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ISABEL II
Sin preparación para gobernar, beata y
libertina, rehén de las tensiones políticas
que sacudieron España a mediados del
siglo XIX, Isabel II reinó durante uno de
los periodos en los que más
transformaciones experimentó España.
De la economía a la vida urbana, de
los transportes a la cultura, nada era
ya igual cuando la niña que sucedió
a Fernando VII partió para el exilio
en 1868. Con ocasión del
centenario de su muerte, una
exposición en el Museo
Arqueológico Nacional de
Madrid evoca las luces y las
sombras de su reinado
50. Una reina 55. Orden 60. Las bases de 64. Romanticismo.
inadecuada y libertad la modernización Arte de los modernos
Isabel Burdiel Jorge Vilches Carlos Dardé Pilar de Miguel
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Una reina
INADECUADA
Con una formación por completo insuficiente, rehén de fuerzas políticas que
no controlaba y rodeada de una camarilla reaccionaria y clerical, Isabel II fue
una soberana incapaz de responder a los retos de su tiempo, aunque no la
única responsable de los fracasos de su reinado, asegura Isabel Burdiel
E
n su libro Memoria del mal, descendencia directa. Menos de tres
Tentación del bien, Tzvetan años después murió su padre e Isabel II
Todorov ha escrito que si la accedió al trono.
Historia complica el conoci- Desde el primer momento, el hecho
miento del pasado, la conmemoración de que la heredera del último rey ab-
la simplifica, porque su objetivo es pro- soluto fuese una mujer tuvo efectos his-
curar ídolos para venerar o enemigos pa- tóricos políticos y decisivos. El más es-
ra aborrecer. Su acción es, por lo tan- pectacular (pero no el único) fue la gue-
to, inevitablemente sacralizante. rra civil carlista, legitimada, precisa-
Poco hay que celebrar en la figura de mente, por el hecho de que Isabel II, en
Isabel II. Sus características personales, tanto que mujer, debía ceder sus dere-
y su educación fueron las menos ade- chos de sucesión a su tío, el infante don
cuadas para facilitar el tránsito de una Carlos, en tanto que hombre.
monarquía absoluta a otra constitucio- Mientras la reina era una niña y go-
nal. Su ignorancia, no sólo política, era bernaba el país su madre, María Cristi-
supina. Su carácter era extremado y su- na de Borbón, la revolución liberal aca-
perficial, oscilando entre la euforia, la bó con el absolutismo monárquico e im-
apatía y la arrogancia. Siempre entendió Carlos María Isidro. En nombre de su derecho plantó una monarquía constitucional. El
su función real como una prolongación a la sucesión comenzaron las guerras momento más radical de la revolución
de sus filias y fobias personales. Su ac- carlistas (Madrid, Biblioteca Nacional). se produjo en 1840, una vez victorio-
tuación fue un cúmulo de errores y fra- sos los liberales en la guerra civil contra
casos, que afectaron decisivamente al cual esa voluntad habría encontrado mu- los carlistas. Ante el temor a una invo-
prestigio de la monarquía y al funcio- chos más obstáculos de los que encon- lución política, dirigida por la reina go-
namiento del sistema liberal español del tró para formarse y actuar como lo hizo. bernadora, un amplio movimiento po-
segundo tercio del siglo XIX. No hay du- pular obligó a María Cristina a exilarse
das sobre eso. “Un heredero, aunque hembra” y entregó la regencia al general Baldo-
Sin embargo, demonizar a Isabel II es Isabel II nació el 10 de octubre de 1830, mero Espartero.
otra forma de sacralizarla. Al hacerlo, se en una España profundamente dividi- Durante tres años, los progresistas in-
corre el riesgo de interpretar los fracasos da entre los partidarios de continuar, o tentaron –con poco éxito– educar polí-
de su reinado como una mera prolon- incluso aumentar, el absolutismo mo- ticamente a la reina Isabel II y a su her-
gación de su voluntad, ocultando las per- nárquico de su padre, Fernando VII, y mana, la infanta Luisa Fernanda. Mien-
versiones de una cultura política sin la los defensores de una reforma o de una tras tanto, su madre y el partido mode-
ruptura significativa con el régimen ab- rado conspiraban desde París para aca-
soluto. “Un heredero, aunque hembra”, bar con la regencia de Espartero, al tiem-
ISABEL BURDIEL es profesora titular de
Historia Contemporánea y autora de una escribe Carlos Cambronero que fue el po que interferían constantemente en la
biografía de Isabel II, publicada en comentario unánime al conocerse que, educación constitucional que quisieron
2004 por Espasa-Calpe. por fin, Fernando VII había tenido darle los progresistas a la reina. En 1843,
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ISABEL II
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taron desde los inicios de su reinado.
Otra cosa es que la propia fragmenta-
ción del moderantismo convirtiese a esa
presa en crisol de sus diferencias inter-
nas, en el objeto de poder que todos
pugnaban por conseguir en una lucha
perversa y cainita que determinó, mu-
cho más que la voluntad autónoma de
la reina, las perversiones constituciona-
les de su reinado. Atribuirle a ella toda
la iniciativa, es otorgarle un poder ex-
cesivo en la dirección de los asuntos pú-
blicos. Los inicios de su reinado, la au-
téntica escuela de política para Isabel II,
son reveladores en este sentido. En
1843, nada más llegar al trono, la acu-
sación al ministro progresista Salustia-
no de Olózaga de haber forzado física-
mente a la reina para que le firmase un
decreto de disolución de las Cortes, fue
una intriga urdida por los moderados,
Proclamación de Isabel II como reina de España, el 24 de octubre de 1833, por José Ribelle en la que tuvo un papel fundamental
Helip (Madrid, Museo Romántico). Donoso Cortés, entonces secretario per-
sonal de Isabel II.
la pérdida de popularidad del nuevo re- Isabel II: “Los progresistas no necesitan
gente y los esfuerzos conjuntos de los al Monarca para ser fuertes porque se El “incidente Olózaga”
moderados y de un sector de los pro- apoyan en las turbas (...) Los moderados Para ser bien entendido, el “incidente
gresistas, descontentos con la gestión del no necesitan de las turbas para ser fuer- Olózaga”, no puede reducirse a la do-
general, acabaron con la regencia de Es- tes porque se apoyan en el Trono: pe- blez y parcialidad de una reina apenas
partero y propiciaron el adelanto de la ro, ¿dónde estará su fuerza si no se apo- adolescente. Su importancia para el fu-
mayoría de edad de la reina a la impru- yan en el trono ni en las turbas? Usted turo del reinado y de la imagen de Isa-
dente edad de trece años. dirá que es triste soltar la presa...”. bel II se comprende mejor si se analiza en
Desde muy pronto, los moderados se Para gentes como Donoso, Isabel II era el contexto general de la lucha de los mo-
hicieron cargo de la situación, lo cual tu- concebida como una presa y así la tra- derados por hacerse con la hegemonía
vo un fuerte impacto en la forma en que
había de reinar Isabel II. La figura del
monarca diseñada por ellos no tenía en Una educación corta y pacata
absoluto nada que ver con el monarca-
relojero del gran teórico de la monarquía
constitucional, Benjamin Constant. No era
de ninguna forma aquel rey que tan só-
I sabel II recibió una educación corta en
el tiempo, elemental en los contenidos y
decididamente condicionada por su sexo
de los años cuarenta, su maestro, Juan Vi-
cente Ventosa, advertía a su tutor, Augustín
Argüelles, de los riesgos que para el país, y
lo interviene cuando alguno de los me- y por una decidida concepción patrimonial para la reina, suponía una educación como
canismos del sistema deja de actuar de de la monarquía. La máxima que guió su aquélla: “Superfluo sería que me detuviera
forma automática, o espontánea. De he- educación fue: “Un rey nace, no se hace”. en indicar el poco provecho que la nación sa-
cho, tanto en la teoría como en la prác- El período de instrucción formal de la rei- caría de los talentos de pintura, canto y bai-
tica, el liberalismo moderado considera- na abarcó entre los seis y los trece años, en le, labores, etc., de la reina, y aun lo perjudi-
ba al monarca como un actor político de que fue declarada mayor de edad. El nivel al- cial que sería si una de estas habilidades cap-
primer orden, activo hasta el extremo. canzado superó en muy poco las nociones ele- tase toda su atención, porque su Excelencia
Nunca fue pensado en términos aparti- mentales de la educación primaria: lectura, sabe mejor que yo con qué cuidado y habi-
distas. De hecho, para los conservadores escritura, primeras reglas de aritmética y lidad acechan los cortesanos y los hombres
de aquella época, la monarquía era un elementos básicos de geografía e historia. de las camarillas las inclinaciones de los prín-
mero instrumento de su política, conce- A ello, se añadieron pobres conocimientos cipes y cómo las fomentan y se sirven de ellas
bida, de forma precisa y sistemática, co- de francés e italiano. El énfasis mayor resi- para desviarlos de sus deberes principales”.
mo freno a la mayor implantación social dió en la religión y en las labores, las lec- El futuro de Isabel II y de su reinado ha-
del liberalismo progresista y radical. ciones de canto, música y baile. En suma, bría de darle, desgraciadamente, toda la ra-
Ya lo dijo José Donoso Cortés en una pues, Isabel II fue educada como una dama zón al maestro Ventosa quien, por cierto, fue
carta privada a Fernando Muñoz, el ma- de la alta sociedad y su educación constitu- despedido muy poco después de escribir su
rido morganático de María Cristina cional fue prácticamente nula. A principios memoria sobre la educación de la reina.
de Borbón, la todopoderosa madre de
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UNA REINA INADECUADA
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a su objeto, dirigido por algunos miem- mente muy reaccionaria, con un fuerte
bros del clero, adherentes fanáticos y re- tinte clerical, Isabel II vivió creciente-
conocidos del partido carlista”. mente al margen de los cambios políti-
Atribuirle en exclusiva el daño que su- cos y sociales que se operaban en el
frió la imagen de la monarquía en su rei- país. Alejada su madre de la Corte, des-
nado es sustituir una simplificación con- de 1854, la influencia predominante en
memorativa por otra. Quienes menos in- su orientación política pasó a ser su ma-
terés tenían en que se abriese la caja de rido y un sector tan reaccionario del mo-
Pandora de Isabel II serían aquellos li- derantismo que rozaba las posiciones ab-
berales moderados que la fabricaron solutistas. Instigada por esos sectores, la
personal y políticamente para luego car- reina acabó entregándoles el poder, de-
gar sobre ella, convenientemente, todas soyendo los consejos que podrían ha-
las culpas de los fracasos de su reinado. berla orientado en una dirección más li-
La primera vez que lo hicieron fue en beral y acorde con su tiempo.
1854, cuando un sector del moderantis-
mo, aliado con los progresistas y el libe- Inquieta, distraída y cansada
ralismo más radical, protagonizó una nue- Desde mediados de la década de los se-
va revolución que trataba de poner pun- senta, Isabel II acabó siendo concebida Retrato de Isabel II dedicado a su nieto
to final a la corrupción. Tras dos años de como el gran “obstáculo tradicional” pa- Alfonso XIII, por el fotógrafo Marious Neyroud
pugna entre las familias liberales, los mo- ra la modernización política del país. Fi- (Madrid, Patrimonio Nacional).
derados volvieron a hacerse cargo de la nalmente, en 1868, una revolución au-
situación. Brevemente, porque en el cen- todenominada “Gloriosa” la obligó a del absoluto desengaño, los ojos de un
tro del espectro político surgió un nuevo abandonar España desde la playa de alma que ha venido a parar en el cono-
partido, la Unión Liberal, que consiguió Vizcaya en la que estaba tomando los cimiento enciclopédico de cuantos es-
la confianza de la Corona y gobernó, baños que, a juicio de sus médicos, po- tímulos están vedados a la inocencia”.
apoyándose en ella, durante los años en dían paliar la enfermedad de la piel que Desde su exilio en París, la reina Isa-
que ésta logró el mayor esplendor y el padecía desde su niñez. Tenía treinta y bel abdicó finalmente en su hijo Alfon-
más alto grado de popularidad. ocho años y Benito Pérez Galdós la de- so, del cual los conservadores espera-
Sin embargo, las luchas entre los pro- finía así: “Las formas abultadas, algo fo- ban que pudiese restaurar a la dinastía
pios unionistas, y entre éstos y el resto de fas, iban embotando su esbeltez y agar- Borbón en el trono. Mientras tanto, la
los liberales, llevaron de nuevo a la mo- banzando su realeza. Parecía distraída, reina, intentó revertir una vida perso-
narquía a implicarse en el juego político inquieta, y sus ojos, de un azul húmedo nal infelicísima separándose formal-
en un sentido que poco tenía ver con el y claro, sus párpados, ligeramente en- mente de su marido, Francisco de Asís.
liberalismo. rojecidos, más expresaban el cansancio Cuando se produjo la restauración
Rodeada de una camarilla política- que el contento de la vida. Eran los ojos borbónica, en 1874, el artífice de la mis-
ma, Cánovas del Castillo, empleó toda
SANTAS COMPAÑÍAS su autoridad para evitar que volviese de
Sor Patrocinio Antonio María Claret su exilio. Su irregular vida privada y su
H. 1809-Guadalajara, 1891 Sallent, 1807-Fontfroide (Francia), 1870 nefasto legado político la habían con-
En 1835 fue juzgada por fingir que le Confesor de la reina a partir de 1857, ha- vertido en un personaje que convenía
habían salido las llagas que representaban bía fundado diversas instituciones para el mantener lo más alejado posible de la
la pasión de Cristo y fue desterrada a apostolado, como la congregación de mi- nueva forma de hacer política, que se
Talavera, pero a su regreso a Madrid logró sioneros hijos del Corazón Inmaculado de
entrar en el círculo de la reina y ganarse su María. Influyó en la vida de Palacio.
quería crear en torno a Alfonso XII.
aprecio, así como el de su esposo, lo que la Por decisión de Isabel II fue nombrado Pasó el resto de su vida en París, en
permitió tener gran administrador de El un viejo palacio de la Avenida Klèber.
influencia sobre los Escorial, de cuya Poco antes de morir, en abril de 1904,
asuntos de Gobierno. restauración se en- buscando exculparse ante la Historia, le
Aunque Narváez la cargó. En 1865 de- dijo a Galdós: “Ha faltado tiempo, ha fal-
obligó a marchar al saprobó que Isabel II
tado espacio (...). El querer lo tiene una
destierro, el reconociera al reino
recibimiento que le de Italia y dejó la en el corazón; pero el poder ¿dónde es-
hizo el Papa en Roma Corte, pero regresó al tá? (...). El no poder, ¿ha consistido en
aumentó su prestigio. poco tiempo. mí o en los demás?”. Ésa es, exacta-
Tras el destierro de En 1868, acompañó mente, la pregunta central de toda con-
Isabel II, abandonó a la reina al destie- memoración de la vida y el reinado de
España y vivió como rro, donde murió. Isabel II que intente superar su sacrali-
seglar en Francia. Fue beatificado por
Regresó durante el
zación o su demonización. Que intente
el papa Pío XI, en
Sor Patrocinio, en reinado de Alfonso El padre Claret, 1934, y canonizado encontrar en ella algo más, como decía
una fotografía de XII y vivió sus últimos retratado por por Pío XII, en Todorov, que un ídolo para venerar o
Laurent. años en un convento. Laurent. 1950. un enemigo para aborrecer. ■
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ISABEL II
Orden y
LIBERTAD
Coronación de Manuel
Quintana por Isabel II
en el Senado, en 1855.
Óleo de Luis López
Piquer (Madrid, Museo
del Senado).
L
a regente María Cristina rompió Cetro de Isabel II (Madrid, Palacio Real,
definitivamente con el Antiguo Patrimonio Nacional).
Régimen en 1834. Una nueva
sociedad comenzó a construir-
se sobre la idea de libertad, al tiempo
que mantenía una guerra civil contra el
absolutismo. Durante el reinado de Isa- ñola” y en la “nueva ciencia política” La transición del Antiguo al Nuevo Ré-
bel II, los liberales buscaron la fórmula proveniente del doctrinarismo francés y gimen debía ser, en opinión de los con-
para establecer un gobierno represen- del constitucionalismo inglés. Aquella servadores, el producto de la alianza de
tativo que asentara los derechos indivi- tradición liberal a la que se referían los la Corona con la nación. La monarquía
duales y permitiera el progreso material conservadores era la que habían defen- era la institución que enlazaba el pasa-
y moral, armonizando orden y libertad. dido a principios de siglo, principal- do absolutista con el futuro liberal, el
Los conservadores elaboraron una mente, Martínez Marina y Jovellanos. La símbolo de lo permanente y la garantía
teoría sobre el gobierno representativo monarquía española desde los visigodos del cambio sosegado. El resultado de es-
apropiado para España. La preocupación había sido, decían, un régimen en el que te pensamiento fue el Estatuto Real de
de aquellos hombres era definir el ré- el poder del rey estaba limitado por cor- 1834, elaborado principalmente por
gimen adecuado a nuestro país. Se tra- poraciones representativas. Esta fórmu- Francisco Martínez de la Rosa por en-
taba de una monarquía constitucional la era la “Constitución histórica” de nues- cargo de la regente María Cristina. El tex-
inspirada en la “tradición liberal espa- tro país, en la que se consideraban pree- to convocaba a las Cortes, a las que
xistentes dos instituciones, la Corona y reconocía una existencia previa, pero ca-
JORGE VILCHES, Universidad Complutense, las Cortes, en quienes los españoles ha- recía de una parte dogmática en la que
Madrid. bían delegado su soberanía. se articularan los derechos y libertades.
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Martínez de la Rosa, y con él los mo- régimen liberal era el reconocimiento y
derados, pensaba en el régimen libe- la garantía de los derechos individuales
ral como el “justo medio” entre los car- que, con las Cortes, pondrían las bases
listas y los revolucionarios. Plantearon de la regeneración del país. La Constitu-
una Corona como poder moderador, y ción de 1812 se convirtió en un símbo-
un Estamento de Próceres como Cáma- lo de la soberanía nacional, del autogo-
ra Alta, que sirviera para la representa- bierno, aunque el texto en sí no fuera to-
ción de los intereses permanentes de la mado como una ley viable ni plausible.
sociedad, al tiempo que actuaba de fre- La contraposición entre Constitución
no ante el supuesto ímpetu revolucio- histórica y soberanía nacional fue uno
nario de la Cámara popular. La Consti- de los ejes de la revolución política li-
tución histórica se traducía, entonces, beral en España. Los progresistas, he-
en una soberanía compartida entre las rederos de doceañistas y exaltados,
Cortes y el Rey, con la que se pretendía teorizaron el “derecho de insurrección”
reformar el país y calmar a los extremos de forma muy similar a como ya lo hi-
políticos. cieran Locke, Jefferson o el propio Ar-
güelles. Consistía en que la nación te-
Un derecho con función social Isabel II con la Constitución de 1837. Dibujo
nía el derecho de levantarse en armas
El voto era visto como un derecho, pe- alegórico realizado durante la regencia de contra la autoridad, si ésta violaba la
ro también como una función social, María Cristina (Madrid, Calcografía Nacional). libertad y los caminos legales para
siendo ésta la de votar mirando por el restablecerla estaban cerrados. Junto a
progreso de la sociedad. En el orden extendería según se ilustrara y desarro- esto, los progresistas, con la misma in-
práctico, con la exclusión de las capas llara económicamente el país. fluencia filosófica e histórica, defendie-
bajas se evitaba el voto antiliberal –ya Frente a los conservadores, los docea- ron la existencia de la Milicia Nacional
fuera absolutista o socialista–, pues la li- ñistas –llamados así por sostener la como la institución propiamente popu-
bertad como instrumento de desarro- vigencia de la Constitución de 1812– lar, armada y voluntaria, encargada de
llo sólo podía ser entendida y defendi- creían que la nación era el sujeto úni- salvaguardar la libertad.
da por los burgueses y los ilustrados. La co de la soberanía y que, por consi- No obstante, al lado de esta teoría de
libertad, por tanto, debía tener la ex- guiente, las Cortes eran la institución su- la revolución legal, los progresistas re-
tensión justa para hacerla compatible prema en el régimen liberal. Agustín de dactaron en 1837 una Constitución cuyo
con el orden y el progreso liberales. En Argüelles, inspirador del doceañismo, espíritu estaba iluminado por las ideas
este planteamiento coincidieron con- sostenía que la nación era una y uno su de garantizar las derechos, armonizar or-
servadores y progresistas, y por ello sos- interés, por lo que lo consecuente era den y libertad, e instaurar la alternan-
tuvieron el sufragio censitario, restrin- que las Cortes fueran unicamerales. Do- cia pacífica entre los partidos. Estos plan-
gido a la población que pagaba una ceañistas y exaltados, especialmente Fer- teamientos dieron lugar al grupo de los
renta determinada o que se le suponía mín Caballero y Joaquín María López, progresistas constitucionales que, capi-
cierta ilustración por desempeñar una sostuvieron en los primeros años del rei- taneados por Manuel Cortina, persistie-
profesión liberal. El derecho a voto se nado de Isabel II que la prioridad del ron durante todo el reinado de Isabel II.
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ORDÉN Y LIBERTAD
ISABEL II
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concentrara el poder político en las Cor-
tes. Los progresistas eran, en su opinión,
los más apropiados para realizar tal cam-
bio, porque eran los únicos que defen-
dían los intereses de la nación. Así, el par-
tido progresista tenía un “derecho a go-
bernar” que no había sido respetado por
la Corona. Este “desheredamiento histó-
rico del poder” suponía que el progre-
sismo nunca había llegado al Gobierno
por un llamamiento libre de la Corona,
sino tras una revolución. La reina y la ca-
marilla eran los “obstáculos tradiciona-
les”, opuestos al ascenso al poder de los
progresistas. Esto no era del todo cier-
to, pues entre 1863 y 1865 se les ofreció
tres veces el poder, a lo que el oloza-
La traída de las aguas de Lozoya, por Eugenio Lucas Velázquez, en 1858. Un óleo que celebra guista Fernández de los Ríos contestó con
el progreso y los cambios en el Madrid isabelino (Madrid, colección particular). un significativo “o todo o nada”. Esto es,
sin condiciones de gobierno y con la re-
representativo debía basarse en una Co- Cánovas propuso hacer una opción con- forma del régimen abierta. En lugar de la
rona y un Gobierno respetuosos con el servadora con los moderados. La discu- confrontación electoral, los progresistas
parlamentarismo, y en la alternancia pa- sión tenía una doble vertiente: la de de Olózaga adoptaron el retraimiento pa-
cífica en el poder. Una vez más, se re- formar un partido de gobierno con el ra intentar la deslegitimación de las Cor-
calcaba el protagonismo de los líderes grupo más afín, y la de emprender un tes y del sistema. No obstante, Olózaga
políticos y de las clases medias en el fun- reformismo moderado como antídoto no aludió a las elecciones, a la voluntad
cionamiento del régimen. La monarquía contra el ímpetu revolucionario. nacional, como fuente del poder en su
constitucional que propugnaban se fun- El progresismo se dirigía a la revolu- crítica al régimen, como hubiera sido de-
daba en la soberanía compartida de las ción, y de su integración en el régimen seable, atribuyéndose la representación
Cortes con el Rey, y consideraban la ex- parecía depender la vida de éste. Salus- única de la nación. Olózaga y los pro-
tensión progresiva del sufragio, así co- tiano de Olózaga dirigió al partido pro- gresistas sólo parecían conceder impor-
mo un amplio programa de reformas li- gresista desde la retirada del general Es- tancia a la designación regia.
berales. El debate se produjo una vez partero en 1856. A diferencia de mode-
que la Unión Liberal llegó al final de su rados y unionistas, Olózaga sostenía que Democracia y socialismo
ciclo, entre 1861 y 1863, pues esta agru- no existía un verdadero gobierno repre- La incapacidad progresista para concluir
pación parecía tener vocación de par- sentativo. A su entender, era imprescin- el dogma de la soberanía nacional en el
tido único. Ríos Rosas quiso que los dible una reforma del régimen constitu- sufragio universal como fuente de legi-
unionistas formaran una opción refor- cional que restara facultades a la Corona, timación, originó el nacimiento del Par-
mista con los progresistas; mientras que devolviera la soberanía a la nación y tido Demócrata en 1849. Un grupo de
progresistas se separó de su partido y
fundó dicha agrupación, exponiendo co-
Las Cortes mo base de su programa la defensa de
la universalidad de los derechos indivi-
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ORDÉN Y LIBERTAD
ISABEL II
Sable
que
regaló
Isabel II al
general
Narváez
(Madrid, Museo
del Ejército).
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Las bases de la
MODERNIZACIÓN
La Feria de Sevilla, por
Andrés Cortés y Aguilar,
ofrece una visión romántica
y algo tópica de la España
isabelina (Bilbao, Museo de
Bellas Artes).
A
la entrevista que, hacia el fi- bas que se hacían a su reinado –aunque rias de la guerra de África, las victorias lo-
nal de su vida, Isabel II con- también decía que no había sido suya to- gradas en el terreno del arte y las letras,
cedió a Benito Pérez Galdós, da la culpa– el embajador, movido por los ferrocarriles y tantas otras cosas que
en París, asistió también el en- “la fina lisonja que su cortesía y su cari- la reina no encontró el día de su adve-
tonces embajador de España en la capi- ñosa adhesión” a la reina le dictaban, se- nimiento y dejó el día de su fin político”.
tal francesa, el canario Fernando León y gún Galdós, “ponderó los progresos del Hoy parece evidente que ambos, la
Castillo. Al reconocer la reina que lo reinado de Isabel II, el desarrollo de la
había hecho muy mal y afirmar que no riqueza, la difusión de la cultura, el au- CARLOS DARDÉ es profesor titular de Historia
quería rebelarse contra las críticas acer- mento del bienestar; señaló las puras glo- Contemporánea, Universidad de Cantabria.
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ISABEL II
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en España, que habría de perdurar
Idea e identidades de España un siglo.
Nuevos espacios de sociabilidad y una
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LAS BASES DE LA MODERNIZACIÓN
ISABEL II
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El arte de los “modernos”
ROMANTICISMO
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ISABEL II
C
on la desaparición de Fer- Villahermosa, en la madrileña carrera de
nando VII se abre una etapa San Jerónimo.
nueva y esperanzadora en la Tal como se hace constar en las “cons-
vida española. María Cristina tituciones” de la nueva sociedad, su ob-
de Borbón, su viuda y reina goberna- jetivo prioritario es “el fomento y pros-
dora por la minoría de edad de su hija peridad de las Letras y las Bellas Artes”,
Isabel, encara su regencia con la deci- organizándose en seis secciones: litera-
dida disposición de encaminar al país tura, pintura, escultura, arquitectura, mú-
por la ruta del liberalismo. Martínez de sica y declamación. Además, el espíritu
la Rosa, Zorrilla, Larra, el duque de Ri- con el que se postuló su creación esta-
vas, Espronceda y otros muchos escri- ba impregnado por el deseo de fomen-
tores regresan a España y se entregan tar la pacificación social, para lo cual
con entusiasmo a la defensa y propa- se procuró la participación de personas
gación del romanticismo y el liberalis- de diferente condición y origen, en la
mo, porque “ser romántico y liberal era convicción de que la comunicación es
estar a la altura de los tiempos, a tono indispensable a la hora de promover la
con la circunstancia histórica”. Ese im- comprensión y la tolerancia en una so-
pulso renovador, alentó la aparición de ciedad que presentaba muchas tensio-
numerosas publicaciones periódicas que Mariano José de Larra, por José Gutiérrez de la nes y crispaciones. De ahí, que en este
contribuyeron a cambiar la mentalidad Vega, romántico y liberal como los escritores lugar de encuentro estuviera tácitamen-
y el gusto imperantes. de su tiempo (Madrid, Museo Romántico). te prohibido hablar de política.
Mención especial merece la revista El Las actividades desarrolladas por el Li-
Artista (1835-36), bastión indiscutible del uno de sus principales medios de ex- ceo fueron numerosas y variadas. Su vo-
romanticismo artístico militante. Funda- presión”. Muchos de estos grabados ilus- cación educativa se concretaba en la or-
da por José Negrete, conde de Campo traron poemas y artículos de un nutrido ganización de sesiones públicas para dar
Alange, Federico de Madrazo y Eugenio grupo de escritores españoles jóvenes a conocer las creaciones y habilidades,
Ochoa, estos dos últimos, responsables de la época y, asimismo, sus páginas in- tanto literarias como artísticas, de sus so-
además de las direcciones artística y li- cluyeron traducciones de Byron, Irving, cios. En el terreno de las Bellas Artes,
teraria, respectivamente, salió a la luz el Dumas y Hugo. sus salas acogieron exposiciones en las
4 de enero de 1835 con el propósito de que participaron casi todos los artistas
“popularizar, si nos es posible, entre los La semilla del Liceo encuadrados en la primera generación
españoles la afición a las bellas artes”. No obstante, el entusiasmo desplegado romántica de la pintura española.
Entre los colaboradores artísticos que por sus promotores y el prestigio de que La vinculación de la Corona con el Li-
más frecuentaron sus páginas figuran gozaba su cuadro de colaboradores, El ceo fue siempre estrecha, pues los so-
Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ri- Artista dejó de editarse poco más de un cios liceístas eran firmes partidarios de
bera, este último autor de la portada de año después de su aparición. Tras ella la causa isabelina. María Cristina hizo
estilo neogótico del primer tomo. Tam- surgieron otras revistas con similar vo- frecuentes visitas a su sede, donde en
bién plasmaron su firma Elena Feuillet, cación, pero sin alcanzar su calidad li- más de una ocasión adquirió cuadros,
José de Madrazo, Jenaro Pérez Villaamil teraria y artística. Destaca la que sirvió y sus salones sirvieron para conmemo-
y extranjeros como Dauzats e Ingres. To- de portavoz a una de las instituciones rar algunos de los acontecimientos más
dos ellos aportaron grabados de gran in- culturales más importantes del período significativos que protagonizó: la firma
terés, “primero, porque se trata de es- isabelino: El Liceo Artístico y Literario. de la Paz de Vergara, la mayoría de edad
tampas originales, no reproducciones; la Bajo esta denominación se constituyó en de Isabel II y las bodas reales. Por su
segunda, porque en ellas se introduce 1837 un centro de vital importancia pa- entidad, su proyección pública y su re-
en el grabado español el carácter del esti- ra la innovación y el conocimiento de las percusión política y social, El Liceo Ar-
lo romántico, que tendrá en la litografía Artes y las Letras, fundado por José Fer- tístico y Literario se erigió durante su
nández de la Vega y establecido prime- existencia en el círculo cultural más
PILAR DE MIGUEL EGEA es profesora titular de ramente en su propia vivienda para pa- prestigioso del momento.
Historia del Arte; U.A.M. sar después al palacio de los duques de Dentro del mundo artístico, las expo-
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siciones constituyeron el vehículo de de Isabel II, a quien siguieron sirviendo
respuesta a los ideales de libertad e en calidad de pintores de Cámara. Tal es
igualdad del siglo XIX. Las Exposiciones el caso de Vicente López, José de Ma-
Nacionales, reglamentadas por Real De- drazo y Juan Antonio de Ribera.
creto de 28 de diciembre de 1853 fir- El valenciano Vicente López (1772-
mado por Isabel II, eran bianuales, aun- 1850) cultivó un amplio abanico de gé-
que las perturbaciones políticas inte- neros pictóricos. Pero sin duda, lo más
rrumpieron más de una vez el ritmo. El destacado de su obra son los retratos,
sistema preveía otorgar para cada una como lo atestigua el hecho de que po-
de las artes premios y medallas de tres saran para sus pinceles los más impor-
categorías –teóricamente de oro, plata y tantes personajes de la sociedad espa-
bronce–, denominadas de 1.ª, 2.ª y 3.ª, así ñola de la primera mitad del siglo. Ex-
como otra de honor, que podía recaer en traordinariamente dotado para el dibu-
un pintor o en un escultor, reservándose jo, sus retratos son minuciosos tanto en
el Estado la adquisición de las obras ga- los detalles y complementos de indu-
lardonadas con la primera medalla. mentaria –encajes, joyas, condecoracio-
La institución de estos certámenes vi- nes, etc.– como en la epidermis de los
no impulsada por un creciente estado de rostros efigiados, cuya reproducción es
opinión muy crítico con el abandono Isabel II y María Cristina revisan las tropas en tan real que llega a reflejar la “última
que sufrían el Arte y los artistas. Esto ve- 1837, durante la Primera Guerra Carlista, en arruga”, hasta el punto, incluso, de en-
nía motivado en buena medida por la un detalle de la obra de Mariano Fortuny. vejecer en exceso a sus modelos.
desaparición del mecenazgo ejercido por Trayectoria semejante a la suya fue la
la Iglesia y la Corona, gracias al cual ha- Sólo una clase social emergente y con seguida por Juan Antonio de Ribera
bía vivido el Arte hasta el advenimiento cierto poder económico, la burguesía, (1779-1860), pintor madrileño que, tras
del romanticismo. La Iglesia, que había empezó a interesarse por la plástica, si iniciarse de manos de Francisco Bayeu,
perdido gran parte de sus bienes por la bien limitaba sus gustos al retrato y a obtuvo una pensión para perfeccionar
desamortización de Mendizábal, se con- cuadros de pequeño formato, costum- sus estudios en París, donde disfrutó du-
forma con mantener el patrimonio que bristas y de paisaje, destinados a deco- rante tres años de las enseñanzas del
le queda y apenas encarga obras nuevas. rar sus hogares. Se incorporaba así un maestro David. Iniciada la Guerra de la
Por su parte, el mecenazgo real, tan ge- nuevo demandante al mercado del Arte, Independencia y fiel a “su” rey Carlos IV,
neroso con Carlos III y Carlos IV, es in- pero sin el suficiente peso como para que abandona Madrid para establecer-
terrumpido por Fernando VII, limitán- cubrir el déficit causado por la Iglesia, se en el palacio Barberini de Roma, Ri-
dose la Corona a mantener a un redu- la Corona y la aristocracia. bera le sigue hasta la capital italiana, don-
cido número de artistas como pintores de nacería su hijo Carlos Luis, así bauti-
de Cámara, siempre los más afamados, El estrellato de la pintura zado en correspondencia a los nombres
y a adquirir algunos cuadros, mayorita- Fue la pintura la más emblemática de las de pila de sus padrinos, los destronados
riamente retratos y de tema histórico. manifestaciones artísticas de la era isa- Carlos y María Luisa, y que al discurrir
En el caso de la aristocracia, también belina y la que mejor refleja el ambien- de los años se convertiría en uno de los
se constató su progresivo abandono co- te y el gusto de la sociedad decimonó- pintores románticos más celebrados de
mo cliente tradicional. La antigua, por- nica. En la génesis del arte romántico la era isabelina. Ya vuelto a la capital,
que acusa la pérdida de influencia y la español fue muy importante el concurso amén de ser nombrado pintor de Cáma-
nueva, porque concentra sus preocupa- desempeñado por algunos pintores que ra, época en la que por encargo pintó
ciones e intereses más en situarse en la estuvieron al servicio de Fernando VII y distintos motivos alegóricos y religiosos,
Corte que en relacionarse con el mer- que alcanzaron su plena madurez artís- así como frescos en los palacios Real y
cado del Arte. tica coincidiendo con el advenimiento de El Pardo de Madrid, y de tomar par-
te activa en la renovación de las ense-
ñanzas pictóricas en 1835 como profesor
El Ateneo de Madrid del “dibujo del natural” de la Real Aca-
demia de San Fernando, sucedió en 1857
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EL ARTE DE LOS MODERNOS, ROMANTICISMO
ISABEL II
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pondientes al costumbrismo madrileño
son amargos y críticos en los temas y
modestos en cuanto a formato. Repre-
sentan, pues, otra visión de la vida po-
pular, tan cercana a veces a lo goyesco
que algunos de sus cultivadores han si-
do tachados de “imitadores” de Goya.
Leonardo Alenza (1807-1845) fue un ex-
traordinario dibujante, si bien son sus
cuadros de temas callejeros los que me-
jor reflejan el ambiente sórdido de la vi-
da madrileña que tanto le gustaba re-
presentar. Por su parte, Eugenio Lucas
(1817-1870) fue a quien más se ha re-
lacionado, e incluso confundido, con
Goya, no tanto por su técnica pictórica
como por la similitud de los temas tra-
tados, especialmente los taurinos.
El paisaje romántico español se mani-
Gitanos bailando en los jardines del Alcázar en el Pabellón de Carlos V, por Alfred Dehodenq, fiesta casi siempre vinculado a un cierto
en 1851 (Col. Carmen Thyssen), una muestra de la mitificación de “lo español”. pintoresquismo, en el que lo humano y
lo arquitectónico son inseparables del
Madrid desde 1831. Los dos aspiraron a en el palacio de San Telmo en 1848, ejer- propio paisaje. El ferrolano Jenaro Pé-
ocupar un puesto relevante en la Corte, ciendo un papel decisivo en el ambien- rez Villaamil (1807-1885) es el más des-
objetivo que sólo Esquivel consiguió, al te cultural de la ciudad. Entre los prime- tacado de los paisajistas románticos y se
ser nombrado pintor de Cámara en 1843. ros costumbristas sevillanos pueden ci- convirtió en el primer catedrático de Pai-
Fuente segura de ingresos fue el re- tarse a Antonio Cabral Bejarano (1788- saje de la Academia de San Fernando.
trato, debido a la demanda que hicieron 1861) y a su paisano José Domínguez Hay que destacar como una de sus gran-
todas las clases sociales. Sin embargo, el Bécquer (1805-1841). Ambos se dedica- des aportaciones la edición de La Espa-
costumbrismo fue el más singular, au- ron a la enseñanza y fueron los inicia- ña Artística y Monumental, realizada en
tóctono y espontáneo de los géneros dores de sagas familiares cuyos miembros París en 1842, un proyecto editorial muy
presentes en el panorama artístico de la llevaron el género a niveles de gran bri- ambicioso, en el que se ofrece una visión
época y, seguramente, el más románti- llantez. De entre los Bécquer, Joaquín de España en la línea de los libros de via-
co de todos. Como su nombre indica, (1817-1879) muestra una gran habilidad je ilustrados, tan de moda por entonces.
trata de reflejar en los lienzos todo lo en la captación luminosa, lo que le lle- La pintura isabelina comprende un
que tiene que ver con la vida popular vó a realizar escenas al aire libre de gran complejo panorama de tendencias, pues
y nuestras costumbres. La exaltación de complejidad, donde se quiere dar la vi- abarca el retrato, la pintura de historia,
lo popular viene motivada por dos cau- sión mas amable de la vida andaluza. el costumbrismo y el paisaje, géneros a
sas: una es debida a la mitificación que veces cultivados simultáneamente por los
se hace de España fuera de nuestras Luces y sombras mismos pintores, según la demanda del
fronteras a través de la oleada de viaje- El más famoso de la dinastía fue sin du- mercado artístico y en el que también
ros románticos que invaden nuestro da Valeriano (1833-1870), hijo de José y la Corona jugó un papel importante, al
país; la otra, por el deseo de exaltar al hermano del poeta Gustavo Adolfo. Sus realizar numerosos encargos y adquisi-
pueblo como principal depositario de grandes dotes de observación le llevaron ciones de obras de arte. Ello nos “des-
unas tradiciones nacionales que se sien- a recoger con sus pinceles tipos popu- cubre“ que las relaciones de Isabel II con
ten amenazadas por la fuerza de las in- lares y paisajes por distintos rincones de el mundo artístico no fueron tan escasas
fluencias extranjeras. No obstante, el la geografía española, para lo cual tuvo y distantes como se suponía. ■
costumbrismo presenta dos tendencias una pensión del Gobierno entre 1865 y
bien diferenciadas: una, amable y fol- 1868. También interesado en el tema po- PARA SABER MÁS
klorista, que se desarrolla en Andalucía, pular, Manuel Rodríguez de Guzmán La exposición (organizada por la Sociedad
y otra, amarga y desgarrada, heredera de (1818-1867) se especializa en la repre- Estatal de Conmemoraciones Culturales y
la tradición goyesca, que florece en el sentación de ferias y fiestas andaluzas, Patrimonio Nacional): Liberalismo y romanticismo
ámbito madrileño. a las que dota de gran vitalidad y ani- en tiempos de Isabel II. Madrid, Museo
Arqueológico Nacional, de 20 de abril a 6 de junio.
El costumbrismo andaluz tuvo un pri- mación. Tuvieron tal éxito sus cuadros ARTOLA, M., La burguesía revolucionaria
mer precedente en Cádiz, pero se culti- que la propia Isabel II le encargó que hi- (1808-1874), Madrid, Alianza-Alfaguara,
vó con fuerza en Sevilla coincidiendo con ciera otros con fiestas de distintos luga- 1990.
ESPADAS BURGOS, M., Militares y paisanos en el
el gran desarrollo que adquirió la ciudad res de España.
Madrid de Isabel II, Santander, Universidad de
a mitad de siglo y con la presencia de los Sin la alegría argumental y cromática Cantabria, 1999.
duques de Montpensier, que se instalan de los cuadros andaluces, los corres- RUEDA, G., Isabel II, Madrid, Arlanza, 2001.
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