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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
CAMINO DE RETORNO
La búsqueda de los frutos
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
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INDICE
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
Josep Gimbernat
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PRIMER FRUTO
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Su padre, Shaní, era el jefe de la tribu de los Ashim, 'Los que tienen
Fuego', la más poderosa de la Tierra en esos momentos y su madre Mim
era la Sacerdotisa de la tribu.
Debo de añadir que a la Tierra, en esos momentos no se la conocía
por ese nombre sino por el de Milkoth, que significa en su lenguaje 'La
cueva del aprendiz'.
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Era una vida realmente difícil y solo los más fuertes podían aspirar
a vivir algunos años; los enfermos raramente sobrevivían mucho e incluso
los fuertes envejecían rápidamente y a los treinta años ya eran
considerados viejos. Muy pocos vivían mucho más de cuarenta años.
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Para conseguir hablar con ese dios, le enseño un ritual especial que
le permitiría lograrlo; debía ir cada día a la cima de una montaña que
había cerca de allí, la montaña sagrada, y en la puesta del Sol, sentarse de
cara al sol poniente, cerrar los ojos y llamar de corazón a ese ser. Una
vez hecho esto, manteniendo los ojos cerrados, escuchar en su cabeza la
respuesta que tarde o temprano le llegaría.
Así lo hizo Efud desde ese mismo día. Cada puesta de Sol
encontraba a Efud sentado en la cima de la Montaña Sagrada intentando
comunicar con el misterioso Ser que se le aparecía en sueños.
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Hijo mío, por las palabras que te dijo el Ser de luz y que tú me
has contado, creo que no se refería a crecimiento de tu cuerpo sino
de tu espíritu. No se trata de ser más alto realmente sino de que
debes crecer en tu manera de ser, debes madurar y dejar de ser
como un niño. Todos los hombres, aunque crezcan en su cuerpo y se
hagan altos y fuertes, deben madurar para alcanzar la sabiduría, de
lo contrario sus actitudes y sus maneras de comportarse siguen
siendo las de un niño. Obsérvate a ti mismo en todas las situaciones,
analiza los motivos por los cuales actúas así y reflexiona sobre si esa
es la manera más adecuada de comportarse. Es el trabajo de toda
una vida, pero cuando alcances la meta sabrás que ese esfuerzo vale
realmente la pena.
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Una vez tomada esa decisión, esa misma noche tuvo un sueño en el
que se vio ante el Ser de Luz que le mostraba el Árbol de la Sabiduría y
que le sonreía contento.
Pasaron los años y Efud se quedó sin amigos, sin nadie a su lado
excepto sus padres y eso lo entristeció.
Hijo mío, cada día te veo más triste. Ya me has contado más de
una vez, cual es el motivo de tu aire reflexivo y de tu cambio de
manera de actuar, pero eso no me parece motivo de tu tristeza.
¿ Qué te ocurre?.
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Esa misma noche volvió a soñar con el Ser de Luz que le sonreía y
le enseñaba la Montaña Sagrada. Al despertar, Efud comprendió que se le
indicaba que debía de reanudar el contacto con Oro subiendo a la
Montaña en la puesta de sol, tal como lo había hecho anteriormente y así
lo hizo.
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Por aquel entonces, Shaní, su padre, ya era muy viejo y debía ceder
el puesto de Jefe de los Ashim a un sucesor. Este sucesor podía
nombrarlo él y era normal que nombrara a su hijo, pero existía el peligro
de que si el nombrado no era suficientemente fuerte y sabio para ejercer
de Jefe, fuera retado por otros aspirantes a la jefatura. Y ocurrió que
aunque todo el mundo sabía que Efud era fuerte, como últimamente no
hacia gala de su fuerza ni de sus habilidades, algunos jóvenes creyéndose
más fuertes que Efud, le retaron a lucha. Efud buscó consejo en su
madre, la Gran Sacerdotisa.
Pero por otro lado, creo que los que me sucederían no tienen el
suficiente buen juicio para gobernar correctamente la tribu y quizás
debería de intentar mantenerme en el puesto por el bien de los Ashim.
¿ Qué me aconsejas?.
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Pero en cambio sí que había visto que algunos de los jóvenes que
crecían bajo su mandato estaban empezando a seguir sus pasos en la
búsqueda del conocimiento y a esos dirigió sus últimos esfuerzos para
ayudarles y animarles, evitando que dejaran lo que habían empezado.
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Tenía diez ramas y las siete más bajas terminaban en un fruto cada
una, un fruto dorado. Era el Árbol de la Sabiduría, el Árbol de los Siete
Frutos, y por fin estaba a su alcance. Al irse acercando, notó que su
cuerpo iba creciendo hasta hacerse tan alto que pudo alcanzar sin
dificultad la primera rama y coger el dorado fruto que pendía de ella.
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SIN TIEMPO
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Entonces reparó en el otro Ser de Luz que estaba con ellos y lo que
le más le llamó la atención era que, a pesar de ser luminoso como ellos,
tenía puesta una vestimenta de color oscuro como la noche y ello le daba
un aspecto muy extraño. Por ello se dirigió a él y le preguntó:
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SEGUNDO FRUTO
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Moa, esposa mía, el mar está cada vez más encrespado y hay el
peligro de que no podamos ver salir de nuevo el sol ; ¿ no crees que
sería mejor el volver y esperar a que amainen los vientos para abandonar
la isla ?.
Una niña que acababa de nacer; su noveno hijo, que, a pesar de que
los ocho primeros hijos eran varones, el noveno era hembra: era una niña.
Miró a Moa y ella le sonrió.
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Shon les explicó lo que les había ocurrido y a su vez les preguntó
dónde se encontraba y si podría quedarse a vivir allí ya que se había
quedado sin casa ni tierra.
Así fue que se instalaron en Ysoda, Shon, Moa y sus nueve hijos.
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Gran Madre Moa, tanto las historias que nos habéis contado sobre
vosotros como vuestra llegada a esta isla hablan de los favores que tiene
la Diosa hacia ti y las profecías que, desde que has llegado, has hecho lo
demuestran más firmemente. Todos así lo creemos y te pedimos que en
bien de los Quirbam y de Ysoda aceptes este cargo.
En ti confiamos.
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Son era realmente todo un líder, su ideal era ser el jefe de la tribu
para poder poner en práctica todo los proyectos que le bullían en la
cabeza, proyectos que, todo hay que decirlo, eran muy viables,
razonables y rápidamente admitidos por todos los que le escuchaban.
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Poco mas tarde, Son fue nombrado jefe de la tribu por el anciano
jefe que, viendo como se encontraba ya muy débil y cómo la fama de Son
iba en aumento, creyó oportuno pasar la jefatura de la tribu de los
Quirbam a ese hombre tan admirado.
Y sin decir nada más se alejó del lugar para pasear por la playa y
poder reflexionar sobre todo ello. Al volver, sus padres habían muerto.
Fueron unos años muy difíciles para Levanah; ella que valoraba la
independencia por encima de todas las cosas tuvo que aprender a estar
atada a muchas personas y no poder hacer prácticamente nunca lo que
deseaba. Ella que menospreciaba las emociones, se encontró amando a un
hombre, y además con nueve hijos a los que amaba muchísimo a pesar de
que le encadenaban su libertad.
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Son había llegado a ser muy importante para la tribu; siendo su jefe
y con la iniciativa que le caracterizaba había impulsado fuertemente el
avance en todos los aspectos que mejoraran la vida y el primero en el que
se ocupó fue el de la agricultura, todavía muy rudimentaria y con graves
dificultades para asegurar la subsistencia de los Quirbam.
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Una vez despierto Son, al terminar de oír el relato del sueño que
Levanah había tenido, lo primero que se le ocurrió fue decir que los
sueños no servían para nada y que era de locos el hacerles caso, pero ante
la insistencia de Levanah, al final terminó por convocar un consejo
urgente del poblado a pesar de ser de noche y a altas horas de la
madrugada.
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Para Levanah, fue horrible pues en medio del fragor del terremoto
pudo ver como, al correr ella para su casa para salvar a sus hijos, el
terreno en donde estaba construida su choza se hundía en una grieta
abismal llevándose consigo la choza y a sus nueve hijos hacia las
profundidades de la tierra.
Así empezó una nueva vida para Levanah y Son. Para Son, empezó
la tarea de reconstruir totalmente el poblado destruido por la violencia
del terremoto y de reestructurar de nuevo la agricultura y los sistemas de
aprovisionamiento de la isla que habían quedado desmantelados al
partirse en tres trozos el terreno habitable o cultivable.
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Cada vez logró ver con más claridad a ese ser y pudo darse cuenta
de que no era un ser humano como los demás, no lo veía nunca como
veía a su madre; siempre estaba mucho más resplandeciente, como si
estuviera hecho de luz y no de carne o de ningún otro material del que se
puede encontrar en la tierra.
Y además se comportaba muy diferente a su madre en los sueños
en los que se le aparecía.
La tristeza era tan profunda que tuvo que sobreponerse con una
enorme fuerza de voluntad para evitar caer en una melancolía que le
anulaba y le incapacitaba para realizar sus tareas de Sacerdotisa.
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En verdad tuvo que hacerse fuerte, muy fuerte; pero tuvo que
desarrollar un tipo de fortaleza diferente de la que ella hasta ese momento
había considerado como fuerza o fortaleza : la fortaleza interna, que
ningún desastre externo puede conmover.
Hasta el día en que perdió a sus hijos, nada realmente grave le había
sucedido y por ello, la fuerza que ella creía tener se refería a la que había
provocado su independencia y rechazo de las órdenes de nadie, incluidas
las de sus padres en su juventud. Poco a poco, se fue dando cuenta de
que esa actitud no era de fuerza sino de rechazo y obstinación, que la
verdadera independencia y la verdadera fortaleza estaban en la tranquila
aceptación de las situaciones por las que atravesaba en su vida y en el
desapego hacia sus deseos.
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Mi buen amigo, ¿cómo puedes decir que no has hecho nada? ¿No
te basta toda una vida de esfuerzo en la tierra para merecértelo?
Claro que lo has recogido, pero has de saber que ese fruto no es un
fruto corriente. En realidad es una parte de ti que estaba dormida y que
por tus esfuerzos está despertando.
Lo que haces en la tierra es aprender lo necesario para despertar
esa fuente de luz que se encuentra dentro de ti.
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Claro que si, pero recuerda que están dormidos y que sólo
mediante la experiencia en la tierra podrás despertarlos. Tú eres el
verdadero árbol y tú eres el que estás floreciendo y madurando tus
frutos.
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TERCER FRUTO
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Y los dioses le habían oído; cuando Isis se dejo ver por el cielo bajo
su disfraz de Luna menguante, las fiebres de Omam, su esposa, habían
empezado a ceder y empezó el proceso de parto normalmente. Y justo
cuando el carro de Osiris salió por el horizonte empezando el nuevo día e
inundándolo todo con su luz dorada, Buscador volvió a nacer.
Dos hijos había tenido ya Omam, aparte de las seis hijas, pero los
dos nacieron muertos inexplicablemente, víctimas de las artes negras de
los sacerdotes de Simáel. Ello explica la alegría de Shemer y sus súbditos
con el nacimiento de Kokab perfectamente sano.
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Siete largos años en los que nadie le vio excepto sus maestros, los
sacerdotes de Thot.
Siete años en los cuales el Hierofante, el Gran Sacerdote de Thot,
le enseño todo cuanto sabia, pacientemente, día tras día.
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Por ello es que nunca se transmitía ese conocimiento más que a las
pocas personas que se comprobaba que reunían los requisitos de entrega
a la Verdad y a los demás.
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Y así fue que, cuando Kokab cumplió los catorce años, ya estaba
preparado para cumplir con las tareas de Sacerdote de Thot: conocía
perfectamente el Ritual Ceremonial para realizar las tareas públicas del
templo y los divinos mandatos para poderlos transmitir al pueblo de Hud.
Cierto era que todavía no había hecho más que empezar a conocer
los misterios de la Magia Ritual, pero todavía le quedaban catorce años
más para aprender dichos conocimientos antes de poder ocupar el cargo
de Gran Sacerdote y además, a su lado estaría el actual Gran Sacerdote
para instruirlo en esta difícil y larga etapa.
A partir de ése día, con las nuevas funciones públicas que tenia a su
cargo, Kokab aprendió a dirigirse a su pueblo y a guiarlo en la Verdad
que le había sido encomendado transmitir. Y también, a partir de ése día,
empezó una nueva etapa para él, puesto que inmediatamente comenzó su
aprendizaje en el difícil arte de conducir a un pueblo, de gobernarlo. Para
ello contó con un nuevo instructor: Shemer, su padre. Diariamente,
Shemer iba al templo y pasaba unas horas con Kokab para instruirlo en
todo lo necesario para el buen gobierno de su pueblo y preparándolo para
dentro de siete años, cuando seria nombrado jefe de los Bení Elhimé.
Si, padre, pero nunca he estado en ese reino y aunque creo que
es cierto todo lo que me han contado, me resulta difícil de evitar el
dolor que siento por la muerte de mi madre.
Sigues sin querer reflexionar sobre tus propias palabras y veo que
voy a tener que hacerlo por ti. De los labios de los mayores sabios de
Hud has oído la ley y aprendido la causa de todas las cosas que ocurren
en el mundo. De tu misma madre aprendiste que nadie muere, que sólo se
abandona el cuerpo y que, al fin y al cabo, este cuerpo no es más que un
pesado vestido para el alma.
Deberías de saber que, en éste momento, tu madre está ya en el
Reino de las Almas, el Reino de la Luz. Pero tus lloros me indican que
hay algo dentro de ti que todavía no has logrado arrancar y hacer
desaparecer por completo: tu egoísmo.
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Hijo mío, la prueba que has pasado y fallado indica que todavía te
queda mucho por hacer, pero no indica que no puedas realizarlo;
simplemente deberás trabajar muy duro para poder apagar el fuego del
egoísmo antes de que puedas manejar el fuego del poder sobre la
naturaleza y los hombres. Enjuga tus lágrimas y regocíjate conmigo pues
tu madre ya está en la Luz.
Si bien es cierto que el jefe de los Beni Elhimé era Shemer en ese
momento, también todo el mundo sabia que la última palabra siempre la
tenia el Gran Hierofante puesto que era quien estaba en estrecho contacto
con su dios, Thot, y era el único que conocía todas sus leyes y podía por
ello controlar los sucesos del mundo.
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Y así llegó el día señalado, el día de la luna llena del mes de los
Gemelos Celestes y justo cuando el Sol se hallaba en su cenit; en el
centro del día. Una gran multitud se hallaba reunida en la plaza del
templo y en la Puerta del Oeste del Templo se encontraban Kokab,
Shemer y el Gran Hierofante.
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Kokab entró.
Hijo mío, ésta luz que tu dices extraña sale de ti. A medida que
avanzabas en el camino del conocimiento, ibas irradiando más y más luz.
Por eso no puedes ver de dónde viene: viene de tu interior. Respecto a la
prueba te diré que si bien has pasado una parte de ella, todavía te queda
la parte más difícil, la del Fuego.
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Claro que murieron, los ignorantes creen que el Poder es algo con
lo que se puede jugar y no es así.
El Poder es una energía tan fuerte que quema y destruye a quien no
está preparado para manejarlo.
Todos los que fallaron la prueba demostraron que no podían
manejar el Poder, pero aún así, ya que lo pidieron, el Poder les fue
conferido.
Sólo por breves instantes, antes de ser consumidos por la llama del
Poder, vislumbraron todo lo que ese poder podía hacer.
Vio una nueva puerta que antes no había visto y salió por ella.
Justo al salir del dintel se dio cuenta de que acababa de atravesar la
puerta Este del templo y que se hallaba ya fuera de él.
Así empezó una nueva era para la Tierra de Hud, por segunda vez
en su historia, los dos cargos más importantes, el de Gobernante y el de
Hierofante, se fundían en una sola persona.
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Hay que decir que, salvo algunos fallos involuntarios, lo hizo muy
bien y si no os lo creéis preguntad a algún anciano sabio (que esté un
poco informado sobre la sabiduría antigua) y veréis qué os contesta sobre
la famosa Edad de Oro de la Humanidad.
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TIEMPO PERDIDO
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Ella también estaba contenta: por fin, después de haber tenido seis
hijas, había logrado concebir y dar a luz a un hijo varón. Realmente
estaba muy contenta.
Elhima, esposa mía, hace tiempo que todos estamos viendo cómo
tu semblante se oscurece y la enfermedad mina tu cuerpo. Ello me apena
y entristece. ¿Qué te ocurre?.
¿De qué debería hablarle? ¿De que no está bien que esté orgulloso
de ser él, el hijo de Ahniel de Indravath?. Al contrario, creo que hace muy
bien evitando mezclarse con la chusma y los parias que no han nacido de
tan alta cuna. Es su destino el mandar y gobernar sobre ellos, entonces es
lógico que empiece a aprender a mandar.
Sólo para hacer caso de las mujeres plañideras como tú que no han
comprendido aún la superioridad del hombre. Y eso no lo necesita mi hijo
para nada. Más valdría que te dedicases a tus asuntos.
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Al llegar, Nug, a los dieciocho años, Ahniel se dio cuenta cabal por
vez primera, de una manera completa, de la gran razón que había tenido
Elhima.
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Y así fue, después del obligado funeral, en el cual tuvo que fingir
gran pena por la muerte de su padre, se hizo cargo de todos las
posesiones de Ahniel y lo primero que ordenó fue una reunión con todos
sus capataces y administradores.
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Pero, mi señor....
Bien, así me gusta. Si no hay nadie más que quiera decir algo
pasaré a dictar mis nuevas órdenes.
Las nuevas órdenes fueron duras, incluso mucho más duras que las
que Ahniel en sus primeros tiempos había dictado.
A los banqueros y prestamistas les obligó a subir los intereses y a
confiscar de inmediato los bienes de quienes no habían pagado sus
deudas, sin importar si con ello se condenaba a morir de hambre a una
familia entera.
A sus capataces les ordenó subir el ritmo de trabajo y bajar los
salarios que, según Nug, eran demasiado generosos para el hatajo de
gandules que trabajaba para él.
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¿ Yo, Señor?
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Los sentimientos habían sido excluidos de él. Sólo había lugar para
un único y enorme sentimiento: la venganza. Los días pasaban y los
planes nacían en su mente como nacen las malas hierbas entre los huertos.
Y cada vez eran más refinados y astutos.
Si, si, habéis oído bien. Había decidido casarse con Nug. Pero,
evidentemente no para someterse a él sino para poder llevar a cabo su
destrucción desde dentro mismo de su casa y sin que nadie sospechara
nada.
Una vez tuvo todos los detalles a punto se dirigió al palacio de Nug
y solicitó trabajo como sirvienta. Nug mismo era quien realizaba la
selección del personal a su cargo y por sus despidos estaba mas bien
escaso de personal así que su disposición a aceptar a alguien nuevo era
bastante alta. Además, Nyzcha era muy guapa y a Nug, la sola idea de
tenerla cerca y poder utilizarla para lo que el quisiera -esa era su idea de
sirvienta- ya le era suficiente aliciente como para aceptarla.
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Nug, como siempre ajeno a lo que les pasaba a los demás, estaba
radiante y feliz. Aunque fuera por la pócima que le administró Nyzcha, se
sentía enamorado totalmente y creía que la felicidad había entrado en su
vida para siempre.
Si hubiera sido capaz de leer en los ojos de Nyzcha, la sangre se le
hubiera helado en sus venas.
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Pasaron los meses y Nyzcha tuvo un hijo, un hijo varón. Para Nug,
al igual que lo fue para su padre anteriormente, era la mejor noticia que
podían darle. Tenia un heredero. Alguien a quien educar a su manera y
que algún día heredaría todo lo que tenía.
Desde ese noche, nunca más pudo dormir tranquilo. Cada noche,
por efecto de las gotas de Nyzcha, la pesadilla se repetía y Nug se iba
debilitando día a día.
La falta de sueño iba minando su salud y tras pocas semanas de esa
tortura, enfermó gravemente. Sus delirios asustaban a todo el mundo en
la casa; a todo el mundo menos a Nyzcha.
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Y así fue. A los siete meses de haber nacido el hijo de Nyzcha, Nug
enloqueció y presa del delirio se tiró por la ventana de la torre más alta
del palacio. Su cuerpo quedó destrozado en el patio de la mansión. En
Indravath recordaron durante mucho tiempo los aterrorizados chillidos de
Nug mientras caía.
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Claro, pero ello no te incumbe a ti. Debes dejar a los señores del
Karma que hagan su labor y encuentren la mejor manera para que Nyzcha
aprenda la lección que debe. Tú debes ocuparte en aprender la tuya.
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CUARTO FRUTO
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¿Qué pasa con ellos? ¿Han hecho algo malo?. Dímelo que les
castigo.
Ya, claro. Y si te equivocas tendremos una inútil hija que sólo nos
servirá para que todos nos muramos de hambre. ¿No te das cuenta?
Claro que me doy cuenta pero parece que olvidas que este hijo
es tuyo tanto como mío. Que los dos lo hemos llamado.
No, esposo mío, sólo digo que es de los dos y si los dioses nos lo
envían debemos aceptar su voluntad.
Las costumbres del pueblo establecían que las familias pobres y sin
recursos sólo se quedaban con los hijos varones. Si nacía alguna niña,
inmediatamente era sacrificada a los dioses o abandonada en las orillas de
los ríos.
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Ni que decir tiene que el dinero vino muy bien a Em-Li y Lien-Hu.
Gracias a él pudo comer bien toda la familia durante mucho tiempo.
Bueno, toda la familia no, a Nog-Ah, en lugar de agradecerle ese dinero
venido del cielo, se le consideraba culpable de todo lo malo que sucedía
en la familia. Por ser niña y al haber sido vendida ya, se la trataba como a
una extraña y se la marginaba tanto como se podía.
Los primeros siete años de su vida, fueron pues muy duros para
Nog-Ah y cuando su padre le dijo que la llevaría a la ciudad, a la escuela
donde la convertirían en Geisha, de su pecho salió un suspiro de alivio.
Seguro que allí no podría pasarlo peor que con su familia. A lo mejor
incluso le iba mejor.
Y no se equivocó.
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Allí tuvo por fin unas amigas en quien confiar y con quien jugar. Y
la directora prácticamente le hizo de Lien-Hu. Evidentemente, sus
profesoras y la directora en cuanto a su educación eran muy rígidas y
duras pero fuera de las horas de aprendizaje, actuaban como una
verdadera familia. Fueron los años más felices de su vida.
Junto con sus compañeras, aprendió el arte del Ikebana para saber
colocar los adornos florales con gracia y el arte de cocinar platos
exquisitos y saber servirlos con toda la gracia posible.
Pero sobre todo, en lo que más la insistieron era que tenia que
grabarse muy profundamente en su mente y en su corazón que era y sería
para siempre la esclava de su señor. Que su destino era la de ser la
sirviente perfecta, la concubina más deliciosa y la mujer más cariñosa
para con su amo y señor.
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Otro de los preceptos que llegó al fondo del alma de Nog-Ah fue la
necesidad de vivir el presente. Según el libro el pasado ya no existe por lo
que vivir con y para los recuerdos sólo lleva al dolor. Vivir según el
pasado es pues vivir con un fantasma. También decía que el futuro
todavía no existe y por ello vivir haciendo proyectos sobre el futuro es
querer vivir anticipadamente algo así como querer construir una casa con
fundamentos de aire, pronto se derrumbará, por ello vivir para el futuro
es querer alimentarse de aire. En cambio el presente es algo real, muy
real. Es existente en toda su plenitud y por ello vivir en el presente y por
las cosas que hay en el presente es la única manera que existe para ser
uno mismo real.
Pero día a día se iban haciendo más claros esos sueños hasta que
llegó un día en el que el sueño se confundió con la realidad y se encontró
conversando con uno de esos seres.
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Entonces ¿estás diciendo que ésta vida tan horrible que estoy
viviendo me la escogí yo mismo?
Siete, exactamente.
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Claro que sí, te lo prometo. Pero ahora debes cuidarte para que no
te pase nada. Voy a enviarte a los médicos para que te ayuden a curarte.
Pronto darás a luz y tienes que estar fuerte.
Esposo mío...
Si Nog-Ah, dime.
Te quiero.
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No tuvo que esperar mucho para oír los lloros del recién nacido,
pero en cambio un silencio sepulcral se había hecho entre las mujeres que
atendían a Nog-Ah. Al darse cuenta, entró en la sala y vio algo que había
intentado convencerse de que no pasaría: su esposa se encontraba en el
lecho, con los ojos cerrados y no respiraba. Las sirvientas se encontraban
a su lado llorando.
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QUINTO FRUTO
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El silencio del desierto solo era roto por los pasos de Ar-Pala y
Per-Liah. Lentamente ascendían la pequeña loma que dominaba el
paisaje.
Ninguno de los dos hablaba. Bebían el silencio. Sus corazones
estaban unidos, no necesitaban palabras para hacerse saber mutuamente
lo que en esos momentos estaban sintiendo; bastaban sus miradas.
Al llegar a la cima, se dirigieron a la enorme roca plana que se
encontraba en la parte más alta de la loma. Era su roca. Allí se habían
conocido. En ella se habían enamorado. Sobre ella se juraron amor
eterno.
Sentados, observaron en silencio, con el corazón encendido de
amor, la impresionante belleza de la puesta de sol.
La quietud que se respiraba era sólo comparable a la paz que en
esos momentos compartían.
Los últimos rayos de sol arrancaron un brillante destello oro rubí de
la cabellera de Per-Liah. Prendado de su belleza, Ar-Pala le susurró:
Gracias, Per-Liah.
Esposo mío, mi Ar-Pala, ¿debo recordarte acaso que los dos hemos
sido necesarios y somos responsables de ésta alegría?.
Las tonterías no son las que hemos hecho hasta ahora, lo que sí lo
es, es eso que dices que no podemos hacer chiquilladas. ¿Acaso no te
sientes joven todavía?. ¿Por qué no podemos hacer lo que nos apetece?
Claro que podemos hacer lo que nos apetece, pero creo que
debemos vigilar para evitar que tu salud pueda resentirse. Debes
dormir lo suficiente para que el niño nazca sano ¿no es verdad?
Si, claro, pero es que me encuentro tan bien aquí contigo que no
desearía marchar nunca de este lugar.
Claro que sí, esposa mía, yo también lo deseo con toda el alma.
Hay muchos recuerdos hermosos nuestros en esta piedra para no
volver siempre que podamos.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
Era poetisa. Ese oficio poco valorado en otros lugares pero que, en
el desierto, donde la belleza es tan fiera como el león de las montañas y
tan seca como el ardiente sol del mediodía, alguien que pudiera añadir
armonía y belleza a su vida era tan apreciada como el agua de los oasis.
Cada caravana que atravesaba Al-Shemesh no empezaba su travesía
hasta que su poetisa no hubiera empezado su primer poema.
Los años pasaron y Aluh fue creciendo entre las arenas del desierto
y las palmeras de los oasis. En sus largas travesías a través del desierto,
con pocos años pudo gozar de la camaradería y la amistad que los
pueblos nómadas se tienen entre sí; la lealtad de la caravana.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
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Si, lo sé. Pero aún así la tristeza llena mi corazón. ¿Crees que algún
día volverá?
Si, creo que dentro de poco se irá, pero no sé si volverá nunca más.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
No, claro que no. Nuestra particular tarea está con la caravana y
sus hombres. A ellos nos debemos. Pero siento mis entrañas desgarradas,
esposo mío.
Aluh no quiso ser menos, con sus dieciséis años recién cumplidos
ya se sentía un hombre y, como hombre, fue a buscar alguna joven que le
gustara, perdiéndose en la algarabía callejera de la ciudad.
Y cayó la noche; una noche muy larga para Per-Liah, que ya intuía
lo que pasaría al día siguiente. En sus sueños veía a Aluh caminando solo
por el desierto, con el peso de una gran carga encima, llorando en
silencio. Y entonces despertó. Alguien la había llamado. Abrió los ojos y
vio que ya era de día. Alguien la llamaba desde la entrada de la tienda.
Era Aluh y quería hablar con ella y con Ar-Pala.
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Sin decir nada más Aluh salió de la tienda y sin siquiera mirar atrás
se adentró en Malkaima en busca de su amada.
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Con todo ello, poco a poco, empezó a tener menos tiempo para él y
su familia. Cada día llegaba más tarde a su casa y salía más pronto al
amanecer. Día a día, dormía menos y tenia más preocupaciones que le
agobiaban. Nunca se había planteado las dificultades que el tener dinero y
poder podía acarrearle.
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Al nacer el sexto hijo y ver que Aluh ni tan siquiera por ese feliz día
podía dejar sus negocios y estar con ellos, Kalima fue perdiendo interés
por él y, en lugar de pedirle que estuviera más con ella, únicamente le
pedía más dinero para poder satisfacer sus lujosos gastos y los de sus
hijos.
Aluh sólo vivía para hacer dinero y Kalima sólo para gastarlo.
No hubiera hecho falta que los médicos le dijeran que tenia que
dejar su negocio, puesto que, en su ausencia, los trabajadores que había
formado anteriormente, se habían rebelado ante su tiranía y
aprovechando que no podía controlarlos destrozaron casi completamente
el local. Se habían vendido las herramientas, el oro y la plata que tenían
para hacer las joyas se lo habían repartido, y habían perdido todos los
clientes. Aluh había perdido su negocio.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
De nada sirvió que Aluh hablara con Kalima para ver si podía
arreglar el matrimonio que él mismo había destrozado. Ella fue inflexible,
llevaba demasiados años aguantando lo indecible para que, ahora que
nada podía ofrecerle, perdonara tantos desengaños, olvidos y desamor.
La última frase que le dijo antes de irse de la casa fue fulminante: Más le
hubiera valido no sobrevivir a la enfermedad, mejor hubiera sido para
todos que se hubiera muerto.
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Cierto era que en su cuerpo había un dolor sordo por todas partes,
pero eso no aprecia ningún tormento infernal, simplemente se encontraba
dolorido. ¿Dónde se encontraba?. ¿En el cielo?. Tampoco aprecia puesto
que la beatitud y el bienestar que debería sentir en ese sitio no era
exactamente lo que sentía. Entonces....
Llevas muerto -perdón, dormido- seis idas con sus seis noches y
casi llegué a pensar que me había equivocado y habías decidido irte.
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Pero, ¿quien te crees que eres para tratarme así?. Nadie antes
se había atrevido a molestarme de esa manera.
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El corazón de Aluh casi se para del susto que recibió. Rafal había
leído sus pensamientos. Había oído de alguna manera lo que él estaba
pensando justo en aquel momento. El miedo empezó a tomar cuerpo en
su mente. Quizás sí había ido a parar a manos de algún demonio que tenia
oscuros designios para él.
A partir de ese día, empezó una difícil tarea para Aluh, tarde tras
tarde era llevado por Rafal a un lugar distinto en donde se quedaba solo
con una única orden: revisar lo más completamente posible su vida
pasada. La orden era precisa: lo más completa y exactamente posible.
Debía recordar todos los detalles de su vida. Y así lo hacía día tras día.
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Así pasaron tres meses en los cuales todos y cada uno de los
detalles de la vida de Aluh fueron repasados y comprobados por él
mismo. Cuando quería explicárselos a Rafal, éste contestaba que no era
asunto suyo el saber nada de su pasado, a él no le interesaba nada más
que conseguir que su discípulo quedara libre de todas las ataduras que
arrastraba consigo y esa era la manera más efectiva de conseguirlo.
Cuando ya no quedaba ningún detalle importante de la vida de Aluh
por revisar, empezó para éste una nueva etapa. Rafal empezó a enseñarle
los secretos del desierto y de su sabiduría.
Un día, una terrible duda asaltó a Aluh, ¿qué había sucedido con su
enfermedad?. Hacía ya mucho tiempo que ni se acordaba de ella, pero los
médicos le habían dicho que no podría vivir mucho tiempo y menos
haciendo ejercicios duros, así que decidió preguntar a Rafal para ver si él
sabia algo.
Y Aluh no tuvo más remedio que seguir con lo suyo puesto que
Rafal se negó a seguir hablando.
Claro que eres tu. Recuerda... vienes del Reino de la Luz para
recoger los siete frutos del Árbol de la Sabiduría y para ello vas
encarnando en un cuerpo humano tras otro.
Los siete frutos... creo voy recordando algo... claro... sí, soy
Buscador y he nacido para recoger el quinto fruto. Ahora lo
recuerdo. Pero, ¿cómo es posible que lo haya olvidado todo otra
vez?.
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Con una sonrisa, como si quisiera decirle que quizás no sería tan
fácil, Oro desapareció entre la luminosidad y Buscador despertó.
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Pero ésta vez Rafal habló sobre el motivo del nacimiento, del
porqué nacemos, de dónde venimos y qué nos espera después del paso
que llamamos muerte.
Y la lección fue muy interesante para Aluh, tanto que las horas se le
fueron sin darse cuenta y, entre preguntas y respuestas el atardecer les
encontró hablando encima de la roca sobre la cuál había empezado la
primera lección que había recibido Aluh de su maestro Rafal.
Desde ese día, algo cambió para Aluh, las enseñanzas de Rafal eran
cada vez más profundas e intensas. Cómo si hubiera prisa de repente,
Rafal intensificó la enseñanza que le daba, de manera que a Aluh apenas
le quedaba tiempo libre.
Con todo ello, iban pasando los idas, las semanas y pronto se
hubieron cumplido los seis meses que le había anunciado Rafal que
necesitaría para completar su aprendizaje; y, una noche, después del
acostumbrado paseo por el desierto, Rafal, le llevó a un lugar elevado
desde donde podían ver una gran extensión de Al-Shemesh y le dijo:
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Si, hijo mío. Murió hace seis meses. Su corazón dejó de latir
mientras dormía.
No debes preocuparte por eso. Ella nunca dudó de ti. Siempre supo
que volverías y que tu corazón sería más fuerte que tu orgullo. Murió
como había vivido siempre, una sonrisa en sus labios; y pocos idas antes
de morir me hizo prometer que te daría esto cuando vinieras: la
esmeralda que yo le regalé cuando nos enamoramos.
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Realmente eran sólo los primeros doce jóvenes que Ar-Pala reunió
desde el principio. Habían vivido ya suficiente tiempo con las enseñanzas
de Aluh para que hubieran incorporado sus conocimientos a sus vidas y,
el cambio realizado en ellas, era ya permanente. Pero muchos de los que
se habían añadido después, por el miedo que les daba enfrentarse a la
mayoría, se echaron atrás y dejaron de acudir a sus reuniones.
La presión sobre Aluh y sus seguidores se hacía día a día más fuerte
para que abandonaran la caravana pero Aluh sabía que todavía no había
llegado la hora de irse. Lo sabía claramente.
Cuentan las leyendas que Aluh, el Amado, a sus ciento veinte años
todavía andaba enseñando por el desierto a quien lograba encontrarlo.
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SEXTO FRUTO
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Tienes razón, con todo eso me conformo, pero ¿qué vais a comer
vosotros?
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¿Qué?
Y yo a ti.
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Sí, hijo, sí. Mamá y yo nos hemos peleado en broma y por eso
tenemos el pelo de esta manera.
Ah, bueno.
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Día tras día, la diferencia entre Damián y los demás niños del
pueblo se iba acrecentando. Pronto destacó por su inteligencia y sin casi
darse cuenta, a la corta edad de cuatro años ya era el líder de una
pandilla. Su rojiza melena se hacía ver por todas partes.
Serafín decidió ir hacia arriba siguiendo el curso del río hacia una
zona en la que no vivía nadie y después de varias horas de caminar sin ver
a nadie, escogió un lugar cerca del nacimiento del río y, en un prado que
parecía suficientemente grande para poder cultivar un pequeño huerto, se
dejó caer pesadamente en el suelo. Su abatimiento era total. Su tristeza y
desesperación pudieron con su control y se derrumbó en sollozos.
Carmen, sin decir nada, se acercó con los niños y todos se fundieron en
un largo abrazo.
Nada sabían de los avances del ejército sarraceno ante los señores
feudales del reino de Valencia, nada sabían de las patrullas que recorrían
los campos en busca de alimentos para las tropas de ambos bandos.
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Pero eso no fue lo peor que tuvo que contemplar Damián desde su
escondite. Podía ver a sus padres de pie delante de la choza suplicando
que les devolvieran a sus hijos. También veía a otros hombres, riéndose
de ellos y diciendo que no tenían derecho a pedir nada, que los brujos lo
único que merecían era la muerte. Y, ante los ojos atónitos de Damián,
uno de los hombres, el que parecía tener el mando clavó su espada en
Serafín y, antes de que cayera al suelo, se la clavó a Carmen.
Damián no podía dar crédito a sus ojos. Sus hermanos habían sido
raptados a la fuerza, sus padres asesinados a sangre fría y su casa
quemada en pocos minutos. No podía llorar, sus lágrimas estaban secas
por la rabia. Su corazón ardía de indignación. Pero lo peor de todo era
que había reconocido a algunos de aquellos hombres.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
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Para él, los llamados cristianos, no eran más que una pandilla de
salvajes que, injustamente, habían destrozado su familia y habían
asesinado a sus padres sin la menor misericordia; misericordia que, según
ellos, era una virtud que su Dios ordenaba tener, pero que no parecía que
ningún cristiano tuviera la menor intención de aprender.
No le fue fácil atravesar los campos sin ser visto por ninguna
patrulla cristiana ni sarracena pero, al quinto día, se encontró en la
entrada al campamento sarraceno, con dos lanzas apuntando a su corazón
y un montón de espadas preparadas para atacarle si hacía el menor
movimiento sospechoso. Solicitó hablar con el jeque que los comandaba.
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Una suave voz le llamaba desde el extremo del túnel de luz. Sentía
que era la voz de alguien muy querido pero que no podía imaginar quién
era. Se dirigió al túnel y lo atravesó. Cuál sería su sorpresa al encontrarse
al otro lado a su madre, Carmen y también a su padre Serafín. Tardó
unos momentos en reaccionar y sus padres respetaron su estupor sin
decir nada. Cuando vieron que estaba preparado para escucharlos,
Serafín se dirigió a él y le dijo:
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Y Serafín le hizo ver a su hijo el porqué tuvieron que pagar con sus
vidas sus errores pasados. Damián pudo ver retazos de las vidas pasadas
de Serafín y Carmen y las atrocidades que cometieron cuando se
encontraron ocupando lugares de poder y mando.
Entendió que, para compensar el daño causado podrían haber
ayudado a evitar el sufrimiento a otras personas, pero al rehuir ese
sistema sólo les quedó el sufrir en carne propia la injusticia y los
tormentos que habían causado anteriormente.
Y lo cumplió.
Tuvo que usar toda su capacidad de entrega para poder seguir con
obediencia las órdenes de sus superiores respecto a ese fatuo niño.
Para Damián, el enseñar a hacer poesías para cortesanas no era
precisamente su ideal de vida. Era una dura prueba para su orgullo.
Pero tenía que superarla. Muchas veces estuvo a punto de colgar
los hábitos, de abandonar esa idea de que podría educar a la gente para
que comprendiera lo que él había comprendido sobre la necesidad de
parar las injusticias; pero siempre, una voz interior le animaba a
continuar.
Ya era hora, pensaba que nunca podría hablar contigo en esta vida,
amigo mío.
De acuerdo.
Sí, tuve que usar una manera un tanto espectacular para conseguir
que reflexionaras. Casi me paso y pierdes la vida. De hecho la perdiste
por unos segundos, pero reaccionaste a tiempo y volviste. Pero haberte
encontrado con tus padres fue suficiente como para que te replantearas tu
vida y la encauzaras más correctamente.
Y desapareció de su sueño.
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La situación había ido demasiado lejos. Había que pararle los pies a
ese hereje. Y Damián fue llamado a la presencia del abad. Al entrar, éste
le espetó:
Padre abad, lo que estoy enseñando no son nada más que las
mismas leyes que la Santa Iglesia enseña. Debemos aprender de
Dios, que es perfecto, para parecernos día a día más a él.
Bien sabéis que no todo el mundo puede leer la Biblia; puede ser
fuente de interpretaciones erróneas como la que ahora defendéis. Con
ello precisamente demostráis la bondad de la medida de prohibir leer ese
santo libro a personas no preparadas. Sois el vivo ejemplo del mal camino
que puede tomar alguien que malinterprete las Sagradas Escrituras.
Con todo respeto, Padre abad, creo que no hay ninguna mala
interpretación. Simplemente me limito a transmitir lo que,
literalmente, está contenido en esos Santos libros. Y vos mismo
podéis ver el resultado en mis discípulos. No me negareis que son los
mejores chicos que hay en toda la abadía y, según las escrituras, por
sus frutos los conoceréis. ¿Verdad?.
¿Cómo os atrevéis...?.
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Insolente hereje... .
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Eran un grupo de sus discípulos que querían hablar con él. El más
atrevido de ellos le dijo:
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Seguro que Damián los había encantado con algún sortilegio que
les anulaba la voluntad. Debían encontrar y matar al endemoniado.
Partieron mensajeros hacia todas las direcciones del reino para
poner éstas nuevas en conocimiento de todos los pueblos y castillos. Se
solicitó la ayuda de todos los señores y vasallos para poder encontrar al
hereje y sus seguidores, pero éstos parecían haber desaparecido como por
arte de encantamiento.
Y así lo hizo, durante cinco meses, les fue instruyendo sobre las
grandes verdades de la evolución humana. Les habló del Reino de la Luz,
del Árbol de la Vida, de los frutos que debían recoger y de que la muerte
era en realidad el paso de un mundo al otro y que no debían temerla en
absoluto. Día a día iba tocando sus corazones con sus sabias
observaciones sobre los defectos que cada uno debía de superar y
también con las alabanzas hacia las virtudes en las que destacaba. Día a
día iba preparando a esos buscadores para enfrentarse al camino de la luz.
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Ya, claro. O sea que lo habéis hecho por nosotros y no por temor.
Así es.
Al final, uno de los discípulos más serenos tuvo una idea. Podrían ir
disfrazados hasta la abadía para ver cómo se encontraba Damián. Si nadie
los reconocía no debían temer nada. La propuesta fue aceptada por todos
y rápidamente se prepararon para la partida. En cuanto terminaron de
disfrazarse, ni ellos mismos se reconocían entre sí.
El largo camino hacia la abadía se les hizo corto, tal era el frenesí
que les recorría el cuerpo. Y, antes de darse cuenta, ya se encontraban
frente a la enorme puerta que daba paso al patio principal de la fortificada
abadía.
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SEPTIMO FRUTO
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Algo de risa si que das, pero, si te soy sincero, creo que has
escogido un hermoso cuerpo, muy adecuado para lo que quieres realizar
ahora.
Josiph - así habían decidido los padres que se llamaría el hijo que
acababa de nacer - pronto dio muestras de ser algo diferente. Mes a mes
iba creciendo y demostrando una inteligencia poco habitual.
Año tras año, el afecto entre los dos hermanos crecía y se hicieron
inseparables. Lo compartían todo y el amor de su hermano era la
principal energía en la que Josiph se apoyaba. Su avance era imparable.
Su simpatía y confianza en sí mismo le hacían destacar sobre los demás y
ello lo enorgullecía.
No fue nada difícil en verdad. Sólo tuvo que contactar con otros
buscadores que sí mantenían la conciencia de lo que habían venido a
hacer, entre los que se encontraba el hermano mayor de Josiph, y
establecer un plan de ayuda para él. Y el plan que decidieron poner en
práctica era excelente.
Pero, aún faltaba el último toque para que el desarrollo del plan
ideado por Oro se cumpliera totalmente.
La última sacudida.
Pero ahora empezó a recoger los amargos frutos del rechazo social.
Sus nuevos profesores, con toda la buena intención del mundo,
intentaron forzarle a desarrollar su inteligencia y su aprendizaje mediante
unos métodos algo dolorosos; queriendo provocarlo para que intentara
superarse, lo insultaban a menudo y delante de los demás compañeros.
La frase que más se repetía a sí mismo era la que un día le dijo uno
de esos odiados profesores: “Eres una rata. Nunca serás nada en la vida”.
Y Josiph lo creía firmemente. Sus pensamientos, a menudo
rondaban cerca de la idea del suicidio. Pero, ni tan solo la idea de
desaparecer le era atractiva. Nada le importaba.
¿Nada le importaba?.
Había una cosa que seguía atrayéndole con insistencia, sin que él
supiera el porqué: aprender.
Para Josiph, aprender era la palabra clave. Lo único que daba
sentido a la vida.
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Sin saber muy bien porqué, Josiph empezó a frecuentar los lugares
en donde se reunían los interesados en esoterismo y no tardó en formar
parte de un grupo que le inició en las técnicas de meditación y le
recomendaron lecturas específicas para su desarrollo.
Y, para asombro de los conocidos de Josiph, su desarrollo fue
vertiginoso. Él mismo estaba asombrado, prácticamente todos los libros
que le recomendaban los encontraba muy sencillos; sus amigos le
advertían que cierto libro era difícil de entender por su profundidad y él,
normalmente, lo entendía perfectamente en una primera y rápida lectura.
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Ni que decir tiene que para Oro y los guías de los restantes
miembros del grupo, fue un período de intensa actividad.
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Se iniciaba una nueva etapa para Josiph, una etapa para la cuál
ninguna de sus experiencias con el grupo le había preparado: actuar como
esposo y padre, con todas las responsabilidades que ello conlleva.
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Josiph, intentó librarse de esa garra que le oprimía con todos los
sistemas que conocía, y eran muchos. En los largos años de aprendizaje
que anteriormente había pasado con el grupo, había aprendido numerosas
técnicas de control mental, relajación e incluso varios sistemas de
meditación. Según los maestros que las enseñaban, eran mano de santo;
pero según su propia experiencia, en estos casos de poco servían, o al
menos a él no le eran útiles.
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
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Camino de Retorno – La búsqueda de los frutos
Claro que puedo explicártelo, amigo mío, aunque creo que podrías
deducirlo tú mismo basándote en lo que ya sabes. De todas maneras será
mucho más rápido si os lo explico para los tres. Estás a punto de realizar
la unión.
Bueno, entonces ¿qué hay que hacer para conseguir esa unión,
o como se llame?
¿Y lo aceptas?.
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Sí, me comprometo.
Una vez hecho el compromiso, una luz blanca muy potente empezó
a descender desde la bóveda de la sala hasta la cabeza de Oro. Lo iluminó
totalmente, era tan brillante que su figura se desdibujó y desapareció en el
resplandor, se convirtió en una columna de blanca y perfecta pureza.
Entonces se despertó.
Ahora era algo más que una persona, estaba unido con su Yo
superior y con su grupo de almas.
Su voluntad era una, la voluntad del espíritu.
Y su camino LUZ.
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REGRESO AL REINO
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Lo que tú desees.
¿Los frutos?. ¿No he recogido los siete frutos?. ¿Es que hay
más?.
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Exacto. Con los esfuerzos que tuve que realizar para poder
mantener el contacto contigo y lo que tuve que aprender para influir en la
Tierra, cuando era necesario, fui recogiendo poco a poco mis propios
frutos.
A medida que tú avanzabas, yo también crecía. En la cámara del
concilio, cuando tú recibiste la maestría, yo también me gradué. Ya no
soy el Oro que conociste, ahora estoy listo para continuar en el Reino
con la tarea de mi padre el Arquitecto y controlar los elementales para la
construcción en la Tierra de lo que necesites para esa labor que has
decidido llevar a término.
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