Es indudable que en la sucesión de generaciones literarias argentinas hay una nueva
presencia que se manifiesta alrededor de 1940. ¿Arranca ahí, realmente, esta nueva generación? Aunque se han lanzado ya varios nombres y fechas […] creo que puede defenderse con apoyos más sólidos –como veremos- aquel que se repite quizás con mayor insistencia y que habla de una “Generación de 1940”. En lo que corresponde ponerse de acuerdo es en los alcances y particularidades de esta etapa literaria […] La verdad que aquí –con más razón que en oros productos espirituales- puede decirse que los árboles no dejan ver el bosque. Abundancia, proximidad y también -¿por qué no decirlo?- imprecisión desorientadora. El encadenamiento y predominio de las generaciones requiere […] cierta cercanía […] Pero no demasiada cercanía. Alguna perspectiva hace falta, sobre todo cundo el enfoque pretende realizarse dentro de bases severas y sin concesiones sospechosas […] Volvamos por el nombre de “Generación de 1940”. Más que en el nombre de revistas o grupos de relativa extensión o restringido eco, creo que el nombre se apoya en la trascendencia nacional de dos concursos abiertos en esos años: me refiero al “Martín Fierro”, de poesía (1940, 1941 y 19421), y el “Ricardo Güiraldes”, de prosa novelesca (1941) con su secuela. Además, las selecciones del “Concurso Latinoamericano” (y aún puede agregarse el concurso de “obras en prosa, no de ficción”, auspiciado en 1942). Naturalmente, lo que estos concursos hicieron –concursos de autores “nuevos”- fue dar letra de molde, difusión y consagración a un estado espiritual que latía en la Argentina. Las instituciones patrocinantes y los jurados realzaban la categoría de los concursos. Prueba evidente de su bondad es el hecho de que los vencedores y sus obras quedaron –en general- como buenos representantes de esta generación. Con esto, amplío también la unilateral concepción de una “Generación del 40” esencialmente lírica y se rescata para ella un valioso grupo de prosistas (novela, cuento, ensayo), respaldado por nombres que comienzan a producir o alcana madurez alrededor de 1940 o poco después. Se sostiene el primero con poetas como Molina, Granata, Wilcock, Chouhy Aguirre, Ramponi, Barbieri, y con revistas como Canto, Huella, Verde memoria. Dentro de las revistas poéticas, hoy se repara –sobre todo- en el papel augurador que tuvieron los dos únicos números dela revista Canto (N° 1, Buenos Aires, junio de 1940; N° 2, Buenos Aires, agosto de 1940) dirigida por Miguel Ángel Gómez, Julio Marsagot y Eduardo Calamaro. Reconozcamos en ella un nítido valor generacional, y tanto en los poetas líricos que abarca como en los dibujos de Enrique Molina […] Cito, en el segundo grupo, a Anderson Imbert, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Verbitsky, Juan Carlos Onetti, Bianco, Sylvina Bullrich Palenque, Sábato 2. Esto, con la salvedad de la buena prosa de escritores más reconocibles a través de una inicial obra en verso […]. Escritores nacidos entre 1910 y 1920, con mayor propiedad, hacia esta última fecha. (De nuevo, las excepciones –no muy pronunciadas- tampoco alteran el cuadro) 3. Hecha esta salvedad, es válido ahora trazar algunas líneas caracterizadoras –las más elementales- que pueden separarse para distinguir esta generación. En un cada vez más estrecho contacto universal, llegan hasta las letras argentinas inquietudes y temblores universales. La Segunda Guerra Mundial –después de la Guerra Civil española- repercute hondamente. A pesar de alguna voz retrasada (como ciertos vanguardismo anacrónicos) o a trasmano, la literatura de estos últimos años señala un volver a formas más transparentes y amplias, dentro de 1 Luis Emilio Soto destacó la importancia del primer concurso (Consideraciones al margen del Premio “Martín Fierro”, en Argentina libre, Buenos Aires, 25 de abril de 1940. Una buena crónica de la joven lírica de esos años (firme alborear, quizás después oscurecido) en César Fernández Moreno, Informes sobre la nueva poesía argentina, en Nosotros, segunda época, Buenos Aires, 1943, VIII, 91, pp. 71-93. 2 Con predominio de la prosa, y fuera del cauce que para escritores de esta generación significan revistas que vienen de atrás (sobre todo, Sur), hay que nombrar a revistas como Correo Literario, Cabalgata y Realidad, menos ceñida, sí, que las esencialmente líricas, a la generación propiamente dicha. 3 Barbieri, por ejemplo, nacido en 1903. las cuales cabe, por supuesto, la ora o el mensaje de contenido social. “Poesía del hombre entero” podemos también decir aquí, recordando lo que dijo Laín Entralgo de la lírica española más reciente. En la lírica notamos predomino y ahondamiento de estados emocionales, hilo vertebrador con desprendimiento o negación de la anécdota, apartamiento del goce puro de la metáfora… libertad del verso4. “Queremos para nuestro país –escribieron los directores de Canto5- una poética que recoja su aliento, su signo geográfico y espiritual. Una poesía adentrada en el corazón del hombre, bien ceñida a su alma”. En la novela, intento de ahondar en caracteres singulares, con vaivén que va del juego específicamente lírico hasta el toque realista –no exagerado- y la intención social. Dentro del teatro, el intento de afinación se centra, sobre todo en los teatros independientes, aunque la aparición de “autores” argentinos demora. Hay, evidentemente, diferencias notorias con las formas iniciales o extremas del Vanguardismo. Pero menos diferencias de lo que comúnmente se piensa, con sedimentaciones de la generación anterior. Aún más: hay cierta continuidad fructífera –magisterios, hallazgos, caracteres- con la Generación de 1924. (En el magisterio apuntemos nombres como los de Borges, Molinari, Marechal, Güiraldes, sobre todo Borges […] Aunque lentos y aislados, vale la pena reparar en los núcleos provinciales, más vigorosos y valiosos en relación a pasadas épocas (Cuyo, Tucumán, Córdoba, Litoral). Si no tienen importancia trascendental, interesan como testimonios de un nuevo momento y como reacción contra el predominio absorbente de Buenos Aires. Finalmente, un conjunto de obras para sostener con la letra más nítida la presencia de esta generación. De nuevo, fortaleza y fragilidad de la cercanía, aunque el rigor nos aconseja citar estas:
- 1940 Bioy Casares La invención de Morel
- 1940 Wilcock Libro de poemas y canciones - 1941 Molina Las cosas y el delirio - 1941 Onetti Tierra de nadie - 1941 Verbitsky Es difícil empezar a vivir - 1942 Barbieri La columna y el viento - 1942 Ramponi Piedra infinita - 1943 Granata Umbral de tierra - 1943 Bianco Las ratas - 1943 E. Castro Los isleros - 1944 S. Bullrich La tercera versión - 1945 Barbieri El río distante - 1946 Anderson Imbert Las pruebas del caos - 1947 Chouhy Aguirre Los días perdidos - 1948 S. Ocampo Autobiografía de Irene - 1948 Sábato El túnel - 1951 Gorostiza El puente
(extraído de: CARILLA, Emilio (1954), Literatura argentina 1800-1950; Esquema
generacional. Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras)
4 “Generación neorromántica” la ha llamado César Fernández Moreno al referirse concretamente a la lírica
(ver La cuestión de las generaciones, en El 40, Buenos Aires, 1952, N° 3, p. 56). 5 Ver Canto, Buenos Aires, N° 1, junio de 1940.