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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

CAMINO DE RETORNO
La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Josep Gimbernat Amer, 1990, 2010


josep@camideservei.org

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

INDICE

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Cap. IV: Primer Fruto .................... 9

Cap. V: Sin Tiempo .................... 27

Cap. VI: Segundo Fruto .................... 35

Cap. VII: Tercer Fruto .................... 59

Cap. VIII: Tiempo Perdido ................... 81

Cap. IX: Cuarto Fruto .................... 103

Cap. X: Quinto Fruto .................... 119

Cap. XI: Sexto Fruto .................... 157

Cap. XII: Séptimo Fruto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189

Regreso al Reino 211

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Prólogo a la edición electrónica del 2010

Después de leer mi novela El Príncipe del Reino de la Luz,


muchos amigos me preguntaban qué pasaba una vez Adani había nacido.
Según ellos, no podía dejarles con la explicación a medias; tenía
que contarles qué le pasaba a Adani y cómo volvía al reino de la luz.
De nada sirvió que les dijera que El Príncipe se había escrito con
una intención, explicar a mis hijos mediante un cuento el porqué
nacíamos, y que esa intención ya había sido colmada. Ellos insistían.

Finalmente les hice caso y me puse a escribir la continuación del


Príncipe para intentar plasmar no sólo el porqué nacíamos en esta tierra
sino también qué pasaba una vez en ella.
Y el resultado es Camino de Retorno, la búsqueda de los Frutos,
este libro que tienes entre manos y que se aleja bastante de la ingenuidad
fantástica del Príncipe justamente porque ya no está dirigido a mis hijos
pequeños; en todo caso está dirigido a estos mismos hijos ahora que ya
son mayores.

Espero que disfrutes con las aventuras de Buscador, Adani en la


Tierra, y que te sirva de inspiración para tus reflexiones más profundas.
Ese es todo mi deseo.

Josep Gimbernat

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PRIMER FRUTO

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A dani acababa de nacer. Bueno, en realidad sus padres no lo


llamaban así; en su primitiva lengua lo llamaban Efud, que
significa 'El que Vive'; solo mucho más tarde, cuando se
hizo famoso y se forjaron leyendas a su alrededor pasó a llamarse de esa
manera: Adani, 'el Primero'.

Su padre, Shaní, era el jefe de la tribu de los Ashim, 'Los que tienen
Fuego', la más poderosa de la Tierra en esos momentos y su madre Mim
era la Sacerdotisa de la tribu.
Debo de añadir que a la Tierra, en esos momentos no se la conocía
por ese nombre sino por el de Milkoth, que significa en su lenguaje 'La
cueva del aprendiz'.

Cierto es que la tribu de los Ashim hoy sería insignificante, pero en


esos tiempos en que la humanidad era incipiente y había pocos hombres
en todo Milkoth, el hecho de haber cuatrocientos hombres en las cuatro
tribus de los Ashim era una garantía de que nadie era más fuerte que ellos
en Milkoth. Además, habían aprendido a dominar el fuego y con ello se
iniciaba una revolución en su manera de vivir.

Ya no era tan difícil calentarse en las frías noches y además de


servirles para defenderse de las muchas alimañas que les acosaban, les
permitía cocinar sus alimentos y hacerlos más agradables y aprovechables
que antes

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La vida en la tribu era muy dura y la dificultad mayor estribaba en


la alimentación puesto que en aquel entonces tanto la agricultura como la
ganadería eran incipientes y la alimentación principal se debía de recoger
diariamente en partidas de caza y de recolección de frutos y alimentos
vegetales en las que participaba toda la tribu.

Efud creció en medio de su tribu y rápidamente se hizo hombre. A


la edad de siete años ya sabía cazar y salía en las partidas de caza que
mandaba su padre.

Realmente, la lección primera que aprendía cualquier niño nacido


en esa época era la de la supervivencia puesto que ésta era muy precaria y
difícil de asegurar. Una sequía prolongada podría hacer que tuvieran que
desplazar su poblacho hasta donde hubiera más vegetación y si había
escasez de animales de caza también tenían que irse del lugar donde se
habían establecido.

Por eso, el viajar era una constante de la tribu y raramente pasaban


varios años en el mismo sitio. Lógicamente, todos los niños se hacían
rápidamente muy fuertes y a los catorce años ya se les consideraban
hombres para todos los menesteres y mucho antes ya salían a cazar para
alimentar a la tribu.

Era una vida realmente difícil y solo los más fuertes podían aspirar
a vivir algunos años; los enfermos raramente sobrevivían mucho e incluso
los fuertes envejecían rápidamente y a los treinta años ya eran
considerados viejos. Muy pocos vivían mucho más de cuarenta años.

Debido a todo ello, en todos los hombres se desarrollaba una


tendencia muy fuerte que era la de atesorar toda la comida que podían en
previsión de los días en que no pudieran tenerla. Mas tarde, se amplió esa
tendencia a todo lo que cualquiera consideraba suyo, es decir que toda
cosa, animal o incluso persona que fuera considerada que pudiera ser
propia, se atesoraba y guardaba de una manera exagerada por miedo a
perderla. Se desarrolló el primer defecto humano: la Avaricia.

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Era lógico que, debido al peligro de falta de alimento y bienestar, se


quisiera guardar algo de comida para más adelante y así evitar el morirse
de hambre uno mismo y su familia.

Pero lo que no fue tan afortunado es que del guardar cosas


necesarias se pasó a guardar con celo incluso las cosas no necesarias de
verdad o a guardarlas más tiempo del necesario con los consecuentes
efectos desastrosos para el bienestar de la humanidad. La comida
guardada demasiado tiempo se estropeaba y al que era avaricioso no le
importaba eso, prefería guardarla más tiempo todavía antes que regalarla
a alguien que la necesitara en ese momento.

Mientras los hombres no desarrollaron esa tendencia, la comida se


compartía entre todos los de la tribu, tanto a la hora de recogerla o
cazarla como a la hora de repartirla y comerla; pero al ir pasando el
tiempo y dicho defecto se iba acrecentando en más y más personas, se
inició la época en la que cada cual debía conseguirse su comida y la de su
familia, y, si alguien no lograba suficiente, tanto él como su familia
pasaban hambre sin remedio. Realmente, al ir pasando el tiempo la
Avaricia se convirtió en el defecto de todo Milkoth y rara era la persona
que no lo tenía en mayor o menor medida.

Efud, que no recordaba en absoluto ser Buscador, y mucho menos


ser el Hijo del Rey del Reino de la Luz, se adaptó a las normas que
encontraba a su alrededor y creyendo, como todo el mundo, que era un
hombre normal y corriente fue creciendo y fortaleciéndose en la lucha y la
caza, preparándose para ser un día el Jefe de los Ashim, en sustitución de
Shaní, su padre.

Al llegar a la madurez, ya era considerado el más fuerte de la tribu


y mandaba casi todas las expediciones importantes de caza; había llegado
a la cima del poder en la tribu más importante de todo Milkoth; realmente
se encontraba orgulloso de sí mismo, había incluso desarrollado un
desdén hacia los demás hombres puesto que los veía inferiores a él y
seguramente se hubiera encontrado plenamente satisfecho de no ser
porque había algo que no iba del todo bien, algo que le preocupaba
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Hacía ya muchas noches que soñaba, sueños extraños e


inexplicables que no sabía interpretar y que le perturbaban.

En esos sueños veía a un ser luminoso que se dirigía a él y le


hablaba con mucho amor pero le decía cosas que no entendía en
absoluto. De todo el sueño, lo que más le llamaba la atención es que ese
ser le enseñaba un árbol con frutos y le invitaba a coger uno pero él no
podía coger ninguno por encontrarse demasiado altos y él ser demasiado
bajo.

Cuando esos sueños se hicieron demasiado repetitivos e intensos se


fue a ver a la Sacerdotisa, a Mim, su madre para que le ayudara a
interpretarlos. Esta, le escuchó atentamente y luego de hacer unas
invocaciones a Sondolpun, el Señor de todo Milkoth, a quien adoraban
toda la Tribu de los Ashim y de quien contaban que era el que les había
dado el fuego, le recomendó que intentara hablar con ese ser que veía en
sueños puesto que según parecía era uno de los dioses que deseaba algo
de él.

Para conseguir hablar con ese dios, le enseño un ritual especial que
le permitiría lograrlo; debía ir cada día a la cima de una montaña que
había cerca de allí, la montaña sagrada, y en la puesta del Sol, sentarse de
cara al sol poniente, cerrar los ojos y llamar de corazón a ese ser. Una
vez hecho esto, manteniendo los ojos cerrados, escuchar en su cabeza la
respuesta que tarde o temprano le llegaría.

Así lo hizo Efud desde ese mismo día. Cada puesta de Sol
encontraba a Efud sentado en la cima de la Montaña Sagrada intentando
comunicar con el misterioso Ser que se le aparecía en sueños.

Pero no conseguía oír nada aunque se mantenía de esa manera


hasta que oscurecía totalmente. Día tras día lo intentaba, pero sólo oía
sus propios pensamientos. Cuando lo había intentado ya muchas veces sin
éxito, fue a ver de nuevo a Mim, la Sacerdotisa.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Gran Sacerdotisa, te ruego me ayudes a conseguir oír la voz del Ser


que se me aparece en sueños; no lo consigo por mucho que hago lo que
me dijiste.

El hablar con un dios no es cosa fácil para un mortal, aunque


sea hijo de Jefe y aunque sea el más fuerte de los hombres. La fuerza
no sirve de nada en estos casos, es más bien la humildad y la
tenacidad la que lo consiguen. Cuando comprendas que no eres más
importante que nadie de la tierra alcanzarás la paciencia necesaria
para acallar tus pensamientos y en cuanto logres silenciar tu mente,
oirás esa voz suave que intenta hablar. Continúa haciendo lo que te
he dicho hasta que consigas lo que te propones.

Efud no podía rechazar una orden tan directa de la Gran


Sacerdotisa, aunque no estuviera muy seguro de que consiguiera nada,
así que tuvo que reanudar sus largas sentadas en la cima de la Montaña
Sagrada. Diariamente subía a la Montaña, se sentaba ante el sol poniente
y cerraba los ojos invocando al Ser de Luz. Y casi sin darse cuenta
ocurrió que cada vez se impacientaba menos.

Al llegar a la conclusión, por cansancio, de que no conseguiría


nada, abandonó la impaciencia y al darse cuenta de que por muchos
méritos que tuviera, por mucha fuerza que desarrollara y por muy hijo de
Jefe que fuera, el Ser de Luz no le hablaba, poco a poco fue perdiendo la
arrogancia que le caracterizaba y fue adquiriendo la justa proporción de
saber cuál era su lugar en el mundo.

Y así, un día se encontró con que, en el rato que seguía a la puesta


del sol en que se encontraba con los ojos cerrados y esperando, sus
pensamientos se callaron del todo; dejó de pensar en lo que ocurría en su
mundo, en su vida y se quedó en silencio total y entonces ocurrió. Una
voz queda, suave, se dejó oír en su mente:

Soy Oro, tu acompañante eterno, ha pasado mucho tiempo


desde que intenté hablar contigo por primera vez. Recuerda que el
motivo por el que naciste es el de recoger el primer fruto del Árbol
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de la Sabiduría. Y Para poder coger el fruto de ese árbol deberás


crecer primero. Eso es lo que intentaba explicarte en los sueños, que
debes crecer para poder alcanzar esos frutos. El árbol es alto para
que ningún hombre que no quiera crecer primero pueda alcanzarlos.
Busca ante todo el crecimiento y conseguirás el fruto deseado.

Y sin decir nada más, el Ser dejo de oírse en la mente de Efud, el


cuál quedó perplejo por las palabras del llamado Oro y en cuanto pudo
solicitó otra audiencia con la Gran Sacerdotisa.

Gran Madre, te suplico interpretes las palabras que el Ser de Luz


me dijo porque de ninguna manera las entiendo. El habla de que debo de
crecer, pero yo ya he llegado al máximo de crecimiento, nadie en la tribu
de los Ashim crece más después de mi edad y en verdad que soy el más
alto de todos. Cómo puedo crecer más para poder alcanzar los frutos de
ese maravilloso árbol.

Hijo mío, por las palabras que te dijo el Ser de luz y que tú me
has contado, creo que no se refería a crecimiento de tu cuerpo sino
de tu espíritu. No se trata de ser más alto realmente sino de que
debes crecer en tu manera de ser, debes madurar y dejar de ser
como un niño. Todos los hombres, aunque crezcan en su cuerpo y se
hagan altos y fuertes, deben madurar para alcanzar la sabiduría, de
lo contrario sus actitudes y sus maneras de comportarse siguen
siendo las de un niño. Obsérvate a ti mismo en todas las situaciones,
analiza los motivos por los cuales actúas así y reflexiona sobre si esa
es la manera más adecuada de comportarse. Es el trabajo de toda
una vida, pero cuando alcances la meta sabrás que ese esfuerzo vale
realmente la pena.

Las palabras de la Gran Sacerdotisa, dieron mucho que pensar a


Efud. Había algo que le decía que no eran simples palabras las que le
había dicho su madre, que no era vana filosofía ni sueños fantasiosos y sin
realidad, sino que debían ser la expresión de una verdad que todavía él no
alcanzaba a entender.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Efud estaba acostumbrado a no pensar en el porqué hacía las cosas;


las hacía porque le salía hacerlas así o bien porque todo el mundo las
hacía de ese modo. Nunca se le había ocurrido pensar que pudiera estar
actuando como un niño, él ya era un hombre y un hombre, se supone,
siempre actúa como un hombre.

Pero si Mim era la Gran Sacerdotisa era por algo, había


demostrado ya varias veces su gran intuición y su visión de futuro por lo
que no podía desechar sus explicaciones.

Y, además, estaba el Ser de Luz que le habló, aunque quisiera


pensar que era sólo imaginación suya, la impresión que le causó esa voz
hablándole con tanto amor y con tanta sabiduría era tan fuerte que no
podía tampoco olvidarla así cómo así. Después de mucho reflexionar,
decidió que intentaría poner en práctica lo que le había recomendado su
madre, al menos por un tiempo.

Una vez tomada esa decisión, esa misma noche tuvo un sueño en el
que se vio ante el Ser de Luz que le mostraba el Árbol de la Sabiduría y
que le sonreía contento.

Al despertar se dio cuenta de que ese ser le había querido hacer


entender que estaba contento por su decisión así que cogió nuevos
ánimos para iniciar la que sería una de las tareas más difíciles para él:
intentar conocerse a sí mismo y las motivaciones por las que actuaba.

A partir de ese mismo día, Efud se volvió más reflexivo, menos


charlatán y siempre parecía absorto en sus cavilaciones. Sus amigos al
principio le preguntaban qué le pasaba pero luego se reían de su
contestación.

Nadie le entendía cuando lo explicaba, todo el mundo se reía de sus


sueños y le instaban a que reanudase su vida normal y se olvidara de esas
fantasías de niño. Sólo Mim, su madre, y Shaní, su padre, lo entendieron
y ayudaron, los demás se burlaban de él y al ver que Efud seguía
emperrado en su historia acabaron por abandonarle y dejarle solo.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pasaron los años y Efud se quedó sin amigos, sin nadie a su lado
excepto sus padres y eso lo entristeció.

Un día su padre lo llamó a su presencia y le hablo:

Hijo mío, cada día te veo más triste. Ya me has contado más de
una vez, cual es el motivo de tu aire reflexivo y de tu cambio de
manera de actuar, pero eso no me parece motivo de tu tristeza.
¿ Qué te ocurre?.

Padre, lo que ocurre es que no tengo amigos. Todos me han


abandonado, se burlan de mí y de mis maneras de actuar. No quieren ni
escucharme y realmente, se me hace difícil vivir sin amigo alguno.

Te entiendo hijo mío, a todos se nos hace difícil la vida si


creemos que no tenemos ningún amigo pero no debes preocuparte
por ello, en realidad sí tienes algún amigo; primero estamos tu
madre y yo que siempre seremos tus mejores amigos y además tienes
a tu amigo de luz: el ser que dijo que se llamaba Oro. Ese es el mejor
amigo que se puede tener en este mundo, alguien que no es de él.

Tienes razón, Padre, pero a Oro no lo he vuelto a ver, ni a oír, ni


tan siquiera a soñar desde que tomé la decisión de conocerme mejor a mi
mismo y eso me entristece. Y, además, me entristece también el que todo
lo que voy descubriendo no puedo comunicarlo a nadie. Veo que mis
errores también los cometen otros antiguos amigos míos y quisiera
explicárselo pero ni tan siquiera quieren oír hablar de ello.

Según lo que recuerdo que me explicaste de lo que dijo tu Ser


de Luz en la Montaña Sagrada, es lógico que no lo hayas vuelto a
ver, puesto que te encomendó un trabajo y hasta que no lo hayas
terminado te debe dejar en paz para que puedas hacerlo por tus
propios medios y sin interferencia alguna. Estoy seguro que, en
cuanto hayas crecido bastante, volverás a encontrarte con él cuando
menos lo esperes.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y en cuanto a tus antiguos amigos, es normal que no te


quieran ni escuchar puesto que nada duele más a un hombre-niño
que le digan que es un niño.

El verdadero hombre admite que es un niño que debe de


crecer, el hombre niño cree que es un hombre ya crecido mucho
antes de que haya salido de caza por primera vez.

Y no solo temen escuchar que son niños sino que además no


quieren ni oír hablar de tus reflexiones puesto que ello les obligaría a
reflexionar sobre sí mismos y tendrían que admitir que quizás sí que
están errados en algo importante, y eso es inadmisible para el
hombre-niño.

Debo de admitir que estoy orgulloso de ti, hijo mío, al intentar


conocerte a ti mismo, has tenido que reconocer que eras un hombre-
niño, y con ese reconocimiento has ganado la categoría de hombre.
Aunque el precio a pagar es la soledad, creo que vale la pena
adquirir la sabiduría y no quedarse con la ignorancia de por vida.

Efud, con toda aquella explicación se quedó mucho más tranquilo.


Aunque, en el fondo, la tristeza de sentirse solo era muy profunda, aún
así las palabras de su padre le renovaron en su decisión de seguir adelante
en su propio crecimiento aún a costa de no tener ningún amigo.

Esa misma noche volvió a soñar con el Ser de Luz que le sonreía y
le enseñaba la Montaña Sagrada. Al despertar, Efud comprendió que se le
indicaba que debía de reanudar el contacto con Oro subiendo a la
Montaña en la puesta de sol, tal como lo había hecho anteriormente y así
lo hizo.

En cuanto se sentó ante el sol poniente y cerró los ojos,


inmediatamente vio claramente a Oro delante de sí, sonriéndole y
mostrándole el Árbol de la Sabiduría más bajo de lo que era la última vez
que lo había visto y a la vez, una voz en su cabeza empezó a hablar:

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Soy Oro de nuevo, no había vuelto a comunicarme contigo


para dejarte en libertad de escoger tu propio camino de crecimiento
y ver si realmente aguantabas la soledad que conlleva.

Lo has hecho, has crecido realmente y te has hecho un


verdadero hombre, te has apartado de los hombres-niño y has
preferido la soledad a comportarte como ellos. Por eso ves ahora el
Árbol más bajo que antes, en realidad es igual de alto que siempre
pero tú has crecido y eres más alto, por ello te parece más bajo el
Árbol y más fácil alcanzar su fruto.

De todas maneras, aún te falta crecer un poco más para


alcanzar ese fruto. El siguiente paso que debes de dar es el aprender
a discriminar. Ahora ya te has dado cuenta de que muchas de las
cosas que se hacen diariamente son hechas sin pensar y por pura
costumbre.

También has visto que muchas de ellas son equivocadas. Pero


con esa constatación no basta, debes de aprender a actuar
correctamente en todas las situaciones y para ello deberás aprender
a discriminar lo correcto de lo incorrecto, lo útil de lo inútil, lo
bueno de lo malo. Te has convertido en un pensador pero ahora
debes aprender a actuar. En cuanto actúes, tu soledad desaparecerá.

Pero recuerda, aprende a discriminar o puedes perder todo lo


ganado. Yo estaré cerca de ti, pero no puedo interferir demasiado,
debes crecer por tu propio esfuerzo. Hasta pronto.

Y de nuevo Efud se encontró solo en la cima de la montaña. Algo


abatido por su sentimiento de soledad pero alentado a la vez por las
palabras de Oro bajó hasta el poblado y se fue a dormir.

Y tuvo sueños hermosos, sueños en los que se veía muy alto y


recogiendo los frutos del Árbol de la Sabiduría, hablando con Oro y
disfrutando de su compañía y su eterna sonrisa.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero sólo eran sueños, al despertar comprobó que todavía no había


crecido lo suficiente, que no tenía ningún fruto del Árbol e incluso que ni
tan solo sabía dónde se hallaba ese maravilloso Árbol; sin desanimarse
inmediatamente reanudo la tarea encomendada.

Y así siguieron pasando los años.

Por aquel entonces, Shaní, su padre, ya era muy viejo y debía ceder
el puesto de Jefe de los Ashim a un sucesor. Este sucesor podía
nombrarlo él y era normal que nombrara a su hijo, pero existía el peligro
de que si el nombrado no era suficientemente fuerte y sabio para ejercer
de Jefe, fuera retado por otros aspirantes a la jefatura. Y ocurrió que
aunque todo el mundo sabía que Efud era fuerte, como últimamente no
hacia gala de su fuerza ni de sus habilidades, algunos jóvenes creyéndose
más fuertes que Efud, le retaron a lucha. Efud buscó consejo en su
madre, la Gran Sacerdotisa.

Madre, hay tres aspirantes a la jefatura de los Ashim que me acaban


de retar y me encuentro en una encrucijada. No se qué hacer, creo que
soy mas fuerte que ellos y que podría vencerles fácilmente pero por otro
lado no estoy seguro de que yo sea el mejor jefe para la tribu y quizás
uno de los aspirantes lo hiciera mejor que yo, por ello dudo en si dejarme
vencer o renunciar directamente a la lucha cediendo la jefatura.

Pero por otro lado, creo que los que me sucederían no tienen el
suficiente buen juicio para gobernar correctamente la tribu y quizás
debería de intentar mantenerme en el puesto por el bien de los Ashim.
¿ Qué me aconsejas?.

Hijo mío, has hablado como un hombre sabio. El ignorante


siempre cree saber más y poder hacerlo mejor que nadie. En
cambio, el sabio nunca está seguro de si sabe lo suficiente para algún
menester.
Tus dudas son muestra de una humildad que pocos hombres
de la tribu poseen ahora.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Es por ello que como Gran Sacerdotisa debo aconsejarte que te


mantengas en tu jefatura y respondas al reto aceptando la lucha
puesto que la tribu estará mejor gobernada por un jefe que es sabio
y humilde que no por alguien que sea fuerte pero ignorante de sus
propias capacidades.

Efud, salió un poco más animado de la conversación con la Gran


Sacerdotisa pero aún con dudas y para intentar aclararse las dudas
decidió dar un paseo para reflexionar.
Cuando quiso darse cuenta ya se encontraba en la Montaña
Sagrada y había tomado una decisión: se mantendría en la jefatura, pero
no por él sino porque creía que sería lo mejor para la tribu.

En ese momento ocurrió algo inesperado, a pesar de ser todavía


mediodía, lejos de la hora de la puesta de sol, y a pesar de encontrarse
con los ojos abiertos plenamente, pudo ver delante de él cerca de la cima
de la montaña a Oro, el Ser de Luz, con su eterna sonrisa y lo pudo ver
más radiante que nunca, realmente competía con el sol en iluminar la
cima de la Montaña Sagrada.

Una vez repuesto de su sorpresa pudo oír cómo Oro se dirigía a él


es estos términos:

Aquí estoy de nuevo, acabas de tomar una importante


decisión, la de seguir como jefe de tu tribu a pesar de dudar en si
eres lo suficientemente adecuado para el puesto. Para tomar esta
decisión has tenido que utilizar la discriminación para saber cuál de
las opciones que tenias a escoger era la más correcta y has decidido
correctamente.
Aunque no deseas luchar contra nadie, aunque no estés seguro
de tus aptitudes, sí sabes perfectamente que los que te han desafiado
no son suficientemente maduros para ejercer de jefe.

Tú sabes que son hombres-niño y que por ello no sería bueno


para la tribu el ser gobernados por ellos.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Aún con miedo a equivocarte has tomado tu decisión y en esa


decisión no tenias en cuenta tu bienestar sino el de la tribu. Has
escogido por lo tanto correctamente y la discriminación ha anclado
dentro de ti.

Ahora empiezas una agotadora labor; deberás gobernar a los


Ashim intentando lograr que todo lo que has conseguido para ti, tu
madurez, lo consigan todos ellos; que dejen de ser hombres-niño
para pasar a ser hombres completos.
Y que aprendan a discriminar correctamente lo útil de lo
inútil, lo correcto de lo incorrecto. Ahora sí que podré estar más a tu
lado, a partir de ahora, siempre que me necesites me tendrás para
aconsejarte y ayudarte en lo que pueda.

Para ti seré desde ahora El Consejero.

Y se desvaneció de la vista del sorprendido Efud, quien no daba


crédito a sus ojos ni a sus oídos. ¿ Cómo era posible que Oro, el
Consejero, pudiera saber todo lo que sabía?. Lo que él pensaba, todo lo
que ocurría en la tribu y, además ¿ cómo podía estar seguro de que no
ganaría el reto alguno de sus oponente?.

Con estas cavilaciones fue bajando la montaña y se acostó.

El día siguiente aceptó el reto, tal como había decidido, y se


preparó para la lucha que tendría lugar la luna siguiente.

Y al llegar la luna siguiente, ocurrió todo lo que oro le había dicho.

Efud era bastante fuerte, pero probablemente sus oponentes lo eran


más, ahora bien, como Efud había aprendido muchísimo más de lo que
imaginaba todo el mundo, sabía perfectamente cómo refrenar el
nerviosismo y la impaciencia, cosa que los jóvenes que le retaban no
sabían hacer y por ello uno tras otro fueron vencidos por Efud, casi sin
cansancio ni esfuerzo excesivo.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Efud sabía aguardar el momento oportuno y no derrochar la


energía innecesariamente. Todo el pueblo pudo ver cómo Efud era el más
fuerte, no solo por la fuerza física sino por la táctica que desplegó para
vencer a sus oponentes.

Inmediatamente fue aceptado por todos los Ashim como el nuevo


jefe sin discusión alguna y así empezó una nueva época para la tribu. Una
nueva época caracterizada por el aprendizaje puesto que la consigna
principal de Efud fue la de que todo el mundo debía aprender a ser
hombre completo y desarrollar la discriminación además de la fuerza
física necesaria para la supervivencia.

Así se cambiaron muchas costumbres de la tribu; empezaron a ser


mal considerados aquellos que tenían guardado en sus cabañas más de lo
que necesitaban o no querían cederlo a alguien más necesitado que ellos,
y poco a poco se fue extendiendo la costumbre de ir analizando los
motivos de las acciones de cada uno.

Lógicamente, el conseguir todo esto le llevó muchos años a Efud,


realmente había mucha oposición.

La oposición venia por parte de su pueblo, el cuál estaba


acostumbrado a la improvisación y la actuación por pura costumbre, pero
realmente fue una labor muy enriquecedora para el mismo Efud puesto
que constantemente tuvo que mejorar su discriminación para poder
ejercer de Juez ante los casos que se le presentaban, como Jefe que era,
para resolver.

Con el tiempo se murieron sus padres y dejó de tener ningún


consejero humano, él era el consejero de todo su pueblo, y sólo le quedó
el consejo de Oro, el Consejero, quien siempre estuvo a su lado en los
momentos difíciles.

A pesar de todo, Efud siempre estuvo solo, se dedicó tan


enteramente a la labor de gobernar correctamente a su pueblo y para
poderlo hacer, a buscar el conocimiento de sí mismo y del ser humano
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

incesantemente, que nunca encontró a nadie que quisiera compartir ese


difícil camino, ni tan siquiera una compañera y por ello, al irse haciendo
viejo no tenía ningún hijo a quien ceder la jefatura.

Pero en cambio sí que había visto que algunos de los jóvenes que
crecían bajo su mandato estaban empezando a seguir sus pasos en la
búsqueda del conocimiento y a esos dirigió sus últimos esfuerzos para
ayudarles y animarles, evitando que dejaran lo que habían empezado.

Después de muchos años de enseñanza y apoyo logró que un joven


estuviera listo para ser su sucesor y cuando estuvo seguro de que podría
ejercer la jefatura correctamente le mandó llamar:

Hijo mío, aunque no he tenido hijos, tú te has comportado


como si lo fueras, aceptando mis consejos y buscando aprender todo
lo que yo sabía. Te conozco muy bien y sé que no lo hiciste pensando
que podrías sucederme en la jefatura de los Ashim, sino porque
sientes la llamada de la sabiduría en tu corazón.

Por eso y porque creo que el mejor jefe para mi pueblo es el


que desee la sabiduría por sobre de todas las cosas es por lo que te
nombro mi sucesor.

Ya he dado orden de que mañana mismo seas proclamado ante


todo el pueblo como Jefe de todos los Ashim. Espero que gobernaras
con la misma prudencia y que tu divisa será la de impartir la
sabiduría que obtengas a tu pueblo.
Como es lógico, habrán contrincantes que te disputarán el
sitio, como a mí me lo disputaron en su momento. Sé que puedes
vencerlos a todos, pero lo más importante es que logres vencerte a ti
mismo y no caigas en la arrogancia.
Te deseo lo mejor.

Y ahora vete, prepárate para tu nueva tarea y busca la


sabiduría en el silencio de la Montaña Sagrada.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y diciendo esto lo despidió de su lado con sus mejores deseos.

Una vez solo, recorrió de nuevo el camino de la Montaña Sagrada


y subió a la cima lentamente, con paso cansado por los años se dirigió a
donde se encontró por primera vez a Oro, su Consejero y cuál no fue su
sorpresa cuando al vislumbrar la cima vio en ella a un hermoso árbol en
donde antes no había nada.

Era un árbol altísimo y deslumbrante, hecho de luz, como Oro el


Ser de Luz, todo en el era admirable y maravilloso.

Tenía diez ramas y las siete más bajas terminaban en un fruto cada
una, un fruto dorado. Era el Árbol de la Sabiduría, el Árbol de los Siete
Frutos, y por fin estaba a su alcance. Al irse acercando, notó que su
cuerpo iba creciendo hasta hacerse tan alto que pudo alcanzar sin
dificultad la primera rama y coger el dorado fruto que pendía de ella.

En el momento de coger el fruto comprendió, supo que su vida


había terminado y que Buscador había recogido el primero de los siete
frutos que necesitaba.

Su cuerpo sin vida fue encontrado al día siguiente por su sucesor


cuando, siguiendo su consejo, fue a la Montaña Sagrada a encontrarse a
sí mismo.

Fue entonces cuando se empezaron a tejer las leyendas que se han


transmitido desde entonces sobre Adani, el Primero. Probablemente, sin
saberlo, los poetas que las escribieron intuyeron que el mejor nombre
para Efud era "el Primero" seguramente en referencia al fruto que
consiguió gracias a su tesón.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

SIN TIEMPO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

E n cuanto Efud cogió el fruto cayó sobre la Montaña


Sagrada un gran silencio, no se oía ningún ruido y
rápidamente todo se oscureció; la oscuridad envolvió a la
Montaña y sólo quedo visible el Árbol de Luz delante de él.

Efud no comprendía que pasaba, sólo podía ser mudo testigo de lo


que iba ocurriendo; en su interior algo le decía que no tenía que temer
nada y por ello no se intranquilizó. Siguió mirando y vio que el Árbol de
Luz iba desvaneciéndose pero que de ninguna manera menguaba la luz
que emitía, simplemente cambiaba de forma; poco a poco el Árbol fue
convirtiéndose en una cueva luminosa.

Alrededor de Efud, todo seguía oscuro, en silencio y en cambio la


cueva parecía acogedora por lo que éste decidió entrar en ella. Al entrar
vio que lo que parecía una cueva en realidad era un túnel hecho de luz
que iba subiendo suavemente hacia arriba, más arriba de lo que era la
cima de la Montaña Sagrada y al girarse para ver la abertura que daba a
la negrura exterior se dio cuenta de que ya no existía, las paredes
luminosas de la cueva se habían cerrado y no podía volver atrás. No le
quedaba más remedio que seguir subiendo por el túnel para ver que había
al final de él. Y así lo hizo.

Siempre en el silencio mas absoluto, pero con una sensación de


alegría que no podía decir de dónde le venia, Efud fue caminando y
subiendo por el túnel de luz hasta que vio la salida: una abertura que
destacaba porque era todavía más luminosa que el propio túnel.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y finalmente salió a la Luz.

Una vez se acostumbró a esa luz cegadora miró a su alrededor y


cuál fue su sorpresa al ver que a su lado se encontraba Oro junto con
otro ser de Luz vestido de manera extraña. Poco a poco fue
comprendiendo todo lo que le estaba ocurriendo; recordó que él era
Buscador y que había bajado a la Tierra para recoger un fruto del Árbol
de Siete Frutos tal y como le había indicado Servidor que le era necesario
hacer para recordar quién era en realidad. Recordó que Oro era su
compañero y amigo que había prometido estar a su lado y ayudarle en su
búsqueda y que ahora había abandonado la Tierra para volver al reino de
la Luz. Y ante el impacto de todo lo que recordaba sólo se le ocurrió
hacer una pregunta:

Entonces... ¿ Estoy muerto?.

Una gran carcajada fue la respuesta del acompañante de Oro, pero


éste, comprendiendo la comunión que había en la mente de Buscador le
explicó:

Sí, Buscador, amigo mío, según los habitantes de la Tierra


estás muerto. En éstos momentos, tu sucesor como Jefe de la tribu de
los Ashim está llorando sobre tu cuerpo sin vida.
Pero como puedes darte cuenta, tú estás tan vivo como
siempre. Aunque no te hayas dado cuenta todavía, ya no tienes el
cuerpo humano que utilizaste durante tu vida en la Tierra; vuelves a
tener tu apariencia de ser de Luz que es tu verdadera identidad.

Buscador, se miró y comprobó que Oro tenía razón, el pesado y


molesto cuerpo que tanto le limitaba ya no estaba con él, volvía a ser
pura Luz y esto le alegró pero multitud de dudas le inundaban.

¿Cuánto tiempo he estado en la Tierra?, me parece que ha pasado


mucho tiempo desde que me despedí de ti, pero a la vez siento que ha
sido un tiempo muy corto, ¿cómo es posible?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Has pasado toda una vida terrestre en la Tierra, exactamente


cuarenta y cinco años; eso es lo que recuerdas. Para las medidas
humanas es un tiempo bastante largo, pero para un Ser de Luz que
vive en el Reino de la Luz, el tiempo no se comporta como en la
Tierra y, aunque ha sido algo de tiempo el que he tenido que
esperarte, en realidad ha sido una corta espera para mí y más
teniendo en cuenta que tenía que conectar contigo para ayudarte
cada dos por tres.

Y, ¿ cómo es posible que mientras estaba en la Tierra, no recordara


nada de quién era en realidad, ni quién eras tú, ni cuál era mi tarea allí?.

Esa es una de las dificultades de la Tierra: hay un diferencia


tan grande de luz entre ella y el Reino de la Luz que cualquiera de
nosotros, normalmente, al entrar en ella olvidamos todo lo que
somos y nuestros propósitos.
Acuérdate de las explicaciones que nos dieron antes de aceptar
el Oscurecimiento y la bajada a la Tierra. Por ello es que siempre
que se puede se desciende a la Tierra teniendo alguien en el Reino de
la Luz que se comunica constantemente con el Oscurecido, para
evitar el olvido total y por lo tanto la pérdida del tiempo que se está
en la Tierra.

Por lo que recuerdo yo bajé a la Tierra para recoger un fruto del


Árbol de Siete Frutos y antes de subir aquí lo recogí, pero ahora no lo
veo por ninguna parte. ¿Qué se ha hecho de él?.

Es lógico que no lo veas puesto que se ha convertido en parte


de ti. El fruto que cogiste es totalmente redondo y extremadamente
luminoso, en realidad parece vivo y está lleno de energía. El mejor
lugar para guardarlo es tu propio cuerpo ya que está hecho de luz
como el fruto, aunque menos brillante. Por ello, si te fijas en él
notarás un lugar en donde sientes calor y verás que brilla más que el
resto de tu cuerpo. Allí está anclado, esperando que recojas los otros
seis.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Buscador se miró atentamente y vio perplejo que en la base de su


columna vertebral había una luz más fuerte que en el resto de su cuerpo,
su color era rojo muy brillante, y realmente notaba un intenso calor en ese
lugar. Tuvo que admitir que Oro tenía razón, el fruto estaba allí.

Entonces reparó en el otro Ser de Luz que estaba con ellos y lo que
le más le llamó la atención era que, a pesar de ser luminoso como ellos,
tenía puesta una vestimenta de color oscuro como la noche y ello le daba
un aspecto muy extraño. Por ello se dirigió a él y le preguntó:

Te agradezco que estés aquí conmigo pero no logro reconocerte


¿ quién eres y porqué estás vestido de esta manera?.

Soy un ciudadano del Reino de la Luz, pero en la Tierra todos


me llaman La Muerte.
Voy vestido oscuro porque mi misión es la de recoger y
absorber toda la oscuridad que el que abandona la Tierra lleva
consigo y evitar que la suba al Reino de la Luz.

Supongo que es debido a mi apariencia y a la ignorancia que


los humanos tienen sobre el proceso al que llaman muerte por lo que
me tienen tanto pánico.
Hasta que no se encuentran aquí y me conocen, no dejan de
tenerme miedo.
Es realmente curioso que a mi compañero, el que ayuda a los
que quieren nacer en la Tierra y, por lo tanto, el encargado de los
Oscurecimientos, sea llamado Vida por los humanos y celebran cada
nacimiento como si fuera una cosa agradable, cuando en realidad
para un ser de luz es muy desagradable la vida en la Tierra, como ya
has podido comprobar, y en cambio es motivo de alegría el salir de
ella para volver a la Luz.
Esta es otra de las paradojas de la Tierra.

Y, si esta es la misma cueva a través de la cuál bajé a la Tierra,


¿ cómo es que la veo tan luminosa cuando antes la vi tan oscura?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Sigue siendo la misma cueva y sigue siendo igual de oscura, al


menos para Oro y para mí, pero para ti que has estado en la Tierra
tanto tiempo y te has acostumbrado a su falta de luz, ésta cueva
oscura te parece muy luminosa.
Ya te acostumbrarás.
Y ahora debes poner en orden todo lo que desordenaste al
bajar a la Tierra y la negrura que traes debes dármela totalmente
para poder subir al Reino de la Luz.

A medida que iban ordenando la cueva y la oscuridad de Buscador


era absorbida por Muerte, la claridad iba invadiendo la mente de
Buscador, iba recordando todo lo que hizo en la Tierra, los motivos por
los que fue a ella, su búsqueda, todo lo que había olvidado volvió a su
memoria. Por ello, una vez terminado completamente el trabajo se dirigió
a sus compañeros y les habló:

Ahora ya hemos terminado el trabajo, pero en realidad a mí me


queda mucho trabajo por realizar todavía. He logrado encontrar uno de
los siete frutos, pero aún me quedan seis por recoger. Debo volver a
bajar a la Tierra para seguir con mi búsqueda, no quiero regresar al Reino
de la Luz todavía.
Por ello, quiero descender de nuevo a la Tierra. ¿ Qué debo hacer?.

Oro estuvo de acuerdo en que cuanto antes regresara a la Tierra,


antes podría terminar su búsqueda y Muerte también le apoyó y le dijo
que para que pudiera regresar a la Tierra había que llamarse al encargado
de los nacimientos, el llamado Vida, para que le ayudara y ya que él
mismo ahora regresaba al Reino de la Luz, le llamaría y le explicaría la
situación.

Que tanto Oro como Buscador, si querían, podían quedarse allí


mismo esperando hasta que bajara Vida.

Así se pusieron de acuerdo y Muerte subió al Reino de la Luz


mientras Oro y Buscador esperaban en la antesala de la Tierra.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

No tuvieron que esperar mucho tiempo antes de que Vida llegara y,


enterado de la situación por Muerte, rápidamente se puso manos a la
obra en la tarea de ayudar a Buscador a fabricarse un nuevo cuerpo para
nacer de nuevo en la Tierra.

Ahora ya no puedes volver al mismo tiempo en que estuviste


anteriormente, aunque aquí ha pasado un corto tiempo desde que
viniste de la Tierra, en ella han pasado ya unos cuantos años así que
nacerás en otro tiempo y probablemente en otro lugar, cerca de
donde puedas encontrar el fruto que estás buscando.

Realmente a Buscador no le importaba demasiado donde naciera ni


cuando si eso le permitía ir encontrando los frutos con los que, esperaba,
recobraría su identidad, así que con todo su afán se esforzó en terminar
su nuevo cuerpo rápidamente y ésta vez no se quejó de ninguna molestia
por encontrarlo estrecho ni por ningún otro motivo.

Solo quería nacer.

Una vez terminado el cuerpo se despidió de Oro y de Vida y volvió


a salir por la abertura que conduce a la Tierra; al descender por el último
escalón, la oscuridad lo envolvió.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

SEGUNDO FRUTO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

L a noche; la oscura noche lo envolvía todo. En el mar flotaba


una pequeña canoa que luchaba por mantenerse a flote entre
las embravecidas olas. Un hombre cansado intentaba evitar
que se hundiera y acurrucada en el fondo de la canoa una hermosa
muchacha tapaba con unas pieles a ocho niños para protegerles de las
olas que constantemente les caían encima. Solo se oían los sollozos de los
mas pequeños y las dulces palabras de la madre intentando
tranquilizarlos. Huían.

Moa, había conseguido convencer a Shon de que se avecinaba una


catástrofe para la pequeña isla en donde vivían. No le resultó fácil ya que
nada había que lo indicara y lo que pedía a Shon era que abandonaran la
isla y todo lo que tenían. Sería duro volver a empezar en otra tierra y,
además, un viaje era peligroso para Moa puesto que se encontraba
embarazada de su noveno hijo.
Todo ello hacía que Shon dudara, pero su esposa ya había
demostrado demasiadas veces que su intuición era muy buena y con sus
avisos había logrado evitar varias desgracias a su familia; por ello Shon
terminó convenciéndose de que lo mejor era hacerle caso y ese mismo día
se embarcaron en la frágil canoa él, Moa y sus ocho hijos rumbo a lo
desconocido.

Cuando se hicieron a la mar no había señales de tormenta pero al


encontrarse mar adentro empezó a soplar un fuerte viento que amenazaba
con hundir la canoa y hacer perecer a sus ocupantes; Shon se dirigió
entonces a Moa :
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Moa, esposa mía, el mar está cada vez más encrespado y hay el
peligro de que no podamos ver salir de nuevo el sol ; ¿ no crees que
sería mejor el volver y esperar a que amainen los vientos para abandonar
la isla ?.

Moa no tuvo tiempo de contestar, un tremendo fragor se levanto de


las entrañas de la tierra y una estampa terrorífica se enseñoreaba de la
noche : la montaña que coronaba la isla acababa de convertirse en un
volcán ardiente.

En la canoa se hizo el silencio, incluso los pequeños que sollozaban


se callaron ante el dantesco espectáculo que se desplegaba ante ellos.
Ellos se encontraban lejos de las iras del volcán y desde donde se
encontraban vieron cómo lenguas de fuego recorrían la pequeña isla e
iban destruyendo todo a su paso. Antes de que, por lejanía, no pudieran
ver mas, fueron testigos de la destrucción de toda la isla.

Cuando estuvieron suficientemente lejos para que la isla no fuera


visible los ocupantes de la canoa se fueron durmiendo. Sólo Shon se
mantuvo despierto para expulsar el agua que caía dentro de la canoa se
acumulaba en ella.

Poco a poco la tormenta amainó y la calma volvió a las aguas de


Aku, el océano; sólo se oía el fragor apagado del volcán en la lejanía. Sin
darse cuenta, Shon cayo en un sueño profundo rendido por la fatiga.

Le despertaron los lloros estridentes de una niña pequeña. Al


principio creyó que estaba soñando todavía pero luego al darse cuenta de
que se encontraba en alta mar y en la canoa con Moa y sus hijos se
despertó por completo y pudo ver que lo que le había despertado era
realmente el lloro de una niña.

Una niña que acababa de nacer; su noveno hijo, que, a pesar de que
los ocho primeros hijos eran varones, el noveno era hembra: era una niña.
Miró a Moa y ella le sonrió.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Mira, esposo mío, qué hermosa es nuestra hija. Mientras tú


descansabas, ella ha decidido nacer, no ha querido esperar a que se
cumplieran sus días, ni tan siquiera a que llegáramos a una nueva
tierra: tenía prisa por nacer.

Sí que es hermosa, parece la misma luna que acaba de salir por el


horizonte. ¿ Cómo la llamaremos ?.

Acaba de salir la luna y es luna llena; nuestra hija ha nacido en


el mar y saliendo la luna llena. La llamaremos Levanah, 'Regalo de
Luna', pues esto es lo que es. Debe estar protegida por la Diosa Luna
puesto que de no haber sido avisados que debíamos huir, ella no
hubiera nacido nunca. Si tú estas de acuerdo, creo que deberíamos
consagrarla como Sacerdotisa de la Luna en agradecimiento a los
dioses por los sucesos de hoy.

Yo también creo que todo lo ocurrido debe ser la obra de algún


dios benévolo y podría ser la Luna ya que la niña ha nacido justo al salir
la luna. Estoy de acuerdo en que se llame así y en consagrarla a la Diosa
Luna como sacerdotisa de su templo. En cuanto lleguemos a una nueva
tierra, la dedicaremos a la Luna.

Y así diciendo, se durmieron todos tranquilamente en la canoa;


bañados con la luz de la luna que parecía sonreírse y estar de acuerdo con
sus cavilaciones.

Pasaron varios días en alta mar y las provisiones empezaron a


escasear, pero, cuando empezaban a temer que se les terminaran, vieron a
lo lejos una mancha verde que parecía tierra.

Poco a poco se fueron acercando y vieron que efectivamente era


tierra; era una isla algo mayor que la que habían abandonado y se veía
fértil y habitada. Llegaron a la isla y al tocar tierra inmediatamente
salieron a su encuentro varios hombres que al ver cómo se encontraban
les ayudaron a desembarcar y les hicieron todo tipo de preguntas.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Shon les explicó lo que les había ocurrido y a su vez les preguntó
dónde se encontraba y si podría quedarse a vivir allí ya que se había
quedado sin casa ni tierra.

Uno de los hombres que les había ayudado le contestó que se


encontraban en Ysoda, la isla de la Luna, que ellos eran Quirbam, 'Los
Fuertes' y que aunque la isla no era muy grande, tampoco había muchos
habitantes en ella por lo que podían sin ningún problema quedarse a vivir
en ella que serían bien recibidos por todos.

Así fue que se instalaron en Ysoda, Shon, Moa y sus nueve hijos.

Tal y como habían acordado, lo primero que hicieron fue consagrar


a la Diosa Luna a su hija Levanah, y ofrecerla para que se educara como
su sacerdotisa, lo cual agradó sobremanera a los moradores de la isla y
tuvo como resultado que fueron bien acogidos en todas partes y mucho
más cuando se supo su historia y los acontecimientos que acompañaron
el nacimiento de la niña.

La vida en Ysoda fue fácil y agradable desde aquel momento para


Moa y su familia; Shon, con su buen carácter era apreciado por todos y
Moa, por sus dotes proféticas era consultada muy a menudo por los
Quirbam.

Un buen día, meses después de su llegada a Ysoda, se presentó en


su casa el jefe de la tribu y después de saludar a Shon, se dirigió a Moa :

Gran Madre Moa, hace ya muchas lunas que nos abandonó la


última sacerdotisa de la Luna, se fue a acompañarla en su eterno viaje por
la noche y no hay nadie en la isla que pueda sustituirla.

Necesitamos a una sacerdotisa que nos guíe para hacer la voluntad


de nuestra Diosa y tú eres la más indicada; te ruego en nombre de toda la
tribu que aceptes este cargo.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero, Gran Jefe, yo no he sido educada en las artes de una


sacerdotisa, simplemente he tenido la gracia de los dones de la
Diosa; no creo que esté preparada para tan alto cargo.

Gran Madre Moa, tanto las historias que nos habéis contado sobre
vosotros como vuestra llegada a esta isla hablan de los favores que tiene
la Diosa hacia ti y las profecías que, desde que has llegado, has hecho lo
demuestran más firmemente. Todos así lo creemos y te pedimos que en
bien de los Quirbam y de Ysoda aceptes este cargo.
En ti confiamos.

Después de deliberar un rato con Shon, su esposo, Moa aceptó el


cargo, pensando que quizás era la mejor manera de pagar los favores
recibidos de los Quirbam desde su llegada.

Unos días después tuvo lugar la consagración de Moa como Gran


Sacerdotisa Lunar y desde ese momento fue la encargada de organizar
todas las actividades de la isla en lo referente a la agricultura, también
todo lo referente al agua y al Mar y por último todo lo referente al
nacimiento y la fertilidad puesto que era la Diosa Luna la que gobernaba
todos esos asuntos.

Levanah creció en este ambiente pacífico y consagrado a los mas


altos fines, pero había algo que no terminaba de funcionar bien.

Quizás debido a crecer en medio de ocho hermanos varones y


recibir su influencia o quizás a su propia manera de ser, Levanah era todo
lo contrario de lo que se esperaba que fuera una niña destinada a ser la
Gran Sacerdotisa Lunar y a suceder en el cargo a su madre.

Parecía, en realidad, un niño preparándose para la guerra; sus


actividades preferidas eran las propias de chicos muy activos : largas
expediciones en busca de lugares desconocidos para ella, ejercicios de
competición y lucha con sus compañeros y con sus hermanos, en
resumen, cualquier actividad en la que fueran necesarios el esfuerzo, el
tesón y la fuerza física.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En cambio le eran molestas las enseñanzas que le prodigaba su


madre en lo referente al arte de la profecía, el cultivo de la imaginación y
la interpretación de los sueños. Creía que todas esas cosas eran pura
pérdida de tiempo y que no eran para ella y así mismo se lo decía a su
madre.

Después de varios intentos infructuosos para convencer a Levanah,


Moa abandonó sus esfuerzos y se dirigió a la Diosa Luna para que la
aconsejara.

Gran Diosa Madre, ya ves que por mucho que lo intento, mi


hija, a la que consagré de pequeña a tu servicio, se niega ahora a
prepararse para ello. Yo bien sé que si no lo siente en su corazón no
es posible que sea forzada puesto que para ser tu sacerdotisa es
preciso abandonarse totalmente a tus influjos y dejarse impregnar
por tu esencia y ello no se consigue si antes el corazón acepta
plenamente la tarea. Por ello no sé que hacer en éste caso y te pido
que me aconsejes en lo que debo hacer.

Sin darse cuenta y casi antes de que pudiera terminar de pronunciar


estas palabras, se quedó dormida profundamente y tuvo un sueño:

Soñó que se encontraba en una playa de noche y con el mar muy


agitado, hacia mucho viento y las olas eran gigantescas. La luna estaba
completamente llena y, a pesar del viento que soplaba, el cielo estaba
totalmente despejado. Las olas, al caer en la playa hacían un estruendo
terrible y una montaña de espuma era creada a cada segundo.
De repente, la espuma creada por el oleaje se agito como si tuviera
vida propia y como si la mano de un escultor gigante e invisible la
manejara, empezaron a formarse unas figuras blancas, pálidas como la
misma luna.
Al terminar el movimiento de las olas pudo contemplar delante de
sí un paisaje extraño formado por las figuras hechas de espuma; enfrente
mismo tenia a su hija, Levanah que se encontraba de espaldas a ella y
mirando el extraño paisaje.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Delante de Levanah, había un camino que se alejaba y


empequeñecía en la distancia y finalmente terminaba por pasar por entre
dos enormes montañas, una blanca y otra negra.
Levanah parecía cansada y triste al ir caminando por ese camino y
dirigiéndose hacia las montañas, y también parecía mucho mas vieja, pero
detrás de esas montañas se veía mucha luz, como si el alba empezara a
asomar su hermoso vestido.
Antes de que Levanah llegara a las montañas, Moa se despertó
llorando.

Al despertarse y recordar el sueño entendió que la Diosa Luna le


estaba indicando que el camino que seguiría Levanah le traería muchas
dificultades y tristezas, pero que al final encontraría la luz y el amanecer
de un nuevo día empezaría.

También entendió que si ese era el oráculo de la Luna, no debía


preocuparse más y dejarlo todo en sus manos, aunque ello le reportara la
tristeza y el dolor de ver como su hija seguía un camino que solo le
traería desgracias, aunque fuera sólo por un tiempo.

A partir de ese momento, Moa dejó de insistir demasiado en la


educación sacerdotal de Levanah y pasó más tiempo dedicándose a su
propio trabajo y a su esposo Shon.

Todo ello no pasó desapercibido a Shon quién le preguntó varias


veces a qué se debía el cambio y, aunque Moa no quería contárselo para
evitarle el dolor del conocimiento del camino que había escogido su hija,
tuvo que terminar explicándole todo lo que había visto en su sueño. Shon
lo entendió perfectamente y también la apoyó en la decisión de dejar que
Levanah siguiera el camino que deseara y así siguieron su vida
plácidamente aunque no sin dolor escondido.

Levanah, ajena a todo esto, también se dio cuenta del cambio de


actitud, primero de su madre y mas tarde de su padre; pero lo atribuyó al
cansancio de la edad y no le dio mayor importancia. Ella siguió con sus
juegos y sus quimeras y así fueron pasando los años.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Muy pronto empezó a ser cortejada por varios chicos que la


admiraban por sus cualidades tan difíciles de encontrar en las mujeres de
la tribu de los Quirbam; la fortaleza física no era precisamente lo más
corriente entre ellas ni el arrojo y la valentía que demostraba Levanah en
todo lo que emprendía, tampoco eran fáciles de encontrar las cualidades
de la independencia y fuerza de voluntad.
Por todo ello, rápidamente los muchachos más aguerridos y
valerosos de la tribu buscaron su amistad y más adelante la buscaron para
desposarse con ella.

Levanah, orgullosa de su carácter y de la admiración que


despertaba entre todos los hombres, empezó a cortejar a cuantos
muchachos se lo pedían, pero desdeñándolos en cuanto se enamoraban de
ella puesto que consideraba que las emociones eran una pérdida de
tiempo y una verdadera tontería que sólo era admisible en las personas
ancianas o con poco carácter.

Muchos chicos se enamoraron de ella, pero uno tras otro fueron


destrozados sin misericordia por Levanah, la fría, como ella misma
gustaba de apodarse. Hasta que un muchacho de más edad llamado Son
se enamoró de ella y empezó a cortejarla.

Curiosamente, Levanah no pudo resistirse al encanto de ese


muchacho, no solo por su gallardía sino por todo su carácter, su nobleza,
su seguridad en si mismo, su valentía y sobre todo por su voluntad de
ayudar a los Quirbam a mejorar su manera de vivir.

Son era realmente todo un líder, su ideal era ser el jefe de la tribu
para poder poner en práctica todo los proyectos que le bullían en la
cabeza, proyectos que, todo hay que decirlo, eran muy viables,
razonables y rápidamente admitidos por todos los que le escuchaban.

Todas esas cualidades prendaron a Levanah y sin desearlo en


absoluto se enamoró totalmente de Son. Cuando quiso darse cuenta había
entregado su corazón a Son y se había desposado con él.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Poco mas tarde, Son fue nombrado jefe de la tribu por el anciano
jefe que, viendo como se encontraba ya muy débil y cómo la fama de Son
iba en aumento, creyó oportuno pasar la jefatura de la tribu de los
Quirbam a ese hombre tan admirado.

En realidad fueron muchos los cambios en la vida de Levanah que


se sucedieron en poco tiempo. Al pasar a ser la esposa de un guerrero
como Son perdió su preciada libertad de hacer lo que quisiera y al
convertirse Son en el jefe de la tribu, ella todavía quedó más limitada en
sus movimientos. Poco a poco su alegría irresponsable se fue empañando
y la tristeza asomando a su semblante.

Y por si eso no fuera suficiente, al cabo de poco tiempo tuvo un


hijo; un hijo precioso muy parecido a su padre y que le ocupaba mucho
tiempo puesto que era ella la que tenía que cuidarle. Hasta ese momento,
ella sólo tenía que cuidarse de sí misma y, hacía poco, también de su
esposo.

Pero, ahora tenía que cuidar de un niño pequeño y ello le absorbía


la mayor parte de su tiempo. Un año mas tarde, tuvo otro hijo y otro al
año siguiente. Con el paso del tiempo acabo teniendo nueve hijos.
Naturalmente estaba totalmente ocupada en cuidarlos y aunque su madre
le ayudara un poco en esas tareas, nunca mas tuvo tiempo para dedicarlo
a si misma.
No paso mucho tiempo después del nacimiento del noveno hijo
hasta que su padre y poco después su madre se despidieran de ella para ir
al reino de la Luna y, antes de irse, tanto Shon como Moa le hablaron un
día que se encontraban postrados y con sus últimas fuerzas. Shon le dijo :

Hija mía, tanto tu madre como yo estamos muy tristes de irnos al


reino de la luna sin poder llevarnos con nosotros la alegría de saber que el
lugar ocupado por Moa como gran sacerdotisa de la Luna puede ser
ocupado por ti. Recuerda que en tu nacimiento, la diosa Luna fue tu
protectora y por ello te consagramos a ella. Ya sé que no lo has
considerado nunca como tu obligación, pero te ruego que recapacites y
sigas el ejemplo de tu madre.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y Moa también se dirigió a ella para decirle :

Tu padre no cree que sigas mi camino como gran sacerdotisa


de la Luna, pero yo he tenido varias visiones a lo largo de los años y
en estos últimos tiempos se han repetido con mucha fuerza. En éstas
visiones siempre veía a la Luna sonriéndote y a ti hablando con ella,
pero te veía mucho mas anciana de lo que eres ahora, por ello creo
que con esas visiones la diosa Luna quería decirme que al final
acabarías siendo su sacerdotisa. Por eso estoy menos triste que tu
padre y mi bendición va contigo.

Levanah, quedó pensativa y al cabo de un rato les dijo:

Padre, Madre, todavía no creo que mi tarea sea la de ser


sacerdotisa de la Luna, pero ya no lo veo como antaño, como una tarea
desagradable, pesada e inútil. Creo simplemente que no es para mí. A
pesar de mi amor por vosotros, no puedo satisfacer vuestro deseo.

Y sin decir nada más se alejó del lugar para pasear por la playa y
poder reflexionar sobre todo ello. Al volver, sus padres habían muerto.

Así se quedó sin nadie que le ayudara en su difícil tarea de cuidar a


nueve hijos y tuvo que dedicarse enteramente a ello.

Fueron unos años muy difíciles para Levanah; ella que valoraba la
independencia por encima de todas las cosas tuvo que aprender a estar
atada a muchas personas y no poder hacer prácticamente nunca lo que
deseaba. Ella que menospreciaba las emociones, se encontró amando a un
hombre, y además con nueve hijos a los que amaba muchísimo a pesar de
que le encadenaban su libertad.

El tiempo pasó muy rápidamente para ella, al tener que ocuparse de


tantos hijos casi no se daba cuenta de que iban pasando los años y cada
vez menos añoraba su perdida libertad; cada vez más se sentía a gusto
con la tarea de alimentar y cuidar de sus nueve hijos.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Son había llegado a ser muy importante para la tribu; siendo su jefe
y con la iniciativa que le caracterizaba había impulsado fuertemente el
avance en todos los aspectos que mejoraran la vida y el primero en el que
se ocupó fue el de la agricultura, todavía muy rudimentaria y con graves
dificultades para asegurar la subsistencia de los Quirbam.

Para ello inició los trabajos de irrigación de la isla para aprovechar


mejor los pequeños ríos con que contaban y mejoró en lo posible los
métodos de almacenamiento de los alimentos.

Una noche, cuando los hijos de Son y Levanah habían crecido y


casi podían cuidarse de sí mismos puesto que el menor ya tenía nueve
años y el mayor dieciocho, Levanah se despertó con un sueño muy
vívido.
En ese sueño se veía a sí misma en una playa, era de noche y lucía
una luna llena muy hermosa; al mirar a la luna vio que un rayo de pálida
luz salía de la luna y bajaba hasta el suelo. Al tocar la arena, el rayo de luz
se materializaba en una figura luminosa de un ser hermoso y sonriente
que le señalaba una cueva y le invitaba a entrar en ella y cuando iba a
entrar, se despertó.

Al principio no le dio importancia, pero cuando el sueño se repitió


varias noches y siempre se despertaba con la misma sensación de que era
un sueño importante y que significaba algo para ella, empezó a
inquietarse.

Recordaba a su madre, muerta hacía nueve años, y sus sueños y


realmente no quería que le pasara lo mismo que a ella: que se convirtiera
en sacerdotisa de la Luna; aunque ya no rechazaba tan fuertemente dicha
idea, de todas maneras no quería dedicar su vida al sacerdocio.

Cuando ya llevaba muchas noches soñando con el mismo sueño,


una noche soñó algo muy diferente. Soñó con su madre Moa que le
hablaba y le decía algo que no terminaba de entender, parecía que lo que
le quería decir su madre era algo importante y se despertó angustiada.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Cuando logró calmarse volvió a dormirse y se repitió el sueño con


mayor intensidad, y ahora además logró entender a su madre: en el sueño
veía claramente a su madre que le hablaba y lo que le decía era algo
terrible, que habría esa misma noche un terremoto tremendo que arrasaría
parte del poblado y que ella era la única a la que Moa había podido
avisar, por ello, le pedía que avisara al pueblo para evitar que muriera
mucha gente. Entonces se despertó de nuevo y ya sin nada de sueño,
como es lógico.

Por un lado, Levanah se decía a sí misma que no debía de hacer


caso de ese sueño puesto que no era nada más que un sueño, pero, por
otra parte algo le decía que podía ser verdad lo que había soñado. Su
intuición fue la que ganó finalmente y se decidió a despertar a Son.

Una vez despierto Son, al terminar de oír el relato del sueño que
Levanah había tenido, lo primero que se le ocurrió fue decir que los
sueños no servían para nada y que era de locos el hacerles caso, pero ante
la insistencia de Levanah, al final terminó por convocar un consejo
urgente del poblado a pesar de ser de noche y a altas horas de la
madrugada.

En el consejo, Son se disculpó por despertarles de esa manera, pero


el caso era urgente.

De ser cierto lo que presagia el sueño de mi mujer, deberíamos


despertar al resto del poblado inmediatamente, pero por otro lado, yo no
suelo hacer caso de los sueños; así que os dejo a vosotros la decisión de
despertar al resto del poblado.

Sin estar del todo convencidos, pero con la inquietud de si podía


ser cierta la predicción de Levanah, los ancianos del consejo decidieron
despertar al resto de los Quirbam. Todavía no habían terminado de
despertarlos a todos cuando empezó el terrible estruendo del mayor
terremoto que habían visto esas islas.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El terremoto duró muy poco, pero en ese corto espacio de tiempo,


la isla cambió por entero su forma.

Donde antes había una llanura, ahora había una montaña, la


montaña que quedaba detrás del poblado se partió en dos, cayendo una
parte de ella al mar y llevándose consigo a muchas chozas de los Quirbam
y por suerte a casi nadie dentro de ellas. La isla entera, que antes era casi
perfectamente redonda ahora quedó partida en tres trozos casi iguales y
entre ellos corría un brazo de mar con la forma de una Y.

La fisionomía de la isla sufrió un cambio tremendo y el terremoto


se cobró sus víctimas, pero al haber sido despertados antes de que
ocurriera, muchos de los Quirbam lograron escapar del desastre; aunque
perdieron sus chozas y muchos de sus campos, pudieron conservar la
vida. Sólo un tercio de los habitantes de Ysoda murieron en aquella
catástrofe, la mas grande de su historia.

Para Levanah, fue horrible pues en medio del fragor del terremoto
pudo ver como, al correr ella para su casa para salvar a sus hijos, el
terreno en donde estaba construida su choza se hundía en una grieta
abismal llevándose consigo la choza y a sus nueve hijos hacia las
profundidades de la tierra.

Cuando todo terminó, Son y el consejo entero le dieron las gracias


a Levanah por su aviso tan providencial y el pueblo entero le pidió que
fuera su nueva Sacerdotisa. Lo que tanto temía al principio Levanah,
había acabado por suceder. No pudo negarse por mucho que lo intentó
puesto que incluso su propio esposo, Son, se lo pedía y además, con
lágrimas en los ojos , se lo pedía en nombre de sus hijos desaparecidos en
las entrañas de la tierra.

Así empezó una nueva vida para Levanah y Son. Para Son, empezó
la tarea de reconstruir totalmente el poblado destruido por la violencia
del terremoto y de reestructurar de nuevo la agricultura y los sistemas de
aprovisionamiento de la isla que habían quedado desmantelados al
partirse en tres trozos el terreno habitable o cultivable.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Para Levanah empezó la tarea de consagrarse de nuevo al mismo


oficio que su madre había desempeñado y para ello le fue útil lo que
lograba recordar de sus costumbres pero mucho más útiles todavía le
fueron sus sueños que, desde el momento en que dejó de rechazarlos,
fueron multiplicándose y haciéndose cada vez más claros.

En esos sueños veía a menudo a su madre que le indicaba cosas y le


respondía a sus muchas preguntas pero también solía encontrar al ser de
luz que vio por vez primera en su primer sueño importante.

Cada vez logró ver con más claridad a ese ser y pudo darse cuenta
de que no era un ser humano como los demás, no lo veía nunca como
veía a su madre; siempre estaba mucho más resplandeciente, como si
estuviera hecho de luz y no de carne o de ningún otro material del que se
puede encontrar en la tierra.
Y además se comportaba muy diferente a su madre en los sueños
en los que se le aparecía.

Así como su madre siempre le hablaba sobre cosas de Ysoda, de los


Quirbam y cómo ayudarles; ése ser sólo le hablaba de cosas referentes a
ella y la mayoría de las veces, lo que decía le resultaba incomprensible. Le
hablaba de que debía entrar en la cueva y de que debía de recoger el
segundo fruto del árbol. Es cierto que todo el ser irradiaba amor y que no
sentía temor alguno en los sueños en los que aparecía, pero no terminaba
de entenderlo por mucho que se esforzase.

En su nueva vida como Sacerdotisa de La Luna, sólo una cosa


empañaba su felicidad: sus hijos desaparecidos en el terremoto. Aunque,
una vez terminado el temblor, se intentó rescatarlos, todo fue inútil, la
tierra se los había tragado y en el lugar que había estado la choza sólo
quedaba un agujero grande y del que no se veía el fondo.

La tristeza era tan profunda que tuvo que sobreponerse con una
enorme fuerza de voluntad para evitar caer en una melancolía que le
anulaba y le incapacitaba para realizar sus tareas de Sacerdotisa.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En verdad tuvo que hacerse fuerte, muy fuerte; pero tuvo que
desarrollar un tipo de fortaleza diferente de la que ella hasta ese momento
había considerado como fuerza o fortaleza : la fortaleza interna, que
ningún desastre externo puede conmover.

Hasta el día en que perdió a sus hijos, nada realmente grave le había
sucedido y por ello, la fuerza que ella creía tener se refería a la que había
provocado su independencia y rechazo de las órdenes de nadie, incluidas
las de sus padres en su juventud. Poco a poco, se fue dando cuenta de
que esa actitud no era de fuerza sino de rechazo y obstinación, que la
verdadera independencia y la verdadera fortaleza estaban en la tranquila
aceptación de las situaciones por las que atravesaba en su vida y en el
desapego hacia sus deseos.

Un día, después de reflexionar sobre todo ello mientras paseaba por


la orilla del mar en una playa lejos del poblado, se dio cuenta de que se
había alejado mucho y que se encontraba en un paraje que ella no había
visitado anteriormente, lo cuál le extrañó puesto que aunque la isla había
cambiado mucho desde el terremoto, aún así la conocía suficientemente
bien como para saber que el paisaje que la rodeaba era completamente
desconocido en Ysoda.

Tras unos momentos de temor, una tranquilidad extraña que


provenía de su interior se apoderó de ella y vio delante de ella un
promontorio que por un lado era bañado por el mar y por el otro lado
tenía una abertura que daba a una cueva.

Movida por la curiosidad se acercó a la entrada de la cueva y


comprobó que la cueva, curiosamente, no era oscura sino que estaba muy
iluminada ; como si el sol la alumbrase por dentro.
Haciendo caso de la voz interior que le tranquilizaba y le pedía que
continuase, acabó por entrar y se encontró cara a cara con el ser de luz
de sus sueños el cuál, con una sonrisa se dirigió a ella y le dijo :

Bienvenida, Levanah, lo que acabas de conseguir es toda una


proeza. Has logrado entrar en la cueva donde yo te esperaba. Bienvenida.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Entonces, estoy dormida, ¿ verdad ?.

No, exactamente, en realidad estás en un estado especial de


reflexión. En tu paseo por la playa, tus reflexiones tan íntimas te han
conducido a una meditación profunda de manera que has entrado en tu
interior sin darte cuenta. Tu cuerpo está recostado tranquilamente en la
playa cercana a tu pueblo pero tu mente ha logrado llegar hasta aquí.
Esto no es fácil de conseguir, requiere generalmente de una gran
concentración y por ello pocas personas tienen la suficiente para
conseguirlo.
De todas maneras lo importante es que estás aquí y que puedo
hablarte con más libertad que mediante sueños. Ahora puedo aprovechar
para darte las explicaciones que intentaba darte a través de los sueños
pero que no terminabas de entender.

Aunque tú no recuerdes nada, naciste en esta tierra para recoger un


fruto de la experiencia. En otra vida recogiste el primero y la experiencia
de la discriminación o sabiduría para escoger entre opciones enfrentadas
la asimilaste bastante bien por lo que he visto de la manera cómo la has
aplicado en ésta vida.
Ahora, en ésta, has de recoger el fruto de la experiencia de la
independencia, lo cuál, en tu juventud, parecía que incluso habías llevado
al extremo de no escuchar ninguna opinión que fuera contraria a lo que tu
pensabas. De haber seguido así, probablemente no hubieras podido
recoger ese fruto en esta vida y hubieras tenido que volver en otra para
recogerlo.
Hace poco, con la pérdida de tus hijos y luego con la
responsabilidad añadida de tener que aconsejar a tu pueblo en tu función
de Gran Sacerdotisa has logrado equilibrar tu deseo de independencia
con la responsabilidad y la discriminación con el miedo a tomar
decisiones.

Dices que ya he recogido el fruto y que ese era el motivo por el


cual nací. Si no he entendido mal, ello significa que mi trabajo sobre
esta tierra se ha terminado. ¿ Es señal esto de que voy a morir ya ?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

No todavía, queda un trabajo a realizar por ti; un trabajo que


seguramente te requerirá años de paciencia y esfuerzo: preparar a una
sucesora para el cargo de Gran Sacerdotisa. Deberás buscar entre las
muchachas de la tribu que tengan dieciocho años y seleccionar a la más
idónea para ese cargo.
Tendrás que usar la discriminación para encontrarla.

También tendrás que usar la independencia para evitar las presiones


que te harán los padres de las muchachas para inclinar la balanza de tu
elección hacia sus hijas y por último deberás ser fuerte para tener la
suficiente paciencia en la tarea de preparar a la escogida.

Dices que deberé encontrar a la más apta, pero ¿ cómo voy a


encontrarla si casi no conozco a ninguna de esas jóvenes ?.

Tendrás la ayuda de tu intuición, bastante desarrollada, y de mis


consejos.

Bien, pero, ¿ cómo puedo reconocer cuándo eres tú el que me


hablas en la mente y cuándo es mi mente desbocada la que se
inventa algo ?.

Ahí es donde debes de usar la discriminación, con práctica, tiempo


y paciencia podrás darte cuenta claramente cuando soy yo el que te hablo
y cuando eres tú misma la que estás divagando.

No sé si realmente estoy preparada para ello.

Tienes todo el tiempo que necesites para prepararte. Cuando antes


acabes, antes volverás a tu hogar. Mientras tanto, estaré a tu lado para
ayudarte con mis consejos. Ahora , debes regresar a tu cuerpo y volver a
tu pueblo que te espera.

Y antes de que pudiera responder, Levanah se encontró sentada en


la arena de la playa que había cerca del poblado y rodeada de algunas
jóvenes curiosas que le preguntaban si se encontraba bien.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Una vez repuesta del asombro que le suponía todo lo que


recordaba haber vivido, empezó a hablar con las jóvenes y vio que varias
de ellas eran aptas para desempeñar la tarea de Sacerdotisa.
Lo extraño del caso es que ella sabia perfectamente que eran aptas
pero no podría decir a nadie el porqué lo sabía. Era una certeza interna
que le asombraba y a la vez creía oír algo así como una carcajada en el
interior de su mente, como si alguien estuviera divirtiéndose con sus
asombros y dudas.

Inmediatamente puso manos a la obra y preparó unas enseñanzas


para poder preparar a las jóvenes en la tarea que deberían desempeñar.
Lo primero que tuvo que hacer fue hablar con sus padres y vio cuánta
razón tenía el Ser de Luz al decirle que tendría que soportar presiones.

Varios de los hombres más importantes de la tribu, al enterarse de


que estaba buscando una sucesora, le fueron a ver con la intención de
conseguir que su hija fuera la elegida. Ella tuvo que ejercer toda su
autoridad de Sacerdotisa para lograr evitar ceder a sus presiones.

Y curiosamente, los padres de la joven que más fácilmente podría


ocupar su lugar, no deseaban en absoluto que su hija fuera la futura
Sacerdotisa y Levanah tuvo que dialogar extensamente con ellos para
conseguir que aceptaran.

Después de varios meses había encontrado la joven ideal y logrado


convencer a sus padres para que la dejaran a su cuidado y empezó la
larga tarea de preparación. Tarea que le ocupó nueve años.

Ella no esperaba que necesitara tanto tiempo puesto que recordaba


que ella misma no había estado tantos años preparándose, pero un día
recordó que, aunque no había hecho mucho caso, en su juventud, su
madre ya le había inculcado y enseñado muchas cosas que luego, de
mayor, sólo tuvo que recordar; pero la joven a la que estaba enseñando,
partía de cero.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Nada le había sido enseñado referente al desempeño de esa tarea y


por ello tuvo que enseñársele todo, hasta las más mínimas cosas como
pueden ser recordar los sueños o provocar que la intuición responda a
una cuestión que se plantea por parte de alguien del poblado que viene a
hacer una pregunta.
Tuvo que superar la impaciencia al ver que la joven era más lenta
de lo que ella esperaba.
Al recuperar la paciencia, a Levanah los años le pasaron rápidos,
mucho mas rápidos de lo que esperaba en realidad; y un día, cuando se
cumplían los nueve años de su insólito encuentro con el Ser de Luz en la
cueva, se quedó dormida cerca del fuego y soñó que su madre, Moa y el
Ser de Luz se encontraban juntos y a su lado. E

Entonces, el Ser de Luz le habló y le dijo :

Es hora de que nombres a tu sucesora y le entregues el cargo.


Mañana a las nueve de la noche es la hora mejor para la ceremonia,
convoca al pueblo y enfrente a la hoguera ritual consagra a la nueva Gran
Sacerdotisa del pueblo de los Quirbam. Cuando termine la ceremonia nos
verás de nuevo.

Así lo hizo, sabiendo que la aspirante a Sacerdotisa ya estaba lista


para sucederle en el cargo, hizo todos los preparativos, convocó a los
Quirbam y el día siguiente, a las nueve de la noche Levanah hizo la
consagración de la nueva Gran Sacerdotisa.

En el momento en que la nueva Sacerdotisa aceptó el cargo y tomó


la vara que lo simbolizaba, Levanah cayó al suelo muerta.

Al día siguiente, todo el pueblo de los Quirbam asistió al funeral de


su Gran Sacerdotisa, de Levanah. Oficiaba la ceremonia la Nueva Gran
Sacerdotisa, con lágrimas en los ojos.

Qué difícil es para la gente que vive en la Tierra, entender que la


muerte no es algo tan terrible, ¿ Verdad Buscador ?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Si, Oro, lo terrible es que cuando estoy en la Tierra, en un


cuerpo humano, no me acuerdo de nada de esto y supongo que lo
mismo debe de ocurrir a todos los humanos. ¿No es así, Muerte ?.

Si, realmente todos y cada uno de los que se llaman a sí mismos


seres humanos son seres del Reino de la Luz que han decidido bajar a la
Tierra por uno u otro motivo, pero que en cuanto descienden a ella,
olvidan por completo todo lo referente a su origen y por ello le temen
tanto a la "muerte".
Sólo suele quedarles en el recuerdo, una intuición vaga de que debe
de haber algo más allá y sobre ello tejen todas sus ceremonias y religiones
que suelen ser normalmente mezclas de recuerdos reales y suposiciones
fantasiosas y equivocadas.

Pero estoy viendo que tengo el segundo fruto ya recogido y no


recuerdo en absoluto haber visto nunca el Árbol de los siete frutos ni
tampoco haber cogido nada parecido en ninguna parte. ¿Cómo es
posible que esté luciendo en mi columna vertebral sin haber hecho
nada para tenerlo?

Mi buen amigo, ¿cómo puedes decir que no has hecho nada? ¿No
te basta toda una vida de esfuerzo en la tierra para merecértelo?

Bueno, sí claro que mi vida en la tierra no ha sido fácil y he


tenido que vencer muchos obstáculos pero no recuerdo haber cogido
ningún fruto de ningún árbol....

Claro que lo has recogido, pero has de saber que ese fruto no es un
fruto corriente. En realidad es una parte de ti que estaba dormida y que
por tus esfuerzos está despertando.
Lo que haces en la tierra es aprender lo necesario para despertar
esa fuente de luz que se encuentra dentro de ti.

¿O sea que los siete frutos están ya en mi?

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Claro que si, pero recuerda que están dormidos y que sólo
mediante la experiencia en la tierra podrás despertarlos. Tú eres el
verdadero árbol y tú eres el que estás floreciendo y madurando tus
frutos.

Realmente es hermoso el fruto recogido. Me cuesta verlo al


estar situado en mi interior, pero aún así el resplandor que emite esa
esfera de fuego es tan intenso que cuesta imaginarse cómo seré
cuando haya recogido los siete frutos. Tu, Muerte, ¿conoces a
alguien que ya tenga recogidos los siete ?.

Claro que conozco a muchos y es posible que tú también los


conozcas, pero ahora, todavía no tienes la suficiente claridad en ti mismo
para poderlos reconocer. Espera a tener más frutos recogidos y verás
como los reconocerás perfectamente sin que te lo tenga que decir nadie.

Pues si es así, quiero volver de inmediato a la Tierra para


recoger el siguiente fruto. Preparémoslo todo, por favor.

Y así se hizo, en poco tiempo, se realizó la tarea necesaria; Muerte,


absorbió la oscuridad de Buscador, se fue a buscar a Vida, juntos
escogieron otro lugar y tiempo para el nuevo nacimiento y de nuevo
Buscador se sumergió en la oscuridad de la Tierra.

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TERCER FRUTO

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A manecía; el ondulante horizonte de dunas, hasta hace


pocos minutos negro como la pez, ahora se teñía de rojos
y anaranjados al hacer su aparición la aurora.

El desierto y todas sus criaturas se preparaban como podían para


hacer frente a un nuevo día de calores agobiantes. Shemer, inquieto por
el estado de su esposa Omam, no había podido dormir en toda la noche y,
a la luz de las estrellas había hablado con los dioses. A Nut, diosa de la
noche le había suplicado su ayuda para evitar que la oscuridad envolviera
al hijo que tanto esperaba, al que debía de ser su sucesor; a Osiris, Dios
de la Luz, que su hijo fuera varón y a Thot, dios de la Sabiduría, que le
concediera la inteligencia necesaria para gobernar a su tierra con justicia.

Las preocupaciones de Shemer no eran vanas, hacía ya siete años


que estaba intentando tener un hijo varón para que ocupase su lugar
cuando debiera dejar la jefatura de los Beni Elhimé, "los que vinieron del
Aire", y si bien Omam le había dado ya siete retoños, todos habían sido
hembras, no había concebido ningún varón. En el pueblo de los Beni
Elhimé, no podía acceder a la jefatura ninguna mujer y por ello era
necesario que, para evitar luchas fratricidas por el poder, Shemer tuviera
un hijo varón.

Y aunque los oráculos le habían predicho que ésta vez sí seria


varón y no hembra, no podía estar seguro de que los Sacerdotes de Thot
no se equivocarían.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y para colmo de males, Omam había enfermado al séptimo mes de


embarazo y ningún médico había encontrado la naturaleza del mal y
mucho menos su remedio.
Varias veces, Shemer había soñado que sus enemigos habían
logrado embrujar a Omam para evitar que tuviera un hijo y por ello había
encomendado a los Sacerdotes de Thot, el Mago, que hicieran los rituales
necesarios para conjurar el mal, pero hasta ahora no habían conseguido
que las fiebres misteriosas y sus dolores de cabeza desaparecieran
totalmente.

Y así, el amanecer sorprendió a Shemer, orando arrodillado a los


dioses tutelares de su pueblo.

Y los dioses le habían oído; cuando Isis se dejo ver por el cielo bajo
su disfraz de Luna menguante, las fiebres de Omam, su esposa, habían
empezado a ceder y empezó el proceso de parto normalmente. Y justo
cuando el carro de Osiris salió por el horizonte empezando el nuevo día e
inundándolo todo con su luz dorada, Buscador volvió a nacer.

De nuevo, Buscador volvió a sufrir el olvido total de su condición y


nuevamente cayo sumido en la mas completa inconsciencia de su origen.
Era otro niño mas en la Tierra y, naturalmente, sus padres le pusieron el
nombre que más adecuado les pareció y por ello decidieron llamarlo
Kokab, que en la lengua de Hud significa "El que trae la Verdad".

Así Buscador pasó a ser KoKab, hijo de Shemer "El Sabio" y de


Omam "La que trae el Agua de Vida", sucesor al trono de los Beni
Elhimé, habitantes de la tierra de Hud.

Las fiestas que se organizaron para conmemorar la llegada del


heredero tan esperado fueron tan fastuosas como nunca se habían
conocido en la tierra de Hud. La alegría era contagiosa y pronto todos
sus súbditos la compartieron.

Todos los Beni Elhimé celebraban con cánticos y ofrendas a los


dioses la llegada de Kokab.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Todos, menos los sacerdotes de Simáel a quienes no les convenía


en absoluto que Shemer tuviera un descendiente varón que pudiera
ocupar su lugar puesto que ambicionaban el poder y el trono de los Beni
Elhimé. Hacia tiempo que entorpecían la labor de Shemer, ya cansado, y
mediante la difamación y la calumnia iban sembrando la discordia entre el
pueblo y la desconfianza hacia los Sacerdotes de Thot en quienes tenia
gran confianza Shemer.

Los Sacerdotes de Thot eran los más influyentes de la Tierra de


Hud y su principal divinidad a quien adoraban, Thot, era quien les había
instruido hacia ya muchísimo tiempo en todas las artes y conocimientos
prácticos de la vida.
Les había enseñado cómo cultivar plantas que les alimentaban,
cómo domesticar animales para su uso, cómo fabricar vasijas de barro y
mimbre, cómo hacer el fuego y muchas cosas más.

Pero el principal mandamiento que Thot esperaba que se


obedeciera era el de servir a la Verdad. Y la Verdad era lo que prevalecía
entre los Beni Elhimé, exceptuando entre unos pocos que preferían
adorar al dios Simáel y siguiendo los ejemplos de sus sacerdotes, no
dudaban en utilizar la mentira y todas las perversiones de la verdad que
fueran necesarias para conseguir sus fines. El culto a Simáel había
existido siempre en Hud, pero nunca habían sido muy numerosos sus
seguidores. El problema era que, aunque pocos, luchaban con las armas
de la corrupción, la mentira y la brujería.

Shemer se había mostrado muy duro con ellos desde el comienzo


de su mandato y los había podido mantener a raya, pero últimamente le
habían atacado en su punto débil: su esposa y sus hijos. Su familia había
sido objeto de numerosos ataques tanto de difamación escondida y
propagada al pueblo, como de brujería.

Dos hijos había tenido ya Omam, aparte de las seis hijas, pero los
dos nacieron muertos inexplicablemente, víctimas de las artes negras de
los sacerdotes de Simáel. Ello explica la alegría de Shemer y sus súbditos
con el nacimiento de Kokab perfectamente sano.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Después del nacimiento de Kokab, Shemer se dirigió al templo de


Thot con su hijo en brazos y convocó a todos los Sacerdotes del templo
principal. Entonces, ante el altar iniciático mayor y delante del Gran
Sacerdote pronunció unas palabras que marcarían para siempre el destino
de Kokab:

¡Oh Gran Dios Thot!. Dios de la Verdad y de la Luz!. Ante ti


me arrodillo y tus enseñanzas venero.
Aquí está mi hijo, el heredero al trono de los Beni Elhimé. Has
escuchado mis plegarias, que no eran solo para mi sino que eran
fruto de la necesidad de mi pueblo; Kokab ha nacido sano y
perfectamente. Ahora, y delante de tu Gran Sacerdote y de mi
pueblo, te consagro a mi hijo para que seas tú su guía y protector y
que él pueda expandir la Verdad y la Luz por toda la tierra de Hud
y más allá de sus fronteras. Como testimonios de ésta consagración
emplazo al Gran Sacerdote y sus discípulos para que velen se
cumpla de ahora en adelante.

Los sacerdotes quedaron mudos de estupor ante esta declaración


tan solemne de Shemer puesto que ello representaba, según sus leyes, que
el niño pasaría a la custodia directa del Gran Sacerdote en cuanto tuviera
siete años para que le enseñara todos los secretos del conocimiento de las
leyes de Thot y a los catorce años se convertiría en Sacerdote de Thot.
De esta manera, en cuanto cumpliera los veintiún años, podría
llegar a ser un Iniciado en la Verdad, y finalmente, a los veintiocho,
podría optar por ser el Gran Sacerdote en sustitución del ya anciano
Sacerdote que en ese momento ocupaba el cargo.

Lo realmente único del caso era que en Kokab se reunirían dos


condiciones que no se daban desde los tiempos antiguos y era que el
Gran Sacerdote y el Jefe de los Beni Elhimé serían la misma persona.

La noticia de la consagración de Kokab corrió rápidamente por


todo el pueblo y pronto llegó a los oídos de los sacerdotes de Simáel, los
cuales rápidamente se dieron cuenta de que si el niño llegaba a adulto
podrían tener problemas.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Tanto el poder religioso como el político estaría en sus manos y


sería muy poderoso y extremadamente peligroso para sus planes; así que
decidieron firmemente, casi con la misma firmeza con que Shemer había
consagrado a Kokab al servicio de Thot, destruirlo.

Como Shemer ya sospechaba que habría muchos enemigos que


intentarían asesinar a su hijo, lo rodeó de medidas especiales de
seguridad: le asignó una guardia de ocho Guardianes de la Verdad, los
leales servidores que siempre habían estado a su lado y que nunca le
habían fallado, y además se aseguró que nunca quedara sin protección ni
tan siquiera cuando dormía.

Y para prepararlo y educarlo le asignó tres maestros personales a


fin de que le iniciaran en el conocimiento humano.

Y así pasaron los siete primeros años de la vida de Kokab, entre el


estudio, el juego y el cariño de sus padres. Y el niño seguía creciendo,
aprendiendo todo lo que le era posible gracias a las sabias enseñanzas de
sus tres maestros y de Shemer, a quien no en balde le llamaban "El
Sabio", su padre.

Al cumplir los siete años, se envió a Kokab al templo. A pesar de la


tristeza de su madre, Omam, y de su padre, Shemer, lo que había sido
prometido a su nacimiento debía cumplirse. Kokab debía de ser
consagrado a Thot y enviado al templo para que pudiera aprender las
leyes misteriosas de la Vida; y así fue.

De esta manera pasó Kokab, a pesar de sus siete años, a ser


sacerdote aspirante de Thot, y permaneció encerrado en los recintos del
enorme templo durante siete años.

Siete largos años en los que nadie le vio excepto sus maestros, los
sacerdotes de Thot.
Siete años en los cuales el Hierofante, el Gran Sacerdote de Thot,
le enseño todo cuanto sabia, pacientemente, día tras día.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Allí aprendió primero las leyes del ceremonial, cómo y cuando se


debía adorar a Thot el Sublime, más adelante se le enseñaron las leyes de
Thot, los mandatos divinos que debían cumplirse para agradar a Thot y
mucho tiempo después, cuando ya conocía perfectamente tanto el ritual
ceremonial como los diez mandatos divinos, se le explicó la razón de esos
mandatos: la verdadera razón por la que debían de cumplirse.

Entonces empezó a aprender el maravilloso funcionamiento del


mundo y vio claramente cómo todo tenia una razón de ser, que nada era
azar ni casualidad y que los mandatos y leyes divinas no eran una
imposición arbitraria del dios sino que eran la simplificada expresión de
unos conocimientos muy profundos sobre el funcionamiento interno del
hombre y del mundo.

Fueron siete años de intenso aprendizaje en los que asumió poco a


poco el papel que estaba destinado a ejercer: el de Hierofante o Gran
Sacerdote de la Tierra de Hud.

Y sólo cuando el Gran Sacerdote hubo comprobado perfectamente


que Kokab era digno de ser su sucesor, no sólo porque aprendía bien lo
que se le enseñaba sino también porque en su corazón no anidaba ya
ningún tipo de apetencia por el Poder o el Egoísmo; fue entonces cuando
se le instruyó en las poderosas fuerzas y rituales que le conferirían el
poder sobre los elementos: la Magia Ritual.

La Magia Ritual era el conocimiento que permitía conseguir


grandes cosas mediante el uso de las fuerzas de la naturaleza; pero tenia
un alto precio: el que la usara, sólo podía utilizarla con motivos
enteramente puros y buenos y nunca por motivos egoístas o personales.
Si se utilizaba egoístamente, para hacer daño, o simplemente con
ignorancia o negligencia, podía acarrear grandes daños a si mismo y a
toda la tierra de Hud.

Por ello es que nunca se transmitía ese conocimiento más que a las
pocas personas que se comprobaba que reunían los requisitos de entrega
a la Verdad y a los demás.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Normalmente sólo se transmitía de Gran Sacerdote a Gran


Sacerdote y sólo de palabra; ni uno de esos conocimientos se hallaba
escrito para evitar que alguien, por error, pudiera tener acceso a ellos.

Y así fue que, cuando Kokab cumplió los catorce años, ya estaba
preparado para cumplir con las tareas de Sacerdote de Thot: conocía
perfectamente el Ritual Ceremonial para realizar las tareas públicas del
templo y los divinos mandatos para poderlos transmitir al pueblo de Hud.
Cierto era que todavía no había hecho más que empezar a conocer
los misterios de la Magia Ritual, pero todavía le quedaban catorce años
más para aprender dichos conocimientos antes de poder ocupar el cargo
de Gran Sacerdote y además, a su lado estaría el actual Gran Sacerdote
para instruirlo en esta difícil y larga etapa.

A partir de ése día, con las nuevas funciones públicas que tenia a su
cargo, Kokab aprendió a dirigirse a su pueblo y a guiarlo en la Verdad
que le había sido encomendado transmitir. Y también, a partir de ése día,
empezó una nueva etapa para él, puesto que inmediatamente comenzó su
aprendizaje en el difícil arte de conducir a un pueblo, de gobernarlo. Para
ello contó con un nuevo instructor: Shemer, su padre. Diariamente,
Shemer iba al templo y pasaba unas horas con Kokab para instruirlo en
todo lo necesario para el buen gobierno de su pueblo y preparándolo para
dentro de siete años, cuando seria nombrado jefe de los Bení Elhimé.

Aparte de las tareas propias de sacerdote, el tiempo de Kokab


estaba bastante ocupado entre las horas que pasaba aprendiendo con su
padre y las que pasaba con el Gran Sacerdote y así los años pasaron
volando para él.

Una de las cosas que aprendió en ésta etapa fue el conocimiento de


que no todo el mundo, como él creía, estaba de acuerdo con la ley de
Toth, la ley que hablaba y veneraba a la Verdad; había de hecho una
cierta cantidad de personas que preferían venerar a Simáel, El Que Habla
en Falso, el Gran Mentiroso, quizás porque era posible obtener mayores
beneficios materiales si se utilizaba como herramienta la mentira y el mal
que si se utilizaba la verdad y el bien.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

De su padre aprendió a odiar el mal y la mentira y a precaverse de


él en cuanto pudiera, pero del Gran Sacerdote aprendió a no caer en el
odio a las personas, aunque veneraran a Simáel, practicaran sus negros
rituales y utilizaran la mentira y la falsedad.

Los años pasaron y rápidamente le llegaron los veintiuno. En esa


edad y después de superar las diferentes pruebas a las que fue sometido,
se le consagró como Iniciado en la Verdad y empezó otra etapa de su
preparación.

Su estancia fija en el templo se terminó; empezó a recorrer la tierra


de Hud para conocerla completamente por si mismo y conocer bien a sus
gentes. También viajó más allá de las fronteras de Hud, a los reinos
lejanos y extraños, oscuros y luminosos, terroríficos y maravillosos.
En esos años culminó su aprendizaje de las leyes humanas y de las
reglas para gobernar a su pueblo. También aceleró su aprendizaje de las
leyes ocultas del mundo y del hombre y para ello contó con la inestimable
ayuda del Gran Hierofante, ya muy anciano y de Omam su madre, en
quién descubrió un pozo de sabiduría y que ahora, en su ancianidad, se
revelaba a los ojos de Kokab como el verdadero poder oculto tras el
trono de Hud: la sabiduría que apoyó y enriqueció a Shemer.

A través de su madre, Kokab conoció a la Gran Madre Universal y


su sabiduría impregnó hasta el último rincón de su ser profundo.

La última ley a aprender fue, precisamente, la ley de la Polaridad y


de los Opuestos. Así vio claramente que Shemer sin Omam no hubiese
podido llegar hasta donde llegó y que Omam sin Shemer nunca hubiera
llegado a completarse. También fue la última lección que Omam le dio,
después con una extraña despedida, se fue de su lado.
Unos días más tarde recibió la noticia de que su madre había
partido al reino de las almas. Para Kokab fue un duro golpe; ahora que
había logrado ver a su madre en todo su esplendor y empezaba a
comprender su inmensa sabiduría, la perdía para siempre. Su dolor creció
hasta desbordarse en un mar de lágrimas y lloró inconsolablemente hasta
que llegó Shemer a su lado.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Entonces ocurrió algo inesperado para Kokab, su padre, en lugar


de consolarlo le dirigió una dura mirada y le dijo:

¡Kokab!. ¡Basta ya de llorar!. Haces que me avergüence de los años


dedicados a tu educación. ¿Dónde están los conocimientos que te di,
dónde los que te enseño el Gran Hierofante, y dónde has dejado la
sabiduría que tan vanidosamente decías que habías aprendido de tu
madre?.

Pero, padre, mi madre ha muerto, ya nunca más la veré ni


podré aprender de ella. Sólo pudo enseñarme unas pocas gotas de su
sabiduría. ¿Cómo no voy a llorar?.

Si tan solo escucharas realmente lo que acabas de decir y lo


analizaras con los conocimientos que tienes te darías cuenta de tu grave
error y de cómo estás echando por el suelo largos años de aprendizaje.
¿Acaso no recuerdas lo que te enseño el Gran Hierofante sobre la muerte
y lo que acontece cuando vas al reino de las almas?.

Si, padre, pero nunca he estado en ese reino y aunque creo que
es cierto todo lo que me han contado, me resulta difícil de evitar el
dolor que siento por la muerte de mi madre.

Sigues sin querer reflexionar sobre tus propias palabras y veo que
voy a tener que hacerlo por ti. De los labios de los mayores sabios de
Hud has oído la ley y aprendido la causa de todas las cosas que ocurren
en el mundo. De tu misma madre aprendiste que nadie muere, que sólo se
abandona el cuerpo y que, al fin y al cabo, este cuerpo no es más que un
pesado vestido para el alma.
Deberías de saber que, en éste momento, tu madre está ya en el
Reino de las Almas, el Reino de la Luz. Pero tus lloros me indican que
hay algo dentro de ti que todavía no has logrado arrancar y hacer
desaparecer por completo: tu egoísmo.

Pero, padre, yo no lloro por egoísmo sino por tristeza.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

¡Kokab!. De qué te sirve tu mente y tu capacidad para analizar las


motivaciones de las cosas si en un momento crucial no eres capaz de
aplicarlo a ti mismo.

Tú no lloras por tristeza respecto a tu madre, lloras por ti mismo,


por egoísmo. Tu mismo lo has dicho, lloras porque no podrás verla y
sobre todo porque no podrás aprender más de su sabiduría.

No lloras por ella, lloras por ti.

En lugar de alegrarte porque ella se encuentra en el Reino de la


Luz, un lugar mucho mejor y alejada de los problemas de este mundo, tú
solo sabes llorar por tu pérdida, por tus problemas, por ti mismo. Tu
egoísmo es justificable y perdonable en el ignorante, pero totalmente
imperdonable en quien pretende ser un Conocedor. Me avergüenzo de ti
y del tiempo desperdiciado en tu enseñanza.

Tras estas duras palabras y después de un largo silencio durante el


cual Kokab reflexionó sobre ellas, Shemer volvió a hablar y en sus ojos y
voz, Kokab reconoció otra vez el cariño que su padre sentía por él.

Hijo mío, la prueba que has pasado y fallado indica que todavía te
queda mucho por hacer, pero no indica que no puedas realizarlo;
simplemente deberás trabajar muy duro para poder apagar el fuego del
egoísmo antes de que puedas manejar el fuego del poder sobre la
naturaleza y los hombres. Enjuga tus lágrimas y regocíjate conmigo pues
tu madre ya está en la Luz.

Padre e hijo se fundieron en un largo abrazo durante el cuál Kokab


recordó todas las enseñanzas de los maestros que había tenido e incluso
recordó unos comentarios de su madre que pocos días antes de irse le
habló precisamente del Reino de la Luz y de sus maravillas.

Entonces se dio cuenta de que su madre le había estado preparando


para esa despedida, pero el no la había comprendido y pensó que sólo era
una lección teórica más.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

También se dio cuenta de que su padre tenia razón, su tristeza era


pura y simplemente egoísmo; realmente no lloraba porque su madre
estuviera mal sino porque se sentía tremendamente solo ante la magnitud
de la tarea que tenia por delante y, como había confiado que siempre
tendría a su madre como apoyo, al faltarle ésta, su tristeza le dominó.

A medida que iba reflexionando sobre todo ello, se dio cuenta de


que su tristeza iba desapareciendo para ser reemplazada por un tranquilo
sentimiento de alegría. ¡Era cierto!. Omam ya estaba en la Luz.

Shemer, que no en vano era llamado "el Sabio", iba notando el


cambio en Kokab y al cabo de un rato, el rostro radiante de su hijo le
confirmó que la última batalla contra el egoísmo había sido ganada y que
el gran momento había llegado para la tierra de Hud.

Convocó al Gran Hierofante y al Consejo de Sacerdotes y les


comunicó su decisión de abdicar el trono en favor de su hijo Kokab y que
por ello necesitaba que le hicieran las pruebas del Fuego para poder ser
consagrado a la vez Gran Hierofante de Thot.
El anciano Hierofante le manifestó su conformidad y se empezaron
los preparativos para la gran prueba que tendría lugar en el mes de los
Gemelos Celestes y en el día de la luna llena.

¡La Gran Prueba!. El solo hecho de nombrarla infundía miedo a


muchas personas; era la prueba más secreta que tenían los rituales del
sacerdocio de Thot. En realidad era la última prueba a que eran
sometidos los aspirantes a Gran Hierofante, el cargo más alto que existía
en la tierra de Hud.

Si bien es cierto que el jefe de los Beni Elhimé era Shemer en ese
momento, también todo el mundo sabia que la última palabra siempre la
tenia el Gran Hierofante puesto que era quien estaba en estrecho contacto
con su dios, Thot, y era el único que conocía todas sus leyes y podía por
ello controlar los sucesos del mundo.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pocos eran los que llegaban a ser aspirantes al cargo de Gran


Hierofante, pero aún muchos menos eran los que pasaban la última
prueba, la llamada Prueba del Fuego, por eso circulaban todo tipo de
rumores sobre dicha prueba y lo que sucedía en ella.
Pero en realidad nadie sabía nada sobre qué tipo de prueba era ni
qué les sucedía a los aspirantes que no la superaban.
Lo único que se conocía era que los aspirantes que fallaban nunca
más eran encontrados en la Tierra de Hud.
Antes de Kokab, dos aspirantes más habían intentado superar la
prueba y habían desaparecido. Por ello, la expectativa ante la idea de que
Kokab debía de pasar dicha prueba entristecía a más de uno.

Y así llegó el día señalado, el día de la luna llena del mes de los
Gemelos Celestes y justo cuando el Sol se hallaba en su cenit; en el
centro del día. Una gran multitud se hallaba reunida en la plaza del
templo y en la Puerta del Oeste del Templo se encontraban Kokab,
Shemer y el Gran Hierofante.

Entonces Shemer se dirigió a Kokab:

Hijo mío, ha llegado la gran hora, ahora deberás entrar en el templo


y enfrentarte a la Gran Prueba del Fuego. Una vez superada serás el Jefe
indiscutible de los Beni Elhimé y además su Gran Hierofante. Es una gran
responsabilidad; solamente otro antes que tú reunió en sus manos el
doble cetro del mando, mundano y religioso: Thot, cuando estuvo entre
nosotros. Tengo confianza en que estarás a la altura necesaria para
desempeñar bien el cargo. Pero antes quiero decirte que yo también fui
seleccionado para la misma prueba pero tuve miedo y por mi miedo
rehusé la prueba, no estaba a la altura de las circunstancias. A ti te toca el
conseguirlo. Aunque nada sabes sobre la prueba ni nada debes de saber
sobre ella antes de pasarla me permito darte un solo consejo: busca
siempre en tu corazón la respuesta a cualquier duda y sigue sus dictados
bajo cualquier circunstancia.

Y diciendo esto, Shemer abrazó a su hijo y se separó de él.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El Gran Hierofante se dirigió a Kokab y le señaló la enorme puerta


que permitía acceder al templo por el oeste y le dijo:

Kokab, mucho te has preparado, pero ante esta prueba la valentía


no sirve de mucho ni tampoco el conocimiento que hayas podido
acumular en tus estudios. Sólo te servirá el recordar la Segunda Ley.
Para pasar la prueba sólo deberás entrar por ésta puerta y salir por la
Puerta del Este; si no sales antes del anochecer todos sabremos que has
fracasado y deberemos buscar a otro candidato. Recuerda la Segunda
Ley.

Y terminando de decir esto se separó también de él unos pasos


hacia atrás indicándole con ello que debía de entrar ya en el templo a la
busca de su última Gran Prueba.

Kokab entró.

La puerta se cerró tras de él y quedó sumido en una penumbra que,


aunque permitía ver el camino que había delante, no dejaba vislumbrar
nada más allá de unos pasos.

Se encontraba en un estrecho corredor y con un techo muy alto, de


paredes totalmente desnudas y sin ningún adorno. Al ir caminando
terminó por encontrarse en una habitación redonda con ocho puertas que
desembocaban en ella. Una de las puertas era la que daba al corredor por
el que había venido y había siete puertas más sin ninguna indicación de
cuál era la que debía de seguir para pasar la prueba.

Recordó lo que le habían enseñado sobre el camino del


conocimiento: que antes de entrar en él parecía grandioso y muy
hermoso, como el templo desde fuera, pero una vez entrado en el sendero
de la búsqueda del conocimiento, el camino se iba volviendo cada vez
más solitario y desnudo, como el corredor por el que había llegado hasta
allí. También recordó que en cierto momento se debe de hacer una
elección sobre el camino a recorrer y que no hay ninguna indicación
externa sobre cuál es el correcto.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En ese momento recordó la advertencia de su padre: debía de


escuchar a su corazón y él le indicaría qué camino a seguir.

Debía seguir el camino del corazón.

Se sentó en el suelo un momento y cerró los ojos, se calmó la


impaciencia y buscó en su interior hasta que encontró una voz parecida a
la de su madre que le indicaba que la puerta del centro, la cuarta, era la
que debía de seguir. Decidió que esa era la que seguiría; abrió los ojos y
vio que en realidad había una sola puerta; donde antes había ocho puertas
diferentes, ahora sólo había una puerta y un solo camino a recorrer.

Todavía maravillado por lo que le acababa de suceder, atravesó la


única puerta que tenía ahora delante de él y siguió caminando en busca de
la Prueba que se suponía que debía de pasar, sin darse cuenta de que ya
había pasado una parte de ella.

El corredor seguía desnudo y frío pero ahora además empezó a


subir hasta convertirse en una rampa de difícil subida. Tanto subió que
incluso le llegó a dar la impresión de que debería de haber salido por el
templo del techo.

A medida que iba subiendo, la luz aumentaba en el corredor y


empezaba a ser menos lúgubre y más agradable a la vista; en lugar de ser
la simple y desnuda piedra, ahora tenía las paredes recubiertas de
hermoso mármol y de dibujos que representaban parte del conocimiento
que él ya había aprendido en las antesalas del templo del conocimiento.

En un determinado momento, el corredor ascendente salió a otra


habitación, esta vez muy hermosamente decorada y con mucha luz, una
luz extraña que no se sabía de donde venia puesto que no tenía ninguna
ventana.
Pero la sorpresa mayor fue encontrarse al Gran Hierofante en el
centro de dicha sala, sentado cómodamente en un sillón y haciendo
ademanes de que se acercara a él. Kokab, en medio de la comunión se le
acercó y le preguntó:
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Gran Hierofante, ¿qué hacéis aquí?. ¿Es que ya ha terminado


la prueba?. ¿La he superado?. ¿De dónde sale ésta extraña luz?.

Hijo mío, ésta luz que tu dices extraña sale de ti. A medida que
avanzabas en el camino del conocimiento, ibas irradiando más y más luz.
Por eso no puedes ver de dónde viene: viene de tu interior. Respecto a la
prueba te diré que si bien has pasado una parte de ella, todavía te queda
la parte más difícil, la del Fuego.

Entonces, ¿qué debo de hacer ahora?.

¡Mira!. Delante de nosotros hay dos puertas, la Puerta de la


Bienaventuranza y la Puerta del Sacrificio. Deberás entrar por una de
ellas.

¿Pero, cómo he de escoger?. ¿Por cuál debo de entrar?.

La Puerta de la Bienaventuranza es la que debes de escoger si crees


que ya has superado tu egoísmo y tus defectos han sido corregidos. Si la
atraviesas recibirás el justo premio a tus méritos.
Si crees que estás preparado para mandar a tu pueblo y recibir el
poder que confiere ser el Gran Hierofante, ésa es la puerta que debes de
atravesar. Por el contrario, la Puerta del Sacrificio es la que debes
escoger si crees que todavía no estás preparado para tener en tus manos
el Poder Total de mando. Si la atraviesas recibirás el sufrimiento
necesario para purificarte y llegar a ser un mejor servidor del pueblo de
Hud. Si crees que para ser jefe debes de purificarte más todavía, esa es la
puerta que debes de atravesar. Por ambas puertas llegarás a tener el
poder deseado. ¡Escoge ahora!.

Kokab recordó las advertencias de su padre y se dispuso a


reflexionar en su interior antes de contestar y hacer la elección y en
cuanto se hubo serenado su interior recordó la frase que el Gran
Hierofante le dijo antes de entrar en el Portal del Oeste: "..recuerda la
Segunda Ley. La Ley del Amor, la Ley de la Entrega, la Ley que indicaba
que la única ley de Thot era la del servicio.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Abriendo los ojos, Kokab dijo:

Escojo la Puerta del Sacrificio, creo que para poder ser un


buen jefe del pueblo de Hud debo aprender antes a ser un buen
servidor.

Y al ir diciendo esto la sala se fue iluminando cada vez más y más


hasta parecer que el mismo sol estaba en ella o que ellos se encontraban
en el corazón del sol.

Ante los ojos atónitos de Kokab, el Gran Hierofante se convirtió en


una llama dorada gigantesca y desapareció consumido su cuerpo.
Entonces, en su interior, Kokab pudo oír la voz del Gran Hierofante que
le hablaba:

Kokab, has elegido correctamente. Un buen jefe debe de ser un


buen servidor, de lo contrario no es más que un buen tirano. Mi misión se
ha cumplido y puedo ahora ir al lugar que me corresponde y para lo cuál
me he estado preparando largos años. Tú me sustituirás, pero antes debo
aclararte que nunca más estarás solo.
Una parte de mi estará en tu interior y siempre que quieras me
oirás. La sabiduría que arduamente has conseguido debes ir esparciéndola
por doquier y debes irte preparando para venir a encontrarme cuando
estés listo al igual que yo voy ahora a buscar a mi predecesor.

Pero, ¿qué hubiera ocurrido si la puerta escogida hubiera sido


la otra?. ¿Qué ocurrió con los otros aspirantes que fallaron la
prueba?.

Escogieron el poder antes que el servicio y el poder les fue


entregado igualmente. Al Poder no le importa quién lo maneje; por ello
también lo puede encontrar quien no está preparado para controlarlo.

Pero, si nunca más fueron encontrados, ¿qué les pasó, acaso


murieron?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Claro que murieron, los ignorantes creen que el Poder es algo con
lo que se puede jugar y no es así.
El Poder es una energía tan fuerte que quema y destruye a quien no
está preparado para manejarlo.
Todos los que fallaron la prueba demostraron que no podían
manejar el Poder, pero aún así, ya que lo pidieron, el Poder les fue
conferido.
Sólo por breves instantes, antes de ser consumidos por la llama del
Poder, vislumbraron todo lo que ese poder podía hacer.

Y tú, si no estuvieras preparado, en éste momento serías sólo


cenizas en el suelo puesto que el Poder te ha sido conferido.
Tu eres, a partir de ahora, el Gran Hierofante de la Tierra de Hud.
Pero también recuerdas que eres Buscador y que estás aquí para recoger
tu fruto, como yo. Ahora yo tengo mi fruto y vuelvo al Reino de la Luz,
tu trabajo es precisamente ese: recoger tu fruto y volver al Reino de la
Luz.

Con esas palabras el Gran Hierofante desapareció totalmente de la


vista de Kokab/Buscador y dejó de oírle.

Kokab se encontraba en una gran comunión y a la vez con una gran


alegría. Por un lado se alegraba de haber pasado la prueba pero por otro
lado habían muchas cosas por las que preocuparse.
Primero estaba esa historia que acababa de recordar de repente; él
que siempre había pensado que era Kokab, hijo de Shemer de la Tierra de
Hud, ahora empezaba a sentir, a saber que era en realidad Buscador, un
ser del Reino de la Luz que había bajado a la Tierra para recoger unos
frutos de un misterioso Árbol.
Aunque había varias historias que se le habían contado
anteriormente sobre el otro mundo, nunca había tenido la certeza de que
eran ciertas. Pero ahora, le resultaba imposible negarlas puesto que tenía
una certeza interna extraña y a la vez maravillosa.

Y además, tenía por delante una gran y difícil tarea; gobernar la


Tierra de Hud.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Entonces recordó que Shemer, su padre en la Tierra, le estaría


esperando por la puerta Este del Templo y decidió ir en su busca para
contarle todo lo que le había pasado.

Vio una nueva puerta que antes no había visto y salió por ella.
Justo al salir del dintel se dio cuenta de que acababa de atravesar la
puerta Este del templo y que se hallaba ya fuera de él.

Delante de él vio a su padre esperándolo. Shemer, en cuanto vio a


su hijo saliendo del templo, supo que Kokab había pasado la prueba y que
podría ser Jefe y Gran Hierofante de los Bení Elhimé y por fin pudo
descansar. Con una gran sonrisa, se desplomó a los pies de su hijo
Kokab.

Shemer había muerto.

Esta vez, Kokab no lloró ni se entristeció en absoluto por su padre;


él sabia a ciencia cierta que Shemer había partido para el Reino de la Luz
porque ya había recogido su fruto, el fruto por el cuál había nacido en
ésta bendita Tierra de Hud y al pensar en todo ello sonrió. Y en su
corazón una enorme alegría burbujeaba.

Así empezó una nueva era para la Tierra de Hud, por segunda vez
en su historia, los dos cargos más importantes, el de Gobernante y el de
Hierofante, se fundían en una sola persona.

En Kokab se reunían la Sabiduría que Shemer le había enseñado


para mejor gobernar a sus súbditos y también la ciencia oculta que había
aprendido en el Templo.

Por ello sus decisiones eran siempre las justas y adecuadas y el


pueblo de Hud conoció una época de tanto esplendor que pasados los
siglos, mucho después de la partida de Kokab hacia el Reino de la Luz, a
ésa época se la recordaría como la Edad de Oro.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Incluso hoy día, a pesar de que ya se ha olvidado todo lo referente


a la Tierra de Hud, se sigue recordando que la humanidad, hace mucho
tiempo, vivió una época de gran esplendor a la que se llama todavía la
Edad de Oro y se cuenta que fue una época en que la justicia reinaba por
todos lados y el bienestar estaba extendido por toda la tierra.
Esas ideas son recuerdos y reminiscencias del periodo que inició
Kokab, el Rey-Sacerdote de la Tierra de Hud.

Pero, parece que nos hemos olvidado de Kokab y de su historia.


Seguramente os preguntareis qué fue de él y porqué no seguimos
contando su vida; justo es que os hagáis ésta pregunta, pero la
contestación es también muy simple:
Kokab, en realidad ya tenía su fruto conseguido; el amor a la
verdad, la honradez y el espíritu de servicio ya eran suyos y nadie podía
arrebatárselos pero aún tenia que aplicar dicho fruto en la vida diaria y
eso fue lo que hizo el resto de su vida: aplicar la verdad, la honradez y el
espíritu de servicio al gobierno de su pueblo.

Hay que decir que, salvo algunos fallos involuntarios, lo hizo muy
bien y si no os lo creéis preguntad a algún anciano sabio (que esté un
poco informado sobre la sabiduría antigua) y veréis qué os contesta sobre
la famosa Edad de Oro de la Humanidad.

Como os decía, Kokab ya tenía su fruto, pero no podía volver al


Reino de la Luz antes de terminar su tarea con sus hermanos de la Tierra
de Hud y por ello tuvo una larga vida, una larga y fecunda vida en la que
compartió toda su sabiduría con un gran número de discípulos suyos,
como Gran Hierofante que era, y que a su vez, esos discípulos
esparcieron por toda la Tierra de Hud, y en realidad por la Tierra entera.

Una vez hubo completado su tarea y encontrado el sustituto


adecuado para que le sucediera en el cargo, en la misma ceremonia en la
que él fue investido Gran Hierofante, la Prueba del Fuego, pasó sus
poderes a su sucesor y se consumió en la Llama del Poder para regresar
al Reino de la Luz.

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TIEMPO PERDIDO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

C uando Nug nació, su padre, Ahniel, decidió que, por una


vez en su vida, dejaría de acudir a su reunión semanal con
los matemáticos que le llevaban los cálculos de sus
numerosos negocios y los capataces de sus tierras. Si, Ahniel, era el
comerciante más grande de Indravath y el que más tierras poseía.

Por extraño que pudiera parecer a los que le conocían, Ahniel,


había decidido que el nacimiento de un hijo varón era de suficiente
importancia como para dejar de lado por un día la cuenta de sus rupias y
así se lo hizo saber a Elhima, la cuál, a pesar de la debilidad de su estado,
después del parto, le dedicó una sonrisa de agradecimiento. Una sonrisa
sincera, totalmente sincera. Realmente, para Elhima, educada en la
servitud del Hinduismo más estricto, el que su amo y señor, que además
era su esposo, dejara sus importantes ocupaciones para dedicarle unas
palabras amables y una parte de su valioso tiempo, era algo de enorme
valor.

Ella también estaba contenta: por fin, después de haber tenido seis
hijas, había logrado concebir y dar a luz a un hijo varón. Realmente
estaba muy contenta.

En la gran mansión (y que por su tamaño y magnificencia podría


llamarse palacio) que Ahniel se había hecho construir en las afueras de
Indravath, la alegría de Ahniel se hizo patente y se transmitió a todos los
sirvientes. Todos sabían que había nacido el heredero y ello había de
celebrarse.
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Y se celebró. Los preparativos se hicieron rápidamente y esa misma


noche todo Indravath pudo disfrutar del suntuoso banquete con que se
celebró el nacimiento de Nug.

Por ello, desde su nacimiento, Nug se vio envuelto en sonrisas,


halagos y cuidados. Los mimos eran su pan diario. Los cojines le
rodeaban y su menor llanto conmovía y hacía estremecer a todos los
habitantes de la gran mansión.

Y así fue creciendo, rodeado de lujos y placeres los años fueron


pasando por Indravath y Nug. Al cabo de un tiempo, una sombra empezó
a planear sobre Nug... el orgullo empezaba a penetrar en él. Elhima su
madre lo iba viendo, día a día. Elhima día a día iba preocupándose más
por su hijo. Pero Nug, acostumbrado de muy pequeño a las duras normas
de su religión, sólo tenía oídos para su padre. Para él, su madre era una
mujer y como tal debía de ser tratada. Al fin y al cabo todo el mundo
sabía que las mujeres sólo servían para tener hijos y alimentarlos. Él era
un hombre y no tenía porque hacer caso a ninguna mujer...

Con estos pensamientos olvidaba todo el amor y los cuidados


recibidos de su madre. Y su madre sufría por el.
La tristeza iba en aumento en Elhima, tanto fue el sufrimiento que
cayó enferma. Su alma languidecía día a día, su cuerpo iba
consumiéndose. Y los médicos no podían explicarse porqué Elhima se iba
apagando lentamente.
Un día Ahniel en un arranque de preocupación por Elhima, fue
hasta su habitación y le preguntó qué le pasaba (no sin antes dudar si
hacerlo o no puesto que la simple idea de preocuparse por su mujer le
parecía que era hacerse viejo).

Elhima, esposa mía, hace tiempo que todos estamos viendo cómo
tu semblante se oscurece y la enfermedad mina tu cuerpo. Ello me apena
y entristece. ¿Qué te ocurre?.

Ahniel, amado señor, mi tristeza es causada por mis


preocupaciones por Nug, tu hijo.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

¿Pero qué dices, insensata?. ¿Cómo puedes decir que mi hijo, mi


apuesto y gallardo hijo te entristece? Si sólo ver su cara, mi semblante se
ilumina. ¿Cómo puedes decir eso?.

Mi señor, tu hijo es apuesto y gallardo, sí. Su semblante hace


que las jóvenes suspiren por él. Pero su corazón está helado.
Ninguna emoción anida en él, excepto el orgullo. Temo por su
carácter y su futuro. Creo que deberíais hablarle.

¿De qué debería hablarle? ¿De que no está bien que esté orgulloso
de ser él, el hijo de Ahniel de Indravath?. Al contrario, creo que hace muy
bien evitando mezclarse con la chusma y los parias que no han nacido de
tan alta cuna. Es su destino el mandar y gobernar sobre ellos, entonces es
lógico que empiece a aprender a mandar.

Y en cuanto a las emociones de las que hablas... ¿De qué sirven?...

Sólo para hacer caso de las mujeres plañideras como tú que no han
comprendido aún la superioridad del hombre. Y eso no lo necesita mi hijo
para nada. Más valdría que te dedicases a tus asuntos.

Pero, mi señor... ¿olvidáis las escrituras?. Los Upanishads nos


dicen...

Quién te crees que eres para citarme sentencias sagradas? Tú que


no tienes ningún derecho ni tan siquiera a leerlas. Y ya que hablas de las
escrituras, debes de recordar que los Vedas nos dicen muy claramente
que la mujer no puede nunca juzgar a un hombre y, aunque seas su
madre, ello no te da derecho a saltarte las escrituras. Así que no
hablemos más de ello o me veré obligado a repudiarte como mi mujer.

Tú eres mi señor y te obedezco. Perdona mi ofensa...

De acuerdo, de acuerdo. Puedo entender que te encuentras mal y


ello te hace delirar. Olvidaré todo lo que has dicho. Ahora, descansa.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y, de ésta manera, se terminó la única conversación que


mantuvieron Elhima y Ahniel sobre su hijo y en la que Elhima intentara
convencer a Ahniel de algo. Evidentemente el resultado fue el que ella ya
se temía: ninguno. Precisamente lo que más le entristecía.

Sabía que ni Nug, ni Ahniel veían nada malo en el comportamiento


orgulloso y licencioso de su hijo. Ella, que seguía las escrituras sagradas
al pie de la letra, lo veía muy claro. Pero Ahniel tenía también toda la
razón; según esas mismas escrituras ninguna mujer podía juzgar a un
hombre por sus actos.

Por ello, después de ese intento, sólo le quedaba el sufrir en silencio


por el karma que acumularía su hijo. Su reflexión final fue que ya lo
compensaría tarde o temprano de alguna manera. (Según las escrituras,
había una Ley en el universo que nadie podía saltarse, ni Paria ni
Brahman, y esa era la Ley del Karma la cuál decía que todo lo que un
hombre (o mujer) hace le sería devuelto más adelante, en esa misma o en
otra encarnación.

Así, si Nug caía en el mal del orgullo, debería reequilibrar la


balanza en otra vida, si no en ésta, con la humildad y sufriendo bajo la
dominación de otros orgullosos). Al darse cuenta de que en realidad no
podía hacer nada, se le terminaron los motivos para desear vivir y se fue
apagando lentamente hasta que, un año más tarde, su corazón se detuvo
para siempre. Ni el orgulloso Nug, ni el atareado Ahniel tuvieron una sola
lágrima para Elhima. Ninguna mujer merecía sus lágrimas, se dijeron. Y
volvieron a sus ocupaciones.

Siguieron pasando los años y Nug siguió creciendo. Tanto en


cuerpo como en orgullo. Realmente, su orgullo había crecido tanto que ni
tan siquiera respetaba a su padre. Lo humillaba siempre que podía y le
avergonzaba de muchas maneras.

Al llegar, Nug, a los dieciocho años, Ahniel se dio cuenta cabal por
vez primera, de una manera completa, de la gran razón que había tenido
Elhima.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El orgullo de Nug era enorme.


Se había vuelto incontrolable y amenazaba con devorarle.

Al recordar las palabras de su mujer, se dio cuenta que también


había caído él mismo en el mal del orgullo y que debía cumplir con su
karma acumulado. Entendió que las humillaciones que le infligía Nug no
eran más que el retorno y el pago de la deuda kármica que él, Ahniel,
había contraído, que se había ganado a pulso con sus actuaciones y, al
comprender eso, decidió aprender la lección de la humildad.

Desde ese día, la actitud de Ahniel empezó a cambiar. Su orgullo


fue cediendo poco a poco y fue reemplazado lentamente por la humildad.
Escuchaba la voz de los ancianos sabios, leía las escrituras y procuraba
seguirlas. Ya no gritaba ni abofeteaba a sus siervos como antes hacía.

Tan notorio se hizo su cambio que asombraba a cuantos le


conocían y, muy especialmente, a sus sirvientes. Un asombro que fue
cambiando poco a poco en admiración puesto que, para quienes le habían
conocido en su etapa anterior, su actitud actual demostraba cuánto había
tenido que luchar consigo mismo. Y el mérito que muchos veían en ello
provocó que lo que antes fuera miedo ahora se trocaba en respeto hacia
Ahniel y cuanto hacía.

Con una sola excepción, su hijo, Nug...

Nug, cegado por su orgullo, en lugar de entender que su padre


estaba cambiando positivamente, interpretó su cambio de actitud, su
humildad, como vejez y debilidad y le acusaba de ser demasiado viejo y
que con la senilidad se ablandaba.
Un día, cuando se acercaba su mayoría de edad, iba a cumplir los
veintiún años, le pidió audiencia a su padre y empezó la conversación de
ésta manera:

Padre, voy a cumplir los veintiún años. Creo que ya es hora de


que me cedas el gobierno de tus negocios.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Hijo mío, te precipitas. Ni tú eres tan mayor como para controlar


todas mis posesiones ni yo soy tan viejo como par no poderlo hacer.

Eres tú quien no lo entiendes. Últimamente te has vuelto tan


blando que los trabajadores rinden menos, tus prestamistas ganan
menos puesto que piden menos intereses a sus clientes -siguiendo tus
propias órdenes, e incluso he visto que escuchas los consejos de las
mujeres. Realmente la vejez te hace incapaz totalmente para
gobernar con mano firme tus negocios. Debes darme el mando.

No insistas, hijo mío. No te daré todavía el mando. No, al menos


hasta que vea que eres capaz de respetar la vida humana y escuchas los
consejos de los que saben más que tú.

Padre, en esta conversación hay un grave error que estás


cometiendo. Realmente no te estoy pidiendo nada. Te estoy
exigiendo con buenas palabras que me des algo que de todas
maneras va a ser mío antes de lo que te imaginas, así que mejor
harías facilitándomelo.

Mejor será que te olvides de ello y en su lugar aprendas las


lecciones de la vida que te son tan necesitadas. Lee los Upanishads y
sigue sus consejos. En cuanto lo hayas hecho, volveremos a hablar. Y
ahora adiós.

No creas que te desharás tan fácilmente de mí. Ya lo verás, te


arrepentirás.

Y con éstas duras palabras, dichas a voz en grito, y con un fuerte


golpe en la mesa, Nug salió de la estancia con la furia bullendo en su
interior y una determinación terrible.

El mando sería suyo, aunque tuviera que matar a su padre...

Y con esa determinación se fue al templo de Kali.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Kali, la diosa sanguinaria, la diosa de la destrucción. En sus brazos


y sus templos era fácil encontrar asesinos y por ello se dirigió allí. Entre
sus numerosos sacerdotes pudo encontrar a uno a quien ya conocía y
explicarle su situación y sus deseos.

El sacerdote, maestro en lo referente a la muerte, le aconsejó


hábilmente.

Debería usar un veneno que causaba la muerte en pocas horas, pero


que, al provocar que el corazón se parara, daba la impresión de que la
muerte era por causas naturales. Con la edad que Ahniel tenía, todo el
mundo creería que se había muerto naturalmente...

Después de agradecer -y pagar- los consejos y el veneno del


sacerdote, Nug se aprestó a poner en práctica su plan. Se acercaba el día
de su cumpleaños y él quería a toda costa ser el dueño de todo cuando
cumpliera los veintiún años.

Su decisión era irrevocable. Su odio y orgullo, irreconciliables.

Esa misma noche, cuidando mucho que nadie le viera, se introdujo


en las estancias de su padre y vertió el veneno en la jarra de agua que
utilizaba su padre para beber durante la noche. Justo antes de verterlo, un
destello de duda cruzó por su mente preguntándose si hacía bien al matar
a su padre; pero fue un destello fugaz.
El doloroso recuerdo de su negativa a darle el mando de sus
posesiones y la irritación ante la afrenta de sufrir cómo se le negaban sus
legítimas pretensiones pudo más que su débil remordimiento y vertió de
golpe todo el veneno en la vasija.

Después de comprobar de nuevo que nadie le había visto, se retiró


a dormir a sus aposentos. Sus sueños fueron inquietos y descansó mal....

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, cosa


desacostumbrada puesto que Nug dormía siempre hasta el mediodía, se
encontró despierto y a punto de ir a ver cómo se encontraba su padre.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

La prudencia le hizo esperar en su habitación para que nadie


sospechara de él. No tuvo que esperar demasiado, unos golpes
presurosos le hicieron abrir la puerta.
Era el criado que cuidaba a su padre, tenía el rostro desecho en
lágrimas.
Nug, con aire de fingida sorpresa le preguntó:

¿Qué pasa? ¿Porqué me despertáis a esta hora tan


intempestiva? ¿ Y porqué lloras?

Mi señor, vuestro padre, mi amo, ha muerto.

¿Muerto? ¿Cómo es posible? ¿Qué ha pasado?

No lo sabemos mi señor, esta mañana al ir a despertarlo como de


costumbre no ha respondido a mi llamada; al acercarme y llamarlo más
fuertemente tampoco, y al ver que no reaccionaba a mis sacudidas he
comprendido que se encontraba muy mal y he llamado al médico el cuál
poco ha podido hacer, se ha limitado a determinar que vuestro padre ha
muerto de causas naturales esta noche; probablemente su corazón no ha
aguantado su vejez. Ahora, os ruego me perdonéis pues debo hacer los
preparativos para su funeral.

Y entre sollozos apagados se dirigió a los aposentos de Ahniel.

Nug cerró la puerta de su habitación y se frotó las manos. Lo había


conseguido. Nadie sospecharía nada y todas las posesiones de su padre
pasarían directamente a sus manos. Ahora verían esos administradores lo
que era mano dura. Se había terminado de una vez por todas esas
sensiblerías de viejo que su padre últimamente había ordenado a sus
banqueros y administradores.

Y así fue, después del obligado funeral, en el cual tuvo que fingir
gran pena por la muerte de su padre, se hizo cargo de todos las
posesiones de Ahniel y lo primero que ordenó fue una reunión con todos
sus capataces y administradores.
Pág. 90
Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En cuanto los tuvo a todos delante se dirigió a ellos y les dijo:

Os he reunido a todos hoy aquí porque he visto con


preocupación cómo en los últimos tiempos mi padre se ablandaba y,
mientras su corazón envejecía, su manera de administrar la
hacienda era cada vez más incompetente. No estoy dispuesto a que
se pierda lo que tantos años de esfuerzo le costó a mi padre
conseguir, así que a partir de ahora seguiréis mis órdenes a
rajatabla. Quien no esté de acuerdo ya puede buscarse un nuevo
trabajo. Pero no en Indravath. Quien no haga exactamente todo lo
que yo diga es mejor que se vaya del pueblo porque mi cólera caerá
sobre él y su familia con toda su fuerza.

Pero, mi señor....

¿Acaso quieres ser tú el primero en comprobarlo?

No, no, mi señor. Se hará lo que Ud. diga.

Bien, así me gusta. Si no hay nadie más que quiera decir algo
pasaré a dictar mis nuevas órdenes.

Evidentemente nadie dijo nada. A todos les había quedado claro


que oponerse a Nug era igual a morirse de hambre y la mayoría tenía una
familia que alimentar así que se guardaron sus objeciones para si mismos
y se dispusieron a acatar las órdenes que les dijeran.

Las nuevas órdenes fueron duras, incluso mucho más duras que las
que Ahniel en sus primeros tiempos había dictado.
A los banqueros y prestamistas les obligó a subir los intereses y a
confiscar de inmediato los bienes de quienes no habían pagado sus
deudas, sin importar si con ello se condenaba a morir de hambre a una
familia entera.
A sus capataces les ordenó subir el ritmo de trabajo y bajar los
salarios que, según Nug, eran demasiado generosos para el hatajo de
gandules que trabajaba para él.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y así con todo lo referente a la administración de sus bienes.

Al salir de la reunión, las caras de los asistentes eran un fiel reflejo


del estado de sus corazones; la aprensión y el miedo imperaban en todos
ellos: había nacido un dictador.
Nug, frotándose las manos se dirigió a sus aposentos.

Por fin mi hacienda empezará a funcionar como es debido - iba


pensando.

En su camino se cruzó con el anciano sirviente de su padre, el que


había cuidado de Ahniel toda su vida. El que había descubierto el cadáver
y le había anunciado a Nug la muerte de su padre entre sollozos.

Al verle se dio cuenta de que ahora ya no le servía para nada ese


viejo sensiblero. Muerto su padre, no tenía a quien cuidar; Nug no
necesitaba ningún sirviente y pronto el anciano necesitaría ser cuidado
por alguien. Ahora era simplemente un estorbo que no necesitaba pagar.
Y tomó una rápida decisión.

Tú, ven aquí un momento.

¿ Yo, Señor?

Si, tú. ¿Tú eras el sirviente de mi padre, verdad?

Si, mi Señor. Le he cuidado durante toda mi vida como si fuera mi


padre, si me permite decirlo así, Señor.

Claro, claro.... Pero ahora no estas cuidando a nadie ¿verdad?

No, mi Señor, estoy esperando que me deis un nuevo trabajo.

No hará falta que esperes más. Ya que mi padre, ahora, no te


necesita, yo tampoco te necesito así que te despido. Recoge tus cosas
y vete de mi casa.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El anciano no podía creer en lo que oía. Después de toda una vida


de cuidados abnegados a su padre, el hijo le despedía, sin más,
condenándole a la miseria.

Pero, mi Señor, soy un débil anciano que no tiene donde ir. Si me


echáis de vuestra casa me moriré de hambre en pocos días. Nadie quiere
a un pobre viejo como yo.

Tienes razón en eso de que nadie quiere a un viejo como tú


pero ese es tu problema. Tu ya no me sirves para nada y no tengo
porqué mantenerte.
No hay más que hablar. Vete.

Y antes de que pudiera replicar nada, Nug continuó con paso


rápido su camino hacia sus aposentos.
El pobre anciano, entre sollozos, se fue a recoger sus míseras
pertenencias mientras Nug se felicitaba por no haber caído en el tonto
sentimentalismo que tanto dinero le había costado a su padre.

De poco sirvió que algunos sirvientes intentaran pedir clemencia a


su señor para el anciano. En realidad lo único que consiguieron fue que
tres sirvientes más fueran despedidos por haber importunado a Nug.

Pocos días mas tarde, en las calles de Indravath se encontró tirado


el cuerpo del anciano sirviente, muerto de hambre. Aunque la noticia
llegó a oídos de Nug, éste ni se inmutó. Para él había sido una simple
decisión de negocios, una decisión necesaria y las dificultades de otro no
eran su problema.
Pero en Indravath, la noticia corrió como un reguero de pólvora y
la indignación se palpaba en todas las conversaciones. Pero, por mucho
que se detestara a Nug, él era quien tenía todo el poder en el pueblo. Él
era quien decidía los destinos de todos sus habitantes.

Y, gustara o no, él era quien mandaba sobre todos allí. Las


conversaciones inevitablemente languidecían al llegar a la dura
constatación de que no les era posible hacer nada.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y cada uno se volvía a su casa, maldiciendo su destino y con


lágrimas en los ojos, unas de dolor, otras de rabia.

Mas no todos lloraban, había alguien que no lloraba en absoluto,


alguien que sabía que llorar no conduciría a nada, alguien que quería
terminar con todo ese sufrimiento.

Había una joven cuyo semblante no dejaba traslucir sentimiento


alguno, pero su corazón bullía de rabia. En lo más recóndito de su
interior había hecho un juramento terrible: no descansaría hasta ver
muerto a Nug. Nyzcha, que ése era su nombre, de ojos duros y corazón
vengativo, era la hija de uno de los sirvientes despedidos por Nug al
intentar defender al anciano.

Ella también sufría en su propia piel las injusticias que el tirano


estaba provocando en Indravath; su padre malvivía haciendo las tareas
más bajas y serviles que podía encontrar pero su salud estaba
deteriorándose rápidamente. Podía ver diariamente cómo todos los que
se oponían a Nug terminaban sus días como el pobre anciano muerto de
hambre en un oscuro callejón.

Y se había jurado venganza.

Por su padre, por el anciano y por todos los que sufrían en el


pueblo e incluso por los que, si no se hacía nada, terminarían sufriendo
por las injusticias y el egoísmo de Nug.

Al principio, la ardiente ira que borboteaba en su corazón no le


permitía ver ninguna manera de llevar a cabo su venganza pero, día tras
día, su determinación vencía todos los obstáculos y su corazón se
aquietaba.

Al cabo de poco tiempo su corazón se había helado


definitivamente.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Los sentimientos habían sido excluidos de él. Sólo había lugar para
un único y enorme sentimiento: la venganza. Los días pasaban y los
planes nacían en su mente como nacen las malas hierbas entre los huertos.
Y cada vez eran más refinados y astutos.

Finalmente tuvo su plan a punto. La manera de destruir totalmente


a Nug. Para conseguirlo tenia que hacer algunas cosas que le repugnaban
pero ella estaba dispuesta a todo con tal de llevar a término su venganza.
Había decidido que se casaría con Nug.

Si, si, habéis oído bien. Había decidido casarse con Nug. Pero,
evidentemente no para someterse a él sino para poder llevar a cabo su
destrucción desde dentro mismo de su casa y sin que nadie sospechara
nada.

Una vez tuvo todos los detalles a punto se dirigió al palacio de Nug
y solicitó trabajo como sirvienta. Nug mismo era quien realizaba la
selección del personal a su cargo y por sus despidos estaba mas bien
escaso de personal así que su disposición a aceptar a alguien nuevo era
bastante alta. Además, Nyzcha era muy guapa y a Nug, la sola idea de
tenerla cerca y poder utilizarla para lo que el quisiera -esa era su idea de
sirvienta- ya le era suficiente aliciente como para aceptarla.

Poco podía sospechar Nug que al aceptar a Nyzcha como sirvienta


acababa de firmar su sentencia de muerte.

Nyzcha se ganó rápidamente la confianza de Nug y fue requerida


más de una noche para pasarla en sus aposentos. Su solicitud en
satisfacer los más mínimos deseos de su señor la hicieron prácticamente
indispensable en el palacio.
Pero, no contenta con ello, fue a buscar a una vieja que vivía en lo
más profundo del bosque que rodeaba Indravath. La vieja solitaria era
conocida por todos como la encantadora más peligrosa de todo el país,
sus brujerías eran temibles y sus pociones buscadas por todos los que
deseaban lo que no era suyo.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Las habladurías sobre los peligros que acechaban a quienes se


adentraban en el bosque -se decía que muchos no habían vuelto no
amedrentaron a Nyzcha; su cólera y rabia eran suficiente fuertes como
para arrostrar cualquier peligro. Y su decisión le llevó a encontrarse con
la peligrosa anciana.

Después de explicarle sus designios y pagar la fuerte suma que la


bruja le pedía, Nyzcha se encontró con dos frascos de cristal. Uno le
serviría para conseguir enamorar perdidamente a Nug y el segundo le
mataría cuando ella lo desease.

De vuelta a la mansión, no tuvo ninguna dificultad para conseguir


que Nug se bebiera la primera pócima y, en cuanto le hizo efecto, Nug se
quedó prendado de Nyzcha. Se enamoró de tal manera que, sin tan
siquiera consultarla a ella, hizo saber a todo el mundo que al día siguiente
se casaría con su sirvienta.

Dado el carácter autoritario y prepotente de Nug, a nadie le


sorprendió dicha decisión, aunque más de uno compadeció en secreto a la
pobre muchacha que pasaría a ser la esposa del tirano. Nadie imaginaba
el secreto designio que anidaba el corazón de Nyzcha.

La boda se celebró con gran pompa y boato, las orquestas no


cesaron en su música durante más de una semana y el banquete fue el más
fastuoso que se recordaba en el lugar. Pero, a pesar de todo el dinero que
Nug se gastó en las celebraciones, las risas estaban ausentes del festejo.
Las caras de todo el mundo reflejaban el odio, la tristeza o el temor que
las atenazaba. La alegría no se dignó a pasar ni un instante durante toda
la semana.

Nug, como siempre ajeno a lo que les pasaba a los demás, estaba
radiante y feliz. Aunque fuera por la pócima que le administró Nyzcha, se
sentía enamorado totalmente y creía que la felicidad había entrado en su
vida para siempre.
Si hubiera sido capaz de leer en los ojos de Nyzcha, la sangre se le
hubiera helado en sus venas.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Poco le duró a Nug esa felicidad, los primeros días le pasaron


volando disfrutando de su nueva esposa, la cuál seguía tan solícita como
siempre.
Pero, en cuanto Nyzcha quedó embarazada las cosas cambiaron
radicalmente.
A Nug, la noticia de que pronto tendría un hijo le llenó de alegría
pero a Nyzcha le sirvió de excusa para evitar cada vez más a su esposo.
Pronto el alejamiento entre los dos llegó al punto de dormir en estancias
separadas y terminaron por verse solamente a la hora de la comida. Nug
no lograba entender nada de lo que pasaba pero el hecho de esperar un
hijo le hacia tener paciencia ante las rarezas de Nyzcha. Decidió esperar
hasta el nacimiento y ver qué pasaba entonces.

Pasaron los meses y Nyzcha tuvo un hijo, un hijo varón. Para Nug,
al igual que lo fue para su padre anteriormente, era la mejor noticia que
podían darle. Tenia un heredero. Alguien a quien educar a su manera y
que algún día heredaría todo lo que tenía.

Lo mismo pensaba Nyzcha, pero con otros designios bastante


diferentes a los de Nug. En realidad, ella ya tenía todo lo que deseaba.
Era la esposa legítima de Nug y ahora tenía el heredero legítimo de Nug.
A partir de ese momento, Nug sobraba.

Esa misma noche empezó a llevar a cabo la segunda parte de su


horrible plan. Vertió unas gotas de la segunda pócima en la bebida de
Nug, quien estaba muy lejos de sospechar lo que le aguardaba. Esa
misma noche, Nug tuvo una fuerte pesadilla; se vio a si mismo enterrado
en una zanja de tierra y todo a su alrededor estaba lleno de gusanos que
le roían el cuerpo. Se despertó gritando aterrorizado.

Desde ese noche, nunca más pudo dormir tranquilo. Cada noche,
por efecto de las gotas de Nyzcha, la pesadilla se repetía y Nug se iba
debilitando día a día.
La falta de sueño iba minando su salud y tras pocas semanas de esa
tortura, enfermó gravemente. Sus delirios asustaban a todo el mundo en
la casa; a todo el mundo menos a Nyzcha.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Ella fingía ante los sirvientes que le apenaba el estado en el que se


encontraba su marido, pero en su interior estaba disfrutando como nunca
antes lo había hecho. Sus planes se estaban cumpliendo a la perfección.

Pronto seria la heredera de la fortuna de Nug... bueno, exactamente


el heredero sería su hijo, pero ella sería la administradora hasta su
mayoría de edad.

Y así fue. A los siete meses de haber nacido el hijo de Nyzcha, Nug
enloqueció y presa del delirio se tiró por la ventana de la torre más alta
del palacio. Su cuerpo quedó destrozado en el patio de la mansión. En
Indravath recordaron durante mucho tiempo los aterrorizados chillidos de
Nug mientras caía.

Nyzcha pudo por fin dormir tranquila. Su venganza estaba


consumada.

Nug se despertó de repente y se encontró con que sus sirvientes


estaban a su alrededor mirándole mudos de estupor y miedo. Nadie se
movía, simplemente le miraban con ojos extraños. Nug se dirigió a ellos y
les espetó:

Qué miráis, es que no os dais cuenta de que me he caído. Por


qué no me ayudáis a levantarme.

Pero nadie se movió

¿ Es que no me oís ?. Quiero que me ayudéis a levantar. Os lo


ordeno. Ayudadme ahora mismo u os haré azotar y os despediré a
todos.

Y nadie se movió. Parecía como si no le oían. Poco a poco, en


silencio, los sirvientes se fueron alejando de Nug y volvieron a sus tareas
hablando en susurros entre ellos.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Nug se levantó y se dirigió a uno de ellos para darle un puñetazo de


rabia porque no le hacían caso. Pero el puñetazo se perdió en el aire. Su
mano atravesó el cuerpo del sirviente como si fuera un fantasma.
Nug, aterrorizado empezó a intentar tocar a todos los sirvientes y a
gritarles pero sin ningún éxito, su cuerpo atravesaba el cuerpo de los
demás como si estuvieran hechos de aire y sus gritos no eran oídos por
nadie.
Todos actuaban como si él no estuviera.

En uno de sus giros vio, en el suelo, su cuerpo. Al principio no lo


reconoció y pensó que era alguien que estaba tumbado borracho. Luego,
al acercarse se dio cuenta de que era él mismo.

El terror lo atenazó. Estaba muerto.... . Ese era su cuerpo y estaba


muerto.... Él era un fantasma...

Nug pudo ser testigo de excepción de su propio funeral, de cómo


lo incineraban. Pudo ver las pocas lágrimas que despertó su muerte, oír
los comentarios despectivos que todo el mundo tenia hacia su cuerpo.
E incluso pudo oír cómo su propia esposa se reía como nunca había
hecho antes y, en el secreto de su alcoba, le contaba a su hijo cómo lo
había envenenado y porqué.

Por fin pudo entender todo lo que le había pasado y comprendió el


porqué de la amargura y odio de Nyzcha hacia él.

Y con la comprensión llegó el dolor, un dolor intenso en su alma.


Un dolor que no podía apagarse con llanto. Dolor por su estupidez, dolor
por su comportamiento, por su egoísmo, su crueldad, por casi todo lo
que había hecho. Y también llegó el perdón hacia Nyzcha por su
venganza.

En cuanto el sentimiento de perdón le inundó, un intenso


resplandor borró todo el mundo de su vista y se encontró en un cueva
donde había mucha luz. A su lado se encontraba un ser luminoso que
vagamente le era familiar....
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Oro, con una sonrisa, se dirigió a Buscador:

Amigo mío. Cuanto has sufrido ésta vez. Cuanto dolor ha


comportado tu descenso a la Tierra.

¿Eres mi amigo? ¿Quién eres? ¿Y dónde estoy?

Eres Buscador, te encuentras en la antesala de la Tierra y sí, claro


que soy tu amigo. Soy Oro, ¿no me recuerdas? Temo que esta vez tu
estancia en la Tierra ha sido demasiado fuerte para ti. Intenta recordar...

Si, ahora voy recordando... claro, tú eres Oro, mi amigo del


Reino de la Luz y yo soy Buscador... pero, ¿qué ha pasado?

Te ha pasado lo que más temía, la influencia de la vida en la Tierra


y la necesidad de oscurecerse para poder bajar a ella han provocado que
salieran tus peores defectos.
Has sufrido mucho y has hecho sufrir más todavía. No sólo has
perdido el tiempo, has perdido esta vida, sino que además deberás
equilibrar todo lo que has desequilibrado.

Pero... ¿entonces qué debo hacer ahora?

Deberás reparar todo el daño que has hecho, en un nuevo descenso


a la Tierra.

Pero ¿cómo lo podré hacer?

Muy fácil. Si has causado la muerte a alguien, deberás dar la vida a


otro ser. Si has hecho perder bienes materiales a alguna persona, deberás
dar dinero o bienes a otra persona en esa nueva vida.... y así con todo.

Entiendo... pero yo he causado la muerte de dos personas, el


que fue mi padre y mi sirviente. ¿Deberé tener dos hijos ahora?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

No exactamente, primero porque dar la vida se puede hacer de


muchas maneras, teniendo hijos, o salvando vidas como médico, o de
cualquier otra manera en la que des o devuelvas la vida a algún ser. Y en
segundo lugar, ya has sido castigado por la muerte del anciano, ¿o no te
acuerdas de todo lo que has pasado con tu esposa?

Pero entonces, mi esposa me ha castigado por lo que hice, pero


ella también ha causado una muerte conscientemente.... también ella
deberá ser castigada.

Claro, pero ello no te incumbe a ti. Debes dejar a los señores del
Karma que hagan su labor y encuentren la mejor manera para que Nyzcha
aprenda la lección que debe. Tú debes ocuparte en aprender la tuya.

Creo que la tengo bien aprendida ahora, estoy dispuesto a


enmendar lo que he torcido. Aunque ahora sé el porqué bajar a la
Tierra es considerado como un funeral en el Reino de la Luz. Es
horrible lo que se puede hacer cuando la ignorancia campa por sus
respetos....
Bueno, a qué esperamos. Quiero volver a la Tierra lo más
pronto posible a enmendar mis errores.

Ello no es posible ahora, amigo mío.


Ya que te ha afectado tanto éste último descenso a la Tierra,
deberás descansar un tiempo para recuperar fuerzas.
Deberemos trabajar en reforzar las conexiones que tenemos
internamente tu y yo para que no puedan volver a cortarse tan totalmente
como ha pasado en este descenso. Subiremos al Reino de la Luz durante
un tiempo hasta que vuelvas a estar listo.

Si tu lo crees necesario no te lo discutiré. Estoy tan


avergonzado por lo que he hecho que no me siento con fuerzas para
replicar a nadie. Volvamos pues al Reino de la Luz; te sigo.

Y abandonando la cueva, volvieron a subir por la escalera que


conducía al Reino, la escalera que iba iluminándose peldaño a peldaño.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y con ella iban iluminándose sus cuerpos, abandonando la luz, la


oscuridad que reinaba en la Tierra.

Al llegar arriba, entraron en la luz

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

CUARTO FRUTO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

L os primeros rayos de sol que se filtraban por los estrechos


ventanucos de la estancia despertaron a Lien-Hu. Los trinos
de los pájaros la hicieron sonreír levemente. Hacia frío en la
alcoba. La tímida primavera que recién comenzaba no había podido
calentar la maltrecha choza donde vivía con Em-Li y sus hijos.
Sus hijos... el pensar en sus hijos le borró la sonrisa de su cara.

Hoy debía decírselo, no podía esperar más.

Pero, ¿cómo se lo tomaría?.... Mejor quizás si esperaba todavía


algunos días....
Pero tampoco ganaba nada con ocultarlo. Em-Li la quería, sabría
perdonárselo.
Aunque ya tuvieran seis hijos, con uno más podrían salir adelante
seguramente. Y si fuera un varón todavía mas fácilmente. Eso era, debía
decirle a su esposo que esperaba un hijo varón, así no se lo tomaría tan
mal. Quizás incluso lo aceptase....
Pero seguía teniendo miedo.

El sol, con su caricia, despertó a Em-Li y se desperezó. Con un


ruidoso bostezo se aprestó a levantarse pero la mano de Lien-Hu le
detuvo.
Imaginando que su esposa le pedía caricias y mimos, Em-Li se
acurrucó junto a ella y empezó a acariciarla. Lien-Hu se apartó un poco y
le dijo:

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Em-Li, he de decirte una cosa.

Yo, en lugar de decir, haría una cosa.

No, no, es una cosa muy importante.

Y ¿qué cosa hay de más importante que acariciarnos mutuamente?.

Se trata de nuestros hijos.

¿Qué pasa con ellos? ¿Han hecho algo malo?. Dímelo que les
castigo.

Si y no, según cómo lo mires.

Bueno, suéltalo ya. No me pongas más nervioso.

Em-Li, estoy esperando un hijo varón.

¿Cómo? ¿Qué dices?

Que estoy esperando un hijo varón.

No puede ser... un hijo... si ya tenemos seis y apenas podemos


alimentarlos... no puede ser... Además, ¿cómo puedes saber que es un
varón y no una hembra?.

No sé, lo siento así, en el corazón.

Ya, claro. Y si te equivocas tendremos una inútil hija que sólo nos
servirá para que todos nos muramos de hambre. ¿No te das cuenta?

Claro que me doy cuenta pero parece que olvidas que este hijo
es tuyo tanto como mío. Que los dos lo hemos llamado.

Yo no he llamado a ningún hijo.


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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Bueno, no se le suele decir llamar a eso precisamente, pero así


es en realidad.

Ya, ya, ahora me lo echas en cara.

No, esposo mío, sólo digo que es de los dos y si los dioses nos lo
envían debemos aceptar su voluntad.

Si no hay más remedio... !Pero que conste que si es una niña la


vendo a mi amo¡. Yo no puedo mantener inútiles. Ya tengo bastantes.

Así terminó la conversación. Un día que había empezado tan


hermoso para todo el mundo, se convirtió en un infierno para Em-Li y
Lien-Hu.
No había para menos. Con el pequeño huerto familiar que tenían
detrás de la choza apenas alcanzaba para alimentar a cuatro personas.
Hasta ahora ya tenían que comer de él Em-Li, Lien-Hu y seis hijos.
Ahora debería de dar de comer a uno más. La miseria se repartiría para
todos. Realmente, el malhumor de Em-Li era lógico.

Lien-Hu, en cambio, aunque podía ver igual de claramente todos


los problemas que representaba un nuevo hijo, se sentía madre por
encima de todo y por ello lo más importante para ella era traer al mundo
a esa vida que latía en su interior. Luego ya se arreglarían como fuese.

Y llegó el tiempo del nacimiento. Tal como temía Em-Li, el hijo no


fue tal sino que fue hija. Muy hermosa por cierto, pero sus ojos no veían
la belleza de la niña; sólo veían su plato más vacío. Poco después, tal
como había dicho a Lien-Hu, una vez limpia y vestida, cogió a la niña y
se la llevó a casa del señor del pueblo, un rico samurái, de noble cuna y
con fama de muy mujeriego.

Las costumbres del pueblo establecían que las familias pobres y sin
recursos sólo se quedaban con los hijos varones. Si nacía alguna niña,
inmediatamente era sacrificada a los dioses o abandonada en las orillas de
los ríos.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Sólo se salvaban algunas niñas gracias a la insistencia de sus madres


o porque eran vendidas a algún noble rico que deseaba tener jóvenes
concubinas y de esa manera se aseguraban que tendrían la educación que
querían.

Así ocurrió con la hija de Em-Li, incluso antes de que se le diera un


nombre ya era una esclava que pertenecía al samurái El noble, incluso
decidió su nombre: se llamaría Nog-Ah.
Según sus órdenes y deseos, hasta que cumpliera siete años Nog-
Ah seguiría viviendo con su Lien-Hu.El no deseaba niños ruidosos en su
mansión.
Para que pudieran mantener a la niña, entregó a Em-Li una bolsa
con una buena cantidad de dinero para que la cuidaran hasta que tuviera
la edad necesaria para entrar en la escuela de Geishas de la ciudad vecina.

Ni que decir tiene que el dinero vino muy bien a Em-Li y Lien-Hu.
Gracias a él pudo comer bien toda la familia durante mucho tiempo.
Bueno, toda la familia no, a Nog-Ah, en lugar de agradecerle ese dinero
venido del cielo, se le consideraba culpable de todo lo malo que sucedía
en la familia. Por ser niña y al haber sido vendida ya, se la trataba como a
una extraña y se la marginaba tanto como se podía.

Em-Li ni siquiera le dirigía la palabra. Sus hermanos se burlaban de


ella y la insultaban, constantemente le recordaban su categoría de esclava
y concubina vendida. Sólo Lien-Hu la trataba con cariño. Pero incluso
ella debía hacerlo cuando no estaban sus hermanos ni su padre para evitar
problemas o discusiones.

Los primeros siete años de su vida, fueron pues muy duros para
Nog-Ah y cuando su padre le dijo que la llevaría a la ciudad, a la escuela
donde la convertirían en Geisha, de su pecho salió un suspiro de alivio.
Seguro que allí no podría pasarlo peor que con su familia. A lo mejor
incluso le iba mejor.

Y no se equivocó.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En la escuela, no sólo se encontró a muchas niñas que tenían sus


mismos problemas sino que además, las profesoras e incluso la directora
habían sido niñas con historias muy parecidas a la suya, por ello todas la
comprendían y la acogieron como si fueran hermanas suyas. O mejor aún
que si fueran hermanas, a juzgar por lo que había vivido Nog-Ah de su
propia familia.

Allí tuvo por fin unas amigas en quien confiar y con quien jugar. Y
la directora prácticamente le hizo de Lien-Hu. Evidentemente, sus
profesoras y la directora en cuanto a su educación eran muy rígidas y
duras pero fuera de las horas de aprendizaje, actuaban como una
verdadera familia. Fueron los años más felices de su vida.

Junto con sus compañeras, aprendió el arte del Ikebana para saber
colocar los adornos florales con gracia y el arte de cocinar platos
exquisitos y saber servirlos con toda la gracia posible.

También aprendió a dar masajes, masajes que relajaran el cuerpo,


masajes para el placer y también masajes para curar las dolencias de su
señor. En fin, la prepararon para que pudiera dar todo el placer posible y
supiera cuidar de su señor con todas las exquisiteces que eran conocidas
en esos momentos.

Pero sobre todo, en lo que más la insistieron era que tenia que
grabarse muy profundamente en su mente y en su corazón que era y sería
para siempre la esclava de su señor. Que su destino era la de ser la
sirviente perfecta, la concubina más deliciosa y la mujer más cariñosa
para con su amo y señor.

La desobediencia estaba fuera de toda posibilidad. Escaparse estaba


castigado con la muerte y la insolencia - o lo que el señor considerase
insolencia- se castigaba con penas muy dolorosas. Debía recordar
siempre que era una esclava total y absoluta.

Al principio, a Nog-Ah le parecía imposible que ese fuera su


destino y se revolvía contra él.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero al ir pasando los años y acercarse el momento de ir a reunirse


con su señor, vio muy claro que no tenía escapatoria. Incluso pudo oír de
boca de algunas compañeras que habían intentado escaparse, las crueles
torturas a que habían sido sometidas.

Poco a poco, la rabia fue dejando paso a la resignación.


Resignación con una buena dosis de amargura. No terminaba de entender
cómo le podían pasar tantas cosas a ella. Si ni tan siquiera había podido
hacer nada malo y parecía que todo el mundo la estaba castigando por
quien sabe qué fechoría cometida.

Bueno, todo el mundo no; estaban sus compañeras Geishas y sus


profesoras. Ellas la trataban bien, pero todos los demás parecía que se
habían puesto de acuerdo para destrozar su vida....

Unos días antes de su partida hacia la casa de su señor, una de sus


profesoras, sabiendo las dudas que asaltaban a Nog-Ah le proporcionó un
libro muy antiguo para que pudiera leerlo antes de irse. Debía cuidarlo
mucho y devolverlo antes de dejar la escuela, pero, según ella, le serviría
de mucho si lograba entenderlo.
Era un libro de un monje Zen y estaba decorado con una
primorosidad y detallismo que en si mismo era una obra de arte. Según le
contó la profesora, había sido dibujado y pintado por el mismo monje que
lo escribió, durante más de treinta años.

Preguntándose cómo nadie podía tener la suficiente paciencia como


para estar dibujando un libro durante treinta años, Nog-Ah se aprestó a
leerlo, tenía poco tiempo.

Ya en sus primeras páginas el libro la cautivó. La manera de


escribir era preciosa y los dibujos estaban tan hermosamente hechos que
pudo entender perfectamente el cariño que la profesora parecía tener a
ese libro.
Pero, a medida que fue leyendo y entendiendo lo que el monje
había querido plasmar en esas páginas, Nog-Ah iba transformándose.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Parecía que el libro estaba hablándole a ella, precisamente a ella. La


sabiduría que emanaba parecía escrita ex-profeso para sus propios
problemas. Al ir leyendo comprendió la raíz de todo su sufrimiento y por
ello, por primera vez en su vida, sintió un alivio en su corazón.
Lo que ella había tomado por resignación era precisamente lo que
el monje recomendaba ante el destino de cada uno, la aceptación
voluntaria de todo lo que pudiera pasar en la vida. La no-resistencia. La
no lucha.

Nog-Ah pudo entender perfectamente que la lucha y la rebeldía


ante lo inevitable sólo produce dolor y la aceptación es el bálsamo que
cura las heridas.

Otro de los preceptos que llegó al fondo del alma de Nog-Ah fue la
necesidad de vivir el presente. Según el libro el pasado ya no existe por lo
que vivir con y para los recuerdos sólo lleva al dolor. Vivir según el
pasado es pues vivir con un fantasma. También decía que el futuro
todavía no existe y por ello vivir haciendo proyectos sobre el futuro es
querer vivir anticipadamente algo así como querer construir una casa con
fundamentos de aire, pronto se derrumbará, por ello vivir para el futuro
es querer alimentarse de aire. En cambio el presente es algo real, muy
real. Es existente en toda su plenitud y por ello vivir en el presente y por
las cosas que hay en el presente es la única manera que existe para ser
uno mismo real.

Teniendo en cuenta el pasado que había vivido, Nog-Ah no tuvo


mucha dificultad para olvidarlo y viendo el futuro que le aguardaba - o
suponía que le aguardaba- tampoco le resultó difícil no pensar en él. Así
que empezó a practicar vivir en el presente de un modo absorbente.

Poco a poco pudo ir borrando sentimientos de rabia sobre lo que le


habían hecho en el pasado y pensamientos sobre lo que le sobrevendría en
el futuro y pudo concentrarse en lo que vivía momento a momento.

Sin darse cuenta, entró en un estado de tranquilidad y felicidad


como nunca había sentido antes.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Empezó a vivir con su señor y se entregó con cuerpo y alma a darle


placer, a hacerle feliz. Tanto en la alcoba como en la mesa, de día o de
noche, Nog-Ah fue la Geisha más solícita que podía encontrarse en todo
el mundo. Pero no actuaba de manera servil, actuaba siempre con todo su
corazón y toda su mente.

Estaba viviendo las enseñanzas del monje en toda su plenitud. Su


orgullo se había trocado en humildad, su rebeldía en energía y su
necesidad de amor en amor hacia los demás.

La vida fue transcurriendo plácidamente para Nog-Ah, y el


resultado de su entrega y su amor no se hizo esperar. Primero vino un
hijo, al año siguiente otro, y así fue dando hijos a su señor. Cuando ya le
había dado seis y estaba embarazada del séptimo, su salud empezó a
flaquear. Los malos tratos que había recibido de pequeña, la mala
alimentación y los partos que había tenido que pasar le habían debilitado
mucho.

Durante el embarazo tuvo que guardar cama muchos días, días en


los que su debilidad le provocaba un estado de entonación en donde solía
tener visiones. Visiones muy extrañas pero en absoluto pesadillas, más
bien eran sueños en donde veía a seres que parecían dioses que le
hablaban pero que no podía entender, como si hablasen un lenguaje
diferente al suyo.

Pero día a día se iban haciendo más claros esos sueños hasta que
llegó un día en el que el sueño se confundió con la realidad y se encontró
conversando con uno de esos seres.

¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú?

Soy Oro, Buscador, ¿acaso no me reconoces?

No, no te reconozco, no sé quien eres y ¿porqué me llamas


Buscador?, soy Nog-Ah.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Ya veo que la estancia en la Tierra ha vuelto a hacerte olvidar casi


todo. Tú no eres Nog-Ah, en realidad eres Buscador, y vienes del Reino
de la Luz. Pero decidiste nacer en la tierra para recoger unos frutos del
Árbol de la Vida, frutos que sólo puedes recoger mediante la experiencia
en ese mundo. ¿Te acuerdas ahora?

No, bueno... algo sí que empiezo a recordar pero es muy


borroso.

Tranquilo, date tiempo, ya verás cómo irás recordando tu


verdadera vida y tu origen...

Pero, ¿estoy soñando, no? entonces... nada de lo que estoy


soñando es real y no debo preocuparme...

Aunque podríamos decir que estas soñando, en realidad has


abandonado tu cuerpo para poder visitarme a este otro lado. No es un
sueño cualquiera, te encuentras en un estado especial en el que eres
consciente del mundo de los sueños de una manera clara. Venga,
esfuérzate un poco más y podrás reconocerme.

Oro... sí, me suena ese nombre. Buscador ¿soy yo?... ¿Qué


estoy haciendo entonces en el cuerpo de esta chica? Ah!... Ahora
empiezo a verlo claro. He nacido para recoger el cuarto fruto... y soy
Nog-Ah, pero sigo siendo Buscador. Claro. ¿Pero, si soy Buscador,
del Reino de la Luz, porqué he escogido esta vida tan desgraciada?
¿Cómo voy a tener tiempo ni ganas para recoger ningún fruto con la
vida que estoy llevando?

Aunque no te lo parezca ya has recogido el fruto que has venido a


buscar.

Pero... ¿Cómo puedo haberlo hecho si ni tan siquiera


recordaba nada sobre lo que quería hacer en la Tierra?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El que no lo recuerdes no tiene la menor importancia; en realidad


ya te escogiste una vida en donde las circunstancias te forzarían a
aprender lo necesario para recoger el fruto.

Entonces ¿estás diciendo que ésta vida tan horrible que estoy
viviendo me la escogí yo mismo?

Claro que te la escogiste tu mismo y además la escogiste con


mucho cuidado para conseguir los fines que te proponías. Tus padres, tus
hermanos, el que fueras niña y no varón. Incluso que gustases al Samurái
para que te comprara fue una decisión tuya antes de nacer. ¿Todavía no
te acuerdas?

Todavía no me acuerdo de todo. Sí que puedo recordar


borrosamente que tú y Vida me aconsejabais mientras preparaba mi
descenso a la Tierra sobre qué experiencias debía de pasar pero no
termino de verlo claro.

Si te acordases de todo verías que el desequilibrio que causaste en


tu anterior descenso, al matar a tu padre y condenar a la miseria a
muchos hombres, decidiste compensarlo en esta vida de varias maneras y
una de ellas era el dar la posibilidad de vida a unos cuantos buscadores
más que deseaban bajar a la tierra.

Por eso he tenido seis hijos.

Siete, exactamente.

Bueno, todavía no he tenido el séptimo y tengo miedo de que


no pueda tenerlo. Estoy demasiado débil para tener un hijo.

No te preocupes que sí lo tendrás. Pero es mejor que sepas que tu


séptimo hijo será la última cosa que harás en la Tierra.

Después del parto vendrás conmigo al Reino de la Luz.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

¿Estas seguro de que ya he recogido el fruto?. No quisiera irme


antes de terminar mi tarea aquí.

Si, estoy seguro. Aunque tú no puedas verlo todavía, en tu cuerpo


de luz ya se ve la bola de energía del cuarto fruto. Cuando te reúnas
conmigo te podrás dar cuenta perfectamente. Has aprendido las lecciones
que te habías propuesto, aunque sea de ésta manera tan dura: el respeto
por la vida, el amor incondicional y la entrega a los demás.

Una voz suave la despertó, era su sirvienta que se interesaba por lo


que le ocurría.

Mi señora, ¿acaso tenéis una pesadilla?. Habéis estado hablando en


sueños y moviéndoos intranquila en el lecho. ¿Os encontráis bien?.

¿Una pesadilla?. No, al contrario; estaba teniendo un sueño


muy hermoso pero aún así es verdad que era inquietante. Me
estaban anunciando mi próxima muerte.

Mi señora... no habléis así, los demonios podrían escucharos.

No se trata de demonios sino de genios del bien en todo caso.


Llama a mi esposo. He de hablarle.

Si, mi señora, inmediatamente.

El señor fue llamado y, alertado por la sirvienta de las graves


palabras de Nog-Ah, acudió en cuanto pudo. Al entrar, se acercó hasta el
lecho y le dijo:

Nog-Ah, mi ruiseñor. ¿Cómo te encuentras?. Me han dado tristes


noticias de ti. Dicen que te estás preparando para morir. Dime que no es
cierto, por favor.

Mi esposo y señor, es cierto que sé que voy a morir pronto. Los


dioses me llaman. Ya he terminado mi vida aquí y debo irme.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero no será antes de que nazca mi hijo, vuestro hijo. No tengo


miedo a la muerte pero sí quiero pediros un favor.

Dime, esposa mía. Pídelo y ya lo tienes concedido.

Quiero que me prometáis que cuidareis de mis hijos, de todos


mis hijos, que también son vuestros con igual cariño para con todos.
Que no haréis distinción de clase alguna con ninguno de ellos. Y que
les educareis para que sean nobles para con todo el mundo, incluso
para con los sirvientes y gentes de casta social más baja que ellos.

Claro que sí, te lo prometo. Pero ahora debes cuidarte para que no
te pase nada. Voy a enviarte a los médicos para que te ayuden a curarte.
Pronto darás a luz y tienes que estar fuerte.

Esposo mío...

Si Nog-Ah, dime.

Te quiero.

Yo también te quiero a ti. Ya sabes que eres mi esposa preferida, la


única que puede decirse que es mi esposa.

Y con estas palabras salió de la estancia.

Nog-Ah se dio cuenta de que no había entendido prácticamente


nada de lo que le había dicho. Para él, su sueño y aviso de muerte no era
algo a tener en cuenta, simples tonterías de mujeres. Pero ella ya se había
despedido.

Pocos días más tarde, un atardecer luminoso, Nog-Ah dio a luz a


su séptimo hijo, otro hijo varón.
En la estancia contigua a la del parto, el padre estaba esperando
para ver a su hijo.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

No tuvo que esperar mucho para oír los lloros del recién nacido,
pero en cambio un silencio sepulcral se había hecho entre las mujeres que
atendían a Nog-Ah. Al darse cuenta, entró en la sala y vio algo que había
intentado convencerse de que no pasaría: su esposa se encontraba en el
lecho, con los ojos cerrados y no respiraba. Las sirvientas se encontraban
a su lado llorando.

Nog-Ah había partido.

La sirvienta que sostenía al recién nacido se lo entregó y, poco a


poco, el niño se calmó.

Con los ojos arrasados en lágrimas, el gran señor se prometió a si


mismo que nunca la olvidaría ni dejaría que sus hijos la olvidasen.
Sería el ejemplo para todos.

A través de la ventana de la estancia pudo ver cómo en el atardecer


podía verse, por sobre el horizonte, una estrella muy luminosa, la estrella
vespertina. Y a ella se dirigió para pedirle que cuidara de Nog-Ah.

Curiosamente, la estrella parpadeó varias veces, parecía que le


contestaba que así lo haría...

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QUINTO FRUTO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

E l atardecer pintaba sus mejores galas en Al-Semesh; las


sombras de las escasas plantas se alargaban hasta el infinito.
Un halcón del desierto, en las alturas, rasgaba el silencio con
sus ocasionales gritos de caza. Los últimos habitantes del día se
aprestaban a guarecerse en sus madrigueras.

El silencio del desierto solo era roto por los pasos de Ar-Pala y
Per-Liah. Lentamente ascendían la pequeña loma que dominaba el
paisaje.
Ninguno de los dos hablaba. Bebían el silencio. Sus corazones
estaban unidos, no necesitaban palabras para hacerse saber mutuamente
lo que en esos momentos estaban sintiendo; bastaban sus miradas.
Al llegar a la cima, se dirigieron a la enorme roca plana que se
encontraba en la parte más alta de la loma. Era su roca. Allí se habían
conocido. En ella se habían enamorado. Sobre ella se juraron amor
eterno.
Sentados, observaron en silencio, con el corazón encendido de
amor, la impresionante belleza de la puesta de sol.
La quietud que se respiraba era sólo comparable a la paz que en
esos momentos compartían.
Los últimos rayos de sol arrancaron un brillante destello oro rubí de
la cabellera de Per-Liah. Prendado de su belleza, Ar-Pala le susurró:

Gracias, Per-Liah.

¿Por qué me das las gracias, esposo mío?.


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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Simplemente por ser tu.

Entonces también yo debo agradecerte lo mismo a ti, ¿no crees?.

Quizás, pero también te agradezco que me hayas dado el gozo


de poder ser padre.

Esposo mío, mi Ar-Pala, ¿debo recordarte acaso que los dos hemos
sido necesarios y somos responsables de ésta alegría?.

No, Per-Liah, pero aún así te estoy profundamente agradecido.

En ese caso, acepto tu agradecimiento y te hago partícipe del mío.

Un beso selló sus palabras y volvieron a quedar en silencio,


ensimismados contemplado el atardecer sobre Al-Shemesh, su patria, el
desierto que les dio la vida, el paraíso que les había unido.

Per-Liah, en su gozosa contemplación recordó lo seis dulces años


que llevaba como esposa de Ar-Pala y en sus labios una estrofa brotó
como una flor después de la lluvia.

Y el amable destino los unió


para bendecirlos con un hijo;
la flor que el desierto dio
a quien regarlo supo.

Ar-Pala, cogió su al-ud y empezó a tañerlo suavemente. La melodía


brotaba de su corazón y las lágrimas brotaron de Per-Liah, tal era la
belleza de su música. La música flotó en el ambiente y parecía que cada
nota se elevaba en el cielo y se convertía en una estrella.
Poco a poco, el cielo se fue oscureciendo y las estrellas brillaron
con toda su plenitud.
El cielo, tachonado de estrellas parecía un dosel cuajado de piedras
preciosas, hermosos ojos que parecían observarlos con indulgencia y
amor, el mismo amor que ellos sentían plenamente.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pasaron las horas lentamente, como si el tiempo se hubiera


detenido aquella noche. La oscuridad aterciopelada les envolvía y les
protegía. Era tanta la paz que se respiraba que incluso algunos animales,
normalmente esquivos, se acercaron hasta ellos para observarlos y
olisquearlos.
Era ya medianoche cuando salió la luna; una hermosa luna
menguante que, con su plateada luz mortecina parecía indicarles el
camino de vuelta a caravana.

Ar-Pala, salió de su ensimismamiento y después de dar un beso a


Per-Liah, le dijo:

Esposa mía, creo que ya es hora de que nos retiremos. En tu


estado no deberíamos hacer éstas tonterías de chiquillos. Vámonos a
la tienda.

Las tonterías no son las que hemos hecho hasta ahora, lo que sí lo
es, es eso que dices que no podemos hacer chiquilladas. ¿Acaso no te
sientes joven todavía?. ¿Por qué no podemos hacer lo que nos apetece?

Claro que podemos hacer lo que nos apetece, pero creo que
debemos vigilar para evitar que tu salud pueda resentirse. Debes
dormir lo suficiente para que el niño nazca sano ¿no es verdad?

Si, claro, pero es que me encuentro tan bien aquí contigo que no
desearía marchar nunca de este lugar.

Ya sabes que mañana partimos, pero hay muchos otros lugares


que también son hermosos, aunque éste sea especial para nosotros.
Yo también me encuentro muy a gusto. Creo que el lugar es
maravilloso.

Si, es maravilloso.... de todas maneras creo que tienes razón. Es


mejor que nos vayamos a descansar y mañana ya pasearemos en otro
sitio, lo único que ocurre es que, al ser tan especial para mi, no deseaba
irme.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero has de prometerme que cuando volvamos a pasar por éste


oasis, subiremos aquí otra vez.

Claro que sí, esposa mía, yo también lo deseo con toda el alma.
Hay muchos recuerdos hermosos nuestros en esta piedra para no
volver siempre que podamos.

Lentamente, con reticencia, abandonaron el lugar. El camino de


descenso de la loma estaba claramente iluminado por la luna. El paisaje
resaltaba con una claridad increíble a pesar de la poca luz que la luna
emitía. Sus ojos, perfectamente adaptados a la oscuridad descubrían
infinidad de detalles que ahora, a la luz de la luna, eran todavía más
misteriosos y hermosos que con la luz del sol. Para ellos, las sombras que
se veían por doquier no les infundían temor, al contrario, para sus ojos,
todo estaba lleno de luz y vida. Todo resplandecía.... Su amor no tenía
límites. No solo se amaban, también estaban enamorados del mundo y de
la vida.

Esa noche durmieron plácidamente, y en su sueño siguieron


paseando juntos, cogidos de la mano, por ese desierto tan suyo, tan
querido.

Al día siguiente, la caravana siguió su camino en busca del siguiente


oasis. Ar-Pala compuso una hermosa canción sobre el oasis que dejaba
atrás y la loma que lo protegía de los secos vientos del desierto.

El oír tan dulce canción, tan hermosa música, hacia comprender a


cualquiera el respeto que toda la caravana tenia hacia Ar-Pala. No sólo
dejaba escrita su historia para que fuera recordada sino que muchas veces
ponía su bella música en esas historias, de manera que el simple gozo de
escuchar sus canciones hacía que se cantaran muy a menudo. Todos los
de la tribu se sentían orgullosos de ello. Su historia era cantada por todo
el desierto. Era la caravana más conocida de todo Al-Shemesh. Muchos
viajeros ilustres habían solicitado el honor de viajar junto a ellos sólo para
poder estar cerca de Ar-Pala y aprender de sus historias y canciones.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Per-Liah era otra de las joyas de la caravana.

Era poetisa. Ese oficio poco valorado en otros lugares pero que, en
el desierto, donde la belleza es tan fiera como el león de las montañas y
tan seca como el ardiente sol del mediodía, alguien que pudiera añadir
armonía y belleza a su vida era tan apreciada como el agua de los oasis.
Cada caravana que atravesaba Al-Shemesh no empezaba su travesía
hasta que su poetisa no hubiera empezado su primer poema.

Y Per-Liah era muy conocida por sus hermosos versos. Poemas


que podían elevar las almas más endurecidas por las arenas hasta las
alturas en las que moraba el águila. Sus loas a las estrellas de la noche
estival eran conocidas en todo el país.

Cada noche, cuando la caravana se paraba, se reunían todos


alrededor de las hogueras y entonces empezaba la labor de Ar-Pala y Per-
Liah.
Per-Liah, dulcificaba los corazones con sus bellas palabras y daba
nuevas fuerzas a los cansados peregrinos. Ar-Pala, luego, enardecía los
ánimos con su música, con sus compases invitaba al baile y con sus
historias hacia sentirse orgullosos a todos ellos de pertenecer a la
caravana.

Y así iban pasando los días, bajo el sol abrasador, con el


firmamento por techo, sintiendo la vida, viviendo las horas. Aprendiendo
del silencio, el silencio preñado de tantos sonidos secretos que sólo en el
desierto se puede encontrar.
Seis semanas pasaron, volando para los felices padres. Entre paseos
y mimos, Per-Liah estaba radiante y al llegar la hora del parto parecía
florecer como novia ante el altar esperando a su amado.
Y así era en realidad, aunque su amado esposo a su lado se
encontraba, pocos hijos nacieron en todo el desierto que fueran más
deseados y amados ya desde su concepción.

Precisamente por ello, Ar-Pala y Per-Liah, decidieron que llamarían


a su hijo Aluh, que en su idioma significa el Amado.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Amado fue ciertamente; y no sólo por sus padres sino que la


caravana entera pasó por su tienda para poder contemplar el hijo de Ar-
Pala y Per-Liah, y de acuerdo estuvieron todos en la belleza del recién
nacido.

Con los cuidados de Per-Liah, Aluh creció rápidamente y a su


belleza se le añadió en pocos años un encanto especial en sus relaciones
con todo el mundo.
Su simpatía era sólo comparable a su educación, aspectos ambos
muy cuidados en la educación que Ar-Pala le iba dando.
En sus largos paseos al atardecer con su padre, Aluh fue
aprendiendo las leyes del desierto; las duras leyes de la vida en la
caravana.
Y al amanecer, junto con Per-Liah, iba haciendo suyas las leyes de
la belleza y de la armonía.

Los años pasaron y Aluh fue creciendo entre las arenas del desierto
y las palmeras de los oasis. En sus largas travesías a través del desierto,
con pocos años pudo gozar de la camaradería y la amistad que los
pueblos nómadas se tienen entre sí; la lealtad de la caravana.

Aprendió a amar el silencio del desierto, a reverenciar el sol que les


daba la vida al igual que podía quitársela, a entender el misterioso
lenguaje del viento y de las dunas, a admirar a todos y cada uno de los
animales que sobrevivían en el árido desierto. Y con todo ello fue
adquiriendo una sabiduría propia que le hacía destacar entre los demás
jóvenes.

Pronto tuvo un grupo de amigos que le tenían como a un líder y sus


constantes adulaciones empezaron a hacer temblar la ecuanimidad que
hasta ese momento había mostrado.
Empezó a reunirse con ese grupo, de día al principio, más tarde
dejó de acudir a los paseos con Ar-Pala para poder estar con ellos y
cuando quiso darse cuenta, el contacto con sus padres se había reducido
al momento de la comida.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El grupo de jóvenes que, ociosos se entretenían como podían, había


logrado que Aluh se apartara del camino que sus padres le indicaban y le
habían enseñado una nueva ley: la rebeldía.
Una rebeldía que fue creciendo en su interior a medida que se
acercaba a la adolescencia.

Per-Liah y Ar-Pala, veían cómo, a pesar de sus cuidados y su


educación, Aluh iba pareciéndose más y más a algunos de los más
rebeldes de sus compañeros de juegos. Pero, con toda su preocupación
nada podían hacer.
Conocían muy bien las leyes de la vida y sabían que, aunque Aluh
era su hijo, había nacido a través de ellos, no era de su propiedad sino
que era un ser humano completo y con total libertad para decidir cómo
sería su vida. Ellos podían indicar el mejor camino a seguir, según sus
conocimientos, pero quien debía caminar era Aluh.
Y así, a medida que fue creciendo, las reconvenciones de Ar-Pala
se hicieron menos frecuentes y los ruegos de Per-Liah para que
recapacitara se fueron extinguiendo. Un día, al atardecer, en uno de los
paseos que realizaban juntos, Ar-Pala y Per-Liah subieron a una duna
desde donde se divisaba el mar. La tristeza flotaba en el ambiente y la
suave humedad que provenía del lejano mar no lograban avivar el ánimo
de la pareja.

Ar-Pala, en qué nos hemos equivocado. Cómo puede ser que


nuestro hijo, con el amor que hemos vertido en él, con la educación que
le hemos dado nos tenga tanta rabia.

Mi querida esposa, no debes castigarte tanto. Aluh no nos tiene


rabia, aunque así lo parezca. En realidad necesita afirmarse y hacer
saber a todos que él es quien dirige su vida, que nadie lo manda y no
ha encontrado otra manera para hacerlo que rebelándose contra
todo lo que nosotros representamos.

Pero si incluso se ha erigido en líder de esa banda de chicos que


causa tantos problemas en la caravana. Si sigue así le expulsarán de ella.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Es posible que lo expulsen y yo seré el primero en lamentarlo


pero también seré el primero en apoyar la decisión de expulsarlo.
Nuestro hijo tiene muchas cualidades pero ahora está intentando
encontrar su lugar en el mundo. Su poder hace que sienta la
necesidad de ser jefe, de mandar, pero su inexperiencia y falta de
sabiduría lo impide.
El no lo sabe ver.
Cree que ya lo sabe todo pero la vida ya se encargará de hacer
que lo aprenda. Aunque de manera incorrecta, está haciendo lo
necesario para que se le enseñen las lecciones que más necesita
aprender.

Pero es nuestro hijo amado y sólo tiene dieciséis años. ¿No te


acuerdas del porqué le llamamos Aluh?.

Claro que lo amamos. Pero precisamente por eso, aunque nos


duela, debemos dejar que siga su camino y encuentre su guía
interna. Si es mediante el dolor, bienvenido sea el dolor. Sabes que
Alah nunca nos abandona y tampoco le abandonará a él.

Si, lo sé. Pero aún así la tristeza llena mi corazón. ¿Crees que algún
día volverá?

¿Tú también intuyes que está próximo a abandonarnos,


verdad?.

Si, creo que dentro de poco se irá, pero no sé si volverá nunca más.

Yo también lo creo pero si volverá o no carece de importancia,


ya lo sabes. Nosotros hemos cumplido con nuestra tarea; traer un
hijo al mundo y educarlo lo mejor que hemos sabido. Ahora es su
turno. Debe seguir su camino y si es su destino volverá a nosotros
mucho mejor de lo que ahora es; si no es así, no volverá nunca. Pero
no debemos entristecernos por ello. Él no es nuestra única tarea,
¿verdad?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

No, claro que no. Nuestra particular tarea está con la caravana y
sus hombres. A ellos nos debemos. Pero siento mis entrañas desgarradas,
esposo mío.

Es natural Per-Liah, a mi me sucede lo mismo. Pero es la


voluntad de Alah y debemos acatarla.

Fundiéndose en un largo abrazo siguieron contándose mutuamente


sus sentimientos, pero esta vez sin palabras, de corazón a corazón.
Ayudándose mutuamente a entender y aceptar que la vida de Aluh no les
pertenecía y que debían dejarlo libre para seguir su propio camino.

Al día siguiente llegaron a Malkaima, la ciudad a donde llevaban el


cargamento de tintes y especias que les habían pedido. Como era
habitual, al llegar a la ciudad de destino, después de atravesar el desierto,
todos los de la caravana aprovechaban para visitar la ciudad y divertirse
como pudieran, sabiendo que pocos días más tarde deberían volver a las
largas jornadas de viaje.

Aluh no quiso ser menos, con sus dieciséis años recién cumplidos
ya se sentía un hombre y, como hombre, fue a buscar alguna joven que le
gustara, perdiéndose en la algarabía callejera de la ciudad.

Y cayó la noche; una noche muy larga para Per-Liah, que ya intuía
lo que pasaría al día siguiente. En sus sueños veía a Aluh caminando solo
por el desierto, con el peso de una gran carga encima, llorando en
silencio. Y entonces despertó. Alguien la había llamado. Abrió los ojos y
vio que ya era de día. Alguien la llamaba desde la entrada de la tienda.
Era Aluh y quería hablar con ella y con Ar-Pala.

Ar-Pala, Per-Liah, he de deciros algo muy importante. Esta


noche he conocido a una mujer extraordinaria y voy a casarme con
ella.

Pero hijo, aún eres muy joven para casarte.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Per-Liah, ya lo he decidido y ningún sermón tuyo me hará


cambiar de opinión. No he venido a pediros permiso, sólo he venido
a despedirme y deciros que me quedo en Malkaima.

Per-Liah, entre sollozos, le dio la bendición sin poder decir nada.


Las palabras no le salían de la boca.

Ar-Pala, le bendijo también pero añadió:

Hijo mío, mi amado, te doy mi bendición para que partas con


honor a encontrar tu destino. Recuerda siempre que tus Padres te
queremos por encima de cualquier cosa que puedas hacer. Si algún
día decides volver, serás bienvenido, tú y tu familia. Que Alah sea
contigo.

Sin decir nada más Aluh salió de la tienda y sin siquiera mirar atrás
se adentró en Malkaima en busca de su amada.

Allí se inició una nueva etapa para Aluh. Enamorado perdidamente


de Kalima, se casó con ella y se quedó a vivir en una habitación de la casa
de los padres de ella.

Poco después encontró trabajo con un orfebre, tío de Kalima, y su


facilidad para aprender el oficio fue grandemente elogiada.

En pocos años logró dominar el difícil arte de sacar hermosas joyas


de trozos de metal el bruto y, aunque podía trabajar muy bien con la plata
y el cobre, donde mejor se lucía era con la técnica del trabajo en oro.

De sus manos salían toda clase de objetos preciosos hechos de oro


puro; desde alianzas de matrimonio y pulseras hasta vajillas enteras para
las mesas de los gobernantes.

Con el tiempo, su fama se extendió por todo el país y los encargos


para Aluh se multiplicaron rápidamente.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pronto, su jefe, el tío de Kalima, nadaba en la abundancia y su


riqueza era notable, de tal manera que, finalmente, decidió retirarse del
negocio y dedicarse a disfrutar con su familia de todas las riquezas que,
gracias a Aluh, había conseguido acumular.

Además, en premio a su labor le regaló todo lo necesario para que


pudiera seguir el negocio él solo; tanto el local como las herramientas.
Así, sin casi darse cuenta, Aluh se vio convertido en su propio dueño,
con un negocio en el cual era el jefe y con una demanda suficiente como
para hacerse rico en poco tiempo.

La vida parecía sonreír a Aluh quien rara vez y muy vagamente


recordaba a sus padres, ni a sus enseñanzas. Tenia una esposa que le
amaba y obedecía ciegamente, además de que era muy hermosa.

Tenia, por aquel entonces, cinco sanos hijos, estaba esperando el


sexto, y, por último, al fin, tenia su propio negocio. Era dueño de su vida.
Nadie mandaba sobre él. Él era el único que daba las órdenes. Lo tenia
todo.

Pronto, tanta riqueza y poder empezaron a dejar huella en el ánimo


de Aluh.

No podía llevar a término todos los encargos que le llegaban y se


vio obligado a coger aprendices para atenderlos. Por ello, además de su
tarea, tenia que dedicar tiempo a adiestrar a los nuevos aprendices para
que pudieran hacer las obras de menor importancia. También tuvo que
empezar a dedicar más tiempo a atender a sus banqueros y
administradores de las riquezas que día a día aumentaban para Aluh.

Con todo ello, poco a poco, empezó a tener menos tiempo para él y
su familia. Cada día llegaba más tarde a su casa y salía más pronto al
amanecer. Día a día, dormía menos y tenia más preocupaciones que le
agobiaban. Nunca se había planteado las dificultades que el tener dinero y
poder podía acarrearle.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Para él, dinero y poder eran sinónimos de tranquilidad y felicidad.


Ahora empezaba a ver que no era exactamente así. Pero no sabía cómo
pararlo.
Y su salud empezó a resentirse.

A medida que faltaba más de su casa, su esposa empezó a


demostrar su mal humor porque sentía que no le hacia caso. Aluh,
verdaderamente estaba más con la cabeza en su negocio que no con su
corazón en su familia. Poco a poco se fueron distanciando y cuando
quisieron darse cuenta, el amor ya no existía entre ellos. Sólo existía el
vinculo del dinero y los placeres que éste puede conseguir.

Al nacer el sexto hijo y ver que Aluh ni tan siquiera por ese feliz día
podía dejar sus negocios y estar con ellos, Kalima fue perdiendo interés
por él y, en lugar de pedirle que estuviera más con ella, únicamente le
pedía más dinero para poder satisfacer sus lujosos gastos y los de sus
hijos.

Aquello terminó por convertirse en una rueda infernal.

Aluh sólo vivía para hacer dinero y Kalima sólo para gastarlo.

No existía ningún cariño entre ellos y la familia se había


desintegrado por completo. Los hijos mayores tampoco estaban nunca en
casa y como tenían suficiente dinero para hacer lo que quisieran
empezaron a utilizarlo para poder correr sus juergas sin ningún freno;
papá ya pagaría los gastos, aunque fueran los ocasionados por
desperfectos cuando destrozaban un local con sus peleas de gallito. En
cuanto al pequeño, era cuidado y mimado por Kalima de una manera que
hacia prever que pronto seria otro tirano; era consentido hasta en los
menores detalles.

Tanta devoción al trabajo tenía que ofrecer sus frutos y


verdaderamente que los tuvo. Si, por un lado, la fama y la riqueza
aumentaban día a día para Aluh, en cambio su salud fue mermando y
debilitándose.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Tantas horas trabajando sin descanso iban minando sus fuerzas y al


no tener el calor reparador del amor en casa, poco a poco su corazón se
fue resintiendo.

Al cabo de unos meses de mantener esa situación, Aluh cayó


enfermo de gravedad y tuvo que quedarse en casa sin poder ir al trabajo
ni atender sus asuntos económicos. Una fiebre altísima le impedía
moverse de la cama y, muchas veces, incluso le era imposible hablar. Su
debilidad era tal que llegó a temerse por su vida.
Después de varios meses de luchar por su vida, los médicos le
diagnosticaron una enfermedad de la que nunca, según su opinión, se
recuperaría.
Su corazón debilitado no le permitiría ejercer ningún tipo de trabajo
activo y debería de tener mucho cuidado con las emociones intensas
puesto que podrían matarle en poco tiempo si no abandonaba totalmente
su negocio.

No hubiera hecho falta que los médicos le dijeran que tenia que
dejar su negocio, puesto que, en su ausencia, los trabajadores que había
formado anteriormente, se habían rebelado ante su tiranía y
aprovechando que no podía controlarlos destrozaron casi completamente
el local. Se habían vendido las herramientas, el oro y la plata que tenían
para hacer las joyas se lo habían repartido, y habían perdido todos los
clientes. Aluh había perdido su negocio.

Pero todavía le quedaba su casa, su familia y su fortuna así que


pensó que, ya que no podía trabajar, al menos disfrutaría de lo que no
había tenido desde hacía tiempo: una familia.

Hubiera hecho mejor no haciéndose ilusiones. Kalima ya no le


quería y se había buscado otros hombres a quien amar y en los últimos
años, sus gastos excesivos, en realidad habían sido una tapadera para ir
acumulando dinero en lugares escondidos para Aluh, de esta manera se
aseguraba que ella y sus hijos tendrían el dinero que deseaban aunque a
Aluh le fuera mal el negocio.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En realidad, la fortuna de Aluh se había evaporado. Prácticamente


todo su dinero había ido a parar a manos de Kalima y sus hijos; a él no le
quedaba nada, excepto la casa donde vivían.

De nada sirvió que Aluh hablara con Kalima para ver si podía
arreglar el matrimonio que él mismo había destrozado. Ella fue inflexible,
llevaba demasiados años aguantando lo indecible para que, ahora que
nada podía ofrecerle, perdonara tantos desengaños, olvidos y desamor.
La última frase que le dijo antes de irse de la casa fue fulminante: Más le
hubiera valido no sobrevivir a la enfermedad, mejor hubiera sido para
todos que se hubiera muerto.

Si un rayo le hubiera caído encima no le habría dolido tanto como


esas duras palabras pronunciadas por Kalima. Aluh entró en un estado de
estupor del que no salió en varios idas. Pasaba las horas mirando al vacío
sin ver nada, sin entender nada, deseando simplemente morir. Pero ni tan
siquiera la muerte le escuchaba. Estaba solo, completamente solo y lo
había perdido todo, todo lo que había deseado alguna vez en su vida;
poder, dinero, amor, familia.... sólo le quedaba morir.

Con ese pensamiento único en su mente, decidió abandonar Kalima


y perderse en el desierto donde seguramente encontraría la muerte entre
las piadosas arenas que borrarían todo rastro de su miserable existencia
actual.

Y con paso cansino se fue adentrando en el desierto, caminando


hacia el poniente, cada vez más dentro del terrible desierto, sabiendo que
cada paso hacia el interior de las ardientes dunas era un paso más hacia
su fin. Pero la muerte seguía sin quererle escuchar. La noche lo encontró
caminando muy lejos ya de Kalima y cuando el cansancio le rindió se
quedó dormido sobre las frías dunas de Al-Shemesh. Al día siguiente, el
despuntar del alba lo despertó y en su desesperación pudo comprobar que
todavía se encontraba bien vivo.

Decidido a consumar su muerte, siguió caminando sin parar bajo el


sol abrasador mientras en su cuerpo empezaba a notarse la falta de agua.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

La sed se convirtió en el tormento principal para Aluh y él, en su


determinación se decía que de esa manera lograría acabar con su dolor.
Finalmente, cayó desfallecido en lo alto de la última duna que pudo
subir en su errante caminata. Los rayos del sol, implacables, lo estaban
matando y en su delirio pudo ver cómo, por delante de sus ojos su vida
entera pasaba con todo detalle.

Pudo recordar su infancia, sus amados padres, todo lo que había


aprendido de ellos y lo mucho que los había querido, recordó la caravana
y sus amigos, los que le habían enseñado la rebeldía.
Esa rebeldía que había causado tanto daño.

También recordó los años de orfebre y vio claramente cual había


sido su error principal: dedicar su vida al poder y el oro, olvidando a su
corazón y al de los demás. Se supo culpable de todo el daño que había
infligido y entendió que lo que le había sucedido a él no era más que el
justo pago por el daño que había hecho a los demás y, de todo corazón
perdonó a Kalima y sus hijos por su abandono, incluso perdonó a sus
trabajadores por dilapidar su negocio.

Entonces se dispuso a morir, entregó su corazón y su cuerpo al


desierto con un último recuerdo para sus queridos padres y la noche lo
envolvió.

Un extraño ruido, como crepitar de hoguera, despertó a Aluh. No


podía abrir los ojos ni moverse en forma alguna. Un pensamiento cruzó
su mente como un relámpago. Estaba muerto. Se encontraba en el
infierno de Alah. Sus equivocaciones en la vida le habían conducido al
infierno para toda la eternidad. Por su mente, aterrorizada, cruzaban las
terribles escenas que había imaginado al oír lo que se contaba alrededor
de las hogueras de la caravana en las largas noches del desierto sobre los
tormentos del infierno.

Pero había algo que no era lógico. Él no sentía ningún tormento,


mas bien al contrario lo que sentía era un reconfortante calor.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Cierto era que en su cuerpo había un dolor sordo por todas partes,
pero eso no aprecia ningún tormento infernal, simplemente se encontraba
dolorido. ¿Dónde se encontraba?. ¿En el cielo?. Tampoco aprecia puesto
que la beatitud y el bienestar que debería sentir en ese sitio no era
exactamente lo que sentía. Entonces....

Venga, ya sé que estás despierto. Deja de hacer ver que duermes.

La voz retumbó alrededor de Aluh y le sobresaltó de tal manera


que su cuerpo se incorporó de golpe sobre el camastro en el que se
hallaba tendido. El movimiento, tan repentino, reavivó todos los dolores
de su cuerpo. Y con un gemido volvió a tenderse sin comprender nada.

¿Dónde me encuentro?. ¿Estoy muerto?.

Buena pregunta muchacho. Si quisiera contestarte adecuadamente


tendríamos que definir primero qué es la muerte porque para mí todos
estamos muertos hasta que renacemos. Pero creo que a lo que tú te
refieres es a si has dejado tu cuerpo y te encuentras en el otro lado. A esa
pregunta puedo responderte con un rotundo no. Todavía te encuentras en
la Tierra y bien vivo, aunque hay que reconocer que por poco no lo
cuentas.
¿Quién eres?

- Me llaman Rafal, si eso es lo que preguntas, en cuanto a quien


soy, aparte de un viejo ermitaño de Al-Shemesh, ya hablaremos otro día
sobre ello.

¿Cómo he llegado aquí?.

Supongo que por la voluntad de Alah. Lo que ocurrió es que,


haciendo uno de mis paseos por el desierto, te encontré tendido en la
arena, con todos los síntomas de una pronta muerte si no hacia algo por
ayudarte. Miré a mi alrededor para saber si debía recogerte o dejar que
murieras, para encontrar una señal que me orientara cuando el sol hizo
brillar una moneda de oro que se encontraba junto a tu cabeza.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Yo interpreté que la señal me indicaba te ayudara a sobrevivir, que


todavía tu alma no había decidido irse así que te recogí y te traje a mi
cueva para curarte.

¿Cuánto tiempo llevo aquí?. Tengo la sensación de haber


pasado una eternidad muerto, o mejor dicho dormido.

Llevas muerto -perdón, dormido- seis idas con sus seis noches y
casi llegué a pensar que me había equivocado y habías decidido irte.

No te equivocabas, había decidido morir. Mi vida no vale nada


y no merezco vivir.

Joven necio. Si hubieras decidido de verdad morir ya estarías


muerto, yo no hubiera podido hacer nada para salvarte si tu alma quisiera
irse al otro mundo. En cuanto a que tu vida no vale nada y no mereces
vivir, es posible que sea cierto. Mejor dicho, seguramente será cierto que
no vales nada, pero eso tiene arreglo; puedes empezar a revalorizar tu
vida desde ahora mismo. De momento tu única obligación es
restablecerte completamente, luego ya tendrás tu ración de duro trabajo.
Ahora duerme.

El lenguaje algo misterioso de Rafal intrigaba a Aluh y a la vez su


dureza al juzgarlo sin conocerlo le molestaba y le ofendía, pero poca cosa
podía hacer en su estado. Decidió que, una vez curado del todo se iría
rápidamente de esa cueva donde vivía el loco ermitaño. Se durmió antes
casi de haber cerrado los ojos.

Al día siguiente, al amanecer, Aluh fue despertado por Rafal de una


manera un tanto intempestiva; un chorro de agua fría sobre su cara le
despertó de repente.

Arriba, gandul. Ya es hora de que empieces tu trabajo. Ven a


desayunar un poco antes de salir al desierto.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero, ¿quien te crees que eres para tratarme así?. Nadie antes
se había atrevido a molestarme de esa manera.

Claro, por eso lo perdiste todo. ¿No crees?.

La respuesta cayó como un mazazo en Aluh quien no entendía


cómo podía Rafal saber que lo había perdido todo y tampoco podía negar
que tenia una buena dosis de razón en lo que decía. Si alguien le hubiera
bajado los humos anteriormente quizás no hubiera llegado a hacer lo que
hizo. Cautamente le preguntó:

¿Cómo sabes que lo perdí todo? ¿Quién te lo ha dicho?.


¿Acaso he hablado en sueños?.

Amigo mío, tu vida es un libro abierto para mi. Más adelante


entenderás cómo puedo saberlo todo sobre ti. Pero nadie me ha dicho
nada, ni tampoco tú en sueños. Ahora, debes empezar tu trabajo porque
dentro de seis meses has de reunirte con Ar-Pala y Per-Liah.

¿Mis padres?. Pero... ¿cómo...?

Deja de hablar como si fueras tartamudo. Ya te he dicho que lo


comprenderás todo más adelante. Ahora basta de hablar y vamos a
trabajar.

Y dándole la espalda salió de la cueva indicándole que le siguiera.


Aluh, perplejo por los conocimientos que Rafal parecía tener le siguió
dócilmente sin atreverse a preguntar nada más.

Salieron al desierto y empezaron a caminar por las dunas en una


andadura aparentemente errática. Al cabo de unas horas de caminar bajo
el sol, Rafal indicó a Aluh que se sentara en una roca que sobresalía entre
las arenas y que reflexionara sobre su vida pasada. Cuando estuvo seguro
de que Aluh había entendido lo que debía hacer, se fue con su extraño
paso hasta que desapareció de la vista.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Aluh, se encontraba sin saber qué hacer. Por un lado no podía


negar que Rafal sabía mucho más de lo que aparentaba pero seguía sin
explicarle porqué le ordenaba hacer esas extrañas cosas.
Ahora tenia que reflexionar sobre su vida pasada en medio del sol
abrasador. Hubiera sido mejor en la confortable cueva, lejos del tormento
del calor. Pero no, tenía que ser allí.
Por un momento pensó que quizás Rafal lo que quería era matarlo
de sed y por eso lo había llevado a ese lugar del cual no sabría volver.
Pero pronto se dio cuenta de que si hubiera deseado matarlo simplemente
con dejarlo abandonado cuando lo vio por primera vez ya hubiera
bastado.
Aún con fuertes dudas sobre la utilidad de lo que le habían
ordenado hacer, se dispuso a reflexionar sobre su vida.

Repasó rápidamente todo lo que le había ocurrido desde su infancia


hasta su intento de suicidio pero no veía en qué podía ayudarle todo ese
recuerdo. Su mente vagaba entre las dudas, los pensamientos sobre quién
sería Rafal en realidad, qué querría de él, porqué debía reunirse con sus
padres... y tantos pensamientos más que, cuando quiso darse cuenta ya se
estaba poniendo el sol.
En cuanto desapareció el sol, apareció Rafal, caminando a su
extraña manera y llegó hasta él. Su único comentario fue:

Has perdido tu primer día. Eres demasiado ocioso. Te he


encargado un trabajo muy simple y tú lo has estropeado con toda tu
palabrería. Vámonos a casa.

Aluh estaba rabioso. Después de tenerlo tantas horas bajo el sol,


venía el viejo este y le insultaba diciendo que era un gandul. Él había
hecho lo que le habían ordenado.

No es cierto Aluh, no has hecho lo que te he ordenado. Has estado


vagando mentalmente mucho rato sobre tu futuro y pensando en cosas
que nada tenían que ver con tu pasado. Además, sobre tu pasado has
meditado muy superficialmente. No te ha servido de nada.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El corazón de Aluh casi se para del susto que recibió. Rafal había
leído sus pensamientos. Había oído de alguna manera lo que él estaba
pensando justo en aquel momento. El miedo empezó a tomar cuerpo en
su mente. Quizás sí había ido a parar a manos de algún demonio que tenia
oscuros designios para él.

Deja de pensar estupideces de una vez. Si fuera un demonio ya te


habría echado de mi cueva por idiota y hacerme perder tanto tiempo.
Claro que leo tus pensamientos. Si supieras lo fácil que es para cualquier
persona despierta entender tus sentimientos y adivinar tus pensamientos.
Sois tan diáfanos los hombres para quien sabe leer...

¿Entonces tú no eres humano?.

Digamos que sí lo soy, pero de una manera diferente. Nada debes


temer de mi. Solo deseo ayudarte. Pero para poderlo hacer necesito que
confíes plenamente en mi y debes dejarme usar mis métodos para ello.
Créeme, necesitas unas buenas sacudidas para poder echar fuera de ti a
ese tonto orgullo que no te permite avanzar. Si lo deseas puedes irte, no
te detendré. Pero creo que para ti, lo mejor será que aceptes mi ayuda y
mi enseñanza. Decide ahora. Quédate o vete para siempre.

Aluh reflexionó un poco y se dio cuenta de que Rafal tenia toda la


razón. Toda su vida había sido echada a perder por sus tonterías y ahora
se le daba una nueva oportunidad aunque fuera un tanto extraña. Decidió
que se quedaba y se dirigió a la cueva sin más preguntas.

A partir de ese día, empezó una difícil tarea para Aluh, tarde tras
tarde era llevado por Rafal a un lugar distinto en donde se quedaba solo
con una única orden: revisar lo más completamente posible su vida
pasada. La orden era precisa: lo más completa y exactamente posible.
Debía recordar todos los detalles de su vida. Y así lo hacía día tras día.

Un buen día, cuando ya llevaba más de un mes con esa tarea, al


regresar a la cueva Aluh le preguntó a Rafal:

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Hay algo que no entiendo, amigo mío. ¿Porqué me llevas cada


día a un sitio diferente si para reflexionar lo podría hacer sentado en
la misma cueva? ¿Y porqué caminas de esa manera tan extraña
cuando me llevas al sitio de cada día?.

Aunque pudieras llevar a cabo la tarea que te he encomendado de


recapitular tu vida en la cueva, existen unos lugares más adecuados para
ello. Son lugares especiales en donde la energía que se percibe en ellos
ayuda a ese menester y a medida que vas adelantando en la tarea, la
energía necesaria es distinta, por ello el lugar difiere casi cada día; estás
avanzando mucho.
En cuanto a la manera cómo camino es porque intento sintonizarme
con las corrientes de energía que circulan por el desierto para que me
lleven al lugar adecuado para ti. Es decir, sigo las señales y por eso da la
sensación de seguir un camino errático aunque en realidad es
completamente dirigido por las grandes fuerzas que existen aquí.

Aunque el lenguaje un tanto críptico que utilizaba Rafal no permitía


que Aluh lo entendiera totalmente, quedó satisfecho con dicha
explicación y siguió su camino decidido a pedirle que le enseñara todo lo
que sabia sobre el desierto, en cuanto pudiera.

Así pasaron tres meses en los cuales todos y cada uno de los
detalles de la vida de Aluh fueron repasados y comprobados por él
mismo. Cuando quería explicárselos a Rafal, éste contestaba que no era
asunto suyo el saber nada de su pasado, a él no le interesaba nada más
que conseguir que su discípulo quedara libre de todas las ataduras que
arrastraba consigo y esa era la manera más efectiva de conseguirlo.
Cuando ya no quedaba ningún detalle importante de la vida de Aluh
por revisar, empezó para éste una nueva etapa. Rafal empezó a enseñarle
los secretos del desierto y de su sabiduría.

Fue entonces cuando se enteró de que Rafal era un maestro sufí


que, para acrecentar su sabiduría, había decidido pasar un tiempo en el
desierto cuidando de Aluh para ayudarle a superar los obstáculos que su
personalidad le interponía entre él y su destino.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Al ser preguntado sobre cuál era ese misterioso destino, Rafal


siempre desviaba la conversación y al ser insistido siempre terminaba
diciendo que no era aún el momento para desvelarlo. Aluh debía
contentarse con saber que le esperaba una difícil misión en cuanto
estuviera preparado.

Un día, una terrible duda asaltó a Aluh, ¿qué había sucedido con su
enfermedad?. Hacía ya mucho tiempo que ni se acordaba de ella, pero los
médicos le habían dicho que no podría vivir mucho tiempo y menos
haciendo ejercicios duros, así que decidió preguntar a Rafal para ver si él
sabia algo.

Rafal, maestro mío, antes de conocerte me estaba muriendo de


una enfermedad que, según los médicos no tenía curación posible,
pero ahora me siento muy bien. ¿Me he curado o es que
simplemente no siento la progresión de la enfermedad?

Ni una cosa ni otra. En realidad no era tu cuerpo el que estaba


enfermo, era tu alma. Estabas tan alejado de lo que tu alma quería que
hicieras que habías perdido las ganas de vivir. En realidad no tenias
motivo de vida, aunque el poder y el dinero te parecieran suficientes. Tu
alma había decretado tu muerte para no perder más tiempo en esta vida y
por ello la energía te había abandonado.
Pero, desde el mismo momento que decidiste seguir mis consejos y
reflexionar sobre tu vida pasada, tu alma vio que todavía había
esperanzas de que consiguieras la meta que te habías propuesto antes de
nacer y la vida volvió a florecer en ti. Día a día, en cada acontecimiento
de tu vida que recapitulabas correctamente, una parte de tu energía
desperdigada durante tantos años volvía a ti y te renovaba. Por eso es
que ahora te sientes tan bien y con tanta energía. Ya no existe tu
enfermedad, sólo existe la vida en ti.

¿Qué es eso de la meta que me había propuesto antes de


nacer?. Yo no me acuerdo de ninguna meta ni mucho menos de
nada de antes de nacer. Yo no había decidido ni tan siquiera nacer.
Fueron mis padres los que me dieron la vida.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

La vida física si, claro. Ellos pusieron lo necesario para que tu


pudieras tener un cuerpo en esta tierra, pero tú fuiste el que decidió bajar
y encarnar en ese cuerpo. Tú decidiste nacer, e incluso el momento
exacto del parto fue decidido por ti mismo.

Me resulta algo difícil de creer puesto que no me acuerdo de


nada. Pero, hasta ahora me has demostrado muchas veces que lo que
dices es cierto completamente. Nunca me has mentido ni dicho nada
que no puedas probar así que de momento me lo creeré como
posible, pero te advierto que tengo mis dudas sobre la exactitud de
lo que me dices.

No te preocupes, tus dudas se desvanecerán dentro de poco,


cuando llegue el momento de la aceptación.

¿Qué aceptación?. Hasta ahora nunca me habías hablado de


ninguna aceptación. ¿Qué es eso?.

De momento no puedo decírtelo. Cuando estés preparado, y para


eso falta poco, ya te lo diré. Ahora sigue con lo tuyo y no te preocupes
por lo que no es de tu incumbencia actualmente.

Y Aluh no tuvo más remedio que seguir con lo suyo puesto que
Rafal se negó a seguir hablando.

Unos días más tarde, por la noche durmiendo Aluh se encontró


soñando que salía de la cueva y paseaba por el desierto bajo la luz de la
luna. Iba caminando siguiendo un camino invisible que veía sin saber
cómo y su caminar era igual que el de Rafal, aparentemente errático, pero
sabiendo claramente, perfectamente a donde iba. Poco a poco, el paisaje
del desierto se fundió en una luminosidad lechosa y todos los detalles se
difuminaron hasta quedar envuelto en una luz blanquecina. Aluh se
encontraba delante de un personaje de luz, alguien que vagamente
recordaba haber visto alguna vez, pero que no conseguía definir.

Bienvenido otra vez, Buscador. Te estaba esperando.


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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

¿Me estabas esperando? Te habrás confundido, yo no me


llamo Buscador sino Aluh.

Aluh es tu nombre terrenal pero tu verdadero nombre es Buscador.


¿Todavía no te acuerdas?. Soy Oro, tu amigo del Reino de la Luz.

Oro... si, me suena tu nombre pero no consigo recordar...


Buscador ¿soy yo...?

Claro que eres tu. Recuerda... vienes del Reino de la Luz para
recoger los siete frutos del Árbol de la Sabiduría y para ello vas
encarnando en un cuerpo humano tras otro.

Los siete frutos... creo voy recordando algo... claro... sí, soy
Buscador y he nacido para recoger el quinto fruto. Ahora lo
recuerdo. Pero, ¿cómo es posible que lo haya olvidado todo otra
vez?.

Como ya has podido comprobar tu mismo, el descenso a la tierra


provoca una sacudida a los seres de luz tan fuerte que muy raramente
pueden recordar nada de su verdadero origen. ¿O es que has encontrado
a muchos que lo recuerden en esta vida?.

No, ninguno. Bueno, creo que hay alguien que aunque no me


lo ha dicho, lo debe recordar, mi maestro Rafal.

Rafal, ah, claro. Evidentemente que lo recuerda pero es que es uno


de los que ya ha recogido los siete frutos y el último de ellos te da la
capacidad de poder descender a la tierra sin olvidar nada del reino de la
luz.

Si Rafal ya ha recogido los siete frutos ¿cómo es que ha


nacido? ¿porqué está en la tierra y no en su verdadera patria, el
Reino?.

Pág. 144
Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Cuando tengas el séptimo fruto lo entenderás perfectamente pero


por ahora basta con que sepas que una de las tareas a realizar para
nosotros es la de ayudar a los que deciden descender, para evitar que el
olvido que suele sobrevenir les haga perder el tiempo totalmente.

Pero si estás tú ahora advirtiéndome, ¿no es suficiente? ¿para


qué se necesita a alguien que esté en la tierra si ya existes tú y otros
como tú?.

Buscador, ¿no te das cuenta de que, como Aluh, hasta hoy no he


podido contactar contigo? ¿cuántos años llevas perdido?. Y, ¿no habrías
muerto, y por lo tanto perdido el tiempo dedicado a esta vida, si no
hubiera estado Rafal para ayudarte?.

Si claro. Tienes razón. Realmente, aunque hubiera tenido este


sueño antes, tampoco le hubiera hecho ningún caso. Habría pensado
que era un simple sueño raro.

Bien, ahora que ya hemos hecho la conexión mira de no cortarla si


es posible, para que pueda irte orientando más fácilmente.

Y eso, ¿cómo lo conseguiré?.

Muy fácil. Sigue tu intuición, abre tu corazón y ama tanto como


puedas y a todo el mundo, incluso a la tierra. Y por último sirve a la
verdad, nunca caigas en la mentira. Defiende la verdad.

Parece fácil, si. Lo intentaré.

Con una sonrisa, como si quisiera decirle que quizás no sería tan
fácil, Oro desapareció entre la luminosidad y Buscador despertó.

Tiempo le faltó para correr al lado de Rafal y contarle el sueño que


había tenido.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Se lo contó con todo detalle, como si fuera la cosa más maravillosa


que pudiera ocurrirle. Se sentía orgulloso de lo que le había pasado. La
respuesta de su maestro fue un jarro de agua fría para Aluh.

Mucha importancia te das para un sueño tan insignificante.

Pero, maestro, creo que es lo más importante de mi vida.

Tiene su importancia pero creo que tu orgullo te está jugando de


nuevo una mala pasada. Te sientes demasiado importante tú por lo que te
ha pasado y debo decirte que el orgullo es tu punto débil. Debes aprender
humildad. Ahora vete.

Al principio, Aluh se ofendió porque su maestro ni tan siquiera


quisiera escucharle. Pero luego, tras una larga reflexión vio que tenia
toda la razón. El motivo de su alegría era precisamente el orgullo de que
a él le hubiera pasado esa experiencia, de que hubiera hablado con un ser
de luz, de que supiera que tenia ya cuatro frutos...

En resumen, se sentía orgulloso de haber llegado a donde se


encontraba. Tenia razón Rafal, debía aprender humildad. Y se dedicó a
realizar sus tareas encomendadas más algunas de las que menos le
gustaban para apartar de su mente la idea de ser especial. Al revisar su
vida pasada de nuevo, la idea de ser mejor que nadie se le fue de la mente
rápidamente.

Rafal, que, aunque no lo advirtiera Aluh, le vigilaba


constantemente, se dio cuenta del cambio en su mente y vio que
realmente la lección del orgullo había sido aprendida y por ello se acercó
a él y le dijo:

Bien, creo que ahora sí podré contestarte a tus preguntas. Ahora ya


no las harás para aumentar tu importancia personal sino para ampliar tu
conocimiento y poder actuar con mayor corrección.

Es lo que más deseo en el mundo, maestro.


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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Te creo. Bueno, respecto a tu sueño he de decirte que no es un


sueño normal. Has entrado en un estado diferente en donde tu mente es
en parte receptiva de lo que ocurre en el otro mundo, el que hay más allá
de la tierra. Allí tienes a tu guía espiritual que te está ayudando en tu
labor de recoger esos frutos de que me has hablado. En cuanto a que yo
ya he recogido los siete frutos... bueno podríamos decir que si pero en
realidad para mi no son frutos, es otra cosa... que no sé cómo explicarte.
Como es cuestión de maneras de explicar diferentes, lo dejamos en que
son frutos y que yo he recogido el séptimo.

Entonces ya has conseguido todo lo que hay que conseguir,


¿verdad?

No, muchacho, no. En realidad hay diez frutos, o como quieras


llamarles, que hay que recoger. Pero sólo siete se recogen en esta tierra.
Los demás se recogen en otro sitio.

¿En dónde, maestro?

No debes querer adelantarte a tu tiempo. Todavía no estas


preparado para entender que va el sexto fruto y ya quieres saber qué
pasará después del séptimo. Tranquilo, cuando debas saberlo ya lo
sabrás. El saber algo antes de estar preparado para entenderlo, muchas
veces es causa de retraso en la consecución de ello mismo. Es mejor
comer sólo lo que puedas digerir.

De acuerdo, maestro. Entonces, si entiendo bien, sólo debo


preocuparme de recoger mi fruto y nada más.

Eso es. Ya es suficiente esfuerzo y dificultad para cada uno de


nosotros cumplir la tarea por la cual hemos nacido como para
preocuparnos por lo que vendrá más tarde. Y ahora vamos a por la
lección de hoy.

Y empezó una lección más.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero ésta vez Rafal habló sobre el motivo del nacimiento, del
porqué nacemos, de dónde venimos y qué nos espera después del paso
que llamamos muerte.

Y la lección fue muy interesante para Aluh, tanto que las horas se le
fueron sin darse cuenta y, entre preguntas y respuestas el atardecer les
encontró hablando encima de la roca sobre la cuál había empezado la
primera lección que había recibido Aluh de su maestro Rafal.

Desde ese día, algo cambió para Aluh, las enseñanzas de Rafal eran
cada vez más profundas e intensas. Cómo si hubiera prisa de repente,
Rafal intensificó la enseñanza que le daba, de manera que a Aluh apenas
le quedaba tiempo libre.

Aprendió sobre la importancia del Amor, la necesidad de amar sin


esperar nada a cambio y de cómo el amor era una energía capaz de elevar
al hombre hasta lo más alto del firmamento, y también aprendió la
necesidad del equilibrio, esa energía que permitía que alguien se
encontrara en medio de las más arduas dificultades y se mantuviera
sereno y en paz.

Aprendió todo cuanto pudo sobre la belleza, cómo aprender a verla


en todas partes y en todas las personas, incluso las más desgraciadas o
malvadas.
Y también aprendió sobre la verdad; la necesidad de ser honrado
consigo mismo primero y después con los demás.

Con todo ello, iban pasando los idas, las semanas y pronto se
hubieron cumplido los seis meses que le había anunciado Rafal que
necesitaría para completar su aprendizaje; y, una noche, después del
acostumbrado paseo por el desierto, Rafal, le llevó a un lugar elevado
desde donde podían ver una gran extensión de Al-Shemesh y le dijo:

Aluh, amigo mío. Ha llegado la hora de tu partida.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero, Rafal, todavía no ha aprendido casi nada de tu


sabiduría. Me queda mucho por aprender. Deseo quedarme contigo
más tiempo. Es mucho lo que me falta todavía.

Es cierto que todavía te falta bastante que aprender pero no es a mí


a quien corresponde enseñártelo. Tu tiempo conmigo ha terminado, otros
hay que esperan la oportunidad de venir a mi cueva y tú ya puedes
caminar solo. Ahora has de ir al encuentro de tu propia sabiduría.
Has de aprender por tu cuenta, por tu propio pie. De todas maneras
hay una tarea muy importante que te falta terminar y es ponerte en paz
con tus orígenes. Debes ir a encontrarte con tus padres y hablar con ellos.
Antes de morir, deben sabe qué ha pasado con ese hijo que tanto amaron
y educaron con tanto esmero. Se lo debes.

Mis padres... últimamente he pensado mucho en ellos; es cierto


que no me porté demasiado bien con ellos. Creo que ahora sí estoy
preparado para hablarles y explicarles todo lo que me ha pasado y el
porqué me fui de su lado. Si, creo que tienes razón, debo ir con ellos.

Bien, pues, ésta es nuestra despedida. Debes seguir tu camino y yo


el mío. Hasta pronto, amigo mío. Sigue perseverando en la verdad.

Pero, ¿podré volver cuando termine con mis padres?. ¿Podré


volver a verte?.

Cuando termines lo que has de hacer con tus padres yo ya estaré


con otro aspirante a encontrar el camino. No debes volver conmigo;
ahora, como ya te he dicho, debes fabricar tu propio camino. Pero no
debes estar triste, en algún momento de la eternidad nos volveremos a
encontrar y ya no será como maestro y discípulo sino como dos iguales.
¿No vale la pena estar alegre por ello en lugar de entristecerte por esta
separación momentánea?.

Si, claro, tienes razón. Pero no puedo evitar estar triste. Te


debo tanto...

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

A mi no me debes nada, yo sólo he hecho lo que me ha indicado el


espíritu, así que si crees que debes algo a alguien es al espíritu que mora
en ti, al igual que mora en mi. Hasta pronto amigo.

Hasta pronto, maestro mío... mi amigo...

Con un fuerte abrazo sellaron su amistad para la eternidad. Y, sin


mediar más palabras, ni volver la vista atrás, Aluh se fue de la cueva, en
dirección a la ciudad para ponerse en contacto con la caravana en la que
se encontraban sus padres.

Al llegar, después de tanto tiempo y con la fisionomía tan cambiada


por su vida en el desierto nadie le reconoció.
Tuvo suerte; al preguntar sobre el paradero de la caravana, se
enteró de que dentro de pocos idas llegaría a la ciudad en busca de un
cargamento de telas y entonces podría reencontrar a sus padres.

Mientras esperaba la caravana, no pudo evitar oír los numerosos


comentarios que circulaban por la ciudad sobre el orfebre que había
muerto en el desierto y cómo ahora su mujer y sus hijos estaban
dilapidando su fortuna. Pero esas habladurías sobre su antigua familia, en
ese momento, ya no le importaban, formaban parte de su pasado y su
luminoso futuro estaba en otro lugar.

A ellos también les llegaría el momento de caminar por el desierto


en busca de la luz. Ahora era su momento y nada le detendría.
En cuanto se dio la voz de que la caravana estaba llegando y que ya
se podía divisar el polvo que levantaba en el horizonte. Aluh, cogió un
caballo y se fue galopando a reunirse con sus padres.
El reencuentro con Ar-Pala fue muy emotivo. Los pocos que
recordaban aún a Aluh se acercaron para saludarle con cariño. Pero hubo
una ausencia, una ausencia dolorosa para él: su madre, Per-Liah no
apareció por ninguna parte, con una mirada de su padre lo entendió todo.

Madre ha muerto ¿verdad?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Si, hijo mío. Murió hace seis meses. Su corazón dejó de latir
mientras dormía.

Deseaba tanto abrazarla, pedirle perdón por todo lo que os


hice... y ahora ya no podré...

No debes preocuparte por eso. Ella nunca dudó de ti. Siempre supo
que volverías y que tu corazón sería más fuerte que tu orgullo. Murió
como había vivido siempre, una sonrisa en sus labios; y pocos idas antes
de morir me hizo prometer que te daría esto cuando vinieras: la
esmeralda que yo le regalé cuando nos enamoramos.

Gracias, Padre. Me hubiera gustado tanto estar con ella...

Y a mi también, hijo mío. Pero su tarea ya terminó en esta tierra y


ella debía seguir su camino hacia la luz, como yo también voy a hacer
dentro de poco.

Pero, ¿tú también vas a dejarnos, padre?.

Claro, mi hora ya ha llegado también. Debo seguir mi camino. Sólo


te esperaba a ti. Confiaba en que, como me dijo tu madre, pronto
volverías para terminar tu aprendizaje entre nosotros. Ahora que ya has
llegado, sé que mi partida está muy próxima. Tú también lo sabrás algún
día, hijo mío.

Pero, yo te necesito ahora, padre. No sé qué hacer ni a donde


ir. Necesito tus consejos más que nunca en la vida. No puedes irte
ahora.

Creo que en eso te equivocas. Ahora precisamente es cuando no


me necesitas ni necesitas de nadie. No sé lo que has hecho en estos años,
pero en tu mirada se adivina lo mucho que has aprendido y en tu pose se
ve claramente que no necesitas ningún guía, que tú serás el guía de otros.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero, es posible que te falte por aprender algunas cosas. No te


preocupes que, mientras me necesites verdaderamente yo estaré a tu lado.
En cuanto estés listo para partir, yo partiré también.

Con eso se había dicho todo.

Aluh se quedaría en la caravana, ayudando en las tareas generales y


mientras tanto su padre le iría enseñando lo que le faltaba por aprender.
En cuanto lo hubiera aprendido Aluh seguiría su camino y Ar-Pala
partiría hacia la luz.

Para Aluh, ese conocimiento resultó de un gran alivio puesto que


suponía que le faltaba mucho por aprender y que podría seguir junto a su
padre muchos años todavía. Aunque había aprendido la humildad todavía
no había aprendido a valorarse correctamente.

Su partida estaba mucho más próxima de lo que esperaba...


Al día siguiente empezó un nuevo período de aprendizaje para
Aluh. Junto a su padre empezó a desarrollar su capacidad de enseñanza.
Ar-Pala le buscó un grupo de jóvenes que quisieran aprender la sabiduría
desarrollada por Aluh y pronto se encontró con un grupo de doce
discípulos que admiraban las palabras que Aluh vertía en ellos. Pocas
veces Ar-Pala tuvo que intervenir en las largas lecciones sobre la vida en
el desierto o en las que se hablaba del camino que todo hombre debe
realizar para recoger los frutos del Árbol de la Vida. Pronto, al amor de
padre que Ar-Pala sentía por su hijo, se le añadió la admiración por las
alturas de conocimiento que mostraba día a día.

Aluh mismo estaba perplejo. En sus conversaciones nocturnas con


su padre, muchas veces le comentó que no sabía de dónde sacaba su
sabiduría. Sí recordaba lo mucho que le había enseñado Rafal, pero a
muchas preguntas de sus discípulos no conocía la respuesta antes de que
se le preguntara, ahora bien, en cuanto se le había formulado la pregunta
e intentaba encontrar una respuesta adecuada para el que preguntaba,
inmediatamente la respuesta fluía en su mente y podía explicarla con una
claridad que incluso le asustaba.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

La respuesta de Ar-Pala siempre era la misma: él había logrado


conectar su cabeza con el gran espíritu y por ello las respuestas llegaban
directamente de lo más alto sin más que desearlo de corazón. Esa era la
marca del verdadero maestro. Y su padre, en silencio, reconocía en su
hijo a su maestro. Él era el que más aprendía de Aluh. Su propio padre
era su más fiel discípulo y sus oídos estaban ávidos de entender los
misterios que su hijo veía como las cosas más naturales del mundo.

Antes de darse cuenta ninguno de los dos, la relación Padre-hijo se


había transformado en una relación maestro-discípulo y lo que más
admiraba en la caravana era que, precisamente el hijo era quien se había
convertido en maestro del Padre. La fama de Aluh no cesaba de
acrecentarse entre los componentes de la caravana hasta que llegó a
molestar a los jefes de ella.

Cuando se dieron cuenta de la cantidad de personas que


escuchaban y seguían las enseñanzas de Aluh, empezaron a temer que
éste quisiera tomar el mando de la caravana y su miedo les hizo especular
con toda clase de mentiras e infamias. Decidieron tomar cartas en el
asunto y lograr que se expulsara de la caravana a Aluh y su Padre antes
de que el asunto se pusiera más difícil de controlar.
Pronto empezó su campaña de difamación en contra de Aluh y sus
enseñanzas. Se le acusó de tergiversar las sagradas leyes de Mahoma y de
alterar el orden consagrado de la caravana.

Se le amenazó con la expulsión si continuaba con sus discursos


revolucionarios y se prohibió a todo el mundo, expresamente, el
escucharlo.

Rápidamente se formaron dos facciones muy bien definidas; por un


lado, la mayoría de la caravana que prefería la comodidad y la seguridad
de las leyes que conocían y no requerían mucho esfuerzo para ser
cumplidas, y, por otro lado, los pocos que se planteaban sinceramente su
papel en la vida, unos por ambición material y otros por ambición
espiritual.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Evidentemente, éstos últimos eran muy pocos.

Realmente eran sólo los primeros doce jóvenes que Ar-Pala reunió
desde el principio. Habían vivido ya suficiente tiempo con las enseñanzas
de Aluh para que hubieran incorporado sus conocimientos a sus vidas y,
el cambio realizado en ellas, era ya permanente. Pero muchos de los que
se habían añadido después, por el miedo que les daba enfrentarse a la
mayoría, se echaron atrás y dejaron de acudir a sus reuniones.

La presión sobre Aluh y sus seguidores se hacía día a día más fuerte
para que abandonaran la caravana pero Aluh sabía que todavía no había
llegado la hora de irse. Lo sabía claramente.

Una noche, en su paseo cotidiano, Ar-Pala dijo a Aluh que sentía


que ya era hora de irse. Que él ya había terminado su labor en esa vida y
debía de partir. Aluh, asintió en silencio. También lo sentía así. No hubo
lloros ni tristeza en esa despedida. Tanto Ar-Palah como Aluh sabían que
con la muerte nada importante se perdía, sólo el cuerpo. Y que, en la
eternidad que les quedaba por delante, probablemente volverían a
encontrarse y, entonces se reconocerían inmediatamente como lo que
eran.

No Padre e hijo, sino dos espíritus iguales que caminaban en la luz.

Se fundieron en un largo abrazo en el cual se transmitieron sin


palabras todo lo que sentían mutuamente y Ar-Pala se fue. El cuerpo
flácido del que había sido su padre descansaba entre los brazos de Aluh
quien, suavemente lo transportó hasta la caravana con una sonrisa en sus
labios, una sonrisa de paz; la misma sonrisa que Ar-Pala lucia en su faz.

Al día siguiente, Aluh partía de la caravana, seguido por sus doce


discípulos, hacia Makaima para continuar su labor. Ahora no existía
ninguna duda. Su tarea en esta vida era transmitir a los que quisieran
escucharle todo lo que le habían enseñando a él sobre los motivos de
nuestra venida a la tierra y cómo conseguir cosechar los siete frutos del
Árbol de la Vida.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y a ello dedicó toda su vida.

Vida que fue muy larga, por cierto.

Cuentan las leyendas que Aluh, el Amado, a sus ciento veinte años
todavía andaba enseñando por el desierto a quien lograba encontrarlo.

Dicen las malas lenguas que sólo lo encontraban quienes estaban


preparados y tenían el corazón puro.

Dicen también que su corazón brillaba como el oro y que, al


atardecer, para encontrarlo sólo debías seguir la dirección del sol, que era
precisamente la que llevaba a Aluh.

Pero eso son sólo leyendas... ¿o quizás no?...

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

SEXTO FRUTO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

L as horas transcurrían apaciblemente en la huerta, Serafín iba


arrancando con paciencia las malas hierbas que crecían junto
las cebollas y las ligeras nubes que casi ocultaban el sol
hacía más agradable la labor.

El calor era más soportable en esas tempranas horas de la mañana.


El día se había levantado caluroso, pero a medida que avanzaban las
horas se podía ver que no tardaría en llegar una tormenta.
Ya era hora, la huerta lo estaba necesitando. Cierto era que podía
regar del canal que pasaba cerca de su huerto, pero éste año el río
Bergantes llevaba poco agua. Las últimas lluvias habían sido muy escasas
y la primavera se presentaba difícil. No era fácil que hubiera suficiente
agua para regar todos los cultivos de la vega que rodeaba Morella.
Serafín dio gracias a Dios por esa bendita agua que parecía iba a
caer y se dijo a sí mismo que solicitaría del consejo que se hicieran unas
rogativas para pedir al santo que hiciera llover más a menudo.

El dolor en la espalda hizo que se incorporara lentamente. Allá


delante, majestuoso, se alzaba el imponente castillo de Morella. Serafín se
sentía orgulloso de él y de pertenecer a la aldea que se resguardaba en su
falda. El peñón sobre el que se levantaba el castillo, se encontraba
totalmente rodeado por la fuerte muralla que protegía la aldea. Los
rumores de los avances de los sarracenos habían llegado hasta Morella y
todo el mundo estaba inquieto. Pero, para Serafín, nadie podría nunca
hacerles daño; era una fortaleza inexpugnable.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Con éstos tranquilizadores pensamientos, volvió a sus faenas,


canturreando. Se acercaba la hora de la comida y pronto vendría Carmen
con las viandas y el vino.

No había pasado una hora y su esposa llegaba por el serpenteante


camino que llevaba a la aldea. Venía, como de costumbre, radiante, con
su diadema de flores en el pelo, las dos pequeñas a cuestas y en los
brazos sostenía la gran cesta donde traía la comida para todos. Los otros
dos hijos, la seguían caminando, un poco rezagados. Carmen llegaba
tarareando una de las últimas baladas que había oído en los festejos de la
boda del Conde. Su alegría era siempre contagiosa. Serafín dejó los
aperos a un lado y se acercó al claro donde se habían sentado sus hijos y
su esposa.

Carmen, querida, ¿qué me has traído hoy para comer?. Tengo un


hambre que no puedo con ella. Me comería un buey asado entero.

Dudo mucho que pudieras comértelo todo, grandísimo


bocazas. Lo que he traído es suficiente para un gandul como tú: una
gallina, la más grande que he encontrado en el corral, unas cuantas
patatas asadas en la lumbre y una buena hogaza de pan recién
hecho, tu preferido.

Tienes razón, con todo eso me conformo, pero ¿qué vais a comer
vosotros?

Grandísimo egoísta.... conque no quieres dejarnos nada para


nosotros ¿eh?. Ahora verás...

Los niños, acostumbrados desde hacía tiempo a esa especie de


lucha en broma entre su padre y su madre, se reían a cada frase como si
nunca hubieran oído nada tan gracioso y sus carcajadas empujaban a
Serafín a continuar con sus payasadas. Finalmente, la risa pudo con todos
y Serafín y Carmen firmaron un serio armisticio, entre jadeos y risas
ahogadas, para poder comer de una vez.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Todos se concentraron en coger un buen trozo de gallina, otro de


pan, alguna patata y empezaron a comer con ganas.

Al terminar de comer, los niños empezaron a corretear por los


campos y, mientras ellos se divertían, Carmen cogió de la mano a Serafín
y le dijo:

Serafín, esposo mío, debo darte una noticia.

Dime, Carmen, ¿qué pasa?.

Nada malo, no te preocupes, pero... es que estoy embarazada


otra vez

¿Otra vez?. ¿Estás segura?. Mira que ya tenemos cuatro hijos y no


sé si podremos alimentar a otro.

Si, Serafín, estoy segura de ello. Yo también he pensado en lo


difícil que nos va a resultar para todos, pero no puedo hacer nada
para evitarlo. Dios nos ha enviado otro hijo.

Otro hijo, o hija. No lo podemos saber. Pero si es la voluntad de


Dios, debemos acatarla. Bueno, no te pongas tan seria que no es tan
grave. ¿Sabes una cosa?.

¿Qué?

Que te quiero mucho.

¿Aunque te haya dado otro hijo?.

Aunque me des diez hijos más. Te quiero con toda el alma.

Y yo a ti.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Poco a poco, los dos se fueron acercando y, entre arrumacos y


caricias, se fueron deslizando detrás de las cañas que delimitaban su
huerto con el campo vecino. Un rato más tarde, cuando los pequeños
regresaron jugando y riendo, los encontraron abrazados al lado del
camino.

Al verlos, el más pequeño preguntó:

Papá, ¿cómo es que tenéis el pelo tan sucio y lleno de paja, es


que os habéis peleado?.

Sí, hijo, sí. Mamá y yo nos hemos peleado en broma y por eso
tenemos el pelo de esta manera.

Ah, bueno.

Y siguieron corriendo hasta llegar al claro donde Carmen había


dejado el gran cesto con las viandas.
Serafín y Carmen, riendo, se acercaron también al claro y se
despidieron con un beso. Carmen recogió las cosas y, llamando a los
niños, se fue caminando hacia la aldea.
Serafín, después de quedarse un rato ensimismado, mirando cómo
Carmen y sus hijos se iban alejando, con un suspiro recogió el azadón y
continuó quitando las hierbas que amenazaban con ahogar las cebollas.

Ese año, la cosecha fue abundante y parecía que las rogativas


habían hecho su efecto.

Las lluvias fueron generosas y, al terminar el verano, los graneros


estaban llenos y se auguraba un tranquilo invierno.

Como si lo hubiera estado esperando, el hijo de Carmen y Serafín,


nació al caer las primeras nieves. Con el frío que había tomado por asalto
las calles de la aldea, nadie salía fuera de las cabañas como no fuera para
algo imprescindible.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En estas circunstancias nació Damián, que así fue como decidieron


nombrarle sus padres.
Nunca se supo si porque nació muy cerca del fuego o por qué
razón pero su cara parecía que tenía fuego por dentro.
Pocos niños nacían en el pueblo que tuvieran el pelo pelirrojo y
menos con el color del fuego en la cara. Damián no era tan blanco como
los demás niños, su tez era rosada, muy rosada. Tanto que parecía que
siempre tenía fiebre.

Al principio, Carmen estaba preocupada por ese aspecto. Temía


que se encontrara enfermo. Pero pronto desechó esos temores al ver
cómo Damián crecía normal como cualquiera de sus otros hijos y tanto
ella como los demás de la aldea se fueron acostumbrando a que entre los
chiquillos hubiera uno que destacara por su pelo rojizo.

Día tras día, la diferencia entre Damián y los demás niños del
pueblo se iba acrecentando. Pronto destacó por su inteligencia y sin casi
darse cuenta, a la corta edad de cuatro años ya era el líder de una
pandilla. Su rojiza melena se hacía ver por todas partes.

Su encanto y su gracia hacía las delicias de sus padres pero era


objeto de la envidia de no pocos vecinos.

Poco a poco, se fue formando un grupo de aldeanos que hablaban a


las espaldas de Carmen y sus habladurías fueron mezclándose con las
envidias que despertaban las capacidades de Damián.

Cuando a alguien se le ocurría alguna nueva difamación, ésta se


añadía a la lista de agravios que se tenían hacia la familia de Serafín e
incluso llegó a decirse que el pelo de Damián era la señal de que toda la
familia era adoradora del diablo.

Pronto, en los corrillos de las tabernas se comentaba que Carmen,


por las noches del sábado, se reunía en las afueras de Morella con otras
brujas y realizaban horrendos aquelarres y que, de uno de ellos había sido
concebido Damián.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Cuando Damián había cumplido los cinco años, un niño, vecino


suyo cayo enfermo de unas misteriosas fiebres mientras jugaba con la
pandilla. Los padres del niño acusaron a Damián de haberle echado una
maldición y rápidamente fueron a pedir al párroco que lo exorcizara.

Pocos días después el niño murió y los padres enfurecidos acusaron


a Carmen de ser la bruja causante de todos los daños de la aldea. Por
desgracia para Serafín y su familia, la credulidad de los aldeanos era muy
grande y el temor ante la brujería se extendió por todo Morella.

Serafín no sabía dónde acudir, puesto que el propio cura era


responsable de una gran parte de las acusaciones que les hacían y
finalmente, después de una parodia de juicio que el señor conde hizo en la
plaza mayor, Serafín y su familia fueron condenados al exilio del pueblo.
Nunca más podrían vivir en Morella ni acercarse a sus murallas
protectoras. Debían de vivir lejos de la aldea bajo pena de ser quemados
vivos en el caso de que se les volviera a ver cerca de ella.

Con todo el dolor de su alma, recogieron los pocos bártulos que


tenían en su choza y con paso cansino se fueron alejando de Morella,
entre los gritos y abucheos de la multitud, incluso de los que poco tiempo
antes se consideraban sus amigos.

Serafín decidió ir hacia arriba siguiendo el curso del río hacia una
zona en la que no vivía nadie y después de varias horas de caminar sin ver
a nadie, escogió un lugar cerca del nacimiento del río y, en un prado que
parecía suficientemente grande para poder cultivar un pequeño huerto, se
dejó caer pesadamente en el suelo. Su abatimiento era total. Su tristeza y
desesperación pudieron con su control y se derrumbó en sollozos.
Carmen, sin decir nada, se acercó con los niños y todos se fundieron en
un largo abrazo.

El sol poniente les anunció la pronta llegada de la noche y, entre


todos, levantaron una precaria tienda para poder guarecerse hasta el día
siguiente. Bajo el frágil techo, al llegar la oscuridad, durmieron muy
juntos para darse calor y consolarse mutuamente
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Al día siguiente, repuestos de las fatigas del juicio y su salida


precipitada de la aldea, iniciaron con ímpetu renovado su nueva vida.
Tenían que levantar una choza donde guarecerse más cómodamente que
en la tienda, empezar a preparar la tierra para su cultivo, buscar la manera
de alimentarse mientras el huerto no diera sus frutos... Había mucho que
hacer y todos podían ayudar en alguna tarea.

Pronto, el optimismo de Serafín y Carmen hicieron milagros, los


niños, incluso los más pequeños, ayudaban canturreando a transportar la
leña o a retirar las malas hierbas del huerto, y la moral de todos se
restableció rápidamente.

Pero Damián no podía olvidar tan rápidamente la injusticia


cometida con ellos por los del pueblo. A pesar de su corta edad, estaba a
punto de cumplir los cinco años, la ira y el deseo de venganza estaban
empezando a arraigar en su mente. A pesar de los argumentos de Serafín
para olvidar lo que les habían hecho y de la capacidad de Carmen para
endulzar cualquier situación, Damián seguía con el ánimo entristecido y el
semblante contraído por la rabia.

Dicen que el tiempo todo lo cura y, en éste caso al menos, la herida


iba cicatrizando poco a poco. Día a día el huerto se iba ampliando con
nuevas plantaciones de todas las clases de hortalizas que Serafín sabía
cultivar. La choza se había terminado e incluso podría decirse que era
más espaciosa que la anterior de la aldea. Era cierto que no tenían ningún
contacto con otras gentes, pero con la experiencia que todavía
recordaban, no deseaban en absoluto encontrarse con persona humana
alguna de momento.

Nada sabían de los avances del ejército sarraceno ante los señores
feudales del reino de Valencia, nada sabían de las patrullas que recorrían
los campos en busca de alimentos para las tropas de ambos bandos.

Vivían en la ignorancia de los asuntos del mundo, pero ello no evitó


que el mundo viniera hacia ellos y los tomara por asalto de nuevo.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En la noche anterior al día fatídico, nada hacía sospechar los graves


acontecimientos que se desarrollarían la mañana siguiente.

Era temprano, en la mañana, y una de las tareas de Damián cada día


era ir a buscar agua al río. Como siempre, cogió el cubo y se dirigió a la
vaguada en donde solía recoger el agua. Al llegar al río, le pareció oír
unos relinchos de caballo que provenían de su casa y, asustado,
abandonando el cubo corrió hacia ella.

Al llegar cerca del campo donde se encontraba su casa, una extraña


voz le hizo detenerse. Una voz que, en su interior, le ordenaba que se
escondiera en unos zarzales que había cerca del camino y desde donde
podría ver lo que ocurría en su casa. Aturdido obedeció esa voz y se
escondió en los matorrales. Justo a tiempo lo hizo. No bien terminó de
acurrucarse pasaron por el camino, como una exhalación, unos caballos
montados por unos hombres que llevaban en sus brazos a sus hermanos y
hermanas chillando aterrorizados.

Pero eso no fue lo peor que tuvo que contemplar Damián desde su
escondite. Podía ver a sus padres de pie delante de la choza suplicando
que les devolvieran a sus hijos. También veía a otros hombres, riéndose
de ellos y diciendo que no tenían derecho a pedir nada, que los brujos lo
único que merecían era la muerte. Y, ante los ojos atónitos de Damián,
uno de los hombres, el que parecía tener el mando clavó su espada en
Serafín y, antes de que cayera al suelo, se la clavó a Carmen.

Después, ignorando completamente a los cadáveres que yacían


delante de él, ordenó que saquearan la casa y que se llevaran todo lo útil
o comestible. Al salir el último hombre, incendiaron la choza y se fueron
con el botín, en dirección a la aldea.

Damián no podía dar crédito a sus ojos. Sus hermanos habían sido
raptados a la fuerza, sus padres asesinados a sangre fría y su casa
quemada en pocos minutos. No podía llorar, sus lágrimas estaban secas
por la rabia. Su corazón ardía de indignación. Pero lo peor de todo era
que había reconocido a algunos de aquellos hombres.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Varios eran conocidos suyos de la aldea, pero el que estaba al


mando era precisamente el padre del que había sido su mejor amigo. Su
corazón se cerró y su mente juró venganza. Al día siguiente cumplía los
cinco años.

Con una determinación inflexible, Damián empezó a andar. Su meta


era encontrar algún caballero que deseara un escudero para ponerse a su
servicio.

Y no tuvo que buscar mucho, pocos días después se encontró con


un campamento en donde rápidamente encontró ocupación al servicio de
un malhumorado caballero que tenía dificultades para tener servidumbre
debido precisamente a su mal carácter.

A Damián le pusieron a realizar las tareas más serviles y


desagradables, pero su determinación había marcado su destino y él
estaba dispuesto a cualquier sacrificio para conseguir lo que se había
propuesto: llegar a caballero y poder vengarse de los asesinos de sus
padres.

Su inteligencia y buen hacer pronto le hicieron destacar entre los


escuderos del noble caballero quien, al no tener hijos, y dada la buena
disposición de Damián, no tuvo inconveniente en tratarlo casi como si
fuera hijo suyo, azotes incluidos. Con tan buen maestro, a los quince años
Damián era el mozalbete más fuerte y adiestrado de los alrededores. S

Su ardor combativo lo había hecho merecedor de participar en


muchas justas y, aunque joven, ya había ganado algunas a caballeros
mucho más curtidos en las lides de las armas.

Al cumplir los dieciocho, su dueño, el caballero a quien servía le


comunicó su intención de liberarle de los deberes de escudero y pedir al
rey que le nombrara caballero. Según él se lo había ganado y estaba
perfectamente preparado para la guerra. Pronto sería necesario para la
contienda contra los sarracenos que habían conquistado medio reino.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero Damián tenía otros planes y al día siguiente desapareció del


campamento. Nadie le vio salir y por ello, durante mucho tiempo se
contaron leyendas sobre el niño que había aparecido de la nada y que
años más tarde desapareció también sin dejar rastro.

Todavía quedan algunos cantares que recuerdan a Damián y son


cantados por los juglares en las fiestas en que quieren causar sensación,
aunque es verdad que le añaden algunos elementos misteriosos para
poder insinuar que se trataba de una aparición demoníaca; pero eso es
harina de otro costal.

Lo que realmente ocurrió es que Damián había decidido unirse a los


sarracenos para luchar contra los que sabía que eran demonios.

Para él, los llamados cristianos, no eran más que una pandilla de
salvajes que, injustamente, habían destrozado su familia y habían
asesinado a sus padres sin la menor misericordia; misericordia que, según
ellos, era una virtud que su Dios ordenaba tener, pero que no parecía que
ningún cristiano tuviera la menor intención de aprender.

No le fue fácil atravesar los campos sin ser visto por ninguna
patrulla cristiana ni sarracena pero, al quinto día, se encontró en la
entrada al campamento sarraceno, con dos lanzas apuntando a su corazón
y un montón de espadas preparadas para atacarle si hacía el menor
movimiento sospechoso. Solicitó hablar con el jeque que los comandaba.

Damián, con su labia y sus grandes dotes de diplomacia, no tuvo


muchas dificultades para convencer de la bondad de sus intenciones para
con los guerreros de la media luna. Ni tampoco dificultad alguna para
demostrar sus habilidades con las armas y la lucha.

Quedó probado rápidamente que podía ser muy útil sus


conocimientos sobre los cristianos para poder vencerlos más fácilmente y
su fuerza tampoco sería desdeñable en la contienda que se avecinaba.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Se le entregaron ropas acordes con su nuevo estado y,


contrariamente a lo que se estilaba en casos parecidos entre los cristianos,
no se le exigió que abrazara la religión del Islam, cosa que Damián
agradeció sobremanera al jeque puesto que no deseaba tener que adorar a
ningún Dios.

Para él, después de sus experiencias, Dios no podía existir. Era


imposible que si existía algún Dios pudiera permitir las atrocidades que
había podido constatar que se perpetraban constantemente. Para él,
simplemente había un motivo para vivir: la venganza.

En poco tiempo, su bravura ante el enemigo le hizo destacar y que,


poco a poco, se le encomendaran tareas de mayor importancia. Pronto se
encontró al mando de un destacamento que se encargaba de hostigar las
defensas cristianas. Se preparaba el asalto al castillo de Morella y Damián
quería estar en primera línea de ataque. A medida que se acercaba el día
en que, por fin, tomaría venganza, las reacciones de Damián eran más
violentas, aguantaba menos las bromas de sus compañeros sobre su pelo
y en sus luchas era más sanguinario.

Unos días antes del previsto para el asalto al castillo, Damián se


encontraba más alterado que nunca y decidió ir a pasear por los
alrededores del campamento para tranquilizarse un poco. Sin fijarse
mucho en lo que hacía, dejó que su caballo lo llevara trotando por donde
él quisiera; simplemente quería olvidarse por unos momentos de lo que
pasaría al llegar a Morella.

El caballo, al sentirse libre, empezó a vagar por las vegas y los


frondosos bosques que rodeaban el río. Aquí se detenía a mordisquear
unas hierbas, más allá aprovechaba una vaguada para abrevar y apaciguar
su sed. Ahora iba lentamente, más adelante rompía a trotar como el
viento.... .
Damián, simplemente se dejaba llevar por el noble animal, la mirada
perdida, intentando disfrutar de la sensación, casi olvidada después de
tantos años, de no pensar en nada.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Al cabo de unas horas de vagabundeo, Damián se dio cuenta que


no se encontraban ya en la vega cercana al río; habían ido subiendo por
unas montañas que él desconocía y estaban prontos a llegar a la cima de
la más alta.

Rodeado por unos árboles altísimos, empezaba a preocuparse por


saber en dónde se encontraba cuando, delante de él apareció un hombre
vestido con un hábito marrón, raído por el tiempo, y con una vara en su
mano.
A un gesto del hombre, el caballo se paró en seco, haciendo que
Damián casi se cayera de la silla. Intentando mantener su compostura,
Damián desenvainó su espada y le espetó:

¿Quién eres?. Y ¿cómo osas detener mi caballo?.

Aunque no lo creas soy tu amigo y yo no he hecho detener tu


caballo. Ha sido él quien ha decidido detenerse al reconocerme.

¿Cómo puedes decir que te ha reconocido mi caballo si ni tan


siquiera te hemos visto nunca?.

Porque, a lo que parece, el caballo tiene mejor memoria que tú y


sabe reconocer a un amigo, aunque vaya disfrazado de esta guisa.

Insolente. Te atreves a insultarme y decir que no tengo


memoria. Yo no te conozco en absoluto y si no te apartas de mi
camino, es posible que nunca más puedas utilizar esos brazos para
nada porque te los cortaré.

Ya sé que has tenido que vivir cosas horribles para aprender a


controlarte, pero, por lo que veo, no sólo no has aprendido la lección
sino que todavía te has descontrolado más. Habremos de ayudarte mucho
todavía.

Ya estoy harto de tanta palabrería enigmática. Prepárate, vas


a morir.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y, con un gesto de furia intentó descargar un golpe de su espada


contra el desconocido, pero, en el momento de levantar el arma hacia el
cielo, un gesto de su oponente hizo que un rayo descendiera de repente y,
entrando por su espada, le asestara una descarga que paró su corazón y,
le hizo caer al suelo fulminado.

Damián se encontró en una total oscuridad. Sólo había una tenue


luz que brillaba delante de él. La luz parecía provenir de una caverna,
algo así como un túnel luminoso que parecía ser la única salida al lugar en
donde se encontraba.
No entendía nada. No sabía dónde estaba ni qué hacía allí si pocos
segundos antes se encontraba encima de su caballo y le iba a dar una
lección a un viejo burlón. Pero ahora.... .

Una suave voz le llamaba desde el extremo del túnel de luz. Sentía
que era la voz de alguien muy querido pero que no podía imaginar quién
era. Se dirigió al túnel y lo atravesó. Cuál sería su sorpresa al encontrarse
al otro lado a su madre, Carmen y también a su padre Serafín. Tardó
unos momentos en reaccionar y sus padres respetaron su estupor sin
decir nada. Cuando vieron que estaba preparado para escucharlos,
Serafín se dirigió a él y le dijo:

Bienvenido, hijo mío.

¿Padre?. ¿Madre?. ¿Pero, cómo...?. ¿Qué estáis haciendo


aquí?. ¿No estabais muertos?. ¿O es que yo también estoy muerto?...

Hijo mío, claro que estamos muertos, o al menos así lo consideráis


vosotros, allá en la tierra, pero eso no significa que no existamos y no
sólo eso sino que hemos podido ver todo lo que has estado haciendo
desde ese fatídico día. Pero tú no, todavía no estás muerto, todavía tienes
una oportunidad.

¿Oportunidad... , para qué?. ¿Para poder vengar vuestra


muerte?

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

No, Damián, eso es lo único que no deberías hacer. Eso sólo te


llevará a perder todo lo bueno que puedes aprender en esta vida. La
oportunidad de que hablamos es la de realizar la tarea por la que naciste
en esta tierra. La posibilidad de hacer el bien a tantas personas que lo
necesitan. Tú puedes entender mejor que nadie lo mucho que se puede
sufrir por las injusticias. Tú debes ayudar a repararlas.

Pero, ¿cómo esperáis que ayude a reparar las injusticias?. La


mejor manera que yo conozco es devolviendo a quien lo causó el
daño que infligió. Ojo por ojo, diente por diente. Así lo dice vuestra
querida Biblia, ¿no?.

Estas muy equivocado hijo mío. Es verdad que en el Antiguo


Testamento así se permite, pero deberías recordar mejor las enseñanzas
de nuestro Maestro Jesús, el cuál nos instó a perdonar a nuestros
enemigos, e incluso a amarlos. Además, nada de lo que nos ocurrió fue
por casualidad. Todo tenía sus razones y ya es hora de que las conozcas.

Y Serafín le hizo ver a su hijo el porqué tuvieron que pagar con sus
vidas sus errores pasados. Damián pudo ver retazos de las vidas pasadas
de Serafín y Carmen y las atrocidades que cometieron cuando se
encontraron ocupando lugares de poder y mando.
Entendió que, para compensar el daño causado podrían haber
ayudado a evitar el sufrimiento a otras personas, pero al rehuir ese
sistema sólo les quedó el sufrir en carne propia la injusticia y los
tormentos que habían causado anteriormente.

Y, finalmente, entendió que en su caso, haber sido testigo de tanta


injusticia y dolor era por un motivo parecido y podría haber escogido
luchar contra la injusticia para que no se cometiera pero, hasta ese
momento, había escogido el camino de cometer más violencia en nombre
de la justicia.

Al darse cuenta, por primera vez en su vida, de lo erróneo que


había sido su camino, rompió a llorar.
Y lloró como no había llorado en su vida.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Las lágrimas se convirtieron en torrentes que le arrasaban los ojos.


Lloró por toda la tristeza y el dolor que había acumulado en tantos años.
Lloró todas las lágrimas que no había derramado desde el trágico día en
que vio morir a sus padres.

Y las lágrimas le limpiaron. Como el agua de lluvia limpia el cielo


del polvo del verano, el alma de Damián se fue limpiando de todas las
amarguras acumuladas y cuando terminó de llorar era un hombre nuevo.
Damián se restregó los irritados ojos y despertó.

A medida que iba despertando del aturdimiento que todavía


atenazaba sus músculos iba recordando lo que le había pasado. El
desconocido, el rayo que le había alcanzado, el túnel, sus padres.... .
¿Había sido todo un sueño?.

Su confusa mente hubiera agradecido poder creer que todo había


sido un sueño, pero delante de él se encontraban las pruebas de que todo
había sido real. La vara del desconocido estaba clavada en el suelo para
recordarle que había existido ese hombre con poder sobre el rayo; su
espada retorcida le recordaba claramente que el rayo tampoco había sido
un sueño. Pero ¿y el túnel?, ¿y sus padres?.

Cuando ya estaba a punto de atribuir todo ese episodio a una visión


provocada por la perturbación del rayo, su corazón dio un vuelco, a su
lado se encontraba la diadema de flores que usaba siempre su madre. Con
lágrimas en los ojos, juró a voz en grito, que nunca más se apartaría de su
camino, que vengaría la muerte de sus padres luchando para que la
injusticia no se extendiera más por la tierra, con todos sus medios.

Y lo cumplió.

Una vez más, Damián se convirtió en héroe de leyendas cantadas


por juglares; su desaparición misteriosa del campamento sarraceno dio
pie a muchas habladurías, algunas de las cuales eran infamantes, pero la
mayoría de ellas hablaban de su heroica muerte en lucha contra los
infieles y su subida a los cielos en la gloria de Alah.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero, Damián tenía otros planes. Plenamente convencido que había


sido tocado por la mano de Dios y que uno de sus ángeles era el
desconocido con quien se había enfrentado en la montaña, decidió que
ingresaría en una de las órdenes religiosas que había por todo el reino de
Castilla. Pensó que una de las mejores maneras de combatir la injusticia
era luchar contra la ignorancia y dado que los que transmitían el
conocimiento y enseñaban eran los frailes, él debía de hacerse fraile.
Y con su particular tesón y perseverancia consiguió lo que se
proponía. A los pocos meses de haber tomado la decisión ya se
encontraba en un monasterio preparándose para tomar los hábitos que le
convertirían en un defensor y transmisor de las leyes divinas.

Si, antes, prepararse para la lucha le había costado años de esfuerzo


tenaz, convertirse en un monje preparado para enseñar le costó bastante
más. Su impetuosidad y dificultad para aceptar la autoridad le valía serias
reprimendas del abad y sus superiores, pero su tenacidad era capaz de
vencer todos los obstáculos y, finalmente, tras veinticinco años de
esfuerzo y aprendizaje, se le encomendó a su primer discípulo, un joven,
hijo de un noble castellano, que quería aprender latín para poder recitar
versos a su amada.

Tuvo que usar toda su capacidad de entrega para poder seguir con
obediencia las órdenes de sus superiores respecto a ese fatuo niño.
Para Damián, el enseñar a hacer poesías para cortesanas no era
precisamente su ideal de vida. Era una dura prueba para su orgullo.
Pero tenía que superarla. Muchas veces estuvo a punto de colgar
los hábitos, de abandonar esa idea de que podría educar a la gente para
que comprendiera lo que él había comprendido sobre la necesidad de
parar las injusticias; pero siempre, una voz interior le animaba a
continuar.

Una noche, cuando más abatido se encontraba, después de una


sesión bastante dura con su aprendiz de latín, se sorprendió deseando
encontrarse de nuevo con el desconocido que le había provocado ese
cambio tan profundo. Quizás él podría ayudarle de nuevo. Y con esos
pensamientos quedó profundamente dormido.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Ya era hora, pensaba que nunca podría hablar contigo en esta vida,
amigo mío.

¿Amigo?. ¿Quién eres?. No te recuerdo en absoluto.

Es evidente que no me recuerdas, pero no te preocupes pronto


recordarás todo lo necesario. Ahora ya estás preparado para recordarlo
fácilmente.

¿Recordar... recordar qué?.

Bueno, vayamos por partes. Primero mi nombre: soy Oro, tu amigo


del Reino de la Luz y tú eres Buscador. ¿Te acuerdas de eso?.

Pues no. No sé quién eres tú ni qué es eso del reino de la luz. Y


además no me llamo Buscador sino Damián.

Como siempre... ya empieza a hacérseme pesada esta cantinela.


Bien, escúchame atentamente y no me interrumpas; primero yo te cuento
un poco de que va la historia y luego podrás preguntarme lo que quieras.
¿De acuerdo?.

De acuerdo.

Perfecto. Mira, tú eres Buscador y, al igual que yo, vienes del


Reino de la Luz. Descendiste a la tierra para recoger los siete frutos del
Árbol de la Vida y, para ayudarte, yo me quedé en la antesala de la tierra,
de ésta manera puedo orientarte mediante sueños o visiones.

¿Pero cómo es que no me acuerdo de nada de eso que dices?.

Eso es porque al descender, la caída de tan alto te hace perder la


memoria. Ya llevas siete vidas descendiendo en la tierra y has logrado
recoger cinco frutos, sólo te faltan dos; ahora vas por el sexto.

Entonces, ¿mis padres...?.


Pág. 175
Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Son otros seres del Reino de la Luz que también decidieron


descender a la Tierra para recoger sus frutos, como tú y como tantos
otros.

¿Por eso me dijeron en esa visión que tuve que habían


cometido esos terribles errores en otra vida y ahora habían venido a
equilibrar la balanza?

Claro, si en uno de tus descensos causas daños y desequilibrios, en


otra debes compensar esos desequilibrios o bien haciendo algo positivo
que lo equilibre o sufriendo tú mismo el daño que hiciste antes.

Entonces yo debí de hacer sufrir a otros en otra de mis vidas


por lo que ahora, en esta vida tuve que ver morir a mis padres de
esa terrible manera.

Sí y no. Eso es parte de la cuestión solamente. Tú venías a recoger


el sexto fruto y para ello debías aprender el concepto de la justicia y la
rectitud de conducta y sus opuestos, la injusticia, la venganza, la cólera,
la ira y la destrucción. Debo decir que fallaste durante una buena parte de
tu vida en cumplir tu propósito, tus ansias de venganza obstaculizaban
enteramente la consecución de tu plan. Por eso tuve que intervenir.

¿Tú fuiste el desconocido que me hizo parar?.

Sí, tuve que usar una manera un tanto espectacular para conseguir
que reflexionaras. Casi me paso y pierdes la vida. De hecho la perdiste
por unos segundos, pero reaccionaste a tiempo y volviste. Pero haberte
encontrado con tus padres fue suficiente como para que te replantearas tu
vida y la encauzaras más correctamente.

Pero, ¿cómo pudiste provocar el rayo?.

Eso es un acto de magia elemental para un ser del Reino; para ti


también en tu estado normal. Pero ahora deja de dar vueltas a cosas sin
importancia y vayamos al grano. ¿Porqué estás tan abatido?.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Porque estoy perdiendo el tiempo con ese niñato. Creo que de


esta manera nunca ayudaré a nadie. Puedo hacer mucho más que
enseñar a escribir poesías pedantes.

Claro que puedes, pero antes debes disolver tu orgullo. Lo que te


duele más ahora es precisamente tu orgullo herido. Pero con orgullo no
podrás realizar tu labor. Debes aprender humildad además de
conocimientos para enseñar. Si logras olvidar tu orgullo tus
oportunidades vendrán solas. Es la ley, ya lo verás.

Está bien, lo intentaré.

De acuerdo, ahora descansa. Nos veremos pronto.

Y desapareció de su sueño.

A la mañana siguiente, aún sabiendo que era un sueño, Damián no


podía quitarse de la mente la idea de que había sido algo más que un
sueño; quizás Dios se comunicaba con él de esa extraña manera.

Pero, de todos modos, decidió que por si acaso, haría caso de lo


que le había contado ese ser luminoso del sueño. Y decidió aplicar la
humildad.

Y, siguiendo su costumbre cuando tomaba una decisión, la aplicó a


todas las circunstancias de su vida; a su relación con los superiores, con
su discípulo y con todo el mundo en general.

Pronto les tuvo a todos boquiabiertos; donde antes había un monje


orgulloso que se enfrentaba a cualquiera que no estuviera de acuerdo con
él, ahora había un humilde siervo de todos.

El cambio había sido tan espectacular que su superior, el abad,


decidió romper una lanza en su favor y lo nombró jefe de estudios de un
grupo de jóvenes rebeldes que recién había llegado de la corte.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Damián se encontraba justo en su ambiente; ejerciendo de


conductor de un grupo de jóvenes díscolos. No tardó en poder dominar
la energía e impaciencia de aquellos chicos y en poco tiempo aprendió a
conocerlos muy bien a todos. Al principio, se limitaba a enseñarles lo que
se esperaba que aprendieran, latín, matemáticas, educación y
comportamiento... .

Muy poco más se esperaba por aquel entonces de la educación de


los que años más tarde deberían gobernar el reino pero esa no era
precisamente la idea que Damián tenía de la preparación de los líderes y
lentamente, disimuladamente, fue introduciendo entre los temas a
aprender, ciertas verdades que no eran muy conocidas, e incluso algunas
que eran mal vistas por la clase gobernante y mucho menos por la
eclesiástica.

Empezó a proponerles que usaran sus mentes de maneras poco


convencionales y a plantearles dilemas morales para ver hasta donde
llegaba su honestidad y su altruismo. Y una vez diagnosticado el mal que
les aquejaba, empezó a poner remedio curativo como si se tratara de un
hábil cirujano.

Día a día se esforzaba en extirpar de todos y cada uno de esos


prometedores jóvenes los brotes de egoísmo y maldad que ya empezaban
a arraigar debido a las costumbres de la corte. Pero, a pesar de ser un
fraile y darles sermones sobre cómo comportarse correctamente y sobre
las leyes de Dios, Damián sabía, con su simpatía, evitar dar la sensación
de estar sermoneándolos; de hecho, sus discípulos iban cogiéndole cariño
casi sin darse cuenta y, a diferencia de lo que ocurría en otros grupos,
hacían caso de su preceptor tanto como podían.

Al cabo de un año, la diferencia entre el grupo asignado a Damián y


los otros grupos de la abadía era enorme. La energía díscola y rebelde
natural en los jóvenes había sido desviada por Damián hacia facetas más
constructivas y había sabido motivarles lo suficiente como para que no
hubiera ningún disidente en su grupo.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Todos a una le seguían y respetaban como a su maestro.


Realmente se había despertado entre Damián y sus discípulos algo
más que el respeto; los jóvenes amaban a Damián como a un padre y éste
a ellos como si fueran sus hijos. El abad estaba orgulloso que en su
comunidad se encontrara un profesor como Damián. Pero la alegría le
duró poco tiempo más.

Al ver, Damián, que sus discípulos le seguían perfectamente y que


habían entendido sus lecciones, hasta ese momento, muy bien. Empezó a
tocar temas cada vez más espinosos para las concepciones de ese
momento.
Empezó a hablarles de la necesidad de aprender de todo lo que nos
ocurre en la vida, de que todo tiene una explicación por esa necesidad de
aprendizaje. Necesidad que en realidad es un deseo del alma más que una
obligación de Dios.
Los otros frailes, al enterarse de lo que Damián estaba enseñando,
rápidamente iban a contarle al abad esas peligrosas teorías. El abad
empezó a temer por Damián, pero decidió dejarle todavía un poco más de
tiempo. Seguramente que esas historias pasarían y volvería a enseñar lo
que la Santa Madre Iglesia recomendaba.

El tiempo pasaba y no sólo Damián no se retractaba sino que


empezó a enseñar que nosotros nacemos en ésta tierra por decisión
propia para recoger unos frutos de conocimiento y que, normalmente,
encarnamos varias veces para poder recoger todos los frutos del Árbol de
la Vida.

La situación había ido demasiado lejos. Había que pararle los pies a
ese hereje. Y Damián fue llamado a la presencia del abad. Al entrar, éste
le espetó:

Hermano Damián, me han llegado sobre ti historias muy


desagradables. Parece ser que estás enseñando herejías a tus discípulos.
Hasta hace poco tu grupo era el mejor de toda la abadía y estaba
orgulloso de tu trabajo. ¿Porqué ahora, de repente, empiezas a enseñar
esas historias del diablo?.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Padre abad, lo que estoy enseñando no son nada más que las
mismas leyes que la Santa Iglesia enseña. Debemos aprender de
Dios, que es perfecto, para parecernos día a día más a él.

Estoy perfectamente enterado de lo que enseña la Iglesia. No hace


falta que me des lecciones. Parece ser que tu orgullo sigue siendo más
fuerte que tu respeto hacia la autoridad.

No, Padre abad, no os estoy faltando al respeto, sólo estoy


diciendo que lo que yo enseño a mis discípulos está contenido en la
Santa Biblia y que, por ello, no es ninguna herejía transmitirlo a los
oídos ávidos de conocimiento.

Bien sabéis que no todo el mundo puede leer la Biblia; puede ser
fuente de interpretaciones erróneas como la que ahora defendéis. Con
ello precisamente demostráis la bondad de la medida de prohibir leer ese
santo libro a personas no preparadas. Sois el vivo ejemplo del mal camino
que puede tomar alguien que malinterprete las Sagradas Escrituras.

Con todo respeto, Padre abad, creo que no hay ninguna mala
interpretación. Simplemente me limito a transmitir lo que,
literalmente, está contenido en esos Santos libros. Y vos mismo
podéis ver el resultado en mis discípulos. No me negareis que son los
mejores chicos que hay en toda la abadía y, según las escrituras, por
sus frutos los conoceréis. ¿Verdad?.

Por Dios, dejad ya de citarme los libros sagrados. Los conozco


mucho mejor que vos. Y debéis recordar que me debéis obediencia en
todo lo que os mande. Son vuestros votos.

Mis votos los hice ante el Señor y mi obligación es transmitir su


verdad ante todo. Lo que vos me ordenáis es que reniegue de lo que
Dios enseña y transmita a mis discípulos las mentiras que se enseñan
normalmente para mantener en la ignorancia a los pueblos.

¿Cómo os atrevéis...?.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Lo que vos me ordenáis es que deje de servir a Dios para


convertirme en un servidor de las fuerzas del mal.

Insolente hereje... .

Lo que vos me ordenáis es que obedezca las consignas de


maniatar al pueblo para que éste siga las órdenes de sus señores sin
rechistar, porque, según vos ésa es la voluntad de Dios. Y yo os digo
que la voluntad de Dios es que seamos libres, que sigamos
voluntariamente Su camino y que precisamente su camino es el
amor y la igualdad entre todos y nunca la obediencia ciega a unas
leyes impuestas por el hombre, ciego de poder y obnubilado por el
dinero.

Hermano Damián, ya veo que por vuestra boca esta hablando el


mismísimo demonio. Desde este mismo momento os retiro los hábitos y
os expulso de mi orden y de mi abadía. Os declaro hereje y proscrito de
la cristiandad. Por el poder que me ha sido otorgado y, en nombre de
Dios, os expulso de la Santa Madre Iglesia. Marchaos de aquí
inmediatamente o daré orden de que os hagan preso y os sometan al
juicio de la verdad, a vos y a todos vuestros discípulos.

El poder que os ha sido otorgado lo ha sido por los hombres,


unos hombres tan ignorantes como vos y, ante el poder de Dios,
nada puede hacer. Pero, aunque no temo al juicio de la verdad, os
haré caso y me marcharé ahora mismo de éste lugar puesto que no
quiero causar ningún daño a esos jóvenes que ninguna culpa tienen
de vuestra obcecación.

Con gran dolor en su corazón, Damián – que ya no el hermano


Damián – fue a recoger sus pocas pertenencias de su celda y se dispuso a
partir hacia dónde Dios quisiera llevarle.

Mientras se encontraba en su celda, orando para pedir fuerzas en


esa nueva etapa, unos golpes sonaron en su puerta.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Eran un grupo de sus discípulos que querían hablar con él. El más
atrevido de ellos le dijo:

Hermano, hasta nuestros oídos ha llegado parte de lo que ha


ocurrido en vuestra conversación con el abad. Nosotros no creemos que
sea ningún hereje puesto que nada de lo que nos ha enseñado contraviene
las escrituras. Creemos que quien está equivocado es el abad. Por ello,
venimos a pedirle que nos deje acompañarle en el exilio. Queremos ir con
vos y seguir aprendiendo de su sabiduría.

Os agradezco de todo corazón ésta confianza que me


demostráis, pero os he de advertir que si me seguís muchos peligros
os acecharan, nada será fácil e incluso podría peligrar vuestra vida.
Las herejías se pagan muy caro normalmente.

Ya lo sabemos, pero después de lo que hemos aprendido con vos,


todos nosotros estamos de acuerdo en que no podríamos seguir viviendo
como todo el mundo. Preferimos morir por lo que creemos que vivir en la
hipocresía y la falsedad. Además, como vos mismo decís, la muerte no es
nada más que un paso hacia la verdadera vida, así que ¿porqué habríamos
de temer que nos matasen?.

He de deciros que me sorprendéis. No esperaba que hubierais


asimilado tan bien mis lecciones. Tan grata sorpresa me alivia el
corazón. Temía que hubiera perdido el tiempo, enseñando cosas a
quien no podía entenderlas. Ahora veo que sois incluso mucho mejor
de lo que pensaba. Gracias a todos. Vuestra compañía será de
agradecer en las duras jornadas que nos esperan. Pero, recordad, si
cualquiera de vosotros desea quedarse o tiene miedo de lo que puede
pasar, es libre de quedarse sin ninguna reconvención por parte mía.
Lo entenderé perfectamente.

Y con esas palabras se terminó la conversación. Todos los que


decidieron ir con el se aprestaron a regresar a sus celdas para recoger sus
pertenencias y estar listos para la partida.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En cuanto todos estuvieron listos, sin despedirse de nadie para


evitar problemas más graves todavía, salieron por una de las puertas
laterales de la abadía.

El guardia, que ningún conocimiento tenía de los sucesos


anteriores, les dejó pasar creyendo que se trataba de una más de las
salidas que Damián efectuaba diariamente con sus discípulos,
simplemente se extraño un poco al ver que ese día había menos jóvenes
que otras veces. Pero, conociendo el extraño temperamento del hermano
Damián, se encogió de hombros y siguió con su tarea de vigilar el
portalón.

Cuando en la abadía se dieron cuenta de la desaparición de los


jóvenes discípulos de Damián, éstos ya se encontraban lejos de su
alcance. Pero, entre dichos jóvenes, estaban los hijos de varios señores
muy importantes y, éstos, en cuanto se enteraron de que se habían ido
siguiendo a un hereje, montaron en cólera y prepararon un pequeño
ejercito para ir a capturarlos. No podían permitir que un hereje hiciera
peligrar el alma de sus hijos.
Para ellos era inconcebible que ninguno de sus hijos hubiera
seguido de buen grado a ese sacrílego que osaba desafiar el poder de la
Santa Madre Iglesia.

Seguro que Damián los había encantado con algún sortilegio que
les anulaba la voluntad. Debían encontrar y matar al endemoniado.
Partieron mensajeros hacia todas las direcciones del reino para
poner éstas nuevas en conocimiento de todos los pueblos y castillos. Se
solicitó la ayuda de todos los señores y vasallos para poder encontrar al
hereje y sus seguidores, pero éstos parecían haber desaparecido como por
arte de encantamiento.

Entre tanto, Damián, que se había escondido en un profundo


bosque no muy lejano de la abadía, seguía impartiendo sus clases a sus
discípulos. Sabía que tenía que prepararlos para lo que se avecinaba.
Tarde o temprano los encontrarían y se tendrían que enfrentar a un
juicio por herejía.
Pág. 183
Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Conocía muy bien cómo eran esos juicios, verdaderas parodias de


un juicio real, y cómo solían terminar, aunque él no temiera a la muerte,
debía preparar a sus discípulos para poder afrontarla con serenidad.

Y así lo hizo, durante cinco meses, les fue instruyendo sobre las
grandes verdades de la evolución humana. Les habló del Reino de la Luz,
del Árbol de la Vida, de los frutos que debían recoger y de que la muerte
era en realidad el paso de un mundo al otro y que no debían temerla en
absoluto. Día a día iba tocando sus corazones con sus sabias
observaciones sobre los defectos que cada uno debía de superar y
también con las alabanzas hacia las virtudes en las que destacaba. Día a
día iba preparando a esos buscadores para enfrentarse al camino de la luz.

Pero sabía que faltaba la prueba final.

Y esa prueba llegó.

Al quinto mes de su obligada desaparición, un discípulo díscolo, el


que más dificultad tenía en aceptar lo que él decía, le hizo una
observación delante de todos que le obligó a tomar una decisión:

Hermano, tú siempre dices que no debemos temer a la muerte


porque sólo es un paso al otro mundo. ¿No es cierto?.

Sí, claro. La muerte no tiene importancia alguna. No hay


porqué temerla.

Entonces, dime, ¿porqué le temes tú?.

Yo no temo a la muerte en absoluto. ¿De dónde sacas que le


tengo miedo?.

Si no le tuvieras miedo no estaríamos ahora escondidos. No habrías


escapado de la abadía ni te hubieras convertido en un fugitivo temeroso.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Yo no temo a la muerte, ni al abad, ni a nadie de este mundo;


pero si me hubiera quedado, no hubiera podido enseñaros nada
más. Hubiera sido separado de vuestra compañía y nadie de
vosotros habría continuado por el camino que ahora transitáis.

Ya, claro. O sea que lo habéis hecho por nosotros y no por temor.

Así es.

Es un poco difícil de aceptar, ¿no creéis?.

Es posible, pero es la pura verdad. De todas maneras ya veo


que alguno de vosotros no termina de creerlo así que, como veo que
necesitáis una prueba, mañana la tendréis.

Y con estas misteriosas palabras, Damián les dio la espalda. Los


discípulos se quedaron sin saber qué hacer. No terminaban de entender
qué quería decir su maestro con que tendrían una prueba al día siguiente,
pero una oleada de aprensión recorrió todo el grupo. Los susurros y
conversaciones entre corrillos continuaron hasta muy entrada la noche,
hasta que el cansancio les venció.

A la mañana siguiente, al despertarse, uno de los discípulos se


acercó hasta donde dormía Damián para pedirle consejo sobre una duda
que tenía y en su jergón no había nadie, estaba claro que no había
dormido allí esa noche. Agitado, corrió comunicárselo a los demás.

La confusión se apoderó de todos, menos de uno de los discípulos;


éste, alzando la voz para ser oído, les contó que Damián, la noche
anterior le había llamado a un aparte en donde le contó sus planes; le
pidió que le despidiera de todos y cada uno de ellos, recordándoles sus
necesidades de aprendizaje para continuar avanzando y les comunicaba
que esa misma noche se había ido a entregar a la abadía para que
pudieran constatar que la muerte no tenía ninguna importancia y que no
debían temerla; que a lo único que debían temer era a quedarse
estancados y no avanzar.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

El pánico se apoderó de todo el grupo y estuvieron mucho rato


discutiendo sobre lo que deberían hacer ahora. Unos temían que, con la
tortura, Damián contase en la abadía dónde se encontraban ellos y,
seguramente, les vendrían a buscar inmediatamente para hacerlos presos.
Otros intentaban hacer planes para rescatarlo de la muerte segura que
representaba haberse entregado. Otros, simplemente lloraban por su
pérdida.

Al final, uno de los discípulos más serenos tuvo una idea. Podrían ir
disfrazados hasta la abadía para ver cómo se encontraba Damián. Si nadie
los reconocía no debían temer nada. La propuesta fue aceptada por todos
y rápidamente se prepararon para la partida. En cuanto terminaron de
disfrazarse, ni ellos mismos se reconocían entre sí.

El largo camino hacia la abadía se les hizo corto, tal era el frenesí
que les recorría el cuerpo. Y, antes de darse cuenta, ya se encontraban
frente a la enorme puerta que daba paso al patio principal de la fortificada
abadía.

El continuo entrar de campesinos hacia la abadía, cosa poco


frecuente en días normales, hizo que uno de ellos preguntara a una mujer
que parecía tener menos prisa que otros en entrar el porqué de aquel
trasiego de gentes a lo que ella les contestó que era para poder presenciar
la quema de un hereje que habían podido capturar la noche anterior y que
si les interesaba verlo debían darse prisa puesto que faltaba poco para la
ejecución.

Aterrorizados, entraron mezclándose con el gentío que abarrotaba


el patio y se fueron acercando hasta la pira que se encontraba en el
centro.
Su corazón se les heló al ver, encima de la montaña de leños a su
querido hermano Damián con los ojos cerrados y la cabeza ladeada. Se
veía que lo habían torturado y si no fuera por las ataduras que lo ataban
al tronco y lo mantenían firme, seguramente no se tendría derecho.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Cuando todos los discípulos se hubieron colocado, en silencio,


delante de Damián, éste levantó la cabeza, abrió los ojos y los miró. Uno
a uno les dedicó una sonrisa y después levantó los ojos hacia el cielo y
gritó:

Dios mío. Gracias, porque voy hacia ti.

En ese momento, y con la intención de que no pudiera decir


ninguna herejía más, el propio abad encendió la pira. Ni un solo grito de
dolor salió de la garganta de Damián. En pocos minutos la hoguera había
calcinado su cuerpo. Pero, ninguno de sus discípulos tenía la más leve
duda sobre que a su alma ni tan siquiera la habían arañado.

Lentamente, uno a uno, se fueron quitando sus disfraces y se


presentaron ante el abad.

Su camino había sido aceptado, la muerte había sido vencida.

La injusticia ya no tenía la primacía.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

SEPTIMO FRUTO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

B uscador, nació un frío día de febrero. Tenía mucha prisa


por nacer, había tanto que hacer que no deseaba esperar ni
tan siquiera a que saliera el sol, así que le dijo a su madre
que ya era hora y empezó a salir sin esperar respuesta.

Como su madre no estaba muy de acuerdo en que viniera a este


mundo – representaba algunos serios problemas su manutención al haber
ya otro hijo, nacido ocho años antes - tampoco creía tener obligación
para esperar a una hora más cómoda para su madre.

Haber esperado hasta la madrugada del día ya era suficiente para la


impaciencia de Buscador. Su primer grito terminó de despertar a los que
todavía dormían en la casa.

Su primer grito de afirmación: he nacido.

Al clarear el día, los almendros en flor, perfumando el ambiente,


presagiaban que alguien especial había nacido, pero ello pasó
desapercibido para la mayoría de los vecinos del barrio. En el barrio
judío, con sus estrechas calles, el viento y la humedad hacían que nadie se
entretuviera lejos del calor del hogar si no quería pasar frío.

Sólo Oro, que se encontraba al lado de Buscador, aunque pocos


podían verle, era cómplice de ese acontecimiento. Él sabía que había
llegado la última vida para Buscador y se sentía feliz por ello.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Siempre existía la posibilidad de que, Buscador en su olvido


momentáneo, lo estropeara todo y volviera a perder el tiempo como ya
había ocurrido anteriormente, pero Oro tenía mucha fe en lo que
Buscador había asimilado ya.
Estaba seguro, Buscador recogería su séptimo fruto y podría
regresar al Reino...

No estés tan seguro de que voy a conseguirlo, Oro. No sé ni


cómo se maneja éste cuerpo.

Es lógico, Buscador, todavía no lo dominas bien. No es como los


otros que has tenido. Es mucho más refinado y su sistema nervioso no
funciona igual que los que has conocido. ¿No te acuerdas de los primeros
pasos que diste en tu anterior vida, en cómo te caías y cómo te enfadabas
porque no lograbas coordinar tus piernas?.

No, no me acuerdo de ello y te aseguro que es muy embarazoso


estar dentro de este cuerpecito y no lograr que te obedezca. Mírame,
seguro que parezco un payaso.

Algo de risa si que das, pero, si te soy sincero, creo que has
escogido un hermoso cuerpo, muy adecuado para lo que quieres realizar
ahora.

Gracias, pero ahora esto no me sirve de consuelo alguno.

Y así siguieron hablando entre ellos mientras los padres de


Buscador observaban los juegos de manos, las patadas, las muecas y los
balbuceos que su hijo, recién nacido, efectuaba. Para ellos, eran simples
movimientos sin sentido, pero les parecían hermosos, muy hermosos.
Si hubieran podido oír la conversación de su hijo con su guía,
quizás se hubieran asustado; su religión no aceptaba la posibilidad de la
reencarnación y, como buenos judíos, no dudaban de las enseñanzas de
los rabinos. Pero, por suerte para ellos, Oro era invisible e inaudible para
todos, menos para el pequeño, o, mejor dicho, para Buscador, que se
encontraba en el cuerpo del pequeño.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Quizá, su hermano, aunque no pudiera ver a Oro, intuía que esa


cosa menuda que pataleaba mientras balbuceaba mirando hacia la pared
no estaba haciendo dichos ruidos porque sí.

Su corazón le decía que su hermano era realmente especial.

Josiph - así habían decidido los padres que se llamaría el hijo que
acababa de nacer - pronto dio muestras de ser algo diferente. Mes a mes
iba creciendo y demostrando una inteligencia poco habitual.

Su precocidad la demostraba en muchas cosas; en su facilidad para


aprender a caminar, a hablar y, más tarde, en la escuela, en la rapidez con
que aprendió las lecciones que se le impartían. Josiph tenía prisa por
aprender, quería aprender lo más rápidamente posible y no escatimaba
medios ni tiempo para conseguirlo. Y el amor y entrega de su hermano
eran de considerable ayuda para esa labor.

Año tras año, el afecto entre los dos hermanos crecía y se hicieron
inseparables. Lo compartían todo y el amor de su hermano era la
principal energía en la que Josiph se apoyaba. Su avance era imparable.
Su simpatía y confianza en sí mismo le hacían destacar sobre los demás y
ello lo enorgullecía.

Pero, a medida que iba creciendo su orgullo, se iba oscureciendo su


conexión con Oro. Cada vez le resultaba más difícil ver a su guía y,
finalmente, su conexión se rompió totalmente. A partir de entonces, sólo
esporádicamente veía a Oro en sueños. Poco a poco el recuerdo de quien
era realmente y qué había venido a hacer a la Tierra se fue desvaneciendo
y sólo le quedaba un vago sentimiento de ser algo especial.

Al perder los consejos de Oro y la conexión con el reino de la luz,


Josiph fue haciéndose más y más egoísta y orgulloso, tanto que existía el
riesgo de que, como ya había sucedido, perdiera la posibilidad de recoger
el fruto en esa vida. Incluso su relación con su hermano se enturbió.
Josiph empezó a aprovecharse de la entrega de su hermano mayor y a
abusar de su cariño.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Poco a poco se fue convirtiendo en un pequeño tirano hasta que,


para poder evitar lo peor, Oro tuvo que tomar la decisión de intervenir en
los acontecimientos.

No fue nada difícil en verdad. Sólo tuvo que contactar con otros
buscadores que sí mantenían la conciencia de lo que habían venido a
hacer, entre los que se encontraba el hermano mayor de Josiph, y
establecer un plan de ayuda para él. Y el plan que decidieron poner en
práctica era excelente.

Realmente era el mejor desde el punto de vista de la tarea que había


venido Josiph a realizar, pero, seguramente, no sería del agrado de su
personalidad puesto que implicaba muchas correcciones a sus numerosos
defectos, correcciones que en algún caso serían bastante dolorosas.
Una vez ultimados los detalles, se empezó a poner en práctica, y
empezó el calvario de Josiph.

En pocos meses, su vida sufrió una serie de cambios importantes.


En primer lugar, su hermano tan querido, sufrió una misteriosa
enfermedad que acabo con su vida. Al principio, Josiph no podía
entender el concepto de muerte y siempre esperaba que su amado
hermano volviera pero, al ir pasando el tiempo y ver que no regresaba,
empezó a enterrar dentro de sí mismo el dolor que ello representaba.
Cuando lo consiguió, el mundo era mucho más gris que antes y
pocas cosas le interesaban de él.
Día a día se iba volviendo más introvertido, más encerrado en sí
mismo.

Pero, aún faltaba el último toque para que el desarrollo del plan
ideado por Oro se cumpliera totalmente.
La última sacudida.

A la edad de nueve años, Josiph fue cambiado de colegio y allí


empezó su verdadero calvario. Hasta ese entonces, casi todos los
sufrimientos que había padecido habían sido los que él mismo, en su
huida hacia el interior, se había provocado.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Pero ahora empezó a recoger los amargos frutos del rechazo social.
Sus nuevos profesores, con toda la buena intención del mundo,
intentaron forzarle a desarrollar su inteligencia y su aprendizaje mediante
unos métodos algo dolorosos; queriendo provocarlo para que intentara
superarse, lo insultaban a menudo y delante de los demás compañeros.

Aunque la intención de dichos profesores fuera buena, en Josiph


dicho sistema consiguió el efecto contrario. Él ya había aprendido a
enterrar cualquier dolor que se le causara, de ésta manera no lo sentía. Y
eso precisamente fue lo que usó contra los que él sentía como injustos
ataques de sus profesores. Su orgullo estaba a salvo.

El resultado fue una introversión mucho más acusada todavía y


Josiph terminó sus estudios con una personalidad fuertemente dividida;
una parte de él seguía sintiéndose especial y diferente a los demás pero
otra parte se sentía inferior a cualquiera e incapaz de hacer reivindicar sus
deseos o derechos ante nadie.

Su vida era un completo fracaso.

A sus dieciséis años se sentía vacío, sin ninguna meta a conseguir


que pudiera considerar importante.

La frase que más se repetía a sí mismo era la que un día le dijo uno
de esos odiados profesores: “Eres una rata. Nunca serás nada en la vida”.
Y Josiph lo creía firmemente. Sus pensamientos, a menudo
rondaban cerca de la idea del suicidio. Pero, ni tan solo la idea de
desaparecer le era atractiva. Nada le importaba.
¿Nada le importaba?.

Eso no era del todo cierto.

Había una cosa que seguía atrayéndole con insistencia, sin que él
supiera el porqué: aprender.
Para Josiph, aprender era la palabra clave. Lo único que daba
sentido a la vida.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Aprender cualquier cosa, no importaba mucho el qué. Simplemente


aprender.

Y, falto de otro aliciente para su vida, se dedicó en cuerpo y alma a


aprender de todo cuanto pudiera. Busco un trabajo para cumplir con sus
obligaciones sociales y que le permitiera vivir sin agobios. Y empezó a
devorar libro tras libro. Daba igual el tema, él quería saberlo todo,
deseaba aprender sobre todas las cosas del mundo, independientemente
de cuales fueran.

Como tenía una cierta predilección por las ciencias, empezó


aprendiendo sobre todo lo racional y científico, desde física y química
hasta meteorología o geología. Año tras año fue devorando todos los
libros que podía encontrar sobre cualquier tema que estuviera a su
alcance. Más adelante se dedicó a buscar otras ciencias menos
convencionales y se encontró con la astrología. Luego pasó a la
parapsicología y finalmente, desembocó en el esoterismo.

Para ese entonces, Josiph ya había cumplido los veintiún años y se


encontraba en plenas facultades, tanto físicas como mentales pero estaba
en franca desventaja respecto a otros chicos de su edad en lo referente a
sus facultades emocionales.
Si bien había desarrollado enormemente su mente y su cerebro, su
corazón se encontraba seco y árido.

Nunca había amado, salvo a sus padres en su infancia, a nadie en


este mundo. Estaba solo, se sentía solo, completamente solo. Pero no
sabía qué podía hacer para conseguir compañía. Los consejos de los
compañeros de trabajo sobre la necesidad de renunciar a sus principios e
ir a buscar el ligue en la discoteca eran imposibles de seguir para Josiph.

Le repugnaba imaginarse a sí mismo faltando a lo que le quedaba


de integridad para intentar conseguir novia. Prefería seguir estando solo
que venderse de esa manera. Además, ya tenía práctica en esconder sus
sentimientos. Realmente se le daba tan bien eso de reprimir sus
emociones que ni tan siquiera se daba cuenta de que lo hacía.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Oro, que nunca había dejado de vigilar la trayectoria de Josiph, y


que era quien se encontraba detrás de muchos de los sucesos,
aparentemente dolorosos, de su vida, decidió que ya era hora de empezar
a trabajar de firme en lo que había venido a realizar en esta tierra.

Y empezó la segunda parte de su plan.

Sin saber muy bien porqué, Josiph empezó a frecuentar los lugares
en donde se reunían los interesados en esoterismo y no tardó en formar
parte de un grupo que le inició en las técnicas de meditación y le
recomendaron lecturas específicas para su desarrollo.
Y, para asombro de los conocidos de Josiph, su desarrollo fue
vertiginoso. Él mismo estaba asombrado, prácticamente todos los libros
que le recomendaban los encontraba muy sencillos; sus amigos le
advertían que cierto libro era difícil de entender por su profundidad y él,
normalmente, lo entendía perfectamente en una primera y rápida lectura.

Parecía como si ya los hubiera leído anteriormente, aunque no


recordaba haberlo hecho nunca.
Sin él saberlo, el recuerdo de la sabiduría adquirida anteriormente
estaba, por fin, aflorando. Y a todo ello no era ajeno el buen hacer de
Oro quien, cada noche, cuando Josiph dormía, le aconsejaba e instruía
sobre los pasos a seguir para que su personalidad despertara del largo
letargo a que había sido sometida.

Noche tras noche, Josiph abandonaba su cuerpo y se iba al lugar en


donde podía encontrarse con Oro y con otros personajes que podían
instruirle, pero, al despertar, su conciencia era incapaz de recordar nada
de esos episodios. Ello explicaba que, aún sin recordar esos períodos de
aprendizaje intenso, en su conciencia ordinaria, Josiph tuviera esos
avances tan rápidos en su desarrollo.

La inquietud por su estancamiento, a todos los niveles, empezó a


roer su corazón y, a medida que pasaban los días, se sentía más
desgarrado entre lo que creía que se debía hacer y lo que realmente hacía
en su vida.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Se encontró convertido en un apóstol de lo que estaba


aprendiendo. No había persona conocida en su entorno a quien no
intentara convencer de las bondades de la filosofía y las teorías que estaba
aprendiendo. Parecía un fanático cualquiera. Incluso sus padres llegaron a
temer que se hubiera metido en una de las sectas de las que tanto se
hablaba en esos días.

Pero Josiph no había entregado su mente a ninguna secta. Lo que


ocurría era que despertaba al conocimiento de ciertas verdades que, para
él, ya eran incontestables y le parecía que debía hacer partícipe a todos
los que le rodeaban de esas verdades cósmicas que parecían tan obvias a
su mente actual.

Demasiado a menudo olvidaba que él mismo, hacía pocos años,


hubiera sido incapaz de comprender nada de todo eso y le hubiera
molestado bastante que alguien le insistiera en ello e incluso que, en esos
mismos momentos había un gran abismo entre lo que predicaba y lo que
practicaba. Todavía le faltaba recordar lo que había aprendido sobre el
equilibrio y el respeto hacia las necesidades de los demás.

Poco a poco, las nuevas enseñanzas iban penetrando en su vida.


Día a día se iban materializando en nuevos comportamientos y su sistema
de vida fue cambiando paulatinamente.

Su rechazo a la violencia le convirtió en un apasionado defensor del


vegetarianismo. Su defensa de cualquier vida le hizo pacifista y
enfervorizado ecologista.
Y ello, en lugar de hacerle más popular le fue convirtiendo en un
bicho raro al que sus compañeros de trabajo evitaban pera no hacerse
impopulares con los jefes. Pero, en esos momentos, Josiph ya no se sentía
solo. Había dejado de necesitar la aprobación de los demás para sentir su
importancia.
Las enseñanzas espirituales habían hecho mella en su corazón y
empezaba a vivirlas realmente. Sabía que estaba haciendo lo correcto,
aunque no tuviera ninguna idea de a dónde le conduciría ese camino.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Al cabo de un tiempo, cuando se sintió preparado, se atrevió a


probar lo que en los libros se llamaba un acto mágico; intentó que un
deseo suyo, fervientemente deseado por su corazón y con una intención
correcta, se cumpliera.
La energía seguía al pensamiento, decían esos libros. Quería
comprobar si era verdad.
Y lo comprobó.
Su deseo fue el de conocer a alguien, chico o chica ello no
importaba mucho, que quisiera compartir su camino. Alguien con quien
caminar juntos ese pedregoso e incierto sendero. Y lo consiguió. Su
ferviente deseo se materializó pocos días después con la aparición en su
vida de un joven que, pidiéndole un consejo profesional en el trabajo,
terminó por convertirse en su amigo del alma.

Desde el principio, la amistad con Andrés, fue algo especial. Había


un sentimiento entre ellos dos que trascendía a una mera amistad
ocasional.
Día a día, dicho sentimiento mutuo fue acrecentándose y se
convirtió en una sólida amistad. Habían decidido firmemente que ese
camino que, tímidamente, habían empezado cada uno por su lado, podían
hacerlo más fácilmente si se apoyaban mutuamente y se convirtieron en
amigos inseparables.
Josiph había reencontrado a su hermano del alma. El que había
perdido a sus cuatro años.

Pero, Oro, en su continuo apoyo a la consecución del fruto por el


que Josiph había descendido a la tierra, no había terminado todavía y la
siguiente acción fue conseguir que Josiph y Andrés conocieran a una
pareja, Pedro y María, que también intentaban seguir el mismo camino
espiritual. Otra vez, el impactante sentimiento de reconocimiento mutuo
fue avasallador. Antes de que nadie de los implicados pudiera darse
cuenta, sus vidas ya se hallaban fuertemente entrelazadas.

Josiph, que hasta ese momento no se había planteado la vida en


pareja, se encontró no conviviendo con una sino con seis personas.
Andrés, Pedro, María y los tres hijos de la pareja.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Una situación bastante desconocida dada su anterior experiencia,


pero, a la vez, llena de grandes oportunidades de aprendizaje.

Nuevas formas de relacionarse eran necesarias para afrontar los


retos de la vida en grupo. Y eso, salvo raras excepciones, no fue nada
fácil conseguirlo. Los roles clásicos de pareja, las luchas por conservar el
poder individual y las fuertes emociones que implicaba el roce diario
convirtieron rápidamente aquel principio de comunidad en un teatro
dramático en el que se encadenaban las situaciones límite con las mieles
del reconocimiento anímico amoroso.
Los constantes altibajos entre el gozoso sentimiento de tocar el
cielo con la terrorífica sensación de estar viviendo en el infierno fueron
modelando las personalidades de cada uno de ellos.
Odio y amor se vivieron intensamente. Y ello fue dejando su huella.

Ni que decir tiene que para Oro y los guías de los restantes
miembros del grupo, fue un período de intensa actividad.

Cada noche se reunían en sueños con ellos y planeaban qué hacer


los próximos días. Muchas veces, las decisiones tomadas en sueños eran
contestadas por la personalidad de alguno y se debían tomar medidas
correctoras. Fueron unos años agotadores para todos, pero muy
provechosos. El orgullo de prácticamente todos los componentes del
grupo fue barriéndose lentamente. La capacidad de trabajo con los demás
mejorándose poco a poco y el deseo de ayudar a mejorar las condiciones
humanas aumentando paulatinamente en todos.

Por el grupo también pasaron muchas personas, hombres y mujeres


que intentaron seguir el intenso ritmo que se vivía en él.
Algunos de ellos simplemente llegaron atraídos por la idea que se
tenía sobre las comunidades; un lugar en donde cualquiera podía tener
fácilmente relaciones sexuales libres y encima sin dar golpe; esos duraron
poco. Otros duraron más, pero todos terminaron por no aguantar la
presión y abandonaron la convivencia; sólo los cuatro que se habían
reunido en primer lugar continuaban firmes en su intención.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En el grupo, se intentaba llevar a la práctica las enseñanzas


espirituales que compartían y, constantemente iban a la búsqueda de
nuevas respuestas a las eternas preguntas que todos se hacían. Cursos,
conferencias, visitas a supuestos maestros, contactos con los hermanos
del cosmos, tarot, astrología... todo era válido para intentar hallar las
respuestas y, curiosamente, de donde más aprendieron no fue en lo que
se les decía en esas enseñanzas sino en lo que no se decía, en lo que
faltaba por decir.

Muchas fueron las vivencias, de toda clase, que se compartieron,


pero, cuando el trabajo a realizar en esa fase fue completado, el grupo
empezó a disolverse. Por unos motivos u otros. Lo cierto es que, después
de varias remodelaciones de las relaciones entre ellos, de las que no se
salvaron las relaciones de pareja, el grupo se disolvió por completo y
Josiph, se quedó como padre de tres hijos y como esposo de la única
mujer que había podido aguantar aquella profunda y, a la vez,
devastadora experiencia.

Se iniciaba una nueva etapa para Josiph, una etapa para la cuál
ninguna de sus experiencias con el grupo le había preparado: actuar como
esposo y padre, con todas las responsabilidades que ello conlleva.

Como siempre ocurría con su mente, una parte de él se sentía


orgulloso de sí mismo por haber conseguido ser aceptado por una mujer
de las características de su esposa, y por los que ahora eran sus hijos,
pero que en realidad eran fruto de las anteriores relaciones de su esposa.
Pero, en otra parte de su interior, se sentía incapaz de hacer frente a tanta
responsabilidad.
Él era, así se lo habían asegurado muchas personas anteriormente,
completamente inútil para llevar una vida familiar normal. Se sentía feliz y
desgraciado a la vez.
Y la contradicción le desgarró.

El miedo a no dar la talla lo atenazaba y lo incapacitaba para


reaccionar correctamente.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Josiph, intentó librarse de esa garra que le oprimía con todos los
sistemas que conocía, y eran muchos. En los largos años de aprendizaje
que anteriormente había pasado con el grupo, había aprendido numerosas
técnicas de control mental, relajación e incluso varios sistemas de
meditación. Según los maestros que las enseñaban, eran mano de santo;
pero según su propia experiencia, en estos casos de poco servían, o al
menos a él no le eran útiles.

De nuevo cayó en la trampa de su propia mente, las dudas sobre


sus capacidades sólo provocaban un incesante diálogo interno que le
incapacitaba para ejercer el menor cambio en su vida.

Cuanto más necesitaba desesperadamente transformarse, menos era


capaz de cambiar algo relevante de su personalidad.

El temor se transformó en una necesidad de seguridad y esa


necesidad poco a poco influyó en su cuerpo. Empezó a somatizar la
necesidad de protección en forma de grasa y su cuerpo respondió
engordando de forma alarmante. Su propia mente cerró el paso a las
posibilidades de contactar con Oro y con su benéfica ayuda.
Volvía a encontrarse en un callejón sin salida.

Los años pasaron y la situación fue empeorando paulatinamente,


aunque exteriormente nada funcionaba mal aparentemente - tanto Josiph,
como su esposa, habían aprendido a que su estado interior no afectara en
exceso a sus tareas en el mundo – en su interior la situación se iba
haciendo cada vez más tensa. Los desacuerdos abundaban entre ellos y
poco a poco su relación iba acercándose a un peligroso límite. Se
necesitaba un nuevo empujón que liberara de sus propias cadenas el
ánimo de Josiph.

Pero ésta vez el empujón tenía que venir de su propio interior.

Ya había conseguido la mayoría de edad espiritual y no se podía


permitir estar pendiente de una niñera, aunque fuera inmaterial o del otro
mundo, y Josiph lo sabía.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Cuando la situación se hizo insostenible, el mismo peso que lo


aplastaba se convirtió en un acicate para sacudírselo y tomó la decisión
tanto tiempo postergada: Buscador debía de salir.
Josiph debía morir para que Buscador naciera.
Y conscientemente se ofreció en holocausto para que esa maravilla
sucediera.

Una vez tomada la decisión y refrendada por una entrega total


realizada con el corazón, todo empezó a cambiar de forma
extremadamente rápida.
En su interior empezó a brotar, como nueva fuente, el amor. Un
amor que empezó a manifestarse primero con los más cercanos y que fue
propagándose en ondas concéntricas a los cada vez más lejanos.
Su miedo había sido barrido por la certeza de que todo estaba bien.
Si Buscador estaba con Josiph, Dios estaba con él y todo era
correcto.
La inseguridad sobre si seguía o no el camino correcto se sustituyó
por la certeza de que no era él quien caminaba sino Dios en él y éste no
podía errar.

Ya era hora de reemprender lo abandonado hacía tanto tiempo, la


tarea que tuvo que posponerse por necesidades de reajuste kármico y
para terminar de hacer limpieza de la personalidad. Y el camino a seguir
empezó a desplegarse muy pronto.
Nuevas amistades empezaron a aparecer por el horizonte.
Amistades que presagiaban algo más que un simple contacto esporádico.

Pero, de todo lo que estaba pasando tanto en el interior como en el


exterior de la vida de Josiph, había una cosa que, para él, era el verdadero
termómetro de su avance: Josiph, sentía, por primera vez en su vida, que
llegaría a la meta propuesta. No estaba seguro de cuanto tardaría pero
sabía con toda certeza que llegaría y muy probablemente antes de lo que
podía parecer.

Antes deseaba llegar, ahora sabía que llegaría.

Pág. 203
Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y empezó a asumir las indicaciones de su corazón. Debía liberarse


de las ataduras a todo lo que sintiera contrario a su misión. Y debía
cortar cualquier lazo con las personas a las que, por su carácter, había
estado frenando en su avance.

Por eso, decidió separarse de su esposa. Con gran dolor de su


corazón, pero con clara conciencia de la necesidad de libertad para ambos
hizo todos los pasos necesarios para emprender de nuevo su vida, la vida
que había dejado aparcada hacía ya veinte años para poder modelar su
carácter y aplacar su orgullo. La vida a la que se había abandonado
cómodamente y en la cual ya no podía aprender más.

Agradeciendo a su esposa todo el aprendizaje que había podido


tener en esos veinte años, se zambulló en la corriente de la vida como un
aprendiz, como un adolescente aprende sus pasos en el mundo: con
alegría y con miedo.

Y así empezó su nueva etapa; una etapa en donde debería poner en


práctica todos sus conocimientos. Ya no tendría a nadie que le
protegiera. Estaba solo.
¿Solo?
Eso no era del todo cierto.

Lejos estaba Josiph de sentirse solo. El universo lo amaba. El


amaba el universo y el universo le correspondía. Muchas veces cometía
errores y pagaba por ellos pero aún en medio de los problemas se sentía
acompañado por un amor profundo y omnipresente.
Podía comprobar diariamente cuan cierta era la ley que afirmaba
que lo que se da se recibe. Josiph daba, Josiph recibía.

Después de unos años, una noche, tuvo un sueño muy especial.

Al dormirse soñó que salía de su cuerpo y que se encontraba en un


lugar desconocido. Junto a él se encontraba Oro, su guía.

Pág. 204
Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Se encontraban en una especie de sala muy iluminada, pero,


aparentemente no había ninguna lámpara y la luz irradiaba de todas
partes; el suelo, el techo y las paredes. La iluminación era suficientemente
intensa como para ver perfectamente cualquier detalle sin que fuera en
absoluto deslumbrante y tenía una especial calidez que la hacía distinta a
cuantas conocía Josiph.

Se encontraba muy bien allí, pero tenía la sensación de estar


esperando algo y no sabía qué era por lo que se dirigió a Oro y le
preguntó:

Hola amigo, nos volvemos a encontrar otra vez, y esta vez en


circunstancias algo especiales ¿verdad?. Creo que estamos
esperando algo pero no acierto a adivinar qué es. ¿Podrías
explicarnos qué está pasando?.

Claro que puedo explicártelo, amigo mío, aunque creo que podrías
deducirlo tú mismo basándote en lo que ya sabes. De todas maneras será
mucho más rápido si os lo explico para los tres. Estás a punto de realizar
la unión.

¿Qué es la unión?. ¿A qué te refieres?.

Me refiero a la unión entre la personalidad y el alma; a ello lo


llamamos unión. Y, además, la conexión entre vuestra alma y el espíritu.

¿Pero, es que ya estoy preparado?. Yo no creo que esté listo,


me falta limpiar todavía muchas historias. – dijo Josiph -

Estás preparado para la unión. El que todavía tengas cosas que


solucionar es bastante normal. Pero ello no impide que el trabajo más
importante ya esté hecho. Lo que te falte ya lo irás arreglando sobre la
marcha. Debes saber que todos los trabajadores de la luz son necesarios
en estos momentos críticos para la humanidad y, aunque quizá en otros
momentos no se te hubiera considerado preparado, actualmente las
circunstancias obligan a pasar por alto ciertas imperfecciones.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

¿Tú crees que seré capaz de cumplir con esa responsabilidad?.


Tengo mis dudas respecto a mis capacidades.

Es posible que no seas capaz, en ese caso, dicha responsabilidad te


exigirá las correspondientes rectificaciones. Es muy duro, pero también
es una gran oportunidad para ti con la que puedes adelantar mucho en
poco tiempo.

Bueno, entonces ¿qué hay que hacer para conseguir esa unión,
o como se llame?

En éste momento lo único que debes hacer es recordar en tu


corazón la entrega que has hecho anteriormente. Has puesto tu
personalidad en manos de Dios, o lo que es lo mismo, del espíritu. Sólo
tienes que reafirmarte en esa decisión y abandonarte a él.

¿Sólo es necesaria esa decisión?.

Sí, sólo esa decisión. Pero recuerda todo lo que implica el


abandonar tu voluntad en manos del espíritu: tu personalidad ya no
existirá más que como herramienta en manos del alma para la
consecución de las metas del espíritu. Y ello obliga mucho. ¿Lo
entiendes?.

Sí, lo entiendo perfectamente.

¿Y lo aceptas?.

Sí, lo acepto completamente.

Bien, entonces entremos en la sala del reino.

Y, a la derecha de Oro, apareció una abertura en la pared, que daba


paso a otra sala. Josiph, siguiendo a su guía, entró en la enorme sala que
se abría delante de ellos.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Era una sala inmensa, redonda completamente y llena de una luz


blanca que irradiaba de todas partes y le hacía sentir que se encontraba en
lugar sagrado.

Como si fuera un anfiteatro, la sala tenía un espacio central circular


con el suelo de color violeta brillante y a su alrededor estaban dispuestas
unas gradas, de color dorado, que parecían preparadas para recibir una
multitud de espectadores.

Sin mediar palabra, Oro le condujo al centro de la sala, al espacio


circular. Le pidió que guardara silencio hasta que hubiera salido de la
sala, que abriera su corazón, no intentara buscar explicaciones con la
mente y no se moviera hasta que él se lo indicara. Con un gesto, Josiph
asintió y se concentró en realizar lo que Oro le había indicado.

Entonces, lentamente, empezaron a entrar unos seres


hermosísimos, que irradiaban una intensa luz y se fueron colocando en las
gradas. La quietud era total y no se podía oír absolutamente nada, pero
Josiph pudo darse cuenta de que el silencio no era tal. Al ir relajándose
pudo oír un sonido de fondo indescriptiblemente armónico. Era el sonido
del silencio, que se había hecho palpable para todos. Una a una, las
gradas fueron ocupándose por esos seres que se quedaban en silencio
contemplándolos. Sus ojos transmitían un inmenso amor hacia el.

En cuanto las gradas estuvieron llenas, Oro se acercó a él y se


colocó delante de Josiph, a unos tres metros de distancia.

Entonces Oro, se dirigió a Josiph y le dijo:

Buscador, te encuentras en el concilio del reino y estás a punto para


recibir de manos del Rey, la energía que te permitirá la unión. Éste
acontecimiento, el más importante de tu vida en la Tierra, conlleva gran
responsabilidad. Ya se te ha advertido anteriormente sobre ella. Ahora,
delante de todo el concilio y con tu corazón abierto, ¿reiteras tu
decisión?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

¿Te comprometes a trabajar por la luz y para la luz, por el Reino y


para el Reino, olvidándote de tus deseos personales en bien del grupo
mayor?.

Sí, me comprometo.

Entonces que la luz te consuma y te haga suyo eternamente.

Una vez hecho el compromiso, una luz blanca muy potente empezó
a descender desde la bóveda de la sala hasta la cabeza de Oro. Lo iluminó
totalmente, era tan brillante que su figura se desdibujó y desapareció en el
resplandor, se convirtió en una columna de blanca y perfecta pureza.

La sensación de sagrado poder invadió la sala.

Al cabo de unos minutos Josiph pudo observar que en la columna


luminosa que tenía delante, en el lugar que podría encontrarse el corazón
de Oro, un punto de luz dorada empezó a formarse y a crecer en tamaño.
Cada vez era mayor y más brillante hasta que alcanzó el tamaño de una
pelota. Parecía un sol dorado en medio de la blanca columna.

Casi no había tenido tiempo de centrarse de nuevo en su corazón,


para evitar usar la mente, siguiendo las instrucciones que le habían dado,
que un chorro de luz dorada muy intenso partió del corazón de Oro y le
alcanzó de lleno en su corazón. El fuego le invadió el cuerpo. El
conocimiento de que estaba siendo purificado le llegó arrasador. Cuanto
más intentaba entender lo que sucedía más sentía la sensación de estar
siendo quemado.

Una sensación de miedo lo invadió e, inmediatamente el dolor


aumentó. En su mente se formó la idea de que, en realidad lo estaban
destruyendo y ello lo alteró más todavía. La sensación de dolor iba
aumentando sin cesar. Pero, en un determinado momento, una intuición
irrumpió en su mente: todo estaba bien, lo que estaba siendo destruido
era precisamente su negación de la perfección; si se resistía habría dolor,
si se soltaba, el dolor cesaría.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Y habiendo comprendido eso, se abandonó a su destino. El dolor


cesó inmediatamente y fue sustituido por un relámpago de sabiduría.
Era cierto. Todo estaba bien.

Él era luz y la luz sería él eternamente.

Entonces pudo abrir los ojos y se vio a sí mismo como un ser de


luminoso, tan brillante como los que se encontraban en las gradas, como
Oro y los que se encontraban detrás de él...
Los que estaban detrás...

¿Cómo era posible que pudiera verlos?.

Seguía quieto en la misma posición que antes y no había girado la


cabeza en absoluto, ¿cómo era posible que viera a los otros guías como si
los estuviera mirando por sus ojos?. Y también veía las gradas en un arco
de 360 grados.

En su mente, un velo cayó, y, con asombro, comprobó que podía


ver a través de los ojos de todos los que estaban en la sala y participar de
sus pensamientos y sus emociones. Sintió el amor de ellos hacia él y entre
ellos, y compartió su amor por todos en toda su plenitud.
La felicidad embargaba su corazón. Eran uno. Lo que tantas veces
había leído y aceptado en su mente, ahora era la pura realidad.

Se habían unificado su personalidad y su alma; y el ser resultante


estaba unido con todos los seres de luz del reino. Lo sabía, lo sentía, lo
notaba.

Entonces se despertó.

Pero no tardó en darse cuenta de que no había sido un simple


sueño. Había sido realidad.
En su corazón, una plegaria de gratitud se elevó hacia Oro por su
inestimable ayuda. Y, esta vez, oyó claramente cómo Oro le decía que no
tenía importancia y que ya encontraría la manera de pagarlo.... .
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Desde ese día, su vida cambió. No es que cambiara radicalmente en


el exterior sino que la experiencia que había vivido le había transformado
de una manera que era inexplicable para los demás.

Ahora podía reconocer en los ojos de cuantos le rodeaban a su


misma esencia: la luz. Mediante el amor que sentía por ellos, reconocía
que amaban la luz y que su única meta era esa. Ya nada sería igual para
él. Aunque siguiera en el mundo y llevando una vida aparentemente
normal, nada sería igual, ni para Josiph, ni para nadie de los que
compartiera su vida con ellos.

Ahora era algo más que una persona, estaba unido con su Yo
superior y con su grupo de almas.
Su voluntad era una, la voluntad del espíritu.
Y su camino LUZ.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

REGRESO AL REINO

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

S e encontraba en la luz y junto a él un ser de luz. Sabía muy bien


quien era y le preguntó:

Bien, Oro, y ahora ¿qué hacemos?.

¿Qué es lo que quieres hacer?.

No, no... , soy yo el que te pregunta qué debo hacer a


continuación.

Lo que tú desees.

¿Es que no hay algo que quede por hacer ahora?.

Si claro, pero debes terminar de reunir los frutos del Árbol de la


Vida y eso no lo puedes realizar aquí, en la Tierra.

¿Los frutos?. ¿No he recogido los siete frutos?. ¿Es que hay
más?.

Claro que hay más. En el Árbol hay diez frutos y tu tarea es


recogerlos todos. Tú sólo has recogido siete, por lo tanto te faltan tres.
Pero te repito que no los podrás recoger en la Tierra.

¿En donde pues?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

En el Reino de la Luz; de donde vienes.

¿Entonces debo de volver al Reino?.

No es una obligación inmediata, pero, si deseas reunir todos los


frutos, sí que deberás hacerlo, tarde o temprano.

Siendo quien soy, ¿puedo escoger, no es verdad?.

Si, claro.... tu recuerdas ya quien eres ¿verdad?.

Totalmente. Soy el Príncipe del Reino de la Luz, el Hijo del


Rey. Y por ello mis prerrogativas incluyen poder decidir qué hago a
continuación. ¿No es así?.

Hasta donde yo sé, tienes toda la razón.

Si regreso al Reino, ¿qué pasará con mis otros hermanos, los


que también han descendido a la Tierra para recoger sus frutos?.

Que seguirán luchando por recogerlos, como hiciste tú


anteriormente.

Pero... , ¿no sería mejor que me quedase para ayudarlos?.

Evidentemente que siempre sería una buena ayuda si te quedases,


sólo que ello retrasaría tu regreso a palacio.

Y qué importa mi regreso ahora. Hay muchos hermanos míos


aquí abajo, en la Tierra, luchando duramente para poder recoger
sus frutos y, algunos de ellos mucho más atrasados en su tarea de lo
que puedo estar yo.
Si escucho a mi corazón, éste me dice que debo quedarme para
poderlos apoyar y ofrecer mi ayuda.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Tienes toda la razón, puedes ofrecerles tu ayuda; pero, recuerda


cómo tú mismo en tu encarnación como Nug te negaste a recibir ninguna
ayuda, ni tan siquiera me escuchabas a mí, tu amigo.
Sólo ambicionabas poder y dinero. Las trampas que hay en la
Tierra te absorbieron y te hicieron perder una vida entera para
solucionarlo.
Probablemente habrá muchos de tus hermanos que tampoco
querrán tu ayuda.
¿Estás preparado para que tus buenas intenciones caigan en saco
roto, para que te rechacen o, incluso que, en su ceguera, intenten hacerte
daño?.

Si, creo que estoy preparado.

Debes recordar que ahora se encuentran también a tu lado a todos


los que han llegado a este punto antes que tú, y los que han llegado
contigo.

Ah, claro. Los demás maestros que vi en el concilio.

Al haber conseguido la unión con el espíritu, puedes participar de


los planes que éste tiene para la Tierra y ayudar a realizarlos. También
puedes contactar internamente con cualquiera de los seres que ayudan a
dicha realización, tanto los humanos a los que llamamos maestros como
los que los humanos llaman ángeles o guías.

Tú eres uno de esos últimos, no eres como yo, ¿verdad?.

Tú lo has dicho. No soy un hijo del Rey, como tú. Pertenezco a


otra raza y así como tú estas recogiendo tus frutos mediante el descenso
a la Tierra, nuestra manera de recogerlos es ayudando a los humanos en
su periplo por la vida.

Entonces, ¿mientras yo recogía mis frutos, tú también estabas


recogiendo los tuyos al ayudarme?.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Exacto. Con los esfuerzos que tuve que realizar para poder
mantener el contacto contigo y lo que tuve que aprender para influir en la
Tierra, cuando era necesario, fui recogiendo poco a poco mis propios
frutos.
A medida que tú avanzabas, yo también crecía. En la cámara del
concilio, cuando tú recibiste la maestría, yo también me gradué. Ya no
soy el Oro que conociste, ahora estoy listo para continuar en el Reino
con la tarea de mi padre el Arquitecto y controlar los elementales para la
construcción en la Tierra de lo que necesites para esa labor que has
decidido llevar a término.

Ahora que ya hemos realizado la tarea por la que bajé a la


Tierra, estás libre del compromiso que adquiriste conmigo,
voluntariamente, para ayudarme; ¿seguirás conmigo o partirás para
el Reino?.

Yo me comprometí a ayudarte a recoger los frutos porque creía


que podías necesitar mi ayuda; al fusionarte conscientemente con tu
grupo interno entraste en contacto con toda la gran fraternidad de luz, así
que no estás precisamente sólo en la consecución de la Gran Obra. Ahora
ya no me necesitas. Pero he de admitir que tu decisión de quedarte en la
Tierra para ayudar a tus hermanos me va gustando más a medida que
pienso en ella y creo que podría continuar realizando mi labor a tu lado.
Si, me quedaré a tu lado.

A mí me ocurre lo mismo, cuanto más reflexiono sobre la


Tierra, más creo que mi lugar está en ella. Al menos durante un
tiempo. Así que, manos a la obra, ya regresaré al Reino cuando haya
terminado de ayudar a nuestros hermanos.

Y, durante muchos, muchos años, continuó en la Tierra, realizando


calladamente su labor; ayudando en lo posible a todo aquel que buscaba
avanzar en su camino y apoyando la recogida de los luminosos frutos del
Árbol de la Vida.

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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos

Finalmente, cuando decidió regresar al Reino a recoger los tres


frutos que le faltaban para volver al Palacio Brillante, junto a su padre, el
Rey, tuvo que afrontar nuevos retos... pero eso habremos de contarlo en
otra ocasión.

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