto que Corinto poseía un propio perfil, diferente a
Filipos. La visión cosmopolita que poseía Antioquía era muy diferente al provincialismo
de Jerusalén. La verdad es que las iglesia tenían su propio "carácter", su "personalidad"
individual, lo cual las hacía ser diferentes unas de otras. Por lo tanto, las nociones de
semejanza monolítica que se ha querido dar a las iglesias del Nuevo Testamento es nada
más que una fantasía sin apoyo bíblico. Hubiese sido absurdo que se demandara que los
antiguos tesalonicenses se convirtieran en colosenses y que los de Jerusalén se
convirtieran en corintios. La realidad es que cuando la iglesia de Jerusalén quiso que los
de Galacia fueran como ellos, Pablo se opuso rotundamente.

La verdad, y triste es, que hoy vemos exactamente la misma cosa entre nuestras
congregaciones, las cuales sufren frustración por no ser como esta o aquella iglesia de tal
lugar. Pero más serio aun es el problema que surge cuando hay oradores de nuestras
conferencias que nos intimidan a someternos a un modelo de uniformidad (establecido
por ellos por supuesto). Para aquellos que abogan por la "autonomía" de la iglesia local
nos es difícil creer que realmente brinden libertad de individualidad a las congregaciones
locales. ¿Para qué hablar de autonomía si siempre tendremos a la iglesia de "Jerusalén"
queriendo controlar a la iglesia de "Galacia"?

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