Sunteți pe pagina 1din 20

DOSSIER

La reina del Ruedo Ibérico

ISABEL II
Sin preparación para gobernar, beata y
libertina, rehén de las tensiones políticas
que sacudieron España a mediados del
siglo XIX, Isabel II reinó durante uno de
los periodos en los que más
transformaciones experimentó España.
De la economía a la vida urbana, de
los transportes a la cultura, nada era
ya igual cuando la niña que sucedió
a Fernando VII partió para el exilio
en 1868. Con ocasión del
centenario de su muerte, una
exposición en el Museo
Arqueológico Nacional de
Madrid evoca las luces y las
sombras de su reinado

Isabel II, representada vistiendo el hábito


de las órdenes militares españolas.

50. Una reina 55. Orden 60. Las bases de 64. Romanticismo.
inadecuada y libertad la modernización Arte de los modernos
Isabel Burdiel Jorge Vilches Carlos Dardé Pilar de Miguel
49
Una reina
INADECUADA
Con una formación por completo insuficiente, rehén de fuerzas políticas que
no controlaba y rodeada de una camarilla reaccionaria y clerical, Isabel II fue
una soberana incapaz de responder a los retos de su tiempo, aunque no la
única responsable de los fracasos de su reinado, asegura Isabel Burdiel

E
n su libro Memoria del mal, descendencia directa. Menos de tres
Tentación del bien, Tzvetan años después murió su padre e Isabel II
Todorov ha escrito que si la accedió al trono.
Historia complica el conoci- Desde el primer momento, el hecho
miento del pasado, la conmemoración de que la heredera del último rey ab-
la simplifica, porque su objetivo es pro- soluto fuese una mujer tuvo efectos his-
curar ídolos para venerar o enemigos pa- tóricos políticos y decisivos. El más es-
ra aborrecer. Su acción es, por lo tan- pectacular (pero no el único) fue la gue-
to, inevitablemente sacralizante. rra civil carlista, legitimada, precisa-
Poco hay que celebrar en la figura de mente, por el hecho de que Isabel II, en
Isabel II. Sus características personales, tanto que mujer, debía ceder sus dere-
y su educación fueron las menos ade- chos de sucesión a su tío, el infante don
cuadas para facilitar el tránsito de una Carlos, en tanto que hombre.
monarquía absoluta a otra constitucio- Mientras la reina era una niña y go-
nal. Su ignorancia, no sólo política, era bernaba el país su madre, María Cristi-
supina. Su carácter era extremado y su- na de Borbón, la revolución liberal aca-
perficial, oscilando entre la euforia, la bó con el absolutismo monárquico e im-
apatía y la arrogancia. Siempre entendió Carlos María Isidro. En nombre de su derecho plantó una monarquía constitucional. El
su función real como una prolongación a la sucesión comenzaron las guerras momento más radical de la revolución
de sus filias y fobias personales. Su ac- carlistas (Madrid, Biblioteca Nacional). se produjo en 1840, una vez victorio-
tuación fue un cúmulo de errores y fra- sos los liberales en la guerra civil contra
casos, que afectaron decisivamente al cual esa voluntad habría encontrado mu- los carlistas. Ante el temor a una invo-
prestigio de la monarquía y al funcio- chos más obstáculos de los que encon- lución política, dirigida por la reina go-
namiento del sistema liberal español del tró para formarse y actuar como lo hizo. bernadora, un amplio movimiento po-
segundo tercio del siglo XIX. No hay du- pular obligó a María Cristina a exilarse
das sobre eso. “Un heredero, aunque hembra” y entregó la regencia al general Baldo-
Sin embargo, demonizar a Isabel II es Isabel II nació el 10 de octubre de 1830, mero Espartero.
otra forma de sacralizarla. Al hacerlo, se en una España profundamente dividi- Durante tres años, los progresistas in-
corre el riesgo de interpretar los fracasos da entre los partidarios de continuar, o tentaron –con poco éxito– educar polí-
de su reinado como una mera prolon- incluso aumentar, el absolutismo mo- ticamente a la reina Isabel II y a su her-
gación de su voluntad, ocultando las per- nárquico de su padre, Fernando VII, y mana, la infanta Luisa Fernanda. Mien-
versiones de una cultura política sin la los defensores de una reforma o de una tras tanto, su madre y el partido mode-
ruptura significativa con el régimen ab- rado conspiraban desde París para aca-
soluto. “Un heredero, aunque hembra”, bar con la regencia de Espartero, al tiem-
ISABEL BURDIEL es profesora titular de
Historia Contemporánea y autora de una escribe Carlos Cambronero que fue el po que interferían constantemente en la
biografía de Isabel II, publicada en comentario unánime al conocerse que, educación constitucional que quisieron
2004 por Espasa-Calpe. por fin, Fernando VII había tenido darle los progresistas a la reina. En 1843,

50
ISABEL II

Isabel II, la reina de España, es


declarada mayor de edad y presta
juramento a la Constitución el 10
de octubre de 1843, según un
grabado de A. Maurin (París,
Biblioteca Nacional). En la página
opuesta, abanico con la boda real
(Madrid, Museo Lázaro Galdiano).

51
taron desde los inicios de su reinado.
Otra cosa es que la propia fragmenta-
ción del moderantismo convirtiese a esa
presa en crisol de sus diferencias inter-
nas, en el objeto de poder que todos
pugnaban por conseguir en una lucha
perversa y cainita que determinó, mu-
cho más que la voluntad autónoma de
la reina, las perversiones constituciona-
les de su reinado. Atribuirle a ella toda
la iniciativa, es otorgarle un poder ex-
cesivo en la dirección de los asuntos pú-
blicos. Los inicios de su reinado, la au-
téntica escuela de política para Isabel II,
son reveladores en este sentido. En
1843, nada más llegar al trono, la acu-
sación al ministro progresista Salustia-
no de Olózaga de haber forzado física-
mente a la reina para que le firmase un
decreto de disolución de las Cortes, fue
una intriga urdida por los moderados,
Proclamación de Isabel II como reina de España, el 24 de octubre de 1833, por José Ribelle en la que tuvo un papel fundamental
Helip (Madrid, Museo Romántico). Donoso Cortés, entonces secretario per-
sonal de Isabel II.
la pérdida de popularidad del nuevo re- Isabel II: “Los progresistas no necesitan
gente y los esfuerzos conjuntos de los al Monarca para ser fuertes porque se El “incidente Olózaga”
moderados y de un sector de los pro- apoyan en las turbas (...) Los moderados Para ser bien entendido, el “incidente
gresistas, descontentos con la gestión del no necesitan de las turbas para ser fuer- Olózaga”, no puede reducirse a la do-
general, acabaron con la regencia de Es- tes porque se apoyan en el Trono: pe- blez y parcialidad de una reina apenas
partero y propiciaron el adelanto de la ro, ¿dónde estará su fuerza si no se apo- adolescente. Su importancia para el fu-
mayoría de edad de la reina a la impru- yan en el trono ni en las turbas? Usted turo del reinado y de la imagen de Isa-
dente edad de trece años. dirá que es triste soltar la presa...”. bel II se comprende mejor si se analiza en
Desde muy pronto, los moderados se Para gentes como Donoso, Isabel II era el contexto general de la lucha de los mo-
hicieron cargo de la situación, lo cual tu- concebida como una presa y así la tra- derados por hacerse con la hegemonía
vo un fuerte impacto en la forma en que
había de reinar Isabel II. La figura del
monarca diseñada por ellos no tenía en Una educación corta y pacata
absoluto nada que ver con el monarca-
relojero del gran teórico de la monarquía
constitucional, Benjamin Constant. No era
de ninguna forma aquel rey que tan só-
I sabel II recibió una educación corta en
el tiempo, elemental en los contenidos y
decididamente condicionada por su sexo
de los años cuarenta, su maestro, Juan Vi-
cente Ventosa, advertía a su tutor, Augustín
Argüelles, de los riesgos que para el país, y
lo interviene cuando alguno de los me- y por una decidida concepción patrimonial para la reina, suponía una educación como
canismos del sistema deja de actuar de de la monarquía. La máxima que guió su aquélla: “Superfluo sería que me detuviera
forma automática, o espontánea. De he- educación fue: “Un rey nace, no se hace”. en indicar el poco provecho que la nación sa-
cho, tanto en la teoría como en la prác- El período de instrucción formal de la rei- caría de los talentos de pintura, canto y bai-
tica, el liberalismo moderado considera- na abarcó entre los seis y los trece años, en le, labores, etc., de la reina, y aun lo perjudi-
ba al monarca como un actor político de que fue declarada mayor de edad. El nivel al- cial que sería si una de estas habilidades cap-
primer orden, activo hasta el extremo. canzado superó en muy poco las nociones ele- tase toda su atención, porque su Excelencia
Nunca fue pensado en términos aparti- mentales de la educación primaria: lectura, sabe mejor que yo con qué cuidado y habi-
distas. De hecho, para los conservadores escritura, primeras reglas de aritmética y lidad acechan los cortesanos y los hombres
de aquella época, la monarquía era un elementos básicos de geografía e historia. de las camarillas las inclinaciones de los prín-
mero instrumento de su política, conce- A ello, se añadieron pobres conocimientos cipes y cómo las fomentan y se sirven de ellas
bida, de forma precisa y sistemática, co- de francés e italiano. El énfasis mayor resi- para desviarlos de sus deberes principales”.
mo freno a la mayor implantación social dió en la religión y en las labores, las lec- El futuro de Isabel II y de su reinado ha-
del liberalismo progresista y radical. ciones de canto, música y baile. En suma, bría de darle, desgraciadamente, toda la ra-
Ya lo dijo José Donoso Cortés en una pues, Isabel II fue educada como una dama zón al maestro Ventosa quien, por cierto, fue
carta privada a Fernando Muñoz, el ma- de la alta sociedad y su educación constitu- despedido muy poco después de escribir su
rido morganático de María Cristina cional fue prácticamente nula. A principios memoria sobre la educación de la reina.
de Borbón, la todopoderosa madre de

52
UNA REINA INADECUADA
ISABEL II

política tras la revolución liberal utili-


zando para ello, sin piedad, a la reina Francisco de Asís de Borbón,
y a la monarquía. La forma concreta en por Federico de Madrazo.
que se fabricó aquella mentira, que a La reina aborrecía a su
punto estuvo de costarle a Olózaga la marido, que fue su más
ferviente enemigo (Madrid,
vida, no la sabremos nunca con abso-
Congreso de los Diputados).
luta certeza. Lo que sí sabemos es que,
ante todo el país, y ante toda Europa,
aquella intriga fue posible por la repre-
sentación y escenificación pública del
monarca como un ser radical y natural-
mente impotente, depositario de un po-
der secuestrable. En ese mismo mo-
mento, Isabel II fue creada efectiva y
simbólicamente como tal poder secues-
trable. Una imagen que arraigaría pro-
fundamente en la cultura política de los
inicios del reinado isabelino. A partir de
entonces, la esperanza de que la mo-
narquía se situase por encima de los par-
tidos fue tocada de muerte de la forma
más pública y escandalosa.
Pública y escandalosa fue también la
forma en que se trató la decisión de Isa-
bel II de entregar el poder, cuatro años
más tarde, a los “puritanos” de J. F. Pa-
checo, así como sus contactos con los
progresistas en vistas a la formación de
un nuevo gobierno. El grueso del libera-
lismo moderado se lanzó sobre la reina.
En esta ocasión, aireando de forma pú-
blica las desavenencias del reciente ma-
trimonio real y la existencia de un aman-
te, el general Francisco Serrano, que su-
puestamente dictaría su conducta. Fue- liberalismo conservador para desviar la de la cual se dudaba que pudiera tener
ron esos moderados los empeñados en atención respecto a sus propios errores. descendencia, tuvo nueve hijos. Cinco
convertir un asunto privado, que bien hu- Sobre la vida privada de Isabel II, so- de ellos llegaron a la edad adulta, en-
biese podido ser mantenido como tal, en bre sus amantes, corrieron en su mo- tre ellos el futuro Alfonso XII, nacido en
un asunto público. Amenazándola con mento, y después, ríos de tinta. ¿Por qué? 1857. Escribiendo en los meses de aquel
declararla incapaz, lograron doblegar su La vida privada de los monarcas no ha embarazo, un diplomático francés in-
voluntad y, al mismo tiempo, convirtie- estado nunca exenta de incidentes simi- formaba a su ministerio: “No vacilo en
ron para siempre los vicios privados de lares. ¿Por qué en el caso de Isabel II esa colocar en la primera fila de los que
Isabel II en una fuente constante de chan- vida privada se ha convertido en la na- quieren derribar a la Reina al rey Fran-
taje político. Tuvo que ser un liberal de rrativa que devora su imagen pública has- cisco de Asís, su marido. El resenti-
origen progresista, Práxedes Mateo Sa- ta la actualidad? Porque era una mujer y miento por las injurias cuyo precio ha
gasta, quien treinta años más tarde –cuan- de ella se esperaba una conducta priva- aceptado y la falta de valor para ven-
do la reina estaba ya exilada en París– da, en materia de costumbres, que tenía garse predominan en este príncipe (...).
le devolviese una serie de documentos muy poco que ver con la que se espe- Quiere destruir lo que es, en la quimé-
comprometedores sobre su vida privada, raba de un monarca masculino. rica esperanza de que obtendrá de los
que los sucesivos Gobiernos moderados Casada a los dieciséis años con su pri- príncipes carlistas restaurados una re-
habían atesorado en las dependencias del mo Francisco de Asís, a quien aborrecía, gencia de hecho, y de nombre, y la
Ministerio del Interior. Isabel II tuvo en ese marido a su más aplastante humillación de su mujer. El
ferviente enemigo, el espía de todos sus nuevo embarazo de la Reina viene a rea-
El marido y los amantes actos, el deslegitimador de sus derechos nimar, si esto es posible, los instintos
Con ello aparece otra cuestión, esta vez al trono. Carlista convencido, conspiró vengativos del rey: tras escenas deplo-
de orden privado, que conviene no sim- toda su vida contra su mujer y apadrinó rables, con la amenaza de las más es-
plificar para evitar una sacralización ne- todos los intentos de involución políti- candalosas revelaciones, ya ha obtenido
gativa de Isabel II, que mimetiza aque- ca que se gestaron durante su reinado. de su mujer una especie de abdicación
lla que tan conveniente le resultó al En esas condiciones, aquella pareja, moral y después marcha resueltamente

53
a su objeto, dirigido por algunos miem- mente muy reaccionaria, con un fuerte
bros del clero, adherentes fanáticos y re- tinte clerical, Isabel II vivió creciente-
conocidos del partido carlista”. mente al margen de los cambios políti-
Atribuirle en exclusiva el daño que su- cos y sociales que se operaban en el
frió la imagen de la monarquía en su rei- país. Alejada su madre de la Corte, des-
nado es sustituir una simplificación con- de 1854, la influencia predominante en
memorativa por otra. Quienes menos in- su orientación política pasó a ser su ma-
terés tenían en que se abriese la caja de rido y un sector tan reaccionario del mo-
Pandora de Isabel II serían aquellos li- derantismo que rozaba las posiciones ab-
berales moderados que la fabricaron solutistas. Instigada por esos sectores, la
personal y políticamente para luego car- reina acabó entregándoles el poder, de-
gar sobre ella, convenientemente, todas soyendo los consejos que podrían ha-
las culpas de los fracasos de su reinado. berla orientado en una dirección más li-
La primera vez que lo hicieron fue en beral y acorde con su tiempo.
1854, cuando un sector del moderantis-
mo, aliado con los progresistas y el libe- Inquieta, distraída y cansada
ralismo más radical, protagonizó una nue- Desde mediados de la década de los se-
va revolución que trataba de poner pun- senta, Isabel II acabó siendo concebida Retrato de Isabel II dedicado a su nieto
to final a la corrupción. Tras dos años de como el gran “obstáculo tradicional” pa- Alfonso XIII, por el fotógrafo Marious Neyroud
pugna entre las familias liberales, los mo- ra la modernización política del país. Fi- (Madrid, Patrimonio Nacional).
derados volvieron a hacerse cargo de la nalmente, en 1868, una revolución au-
situación. Brevemente, porque en el cen- todenominada “Gloriosa” la obligó a del absoluto desengaño, los ojos de un
tro del espectro político surgió un nuevo abandonar España desde la playa de alma que ha venido a parar en el cono-
partido, la Unión Liberal, que consiguió Vizcaya en la que estaba tomando los cimiento enciclopédico de cuantos es-
la confianza de la Corona y gobernó, baños que, a juicio de sus médicos, po- tímulos están vedados a la inocencia”.
apoyándose en ella, durante los años en dían paliar la enfermedad de la piel que Desde su exilio en París, la reina Isa-
que ésta logró el mayor esplendor y el padecía desde su niñez. Tenía treinta y bel abdicó finalmente en su hijo Alfon-
más alto grado de popularidad. ocho años y Benito Pérez Galdós la de- so, del cual los conservadores espera-
Sin embargo, las luchas entre los pro- finía así: “Las formas abultadas, algo fo- ban que pudiese restaurar a la dinastía
pios unionistas, y entre éstos y el resto de fas, iban embotando su esbeltez y agar- Borbón en el trono. Mientras tanto, la
los liberales, llevaron de nuevo a la mo- banzando su realeza. Parecía distraída, reina, intentó revertir una vida perso-
narquía a implicarse en el juego político inquieta, y sus ojos, de un azul húmedo nal infelicísima separándose formal-
en un sentido que poco tenía ver con el y claro, sus párpados, ligeramente en- mente de su marido, Francisco de Asís.
liberalismo. rojecidos, más expresaban el cansancio Cuando se produjo la restauración
Rodeada de una camarilla política- que el contento de la vida. Eran los ojos borbónica, en 1874, el artífice de la mis-
ma, Cánovas del Castillo, empleó toda
SANTAS COMPAÑÍAS su autoridad para evitar que volviese de
Sor Patrocinio Antonio María Claret su exilio. Su irregular vida privada y su
H. 1809-Guadalajara, 1891 Sallent, 1807-Fontfroide (Francia), 1870 nefasto legado político la habían con-
En 1835 fue juzgada por fingir que le Confesor de la reina a partir de 1857, ha- vertido en un personaje que convenía
habían salido las llagas que representaban bía fundado diversas instituciones para el mantener lo más alejado posible de la
la pasión de Cristo y fue desterrada a apostolado, como la congregación de mi- nueva forma de hacer política, que se
Talavera, pero a su regreso a Madrid logró sioneros hijos del Corazón Inmaculado de
entrar en el círculo de la reina y ganarse su María. Influyó en la vida de Palacio.
quería crear en torno a Alfonso XII.
aprecio, así como el de su esposo, lo que la Por decisión de Isabel II fue nombrado Pasó el resto de su vida en París, en
permitió tener gran administrador de El un viejo palacio de la Avenida Klèber.
influencia sobre los Escorial, de cuya Poco antes de morir, en abril de 1904,
asuntos de Gobierno. restauración se en- buscando exculparse ante la Historia, le
Aunque Narváez la cargó. En 1865 de- dijo a Galdós: “Ha faltado tiempo, ha fal-
obligó a marchar al saprobó que Isabel II
tado espacio (...). El querer lo tiene una
destierro, el reconociera al reino
recibimiento que le de Italia y dejó la en el corazón; pero el poder ¿dónde es-
hizo el Papa en Roma Corte, pero regresó al tá? (...). El no poder, ¿ha consistido en
aumentó su prestigio. poco tiempo. mí o en los demás?”. Ésa es, exacta-
Tras el destierro de En 1868, acompañó mente, la pregunta central de toda con-
Isabel II, abandonó a la reina al destie- memoración de la vida y el reinado de
España y vivió como rro, donde murió. Isabel II que intente superar su sacrali-
seglar en Francia. Fue beatificado por
Regresó durante el
zación o su demonización. Que intente
el papa Pío XI, en
Sor Patrocinio, en reinado de Alfonso El padre Claret, 1934, y canonizado encontrar en ella algo más, como decía
una fotografía de XII y vivió sus últimos retratado por por Pío XII, en Todorov, que un ídolo para venerar o
Laurent. años en un convento. Laurent. 1950. un enemigo para aborrecer. ■

54
ISABEL II

Orden y
LIBERTAD
Coronación de Manuel
Quintana por Isabel II
en el Senado, en 1855.
Óleo de Luis López
Piquer (Madrid, Museo
del Senado).

El debate político en el reinado de Isabel II muestra la preocupación


de los liberales por armonizar orden y libertad con gobierno representativo.
A juicio de Jorge Vilches, ello indica que las dificultades se debieron más
a la responsabilidad de los partidos que a la persona que encarnaba la Corona

L
a regente María Cristina rompió Cetro de Isabel II (Madrid, Palacio Real,
definitivamente con el Antiguo Patrimonio Nacional).
Régimen en 1834. Una nueva
sociedad comenzó a construir-
se sobre la idea de libertad, al tiempo
que mantenía una guerra civil contra el
absolutismo. Durante el reinado de Isa- ñola” y en la “nueva ciencia política” La transición del Antiguo al Nuevo Ré-
bel II, los liberales buscaron la fórmula proveniente del doctrinarismo francés y gimen debía ser, en opinión de los con-
para establecer un gobierno represen- del constitucionalismo inglés. Aquella servadores, el producto de la alianza de
tativo que asentara los derechos indivi- tradición liberal a la que se referían los la Corona con la nación. La monarquía
duales y permitiera el progreso material conservadores era la que habían defen- era la institución que enlazaba el pasa-
y moral, armonizando orden y libertad. dido a principios de siglo, principal- do absolutista con el futuro liberal, el
Los conservadores elaboraron una mente, Martínez Marina y Jovellanos. La símbolo de lo permanente y la garantía
teoría sobre el gobierno representativo monarquía española desde los visigodos del cambio sosegado. El resultado de es-
apropiado para España. La preocupación había sido, decían, un régimen en el que te pensamiento fue el Estatuto Real de
de aquellos hombres era definir el ré- el poder del rey estaba limitado por cor- 1834, elaborado principalmente por
gimen adecuado a nuestro país. Se tra- poraciones representativas. Esta fórmu- Francisco Martínez de la Rosa por en-
taba de una monarquía constitucional la era la “Constitución histórica” de nues- cargo de la regente María Cristina. El tex-
inspirada en la “tradición liberal espa- tro país, en la que se consideraban pree- to convocaba a las Cortes, a las que
xistentes dos instituciones, la Corona y reconocía una existencia previa, pero ca-
JORGE VILCHES, Universidad Complutense, las Cortes, en quienes los españoles ha- recía de una parte dogmática en la que
Madrid. bían delegado su soberanía. se articularan los derechos y libertades.

55
Martínez de la Rosa, y con él los mo- régimen liberal era el reconocimiento y
derados, pensaba en el régimen libe- la garantía de los derechos individuales
ral como el “justo medio” entre los car- que, con las Cortes, pondrían las bases
listas y los revolucionarios. Plantearon de la regeneración del país. La Constitu-
una Corona como poder moderador, y ción de 1812 se convirtió en un símbo-
un Estamento de Próceres como Cáma- lo de la soberanía nacional, del autogo-
ra Alta, que sirviera para la representa- bierno, aunque el texto en sí no fuera to-
ción de los intereses permanentes de la mado como una ley viable ni plausible.
sociedad, al tiempo que actuaba de fre- La contraposición entre Constitución
no ante el supuesto ímpetu revolucio- histórica y soberanía nacional fue uno
nario de la Cámara popular. La Consti- de los ejes de la revolución política li-
tución histórica se traducía, entonces, beral en España. Los progresistas, he-
en una soberanía compartida entre las rederos de doceañistas y exaltados,
Cortes y el Rey, con la que se pretendía teorizaron el “derecho de insurrección”
reformar el país y calmar a los extremos de forma muy similar a como ya lo hi-
políticos. cieran Locke, Jefferson o el propio Ar-
güelles. Consistía en que la nación te-
Un derecho con función social Isabel II con la Constitución de 1837. Dibujo
nía el derecho de levantarse en armas
El voto era visto como un derecho, pe- alegórico realizado durante la regencia de contra la autoridad, si ésta violaba la
ro también como una función social, María Cristina (Madrid, Calcografía Nacional). libertad y los caminos legales para
siendo ésta la de votar mirando por el restablecerla estaban cerrados. Junto a
progreso de la sociedad. En el orden extendería según se ilustrara y desarro- esto, los progresistas, con la misma in-
práctico, con la exclusión de las capas llara económicamente el país. fluencia filosófica e histórica, defendie-
bajas se evitaba el voto antiliberal –ya Frente a los conservadores, los docea- ron la existencia de la Milicia Nacional
fuera absolutista o socialista–, pues la li- ñistas –llamados así por sostener la como la institución propiamente popu-
bertad como instrumento de desarro- vigencia de la Constitución de 1812– lar, armada y voluntaria, encargada de
llo sólo podía ser entendida y defendi- creían que la nación era el sujeto úni- salvaguardar la libertad.
da por los burgueses y los ilustrados. La co de la soberanía y que, por consi- No obstante, al lado de esta teoría de
libertad, por tanto, debía tener la ex- guiente, las Cortes eran la institución su- la revolución legal, los progresistas re-
tensión justa para hacerla compatible prema en el régimen liberal. Agustín de dactaron en 1837 una Constitución cuyo
con el orden y el progreso liberales. En Argüelles, inspirador del doceañismo, espíritu estaba iluminado por las ideas
este planteamiento coincidieron con- sostenía que la nación era una y uno su de garantizar las derechos, armonizar or-
servadores y progresistas, y por ello sos- interés, por lo que lo consecuente era den y libertad, e instaurar la alternan-
tuvieron el sufragio censitario, restrin- que las Cortes fueran unicamerales. Do- cia pacífica entre los partidos. Estos plan-
gido a la población que pagaba una ceañistas y exaltados, especialmente Fer- teamientos dieron lugar al grupo de los
renta determinada o que se le suponía mín Caballero y Joaquín María López, progresistas constitucionales que, capi-
cierta ilustración por desempeñar una sostuvieron en los primeros años del rei- taneados por Manuel Cortina, persistie-
profesión liberal. El derecho a voto se nado de Isabel II que la prioridad del ron durante todo el reinado de Isabel II.

Parlamentarismo y clase media


La prensa política El pecado de origen de aquella Cons-
titución, que tenía todas las trazas pa-

A partir de 1833 despertaron los perió-


dicos políticos en España. Cada ban-
dera partidista o facción poseía su diario.
revistas de calidad –la Revista de Madrid–,
periódicos de máxima difusión sin excesi-
vo contenido político, como La Correspon-
ra haber sido duradera, fue que nació
como resultado de un golpe de Estado.
El 12 de agosto de 1836, unos sargen-
Aparecieron en toda ciudad más o menos dencia de España o el Diario de Barcelona; dia- tos obligaron a la regente María Cristi-
importante. Eran la tribuna desde la que rios ligados a una personalidad, como El Pen- na a restablecer la Constitución de 1812
adoctrinar, hacer propaganda, criticar al ad- samiento de la Nación, de Balmes, e incluso –cuya reforma daría lugar a la de 1837–
versario y organizar a los partidarios. El rei- republicanos furibundos, como El Huracán y a sustituir al Gobierno moderado por
nado isabelino contó con buenos y numero- y La Soberanía Nacional, y multitud de ho- uno progresista. A pesar de este golpe
sos periódicos, que gozaron de gran liber- jas volantes al estilo del Eco de las barricadas. de fuerza, el pensamiento progresista
tad, aunque sufrieron en ocasiones censuras Se publicó también numerosa prensa satíri- derivó hacia el parlamentarismo. Joa-
importantes. Entre los mejores diarios hay co-política de calidad, como Fray Gerundio, quín María López esbozó una teoría so-
que destacar a los progresistas el Eco del Co- de Modesto Lafuente; El Cascabel –con los bre una monarquía casi parlamentaria,
mercio, La Nación, El Clamor Público y La Ibe- dibujos de Ortego–, y Gil Blas, de Manuel en la que la Corona no poseía las fa-
ria; a los moderados El Español, La Época y de Palacio, parodiando a la Corona, su en- cultades amplias de una monarquía
El Contemporáneo; a los demócratas La Dis- torno, los partidos políticos y a los españo- constitucional, como era la elección y
cusión. El Pueblo y La Democracia. Hubo les en general. destitución libres del Gobierno, o la di-
solución, suspensión y convocatoria de

56
ORDÉN Y LIBERTAD
ISABEL II

Cortes. No se concebía tampoco la Co-


rona como un poder moderador entre
las instituciones, sino que era, simple-
mente, un poder sancionador de las le-
yes que le presentara el Gobierno, el
cual sería elegido por las Cortes. López
atribuía al Parlamento, como producto
del principio de la soberanía nacional,
todas las funciones del Rey. El progre-
sismo se encaminaba así a responsabili-
zar a la Corona, por obra u omisión, de
la marcha del gobierno representativo.
En cambio, los moderados, o conser-
vadores, como Antonio Alcalá Galiano
y Juan Donoso Cortés, se preocupaban
por el desequilibrio entre orden y liber-
tad, y atribuían a la clase media, a la
“aristocracia de la inteligencia” –como
escribió Donoso– la responsabilidad de Dulce Barrientos y los alabarderos defensores de Palacio. Cuadro de miniaturas regalado por
la buena marcha del régimen liberal. La Isabel II a la condesa de Mina (Madrid, Archivo del Congreso de los Diputados).
clase media era la parte dirigente, rica,
ilustrada y, por tanto, “inteligente”, de la zado por reducir el gobierno representa- la oposición, para educar a la opinión
sociedad. La difícil armonía del gobier- tivo a su mínima expresión, y de Luis pública en los principios liberales. Con-
no representativo era, para estos doctri- González Bravo, ya al final del reinado cebían la política como algo regido por
narios, tarea de la clase media, por lo de Isabel II. El neocatolicismo fue tam- la moralidad y la honestidad, por lo que
que, dijeron, en ella debía recaer el ejer- bién un desarrollo de aquel autoritaris- aconsejaban la autofinanciación de los
cicio de la soberanía. mo, que defendieron Cándido Nocedal y partidos.
Los doctrinarios reformaron la Consti- Antonio Aparisi y Guijarro, entre otros.
tución de 1837 atendiendo a estos prin- Pero fue Juan Donoso Cortés, en la se- Unionismo y progresismo
cipios, pero su discusión, que dio lugar gunda etapa de su pensamiento, el teó- El problema del sistema de partidos fue
al texto de 1845, provocó el nacimiento rico más característico e internacional de una constante desde el inicio del reina-
de dos disidencias en el moderantismo: esta escuela, con su Ensayo sobre el ca- do. La Guerra Carlista, cuya influencia ne-
los puritanos y los autoritarios. Estos úl- tolicismo, el liberalismo y el socialismo, gativa no es posible cuantificar, impidió
timos, dirigidos en las Cortes por el mar- publicado en 1851. En esta obra señala- el desarrollo inicial normal de los par-
qués de Viluma, tuvieron en Jaime Bal- ba al liberalismo como el origen de los tidos. La división partidista era vista co-
mes a su inspirador. Este sacerdote, filó- principios disolventes de la sociedad, y mo una traición al liberalismo. Tras la
sofo y escritor, sostuvo que el hecho so- llamaba a una vuelta al dogma católico formación de los grupos parlamentarios
cial debía determinar el político y que, en un afán vertebrador de la nación. con el Estatuto Real, las elecciones unie-
ron a los notables en agrupaciones po-
Con la Constitución de 1837 se formaron líticas, primero tras una persona, como
en el caso de Mendizábal, y, posterior-
los partidos progresista y moderado, como mente, en torno a unos principios po-
se concibieron en el reinado de Isabel II líticos. Así, con la Constitución de 1837
se conformaron los partidos progresis-
definido históricamente el primero como Los moderados puritanos, por otro la- ta y moderado tal y como se concibie-
monárquico y religioso, tenían que ser la do, dirigidos por Joaquín Francisco Pa- ron durante el reinado de Isabel II. No
monarquía y la Iglesia las instituciones checo, Nicomedes Pastor Díaz y Andrés obstante, los partidos fracasaron en la
aliadas y superiores del régimen consti- Borrego, defendían la continuidad de la tarea de consolidar un régimen consti-
tucional. Políticamente, los autoritarios Constitución de 1837 como elemento de tucional, y se alzaron voces proponiendo
sostenían el refuerzo de los poderes del convivencia entre los liberales. Enten- como solución la unión de los liberales
Ejecutivo frente a las Cortes, la celebra- dían que los pilares de un gobierno re- de centro. De esa alianza entre mode-
ción de un pacto con el carlismo –inclu- presentativo eran la Corona y los par- rados puritanos y progresistas templa-
yendo el matrimonio de Isabel II con el tidos políticos. La Corona debía ser un dos surgió la revolución de 1854, y una
conde de Montemolín, hijo del preten- árbitro que atendiera sólo a los intere- colaboración de la que germinó la Unión
diente carlista– y despreciaban a los par- ses nacionales; mientras que los líderes Liberal unos años después.
tidos políticos. El autoritarismo propició políticos debían construir partidos de El puritano Antonio Ríos Rosas inspi-
los planteamientos políticos de Juan Bra- gobierno, definidos así por defender un ró aquella Unión Liberal, liderada por el
vo Murillo, que dieron como fruto su pro- programa mesurado, con un comporta- general O’Donnell y nacida en 1858. Los
yecto constitucional de 1852, caracteri- miento legal y leal en el gobierno y en unionistas plantearon que el régimen

57
concentrara el poder político en las Cor-
tes. Los progresistas eran, en su opinión,
los más apropiados para realizar tal cam-
bio, porque eran los únicos que defen-
dían los intereses de la nación. Así, el par-
tido progresista tenía un “derecho a go-
bernar” que no había sido respetado por
la Corona. Este “desheredamiento histó-
rico del poder” suponía que el progre-
sismo nunca había llegado al Gobierno
por un llamamiento libre de la Corona,
sino tras una revolución. La reina y la ca-
marilla eran los “obstáculos tradiciona-
les”, opuestos al ascenso al poder de los
progresistas. Esto no era del todo cier-
to, pues entre 1863 y 1865 se les ofreció
tres veces el poder, a lo que el oloza-
La traída de las aguas de Lozoya, por Eugenio Lucas Velázquez, en 1858. Un óleo que celebra guista Fernández de los Ríos contestó con
el progreso y los cambios en el Madrid isabelino (Madrid, colección particular). un significativo “o todo o nada”. Esto es,
sin condiciones de gobierno y con la re-
representativo debía basarse en una Co- Cánovas propuso hacer una opción con- forma del régimen abierta. En lugar de la
rona y un Gobierno respetuosos con el servadora con los moderados. La discu- confrontación electoral, los progresistas
parlamentarismo, y en la alternancia pa- sión tenía una doble vertiente: la de de Olózaga adoptaron el retraimiento pa-
cífica en el poder. Una vez más, se re- formar un partido de gobierno con el ra intentar la deslegitimación de las Cor-
calcaba el protagonismo de los líderes grupo más afín, y la de emprender un tes y del sistema. No obstante, Olózaga
políticos y de las clases medias en el fun- reformismo moderado como antídoto no aludió a las elecciones, a la voluntad
cionamiento del régimen. La monarquía contra el ímpetu revolucionario. nacional, como fuente del poder en su
constitucional que propugnaban se fun- El progresismo se dirigía a la revolu- crítica al régimen, como hubiera sido de-
daba en la soberanía compartida de las ción, y de su integración en el régimen seable, atribuyéndose la representación
Cortes con el Rey, y consideraban la ex- parecía depender la vida de éste. Salus- única de la nación. Olózaga y los pro-
tensión progresiva del sufragio, así co- tiano de Olózaga dirigió al partido pro- gresistas sólo parecían conceder impor-
mo un amplio programa de reformas li- gresista desde la retirada del general Es- tancia a la designación regia.
berales. El debate se produjo una vez partero en 1856. A diferencia de mode-
que la Unión Liberal llegó al final de su rados y unionistas, Olózaga sostenía que Democracia y socialismo
ciclo, entre 1861 y 1863, pues esta agru- no existía un verdadero gobierno repre- La incapacidad progresista para concluir
pación parecía tener vocación de par- sentativo. A su entender, era imprescin- el dogma de la soberanía nacional en el
tido único. Ríos Rosas quiso que los dible una reforma del régimen constitu- sufragio universal como fuente de legi-
unionistas formaran una opción refor- cional que restara facultades a la Corona, timación, originó el nacimiento del Par-
mista con los progresistas; mientras que devolviera la soberanía a la nación y tido Demócrata en 1849. Un grupo de
progresistas se separó de su partido y
fundó dicha agrupación, exponiendo co-
Las Cortes mo base de su programa la defensa de
la universalidad de los derechos indivi-

L as Cortes fueron el lugar de exposición


doctrinal más importante del reinado
de Isabel II. Los procesos constitucionales
progresistas, así como Juan Donoso Cor-
tés, Antonio Ríos Rosas y Cánovas del Cas-
tillo, entre los conservadores. La expecta-
duales, especialmente el del voto, y una
serie de reformas económicas, adminis-
trativas y sociales, todo ello bajo el “tro-
y los debates sobre los programas de go- ción que creaba el anuncio del discurso de no hereditario de doña Isabel II, forma
bierno permitían a los líderes de los par- alguno de aquellos prohombres era enor- legítima y popular del poder ejecutivo”,
tidos exponer detalladamente sus plantea- me, se llenaban las tribunas, el gentío ro- tal y como rezaba su programa de abril
mientos políticos. El diario de sesiones de deaba el Palacio del Congreso, y los pe- de 1849. Aquellos hombres, encabeza-
las Cortes se ha convertido así en una de las riódicos reproducían literalmente sus pa- dos por José María Orense y Nicolás Ma-
principales fuentes para el conocimiento labras. Aquellos discursos podían durar ría Rivero, asumieron los planteamien-
del pensamiento y de la vida política en la horas, y en ocasiones necesitaban varias se- tos doceañistas y progresistas, añadién-
España isabelina. En aquellas Cortes hubo siones para terminarlos. El estilo de aque- dole los principios democráticos que se
oradores tan afamados como Agustín de llos oradores era muy admirado y segui- habían desarrollado en Europa en torno
Argüelles, llamado por su verbo “el Di- do por los jóvenes universitarios como a la revolución de 1848.
vino”, Salustiano de Olózaga y Joaquín Emilio Castelar, que llegaría a ser el me- No se declararon abiertamente repu-
María López, entre los más destacados jor orador del siglo XIX español. blicanos, salvo excepciones, y hubo
quien, como Calixto Bernal, teorizó

58
ORDÉN Y LIBERTAD
ISABEL II

Sable
que
regaló
Isabel II al
general
Narváez
(Madrid, Museo
del Ejército).

libertad individual, se de-


bía descentralizar y des-
concentrar el poder hasta
su práctica extinción. La aso-
ciación política y económica
de los jornaleros era, en opi-
nión de Pi y Margall y Fernando Garrido,
la agrupación del futuro. Castelar defen-
día, antes de 1868, la descentralización al
estilo que propuso Tocqueville: como ins-
trumento para evitar la arbitrariedad del
poder. Pi y Margall hablaba de la “unidad
en la variedad”, de la celebración de pac-
Isabel II y Francisco de Asís pasando revista militar, por Louis Charles Porion. En segundo tos voluntarios y bilaterales para la fe-
plano aparecen O’Donnell, Narváez y Espartero (Madrid, Museo Romántico). deración de España.
A partir de 1865, progresistas y de-
sobre la compatibilidad de la monarquía progreso, y que su puesta en marcha pa- mócratas unieron sus fuerzas para
hereditaria con la democracia. Sin em- liaba la situación de las capas sociales derribar el régimen, y los primeros aca-
bargo, la mayor parte de los demócratas más desfavorecidas. Los socialistas Six- baron asumiendo los postulados demo-
se caracterizó por sostener la acciden- to Cámara, Fernando Garrido y Francis- cráticos, como se vio en la letra del Pac-
talidad de las formas de gobierno, aun- co Pi y Margall, además de abiertamente to de Ostende, de 1866, en la que se
que a partir de 1868 tomaron el derro- republicanos, creían que la democracia dejaba a una Asamblea constituyente,
tero republicano. Al estilo girondino, era inevitablemente socialista. El deba- elegida por sufragio universal, la forma
Rivero afirmaba que lo importante del te entre ambos grupos se produjo en de gobierno de la que había de dotar-
régimen político no era la forma de go- 1860 y 1864. Fue justamente entonces se España, en el caso de que triunfara la
bierno sino que reconociera y garanti- cuando Julián Sanz del Río trajo a Es- revolución. Finalmente, los unionistas
zara los derechos del ser humano como paña el krausismo, que con su “filosofía aceptaron la democracia como una de
“condiciones primarias y fundamentales armónica” unía la aspiración democráti- las bases de legitimidad del régimen que
de la vida política y social”; destacan- ca a cierto paternalismo social. aparecería tras el derrocamiento de Isa-
do entre ellos, el voto, la propiedad, la En aquella discusión interna de la de- bel II en septiembre de 1868.
libertad de conciencia, la libertad de ex- mocracia, Castelar, hegeliano e indivi- El debate político y la variedad inte-
presión y los derechos de reunión y aso- dualista, sostenía que el socialismo era lectual durante el reinado de Isabel II
ciación. Basaron su defensa de los propio de países tiranizados, y que sus muestran la importancia de las ideas, pa-
derechos en el iusnaturalismo, entron- principios impedían la armonía social y ra la articulación de la sociedad y el am-
cando en ocasiones con el catolicismo el progreso económico, únicas vías de la biente de libertad que se vivió en su
liberal de Lamennais, como es el caso mejora real de toda la sociedad. Pi y Mar- tiempo. Además, la preocupación de to-
de la obra de Rafael María Baralt. gall, en cambio, hegeliano y proudho- dos los liberales por armonizar orden
niano, afirmaba que había llegado la ho- y libertad a través de unas bases sólidas
La fórmula del progreso ra de la emancipación de las “clases jor- de gobierno representativo, señala que
Emilio Castelar y José María Orense sos- naleras”, y que la revolución había de ser las dificultades que éste tuvo se debie-
tuvieron la tendencia individualista de la “en religión, atea”, pues todas las reli- ron más a la responsabilidad de los par-
democracia, asegurando que los dere- giones eran creación de la razón huma- tidos y sus líderes que a la persona que
chos y libertades eran la fórmula del na, y “en política”, para asegurar la encarnaba la Corona. ■

59
Las bases de la
MODERNIZACIÓN
La Feria de Sevilla, por
Andrés Cortés y Aguilar,
ofrece una visión romántica
y algo tópica de la España
isabelina (Bilbao, Museo de
Bellas Artes).

A pesar de sus fracasos y de una cierta leyenda


negra, durante el reinado de Isabel II España se
transformó a un ritmo que tiene pocos
precedentes históricos. Carlos Dardé desgrana
los cambios que remodelaron la vida de los
españoles en los años centrales del siglo XIX

A
la entrevista que, hacia el fi- bas que se hacían a su reinado –aunque rias de la guerra de África, las victorias lo-
nal de su vida, Isabel II con- también decía que no había sido suya to- gradas en el terreno del arte y las letras,
cedió a Benito Pérez Galdós, da la culpa– el embajador, movido por los ferrocarriles y tantas otras cosas que
en París, asistió también el en- “la fina lisonja que su cortesía y su cari- la reina no encontró el día de su adve-
tonces embajador de España en la capi- ñosa adhesión” a la reina le dictaban, se- nimiento y dejó el día de su fin político”.
tal francesa, el canario Fernando León y gún Galdós, “ponderó los progresos del Hoy parece evidente que ambos, la
Castillo. Al reconocer la reina que lo reinado de Isabel II, el desarrollo de la
había hecho muy mal y afirmar que no riqueza, la difusión de la cultura, el au- CARLOS DARDÉ es profesor titular de Historia
quería rebelarse contra las críticas acer- mento del bienestar; señaló las puras glo- Contemporánea, Universidad de Cantabria.

60
ISABEL II

za, cuya culminación fue la revolución y carreteras, impulsó la creación de un


de 1868, que expulsó a la reina del país. mercado nacional y la integración eco-
Pero no lo es menos que se creó un nómica del territorio.
nuevo Estado y una nueva Administra- No siempre se hizo todo aquello de la
ción pública, de carácter racional, con mejor forma posible. Destacan negati-
criterios liberales y centralistas; que des- vamente los escándalos relacionados con
pués de vencer con un esfuerzo ím- las subvenciones públicas a los ferroca-
probo a sus enemigos –los carlistas, par- rriles –de acuerdo con una legislación
tidarios de la continuación del Antiguo a la que puso fin la Ley de 1855–, en las
Régimen–, se pusieron los cimientos del que estuvieron implicados la reina ma-
desarrollo posterior del liberalismo y dre, María Cristina de Borbón, y su se-
la democracia en España. gundo esposo, Fernando Muñoz, duque
de Riánsares. También el clamoroso frau-
Aprendizaje doloroso
El mismo fracaso de la monarquía isa-
belina –y el de los distintos regímenes
que se sucedieron hasta 1874– tuvo una
importante consecuencia positiva: los po-
líticos que los experimentaron y prota-
gonizaron comprendieron que no po-
dían seguir como hasta entonces; que los
partidos, en lugar de considerarse ene-
migos irreconciliables y de tratar de des-
truirse unos a otros, debían colaborar en
la gobernación del Estado para conse-
guir el asentamiento de las instituciones
liberales, frente a reaccionarios y mili-
tares golpistas. El posterior éxito de la
Restauración, personificado en Alfonso
XII, fue en gran parte resultado de la du-
ra experiencia sufrida por su madre.
En el terreno económico, España re-
cuperó durante el reinado de Isabel II
buena parte del tiempo perdido en las La Familia de don Cayetano Fuentes, por José
anteriores décadas, desde el inicio de la Elbo, ofrece el retrato de un hogar acomodado
Guerra de la Independencia, incorpo- español en 1837 (Madrid, Museo Romántico).
rándose lentamente a la nueva civiliza-
reina y el embajador, tenían razón en lo ción industrial. Se llevaron a cabo re- de de la fusión de los Bancos de Isabel
que decían: que Isabel II no acertó en formas legales que hicieron posible el II y de San Fernando, en 1847, hecha por
el cumplimiento de sus deberes cons- desenvolvimiento de las fuerzas eco- un ministro, el “puritano” marqués de Sa-
titucionales –aunque no quepa acha- nómicas; en particular, fue decisivo el lamanca, que era el principal accionista
carle toda, ni la principal, responsabi- reconocimiento pleno de la propiedad de la primera de estas instituciones, y
lidad del fracaso de aquel primer en- privada mediante la supresión de se- que se benefició inmensamente con ella.
sayo serio y coherente de monarquía ñoríos y vinculaciones de patrimonios; Pero, a pesar de todo, el panorama
constitucional en España–, y que, no se suprimió también todo tipo de limi- que presentaba la economía española al
obstante, su desgraciado final –y en par- taciones al trabajo, el comercio y la cir- acabar la sexta década del siglo XIX era
te gracias al mismo–, el reinado de Isa- culación de bienes; todos los privilegios mucho mejor que el de treinta años an-
bel II estuvo lleno de cosas positivas pa- fueron abolidos y se estableció la igual- tes. España seguía siendo un país pobre
ra el país. En aquel período de treinta y dad legal de los ciudadanos. La labor y eminentemente rural, con enormes de-
cinco años se sentaron las bases del codificadora, iniciada en el reinado de sequilibrios regionales, pero se habían
proceso de modernización de España. Fernando VII, fue continuada. La Ha- destruido los principales obstáculos al
Para empezar, esto último es cierto in- cienda pública se reformó en profundi- desarrollo y, aunque de forma lenta, se
cluso en el terreno político. Es verdad dad, creándose un modelo que habría avanzaba en la nueva dirección. Au-
que no se logró dar estabilidad a la vi- de durar hasta comienzos del siglo XX. mentó de forma considerable la pro-
da política; que, con muy pocas ex- Se reordenó el mundo financiero, con ducción agraria y se creó, en torno a
cepciones, los gobiernos duraron muy reformas monetarias y la fundación del Barcelona, una moderna industria textil.
poco y apenas tuvieron tiempo para ha- Banco de España. Se construyeron más El crecimiento de la población, ini-
cer nada, y que se sucedieron innume- de 5.000 kilómetros de ferrocarriles lo ciado en el siglo XVIII, se aceleró mo-
rables pronuncimientos y actos de fuer- que, unido a la mejora de los caminos deradamente. Las tasas de natalidad

61
en España, que habría de perdurar
Idea e identidades de España un siglo.
Nuevos espacios de sociabilidad y una

E l Estado que, tras la victoria sobre el


carlismo, se creó en el reinado de Isa-
bel II era un Estado liberal basado en una
que hundía sus raíces en la más lejana An-
tigüedad.
El renacimiento de la lengua y la cul-
amplia oferta de actividades de ocio y
diversión surgieron en aquellos núcleos
urbanos. Desde los abiertos a todos –co-
Constitución que consignaba la división tura específicas de Cataluña, Galicia y el mo paseos y plazas–, a otros más res-
de poderes y los derechos humanos; un Es- País Vasco –que, también por impulso del trictivos –cafés y bailes, lo mismo que
tado centralista, uniforme, dividido terri- Romanticismo, tuvo lugar en aquella épo- plazas de toros, teatros, circos e hipó-
torialmente en 49 provincias, y goberna- ca– favoreció la creación y difusión de una dromos–, o claramente elitistas y selec-
do fundamentalmente desde instituciones identidad particular en cada uno de estos tivos –salones y tertulias, casinos, clubs,
establecidas en Madrid, y un Estado na- pueblos, percibidos igualmente como na- círculos de recreo, ateneos y demás so-
cional español, que descansaba en la afir- ciones dotadas de historia propia. Hubo ciedades intelectuales o artísticas–. Aquél
mación de la soberanía de la nación espa- movimientos de opinión contrarios a la cen- era el mundo por excelencia de las cla-
ñola. La idea de España como nación so- tralización estatal, pero sólo en el País Vas- ses medias –pequeños comerciantes,
berana había sido formulada por primera co esta corriente alcanzó la suficiente fuer- empleados, funcionarios, profesiones li-
vez en Cádiz, en 1812, y se vería fortale- za para lograr el mantenimiento de sus fue- berales–, una minoría en aumento que,
cida tras el triunfo de los liberales por múl- ros. En todo caso, y en todas partes, la iden- con sus modas y costumbres, ofrecía la
tiples creaciones culturales, de raíz ro- tidad propia –catalana, gallega, vasca o nueva imagen de la modernidad.
mántica, que trataron de establecer la ge- cualquier otra– no fue considerada incom- La sociedad estamental del Antiguo Ré-
nealogía y la personalidad de un pueblo patible con la española. gimen se había convertido mediante la
revolución liberal en una sociedad de
clases. La pérdida de sus privilegios por
continuaron siendo altas, lo mismo que comercio y los servicios, y la expansión parte de la nobleza no significó la dis-
las de mortalidad. La población era muy de la burocracia estatal– fue uno de los minución de su capacidad económica.
sensible a las grandes epidemias, es- principales fenómenos de la época. Ha- Con gran facilidad les fueron reconoci-
pecialmente de cólera, y al hambre que cia 1850, algo más del 14 por 100 de los dos sus derechos tradicionales, pasando
seguía a las malas cosechas. La morta- españoles vivía en núcleos de más de a ser propietarios de las tierras sobre las
lidad infantil, en particular, era eleva- 10.000 habitantes; sólo Madrid tenía una que secularmente habían ejercido algún
dísima: uno de cada cuatro niños mo- población superior al cuarto de millón, control. Además, se beneficiaron de la
ría antes de cumplir los cinco años. Ni una cifra a la que se aproximaba Bar- venta de bienes de la Iglesia. Todavía en
siquiera los hijos de los reyes escapa- celona; Cádiz-Jerez, Sevilla y Valencia la década de 1850, en un 80 por 100,
ban a esta lacra: la reina Isabel II tuvo eran las únicas ciudades que tenían más aproximadamente, los mayores contri-
once partos, pero sólo cinco de sus hi- de 100.000 habitantes. Se hicieron buyentes del reino, tanto por “inmuebles,
jos sobrevivieron. reformas en los núcleos tradicionales cultivo y ganadería” como por contribu-
para mejorar las condiciones de habita- ción industrial y de comercio, eran no-
Boom urbano e industrial bilidad y salubridad. Pero aquello no bles. Junto al poder económico, la aris-
La gran mayoría de la gente siguió vi- fue suficiente, se hizo necesario derri- tocracia conservó un gran poder simbó-
viendo en el campo, dedicada a activi- bar las murallas o cercas para construir lico: los valores de la nobleza y su for-
dades agrarias, pero el desarrollo de las “ensanches”, como los de Barcelona ma de vida trataron de ser imitados por
ciudades –consecuencia del aumento de –según el plan de Cerdá– o el de Madrid la alta burguesía. Entre ambos grupos se
la población, la concentración indus- –de acuerdo con el de Castro–. Un nue- estableció una profunda simbiosis: algu-
trial en las fábricas, el crecimiento del vo modelo de ciudad surgió entonces nos burgueses recibieron de la Corona
LOS ESPADONES
Tomás Zumalacárregui Baldomero Espartero Ramón María Narváez
Ormáiztegui, 1788-Cegama, 1835 Granátula 1793-Logroño, 1879 Loja, 1800-Madrid, 1868
Destacó como voluntario en la Guerra de la Comenzó a luchar en la Guerra de la Inde- De origen aristocrático, se opuso al absolu-
Independencia. A la muerte de Fernando pendencia contra los franceses y se distin- tismo en 1822 y en 1834 se incorporó a las
VII, en 1833, se unió a las fuerzas carlis- guió en las campañas contra los indepen- tropas isabelinas contra los carlistas. En
tas, de las que fue dentistas de las colo- 1843, lideró un amplio
pronto el jefe indiscuti- nias americanas. Tras movimiento contra Es-
do, destacando por su su actuación victoriosa partero. Fue el creador
crueldad. Fusilaba a los en la Primera Guerra de la Guardia Civil y se
prisioneros de guerra y Carlista, fue nombrado mantuvo en el poder
castigaba a las pobla- presidente del Gobier- con intervalos, hasta
ciones que no le apoya- no en 1840. Su actua- 1851. Regresó varias
ban. Murió a conse- ción como regente fue veces al mismo tratan-
cuencia de una herida una sucesión de erro- do siempre de salvar la
de bala, recibida en el res que pusieron a to- tambaleante corona de
sitio de Bilbao. dos contra él. Isabel II.

62
LAS BASES DE LA MODERNIZACIÓN
ISABEL II

miseria. La inmensa mayoría de ellos no


sabía leer y escribir, y aunque el nú-
mero de alumnos de enseñanza prima-
ria se multiplicó por tres, todavía a fi-
nes de siglo la población analfabeta era
del 50 por 100 en los hombres y el 70
por 100 en las mujeres.

La revolución del romanticismo


Junto con las nuevos aires políticos,
económicos y sociales llegó a España
la corriente cultural predominante en
Europa durante las primeras décadas
del siglo XIX: el Romanticismo. Aque-
llo era mucho más que una moda o un
estilo, era una nueva forma de enten-
der el ser humano y la naturaleza, una
revolución intelectual estrechamente
conectada con las revoluciones indus-
trial y liberal que se desarrollaron al
Romería del Rocío, en 1853, por Manuel Rodríguez de Guzmán. Para los románticos europeos, mismo tiempo, y tan importante o más
España era el reino de lo exótico, las mujeres hermosas y la pasión (Alcázar de Sevilla). que ellas. Los románticos se rebelaron
contra las normas y convenciones es-
el título de nobleza como culminación ban reducidos a menos de la mitad en tablecidas, defendieron la libertad ili-
de su éxito profesional; otros accedieron 1859. Peor todavía fue la evolución de mitada y, llevados por una confianza
al mismo a través del matrimonio. La no- los religiosos, que de 53.098, agrupados absoluta en las posibilidades creativas
bleza vio así renovadas sus filas y sus ha- en 2.067 conventos, pasaron a 719, en del ser humano, propusieron solucio-
ciendas, mientras los burgueses enri- 41 edificios. Las religiosas, por su parte, nes imaginativas a los distintos proble-
quecidos adquirieron el prestigio propio experimentaron la pérdida de la mitad mas individuales y sociales.
de las jerarquías tradicionales. de sus efectivos, en las mismas fechas. Los románticos europeos, que valo-
Los eclesiásticos –el otro grupo privi- En la parte inferior de la escala social raban por encima de todo lo original
legiado del Antiguo Régimen– sí expe- estaba el grupo más numeroso, com- y lo auténtico, se sintieron particular-
rimentaron importantes pérdidas con la puesto, sobre todo, por jornaleros agrí- mente atraídos por la cultura española
revolución liberal. Se vieron privados de colas y criados, además de por el inci- –a la que consideraban una de las
sus principales fuentes de ingresos y del piente proletariado industrial y los tra- grandes del Viejo Continente– y por un
poder jurisdiccional. Más importante que bajadores de la construcción y los país en el que, como escribió el nor-
todo, disminuyó su influencia moral al ferrocarriles. La revolución liberal per- teamericano Washington Irving, todo lo
sustituir las leyes a la doctrina de la Igle- judicó a los campesinos más pobres. impregnaba un “perfume oriental”. Es-
sia como norma de comportamiento so- Aunque la suerte del grupo habría de paña era el reino de lo exótico, de los
cial. Los efectivos del clero secular y los mejorar lentamente con el paso del toros y los contrabandistas, también el
integrantes de las órdenes religiosas ca- tiempo, sus condiciones de vida y tra- de las mujeres hermosas y de la pasión,
yeron drásticamente: los 70.840 compo- bajo, a mediados del siglo XIX, eran pé- el país de Carmen. El mundo que me-
nentes del clero secular, en 1797, esta- simas, próximas en muchos casos a la jor resistía el avance incontenible de la
aburrida racionalidad. Fueron muchos
los viajeros extranjeros que recorrieron
Leopoldo O’Donnell Francisco Serrano España en aquellos años, dejándonos
Santa Cruz de Tenerife, 1809-Biarritz, 1867 Isla de León, 1810-Madrid, 1885 numerosas muestras en libros, dibujos,
Ascendió rápidamente a general en la Su fama arranca de la Primera Guerra Car- pinturas y partituras, fascinados por la
Primera Guerra Carlista. Conspiró con lista. En 1840 se convirtió en uno de los
tierra, sus habitantes, su historia y sus
Narváez contra Espar- principales colaboradores de Espartero, aun-
tero y, en 1854, que luego conspiró con- monumentos.
encabezó La Vicalva- tra él. De 1846 a 1848 La actitud romántica impregnó gran
rada. En 1856, se hi- sostuvo relaciones amo- parte de la vida española en el reinado
zo con el poder, aun- rosas con la reina, que de Isabel II, empezando por la vida de
que poco después tu- le llamaba el “general la reina misma. Las manifestaciones li-
vo que ceder el cargo bonito”. Reapareció en terarias, artísticas y musicales siguieron
a Narváez. Sin embar- 1854 tras La Vicalvara-
go, lo recuperó de da. Fue regente tras el
el estilo y las pautas establecidas por un
1858 a 1863 y por destierro de Isabel y de- movimiento que para muchos conecta-
último, brevemente, signó a Prim para la je- ba con la tradición más profunda y cons-
en 1865. fatura del Gobierno. tante de la cultura española. ■

63
El arte de los “modernos”
ROMANTICISMO

La condesa de Vilches, por


Federico Madrazo, que fue
el retratista por excelencia
de la alta sociedad isabelina
(Madrid, Museo del Prado).

64
ISABEL II

Tras la muerte de Fernando VII, pintores y escritores se lanzaron con


entusiasmo por la senda del liberalismo que se abrió con la regencia y la
sucesión. Pilar de Miguel Egea describe la irrupción del romanticismo
y reivindica el renacimiento cultural durante el reinado de Isabel II

C
on la desaparición de Fer- Villahermosa, en la madrileña carrera de
nando VII se abre una etapa San Jerónimo.
nueva y esperanzadora en la Tal como se hace constar en las “cons-
vida española. María Cristina tituciones” de la nueva sociedad, su ob-
de Borbón, su viuda y reina goberna- jetivo prioritario es “el fomento y pros-
dora por la minoría de edad de su hija peridad de las Letras y las Bellas Artes”,
Isabel, encara su regencia con la deci- organizándose en seis secciones: litera-
dida disposición de encaminar al país tura, pintura, escultura, arquitectura, mú-
por la ruta del liberalismo. Martínez de sica y declamación. Además, el espíritu
la Rosa, Zorrilla, Larra, el duque de Ri- con el que se postuló su creación esta-
vas, Espronceda y otros muchos escri- ba impregnado por el deseo de fomen-
tores regresan a España y se entregan tar la pacificación social, para lo cual
con entusiasmo a la defensa y propa- se procuró la participación de personas
gación del romanticismo y el liberalis- de diferente condición y origen, en la
mo, porque “ser romántico y liberal era convicción de que la comunicación es
estar a la altura de los tiempos, a tono indispensable a la hora de promover la
con la circunstancia histórica”. Ese im- comprensión y la tolerancia en una so-
pulso renovador, alentó la aparición de ciedad que presentaba muchas tensio-
numerosas publicaciones periódicas que Mariano José de Larra, por José Gutiérrez de la nes y crispaciones. De ahí, que en este
contribuyeron a cambiar la mentalidad Vega, romántico y liberal como los escritores lugar de encuentro estuviera tácitamen-
y el gusto imperantes. de su tiempo (Madrid, Museo Romántico). te prohibido hablar de política.
Mención especial merece la revista El Las actividades desarrolladas por el Li-
Artista (1835-36), bastión indiscutible del uno de sus principales medios de ex- ceo fueron numerosas y variadas. Su vo-
romanticismo artístico militante. Funda- presión”. Muchos de estos grabados ilus- cación educativa se concretaba en la or-
da por José Negrete, conde de Campo traron poemas y artículos de un nutrido ganización de sesiones públicas para dar
Alange, Federico de Madrazo y Eugenio grupo de escritores españoles jóvenes a conocer las creaciones y habilidades,
Ochoa, estos dos últimos, responsables de la época y, asimismo, sus páginas in- tanto literarias como artísticas, de sus so-
además de las direcciones artística y li- cluyeron traducciones de Byron, Irving, cios. En el terreno de las Bellas Artes,
teraria, respectivamente, salió a la luz el Dumas y Hugo. sus salas acogieron exposiciones en las
4 de enero de 1835 con el propósito de que participaron casi todos los artistas
“popularizar, si nos es posible, entre los La semilla del Liceo encuadrados en la primera generación
españoles la afición a las bellas artes”. No obstante, el entusiasmo desplegado romántica de la pintura española.
Entre los colaboradores artísticos que por sus promotores y el prestigio de que La vinculación de la Corona con el Li-
más frecuentaron sus páginas figuran gozaba su cuadro de colaboradores, El ceo fue siempre estrecha, pues los so-
Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ri- Artista dejó de editarse poco más de un cios liceístas eran firmes partidarios de
bera, este último autor de la portada de año después de su aparición. Tras ella la causa isabelina. María Cristina hizo
estilo neogótico del primer tomo. Tam- surgieron otras revistas con similar vo- frecuentes visitas a su sede, donde en
bién plasmaron su firma Elena Feuillet, cación, pero sin alcanzar su calidad li- más de una ocasión adquirió cuadros,
José de Madrazo, Jenaro Pérez Villaamil teraria y artística. Destaca la que sirvió y sus salones sirvieron para conmemo-
y extranjeros como Dauzats e Ingres. To- de portavoz a una de las instituciones rar algunos de los acontecimientos más
dos ellos aportaron grabados de gran in- culturales más importantes del período significativos que protagonizó: la firma
terés, “primero, porque se trata de es- isabelino: El Liceo Artístico y Literario. de la Paz de Vergara, la mayoría de edad
tampas originales, no reproducciones; la Bajo esta denominación se constituyó en de Isabel II y las bodas reales. Por su
segunda, porque en ellas se introduce 1837 un centro de vital importancia pa- entidad, su proyección pública y su re-
en el grabado español el carácter del esti- ra la innovación y el conocimiento de las percusión política y social, El Liceo Ar-
lo romántico, que tendrá en la litografía Artes y las Letras, fundado por José Fer- tístico y Literario se erigió durante su
nández de la Vega y establecido prime- existencia en el círculo cultural más
PILAR DE MIGUEL EGEA es profesora titular de ramente en su propia vivienda para pa- prestigioso del momento.
Historia del Arte; U.A.M. sar después al palacio de los duques de Dentro del mundo artístico, las expo-

65
siciones constituyeron el vehículo de de Isabel II, a quien siguieron sirviendo
respuesta a los ideales de libertad e en calidad de pintores de Cámara. Tal es
igualdad del siglo XIX. Las Exposiciones el caso de Vicente López, José de Ma-
Nacionales, reglamentadas por Real De- drazo y Juan Antonio de Ribera.
creto de 28 de diciembre de 1853 fir- El valenciano Vicente López (1772-
mado por Isabel II, eran bianuales, aun- 1850) cultivó un amplio abanico de gé-
que las perturbaciones políticas inte- neros pictóricos. Pero sin duda, lo más
rrumpieron más de una vez el ritmo. El destacado de su obra son los retratos,
sistema preveía otorgar para cada una como lo atestigua el hecho de que po-
de las artes premios y medallas de tres saran para sus pinceles los más impor-
categorías –teóricamente de oro, plata y tantes personajes de la sociedad espa-
bronce–, denominadas de 1.ª, 2.ª y 3.ª, así ñola de la primera mitad del siglo. Ex-
como otra de honor, que podía recaer en traordinariamente dotado para el dibu-
un pintor o en un escultor, reservándose jo, sus retratos son minuciosos tanto en
el Estado la adquisición de las obras ga- los detalles y complementos de indu-
lardonadas con la primera medalla. mentaria –encajes, joyas, condecoracio-
La institución de estos certámenes vi- nes, etc.– como en la epidermis de los
no impulsada por un creciente estado de rostros efigiados, cuya reproducción es
opinión muy crítico con el abandono Isabel II y María Cristina revisan las tropas en tan real que llega a reflejar la “última
que sufrían el Arte y los artistas. Esto ve- 1837, durante la Primera Guerra Carlista, en arruga”, hasta el punto, incluso, de en-
nía motivado en buena medida por la un detalle de la obra de Mariano Fortuny. vejecer en exceso a sus modelos.
desaparición del mecenazgo ejercido por Trayectoria semejante a la suya fue la
la Iglesia y la Corona, gracias al cual ha- Sólo una clase social emergente y con seguida por Juan Antonio de Ribera
bía vivido el Arte hasta el advenimiento cierto poder económico, la burguesía, (1779-1860), pintor madrileño que, tras
del romanticismo. La Iglesia, que había empezó a interesarse por la plástica, si iniciarse de manos de Francisco Bayeu,
perdido gran parte de sus bienes por la bien limitaba sus gustos al retrato y a obtuvo una pensión para perfeccionar
desamortización de Mendizábal, se con- cuadros de pequeño formato, costum- sus estudios en París, donde disfrutó du-
forma con mantener el patrimonio que bristas y de paisaje, destinados a deco- rante tres años de las enseñanzas del
le queda y apenas encarga obras nuevas. rar sus hogares. Se incorporaba así un maestro David. Iniciada la Guerra de la
Por su parte, el mecenazgo real, tan ge- nuevo demandante al mercado del Arte, Independencia y fiel a “su” rey Carlos IV,
neroso con Carlos III y Carlos IV, es in- pero sin el suficiente peso como para que abandona Madrid para establecer-
terrumpido por Fernando VII, limitán- cubrir el déficit causado por la Iglesia, se en el palacio Barberini de Roma, Ri-
dose la Corona a mantener a un redu- la Corona y la aristocracia. bera le sigue hasta la capital italiana, don-
cido número de artistas como pintores de nacería su hijo Carlos Luis, así bauti-
de Cámara, siempre los más afamados, El estrellato de la pintura zado en correspondencia a los nombres
y a adquirir algunos cuadros, mayorita- Fue la pintura la más emblemática de las de pila de sus padrinos, los destronados
riamente retratos y de tema histórico. manifestaciones artísticas de la era isa- Carlos y María Luisa, y que al discurrir
En el caso de la aristocracia, también belina y la que mejor refleja el ambien- de los años se convertiría en uno de los
se constató su progresivo abandono co- te y el gusto de la sociedad decimonó- pintores románticos más celebrados de
mo cliente tradicional. La antigua, por- nica. En la génesis del arte romántico la era isabelina. Ya vuelto a la capital,
que acusa la pérdida de influencia y la español fue muy importante el concurso amén de ser nombrado pintor de Cáma-
nueva, porque concentra sus preocupa- desempeñado por algunos pintores que ra, época en la que por encargo pintó
ciones e intereses más en situarse en la estuvieron al servicio de Fernando VII y distintos motivos alegóricos y religiosos,
Corte que en relacionarse con el mer- que alcanzaron su plena madurez artís- así como frescos en los palacios Real y
cado del Arte. tica coincidiendo con el advenimiento de El Pardo de Madrid, y de tomar par-
te activa en la renovación de las ense-
ñanzas pictóricas en 1835 como profesor
El Ateneo de Madrid del “dibujo del natural” de la Real Aca-
demia de San Fernando, sucedió en 1857

E l Ateneo de Madrid nació en 1835, con


la idea de crear un espacio cultural que
fuera, al tiempo, una academia científica, un
muno, la “antesala del Parlamento”, eri-
giéndose en el centro de reunión de los más
destacados hombres de letras y de ciencias.
a José de Madrazo (1781-1859) en la di-
rección del Museo del Prado.
Este último, asimismo de formación
instituto de enseñanza y un círculo literario. En el Ateneo se dieron cita los pensadores y davidiana, también acompañó a Carlos
Se inauguraron secciones de Ciencias Mora- políticos más destacados, como Alcalá Ga- IV en su exilio romano y regresó a Es-
les y Políticas, Ciencias Naturales, Mate- liano, Pacheco, Donoso Cortés, Cánovas y paña con Fernando VII, emprendiendo
máticas y Literatura y Bellas Artes, en las Castelar. Siguiendo el modelo del Ateneo de tareas de gran trascendencia artística co-
que se leían y debatían los temas de actua- Madrid, se fundaron otros en Badajoz, Bar- mo fundador y director, desde 1830, del
lidad. El Ateneo fue, en palabras de Una- celona, Cádiz, La Coruña y León. Real Establecimiento Litográfico donde
bajo su control y supervisión se hicieron

66
EL ARTE DE LOS MODERNOS, ROMANTICISMO
ISABEL II

tiradas de destacadas colecciones de gra-


bados. Culminó su carrera profesional
con el nombramiento en 1850 como pri-
mer pintor de Cámara de Isabel II y, co-
mo ya se ha dicho, director del Prado.
Amén de incuestionables condiciones
innatas, la herencia educativa y la in-
fluencia de su progenitores en el ámbi-
to artístico del momento, propició que
tanto Federico de Madrazo (1815-1894)
como Carlos Luis de Ribera (1815-1891)
se erigieran en los exponentes más pre-
claros de la transición pictórica hacia el
romanticismo.

Dos vidas paralelas


Como en el caso de sus padres, hay un
evidente paralelismo en sus vidas: su lu-
gar y año de nacimiento (Roma, 1815);
su primera formación en la Academía de Origen del escudo del Condado de Barcelona, por Claudio Lorenzale (Barcelona, Real Academia
San Fernando; su colaboración en El Ar- de Bellas Artes de Sant Jordi). La Corona era buena compradora de cuadros de tema histórico.
tista; su estancia en París, donde com-
pletan estudios, y su fugaz adhesión al retratista de mujeres, de las que princi- El culmen de su dedicación a la pintura
nazarenismo, corriente romántica ale- palmente le interesan tanto su fisonomía fue la ejecución, en 1850, de la decora-
mana que influyó en la pintura religio- como el último detalle de su atuendo, ción del techo del Salón de Sesiones de
sa de ambos. acertando a envolver sus figuras con una Congreso de los Diputados, donde se re-
Federico de Madrazo fue el retratista luz misteriosa que contribuye a su em- presenta toda la historia de la legislatura
por excelencia de la era isabelina. Esta- bellecimiento e idealización, sacando lo española y, en un gran medallón central
bleciendo su estudio en Madrid en 1842, mejor de cada una de ellas, pero sin lle- a Isabel II entronizada, coronada por la
por sus pinceles pasó la flor y nata de la gar nunca a perder su parecido. Fama y el Saber y rodeada de los hom-
sociedad madrileña: aristocracia, políti- Carlos Luis de Ribera (1815-1891), bres más ilustres de España.
cos, literatos y artistas. Nombrado en también pintor de Cámara desde 1846, A medio camino entre la tradición de
1857 primer pintor de Cámara, se con- realiza, asimismo, algunos retratos de Isa- la pintura andaluza y el retrato cortesano
virtió en el retratista oficial de Isabel II, bel II y de la familia real. Como profesor es obligado mencionar a dos pintores
de la cual realizó nada menos que vein- de “ambientación y ropaje” de la Aca- muy significativos en el romanticismo isa-
tiocho retratos, además de otros mu- demia de San Fernando fue el maestro belino: Antonio María Esquivel (1806-
chos a distintos miembros de la familia de todos los grandes pintores de historia, 1857) y José Gutiérrez de la Vega (1791-
real. Fue especialmente cotizado como género que cultivó desde su juventud. 1856), ambos sevillanos y afincados en

El “quién es quién” de la cultura isabelina


E l cuadro junto a estas líneas es una obra
inconclusa y sin fechar, de la que sólo
se sabe por una pequeña nota escrita a lápiz,
Romea y Mariano Fernández, algunos de
ellos identificados en el lienzo. Pero la apa-
rición de los actores más relevantes del pa-
extraordinario documento ilustrativo del
teatro romántico isabelino.
A su izquierda en el desplegable y de com-
al dorso y en el bastidor, que “se empezó el norama teatral madrileño de entonces, y no posición similar es Los poetas contemporáneos o
9 de agosto de 1846”. El pintor Antonio sólo de la citada obra, ha llevado a pensar que Reunión de poetas, de 1846, en el que aparecen
María Esquivel (1806-1857) representó al el tema de la representación es la lectura del los mejores escritores del momento, en una
dramaturgo Ventura de la Vega (1807- borrador del decreto de creación de un Tea- colección de 44 personajes, entre los que se
1865) en el centro de la escena del madri- tro Nacional, promovido en 1847 por el con- puede identificar a Ferrer del Río, Hartzen-
leño Teatro del Príncipe, leyendo un texto de de San Luis, entonces ministro de Fo- busch, Juan Nicasio Gallego, Gil y Zárate,
ante numerosos actores. Durante mucho mento, elaborado por el propio Ventura de Cayetano Rosell, Antonio Flores, Bretón de
tiempo se creyó que lo que el pintor repre- la Vega, como comisario regio de Teatros, los Herreros, Patricio de la Escosura, el con-
sentaba era la lectura de la obra más famo- cargo que ocupaba en aquella fecha. El cua- de de Toreno, el duque de Rivas, Martínez de
sa de Ventura de la Vega, El hombre de mun- dro quedó sin terminar –tal como pone la Rosa, Zorrilla, Ventura de la Vega, Julián
do, estrenada en 1845 en dicho teatro por los de manifiesto el carácter simplemente abo- Romea, Manuel José Quintana, Espronceda,
actores Julián Romea, Matilde Díez, Teodora cetado de muchas de las figuras–, cir- Campoamor, Mesonero Romanos y, en el cen-
Lamadrid, Antonio Guzmán, Florencio cunstancia que no le impide constituir un tro, el propio Esquivel.

67
pondientes al costumbrismo madrileño
son amargos y críticos en los temas y
modestos en cuanto a formato. Repre-
sentan, pues, otra visión de la vida po-
pular, tan cercana a veces a lo goyesco
que algunos de sus cultivadores han si-
do tachados de “imitadores” de Goya.
Leonardo Alenza (1807-1845) fue un ex-
traordinario dibujante, si bien son sus
cuadros de temas callejeros los que me-
jor reflejan el ambiente sórdido de la vi-
da madrileña que tanto le gustaba re-
presentar. Por su parte, Eugenio Lucas
(1817-1870) fue a quien más se ha re-
lacionado, e incluso confundido, con
Goya, no tanto por su técnica pictórica
como por la similitud de los temas tra-
tados, especialmente los taurinos.
El paisaje romántico español se mani-
Gitanos bailando en los jardines del Alcázar en el Pabellón de Carlos V, por Alfred Dehodenq, fiesta casi siempre vinculado a un cierto
en 1851 (Col. Carmen Thyssen), una muestra de la mitificación de “lo español”. pintoresquismo, en el que lo humano y
lo arquitectónico son inseparables del
Madrid desde 1831. Los dos aspiraron a en el palacio de San Telmo en 1848, ejer- propio paisaje. El ferrolano Jenaro Pé-
ocupar un puesto relevante en la Corte, ciendo un papel decisivo en el ambien- rez Villaamil (1807-1885) es el más des-
objetivo que sólo Esquivel consiguió, al te cultural de la ciudad. Entre los prime- tacado de los paisajistas románticos y se
ser nombrado pintor de Cámara en 1843. ros costumbristas sevillanos pueden ci- convirtió en el primer catedrático de Pai-
Fuente segura de ingresos fue el re- tarse a Antonio Cabral Bejarano (1788- saje de la Academia de San Fernando.
trato, debido a la demanda que hicieron 1861) y a su paisano José Domínguez Hay que destacar como una de sus gran-
todas las clases sociales. Sin embargo, el Bécquer (1805-1841). Ambos se dedica- des aportaciones la edición de La Espa-
costumbrismo fue el más singular, au- ron a la enseñanza y fueron los inicia- ña Artística y Monumental, realizada en
tóctono y espontáneo de los géneros dores de sagas familiares cuyos miembros París en 1842, un proyecto editorial muy
presentes en el panorama artístico de la llevaron el género a niveles de gran bri- ambicioso, en el que se ofrece una visión
época y, seguramente, el más románti- llantez. De entre los Bécquer, Joaquín de España en la línea de los libros de via-
co de todos. Como su nombre indica, (1817-1879) muestra una gran habilidad je ilustrados, tan de moda por entonces.
trata de reflejar en los lienzos todo lo en la captación luminosa, lo que le lle- La pintura isabelina comprende un
que tiene que ver con la vida popular vó a realizar escenas al aire libre de gran complejo panorama de tendencias, pues
y nuestras costumbres. La exaltación de complejidad, donde se quiere dar la vi- abarca el retrato, la pintura de historia,
lo popular viene motivada por dos cau- sión mas amable de la vida andaluza. el costumbrismo y el paisaje, géneros a
sas: una es debida a la mitificación que veces cultivados simultáneamente por los
se hace de España fuera de nuestras Luces y sombras mismos pintores, según la demanda del
fronteras a través de la oleada de viaje- El más famoso de la dinastía fue sin du- mercado artístico y en el que también
ros románticos que invaden nuestro da Valeriano (1833-1870), hijo de José y la Corona jugó un papel importante, al
país; la otra, por el deseo de exaltar al hermano del poeta Gustavo Adolfo. Sus realizar numerosos encargos y adquisi-
pueblo como principal depositario de grandes dotes de observación le llevaron ciones de obras de arte. Ello nos “des-
unas tradiciones nacionales que se sien- a recoger con sus pinceles tipos popu- cubre“ que las relaciones de Isabel II con
ten amenazadas por la fuerza de las in- lares y paisajes por distintos rincones de el mundo artístico no fueron tan escasas
fluencias extranjeras. No obstante, el la geografía española, para lo cual tuvo y distantes como se suponía. ■
costumbrismo presenta dos tendencias una pensión del Gobierno entre 1865 y
bien diferenciadas: una, amable y fol- 1868. También interesado en el tema po- PARA SABER MÁS
klorista, que se desarrolla en Andalucía, pular, Manuel Rodríguez de Guzmán La exposición (organizada por la Sociedad
y otra, amarga y desgarrada, heredera de (1818-1867) se especializa en la repre- Estatal de Conmemoraciones Culturales y
la tradición goyesca, que florece en el sentación de ferias y fiestas andaluzas, Patrimonio Nacional): Liberalismo y romanticismo
ámbito madrileño. a las que dota de gran vitalidad y ani- en tiempos de Isabel II. Madrid, Museo
Arqueológico Nacional, de 20 de abril a 6 de junio.
El costumbrismo andaluz tuvo un pri- mación. Tuvieron tal éxito sus cuadros ARTOLA, M., La burguesía revolucionaria
mer precedente en Cádiz, pero se culti- que la propia Isabel II le encargó que hi- (1808-1874), Madrid, Alianza-Alfaguara,
vó con fuerza en Sevilla coincidiendo con ciera otros con fiestas de distintos luga- 1990.
ESPADAS BURGOS, M., Militares y paisanos en el
el gran desarrollo que adquirió la ciudad res de España.
Madrid de Isabel II, Santander, Universidad de
a mitad de siglo y con la presencia de los Sin la alegría argumental y cromática Cantabria, 1999.
duques de Montpensier, que se instalan de los cuadros andaluces, los corres- RUEDA, G., Isabel II, Madrid, Arlanza, 2001.

68

S-ar putea să vă placă și