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Citoquinas
Actualmente es un hecho aceptado que para el mantenimiento del embarazo, es
crucial una función adecuada de la red de citoquinas. En 1993, Wegmann y col.
crearon la “hipótesis inmunotrófica” en la que postularon que, durante el
embarazo, el equilibrio fisiológico entre las citoquinas Th1/Th2 es cambiado
hacia la actividad Th2.
Unas de las principales células productoras de citoquinas son los linfocitos T
CD4 o “colaboradores” (helper). A partir de un precursor Th0 se pueden distinguir
dos subpoblaciones llamadas Th1 y linfocitos Th2. Los linfocitos T CD4 Th1
producen principalmente las interleuquinas (IL) IL-1, IL-2, IL-12, IL-15, IL-18,
interferón-gamma (IFN) y TNF, mientras que los Th2 son fuente de IL-4, IL-5, IL-
6, IL-10, IL-13 y factor estimulante de colonias granulocítico-macrofágicas (GM-
CSF).
En condiciones normales estas citoquinas se hallan en equilibrio pero,
dependiendo del tipo de estímulo, se promoverá una u otra respuesta. Ambos
grupos de citoquinas son inhibitorias entre sí, por ejemplo las Th1 inhibirán,
mediante la liberación INF la vía Th2, y, a la inversa, los linfocitos Th2, mediante
la liberación de IL-10, pueden inhibir la vía Th1 (Fig. 1).
Proteínas inmunomoduladoras
Inmunosupresión materna
Durante el embarazo hay una disminución moderada de la capacidad
inmunológica de la madre para reaccionar, no solo contra Ags fetales, sino
también contra otros con los cuales ha estado previamente en contacto.
En la interfaz materno-fetal, el feto es reconocido como extraño. Sin embargo la
madre no lo rechaza gracias a la activación de los siguientes mecanismos:
a. Cambio de fenotipo y funciones de las NKs y de los Møs como ya se mencionó.
b. Acción de los LsT CD4+CD25+ o LsTreg cuyo número se incrementa
notoriamente en el lado materno.
c. Producción de las siguientes hormonas: corticosteroides que tienen efecto
inmunosupresor; estrógenos que cuando se encuentran en concentraciones
altas, (en el embarazo pueden llegar hasta 10 veces los valores normales),
producen una supresión de la respuesta inflamatoria y deprimen la respuesta
inmune local por parte de la madre.
d. Incremento en la producción de progesterona que disminuye la
linfotransformación y reduce en cierta forma la capacidad reactiva de la madre
contra los Ags fetales.
e. Incremento de gonadotrofina coriónica que suprime la actividad de varias
poblaciones de LsT. Su empleo experimental logra prolongar la supervivencia de
trasplantes.
Trabajo de parto. Según la edad de la gestación cambia la expresión del mARN
de las citoquinas pro y antiinflamatoria. Las citoquinas tipo Th1 producidas por
los LsTCD4 de la decidua promueven el rechazo del embrión, mientras que las
citoquinas tipo Th2 inhiben la respuesta Th1 y promueven su tolerancia.
El cérvix durante el trabajo del parto expresa niveles altos de mARN de IL-10, IL-
13, IL-1α e IL-1β en tanto que los de las IL-18 e IL-12 están disminuidas.
Infertilidad
Un 10% a 15% de las parejas son infértiles. En una cuarta parte de estas no se
detecta una causa orgánica que explique la infertilidad. Hasta el presente solo
en el 2% a 3% se logra detectar una anormalidad inmunológica.
Existe una barrera hematotesticular que previene el ingreso al testículo de Ls.
Esta barrera se puede romper por trauma, orquitis o ligadura del epidídimo
efectuada como medida de control de la fecundación.
En estas circunstancias se puede generar Acs contra los espermatozoides que
interfieren con su tránsito de éstos por las vías genitales del hombre o de la mujer
y ocasionar infertilidad. En el 3% de los hombres infértiles se ha demostrado la
existencia de Acs contra su propio esperma en títulos mayores que el 1/32. Estos
anticuerpos antiesperma pueden afectar las etapas de pre y posfertilización del
proceso reproductivo. Igualmente, la mujer puede formar Acs contra los
espermatozoides, Acs que interfieren su paso por el cuello uterino, su tránsito
por el útero o las trompas o interferir con su aproximación y penetración al óvulo.
Los espermatozoides depositados en la vagina son en parte fagocitados por
Møs, y sus Ags llevados a los ganglios linfáticos de la pelvis, en donde se pueden
generar Acs contra ellos.
Con procedimientos de aglutinación o inmovilización de los espermatozoides o
con pruebas de inmunofluorescencia, es posible demostrar, en algunas mujeres
infértiles, la presencia de Acs contra los espermatozoides. Estos Acs secretados
en el moco cervical, pueden aglutinar los espermatozoides e impedir su entrada
al útero. Los Acs pueden estar dirigidos contra diferentes sistemas antigénicos
del espermatozoide presentes en la cabeza, en la región ecuatorial, o la
subnuclear, o en la cola.
La inseminación intrauterina, para evitar que los Acs aglutinen los
espermatozoides en el cuello, puede facilitar un embarazo.
Anticuerpos antilaminina-1, del tipo IgG, están asociados con abortos
recurrentes durante el primer trimestre del embarazo. Óvulos lavados,
procedentes de mujeres con Acs antiespermatozoides, pueden ser fecundados
in vitro y dar origen a embarazos normales después de ser implantados.
INFERTILIDAD
Con frecuencia se emplean como sinónimos los términos esterilidad e
infertilidad, aunque, en sentido estricto, no tienen el mismo significado, ya que
infertilidad significa incapacidad para tener hijos, pero con posibilidad de
embarazo, que por una u otra razón no llega a término. Por lo tanto, una mujer
infértil será aquella que queda embarazada, pero no llega a tener hijos, mientras
que la estéril no consigue el embarazo. El concepto de infertilidad también puede
asociarse al referido como pérdida del embarazo, en que la mujer es capaz de
concebir, pero no logra un nacimiento vivo. Existe la infertilidad primaria, que se
aplica a la mujer que nunca concibió, a pesar de la cohabitación y exposición al
embarazo por un período de 1 año; y la infertilidad secundaria, referida a la mujer
que concibió con anterioridad, pero no logra embarazo con posterioridad, a pesar
de la cohabitación y la exposición al embarazo por un período de 1 año; si la
mujer amamantó a su hijo anteriormente, se debe calcular la exposición al
embarazo desde el fin del período de la amenorrea de la lactancia. (Urgellés,
2012)
Para que una gestación pueda desarrollarse exitosamente, la mujer requiere de
un tracto reproductor competente a nivel estructural y funcional, lo cual se
garantiza fundamentalmente por medio de un balance de señales autocrinas,
paracrinas y endocrinas. En este sentido, las gónadas femeninas u ovarios,
juegan un rol protagónico. Dentro de la diversidad de poblaciones celulares de
este órgano, existen estirpes reconocidas por su alta capacidad de producción
hormonal, que son sensibles a la regulación del eje hipotalámico-hipofisiario, y
constituyen un circuito de retroalimentación que rige los ciclos reproductivos de
la mujer.
La confirmación de la existencia del eje neuro-inmuno-endocrino ha dotado a las
células del sistema inmune de una participación en esta dinámica de regulación
reproductiva. La evidencia experimental señala una comunicación tridireccional
a través de mediadores solubles inmunológicos, hormonales y
neuromoduladores. Al respecto se ha descrito un incremento en la producción
de la respuesta inmune humoral sistémica, mediada por inmunoglobulinas de
clase M (IgM) y G (IgG), como producto de la acción de los esteroides gonadales
femeninos. (Carp, 2012)
Los niveles de estrógeno y progesterona influyen, además, en la remodelación
del epitelio de la mucosa vaginal. Estas hormonas también incrementan la
presencia de leucocitos polimorfonucleares neutrófilos a ese nivel, y potencian
la expresión de moléculas de histocompatibilidad de tipo I (MHC-I), y de
receptores de reconocimiento de patrones moleculares asociados a patógenos.
De esta forma, el tenor hormonal garantiza un potente nivel de inmunidad local
en esa zona no estéril del tracto genital. La complejidad de esta relación de
acción y control a múltiples niveles del aparato reproductor femenino, ha sido
tratada por algunos equipos de investigación, pero continúan emergiendo
nuevas incógnitas. Muchos mecanismos de regulación neuroinmunoendocrina,
así como la influencia de otros factores exógenos, medicamentosos o
disruptores endocrinos, permanecen sin ser precisados. (Oliva, 2007)
Retomando el carácter funcional del aparato genital femenino, se ha descrito que
la mucosa que recubre estas vías es una barrera anatómica e inmunitaria de
importancia clínica en las defensas del hospedero contra la propagación de
infecciones transmitidas sexualmente. Esta mucosa se constituye de tejidos
reactivos desde el punto de vista inmunitario, los cuales producen respuestas
locales contra antígenos extraños, de modo similar a otras superficies
inmunitariamente activas, como las vías respiratorias y gastrointestinales.
En cuanto a la composición de efectores inmunológicos de estas mucosas se ha
demostrado la presencia en ellas de células plasmáticas que contienen IgA en la
lámina propia de las trompas uterinas, endometrio, endocérvix y vagina.
Además, se han descrito distribuciones singulares de células de Langerhans,
linfocitos T CD4 (del inglés, cluster of differentiation 4) positivos y CD8 positivos,
en trompas y cuello uterinos, así como a nivel de la vulva.
Por otra parte, la microbiota vaginal, conformada por microorganismos
comensales no patógenos, es otro de los mecanismos de inmunidad innata de
gran significación en el tracto genital inferior, debido a su estrecho contacto con
el medio externo. El ácido láctico y peróxido de hidrógeno producido por estos
agentes inocuos, inhibe el crecimiento de organismos patógenos en esta
ubicación anatómica. También se ha destacado en la literatura científica la
presencia de macrófagos residentes, como principal componente del
compartimento ovárico intersticial. Este hallazgo ha reforzado el enfoque del
fenómeno de la ovulación como una reacción de tipo inflamatoria, en la cual se
genera gran cantidad de citocinas como la interleucina 1b (IL-1b), y se produce
un elevado flujo de entrada de leucocitos alrededor del ovario en esta etapa.
(Roy, 2011)
No solamente se ha verificado la producción de citocinas moduladoras y
antivirales por los leucocitos y células epiteliales, sino que también ha sido
reportada la expresión temporal de un perfil de péptidos con función
antimicrobiana y quimioatrayente, reconocidos como defensinas humanas, y la
autofagia de organelos defectuosos y microorganismos intracelulares. Estos
mecanismos inmunológicos, en general, contribuyen a la homeostasis
estructural y funcional del aparato ginecológico. La disfuncionalidad de este
sistema biológico sobreviene cuando se pierde este equilibrio, al que también
aportan las anomalías estructurales (como ausencia o duplicación de segmentos
del tracto), los factores ambientales (como infecciones y efectos por disruptores
endocrinos), los trastornos hormonales, y los defectos genéticos e idiopáticos.
Desde el punto de vista patológico, la disminución o ausencia de la función
ovárica (hipogonadismo), debido a trastornos intrínsecos del ovario (primario), o
secundaria a disrupción del eje hipotalámico-hipofisiario (secundario), es una de
las principales causas de infertilidad. El número creciente de pacientes con
insuficiencia ovárica primaria (IOP) y con síndrome de ovario poliquístico (SOP)
así lo confirman. Se plantea que la etiología de ambas entidades es multifactorial,
y obedece a la interacción de factores genéticos y ambientales;
fundamentalmente, cuando se ha descrito mayor incidencia de IOP en mujeres
portadoras de una mutación predisponente al síndrome de frágil X. (Anderson,
2014)
En los últimos años se ha dado mayor importancia a las infecciones como causa
de infertilidad, quizás porque las infecciones de transmisión sexual se hayan
incrementado a nivel mundial de forma alarmante. Las infecciones producidas
por Chlamydia trachomatis y Neisseria gonorrhoeae, son causa frecuente de
infertilidad de origen tubario.
En el caso de la endometriosis se ha planteado que los efectores del sistema
inmune participan en el desarrollo de su patogenia. Incluso, ha llegado a
reconocerse la endometriosis como una enfermedad autoinmune, debido a la
manifiesta activación policlonal de linfocitos B y a los elevados títulos de
autoanticuerpos presentes en el 40 a 60 % de los casos. En investigaciones que
han testado estas inmunoglobulinas contra paneles de antígenos, se ha
observado una diversa representación de AOA, antinucleares (ANA, del inglés
anti-nuclear antibodies), antimúsculo liso (ASMA, del inglés anti-smooth muscle
antibodies) y antifosfolípidos (APA, del inglés antiphospholipid antibodies).
Las reacciones alérgicas al plasma seminal humano van desde inflamación local
a manifestaciones sistémicas, siendo las reacciones locales probablemente más
frecuentes pero poco diagnosticadas. El mecanismo de sensibilización en la
reacción alérgica al plasma seminal aún no es claro, pero el tipo de reacción más
común parece ser las reacciones alérgicas tipo I o mediadas por anticuerpos tipo
IgE, aunque reacciones tipo III y IV también han sido documentadas.
Inmunológicamente, las reacciones de hipersensibilidad inmediata reportadas en
el plasma seminal se caracterizan por la presencia de anticuerpos tipo IgE unidos
a los basófilos, eosinófilos y mastocitos circulantes, los cuales en presencia del
antígeno se degranulan liberando aminas vasoactivas e histamina que causan
vasodilatación, contracción del músculo liso y visceral y aumento de la secreción
de moco.
En algunos casos se han detectado proteínas del plasma seminal con un peso
molecular entre 12 a 75 kDa y se han considerado como los antígenos
responsables de este tipo de hipersensibilidad, el alérgeno, parece ser una
fracción glicoproteína del plasma seminal humano, debido a que la alergenicidad
al plasma seminal humano no varía con la vasectomía, por lo tanto se cree que
los alérgenos responsables de la reacción se originan en la próstata en lugar de
los testículos o el epidídimo.
Urgellés SA, Reyes E, Figueroa M, Palazón A. Infertilidad en pacientes mayores de 35 años. Rev
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