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Neoliberalismo

El neoliberalismo es una corriente económica y política capitalista,


inspirada y a la que se atribuye en ocasiones el resurgimiento de ideas
asociadas al liberalismo clásico (laissez faire) o primer liberalismo desde
las décadas de 1970 y 1980, aunque existe información que data la
aparición del término desde la década de 1930 con el significado de un
liberalismo clásico reformado y amigable con algún nivel limitado de
intervencionismo.123 El término neoliberalismo en el presente suele ser
asociado con políticas que implican apoyar una amplia liberalización de la
economía, el libre comercio en general, grandes reducciones del gasto
público y de impuestos así como disminución de la intervención del
Estado en la sociedad y economía en favor del sector privado conformado
principalmente por consumidores y empresarios, estos últimos quienes
podrían pasar a desempeñar roles que en determinados países asume y
financia el Estado con impuestos del contribuyente.

El neoliberalismo en el Perú

El neoliberalismo, hoy el fundamento del sentido común sobre la sociedad y la


criatura humana, surge como nueva política en 1975 en Chile, bajo el auspicio
de la dictadura del general Pinochet. Hacia fines de la década de 1970, se
convierte en una marea que alcanza a todos los rincones del mundo con el
liderazgo de los gobiernos de Margaret Thatcher en Reino Unido y de Ronald
Reagan en Estados Unidos. Las consignas del movimiento son simples, pero
categóricas: desregular la economía, liberar los mercados, flexibilizar la
contratación de mano de obra. El resultado en los países desarrollados ha sido
un estancamiento de las remuneraciones y una insólita concentración de la
propiedad y el ingreso.

Esta situación ha motivado la aparición de enormes excedentes que buscan ser


colocados rentablemente. Y, mientras tanto, en muchos países subdesarrollados
se ha asistido a un significativo crecimiento de las exportaciones, el producto y el
ingreso promedio.

Se sigue pensando, sobre todo en la izquierda, que el neoliberalismo es una


conjura de los ricos contra el Estado de bienestar y la fuerza de los trabajadores.
No obstante, esta es una idea equivocada, pues el neoliberalismo surge como
única forma de renovar el crecimiento económico en la época de la llamada
estanflación. Es decir, una situación que mezcla el estancamiento económico
con la inflación.

A mediados de la década de 1970, las políticas de estímulo de la demanda y de


bajos intereses ya no llevan a una mayor producción, tal como lo predecía la
‘doxa’ keynesiana. En el fondo, el pacto social que, bajo la inspiración de la
socialdemocracia, fundamentaba el Estado de bienestar había sido subvertido.

Los impuestos eran demasiado altos y muchos sindicatos lograban aumentos


salariales que desbordaban el incremento de la productividad, a la vez que
erosionaban la moral del trabajo. Entonces, la inversión disminuye y la crisis no
parece acabar.

El neoliberalismo implica una ruptura muy profunda con el liberalismo tradicional.


La criatura humana es definida de una manera diferente, pues ahora recibe un
mandato que la enfila hacia el éxito en la competencia como el verdadero fin de
la vida.

Entonces, este éxito nos levanta la “autoestima”, esa suerte de regalo que cada
uno se brinda en función de los (de)méritos que acumula en una “carrera”. La
sociedad toma nota de nuestros triunfos y fracasos, de manera que nuestro valor
social sube o baja.

En la época liberal no había tanta compulsividad y cada uno tenía más


autonomía para fijarse sus metas, pero ahora nos vemos como agentes de un
prestigio que tenemos que aumentar.

En el Perú el liberalismo fue siempre débil. La ideas de igualdad de derechos


para todos y de autonomía para escoger las propias creencias no arraigaron,
pues aquí la imposición del abuso y la intolerancia con lo diferente eran prácticas
coloniales que se reproducían sin ser cuestionadas.
Entonces, la oposición a la injusticia tenía que tomar caminos antiliberales. El
radicalismo apareció como la única opción de cambio. En su versión aprista y
comunista. En todo caso no llegó a asentarse un liberalismo nacional, que
lograra exterminar el gamonalismo racista.

Las políticas populistas fueron el equivalente peruano del Estado de bienestar


europeo. Aumento de remuneraciones y del gasto fiscal y, por otro lado,
congelamiento de precios y de tipo de cambio.

En el caso del primer gobierno de Alan García (1985-1990), el crecimiento duró


menos de dos años. La opinión pública estaba preparada para la vigorosa
prédica neoliberal de Hernando de Soto. Los migrantes habían realizado una
hazaña gigantesca.

Gracias a su espíritu de trabajo y su iniciativa, lograron producir una cuantiosa


riqueza, una nueva ciudad disparada al progreso. Y esta prédica tuvo fortuna,
pues cada vez más gente se reconoció en este retrato como individuos
creadores, capaces de vencer enormes obstáculos.

Hoy en día el sentido común está dominado por los mandatos del
neoliberalismo. Ningún candidato propone algo sustancialmente diferente. No se
discute el modelo, al menos abiertamente.

¿Por qué el liberalismo no se consolidó como sentido común? ¿Y es posible un


neoliberalismo sólido allí donde la base liberal es tan débil? No es gratuito que el
neoliberalismo haya llegado al poder en medio del autoritarismo y la corrupción
del régimen de Alberto Fujimori. El neolliberalismo no se ha articulado con los
valores liberales y democráticos. Y esta es la única forma en que puede
perdurar.

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