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Domíníck LaCapra

Escribir la historia,
escribir el trauma
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E S C R I B I R L A HISTORIA,
ESCRIBIR E L TRAUMA

Para empezar, quiero establecer una distinción entre dos enfoques de


la historiografía. A l primero de ellos lo calificaría de modelo de inves-
tigación autosuficiente o documental, cuya forma extrema es el positi-
vismo. Según este enfoque, reunir pruebas y hacer aseveraciones refe-
renciales con forma de reivindicaciones de verdad fundamentadas en
esas pruebas son las condiciones necesarias y suficientes de la histo-
riografía. El segundo enfoque, imagen negativa del primero, es el cons-
tructivismo radical para el cual las aseveraciones que e n t r a ñ a n una
reivindicación de verdad incumben en el mejor de los casos a los acon-
tecimientos y tienen una importancia limitada, incluso marginal. Por
el contrario, lo esencial son los factores performativos, figurativos, es-
téticos, retóricos ideológicos y políticos que "construyen" las estructu-
ras -relatos, tramas, argumentaciones, interpretaciones, explicacio-
nes- en las cuales las aseveraciones están incluidas y de las cuales
extraen su sentido e importancia. Como resultará evidente m á s ade-
lante, mi propia posición no coincide con ninguno de esos dos extremos.
No obstante, no se trata simplemente de un justo medio entre dos ex-
tremos; m á s bien intenta articular los problemas y las relaciones de
un modo esencialmente distinto. En suma, mantengo que las asevera-
ciones que reivindican alguna verdad y están fundamentadas en prue-
bas se aplican en la historiografía a los dos (problemáticos) niveles de
las estructuras y de los acontecimientos. Además, las reivindicaciones
de verdad son condiciones necesarias de la historiografía, pero no sufi-
cientes. La pregunta decisiva es cómo interactúan y cómo deberían i n -
teractuar con otros factores o fuerzas de la historiografía, en otros gé-
neros y en las formas híbridas.'
' Debo hacer notar que un modelo de investigación autosuficiente y el constructi-
El modelo documental o autosuficiente fiie particularmente conspi- escritura no constituye un problema. La escritura se halla subordina-
cuo a fines del siglo xix y principios del xx, y pudo haber sido una posi- da al contenido constituido por hechos, por su narración o por su aná-
ción defendible cuando se intentaba profesionalizar la historia esgri- lisis. Se reduce entonces a la redacción de los resultados de la investi-
miendo la bandera de la objetividad y se procuraba distanciarla - s i no gación, y el estilo se limita a una noción estrecha de una prosa meli-
disociarla- de la literatura, especialmente de las "bellas letras".^ Des- flua, legible o accesible de inmediato, una prosa escrita con oficio (o un
de esa época, el modelo persistió en gran medida en la historiografía beau style convencional) en la cual, idealmente, la forma carece de efec-
profesional, aunque su valor se ha vuelto ahora más cuestionable y sus to significativo o de contenido alguno. En otras palabras, la escritura
posiciones se han tornado más complejas a raíz del enfrentamiento con es un medio para expresar un contenido y su meta ideal es la transpa-
el constructivismo radical.^ rencia, el papel de ventana abierta hacia el pasado, en la cual las figu-
En el modelo de investigación autosuficiente o documental, se otor- ras retóricas cumplen un papel meramente instrumental para ilustrar
ga prioridad a la investigación fundamentada en documentos prima- lo que podría expresarse con literalidad sin pérdida alguna. Nancy
rios (preferiblemente de archivo) que permiten confirmar hechos del Partner expone este punto de vista muy claramente en estos términos:
pasado, los cuales pueden relatarse en una narración (enfoque m á s "El estilo correcto de la historiografía moderna desvía la atención de
inclinado hacia lo "artístico") o pueden exponerse con otro estilo más los símbolos verbales que ha elegido el autor y la enfoca en las pala-
analítico que propone hipótesis verificables (enfoque m á s inclinado bras de otros (o en artefactos u objetos naturales), creando así por obra
hacia las "ciencias sociales")/ Según este modelo, en algún sentido, la de una convención literaria la ilusión [y yo diría, más vale, adoptando

vismo radical son polos opuestos, ninguno de los cuales puede caracterizar de manera
conveniente el enfoque de ciertos historiadores. Pero ambos h a n d e s e m p e ñ a d o un pa- len seguir la l í n e a de Hayden White, aunque la critiquen, tomando como eje l a na-
pel de peso en la disciplina historiográfica y en los análisis que se han hecho de ella. rración o el relato. Aunque la concepción de las teorías y de los teóricos de las cien-
Al respecto, v é a s e Peter Novick, That Noble Dream: the "Objectivity Question" cias sociales que tienen peso cambia con el tiempo, la preocupación por la relación
and the American Historical Profession, Cambridge, Cambridge University Press, entre la historia y las ciencias sociales, a veces a c o m p a ñ a d a por u n a a t e n u a c i ó n de
1988. J . H . Hexter, L i n d a Gordon, David Hollinger, Alian Megill, Peter Novick y Do- la importancia adjudicada a la narración, ha sido el sello distintivo de la escuela de
rothy Ross debatieron el libro de Novick en un panel que se llevó a cabo durante l a Bielefedl en Alemania y de Annales en Francia.
r e u n i ó n anual de la American Historical Association, v é a s e American Historical Re- E l i n t e r é s por la relación entre historia y ciencias sociales es crucial, pero u n a
view 96 (1991), 673-708. U n a exposición que intenta volver a conceptualizar el pro- orientación primaria - s i no exclusiva- en la dirección de las ciencias sociales a me-
blema de la objetividad en t é r m i n o s normativos puede hallarse en Thomas Haskell, nudo implica u n a d e v a l u a c i ó n de los estudios literarios, la retórica y (en menor me-
"Objectivity Is Not Neutrality", en History and Theory: Contemporary Readings, cds. dida) la filosofía como relevantes para el autoconocimiento o conducción de la inves-
Brian F a y , Philip Pomper y Richard T. Vann, Malden, Mass., Blackwell Publishers, tigación histórica (como mantener a los filósofos y teóricos literarios como interlocu-
1998, pp. 299-319. V é a s e t a m b i é n el agudo ensayo publicado por C h r i s Lorenz en el tores pertinentes para los historiadores) y constituye a la filosofía y literatura prin-
mismo volumen: "Historical Knowledge and Historical Reality: A Plea for 'Internal cipalmente como objetos del a n á l i s i s histórico y científico-social. E l desafortunado re-
Realism'", pp. 342-376. E s t e libro, al cual hago frecuentes referencias, es una de la.T sultado es a menudo una visión limitada en el trabajo y función de los textos filosó-
mejores fuentes acerca de las distintas perspectivas de filósofos e historiadores con- ficos y literarios o del modo en que responden - a veces c r í t i c a m e n t e - a las categorías
t e m p o r á n e o s sobre la historiografía. A d e m á s de esos ensayos, v é a n s e t a m b i é n los que y supuestos sociales, por m á s indagatorio y complejo que sea el a n á l i s i s de su inser-
forman parte de otra valiosa recopilación: Keith Jenkins, ed., The Postmodern His- ción social en una r e p r e s e n t a c i ó n , estructura, campo o red colectivos. ( L a confianza
tory Reader, Nueva York, Routledge, 1997. mutua entre historia y ciencias sociales se vio acentuada en algunos aspectos por el
' E n los ú l t i m o s tiempos, la aseveración de objetividad suele acabar incluso en lo cambio de 1994 del título de la revista Annales ESC [Economies, Sociétés, Civiliza-
que Hans Kellner ha tildado de "una suerte de literalismo posmoderno, u n literalis- tions] por Annales HSS [Histoires, Sciences Sociales].) M á s recientemente esta orien-
mo autocrítico (o autodeconstructor, si se quiere) y quejumbroso, que lamenta su pro- tación puede estar cambiando para permitir una concepción m á s amplia de la inter-
pia imposibiUdad", lo cual, desde el punto de vista estilístico, podría verse como una y trans-disciplinariedad en la que hay una apertura crítica y diferencial al papel de
variante del minimalismo que se pone de manifiesto, por ejemplo, en la obra de Berel la filosofía y teoría literaria como ámbitos que, junto con las ciencias sociales, son
Lang. V é a s e Kellner, "'Never Again' is Now" en F a y , Pomper y V a n n , History and relevantes para u n a reconceptualización (o "giro crítico") de la historia. E l intento de
Theory, op. cit., p. 235. E l a n á l i s i s que hace Kellner de la idea propueista por Hayden los editores por repensar la aproximación de l a revista puede verse en "Histoire et
White sobre la función de la voz media para representar el Holocausto puede compa- Sciences sociales: U n toumant critique?", Annales ESC 43 (1988): 291-93 y en "Ten-
rarse con lo que yo mismo digo m á s adelante en este libro. tons l'expérience", Annales ESC 44 (1989): 1317-23. V é a s e t a m b i é n AjmaZes HSS 49
(1994), Littérature et histoire. U n a crítica dura de cualquier cambio en los Annales
•* E l enfoque que se incHna hacia las ciencias sociales es importante para muchos
que pueda subrayar la reflexión teórica o el a n á l i s i s del discurso -menos que una
historiadores pero no recibe hoy en día demasiada atención por parte de los filósofos
interacción provocadora de reflexión con la filosofía y los estudios literarios- puede
que se ocupan de la historiografía (por ejemplo, Chris Lorenz, dentro do la tradición
verse en G é r a r d Noiriel, Sur la "crise" de l'histoire (París, Belin, 1996).
analítica, y Paul Ricoeur, dentro de la tradición de Europa continental), quienes sue-
el ideal regulador] de que el texto es una ventana transparente sobre subestimación de la relación dialógica con el otro que le reconoce una
el tiempo".'^ voz o perspectiva que pueden interpelar al observador e, incluso, cues-
En sus formas m á s extremadas, los modelos de investigación auto- tionarlo engendrando controversia sobre sus supuestos, su investidu-
suficientes o documentales pueden entrañar mayor énfasis en los mé- ra afectiva y sus valores. Se podría decir, en general, que un paradig-
todos cuantitativos (elemento que sobresale en la cliometría) pero por ma de investigación autosuficiente y su exageración positivista confi-
lo general tienen las características que enumero a continuación, que nan a la historiografía a aseveraciones constativas o referenciales que
añaden nuevas facetas al uso puramente referencial o constativo del implican reivindicaciones de verdad hechas por un observador acerca
lenguaje, el cual expresa reivindicaciones de verdad fundamentadas en de un objeto de investigación netamente diferenciado.
pruebas. Los rasgos a los cuales acabo de referirme son los siguientes: Hay, sin embargo, elementos en este paradigma de investigación
(1) estricta separación u oposición binaria entre el sujeto y el objeto; que -una vez desprendidos del marco autosuficiente o autónomo- tan-
(2) tendencia a fundir y confundir la objetividad con el objetivismo o la to yo como la abrumadora mayoría de los historiadores creen indispen-
objetificación del otro, al cual esos textos se dirigen mediante asevera- sables, entre ellos la importancia de la contextualización, la claridad,
ciones referenciales en tercera persona, citas explícitas y resúmenes o la objetividad, el sistema de notas y la idea de que la historiografía
paráfrasis; (3) identificación de la comprensión histórica con la expli-i implica necesariamente reivindicaciones de verdad que se funda-
cación causal o con la contextualización más plena posible del otro (po- mentan en pruebas - l o que podríamos llamar una "referencialidad"*
siblemente en forma de descripciones o narraciones densas); (4) nega- irreductible-, no sólo en las afirmaciones que conciernen directa-
ción de la transferencia o del problema que suscita el hecho de que el mente a los sucesos sino en niveles m á s estructurales y m á s inte-
observador esté implicado en el objeto de observación; (5) exclusión o grales, como la narración, la interpretación y el análisis. Opino, con
todo, que esas características deben situarse de un modo que no se
Nancy Partner, "Writing on the Writing of History", en F a y , Pomper y V a n n , His- acomode al papel relativamente poco problemático que desempeñan
tory and Theory, op. cit., p. 77. Quiero hacer notar que, en el período moderno, las en el paradigma de investigación autosuficiente.'^
sospechas con respecto al estilo llano y la defensa de un estilo opaco o difícil e s t á n
motivadas por diversas razones. U n a de ellas es la idea muy c o m ú n de que el estilo La nota (al pie o al final) es el correlato de la investigación, y su uti-
debe responder a l a complejidad y dificultad de los problemas abordados, de modo lización como elemento referencial de ella es un criterio útil para dife-
que el intento de presentar determinados problemas como algo e n g a ñ o s a m e n t e sim- renciar la historia de la ficción. El artículo o la monografía de investi-
ple o accesible inspira desconfianza. (Puede observarse esta posición en Kierkegaard, gación es un texto repleto de notas que remiten a las fuentes, al punto
por ejemplo, junto con su preocupación por la intensidad y las exigencias de la reli-
gión.) Otra razón es la idea de que, para apreciar ciertas cosas, es necesaria una ini-
que, en un paradigma de investigación restringido e ideal, hay una
ciación, con todas las pruebas que e n t r a ñ a , o, para decirlo con palabras de Nietzsche, nota por cada aseveración que figura en el cuerpo principal. (Los ele-
que las cosas excepcionales son para los excepcionales. U n a variante m á s democráti- mentos más subjetivos quedan circunscriptos al prefacio y el colofón o,
ca de esta posición mantiene que un estilo intrincado puede obrar como estrategia de quizá, a las notas que no funcionan como referencia. En la ficción pue-
resistencia y aflojar las garras del poder dominante, opresivo (en especial el colonial de haber notas que remitan a otros textos, especialmente cuando el
o poscolonial). S e g ú n el escritor tunecino Abdelwahib Meddeb, "Nos defenderemos
texto es una combinación de hechos y ficciones, pero, para que la histo-
con construcciones subversivas y laberínticas, con el descentramiento incesante de
la oración y del lenguaje, de modo que el otro pierda el rumbo, exactamente como le
ocurre en las callejuelas de la casbah" (citado por J e a n Dejeux, Situation de la litté- ' E l autor dice "an irreducible 'aboutness'" (N. de la Trad.)
rature maghrcbine de langue franqaisc, Algiers, Office des publications universitai- * Quizá haya sido Laurence Veysey quien expresó el grado de difusión y l a impor-
res, 1982, pp. 103-104). tancia de semejante paradigma o modelo en nuestra profesión en t é r m i n o s m á s es-
U n a ú l t i m a razón, para escritores como Theodor Adorno y P a u l Celan, es que el trechos cuando dijo: "Pese a toda esta creciente complejidad en l a a r g u m e n t a c i ó n his-
lenguaje e s t á ya tan distorsionado y corrompido por el uso político y propagandístico tórica, sigue siendo cierto que todavía se otorga mayor prestigio al historiador que
que es necesario volverlo e x t r a ñ o , difícil, incluso impermeable al placer, para que revela a l g ú n hecho incontrovertible de gran importancia y desconocido previamente,
podamos emplearlo de nuevo, perspectiva a la cual contribuyeron los e n g a ñ o s y los cualquiera sea l a manera en que lo hace". "The United States", en The International
eufemismos del discurso nazi. Dicho de otra manera, esta ú l t i m a posición critica un Handbook of Historical Studies: Contemporary Research and Theory, eds. Georg G .
retorno prematuro al principio del placer en el discurso antes de que hayamos en- Iggers and Harold T . Parker, Westport, Conn., Greenwood, 1979, p. 168. Sin negar el
frentado ciertos problemas de suma dificultad, cuando no esquivos a todo tratamien- grado de difusión y l a importancia para la profesión de u n modelo de i n v e s t i g a c i ó n
to, y los hayamos elaborado de una manera e m p á t i c a y rigurosa, al menos dentro de documental o autosuficiente, oportunamente maticé la afirmación de Veysey obser-
lo que sea posible. De manera menos concluyente, se podría decir que un estilo opaco vando que "a menudo se concede el m á s alto prestigio al historiador que hace una
o enrevesado puede imponerse m i m é t i c a m e n t e cuando un enfoque difícil, exigente, revisión de versiones e s t á n d a r f u n d a m e n t á n d o s e en u n a voluminosa i n v e s t i g a c i ó n
se transforma en u n a metodología multiuso o en un tic estihstico. ae archivos" (History and Criticism, Ithaca, Cornell University Press, 1985, p. 20).
riografía sea una disciplina profesional - m á s allá incluso de un para-
"Me he visto obligado a r e c o n s t r u i r en m i e s p í r i t u el proceso de d e s t r u c -
digma de investigación estricto-, debe incluir notas que respaldan las
c i ó n , a r m a n d o p á r r a f o s con los documentos, c a p í t u l o s con los p á r r a f o s ,
afirmaciones o aseveraciones que hacen reivindicaciones de Ver^a^j libros con los c a p í t u l o s . S i e m p r e c r e í que p i s a b a t e r r e n o firme: n i n g u n a
(excepto cuando tales afirmaciones expresan algo aceptado en ese mo- i n q u i e t u d sobre l a p o s i b i l i d a d de u n fracaso a r t í s t i c o m e a c o s a b a . M e
mento como conocimiento común, al menos entre los profesionales) dicen a h o r a que he tenido é x i t o en l a e m p r e s a . Y esto m e p r e o c u p a e n
Para J. H . Hexter, la actitud con respecto a las notas distingue ^ a l g u n a m e d i d a , pues los h i s t o r i a d o r e s s u p l a n t a m o s l a h i s t o r i a p r e c i s a -
historia no sólo de la ficción sino también de la física. En un tono casi m e n t e c u a n d o t e n e m o s é x i t o en n u e s t r o t r a b a j o , lo que e q u i v a l e a d e c i r
bucólico, este autor parece insinuar que, al menos en la historiograffg^ que hoy en d í a a l g u i e n p o d r í a leer lo que he escrito con l a i d e a e r r ó n e a
y en el caso de las notas, los últimos serán los primeros: "Hay una dife- de que a h í , e n l a s p á g i n a s i m p r e s a s de m i obra, e n c o n t r a r á e l H o l o c a u s -
rencia que se pone de manifiesto en las actitudes divergentes do] his- to a u t é n t i c o y efectivo, t a l como ocurrió.""
toriador y, por ejemplo, del físico con respecto al elemento m á s rtiodes-
to de su repertorio común: la nota al pie. Tan modesta es ésta de he- Aun así, la frontera en la que acaba la historia y comienza la ficción
cho, que puede parecer indigna de atención, pero debemos recordar que se alcanza probablemente en las notas autorreferenciales que van m á s
las cosas modestas y humildes de la tierra pueden ser más instructi- allá de las indicaciones intertextuales y tienen que ver con los resulta-
vas que las grandes e imponentes: al fin y al cabo, los especialistas en dos o las conclusiones de otros historiadores, notas que bloquean la
genética aprendieron mucho más estudiando a la mosquita de la fruta referencia haciéndonos retornar al texto con un efecto de bucle cerra-
que lo que habrían aprendido en igual tiempo contemplando al niajes- do o de laberinto, como ocurre, por ejemplo, en la novela Pálido fuego
tuoso elefante".^ Lamentablemente, Hexter no explica por qué pasa de de Nabokov. También podríamos recordar el efecto de ping-pong que
hacer una supuesta comparación entre la historiografía y la física a hacer causan las referencias cruzadas del Diccionario de lugares comunes de
una analogía entre el historiador y el genetista, de modo que queda- Flaubert, en el cual podemos encontrar las siguientes definiciones:
mos algo perplejos por el aparente cuestionamiento de la m^icroViigto. "Rubias. Más ardientes que las morenas. Véase: morenas"; "Morenas.
ria que implica la alusión al elefante como objeto de contemplación. NQ Más ardientes que las rubias. Véase: rubias".
obstante, su afirmación sobre la importancia de las notas en la histo- Ocupémonos ahora de la segunda posición sobre la historiografía,
riografía es inequívoca e inobjetable. que ya he mencionado: el constructivismo radical. La posición cons-
Desde luego, pueden utilizarse notas en la historia y la ficci(^n tructivista radical tuvo como adalides máximos a figuras tan eminen-
modo que cuestionen e incluso parodien el paradigma de investig^cjój^ tes como Hayden White y Frank Ankersmit, quienes aceptan la dis-
autosuficiente o documental, y pueden existir notas de peso que no f^^i- tinción entre aseveraciones históricas y ficcionales en el nivel de la
cionen como mera referencia sino como elaboración de algunos puntos referencia a los sucesos, pero la cuestionan en los niveles estructura-
o que maticen incluso las afirmaciones o los argumentos del cvierpo les.'" Para ellos, existe una identidad o una similitud esencial de nivel
principal al punto de establecer a veces una relación dialógica ontre
texto y nota, algo que se aproxima a un contratexto expuesto j^g ^ Raúl Hilberg, "I Was Not There", en Writing and the Holocaust, ed. Berel Lang,
notas." Más aún, en lo que respecta a un acontecimiento límite cot^o el Nueva York, Holmes & Meier, 1988, p. 25.
Holocausto, incluso un académico tan eminente como Raúl Hilborg se D e s p u é s de haber terminado este capítulo, leí el artículo de C h r i s Lorenz en
vio arrastrado a la hipérbole y a parafrasear a Adorno planteando esta History and Theory 37 (1998), pp. 309-29, que se titula "Can History be True?: N a -
rrativism, Positivism, and the 'Metaphorical Turn"'. Se desarrollan allí minuciosa-
aparente pregunta retórica: "No soy poeta, pero me ha ocurrido ponsar mente algunas de las cuestiones que menciono, dentro de un marco de referencia m á s
que, si lo que dice [Adorno] es verdad, ¿no sería igualmente feroz (jgcrl- restringido que tiene como eje la narración e implica un tratamiento muy limitado,
bir notas al pie sobre Auschv^^itz?". Y agregaba: cuando no d e s d e ñ o s o , de la ficción entendida como algo opuesto a la historia. V é a s e
t a m b i é n en el mismo n ú m e r o el artículo de John H . Zammito, "Ankersmit's Postmo-
dernist Historiography: The Hyperbole of'Opacity"', pp. 330-346. Pese a la fuerza y
la contundencia de algunos argumentos suyos, en esc artículo (así como en 'Are We
' J.*,H. Hexter, "The Rhetoric of History", en F a y , Pomper y V a n n , History ^na Being Theoretical Yet?: The New Historicism, the New Philosophy of History, and
Theory, op. cit., p. 60. Acerca de las notas al pie, v é a s e t a m b i é n Anthony Gr'fjftoj^ 'Practicing Historians"', Journal ofModern History 65 [1993], pp. 734-814), Zammito
Footnote.A Curious History, Cambridge, Harvard University Press, 1997. no muestra apreciación por las diversas maneras en que la hipérbole e incluso la opa-
" Me parece que muchos historiadores y editores de textos históricos se inqviietaii cidad (o la dificultad al menos) pueden entenderse y hasta defenderse matizadamen-
cuando ocurre esto ú l t i m o , probablemente porque es una d e s v i a c i ó n desconce^^antf te, en especial cuando tienen un marco determinado y no son algo que el autor se per-
con respecto al uso m á s habitual de las notas al pie. mite en todo contexto. Uno podría hacer una defensa limitada y contextualizada de
estructural entre la historiografía y la ficción, la literatura o lo estéti- mit sostiene que las obras literarias y las históricas son similares en este
aspecto, no es así. En la historiografía, cualquier intento del lenguaje por
co, y ponen el acento en la ficcionalidad de las estructuras en todos esos llamar la atención sobre sí mismo sería reputado de algo fuera de lugar,
ámbitos. En el límite, presentan la historiografía como una ventana ce- una incómoda violación de las reglas de la escritura histórica. En la his-
rrada tan empañada por uno u otro conjunto de factores proyectivos toria, el lenguaje está supeditado en gran medida al propósito del histo-
que, al menos en el nivel estructural, sólo devuelve el reflejo de la pro- riador de expresar de la manera más plena, más clara y más sensible lo
pia imagen distorsionada del historiador. Con todo, por momentos, su que éste ha comprendido o sabe sobre algo que pertenece al pasado.""
obra toma rumbos que exceden una identificación constructivista ra-
dical de la historia con la ficcionalización, la retórica, la poética, la per- En su respuesta, Ankersmit formula varios argumentos que mere-
formatividad o el discurso autorreferencial. Después de analizar los cen un análisis serio. No obstante, parece aceptar aspectos importan-
aspectos m á s conocidos del pensamiento de estos autores, dedicaré al- tes de la caracterización que hace Zagorin de su posición, aunque esta
gún tiempo a algo que me parece una idea poco explorada, difícil y dig- vez desplaza el acento de la estética a la política (como lo hace White
na de reflexión que aparece en un ensayo escrito por White, a saber, con frecuencia). Dice Ankersmit:
que un análogo discursivo de la voz media es lo m á s adecuado para re-
presentar los acontecimientos extremos, los límites traumáticos de la "Todo lo que es esencial e interesante en la escritura de la historia (en la
historia, como el Holocausto. teoría y en la práctica) no se halla en el nivel de las afirmaciones indivi-
duales sino en el nivel de la política que los historiadores abrazan cuan-
Desde una perspectiva que puede verse como una versión del para-
do eligen las afirmaciones que confieren individualidad a su "pintura del
digma de investigación autosuficiente con sutilezas agregadas que pro- pasado". [••] Hacer aseveraciones verdaderas acerca del pasado es fácil
vienen de su contacto crítico con el constructivismo radical, Pérez Za- -cualquiera puede hacerlo- pero hacer las aseveraciones que correspon-
gorin caracteriza en los términos siguientes una posición adoptada por den acerca del pasado no es nada fácil. Exige perspicacia y originalidad
Frank Ankersmit, a la cual generaliza para aplicarla al posmodernis- histórica. [...J En algún otro lugar llamé a esas "pinturas del pasado"
mo y al deconstructivismo en general: sustancias narrativas. Entonces, la cuestión con la cual todos se la em-
prenden es si estamos preparados o no para admitir que esas sustancias
"Una de las operaciones características de la teoría posmoderna y del narrativas son entidades lógicas que ocupan un lugar inmediato al de
deconstructivismo ha consistido en borrar las fronteras entre la litera- otras entidades lógicas conocidas ya por todos a través de la lógica filo-
tura y otras disciplinas reduciendo todas las modalidades de pensamien- sófica como el sujeto, el predicado, el concepto teórico, la aseveración,
to a la común condición de escritura. Así, se suele sostener que la filoso- etcétera. [...] Si tomamos en serio el texto y sus sustancias narrativas
fía, como la historiografía, no es más que otro tipo de escritura y está nos transformamos en posmodernos; si vemos sólo la aseveración segui-
sujeta a las leyes de la escritura, que no es una reflexión de otro orden a mos siendo modernos. En otras palabras, para decirlo en forma de con-
la cual le atañen cuestiones filosóficas específicas. Aun dejando de lado signa, la aseveración es moderna; el texto (histórico) es posmoderno."'^
la identificación del lenguaje y la realidad -tesis cuya construcción pue-
de hacerse de distintas maneras (y que, en cualquier caso, está fuera del Lo que Ankersmit entiende por sustancia narrativa es lo mismo que
tema que quiero abordar)-, me arriesgo a decir que pocos historiadores White abordaba en términos de tropos prefigurativos y estructuras
estarían de acuerdo con el confinamiento de la historiografía a la cate- narrativas proyectivas que confieren sentido. Como White, él entiende
goría de lo estético que postula Ankersmit. Tampoco darían su aproba- que la sustancia narrativa o la estructura es ficcional y está motivada
ción a una caracterización que privilegia su carácter literario. Como ya política o ideológicamente y, del hecho evidente de que "nunca pode-
dijeron los formalistas rusos y Román Jakobson, la calidad de lo litera- mos verificar nuestras conclusiones comparando el texto en cuestión
rio radica en que instala el lenguaje y la expresión en el primer plano y con 'el pasado' mismo", infiere la dudosa conclusión de que "las sus-
les otorga un valor y una importancia independientes. Si bien Ankers-
tancias narrativas no se refieren al pasado" (p. 212). También dice
que "sólo podemos hablar de causas y efectos en el nivel de la aseve-
la hipérbole como signo estilístico de que uno no es ajeno al exceso de un contexto o ración" y que "el lenguaje narrativo es metafórico (tropológlco)"; in-
una situación excesiva o extrema (a veces, de hecho, t r a u m á t i c a ) , en cuanto respues-
ta (no como ú l t i m a palabra ni posición) que uno debe soportar y hasta cierto punto
ponerse en acto si es que ciertos problemas han de comprenderse e m p á t i c a m e n t e y " Pérez Zagorin, "Postmodernism: Reconsiderations", en F a y , Pomper y V a n n ,
elaborarse. Como m í n i m o , uno puede argumentar que hay algo cuestionable en una History and Theory, op. cit., p. 200.
respuesta invariablemente benévola, meliflua, anodinamente razonable o convencio- F r a n k Ankersmit, "Reply to Professor Zagorin", en F a y , Pomper y Vann, History
nalmente "realista" ante situaciones extremas o casos límite. and Theory, op. cit., p. 209.
cluso sostiene que "el texto histórico es un sucedáneo del pasado au- posiciones puede hallarse una explicación verdadera y que, a la vez,
sente" (p. 220). "corresponda" en el sentido de Ankersmit; dirían que se requiere una
Sin duda, podemos coincidir con Ankersmit (o con White) en que es combinación m á s compleja de ambas y un desplazamiento del acento
imperioso prestar atención a las diversas dimensiones o funciones hacia otros factores que ninguna de las dos tiene en cuenta. En los úl-
ideológicas y políticas en el presente de los relatos históricos. Más aún, timos debates al respecto figuran hechos (o afirmaciones sobre suce-
toda narración "construye" o moldea sus objetos, y algunas los distor- sos) a los cuales intencionalistas y funcionalistas por igual adjudica-
sionan radicalmente. Pero, aun sin adoptar el marco limitado de Zago- ron importancia (en especial, los hechos implicados en el propio geno-
rin, se puede argumentar que el texto histórico se transforma en suce- cidio, tal y como Raúl Hilberg y otros autores dan cuenta de ellos). Pero
dáneo del pasado ausente sólo cuando se lo construye como objeto to- hoy en día el debate gira alrededor del peso relativo que ha de darse a
talizado que aspira a la clausura y es fetichizado como tal. (Usando los siguientes elementos: (1) los procesos burocráticos (incluidas las
términos psicoanalíticos algo irónicos, el texto histórico como fetiche cuestiones médicas y sanitarias fundamentadas en una presunta teo-
sería un avatar de la madre fálica que da a luz a la totalidad de la his- ría racial científica) vinculados con lo que Hilberg denominó "la ma-
toria, sueño que abrigaron otrora los que seguían la escuela de Anna- quinaria de destrucción", en relación tal vez con una idea m á s am-
les.) También se puede sostener que, si bien una realidad o un objeto plia como la de modernización (afín a Zygmunt Bauman), un marco
pretérito es para los historiadores una inferencia que proviene de hue- tecnológico (en Heidegger, Gestell) y una racionalidad instrumental
llas textuales en el sentido amplio, esa inferencia necesariamente im- (según la "dialéctica del Iluminismo" de Horkheimer y Adorno) y (2) el
plica referencias y reivindicaciones de verdad con respecto a los suce- antisemitismo como ideología y como práctica, en relación tal vez con
sos, las estructuras o las interpretaciones o explicaciones generales, una concepción menos estrecha de la victimización que remitiría con
aun cuando no se agote en ellos. En otras palabras, puede ser que de- matices a grupos como los discapacitados, los "gitanos", los homo-
cir lo que corresponde no implique limitarse a hacer afirmaciones ver- sexuales y los eslavos. Este tema abarcaría cuestiones como el predo-
daderas, pero constitutivamente exige hacerlas, tanto en el nivel de las minio en Alemania y en otros lugares de un antisemitismo virulento
aseveraciones relativas a sucesos como en el nivel m á s vasto de los (lo que Daniel Jonah Goldhagen denomina eliminacionismo) vincula-
empeños narrativos, explicativos o interpretativos. Puede ser que ar- do con el temor a la degeneración, una angustia cuasi ritual ante la
bitrar entre las reivindicaciones de verdad sea algo muy distinto cuan- contaminación, un deseo de purificación de la Volksgemeinschaft y un
do se trata de sucesos o de empeños más ambiciosos (como las inter- afán por su regeneración e, incluso, su redención mediante la violen-
pretaciones o lecturas del pasado), pero las reivindicaciones de verdad cia, que rayaba en las prácticas de sacrificio. Desde luego, hay otras
están en juego en los dos niveles. cuestiones presentes en los debates actuales -intrincado entrelaza-
Por ejemplo, en el debate acerca del Holocausto, del cual White y miento de temas retóricos, políticos, afectivos e ideológicos- pero lo di-
Ankersmit han participado últimamente, las referencias concretas y cho es suficiente para demostrar que las reivindicaciones de verdad
las reivindicaciones de verdad son pertinentes no sólo con respecto a están sin embargo en juego en niveles que exceden el de las asevera-
afirmaciones tales como "la Conferencia de Wannsee se realizó el 20 ciones aisladas relativas a sucesos.
de enero de 1942".* También son pertinentes para cuestiones m á s am- Cuando uno pasa de Ankersmit a White, hay que tener en cuenta
plias, como las que incumben al debate entre los intencionalistas (que que la oposición entre el realismo del siglo xix y el modernismo que
ponen el acento en una política intencional de genocidio formulada por plantea este último autor es una réplica de la oposición que plantea el
Hitler y en la importancia de tal política en una dictadura) y los fun- primero entre modernismo y posmodernismo." Este hecho puede indi-
cionalistas (que ponen el acento en la índole policrática o descentrali- E n sus ú l t i m o s trabajos, Ankersmit ha abandonado el esteticismo constructivis-
zada del régimen nazi, en procesos burocráticos m á s impersonales y ta y ha adoptado un concepto de la experiencia que yo t a m b i é n sigo de manera algo
en la acción de funcionarios de rango medio o bajo para implementar distinta en este mismo ensayo. L a experiencia -concebida tal vez de manera excesi-
la "solución final" e, incluso, a veces, iniciarla). Hoy en día, la mayoría vamente indiferenciada y fundacional- es un concepto clave de un artículo de John
Toews, "Intellectual History after the Linguistic Turn: The Autonomy of Meaning and
de los historiadores del Holocausto dirían que en ninguna de estas dos the Irreducibility of Experience", American Historical Review 92 (1987), pp. 879-907.
' E l 20 de enero de 1942, en una residencia a orillas del lago Wannsee, se llevó a V é a n s e t a m b i é n Zammito, "Are We Being Theoretical Enough Yet?" y mi artículo
cabo por i n v i t a c i ó n de Reinhard Heydrich una reunión de altos jerarcas de las S S , el History, Language, and Reading: Waiting for Crillon", American Historical Review 100
N S D A P y diferentes ministerios del Reich. E l tema objeto de debate fue la "solución ^995), pp. 799-828 (publicado también en otra versión en el capítulo 1 de History and
final de la c u e s t i ó n judía" (Endlósung der Judenfrage) (N. de la Trad.) Reading: Tocqueville, Foucault, French Studies, Toronto, University of Toronto Press,
car que esas oposiciones no son tan sólidas como ellos piensan y que la tud y el papel que cumplen fuerzas fantasmáticas transgeneraciona-
complejidad interna del realismo del siglo xix y del modernismo tal vez les que acosan a la descendencia. Lo mismo puede decirse de La caída
sea mayor de lo que ellos admiten cuando utilizan esas nociones para de Albert Camus con respecto a la impresión que causó el Holocaus-
plantear contrastes o polemizar. También se podría advertir que Whi- to 15 (En realidad, el contraste más pertinente entre historiografía y
te suele identificar la narrativización con la ficcionalización de mane- ficción tal vez esté en el nivel de los acontecimientos, pues los historia-
ra cuestionable." Como ya lo he dado a entender, las estructuras na- dores - a diferencia de los autores de ficción- no pueden armar ni tra-
rrativas pueden implicar reivindicaciones de verdad, sea en términos tar del mismo modo los sucesos reales y los que inventan.)
de "correspondencia" con estructuras narrativas vividas (como las que Como mínimo, la compleja relación entre estructuras narrativas y
forman parte de planes y proyectos más o menos realizados) o en tér- reivindicaciones de verdad puede aportar una comprensión diferente
minos de referencias (relativas a perfiles o repeticiones más o menos del realismo moderno y del posmoderno (incluido el llamado realismo
variados, por ejemplo) que, retrospectivamente, pueden aparecer con- traumático), en la cual la correspondencia misma no se entienda en
figurando procesos y actividades de un modo que no era totalmente términos de positivismo o esencialismo sino como metáfora que expre-
consciente para los participantes. (Se podría señalar aquí, por ejem- sa una relación de referencia (o reivindicación de verdad) más o menos
plo, el papel de la secularización diciendo que a menudo es un despla- directa o indirecta (probablemente, m á s indirecta en general en la fic-
zamiento inconsciente, por lo menos en parte, de lo religioso al campo ción que en la historiografía). Más aún, se podría sostener que, tanto
de lo secular.) en el nivel de los sucesos como en el de las estructuras, las reivindica-
La comparación de la historiografía con la ficción puede hacerse con ciones de verdad provenientes de la historiografía pueden utilizarse en
una orientación muy distinta de la que salta a la vista en la obra de el debate y la crítica de arte (incluida la ficción) de un modo apremian-
White. Se podría argumentar que las narraciones propias de la ficción te con respecto a los sucesos límite que incumben todavía a personas
pueden implicar también reivindicaciones de verdad en un nivel es- del presente. Por ejemplo, se podría criticar con fundamentos históri-
tructural o general, pues aportan discernimiento acerca de fenómenos cos, estéticos y normativos una obra de arte que tratara del Tercer
como la esclavitud y el Holocausto, ofrecen una lectura de un proceso o Reich excluyendo o marginalizando el genocidio nazi, o que los envol-
un período, o generan una "sensibilidad" ante la experiencia y la emo- viera en una narración apaciguadora de modo que el lector o el espec-
ción que sería muy difícil de conseguir a través de métodos documen- tador experimentara una sensación injustificada de exaltación espiri-
tales estrictos. Se podría esgrimir este argumento con respecto a la tual (como ocurre al final de La Lista de Schindler, por ejemplo). Con
novela de Toni Morrison, Beloved, acerca de las secuelas de la esclavi- fundamentos similares se podría criticar también una obra de arte que
abordara en gran medida la relación entre el victimario y la víctima
en términos de excitación erótica dentro de la puesta en acto [acting
2000 y, en forma abreviada, en Fay, Pomper y Vann, History and Theory, op. cit, pp. 90- out] de la compulsión a la repetición (como se podría argüir que hace
118). Curiosamente, ni Toews ni Zammito abordan el tema de l a empatia, que parecería Portero de noche).
crucial para cualquier intento de relacionar la historiografía y la experiencia, especial-
mente para los que subrayan la experiencia diferenciada de los que son objeto de estudio
y la experiencia diferenciada del historiador. Debería advertirse también que los proyec-
Puede hallarse u n a n á l i s i s de La caída (y de l a novela Maus, de A r t Spiegel-
tos utópicos siempre e s t á n situados en alguna medida m á s allá de la experiencia históri-
man) desde esta perspectiva en mi libro History and Memory after Auschwitz, Ithaca,
ca, aun cuando invoquen una edad de oro mitológica.
Cornell University Press, 1998, caps. 3 y 5.
" Debo aclarar que uno no debe confundir el contraste que se establece entre lo
"Se puede mencionar t a m b i é n el caso m á s complejo de l a película La vita c bella,
literal y lo figurativo con el que se plantea entre lo factual y lo ficcional. L a s asevera-
de Roberto Benigni; filmada en 1998. Creo que esta película se divide en dos partes:
ciones de hechos y las reivindicaciones de verdad pueden expresarse en lenguaje fi-
previa al campo de concentración y las experiencias vividas en el campo. L a propia
gurativo (por ejemplo, "la guerra es un infierno" o "tiene un corazón grande como una
película no reconoce el corte y, por lo menos, hace un uso uniforme de las técnicas y
casa"). A l a inversa, se puede escribir ficción con lenguaje no figurativo, "literal", in-
del enfoque que aplica a problemas distintos. E l "reahsmo mágico" y el humor que
cluso en un lenguaje que intenta eliminar todas las m e t á f o r a s o transformarlas en
funcionan m a g n í f i c a m e n t e en l a primera parte (por ejemplo, cuando nace y evolucio-
algo banal (como ocurre, con sus diferencias, en l a obra de Flaubert, de Kaflía o de
na la relación entre l a pareja o cuando se protege al niño de l a cruel realidad) se
Beckett). Desde luego, en el lenguaje cotidiano se puede emplear el t é r m i n o "literal"
transforman en algo fuera de lugar en el contexto del campo de concentración. L a vida
como correlato de "factual" o de manera aparentemente p l e o n á s t i c a ("la verdad lite-
en el campo e x i g í a m á s , y es un ámbito irreconciliable con el humor benévolo y las
ral"). Identificar o correlacionar lo figurativo con lo ficcional (o, incluso con algo m á s
estilizaciones (o juegos) de n e g a c i ó n protectora. L a segunda parte de l a película peca
amplio como lo literario) es un aspecto controvertible de una teoría particular del len-
de inverosímil o de una verosimilitud insuficiente, y revela así las posibilidades y los
guaje.
imites del tipo de humor y de realismo que practica Benigni. ( E l propio campo no
defiende lo que él ve como narrativa modernista y aduce que sería
En el arte y en su análisis, las reivindicaciones de verdad no son conveniente para la historiografía emular su resistencia a la clau-
siempre lo único que ha de tenerse en cuenta ni lo m á s importante. Es sura y su experimentalismo en general, en lugar de apoyar sus su-
evidente la importancia de la dimensión poética, retórica y performa- puestos modelos de representación y entramado en el realismo de-
tiva del arte, que no sólo indican diferencias históricas sino que las cimonónico. Hans Kellner ha intentado mostrar que el estudio de
crean (diferencias que están enjuego también en la escritura de la his- Fernand Braudel sobre el Mediterráneo en la época de Felipe H cae
toria, aunque de otra manera). Pero el eje de lo que quiero decir es que en lo mismo cuando presenta una interacción carnavalesca y satíri-
las reivindicaciones de verdad son, no obstante, pertinentes en las ca de diversos niveles de sentido, interpretación y expücación.^o En
obras de arte, tanto en el nivel de la estructura general como en el de cualquier caso, las críticas de White a la narrativa son más convin-
los procesos de entramado, pues aportan visiones profundas (u omisio- centes cuando las aplica a las narrativas convencionales (o a la di-
nes, a veces), sugieren líneas de investigación para los historiadores mensión convencional de la narrativa) que procuran una clausura
(con respecto a los procesos transgeneracionales de "posesión" o acoso categórica. Sus afirmaciones sobre el papel que posiblemente desem-
por los fantasmas, por ejemplo) y plantean al arte interrogantes legíti-' peña la narrativa experimental con respecto a la historiografía invi-
mos a partir del conocimiento y la investigación histórica. En suma, la j
tan a menudo a la reflexión aun cuando el autor no muestre precisa-
interacción o relación de interrogación mutua entre la historiografía y
mente cómo podrían aplicarse.
el arte (incluida la ficción) es mucho más compleja que lo que sugiere
En lugar de seguir rastreando los rumbos que siguió White, que han
una relación de identidad o una oposición binaria entre ambos, cues-
sido ya analizados pormenorizadamente en la bibliografía especializa-
tión ésta que va adquiriendo mayor contundencia en los últimos inten-
tos por reconceptualizar el estudio del arte y de la cultura.'^ da y que han predeterminado en exceso los términos de este debate
incluso para sus críticos, me gustaría ahora comentar uno de sus últi-
También podríamos explicitar lo que no aparece tematizado en la mos ensayos, dedicado al Holocausto.'^' En este artículo, Wliite expone
obra de White: la narrativización es algo próximo a la ficcionalización, lo que él considera una representación modernista adecuada, con un
en el sentido de una desviación dudosa de la realidad histórica o de su análogo discursivo de la voz media según Roland Barthes la analiza
distorsión, cuando entraña una clausura relativamente poco problemá- en su célebre ensayo "Escribir, verbo intransitivo".^^ White parece re-
tica (lo que Frank Kermode denomina "el sentido de un final").'** De troceder algo del constructivismo radical y de una teoría proyectiva del
hecho, White suele identificar la narrativa con la narrativa convencio- sentido como "dote", que entraña la idea de que el historiador podría
nal o ritual que implica una clausura y suele pasar de esta identifica- decidir acomodar cualquier serie de sucesos (intrínsecamente caren-
ción limitada a una crítica general de la narrativa. (Lo mismo ocurre tes de sentido o caóticos) para que se avengan a una estructura o mo-
en Historical Culture de Sande Cohén.)'^ No obstante, White también
dalidad de trama ya dada. Continúa diciendo que "las reseñas narrati-
vas no consisten sólo en afirmaciones factuales (proposiciones existen-
pasa de ser u n espacio "utópico" o tierra de nadie, subespecificada en cuanto a ubica-
ciales singulares) y argumentos; también están constituidas por ele-
ción, duración de l a e s t a d í a y funcionamiento, mientras que ese final que levanta el
á n i m o puede contemplarse como la versión italiana -con su consabida madre y su
mentos poéticos y retóricos mediante los cuales lo quede otra manera
consabido h i j o - del final feliz de Hollywood.) sería una lista de hechos se transforma en una historia [las bastardi-
E s t a es la perspectiva que orienta mi enfoque de los problemas en c u e s t i ó n . Véa- llas son mías]. Además, "todo esto plantea la cuestión de la relación de
se especialmente lo que he escrito en "Madame Bovary"on Trial, Ithaca, Cornell Uni-
versity Press, 1982, o el a n á l i s i s que hice de la película Shoah de Claude L a n z m a n n Hans Kellner, "Disorderly Conduct: Braudel's Mediterranean Satire", History and
en History and Memory after Auschwitz, op. cit., c a p í t u l o 4. Remito al lector a uno Theory 18 (1979), pp. 187-222, reimpreso en Language and Historical Represetation: Get-
de los primeros intentos por volver a pensar los estudios sobre la cultura francesa de ting the Story Crooked, Madison, University of Wisconsin Press, 1989, pp. 153-189. Véa-
modo de relacionar l a historia con el arte: Mauricc Crubellier, Histoire Culturelle se también Philippe Carrard, Poetics of the New History: French Historical Discoursc from
de la France XlXe- XXe siécle, París, A. Colin, 1974. De época m á s reciente es el libro de Braudel to Chartier. Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1992.
K r i s t i n Ross, Fa.<it Cars, Clean Bodies: Decolonization and the Reordering of French Hayden White, "Historical Emplotment and the Story of Truth", enProbing the
Culture, Cambridge, M I T Press, 1995. V é a s e t a m b i é n el capítulo final de mi libro Limits of Representation: Nazism and the "Final Solution", ed. Saúl Friedlander,
History and Reading. Cambridge, Harvard University Press, 1992, pp. 37-53. H a r é m e n c i ó n de algunos lu-
Frank Kermode, The Sense of an Ending: Studies in the Theory of Fiction, Nueva gares en los que el propio White recurre al concepto de experiencia en este ensayo.
York, Oxford University Press, 1967. [Hay traducción al castellano: El sentido de un fi- E l ensayo de Barthes traducido al i n g l é s forma parte de The Structuralist Con-
nal. Estudios sobre la teoría de la ficción, Barcelona, Gedisa, 1983 (N. de la Trad.)J troversy: The Languages of Criticism and the Sciences ofMan, ed. Richard Macksey y
" Sande C o h é n , Historical Culture: On the Recoding of an Academic Discipline, Eugenio Donato, Baltimore, Johns Hopkins Press, 1979, pp. 134-156.
los diversos tipos genéricos de trama que se pueden utilizar para con- c u n d o " . E l problema que enfrenta White, sin embargo, no incumbe
ferir a los sucesos distintos tipos de sentido: trágico, épico, cómico, no- exclusivamente a su tratamiento del Holocausto. Se podría decir que
velesco, pastoral, farsesco, etcétera", (p. 39). Más adelante, dice Whi- el Holocausto suscita de manera aguda dificultades que también se
te: "Con toda confianza podemos suponer que los hechos en cuestión plantean con respecto a otros acontecimientos, especialmente en el
imponen límites a los tipos de historias que pueden relatarse sobre caso de otros sucesos límite traumáticos que nos conciernen hoy por-
ellos con propiedad (en el doble sentido de convenientemente y con ve- que están muy "catectizados" o investidos de afecto y criterios de va-
racidad) sólo si creemos que los sucesos mismos tienen ya la forma de lor. Como ya dije antes, uno de esos problemas radica en cómo se po-
una 'historia' y el sentido de una 'trama'", (p. 40). nen en juego las reivindicaciones de verdad no sólo en el nivel de las
A la luz de sus trabajos anteriores, cabría esperar que White dijera afirmaciones relativas a sucesos sino también en niveles estructura-
que este ultimo supuesto es insostenible, sea que uno lo formule con les como la trama narrativa, la interpretación y las explicaciones.
confianza o no, pues las estructuras de trama son presuntamente pro- He señalado en los párrafos anteriores el particular y espinoso giro
yectivas y ficcionales, motivadas quizá por cuestiones políticas o ideo- de la argumentación de White cuando apela a la voz media, que él con-
lógicas, son construcciones que "confieren" sentido y estructura a su-^ sidera la manera apropiada de "escribir" el trauma. Las lenguas mo-
cesos carentes de sentido intrínseco. Con palabras que toma prestadas dernas no tienen una voz media gramatical pero brindan, en el mejor
de La náusea, de Sartre, la vida (o la realidad) vivida es intrínsecamen- de los casos, un equivalente discursivo de ella. Barthes entiende que
te caótica y carece de sentido -una maldita cosa sucede a otra-, y sólo la tarea apremiante de la escritura moderna consiste en intentar re-
cuando se la relata en una narración se transforma retrospectivamen- cuperar discursivamente lo que se ha perdido en la gramática elabo-
te en una historia con sentido. Hablar de una historia vivida o una vida rando una voz media o poniendo en acto algo que funcione como la voz
con un sentido determinado (inherente a la "trama") es simplemente media, como alternativa a la voz activa y la pasiva. No obstante, Whi-
una contradicción en los términos, y mucho más lo es hablar de una te tiende a confundir la voz media con la escritura intransitiva y pasa
historia verdadera. Quizá el lector reaccione tardíamente cuando Whi- por alto el signo de interrogación del artículo de Barthes.' De todos
te, contra todo lo que podía esperarse, escribe luego: "En el caso de una modos, se pueden distinguir dos movimientos en el ensayo de Barthes,
trama que presentara los sucesos del Tercer Reich al modo 'cómico' o que White sigue de alguna manera. El primero de ellos consiste en
'pastoral', estaríamos plenamente justificados apelando a 'los hechos' entender el escribir como algo intransitivo, o verlo como algo autorre-
a fin de tacharla de las listas de 'narrativas que compiten' acerca del ferencial, poniendo así entre paréntesis el tema de la referencia y pres-
Tercer Reich". (p. 40). White hace después una excepción cuando ha- ' L a C a p r a se refiere aquí al título original en francés del artículo de Barthes: Écri-
bla de un giro irónico, metacrítico, en una historia cómica o pastoral, re, verbc intransitif?, reflejado en la traducción al i n g l é s (To Write: an Intransitive
pero su desestimación de la supuesta trama, "plenamente justificada" Verh?), pero no en la traducción difundida en castellano. (N. de la Trad.)
según dice, desconcierta en vista de sus postulados anteriores. Querría "Of Plots, Witnesses, and Judgements" en Friedlander, Prahing the Limits of
Representation, op. cit., p. 97. Otra cuestión ulterior es si el autor de ficción, a dife-
agregar que la posibilidad planteada por White no os puramente hipo-
rencia del historiador, puede asumir la voz de l a víctima. Creo que cuando esto ocu-
tética, pues algunos intentos de acomodar el período nazi a pautas nor- rre de una manera no mediada (por ejemplo, a t r a v é s de la identificación), solemos
males descansan en formas nostálgicas y pastorales, como sucede, por hallarnos con una literatura confesional o, quizá, con la dudosa faussc mémoire, cu-
ejemplo, en el monumental drama documental de Edgar Reitz Heimat, yas cualidades literarias son bastante escasas. ( E n la medida en que un texto es reci-
evocación pastoral de la vida en provincias que contempla a vuelo de bido como e x p r e s i ó n de l a voz real de la víctima, especialmente como memoria, uno
puede verse impedido de hacer una crítica rigurosa de sus m é r i t o s literarios, inhibi-
pájaro el Tercer Reich y marginaliza el trato que éste dio a los judíos. ción que se hizo evidente en el tratamiento que recibió La noche, de E l i e Wiesel o, en
Respondiendo al ensayo de White, Martín Jay comentó: "En su afán un comienzo, Fragments: Memohes of a Wartime Childhood de B e n j a m í n Wilkomirs-
por no quedar incluido en las filas de los que abogan por una especie ki, a los cuales me referiré m á s tarde. E n el caso de un texto escrito por una de las
de 'todo vale' relativista, que, podría aportar argumentos al escepticis- victimas, es posible justificar esa inhibición, presente sólo durante a l g ú n tiempo pro-
bablemente, porque el texto coloca al lector en una situación de doble vínculo entre
mo revisionista acerca de la existencia del Holocausto, [White] rebaja
el deseo de hacer una crítica y el temor a que é s t a sea inconveniente, doble v^'nculo
lo que su célebre crítica al realismo histórico ingenuo tiene de m á s fe- similar -salvando las distancias- al que l a experiencia l í m i t e i m p o n í a a las víctimas.)
n contraposición, en la literatura de m á s envergadura, la relación del autor con l a
" V é a s e u n excelente a n á l i s i s de Reitz en E r i c Santner, Stranded Ohjects: Mour- ictima y la voz de la v í c t i m a e s t á mediada y matizada e s t i l í s t i c a m e n t e pues la voz
ning, Melancholia, and Film in Postwar Gerrnany, Ithaca, Cornell University Press, e la v í c t i m a se encarna en narradores y personajes, así como en las modulaciones
1990. . . . •^ ...^ . «el estilo indirecto libre.
tando atención exclusivamente a la relación entre el hablante y el dis- discurso o de un fenómeno pasado. Más precisamente, recurre al ar-
curso (o el significante y el significado). Así, escribe Barthes: "La lite- gumento de Benveniste de que muchas lenguas "tienen un doble sis-
ratura moderna intenta mediante diversos experimentos establecer un tema temporal. El primero es el del discurso mismo, adaptado a la
estatuto nuevo para el agente de la escritura. El sentido o el objetivo temporalidad del hablante [énonciateur], y para el cual la énoncia-
tion [acto de habla] es siempre el punto de origen [moment généra-
de este empeño es reemplazar la instancia del discurso por la instan-
teur]. El segundo sistema es el de la historia o la narrativa, adapta-
cia de la realidad (o del referente), que ha sido y sigue siendo una 'coar- do al relato de sucesos del pasado sin ninguna intervención del ha-
tada' mítica que dominó la idea de la literatura", (p. 144). Esta formu- blante y desprovisto, en consecuencia, de presente y de futuro (ex-
lación, que patrocina el poner entre paréntesis la función referencial cepto perifrásticamente)", (p. 137).
del lenguaje, es dudosa con respecto a la historiografía, la cual implica
aseveraciones referenciales y reivindicaciones de verdad. He dejado Como señala Derrida, la distinción postulada por Barthes parece
constancia de que, a mi parecer, también sería cuestionable, en ciertos funcionar como una engañosa oposición binaria y, agregaría yo, se apli-
aspectos, aplicada a la ficción y, más genéricamente, a la literatura y ca como tal de manera lábil a la crítica, sólo en el caso de un paradig-
ma de investigación autosuficiente de traza positivista.-^ Quiero hacer
el arte.^^ ;
notar, además, que la deconstrucción de las oposiciones binarias no
La segunda operación de Barthes es de otra índole pues no sitúa la
implica automáticamente el borramiento de todas las distinciones.
voz media como un homólogo de la escritura intransitiva y autorrefe-
Para resistir esta última tendencia, se podría argumentar que, echan-
rencial sino como algo indecidible con respecto a la oposición entre
do una sombra de duda sobre las oposiciones binarias, la desconstruc-
transitividad e intransitividad. Para usar exactamente sus palabras, ción y la indecidibilidad plantean los temas afines del papel concreto
"nos colocamos en el corazón mismo de una interlocución problemáti- (a menudo muy importante) que éstas cumplen en la realidad empíri-
ca" (p. 144). En este sentido, como lo sugiere White, la voz media en- ca (tema que reclama investigación) y de la elaboración de distincio-
carnaría el juego de la différance derridiana, juego refractario a las nes no binarias, así como el de atribuirles, de hecho y de derecho, fuer-
oposiciones binarias aparentemente dicotómicac que producen algo se- za o debilidad relativa. En este sentido, las distinciones son articula-
mejante a un proceso dudoso de purificación, con chivos expiatorios, y ciones (a veces vinculadas con instituciones) que contrarrestan el " l i -
reprimen una angustiosa zona intermedia de indecidibilidad así como bre" juego de la différance (o diseminación) y la sujetan m á s o menos
el hecho de que los opuestos aparentes se desplazan entre sí y dejan problemáticamente generando límites que se oponen a ese juego en su
marcas el uno en el otro. Así, la voz media sería la voz "intermedia" forma no regulada. Son al pensamiento lo que los juicios y las decisio-
[in-between] correspondiente a lo indecidible e inasequible, o a la am- nes son a la evaluación y la práctica.
bivalencia radical de las posiciones netamente definidas. También se-
ría posible verla, desde luego, como la voz que Heidegger busca cuan- Expondré ahora una correlación que tendrá importancia en mi ar-
do habla de dar un "paso atrás", de tomar distancia de la historia de la gumentación posterior, correlación que sugiere la conveniencia de vin-
metafísica con un pensamiento que recobre posibilidades más "origi- cular conceptos constructivos y psicoanalíticos. Sostengo, o sugiero al
narias".^'^ menos que -puesto que amenazan con desarticular las relaciones, con-
El propio Barthes relaciona la voz media con el problema que plan- fundir el yo con el otro y aniquilar todas las distinciones, incluso aqué-
tea la relación entre el presente y el pasado, especialmente en lo que llas entre el pasado y el presente- la indecidibilidad y la différance no
respecta a la relación de cada uno como hablante con su propio discur- regulada están vinculadas con la transferencia y predominan en el
so en el presente en contraposición con el relato que uno hace de un trauma y el acting out postraumático, situaciones en las que el pasado
nos acosa y nos posee, de modo que nos vemos entrampados en la repe-
'^^ White no se refiere al hecho de que, mientras que Barthes postula una homolo-
gía entre la oración y el discurso, tomando a s í l a l i n g ü í s t i c a como modelo apto para
" Derrida cuestiona l a oposición de Barthes, en particular con respecto a l a pre-
el a n á l i s i s del discurso, el propio White propone una dicotomía entre la oración refe-
sencia plena del tiempo discursivo no marcado por el pasado, y dice que "la d i s t i n c i ó n
rencial en la historiografía y la estructura narrativa. Yo diría que las dos operacio- entre tiempo discursivo y tiempo histórico se torna, tal vez, frágil" (p. 155). M á s ade-
nes son e n g a ñ o s a s , y que la relación entre la oración y el discurso es m á s compleja y ante s o s t e n d r é que l a problemática, y tal vez frágil, distinción entre tiempo discur-
merece un a n á l i s i s diferencial. ivo e histórico, o entre presente y pasado, es sin embargo especialmente significati-
Hay u n a n á l i s i s interesante de la voz media en Derrida y en Heidegger que me a con respecto al acting out y la elaboración. T a l distinción, desde luego, no niega
llamó la atención d e s p u é s de haber escrito esto capítulo. V é a s e Thomas Pepper, Sin- cid^ presente e s t á marcado por el pasado y acosado, de alguna manera, por apare-
gularities: Extremes of Theory in the Twentieth Century, Cambridge, Cambridge Uni- na
versity Press, 1997, cap. 2.
te a los muertos e n t r a ñ a b l e s , puede conferirle valor al trauma y
tición compulsiva de escenas traumáticas, escenas en las que el pasa- hacer que el volver a vivirlo sea una conmemoración dolorosa pero
do retorna y el futuro queda bloqueado o atrapado en un círculo me- necesaria a la cual nos consagramos o, al menos, quedamos apega-
lancólico y fatal que se retroalimenta. dos. Esta situación puede generar un deseo m á s o menos inconscien-
En el acting out, los tiempos hacen implosión, como si uno estuviera te de no desprenderse del trauma. Desde ya, desautoriza cualquier
de nuevo en el pasado viviendo otra vez la escena traumática. Cual- forma de clausura conceptual o narrativa, y también puede generar
quier dualidad (o doble inscripción) del tiempo (pasado y presente, o resistencia a cualquier fuerza que se le oponga, por ejemplo, las
futuro) se derrumba en la experiencia o sólo produce aporías y dobles fuerzas que intervienen en el duelo, entendido no ya como llanto
vínculos. En este sentido, la aporía y el doble vínculo pueden contem- aislado o pesar incesante sino como proceso social que puede ser efi-
plarse como indicio de un trauma que no ha sido elaborado. La elabo- caz en parte para devolver al deudo a las responsabilidades y exi-
ración es un quehacer articulatorio: en la medida en que elabora- gencias de la vida social. Además, en la cultura y el pensamiento
mos el trauma (así como las relaciones transferenciales en gene-, moderno hubo una gran tendencia a convertir el trauma en ocasión
ral), nos es posible distinguir entre pasado y presente, y recorra propicia para lo sublime, a transfigurarlo como una prueba del pro-
dar que algo nos ocurrió (o le ocurrió a nuestra gente) en aquel pio yo o del propio grupo, puerta de acceso a lo extraordinario. En lo
entonces, d á n d o n o s cuenta empero de que vivimos a q u í y ahora, sublime, el exceso del trauma se transforma en una fuente asom-
y hay puertas hacia el futuro. Lo que no implica n i que exista brosa de euforia o éxtasis. Incluso acontecimientos extremadamen-
una oposición neta entre el pasado y el presente n i que el acting te destructivos que desconciertan, como el Holocausto o el bombar-
out pueda superarse plenamente para alcanzar un estado de deo de Hiroshima y Nagasaki, pueden convertirse en ocasiones pro-
clausura o de identidad total del yo, sea para los que sufrieron el trau- picias para lo sublime negativo o la sacralización desplazada. Tam-
ma o para los que están vinculados con ellos empáticamente. Sin duda, bién pueden dar origen a lo que podríamos llamar traumas funda-
significa, en cambio, que los procesos de elaboración pueden contra- cionales, traumas que, paradójicamente, se transforman para un
rrestar la fuerza del acting out y de la compulsión a la repetición. Los individuo o un grupo en un preciado o intensamente catectizado
procesos de elaboración, entre los cuales está el duelo y los distintos sustento de la identidad en lugar de ser meros sucesos que plantean
modos de pensamiento y quehacer crítico, e n t r a ñ a n la posibilidad de la problemática cuestión de la identidad.
establecer distinciones o desarrollar articulaciones que, aunque reco- Hay varias modalidades de significación que constituyen puertos
nocidas como problemáticas, funcionan como límites y posible resisten- relativamente seguros para explorar las complejas relaciones entre
cia a la indecidibilidad, especialmente cuando esta última equivale a el acting out y la elaboración del trauma. Algunas de las formas m á s
la confusión, la supresión o el eclipse de todas las distinciones (estados potentes de la escritura y del arte modernos, así como las formas de
que sin duda pueden alcanzarse en el trauma o en el acting out pos- crítica que m á s se nos imponen (incluidas las distintas versiones de
traumático).^** la deconstrucción), parecen ser una escritura t r a u m á t i c a o postrau-
Las personas traumatizadas por sucesos límite, así como las que mática, muy cercana al trauma. Pueden también estar impregna-
manifiestan empatia con ellas, pueden resistirse a la elaboración das por el sentimiento de fidelidad al trauma al punto de caer en
por algo que podríamos calificar de fidelidad al trauma, el senti- una preocupación compulsiva por la aporía, un duelo incesante,
miento de que uno debe serle fiel de algún modo. Quizá parte de esta melancólico e imposible y una resistencia a la elaboración. Creo que
sensación provenga del sentimiento melancólico de que, elaborando nos enfrentamos en este caso con desplazamientos m á s o menos se-
el pasado para poder sobrevivir o participar nuevamente en la vida, cularizados de lo sagrado y sus paradojas. El velamiento, la muerte
uno traiciona a los que quedaron aniquilados o destruidos por el o la ausencia de una divinidad radicalmente trascendente, o de fun-
pasado t r a u m á t i c o . E l lazo que nos une a los muertos, especialmen- damentos absolutos, convierte la existencia en una escena t r a u m á -
tica en la cual la angustia amenaza teñir, y tal vez confundir, todas
T a m b i é n es posible vincular el acting out y l a elaboración con las nociones de
*as relaciones. En lugar de ser una interacción tensa y a veces para-
Erlebnis y Erfahrung en B e n j a m í n , al menos si las entendemos de cierta manera. E l
trauma, el acting out p o s t r a u m á t i c o , el volver a vivir l a situación o a ponerla en esce- dójica de proximidad y distancia, solidaridad y crítica, confianza y
na son modalidades de Erlebnis, "experiencia" caótica que a menudo implica u n a des- ''ecelo, la relación de cada cual con cada otro puede calcar el modelo
orientación radical. L a elaboración es un tipo de Erfahrung que no es necesario ver ^ la angustiosa "relación sin relación" con una divinidad radical-
desde una c o n c e p c i ó n hegeliana estereotipada como si implicara una superación dia- ente trascendente (reconocida ahora, tal vez, como ausente) que
léctica plena o c l a u s u r a narrativa.
es enteramente otra. Desde luego, tal es, precisamente, l a situación para la generación de instituciones alternativas imprescindibles para
de todos s e g ú n la describe Derrida en Dar la muerte.'^^ una sociedad y una organización política aún en proceso.
E l sacrificio -que Derrida explora en cuanto dar la muerte- es un E n cualquier caso, es significativo que en su ejemplo primario "per-
modo de representar performativamente escenas t r a u m á t i c a s en el formativo" de la voz media como algo diferente de la voz activa, el pro-
cual la victimización se combina con la oft"enda o dádiva (habitualmen- pio Barthes haya invocado el sacrificio, cosa que White menciona sin
te, la ofrenda es la víctima), acción que implica dar concretamente comentario alguno en una nota al pie. Dice Barthes (y parecería que
la muerte a un ser vivo en su forma no desplazada ni sublimada.^" en este fragmento la escritura, de un modo bastante analítico y des-
E n Dar la muerte, Derrida pone el acento en el exceso de generosi- apegado, estuviera involucrada en la traumatización y desplazara al
dad u ofrenda y omite el problema de la v í c t i m a . Pero la escritura sacrificio):
diseminatoria en cuanto complemento de la d e c o n s t r u c c i ó n de pa-
res binarios que debilita el fundamento del mecanismo del chivo "Según el ejemplo clásico que dan Meillet y Benveniste, el verbo sacrifi-
expiatorio, puede verse como un desplazamiento simbólico del sa- car (ritualmente) está en voz activa si el sacerdote sacrifica a la víctima
crificio que distribuye el yo desarticulado, desgarrado o fragmenta- en mi lugar, y está en voz media si, tomando el puñal de manos del sa-
cerdote, yo hago el sacrificio por mí mismo. En el caso de la voz activa, la
do en un discurso radicalmente descentrado, con la esperanza qui-
acción se cumple fuera del sujeto porque, aun cuando el sacerdote lleve
zá de poner en acto s i m b ó l i c a m e n t e un sacrificio en el cual no hay a cabo el sacrificio, éste no lo afecta. E n el caso de la voz media, por el
una v í c t i m a o chivo emisario diferenciado y discriminado. L a de- contrario, el sujeto se afecta a sí mismo al actuar; nunca queda fuera de
construcción de oposiciones binarias que subtienden el sacrificio y la acción, aun cuando haya un objeto involucrado. Por ende, la voz me-
se regeneran en él se c o m p l e m e n t a r í a así con su desplazamiento en dia no excluye la transitividad. Así definida, la voz media corresponde
general y con el intento de deshacer el sacrificio que exige una víc- exactamente a la condición del verbo escribir." (p. 142).
tima determinada. Intento que se lleva a cabo en la escritura dise-
minatoria y mediante ella, generalizando (en lugar de localizar pro- Hayden White propone que la voz media, en términos indiferencia-
yectivamente) la angustia, poniendo en acto (en el doble sentido de dos, es la manera adecuada de representar el Holocausto. Cayendo en
acting out y de elaboración parcial) la transferencia y sembrando las una aparente contradicción performativa, escribe incluso que la voz
semillas del yo en prácticas significativas. Queda sin responder la media es la manera de representar de forma realista no sólo el Holo-
cuestión de cómo puede vincularse este proceso con la elaboración de causto sino la experiencia moderna en general:
distinciones, juicios y decisiones problemáticos, aunque no arbitrarios,
necesarios para el pensamiento y el quehacer responsable así como "La mejor manera de representar el Holocausto y la experiencia que
impHca bien podría ser una suerte de "escritura intransitiva" que no rei-
Jacques Derrida, Gift of Death, trad. David Wells, 1992; Chicago, Chicago Universi- vindique el tipo de realismo al cual aspiraban los historiadores y escri-
ty Press, 1995. E l título original del libro en francés es Donner la morí [Dar la muerte, tores del siglo xix. Pero cabe pensar que al hablar de escritura intransi-
Barcelona, Paidós, 2000, traducción de C. de Peretti y P. Vidarte). tiva debemos apuntar a algo similar a la relación con el suceso en cues-
^° Puede contemplarse el sacrificio mismo como algo relativamente seguro sólo si tión cuando se lo expresa en voz media. Lo que no quiere decir que re-
se admite el supuesto problemático de que la i n s t i t u c i ó n del sacrificio, al fijar l a an- nunciemos al intento de representar el Holocausto de manera reahsta
gustia y proyectar la culpa sobre una víctima determinada -chivo emisario que a me- sino que nuestra concepción de lo que constituye una representación rea-
nudo es alguien ajeno a la comunidad o alguno de sus miembros m á s débiles que no lista debe ser revisada para dar cuenta de experiencias que son exclusi-
cuentan con el apoyo de un grupo que pueda ejercer v e n g a n z a - consigue circunscri- vas de nuestro siglo, y para las cuales los antiguos modos de representa-
bir una crisis expiatoria m á s general que acarrea u n a violencia indiscriminada. No ción son ineptos." (p. 52).
obstante, el chivo expiatorio del sacrificio e s t á enredado en las oposiciones binarias
(el yo y el otro; el que pertenece a la comunidad y el que es ajeno a ella) que, en su
presunta forma pura, pueden tomarse muy inestables, pues los miembros "sospecho- Aparte del tema de las experiencias exclusivas, tal vez la manera
sos" se van proyectando hacia afuera y la violencia vuelve a impregnar las relaciones más generosa de interpretar este pasaje sea verlo como un intento de
internas de la comunidad que parecía protegerse eligiendo u n a v í c t i m a determinada evocar la cuestión de las reivindicaciones de verdad en la historiogra-
o u n conjunto de v í c t i m a s . Con respecto a estas cuestiones, c o m p á r e s e lo que dice fía (así como en la ficción) y un llamamiento a un realismo traumático
Rene G i r a r d en Violence and the Sacred, trad. Patrick Gregory, 1972; Baltimore,
que de algún modo trate de dar cabida, afectiva y cognitivamente, a
J o h n s Hopkins University Press, 1977 y Things Hidden since the Foundation of the
World, trad. Stephen B a n n y Michael Metteer, 1978; Stanford, Stanford University las experiencias límite que implican un trauma, y a sus consecuencias,
Press, 1987. •'^sí y todo, lo que sigue siendo cuestionable es la afirmación indiscri-
minada de White de que la voz media es la única forma de representa- más plausible en el caso del autosacrificio. Es dudosa ya en el caso del
ción adecuada para el Holocausto y la modernidad en general, afirma- sacrificio de otro, cualquiera sea el vínculo entre el sacrificador y el
ción que parecería prescribir una retórica o modalidad discursiva in- sacrificado, o entre el sacrificado y el testigo secundario. Merece una
suficientemente modulada y descartar o socavar la pertinencia de afir- mención el hecho de que White cite como ejemplo de voz media a Berel
maciones referenciales en tercera persona, las citas textuales, los re- Lang, que implica (al menos según White) una identificación no pro-
súmenes y las paráfrasis. Cabe preguntar en qué sentido sería posible blematizada: "Lang recomienda explícitamente la escritura (y el habla)
formular reivindicaciones de verdad en voz media y en qué medida esa intransitiva como algo apropiado para los individuos judíos quienes,
cuestión queda en suspenso por el uso mismo de la voz media. En cual- como en el relato del Éxodo en la ceremonia de Pascua, 'deberían con-
quier caso, si no se la matiza, la voz media que propugna White pare- tar la historia del genocidio como si ellos mismos la hubieran padeci-
cería implicar un tratamiento similar en lo fundamental o, al menos, do', en un ejercicio de autoidentificación específicamente judío por su
no diferenciado, de Hitler, los Consejos Judíos, las víctimas de los cam- naturaleza" (p. 48). Yo diría que esta forma de identificación no es es-
pos de concentración y de exterminio, y de otros cuyas posiciones de pecífica de los judíos. De hecho, algunos judíos la han criticado: podría-
sujeto son significativamente distintas. mos recordar el título del artículo de Hilberg que cité en páginas ante-
Lo que también queda elidido en la exposición de White, como en la riores, " I Was Not There" [Yo no estuve allí]. La analogía entre el Ho-
de Barthes (o en Dar la muerte, de Derrida) es el problema de la vícti- locausto y el relato ritual del Éxodo durante la Pascua parecería perti-
ma y la intensidad de la distinción entre víctima y perpetrador. Una nente sólo dentro de un marco que convierte de manera aerifica el Ho-
voz media apresuradamente generalizada parecería atenuar o anular locausto en el núcleo sacralizado de uña religión cívica.'^^
sistemáticamente no sólo la oposición binaria sino cualquier distinción, La identificación aerifica implica una confusión del yo y el otro que
por problemática que fuera en ciertos casos, entre víctima y victima- puede acabar en la incorporación de la experiencia y la voz de la vícti-
rio, así como parecería apagar el problema de los ejecutores y de la res- ma y su puesta en acto o acting out. Como ocurre en el acting out en
ponsabilidad en general (excepto en la medida en que uno esté dispues- general, quien está poseído por el pasado, por vicaria que sea esa pose-
to a identificar la responsabilidad con la toma de decisiones o con un sión, y vuelve a vivir sus escenas traumáticas puede tener una incapa-
súbito acto de fe sin fundamentos, si no ciego). Es m á s , todo ello esta- cidad trágica para actuar con responsabilidad o comportarse de una
ría plenamente de acuerdo con la dudosa propensión de White a ver el manera ética, que implica consideración por los otros como tales. No
Holocausto como una escena indiferenciada de horror y sublimidad hace falta culpar a la víctima poseída por el pasado e incapaz de supe-
negativa, una escena que está por debajo o más allá de las considera- rarlo para cuestionar la idea de que sea deseable identificarse con la
ciones éticas y que reclama una representación en voz media. Lo que víctima o transformarse en una víctima sucedánea y escribir (o actuar)
parecería necesario (y falta en el texto de White) es una explicación de con esa voz introyectada. Merece citarse la intervención de Jean-Pie-
las relaciones de la voz media y otros usos del lenguaje, así como un
análisis sutil de las modulaciones concretas y deseables de la voz me-
dia misma en un discurso que aborda diversos temas u otros, a veces ción, en los cuales aspectos del otro se incorporan al yo o se cifran en él. L a identifica-
ción proyectiva y la introyección pueden ser procesos necesarios e inevitables en l a
muy diferentes. relación del yo con el otro, procesos vinculados con la transferencia que son especial-
Cabe también advertir que el enfoque de White está facilitado - y su mente activos con respecto a los objetos intensamente "catectizados" y muy pronun-
dudosa condición, escondida- por algo implícito en la exposición de lados en el trauma y sus efectos posteriores. Sin embargo, pueden generarse en el
Barthes y explícito, aunque no reconocido como dudoso, en el texto de yo y en la sociedad fuerzas que contrarrestan la identificación proyectiva y la intro-
ccion, fuerzas que son decisivas para los procesos críticos de indagación, juicio y
White. El problema de la víctima y la distinción entre víctima y perpe- ción f^'^^^' puede establecer un contraste entre la empatia y la identifica-
trador (o sacrificador) puede elidirse o desdibujarse fácilmente si uno ei ^" cuanto fusión con el otro) en la medida en que la empatia s e ñ a l a el punto en
admite la identificación del perpetrador con la víctima, o al menos del do ni^ '^^ hecho reconocido y respetado como otro, y uno no se siente obliga-
observador o testigo secundario con la víctima." Tal identificación es t r a ^ ' ^'i'-orizado a hablar en su nombre ni a ocupar su lugar, como víctima o perpe-
^'•ador sustituto, por ejemplo.
flectin ° " ''^^P'^cto a estos temas, v é a n s e Charles Maier, "A Surfeit of Memory?: Re-
" Por identificación, entiendo l a fiisión no mediada del yo y e l otro, en l a cual la 151. A^f ° " History, Melancholy, and Denial", History and Memory 5 (1992), pp. 136-
otredad o alteridad del otro no es reconocida ni respetada. P o d r í a abarcar lo que ^merir^^°'^ Rabinbach, "From Explosión to Erosión: Holocaust Memorialization i n
Melanio Klein denomina identificación proyectiva, en la cual aspectos no reconoci- ^'ífí HoT^ ^'"'^'^ Bitburg", History and Memory 9 (1997), pp. 226-255 y Peter Novick,
dos del yo son atribuidos al otro. T a m b i é n podría abarcar los f e n ó m e n o s de introyec- i-ocaust m American Life, Boston, Houghton Mifflin, 1999.
rre Vemant después de la publicación del ensayo de Barthes, al menos límites de la voz media con respecto a un enorme abanico de asuntos,
por su hahilidad para cuestionar una generalización apresurada que entre los cuales está el papel legítimo de las distinciones, los proble-
hace de la voz media un modo de escritura o de representación: mas de la ejecución y la responsabilidad ética, incluida la capacidad
de discriminar entre distintos relatos que son más o menos verdade-
"[La voz media designa] un tipo de acción en la cual el agente queda en- ros y entre los distintos grados de responsabilidad y compromiso que
cubierto en la acción desencadenada. Barthes piensa que la voz media acarrea la acción.
proporciona un modelo metafórico del estado presente de la escritura.
Yo preguntaría: ¿acaso fue un accidente que la voz media desapareciera
En algún sentido, la respuesta de cada uno al papel de la voz media
durante la evolución del indoeuropeo? Ya en la Grecia antigua la oposi- puede estar íntimamente ligada a la respuesta que uno tenga a la rei-
ción no se establecía entre la voz activa y la voz media sino entre la voz teración o el acting out del trauma, en contraposición a los intentos de
activa y la pasiva, de modo que la voz media pasó a ser algo vestigial elaboración. Como juicio provisorio, diré que el uso en la historiografía
que dejaba perplejos a los lingüistas. [...] En el pensamiento tal como lo de algún equivalente discursivo de la voz media puede estar plenamen-
expresaba el griego o el antiguo indoeuropeo ya no existía la noción de te justificado en lo que respecta a las relaciones m á s enredadas y difi-
que el agente fuera la fuente original de su acción. O, si me permiten cultosas de proximidad y distanciamiento que uno tiene con respecto
traducir lo que acabo de decir desde mi perspectiva de historiador de la al otro, especialmente cuando uno se conmueve, se conmociona o se
civilización griega, no hay en Grecia una categoría para la voluntad. inquieta de manera tal que no puede o no quiere juzgar ni pronunciar-
Pero lo que vemos en el mundo occidental a través del lenguaje, en la
evolución de la ley, en la creación de un vocabulario relativo a la volun-
se siquiera con algún grado de confianza. En tales casos, podría ser
tad, es precisamente la idea del sujeto humano como agente, como fuen- necesario algo como la voz media que suspende el juicio o se arrima a
te original de las acciones, alguien que las crea, las asume y carga con la él en términos muy titubeantes para abordar figuras ambiguas situa-
responsabilidad de ellas. Por consiguiente, lo que le pregunto, Barthes, das en esa zona gris que menciona Primo Levi: por ejemplo, algunos
es lo siguiente: ¿en el campo de la literatura, estamos en presencia de bienintencionados pero engañados o autoengañados miembros de los
una inversión total de esa evolución? ¿Cree usted que estamos a las Consejos Judíos que quedaron atrapados en un doble vínculo que no
puertas de ver reaparecer en el nivel literario la voz media?" (p. 152). crearon (como Adam Czerniakow en el ghetto de Varsovia).^'' También
podría ser pertinente - y muy difícil de lograr- en el caso de ciertas víc-
Se podría buscar una respuesta en el texto de Barthes, pero no creo timas que también fueron victimarios, alguien como Tadeusz Borovi^s-
que sea pertinente (por controvertibles que sean estos últimos párra- ki, quien reaccionó ante su experiencia de una manera atroz y pertur-
fos).^^ Las preguntas de Vernant sugieren de qué manera la voz media badora, que atrae y repele la empatia del lector.'*'^ El destino de algu-
y cuestiones afines pueden relacionarse además con el modo en que el nas víctimas en circunstancias menos atroces y comprometedoras tie-
"paso atrás" heideggeriano convierte la voz media aparentemente ves- ne a menudo características tales que el uso de cualquier voz se vuelve
tigial en un retorno de lo reprimido y termina en un discurso que, por problemático para el historiador, especialmente una voz que implique
su porfía en permanecer indecidible, se hace sospechoso de quererse el identificación. En cualquier caso, el uso de la voz media exigiría mo-
avatar m á s reciente del fundamento metafísico y, al mismo tiempo, dulaciones de proximidad y de distancia, empatia e ironía con respecto
rebaja el discurso ético como algo superficial con respecto al llamado a los distintos "objetos" de investigación, y no se la debe entender como
del Ser (llamado al cual hay que responder presumiblemente con algu- una regla para todas las formas de objetividad y de objetificación.
na variante discursiva o poética que evoque la voz media). La cuestión En otro sentido, más positivo, la voz media puede vincularse con una
más importante, como ya lo he dicho, es la de las posibilidades y los insólita utopía de generosidad o entrega que está más allá de los cálculos,
las posiciones, los juicios y la victimización del otro, o que los excede.
Vernant parece tener una noción no problemática del agente como fuente origi-
naria de su acción, así como de la voluntad como categoría. Yo agregaría a d e m á s que Primo Levi aconseja cautela en el juicio, incluso con respecto a alguien tan com-
el estilo indirecto libre (o Erlebte Rede) es un modo m á s o menos resguardado de vol- prometido como C h a i m Rumkowski, cuya historia "resume en sí misma todo el tema
ver discursivamente a la voz media. A mi juicio, se trata de u n discurso dialogizado de zona gris y lo deja a uno perplejo" (1986; The Drowned and the Saved, Nueva York,
internamente que implica grados diversos de proximidad y do distancia -no necesa- Random House, 1989, pp. 66-67. [Hay traducción al castellano: Los hundidos y los
riamente de i d e n t i f i c a c i ó n - entre el narrador y los objetos o personajes narrados, y salvados, Barcelona, Muchnik, 2000. (N. de la Trad.)|.
que, en el límite, se aproxima a la indecidibibdad. T a m b i é n creo que su uso indiscri- V é a s e This Way for the Gas, Ladies and Gentlemen, s e l e c c i ó n y t r a d u c c i ó n al
minado o su generalización apresurada es problemática. V é a s e un a n á l i s i s del estilo • n g l é s de B a r b a r a Vedder, i n t r o d u c c i ó n de J a n Kott, 1959; Nueva Y o r k , Penguin
indirecto libre en mi "Madame Bovary" on Trial, op. cit., capítulo 6. Books, 1976.
También puede exceder las concepciones estrechas de la justicia y la noción de un equivalente discursivo de la voz media entraña sin duda
historiografía tal como las reconocemos hoy en día. La cuestión radica una dimensión afirmativa e incluso utópica, sería deseable explicar esa
en si podemos hacer un salto discursivo inmediato a esa utopía (negan- dimensión tan clara y plenamente como sea posible a fin de facilitar
do incluso que lo sea) o, asumiendo al menos su valor parcial, si hay los intentos informados de evaluarla y someterla con espíritu crítico a
que acercarse a ella de un modo diferente, más modulado y matizado, la prueba de la realidad, sin la cual la afirmación queda vacía y el uto-
que exige la fuerza compensatoria de límites normativos y el ejercicio pismo equivale a ilusorios buenos deseos.^"
de un pensamiento y un quehacer críticos. En términos realistas, la Sin prejuzgar otras posibilidades, quiero recordar aquí un caso bas-
cuestión adicional es si la puesta en acto de lo que procura ser una po- tante reciente en que se pusieron en juego la voz media y la indecidibi-
sición afirmativa con respecto a la voz media avala o promueve incluso Hdad de manera especialmente dudosa e inquietante. Me refiero a la
- y en qué medida en tal caso- un alejamiento de la lógica sacrificial obra de Binjamin Wilkomirski: Fragments: Memories of a Wartime
binaria y de cualquier creencia en que un ideal regulador (como la jus- Childhood}^ Leído en un comienzo como las memorias de un niño que
ticia) pueda realizarse plenamente (proceso deseable a mi manera de sobrevivió a un campo de concentración, este libro fue cuestionado des-
ver) y un acercamiento a un estado problemático de crisis o emergen- pués porque es posible que su autor nunca haya estado en un campo:
cia social marcado por la generalización del trauma como tropo, deci- de hecho, puede ser que no haya nacido en 1938 en Letonia sino en
sión arbitraria (o actos de fe seculares que saltan abismos anémicos o 1941 en Suiza. La negación del Holocausto por parte de algunos y la
antinómicos), angustia extrema y desconcierto, cuando no de pánico. cuestión de la memoria recuperada hacen de este caso algo especial-
No está claro que un discurso en voz media, especialmente cuando mente polémico. Además, las revelaciones recientes con respecto a la
otros usos del lenguaje no lo complementan y le ponen freno, sea apto retención y ocultamiento de bienes de las víctimas en los bancos sui-
para dar indicio de articulaciones sociales y culturales deseables que zos han concentrado sobre este país las miradas indagatorias.
incluyan a las instituciones y el hacer, como no sea en los términos Voy a mencionar por lo menos cuatro posibilidades acerca de la es-
generalizados de un estado de crisis o exceso y de esperanza indefini- critura y la lectura del libro de Wilkomirski. En primer lugar, uno po-
da (o mesianismo sin mesías) que puede llevar a la hipérbole indiscri- dría considerarlo una memoria, y de ese modo se presenta el propio
minada y a la indecidibilidad frente a la proliferación de aporías y do- texto. Contiene algunas notas escépticas que, retrospectivamente, po-
bles vínculos, así como a un estilo manierista "contagioso" rayano a drían sembrar la duda sobre si el propio libro en raras ocasiones seña-
veces en el preciosismo.'^ En cualquier caso y en la medida en que la la su ficcionalidad. Por ejemplo, hay recuerdos confusos del narrador
("Tenía tal vez diez o doce años, realmente no lo sé" [p. 139] o la afir-
E l propio Derrida rechaza l a aplicación de la noción de "utopismo" a su pensa-
mación -irónica en varios planos antes y después de la acusación de
miento en contraposición al "mesianismo" (al punto de negar aparentemente en esta
instancia crucial el desplazamiento de lo religioso a lo secular). No obstante, lo hace en el de la singularidad (esa "otredad m á s irreductiblemente heterogénea"), y cabe
en t é r m i n o s cuestionables que podrían leerse como una afirmación del utopismo en preguntar si Derrida le dedica la atención que merece, especialmente en sus obras
otro sentido de "aquí y ahora": " E l mesianismo (al cual considero una estructura uni- m á s recientes que se ocupan m á s abiertamente de temas sociales y políticos.
versal de la experiencia, y que no puede reducirse a un mesianismo religioso de nin- " Remito al lector al enfoque "deconstructivo" del "otro" y l a confianza, bastante
guna laya) es cualquier cosa menos utópico: se refiere, en cada aquí y ahora, al adve- utópico, de Dereck Attridge en "Innovation, Literature, E t h i c s : R e l a t i n g to the
nimiento de un suceso sumamente real, concreto, es decir, a la otredad m á s irreduc- Other", PMLA 114 (1999), pp. 20-31 ( n ú m e r o especial, Ethics and Literary Study, ed.
tiblemente h e t e r o g é n e a . Nada es m á s 'realista' ni 'inmediato' que esta a p r e h e n s i ó n Lawrence Buell). Attridge intenta combinar la noción de que todo otro es totalmente
m e s i á n i c a que se lanza hacia el acontecimiento de lo que h a b r á de venir. Y digo 'apre- otro con una afirmación de confianza plena en ese otro, que es un desconocido y pue-
h e n s i ó n ' porque esta experiencia, tendida hacia el acontecimiento, es al mismo tiem- de ser un "monstruo". S u a r g u m e n t a c i ó n recurre a la idea de que l a responsabilidad
po una espera sin expectativas [une atiente sans atiente] (una preparación activa, por el otro no implica obligación ni e s t á codificada de manera alguna: es, en cambio,
anticipación contra el telón de fondo de un horizonte, pero t a m b i é n exposición sin apertura y confianza totales. E s t a idea de la confianza parece refractaria a cualquier
horizonte y, por consiguiente, una amalgama irreductible de deseo y angustia, afir- prueba de realidad y es de otro mundo en el sentido de que exigiría una transforma-
mación y temor, esperanza y amenaza. [...'| Se trata de algo ineluctable cuyo impera- ción total de las condiciones h i s t ó r i c a s para que uno pudiera distinguirla de la credu-
tivo, siempre aquí y ahora, de manera singular, no puede ceder nunca al embeleso de lidad lisa y llana. L a s relaciones judeo-alemanas en la Shoah iluminan con una luz
la utopía, al menos no en el sentido literal de esa palabra o lo que habitualmente se sobrecogedora la a r g u m e n t a c i ó n de Attridge. ( E l n ú m e r o de PMLA en el cual se pu-
entiende por ella". "Marx and Sons", en Ghostly Demarcations: A Symposium on Ja- blicó el ensayo de Attridge presenta el estado de la reflexión actual sobre l a é t i c a en
cques Derrida's Specters ofMarx, ed. Michael Sprinker, Londres, Verso, 1999, pp. 248- los estudios literarios.)
49. L a c u e s t i ó n , no obstante, concierne al papel del pensamiento y el quehacer en las . Binjamin Wilkomirski, Fragments: Memories of o Wartime Childhood, traduc-
zonas intermedias o de transición que no caen en el extremo de l a universalidad ni ción al i n g l é s de Carol Brown Janeway, 1995; Nueva York, Schocken Books, 1996.
impostura- de que en Suiza "todos dicen que hay que olvidar; eso nun- podría justificarse aunque permitiría descartar fácilmente preguntas
ca ocurrió, lo soñé" [p. 129]). Pero las dudas podrían atribuirse fácil- desconcertantes que la relación del libro con la historia y la ficción
mente a la confusión y el desconcierto del niño traumatizado desde plantea sin duda. (En pocas palabras, mi opinión en este caso es que
cuya perspectiva está escrito el libro. Por otra parte, cualquier perso- uno debería tener empatia por el autor pero aportar crítica al libro en
na dotada de una visión normal verá hoy en día ciertos sucesos que el cuanto tiene que ver con la esfera pública, distinción que se esfuma
narrador relata (como el de los bebés que se comían los dedos congela- fácilmente en los enfoques "clínicos" de estos problemas.)
dos hasta dejarlos en puro hueso [p. 70-71]) como totalmente inverosí- En cuarto lugar, uno podría debatir el tema del autor y la naturale-
miles. No obstante, es muy difícil determinar qué es verosímil o inve- za de su experiencia o podría también ponerlo entre paréntesis y ver el
rosímil con respecto a los sucesos que constituyen el Holocausto. En texto como algo indecidible con respecto a su estatuto de ficción o de
un comienzo, el libro fue aceptado por muchos especialistas en el Holo- memorias. En tal caso, uno podría analizarlo con otras obras de ficción,
causto e incluso por sobrevivientes y personas que en esa época eran o con otras memorias. (Tal vez, sería posible verlo como perteneciente
niños y vivieron escondidos (tal es el caso de Saúl Friedlander, autor a un género híbrido que está surgiendo: el de la faux mémoire.) Esta
de un libro de memorias sobre sus propias experiencias infantiles). respuesta a gusto del consumidor parece ser la que recomienda el pro-
Desde luego, los que otorgaron al libro los premios que recibió, como el pio Wilkomirski, quien manifestó en una entrevista: "Los lectores
Jewish Book Award y el Prix de la Mémoire de la Shoah, creyeron que siempre tuvieron la libertad de considerar mi libro como literatura o
era auténtico. La contraportada de la edición en rústica cita reseñas como testimonio personal".'"
que indican a las claras con qué espíritu fue leído el libro. Jonathan Pero tal afirmación sobre la indecidibilidad del texto que deja al lec-
Kozol escribió en Nation: "Esta obra estupenda, escrita con excepcio- tor la decisión o la elección relativa a su estatuto no parece aceptable y
nal austeridad, es tan profundamente conmovedora, tan importante bien podría ser que algunos híbridos (como \afaux mémoire) sean algo
desde el punto de vista moral y tan libre de artificios literarios de nin- indeseable en determinadas circunstancias. En efecto, en el caso de
gún tipo que me pregunto si tengo el derecho, incluso, de elogiarla". La Wilkomirski la apelación a lo indecidible parece inconveniente incluso
nota publicitaria dice inequívocamente: "Recuerdos extraordinarios de si uno argumentara que el autor quedó traumatizado de manera des-
un niño que pasó su infancia en los campos de exterminio nazis. Bella- plazada o secundaria por los sucesos del Holocausto (o, como lo sugie-
mente escrito, este libro produce un efecto indeleble, al punto que no re un momento de la narración, por una película documental [p. 148])
se puede decir que uno lo lea sino que lo experimenta". En realidad, el y escribió su libro mientras volvía a vivir un pasado imaginario o fan-
carácter apasionado de la reacción negativa que se suscitó cuando se tasmático que nunca había experimentado en la realidad histórica.'"*
reveló la posible, si no probable, impostura de Wilkomirski tiene que Mis propios puntos de vista surgieron en parte del análisis y la crí-
ver con la aceptación inicial del libro como recuerdos genuinos y el sen- tica de otros autores. Puesto que ya he escrito profusamente sobre ellos
timiento de confianza burlada. en otros lugares, me limitaré aquí a exponerlos en forma abreviada.
En segundo lugar, se podría tomar el libro como una obra de ficción Comenzaré por decir que la posición que sustento implica una concep-
pero, como ya he dicho, el propio libro no se presenta de ese modo. Si ción de la historia como algo que entraña una tensa reconstrucción
estuviera explícitamente armado como ficción, uno podría asombrarse objetiva (y no objetivista) del pasado y un intercambio dialógico con él
ante la habilidad del autor para evocar determinados sentimientos y y con otras indagaciones sobre él, en la cual el conocimiento supone no
estados de espíritu de manera notablemente empática (aunque, una solo procesamiento de información sino también afectos, empatia y
vez distanciado de la experiencia concreta de la vida en los campos, el cuestiones de valor."' Semejante tercera posición no es una sencilla sín-
lector podría ver el libro como un texto poco "austero" y por momentos esis dialéctica de las otras dos, pues implica un componente crítico y
machacón). Aun así, se lo podría entender como un texto que plantea 39,
reivindicaciones de verdad, no en términos de determinadas afirma- „ Citado en Newsweek, 16 de noviembre de 1998, p. 84.
40

ciones individuales (como las relativas a la identidad del autor-narra- pin "TV.^'^A haber terminado este capítulo, se publicó un artículo de E l l e n Lap-
dor) sino en un plano más general, por ejemplo, con respecto al modo i z a d o d WMv"^'*^ Heads", Granta 66 (1999), pp. 7-65, cuyo a n á l i s i s pormeno-
41 Q ^ " n k o m i r s k i y su libro puede compararse con el que yo ofrezco aquí,
en que los niños de los campos vivieron ciertas circunstancias. ámbito co'^^f ^ importancia de la autocontextualización del historiador en el
En tercer lugar, uno podría leer este libro como un testimonio pato- ^epresent "^u°^^^^^ intercambio y debate con otros estudios, v é a s e mi libro
lógico de alguien que pudo imaginar o creer que estuvo de niño en un Pi-ess I Q Q ? ' ^ Holocaust: History, Theory, Trauma, Ithaca, Cornell University
i994, capítulo 3.
campo de concentración aunque no sea cierto. Sería una lectura que
autocrítico refractario a la clausura. Más aún, no se limita a erradicar vestigadores (particularmente intensas entre los profesores y los estu-
la hipérbole en favor de una prudencia o juste-milieu moderado o de diantes de posgrado), y también entre los investigadores y el pasado,
una complacencia lisa y llana. Implica reconocer a la hipérbole un pa- sus figuras y procesos. El sentido fundamental de la transferencia que
pel fructífero que invita a la reflexión, pues subraya el peso insuficien- me interesa subrayar es la tendencia a repetir y poner en acto perfor-
te que se ha dado por momentos a los intentos de articular las posibili- mativamente, en el discurso o en las relaciones, procesos que actua-
dades de una disciplina o de la cultura en general. (En este sentido, en ban en el objeto de estudio. Creo que, en este sentido, la transferencia
se produce nos guste o no, y el problema radica en afrontarla con re-
cierto momento de la historia de la historiografía podría justificarse
cursos que implican diversas combinaciones, variaciones más o menos
enfatizar el papel de la retórica y la performatividad, en la medida en
sutiles y formas híbridas, del acting out y de la elaboración.
que no se las tiene en cuenta o se las subestima y no se las ve como el
Como ya lo he dicho, a este respecto es importante la cuestión de la
exclusivo elemento generador de un fundamento autorreferencial para
experiencia o la vivencia (a la cual varios historiadores han dedicado
una concepción del pasado.)"^ En una contraposición o agón m á s vasta
su atención en los últimos tiempos), pero no la experiencia como con-
de puntos de vista o discursos, incluso podría reservarse un papel legí-
cepto fundacional que se invoca sin pizca de crítica o como fundamen-
timo a la polémica y la parodia como modalidades dialógicas. La hipér-
to indiferenciado de la historiografía.'*^ Más bien, nos hallamos frente
bole es una puesta en acto estilística del hecho de que el exceso y el a una serie de problemas interconexos que entraña la cuestión de la
trauma nos afectan, pero se puede ser exagerado de muchas mane- experiencia. Por ejemplo, ¿cuál es la relación entre los aspectos viven-
ras, especialmente en la afición por una sensatez cómoda e insulsa ciales y no vivenciales de la historia, como los desplazamientos demo-
que concilla los problemas y puede ser, incluso, señal de una insen- gráficos, las fluctuaciones de precios y los procesos estructurales obje-
sibilidad adormilada frente a su importancia y sus consecuencias. tificados en general? ¿Cómo podríamos hacer una crítica de una metodo-
De todos modos, la posición que sostengo no implica una simple de- logía que sólo contemplara los procesos objetificados o que sólo empleara
fensa de la hipérbole y el exceso ni su puesta en acto o acting out modalidades objetificadas de representación aun cuando planteara la
desenfrenados. Por el contrario, afirma el valor de una interacción cuestión de la objetividad de modo pospositivista y posdeconstructivo?""
difícil de alcanzar entre los límites y el exceso, y entraña la idea de ¿Cuál es la relación entre la experiencia diferenciada de agentes y su-
que, de algún modo, la hipérbole debe estar encuadrada como tal (y, jetos del pasado, y la experiencia diferenciada de observadores y testi-
por lo tanto, limitada en alguna medida) y debe diferenciarse de otras
modalidades que ciertas situaciones exigen, entre ellas las más eufe-
místicas y equilibradas. E n "History, Language, and Reading", op. cit., pp.822-24, expreso algunas re-
Las reivindicaciones de verdad están enjuego, con matices, en todos servas sobre el concepto de experiencia o vivencia. E n la anotación de su diario co-
los niveles del discurso histórico. Pero las obras de Ankersmit, White rrespondiente al 25 de abril de 1937, Víctor Klemperer hace esta observación escalo-
friante: "Palabra que no cesa de repetirse: 'vivencia'. Siempre que habla un Gaulei-
y otros autores han puesto de manifiesto, en mi opinión, que no es po- ter o un comandante de la S S , uno de estos dioses menores o ínfimos, no oímos su
sible sostener un estereotipo convencional de representación transpa- discurso, tenemos de él una 'vivencia'. E v a [la esposa de Klemperer, que no era j u -
rente, n i siquiera un paradigma de investigación autosuficiente. Creo día] dice con razón que ya ocurría lo mismo antes del Nacional Socialismo. S i n duda,
que uno inicia una investigación inmerso ya en un proceso histórico en podemos hallarlo en las corrientes que le dieron origen". / Will Bear Witness: A Diary
ofthe Nazi Years, 1933-1941, traducción al inglés de Martin Chalmers, 1995; Nueva
marcha, posicionamiento hacia el cual se puede intentar adquirir una York: Random House, 1998, p. 216. Klemperer era un judío a l e m á n convertido al pro-
perspectiva transformadora o crítica. Un aspecto crucial de tal posi- testantismo que se las arregló para seguir viviendo en Dresde durante el Tercer Rei-
cionamiento es la implicación del observador en lo observado, lo que ch soportando diversas formas de opresión, una persona que defendía con vigor los
en términos psicoanalíticos se llama transferencia. En efecto, en un valores de la Ilustración. S u observación podría referirse a un uso fo un abuso) posi-
sentido, la transferencia indica que uno comienza a indagar en una ble y significativo del concepto a vivencia o experiencia. De cualquier manera, es
U t i l como indicación de que no hay que ver la experiencia indiscriminadamente como
"posición" de voz media, en la cual uno se embarca de diversas mane- algo positivo. V é a s e t a m b i é n Bernard Lepetit, ed.. Les formes de l'expérience: Une
ras. En la historiografía, hay relaciones transferenciales entre los in- autre histoire sociale, P a r í s , Albin Michel, 1995 y Jacques Revel, ed., Jeux d'échelles:
La micro-analyse á l'expérience, París, Gallimard-Le Seuil, 1996. E l giro hacia la mi-
*^ Con referencia a esta cuestión, v é a s e mi artículo "Rhetoric and History", en His- crohistoria implica u n a preocupación por la historia de la vivencia, especialmente en
tory and Criticism, op. cit., pp. 15-44. L a a r g u m e n t a c i ó n que desarrollo ahí debe ver- figuras como Cario Ginzburg y Giovanni Levi.
se como algo que complementa el enfoque que expongo en este capítulo y no debe con-
fundirse con las posiciones constructivistas radicales de H a y d e n White o F r a n k •* Satya Mohanty aporta un enfoque profundo de esta c u e s t i ó n en Literary Theory
Ankersmit. and the Claims of History, Ithaca, Cornell University Press, 1997.
gos secundarios, incluidos los historiadores en uno de sus papeles, en la empatia, habría de confundirla con la intuición o la identificación
un presente que lleva la compleja marca del pasado? ¿Cómo establecer la sin cuestionamientos, que implica la fusión total del yo y del otro. Cual-
relación entre la vivencia concreta y la imaginaria o virtual? ¿Cuál es la quier intento de rehabilitar en la comprensión histórica la preocupa-
relación entre la experiencia y las reivindicaciones de verdad y los juicios ción por la empatia, por matizado que sea, debe diferenciarla de estas
de valor crítico? ¿En qué medida el trauma o la "vivencia" traumática confusiones clásicas (así como de la condescendencia). Debe también
quiebran la experiencia y plantean problemas específicos para la repre- afrontar las identidades profesionales o las estrategias de investiga-

I
sentación y la escritura? ¿Hay una brecha, o un abismo incluso, entre la ción que marginalizan e incluso suprimen la empatia, el intercambio
experiencia histórica y los proyectos utópicos, entre ellos los que se insi- dialógico y las respuestas afectivas en general (en contraposición a las
núan en ciertos símiles discursivos de la voz media?"^ estrechamente cognitivas). Muy pasible de cuestionamiento es la es-
No abrigo la pretensión de contestar estas importantísimas pregun- trategia de objetificación y distanciamiento irónico permanente que
tas. Más bien, diré que el problema de la vivencia o experiencia debe- sólo permite apartes subjetivos no fundamentados, estrategia que con-
ría llevarnos a la cuestión del papel de la empatia en la comprensión duce a una negación de la implicación transferencia] con el objeto de
histórica. Con algunas limitaciones, esa cuestión fiie importante para estudio y elude, además, la cuestión de las interacciones concretas y
figuras como Dilthey y Collingwood, pero en gran medida quedó exclui- deseables entre el yo y el otro, incluidas las posibilidades y los límites
da de la agenda de los historiadores en el pasado reciente.'"' Uno de los de una voz media discursiva.'"' Semejante estrategia de objetificación
motivos de que ya no haya preocupación por la empatia fue la relación bien podría postular o suponer una divisoria radical entre objetividad
existente entre el ideal de objetividad y la profesionalización de la his- y subjetividad (así como entre la investigación y el intercambio dialó-
toriografía, junto con la tendencia a confundir la objetividad con la ob- gico) y arrastrar a una oposición binaria entre empatia y análisis críti-
jetificación.''' Una tendencia muy similar, que favorecía el rechazo de co. Cuando esto sucede, puede confinarse la objetificación al tratamien-
to del otro, y atribuirse la subjetividad (o incluso el constructivismo
Recordemos a Nietzsche: "En última instancia, nadie puede escuchar en las co-
sas, los libros incluidos, m á s de lo que ya sabe. Se carece de oídos para escuchar aque-
radical) a los contemporáneos o al propio historiador, acallando así las
llo a lo cual no se tiene acceso desde la vivencia. Imaginemos el caso extremo de que jjt^ voces de los muertos y desdibujando las propias posiciones de sujeto,
un Hbro no hable m á s que de acontecimientos que e s t á n m á s allá de las posibilidades tendencias proyectivas e investiduras. El historiador puede eliminar o
de cualquier experiencia frecuente o incluso insólita, de que sea el lenguaje para ex- atenuar excesivamente el peso diacrónico del pasado, incluidas las se-
presar una serie nueva de experiencias. E n tal caso, nada se oirá, pero se producirá la cuelas del trauma, viendo el pasado exclusivamente en términos de los
ilusión acústica de creer que donde no se oye nada, no hay tampoco nada." Ecce Homo
("Why I Write Such Good Books", parte I) en The Genealogy of Moráis and Ecce Homo,
usos y abusos del presente, por ejemplo, como capital simbólico en la
ed. Walter Kaufmann, 1967; Nueva York, Vintage Books, 1989, p. 261. [Hay traduc- ^1 política de la memoria.''^
ción al castellano: Ecce Homo, Madrid, Alianza Editorial, 1992. (N. de la Trad.)].
*^ Utilizo la palabra empatia [empathy] tratando de alejarla de las asociaciones conocimiento al modo positivista, s e g ú n el modelo de los universales de las ciencias
convencionales o tradicionales con la identificación, que llevan a una supuesta iden- naturales, y reducía la historia a la psicología. L a idea de Collingwood de que el cono-
tidad entre el yo y el otro, sea a través de la proyección o de l a introyección. No uso la cimiento histórico es una reiteración de la experiencia del pasado en el espíritu del his-
palabra sympathy [palabra inglesa que t a m b i é n significa "comprensión" y "compa- • toriador t e n í a como eje, sin embargo, el volver a pensar (o despertar de nuevo en el
sión"] porque tiene la connotación de condescendencia o c o m p a s i ó n (o, al menos, de presente) procesos relativamente elevados, particulares y reflexivos (o intencionales)
una posición superior por parte de quien la siente), y t a m b i é n porque su uso en las como el manejo de una situación determinada por parte de un emperador o la búsque-
tarjetas de felicitación y otros modos vaciados de afecto de expresar pesar o solidari- da de una solución a un problema por parte de un filósofo (p. 283). De a h í que sea plau-
dad la h a n transformado en una mercancía. A d e m á s , empatia es u n a palabra con sible ver a William Dray como heredero de Collingwood porque elabora un modelo de
historia en la historiografía (o metahistoria) y en la bibliografía psicoanalítica. la explicación vinculado con la "acción racional", explícitamente ligado a una posición
E n That Noble Dream, Peter Novick aborda el papel de la objetividad en la profe- metafísica libertaria. (Véase Novick, That Noble Dream, op. cit., p. 397).
sión de la historia y suele reproducir sus fuentes pero elude un tratamiento explícito De las numerosas obras que descansan en esa estrategia, sólo m e n c i o n a r é la de
de la cuestión de la empatia, al punto que ese vocablo no aparece en el índice alfabéti- Richard J . E v a n s , In Defense of History, Nueva York, W. W. Norton, 1997. E l texto
co del libro. Tampoco menciona a Dilthey y hay pocas referencias a R. G . Collingwood. principal, r e s e ñ a objetificadora y rápida de los ú l t i m o s aportes a la historiografía y
Pero es significativo que la concepción de Collingwood de l a explicación histórica como ja metahistoria, e s t á complementado por una sección titulada "Further Reading", en
un volver a pensar o volver a experimentar el pasado tiene muy poco que ver con el 'a cual los apartes subjetivos que expresan opinión vienen a c o m p a ñ a d o s de un gran
afecto y el trauma. Collingwood elogia a Dilthey porque concebía al "historiador como surtido de flores para algunos y p ú a s para otros.
alguien que vivía en su objeto de estudio o, m á s bien, como alguien que hacía vivir en Puede observarse esta orientación incluso en el importante libro de Peter No-
sí mismo el objeto de estudio". V é a s e The Idea of History, 1946; Nueva York, Oxford ! vick Holocaust in American Life, en el cual -on lugar de verla como algo que comple-
University Press, 1956, p. 172. Pero t a m b i é n criticaba a Dilthey porque e n t e n d í a el <!; menta posiblemente las preocupaciones del autor- se contempla "globalmente" la in-
Creo que la historiografía encierra un elemento de objetificación y pío, no da lo mismo - a l menos en un comienzo- que el historiador sea
que ésta tal vez esté relacionada con ese fenómeno de entumecimiento un sobreviviente, hijc de sobrevivientes, judío, palestino, alemán o
frente al trauma. En calidad de fuerza que contrarresta el entumeci- austríaco, hijo de victimarios, alguien que nació después de los hechos
miento, la empatia puede entenderse como algo que presta atención e y así sucesivamente, siempre con sutiles diferencias y variaciones que
incluso intenta recuperar la posible dimensión escindida, afectiva, de sería muy largo detallar. Parte del proceso de indagación, que implica
la vivencia de otros. También se la puede ver como algo que contrarres- tanto investigación como un intento de intercambio dialógico con el
ta la victimización, incluso la autovictimización. Implica que la afecti- pasado y con los que han indagado en él a su vez, consiste en revisar y
vidad es un aspecto crítico de la comprensión del historiador o de otro elaborar las posiciones de sujeto iniciales de modo de poder escribir o
observador o estudioso. Como ocurre con el trauma, el entumecimien- decir algunas cosas que uno no habría podido decir, o no habría sido
to, la anestesia, puede ser para el historiador un escudo protector con- proclive a decir o escribir en un principio. En un sentido necesario, la
tra la identificación con la vivencia de otros y la posibilidad de que ésta política de la identidad puede definirse en términos de posiciones de
lo afecte traumáticamente. Pero no hay que confundir la objetividad sujeto y del trabajo que uno hace sobre ellas y con ellas. En un sentido
con el objetivismo o la objetificación que niega o forcluye la empatia, dudoso, se la puede definir como la simple repetición, legitimación o
así como la empatia no debe confundirse con la identificación atrope- acting out de las posiciones de sujeto que uno tiene al principio, sin
llada, la vivencia vicaria ni el martirio sustitutivo. La objetividad exi- someterlas a prueba crítica alguna que pueda modificarlas o darles
ge frenos y resistencia a la identificación plena, y ésa precisamente es validez.
una función importante de la investigación minuciosa, la contextuali- El significado de mis comentarios es que, en relación con la compren-
zación y el esfuerzo por estar tan atento como sea posible a las voces sión histórica, no debería contemplarse la vivencia de una manera es-
de otros cuya alteridad se reconoce. En este sentido, la empatia es una trechamente cognitiva que sólo implica el procesamiento de informa-
suerte de vivencia virtual, vicaria, vinculada con lo que Kaja Silver- ción. Sin restarle importancia a la investigación, la contextualización
man llamó identificación heteropática, en la cual la respuesta emocio- y la reconstrucción objetiva del pasado, en cuanto influye sobre la com-
nal va acompañada de respeto por el otro y la conciencia de que la vi-
prensión, la vivencia implica afectos, tanto en lo observado como en el
vencia del otro no es la propia.^"
observador. El trauma es una experiencia que trastorna, desarticula
De ahí que la vivencia del historiador, incluida su respuesta afecti- el yo y genera huecos en la existencia; tiene efectos tardíos imposibles
va, esté enjuego complejamente, de muy diversas maneras, en la com- de controlar sino con dificultad y, tal vez, imposibles de dominar ple-
prensión (o el conocimiento, en un sentido amplio que incluye la cogni- namente. El estudio de acontecimientos traumáticos plantea proble-
ción pero no está limitado a ella). Contribuye a definir las posiciones mas particularmente espinosos de representación y escritura, para la
de sujeto del historiador y puede operar como justificación inicial para investigación y para cualquier intercambio dialógico con el pasado que
hablar en determinada voz. Cuando se habla del Holocausto, por ejem- reconozca las demandas que éste impone a los individuos y lo vincule
con el presente y el futuro. Acoger las vivencias traumáticas de otros,
dagación en los problemas del trauma, excepto en el caso de los sobrevivientes, como
especialmente de las víctimas, no implica apropiarse de ellas sino lo
algo que no es pertinente para los norteamericanos, y se la contrapone a una noción que yo llamaría un desasosiego empático, que debería tener efectos
presentista, constructivista y a veces desmerecedora de la c o m p r e n s i ó n histórica, estilísticos o, m á s en general, efectos sobre la escritura que no pueden
habida cuenta de los usos y abusos del Holocausto en la "política de la memoria" (pp. reducirse a fórmulas o recetas. (Con respecto a los perpetradores, quie-
3-5). Semejante rumbo impide a Novick explicar de manera suficientemente comple- nes también pueden estar traumatizados por su experiencia, diría que
j a y matizada la t r a n s m i s i ó n del trauma a t r a v é s de las generaciones (especialmente
en el caso de los hijos de sobrevivientes), dar cuenta de las divprsas (y a veces proble-
el historiador debe intentar comprender y explicar su conducta tanto
m á t i c a s ) ftinciones del trauma en l a cultura en general y dilucidar el papel de la como sea posible -admitiendo incluso la inquietante posibilidad de
empatia en la c o m p r e n s i ó n histórica. De todos modos, cuando se aleja de supuestos obrar él mismo de esa manera-, sin abandonar por ello el intento de
binarios, radicalmente constructivistas, su indagación sobre los usos y las "construc- oponerse a sucesos similares, por leve que sea su parecido con los del
ciones" del pasado en el presente es de importancia, incluido el hecho de que el Holo-
pasado.) Como mínimo, el desasosiego empático opone una barrera a
causto se haya constituido en un icono productor de identidades y núcleo de una reli-
gión secular. E l libro de Novick emprende esa indagación de manera que incita a la la clausura del discurso y pone en entredicho las explicaciones de he-
reflexión, de hecho, de un modo deliberadamente polémico y a veces discutible. chos límite que apaciguan o exaltan nuestro espíritu, y con las cuales
V é a s e K a j a Silverman, The Threshold ofthe Visible World, Nueva York, Rout- intentamos tranquilizarnos o beneficiarnos (por ejemplo, la confianza
ledge, 1996. injustificada en la capacidad del espíritu humano para soportar la ad-
versidad con dignidad y nobleza).^' La cuestión es si la historiografía 2
puede por sí misma contribuir, no ya a reparar engañosamente las TRAUMA, AUSENCIA,
heridas y cicatrices del pasado, sino a aceptarlas. Semejante acepta-
ción procuraría alcanzar un conocimiento en el cual las reivindicacio- PÉRDIDA*
nes de verdad no son objetificaciones unidimensionales ni estrecha-
mente cognitivas y j n t r a ñ a n , en cambio, afectos que pueden exponer
el yo a un desasosiego -cuando no a un trauma secundario- que no
debe exaltarse ni fijarse sino abordarse de un modo cognitiva y ética-
mente responsable, además de abierto a los empeños utópicos. El trau-
ma causa una disociación de los afectos y las representaciones: el que
lo padece siente, desconcertado, lo que no puede representar o repre- ^
senta anestesiado lo que no puede sentir. Elaborar el trauma implica-sj
un esfuerzo por articular o volver a articular los afectos y las represen-^,
taciones de un modo que tal vez nunca pueda trascender la puesta en
acto o el acting out de la disociación que incapacita pero que, en cierta
medida, pueda contrarrestarla.

En una conferencia que se llevó a cabo no hace mucho en Yale, se re-


unieron miembros de la academia, periodistas e intelectuales recono-
cidos que trabajaban sobre el Holocausto o sobre la Comisión Sudafri-
cana por la Verdad y la Reconciliación (South African Truth and Re-
conciliation Commission, TRC), además de algunos miembros de este
cuerpo. Por otro lado, el hotel New Haven, en el cual paraban muchos
de los participantes, tenía reservado todo un piso para el Centro de
Recuperación del Trauma {Trauma Recovery Center), el cual figuraba
en el propio indicador del ascensor con sus iniciales, también TRC. A l
principio, ver esas siglas en el ascensor causó una impresión extraña
entre los invitados, especialmente entre los que acababan de llegar de
Sudáfrica. Más tarde se hizo evidente que había entre el "TRC" del
hotel y la "TRC" de la conferencia ocultas afinidades electivas pues la
Comisión por la Verdad y la Reconciliación era ella misma un centro
de recuperación del trauma. El sobrecogedor y difícil, si no imposible,
proyecto que la inspiraba era proporcionar un marco cuasi judicial
para indagar la verdad e impartir en alguna medida justicia (al menos
retrospectivamente) dentro de un contexto más vasto en el cual las
antiguas víctimas eran ahora gobernantes que procuraban hallar el
camino y los medios para reconciliarse con los antiguos gobernantes y,
a veces, con quienes habían ejercido la opresión. En la TRC había tam-
bién un foro para que se escuchara la voz -a menudo acallada, repri-
n^ida o admitida con incomodidad- de ciertas víctimas que se hacían
escuchar por primera vez en la esfera pública. En efecto, en su calidad
^' Anne F r a n k es u n a figura de los tiempos recientes que fue objeto de representa-
ciones que procuraban suscitar en el lector o espectador una e x a l t a c i ó n espiritual
Reimpreso con permiso de Critical Inquiry 25 (Summer 1999) © 1 9 9 9 , The Uni-
injustificada e incongruente. U n a de las ú l t i m a s biografías que terminan en este tono
versity of Chicago, 0093-1896/99/2504-0005$02.00. Todos los derechos reservados.
es la de Melissa Mueller, A?i;ie Frank: The Biography, Nueva York, Henry Holt, 1998.

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