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19. Hace años era opinión general entre los higienistas que los
obreros que trabajaban en las fábricas donde era imprescindible
la continua manipulación de ácidos inorgánicos (sulfúrico,
nítrico, clorhídrico, fosfórico, salicílico, etc.), y de algunos
orgánicos como el acético, iban a enfermar de las vías
respiratorias. Pero las detenidas observaciones del doctor Kapff,
muy versado en la química relacionada con la patología médica,
demostraron que los obreros empleados en las fábricas que
manipulaban ácidos no sólo no sufrían quebranto en su salud, sino
que estaban como inmunizados contra la tuberculosis, la
bronquitis, la pulmonía, bronconeumonía, asma, y trastornos
digestivos.
Hay que saber, sin embargo, que la regularidad del ritmo es mucho
más importante que la duración del período.
RESINOIDES VEGETALES
Las hojas del cafeto son muy aromáticas, sobre todo cuando se las
tuesta ligeramente, y tratadas por el alcohol dan resinoides muy
empleados en perfumería. En la composición química se han
encontrado: ácido sulfhídrico, sulfuro de diametilo, furfurol,
diacetilo, ácido acético, guayacol, piridina, ácido fórmico,
dietilcetona y eugenol.
131. Nuez moscada. Son las semillas desecadas del árbol Myristica
fragans, que tratadas por el benceno dan un 31 a 37 por 100 de
resinoide muy abundante en grasas, que se eliminan por el
alcohol.
3. Plantas alcalinas
4. Plantas refrigerantes
7. Plantas oleaginosas
8. Plantas cordiales
9. Plantas estimulantes
Ajo, angélica, rábano silvestre, celidonia mayor, galanfa,
genciana, benjuí, perejil, valeriana, vencelósigo, bardana,
anacardo.
4. Plantas emenagogas
5. Plantas diuréticas
1. Plantas equilibrantes
2. Plantas oftálmicas
Celidonia, eufrasia, verbena, hierbabuena, sarcocola y trébol.
Alivian la inflamación de los ojos mediante lavados. El te es
una panacea colocando una bolsita húmeda sobre los parpados.
4. Plantas febrífugas.
6. Plantas carminativas
7. Plantas antiescorbúticas
1. Plantas purificadoras
4. Plantas emolientes
7. Plantas refrigerantes
14. Atenuantes. Las que fluidifican los humores del cuerpo cuando
se espesan demasiado. Felandrino y polígala.
EL ARTE ESPAGÍRICA
LOS DISOLVENTES
LOS ÁLCALIS VOLÁTILES
185. Más bien que ciencia, era el arte de extraer de una materia
lo que se consideraba su esencia, su espíritu; y así cuando la
materia era una planta que la experiencia había etiquetado de
medicinal, la Espagiria consistía en extraer de ella, en arrancar
de su materia, los espíritus o sustancias que contenía, y formar
con la unión de estas sustancias un medicamento específico.
OPERACIONES ESPAGÍRICAS
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1. Extracción de la quintaesencia de las plantas según Paracelso.
Se destroza con el hacha la planta escogida y se coloca en matraz
sometido a baño de vapor durante cuarenta días, a fin de provocar
la fermentación.
La recolección de la planta se hace de acuerdo a un delicado
estudio Astrológico. Conservamos el lenguaje y dejamos que el
ocultamiento a que se está acostumbrado en esta vía permanezca.
Al cabo de este tiempo se exprime el zumo y se destila en baño
María. El líquido destilado se vierte sobre las heces que
quedaron en el matraz y se deja en reposo durante ocho días para
terminar la fermentación.
Se vuelve a destilar tantas veces como mude el color de lo
destilado, y la quintaesencia subirá por el alambique, mientras
que la materia quedará en el fondo con parte de su agua esencial.
Se vierte sobre la materia la quintaesencia y se deja
fermentar durante cuatro días. Se vuelve a destilar y se vierte
el líquido resultante sobre las heces residuales. Se pone a
digerir en el pelícano durante seis días, y resultará un líquido
espeso que se destilará en baño María.
Se separará de la materia acuosa, y la quintaesencia quedará
en el fondo que se pondrá en digestión para que sedimente las
impurezas. Análogamente se rectifica en una última destilación y
se obtendrá la quintaesencia virtual de la planta.
Nota. El pelícano a que alude la descripción era una vasija
o recipiente especial, llamado de Hermes, de que se servían los
alquimistas.
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2. Extracción de la quintaesencia según el procedimiento de
Lefébvre. Se machaca la planta destrozada en un mortero de mármol
hasta reducirla a pasta y se coloca ésta en un matraz
herméticamente cerrado después, a fin de que digiera durante
cuarenta días. Al cabo de este tiempo, se abre el matraz y se
cuela su contenido para separar la parte líquida, que se someterá
al baño María durante 24 horas y después se colará por embudo a
través de una manga de algodón.
En el líquido colado se disuelve la sal fija que se habrá
extraído según arte del residuo sólido, y esta disolución se echa
en un matraz que se cierra herméticamente y se expone a la acción
del Sol durante seis semanas, y en caso de que no sea posible la
continua exposición al Sol, se recurrirá al fuego de cal y paja,
o si tampoco esto es posible, al baño María.
Al cabo de las seis semanas flotará en la superficie la
primera esencia de la planta, de color verde transparente o claro
rojizo, según la índole de la planta. Se separa esta primera
esencia y se destila hasta siete veces, según queda explicado,
para obtener la quintaesencia.
Nota. El fuego de cal y paja consiste en excavar en el suelo
una fosa longitudinal y extender en el fondo una capa de polvo de
cal viva, de cuatro dedos de espesor, sobre la cual se Extenderá
otra capa de paja fina o de heno desmenuzado, de medio metro de
espesor. Se asienta el matraz sobre la capa de paja o heno y se
riega toda la masa con agua caliente, a fin de producir la
efervescencia de la cal viva o sea para apagar la cal.
La boca o parte superior del matraz ha de quedar al aire
libre, y la capa de cal se mudará una vez apagada del todo, esto
es, cuando ya no efervezca. En cuanto al heno o la paja hayan
absorbido el agua se volverá a echar agua caliente.
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3. Extracción de la quintaesencia según Ramón Llull. Se
coloca la planta desecha en trozos, en un matraz que contenga la
verdadera quintaesencia del vino, y cerrado herméticamente el
matraz, se expondrá al Sol o al baño de vapor durante tres días.
Se destila el líquido resultante a fuego lento, y el líquido
destilado se vierte sobre las heces para que digiera durante dos
días, al cabo de los cuales se vuelve a destilar por dos veces
más.
Vuelto a verter sobre las heces el líquido destilado para
que digiera durante un día y después se destila tres veces más y
por fin la última destilación o rectificación.
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4. Quintaesencia de la celidonia. Hay dos especies de
celidonia: la mayor y la menor. La quintaesencia de una y de otra
tiene numerosas virtudes terapéuticas, aunque su extracción
requiere largo tiempo y un arte muy sutil.
Se ha de cosechar la planta entera, cuando ya esté madura y
comienza a mudar en blanquecino su natural color verde. Se corta
la planta en menudos trozos, se echa en una cucúrbita de vidrio
bien embetunado y después de taparla herméticamente se expone al
baño vaporoso durante tres semanas, al cabo de las cuales se
destila el líquido resultante de la digestión, en baño maría con
fuego muy lento.
Se extraen las heces y se trituran finamente en el mortero
de mármol, y se vuelve a echar en la cucúrbita con su agua, y
adaptando el alambique ciego. Se pone en fermentación durante
siete días y después se somete al fuego de cenizas en alambique
de pico y se destila.
Saldrá entonces un agua clara de color de aceite, y para
separar la flema se ha de destilar a fuego lento en baño maría, a
fin de que resulte separado el aceite. El residuo de esta
destilación se tritura en el mortero de mármol y mezclada con una
cantidad de flema cuatro veces mayor que su masa se expondrá al
baño maría por siete días.
Después se destila a fuego vivo de arena mientras salga el
líquido de color rojo, dejando un residuo negro en el fondo de la
cucúrbita.
Dicha agua roja se destilará en baño maría en otra cucúrbita
con alambique de pico, y una vez haya salido la flema quedará el
aceite rojo en el fondo. Se ha de secar ahora la tierra y
calcinarla a fuego vivo durante diez días, y luego triturarla, y
mezclarla con una cantidad de su flema cuatro veces mayor que su
masa, para destilar por alambique hasta que salgan unas a manera
de piedrecitas blancas que se disolverán en agua destilada y
después se destilará de nuevo hasta que la tierra quede blanca
como la cera.
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5. Extracción de la quintaesencia de las plantas según el
procedimiento de Felipe Ustade. Se desmenuza la planta y se
tritura en mortero de mármol con una décima parte de su peso en
sal común completamente pura y se echa la mezcla en un matraz o
se pone en circulación para fermentar durante cuarenta días,
sometida al baño vaporoso.
Al cabo de este tiempo se destila el líquido en baño María
con alambique de pico, a fuego lento, que se va aumentando poco a
poco hasta el tercer grado. Se guarda aparte el líquido
destilado, y se extrae las heces para pulverizarlas en el mortero
de mármol, y el polvo resultante se vuelve a poner en el
alambique ciego con el líquido destilado para volver a destilar
en baño María, disminuyendo el fuego hasta el grado medio. Se
repiten por tres veces las operaciones de mezclar, digerir y
destilar, disminuyendo cada vez la intensidad del fuego, hasta el
primer grado, y que la segunda digestión sea de 21 días, la
tercera de 14 y la cuarta de 8.
Después de esta última digestión, se ha de poner todo en
circulación en el baño de vapor de primer grado, o al Sol en
verano durante 40 días, y al cabo de este tiempo destilar. con
alambique de pico en baño María.
A este punto se calcinan la tercera parte de las heces,
lixivian las cenizas para extraer la sal, que se disuelven en el
líquido destilado y se pone todo en circulación durante siete
días. Después se destilará por tres veces, y al rectificarlo
tendremos la quintaesencia de la planta o de las partes de la
planta así tratadas.
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6. La quintaesencia de las flores del árnica montana. Planta
no muy conocida de los antiguos espagíricos, promete ser uno de
los medicamentos más eficaces de la osmoterapia, porque según
viene demostrando la experiencia homeopática, posee tal virtud
terapéutica, que no la supera ninguna otra planta medicinal.
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7. Quintaesencia de las frutas. Entendemos por frutas en
esta ocasión, los frutos que sirven de alimento y a la par de
medicamento dietoterápicamente considerados. Para extraer la
quintaesencia, se cortan en trozos menudos, después de mondos, se
extrae el corazón o el hueso y se machacan con la décima parte de
su peso de sal común muy limpia.
Se pone la mezcla en una cucúrbita con alambique ciego bien
embadurnado y se expone al baño vaporoso o al fuego de paja y cal
para digerir durante cuarenta días, al cabo de los cuales el zumo
flotará sobre las heces y se procederá a las destilaciones según
se opera con las plantas; pero con la notable diferencia de que
no se ha de extraer sal, o mejor dicho, materias minerales, sino
tan sólo se han de triturar las heces para establecer la
circulación.
La quintaesencia de los frutos comestibles es sumamente eficaz en
las enfermedades infecciosas y en las afecciones herpéticas, y
merece especial mención la quintaesencia de la variedad de
manzana llamada reineta.
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8. Quintaesencia de la miel. Se pone miel de superior
calidad en un caldero de hierro estañado, con la misma cantidad
de agua de fuente, Se cuece a fuego lento, y cuando la masa forma
espuma se quita la espuma y esta operación se repite por nueve
veces hasta que asuma la consistencia de miel.
Se pone en circulación esta miel en primer grado del baño
María durante 40 días, y después de este tiempo se pone en una
cucúrbita de vidrio alta y larga para destilar con alambique de
pico.
Si el líquido no aparece, se ha de envolver la cucúrbita en
lienzos mojados, y saldrá un líquido claro que conviene guardar
porque es muy eficaz contra la calvicie y para evitar la caída
del cabello o renovarlo si cae.
Después saldrá un líquido amarillo de oro, muy a propósito para
teñir el pelo y suavizar las llagas. Saldrá por último un líquido
rojizo, que se mezclará con los dos anteriores para circular la
mezcla durante siete días, y destilarla luego por tres veces, y
en la cuarta destilación apartar el primer líquido y redestilar
por cuatro veces el líquido restante.
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9. Quintaesencia de las plantas aromáticas. En una caldera
de hierro estañado se vierten 15 litros de buen vino blanco y
destilarlo en baño María hasta que se reduzca a 4 litros. Con
otro vino blanco se repite la misma operación, de modo que entre
las dos operaciones se reúnan los 15 litros de alcohol etílico,
el cual se destila a fuego lento hasta reducirlo a la mitad.
Se vierte este alcohol en la cucúrbita y se le destila
prolongadamente de modo que se elimine toda la flema. Después se
redestila por cuatro veces en baño María y después de la
destilación se añaden tres granos de madera de áloe y otros tres
de carnanun y diez granos de cinamomo, nuez moscada, jengibre
blanco y pimienta (diez granos de cada).
Todos estos ingredientes se han de pulverizar, y colados en una
vasija que después se ha de tapar herméticamente, se exponen al
baño María durante ocho días y después se destilan a fuego lento
por alambique de pico.
El líquido destilado se echa en una cucúrbita de cuello
largo y se añaden cinco granos de clavo de especia y otros cinco
de ámbar gris, todo muy bien pulverizado. Hecho esto, se tapa la
cucúrbita y se somete al baño María durante 15 días a fuego suave
y continuo.
Al cabo de este tiempo se separa el líquido de las heces y
se vuelve a destilar por tres veces a fuego lento, y al final de
la tercera destilación, se aviva el fuego, y se deja luego
enfriar el líquido resultante, que será una quintaesencia de
segunda calidad.
Para obtenerla de primera, se han de extraer las heces
resultantes de la tercera destilación y desecaras a fuego vivo en
vasija de tierra, y una vez secas se pondrán en circulación muy
bien mezcladas con el líquido destilado durante siete días; y
después vuelta a destilar cuatro veces, desecando cada vez las
heces, y por fin se destila tan sólo el líquido en tres últimas
destilaciones a fuego lento.
Afirmaban los espagíricos que no había enfermedad húmeda o
fría esto es, sin fiebre, capaz de resistir a la acción
terapéutica de esta quintaesencia.
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10. Tintura de coral. Aunque el coral no pertenece a la
botánica, damos esta noticia porque la tintura de coral está
admitida entre los medicamentos homeopáticos y por tanto ha de
tener también eficacia en osmoterapia. Se utiliza al efecto un
coral duro, compacto, de rojo intenso; se le reduce a polvo
impalpable, se le echa en un matraz y se vierte encima el primer
disolvente (cuya preparación expondremos al final) en cantidad de
60 gramos.
Se remueve la masa y se vuelven a verter otros 60 gramos del
primer disolvente. Se tapa el matraz y se pone a digerir durante
tres semanas en fuego de paja y cal viva, a cuyo término se abre
el matraz, se decanta el líquido en otra vasija que se tapa
herméticamente y se guarda. Se vuelve a echar disolvente sobre el
coral que aún quedó en el matraz, y proseguir la alternativa de
digestión y extracción hasta que el disolvente no salga teñido.
A este punto, se mezclan todos los líquidos teñidos que se
han ido guardando, se filtra la mezcla y luego se echa en una
cucúrbita que se someterá a fuego de ascua moderado. Saldrá toda
la flema y en el fondo de la cucúrbita quedará un polvo rojo que
contiene toda la virtud terapéutica del coral, pero que no es
todavía la tintura.
Dicho polvo se echa en un pelícano y se vierte encima el
segundo disolvente (cuya fórmula daremos al final) de modo que
llegue a un nivel de seis dedos. Se tapa herméticamente el
pelícano y se somete al baño María en digestión durante cuarenta
días, y el disolvente se teñirá de modo que sea la tintura de
coral, que se filtrará y en seguida se echará en una cucúrbita en
la que se guarde como uno de los más eficaces medicamentos de la
terapéutica espagírica.
El primer disolvente se prepara como sigue: Se mezclan dos
kilogramos de tártaro puro y pulverizado con 500 gramos de
vitriolo de Marte. Se echa esta mezcla en un matraz de suficiente
cabida y se vierte encima litro y medio de agua vitriólica
impregnada de su esencia sulfurada volátil. Se adapta al matraz
una vasija de enlace; embetunar las junturas y ponerlo en
digestión a baño vaporoso durante siete días.
Se vierte el producto de la digestión en una cucúrbita que
se habrá de embadurnar con arcilla hasta medio cuerpo, porque se
la ha de someter a fuego de reverbero después de bien tapada
herméticamente, adaptando un recipiente con las junturas
embetunadas.
El fuego se ha de ir graduando, que será suave mientras las
gotas vayan siguiendo unas a otras; pero en cuanto cese el goteo
se avivará el fuego mientras vayan pasando todos los vapores y
cuando hayan pasado se apaga el fuego y se deja enfriar la
instalación. Se filtra el resultado de la destilación para
separar el aceite de tártaro y se rectifica el líquido en fuego
de ceniza hasta sequedad.
El segundo disolvente, llamado también "agua temporada" se
prepara mezclando partes iguales de espíritu de vino y espíritu
de sal.
Se destila esta mezcla en alambique de pico en fuego de
cenizas hasta que se combinen ambas materias.
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11. Síntesis teórico-práctica de la extracción de la
quintaesencia de las plantas. Daremos ahora otra explicación lo
más clara posible acerca del procedimiento que se puede emplear
en la mayoría de los casos de extracción de quintaesencias. Es un
principio fundamental, que toda materia está dotada de energía,
por lo que cabe considerar la materia como un cuerpo cuya alma es
la energía.
Ya dijimos en otro lugar, que Santo Tomás de Aquino reconoce
en los vegetales un alma vegetativa y en los animales un alma
sensitiva y en el hombre un alma racional. Parafraseando estos
conceptos podemos decir que todo ser está constituido por la
íntima unión de una sustancia vital-activa y una materia neutro-
pasiva, esto es, el alma y el cuerpo, lo puro y lo impuro, el
espíritu y la materia o la esencia y la materia.
La vida y la virtud están contenidas en la sustancia vital o
esencia que anima a la materia corporal que retiene y fija la
sustancia. Por lo tanto, para extraer en puridad el principio
activo de una planta o de una materia vegetal es necesario
separar la sustancia esencial de su cuerpo material impuro y
grosero, que aprisiona al alma de la planta y la retiene hasta el
punto de neutralizar su acción.
El alma no es capaz de actualizar toda la potencia de su
virtud más que cuando está separada de su cuerpo, y para que esta
separación se efectúe normalmente se ha de reducir el compuesto
(la planta o materia vegetal) a sus elementos componentes.
A esta retrogresión la llamaron los antiguos desintegración
de la materia o involución, a lo que debió de preceder la
evolución que dio por resultado toda la integración, pues si bien
se mira, toda generación tiene por antecedente una fermentación o
putrefacción.
En los vegetales, la generación proviene de una humedad
cálida primaveral, que en el seno de la tierra corrompe la
semilla y la desintegra para que sean capaces de germinar. La
retrogresión de la planta o de la materia vegetal a sus elementos
componentes no es otra cosa que la destrucción de su forma para
el retorno al caos primitivo, entendiendo por caos el estado
precedente a la concentración. A este caos se le denomina agua
primordial y contiene en potencia o estado embrionario los
elementos de la vida y de la forma.
Por lo tanto, es necesario ante todo corromper el compuesto
mediante la humedad que provoque la fermentación y desintegre los
componentes hasta reducir el compuesto a su principio elemental.
Las operaciones al efecto son las siguientes: Se toma una
cantidad prudencial de la planta recién cosechada, se desmenuza y
se echa en un matraz con algo de agua pluvial cuidadosamente
filtrada, de modo que el contenido no exceda de la mitad de
cabida del matraz.
Se tapa herméticamente este matraz y se expone durante 40
días a la acción uniforme, lenta y continua del vapor de agua o
cualquier otro calor húmedo. Al cabo de dicho tiempo, la
desmenuzada planta se habrá convertido en una masa o pasta
informe empapada en líquido caótico. El residuo o heces que
quedan en el fondo del matraz se sacan para exprimirlas de modo
que suelten el líquido que aún contengan, el cual se añade al ya
existente, derivado de la digestión o maceración de la planta
durante la cuarentena.
El líquido resultante de la mezcla se filtra para
clarificarlo. Se coloca el líquido filtrado en otro matraz, junto
con otra porción de la misma planta, que se habrá tenido
dispuesta, y después de cerrado herméticamente se expone a la
acción uniforme, lenta y continua del vapor de agua o de otro
calor húmedo, durante treinta días, a fin de provocar la
fermentación. Se decanta y se filtra el líquido resultante al
cabo de los treinta días y se vierte en una vasija que se tapará
herméticamente para ponerla a digestión en baño María durante
ocho días.
Al cabo de este tiempo se destilará el líquido a fuego lento
y uniforme a fin de que destile lentamente y sin agitación; y
cuando la destilación se enlentezca se avivará el fuego
gradualmente con mucha delicadeza y sutilidad.
Cuando haya salido toda la flema o líquido insípido, se
pondrá aparte para destilar el líquido espirituoso o remanente, y
una vez destilado este líquido espirituoso, se avivará el fuego
para que salga el aceite esencial, que también se pondrá aparte.
Hecho todo esto, se sacarán las heces del fondo de la vasija
y se calcinarán hasta reducirlas a cenizas, las cuales se
disolverán en la flema y en el líquido que sin ella se separó al
principio de la destilación.
La disolución se filtra y se calienta en una vasija ancha y
llana, de modo que por evaporación queden cristalizadas las
materias minerales. Estos cristales se lavan y se funden en agua
pluvial clarificada por filtración y se evapora la solución para
obtener la sal pura y diáfana. De esta suerte se logran los tres
principios constituyentes de la planta convenientemente
separados: el espíritu o mercurio, la esencia o azufre y las
materias minerales o sal.
Ahora nos daremos cuenta de que cuando los espagíricos
hablan de mercurio, azufre y sal, no se refieren en modo alguno
al metal mercurio ni al metaloide azufre ni a una sal
determinada, sino que son los nombres simbólicos y arbitrarios
que en su esotérico lenguaje dieron respectivamente al espíritu o
líquido espirituoso, a la esencia o aceite esencial y a las
materias minerales de la planta.
El líquido espirituoso se ha de destilar sucesivamente hasta
que asuma el mayor grado posible de pureza y sutilidad.
La sal se ha de disolver en el aceite esencial y la solución
se pone a digerir en pelícano a fuego suave durante quince días,
a fin de que el aceite quede impregnado de la parte volátil de la
sal, y queden íntimamente unidos, y entonces se mezcla con el
líquido espirituoso y se rectifica por tres veces el líquido
resultante, que será la quintaesencia constituida por la unión de
los tres principios elementales de la planta: el mercurio o
espíritu; el azufre o aceite y la sal o volátil. Toda
quintaesencia ha de estar constituida por los tres principios
elementales de la planta y no solamente por el espíritu. como
equivocadamente han creído algunos experimentadores.
Además, para que la quintaesencia tenga eficacia terapéutica
es indispensable haber cosechado la planta en correspondencia con
su relación astral.
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LOS DISOLVENTES
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1. El agua pluvial era uno de los más sencillos y comunes
disolventes; pero dominados los espagíricos por sus
preocupaciones filosóficas dieron algunas reglas que consideraron
indispensables para su mayor eficacia disolvente. No servía para
el caso toda agua de lluvia. Era necesario guardar en cisterna,
aljibe o alberca destinada al efecto, el agua de tempestad
sobrevenida por los alrededores del equinoccio de primavera o en
pleno estío.
Para mayor comodidad, en vez de aprovechar el agua de
cisterna o aljibe, colocaban a cielo abierto un tonel con algo de
salitre en el fondo, en cuanto amenazaba tempestad, para recoger
el agua pluvial.
Cuando el tonel estaba ya medio lleno, lo apartaban de la
lluvia, y al cesar la tormenta dejaban el tonel con el agua
recogida, expuesto durante 15 días al aire libre, y después la
filtraban y la embotellaban herméticamente. Esta agua pluvial era
el disolvente preferido en el tratamiento operatorio de
determinadas especies de plantas, así como también la preferían
al agua de fuente para lavar las plantas y las materias minerales
resultantes de la incineración de las heces.
Pero por extraño que nos parezca a los modernos, también
extraían los antiguos del agua de lluvia, de tal manera recogida,
un espíritu volátil que era maravilloso disolvente. Al efecto,
después de filtrada la destilaban en una vasija de vidrio con
serpentín que pasaba a través del tonel.
Por de pronto, sólo se destilaban las dos terceras partes
del agua y después se volvía a destilar hasta reducir el agua a
la décima parte de su primitivo volumen, con lo que se obtenía el
espíritu. Si se quiere obtener la quintaesencia de este espíritu,
se ha de mezclar con una parte igual de agua de lluvia
fermentada, y destilar el espíritu que se volverá a poner con su
agua, y por fin destilar el espíritu por tres veces para
reducirlo y rectificarlo.
De todo esto se saca en clara, por lo que a la práctica de
la osmoterapia se refiere, que en las operaciones necesarias para
obtener las quintaesencias de las plantas será muy eficaz
disolvente el agua pluvial recogida en día lluvioso, y
embotellada herméticamente después de la filtración.
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2. Disolvente de vinagre. Se mezclan tres litros de vinagre
de yema previamente destilados con medio kilo de crémor tártaro y
se echan en un matraz puesto a digerir durante 15 días en baño de
vapor. Después se procede a la destilación en retorta con fuego
de arena que se avivará al fin de la operación, señalado por el
agotamiento. Se calcina el residuo, y añadiendo a las sales
resultantes 250 gramos de crémor tártaro puro, se pone todo en
una retorta para destilar repetidamente (a la destilación
repetida sucesivas veces se la llama cohobar) tantas veces
cuantas el líquido resultante entrañara sal fija, lo cual sigue
ocurriendo hasta la décima destilación en que cesa de arrastrar
sal el líquido espirituoso.
Se mezcla entonces este líquido sin sal con el obtenido en
la primitiva destilación y se destila lentamente por tres veces,
avivando el fuego en la tercera destilación.
El líquido es capaz de disolver los metales mayormente
empleados en las operaciones espagíricas.
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3. Disolvente de Starkey. Mezclar partes iguales de crémor
tártaro y de colcotar de vitriolo romano (lo que hoy se llama
sulfato de hierro) completamente despojado de su sal. Se hierve
la mezcla hasta la total evaporación de la humedad, y la masa
residual se funde en el crisol. Se volatiliza este sulfato por
mutilación y regeneración, y después se le destila y rectifica,
de lo que resultará un líquido balsámico de color verde pálido.
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4. Disolvente filosófico. Daban los alquimistas el
calificativo de filosófico a toda operación o producto de sus
operaciones, efectuadas con arreglo a su arte, y de aquí que
llamaran piedra filosofal a la sustancia en que esperaban tener
la clave de la transmutación de los metales.
Este disolvente filosófico se empleaba especialmente en la
extracción de la quintaesencia de las plantas. Se han de reunir
muchas clases de semillas, entre ellas las de anís, comino,
hinojo, aneto, alcaravea, nuez moscada, menta piperita, badiana,
melisa, celidonia y árnica montana.
En cuanto a la cantidad de dichas semillas, no hay tipo
fijo, sino que se computará según la posibilidad de su
adquisición, de modo que se equilibre en lo posible el número de
cada semilla.
Se machacan en un mortero de mármol y se echan después en un
matraz con un poco de salitre (nitrato potásico). Sobre la masa
se vierte alcohol etílico en cantidad suficiente para que cubra
niveladamente la masa, y se pone a digerir bajo la acción del
baño de vapor durante cuarenta días, a cuyo término se destilará
una sola vez y se retirará el líquido resultante de la
destilación.
Sobre el residuo se vierte ahora espíritu volátil de agua de
lluvia, en la misma cantidad que antes había de alcohol etílico.
La mezcla se digiere durante cuatro días en baño de vapor.
Después se destila por tres veces, y el líquido resultante de la
tercera destilación se mezcla con el que se había retirado de la
destilación primitiva y se pondrá a digerir en pelícano durante
tres días, al cabo de los cuales se destila y rectifica por
última vez.
Este disolvente es capaz de extraer la quintaesencia de
cualquier planta.
Conviene advertir que cuando se trata de materia vegetal
dura, como madera, corteza, semillas recias, etc., bastará
emplear por disolvente el agua de lluvia sencillamente filtrada,
según dijimos al describir la producción de este disolvente, o
también podrá servir el agua de fuente, con tal que se le
disuelva un poco de salitre.
El agua de lluvia con mezcla de crémor tártaro suaviza los
purgantes mucilaginosos como el sen y el ruibarbo.
Por lo que pueda servir, añadiremos que según los espagíricos, si
en el mes de marzo se recoge el rocío de la mañana y se destila,
se obtiene un líquido tan eficaz que llega a disolver el oro.
Esto nos parece algo imaginario, porque precisamente el
disolvente específico del oro era y es todavía el agua regia,
mezcla de ácido nítrico y sulfúrico.
También parece ser un eficaz disolvente el álcali volátil
(amoníaco) digerido con espíritu de vino (alcohol etílico).
244
5. El disolvente universal. Actualmente el disolvente
universal es el agua; pero esta calificación no es exacta, porque
hay muchos cuerpos insolubles en el agua, aunque la gran mayoría
sean solubles en este misterioso líquido, que obra como sangre
del planeta con las corrientes por arterias.
En el siglo XXI, los sucesores de los alquimistas se
dedicaron con empeño a la obtención de disolventes adecuados a
sus operaciones.
El médico belga Juan Bautista Van Helmont, nacido en
Bruselas en 1577 y muerto en 1644, abarca una época en que la
fisiología humana adelantó notablemente, y entre sus adelantos
merece mención el descubrimiento del jugo gástrico, realizado por
Van Helmont, quien como todos los médicos de su tiempo se afilió
a la escuela de Paracelso, por lo que se le cuenta entre los
discípulos de este famoso maestro, aunque no se conocían
personalmente, pues Helmont nació cuando ya hacía 36 años de la
muerte de Paracelso.
Sin embargo (la influencia de Van Helmont en los campos de
la medicina y de la química fue tan viva como fuera la de
Paracelso, y en lo que atañe a la química sólo nos interesa saber
que pretendía haber encontrado el disolvente universal, al que
denominó Alkaest, pero no quiso revelar la composición de este
disolvente, sino tan sólo declaró que era capaz de desintegrar en
sus principios elementales las materias vegetales, sin que por
ello perdieran las semillas su virtud vegetativa.
No se adscribió Van Helmont personalmente el mérito de
semejante hallazgo, sino que manifestó haberlo descubierto en los
trabajos de Paracelso; pero de las obras de este filósofo químico
sólo se infiere que trata de las ocultas propiedades de un
líquido, sin darle el nombre de Alkest.
En resumen, resultó que Van Helmont, aunque se mantenía mudo
en cuanto a la composición del disolvente universal, expuso
algunas reglas concernientes a las operaciones relativas a la
extracción de las quintaesencias de las plantas, y entre ellas se
destaca la de valerse de los álcalis volatilizados y preferir a
todas las sales el crémor tártaro, que volatilizado entraña
propiedades tan valiosas como las que se atribuyen
misteriosamente a otras sustancias.
Por lo referente a las propiedades terapéuticas de dicha
sal, dijo Van Helmont que sobresalían las resolutivas y
detersivas, esto es, que en su cuarta digestión o sutilización
resuelve y disuelve cuantas aglomeraciones morbosas encuentra en
las vías digestivas.
Añade Van Helmont que el crémor tártaro sutilizado resuelve
las más obstinadas obstrucciones y disipa en consecuencia la
causa ocasional de las enfermedades, pues limpia el organismo de
todas sus impurezas.
Termina Van Helmont diciendo que el espíritu de los álcalis
volátiles tiene tan admirable cualidad resolutiva, que en el
organismo humano cura las dolencias más tenaces y remite todas
las fiebres.
Desde luego que mucha exageración ha de haber en estas
declaraciones, pero algo de verdad también en ellas, porque
tenemos a su favor el testimonio de algunos médicos que
emprendieron experimentalmente la eficacia terapéutica del
espíritu de los álcalis volátiles.
No será inútil que la osmoterapia indague por experiencia lo
que pueda haber de cierto en las propiedades terapéuticas del
crémor tártaro a dosis infinitesimales.
245
LOS ÁLCALIS VOLÁTILES
246
2. Procedimientos de Starkey. Dice este aventajado discípulo
de Van Helmont, que dos son los procedimientos más eficaces para
la volatilización de los álcalis: el de alcoholización y el de
elixiración.
La alcoholización consiste en digerir conjuntamente un
espíritu volátil y un álcali fijo, de suerte que de la
combinación de ambos resulte un producto del uno y del otro.
También se puede operar en el sentido de que así como en
tiempo de Starkey se conocían tres especies de espíritus: el
ácido, el alcalino y el vinoso (alcohol etílico) es posible
obtener tres especies de álcalis alcoholizados, a los que los
espagíricos dieron las rimbombantes denominaciones de arcanum
ponticitatis, arcanum microscomi y arcanum samech.
246
La elixiración se efectúa mediante la digestión conjunta de
un aceite destilado con un álcali, a fin de que resulte una sal
volátil de la naturaleza del aceite empleado. En vez del aceite
se puede recurrir a una tintura esencial
La operación menos engorrosa es la referente al arcanum
ponticitatis. Consiste en verter un ácido sobre un álcali hasta
saturación, de modo que provoque efervescencia, y destruyendo la
ardorosa corrosión del álcali lo haga volátil. Sin embargo, este
resultado se obtiene al cabo de reiteradas cohobaciones
(actuaciones) del ácido sobre el álcali, y proceder a la
destilación hasta agotamiento.
Después se vierte más ácido sobre las heces o residuos de la
destilación, hasta que queden bien empapados, y se destila
entonces a fuego vivo, hasta que salga todo el álcali con el
espíritu ácido.
247
Se pueden emplear como ácidos los que a la sazón se llamaban
espíritu de vitriolo, espíritu de sal y espíritu de nitro; pero
no se les escapó a los espagíricos la observación de que la
acidez de los espíritus de nitro y de vitriolo es muy diferente
de la acidez del jugo gástrico, que es un principio fermentativo
(según la opinión de la época) por lo que advirtieron la
necesidad de buscar un medio de que la acidez gástrica
transmutara en su propia índole las otras acideces, porque la
acidez gástrica es capaz de neutralizar o de extinguir la índole
corrosiva de un álcali si es de naturaleza minera¡ y no está en
exceso en el medicamento administrado (el caso de las naranjas,
limones y frutas ácidas que tanto asustan a los que desconocen el
proceso de su metabolismo).
Por lo tanto, se ha de obtener una sal neutra muy pura, sin
acrimonia, que por prolongada digestión con la esencia de una
planta o de una materia mixta vegetal se transmute en sutil y
suave y que por su volatilidad exalte la eficacia del medicamento
con el cual penetra en el organismo hasta en su máximo grado de
sutilidad.
Sin embargo, el mejor procedimiento es el de los aceites
esenciales y de los líquidos espirituosos vegetales, de índole
más noble que los ácidos minerales.
248
Los álcalis y los aceites esenciales, cuando están bien
obtenidos, parece como si se atrajeran por amorosa afinidad, y
cuando la mezcla se halla en estado de pasta jabonosa, exhala un
olor amoniacal característico.
Se ha de proseguir la digestión en alcohol hasta que la
mezcla se disuelva sin que forme espuma grasienta, y queden
álcali y esencia, íntima e inseparablemente unidos. Se rectifica
la solución a calor moderado y aparecerá primero un líquido
espirituoso ardiente con el olor y sabor del aceite, y cuando
haya salido la flema insípida quedará en el fondo de la retorta
un elixir balsámico tinto.
Cuando el líquido espirituoso ardiente esté del todo
desprovisto de flema, se mezclará con el elixir y se pondrá a
digerir hasta que se unan íntimamente.
Mas si se quiere obtener un elixir perfecto, se ha de
desecar y cristalizar dicha anulixación, sin añadir otra cosa ni
someterla a la acción del calor. Entonces se la nutre con el
aceite hasta que haya absorbido tres veces su volumen.
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3. Para volatilizar la sal de tártaro. Se disuelve crémor
tártaro muy blanco en vinagre destilado. Se filtra la disolución
y se evapora hasta película. Después se mezcla con dos veces su
volumen de arena blanca y fina. Se calienta la mezcla en
reverbero durante doce horas en una vasija de hierro no
barnizada. Se disuelve en vinagre esta mezcla reverberada. Se
filtra, se evapora, se vuelve a reverberar y disolver, en tanto
que la sal esté blanca como la nieve.
Se vuelve a disolver la sal en vinagre destilado; se evapora
en baño María y se vuelve a disolver hasta que el vinagre tenga
sabor acre y picante. Se deseca suavemente la sal y se le añade
su mismo peso de alcohol etílico y se pone a digerir la mezcla.
Después se destila a fuego lento y se vuelve a añadir alcohol
etílico para digerir nuevamente y se prosiguen estas operaciones
mientras el alcoholato salga tan fuerte como cuando se añadió. Se
evapora suavemente y se sublima la sal a fuego graduado y se
guarda en vasija hermética.
250
4. Otro procedimiento para volatilizar la sal de tártaro. Se
coloca en un matraz de vidrio una solución saturada de sal de
tártaro con su propio espíritu, y se destila la solución hasta el
agotamiento. Se saca el resto de sal que haya quedado en el
matraz, para calcinarla en el crisol a fuego de fusión.
Esta sal al matraz y verter sobre ella el líquido resultante de
la primitiva destilación. Se vuelve a destilar hasta siete veces,
de modo que la sal fija haya absorbido todo el espíritu de
tártaro. Se vierte entonces espíritu de vino y se destila hasta
que la sal fija haya absorbido todo el espíritu de Vino.
251
5. Tercer procedimiento para volatilizar la sal de tártaro.
Se mezclan partes iguales (50º gramos de cada) de sal de tártaro
y de salitre y se echa la mezcla en una marmita de hierro muy
limpia y se la hace detonar con una ascua de carbón, sin cesar de
remover la masa con una varilla de hierro hasta que asuma color
blanco.
Para obtener el álcali de tártaro puro se le ha de calcinar en el
horno hasta que forme una masa blanca, y entonces se pone en un
crisol en horno de viento el tártaro calcinado con el salitre,
según antes se dijo, hasta que se funda, y una vez fundido se
vierte en un mortero de bronce previamente calentado, y formará
una masa alcalina que fundirá a la temperatura ordinaria. Se
disuelve esta sal calcinada en agua hirviente, sin cesar de
agitar, y se deja en reposo para que se clarifique sedimentando
las impurezas en el fondo de la vasija. Se decanta suavemente el
liquido clarificado y se evapora hasta sequedad.
Para tener la sal completamente pura es necesario tomar la
disolución de una de las sales antes de la evaporación, y
mezclada con igual cantidad de cal viva, dejando fermentar la
mezcla durante quince días en una vasija de gres tapada. Se
decanta suavemente el líquido clarificado y se evapora hasta
sequedad en vasija muy limpia.
Se obtendrá una sal volátil blanca y pura. Se ha de poner esta
sal a digestión lenta con el aceite obtenido por expresión de la
planta escogida.
252
6. Elixir Samech según Starkey. Según declara el autor de este
elixir, se obtiene por la unión de un álcali volatilizado por un
aceite esencial, con otro álcali volatilizado por el alcohol
etílico. Conviene advertir que Samech es el nombre del elixir y
no una sustancia o materia o ingrediente.
253
7. Otro disolvente universal. Aunque desconocemos cuál
era la composición química del famoso y problemático Alkaest de
Van Helmont, de cuya autenticidad muchos dudan, daremos por si
algún curioso espagírico moderno quiere probarla, una fórmula
para obtener un disolvente universal.
Se toman partes iguales de nitrato potásico y de cloruro sódico,
correctamente purificados, y exponerlas sin mezclarlas a la
acción del aire en noche serena, a fin de que se resuelvan por
delicuescencia. Al día siguiente, o cuando ya se hayan resuelto,
se desecan al calor del Sol y se vuelven a exponer a la serena,
repitiendo las operaciones hasta que ya no sean capaces de
delicuescencia.
Entonces se echan ambas sales en un matraz de cuello largo con la
cuarta parte de su volumen en limaduras de estaño y se vierten
sobre la masa seis partes de álcali volátil o espíritu amoniacal.
254
8. Utilización del Alkaest, Para separar los principios
elementales de un vegetal, o sea para desintegrarlo, lo primero
que se ha de hacer es lavarlo con agua pluvial filtrada. Después
se le desmenuza y se echa desmenuzado en un matraz largo y
estrecho.
Es necesario que los trozos de la planta estén muy bien enjutos
exteriormente, porque el agua o humedad que quede en la
superficie no pertenecerá al agua propia de la vegetación y hay
que eliminarla.
Se vierte suavemente el Alkaest o disolvente universal por el
cuello del matraz, de modo que el líquido quede a un nivel algo
superior a toda la masa de trozos desmenuzados de la planta. Se
tapa herméticamente el matraz y se expone al Sol o en su defecto
a la acción del fuego de cal viva y heno o paja.
Se deja actuar al Alkaest hasta que, examinado al cabo de algún
tiempo el interior del matraz, se observen varios líquidos
superpuestos. En el fondo estará el Alkaest, de color amarillo
intenso brillante. Sobre este líquido estará en forma de masa
oscura la porción orgánica y terrosa de la planta; sobre esta
masa un líquido verdoso y diáfano; y encima de todo, el aceite
esencial de la planta. La separación de estos líquidos requiere
una mano muy hábil y segura.
Para separar los elementos de un metal, es necesario fundirlo
antes con salitre, bismuto y ácido bórico. Una vez fundido se le
tamiza sobre agua fría para granularlo. Después se lava con agua
hirviendo, se enjuga hasta sequedad y se le coloca en un matraz
de vidrio de paredes gruesas. Se vierte encima el disolvente
universal, se tapa herméticamente el matraz y se pone a digerir a
fuego de ceniza (rescoldo) hasta que los principios elementales
del metal aparezcan superpuestos en capas líquidas, con las heces
en el fondo.
RINOTERAPIA Y OSMOTERAPIA
255
Se trata aquí de mejorar el organismo, acrecentando sus fuerzas
vitales, mediante la administración de ciertos medicamentos
vegetales en precisa naturaleza y cantidad, como defensa actual y
futura de nuestra vida orgánica y psíquica, ya desde nuestro
nacimiento.
Este capítulo fue ya explicado en otra obra pero lo incluimos
aquí ahora aplicado a la sordera o dureza de oído, como
tratamiento preventivo y, en especial, para los sordomudos de
nacimiento y otras anormalidades que deberían y podrían evitarse
actuando ya en las que van a ser madres. (Pronto veremos en
Homeopatía y en Acupuntura cómo se prepara un bebe que ríe de día
y duerme de noche. Y la alimentación del Bebe que debe ser desde
el día 2 de nacido con Chlorella y germinados). Se trata, pues,
de realizar un tratamiento preparatorio antes de concebir al hijo
y que consiste en un régimen de vida natural y desintoxicante del
organismo, que obrará en beneficio de los hijos, evitando el
nacimiento de tantos subnormales como vienen al mundo en los
tiempos actuales.
Naturalmente, las instrucciones que siguen son de aplicación en
distintas dolencias, especialmente las de tipo psicosomático,
pero tienen la misma eficacia como tratamiento casero
preparatorio, con fines preventivos, para antes de la concepción
del hijo y para engendrar hijos sanos y fuertes.
Este tratamiento casero de determinadas dolencias por medio de
los vegetales y otros tratamientos físicos como el quiromasaje,
la quiropuntura, la hidroterapia, etc., se extiende también a la
eficacia que sus jugos, aromas, tisanas, vaporizaciones, vahos,
inhalaciones, etcétera, tienen para el tratamiento de toda clase
de dolencias, no precisamente ni solamente las de orden físico,
sino las de tipo puramente psicosomático, que tanta importancia
tienen en todas las enfermedades que aquejan a la humanidad.
Pero lo que antes era una cosa sin importancia, tomar una
inhalación, un vaho, una tisana, hoy es toda una terapia
especializada a la que médicos tan ilustres como Edward Bach y F.
J. Wheeler han dedicado prolijos estudios y largos años de
práctica, estudios y prácticas que han sido una gran ayuda para
nosotros en la labor de transmutar estas teorías en algo
positivamente práctico y corroborado hoy por todo el mundo,
adaptándolas a nuevas posibilidades curativas al ponerlas en
contacto con el bulbo raquídeo, transmisor y rector de nuestro
sistema nervioso, y por tanto resulta más peligroso, sabiendo la
acción que determinadas plantas, perfumes y vapores pueden
ejercer en nuestra salud, administrarlas sin ton ni son Sin
órdenes previas del médico especializada en medicina natural y
rinocentroterapia, resulta peligroso. Por medio de las plantas
que enumeramos en la segunda parte de esta obra y en adecuadas
dosis más o menos infinitesimales, obrarán de modo reflejo sobre
todos nuestros órganos por medio de los centros bulbares
dispersos en los lugares más estratégicos de nuestro organismo y
regidos, como hemos dicho, por el bulbo raquídeo o médula
oblonga.
Para comprender «algo» de la importancia de esta terapia y su
innegable influencia orgánica, nos remitimos a lo que dice el
doctor Thiais respecto a los éxitos obtenidos por medio de la
rinoterapia en las vías respiratorios, en los trastornos
circulatorios, trastornos digestivos, trastornos genitourinarios,
trastornos nerviosos, trastornos digestivos, trastornos del oído,
etc.
La proximidad del bulbo, el sistema simpático cervical y sus
filetes pituitarios, que tapizan toda la mucosa nasal, y como
cada parte del bulbo raquídeo está directamente relacionada con
determinado punto de la mucosa nasal, puede, por medio de un
aparato de actuarse sobre el bulbo y, por tanto, sobre los demás
órganos del cuerpo y sus dolencias.