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LA SOMBRA

Por Delton Santamaría

Existe una fuerza inconsciente, cuya telúrica seducción y terrenal tentación nos muestra la otra cara de nuestra
personalidad, cuya ceguera nos somete a sus instintos, a sus primitivas pasiones. Ésta fuerza, si bien se
descuida o no se atiende oportunamente, bien puede destruirnos. Si la negamos se venga con intensidad
terrorífica. Hay que tener cuidado de sus hechizos, ya que incluso, el inconsciente puede hacer que hablemos o
actuemos de una forma que no corresponde a nuestra ordinaria personalidad: es la sombra. Éste espectro es la
proyección oscura de la colectividad, es el lado oculto que ha sido inhibido por la sociedad y sancionado por una
brutal represión histórica. En ese sometimiento del instinto natural (como una purga tortuosa de sometimientos
seudo-pedagógicos), pasa con el tiempo a una fase de obsesiones, delirios, impulsos, instintos y demás
pulsiones, que en términos sociales podemos llamar vergüenza infantil o venganza de mis sufrimientos. Pero
éste miedo a enfrentar a la bestia interior, a su gran poder de magnetismo y automatismo lunar, es lo que hace
que nos veamos sometidos a actuar, hablar, pensar e incluso a imaginar de forma caprichosa y a conducirnos
de forma alterada.
Existe un miedo silenciado que está al acecho ante cualquier gesto de censura. Su automatismo regula el uso
de su fuerza. La inconstancia, la crítica destructiva (‘ganas de fregar al prójimo’) y la pesadez son síntomas de
su terrenal manifestación. Ejerce un control de odio y desprecio sobre nuestra mente y nuestra conducta. Para
entonces, nos manipula a su antojo, niega lo que nos confunde o nos distrae. Dentro de sí misma, ésta fuerza
lleva a la autodestrucción de la personalidad: se ejerce un egoísmo que bien puede fulminar la parte de nuestra
conciencia de personalidad (el lado humano de nuestro ser). Ante tales auto-laceramientos, las heridas internas
se van haciendo cada vez más venenosas (yagas del alma impregnadas de odio), por lo que existen personas,
cuyo automatismo conductual y lingüístico es diabólico. Es decir, hablan groserías y expresan maldiciones a la
humanidad en forma natural y se comportan como posesos, como seres programados por la gran fuerza
telúrica hacia la autodestrucción. En el fondo, existe un miedo centrípeto que los arrastra hacia sus propios
miedos, hacia sus propios fantasmas del pasado. Eso se observa por lo común en la gente adulta y los jóvenes
que han perdido todo vestigio de esperanza o fe en la vida, raras veces esa ceguera se manifiesta en los niñ@s.
Se trata muchas veces, de una realidad que se impone ante la conciencia en forma de desesperación. En ese
entonces, el yo no existe, sólo el ego logra dar “sentido” al mundo. Lo único que parece evidente es que todo lo
dispersa, lo fragmenta, lo distrae, le molesta; le incomoda hasta el zumbido de una mosca y se vuelve
susceptible a cualquier comentario, ruido, palabra y percepción sobre su entorno. Todo lo codifica como si fuese
dirigido hacia sí mismo, pero en forma negativa y agresiva (de ahí el estar a la defensiva y la ofensiva), en
forma destructiva. De todo sospecha una conspiración, de todo desconfía como una sombra que busca
asesinarlo, de todo tiene recelo que nada vale la pena vivir. Todo el tiempo está maldiciendo y escupiendo
veneno hacia los demás y el mundo. Es decir, en términos de sombra, se está autoaniquilando y automutilando
en general. Para entonces, las medidas de autorregulación de la personalidad rebotan en la mente bajo una
sola consigna: o suicidarse silenciosamente incubando y acumulando enfermedades o matar a la humanidad
con toda su rabia.
Cuando no nos percatamos de esa fuerza inconsciente, entonces todo puede volverse dolor y sufrimiento. Y
tales energías pueden arrastrarnos a la despersonalización. Seremos entonces, esclavos de nuestros impulsos
ciegos y obedientes bastardos de la ignorancia. Para esos momentos de crisis, que la luz de la autoconciencia
alumbre nuestros sótanos de miedo, nuestros pozos de vergüenza y nuestros abismos de dolor para que
puedan purificarse en agua clara y transparente hacia la verdad celeste que tenemos enfrente.

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