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Sobre la Santísima Trinidad

Por Francisco Morones Jr.

Creemos en un solo Dios


En el siglo XIII a. C. Moisés introdujo el culto a Yahvéh, y sólo a Yahvéh. Durante un
períoso bastante largo, Yahvéh fue tan sólo el Dios particular de Israel. Y, por fin, el Segundo
Isaías llevará a término esta evolución reconociendo a Yahvéh como el Dios absolutamente
único: <<Antes de mí no fue formado otro dios, ni después de mí lo habrá>> (Is 43,10); <<yo
soy el primero y el último, fuera de mí no hay ningún dios>> (Is 44,6); <<yo soy Dios, no existe
ningún otro>> (Is 45,5-6.22). La oración shema, que los israelitas recitan todos los días, se lo
recuerda constantemente: <<Escucha, Israel: Yahvéh, nuestro Dios, es el único Yahvéh>> (Dt
6,4). El monoteísmo fue el gran regalo del judaísmo a la humanidad. La afirmación de que Dios
es uno, más que una información de carácter numérico, es una información sobre su esencia.
Padre, Hijo y Espíritu Santo
Los modalistas eliminaron la distinción entre las tres Personas, afirmando que eran tan sólo
modos diversos de manifestarse Dios a la percepción subjetiva de las criaturas, sin ningún
fundamento real en Su naturaleza. La Iglesia rechazó el modalismo, por considerar que hacía
añicos toda la fe cristiana. Si <<Padre>> e <<Hijo>> son sólo dos nombres de una misma
realidad, no tiene ningún sentido, por ejemplo, decir que el Padre <<envía>> al Hijo o que el
Hijo <<revela>> al Padre. Además, si Dios ha querido revelarse a nosotros (y no despistarnos),
debemos concluir que Dios es como se manifiesta. También en el arrianismo, para Arrio, el Hijo
y el Espíritu son criaturas semejantes a Dios, pero nunca iguales a Él.
Quienes asumieron la defensa de la fe auténtica no lo hicieron movidos por un lujo metafísico,
sino pensando que estaba en juego la realidad misma de la salvación: si el Hijo no es Dios, no
pudo salvarlos.
La naturaleza de Dios no es el universal lógico que poseen en común los individuos de la misma
especie, sino una única sustancia indiferenciada que se expresa idénticamente en cada una de
las tres Personas.
Entremos de puntillas en el misterio
El Hijo ha sido engendrado por el Padre. Con ello queremos decir que no ha sido creado <<de
la nada>> y, por lo tanto, que tiene la misma naturaleza que el Padre. Dijimos también que el
Espíritu procede del Padre por el Hijo. A esta <<procesión>> no le llamamos <<generación>>,
porque entonces habría dos <<Hijos>>.
Dios también es Madre
Seguimos viendo en Jesús de Nazaret la revelación definitiva de Dios, pero creemos
imprescindible revalorizar los numerosos rasgos femeninos y maternos del Dios de la Biblia.
Joachim Jeremías opina que es referencia obligada al hablar de este tema: la palabra “padre” en
la invocación a Dios implica para los orientales, desde los tiempos más lejanos, algo de lo que
supone para nosotros la palabra “madre”.
Comentario personal

En primer lugar, considero que el texto hace un buen recorrido histórico y fundamenta
desde el Antiguo Testamento, aquellos versículos que nos permiten entender la justificación de
la religión monoteísta desde tiempos antiguos en el pueblo de Israel. Esta es toda la enseñanza
del pueblo de Israel en la fundamentación monoteísta que nos permite entender un cambio de
visión de Dios en el mundo frente a otros pueblos con los que el pueblo tuvo que relacionarse.

Esto nos permite entender que por la Revelación podremos entender que los primeros hombres
que tuvieron una relación directa con Dios, ayudaron a entender la esencia única y personal de
Dios en su relación con los hombres <<Escucha, Israel: Yahvéh, nuestro Dios, es el único
Yahvéh>> (Dt 6,4). Así pues, podemos entender que a partir de esta revelación universal, se
podrá iniciar toda la reflexión posterior a la naturaleza del Padre, del Hijo y del Espíritu.

En segundo lugar, asentado el hecho de la idea monoteísta de Dios, podemos avanzar a los que
el autor considera el paso de Dios a través de los años en la reflexión de la Trinidad en el
cristianismo. Creo que las herejías también nos han permitido reflexionar sobre la verdad de
Dios que se nos revela y que poco a poco nos ayuda a “tratar” de aprehender toda la esencia de
Dios.

Los cristianos a través de los tiempos, han podido escudriñar en la revelación aquellos aspectos
o luces que nos permiten, ahora, poder hacer toda una teología de la Santísima Trinidad en
nuestra fe y que ha sido plasmada en nuestro Credo. Toda la experiencia e intentos de
fundamentar aquellas verdades de Dios con respecto a su participación trinitaria en el mundo,
nos permiten comprender ahora sobre la unidad indivisible del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Así mismo, la comprensión de la Trinidad nos obliga a dar un gran salto de fe para comprender
a profundidad el misterio. No se puede tratar de aprehender completamente toda la esencia de
Dios, sería un absurdo tratar de comprenderlo. Así que sí debemos tratar de escalar la montaña
del misterio pero siendo conscientes que esta montaña al escalar y al seguir escalando que entre
más subimos el misterio más se nos nubla la vista al tratar de llegar a la cima. Esto porque
nuestros sentidos nos limitan ahora para poder comprender algo tan sagrado que se nos
mostrará cuando finalmente estemos frente a frente sin ninguna obstrucción que nos evite
contemplarlo de frente.

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