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Las cartas de los amantes

Tema: Prevención del suicidio

Victor A. Paya “El suicidio es un analizador privilegiado porque ilustra, parte de una dinámica
relacional de intercambio en el interior del grupo parental, con los amigos y la comunidad.”

Tomás Szasz dice: “El suicidio envía un mensaje, intencionadamente o no, el hecho de que lo
califiquemos así es la prueba definitiva de que es una decisión y no una enfermedad.”

Introducción

Mi idea central es que no existe dolor más grande para un amante que sentir que sus cartas no son
recibidas. Esto implica cuestiones diversas. La metáfora la entiendo con la preconcepción de que
cuando se ama (bien o mal), se tiene una intención de mostrar, emitir un mensaje que sea cual sea
la forma en que se espera ser recibido, contiene afecto. Ahora bien, tras mi experiencia personal,
los duelos y los amores que me acuerpan; además de las observaciones que he hecho en mi praxis
clínica, me he percatado que como condición humana nos encontramos dolidos ante este
fenómeno: más que no recibir amor, no poderlo hacer llegar como se construye en el ideal propio.
Por otro lado, el título de esta conferencia también se relaciona con los mensajes póstumos que
dejan quienes amaron en vida y que al final de cuentas también era un mensaje que se creó con la
intención de ser recibido.

Ahora bien, mi intención es sembrar preguntas que sean respondidas en la práctica de todos quienes
lean este mensaje: ¿puede la falta de comunicación ser una condición de riesgo para consumar el
acto suicida? ¿Somos o no agentes sociales para la comunicación efectiva y afectiva? ¿Se crea o no
algún alejamiento a partir de la frustración interna de no haber podido hacer llegar la “carta”? ¿Qué
actitudes de cuidado tenemos para con los mensajes que damos y recibimos? Así otras tantas que
me convocan a poner en perspectiva las “cartas” de los amantes que en vida no son recibidas.

Separación

Igor Caruso plantea que cuando surge una separación amorosa (y no pongo la separación amorosa
definitoriamente física sino una que es crónica, que de a poco va minando las reservas emocionales
de una relación significativa) irrumpe una muerte psíquica en la vida de dos seres humanos. Estudiar
dicha separación amorosa significa estudiar la presencia de la muerte en nuestra vida.

Si decimos que toda separación amorosa rememora catástrofes personales, imaginemos cómo el
dolor acrecentado por dicha separación va imposibilitando a la persona cada vez con más dificultad
a transmitir de manera efectiva su amor orillándole como dicen muchos investigadores a tomar su
vida como último mensaje de existencia, de importancia, cómo un acto suicida en vía pública nos
habla del abandono y anonimato que nadie reclama, más allá de una muerte física ahí existió desde
hace mucho tiempo una muerte simbólica y es ahí donde queremos centrar nuestra atención: Al
enlace de quienes se aman que se va deteriorando en vida a tal grado que el único mensaje que se
espera sea recibido sea la vida tomada por mano propia.
Cuando hablamos de separación estamos hablando en otros términos de vinculación, puesto que
duele separarse de la misma manera que duele estar vinculado y para lo que intento esbozar tengo
que hacer uso de esta tautología en términos que el germen de todo problema de muerte simbólica
en vida o la inexistencia de un lector para nuestra carta, debemos remitir a cómo nos vinculamos y
como cuidadores que somos, buscar qué se puede rescatar de cuando las personas están vinculadas
a todo un mundo de experiencias vitales. De ello se desprende la conclusión mortífera de que quien
decide morir es porque su lenguaje (relación con el mundo exterior) ha perdido la magia para evocar
al mundo de manera significativa.

EL DON

Aquí queremos poner énfasis en que la comunicación humana (con sus símbolos, códigos, gestos)
forma al sujeto; el reconocimiento y legitimación de nuestro mensaje, de nuestra carta leída. El
Sociólogo Víctor A. Paya nos regala una metáfora poderosa, el Don como todo aquello que contiene
y es contenido en el intercambio emocional donde se da memoria, sentido de pertenencia, pactos,
lealtades y deseo. El Don es un ciclo de dar, recibir y devolver pero ha existido el olvido del Don en
nuestras sociedades modernas. Marcel Mausse por su parte, plantea que desde la sabiduría de las
tradiciones ancestrales este ciclo se presenta como armónico; en los pueblos originarios de la
Polinesia se tiene la noción de talismanes usados para el intercambio: los “uloa” y los “tonga”,
objetos rituales que poseen la propiedad activa “hau” que nos hace ver que cuando se recibe
cualquiera de ellos, se devuelve algo a cambio. En esas sociedades se cree, tradicionalmente que
cuando se niega a entrar en el esquema dar-recibir-devolver el “tonga” que nos fue regalado es
contraponerse a la alianza e implica quedarnos con la substancia “hau” en una manera peligrosa.

El individuo es una hechura social que responde a los otros, a los vivos y muertos. En esta sociedad
simbólica sabemos que el intercambio emocional y social prevalece más allá de las leyes que impone
el mercado. Por ello le otorgamos la importancia debida al reconocimiento de lo social y mejor aún
a ese ciclo del que nos hablan de manera sabia los pueblos ancestrales. Por consiguiente nos
permitimos preguntar y afirmar para nuestro tema de estudio, ¿cuál es entonces el Don principal?
La palabra.

Testamentos, Notas y Cartas

Una persona que se permite redactar un testamento otorga su palabra investida de honor y apellido,
su “carta” es una carta esperada o pactada.

En cambio, quien hace una nota póstuma da su vida, no intercambia más que el único mensaje que
le queda, su existencia. Estos mensajes presentan paradojas, sobrentendidos y presupuestos que
aluden a situaciones vividas que insinúan hechos conflictivos que tal vez únicamente los sujetos
involulcrados hubieran podido descifrar
Y aún con esto nos situamos en lo que pasa antes de una nota póstuma y (obviamente de un
testamento) la “carta” antes, los últimos mensajes que buscan reconocimiento de un lector familiar,
amigo y de confianza.

Según la OMS, entre el 40% y 60% de las personas que cometen suicidio han consultado a un médico
el mes anterior al acto suicida, de una forma u otra es y un indicio de que las personas que est´n
pensando en tomar su vida buscan comunicar algo.

El economista Albert Hirshmann nos plantea tres formas de lazo social: Salida – Voz – Lealtad, de
una manera utilitaria:
“Cuando un comprador descubre que el producto que habitualmente adquiere está bajando su calidad,
enfrenta tres caminos: la opción de salida lo lleva a abandonar la mercancía y quizá a consumir otro producto;
la opción de la voz mueve al consumidor a hacerle saber al empresario que su producto se está deteriorando
y que hay aspectos para corregir; finalmente, la opción de la lealtad lo mantendrá fiel al producto, quizá
animado por la secreta esperanza de que el deterioro sea transitorio”

Ahora, traslademos este ejemplo a las relaciones persona-persona y nuestra invitación a pensar en
las “cartas” que damos y recibimos. Cuando pensamos en términos de una relación de lealtad es
privilegiar el lugar natural en donde se da el Don: el lazo en sí mismo de camaradería, amistad o
familiaridad y si observamos crudamente nuestra sociedad debemos disminuir nuestras opciones
de salida y confrontación para llegar más a privilegiar el ciclo del dar, recibir y devolver nuestras
cartas. Tal vez al principio lo hagamos mal, pero lo podemos hacer mejor si se mantiene la lealtad.

"La reciprocidad es el principio fundador de la humanidad… genera abundancia material y espiritual,


aporta al mundo el secreto de la producción social."

Dominique Temple

Conclusión: Economía del Don y Re-cordar

Para concluir esta ponencia:

No pensar principalmente en sí mismo. Superar el sentido utilitarista de las relaciones cuando


constantemente se busca ventaja de algun intercambio.

Generar consciencia de lo comun. Reconocer lo común basado en la empatía es lo que permite que exista un
profundo sentido de la reciprocidad. Federici explica que si el «bien común» tiene algún sentido, este debe
ser la producción de nosotros mismos como sujeto común..
No priorizar cuantificación. La reciprocidad en la vida y la naturaleza es abundante y sin medición. No
podemos cuantificar la mayor parte de la vida, en la diversidad no siempre se necesitan escalas; sin embargo
hay que seguir valorando cualificando, apreciendo la singularidad.

Por otro lado, la psicología narrativa nos plantea que ante cualquier duelo patológico, separación o pérdida
“decir hola de nuevo” es enlazarse de nueva un área muy profunda de nuestro yo. Es incorporarse a un mundo
sin dudas, donde se puede re-cordar nuestra relación de lectores y leidos, en donde tiene de nuevo el proceso
del ciclo dar, recibir, devolver. Decirse de nuevo “hola” tras haberse despedido implica una relación distinta
con uno mismo para recordar algo que estaba perdido y permitirse nuevas posibilidades de relacionarse. Y no
obstante primero hay que decir “adiós” (en el contexto de esa muerte psíquica) para que con la ayuda necesaria
volvamos a escribir cartas y decir-nos hola de nuevo.

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