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ÁREA TEMÁTICA: Economía Mundial

Comunicación: Superimperialismo o ultraimperialismo en el capitalismo global

Javier Martínez Peinado


Universitat de Barcelona

Introducción
Hace más o menos un siglo, algunos teóricos significativos del socialismo marxista
mantuvieron un debate sobre el futuro del capitalismo a partir de las tendencias
implicadas en la dinámica imperialista de aquella época. Dicho debate enfrentó a
autores como V.I. Lenin, R. Luxemburgo y N. Bujarin, entre otros, con Kautsky y otros
marxistas que mantenían que el imperialismo podría llegar a un estadio estable y
fundamentalmente no belicista entre las potencias capitalistas, denominado –entonces
indistintamente- ultraimperialismo o superimperialismo. Las implicaciones políticas del
debate en aquella coyuntura fueron de tal magnitud que acabaron abriendo una brecha y
ruptura definitiva en la socialdemocracia marxista (con la creación de la IIIª
Internacional y los partidos comunistas).
Más que aquel debate, que se cerró obligadamente con las guerras mundiales, nos
interesa destacar algunos de los razonamientos entonces esgrimidos para situar una
interpretación de la situación actual, caracterizada paradójicamente como de crisis de
hegemonía de EE.UU. (en el sentido que le dan autores como Wallerstein o Arrighi, de
final de una etapa) a la vez que se evidencia una política global sumamente agresiva y
unilateral por parte de dicha potencia, frente a la parálisis de un Japón estancado
económicamente y una Unión Europea sacudida por disensiones que evidencian su
caracterización como “gigante económico pero enano político”, y todo ello en el marco
del proceso de globalización capitalista. Las hipótesis de que partimos son las de un
agotamiento de la hegemonía unilateral de cualquier potencia del Centro del Sistema
sobre el sistema en su conjunto, agotamiento que se debe a las características y
necesidades de expansión del capitalismo global (la globalización), que modelan las
relaciones intercentro; de hecho, la historia de las dos últimas décadas sería la de un
proyecto ultraimperialista, configurando un mundo regido y dominado por los intereses
de las grandes corporaciones internacionales, institucionalizados a través de acuerdos e
instituciones (AMI, OMC,…) que diseñan la transición a la conversión del sistema
capitalista de formaciones sociales en una Formación Social Capitalista Mundial, ünica

1
y exhaustiva, en la que a una base económica mundializada corresponda una
superestructura global capaz de regular la reproducción del conjunto.
Esta hipótesis parece contradecirse con la realidad más reciente, puesto que después de
los atentados del 11-S y la invasión de Irak parece que se asista a un retroceso de dicho
proyecto ultraimperialista ante la respuesta de la Administración Bush en Oriente
Medio, en una ofensiva apabullante del unilateralismo de EE.UU. que, prescindiendo de
todo miramiento diplomático o formal, impone a sus aliados en cuestión de horas o días
su papel de único gendarme mundial, su status de único protagonista con capacidad de
decidir por sí mismo qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Si, como se hará más
adelante, se caracteriza el superimperialismo como “la paz del más fuerte”, frente a la
“paz entre iguales” propia del ultraimperialismo, cabe preguntarse si el 11-S marcó una
inflexión en el proceso globalizador, que habría pasado de proyectarse con una gestión
ultraimperialista a hacerlo con una superimperialista, con Estados Unidos como imperio
único. Adicionalmente, cabe preguntarse si dicha inflexión se preparó incluso antes del
11-S.
Del debate de los “clásicos” sobre el imperialismo destaca una idea fundamental: que la
imposibilidad del ultraimperialismo pacífico y estable deriva de la contradicción entre
las fuerzas productivas de carácter mundial y las relaciones de producción aherrojadas
en el nacionalismo de las potencias imperialistas. La superación de esta contradicción,
que es la fundamental en cualquier sociedad según el pensamiento marxista, era
imposible en el marco capitalista según los marxistas revolucionarios, y llevaba a la
guerra interimperialista, que sería por tanto la antesala de la revolución socialista.
Frente a dicha idea clásica, cabe postular que, en la actualidad, la mundialización ha
afectado tanto a las fuerzas productivas como a las relaciones de producción, es decir,
que lo que se ha globalizado es la base económica del sistema capitalista mundial. En la
fase actual del capitalismo global, pues, puede consolidarse un proyecto
ultraimperialista siempre que se articule una superestructura a dicha base económica
(infraestructura y estructura) mundializada. En otras palabras, no estamos ante una
contradicción en la base económica, sino frente a una contradicción entre la base
económica y la superestructura. Los obstáculos para la reproducción social (no sólo
económica) del capitalismo global de un modo estable serían, entonces, de índole
política, o más estrictamente, de índole superestructural.
Por lo tanto, la diferencia principal de la situación actual con la que teorizaban los
socialistas revolucionarios clásicos es que ellos destacaban la contradicción

2
mundial/nacional en la base económica, que se reflejaría, en la superestructura, como
belicismo interimperialista (haciendo imposible la paz y la estabilidad capitalista),
mientras que de lo que estamos en presencia hoy es de la contradicción base
económica/supererstructura. Más en concreto, aquí se va a proponer que la coyuntura
actual se puede caracterizar como la de la elección del modelo superestructural que
puede asegurar la reproducción ampliada del capitalismo global, una vez superado el
marco nacional e inter-nacional de la acumulación de capital.
Esta caracterización de la época actual implica al menos tres ejercicios analíticos, que
configuran un programa de investigación sobre la transición actual y sus alternativas:
(i) Dejar establecido, de una vez, la dimensión real de la globalización. Es decir,
dar por sentada la realidad de mundialización de la base económica,
desmarcada definitivamente de “intereses nacionales” e incluso, en una
cierta medida (que cabe explicitar), de “bloques regionales”. Es una cuestión
que, aunque no es sólo de carácter empírico, exige una sólida base al
respecto, y una detallada descripción de la fábrica mundial, la globalización
de la explotación de la Naturaleza, el carácter supranacional de las empresas
multinacionales, etc. Se trata, en definitiva, de explicar el funcionamiento de
la ley del valor y de sus agentes a escala mundial.
(ii) Definir las categorías conceptuales que permiten estructurar (“relacionar de
forma profunda y estable”) la base económica mundializada en la(s)
sociedad(es) a escala planetaria. Al respecto, aquí se postula la idoneidad del
concepto de formación social capitalista mundial, como estructura teórica
que permite identificar las nuevas relaciones entre “el Estado” y el capital
(global)1. Ello debiera permitir superar, de una vez, el debate sobre la
supervivencia del Estado-Nación como forma estructurada de los poderes y
de la explotación de clase, y avanzar en la definición de las nuevas formas de
hacer política (desde el poder y contra él) características de la globalización.
(iii) Esclarecer las relaciones concretas que se dan, en el proceso de
estructuración de la nueva formación social mundial, entre los intereses
económicos derivados de la mundialización económica (reflejados en los
intereses del capital global, encarnado por las empresas multinacionales) y
los intereses políticos derivados de los proyectos de poder y control de la

1
El libro de Hardt y Negri: Imperio (Paidos, Barcelona, 2002) trata profundamente esta temática, aunque
con otra terminología.

3
“nueva” superestructura de dicha formación social mundial. Al respecto, es
entonces útil, forzando la terminología clásica (que no los distingue
claramente), considerar dos proyectos o posibilidades diferentes: a) el
superimperialismo de EE.UU. y b) el ultraimperialismo institucional de las
grandes corporaciones globales.
Todo esto tiene que ver con la existencia de los supuestos bloques en la economía
mundial y, más en concreto, con el proyecto de unión europea. Ambos proyectos, el
superimperialista y el ultraimperialista, tienen una evidente incidencia en la propia
definición del proyecto europeo, que a su vez puede influir en las contradicciones entre
ambos. Efectivamente, la “Europa del Capital”, sustancialmente imbricada en el
capitalismo global (ultraimperialista), es un proyecto política y socialmente imposible a
medio plazo, pero las contradicciones que conlleva esa misma imposibilidad respecto a
los intereses de amplísimos sectores de las sociedades europeas pueden suponer un
freno al proyecto superimperialista norteamericano. El diagnóstico del futuro
(ultraimperialista o superimperialista) puede tener, entonces implicaciones significativas
para la acción sociopolítica de los movimientos sociales europeos. La única Europa
Unida posible, que no es la de “el capital”, necesariamente será antisuperimperialista.
Las siguientes reflexiones sobre estos temas están organizadas en lo siguientes
apartados:
- En primer lugar, se hará referencia al debate “clásico” y a su actualidad a partir de la
conceptualización de una formación social capitalista mundial única.
- A continuación, se distinguirá entre los conceptos de superimperialismo y
ultraimperialismo, tal y como se desprende del análisis del imperialismo de los años 70,
y se ilustrarán empíricamente, caracterizando la actual globalización como proceso
ultraimperialista.
- Por último, se extraen algunas conclusiones, que no pueden sino ser provisionales,
sobre las hipótesis de partida, y que deben entenderse más como una invitación al
debate y al desarrollo ulterior del programa de investigación implicado que como
certezas derivadas del análisis.

Dos cuestiones en el debate clásico: la posibilidad económica-imposibilidad política


del ultraimperialismo y su necesidad histórica
Como es sabido, la crítica fundamental de Lenin y Bujarin a Kautsky y, en general, a la
socialdemocracia alemana, fue su posición teórica y política respecto al imperialismo.

4
Para nuestros fines, de esta confrontación nos interesa destacar un par de aspectos. En
primer lugar, la aceptación de la posibilidad teórica del super o ultraimperialismo por
razones económicas junto con la argumentación de la imposibilidad práctica de su
carácter pacífico (y por tanto, su imposibilidad, de hecho) por razones políticas. En
segundo lugar, la necesidad histórica de las transformaciones en el capitalismo (la
“necesidad histórica del imperialismo”).
Lenin criticó “el sueño del capitalismo pacífico” de Kautsky, un “ultraimperialismo
relativamente pacífico, relativamente desprovisto de conflictos y catástrofes”, “si
llamamos ultraimperialismo a la unión internacional de los imperialismos nacionales (o
con mayor exactitud, a los que actúan dentro de los marcos de los distintos Estados)”.
Pero, por otra parte, y centrándose en el contenido fundamentalmente económico,
admitía su posibilidad teórica:
“Con un razonamiento teórico abstracto es posible llegar (...) a la misma
conclusión a que llegó Kautsky (...) a saber: no está ya distante la unión mundial
de estos magnates del capital en un trust mundial único, la cual sustituirá la
competencia y la lucha entre los capitales financieros que actúan en el marco de
los distintos Estados por el capital financiero unido internacionalmente (...).

“No hay duda de que el desarrollo marcha en dirección a un único trust


mundial, que devorará todas las empresas y todos los Estados sin excepción (...)”

Ahora bien, inmediatamente advertía que esta posibilidad teórica en el terreno del
desarrollo económico se vería frustrada en el terreno de las contradicciones políticas. La
continuación de las sendas citas anteriores es la siguiente:
“(...)Sin embargo, esta conclusión es tan abstracta, simplista e inexacta como lo
era la análoga de nuestros ‘struvistas’ y ‘economistas’ de la década del 90 del
siglo pasado, quienes del carácter progresista del capitalismo (...) extraían
conclusiones ora apologéticas (sumisión ante el capitalismo, conciliación con el
mismo, glorificación en cambio de lucha...), ora apolíticas (es decir, negaban lo
político, o negaban la importancia de lo político, la probabilidad de conmociones
políticas generales)”

“(...). Pero, por otra parte, el desarrollo marcha en tales circunstancias, con tal
ritmo, con tales contradicciones, conflictos y conmociones –no sólo económicas,
sino también políticas, nacionales, etc.- que, inexorablemente, antes de que se
llegue a un único trust mundial, a la unión mundial “ultraimperialista” de los
capitales financieros nacionales, será inevitable que estalle el imperialismo y el
capitalismo se convierta en su contrario”2.

2
Las citas pertenecen al Prólogo de Lenin a la obra de Bujarin: La economía mundial y el imperialismo.
Cuadernos de Pasado y Presente., México, 1971, pp. 25 y 29, respectivamente.

5
En El imperialismo, fase superior del capitalismo, había expresado esta crítica de otra
manera:
“Si se entiende por punto de vista puramente económico la ‘pura abstracción’,
todo cuanto se puede decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el
monopolio; por lo tanto, hacia un monopolio mundial único, hacia un trust
mundial único. Esto es indiscutible, pero, al mismo tiempo, carente de todo
contenido, como la indicación de que ‘el desarrollo va hacia’ la producción de
los artículos alimenticios en los laboratorios. En este sentido, la ‘teoría’ del
ultraimperialismo es tan absurda como lo sería la de la ‘ultraagricultura’”3

Bujarin, por su parte, es muy claro en esta distinción entre lo económico y lo político
para argumentar la imposibilidad de la alternativa ultraimperialista al belicismo
imperialista:
“[Del proceso de internacionalización de la vida económica] no puede, sin
embargo, seguirse (...) que la evolución social haya entrado en una era de
coexistencia, más o menos armoniosa, de los Estados ‘nacionales’. La
internacionalización de la vida económica no significa la de los intereses
capitalistas (...) Es por eso que solamente aquellos que no se dan cuenta de las
contradicciones del desarrollo capitalista y que toman cándidamente la
internacionalización de la vida económica por una Internationale Tatsachen, es
decir, la internacionalización anárquica por una internacionalización organizada,
solamente ellos pueden creer en la posibilidad de una fusión armoniosa de los
grupos capitalistas nacionales en una “unidad superior” del capitalismo mundial
(...) La internacionalización de la vida económica puede agravar y agrava, en el
más alto grado, el antagonismo que reina entre los intereses de los diversos
grupos nacionales de la burguesía”.4

La contradicción entre ambas esferas, que es la que incapacita al ultraimperialismo


como alternativa posible, se alimenta de las diferencias nacionales, o dicho en otros
términos, de la involucración de las superestructuras (nacional-estatales) en la
competencia intercapitalista (que deviene en interimperialista)5, utilizando como armas
(en aquella época) las políticas arancelarias.
Ahora bien, ¿qué ocurriría si los capitalistas superasen sus intereses nacionales? Bujarin
se refirió precisamente a esta posibilidad como la única del ultraimperialismo:
“La concurrencia por la posesión de las esferas de inversión de capitales puede
resultar feroz. Solamente en un caso la solidaridad de intereses se afirma, y es
cuando se trata de coparticipación y cofinanciamiento, es decir, cuando, gracias

3
V.I. Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo. Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú,
1947, pág. 122.
4
Bujarin, op.cit. pág.79
5
Bujarin también es pionero en este aspecto, al introducir en esta obra la terminología del “Capitalismo
de Estado” para expresar la “estructuralización” del estado capitalista en la fase monopolista del
capitalismo.

6
a la posesión común de títulos de valores, se crea sobre un solo y mismo objeto
una propiedad colectiva de capitalistas de diferentes países”6.

También exigió tanto “una igualdad aproximada de posiciones en el mercado mundial”


como “condición necesaria de la formación de una entente más o menos sólida”, como
la misma igualdad de fuerza política, puesto que si hubiera demasiadas diferencias en
este último aspecto, la potencia más poderosa tendería a querer ejercer ese poder7. Por
eso veía tan difícil, en la práctica, el proyecto ultraimperialista como estadio pacífico
del desarrollo capitalista (que Lenin veía imposible8). Pero, tras todo su análisis,
también concluye que:
“Es cierto a’fin de cuentas’ la tendencia a la internacionalización; se impondrá,
sin embargo, pero solamente después de un largo período de áspera lucha entre
los trusts capitalistas nacionales”.9

Ese largo período, ¿fue el de las dos guerras mundiales? El modelo posbélico, Bretton
Woods, etc.¿significó la conclusión de la competencia interimperialista, guiada por la
hegemonía de EE.UU.? Lo que le parecía inconcebible a Lenin, y sólo una posibilidad a
Bujarin, ¿no empezó a configurarse con la respuesta sistémica capitalista del Nuevo
Orden Económico Internacional (acuerdos entre las potencias con desarme arancelario),
haciendo frente, además, al bloque soviético? ¿Y no se ha transmutado, tras la crisis de
ese “orden”, en el actual proceso de globalización? Porque precisamente hemos definido
la globalización como una mundialización de las relaciones estructurales capitalistas,
entre ellas las de la posesión del capital, ejercido por corporaciones multinacionales que
precisamente devienen por ello en empresas “globales”, que no son emisarias del poder
de su país, sino que atienden fundamentalmente al interés de sus accionistas, que son
capitalistas financieros de diferentes países (¡algunos incluso de la Periferia del
Sistema!). Y, por otra parte, y desde finales de los años 60, la importancia económica de
los “bloques” tiende a equilibrarse. Así, la posibilidad que Bujarin atribuyó al
imperialismo y las condiciones que le impuso son precisamente algunos de los
contenidos e la globalización, tal como nosotros la planteamos10. La “globalización

6
Bujarin, op.cit., pág. 80
7
Ibídem, págs 173-174. Pero este no sería el superimperialismo al que aquí nos referimos, puesto que no
sería una articulación pacífica y estable en el Centro del sistema.
8
Lenin: El imperialismo..., especialmente pp. 156 y ss.
9
Bujarin, op.cit. pág. 176. Cursivas en la fuente original.
10
J..M. Vidal Villa: Mundialización. Diez Tesis y otros artículos. Icaria, Barcelona 1996, y “El futuro del
estado en el capitalismo global” en Estay, Caputo y Vidal: Capital sin fronteras. Icaria, Barcelona, 2001;
.J. Martínez Peinado: El capitalismo global. Límites al desarrollo y la cooperación. Icaria, Barcelona,
1999.

7
neoliberal” que arranca, en los años 80, tras la crisis del llamado “modo de desarrollo
fordista” y de la hegemonía económica de EE.UU, sería, en este sentido, nada más y
nada menos que el proyecto ultraimperialista del capitalismo global.
Ahora bien, las superestructuras estatal-nacionales siguen existiendo, y aunque
demuestran su ineficacia e incluso ineficiencia, no han podido ser sustituidas como
instrumentos de regulación. Porque, de nuevo aquí, el ámbito económico que podría
organizarse o regularse de forma ultraimperialista (AMI, OMC) ha chocado con la
ausencia de un consenso mínimo para la regulación política: lo que le ha fallado al
sistema ha sido la formación de una superestructura sistémica, marcadamente en el
ámbito político, ya que el ideológico se está cubriendo con el lema “mercado más
democracia”. Pero el sistema inter-nacional no parece el marco adecuado para imponer
la nueva superestructura: demasiadas voces discordantes (frenos al AMI, críticas a la
OMC), demasiados votos en las Naciones Unidas, demasiadas exigencias de
democracia real a escala planetaria, demasiadas críticas al mercado.
Y aquí aparece la segunda cuestión que interesa retomar del debate clásico, y que
concierne a la necesidad histórica. Los marxistas revolucionarios argumentaron que,
como fase o política del “capitalismo desarrollado”, el imperialismo era una “necesidad
histórica” del mismo, pero que ello no debía entenderse como aceptación o apología (en
las que derivaba la posición de Kautsky y en general, de la socialdemocracia), sino
como comprensión de sus raíces: el capitalismo necesariamente deviene en imperialista.
De forma similar, cabría plantearse que el desarrollo del capitalismo global ha llevado a
la necesidad de reestructurar la articulación entre la base económica mundializada y los
mecanismos e instrumentos de regulación política y social. En otros términos, frente a
los cambios estructurales que la globalización supone en el modo de producción, se
hacen “necesarios históricamente” cambios superestructurales en el modo de
dominación. Pero esa nueva articulación entre base económica y superestructura, tal
como la exige el nuevo capitalismo global, no es la de un sistema de formaciones
sociales. Es la propia de una formación social, en este caso mundial. Y, considerando
la experiencia histórica de las construcciones superestructurales en las formaciones
sociales capitalistas, es previsible que ahora también se exigirán cambios enfocados
hacia una centralización y concentración real del poder.
Cabe detenerse brevemente en la cuestión, de carácter conceptual-metodológico, de la
diferenciación entre “formación social (mundial)” y “sistema de formaciones sociales”.

8
La comprensión de la economía mundial es bien compleja, porque tiene que abarcar
simultáneamente el funcionamiento del capitalismo global y la estructura y dinámica de
las economías nacionales. Nosotros argumentamos la existencia de una economía
mundial como un espacio de la valorización del capital que se autonomiza a partir de
una determinada inflexión en la dinámica, hasta entonces nacional, del proceso de
acumulación de capital. Por ello hemos utilizado dos categorías estructurales, la
formación social y el sistema de formaciones sociales, para analizar la dimensión
estatal-nacional del capitalismo y la dimensión sistémica mundial de la
internacionalización del capital, respectivamente11. Es decir, para entender el desarrollo
histórico del capitalismo tal y como tiene lugar durante la formación de mercados
internos, incluyendo la articulación imperialista (las colonias son una parte específica
del mercado interno de cada metrópoli), lo conveniente es utilizar el concepto de
formación social. Pero tras la IIª Guerra Mundial y los procesos de descolonización, se
hace evidente que con tal estructura teórica no se puede entender la compleja red de
interconexiones establecidas entre las formaciones sociales, porque lo que ocurre en
cada formación social está determinado por la posición de su base económica en la
economía mundial, posición que puede ser central o periférica. Es a partir de aquí que
planteamos la utilización de la categoría de sistema económico mundial para poder
recoger analíticamente las articulaciones y determinaciones entre los diversos ámbitos
de la realidad: el económico, el institucional, el social, etc. En otras palabras,
consideramos que la realidad mundial de la época sólo se puede entender a través del
estudio del sistema en su conjunto, que comporta el de sus tres dimensiones: la
explotación de los recursos mundiales (infraestructura sistémica) mediante la
organización económica de la producción, el comercio y los flujos financieros
internacionales (estructura sistémica), dirigida por las instituciones y articulaciones de
hegemonía, dominio y subordinación existentes entre las formaciones sociales que
componen el sistema (superestructura sistémica).
Ahora bien, también hemos argumentado que la superestructura del sistema no estaba
acabada, que incluso su formación es contradictoria (con oposición entre la lógica
sistémica y la lógica inter-nacional, lo que es bien visible en los procesos de integración
subsistémicos). En este sentido, la superestructura iría retrasada respecto a la base
económica.

11
Martínez Peinado y Vidal Villa: Economía mundial. McGraw Hill, 1995 y 2000; y Estructura
económica y sistema capitalista mundial. Pirámide, Madrid, 1987 y 1990.

9
Este retraso se manifiesta muy claramente en la crisis estructural que pone fin al
llamado modo de desarrollo fordista, o modelo post-bélico, o como se le quiera llamar.
La reestructuración que emprende el capital a través de las sucesivas crisis en el Centro
y en la Periferia, con la ofensiva final contra el modelo soviético y con el Consenso de
Washington, modela un proceso de hegemonía indiscutible del capitalismo global en la
conformación definitiva de una base económica sistémica mundializada con una nueva
y profundizada dinámica de polarización entre los centros, las semiperiferias y las
periferias (más o menos significativas en la economía mundial según su disposición de
recursos). Y a partir de ahí cabe entender que el propio concepto de sistema inter-
nacional (de formaciones sociales) ya no sirve para expresar, para abarcar, los cambios
cualitativos en las interconexiones entre las instancias del sistema. El capitalismo
global, mundializada la base económica de una manera fulminante, exige un modo de
dominación, unas regulaciones, también globales, adecuadas a esta mundialización (y a
la polarización que conlleva), y la superestructura inter-nacional no se la proporciona.
Con una base económica mundializada y una superestructura ineficaz e ineficiente, es el
propio sistema como categoría estructural el que entra en crisis. Lo que está exigiendo
el capitalismo global no es un sistema internacional, sino una nueva formación social,
que estructure la regulación y acumulación de un único mercado interno mundial. La
categoría “sistema de formaciones sociales” ya no es útil para abarcar los agentes y
relaciones básicas del mundo. Si en su momento se pasó de la formación social nacional
al sistema inter-nacional, ahora se pasa del sistema inter-nacional a la formación social
mundial12.
Hay que volver a la categoría de la formación social. Pero entonces hay que plantear
más nítidamente cómo se configura la superestructura de la misma, porque de lo
contrario es indefinible. Aquí es donde viene el segundo reto metodológico, y es donde
se inserta más claramente el debate superimperialismo-ultraimperialismo: si la nueva
superestructura se hereda de la potencia más poderosa o si se da a luz a un nuevo
conjunto de instancias políticas, jurídicas y de coerción.

12
En términos de los regulacionistas como De Bernis, que por otra parte siempre han negado la existencia
de la economía mundial, diríamos que pasamos de los sistema productivos nacionales a un sistema
productivo mundial o global (“un sistema productivo es un conjunto de procesos de producción y de
relaciones de producción capaces de generar un excedente con vistas a su reproducción ampliada”). Véase
De Bernis: El capitalismo contemporáneo. Ed. Nuestro Tiempo, México,1998. En este caso, como en el
de otros regulacionistas como Boyer o Lipietz, con su persistencia en el carácter nacional de las
economías centrales, se hace imposible salir de lo que no sea una perspectiva de competencia inter.-
nacional como expresión de la competencia intercapitalista.

10
Recapitulando: del debate histórico destacamos dos cuestiones que acaban
convirtiéndose en una: dada la importancia de la esfera política en la posibilidad del
ultraimperialismo, su definición no-nacional lleva a la necesidad de construir una
superestructura mundial si es que el capitalismo mundial pretende seguir organizando
el progreso y el crecimiento económico (haciendo frente, además, a las consecuencias
de la polarización que conllevan), una vez superado el antagonismo económico entre las
potencias. Y esa superestructura mundial, en comparación con el conjunto institucional
sistémico actual, concentrará y centralizará mucho más poder sobre la globalidad de la
base económica: recursos, actividades económicas, clases y agentes sociales, incluso
más que el que una potencia todopoderosa militarmente pude pretender imponer por sí
sola en el momento presente. En teoría, como superestructura de una formación social
única mundial, tendría que ejercer todo el poder sobre la forma de organizarse y
progresar de la humanidad en su conjunto. La cuestión es si tal superestructura la
impone la potencia más fuerte o deriva del consenso entre las potencias “relativamente
iguales”.

Superimperialismo, ultraimperialismo e igualdad de posiciones


Merece la pena considerar un poco más detenidamente dos cuestiones que no están
claramente establecidas en el debate clásico y que ahora sí deberían estarlo. Nos
referimos a la distinción entre “superimperialismo” y “ultraimperialismo” y a la
“igualdad de posiciones en la economía mundial”.
En el debate de los clásicos se utilizaron indistintamente los dos términos13, pero
posteriormente les fueron adjudicados diferentes contenidos, a través de análisis que
profundizaban en la relación entre el Estado y el capital. A finales de los años 60, en un
debate en la New Left Review, B. Rowthorn propuso tres posibilidades respecto a la
“unidad del bloque imperialista” y la autonomía de sus elementos constituyentes:

”El super-imperialismo de los EE.UU., en el cual todos los estados capitalistas


están dominados por los Estados Unidos y tienen comparativamente poca
libertad para escoger sus políticas y controlar sus economías de forma contraria
a los intereses del estado americano. América actúa como el organizador del
capitalismo mundial, preservando su unidad frente al socialismo (...)
El ultraimperialismo, en el cual una coalición dominante de países imperialistas
relativamente autónomos desempeña el papel organizativo necesario para
preservar la unidad del sistema (...)
13
Por ejemplo, Lenin, en El imperialismo..., pp. 155 y ss. Bujarin, op. cit, en el título del Cap XII y el
texto subsiguiente, etc.

11
La rivalidad imperialista, en la que los estados relativamente autónomos no
llevan a cabo por mucho tiempo el papel organizativo necesario o lo hacen tan
mal que estallan serios conflictos entre ellos y resulta amenazada la unidad del
sistema. Para que esto suceda los antagonismos entre los estados deben ser
graves”,14

Frente a los “tercermundistas” que, en sus análisis de finales de los 60 y primeros 70,
centraban la esencia del imperialismo en la contradicción entre un Centro no
antagónico, liderado por EE.UU:, y la Periferia (en la tradición, en cierto modo, de
Kautsky, plasmada en la división internacional del trabajo: industria-centro/ agricultura
y minería-periferia), los trotskistas insistían en que la competencia internacional de
capitales arrastraba el antagonismo entre los Estados (del Centro).
Tras la crisis del modelo fordista y del NOEI, parece que a la postre los segundos iban
desencaminados: el capitalismo anglosajón ha dirigido tanto el proceso de
reestructuración en el Centro, como la derrota y destrucción del sistema soviético, como
la readaptación de la Periferia a las nuevas directrices del capitalismo global (apertura,
privatización y extraversión), acelerando, además, el proceso de globalización, que a su
vez redefine el capitalismo periférico (fábrica mundial, mundialización del capital
variable, etc., ahora en contra de las tesis de Kautsky de la Periferia agrícola) en el que
se desarrolla una nueva polarización, con semiperiferias industrializadas y periferias en
permanente peligro de marginación. A partir de aquí, vuelve a plantearse si, en el
capitalismo global, la competencia intercapitalista se traslada a los Estados o, dado el
creciente grado de monopolización internacional, los acuerdos entre las grandes
empresas pueden regular los conflictos entre ellas (dejando, pues, relativamente
pequeño, o en todo caso secundario, el papel de los estados e “intereses nacionales”). Se
trata de argumentar si el proceso de acumulación de capital, en su carácter nacional y/o
mundial, enfrentado a las contradicciones políticas que de tal carácter se derivan, exige
el enfrentamiento (como planteó Lenin) o posibilita el acuerdo. Y dicho acuerdo, de ser
posible, puede hacerse, o bien a través del superimperialismo (supremacía absoluta de
una potencia imperialista sobre todo el mundo) o bien a través del ultraimperialismo
(gobierno mundial que impone las regulaciones derivadas de los intereses económicos
del capital monopolista mundial).

14
B. Rotwthorn: El imperialismo de los años 70: Unidad o rivalidad. A Redondo Ed..Barcelona, 1972,
págs. 5-6. Incluye referencias a las aportaciones de otros muchos autores fundamentales en el debate
sobre el imperialismo, como Sweezy, Magdoff, Hymer, Jalée, Warren,Varga, Mandel, Kidron, etc., a los
que habría que añadir la escuela latinoamericana: Marini, Dos Santos, Caputo, Bambirra, Frank, etc.

12
¿Qué relación existe entre las empresas y entre los estados en el capitalismo actual?
¿Estamos, como exigía Bujarin para la posibilidad del ultraimperialismo, ante la
“relativa igualdad”? Quizás es más importante responder a otra pregunta: ¿hay ahora
más igualdad que en el momento “superimperialista” anterior a la crisis? Porque, en
realidad, la terminología de la globalización no es nueva: hace treinta años ya se
planteaba la cuestión, como evidencia la siguiente aportación de Hymer a un debate:
“El rasgo más importante de la actual economía internacional es que las
empresas capitalistas dirigentes han rebasado la economía nacional y son
globales en sus perspectivas e intereses, aunque no, por supuesto, en su
propiedad.
Estas tendencias hacia las empresas multinacionales rompen la conexión simple
entre el Estado-nación y la burguesía nacional que caracterizó al viejo
imperialismo (...)
¿Serán capaces las empresas de erigir Estados supranacionales conmensurables
con su propia envergadura multinacional de control? O, ¿el sistema irá a los
tumbos porque la integración económica de la empresa capitalista ha ido más
rápido que la integración política por parte de los Estados?”15

Si se supone que la economía mundial hasta los años ochenta (años de crisis y
reestructuración) estaba caracterizada por el superimperialismo de EE.UU. (relaciones
pacíficas bajo la hegemonía de una superpotencia), ¿que diferencias habría ahora
respecto a la “igualdad de posiciones? Pueden hacerse algunas constataciones
interesantes, en el bien entendido que no agotan, ni mucho menos, el tema, a partir de
las cifras proporcionadas por la UNCTAD y el FMI. Las primeras se refieren sólo a la
Inversión Extranjera Directa (IED), mientras que el FMI ofrece datos tanto para la IED
como para la Inversión en Cartera (IEC) y otros movimientos financieros (OI), en los
que tienen especial relevancia las operaciones bancarias.
Según datos de la UNCTAD para 1999 de las cien primeras empresas multinacionales
no financieras, la igualdad no hace sino acentuarse en la última década (Tabla 1), o
incluso el equilibrio tiende a inclinarse a favor europeo. Las empresas de las tres
primeras potencias de la Unión Europea tienen un peso similar al de las de EE.UU., y
las japonesas ocupan una posición intermedia en términos de economías individuales,
pero muy estable o ligeramente creciente. En comparación con fechas anteriores la
“mayor igualdad” parece un hecho: en 1985, de las 100 primeras, 52 eran

15
S. Hymer, debate con V. Perlo y A. McEwan, en Sweezy, Wolf, Dos Santos y Magdoff: Economía
Política del Imperialismo. Ed. Periferia, Buenos Aires, 1972, pp.94-95. Subrayado nuestro. No nos
referimos aquí a la novedad de la globalización, debate ya superado. Baste con recordar que el
capitalismo global se caracteriza, entre otras cosas, por la propiedad global.

13
estadounidenses, 11 japonesas, y el RUGB y Alemania estaban representadas, cada una,
por 7, mientras que sólo había dos empresas francesas.

Tabla 1: Las 100 primeras multinacionales (porcentajes y número de registros)


Participación Activos extranjeros Número de empresas
1990 1995 1999 1990 1995 1999
UE 45.5 43.8 43 48 39 46
Francia 10.4 8.9 11.6 14 11 13
Alemania 8.9 12.2 12.3 9 9 12
RUGB 8.9 12.2 12.3 12 10 8
EE.UU. 31.5 33.3 33.3 28 30 26
Japón 12 15.1 15.4 12 17 18
Fte.: UNCTAD: World Investment Report 2001. Tabla III.5

Desde el punto de vista de la posición exterior (stocks acumulados de inversión directa,


inversión en cartera y otras inversiones), la Tabla 2 muestra la equiparación entre los
bloques de la Triada, , y es especialmente significativo que, durante el período, EE.UU.
pasa de representar el 40 % de los activos al 35 %, mientras que aumenta su
participación en los pasivos del 36 % al 46 %.

Tabla 2. Posición exterior: Stocks de inversiones extranjeras (millardos de $)


EE.UU. Gran Bretaña Francia Alemania Japón
Stock Activos

1980 584 519.17 … 216 133.93


1990 2119.42 714.93 626.77 1016.88 2172.57
2000 7061.4 4310.68 2481.92 2593.54 3614.34
Stock Pasivos

1980 500.84 507.67 … 224.03 147.13


1990 2458.58 1744.12 758 750.52 1528.52
2000 9377.25 4537.47 2287.54 2539.27 1861.05
Fte.: FMI: Estadísticas Financieras Internacionales, diversos números.

14
En relación a la IED en concreto, el Gráfico 1 muestra la progresiva equiparación de
los componentes de la “triada” en el período 1980-2000: la parte del “queso” de EE.UU.
disminuye en las salidas y aumenta en las entradas.

GRÁFICO 1. INVERSIÓN DIRECTA EXTRANJERA: STOCK DE ENTRADAS Y


SALIDAS EN Y DESDE LAS POTENCIAS DEL CENTRO, 1980-2000

En definitiva, en la IED, EE.UU. ha ido perdiendo participación en las salidas pero la ha


ganado en las entradas, lo cual se corresponde con la posición más vendedora que
compradora en las fusiones y adquisiciones a la que después se hará referencia.
Utilizando otra fuente, la UNCTAD, la “igualdad de posiciones” en la IED conseguida a
través de la globalización se hace patente también, como muestran las tablas 3 y 4
referidas a los flujos y stocks, respectivamente (Japón muestra la importancia de su
ajuste y estancamiento).

Tabla 3. Flujos de Inversión Extranjera Directa (volumen y porcentajes)


Salidas Entradas
1989-94 1995-2000 1989-94 1995-2000
Promedios (millones $) 228281 680078 200145 705376
UE 46,1 61,5 38,3 40,1
RUGB 10,6 17,6 9,6 8,5
ALEMANIA 8,5 9,3 1,7 6,8
FRANCIA 9,0 10,4 6,2 4,5
USA 21,5 16,8 21,3 23,6
JAPÓN 13,0 3,7 0,5 0,7
Fte.: Elaboración sobre UNCTAD, op.cit., Tablas Anexas B.1 y B.2.

Tabla 4. Stocks de Inversión Extranjera Directa (% totales mundiales)


Stock IED Salidas 1980 1985 1990 1995 1999 2000
UE 40,7 41,4 46,0 45,6 48,9 52,1
RUGB 15,4 14,2 13,4 10,6 13,7 15,1
ALEMANIA 8,2 8,5 8,6 9,0 7,9 7,4
FRANCIA 4,5 5,2 7,0 7,2 7,0 8,3
USA 42,0 35,5 25,1 24,3 22,6 20,8
JAPÓN 3,7 6,2 11,7 8,3 5,0 4,7
Stock IED Entradas
UE 30,2 26,5 39,2 38,5 35,3 37,6
RUGB 10,2 7,2 10,8 6,8 7,1 7,6
ALEMANIA 5,9 4,1 6,3 6,6 5,5 7,3
FRANCIA 3,7 3,8 5,3 6,3 4,6 4,2
USA 13,5 20,7 20,9 18,2 18,6 19,6

15
JAPÓN 0,5 0,5 0,5 1,1 0,9 0,9
Fte.: Elaboración sobre UNCTAD, op.cit., Tablas Anexas B.3 y B.4.

Ahora bien, gran parte de la anterior IED (55 % de la IED en 1987, 85 % de la IED en
1999) está vinculada a operaciones de concentración y centralización de capital,
mediante operaciones de fusiones y adquisiciones (F&A, muy mayoritariamente las
segundas), más que a inversiones en planta. El análisis de estas operaciones ofrece unos
resultados semejantes16: las megaoperaciones de F&A (de más de un millardo de $) han
pasado, en los últimos años, a significar más de dos tercios de las F&A y casi el 60 %
de la IED, y, dentro de ellas, las megaoperaciones de más de 2 millardos han pasado de
representar el 43 % en 1995 a ser el 84 % en 1998 y el 86 % en 1999, y las superiores a
5 millardos han pasado del 27 % de 1995 al 64 % en 1998 y el 67 % en 1999. O sea, en
la IED se está observando un proceso de gigantesca concentración y centralización de
capital, que deriva, incuestionablemente, en un debilitamiento de la competencia. El
análisis regional de las F&A redundaría en el carácter fundamentalmente vendedor de
EE.UU, frente al sesgo comprador de la Unión Europea, agudizados ambos en los dos
últimos años analizados (1998 y 1999). Respecto a las megaoperaciones 1995-1999, las
empresas de la UE supusieron el 76 % del valor de las compras (11 % EE.UU.),
mientras que EE.UU. suponía el 36 % del valor de las ventas (52 % la UE). Todos
venden, y Japón (hasta la crisis) y la UE, además, compran mucho.
En resumen: bien se puede concluir que, en lo que a los sectores productivos se refiere,
la “igualdad de posiciones” ha sustituido a la hegemonía de EE.UU.
Ahora bien, es bien conocido que una de las características del capitalismo global ha
sido y es el predominio de los movimientos de capital-dinero en la esfera financiera, al
margen de su vinculación productiva. Los promedios anuales de salidas en IEC fueron
superiores a los de IED en más del 34 % en 1985-89, del 59 % en 1990-94 y del 52 %
en 1995-99. Y, de nuevo, la regionalización de los movimientos de IEC apunta a la
“igualdad actual de posiciones”, como indica la Tabla 5.

Tabla 5. Inversión Extranjera en Cartera (IEC) 1986-1999 (promedios anuales en millardos $)


1986-1990 1991-1994 1995-1999

16
R. Sánchez Tabarés y J. Martínez Peinado tienen en preparación la publicación de un estudio al
respecto, y los datos sobre F&A proceden del mismo; G. Vidal ha publicado una investigación de estas
operaciones para el caso de América Latina: Privatizaciones, fusiones y adquisiciones. Las grandes
empresas en América Latina. Antrophos, Barcelona, 2001.

16
ENTRADAS TOTALES 172.3 338.9 730.1
EE.UU. 44.7 79.3 113.7
JAPÓN 26.9 36.8 104.5
EUROPA OCCIDENTAL* 100.7 222.9 511.9
SALIDAS TOTALES 182.7 292.2 878.4
EE.UU. 13.6 67.6 320
JAPÓN 85.9 61 81.4
EUROPA OCCIDENTAL* 83.1 163.6 477
Fte.: R. Sánchez Tabarés: Los movimientos transfronterizos de capital y el proceso internacional de
concentración y centralización del capital. Mímeo. Cuadro 11

Resultados similares (o interpretables en la misma línea) obtendríamos del análisis


pormenorizado de las otras inversiones, con el añadido de que suponen aún mayores
volúmenes de flujos y stocks que en los casos de la IED y la IEC, como se desprende de
la Tabla 6. Los comportamientos son similares en EE.UU., Japón y Alemania, donde el
crecimiento de los stocks de activos salidas de IEC es muy superior al de los de pasivos
en estos veinte años (se han multiplicado por 39, 58 y 44, respectivamente, los activos,
y por 25, 20 y 28 los pasivos), siendo el caso contrario en el Reino Unido (se han
multiplicado por 28 los activos y por 55 los pasivos).
Por otra parte, cabe destacar cómo el rubro “otras inversiones” (que incluye
significativamente los créditos y préstamos bancarios) sobrepasan, en determinados
períodos, las operaciones bolsarias. Al respecto, cabría enfatizar que el crecimiento de
los mercados de derivados, en los que se habrían manejado promedios anuales de casi
doce billones de dólares en el período 1996-98, imprimen una de las características
esenciales al actual capitalismo global: la primacía de la circulación y valorización del
capital-dinero, que, más que ninguna otra forma del capital, representa la abstracción
del valor frente a cualquier concreción nacional.

Tabla 6. Stocks externos de Inversión en cartera y otras inversiones (millardos $)


Activos Pasivos
1980 1990 2000 1980 1990 2000
EE.UU.
IEC 62,45 342,31 2406,5 175,54 929,27 4367,94
OI 306,17 1045,35 2187,14 242,25 989,71 2272,44
Japón
IEC 21,44 595,84 1244,91 42,55 395,97 871,76
OI 92,88 980,89 1124,52 101,31 1122,7 928,97
Francia*
IEC … 40,2 178,72 … 215,27 774,35
OI … 476,45 630,69 … 457,8 624,76

17
RUGB
IEC 45,55 380,34 1280,33 28,15 364,69 1540,04
OI 394,41 1071,85 2128,76 416,51 1160,58 2514,73
Alemania*
IEC 20,37 185,23 892,85 37,56 207,58 1070,67
OI 164,58 706,69 960,98 161,13 467,49 946,85
* Las cifras para el corresponden a 1999. Fte.: FMI: International Financial Statistics, 2002

Concluyendo: la “financiarización”, propia del capitalismo global, afecta por igual todas
las “potencias imperialistas”, y las empresas globales han establecido, a través de este
proceso, un entramado tan denso de concentración y centralización industrial y
financiera, de propiedad y de tecnología, que parece arriesgado, cuando menos,
cuestionar rotundamente la “igualdad de posiciones” que Bujarin exigía al
ultraimperialismo, o pensar que la competencia intermonopolista se traspasa a los
Estados. El capital financiero ya vive definitivamente en un mundo sin estados
nacionales. Y teniendo en cuenta que los flujos financieros tienen un estatus más
importante, en la globalización, que la circulación del capital-mercancía, hablar de
“bloques comerciales” es sólo una parte, y ya no la más importante, de la estructura de
economía mundial, sin contar con las estimaciones de que un tercio, al menos, del
comercio internacional es intrafirma (entre matrices y filiales) y otro 30 o 40 % tiene
lugar entre las principales empresas globales.

Algunas conclusiones
La diferencia fundamental entre la situación que abordaron los marxistas clásicos y la
actual es que, mientras que ellos destacaban la contradicción entre la mundialización y
el carácter nacional en la base económica, en la actualidad dicha contradicción es entre
la base económica mundializada y una superestructura todavía internacional. Ellos
pensaban en una fase superior y última del capitalismo como modo de producción
(puesto que la contradicción citada se daba en su seno), pero la perspectiva que se
presenta ahora al capitalismo global para su mantenimiento como modo de producción
hegemónico en el planeta es la construcción de una formación social capitalista mundial
en la que se estructuren orgánicamente nuevos mecanismos de regulación
superestructurales con la base económica ya mundializada (en los esencial). Dichos
nuevos mecanismos de regulación pueden adoptar un carácter ultraimperialista si son
elaborados y manejados por organizaciones globales supranacionales (empresas u
organismos y tratados) o bien un carácter superimperialista si es una sola potencia las

18
que los impone y maneja. Esta última opción nos parece a medio plazo imposible de
mantener, por la propia dimensión global de la base económica, en la que se ha
alcanzado cierta igualdad de posiciones entre las potencias del Centro, tal como exigía
Bujarin para que se diese el proyecto ultraimperialista. La hegemonía aplastante de
EE.UU., en este sentido, sólo deriva de su poder militar, pero su mantenimiento a medio
y largo plazo exigiría una hegemonía también económica que lo sustentase
internamente, cosa que no es el caso o al menos parece muy difícil. La transición del
sistema capitalista mundial de formaciones sociales a la formación social capitalista
mundial se presenta sumamente azarosa precisamente por este enfrentamiento
superimperialismo/ultraimperialismo, de consecuencias desconocidas pero, en el peor
de los casos, terribles, ya que sería volver al enfrentamiento político y militar, en última
instancia, entre las áreas económicas capitalistas (centrales, semiperiféricas y
periféricas) en su proceso de acomodo en la nueva formación social mundial.. Las
relaciones internacionales y las políticas de alianzas y de cooperación estarán marcadas,
en el inmediato futuro, por este escenario. Desde esta perspectiva, la nueva
concentración y centralización del poder sólo puede resistirse mediante la reivindicación
activa de la democracia, y contra la nueva polarización sólo cabe la batalla por un
mundo más policéntrico en el que no acabe de cuajar ni la marginación de miles de
millones de personas ni el gigantesco despilfarro en aparatos superestructurales,
mediáticos y militares que necesita el capitalismo global.

19
GRÁFICO 1

INVERSIÓN DIRECTA EXTRANJERA: STOCK DE ENTRADAS Y SALIDAS EN


Y DESDE LAS POTENCIAS DEL CENTRO, 1980-2000

STOCK IED SALIDAS 1980

RUGB
ALEMANIA
FRANCIA
USA
JAPON

STOCK IED SALIDAS 1990

RUGB
ALEMANIA
FRANCIA
USA
JAPON

STOCK IED SALIDAS 2000

RUGB
ALEMANIA
FRANCIA
USA
JAPON

STOCK IED ENTRADAS 1980

RUGB
ALEMANIA
FRANCIA
USA
JAPON

20
STOCK IED ENTRADAS 1990

RUGB
ALEMANIA
FRANCIA
USA
JAPON

STOCK IED ENTRADAS 2000

RUGB
ALEMANIA
FRANCIA
USA
JAPON

21

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