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El epicentro del terremoto político que castiga a América Latina desde hace años
se localizó en un inicio en una estación de autoservicios en Brasilia, a unos pocos
kilómetros del Palacio de Planalto y la sede del Congreso en Brasil.
En esa estación de servicio que incluía un lavadero de autos ("Lava Jato", en
portugués), los investigadores de la Policía Federal brasileña descubrieron una red
de lavado de dinero que parecía implicar a diversos políticos. Pero la verdadera
dimensión de la operación, que en 2018 cumplió cuatro años (comenzó el 17 de
marzo de 2014), fue saliendo a la luz sólo paulatinamente en los meses posteriores.
Es la mayor empresa de Brasil y la mayor empresa estatal de Latinoamérica.
Fundada en 1953, ha sido durante décadas el orgullo del país. Emplea a 87.000
personas y produce dos millones y medio de barriles de crudo al día. Tanto el ex
presidente ‘Lula’ da Silva como la presidenta Dilma Rousseff depositaron en la
petrolera “el futuro de Brasil” tras el descubrimiento de nuevos yacimientos en 2006.
En 2010 valía 380.000 millones de reales. Hoy vale 125.000 millones.
La Operación Lava Jato llegó al gran público en marzo de 2014, con la detención
de 24 personas en varios estados de Brasil, pero había comenzado en julio de 2013,
cuando la Policía Federal de Curitiba (Paraná) descubrió una red de lavado de
dinero de tamaño mediano que operaba desde Brasilia y Sao Paulo. Tras meses de
investigación, el hilo acabó llevándoles de vuelta al estado de Paraná, donde vivía
el cambista Alberto Youseff, experto en blanqueo de dinero, viejo conocido de la
Policía Federal y un personaje fundamental en el engranaje descubierto. Tras su
detención en marzo, llegó a un acuerdo de delación premiada con la Policía: sus
testimonios y los de otro ‘colaborador’ con la Justicia, Paulo Roberto Costa, ex
director de Abastecimiento de Petrobras, hicieron explotar el caso.
Además de Youssef y Costa, en este momento siguen encarceladas 13 de las 21
personas detenidas el pasado 14 de noviembre, otra fecha clave del caso. Entre
ellos hay algunos de los principales empresarios constructores del país, líderes de
un ‘club’ selecto de 16 empresas contratistas que (según diversos testimonios de
delatores premiados) se repartían los contratos de la petrolera y pactaban hasta los
porcentajes de los sobornos. Las empresas partícipes mantienen contratos con
Petrobras por valor de 59.000 millones de reales (23.000 millones de dólares). Les
acompaña en prisión el ex director internacional de Petrobras Néstor Cerveró,
detenido el 13 de enero. La Justicia ha procesado hasta el momento formalmente a
39 personas por lavado de dinero, corrupción y formación de organización criminal
en la Operación Lava Jato. La Fiscalía ha iniciado en total 279 procedimientos, que
implican investigaciones sobre 150 personas y 232 empresas. En el último año se
han dictado 64 órdenes de prisión efectiva.
Petrobras licitaba sus grandes obras a empresas constructoras y de ingeniería
brasileñas, en aplicación de la política ‘Compre Nacional’ implementada por Dilma
Rousseff como ministra de Energía para estimular la creación de empleo. De los
presupuestos de miles de millones de reales se desviaba sistemáticamente en
sobornos un porcentaje cercano al 3% para empresarios y políticos. Posteriormente,
el dinero blanqueado se reintroducía en el sistema mediante negocios de
gasolineras, lavanderías u hoteles. Los presuntos delincuentes transferían sumas
elevadas de dinero al extranjero, a través de una red de más de cien empresas
‘fachada’ y centenares de cuentas bancarias que despachaban millones de dólares
hacia China o Hong Kong. Las compañías, pura cosmética financiera, simulaban
importaciones y exportaciones con el único propósito de recibir o mandar dinero, sin
comercio alguno de productos o servicios.
La trama de financiación irregular de partidos políticos afecta en principio a todo el
arco parlamentario, aunque señaladamente al gobernante Partido de los
Trabajadores (PT) y sus aliados el PDMB y el PP, principales amenazados por el
expediente de más de un ´therabyte’ de tamaño que manejan los funcionarios
judiciales, y cuya mayor parte sigue bajo secreto de sumario. La ‘lista Janot’ de
diputados y senadores denunciados por los diversos delatores y filtrada a la prensa
incluye a varias decenas: sus nombres pueblan desde hace meses los periódicos y
telediarios brasileños. El caso ha destapado prácticas corruptas extendidas desde
hace lustros entre la élite del país y tiene amenazado incluso a varios ex
gobernadores y un presidente. En todo caso, las responsabilidades penales y
políticas de cargos públicos están aún por depurar, al estar protegidos por el foro
privilegiado (que obliga a que sean encausados en el Tribunal Supremo Federal de
Brasilia).
La petrolera contrató en octubre dos bufetes de abogados (uno brasileño y uno
estadounidense) para investigar las posibles desviaciones de recursos en la
empresa. Además, aprobó en diciembre la creación de una Dirección de
Gobernanza para mejorar su transparencia y “hacer cumplir la ley”. El último día de
2014 emitió una prohibición para firmar contratos nuevos con 23 empresas incluidas
en la Lava Jato, contratistas habituales suyas: Alusa, Andrade Gutierrez, Camargo
Corrêa, Carioca Engenharia, Construcap, Egesa, Engevix, Fidens, Galvão
Engenharia, GDK, Iesa, Jaraguá Equipamentos, Mendes Junior, MPE, OAS,
Odebrecht, Promon, Queiroz Galvão, Setal, Skanska, Techint, Tomé Engenharia y
UTC.
La presidenta de la compañía, Graça Foster, acusada por una ex empleada de estar
al corriente de los delitos desde 2009 (afirmación que ella niega tajantemente),
dimitió junto con cinco directivos en enero tras perder definitivamente la confianza
de la presidenta Rousseff, amiga suya, que la respaldó durante meses en el cargo.
Foster fue arrastrada por la repercusión del caso, la caída del precio del petróleo y
discrepancias técnicas con el Gobierno. Las primeras medidas de Bendine han ido
encaminadas a intentar aprobar y publicar el balance auditado del tercer trimestre,
cuyo retraso ‘sine die’ ha rebajado la calificación de la empresa en las agencias
internacionales de crédito hasta niveles récord.
También preocupa el impacto económico del caso, que afecta de lleno a algunas de
las mayores empresas del país. La estatal ha perdido aproximadamente la mitad de
su valor en Bolsa desde que se detonó el caso. El presidente del Tribunal de
Cuentas de la Unión, Augusto Nardes, ha afirmado con preocupación que el caso
tendría el potencial de parar Brasil si las nueve mayores empresas bajo sospecha
fuesen finalmente declaradas ‘no idóneas’ para firmar contratos con el sector
público. Presuntos acuerdos entre las grandes compañías y el Ministerio de Justicia
o el Tribunal de Cuentas para reducir el impacto económico del caso han sido
duramente criticadas por los responsables de la investigación.
Un aspecto positivo del caso es el fortalecimiento institucional del país, como
destacan numerosos observadores, algo que podría dar credibilidad a medio plazo
a la presidenta Rousseff, que, en noviembre pasado, dos días después de la
detención de los 21 empresarios, declaró desde Australia que la Operación Lava
Jato “podría cambiar Brasil para siempre”
El terremoto político por "Lava Jato" en la región está vinculado con el caso
Odebrecht, que reconoció haber pagado más de 788 millones de dólares en diez
países latinoamericanos desde 2001.
REFERENCIAS: