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DANIEL COSÍO VILLEGAS: ENSAYO DE LA OBRA “EL SISTEMA

POLÍTICO MEXICANO

“Más de una vez he intentado explicar este


extraño y doloroso fenómeno histórico:
la incapacidad de México para avanzar
simultáneamente hacia la libertad política
y el bienestar material para todos”.

Daniel Cosío Villegas

Es menester dejar testimonio, aunque breve, de la historia personal de


Don Daniel Cosío Villegas, conocido y reconocido día con día en las aulas
de todos los niveles de formación en el país:

Nació en la Ciudad de México al final del siglo antepasado, el 23 de julio


de 1898. Murió en esta misma capital del país a la edad de 78 años, un 10
de marzo de 1976.

Es recordado por su obra intelectual en el terreno de la economía,


sociología, historia y política, a las que dedicó extensas cuartillas en la
forma de ensayos, artículos y libros completos, pero también el país le
debe la fundación de instituciones y empresas culturales.

El que sin duda es uno de los mas grandes promotores de la cultura y vida
intelectual del país se inició en las letras con obras de corte literario:
Miniaturas mexicanas (1921) y una novela corta, Nuestro pobre
amigo (1924), pero también escribió en la revista México Moderno,
dedicada en el arte y la literatura.

1
De la mano de José Vasconcelos, participó en la edición de los “clásicos
verdes” y en La Antorcha, de la que llegaría a ser codirector en 1925.

A esta etapa literaria siguió su formación en importantes instituciones


educativas de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia: estudios de
economía en la Universidad Harvard, la Universidad de Wisconsin y la
Universidad Cornell. Posteriormente obtuvo una maestría recibió de la
London School of Economics y, en Francia, en la École Libre de Sciences
Politiques de París (actual Institut d'Etudes Politiques de Paris), su
doctorado dedicado al estudio de la Economía Agrícola.

De vuelta en México, Cosío se cuenta entre los fundadores de la que


sería, en 1933, la Escuela Nacional de Economía, de la que fue director
un par de años, entre 1933-1934. En este último año, fundó la revista El
Trimestre Económico y lo que sería uno de sus mas grandes logros: la
creación del Fondo de Cultura Económica, que dirigirá durante mas de 14
años, entre 1934 a 1948.

Nuestro país le debe a Cosío Villegas la instauración de El Colegio de


México: desde 1937 participa de las gestiones para fundar al año siguiente
la Casa de España en México, invitando para ello a distinguidos
intelectuales ibéricos. Su primer presidente fue Alfonso Reyes y Cosío
Villegas su secretario. Esta casa se convertiría en 1940, en El Colegio de
México del que sería primero su secretario y posteriormente, de 1957 a
1963 su presidente.

2
Los biografos y estudiosos de la obra de Don Daniel, atribuyen a su paso
por el Fondo de Cultura Económica y por el Colegio de México, el
surgimiento de una nueva vocación a la que dedicaría gran parte de su
carrera: la historia.

Lorenzo Meyer1, señala que de la lectura de sus Memorias, Cosío Villegas


reconoce que su dedicación a la historia, sobre todo de la política,
económica y social del régimen liberal que se inició con Juárez y concluyó
con la caída de Díaz, surgió no como un mero proyecto académico sino
como un intento muy personal de dar respuesta a una pregunta
"angustiada": ¿cómo explicar que el régimen que sustituyó al porfirista, es
decir, el revolucionario, que tanta sangre y destrucción costó, hubiera
terminado por convertirse en poco tiempo en un neoporfirismo?1 El origen
del fracaso de la Revolución debía encontrarse en su antítesis, en el
Porfiriato. Y el fracaso del Porfiriato en algún punto de su brillante
antecedente: la República Restaurada.

Enrique Krauze2, sobre este mismo tema, dice que Cosío Villegas, como
intelectual, sintió la necesidad de entender ese “deterioro” del liberalismo
que se llamó Porfiriato, esa reacción al Porfiriato que fue la Revolución y
la fatalidad histórica llamado neoporfirismo.[1]

SOBRE “EL SISTEMA POLÍTICO MEXICANO”, de Don Daniel Cosío


Villegas.

1 Meyer, Lorenzo. Daniel Cosío Villegas, en Letras Libres del 31 de mayo de 2001. Disponible en
https://www.letraslibres.com/mexico/daniel-cosio-villegas
2 Krauze, Enrique. Daniel Cosío Villegas: una biografía intelectual, México Joaquín Mortiz, 1980,
capítulo IX.

3
El sistema político mexicano, la obra de la que hoy escribo, es
considerada la primera parte de una tetralogía dedicada al análisis del
sistema político instaurado en la etapa posrevolucionaria a la que Cosío
Villegas dedicó mas de una década de estudio y preparación.

En esta obra, o primer libro si se quiere aceptar esta composición, Cosío


Villegas define al sistema político posrevolucionario en una frase
demoledora, en la cual deja escapar su profunda desilución por el devenir
político de México: "se trata de una Monarquía Absoluta Sexenal y
Hereditaria por Línea Transversal".

En esta obra Cosío se reencuentra con una idea que ya había anunciado
previamente, cuando escribió la pieza escrita con la cual se inaugura su
faceta de politologo: el ensayo y la crítica moral, contenida en es decir, en
"La crisis de México" publicada en 1947.

En el Sistema Político Mexicano, Cosío da rienda suelta a su disgusto,


pero sin dejar de expresar angustia y decepción con la vida cívica del
México que, a menos de tres lustros de haber concluido el gobierno de
Lázaro Cárdenas, el país estaba ya dominado por un "neoporfirismo".

En "La crisis" Cosío ya había descrito y tratado de explicar el porque,


desde su punto de vista, la Revolución Mexicana había fracasado en su
objetivo de cumplir con promesas fundamentales de justicia social y
democracia política. En su tiempo, la crisis impacto la opinión pública de
manera casi inmediata pues como nunca se había visto antes, se
condenaba y acusaba a una clase política revolucionaria.

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Y se le acusaba moralmente de no haber sabido o “querido estar” a la
altura de las circunstancias que le exigió la historia y haber sucumbido a la
corrupción en gran escala propiciada por una estructura política basada en
la irresponsabilidad y la impunidad de una presidencia sin contrapesos.

Volviendo a el Sistema Político Mexicano, se debe contextualizar que es


editada y publicada en plena efervescencia del movimiento del 68 y por
ello Cosío Villegas propone que quizás el mas grande problema de
México, era que desde hacía tiempo "la vida pública" no era pública.

Y es especialmente importante hablar del contexto en el que fue escrito el


libro, en plena efervescencia de 1968, porque esta época significó una
crisis de especial trascendencia en el país, que llevó a Echeverría
(presidente a la hora de ser publicado, pero Secretario de Gobernación y
por tanto responsable del control interno del país en aquellos años) a
tratar de cambiar en algo el sistema prevaleciente, sobre todo debido a
que a diferencia de otras crisis, esta llevó de manera inédita al
enfrentamiento de la clase media, representada por los estudiantes.

Cosío Villegas identifica como origen del problema, el nacimiento mismo


del PRI, en 1928 y después recrudecido después de Lazaro Cárdenas,
con la institucionalización del tapadismo, como mecanismo de sucesión
del poder, que por su propia naturaleza cerraba las puertas al público, a la
sociedad entera de su participación: la naturaleza antidemocrática del
sistema se había ido acentuando con el correr del tiempo.

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De nuevo, para entener el proceso que Cosío Villegas siguió para llegar a
estos alcances, obliga a recordar que desde que se encontraba en el
proceso de construir la obra de Historia Moderna de México, el mismo se
hizo cargo de la redacción de los tomos de la vida política interna y
externa y dejó a otros los relacionados con la historia social y la
económica.

Así, en el apartado histórico político dedicado al proceso de fines del siglo


XIX y el comienzo del XX, el pueblo sólo aparece como espectador de
decisiones, acciones y, también debe decirse, omisiones de los que
realmente detentaban el poder: por supuesto los presidentes, pero
también los ministros de sus gabinetes, gobernadores, líderes militares,
caciques y líderes regionales. Completan la lista de invitados la mesa de
las decisiones, algunos jueces y sólo unos pocos intelectuales y
escritores.

A lo largo de la obra que se comenta, se enfatiza que eran dos las


estructuras que se erigieron como pilar del sistema político y, no obstante
la crítica acerca de lo poco democrático de las prácticas que instituyeron,
sirvieron para darle una estabilidad que habría de perdurar a lo largo de
mas de siete décadas, en perjuicio del florecimiento de una vida política
de apertura. Estos dos elementos fueron, en primer lugar la presidencia, a
la que despúes Cosío le dedicaría un texto exclusivo en “el estilo personal
de gobernar”, que detentaba un poder sin contrapesos o equilibrios cuyo
ejercicio básicamente determinaba el curso de la política en el país; el otro
era el Partido Oficial, o PRI a la postre, como instrumento institucional que
daba coherencia aparente al sistema, pero irremediablemente supeditado
al Presidente y, por tanto, sin independencia.

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Lorenzo Meyer3, escribió al momento de salir a la luz el libro, una reseña
que al respecto dice:

Cosío Villegas considera que la presidencia tiene un poder


considerable debido a las amplias facultades que le di o el
constituyente de 1917, pero sobre todo por elementos
extrainstitucionales como son: la centralización geográfica, el poder
económico a disposición del Ejecutivo, la gran importancia de la
actividad política como forma de movilidad social y, sobre todo, la
subordinación de las autoridades locales así como del poder
Legislativo y Judicial a las directivas del presidente.

Y sobre el partido único, se expresa en el tenor siguiente:

El segundo factor importante , la existencia de un partido dominante


, lleva al autor a hacer una breve reseña de su surgimiento. Y
sostiene que el origen del PNR, antecesor del PRI, no se entiende si
se le ve sólo como una respuesta a la crisis provocada por el
asesinato del presidente electo en 1928, Alvaro Obregón. Los
primeros intentos por formarlo aparecen desde 1920. El partido
habría de eliminar definitivamente al caudillismo y disciplinar a la
élite política, que a partir de entonces pudo resolver sus
divergencias dentro de un marco institucional y reduciendo al

3 Daniel Cosío Villegas. El sistema político mexicano : las posibilidades de cambio. Austin, Tex. :
Institute of Latin American Studies, The University of Texas at Austin, 1972. Disponible en:
http://aleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/23212/1/13-052-1973-0527.pdf

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mínimo la violencia. El crecimiento económico que propició esta
institucionalización, reforzó la estabilidad del proceso político.

Como se vé, Cosío Villegas hace notar lo que era evidente: el juego de
esta dualidad presidente-partido, prácticamente eran el principio y fin, sin
limite del ejercicio del poder. En este escenario, el poder detentado sobre
todo por el presidente era arbitrario y, por supuesto, antidemocrático.

Estamos de acuerdo en que el ente político PNR-PRM-PRI nació para


evitar, y logró, violencia en la presencia de disensos políticos en beneficio
de cauces pacíficos. Sin embargo, también los estudiosos concuerdan en
que el precio fue muy alto y que sus consecuencias tardarían en llegar,
pero inexorablemente se presentarían tarde o temprano: el partido era
incapaz de evolucionar, por lo menos no con la rapidez que
aparentemente requería la sociedad política. Esto se debe a que en
realidad, aunque tenía una ideología y un programa declarado, en realidad
no vivía conforme dichos principios y valores, siendo las practicas
secretistas las que dominaban el quehacer de este instituto.

Hoy, recientemente, vemos como se ha dado el punto de quiebre para el


partido PRI, al no poder participar en política tenía al sistema político en
su conjunto como algo ajeno y cada vez se sentía más frustrada y
desencantada con su situación y la del país.

En el capítulo III de su obra, Cosío Villegas se concentra en señalar los


aspectos negativos del sistema político instaurado.

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Parece ser que veía en Cárdenas al último presidente congruente con el
ideal revolucionario, pues hace un recuento de los sucedido después de
el, como el fin del cardenismo y, por tanto, del empobrecimiento de los
objetivos y logros de la élite revolucionaria: la ausencia de un programa
político claro, lo que ha conducido al oportunismo descarnado; la
dependencia manifiesta del Partido de la voluntad del gobierno; la
ausencia de democracia interna; y, finalmente, el incumplimiento de las
promesas hechas a los sectores populares.

El autor advierte que las organizaciones existentes, de tipo político, pero


sobre todo las de poder económico ciertamente gozaban de cierta
influencia (y en ellas incluye a los medios de comunicación o de opinión
pública), pero jamás pudieron alcanzar el estatus de contrapesos y
meramente servían para establecer ciertos límites, que no control, sobre
estoa dualidad presidencia-partido.

Cosío estaba convencido y a mi juicio demostró, que la falta estructural de


canales de participación política logró un sistema estable pero
antidemocrático, pero que a su vez este había propiciado el desarrollo de
una estructura social inequitativa en extremo, cerrazón e inmovilidad
políticas e injusticia social combinaban, en detrimento de la imagen que se
intentaba presentar de preservación de las libertades, la modernidad y la
estabilidad.

El autor, no encontraba un contraapeso significativo dentro del Estado que


pudiera contrarrestar al poder de la dualidad Presidente-Partido y, por
tanto, constituirse en un auténtico factor de cambio. Por ejemplo, hablando
de los partidos políticos, para Cosío sólo el PAN le merece cierta

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consideración, aunque concluye que su fuerza es poca, y ni siquiera ha
conseguido formular un programa de acción que sea una verdadera
alternativa al auspiciado por el PRI. Después de analizar a los partidos, se
dedica a analizar lo que sucede con los grupos de presión que, estiman
los estudiosos, lo hace con cierta premura, pero no deja de sugerir que los
grupos empresariales cuentan con elementos para interferir efectivamente
la acción presidencial, pero sin profundizar más en ello.

Posteriormente, le dedica un apartado mas o menos copioso al análisis de


la "opinión pública", de la cual concluye que los medios de comunicación
existentes en aquella época no representan una fuerza independiente
capaz de modificar las acciones gubernamentales ni de crear una
verdader a opinión pública.

El mismo Cosío decía:

La ausencia de democracia interna dentro del PRI, se ve sobre todo


en el momento de elegir a sus candidatos presidenciales . Esta
práctica conlleva un peligro muy grande. Como el candidato
presidencial tiene que salir de entre los miembros del gabinete,
ninguno de éstos se muestra activo públicamente para no tener
ninguna diferencia con el presidente, pero de maner a subrepticia,
los candidatos más viables se enfrascan en una lucha sorda entre sí
y tratan de forzar en su favor, pero indirectamente, la decisión del
presidente saliente.

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En el capítulo final de la obra, a manera de conclusión Cosío Villegas
examina las posibilidades reales de cambio dadas por los elementos
anteriores. Se debe recordar que los pilares del sistema según Cosío son
la presidencia y el partido, y en ellas deposita la posibilidad de cambio, la
fuente de el.

En el partido, Cosío no deposita esperanza alguna, de él no se puede


esperar cambio alguno, pues sus organizaciones de base no pueden, por
falta de independencia , modificar sus esquemas de conducta .

Sólo el Presidente, el titular del Poder Ejecutivo según Cosío es el que


tiene capacidad real y efectiva de conducir un cambio e iniciar una
transformación. Pero al mismo tiempo expresa sus dudas sobre esta
posibilidad de cambio impulsado desde arriba, desde el peldaño superior
de la jerarquía politica.

En principio es posible, asegura, pero sólo puede llevar a una reforma


duradera si las bases toman parte en ella . Y toda la estructura del actual
sistema político está en contra de tal participación.

Esta es, quizás la conclusión mas pesimista de la obra de Don Daniel


Cosío Villegas: se puede concluir que no tenía esperanza de un cambio
constructivo, por lo menos no derivado de factores estrcuturales y/o
institucionales.

Para Cosío Villegas la única posibilidad de cambio venía de los mismos


factores personales de los cuales derivaba el poder, es decir, en la sino en
los muy endebles e inseguros factores personales: en la supuesta

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voluntad de cambio de un "presidente predicador", es decir, de Echeverría,
y de un CEN del PRI encabezado por un intelectual: Jesús Reyes Heroles.
Si los personajes volvían a no estar a la altura de las circunstancias —el
tema del ensayo de 1947—, el proceso político de México entraría en un
callejón sin salida.

No obstante el reconocimiento actual que se hace de Don Daniel Cosío


Villegas y de su obra, icónica para entender el sistema político mexicano,
vale la pena hablar de quienes hacen críticas de esta obra. Y me parece
muy útil recordar aquí la que escribió Lorenzo Meyer4:

No hay duda que este ensayo es un paso más en la superación de


las interpretaciones optimistas de la naturaleza del sistema político
mexicano, hechas en la década pasada, sobre todo por
observadores norteamericanos .
Cuando Meyer reseña la obra, señala algunos “problemas” y los señala
puntualmente:

Para Meyer, la explicación que hace Cosío Villegas del proceso político se
da casi por entero en términos políticos; es decir, se critica que no se
justiprecie el entorno social y económico en que sucede y opera este
sistema, pues no se menciona o cuando se señala se hace de manera
según Meyer, insuficiente, de ahí que la explicación no posea toda la
amplitud que fuera de desear.

Otro aspecto que critica Meyer es sobre una de las principales tesis en
que se sustenta la obra de Cosío: la tesis del gran poder del Presidente,

4 Op Cit

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respecto de la cual, dice Lorenzo, se sostiene en parte porque el autor no
quiso explorar más a fondo algo que el mismo ya apunta: el poder de los
grupos de presión del sector privado.

Para Lorenzo Meyer, estas dos falencias de las tesis de Cosío, se


comprueban cuando se analiza el desenvolvimiento del modelo de
desarrollo político y económico seguido a partir de 1940, que parecería
cierto, ha favorecido a los grandes grupos de poder económico, dandoles
cada vez mayor poder fáctico, porciones de poder que se han desprendido
de la autonomía relativa del estado revolucionario.

Para Meyer, … [los] grupos empresariales tienen ya un poder de veto


considerable, capaz de echar por tierra proyectos de cambio originados en
la Presidencia, como parece haber sido el caso, por ejemplo, del gobierno
de López Mateos . Sigue la crìtica de este otro politógo al señalar lo que
habiamos comentado antes, acerca del poco o premuroso análisis de los
grupos de poder diferentes del gobernante: …no se hace suficiente
énfasis en la existencia de varios grupos o focos de poder dentro de la
misma élite gobernante, que también son capaces de poner límites más o
menos claros a las decisiones del presidente cuando éste intenta
modificar algunos de los elementos centrales del modelo político
contemporáneo.

A manera de antitesis de lo propuesto por Cosío, Meyer señala que en


sistemas como el mexicano, de tono evidentemente autoritario, el partido
dominante representa a una variada gama de intereses, [y por tanto] la
lucha política no se desarrolla al nivel de los partidos o de procesos
similares, sino fundamentalmente en el interior del aparato administrativo;

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y es ahí donde el poder presidencial puede encontrar uno de los
obstáculos más serios al cambio, como se está viendo en la coyuntura
actual por la que atraviesa el sistema.

Para concluir, me gustaría comentar acerca de lo que sucedió después de


publicada la obra, de las reacciones en la clase política.

Como se sabe, Cosío fue uno de los pocos críticos de Luis Echeverría
Álvarez. La obra que comentamos es la punta del iceberg, cuya base la
constituyeron una serie de artículos publicados en el Diario Excelsior, en
un momento en el que la represión era cosa de todos los días.

Se dice que el libro molestó de sobremanera a Echeverría, y busco


distintos medios para hacerle a saber a Cosío de su molestia, quien
consideró dejar de escribir.

Cuenta una anécdota curiosa, que el secretario de Educación en aquel


entonces, Victor Bravo Ahuja lo visitó y le dijo que su esposa le había
pedido a don Daniel no dejar de escribir, a fin de cuentas la esposa de
Bravo Ahuja resultó ser Echeverría mismo, quien de plano se bajó de su
nube y le habló al historiador: Siga escribiendo.

Cosío siguió escribiendo: siguió escribiendo en su muy peculiar estilo


sobre lo que estimaba era el principal "mal de la época": el
presidencialismo, pero siguó su trabajo en el terreno de la historia,
particularmente de la época que le apasionaba, que era la historia de la
Revolución,

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Cosío Villegas, es recordado por su calidad de crítico liberal, sobre todo
del fenómeno "del estilo personal de gobernar", al cual dedicaría un libro
concreto y que se basó en Luis Echeverría.

Irónicamente, logró realizar este analisis gracias a que Cosío había


logrado una relación cercana con su objeto de estudio: se sabe que
consiguió una cercanía importante del presidente y varios miembros de su
grupo mas íntimo: Porfirio Muñoz Ledo, Mario Moya Palencia, Fausto
Zapata y Jesús Reyes Heroles. Es muy curioso que se le reconoce a
Cosío su arraigada independencia como virtud que le protegió de
tentaciones.

Sin embargo, cuentan las crónicas que desde la obra, la relación entre
Cosío y el presidente fue muy tensa, y a pesar de esto la mantuvo, pues
era la ocasión de ver y vivir de cerca las expresiones de poder de la
presidencia autoritaria que tanto criticaba. La situación terminó por irritar
al "objeto de estudio", que si bien por un lado le hizo objeto de
deferencias, por otro alentó la publicación de críticas anónimas y bajas
contra el crítico público.

La obra de Cosío Villegas fue el continente de una visión muy particular


del sistema de poder nacido de la Revolución Mexicana, que alcanzó su
madurez tras la Segunda Guerra Mundial y que inició su descomposición
en los años sesenta. Esta visión del proceso, como es entendible, no
fueron muy bien recibidos por los "profesionales" del análisis político de la
época, pero aún así resultaron un éxito de librería.

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Los intelectuales de izquierda, que dominaba (o se refugiaba en) el ámbito
académico, no fue generosa con Cosío y por ello no se encuentran
referencias de la obra ni reconocimiento de su utilidad ni la legitimidad de
un enfoque liberal, que usaba un lenguaje comprensible y se centraba en
la personalidad del presidente y sus colaboradores, en vez de poner el
acento en los conceptos del marxismo y en la lucha de clases y las
contradicciones insalvables del capitalismo mexicano.

Al final, fueron cuatro las obras que hoy se reconocen como una tetralogía
indispensable para el análisis de la historia política del país: en 1972, El
sistema político mexicano, en 1974, El estilo personal de gobernar y en
1975 La sucesión presidencial y La sucesión: desenlace y perspectivas.

Criticas aparte, estas obras de Cosío Villegas constituyen uno de los mas
interesantes y completos análisis de la coyuntura histórico y político del
período. También es uno de los juicios mas severos del régimen instalado
en la epoca posrevolucionaria.

La obra de Cosío, de crítica acida se centró en la figura del poder


concentrado en la presidencia, en el titular del poder ejecutivo todavía en
pleno dominio de un poder autoritario. El riesgo era mucho, pero resultó
superior el atractivo de la empresa: emplear el estudio del poder para
demostrar a la clase política el poder del estudio, refirió en alguna ocasión
Lorenzo Meyer.

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La forma de escribir de Cosío Villegas, no era de corte académico ni sus
opiniones sustentadas propiamente desde el punto de vista de la teoría
política y/o constitucional. Están escritas en un lenguaje llano y directo a
diferencia de otros autores, sobre todo de la academia y de los Estados
Unidos, por ejemplo Charles A. Hale sobre cuya obra escribi otro ensayo
en el que enfatizaba el rigor académico en el que sustenta cada
afirmación o apreciación.

Al final, el lenguaje escogido por Cosío, permitió a cierto publico de clase


media la lectura de su obra y pudo transmitir perfectamente sus
preocupaciones, sus teorías y sus propuestas muy concretas acerca de lo
que veía del sistema político mexicano.

Cosío enfocó su trabajo en desentrañar los mecanismos que


concentraban el poder en la presidencia y el presidente. Hay que darle el
mérito de que detrás de su critica y llamada de atención era porque no
quería que se actualizara la opción de la resolución o el cambio estructural
a través de medios violentos. Para Cosió, con un sentido profundamente
pragmático, el cambio no podría darse o por lo menos no veía viable que
se diera a través del voto, de la democracia.

Para él, el cambio o la reforma tendría que darse desde dentro y desde
arriba, aunque luego se aprecia que cambio de opinión pues en 1974, en
El estilo personal de gobernar, esta vía ya no era factible. Cosío Villegas
probó la certeza de lo advertido tres años antes por Robert Dahl: había
una correlación entre el abuso de la palabra y la falta de acción decisiva:
entre más se habla, menos se hace. Don Daniel contrastó a Echeverría —

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personaje "locuaz" y en monólogo perpetuo— con el presidente Cárdenas,
un mandatario que casi no hablaba pero actuaba y con gran eficacia.

Con El estilo personal de gobernar inaugura una nueva tesis: en un


sistema presidencialista sin límites, los defectos personales del jefe del
Ejecutivo se vuelven características del sistema mismo y se amplían y
multiplican hasta afectar la vida misma de la sociedad. Cuando el
autoritarismo hace que la patología del líder se transforme en la patología
del gobierno, entonces se está hablando de un sistema político enfermo.

Dicen los estudiosos de Cosío Villegas que si hubiese sobrevivido para


asistir a los gobiernos de José López Portillo o de Carlos Salinas de
Gortari habría confirmado su hipótesis.

Para 1975 las fallas de la estructura política mexicana anunciadas en


1972 eran hechos comprobables, y el cambio desde dentro había
resultado inviable.

En La sucesión presidencial, y echando mano de las teorías dominantes y,


sobre todo, de su propia y minuciosa reconstrucción de la historia reciente
—el material básico se lo dieron las sucesiones presidenciales de 1940 y,
en menor medida, las de 1946 y 1952—, Cosío concluyó que las
características de la transmisión del mando en el sistema
posrevolucionario —el "tapadismo"— las había establecido el presidente
Cárdenas en 1940, cuando no pudo impedir la entrada al juego sucesorio
de un actor no deseado —Juan Andrew Almazán— y se vio forzado a
imponer su decisión mediante el fraude y la violencia.

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A partir de ese momento, cada nueva elección permitió al presidente ir
afinando sus instrumentos de control al punto que, a partir de 1956, pudo
ya neutralizar cualquier oposición significativa dentro y fuera del PRI.
Desde entonces y hasta 1988 no se movería una hoja del árbol de la
sucesión sin la voluntad presidencial, pero luego todo entraría en crisis.

Lo que Cosío Villegas puso en claro en su penúltimo libro fue cómo el


"tapadismo" era el máximo proceso de manipulación política que, con el
correr del tiempo, había perfeccionado los mecanismos de exclusión. En
ese contexto, los intereses sociales organizados —campesinos, obreros y
empresarios— sólo podían, en el mejor de los casos, intentar vetar
candidatos y no más. El autoritarismo mexicano había logrado la
perfección, pero a la larga le resultaría imposible mantener a la sociedad
completamente fuera de un proceso fundamental de la toma de
decisiones; el sistema se estaba volviendo, a la vez, más fuerte pero
menos viable.

En la última parte de la tetralogía, La sucesión: desenlace y perspectivas,


gracias a su cercanía con el régimen pudo describir de primera mano el
proceso, paso a paso a través del cual Echeverría designó a su sucesor a
través del conocido destape, incluyendo las falaces medidas para cubrir y
tratar de legitimar el proceso haciendo intervenir a diferentes notables del
partido en un proceso de elección amañada y controlada, a sabiendas que
la decisión final correspondía al Presidente de la República.

Cosío Villegas cumplió con su país de manera clara con las obligaciones
que le imponían el papel que él eligió desempeñar. Eligió de entre los
instrumentos a su alcance los que mejor le parecieron para desentrañar

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"el mal de su tiempo": la ausencia en México de una vida pública digna de
tal nombre debido a un presidencialismo sin contrapesos.

No era un revolucionario pero sí fiel radical a su propia ética —una ética


liberal—, asumió una actitud muy crítica frente a un sistema de poder que,
como en el Porfiriato, volvía a violar sistemáticamente su propio marco
legal y moral y, en el proceso, pervertía la totalidad de la vida pública
mexicana.

Cosío Villegas pudo haber optado por refugiarse en sus tareas como
administrador o como investigador del pasado para excusarse de tomar
partido en el presente. No lo hizo. Si bien no buscó el choque frontal con
el poder, cuando lo juzgó adecuado no dudó en poner bajo el lente de la
crítica a un presidencialismo perverso que si bien ya tenía su legitimidad
mermada, aún mantenía un enorme poder. Un poder que hubiera
destruido, si se lo hubiera propuesto, a personajes con mucho más
recursos que los que tenía don Daniel.

Pese a todo, Cosío Villegas tomó el riesgo y entonces, como hoy, se lo


agradecemos. La figura objeto de su crítica, Luis Echeverría, pierde peso
con el paso del tiempo y a la de Cosío Villegas le sucede lo opuesto. A un
cuarto de siglo de la muerte de Cosío Villegas, se puede discutir si sus
análisis fueron los mejores sobre la realidad de su época —personalmente
los considero certeros en la identificación del "mal de su tiempo"—, pero
no creo que nadie discuta el valor del ejemplo. –

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Lorenzo Meyer5, con motivo del 25 aniversario de la muerte de Don Daniel
Cosío Villegas se refirió a la vigencia de su obra en los siguientes
términos:

Hace un cuarto de siglo murió Daniel Cosío Villegas, educador,


estudioso y crítico singular de los procesos políticos del México
moderno y contemporáneo. Es claro que de entonces acá el país ha
cambiado. Sin embargo, muchas cosas persisten, entre otras, la
necesidad de seguir examinando y construyendo nuestra vida
pública con un espíritu y una intensidad similares a los empleados
por don Daniel.

En un último acto de congruencia, fue enterrado, sencillamente, en el


Panteón Jardín. El gobierno quiso enviarlo a la Rotonda de los Hombres
Ilustres, pero su viuda se negó.

5 Meyer, Lorenzo. Daniel Cosío Villegas, en Letras Libres del 31 de mayo de 2001. Disponible en
https://www.letraslibres.com/mexico/daniel-cosio-villegas

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BIBLIOGRAFÍA

Meyer, Lorenzo. Daniel Cosío Villegas, en Letras Libres del 31 de mayo de


2001. Disponible en https://www.letraslibres.com/mexico/daniel-cosio-villegas
Krauze, Enrique. Daniel Cosío Villegas: una biografía intelectual, México Joaquín
Mortiz, 1980, capítulo IX

Cosío Villegas, Daniel. El sistema político mexicano : las posibilidades de


cambio. Austin, Tex. : Institute of Latin American Studies, The University of
Texas at Austin, 1972. Disponible en:
http://aleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/23212/1/13-052-1973-0527.pdf

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