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A vueltas con los deberes

Recientemente, la OCDE acaba de publicar el número 46 del PISA in focus, el


cual está dedicado al examen del tiempo que los estudiantes de quince años dedican a
hacer los deberes. El informe no entra en la cuestión de si estos son o no convenientes
ni en el tema - mucho más importante- de en qué consisten. Tampoco dice nada sobre
algo que se parece en exceso a los deberes y que es la asistencia a academias que
complementan las tareas escolares. Es muy llamativo que Corea, un país en el que los
escolares son prácticamente esclavos del sistema educativo, los estudiantes declaren
dedicar tan solo un poco más de tiempo a los deberes que sus afortunados
compañeros de Finlandia (algo más de dos horas a la semana).
En todo caso, el informe contiene algunos datos de interés. El primero es que
ha bajado, entre 2003 y 2009, el número de horas que los estudiantes dedican a los
deberes. La explicación que suministra PISA es que niños y niñas se entretienen con
otras cosas, como los videojuegos. Sin embargo, y pese a ello, no parece que el
rendimiento sea menor.
El segundo aspecto que señalaría es que a partir de cuatro horas de deberes a
la semana, el efecto de estos sobre el rendimiento escolar es nulo.
El tercero es algo contradictorio. Por un lado, los estudiantes que obtienen
mejores resultados en las pruebas PISA hacen de media 1,6 horas más de deberes a la
semana que sus compañeros con menor rendimiento. Países como Finlandia son la
excepción: con independencia del rendimiento, el tiempo dedicado a las tareas es
similar. Sin embargo, y esta es la aparente contradicción, más horas de deberes no
significan mejora alguna para el sistema educativo en su conjunto.
Y, saliéndome un poco de lo que dice el informe, apunto un dato más muy
significativo. En la última edición del informe PISA (el de 2013), el sistema educativo
“líder” es el de Shanghái. Para quienes defendemos una educación que promueva la
creatividad y la libertad, esta noticia fue un jarro de agua fría. Por suerte, y por
paradójico que pudiera parecer, también lo es para las autoridades educativas de esta
zona económica. Lo que vienen a decir es que se puede “triunfar” en PISA con el
modelo finlandés pero que también se puede hacer con el modelo confuciano de
realización de tareas repetitivas, memorización, pruebas estandarizadas y muchos
deberes (poco más o menos lo que se propone desde la LOMCE del equipo de Wert).
Es más, según informaba hace unos meses el Washington Post, Shanghái se está
planteando no participar más en el PISA, ya que desea una enseñanza más centrada en
el estudiante, que acabe con el aburrimiento escolar y que elimine las inútiles pruebas
estandarizadas (algo así como las “reválidas” de la LOMCE).
Acabo con un apunte más que pone en duda la credibilidad de las pruebas PISA.
Los buenos resultados de Shanghái se deben, en muy buena medida, a que la
población inmigrante no participó en las pruebas. Supongo que esto quizás signifique
que el puesto de honor del PISA debe seguir correspondiendo a Finlandia.
Y, ¿cómo queda España en todo esto? Mal, como casi siempre. Es el quinto país
en el que los estudiantes dedican más tiempo a estas tareas (que, si nos fijamos en los
libros de texto, suelen ser meramente repetitivas) y está algo por encima de la media
en la diferencia de horas de deberes entre los estudiantes más aventajados y los más
rezagados.
Para este viaje por la mediocridad no se necesitan tantos deberes.
Rafael Feito.

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