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LENGUA Y LITERATURA
S UJETO DE LA EDUCACIÓN
1
Año 2015
Prof. Lorena Salinas
Son muchos los que se han dedicado a definir las características de la adolescencia. No
obstante, la noción de adolescencia no existe en todas las sociedades. En algunas sólo se
describen cuatro tipos de edades: el bebé, el niño, el adulto y el viejo. No se puede decir que
una edad cronológica pueda servimos de índice de desarrollo. Ciertos autores han puesto de
manifiesto que existen instituciones en las que se agrupan, bajo el término "niños", todas las
personas menores de 18 años, mientras que otras sociedades para "jóvenes” se ocupan desde
los mitos menores de 10 años hasta los jóvenes adultos de 25, inclusive.
2
Para los psicoanalistas, la pubertad aparece después de la fase de latencia (desde los 7
hasta los 12 años). No obstante, es peligroso considerar silenciosa la fase de latencia ya que,
de hecho, como dice P. Blos, durante esta fase, se produce, una transformación de la
personalidad que prepara para la adolescencia; lo que cambiaría sería el creciente control
que el Yo y el Superyo ejercen sobre la vida instintiva. Pero, como ha apuntado D. W.
Winnicott, no se tiene aún certidumbre sobre lo que constituye la fase de latencia. Algunos
consideran (B. Bornstein) que esta fase no es uniforme. De final de la primera fase de
latencia (de los cinco años y medio hasta los ocho), las demandas pulsionales siguen siendo
activas y el Superyo todavía es algo extraño. En la segunda fase de latencia (desde los ocho
hasta los diez años), el Yo estaría expuesto a unos conflictos menos graves, las exigencias
sexuales serían menos fuertes; el Superyo sería sentido menos extraño y la adaptación a la
realidad estaría más y mejor asegurada.
Como dice Ch. David, los fenómenos de la latencia deben: aparecer a su tiempo,
teniendo en cuenta las exigencias del entorno; no ser excesivamente débiles, ausentes o
lacunares, ya que, en un caso así, pueden acompañarse de cuadros mórbidos, generalmente
de mal pronóstico; y por último, no ser demasiado exagerados desde el punto de vista de las
manifestaciones de rechazo y de inhibición.
Los factores biológicos responden a factores constatables (la regla en las muchachas,
la erección y la eyaculación en los muchachos), así como a modificaciones de los caracteres
sexuales secundarios. Los mecanismos de la modificación puberal se explican por la puesta
en acción de la hipófisis anterior y, desde el punto de vista neurológico, la del hipotálamo
anterior. La hormona somatotropa hipofisaria actúa directamente aumentando la masa
corporal y sobre el crecimiento en longitud del esqueleto. Asimismo intervienen en ello
determinadas hormonas sexuales. Otras hormonas hipofisarias actúan indirectamente sobre
las gónadas, fundamentalmente las gonadoestimulantes, así como la tireoestimulina y la
corticostimulina, teniendo, a su vez la corticosuprarrenal un papel también esencial sobre la
secreción androgénica. Las gónadas entran en acción por medio de las hormonas
gonadotropas de entre las cuales dos de ellas son esenciales: la foliculostimulina (FSH) y la
luteostimulina (LH). Es evidente que estas modificaciones corporales generales y genitales,
sobre todo, desempeñan un papel no sólo por el hecho de su existencia física sino incluso
por la importancia psicológica de su presencia.
Las modificaciones de la estatura significan hacerse mayor y, por otro lado algunas
modificaciones ponderases, como por ejemplo una ligera obesidad, pueden ser,
contrariamente, vividas como una molestia. La aparición del vello pubiano, del vello axilar
3
o torácico, la evolución del pene en el muchacho o el desarrollo mamario en la muchacha
pueden ser vividos como un temor o como una afirmación. La aparición de la regla en la
muchacha no informada puede ser un descubrimiento molesto o incluso vergonzoso; algunas
muchachas pueden creerse portadoras de una enfermedad. Pero, como indica H. Deutsch, la
menstruación puede vivirse por la muchacha de forma progresiva en lo que concierne a su
aspecto biológico mientras que las reacciones emotivas pueden manifestarse de forma
regresiva. A veces, la menarquía, que confirma la feminidad, puede ser considerada una
vergüenza, una impureza, o bien puede evocar la posibilidad de procreación, asociándose así
la menstruación con el embarazo y con las relaciones sexuales. Si para la niña la
menstruación es el despertar espectacular de un nuevo período dentro de su evolución
biológica que además puede ir o no también acompañado de un despertar sexual; para al
niño la eyaculación se acompaña de una alegría de la cual no es aún dueño y que le hará
sentirse culpable ante las prohibiciones sociales. Estas manifestaciones de la naturaleza, por
naturales que sean, son sentidas de forma diferente según las culturas, tabúes y capacidad de
fantasear de padres e hijos.
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una enseñanza escolar estricta (Anna Freud), que sería la particularidad de la juventud
europea, mientras que la "uniformidad" (P. Blos), fenómeno de grupo que protege al
individuo, sería particular de la juventud americana. Sin embargo, nos podemos preguntar si
esta diferenciación sigue existiendo en la juventud actual en la que el adolescente "no está
muy inclinado a dejarse llevar por una predestinación wertheriana" (H. Deutsch).
Por otra parte, la historia nos muestra (W. F. Soskin y cols,) que antiguamente un niño
normal era a menudo cabeza de familia a los 16 años, gallardo soldado del ejército real a los
14 o 15, aprendiz responsable de su profesión a los 13 o 14, mientras que en la actualidad,
en determinadas clases sociales, el período de dependencia está mucho más alargado.
Recientemente se ha subrayado (Anna Freud) que la edad de responsabilidad legal en
Inglaterra ha crecido gradualmente desde los 8 a los 17 años, y en los Estados Unidos desde
los 7 a los 16, luego a los 18 y, en algunos estados, incluso hasta los 21. Esta indulgencia
nos parece justa pero quizá no tiene el carácter que se le quiere dar. Como dicen W. F.
Soskin y cols., tendernos cada vez más a tratar a nuestros adolescentes y a nuestros
muchachos como niños, mientras deploramos que no se comporten como adultos. Por si
fuera poco, hay diferencias entre los sexos. 0. Lewis observa, después de estudiar un
pueblecito mejicano (y de hecho esto puede extenderse en general a las sociedades de origen
greco-latino), que las niñas están obligadas a llevar una vida más sedentaria que
anteriormente y a padecer nuevas contrariedades a nivel personal mientras que los niños, al
contrario, ven como se les concede una mayor libertad y una situación mejor. Por otra parte,
se conoce la importancia concedida al hombre en las familias patriarcales de África, de
Oriente y del Oriente Medio, en las cuales el deber de virginidad antes del matrimonio es
liberal para el hombre y obligado para la mujer. Después de lo que acabamos de decir, es
imposible definir la adolescencia sin tener en cuenta el estado y el rol de los jóvenes en la
sociedad.
PROPUESTA DE APRENDIZAJE Nº 1
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Para resolver a partir de la observación del documental y/o lectura comprensiva del texto:
(Fragmento de cap.2)
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Si pensamos la adolescencia desde el momento actual nos encontramos, en
cambio, con que los adolescentes ocupan un gran espacio. Los medios de comunicación los
consideran un público importante, las empresas saben que son un mercado de peso y
generan toda clase de productos para ellos; algunos de los problemas más serios de la
sociedad actual: la violencia, las drogas y el sida los encuentran entre sus víctimas
principales y la escuela secundaria los ve pasar sin tener en claro qué hacer con ellos.
Este tipo adolescente no era muy diferente al joven descripto por Aristóteles en
su Retórica, descripción rescatada como vigente aún en los años ‘70 por Peter Blos. Decía
Aristóteles:
"Los jóvenes tienen fuertes pasiones, y suelen satisfacerlas de manera indiscriminada. De los
deseos corporales, el sexual es el que más los arrebata y en el que evidencian la falta de
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autocontrol. Son mudables y viables en sus deseos, que mientras duran son violentos, pero
pasan rápidamente /.../ en su mal genio con frecuencia exponen lo mejor que poseen, pues su
alto aprecio por el honor hace que no soporten ser menospreciados y que se indignen si
imaginan que se los trata injustamente. Pero si bien aman el honor, aman aún más la
victoria; pues los jóvenes anhelan ser superiores a los demás, y la victoria es una de las
formas de esta superioridad. Su vida no transcurre en el recuerdo sino en la expectativa, ya
que la expectativa apunta al futuro, el recuerdo al pasado y los jóvenes tienen un largo futuro
delante de ellos y un breve pasado detrás./.../ Tienen exaltadas ideas, porque la vida aún no
los ha humillado ni les ha enseñado sus necesarias limitaciones; además su predisposición a
la esperanza les hace sentirse equiparados con las cosas magnas, y esto implica tener ideas
exaltadas. Preferirían siempre participar en acciones nobles que en acciones útiles, ya que su
vida está gobernada más por el sentido moral que por el razonamiento, y mientras que el
razonamiento nos lleva a escoger lo útil, la bondad moral nos lleva a escoger lo noble.
Quieren más que los hombres mayores a sus amigos, allegados y compañeros, porque les
gusta pasar sus días en compañía de otros. Todos sus errores apuntan en la misma dirección:
cometen excesos y actúan con vehemencia. Aman demasiado y odian demasiado, y así con
todo. Creen que lo saben todo, y se sienten muy seguros de ello; éste es, en verdad el motivo
de que todo lo hagan con exceso. Si dañan a otros es porque quieren rebajarlos, no
provocarles un daño real... Adoran la diversión y por consiguiente el gracioso ingenio, que
es la insolencia bien educada."
Para estos adolescentes era muy difícil tolerar la disciplina que se le imponía en
su formación. El período de formación de los adolescentes de sectores medios estaba
signado por grandes exigencias revelándose como una etapa en la cual había gran número de
suicidios, los cuales podían adjudicarse a dificultades y frustraciones en ese ámbito. Sin
embargo, otros sectores sociales también imponían severas exigencias a sus jóvenes:
"Si el suicidio juvenil no afecta solamente a los alumnos de la escuela media, sino también a
aprendices, etc., esa circunstancia por sí sola no aboga en favor de aquella; acaso se la deba
interpretar diciendo que la escuela media es, para sus educandos, el sustituto de los traumas
que los demás adolescentes encuentran en otras condiciones de vida."1
1
Freud, S. "Contribuciones para un debate sobre el suicidio". En O. C., T. XI, Bs. As., Amorrortu,
1976, p. 231
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Estas palabras fueron formuladas por Freud en un debate en el marco de la
Sociedad Psicoanalítica de Viena, en 1910, el cual tenía como tema central el suicidio, muy
frecuente entre estudiantes de escuela media y Freud le atribuía a ésta un fuerte efecto
traumático.
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"Al contrario del niño, lo que resulta sorprendente en el o adolescente es su interés por todos
los problemas inactuales, sin relación con las realidades vividas diariamente o que anticipan,
con una desarmante candidez, situaciones futuras del mundo, que a menudo son quiméricas.
Lo que resulta más sorprendente es su facilidad para elaborar teorías abstractas. Hay algunos
que escriben y crean una filosofía, una política, una estética o lo que se quiera. Otros no
escriben, pero hablan. La mayoría de ellos incluso hablan muy poco de sus propias
producciones y se limitan a rumiarlas de forma íntima y secreta. Pero todos ellos tienen
teorías o sistemas que transforman el mundo de una u otra forma."3
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Mozart. El Sturmund Drang, la tormenta y la ira, había sido el movimiento cultural que
surge en los años 1760-80 influido por Rousseau, un movimiento que se oponía al
racionalismo de la Ilustración y proclamaba la libertad de los sentimientos.
Entre esa generación adulta y él había una distancia, una brecha dada por las
diferencias de épocas que a cada uno le había tocado vivir y de la educación recibida.
5
Erikson, E. Identidad, juventud y crisis.Bs. As.,Paidós, 1968, p. 45
6
Stone L. J. Church, J. Op Cit. p. 118 y 55
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consideraron esencial en el proceso de construcción de la personalidad madura,
independiente.
Peter Blos, decía en la década del ‘70: "La creación de un conflicto entre las
generaciones y su posterior resolución es la tarea normativa de la adolescencia. Su
importancia para la continuidad cultural es evidente. Sin este conflicto no habría
reestructuración psíquica adolescente."7
7
Blos, P. Op. Cit., p. 11 y 55.
8
Laplanche, J. Pontalis, J. B. Diccionario de psicoanálisis. Barcelona, Labor, 1971.
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ayer por la calle", cuando inesperadamente recibimos la noticia de la muerte de un amigo,
aunque sepamos que hay muchas maneras de morir en pocas horas.
2. La resignación, en la cual se admite la pérdida y sobreviene como afecto la pena.
3. El desapego, en la que se renuncia al objeto y se produce la adaptación a la vida sin él.
Esta última etapa permite el apego a nuevos objetos.
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Dentro de ese proceso de pensar el futuro, el adolescente se plantea el problema
ético, busca nuevos ideales y lucha por conseguirlos. Esta crisis total encuentra solución
transitoria refugiándose en la fantasía, en el mundo interno, incrementando la omnipotencia
narcisista que le lleva a pensar que no necesita del mundo externo.
Este tema nos lleva a la cuestión tan vapuleada de las ideologías por lo menos de
ese conjunto de ideas acerca del mundo que algunos autores han considerado tarea
constitutiva de la adolescencia. (…)
9
Aberastury, A. Knobel, M. La adolescencia normal. Bs. As., Paidós, 1985, p. 23 y 55
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a. El duelo por el cuerpo perdido
El adolescente de la modernidad se encontraba perdiendo el idealizado y
mimado cuerpo de la infancia, teniendo en perspectiva un período glorioso de juventud y
lejos aún de lograr un cuerpo con características claramente adultas. El bebé, el niño eran
modelos estéticos, se los pintaba, esculpía, grababa, para no perder ese momento de máximo
esplendor, esa cercanía con la belleza angelical. El adulto joven constituía el ideal estético
por excelencia y el adulto maduro por su parte alcanzaba un cuerpo con características
claramente definidas: las mujeres debían tener un cuerpo redondeado, un poco pesado,
matronal, que daba cuenta de su capacidad de procrear y su dedicación a la casa y crianza de
sus hijos. Iría luciendo con los años canas, arrugas y kilos, no como vergüenza sino por el
contrario como muestra de honorabilidad y fuente de respeto. Por su parte los hombres
también adquirían kilos, abdomen o ambos, lentes, arrugas, calvicie, bigotes o barbas canas
que les darían un aspecto digno de la admiración de las generaciones más jóvenes.
Si, clásicamente, la juventud fue un "divino tesoro" porque duraba poco, ahora
se intenta conservar ese tesoro el mayor tiempo posible. Mucha ciencia y mucha tecnología
apuntan sus cañones sobre este objetivo. Cirugía plástica, regímenes adelgazantes y
conservadores de la salud, técnicas gimnásticas, transplantes de cabello, lentes de contacto,
masajes e incluso técnicas que desde lo psíquico prometen mantenerse joven en cuerpo y
alma.
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Si tomamos como metáfora el cuerpo arquitectónico de la ciudad, y el reciclaje
posmoderno en vez de la piqueta, la mezcla de lo viejo con lo nuevo, a nivel de la persona
adolescente resulta que el cuerpo infantil no es totalmente reemplazado por un cuerpo
adulto, hay una mezcla y modificación parcial de ciertas características. Por la tanto no
habrá una idea neta de duelo, de sufrir intensamente la pérdida del cuerpo de la infancia.
¿Puede haber un duelo por el cuerpo perdido o "no hay drama"?
Pero este proceso también ha sufrido diferencias. Los padres de los adolescentes
actuales crecieron en los años, incorporaron un modo de relacionarse con sus hijos diferente
del que planteaban los modelos clásicos, desarrollaron para sí un estilo muy distinto del de
sus padres. ¿En qué residen esas diferencias? En lo referente a sí mismos estos padres
buscan como objetivo ser jóvenes el mayor tiempo posible, desdibujan al hacerlo el modelo
de adulto que consideraba la modernidad. Si ellos fueron educados como pequeños adultos,
vistiendo en talles pequeños ropas incómodas para remedar a los adultos, ahora se visten
como sus hijos adolescentes. Si recibieron pautas rígidas de conducta, comunes por entonces
a toda una generación, al educar a sus hijos renuncian a ellas, pero no generan otras nuevas
muy claras, o por la menos cada pareja de padres improvisa, en la medida en que la
necesidad la impone, alguna pauta, a veces tardíamente. Si fueron considerados por sus
padres incapaces de pensar y tomar decisiones, ellos han pasado a creer que la verdadera
sabiduría está en sus hijos sin necesidad de agregados, y que su tarea es dejar que la
creatividad y el saber surjan sin interferencias. Si sus padres fueron distantes, ellos borran la
distancia y se declaran compinches de sus hijos, intercambiando confidencias.
A medida que fue creciendo, el niño de estos padres no incorporó una imagen de
adulto claramente diferenciada, separada de sí por la brecha generacional y cuando llega a la
adolescencia se encuentra con alguien que tiene sus mismas dudas, no mantiene valores
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claros, comparte sus mismos conflictos. Ese adolescente no tiene que elaborar la pérdida de
la figura de los padres de la infancia como lo hacía el de otras épocas. Al llegar a la
adolescencia está más cerca que nunca de sus padres, incluso puede idealizarlos en este
período más que antes. Aquí difícilmente haya duelo y paradójicamente se fomenta más la
dependencia que la independencia en un mundo que busca mayores libertades.
Ante una imagen de sí mismo real poco satisfactoria, muy impotente, el niño
pequeño desarrolla una imagen ideal, un yo ideal en el cual refugiarse. Esta estructura se
organiza sobre la imagen omnipotente de los padres y ante una realidad frustrante que
promueve esa imagen todopoderosa de sí mismo confeccionada a imagen y semejanza de
sus mayores, la cual le permite descansar, juntar fuerzas y probar de nuevo ante un error. En
los desarrollos normales ese yo ideal se va acotando a medida que la realidad le muestra sus
límites. "La observación del adulto normal muestra amortiguado el delirio de grandeza que
una vez tuvo, y borrados los caracteres psíquicos desde los cuales hemos discernido su
narcisismo infantil."11
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también sufre un duro golpe a su narcisismo, a su necesidad de obtenerlo todo para sí y lo
más rápido posible.
Los padres primero y los maestros después tienen la difícil tarea de provocar la
introyección de otra estructura, el ideal del yo. Este aspecto del superyo es un modelo ideal
producido por los mayores para él, es el modelo de niño que los demás esperan que sea. Si el
yo ideal es lo que él desea ser, el ideal del yo es lo que debe ser y a quien le cuesta muy a
menudo parecerse. Ese ideal del yo también manifiesta sus propios valores: esfuerzo,
reconocimiento y consideración hacia el otro, así como postergación de los logros.
Tradicionalmente este trípode ha sido la base de la educación preescolar.
Por otra parte, se sostenía que la identidad infantil perdida daba paso a la definitiva en
un largo proceso de rebeldía, enfrentamiento y recomposición durante la adolescencia. El
concepto de pastiche posmoderno parece modificar esta idea. La identidad se establecería no
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por un mecanismo revolucionario que volteara las viejas estructuras sino por el plagio que
conforme el pastiche sin mayor violencia, sin cambios radicales. La nueva identidad se
estructura ría sin que apareciera la idea neta de un duelo, en tanto no habría una pérdida
conflictiva que lo provocara.
PROPUESTA DE APRENDIZAJE Nº 2
1-¿Existe la adolescencia?
6- Busca avisos publicitarios donde encuentres lo descripto por Obiols en el capítulo trabajado.
MI VIDA ES MI VIDA
Marcelo Urresti
Lic. en Sociología y Filosofía, UBA. Es docente en la Carrera de Sociología e investigador del Instituto Gino
Germani, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ha publicado dos libros como compilador junto a Mario
Margulis(La segregación negada. Cultura y discriminación social, Biblos, Buenos Aires, 1999 elegido por la Fundación el
Libro como Mejor Libro de Sociología del año 1999- Y La cultura en la Argentina de fin de siglo, Eudeba, Buenos Aires,
1998), y varios artículos específicos sobre la temática juvenil y adolescente en libros y en revistas especializadas nacionales
y extranjeras. Recibió en distintas oportunidades el Premio a la Productividad Académica y como miembro del proyecto
Cultura y discriminación social el Premio Expocyt en el año 1995.
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actúan en este proceso es especialmente importante su pertenencia a grupos de pares, que son
redes que acompañan la adolescencia, apuntalando relaciones, apoyando procesos de
identificación. En estos procesos, tanto los consumos culturales como los usos del espacio serán
también fundamentales.
Mientras transcurre la crisis -más o menos violenta según los casos familiares, las clases
sociales y las tradiciones geográficas y culturales en las que se inscriban-, los adolescentes
construyen espacios propios". En ellos, procurando una mayor independencia respecto de la
mirada de sus mayores, rearticulan los mecanismos de identificación a través de los que construyen
las diversas facetas de su identidad.
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En este sentido, entre los múltiples factores que actúan en esta fase hay dos
especialmente importantes por el efecto que producen: el primero de ellos, el más importante, es
el grupo de pares (2); el otro es el sistema de escenarios y ámbitos institucionales que hacen de
marco al encuentro y la cotidianeidad de dichos grupos. Estos factores intervienen de manera
decisiva en la rearticulación de los referentes básicos de la experiencia y del mundo de la vida, y se
suman a la familia y la escuela, completando el proceso de socialización en el que se modulan las
identidades que se continuarán con posterioridad en las etapas juvenil y adulta.
Es decir que esa inicial apertura a la vida adulta, ya trabajada por estas mediaciones
múltiples que venimos mencionando, entra en un estadio de apelación superior: la brecha crítica
que abre la adolescencia es susceptible a estos discursos que mediante temas y referencias
ejemplares presentes en esas formas de la comunicación y el consumo apelan a los adolescentes en
tanto que consumidores. En esas figuras diversamente apropiadas los adolescentes restañan
imaginariamente pérdidas y duelos, recibiendo los materiales para una identificación interpretante
y activa con la que, en distintos grados, rehacen un lugar de certidumbre relativa en medio de la
dislocación momentánea por la que transitan. Esta condición de incertidumbre estaría
extendiéndose en su duración y siendo adoptada por distintos grupos de edad antes decididamente
lejanos a ella. En efecto, la transitoria desorientación identitaria que suponía el enfoque clásico
sobre la adolescencia, estaría generalizándose por distintos grupos de edad, producto derivado de
la falsa impasse que la cultura finisecular estaría consagrando: la generalizada pérdida de las
certezas que abruma a las sociedades del presente. Así, la adolescencia se alargaría incluyendo a los
jóvenes y progresivamente también a los adultos, cuyos modelos de acción, si se los compara con
los del pasado reciente, se parecerían, más a los de los adolescentes que a los de los adultos de
tiempos pasados. Esta condición histórica problematizaría aún más la situación de los adolescentes
actuales, tensionados entre su propia crisis y el novedoso lugar vacante que dejan los adultos.
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Como decíamos arriba, la adolescencia implica una suerte de "segundo nacimiento"
con los dolores y las sorpresas que ello depara: esto se refiere especialmente a un tipo de
experiencia casi adánica, original y de apertura, cercana a la vivencia de la aventura, característica
vital definitivamente perdida en la vida de los adultos. Esto en parte ilustra que la modelización de
la adolescencia no resulta más que una ilusión compartida: por más desorientado que se encuentre
un adulto en relación con su futuro, por más rejuvenecido que se encuentre en sus opciones vitales,
y por más rutinas y cuidados físicos que haya generado una imagen conservada, un adulto no es un
adolescente. En definitiva, transitar la adolescencia es atravesar una crisis personal y vivir
adánicamente una experiencia histórica de lo social, hechos que definen una pertenencia
generacional concreta y un material imaginario específico con el que elaborar las identificaciones
que desembocarán en la personalidad futura.
Asimismo, y siguiendo la línea anterior, existe una representación dominante sobre los
adolescentes -lo que no implica bajo ningún concepto que incluya a todos los adolescentes de todas
las clases-, que se convierte en una suerte de "modelo" que aglutina principios estéticos activos que
tienen una fuerza gravitatoria de gran importancia. Ese modelo estético basado en la imagen
adolescente -de las clases medias y altas- responde a necesidades diversas y hace de este particular
momento de la vida algo que, en términos sociales, es mucho más amplio que una crisis y una
reestructuración identitaria. El "modelo adolescente" se expande y goza de un amplio
reconocimiento social, hecho que se demuestra en parte por la negativa: la vejez es vista como
desventajosa, el origen de enfermedades y decadencias, un disvalor que anuncia el ocaso de la vida.
Como contracara, la adolescencia es el grado cero de la vida adulta, está y no está en ella, recién
estrenada, con todo el tiempo por delante y aparece como un modelo con el que identificarse.
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objeto de amor. La imagen adolescente, que responde al estereotipo de clase que los medios
recogen y refuerzan, circula porque vende: es un paraíso artificial de vitalidad y felicidad, un mito
que difunde libido, que atrae a la identificación y que impulsa al consumo.
Como dijimos anteriormente, son los grupos de pares lo que constituye la novedad en
la vida de las personas que atraviesan la adolescencia. Estos grupos, a su vez, definen espacios y
tiempos en los que van construyendo un mundo compartido, que será fundamental para el
resguardo de las identificaciones adolescentes, distantes de la familia y de la escuela, los dos
ámbitos característicos del desarrollo previo. Los grupos de pares están conformados por lo general
con una presencia marcada de miembros de la misma edad y género. Esto no imposibilita grupos
mixtos o grupos en los que sea aceptado algún miembro que es notablemente mayor o menor,
pero habla de su baja probabilidad. Estos grupos son la primera ampliación de la red de relaciones
en la que entran los adolescentes, son los grupos de amigos y amigas más cercanos, que se reúnen
a pasar el tiempo, a escuchar música, a compartir largas charlas, a hacer deportes, a planear
salidas, a recorrer espacios. Esos grupos de adolescentes son ámbitos de contención afectiva y
representan espacios de autonomía en los que se experimentan las primeras búsquedas de
independencia. En ellos se realizan actividades comunes y se definen los perfiles dentro de las
funciones actitudinales que los diversos grupos despliegan. Se trata de campos de atracción
libidinal, que brindan una pertenencia efectiva y que vehiculizan las referencias primeras de los
procesos que deconstruyen las identidades infantiles heredadas. En esos grupos por lo general se
manifiestan las primeras conversaciones que tienen por tema el sexo, el descubrimiento de los
otros en el nivel social, el lugar propio y el ajeno en ese espacio, o para decirlo con las palabras de
Goffman, en ellos se descubre por lo general la música que se adoptará como propia, una forma de
vestirse y también una forma de hablar. Es decir que se trata de verdaderos laboratorios de
actividad simbólica en los que se practica concientemente la diferenciación social.
Los grupos de pares funcionan como entidades intermedias entre el espacio social
general en el que se definen las clases sociales que incluyen a las familias y el espacio íntimo de los
sujetos que estas grandes estructuras configuran [5]. Se trata de ámbitos de autonomía relativa
definida por la influencia de las grandes estructuras sociales, aunque metabolizada en la manera
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singular en la que cada grupo específico la articula, en virtud de las diferencias producidas por los
escenarios inmediatos en los que transcurre la vida de esos grupos. Para mostrarlo con un ejemplo:
no es lo mismo que dos grupos pertenezcan a la misma clase social, supongamos la clase media
urbana de Buenos Aires, que sean hijos de padres profesionales empleados en empresas similares y
qué desarrollen actividades relativamente cercanas, como concurrir a los mismos colegios
-pongamos por caso, públicos- y a los mismos clubes -sociales y deportivos de tamaño medio-; si
esos grupos de pares desarrollan actividades que los distinguen, por ejemplo, en su relación con el
valor que le dan a la educación o al deporte -en toda escuela y club hay rendimientos
diferenciales-, o con la apreciación y práctica de actividades valoradas como ir a fiestas en casas o
en las matinés de las discotecas, ir a recitales de músicos de rock o de intérpretes de música latina,
gustar de un tipo específico de música o de otro, leer libros o mirar televisión, juntarse en
videodromos, compartir la pasión por los juegos de computadoras, mirar los mismos dibujos
animados y comprar comics japoneses, todo esto en sus distintas posibilidades, las cadenas de sí y
de no en relación con las mismas los pueden alejar radicalmente a pesar de que a primera vista
esos jóvenes puedan ser incluidos genéricamente en los mismos grupos por compartir los mismos
espacios definidos por las grandes estructuras sociales, lo cual constituye una errónea
simplificación.
Este ejemplo a su vez podría replicarse en otros sectores sociales o con mujeres en
lugar de varones, dando los mismos resultados de diferenciación frente a los que estamos tratando
de sensibilizar la mirada. En sectores populares, valorar la esquina y el encuentro en ella, o hacerlo
en cambio con el acercamiento a la sociedad de fomento del barrio o a la parroquia o el pastor, no
es lo mismo que preferir la "vagancia" -que es una apelación genérica al grupo de "vaguitos" o de
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"guachitos" con los que "se para"-, en la que se asume como forma de reproducción el delito
menor y el tráfico de baja escala, y todos estos factores no dan el mismo resultado si se combinan o
no con la escuela, ni tampoco es igual si se valora o no lo que se puede aprender en la escuela, ni
es igual si se prefiere o no participar en la murguita del barrio o apostar a entrar en las inferiores de
algún club. No son iguales las redes, no se combinan los factores de la misma manera y el proceso
de socialización no se orienta hacia los mismos objetivos. En suma, los grupos de pares son
fundamentales para comprender estas enormes diferencias en el desarrollo de los adolescentes en
relación con sus familias -y sus clases- de origen, pues en ellos se rearticulan los elementos
heredados dentro de las opciones que facilita u obstaculiza el orden social, más o menos
complicadas según los recursos disponibles.
Entendidos entonces de este modo, los grupos de pares funcionan como programas
culturales [6] en los que se articula en una escala menor a la de la clase y la familia, una medida
específica de la experiencia social e histórica de los adolescentes. Un programa cultural es un cierto
orden imperante dentro de los planes de interacción posibles, una suerte de organización
interiorizada de manera similar en cada uno de los miembros de un grupo, según la cual se dan cita
los más diferentes tipos de prácticas siguiendo patrones simbólicos afines, desde las formas del
comer y del beber, pasando por los modos de concebir la higiene, definir la vestimenta, seguir el
orden de los pasos en que debe producirse el cortejo, hasta las preferencias frente a expresiones
musicales o artísticas en general o los modos de codificar el terreno de una ciudad o un paisaje en
un territorio común y reconocido como propio. Todas estas preferencias se articulan en la forma de
sistemas y obedecen a afinidades electivas estables y compartidas por el grupo al que se
pertenece, en el nivel de las elecciones concretas, de los criterios de selección y combinación o de
los códigos de valoración y apreciación. En este sentido, puede hablarse de modos particulares de
ejecución de prácticas comunicativas, sean éstas verbales o no verbales, aunque siempre
codificadas, es decir, enmarcadas bajo una impronta que les otorga identidad de valía y
reconocimiento común.
25
reduce en su tamaño y todo esto en coincidencia con las nuevas aperturas de relaciones que va
exigiendo la vida adulta, en los ámbitos del estudio, el trabajo, el hogar o la participación social.
Entre los consumos privilegiados están la ropa y las salidas y la adquisición de algunos
bienes a los que llamaremos por comodidad culturales, por provenir directamente de una rama de
la industria a la que se define inespecíficamente como "entretenimiento": música, juegos, vídeos,
revistas. Como todos los bienes destinados al consumo, tienen una dimensión material y una
dimensión simbólica. Ambas dimensiones suponen valores de uso orientados hacia distintas
"economías": bienes de consumo masivo como la ropa o la comida tienen una clara dimensión
material, cubren aspectos vinculados con la satisfacción de necesidades como el abrigo o el
alimento, en este sentido su valor está en el grado de satisfacción que puedan brindar. Al mismo
tiempo, esos bienes tienen un valor simbólico: satisfacen las necesidades de la fantasía [7]. No es
lo mismo un pantalón de una marca que un pantalón de otra, que responda a un diseño o a otro,
que sea de un color o de otro y así sucesivamente, hasta convertirse en un complejo conjunto de
atributos que exceden por completo el mero vestirse. Vestirse o comer son actividades que
comunican y connotan una posición en un espectro de posibilidades y el hecho de optar por unas
formas desechar otras, comunica intenciones y clasifica usuarios. Los adolescentes son sensibles a
este juego de miradas y se autoevalúan muy críticamente a través de lo que eligen, portan y
gustan. Se valoran a través de sus valoraciones. Por eso son consumidores exigentes, por eso
presionan a sus padres, por eso son susceptibles en extremo a las diversas modas que conviven en
un determinado momento, porque la ansiedad de identificación los convierte en consumidores
obesos de símbolos.
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En el terreno de los bienes que hemos llamado culturales opera una lógica similar.
Esos bienes son "distintivos por naturaleza" pues su "materialidad" consiste en la satisfacción de
una necesidad "espiritual" en la que el sujeto se encuentra doblemente interpelado: un gusto
musical, una preferencia cultural no se pueden justificar por la mera materialidad del bien, lo que
hace que su transparencia sea mayor y el grado de identificación más inmediato. Es lo que pasa con
la música, con los cantantes, con los programas de TV preferidos, con las revistas y las películas que
se leen y se ven, con los programas de radio que se escuchan. En este sentido, la preferencia se
justifica "por sí misma", y vehiculiza siempre una oposición más o menos radical hacia los
consumos y las preferencias de los otros. En estos objetos del amor se da el disfrute sin barreras ni
desviaciones, de una manera inmediata y directa.
Como decíamos más arriba, los adolescentes suelen encontrarse en apertura hacia la
experiencia social extendida y este tipo de bienes ofrecen anclajes para sus ansias de
identificación: así adoptan modismos y estilemas similares a los de aquellos que valoran,
configurando con ello los espejos en los que se reconocen. Los consumos culturales entonces
definen una superficie de identificación muy caliente en la que los grupos de pares adoptan
verdaderos ídola-tribus con los que, siguiendo mecanismos casi totémicos, construyen su
identidad. El rock en sus distintas variantes y formatos, la cumbia y el cuarteto, la música pop, la
electrónica, la bailable o la melódica latina, serán los reservorios de discursos y estilemas de
distintos soportes lingüísticos -verbales, kinésicos, indumentarios, ideológicos- sobre los cuales
seleccionarán y combinarán elementos generando verdaderos patchworks de identidad.
El otro gran factor que define el accionar de los grupos de adolescentes es el de los
usos del espacio. Los adolescentes tal vez sean los más inquietos viajantes y exploradores de los
lugares en los que viven. Si se los compara con las generaciones adultas, los adolescentes suelen
ser los que más se desvían de las rutas establecidas, los que menos se atan a rutinas y los que más
tiempo se dan para salir a explorar la ciudad, buscar en sus recovecos, mirar negocios y entrar en
galerías, locales y recintos situados en barrios alejados. La gran mayoría de las personas por lo
general sale a descubrir su ciudad, los bordes de la misma, los pasajes alejados y los paseos
escondidos cuando transita su adolescencia. Luego de ello establece sus circuitos y sus
pertenencias para ir reduciendo el territorio a medida que la adultez se va acercando y se
establecen casi de modo definitivo e invariable las rutinas cotidianas. Por lo general, la vida de los
adultos está circunscripta a rutas poco conmovibles. Los adolescentes descubren las ciudades a
medida que se van descubriendo a sí mismos: se buscan y se desencuentran en la ciudad, escapan
de los ámbitos habituales de sus familias y, en esas intentonas, son fielmente seguidos por sus
pares y amigos. Las calles comerciales del centro de la ciudad -en otras épocas-, con sus cines y
ofertas de diversión, las plazas y los paseos que sólo se conquistan a fuerza de transporte público
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o de bicicleta, los shopping-centers -que reemplazan a aquellas antiguas calles del centro- en los
que se va a caminar, mirar vidrieras y comer alguna porción de fast food en los patios de comida,
todo eso conforma para los adolescentes de las clases medias una cartografía de la deriva y del
deseo en la que se sienten -aunque la voluntad de los padres se oponga- casi irresistiblemente
atraídos. Están también los locales de fast food propiamente dichos, que fuera de los shoppings
también ejercen su embrujo. Sin lugar a dudas, el lugar por excelencia al que los adolescentes se
dirigen podría definirse genéricamente como "la calle": se trata de un espacio exterior a la escuela
y al hogar, en competencia con el club en las clases medias y altas, pero sin alternativa en los
sectores populares, que aparece revestido como espacio de liberación y de goce. Define un
territorio sin medidas ni reglas que obliguen a aprender, a producir o a obedecer, apareciendo
como un sitio liberado en el que eventualmente se da la aventura [8]. "La calle" incluye espacios
de distensión y de consumo, no siempre abiertos y disponibles efectivamente para todos, aunque
sí formando una mitología duradera y eficaz en la que los adolescentes se sienten convocados.
Más allá de los temores que se ciernen sobre las clases medias sobre la violencia de
las calles, o la presencia un poco más concreta de las fuerzas de seguridad para los sectores
populares, por la negativa, el espacio callejero sigue siendo un ámbito de disputa entre
generaciones, que coloca en su favor a los menores y en su contra a los mayores. En este sentido
la prohibición y el recelo es mucho mayor sobre las mujeres que sobre los varones, así como
también mayor entre los sectores medios y altos que entre los sectores populares.
En la calle están también los videodromos, los populares "fichines", las esquinas en las
que suelen reunirse sentados en el piso los "chaboncitos" y los "fieritas" a compartir una cerveza,
los kiosquitos con metegoles, los pequeños barcitos que ofrecen bebidas a bajo precio, las
canchitas improvisadas en baldíos o en playones municipales, las estaciones de trenes y sus
alrededores, lugares sobre los que actúa una estricta territorialización en la que se dan cita y se
reconocen entre sí distintos grupos de pares.
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PROPUESTA DE APRENDIZAJE Nº 3
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TRABAJO PRACTICO Nº1 EVALUATIVO INDIVIDUAL
Própositos:
Temas:
Actividades:
1- Buscar y elegir un sujeto que esté atravesando la etapa adolescente (informante clave).
3- Realizar la entrevista registrando los datos logrados así como recolectando otros
complementarios (documentos tales como: fotos, carpeta de apuntes, escritos del informante,
canciones preferidas, etc.).
Portada:
Introducción: ¿en qué consistió el trabajo? ¿qué características tiene el informante elegido? ¿por
qué se eligió?
Desarrollo: Redactarán aquellos datos recaudados en la entrevista y todos los documentos que
reunieron (fotos, canciones, carpeta de apuntes, etc.), confrontándolos con la teoría, es decir
con los conceptos claves de los autores hasta ahora trabajados.
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Conclusión: Se describe si se cumplieron los própositos del trabajo práctico así como se destaca la
información novedosa encontrada. Recuerden relacionar con su formación docente para enseñar en
las escuelas secundariass.
Cada hoja con encabezado: nombre del espacio curricular, año y nombre del alumno.
Cada hoja con pie de página: nº de página .
Papel A4, Letra Arial 11, color automático, párrafo: general justificada, con sangría, interlineado
1,5. Si se realiza en formato digital (texto con hipervínculos) traer en dispositivo para poder guardar o
exponer.
PROPUESTA DE APRENDIZAJE Nº 4
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