Sunteți pe pagina 1din 20

DESARROLLO DEL CEREBRO EN ADOLESCENTES

ANGIE MELISSA PALADINES PALADINES

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOJA

FACULTAD DE LA SALUD HUMANA

PSICOLOGÍA CLÍNICA

LOJA 2018

DOC. JENNY SUING


TEMA :

DESARROLLO DEL CEREBRO EN ADOLESCENTES


METODOLOGÍA

La metodología para la elaboración del siguiente proyecto, se trata de una metodología

teórica en la cual la información es recolectada de internet utilizando diversos buscadores como:

Google, Google académico y Teoma. Empleando las siguientes palabras claves: “cerebro y

adolescencia”. Reuniendo la información más destacada de las siguientes páginas web:

Healthychildren,org, Escuela con cerebro, Asociación educar, Hablemos de neurociencia,

Rambla Nova
INTRODUCCIÓN

La actividad y anatomía cerebrales, basada en técnica de neuroimagen, muestra que adolescentes

y adultos utilizan el cerebro de forma diferente cuando acomten ciertas tareas. De ahí nace la

idea de que existe un “cerebro adolescente”. El desarrollo del cerebro o neurodesarrollo es un

proceso ordenado, por el que, las distintas áreas cerebrales van alcanzando la madurez. Siempre

empieza por las áreas posteriores del cerebro y avanza hacia las anteriores.

El desarrollo estructural y funcional del cerebro sigue un patrón universal que, en función de la

edad cronológica, permite distinguir etapas:

 Primero el desarrollo anatómico (prenatal)

 Luego de la autonomía motora (de 0 a 3 años )

 Seguido del desarrollo del lenguaje y del conocimiento del entorno (3 a 10 años)

 Para culminar con el desarrollo de la identidad personal (adolescencia 10 a 20 años)

En este proyecto nos centraremos en la etapa denominada adolescencia, en la que, son evidentes

el crecimiento físico y la maduración corporal. Además de una modificación en la conducta, las

emociones, las relaciones sociales y la forma de pensar, un cambio en el proceso de

independencia y autonomía económica y social, establecimiento de la identidad, desarrollo y

asunción de un sistema de valores, la programación del futuro y el aprendizaje de identidad

sexual.

El paso de la infancia a la edad adulta no pasa desapercibido. Podríamos decir que los cambios

son igual de llamativos que los que suceden en los tres primeros años de vida, durante los cuales

un bebé recién nacido y completamente dependiente, pasa a ser un niño autónomo que camina,
habla y no lleva pañal. En ambas etapas los cambios vienen dados por el rápido crecimiento y

cambios corporales, que se corresponden con profundos cambios en la estructura cerebral.

También es destacable la influencia de los iguales y el mayor deseo de implicación social, así

como una mayor búsqueda de situaciones novedosas, un aumento de la intensidad emocional y

experimentación creativa.
OBJETIVO GENERAL

Identificar las modificaciones neuoroanatómicas y cómo afectan en los procesos cognitivos,

conductuales y emocionales en los individuos durante el periodo de la adolescencia.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS

Determinar diferencias del desarrollo entre el cerebro femenino y masculino que se dan durante

la adolescencia
DISCUSION

El cerebro de las personas alcanza el 90% de su tamaño definitivo hasta los seis años de edad,

pero las estructuras que lo componen experimentan notables cambios hasta los veinte años, que

es cuando termina la adolescencia.

Durante la infancia el cerebro creaba circuitos para sustentar sus funciones más necesarias: dotar

de sentido a las percepciones, controlar la postura y la manipulación, dominar el lenguaje y la

comunicación. A partir de ahora se crearán circuitos que le permitan tomar decisiones basadas en

el análisis crítico de cada situación.

Pero ¿qué cambia en nuestro cerebro durante esta etapa desde los 10 años de edad hasta los 20?

Experimentos realizados con técnicas de neuroimágenes, de resonancia magnética, demostraron

que:

 Este proceso de maduración y modelación se prolongará a lo largo de toda la

adolescencia y se caracterizará por comenzar desde las partes posteriores del cerebro (las

más antiguas) hacia la corteza prefrontal, que es la que más tarda en desarrollarse, y en

donde se producirá la mayor pérdida de neuronas (poda neuronal).

 Otra de las modificaciones se produce a nivel de los axones, que son las vías a través de

la cual las neuronas transmiten los impulsos nerviosos. Estas estructuras se van cubriendo

paulatinamente de mielina (una sustancia que cumple una función aislante), que les

permite aumentar su velocidad de conducción hasta 100 veces. A su vez, en las otras

arborescencias neuronales, llamadas dendritas, se produce un aumento notable de las


ramificaciones. Sin embargo, estos cambios son selectivos y progresivos, pues el cerebro

experimenta una poda neuronal que es una especie de reajuste en el número de neuronas

que lo componen, así como de su cableado neuronal, eliminando aquellas conexiones que

no utiliza, a la vez que refuerza las que le son útiles para la supervivencia presente y del

futuro. Ante ciertas situaciones, la rapidez de respuesta es importante pero cuando la

transmisión es más rápida se inhibe el crecimiento de nuevas ramificaciones. Para

Douglas Fields, neurocientífico del Instituto Nacional de Salud (entidad que estudia hace

años el mecanismo molecular que regulan la estructura y función del sistema nervioso en

relación con el aprendizaje, la memoria, y las interacciones entre las neuronas y la glía)

esta característica hace que el lapso de tiempo durante el cual un área del cerebro

adquiere mielina sea crucial para el aprendizaje, ya que el cableado se está actualizando,

pero una vez terminada la reforma, es mucho más difícil generar cambios. Es alrededor

de los 25 años que este lento desarrollo. Tal vez parezca un contrasentido que los

humanos no nos hagamos más sensatos un poco más pronto en la vida, pero si así fuera,

nuestras posibilidades de ser más listos serían mucho menores.

 También se ha observado un aumento en el grosor del cuerpo calloso y un fortalecimiento

de los circuitos que conectan el hipocampo con el lóbulo frontal, lo que permite una

mejora en la comunicación interhemisférica

 En el hipocampo, se da mejora a una estructura relacionada con el traspaso de la

memoria de corto a largo plazo, se establecen conexiones cada vez más fuertes con áreas

específicas de la corteza cerebral pre frontal. Esto irá permitiendo que la persona esté

mejor capacitada para poder integrar las experiencias del pasado y los planes del futuro a
las decisiones del presente, además de desarrollar una capacidad de retardo de la

gratificación que le facultará a ser perseverante en la obtención de sus objetivos.

Aquí actúa La corteza cerebral prefrontal En los humanos esta área cerebral es

proporcionalmente mucho mayor que la de cualquier otra especie. En ella tienen lugar las

funciones cognitivas más delicadas: la toma de decisiones, la planificación de tareas y tiempos,

la inhibición de un comportamiento inadecuado… y es la sede de nuestra autoconciencia. Pero el

adolescente aún no ha desarrollado del todo estas habilidades prefrontales, así que al momento

de tomar decisiones no basta con el análisis frío de los datos objetivos que nos llegan a través

de los sentidos, en nuestras decisiones intervienen inevitablemente las emociones y aquí es

donde interviene el sistema límbico.

El sistema límbico Nos permite procesar emociones y recompensas, esta área cerebral nos

recompensa con una descarga de dopamina cuando nos lo estamos pasando bien o cuando

hacemos cosas emocionantes, lo que nos produce una sensación placentera. En el cerebro

adolescente el sistema límbico responde con más fuerza a esa recompensa en comparación con el

cerebro del adulto.

Para que se produzca esta “unión” entre lo racional y lo emocional se crean nuevos circuitos,

nuevas sinapsis, que al principio serán débiles y fácilmente cambiantes, hasta que la habilidad de

tomar decisiones mejore y, a fuerza de repetirse, se consoliden.

En la adolescencia el cerebro sigue perfeccionando sus capacidades cognitivas, la memoria, el

lenguaje, el aprendizaje complejo… aquellas habilidades que ya domina y sigue utilizando los

circuitos que las sustentan. Entonces las habilidades que no practique usarán menos los circuitos

que las sustentan y se “desharán” las uniones sinápticas. Del mismo modo, presentan
mecanismos de procesamiento de las emociones diferente al de los adultos, probablemente

también debido al inacabado cableado de la corteza frontal, como confusión de ciertas

expresiones faciales, identificando expresiones de temor como si fueran ira o amenaza y

actuando en consecuencia (11). Se ha postulado que, a medida que vaya madurando la corteza

prefrontal también lo harán las funciones cognitivas asociadas a ella como la memoria a corto

plazo, la memoria de trabajo, la capacidad de planificación, la atención, las conductas

inhibitorias y la toma de decisiones.

A la vez aparecen estos nuevos circuitos de las decisiones, más complejos, que precisan de áreas

cerebrales más extensas, y a veces más alejadas, y que deben conectarse entre sí.

Según Gardner (2015) Al igual que los cuerpos, los cerebros de diferentes niños se desarrollan a

distinta velocidad e incuso las partes del mismo no crecen de manera irregular. Los escaneos de

niños normales han revelado que hay partes diferentes del cerebro que maduran a un ritmo

distinto. De hecho, algunas partes del cerebro, tal como la corteza cerebral prefrontal ubicada

justo detrás de los ojos, parece que madura completamente hasta los 24 años de edad. Otras

partes del cerebro, como la amígdala cerebral en forma de nuez ubicada en lo profundo del

cerebro, madura aún mucho cere antes. Esta discrepancia en la madurez del cerebro puede

explicar mucho del comportamiento adolescente.

Pero no se le puede responsabilizar de todo al desarrollo del cerebro. Es importante notar que la

corteza cerebral pre frontal aún funciona en la adolescencia. Sin embargo, ya que no está

completamente madura, sencillamente no trabaja tan rápido como si lo estuviera. Esta diferencia

puede tener consecuencias trágicas, como por ejemplo:


La corteza cerebral prefrontal es capaz de discernir de manera abstracta y ver las consecuencias

de las acciones, así un adolescente sabe que conducir un auto ebrio o realizar una actividad

similar puede traer desenlaces negativos, pero al calor del momento la amígdala cerebral que está

un poco más desarrollada en ese instante empuja a realizar dicha acción aún antes de que la

corteza prefrontal sepa lo que pasó. El mismo proceso puede desempeñar una función en la

violencia, el abuso de sustancias e incluso en los suicidios de adolescentes

Por ejemplo, los jóvenes suelen buscar y disfrutar las situaciones de riesgo en las que la

adrenalina se libera en niveles muy altos. Esto se produce debido a que el cerebro está ansioso de

experiencias inusuales, novedosas e inesperadas, ya son las que les permitirán seleccionar de

todos los estímulos que los rodean, aquellos que les interesen más. Pero en contra de lo que se

podría presuponer, el psicólogo del desarrollo especializado en la adolescencia, Laurence

Steinberg, de la Universidad Temple, observó que incluso los jóvenes de 14 a 17 años (los más

proclives al riesgo) emplean las mismas estrategias cognitivas básicas que los adultos y, por lo

general, resuelven sus problemas razonando con la misma habilidad que lo hacen los mayores.

Además, al contrario de lo que se suele creer, son plenamente conscientes de que son mortales.

Y, del mismo modo que los adultos, declaró Steinberg, «los adolescentes realmente sobrevaloran

el riesgo».

Así pues, si piensan igual de bien que los adultos y reconocen el riesgo como ellos, ¿por qué

arriesgan más? En este aspecto, como en otros, el problema no está en lo que carecen en

comparación con los adultos, sino en lo que tienen de sobra. No es que no reconozcan el peligro,

sino que aprecian mucho más la recompensa. En situaciones en las que el riesgo puede
reportarles algo que desean, valoran el premio mucho más que los adultos: de ahí que estén

dispuestos a correr el riesgo

Para probar esta teoría Stemberg desarrollo un videojuego el cual hay que atravesar una ciudad

en el menor tiempo posible. Por el camino hay varios semáforos que, a veces, pasan del verde al

amarillo cuando se acerca un coche y obligan al jugador a tomar una decisión rápida: parar o

seguir. El jugador para ahorrar tiempo y ganar puntaje tiene que cruzar antes de que la luz se

ponga roja. Pero si intenta pasar y no lo consigue, pierde más tiempo que si se hubiera parado

desde el principio. El juego premia a los que asumen un cierto riesgo, pero castiga a los que se

arriesgan demasiado.

Cuando los adolescentes hacen solos el recorrido, en lo que Stemberg llama la situación

emocionalmente «fría» de una sala vacía, corren más o menos los mismos riesgos que los

adultos. Sin embargo, si hay algo más en juego, la situación cambia. En este caso, Steinberg

añade la presencia de amigos. Cuando el investigador lleva a la sala amigos del sujeto para que

lo vean jugar, éste corre el doble de riesgos e intenta pasar semáforos frente a los cuales antes

había parado. Los adultos, por su parte, no varían su forma de conducir aunque delante tengan

amigos.

Según Stemberg, esto podría demostrar que la propensión a correr riesgos no deriva de un

pensamiento torpe, sino de un mayor interés en la recompensa: «No corren más riesgos porque

de pronto dejen de reconocer el peligro, sino porque dan más importancia a una recompensa», tal

como impresionar a los amigos, no quedando dudas de que los más jóvenes reaccionan con

intensidad frente a las recompensas sociales. Existe una sensibilidad a la oxitocina que hace más

gratificantes las relaciones sociales lo que justifica la necesidad del adolescente por relacionarse

con compañeros de su misma edad. El llamado “cerebro social”, que engloba regiones cerebrales
que intervienen en lo afectivo y cognitivo en relación a los demás, sigue desarrollándose durante

la adolescencia

Como indica el videojuego, los más jóvenes reaccionan con intensidad frente a las recompensas

sociales. Tanto la fisiología como la teoría evolutiva ofrecen explicaciones para esa tendencia.

Fisiológicamente, la adolescencia se caracteriza por una sensibilidad máxima del cerebro a la

dopamina, un neurotransmisor que al parecer activa los circuitos de gratificación e de pautas y en

la toma de decisiones. Esto contribuye a explicar la rapidez de aprendizaje de los jóvenes y su

extraordinaria receptividad a la recompensa, así como sus reacciones intensas y a veces

melodramáticas ante la victoria y la derrota.

Stemberg, Casey y otros investigadores creen que optar por el riesgo tras valorar costes y

beneficios está propiciado por la selección natural. Porque, a lo largo de la evolución humana, la

propensión a asumir riesgos durante esa fase de la vida ha demostrado tener un valor adaptativo.

Para tener éxito, a menudo hay que marcharse de casa y afrontar situaciones menos seguras. Esa

sensibilidad a la recompensa funciona, por lo tanto, como un deseo de nuevas sensaciones, que

saca a los adolescentes del hogar y los impulsa a nuevos lugares.

Steinberg, Casey y otros investigadores creen que optar por el riesgo tras valorar costes y

beneficios está propiciado por la selección natural. Porque, a lo largo de la evolución humana, la

propensión a asumir riesgos durante esa fase de la vida ha demostrado tener un valor adaptativo.

Para tener éxito, a menudo hay que marcharse de casa y afrontar situaciones menos seguras. Esa

sensibilidad a la recompensa funciona, por lo tanto, como un deseo de nuevas sensaciones, que

saca a los adolescentes del hogar y los impulsa a nuevos lugares.


El cerebro adolescente también es sensible a la oxitócina, otra hormona neurotransmisora, que

entre otras cosas hace más gratificantes las relaciones sociales. Las redes y dinámicas neuronales

asociadas con las recompensas en general y con las interacciones sociales están muy

relacionadas entre sí. Si una de esas redes entra en juego, a menudo también se pone en marcha

la otra.

Esto podría explicar otro rasgo característico de este período: los adolescentes prefieren la

compañía de sus coetáneos más que en ninguna otra época de su vida. Por un lado, esa pasión

por los compañeros de la misma edad es la expresión en el ámbito social de la atracción que los

jóvenes sienten por todo lo novedoso: los chicos de la misma edad les ofrecen más novedades

que el ya conocido ambiente familiar.

Pero la atracción por los pares tiene otra razón más poderosa: invertir en el futuro más que en el

pasado. Vivimos la mayor parte de nuestra existencia y prosperamos o fracasamos en un mundo

dirigido y reconstruido por gente de nuestra edad. Conocer, comprender y trabar relaciones con

ellos es muy importante para nuestro éxito. Por ejemplo, las ratas o los monos socialmente más

hábiles suelen conseguir las mejores madrigueras y mejores territorios, mayor cantidad de

comida y de agua, más aliados y más posibilidades de reproducirse. Y ninguna especie es tan

compleja ni tan social como la nuestra.

Esta última característica es la que lleva a que las relaciones más importantes sean las que se

establecen con gente de la misma edad. Varias investigaciones presentan cómo nos afecta la

exclusión o no formar parte de un grupo. Una de ellas es la realizada por Matthew Lieberman, de

la Universidad de California, en Los Ángeles (UCLA). Quienes padecen estas situaciones

experimentan la situación como un fuerte golpe, no solo al ego, sino al cerebro, produciendo una
activación neuronal que genera un intenso dolor, para despertar aquel antiguo instinto de seguir

buscando pertenecer al grupo.

Una de las áreas implicadas es la corteza cingular anterior, zona en donde se percibe no solo el

dolor físico, sino también el emocional. Imaginemos cuánto más debe activarse este sistema de

alarma en los jóvenes.

Que estos elijan situaciones emocionales movilizantes, novedosas y en compañía de sus

coetáneos, es un rasgo de mayor flexibilidad y adaptabilidad, algo importante para la especie.

Este concepto contradice la idea de que el desarrollo de la adolescencia se trate de un factor

cultural.

Cambios sociales

No todo es biología y genética, los seres humanos estamos continuamente expuestos a

influencias culturales y educativas, a la relación con los otros y a nuestras propias decisiones.

Según Epstein. Los adolescentes son extremadamente competentes, aún cuando no muestran esta

competencia en condiciones normales. En investigaciones que realizó con Dumas concluyeron

que en una gran gama de habilidades como la inteligencia, la capacidad perceptiva y la función

de la memoria son superiores a los adultos. Por ejemplo “la memoria incidental” llega a su

mayor punto hasta los 12 años y desde ahí decrece hasta los 60 que es cuando las personas

recuerdan muy pocas cosas por eventualidad. Raven y Weshler (1940) Demostraron que los

adolescentes alcanzaron mayor puntaje en pruebas de inteligencia durante los 13 a 15 años, para

ir desendiendo en adelante. Estudios hechos por Courchesne indicaron que el cerebro alcanza su

mayor volumen a la edad de 14 años y cuando llegamos a la edad de los setenta este vuelve al
tamaño que se presenta en los 3 años de edad. Desde una perspectiva evolutiva los adolescentes

deben ser increíblemente capaces o de otro modo no hubiese persistido la raza humana.

Los adolescentes como ya había mencionado aprenden todo de sus pares en lugar de tomar

ejemplo de los adultos. Por ende si se los aísla de los adultos y se los trata de una manera infantil,

no debemos sorprendernos de que algunos actúen de una manera imprudente e irresponsable,

incluso embarazos precoces o la comisión de delitos menores son un forma de demostrar ante la

ley que son adultos. El comportamiento y las emociones extremas son temas que claramente

llaman a atención médica y profesional y consejería. Pero también es cierto que todos los

adolescentes muestran al menos estallidos ocasionales o episodios de juicio erróneo. Después de

todo, los adolescentes son humanos y también lo son sus cerebros.

Nuestra experiencia vital deja una huella persistente en nuestros circuitos neuronales, una huella

única e irrepetible que convierte esos circuitos en específicos para cada uno de nosotros.

El cerebro adolescente es más vulnerable a las experiencias externas debido a la inestabilidad

que tienen sus circuitos, que están en cambio constante. Debe afrontar cambios muy importantes

y a veces se encuentra pendiente de un hilo, o mejor “pendiente de un circuito” que está por

consolidar.

Se espera del adolescente la transición desde la dependencia familiar a la independencia social, y

ello lo aprende a través de las relaciones interpersonales y de grupo. Pero sus iguales están en las

mismas condiciones.

La integración entre emociones y decisiones racionales aún no ha terminado de madurar,

la búsqueda de la identidad propia tampoco –¿Quién soy yo? ¿Cómo soy? ¿Qué quiero hacer?– y

lo que antes parecía seguro se percibe como cambiante.


DIFERENCIAS SEXUALES EL DESARROLLO DEL CEREBRO EN LA

ADOLESCENCIA

El máximo de sustancia gris en los lóbulos frontal y parietal se alcanza en las chicas en torno a

los once años, mientras que en los chicos aparece a los doce años. Esto sugiere posibles

interacciones entre las hormonas de la pubertad y el desarrollo de sustancia gris

En general, el cerebro femenino es más sensible a los matices emocionales y busca la aprobación

social. Su prioridad es ser aceptada, a través de las relaciones de grupo busca agradar y gustar.

las conversaciones íntimas con sus amigas fortifican estas relaciones sociales y la liberación de

ambas sustancias en el cerebro.

Por su parte, los chicos en general buscan el trato social sobre todo por el sexo y el deporte. La

testosterona favorece la liberación de la serotonina, que tiene un papel importante en la

regulación de la agresividad, y estimula la competitividad y la independencia.

Las hormonas sexuales. Aunque las hormonas sexuales están presentes desde las primeras

etapas fetales y ya inducen diferencias de tamaño en las diversas áreas cerebrales. Tienen un

papel muy relevante en la adolescencia, intervienen en el desarrollo emocional, mental,

psicológico y social del adolescente.

Evidentemente las hormonas sexuales marcan diferencias entre chicas y chicos, no solo porque

las hormonas y sus proporciones son distintas para cada sexo, sino porque aparecen a edades

diferentes: Primero aparecen en las chicas de forma cíclica y luego en los chicos de manera

continua .

Las hormonas sexuales femeninas condicionan una maduración más precoz de las regiones

frontales que procesan el lenguaje, el control del riesgo, la impulsividad y la agresividad.


En los chicos las hormonas sexuales masculinas favorecen la maduración de las regiones del

lóbulo inferior parietal, en donde se integran las tareas espaciales.

También se ve una diferencia en la maduración del hipocampo y la amígdala cerebral

masculino y femenino y así se consolida la memoria individual y la afectividad,

imprescindibles para la formación de la propia identidad y contribuye a las diferencias del

desarrollo cognitivo y social durante la adolescencia.


CONCLUSIONES

En los adolescentes el área de la corteza frontal aún no está tan desarrollada, el sistema límibico

produce más dopamina ante situaciones nuevas y también aumenta su producción de oxitocina,

se activan nuevos circuitos de gratificación y se engrosa el cuerpo calloso para permitir una

mejor comunicación.

Una diferencia entre el cerebro de un adolescente y un adulto es que los adolescentes den más

importancia a la recompensa que a los riesgos en la búsqueda de lo novedoso.

Los hombres y mujeres durante la pubertad presentan desarrollos un poco diferentes debido a la

maduración desigual en algunas áreas corticales y a la producción de distintas hormonas.

La adolescencia no se debe solo a cambios biológicos, sino que también participan diversos

factores sociales para que se produzcan cambios en los individuos


BIBLIOGRAFÍA

American Academy of Pediatrics. (2015).¿Qué pasa en el cerebro de un adolescente?.

Healthychildren,org Recuperado de: https://www.healthychildren.org/Spanish/ages-

stages/teen/Paginas/Whats-Going-On-in-the-Teenage-Brain.aspx

Guillén. C. (2012). El cerebro adolescente. Escuela con cerebro, Recuperado de:

https://escuelaconcerebro.wordpress.com/2012/04/27/el-cerebro-adolescente/#comment-54784

Logatt. C. (2014). El cerebro adolescente. Asociación educar. Recuperado de:

https://asociacioneducar.com/cerebro-adolescente

Mas. M. (S.A.). Neuronas en crecimiento. Rambla Nova (103) Recuperado de:

https://neuropediatra.org/2016/03/14/la-adolescencia-del-cerebro/

Sanchez. M. (2017). El cerebro adolescente. Hablemos de neurociencia Recuperado de:

http://www.hablemosdeneurociencia.com/el-cerebro-adolescente/

S-ar putea să vă placă și