Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Es una de las manifestaciones culturales transmitidas a través de la palabra, como la leyenda, el romance y otros
ejemplos de la literatura oral.
*y
Esto es, verdad irrefutable de origen ancestral y corroborada por la experiencia de numerosas generaciones que la han
puesto constantemente a prueba.
El emisor lo usa a modo de reafirmación de lo expresado con el objetivo de convencer a su interlocutor, algo que es
posible gracias a ese valor de argumento inapelable que se deposita en él, como acabamos de ver,
Hay un tipo de paremias que son metafóricas, esto es, refieren ideas abstractas a partir de términos y conceptos concretos
que son tomados de la vida cotidiana, de lo más conocido por la comunidad para la cual son creadas con el fin de facultar su
rápida identificación y comprensión (Cfr. Marsá, 1972). Otros refranes tienen una significación literal, pero no dejan por ello
de referirse a aspectos que son familiares a aquellos que están destinados a usarlos. Por esta razón, y por el hecho de que las
construcciones gnómicas se heredan de generación en generación tal cual fueron pergeñadas -salvando naturalmente las
deformaciones que trae consigo la transmisión oral-, es lógico que podamos encontrar fosilizados _rasgos de cómo vivieron
nuestros antepasados.
En primer lugar, vamos a examinar dos personajes cuya existencia cobra vida gracias a la labor
de la ramera, a saber, el rufián (hoy llamado macarra) y la/el alcahueta/e.
Los refranes nos dicen que el rufián era compañero inseparable de la prostituta, es decir, que no
había puta que ejerciera como tal sin la protección de un varón, el cual se ocupaba de buscar clientes -
labor que compartía con la/el alcahueta/e- y hacía las veces de patrón, puesto que la ramera le pagaba
una parte de lo que ella cobraba gracias a su oficio. Naturalmente las ganancias del rufián iban en
Cfr. k tercera parte del libro, "La societé a travers le Vocabulario de refranes de Correas", pp, 181-285, al igual-que
los apéndices I y II donde se recogen las paremias estudiadas, clasificadas por temas: la realeza, la nobleza, el clero, los
hombres de leyes, la policía, el ejército, la Inquisición, el alcalde, el médico, el estudiante, la mujer, los judíos, los moros, la
servidumbre, el artesano, el comerciante, el transportista, el campesino, el desclasado, así como los conflictos sociales entre
unos y otros.
El corpus estaba constituido por casi 11.000 entradas que habían sido extraídas de una veintena de colecciones
paremiológicas de todos los tiempos (desde la de Eteanor O 'Kane -1959- sobre el Medioevo basta el magno refranero ideológico
de Martínez Kleiser -1982-).
El mundo de la prostitución en el Refranero español 247
consonancia con las obtenidas por la fornicaria, de modo que, en épocas de vacas flajas, este individuo
veía sustancialmente mermada su función, llegando incluso a la inactividad total y a la consecuente
falta de sustento; en este sentido son divertidas las paremias que dicen que cuando la prostituta hila
(labor sólo realizada por ella en tiempo de poco o nulo trabajo, como, por ejemplo, durante la
Cuaresma) el rufián devana.
Este personaje surgía siempre al amparo de una mujer que ya se encontraba en la prostitución -sin
especificarse si profesionalizada o sin profesionalizar todavía-, y su aparición en escena era tanto más
rápida cuantas más cualidades para ejercerla presentaba la candidata a ser protegida: los refranes hablan
del grado de belleza de la ramera como reclamo no sólo del cliente, sino también del propio rufián.
La relación que mantenía con la puta no era sólo profesional, también era sexual -no se concreta
nada sobre si entre ellos existían o no lazos afectivos-.
Los mayores enemigos del rufián eran el criado (porque éste podía programar sin su mediación
los encuentros entre su amo y la ramera, facilitando así que las daifas no vieran la necesidad de
buscarse un representante y protector) y la manceba (ya que su sola existencia disminuía la demanda
de prostitutas, y eso perjudicaba, sin duda, la vida regalada del rufián).
De él dicen los refranes que no hay que tomar en serio sus bravatas, y que es falso y traicionero.
Lo equiparan a otros dos personajes que también son duramente criticados por las paremias: el fraile
y el escudero.
Sobre la alcahuetería, son más frecuentes las fórmulas gnómicas dedicadas a la mujer que realiza
esta actividad que al varón que se ocupa de estos menesteres. Esto nos indica, sin lugar a dudas, que
esta labor era más propia del sexo femenino que del masculino; no en vano las alcahuetas solían ser -
como también queda firmemente constatado en el refranero- viejas prostitutas que, al perder los
atractivos que les permitían conseguir clientes, se ganaban la vida amparando a rameras jóvenes, en
especial las inexpertas o primerizas7. Los varones que hacían las veces de intermediarios en las
relaciones amorosas -más bien habría que decir tratos sexuales-, salvando al rufián, eran sobre todo
los criados, como acabamos de ver. Recordemos por un momento los personajes de La Celestina*'.
El vínculo que unía a la alcahueta con la prostituta era, de cara a la sociedad, un vínculo de
sangre, esto es, la medianera se hacía pasar por madre o tía de la puta. No se olvide que la
prostitución era perseguida por la ley y había de ser disimulada de cualquier modo, cosa difícil si la
fornicaria vivía sola, sobre todo siendo joven: la existencia de una señora mayor acompañándola,
pretendidamente de su familia, confería respetabilidad a la muchacha soltera y la alejaba de las
sospechas de ramera o, como mínimo, de ligera de cascos si se veía que con frecuencia entraban
varones en su casa, porque se daría por supuesto que la anciana velaría por la preservación de la virtud
de la joven.
Imagino que la decantación por el grado de filiación directo o indirecto, es decir, por madre o tía,
vendría condicionada por la diferencia de edad entre la puta y la alcahueta9.
Se dice de esta última que es una embaucadora en sus tratos; que utiliza artimañas para ocultar sus
verdaderos propósitos cuando intenta prostituir a una muchacha o seducirla para entregársela al que
la ha contratado; que está próxima a la hechicería, pues se sirve de conjuros, ensalmos, bebedizos,
sortilegios. También se la acusa de ser chismosa, algo de entrada sorprendente porque lo lógico sería
De todas las paremias recogidas y analizadas, sólo una asegura que la alcahueta no es imprescindible para ejercer la
prostitución: cuando la ramera ya tiene la suficiente experiencia (Puta hecha, no necesita alcahueta -sacado de Martínez (1982:
refrán 53.879)-). Alonso (1979: 18) También detecta la existencia de fornicarias independientes.
H * . . .
Es interesante destacar que el uso genérico del antropómmo Celestina también aparece documentado en los refranes,
]o que demuestra la popularidad del mismo (La casa de Celestina, lodos la saben y nadie la atina-recordó en Martínez (1982:
refrán 12.630) y Montólo (1911:1, 161); la fuente es Correas (1627) en ambos casos-; Creer en Dios y en Sania María, y no
en hechizos de la madre Celestina -recogido en Martínez (1982: refrán 24.478).
Idénticas relaciones de parentesco falsas se establecían entre las prostitutas que se encontraban bajo la protección de la
misma medianera, pues solían presentarse como primas.
248 Ma Angeles Calero Fernández
que llevara en secreto sus tejemanejes para no verse perjudicada ni económica ni legalmente (con la
justicia, quiero decir); deduzco, pues, que sus chismes irían destinados a desacreditar a otras mujeres
que pudieran competir con sus protegidas -asalariadas o a otros varones que pudieran hacer sombra al
que la pagaba para conseguir los favores de su enamorada.
Hay que destacar aquí -como se puede inferir de los últimos comentarios- que las paremias no sólo
constatan la existencia de alcahuetas dedicadas a proporcionar clientes a las rameras, sino también la
presencia en la sociedad española de un tipo de mujeres que se ocupaban de poner en contacto a
miembros de ambos sexos, tanto para entablar relaciones amorosas esporádicas como para concertar
matrimonios (en especial, para conseguir marido, lo cual indica que eran las doncellas casaderas las
que más reclamaban sus servicios)10.
Para ambas actividades, la medianera se veía obligada a estar siempre en la calle y a trotar de un
lado para otro. Los lugares en los que las mujeres acostumbraban o tenían oportunidad de entrar en
contacto con las alcahuetas eran, a tenor de las paremias, las fiestas y las antiguas tahonas; aunque
puede interpretarse como que ésta era una de las pocas oportunidades que tenían de conocerse ambos
sexos y, por consiguiente, el posible inicio de una relación en la que la celestina jugaría un papel
crucial.
En esta labor de unir a varones y mujeres sin que intermediara prostitución, esto es, para entablar
relaciones que pudieran acabar en matrimonio o para concertar citas amorosas extramatrimoniales pero
no por ello de carácter comercial, parece ser que también participaban, respectivamente, las viejas y
las criadas.
Sobre la efectividad o fracaso de su intervención encontramos opiniones diversas, desde el refrán
que bendice a la alcahueta por haber conseguido a la persona amada o deseada, hasta el que aconseja
no fiarse de sus palabras porque Prometen marido, y quitan vestido.
Volviendo a la medianera que se mueve en el mundo del hampa, hay que destacar el profundo des-
precio que hacia ella rezuma el refranero. Se dice que era preferible ser puta a ser alcahueta, pero el
castigo público que recibían ambas era el mismo11. Se ridiculiza su beatería al llegar a la ancianidad,
después de haber dedicado toda su vida a saltarse a la torera o a hacer saltar el sexto mandamiento:
los refranes son incrédulos ante el acto de contrición de la fornicaria -tercera, seguramente porque se
sospechaba que estaba determinado no tanto por el deseo de arrepentirse como por la imposibilidad
de seguir ejerciendo en la prostitución o en la alcahuetería.
Pasemos ya a la figura principal del mundo de la prostitución: la ramera.
El refranero no deja lugar a dudas sobre la abundancia de las putas: se dice que se encuentran en
todas las familias, en todos los lugares habitados, en todas las reuniones festivas; que andan a pares
y que nunca faltan cuando se requiere sus servicios.
Hay numerosas fórmulas gnómicas que especifican en qué zona geográfica concreta podíamos
toparnos con más mujeres públicas. Este conjunto de refranes, más que darnos información verídica,
son clara expresión de la enemistad entre los pueblos -especialmente si son vecinos- como resultado
de envidias, competitividad, antagonismos-o rencillas. El prestigio sapiencial que poseen las paremias
las convierte en un vehículo idóneo para descargar diatribas y desacreditar a individuos o grupos
humanos. Precisamente en la sociedad tradicional española, como en todas las comunidades
mediterráneas, el insulto más grave era poner en cuestionamiento el honor familiar, y éste recaía sobre
Nuestra sociedad, hija de las tradiciones grecorromana, judeo-cristiana y árabe, ha establecido tradicionalmente una
separación tajante entre los sexos desde que los individuos llegan a la pubertad. La exigencia de que la mujer se mantenga
virgen antes del matrimonio y de que permanezca fiel una vez se haya casado -incluso después de la muerte del marido-
conduce a la reclusión del sexo femenino entre las paredes del hogar y a la reducción de sus salidas fuera de él.
Según explica Bastús (1862: 203), el castigo destinado a las alcahuetas y a las prostitutas consistía en raparles la cabeza,
desnudarlas de medio cuerpo arriba, untarlas con miel y cubrirlas de plumas; luego se las montaba de espaldas en un asno,
siendo paseadas por los espacios más frecuentados del lugar donde el pregonero anunciaba la razón por la que habían sido
emplumadas; seguidamente eran expulsadas del pueblo, o bien eran encarceladas. En algunos casos se les ponía una gran coraza
de papel en la cabeza o se les pintaba o colgaba ciertas inscripciones u objetos cuyo significado era bien conocido por todos
y aludía a la moral pública.
El mundo de la prostitución en el Refranero español 249
la valentía de sus varones y sobre la castidad de sus mujeres (léase virginidad de las solteras y fidelidad
de las casadas); por ello mismo, y extendiéndolo a las poblaciones, acusar de putas a las mujeres y de
cornudos a los varones era un método contundente de poner en entredicho y avergonzar -justificada
o injustificadamente- a un pueblo o aldea concretos.
Sobre la procedencia social de la fornicaria, el refranero anuncia que eran las familias pudientes
las que alimentaban la putería. Es difícil hallar una explicación a este aserto difundido por el material
paremiológico. Sabemos, por los trabajos de Alonso (1977 y 1979), que existía una clara jerarquía en
el mundo de la prostitución, esto es, que había rameras de diferentes rangos según lo adinerado de su
clientela y de si eran independientes o trabajaban en un burdel; pero no se especifica nada sobre el
origen social de cada una de ellas. Es de suponer que las que se movían en ambientes ricos debían,
por lo general, de haber salido de estos mismos ambientes; pero asegurar que No hay esclavo cobarde,
ni pma de ruin linaje es llevar las cosas demasiado lejos. Sin duda hubo prostitutas salidas de las
clases humildes, como lo atestiguan la literatura, los documentos notariales y la propia historia de la
putería; es más, lo probable sería que fuera precisamente de los estratos sociales bajos de donde
surgiera la mayor parte de las mujeres públicas, sobre todo en épocas de escasez o ante el desamparo
familiar, pues era una de las formas de obtener sustento para las mujeres desposeídas y analfabetas.
Tal vez hemos de vislumbrar en este tipo de refranes el brillo del odio que el pueblo llano español
sentía por la nobleza, fruto de innumerables abusos cometidos por ella (Cfr. Combet, 1971: 185-195
y 343-348): decir que las putas procedían de las clases altas era tachar a éstas de falta de decoro, de
alentar en sus mujeres la indecencia, el pecado, la promiscuidad, por consiguiente era insultar a los
poderosos.
También se dice que la ramera se hace, especialmente si ha visto el ejercicio de esta actividad en
su propia madre. Ésta puede ser una de las razones por las que una mujer caía en el mundo de la
prostitución, pero el refranero plantea, además, otras. En primer lugar, la golosinería: las mujeres
galgas, a cualquier edad, en su afán de obtener aquellos alimentos que eran de su apetencia, podían
llegar a vender su cuerpo, ya que sus caprichos continuos costaban dinero. Esto es extrapolable a
cualquier otra inclinación desmesurada por poseer algo.
En segundo lugar, la inocencia y la credulidad podían llevar al sexo femenino a caer en las redes
de la putería: una idea determinada de las relaciones amorosas, contraria a la establecida socialmente
pero alimentada por la literatura y por el embaucamiento de alcahuetas y donjuanes, nacía de algunas
muchachas campo de cultivo para la pérdida de la virginidad, lo que suponía, una vez abandonadas,
el rechazo como futuras esposas y la falta de recursos para subsistir; el paso siguiente era la
prostitución.
Otro motivo que podía impulsar a una mujer a mantener relaciones sexuales con diversos varones -
imagino que no sólo profesionalmente, esto es, no sólo con comercio- era la venganza: aquella que
sospechaba de la infidelidad del marido podía acabar pagándole con la misma moneda.
Por lo que se refiere a la clientela de la prostituta, las paremias sólo dejan constancia de dos tipos:
los estudiantes y los nobles. Los primeros, firmes usuarios de sus servicios, atraían a las rameras a las
ciudades en las que se encontraba una universidad de reconocido prestigio -tal vez porque allí fueran
a parar los más adinerados- y durante el año académico; Salamanca y Alcalá son las mencionadas. La
fecha que anunciaba la llegada masiva de putas a la ciudad era el 18 de octubre, San Lucas -según
parece, el inicio del año escolar por aquel entonces-, por lo que se llegó a decir que éste era el patrón
de la mancebía.
Sobre su relación con las clases dirigentes, el pueblo recuerda, a través del refranero, que no deja
de ser ramera aquella que comparte el lecho con un rey si no existe entre ellos un vínculo matrimonial
(seguramente estas fórmulas gnómicas hacen referencia al síndrome del piojo revestido).
Mi análisis se detiene aquí. Otros temas que podrían ser tratados sobre el mundo de la prostitución
tal y como aparece reflejado en las paremias son el lugar del ejercicio de este oficio, los métodos
usados por la ramera, su apariencia externa, su condición moral, su valoración social, el perjuicio o
beneficio que supone para los varones, así como la amistad, el amor, el matrimonio, la maternidad y
la vejez de la puta. El refranero sigue siendo una fuente inagotable de la que puede beberse en
cualquier momento, e invito al que lee a que lo haga.
250 Ma Ángeles Calero Fernández
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ALONSO HERNÁNDEZ, J. L. (1977): Léxico del marginalismo del Siglo de Oro. Salamanca:
Universidad de Salamanca.
ALONSO HERNÁNDEZ, J. L. (1979): El lenguaje de los maleantes españoles de los siglos XVIy
XVII: La gemianía (Introducción al estudio del marginalismo). Salamanca: Universidad de
Salamanca.
BASTÚS, J.(1862): La sabiduría de las naciones o los evangelios abreviados (primera serie).
Barcelona: Librería Salvador Mañero.
CALERO FERNÁNDEZ, M a Á. (1990): "Toledo y sus gentes a la luz de los refranes (ensayo
etnolingüístico", tu Simposio "Toledo Romántico". Toledo: Colegio Universitario, pp. 133-150.
CALERO FERNÁNDEZ, Ma Á. (1991): La imagen de la mujer a través de la tradiciónparemiológi-
ca española (lengua y cultura). Barcelona: PUB, Tesis doctoral en microfíchas.
CALERO FERNÁNDEZ, Ma Á. (1992): "Nombres parlantes femeninos en la onomástica
paremiológica española", en Actas del U Congreso Internacional de Historia de la Lengua
Española, vol. H. Madrid: Pabellón de España, pp. 907-917.
CARO BAROJA, J. (1968): "Honor y vergüenza: Examen histórico de varios conflictos", en J.G,
Peristany, El concepto del honor en la sociedad mediterránea. Barcelona: Labor, pp. 77-126.
COMBET, L. (1971): Recherches sur le Refranero castillan. París: Les Belles Lettres.
CORREAS, G. (1627): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, que el autor dejó manuscrita.
Conoce varias ediciones: de la Real Academia Española, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas
y Museos, 1924 (reeditada ésta por Víctor Infantes en Madrid, Visor Libros, 1992); y la de Louis
Combet, Bordeaux, Instituí d'Études Ibériques et Ibéro-Américaines de l'Université de Bordeaux,
1967.
FORGAS BERDET, E. (1982): Reconstrucción paremiológica de cultura material. Los ciclos del pan
y del vino en las paremias hispanas, Tesis doctoral inédita, Universidad de Barcelona.
GARCÍA MESEGUER, A. (1984): Lenguajey discriminación sexual. Barcelona: Montesinos (19771).
GOYTISOLO, J. (1977): "Los refranes de la tribu", Triunfo 730, pp. 32-33. También recogido con
el título "Condición femenina. Los refranes de la tribu" en Libertad, Libertad, Libertad.
Barcelona: Anagrama, 1978, pp. 143-144.
JARA ORTEGA, J. (1953): Más de 2.500 refranes relativos a la mujer (soltera, casada, viuda y
suegra). Madrid: Instituto Editorial Reus.
MARSÁ GÓMEZ, F. (1972): "Catálisis cultural en procesos semánticos", Ethnica 3, pp. 86-98.
MARTÍNEZ KLFJSER, L. (1982): Refranero General Ideológico Español. Madrid: Hernando (19531).
MONTOTO RAUTENSTRAUCH, L. (1911): Personajes, personas y personillas que corren por las
tierras de Castilla. Sevilla: Librería de San José, 2 volúmenes.
O'KANE, E. (1959): Refranes y frases proverbiales españolas de la Edad Media. Madrid: Anejos
del BRAE 9.
El mundo de la prostitución en el Refranero español 251
APÉNDICE
1. EL RUFIÁN
.,1. El rufián y la puta
Ni amores sin afanes, ni putas sin rufianes.
Rufianes y putas, pronto se husman.
Putas y rufianes, tales para cuales.
Tal para cual, la puta y el rufián.
Ni espada sin vuelta, ni putafs) sin revuelta < 'criado de rufián' >.
Putas, en ventana; y rufianes, en la plaza.
1.2. Ganancias compartidas
Cuanto la puta al rufián da, galdudo va.
A la puta y al rufián, a la vez les viene el mal.
"¡A las que hilan; que yo devano!", dijo a la puta el rufianazo.
Cada puta hile y coma, y el rufián que aspe y devane.
Cada puta hile y devane, y el rufián que pape y devane.
Cuando la puta hila y el rufián devana, no abasta para la gala / poco el oficio se gana / su partido
malo anda.
Cuando la puta / ramera hila, y el rufián devana, y el escribano pregunta cuántos son del mes, con mal
andan todos tres.
1.3. El rufián y la puta hermosa
A putas de buen palmito, nunca les faltan padrinos.
1.4. Desavenencias entre el rufián y la puta
Primero fui (yo) puta que (tú) rufián.
Primero fui puta que tú rufián, y sé cómo las han.
Riñen la puta y el rufián, y págalo el albardan.
1.5. Amores entre el rufián y la puta
¡Qué par de amantes fieles: el rufián Rajabroqueles y su daifa Trotaburdeles!
Marta, si te has de ir, deja el fardo aquí. Rufo, si te vas, ¿que me llevarás? / que me le llevarás.
1.6. Los enemigos del rufián
Rufián, manceba y criados son enemigos pagados.
1.7. Las bravatas del rufián
-De lágrimas de puta y de fieros de rufián, no hay que fiar.
Juramentos de puta y fieros de rufián, plumas son que volando van.
Lágrimas de puta, amenazas de rufián y juramentos de mercader, no se han de creer.
Ni de lágrimas de ramera, ni de fieros de rufián.
Ni de lágrimas de puta ni de fieros de rufián, hagas caudal / ninguno se ha de espantar.
1.8. Las mentiras del rufián
Ni a la puta por llorar, ni al rufián por jurar.
Ni a la puta por llorar, ni al rufián por jurar, ni los has de creer, ni te has de fiar.
Tan propio es de la puta el llorar, como del rufián el jurar.
De putas y rufianes, no fíes ni un saco de alacranes.
Hombre mundano, la rueca en el seno y/, la espada en la mano.
Guárdeos Dios de fraile de noche, de escudero de día, y de rufián en la putería.
1.9. Refranes geográficos
Espada valenciana y broquel barcelonés; puta toledana y rufián cordobés.
Putas, de Toledo; rufos, de Madrid; sombreros de la liga, de Valladolid.
2. LA ALCAHUETA
La casa de Celestina, todos la saben y nadie la atina.
Ser una Celestina.
2.1. Tipos
2.1.1. El alcahuete
Ni espada sin vuelta, ni puta(s) sin revuelta < 'criado de rufián' >.
Gavilán de Alcaraz, mujeres, no tiene cascabeles.
252 Ma Ángeles Calero Fernández
Quien quiere ser casamentero, cale que tenga cara de pero (perro) y zapatos de hierro.
2.3.3. Asistir a fiestas y a mercados
Quien no quiera en su casa alcahuetas, que no lleve a su mujer a fiestas.
Las Trotaconventos están con las personas; facen con mucho viento andar las atahonas.
2.3.4. Concertar matrimonios
Quien desea ser casamentero, cale tenga cara de palo y calzado de fierro.
Quien quiere ser casamentero, cale que tenga cara de pero (perro) y zapatos de hierro.
Prometen marido, y quitan vestido.
2.4. Métodos empleados por la alcahueta
2.4A. Artimañas
Con achaque < 'excusa' > de trama, está acá nuestra ama.
En achaque de trama, ¿visteis / vistes acá a nuestra ama?
Putas y alcahuetas, todas son trechas.
Zorras y alcahuetas, todas son tretas.
El consejo de la mala vieja pierde a la buena doncella.
¿Quién te hizo puta? Buenas palabras y malas lecturas.
2.4.2. Afeites
Polvos de la madre Celestina.
2.4.3. Hechicería
Creer en Dios y en Santa María, y no en hechizos de la madre Celestina.
Hucia en Dios, y no en putas viejas.
2.5. Beneficios de la alcahueta
De las frutas, toma las alcahuetas y no las putas.
Niebla tercera, sol espera.
Prometen marido, y quitan vestido.
2.6. Cualidades y defectos
2.6.1. Devota
Amenes de putas y de alcahuetas, valen menos que una carajeta.
2.6.2. Chismosa
Ser como la dueña de Quintañona.
Ser como la Libón de Hornachos.
Ser como la tía Cotilla.
2.7. Desprecio a la alcahueta
Ni puta seas / no seas putaña, ni alcahueta.
La pobreza tiene cara de mala mujer: de puta, ladrona, alcahueta, rahez.
Todo lo tiene bueno la María Antonia: alcahueta, borracha, puta y ladrona.
2.8. Castigo a la alcahueta
Emplumada te veas.
3. LARAMERA
La putaña / puta cabe < 'se contenta' >; la michilequera < "chismosa* >, no.
Más puta que la Benita.
No puedo ser puta y pechera, ni quiero aunque pudiera.
Puta es Constanza, de crianza y de labranza.
Si queréis echar soletas, aquí están estas pobretas.
3.1. Abundancia de rameras
A la puta y a la trucha / A la trucha y a la puta, do no catares la busca.
La puta y la trucha asoman por donde menos se buscan.
La trucha y la puta, do no piensas la hallarás.
Donde hay campanas / tejas, hay putas.
Dondequiera que hay tejas, hay putas mozas y putas viejas.
Al tahúr, nunca le falta qué jugar, y al putañero, qué gastar.
Malos años y mujeres malas nunca faltan.
De putas y paño pardo, tira de largo.
Fraile y mujer ligera, los hallarás dondequiera.
Putas y frailes andan a pares.
Ni feria sin putas, ni mujer sin pulgas.
254 Ma Ángeles Calero Fernández