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ISBN: 84-344-8028-X
Impreso en España
PROCESOS Y REACCIONES
CAPÍTULO 1
INTRODUCCIÓN
Introducción
Atmósfera
CO" O2
Sin cambio
15 CO2
CaSO.
Yeso
FeS2 2Fe20a +
Azufre y masa de
Pirita 16H++8S0:¡
carbono del océano
constantes
FeA MgSiOa
FIG. 1.1. Principales reservas sedimentarias y transferencias entre las mismas con referencia a un
aumento de la biomasa de la biosfera de 15 moles. De Garrels y Lerman (1981).
INTRODUCCIÓN 13
durante el tiempo geológico. Garrels y Lerman (1981) demuestran que la relación mo-
lar entre carbono orgánico y yeso ha permanecido bastante constante durante el tiem-
po geológico, y que los grandes depósitos de yeso están asociados al Período Carboní-
fero, cuando se almacenaron grandes cantidades de carbono orgánico en forma de car-
bón (fig. 1.2).
El modelo desarrollado por Garrels y Lerman (1981) también nos recuerda que el
tamaño de la biosfera aumenta y disminuye como resultado del balance entre la fotosín-
tesis y la respiración. A lo largo de la historia de la vida sobre la Tierra, la masa de la
biosfera aumentó durante períodos con tasas altas de fotosíntesis, que causaron un alma-
cenamiento neto de carbono orgánico y, como subproducto, la emisión de oxígeno libre:
(1.2)
600
FIG. 1.2. Garrels y Lerman (1981) utilizaron la relación isotópica del carbono orgánico del registro
sedimentario para calcular la tasa de acumulación de carbono orgánico durante el tiempo geológico.
De modo independiente, utilizaron su modelo (jig. 1.1) para calcular la acumulación sedimentaria de
CaS04 (yeso) durante el mismo intervalo. Sus resultados indican que la deposición de carbono orgá-
nico y CaS04 han variado de forma paralela durante los últimos 500 millones de años.
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1958 1962 1966 1970 1974 1978 1982 1986 1990 1994
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Ciclos en biogeoquímica
FIG. 1.4. Interacción entre los ciclos de carbonatos y silicatos en la superficie de la Tierra. A largo plazo, el control del CO2 atmosférico se consigue por di-
solución de CO2 en las aguas superficiales y por medio de su consumo en reacciones de meteorización de rocas. Este carbono es transportado hasta el océano
enforma de bicarbonato (HCOj), donde acaba por ser enterrado en sedimentos calcáreos de la corteza oceánica. El metamorfismo de estas rocas a las altas pre-
siones y temperaturas del interior de la Tierra desprende Cal> que retorna a la atmósfera. Modificado de Kasting et al. (1988).
INTRODUCCIÓN 17
E
a. 250
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FIG. 1.5. Variaciones en el contenido de eo, de burbujas de gas recolectadas en el testigo de hie-
lo de Vostok, y variaciones en la temperatura media del aire en el Polo Sur calculada a partir de re-
laciones isotópicas en el hielo. durante los últimos 220.000 años. Modificado de Jouzel et al. (1993).
En el contexto de este ciclo se puede apreciar que el reciente aumento del CO2
atmosférico hasta el valor actual de 360 ppm ha ocurrido con una tasa extremadamen-
te rápida y que está llevando al planeta a un rango de concentraciones nunca experi-
mentadas durante la evolución de las sociedades y sistemas económicos humanos mo-
dernos. Si el pasado es un buen predictor del futuro, entonces el aumento de CO2 at-
mosférico conducirá a un calentamiento global, pero cualquier cambio observado en el
clima global debe evaluarse asimismo en el contexto de ciclos climáticos de largo pla-
zo con causas múltiples (Hansen et al., 1981; Schneider, 1994; Stouffer et al., 1994).
Puesto que la atmósfera está bien mezclada, los cambios en su composición son la
mejor prueba disponible de la capacidad del hombre para alterar el medio global. La
preocupación sobre el cambio global se agrava cuando se observan cambios en constitu-
yentes atmosféricos con magro o nulo precedente en el registro geológico, como es el
caso del dióxido de carbono (0,4 %/año), el metano (CH4; alrededor del 1 %/año), y del
óxido nitroso (NP; alrededor del 0,3 %/año). No obstante, los humanos han modificado
también otros aspectos de la biogeoquírnica natural de la Tierra. Por ejemplo, cuando la
INTRODUCCIÓN 19
actividad humana aumenta la erosión del suelo se altera la tasa natural de transporte de
sedimentos a los océanos y la tasa de deposición de sedimentos en los fondos oceánicos.
Como en el caso del CO2 atmosférico, la evidencia de cambios globales en la erosión de
origen antropogénico debe considerarse en el contexto de las oscilaciones a largo plazo
de la tasa de exposición de la corteza, la meteorización y la sedimentación debidas a cam-
bios en el clima y en el nivel del mar (Worsley y Davies, 1979; Clemens et al., 1993).
La extracción de combustibles fósiles y la explotación minera de yacimientos de
metales causan un incremento de la tasa natural con la que estos materiales de la cor-
teza terrestre son levantados y expuestos a la meteorización en la superficie (Bertine y
Goldberg, 1971). Por ejemplo, el uso industrial de plomo (Pb) ha aumentado el trans-
porte mundial de Pb por los ríos en un factor de 10 (Martin y Meybeck, 1979). Algu-
nos cambios recientes en el contenido de Pb de sedimentos costeros parecen estar di-
rectamente relacionados con las fluctuaciones en el uso de Pb por el hombre, especial-
mente en gasolina con plomo (Trefry et al., 1985); estas tendencias se superponen a las
variaciones naturales subyacentes en el transporte de Pb por los ríos.
Algunas estimas recientes sugieren que las actividades humanas han alterado los ci-
clos globales de muchos metales (tabla 1.1). Algunos de estos metales se liberan a la at-
mósfera y acaban depositándose en lugares remotos (Boutron et al., 1994). Por ejemplo,
la concentración de mercurio (Hg) en el casquete polar de Groenlandia es significativa-
mente mayor en las capas de hielo depositadas durante los últimos 100 años (Weiss et al.,
1971). Si se tiene en cuenta que la deposición de Hg en el casquete polar antártico ha va-
riado notablemente durante los últimos 34.000 años (Vandal et al., 1993), debemos eva-
luar cualquier aumento reciente en la deposición de Hg dentro del contexto de los cam-
bios cíclicos pasados en el transporte de Hg por la atmósfera. Nuevamente, los cambios
antropogénicos en el movimiento de materiales a través de la atmósfera debe situarse en
el contexto de los ciclos naturales del funcionamiento del sistema Tierra (Nriagu, 1989).
Termodinámica
Natural
Antropogénico
Volcánico
Polvo Partículas Combustibles Relación
Elemento continental Polvo Gas industriales fósiles antropogénico: natural
Gaia
Introducción
Toda teoría sobre el origen de los elementos químicos debe dar cuenta de la va-
riación de su abundancia en el universo. Las estimas de la abundancia cósmica se rea-
lizan mediante el examen de espectros de emisión de estrellas de galaxias lejanas, así
24 PROCESOS Y REACCIONES
como de la emisión de nuestro propio Sol (Ross y Aller, 1976). Los análisis de meteo-
ritos también proporcionan información importante sobre la composición del sistema
" solar (fig. 2.1). Dos extremos son obvios: 1) los elementos ligeros (aquellos con peso
atómico inferior a 30) son mucho más abundantes que los elementos pesados, con la
salvedad de tres elementos (Li, Be y B), Y 2) los elementos de número atómico par
son más abundantes que los elementos de peso atómico semejante pero número atómi-
co impar, especialmente entre los elementos ligeros.
Una de las teorías centrales de la astrofísica es la que sostiene que se produjo una
gran explosión (Big Bang) en el origen del universo, hace de 13.000 a 18.000 millones
de años (Van den Bergh, 1992). El Big Bang inició la fusión de hipotéticas partículas ele-
mentales, los quarks, para formar hidrógeno ('H) y neutrones, y la subsiguiente fusión
de protones y neutrones para formar núcleos atómicos simples ~H, 3He, 4He y 7Li; Ma-
laney y Fowler, 1988; Pagel, 1993; Copi et al., 1995). Tras el Big Bang, el universo co-
menzó a expandirse, lo que condujo a un rápido descenso de las temperaturas y presio-
nes necesarias para la producción de elementos más pesados en el espacio interestelar,'
10
He
O 10 20 30 40 50 60 70 80 90
Número atómico
FIG. 2.1. Abundancia "relativa de elementos en el sistema solar en función del número atómico. Las
abundancias se dan en una escala logarítmica relativa tal que silicio (Si) = 1.000.000. A partir de un
gráfico de Brownlee (1992) basado en datos de Anders y Grevesse (1989).
1. Algunas estimas realizadas mediante el Telescopio Espacial Hubble, a las que se ha dado amplia publici-
dad, sugieren que el Universo pudiera estar expandiéndose más rápidamente de lo que se creía hasta ahora, en cuyo
caso tendría una edad de tan sólo 10.000 millones de años (Freedman et al., 1994). Esta edad es menor que la medida
independientemente en las estrellas de nuestra galaxia (Bol te y Hogan, 1995). Investigaciones más recientes concluyen
que la expansión no es tan rápida, lo que salvaguarda la robustez del modelo del Big Bang para la nucleosíntesis de
elementos ligeros.
ORÍGENES 25
Además, los elementos con masa atómica 5 y 8 son inestables, de modo que la fusión
de los abundantes productos iniciales del Big Bang (es decir, IH y 4He) no pudo haber
producido ninguna cantidad apreciable y persistente de elementos más pesados. Así
pues, la teoría del Big Bang puede explicar el origen de los elementos hasta 7Li; el ori-
gen de los elementos más pesados hubo de aguardar hasta la formación de las estrellas
en el universo, unos 1.000 millones de años más tarde.
Los primeros en proponer un modelo de la síntesis de estos elementos fueron Bur-
bidge et al. (1975), quienes sugirieron una serie de vías que podían darse en el interior
de las estrellas durante su evolución (Fowler, 1984; Wallerstein, 1988). A medida que
una estrella envejece disminuye la abundancia de hidrógeno en el núcleo, que es con-
vertido en helio por fusión. A medida que el calor desprendido por la fusión nuclear
disminuye, las estrellas empiezan a colapsarse por su propia gravedad. Este colapso in-
crementa la temperatura y presión del interior hasta el punto en que comienza la «com-
bustión» de He para formar carbono (C) mediante una reacción que se produce en dos
pasos. Primero,
(2.1)
Luego, aunque la mayor parte del 8Be se des integra espontáneamente para formar he-
lio, la existencia momentánea de pequeñas cantidades de 8Be permite que tenga lugar
la reacción con otro átomo de helio para formar carbono:
(2.2)
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A
FIG. 2.2, Energía media de unión de núcleos en función del peso atómico A, la suma de protones y neutrones. La línea conecta los núcleos con A impar. Nó-
tese que para los elementos relativamente ligeros, cuando Aes par, el núcleo es generalmente más estable que cuando A es impar. De Friedlander el al. (/964).
ORÍGENES 27
jece, durante la evolución de las estrellas se convierte una cantidad cada vez mayor de
helio en elementos más pesados. Los astrofísicos pueden reconocer estrellas jóvenes de
segunda generación, como nuestro propio Sol, que se han formado a partir de los res-
tos de previas supemovas, porque contienen una abundancia de hierro superior al de
estrellas más viejas, de primera generación, en las que aún predominan las reacciones
originales de combustión de helio (Penzias, 1979).
En segundo lugar, como el primer paso en la formación de todos los elementos
después dellitio es la fusión de un número par de masas atómicas (es decir, 4He, 12C),
los elementos ligeros de número par son relativamente abundantes en el cosmos. Los
elementos ligeros de número impar se forman por fisión de núcleos más pesados de nú-
mero par. La figura 2.2 muestra que, en la mayoría de los casos, los núcleos de núme-
ro impar son menos estables que sus «vecinos» de número par, por lo que es de espe-
rar que los núcleos de número impar sean menos abundantes. Por ejemplo, el fósforo
se forma mediante la reacción
(2.3)
Por lo que el fósforo es mucho menos abundante que los elementos adyacentes en la
tabla periódica, Si y S (fig. 2.1). Es interesante especular que la baja abundancia cós-
mica de P pudiera dar cuenta del hecho que este elemento sea a menudo escaso en la
biosfera actual en la Tierra.
Finalmente, la baja abundancia de Li, Be y B se debe a que las reacciones de fu-
sión iniciales se saltaban los núcleos con masas atómicas entre 5 y 8, formando 12C,
como muestran las reacciones 2.1 y 2.2. Al parecer, la mayor parte del Li, Be y B se
formaron por espalación: la fisión de elementos más pesados al ser alcanzados por ra-
yos cósmicos en el espacio interestelar (Olive y Schrarnm, 1992; Reeves, 1994; Chaus-
sidon y Robert, 1995).
Este modelo del origen y la abundancia cósmica de los elementos establece algunas
de las limitaciones iniciales de la biogeoquímica. A igualdad de otros factores, sería de
esperar que el ambiente químico en el que se originó la vida se aproximara a la abun-
dancia cósmica de los elementos. Por consiguiente, sería de esperar que la evolución de
moléculas bioquímicas sacara partido de los elementos ligeros que eran abundantes en el
medio primordial. No debe sorprender, por tanto, que ningún elemento más pesado que
el Fe sea más que un constituyente traza de los tejidos vivos y que, entre los elementos
ligeros, ni Li ni Be, y sólo trazas de B, sean componentes bioquímicos esenciales. La
composición de la vida se asemeja notablemente a la composición del universo. En pa-
labras de William Fowler, en 1984, todos nosotros somos «un poco polvo de estrellas».
campo gravitatorio que les ayudó a capturar materia e incrementar su masa inicial. La
masa concentrada en el Sol permitió la condensación hasta presiones que permitieron
el reinicio de la fusión de hidrógeno a helio (Christensen-Dalsgaard et al., 1996). Al-
gunos astrónomos han sugerido que la composición de Júpiter, rica en hidrógeno, es si-
milar a la de una «estrella parda», las estrellas que nunca llegaron a «encenderse».
Los planetas de nuestro sistema solar parecen haberse formado por coalescencia de
polvo y pequeños cuerpos, los planetesimales, que se formaron en el interior de la nube
solar primitiva (Press y Siever, 1986). Algunas observaciones recientes indican que en
la actualidad tiene lugar un proceso similar alrededor de otra estrella de nuestra galaxia,
~ Pictoris (Lagage y Pantin, 1994), y que otras estrellas están rodeadas de planetas (Ma-
yor y Queloz, 1995; Beckwith y Sargent, 1996). En términos generales, la nebulosa ori-
ginal probablemente estuviera compuesta en un 98 % por elementos gaseosos (H, He y
gases nobles), un 1,5 % de hielo (HP, NH3 y CH4), y un 0,5 % de materiales sólidos,
pero la composición de cada planeta vino determinada por su posición con respecto al
Sol y por su tasa de crecimiento (McSween, 1989; Harper y Jacobsen, 1996).
Los planetas «interiores» (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) debieron formarse en un
área donde la nebulosa solar era muy caliente, con temperaturas quizá cercanas a los
1.200 °K (Boss, 1988). En la composición de Mercurio, el más cercano al Sol, predomina
el Fe metálico y otros materiales que se condensan a muy altas temperaturas. La alta den-
sidad de Mercurio (5,4 g/crn') contrasta con la menor densidad media de los planetas más
externos, y también mayores, que capturaron una fracción mayor de los constituyentes li-
geros de la nube solar inicial. Júpiter contiene mucho hidrógeno y helio. Su densidad me-
dia es 1,25 g/cm3, y su composición mayoritaria no parece diferir mucho de la abundan-
cia cósmica de los elementos (Lunine, 1989, pero véase también Niemann et al., 1996).
Al parecer, la porción interior de la nebulosa solar era demasiado caliente para
contener cantidades apreciables de elementos ligeros y volátiles que pudieran captu-
rarse durante el crecimiento planetario (Humayun y Clayton, 1995). Venus, la Tierra y
Marte están empobrecidos en elementos ligeros en comparación a sus abundancias cós-
micas, y están dominados por minerales silíceos que se condensan a temperaturas in-
termedias y contienen grandes cantidades de FeO (McSeen, 1989). La densidad media
de la Tierra es de unos 5,5 g/cm". Así pues, a partir de la nube solar de elementos ini-
cial, la composición química inicial de la Tierra fue una mezcla selectiva, peculiar de
la órbita del incipiente planeta.
La mayor parte de la masa de la Tierra debe haberse acumulado durante unos 100
millones de años desde su formación inicial (Allegre et al., 1995). Varias teorías inten-
tan explicar el origen y diferenciación de la Tierra. Una teoría sugiere que la Tierra po-
dría haberse formado por acreción homogénea; es decir, durante su evolución inicial,
la Tierra habría capturado planetesimales de composición relativamente similar (Ste-
venson, 1983). La energía cinética generada durante la colisión de los planetesimales
(Wetherill, 1985), así como el calor generado por la desintegración radiactiva en su in-
terior (Hanks y Anderson, 1969), habrían calentado la Tierra hasta el punto de fusión
del hierro, el níquel y otros metales, que habrían formado un océano de magma. Estos
elementos se «fundieron» a partir de los materiales llegados del espacio y cayeron ha-
cia el interior de la Tierra formando el núcleo (Agee, 1990; Newsom y Sirns, 1991; Mi-
narik et al., 1996). A medida que la Tierra se fue enfriando, los elementos más ligeros
fueron solidificándose progresivamente para formar un manto con la composición
aproximada de la perovskita (MgSi03; Knittle y Jeanloz, 1987) y del olivino (MgFe-
ORíGENES 29
Si04), y una corteza dominada por aluminosilicatos de menor densidad con la compo-
sición aproximada del feldespato (capítulo 4). Así pues, a pesar de la abundancia de
hierro en el cosmos y en la Tierra en su conjunto, la corteza de la Tierra se compone
°
principalmente de Si, Al Y (fig. 2.3). Incluso en la actualidad, las rocas de alumino-
silicatos de la corteza «flotan» sobre las rocas más pesadas y semifluidas del manto, lo
que ocasiona la deriva de los continentes sobre la superficie de la Tierra (fig. 2.4; Bow-
ring y Housh, 1995).
Magnesio 13 % Hierro 6%
80%
Aluminio 8%
Silicio 15 %
70%
60% Silicio 28 %
50% Oxígeno 30 %
40%
30%
Oxígeno 46 %
20%
Hierro 35 %
10%
o
Abundancia relativa de Abundancia relativa de
elementos en toda la elementos en la corteza
Tierra terrestre
FIG. 2.3. Abundancia relativa de elementos, por peso, en la Tierra entera y en la corteza terrestre.
De Earth 4/E. Por Frank Press y Raymond Siever. Copyright 1986 por W. H. Freeman and Company.
Reproducido con permiso.
30 PROCESOS Y REACCIONES
O Roca sedimentaria
-40
-50
O 300 600 900 km
FIG. 2.4. Perfil geol6gico de la superficie de la Tierra. En los continentes, la corteza está dominada
por rocas graníticas, compuestas en su mayor parte por silicio y aluminio (SIAL). La corteza oceáni-
ca está dominada por rocas basálticas, con una gran proporci6n de silicio y magnesio (SIMA). Tanto
el granito como las rocas basálticas tienen una densidad menor que el manto superior, que contiene
rocas ultrabásicas con la composici6n aproximada del olivino (FeMgSiOl De Howard y Mitchell
(1985).
Una segunda teoría del origen de la Tierra sugiere que las características de los
planetesirnales y otros materiales que contribuyeron al crecimiento del planeta no fue-
ron uniformes en el tiempo. Las teorías de la acreción heterogénea sugieren que los
materiales que forman el manto llegaron más tarde que los materiales del núcleo (Har-
per y Jacobsen, 1996), y que una última capa atribuible a un tipo de meteoritos cono-
cidos como condritos carbonáceos sería la responsable de los elementos ligeros de la
corteza de la Tierra (Anders y Owen, 1977; Wetherill, 1994). Ambas teorías están de
acuerdo en que el planeta estaba muy caliente durante su historia temprana, pero las
teorías de la acreción heterogénea no exigen que la Tierra se fundiera y reorganizara
completamente para diferenciarse en núcleo, manto y corteza.
La evidencia que indica que la Tierra primitiva carecía de atmósfera es coherente
con ambas teorías. Durante su historia temprana, el campo gravitatorio de la Tierra
debe haber sido demasiado débil para retener elementos gaseosos, y los planetesimales
que alcanzaban la Tierra probablemente fueran demasiado pequeños y demasiado ca-
lientes para llevar una envoltura de elementos volátiles. Si una fracción significativa de
la atmósfera actual se derivara de la nube solar original, sus gases habrían de encon-
trarse en proporción a sus abundancias en el Sol (fig. 2.1). En esto, el 2°Nereviste un
interés especial porque no se produce por ningún proceso de desintegración radiacti-
va natural conocido, es demasiado pesado para escapar a la gravedad de la Tierra y, ,
siendo un gas inerte, no es probable que se haya consumido por reacción con minera-
les de la corteza (Walker, 1977). Por consiguiente, la abundancia actual de 20Neen
la atmósfera probablemente refleje su abundancia original, es decir, la derivada de la
nube solar. Si suponemos que otros gases solares llegaron a la Tierra de modo análo-
go, entonces podemos calcular la masa total de la atmósfera primaria multiplicando la
ORÍGENES 31
masa de 2~e en la atmósfera actual por la relación de cada uno de los otros gases con
respecto al 2°Ne según sus abundancias en el Sol. Por ejemplo, la relación solar de ni-
trógeno a neón es 0,91 (fig. 2.1). Si la masa atmosférica actual de neón, 6,5 x 1016g,
es toda de origen primario, entonces (0,91) x (6,5 x 1016g) será la masa de nitrógeno
que es también de origen primario. El producto, 5,9 x 1016g, es mucho menor que la
masa atmosférica de nitrógeno, 39 x 1020g. Por consiguiente, la mayoría del nitrógeno
de la atmósfera actual debe haberse derivado de otras fuentes.
2. Los rayos cósmicos han destruido una pequeña cantidad de 40 Ar, produciendo "S en la atmósfera (Tanaka
y Turekian, 1991).
TABL~2.l. Composición de los gases volcánicos (en porcentajes de peso) desprendidos por el volcán Kudryavy y otros volcanes
Volcán Unidades H,D H, CO, SO, H,s HCl HF N, NH, O, Ar CH, Referencias
Kudryavy, Rusia % moles 95,00 0,56 2,00 1,32 0,41 0,3700 0,Q30 0,21 0,003 0,002 0,002 Taran et al. (1995)
Nevado del Ruiz, % peso 94,90 2,91 2,74 0,80 0,0052 Williams et al. (1986)
Colombia
Kamchatka, Rusia % volumen 78,60 3,01 4,87 0,03 0,16 0,5700 0,056 11,87 0,11 0,01 0,060 0,440 Dobrovolsky (J 994)
ORíGENES 33
(Marty, 1995). La nave espacial Viking midió una relación 4OArf6Ar de 2.750 en la at-
mósfera de Marte (Owen y Biemann, 1976), que concuerda con el punto de vista actual
según el cual, Marte también experimentó un proceso de desgasificación de la corteza,
aunque en la actualidad haya perdido una buena parte de su atmósfera (Carr, 1987).
Los cometas también pudieran haber sido una fuente de elementos volátiles para
la Tierra (Delsemme, 1992; Owen el al., 1992; Fomenkova el al., 1994). Chyba (1987)
estimó las tasas de bombardeo de cometas en la Tierra a partir de los cráteres de la
Luna y calculó que casi toda el agua de la Tierra pudiera haber llegado con los come-
tas. Por supuesto, los impactos de alta velocidad de los cometas habrían lanzado algu-
nos volátiles de vuelta al espacio, pero, en su conjunto, el efecto neto habría conduci-
do a la acumulación de agua y elementos volátiles en la Tierra (Chyba, 1990a).
A lo que parece, la mayor parte de la masa de la Tierra se acumuló durante el in-
tenso bombardeo de meteoritos que tuvo lugar durante los primeros 1.000 millones de
años de su historia. La tasa actual de recepción de materiales extraterrestres (aproxi-
madamente 5 x 1010 g/año; Esser y Turekian, 1988; Love y Brownlee, 1993) es dema-
siado baja para dar cuenta de la masa de la Tierra (6 x 1027 g), aun si se hubiera man-
tenido durante toda su historia. Basándose en la distribución de edades de los cráteres
en la Luna, se estima que ((1 bombardeo de meteoritos debió frenarse hará unos 3.800
millones de años (Neukum, 1977). ,.
Mientras la Tierra se mantuvo muy caliente, los elementos volátiles permanecieron
en la atmósfera, pero cuando la temperatura de la superficie de la Tierra se enfrió hasta
los 100 °C, el agua de la atmósfera primitiva se condensó para formar los océanos. ¡Aqué-
lla sí fue una tormenta de proporciones globales! Aunque el calor derivado de impactos
tardíos de meteoritos grandes puede haber causado la revaporización temporal de los
océanos primitivos (Sleep el al., 1989), el registro geológico indica que empezó a haber
agua líquida en la superficie de la Tierra hace 3.800 millones de años, y ahí ha estado des-
de entonces. En consonancia con la creencia de que la desgasificación de la corteza se
completó durante la historia temprana de la Tierra, los océanos posiblemente hayan al-
canzado su volumen actual en un período de tiempo relativamente corto (Holland, 1984).
Otros gases entraron pronto a formar parte de los océanos primitivos debido a su
alta solubilidad en agua; por ejemplo,
(2.4)
(2.5)
(2.6)
Estas reacciones retiraron de la atmósfera una gran proporción de gases reactivos so-
lubles en agua, de acuerdo con las predicciones de la ley de Henry sobre la separación
de gases entre una fase gaseosa y una fase líquida:
S=kP (2.7)
todos estos gases forman ácidos, que se neutralizan casi inmediatamente al reaccionar
con los minerales de la superficie de la Tierra. Por consiguiente, en la atmósfera pri-
mitiva de la Tierra probablemente dominara el N2, cuya constante de solubilidad en
agua es baja (0,018 g/litro a 25°C).
Puesto que muchos gases se disuelven fácilmente en agua, una estima de la mag-
nitud total de la desgasificación de la corteza durante el tiempo geológico debe consi-
derar la masa de la atmósfera, la masa de los océanos y la masa de elementos voláti-
les que ahora forman parte de minerales sedimentarios, como el CaC03, formados a
partir del agua de los océanos (Li, 1972). De acuerdo con esta estima, la masa total de
la atmósfera actual (5,14 x 1021g; Trenberth y Guillemot, 1994) representa menos del
1 % de los gases derivados de la desgasificación de la corteza (tabla 2.2). Los océanos
y algunos sedimentos marinos contienen la mayor parte del resto.
Tal como se ha definido en el capítulo 1, las sustancias ricas en electrones se co-
nocen como sustancias reducidas, en tanto que se denomina sustancias oxidantes a
aquellas que son pobres en electrones. Las sustancias oxidantes tienden a aceptar elec-
trones de las sustancias reducidas. A pesar de las incertidumbres acerca de la compo-
sición de la atmósfera primitiva, varias líneas de evidencia sugieren que, en el mo-
mento en que surgió la vida, la atmósfera estaba dominada por gases moderadamente
reductores (N2, CO2 y HP; Holland, 1984). El estado de oxidación del hierro en for-
ma de olivino (FeMgSi04) que se encuentra en el manto no habría permitido la pre-
sencia en abundancia de gases más reducidos, como H2' CH4 y NH3, en las emisiones
volcánicas (Kasting, 1993). Además, es probable que el H2 liberado hubiera escapado
al campo gravitatorio de la Tierra, dejando poco para reaccionar con CO2 para formar
metano (Wameck, 1988, p. 607):
(2.8)
Total
Compartimento H,O CO, C O, N s Cl Ar (redondeado)
Atmósfera (cf. tabla 3.1) 1,3 0,28 119 387 6,6 514
Océanos 135.000 19Y 0,07 256' 2d 128' 2.610 138.000
Vegetación terrestre 0,1 0,06 0,0004 0,16
Suelos 12 O,4Qf.g 0,15 0,0095 12,6
Aguas continentales (se incluyen los hielos 4.850 4.850
y las aguas continentales)
Rocas sedimentarias 15.000" 32.4W 1.560 4.745' 1O<Y' 7441 500" 55.000
Total (redondeado) 155.000 32.400 1.560 5.ÚO 490 872 3.100 198.000
Véase también Fig.lO.1 Fig. 11.1 Fig. 11.1 Fig.2.7 Tabla 13.1
a Datos expresados en 10'9 g; valores derivados según se explica en el texto, salvo que se indique de otro modo.
b Supone que la reserva de C inorgánico se encuentra en forma de HCOj".
e Contenido de oxígeno en SO;- disuelto.
d N2 disuelto.
, Contenido de S en SO;-.
f Carbonatos en suelos de desierto.
Supone que el 60 % de CaCO) es carbono y oxígeno.
Walker (1977).
i O2 retenido en Fe,O) sedimentario + Caso, evaporítico.
j Contenido de S en CaSO, y FeS2•
36 PROCESOS Y REACCIONES
una cantidad abundante de cloruro. El HCl y el Cl2 emitidos por los volcanes se ha-
brían disuelto en agua, formando Cl (ec. 2.5; véase también la eco 7.11). La diso-
lución de éstos y otros gases en el agua (ec. 2.4-2.6) produce ácidos, que habrían
reaccionado con minerales de la corteza terrestre, liberando Na", Mg2+ y otros cationes
por meteorización química (capítulo 4). Tras ser transportados por los ríos, estos ea-
tiones se acumularían en el agua de los océanos hasta el momento en que sus concen-
traciones les hubieran llevado a precipitar como minerales secundarios. Por ejemplo,
las acumulaciones sedimentarias de CaC03 de edad precámbrica indican que los océa-
nos primitivos tenían concentraciones sustanciales de Ca2+ (Walker, 1983). Por tanto, es
probable que los cationes dominantes (Na, Mg y Ca) y el anión dominante (Cl) del
agua de los océanos precámbricos fueran semejantes a los del agua de mar actual (Ho-
lland, 1984). Solamente el SO; se hallaba en concentración menor en los océanos pre-
cámbricos (Grotzinger y Kasting, 1993; Walker y Brimblecombe, 1985; Habicht y Can-
field, 1996).
El origen de la vida
Trabajando con Harold Urey, a pnmeros de la década de 1950, Stanley Miller in-
trodujo en un matraz algunos de los componentes probables de la atmósfera y océanos
primitivos y sometió la mezcla a descargas eléctricas que reproducían el efecto de los
rayos. Al cabo de unos días, Miller encontró que se habían producido algunas molé-
culas orgánicas reducidas simples (Miller, 1953, 1957). Este experimento, que simula-
ba las condiciones de la Tierra primitiva, sugería que los constituyentes simples de los
organismos vivos podían producirse abióticamente.
Este experimento se ha sido repetido en numerosos laboratorios y bajo una gran
variedad de condiciones (Chang et al., 1983). La luz ultravioleta puede sustituir a las
descargas eléctricas como fuente de energía; se piensa que la radiación ultravioleta era
mucho más elevada en la Tierra primitiva, debido a la ausencia de un escudo de ozo-
no (03) en la estratosfera (capítulo 3). El impacto de meteoritos tardíos, y de cometas
al atravesar la atmósfera, pueden haber proporcionado energía adicional para la sínte-
sis abiótica (Chyba y Sagan, 1992). La mezcla de constituyentes atmosféricos elegida
para reproducir la atmósfera primitiva es objeto de controversia; en cualquier caso, las
atmósferas ligeramente reductoras que la mayoría de investigadores prefieren en la ac-
tualidad tienen una producción aceptable de moléculas orgánicas simples (Pinto et al.,
1980). Estos experimentos fracasan siempre que se incluye O2 libre: el O2 oxida rápi-
damente todos los productos orgánicos simples antes de que puedan acumularse.
Las partículas de polvo interestelar y el hielo de los cometas también contienen
una gran variedad de moléculas orgánicas simples (Cox, 1989), y en los condritos car-
bonáceos se encuentran varios aminoácidos, lo que hace pensar que las reacciones de
síntesis abiótica deben haber ocurrido repetidas veces en la galaxia (Kvenvolden et al.,
1970; Orgel, 1994). Además, es posible que algunas moléculas orgánicas de condritos
y cometas hayan sobrevivido tras atravesar la atmósfera y hayan contribuido al inven-
tario inicial de moléculas orgánicas s~bre la superficie de la Tierra (Anders, 1989; Chy-
ba y Sagan, 1992). Aun en el caso que la masa total recibida fuera pequeña, las fuen-
tes exógenas de moléculas orgánicas son importantes porque pueden haber servido de
catalizadores, acelerando la tasa de síntesis abiótica sobre la Tierra.
ORíGENES 37
H : H
I
H2N~~eH3¡
,~
I
~ :
:
COOH : Hooe
(
(L)-alanina (D)-alanina
F1G. 2.5. Formas levógira (L) y dextrógira (D), conocidas como enantiómeros, del aminoácido ala-
nina. No es posible rotar las moléculas de manera que se superpongan. Aunque ambas formas se en-
cuentran en la materia orgánica extraterrestre de los condritos carbonáneos, los organismos de la Tie-
rra s610 incorporan laforma lev6gira a sus proteínas. De Chyba (1990b).
38 PROCESOS Y REACCIONES
de vida más antiguas conocidas. Éstas se parecen a algunas de las cianobacterias (al-
gas verde-azuladas) de la actualidad. Los primeros organismos vivos fueron segura-
mente aún más primitivos que las cianobacterias, semejándose a las arqueobacterias
que sobreviven hoy en ambientes anaerobios y a menudo hidrotermales (volcánicos)
con temperaturas superiores a los 90°C (Brock, 1985). Las arqueobacterias se diferen-
cian de las eubacterias en que carecen de ácido murámico entre los componentes de su
pared celular y en que tienen una secuencia peculiar de ácido ribonucleico ribosómico
(ARNr) (Fox et al., 1980). Se conocen formas de arqueobacterias tanto halófilas (que
toleran la sal) como termófilas (que toleran temperaturas altas). Huber et al. (1989),
describen arqueobacterias metanógenas que crecen a 110°C cerca de un humero mari-
no hidrotermal en Italia. Este ambiente podría parecerse a algunos de los primeros há-
bitats que tuvo la vida sobre la Tierra.
La vía metabólica más primitiva probablemente comprendiera la producción de
metano por disociación de moléculas orgánicas simples, como el acetato, presentes en
los océanos primitivos por medio de síntesis abiótica:
(2.9)
Estos organismos eran descomponed ores de los productos de la síntesis abiótica y he-
terótrofos estrictos, clasificados a veces corno quimioheterótrofos. Nuestros mejores
análogos actuales posiblemente sean las bacterias fermentadoras del orden Methano-
bacteriales.
El desarrollo de vías más largas de metabolismo anaerobio, como la glucolisis,
posiblemente siguió al incremento en la elaboración y especificidad de los sistemas en-
zimáticos. La oxidación de moléculas orgánicas simples durante la respiración anaero-
bia fue pronto acoplada a la reducción de sustratos inorgánicos del medio. Por ejem-
plo, algún tiempo después de que apareciera la metanogénesis a partir de la disociación
del acetato, la metano génesis por reducción de CO2,
(2.10)
(2.11)
40 PROCESOS Y REACCIONES
requiere el sistema enzimático nitrogenasa, que se compone de dos proteínas con hierro
y molibdeno en su estructura molecular (Georgiadis et al., 1992; Kim Y Rees, 1992). Tam-
bién es esencial un cofactor, la vitamina BJ2' que contiene cobalto (Jurgensen, 1973; Pa-
lit et al., 1994). La fijación de nitrógeno consume mucha energía: para romper el enlace
del N2 hace falta 226 kcal/mol (Davies, 1972). Las cianobacterias fijadoras de nitrógeno
actuales acoplan la fijación de nitrógeno a la fotosíntesis, mientras que otros organismos
fijadores de nitrógeno son frecuentemente simbiontes de plantas superiores (capítulo 6).
A pesar de la diversidad de vías de metabolismo anaerobio, las posibilidades del
metabolismo heterótrofo debieron ser limitadas en un mundo en el que las moléculas
orgánicas se originaban únicamente por síntesis abiótica. La selección natural favore-
cía poderosamente el desarrollo de sistemas autótrofos que pudieran suministrar sus
propias moléculas orgánicas reducidas para el metabolismo.
Cabe suponer que la primera reacción fotosintética estuviera basada en el azufre,
ya que la energía libre de reacción, G, con sulfuro de hidrógeno es menos positiva que
con agua (Schidlowski, 1983). Esta reacción,
Radiación solar
CO2 + 2H2S ~ CH20 + 2S + H20 (2.13)
probablemente la realizaran bacterias del azufre semejantes a las actuales bacterias ver-
des y purpúreas del azufre. Estas bacterias debieron ser particularmente abundantes alre-
dedor de las emisiones volcánicas submarinas someras de gases reducidos, incluido H2S.
Varias líneas de evidencia sugieren que tanto la fotosíntesis por bacterias del azu-
fre como la fotosíntesis oxigénica de las cianobacterias se daban en los mares antiguos
de hace 3.500 millones de años (Schopf, 1993). Ambas formas de fotosíntesis produ-
cen carbono orgánico con una abundancia relativa de J3C menor que la abundancia re-
ORÍGENES 41
1ativa en el bicarbonato disuelto (HCOJ), y no se conoce ningún otro proceso que pro-
duzca un fraccionamiento tan notable entre los dos isótopos estables del carbono
(Schidlowski, 1988). Se ha encontrado este empobrecimiento de los isótopos en mate-
ria orgánica fósil contenida en rocas de hasta 3.800 millones de años de antigüedad
(Mojzsis et al., 1996). Esta discriminación, que es de aproximadamente -2,8 % (-280/00)
en la forma de la fotosíntesis dominante en la actualidad, se debe a que la difusión de
13C02es menor que la de 12C02y a que el enzima responsable de la fijación del car-
bono, la ribulosa bifosfato carboxilasa, presenta mayor afinidad por el 12C02,que es
más abundante (fig. 2.6, capítulo 5).
Se han hallado también indicios de fotosíntesis oxigénica en rocas sedimentarias
metamorfizadas de al menos 3.500 millones de años de antigüedad que contienen de-
pósitos laminados de Fe203 en rocas silíceas del tipo de sílex conocido como chert.
En las condiciones anóxicas de la Tierra primitiva, el Fe2+ procedente de la meteori-
zación de rocas o de emisiones hidrotermales submarinas era soluble y se acumula-
ba en el agua del mar. Con el advenimiento de las fotosíntesis oxigénica, el O2 pro-
ducido comenzó a oxidar el Fe2+ y a depositar Fe203 en los sedimentos de los océa-
nos primitivos. Estos depósitos, denominados Formaciones de Hierro en Bandas
(FHB), alcanzan su máximo de abundancia en rocas de 2.500-3.000 millones de años
de antigüedad (Walker et al., 1983). La mayor parte de los depósitos de hierro de im-
portancia económica de los Estados Unidos (Minnesota), Australia y Sudáfrica se ha-
llan en formaciones que datan de esta época (Meyer, 1985). Son posibles otros me-
+5 +5
o o
-10 -10
10
o
c... -20 -20
¿
-30 -30
S?
00
-40 -40
Carbono orgánico
-50 -50
FIG. 2.6. Composición isotópica del carbono en la materia orgánica fósil y en los carbonatos mari-
nos durante el tiempo geológico. El sombreado indica la media y el intervalo de variación de especí-
menes de diferente edad. La composición isotópica es la relación entre 13Cy =c. con referencia al va-
lor que esta relación toma en un patrón arbitrario (PDB), al que se asigna el valor de O. El carbono
de la materia orgánica es 2,8 % menos rico en 13Cque el patrón; a este empobrecimiento relativo co-
rresponde una valor de ¡PC de -28 % (ver capítulo 5). De Schidlowski (1983).
42 PROCESOS Y REACCIONES
canismos bióticos de deposición de FezÜ3 (p. ej., Widdel et al., 1993), pero los
enormes depósitos, de distribución mundial, de las Formaciones de Hierro en Ban-
das constituyen nuestra prueba más antigua de la fotosíntesis oxigénica basada en la
disociación del agua:
Radiación solar
HzÜ + CO2 ~ CHzÜ + O2 i (2.14)
oal 100
-o
e
-o
i1 5,1x1Q22g
'8:::l 80 1
-o 1 .l!l
ec. 1 O2 ligado a ~
al 60
-o FeA (-83 %) ~
o
/1
-o Qi
/1 1-
'"
::; 40 / 1 1-
e
al
E I 1 1-
:::l
U I
I
1 O2 atmosférico 1-
O
'"
al 20 I
I
1 Inicio del O2 atmosférico a 21 % f-
Qi
-o
'(if I 1 02 ligado a .§
1:
~
~ o
Fo rmación
I
-1
i ~ L ==--
~
SO~- (-15 %)
Oxígeno
'6
t
if.
- -
de Capa s Rojas molecular
conti nentales (-2%)
Presencia ,/
de formaci ones de
hierro en bandas
I I
4,0 3,0 2,0 1,0 Presente
Tiempo (109 años antes del presente)
FIG.2.7. Historia acumulada del O2 desprendido por la fotosíntesis durante el tiempo geolágico. De
los más de 5,1 x J(j22 g de O2 desprendidos, un 98 % se halla en el agua de los océanos y en rocas se-
dimentarias, empezando por las Formaciones de Hierro en Bandas de hace unos 3.500 millones de
años. Si bien el desprendimiento de O2 hacia la atmósfera comenzó hace unos 2.000 millones de años,
se consumió primero en procesos de meteorización terrestre para formar Capas Rojas, por lo que la
acumulación de O2 en la atmósfera hasta el nivel actual se retrasó hasta hace unos 400 millones de
años. Modificado de Schidlowski (1980).
tir de formas no disponibles para la planta (Pirozynski y Malloch, 1975, Simon el al.,
1993; capítulo 6).
El oxígeno también permitió la evolución de nuevas vías bioquímicas de im-
portancia crucial para la biogeoquímica de los ciclos globales. Dos formas de bio-
química aerobia hicieron posible la quimioautotrofia. Una de ellas, basada en azufre
o en H2S,
(2.15)
la realizan especies de Thiobacilli (Ralph, 1979). Los protones generados por esta reac-
ción se acoplan a reacciones productoras de energía, como es el caso de la fijación de
CO2 en materia orgánica. En la Tierra primitiva, estos organismos utilizaban los ubi-
cuos depósitos de azufre elemental producido por fotosíntesis anaerobia (ec. 2.13),
pero en la actualidad se hallan confinados a ambientes locales con azufre elemental o
H2S, entre los que se incluye algunos humeros hidrotermales de las profundidades
oceánicas (capítulo 9).
Igualmente importantes son las reacciones que conllevan transformaciones de ni-
trógeno, realizadas por bacterias de los géneros Nitrosomonas y Nitrobacter:
2NH! + 302 ~ z
2NO + 2HP + 4W (2.16)
y
(2.17)
(2.18)
Oxidado ~ Reducido
H.o/02 e N s
Fotosíntesis
H20 ~ O2
C02~C
.g e C~C02 C~C02
CIl
-c
'x O2 ~ H20 N03~ N2 SO. ~ H2S
o
t
o
-c Quimioautotrofia,
'0 nitrificación
::J
-c
~ N NH. ~ N03
C02~C
S~SO.
s
C02~C
FIG. 2.8. Vías metabólicas que acoplan la oxidación de e, N y S en la superficie de la Tierra. En cada
una de las vías, el constituyente de lafila superior es transformado de unaforma oxidada obtenida del
medio, a una forma reducida que se libera al medio. Simultáneamente, el constituyente de la columna
de la izquierda es transformado de una forma reducida a una forma oxidada. De Schlesinger (1989).
ORÍGENES 47
en su mayor parte disuelto en el agua de los océanos (ec. 2.4). En efecto, la tenue
atmósfera de Marte está dominada mayoritariamente por CO2, y las variaciones es-
tacionales que se observan en los casquetes polares parecen ser enteramente debidas
a variaciones estacionales en la cantidad de CO2 atmosférico que se congela (James
et al., 1992).
Varios de los atributos de Marte son anómalos. En primer lugar, si se tiene en
cuenta que la mayor parte del agua y del CO2 están atrapados en la superficie, ¿por
qué es el N2 un componente tan minoritario en la atmósfera de Marte? En segundo
lugar, ¿por qué las condiciones de la superficie de Marte indican que hubo una épo-
ca durante la cual, casi con certeza, hubo agua en estado líquido en su superficie
(Carr, 1987; V. R. Baker et al., 1991; Zent, 1996)? ¿Es posible que, en tiempos pasa-
dos, una atmósfera de mayor masa hubiera ocasionado un «efecto invernadero» sig-
nificativo y a temperaturas más altas que en la actualidad (Pollack et al., 1987)? Ta-
les condiciones explicarían la abundancia de agua en la antigüedad, pero, de ser este
el caso, ¿por qué perdió Marte su atmósfera y se enfrió hasta su actual temperatura
superficial de -53°C?
La desgasificación atmosférica en Marte puede atribuirse a varios mecanismos.
Marte podría haber perdido una gruesa atmósfera hacia el espacio a causa de impactos
catastróficos durante su historia temprana (Carr, 1987; Melosh y Vickery, 1989) o por
un proceso conocido como sputtering, impulsado por el viento solar (Kass y Yung,
1995; Hutchins y Jakosky, 1996). Los impactos son coherentes con la baja abundancia
de gases nobles en Marte con relación a la concentración de éstos en condritos carbo-
náceos y en el Sol (Hunten, 1993). La pérdida catastrófica de una atmósfera inicial es
coherente también con el hecho que prácticamente toda la atmósfera actual de Marte
es secundaria, como prueba el cociente 4OAr(36Ar, que es de aproximadamente 2.750
(Owen y Biemann, 1976; Owen et al., 1977).
La pérdida de agua en Marte puede haberse dado también por fotólisis del va-
por de agua inducido por la radiación ultravioleta. Las observaciones de procesos
análogos en la Tierra son instructivas. En las capas altas de la atmósfera de la Tierra
se produce fotodisociación de modestas cantidades de vapor de agua, con pérdida de
H2 hacia el espacio. No obstante, como las capas superiores de la atmósfera son muy
frías, hay muy poco vapor de agua y este proceso ha tenido muy poca importancia
durante la historia de la Tierra. Si este proceso hubiera sido significativo en Marte,
sería de esperar que la pérdida de IH habría sido más rápida que la de 2H, dejando
una mayor proporción de 2Hp en el planeta. Owen et al. (1988) encontraron que el
cociente entre 2H (deuterio) y IH es unas seis veces mayor en Marte que en la Tie-
rra, lo que parece indicar que Marte tuvo en otros tiempos una gran cantidad de agua
que perdió hacia el espacio. Aunque en la atmósfera de Marte se encuentra una pe-
queña cantidad de O2 (tabla 2.3), la mayor parte del oxígeno producido por fotólisis
del agua probablemente se haya consumido en la oxidación de minerales de la cor-
teza, a saber,
(2.19)
lo que explicaría el color rojizo de Marte. También se ha detectado una pequeña can-
tidad de oxígeno en las atmósferas de Europa, uno de los satélites de Júpiter, donde pa-
rece haberse originado por un proceso fotolítico similar (Hall et al., 1995).
ORíGENES 49
3. El ampliamente citado informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) señala que
la temperatura superficial de Venus en ausencia de efecto invernadero sería -47 °C (Houghton el al., 1990). Este va-
lor es inferior al presentado aquí porque el informe del IPCC tiene en cuenta la reflectividad de la gruesa capa de nu-
bes de Venus, mientras que el nuestro corresponde a la temperatura de equilibrio de un cuerpo negro no reflector que
ocupara la órbita de Venus.
ORÍGENES 51
pues, el principal efecto de la vida ha sido diluir la atmósfera inicial de la Tierra, rica
en nitrógeno, con una gran cantidad de 02 (Walker, 1984).
¿Por cuánto tiempo será la Tierra habitable para la vida? Dejando de banda algu-
na catástrofe imprevista atribuible al hombre podemos especular que la biosfera per-
sistirá en tanto haya agua líquida sobre la superficie del planeta. No obstante, con el
tiempo la luminosidad del Sol, que aumenta gradualmente, acabará por calentar la Tie-
rra, favoreciendo la pérdida de agua por fotólisis en las capas altas de la atmósfera y
ocasionando inevitablemente la desaparición de la vida. Pero aún han de transcurrir
otros 2.500 millones de años (Lovelock y Whitfield, 1982; Caldeira y Kasting, 1992).
RESUMEN
LECfURAS RECOMENDADAS
Bengston, S. (ed.), 1994, Early Life on Earth, Columbia University Press, Nueva York.
Brown, G. C. y A. E. Mussett, 1981, The inaccessible Earth, Unwin Hyman, Londres.
Cox, P. A., 1989, The Elements, Oxford University Press, Oxford.
Faure, G., 1991, Principies and Applications of Inorganis Geochemistry, Macmillan, Nueva York.
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Holland, H. D., 1984, The Chemical Evolution of the Atmosphere and Oceans, Princeton Uní-
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