Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Cuando un bebé nace, sabe en lo más profundo de su ser que la razón por
la que se ha encarnado es la de ser él mismo al vivir diversas experiencias.
Todos tenemos la misma misión al llegar a este planeta: «vivir las experiencias
una y otra vez hasta que podamos aceptarlas y amarnos a través de ellas».
En este libro las presento por orden cronológico: en el orden en que cada
una de ellas aparece en el transcurso de la vida:
RECHAZO ABANDONO HUMILLACIÓN TRAICIÓN INJUSTICIA
Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones
muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una
serie de heridas, y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a
aprender a aceptar y amar incondicionalmente partes de nosotros que
hasta ahora han vivido ignoradas y con miedo. Somos atraídos hacia padres
con heridas como las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar.
Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser responsables y a
amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la
sanación del alma. ¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de
algo, esa persona te acusa a ti de lo mismo? Chequéalo con la otra persona,
y aparte de sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios. No aceptar
nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer
circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada.
Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa
que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para
espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos
y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un
juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar
nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la
materia. La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a
nosotros. El perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para
eso hay que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le
ocurre, y aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace
a los demás. En el fondo, todos somos humanos, y aceptar nuestras
limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra
herencia divina. Las cinco heridas del alma más comunes son: - El rechazo -
El abandono - La humillación - La traición - La injusticia No necesariamente
tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada cual puede
reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el primer
paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas es
porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni
sentir esa herida.
Las cinco heridas que impiden ser uno mismo” nos demuestra que todos los
problemas de orden físico, emocional o mental provienen de cinco fuentes
importantes de dolor en la infancia: el rechazo, el abandono, la humillación,
la traición y la injusticia. Gracias a la descripción cuidadosamente detallada
de estas heridas internas, y las máscaras que hemos diseñado con el fin de
no ver ni sentir, se llega a identificar la verdadera causa de un cierto
problema en nuestra vida.
Según Lise Bourbeau, hay en total cinco heridas y son, por orden
cronológico: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la
injusticia. Todos nacemos con varias de estas heridas, pero las vivimos en
grados diferentes. Estas heridas se crearon en una vida anterior y siguen
presentes, ya que no han sido aceptadas.
Así pues, podemos deducir que una herida de rechazo, por ejemplo, habría
empezado cuando una persona rechaza a otra y no se acepta en esta
situación. Esta experiencia de rechazo es consecuencia de un rechazo de
sí misma. Se convierte en un círculo vicioso: nos rechazamos, rechazamos a
los demás y hacemos que nos rechacen… todo ello para concienciarnos
del rechazo que sentimos por nosotros mismos. Ocurre lo mismo con las otras
heridas.
En las heridas del alma, Lise Bourbeau llama a esta “llevar una máscara“.
Porque cuando nos sentimos heridos y no asumimos nuestra responsabilidad,
acusamos a los demás de hacernos daño (o nos acusamos de sentirnos
heridos) y no somos nosotros mismos.