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Coloquio Psicología

Lugo de realizar un recorrido por la bibliografía, habiendo llegado ya al final, y entendiendo el porqué de
la disposición y distribución del material a estudiar, me pareció interesante dar cuenta de la fuerte
contraposición existente entre psicología y psicoanálisis y como conciben estas la noción de individuo y/o
sujeto; haciendo hincapié, sobre todo, en ese nuevo horizonte semántico que constituye el psicoanálisis
y cómo se expresa en éste la subjetividad del sujeto.

Empezamos el recorrido examinando una definición de Psicología reconocida por la organización de


psicólogos más importante de América (la American Psychological Association), la cual aludía a al estudio
de la mente y la conducta humana, en su dimensión individual y social y en todas las etapas de su
evolución con el objetivo final de propender el bienestar de la persona humana. En su análisis dimos
cuenta de que los objetos de estudio que plantea no están bien delimitados, resultando confuso por ser
abordados por disciplinas muy diferentes. Mente, conducta, individual, social, persona; y sobre todo
“alma”, “espíritu”, psiquis, “individuo”, son términos cargadas de sentidos que fueron construidos a lo
largo de siglos de reflexión en occidente. El modo como representamos en la actualidad al ser humano
como individualidad idéntica e indivisa, como Yo autónomo, como ser racional y libre para el ejercicio de
la razón, emancipado de todo tipo de ataduras, se hereda de una tradición que podemos iniciar en la
Grecia clásica de Platón y Aristóteles y que se acentúa en la modernidad con Descartes.

En el contexto de estas ideas modernas, en la segunda mitad del siglo XIX surge una psicología científica
independiente de la filosofía, respetuosa del canon cientificista de la época (canon que indicaba que todo
conocimiento para ser científico, debía de ser el producto de la aplicación estricta del método científico
positivista), esto tenía una consecuencia; la aplicación del método condiciona la producción y el progreso
del conocimiento determinando un reduccionismo mutilante para el cuerpo teórico de la psicología: la
consciencia quedaba reducida a sus contenidos simples (lo que podía estudiarse en un laboratorio).

En otro territorio relacionado con el de la Psicología, pero que constituye otro universo discursivo
totalmente diferente nos encontramos con el Psicoanálisis. Este también es producto de esa cosmovisión
que profesaba una fe ciega en los poderes de la ciencia, (Freud trato de construir una psicología como
ciencia natural basada en la organización y funcionamiento del sistema nervioso superior) pero termina
rompiendo con ese reduccionismo positivista e inaugura un pensamiento original en el que encuentran
su lugar los temas esenciales expulsados por la psicología científica (los sueños, el chiste, los actos fallidos,
etc).

La originalidad teórica y sobre todo la subversión del psicoanálisis consiste en haber demostrado que el
psiquismo humano no se reduce a las representaciones de la consciencia; que esta es un atributo o
cualidad que falta en la mayor parte de los procesos psíquicos, lo que hace que todo lo importante suceda
sin que ella se percate; y que, en realidad todo psíquico se origina en el inconsciente (el concepto de
inconsciente que introduce constituye una afrenta al narcisismo de la humanidad). Vale aclarar que su
padre fue el médico y neurólogo austriaco Sigmund Freud, quien gracias a sus pensamientos logró
posicionarse como uno de los mayores intelectuales del siglo xx.

Co lo mencionado anteriormente, Freud desarrolló la primera teoría freudiana o Primera Tópica, sobre la
organización y funcionamiento del aparato psíquico la cual fundamentaba conceptualmente al
inconciente como sistema. Esta primera teoría marcó el nacimiento del Psicoanálisis como ciencia del
Inconciente, y dice que el psiquismo es un dispositivo de instancias o sistemas que tiene leyes de
funcionamiento diferente y cuya relación es estructuralmente conflictiva. Este aparato posee tres
sistemas: Inconciente (Icc), Pre-conciente (Pcc), y Conciencia (Ccc). El modelo del psiquismo así concebido,
combina lo temporal con la disposición espacial, en donde las instancias son lugares virtuales que tienen
entre sí relaciones.

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Coloquio Psicología

Más tarde el autor, propone una nueva estructura que pone en evidencia la división de la personalidad
del sujeto, a esto se lo conoce como Segunda Tópica. Esta nueva concepción del ser humano, estaba
compuesta por: Ello, Yo y Super-yo.

Tanto el Icc, Pcc, Cc; como el Ello, Yo y Super-yo, forman parte de la nueva concepción del ser humano
que inaugura el Psicoanálisis en la construcción iniciada por Sigmund Freud. Parafraseando a Freud, el
sujeto ya no está centrado en la conciencia y que el “Yo ya no es dueño de su propia casa”. Esta división
estructural pondrá en cuestionamiento al sujeto indiviso, coherente y transparente en la conciencia
racional.

Freud centró todo su interés en conocer más sobre esta nueva idea del ser humano, las etapas que
experimenta y cómo se desarrolla en cada una de ellas.
Por ello se propuso investigar sobre una de las principales vertientes de la energía vital que mueve el
comportamiento del hombre, la sexualidad. Esta energía, a la que Freud le puso el nombre de libido, es la
fuente de los impulsos que hacen que busquemos ciertos objetivos a corto plazo y, a la vez, obligan a
otras instancias de nuestra psique a reprimir estas tendencias para no ponernos en peligro o no entrar en
conflicto con el entorno en el que vivimos.

La energía vital que se expresa a través de la sexualidad, según Freud, está presente ya desde las primeras
semanas de nuestra vida. Esta sexualidad se constituye como la búsqueda de un placer que se apuntala
en las necesidades fisiológicas pero que las sobrepasa; Freud lo ejemplifica con el chupeteo: cuando un
bebé nace, su reflejo de succión existe para que pueda satisfacer la necesidad biológica de alimentarse.
Además, se establece un vínculo estrecho con la madre mediante el amamantamiento. Es un momento
idílico entre ambos, en el cuál ella lo mira y acaricia: la primera experiencia de satisfacción.

En un mundo ideal, madre y bebé permanecerían en esta situación siempre. Sin embargo, hay
componentes de la realidad que los separan por momentos. Posteriormente, el niño chupetea aun cuando
no tiene hambre, buscando una experiencia similar a esa vivencia anterior. Esto es una manifestación de
la sexualidad en el infante: la búsqueda del placer en su boca aun cuando no tenga hambre.

Durante distintas etapas de la infancia, existen zonas del cuerpo privilegiadas en la búsqueda de ese placer
que queda luego de satisfacer las necesidades fisiológicas. Freud las denominó zonas erógenas: fuentes
de una tensión que debe calmarse, y a la vez son el objeto o el lugar en el cual se satisface.

Si bien, el niño no concibe la sexualidad como lo hace un adulto, tiene sensaciones placenteras en su
cuerpo, sobre todo en áreas que por su anatomía están de cierto modo predestinadas: boca, ano,
genitales. Es en la adolescencia donde despiertan los deseos sexuales propiamente, que van dirigidos
hacia un otro. Más adelante, en la vida adulta la sexualidad estará al servicio de la reproducción, y la
satisfacción de las pulsiones parciales formarán parte del acto sexual. Esto se da porque persisten en el
sujeto esas formas de satisfacción de su infancia.

Siguiendo esta misma línea, Freud propuso una serie de fases hipotéticas para organizar el desarrollo
sexual. Él afirma que la sexualidad humana no es un continuo, sino que se manifiesta en dos períodos
separados por una etapa durante la cual no es tan evidente:

- Periodo pregenital: las zonas genitales todavía no han alcanzado su papel predominante (fase oral, fase
anal, y fase fálica)

- Etapa de latencia: la libido o energía sexual se detiene y permanece en estado latente.

- Periodo genital: organización de las pulsiones parciales bajo la primacía de las zonas genitales.

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