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Meditaciones Metafísicas de Descartes

“Me consideraré a mí mismo como si no tuviera manos, ni ojos, ni carne, ni sangre, ni


sentido alguno, sino como opinando falsamente que tengo todas esas cosas” (Descartes,
1997, p. 20). I

Cosa pensante

“¿Pensar? Eso es: el pensamiento es lo único que no puede separase de mí. Yo soy, yo
existo; es cierto. Pero ¿durante cuánto tiempo? Ciertamente mientras pienso; pues tal vez
podría suceder que si dejara de pensar completamente, al punto dejaría de ser” (Descartes,
1997, p. 24). II

“¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es esto? Una cosa que duda, que entiende, que
afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente” (Descartes,
1997, p. 25). II

Mente

“… puesto que todas las razones que pueden contribuir a la percepción de la cera o de
algún otro cuerpo, prueban mejor la naturaleza de mi mente” (Descartes, 1997, p. 30).II

“…conozco claramente que no puedo percibir nada más fácil y evidente que mi propia
mente” (Descartes, 1997, p. 30).II

Y la idea que tengo de la mente humana, en tanto que es una cosa pensante, no extensa en
longitud, anchura y profundidad y que no tiene nada propio del cuerpo, es mucho más
distinta que la idea de cualquier cosa corpórea. (Descartes, 1997, p. 48). IV

*La mente parecer ser la estructura que hace de base o que ofrece soporte al pensamiento,
ideas y demás cosas.

Conocimiento claro y distinto

Ciertamente este conocimiento no hay más que una percepción clara y distinta de lo que
afirmo; la cual no sería suficiente para hacer que esté cierto de la verdad e una cosa, si
pudiera ocurrir alguna vez que fuera falso lo que perciba tan clara y distintamente; por lo
que me parece que puedo establecer como regla general que todo lo que percibo muy clara
y distintamente es verdadero. (Descartes, 1997, p. 31). III

Pero puesto que no tengo ningún motivo para creer que haya un dios engañador, y ni
siquiera sé todavía si hay algún Dios, la razón para dudar que depende sólo de esta opinión
es muy ligera y, por decirlo así, metafísica. Así que, a fin de eliminarla, debo examinarla,
en cuanto se me presente la ocasión, si hay dios, y, si lo hay, si puede ser engañador; pues,
mientras ignore esto, me parece que nunca podré estar completamente cierto de ninguna
otra cosa. (Descartes, 1997, p. 32). III

“…el error principal y más frecuente que puede encontrarse (…) consiste en juzgar que las
ideas que hay en mí son semejantes a o conformes con ciertas cosas exteriores a mí; pues si
sólo considerara yo las ideas como ciertos modos de mi pensamiento, sin referirlas a
ninguna otra cosa, apenas podrían darme ocasión de errar. (Descartes, 1997, p. 33). III

Causa eficiente

“Ahora bien, es manifiesto por luz natural que en la causa eficiente y total debe haber por lo
menos tanto como haya en su efecto, Pues ¿de dónde podría tomar su realidad el efecto sino
de la causa? Y si la causa no la tuviera, ¿cómo podría dársela a él? Y de aquí se sigue no
solo que no puede hacerse algo de la nada, sino también que lo que es más perfecto , esto
es, lo que contiene más realidad, no puede ser hecho por lo que es menos perfecto o, lo que
es lo mismo, por lo que contiene menos realidad. (Descartes, 1997, p. 36). III

“…por luz natural, me resulta evidente que mis ideas son como imágenes que fácilmente
pueden ser menos perfectas que las cosas de las que se han tomado, pero que no pueden
contener nada mayor o más perfecto” (Descartes, 1997, p. 38). III

“…si la realidad objetiva de algunas de mis ideas es tanta que yo esté cierto de que tal
realidad no está en mí ni formal ni eminentemente, y por consiguiente que yo no puedo ser
la causas de esa idea, de aquí se sigue necesariamente que no estoy sólo en el mundo, sino
que existe también alguna otra cosa que es causa de esa idea” (Descartes, 1997, p. 38). III

“Con el nombre de Dios entiendo una substancia infinita, independiente, sumamente


inteligente, sumamente poderosa, que me ha creado a mí y a cualquier otra cosa que exista,
si existe” (Descartes, 1997, p. 41). III

“Pues aunque yo tenga la idea de substancia por ser yo una substancia, no tendría la de
substancia infinita, siendo yo finito, a no ser que ésta proceda de una substancia
verdaderamente infinita” (Descartes, 1997, p. 41). III

Verdad y falsedad

“Pues, en primer lugar, reconozco que no puede ocurrir que Dios me engañe alguna vez, ya
que en toda falacia o engaño hay alguna imperfección…” (Descartes, 1997, p. 49). IV

Veo también que tengo cierta facultad de juzgar, que he recibido de Dios como todas las
otras cosas que hay en mí; y puesto que él no quiere engañarme, no me la ha dado tal que
pueda yo equivocarme cuando la uso correctamente. (Descartes, 1997, p. 49). IV
Y, al indagar su causa, advierto en mí no sólo una idea real y positiva de Dios, es decir, del
ente sumamente perfecto, sino también, por decirlo así, cierta idea negativa de la nada, es
decir, de aquello que carece completamente de toda perfección; advierto también que he
sido constituido como algo intermedio entre Dios y la nada, es decir, entre el sumo ente y lo
no ente, de manera que, en tanto que he sido creado por el sumo ente, no hay en mí nada
que me lleve al error, pero en tanto que también participo en algún modo de la nada, es
decir, de lo no ente, esto es, en tanto que yo no soy el ente supremo y me faltan muchísimas
cosas, no es de extrañar que cometa errores. (Descartes, 1997, p. 49) IV

“… me equivoco porque la facultad para juzgar lo verdadero, que él me ha dado, no es


infinita.” (Descartes, 1997, p. 50). IV

“…el error no es pura negación, sino privación, es decir, carencia de algún conocimiento
que en cierto modo debería estar en mí…” (Descartes, 1997, p. 50). IV

… al considerarme a mí mismo e investigar cuáles son mis errores... advierto que éstos
dependen de dos causas a la vez, a saber, de mi facultad de conocer y de la de elegir o libre
arbitrio; es decir, que dependen del entendimiento y también de la voluntad. (Descartes,
1997, p. 51). IV

Pues para ser libre no es preciso que yo pueda dejarme llevar hacia una cosa tanto como
hacia su contraria, sino que cuanto más propendo hacia una, porque entiendo que es
verdadera y buena o porque Dios dispone así mi pensamiento, tanto más libremente la
elijo…(Descartes, 1997, p. 52). IV

¿De dónde proceden entonces mis errores? Proceden de que, al extenderse más la voluntad
que el entendimiento, no la contengo dentro de los mismos límites, sino que la extiendo
también hasta las cosas que no entiendo, respecto de las cuales ella es indiferente,
desviándose así de lo verdadero y de lo bueno, y por eso ocurre que me equivoco y peco.
(Descartes, 1997, p. 53). IV

“(A la verdad) la alcanzaré si sólo presto atención a todo lo que entiendo perfectamente, y
lo separo de lo que comprendo muy confusa y oscuramente” (Descartes, 1997, p. 57). IV

Garantía de verdad

Pues aunque mi naturaleza sea tal que mientras percibo algo muy clara y distintamente no
puedo dejar de creer que es verdadero, sin embargo, puesto que mi naturaleza es tal que no
puedo mantener siempre fija la mirada de mi mente en la misma cosa para percibirla
claramente, y mi memoria recurre a menudo a un juicio hecho anteriormente, cuando ya no
atiendo a las razones que, si ignorase a dios, fácilmente me harían cambiar de opinión, y
nunca tendría una ciencia verdadera y cierta sobre nada, sino solo opiniones vagas y
mudables. (Descartes, 1997, p. 63). V
*Dios en tanto idea clara y distinta, esto es, a su esencia le pertenece la existencia, es eterno
desde y para siempre, y que no se lo pueda modificar o quitar atributos; es el garante de las
demás ideas verdaderas. Pues lo que se sabe del él es verdadero e indubitable, claro y
distinto.

“…aunque yo estuviera soñando, si algo es evidente para mi entendimiento, es


completamente verdadero” (Descartes, 1997, p. 64). V

“…la certeza y verdad de toda ciencia depende del conocimiento del verdadero Dios, de
manera que, antes de conocerlo, no podía saber nada perfectamente de ninguna otra cosa”
(Descartes, 1997, p. 64). V

Cuerpo material

Encuentro en mí, además, facultades de ciertos modos especiales de pensar, como las
facultades de imaginar y sentir, sin las cuales puedo entenderme por completo clara y
distintamente, pero no puedo entenderlas, a la inversa, a ellas sin mí, esto es, sin una
sustancia inteligente en la que estén; pues incluyen cierta intelección en su concepto formal,
por lo que percibo que se distinguen de mi como los modos de la cosa. (Descartes, 1997, p.
71). VI

Reconozco también otras facultades, como cambiar de lugar, presentar diversas figuras y
otras semejantes, que tampoco pueden entenderse…sin que estén en alguna substancia, ni
por lo tanto sin que ésta exista; sino es evidente que estas facultades, si verdaderamente
existen, deben estar en una substancia corpórea, es decir, extensa y no inteligente porque en
su concepto claro y distinto se contiene ciertamente alguna extensión, pero absolutamente
ninguna intelección. (Descartes, 1997, p. 72). VI

Hay también en mí cierta facultad pasiva de sentir, es decir, de recibir y conocer las ideas
de las cosas sensibles, pero no podría hacer ningún uso de ella si no existiera también, en
mí fuera de mí, una facultad activa para producir o causar esas ideas. (Descartes, 1997, p.
72). VI

Cuerpo y alma

La naturaleza también me enseña, por medio de esas sensaciones de dolor, hambre, sed,
etc., que yo no solo estoy en mi cuerpo como el marinero en su nave, sino que estoy unido
estrechísimamente y como mezclado con él, de tal manera que formo una sola cosa con él.
(Descartes, 1997, p. 73). VI

“Advierto aquí, en primer lugar, que hay una gran diferencia entre la mente y el cuerpo,
pues el cuerpo es siempre por naturaleza divisible, mientras que la mente es absolutamente
indivisible” (Descartes, 1997, p. 78). VI
“… advierto que la mente no es afectada inmediatamente por todas las partes del cuerpo,
sino solamente por el cerebro, o quizá incluso sólo por una parte muy pequeña de este…”
(Descartes, 1997, p. 78). VI

Referencias
Descartes, R. (1997) Meditaciones Metafísicas. Madrid, España: Editorial Gredos

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