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CONTEXTOS ARQUEOLÓGICOS DE ESTUDIO DE MATERIALES

 Bronce Atlántico

El bronce final atlántico es una fase temporal o conjunto de cronoculturas


caracterizada por los depósitos de metales. En la península ibérica se data
desde el 1250 a. C. hasta el 850 a. C. y se extiende desde el Algarve y Huelva
hasta el golfo de Vizcaya y enlazándose con el bronce final atlántico
continental. Se divide en tres etapas: Bronce final atlántico I (1250-1100 a.
C.), II (1100-940) y III (940-850). Podemos decir que este proceso histórico es
paralelo a las culturas de los primeros campos de urnas, de Cogotas I, de las
estelas del suroeste y de la colonización fenicia. Su final coincide con los
inicios de Tartessos, pero no se ve una relación clara.

Los característicos depósitos de metales aparecen en lugares fuera de


contexto, por lo que es difícil estudiar esta cultura. Aparecen en ríos, rías,
pasos de montaña y demás lugares insospechados. Consisten en espadas de
lengua de carpa, fíbulas de codo, regatones y puntas de lanza, adornos y
algunos aperos de monta, como bridas y bocados. Esto ha servido de
inspiración a lo largo del tiempo al ciclo artúrico (espadas y lagos) y a otras
mitologías medievales. El más característico es el hallazgo de la ría de Huelva,
en la que aparecieron en una draga más de 400 objetos metálicos. Recordemos
que son objetos de lujo, pues el bronce estaba entre los materiales más
cotizados. Se han hallado otros yacimientos en los ríos Genil, Guadalquivir,
Tajo (depósito de Cabeza de Araya) y en Galicia.
La dificultad para estudiar estas culturas se acentúa por la falta de
enterramientos y la escasez de poblados claramente identificables con este
periodo. La ausencia de enterramientos se ha relacionado con los
enterramientos "a la vikinga", es decir, la incineración del cadáver con el ajuar
en un barco abandonado a la deriva. Recientemente, en la Roça do Casal do
Meio (Portugal) se ha hallado un megalito con objetos de bronce similares a los
depósitos. De los poblados, podemos mencionar Setefilla (Sevilla), donde se
han encontrado cerámicas de retícula bruñida características y cerámicas
coloreadas, datadas del siglo IX a. C. En otro poblado, São Julião, se han
encontrado murallas y más cerámicas.
 Depósito de la Ría de Huelva
Hallazgo arqueológico de restos griegos y fenicios fechado en el 1.000 a. C.
(Bronce final atlántico), situado en la ría de Huelva, junto a Odiel. Se especula
con que pueden ser restos de un enterramiento en el mar o el cargamento de
algún buque hundido. Las armas suponen cerca del 80% de los objetos
recuperados en el depósito entre las que destacan las espadas y las puntas de
lanza como los elementos mejor representados. Hay 90 ejemplares completos
de puntas de lanza: unas, más cortas, serían posiblemente utilizadas como
arma arrojadiza (jabalina); otras, más largas, como arma penetrante. Además,
se recuperaron 62 regatones, formados por tubos cónicos terminados en bolas
o botones, destinados a equilibrar el peso de la lanza y a proteger la
extremidad del astil. En cuanto a las espadas, aparecieron 78 piezas
completas y varios fragmentos de otras pertenecientes al tipo denominado
“lengua de carpa”, de gran eficacia defensiva, que se ha hallado
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frecuentemente en yacimientos arqueológicos del Bronce Final Atlántico. El
conjunto se compone también de otras armas ofensivas, como dagas o
puñales, puntas de flechas, así como de elementos defensivos, como los dos
fragmentos de uno o dos cascos cónicos con cresta o cimera, de los que
también aparecen ejemplos en el noroeste de Francia y en Portugal.
Por lo que respecta a los objetos asociados a la vestimenta, destacan las
fíbulas, de las que se conservan cuatro ejemplares completos y varios
fragmentos. Por su lugar de hallazgo, se han denominado fíbulas tipo ría de
Huelva, cuya morfología es posiblemente de origen peninsular, siendo las más
antiguas halladas en la península. Por último, otros objetos del depósito
asociados a la vestimenta son los dos broches de cinturón, formados por una
placa triangular que termina en una punta doblada de forma cuadrada, donde
se inscriben dos o tres orificios para fijarlos al vestido.

Sus especiales características hicieron que desde el principio se dieran


diferentes interpretaciones sobre su origen y naturaleza. Para unos
investigadores se trataba del depósito de un fundidor de metales; para otros,
del cargamento de un barco hundido, de ahí su localización en un área
reducida, sin señales de construcciones asociadas. Más tarde, se recogieron
ambas interpretaciones y se consideró que era el cargamento de un barco
hundido que transportaba armas y otros objetos rotos para fundir.
Recientemente, se han aportado otras interpretaciones según las cuales
este depósito respondería a una amortización intencionada de los objetos
siguiendo un ritual específico. Esta interpretación tiene en cuenta, entre otros
datos, la importancia que tuvo el agua en las comunidades protohistóricas
europeas, no sólo por ser necesaria para la vida, sino también por constituir
un importante factor económico y político: en concreto, el aprovechamiento de
los cursos fluviales como vías de comunicación y frontera. Además, el agua
tuvo para estas sociedades un carácter sagrado como lugar de residencia de
las divinidades. En este marco, las ofrendas de objetos a las aguas
significarían una forma de reivindicación o apropiación del territorio o bien
formarían parte del ritual funerario masculino de personajes de cierto estatus.

Es posible que la figura del guerrero surgiera a partir del control y


desarrollo de unas determinadas prácticas económicas, que habrían permitido
a algunas comunidades sobresalir con respecto a otras y sentir la necesidad
imperiosa de defender su territorio y sus bienes. El control sobre los cursos de
agua y las zonas de paso, así como la búsqueda de los mejores pastos
pudieron llevar a ejercer un control efectivo sobre el territorio y sobre las rutas
de comercio que se estaban desarrollando en ese momento, entrando en
contacto así con lo que se denomina el circuito comercial atlántico.

 Vasos campaniformes
Se trata de una serie de culturas calcolíticas que, a partir aproximadamente
del 2200 a. C., tuvieron como rasgo común el uso de unos vasos cerámicos en
forma de campana invertida, que se consideraron su fósil-guía más
representativo. La característica más relevante de este fenómeno cultural es
que se extendió prácticamente por toda Europa, desde el Atlántico hasta los
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Cárpatos, adquiriendo un cierto aire de universalidad. Estuvo unido en todas
las regiones europeas a la introducción definitiva del trabajo del cobre, excepto
en el Sureste español y en los Balcanes, donde representó ya un Calcolítico
Pleno al ser lugares donde se había producido una adopción precoz de la
metalurgia; la aparición del Vaso Campaniforme puede considerarse, según
Delibes, la culminación de la secuencia neolítica en Europa Occidental.

Las características culturales que definen este complejo cultural podemos


resumirlas de la manera siguiente:
- Su gran dispersión geográfica, existiendo una gran variedad de grupos
regionales. Harrison distinguió tres provincias o complejos culturales
diferentes: a) Oriental, englobando las zonas circundantes a los ríos Oder,
Elba y Rin. b) Occidental, que incluiría las regiones de los Países Bajos,
Francia y las Islas Británicas. c) Meridional, con los grupos de la Península
Ibérica, el sur de Francia, Sicilia y el norte de Africa.
- La mayoría de los yacimientos que han permitido identificar este complejo
cultural son sepulturas, conociéndose proporcionalmente muy pocos
poblados. El tipo de enterramiento muestra un cambio sustancial respecto a
las precedentes fases megalíticas, puesto que ahora encontramos sepulturas
individuales. Las tumbas más típicas son hoyos circulares excavados en el
suelo, en cuyo fondo se depositaba el cadáver -sólo en ocasiones se conocen
deposiciones dobles o triples- acompañado de las piezas del ajuar. En algunos
casos se emplearon cistas o se reutilizaron monumentos megalíticos,
depositándose los enterramientos en los pasillos de acceso.
- La cerámica fue el elemento clave por la relativa similitud en sus formas que,
básicamente, se reducen a tres: el vaso de forma acampanada con amplio
cuello troncocónico, la cazuela de menor altura y fuerte carena y el cuenco de
forma semiesférica, todos ellos con la peculiaridad de estar profusamente
decorados con la técnica de la incisión, formando motivos geométricos a base
de rayitas, espigas, zig-zags, etcétera, dispuestos en bandas horizontales y
paralelas desde el borde hasta el fondo del recipiente. Se trata de unas
cerámicas perfectamente elaboradas de las que Clarke dijo que eran muy
caras de producir, tanto en términos de horas-hombre, como en términos de
valor absoluto contemporáneo.
Casi siempre han aparecido acompañadas en los ajuares de las mismas
piezas, que también podrían considerarse de lujo: puñal de cobre con
empuñadura de lengüeta, puntas de flecha de cobre, diademas, cintas y
láminas de oro, puntas de sílex con pedúnculo y aletas, brazal de arquero en
piedra y botón de hueso con perforación en V.
- La cronología del Vaso Campaniforme puede establecerse con cierta precisión
puesto que son abundantes las dataciones radiocarbónicas que permiten
marcar los límites del proceso entre los años 2200-1700 a. C., es decir, dentro
del período que venimos denominando Calcolítico.
Se han podido establecer diferencias cronológicas entre unos grupos y otros,
siendo los más antiguos el grupo Cordado, típico de los Países Bajos y norte de
Francia y denominado así porque la decoración está realizada a base de
impresiones de cuerdas; el grupo Marítimo, localizado en el occidente de la
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Península Ibérica; y el grupo Oriental, todos ellos contemporáneos; los
restantes grupos denominados Derivados o Incisos harían su aparición
después del año 2000 a. C. Los grupos peninsulares, excepto los de la fachada
atlántica, estarían incluidos en estos últimos y podrían agruparse en varios
conjuntos, dependiendo de su lugar de ubicación: Palmela en el sur de
Portugal, Ciempozuelos en la Meseta, Carmona en el valle del Guadalquivir y
Salamó en Cataluña.
En lugares como el Sureste peninsular o el Sur de Portugal, caso de Los
Millares o de Vilanova de Saco Pedro, se encuentra en los niveles superiores
del Calcolítico local, asociado a las sepulturas megalíticas y, por tanto, en un
contexto que ya venía evolucionando desde las etapas precampaniformes ya
analizadas.

En los primeros momentos de la investigación se intentó identificar esta


cultura material con un determinado pueblo, partiendo de los presupuestos
identificadores de raza-cultura y, así, se pensó que las gentes campaniformes
serían grupos ambulantes. Dejando al margen algunas interpretaciones
extremadamente difusionistas que volvían sus ojos al Oriente, concretamente
a Egipto como foco originario, las discusiones se centraron en decidir si era en
Centroeuropa o en Europa Occidental, concretamente en la Península Ibérica,
donde se podía situar la cuna de los campaniformes. Esta última hipótesis fue
defendida por algunos investigadores alemanes de principios de siglo, como es
el caso de Schmidt, y sobre todo por investigadores españoles como Bosch
Gimpera y Alberto del Castillo, autor de la primera gran síntesis sobre la
cultura del Vaso Campaniforme, publicada en 1928.

A mediados de los años 60 tuvo una gran repercusión la teoría esbozada por
Sangmaister según la cual el origen del campaniforme se situaría en la zona
del estuario del Tajo, donde se localiza el grupo marítimo más antiguo, y desde
allí habría un movimiento de flujo hacia Bretaña y los Países Bajos que daría
lugar a la formación de los grupos centroeuropeos que, tras un dinámico
desarrollo, iniciarían una nueva expansión en sentido inverso, de reflujo hacia
las regiones meridionales y occidentales de Europa incluida la Península
Ibérica. Fue el investigador inglés Harrison quien, a mediados de los años 70,
revitalizó el estudio de este problema adoptando una explicación dualista que
admitía un foco campaniforme originario en el estuario del Tajo y otro en
Hungría, explicando las similitudes entre todos ellos por un fenómeno de
convergencia.

En los últimos años las perspectivas de estudio han cambiado,


abandonándose los presupuestos monogenistas y difusionistas y, por tanto, la
preocupación de buscar un origen geográfico a este fenómeno.
 Campo de Urnas

La cultura de los campos de urnas es un extenso horizonte arqueológico


que se difundió durante el final de la Edad del Bronce y el principio de la Edad
del Hierro por buena parte de Europa, llegando en su momento de apogeo a
abarcar desde el Danubio y el Báltico hasta el mar del Norte y el nordeste de la
península ibérica. Se caracterizó por un nuevo rito funerario: la incineración
del cadáver y la deposición de sus cenizas en urnas de cerámica, las cuales se
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enterraban en un hoyo practicado en la tierra, formando extensas necrópolis.
Al principio se levantaban pequeños túmulos sobre las fosas, luego quizás
alguna estela o nada que las indicara. La expansión de este modelo se produjo
entre los siglos XIII y VIII a. C.

El cambio en el modelo funerario no se produjo de repente ni fue uniforme


ni siquiera en Europa Central, sino que fue algo paulatino. Los primeros
indicios de una transición entre inhumación e incineración se produjeron
entre 1250-1200 a. C. en Alta Baviera (Alemania), donde los grandes túmulos
comenzaron a cobijar incineraciones, cambiando también las tipologías de
algunos elementos del ajuar, tales como las espadas. Durante un tiempo hubo
necrópolis de incineración junto a otras de inhumación, e incluso, necrópolis
con ambos rituales coexistiendo juntos. Entre 1200-1100 a. C. se produjo la
generalización del ritual de incineración y su expansión, con un claro
empobrecimiento de los ajuares funerarios en comparación con épocas
anteriores, aunque con marcadas divergencias regionales. En Polonia, por
ejemplo, se siguieron realizando inhumaciones, las cuales representan un diez
por ciento del total de los enterramientos. A partir del 750 a. C. (Hallstatt C),
el ritual funerario volvió a incluir abundantes inhumaciones junto a las
cremaciones y los ajuares se enriquecieron espectacularmente. Se volvieron a
levantar túmulos y se abandonaron muchos de los asentamientos anteriores,
sobre todo los fortificados, aunque posteriormente se volvieron a reocupar
muchos, evidenciando una jerarquización del territorio y de la sociedad que
fue acusándose cada vez más a lo largo de la II Edad del Hierro.
El número de asentamientos se incrementó notablemente en relación a la
época anterior. Podían ser núcleos fortificados, a menudo situados en lo alto
de colinas o en recodos de ríos, o, también, caseríos en llanura sin defensas,
aunque pocos han sido excavados hasta ahora. Los poblados en colinas
fortificadas se volvieron muy comunes durante el Bronce final para luego
hacerse raros en los inicios de la Edad del Hierro. Uno de los más conocidos
yacimientos es el del lago Federsee (Württemberg, Alemania), localizado en
1920 en la turbera de una isla, en unas condiciones excelentes de
conservación. No solamente se sacaron a la luz sus murallas, sino que además
se recuperaron numerosos útiles de bronce tales como hachas, cuchillos o
brazaletes, y restos que determinaban el carácter fundamentalmente agrícola
del asentamiento.

En cuanto a la cultura material, encontramos recipientes, herramientas y


armas, carros y depósitos.

- Recipientes: Normalmente, la cerámica encontrada es de buena factura, con


una superficie lisa y suave, y un perfil bien marcado, siendo especialmente
características las ollas bicónicas, con cuellos cilíndricos. Las decoraciones
suelen ser acanaladas, incisas o excisas, aunque una gran parte de la
superficie se dejaba lisa. Los motivos ornamentales incluyen bandas de líneas
paralelas —horizontales, verticales u oblicuas—, círculos concéntricos y aves,
posiblemente acuáticas. La cerámica encontrada en las viviendas suizas sobre
pilares muestra una decoración incisa incrustada en ocasiones con laminillas
de estaño. Los hornos cerámicos ya eran conocidos, como lo indica la
homogénea superficie de la alfarería producida. Se han hallado abundantes
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recipientes de metal, entre los cuales se incluyen copas, sítulas, y grandes
calderos, hechos con láminas de bronce batido, con asas remachadas. Pueden
ser lisos o con adornos, geométricos o de aves asociadas a discos, los llamados
pájaros-soles. La ornamentación se conseguía mediante la técnica del
repujado. Los recipientes de madera sólo se han preservado en contextos
anegados por el agua, pero debieron de estar ampliamente extendidos

- Herramientas y armas: Las típicas herramientas de bronce fueron las hachas


(de talón, de cubo, etc.), aunque también se utilizaron azuelas, hoces, gubias,
cinceles, martillos o navajas de afeitar. Las espadas más comunes, de bronce,
tenían forma de hoja, con empuñadura de bronce también, aunque había
otras que tenían forma de espiga, con empuñaduras de madera, hueso o asta.
Las espadas con reborde en la empuñadura presentaban incrustaciones en
ésta y aunque eran todavía del tipo denominado de lengüeta, hacia el final del
período se comenzaron a fabricar las empuñaduras de antenas que se
generalizaron en la Edad del Hierro.

- Carros: Alrededor de una docena de enterramientos en carros de cuatro


ruedas con herrajes de bronce son conocidos, sobre todo, del período final de
los campos de urnas, durante la Primera Edad del Hierro. En Hart an der Alz
(Baja Baviera, Alemania) un carro había sido quemado en la pira funeraria,
encontrándose fragmentos de hueso pegados al metal parcialmente fundido de
los ejes; se halló un rico ajuar que incluía ocho vasijas cerámicas, vajilla y
armas de bronce, y joyas de oro
- Depósitos: La deposición de tesoros fue algo muy común en esta época en las
áreas periféricas atlánticas, desde Holanda y Gran Bretaña hasta el noroeste
de la península ibérica, siendo una costumbre que desapareció hacia el final
de la Edad del Bronce. A menudo fueron depositados en ríos y otros lugares
húmedos como pantanos, sitios que solían ser prácticamente inaccesibles, lo
cual ha sido interpretado como ofrendas a los dioses. Pero también fueron
enterrados en escondrijos alijos que contenían objetos de bronce rotos o mal
fundidos y que, probablemente, debían de estar destinados a ser reutilizados
por los herreros.
 Los Millares

A la cultura arqueológica de Los Millares se la ha considerado como el


motor del aumento de la complejidad cultural que se dio en el sudeste de la
península ibérica durante la Edad del Cobre. Este complejo prehistórico se
extendió por Andalucía oriental y el Levante español entre las postrimerías del
IV milenio a. C. y el final del III. Su exponente principal es el yacimiento
epónimo de Los Millares, en el municipio de Santa Fe de Mondújar, Almería,
España.
Gracias al estudio de los restos hallados en las necrópolis (sobre todo de
Los Millares) los investigadores han llegado a la conclusión de que ésta era
una sociedad en proceso de jerarquización. Según Chapman, aunque las
sepulturas son colectivas y, por tanto, representativas de un grupo familiar,
entre ellas hay claras diferencias, que se aprecian en su mayor o menor
complejidad arquitectónica y en la riqueza de los ajuares que contienen.
Además, las tumbas más complejas y ricas se encuentran más cerca de la
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muralla, en el interior de ellas se ha detectado una cierta compartimentación
del espacio y no todos los miembros de la comunidad eran enterrados en ellas
(en Los Millares se han hallado unos mil esqueletos). Todo ello lleva a suponer
(a falta de pruebas categóricas) que unas incipientes élites comenzaban a
diferenciarse del resto de la población.
El origen de esta cultura está muy debatido. Los hermanos Siret,
basándose en ciertas similitudes con los artefactos hallados en Troya,
desarrollaron la teoría de que las técnicas y los materiales hallados en Los
Millares eran el resultado de la influencia de navegantes fenicios. Según ellos,
los orígenes de la metalurgia y del megalitismo en la península ibérica serían
alóctonos.
Posteriormente, Bosch Gimpera utilizó la teoría de los círculos culturales
para explicar el despliegue cultural del sudeste, asociándolo a la interrelación
y subsiguiente evolución local de unos supuestos grupos norteafricanos que
habrían emigrado durante el Neolítico a dicha región; asimismo, consideraba
íntimamente relacionados los complejos de Los Millares y Vila Nova.

En los años 50/60, las tesis de Childe impulsaron a muchos investigadores


a creer que era consecuencia de la llegada de colonos cicládicos, debido a los
paralelos tipológicos que existían entre las fortificaciones, tumbas de cúpula y
ciertos objetos más a ambos lados del Mediterráneo. El problema es que en la
península ibérica no se han encontrado materiales de importación oriental
más antiguos que unas cerámicas micénicas halladas en Córdoba y datadas
hacia el 1500 a. C., mientras que las dataciones calibradas de Carbono 14
sitúan cronológicamente Los Millares entre 3100-2200 a. C. Por otro lado, los
ídolos oculados, la cerámica acanalada o pìntada y las coladas de cobre del
sudeste peninsular tienen características propias, diferentes de los supuestos
modelos orientales. Actualmente la mayoría de los estudiosos opinan que los
cambios culturales y sociales que se dieron en el área de Los Millares durante
la Edad del Cobre fueron la consecuencia de una evolución autóctona.

En los ajuares funerarios aparecen ya artefactos de cobre fundido como


hachas planas, cinceles o puñales triangulares, pero la mayor parte de los
útiles encontrados estaban fabricados en piedra tallada (puntas de flecha
bifaciales o alabardas) o pulida (hachas, azuelas e ídolos). También se
utilizaban el hueso y la asta para realizar punzones, agujas o botones. La
cerámica es habitualmente tosca y lisa, abarcando básicamente cuencos,
platos y cubiletes, aunque también se encuentran vasos simbólicos (con
oculados y soliformes) y campaniformes

En el caso de la economía, mientras que los poblados de las zonas


cercanas al mar controlaban las vegas más fértiles, lo que indicaría una clara
dedicación a la agricultura, los de las tierras altas estaban situados en pasos
naturales y áreas de pastos, ideales para dominar el comercio y la ganadería.
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Ídolo oculado

 El Argar

El Argar es considerado un asentamiento de nueva fundación, sin


antecedentes calcolíticos.5 Con una superficie de 16 000 m2 y una población
estimada de unos 500 habitantes, es uno de los poblados conocidos más
grandes pertenecientes al grupo epónimo. En el interior de las propias
viviendas se han encontrado más de mil sepulturas. Estaba estratégicamente
situado sobre un cabezo amesetado y protegido también por una muralla, en
cuyo interior se han excavado viviendas rectangulares de 8-10 m por 2,5 m,
así como otras de planta irregular o circular. Las paredes se construían con
madera y barro, levantados sobre un zócalo de piedra.6 El techo era de cañas
o ramas y barro. Tiene un urbanismo complejo que se caracteriza por la
creación artificial de terrazas, con una acrópolis situada en lo más alto del
yacimiento.
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Hay excavadas un total de 1034 tumbas, de las cuales el 50% contenían,
además de la cerámica, elementos metálicos en sus ajuares. Basándose en la
relación del sexo con su ajuar se determinó la correspondencia de los
enterramientos femeninos con un punzón y los masculinos con hacha-
alabarda-espada. Hay varias tumbas de individuos infantiles masculinos con
ajuares significativos, lo que sugiere la existencia de rangos hereditarios. El
patrón funerario se basa en sepulturas individuales, en las que, a veces,
aparecen dos o tres individuos. Están ubicadas bajo las casas, no existiendo
una necrópolis como tal. El ritual y los ajuares reflejan una marcada
desigualdad social, por lo que se ha propuesto que la sociedad argárica estaría
muy estratificada, aunque hay opiniones diversas. Las inhumaciones se
realizaban en el interior de fosas, covachas, cistas o grandes tinajas cerámicas
denominadas pithoi, predominando en el litoral éstas últimas y en el interior
las fosas. Las ofrendas funerarias presentan
grandes diferencias entre ellas y su análisis
ha permitido plantear la hipótesis de
jerarquización social.
La cerámica se fabricaba manualmente,
era de buena calidad y con tipologías
estandarizadas, entre las que destacan las
copas, vasos, cuencos y ollas. Las
herramientas se elaboraban en piedra tallada
o pulimentada, en hueso o de aleaciones
metálicas como el cobre arsenical o el
bronce. Las industrias minera y metalúrgica
tuvieron gran importancia, como lo
atestiguan los abundantes hallazgos de
artefactos y residuos relacionados con la
producción, así como de artículos metálicos.
Casi toda la zona argárica es rica en filones metalíferos y éstos serían
explotados por núcleos especializados en tales actividades.
Es muy probable que existiera un artesanado especializado ya que se han
excavado talleres y se producían artículos altamente normalizados. También
los poblados estaban diferenciados según sus actividades principales fueran
mineras, agropecuarias o agropecuarias y metalúrgicas, por lo que debía de
haber una continua circulación de materias primas y manufacturas entre
éstos y hacia los centros de poder. Todo ello precisaría la existencia de un
sistema de comunicaciones desarrollado e instituciones que controlaran todo
el proceso.
 La Tené [s. V- I a. C (II Edad del Hierro)]

Es una cultura mayoritariamente celta, cuyo núcleo está en los Alpes,


aunque en su apogeo terminará por extenderse por el centro de Europa,
Francia, oeste de la península ibérica, islas británicas y parte del este de
Europa.
Esta civilización posee dos tipos de asentamientos: fortificados, con un
baluarte de piedras, rodeados por un foso. En su interior hay casas de
madera, de planta rectangular; y de hábitat rural, pequeñas aglomeraciones
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de viviendas de madera, tanto de planta rectangular como cuadrangular. Son
comunes los asentamientos en valles.

En el período final de esta cultura, el hábitat característico será el


oppidum, que son auténticas fortalezas, según Julio César. Estos oppida se
situaban cerca de yacimientos de materias primas o en vías comerciales, y
eran un auténtico centro económico.

Con respecto a las necrópolis, son bastante comunes los enterramientos


con carros de dos ruedas, y también los vasos cerámicos de procedencias
griega y etrusca. En los ajuares masculinos predominan las armas, mientras
que en ajuares femeninos lo normal son adornos y aderezos para el vestido. El
rito funerario durante los siglos IV y III a. C. es de inhumación sin túmulo
mayoritariamente, mientras que en el siglo II a. C. aumenta el rito de
incineración.
Durante el 400, aparecen las invasiones célticas, el rasgo más definitorio
de este periodo. Son expediciones de indoeuropeos que se dirigen al
Mediterráneo. Son mencionados por escritores clásicos. Llegan a saquear
Roma y el santuario de Delfos, asentándose algunos en el Reino Gálata. No
hay que pensar siempre en un carácter militar. Ahora conocemos los nombres
de los invasores por los textos. También sabemos su origen por su cultura
material. Procedían del Este de Francia y Sur de Alemania. No hay
unanimidad en cuanto a fechas. A finales del I a. C. Tito Livio habla del VI a.
C. Ni la lingüística ni la arqueología lo corroboran, sino que indican que eran
más recientes. Entre el V-IV se refiere Plinio el Viejo en su Historia Natural.
En cuanto a la cultura material, hay cierta uniformidad en cultura material
en el continente. Enterramientos y objetos enterrados. Patente en las armas de
tumbas masculinas. El hierro es más común. Un 75-70 % de tumbas incluyen
las largas espadas y puntas de hierro de lanzas. También restos de escudos e,
incluso, cascos. El hierro iba desplazando al bronce, pero sigue empleándose,
sobre todo, para objetos de lujo (fíbulas y brazaletes). Poco se sabe de
cerámicas porque la mayoría de elementos son metálicos. Sí se conoce que
empieza a generalizarse en Europa central el torno de alfarero. Por esto, la
calidad de productos, menos los de hierro, declina. Además, no existen centros
productores o comerciales.
La distribución de las tumbas es parecida a la de las de fase inicial del
hierro. Casi todas contienen pocos objetos. Las tumbas más ricas sólo tenían
unas docenas de objetos, pobre en comparación de las del Hallstatt D, y con
pocos objetos exclusivos. Las pocas excepciones son de principios de la II
Edad del Hierro. La única tumba rica es una en la que encontramos un collar
de oro, pareja de brazaletes, una sítula de bronce de Italia y algunos
elementos decorativos de bronce de un carro de dos ruedas. Otro lugar nos
muestra una tumba excepcional, la 44/2. Sólo tiene dos brazaletes de oro,
otros adornos de oro, una espada de hierro, dos puntas de lanza de hierro,
una sítula, un casco de bronce, una kilis de cerámica ática y elementos de
hierro de un carro.
El incremento de armas puede representar la importancia de la guerra en
la sociedad. Pero no hay que olvidar la posibilidad de significados
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problemáticos. Hay una tendencia a la homogeneidad en la distribución de las
tumbas, coincidiendo con un nuevo ritual funerario, las inhumaciones. Estos
túmulos son diferentes en tamaño y profundidad. No se genera la misma
riqueza y de ahí que no se encuentran tantos metales preciosos. Se han
encontrado pocos depósitos metalúrgicos. El más importante es el de Duchou,
con un caldero de bronce junto a 200 objetos también de bronce. De finales
del IV. Se puede definir esta sociedad como guerrera. Los libres consiguen
bienes de las razzias y hay una jerarquía basada en jefaturas locales.

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