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la economía no solamente recibe energía y materias primas del medio ambiente, también

influencia en el medio ambiente generando residuos y cambiando de comportamiento. Por


ejemplo, los seres humanos amplían las fronteras, usan química en la agricultura y cambian el
medio con carreteras, vías de tren, líneas de electricidad y redes de comunicación. En otras
palabras, la economía y medio ambiente están relacionadas íntimamente. Muchos problemas
con el impacto ambiental pueden ser resueltos reconociendo los ciclos geológico-ambientales
naturales, el medio de obtener provechosamente materiales y devolver materiales a ellos sin
acumular desperdicios.

Un buen sistema, sea un ecosistema o la economía, usa todos sus subproductos para mejorar
su eficiencia. Siempre que existe un subproducto en un ecosistema, algún organismo puede
utilizarlo. Entre la gran diversidad de organismos que son parte de las especies de la Tierra,
existen algunos que pueden usar y beneficiarse de prácticamente cualquier producto. Por
ejemplo, existe una gran cantidad de ecosistemas especiales, formados en fuentes termales y
drenajes de agua caliente de plantas nucleares.

De forma similar, una economía que no usa los subproductos para propósitos útiles, es
menos eficiente pues deja de aprovechar los beneficios económicos que podrían derivarse de
la venta de los subproductos beneficiados. Por ejemplo, el poner la basura en depósitos y
aterros sanitarios, es una práctica pobre. Reciclando vidrio, plástico, madera, metales, etc.
dentro de la economía, se pueden disminuir costos de reposición de estos artículos, y los
costos de procesamiento y almacenamiento.

Los subproductos que no son fácilmente reutilizables, deben devolverse al ciclo ambiental de
forma que se beneficie a la biosfera. Un ejemplo de eso es el tratamiento y reciclaje de aguas
servidas; el agua se conserva, se estimula el crecimiento de árboles y vida salvaje, y se reduce
el coste de tratamiento.

Los residuos no utilizados son contaminación, mientras que los subproductos que son
reutilizados o reciclados son beneficios.

Claro que, cabría añadir que el proceso de reciclaje, supone una contribución positiva a la
economía, siempre y cuando el subproducto a reciclar no contenga resíduos químicos tóxicos,
ya que entonces necesitarían de un tratamiento especialmente caro, para eliminarlos, y de ese
modo, evitar la nefasta cotaminación que se produciría al reciclar esos subproductos
contaminados químicamente, en el medio.
Este reduccionismo económico se agrava, incluso, porque desde un punto de vista
estrictamente económico, el mercado está lejos de realizar lo que se supone que es su
principal virtud: asignar los recursos eficientemente. En la primera página de cualquier libro
básico de economía capitalista se enuncian las condiciones necesarias para que el mercado
cumpla esa función: que exista suficiente competencia para que ni compradores ni vendedores
puedan influir sobre el precio, que exista suficiente información sobre precio y calidad de los
productos para que los agentes tomen decisiones razonables. Pero lo que también está en esa
primera página es que las decisiones que se tomen en el mercado sólo afecten a los que
participan en una compra-venta. Sin embargo, las consecuencias de muchas actividades
económicas no se limitan tan sólo sobre aquellos que deciden realizarlas, sino que afectan a
terceros, y estas consecuencias reciben el nombre de externalidades. Los impactos
ambientales de una economía son uno de los ejemplos más claros de externalidades: nuestra
contaminación que afecta a terceros que ni emiten gases porque no tienen coche, ni venden,
ni consumen; agotamiento de recursos por nuestro derroche que afectará a las generaciones
futuras que no tendrán estos recursos, etc. La práctica totalidad de los impactos ambientales
significan un coste –explícito o no– al que el conjunto de la sociedad tiene que hacer frente sin
que le corresponda, puesto que tiene responsables concretos. Hablando en términos
estrictamente económicos, luchar contra estas externalidades es una exigencia esencial para
que el mercado asigne de manera eficiente los recursos. Hablando en términos ambientales,
entender el porqué de estas externalidades y tratar de minimizarlas es sinónimo de resolver
los problemas ecológicos que causan, y las consecuencias sociales y de todo orden que llevan
apareadas.

Estas restricciones ilustran que lejos está el modelo económico actual de funcionar de forma
sostenible. El crecimiento permanente esta divorciado de la naturaleza. La lógica del sistema
económico ha creado gran parte de los problemas ambientales que tenemos planteados, por
lo tanto, también sus soluciones tienen que ser producto de cambios en el mismo. Hace falta
recuperar una economía, que persigue la gestión sabia y eficaz de los recursos. Solo en este
nuevo contexto, los objetivos económicos dejarán de diferir de los objetivos sociales y
ambientales comunes.

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