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FRIEDRICH

Pintor nacido en la ciudad báltica de Greifswald. Fue el artista más


sobresaliente del romanticismo alemán y quien mejor representó la nueva
idea que adquirió la pintura de paisaje, concebida de un modo sublime
y religioso y donde la naturaleza, captada de forma indeterminada pero
minuciosa, abrumaba por su inquietante belleza. Su interés primario
como artista era la reflexión de la naturaleza, su trabajo a menudo
simbólico y anti clásico intenta dar una respuesta subjetiva y
emocional al mundo natural. Las pinturas de Friedrich establecen la
presencia humana en una perspectiva disminuida en contraste a extensos
paisajes.

Educado en el seno de una puritana familia protestante de la clase media


artesanal, Friedrich inició su formación en Copenhague asistiendo a
la Academia desde 1794 hasta 1798. Esta institución le ofreció una
sólida educación en las técnicas del dibujo. Allí coincidió con otros
artistas relevantes del romanticismo germano y contactó con la
corriente ossianica, una moda literaria que reclamaba los componentes
y símbolos originarios de la mitología nórdica. A partir de 1798 se
estableció en la capital del Electorado de Sajonia, Dresde, uno de los
focos culturales y científicos más destacados de Centroeuropa, ciudad
que contaba con importantes colecciones y museos, una notable Academia
de Bellas Artes y un activo grupo de artistas dedicados a la pintura
de paisaje.

Sus primeros trabajos fueron apuntes del natural realizados en lápiz,


pluma, tinta, sepias, así como estampas que captaron los paisajes
costeros de Pomeramia, su región natal.
Pero su peculiar percepción de la naturaleza pronto provocó polémicas,
como la originada a raíz de la realización del conocido Altar de
Tetschen: La cruz de las montañas, una obra encargada por una
aristócrata de Dresde para la capilla de su palacio, con funciones de
retablo o cuadro de altar.

Altar de Tetschen (1807-1808 Museo de Bellas Artes, Dresde)


La precisión del dibujo, los numerosos puntos de vista, la carencia
de un primer plano, la composición piramidal de un tema que se cifra
en un crucifijo enclavado en unas rocas y flanqueado por altos abetos,
así como una cumbre que escondía una puesta del sol, rompían con la
estructura paisajística tradicional, normativa y académica.

El paisaje de Friedrich era lo más alejado de las apacibles naturalezas


arcádicas y revolucionaba por su carácter simbolista y espiritual.
Hasta ese momento nadie había conseguido incitar a la devoción o
expresar las ideas religiosas por medio de un género todavía
considerado inferior, como era el paisaje. De esta forma, abría un nuevo
rumbo para este género pictórico, que podía reflejar un contenido
religioso y capaz de provocar emoción, ánimo y vida interior, como
demuestran El monje junto al mar o La Abadía en el Robledal, ambas
presentadas en la Exposición de la Academia de Berlín en 1810 y
sintomáticas de la tendencia del artista por los paisajes abruptos y
rocosos, las montañas y abismos, las tierras y costas solitarias, las
ruinas, brumas y tinieblas, naturalezas inaccesibles, cargadas de
desasosiego y soledad, en las que la representación del hombre, parecía
enfrentarse al poder inabarcable de la naturaleza.

Monje junto al mar (1808-18010)

Abadía en el robledal (1809-18010)

En Friedrich destaca la tendencia a la limitación y sobriedad del


colorido y un interés por reflejar las fases cíclicas de la naturaleza
(amaneceres y crespúsculos, el día o la noche, las estaciones del año
etc...). En ocasiones pintó escenas de interiores con una atmósfera
más intimista, como Mujer en la ventana.

Mujer en la ventana, 44 x 37 cm.

Vista desde la ventana Friedrich en su taller, realizados con una gran


simplicidad de medios y de tono melancólico. Un fuerte sentimiento
hacia lo autóctono se potenció en sus cuadros desde 1813, a raíz de
la invasión napoleónica y las guerras de liberación el pintor empieza
a tratar un tipo de obra patriótica en clave heroica, como El Coracero
en el bosque o Tumbas de héroes antiguos, homenajes a los combatientes
muertos en las luchas contra Napoleón.

Otras veces como en "El Jardín" (1811-1812) retratara un ambiente lleno


de luz poética y con una bella armonía de conjunto.
El Jardín
A su juicio, el arte debía mediar entre las dos obras de Dios, los
humanos y la Naturaleza. Con este punto de vista se acerca a las bellezas
naturales, en cuya representación procesó tendencias y sentimientos.
Sus obras no son, por lo tanto, imágenes de la Naturaleza, sino de un
sentimiento metafísico, inaprensible. El primer plano y el fondo,
separados a menudo por un abismo, se relacionan entre sí.

Así sucede en "Viajero junto al mar de niebla" (1818) con una figura
de espaldas fuertemente precisada en claroscuro, que parece dialogar
con el universo.
Viajero junto al mar de niebla. 98 x 77 cm (Museo de Bellas Artes,
Hamburgo)

El espíritu que domina la obra de Friedrich es radicalmente romántico:


abundan las escenas a la luz de la luna, espacios gélidos (mar de hielo,
campos helados), las noches, paisajes montañosos y agrestes.

Pobló sus paisajes de seres humanos contemporáneos, pertenecientes en


general a la burguesía. Estas figuras, a partir de 1807, suelen aparecer
de espaldas al espectador, ocultando la cara, y en alguna de ellas se
reconoce al propio Friedrich. Suelen estar ubicados céntricamente en
el cuadro, de manera que cubren el punto de fuga. Con este recurso,
el artista señala que el «sentimiento», la auténtica humanización, se
encuentra en la Naturaleza. Al mismo tiempo, esto permite que el
espectador no se distraiga con la fisonomía de este personaje anónimo,
sino que se identifique con él. Finalmente, de esta manera logra una
metáfora visual de la disolución del individuo en el «todo» cósmico.
Es el pintor más significativo del paisajismo romántico alemán.

Otras obras dramáticas y fantásticas visiones hiperreales, hacen


alusión a la caducidad de las obras humanas y a las fuerzas elementales
de la naturaleza como Friedrich nos lo muestra en el océano glacial.
El océano glacial
Análisis semiótico de obra (sintáctico, semántico,
pragmático)

Autor
FRIEDRICH CASPAR DAVID
Fecha
1818
Material
Oleo sobre lienzo
Estilo
Romanticismo Alemán
Dimensiones
94,8 x 74,8 cm.
Museo
Bellas Artes, Hamburgo
Denota: podemos observar que el artista utilizo una paleta de colores
fríos para representar el paisaje de montañas y niebla. Mediante
manchas de oleo blanco represento la niebla y el mar de nubes.
Transportándonos al ambiente frio típico de los paisajes suecos.
En la obra se distinguen tres planos que el artista utilizó para la
composición. El primer plano, más próximo al espectador, donde se
observa una porción de piedra sobre la cual está parado de espaldas
el viajero vestido de traje que contempla el paisaje. Dichos elementos
(piedra y viajero) de valores bajos, con tonos azules y marrones.
Un segundo plano en donde se observan rocas, piedras, o cimas de
montañas, se funden en el paisaje mezclándose con la niebla/nubes.
Y un tercer y último plano, donde se nota como las montañas más altas
y alejadas, se funde con el cielo.
La luz en la obra es natural, el contraste entre el primer plano cálido
con los tonos neutros y negros en el viajero y la piedra, y los tonos
altos y fríos que utiliza para el paisaje, generan una sensación de
perspectiva atmosférica.
Podemos notar también la presencia de un triangulo isósceles
compositivo, esto genera estabilidad y además, hacen que las líneas
rectas y la formas geométricas de las rocas y montañas no tomen el
protagonismo de la obra.
La obra representa a un viajero, de espaldas, parado sobre una porción
de piedra/montaña, vestido de traje y con un bastón que lo ayuda a
sostenerse. No es casualidad que el hombre este de espaldas, que no
se vea su rostro, ya que el rostro es el de cada espectador que se para
frente a la obra. La cabeza del sujeto, tapa el punto de fuga de la
obra, lo que nos permite suponer que el artista pretende ubicarnos a
nosotros en el rol del viajero.
Algunos aseguran que es el propio Friedrich, otras versiones dicen que
es un amigo del autor. Lo que es importante destacar, es la
intencionalidad de la ubicación del personaje, donde el artista nos
hace identificarnos y desde una perspectiva casi igual, nos hace
contemplar la obra.
El hombre, a pesar de tener un lugar significativo y en primer plano,
queda (ante la mirada del espectador) en un segundo plano en comparación
a la impronta que tiene el paisaje.

Se hace inevitable suponer el dialogo entre viajero y el paisaje.


Viajero que llego ahí solo, con su bastón, buscando respuestas a algo,
o simplemente fue hasta ahí arriba para contemplar en su soledad. Por
la ropa que lleva puesta, evidentemente no se dedica a escalar. Y la
posición de las piernas y el bastón nos permiten concluir que está
descansando, que recién llegó.
Vemos qué tan diminuto queda el hombre ante la naturaleza, que con su
inmensidad envuelve la obra, y la reduce solo a eso.
Creo que el artista intenta comunicar la necesidad de conectar a la
naturaleza con los sentimientos inquietantes, como era característico
de ese momento, los paisajes elegidos para pintar generalmente eran
noches tormentosas, mares tempestuosos, ruinas, etc.
Océano Glacial
Autor
FRIEDRICH CASPAR DAVID
Fecha
1823 - 1824
Material
Oleo sobre lienzo
Estilo
Romanticismo Alemán
Dimensiones
96,7 x 126,9 cm
Museo
Sala de arte, Hamburgo
En la obra océano glacial, observamos una composición piramidal que se
interpone con el punto de fuga. En el vértice superior de dicho triangulo
compositivo podemos ver que el artista utilizo, para representar el cielo,
una paleta de grises y azules de valores alto, así logro que dicho cielo se
confunda con el horizonte, dándole sensación de infinidad. La mitad inferior
del triangulo presenta tonalidades neutras, que dan solidez al cuadro.
En todo momento Friedrich guía la mirada del espectador en la inmensidad del
cielo, ya que si bien la parte inferior los bloques de hielo tienen solidez,
la mirada del espectador se guía por la gradación lumínica del cielo.
La composición está cromáticamente quebrada por la aparición de una parte de
un barco que asoma su popa en medio de una capa de hielo rota, aunque Friedrich
logra el contraste de manera armónica mediante el tratamiento de sombras que
da a los bloques de hielo de la parte central e izquierda de la pintura.
En el segundo plano podemos notar témpanos de hielo que se pierden en el
horizonte.
El pintor rompe con toda la tradición paisajista clásica a través de la
construcción espacial y la organización general, con influencias del género
del panorama.
El autor usa como elemento plástico protagonista de la obra a la línea,
presentándola de diferentes formas (rectas, oblicuas, quebradas) así genera
que los bloques de hielo, en primer término, se superpongan dando sensación
de una escalera y en segundo término se alza, imponente, una afilada masa de
hielo según un eje diagonal.
Friedrich representa aquí, por medio del paisaje, las grandes luchas de la
naturaleza con su peor enemigo, el hombre. El ser humano es devorado por la
fuerza de la naturaleza, y aquí casi no vemos ni su huella. Hay que esforzarse
para ver el barco. Todo está tranquilo y solitario, congelado. Ni siquiera
las heridas en el hielo parecen haber hecho un gran daño, comparada con los
icebergs que se ven en ese paisaje sublime que forman una especie de castillos
congelados en el tiempo. El Mar de Hielo es una obra tensa y dramática que
no necesita reflejar ningún tipo explícito de violencia exterior.
Monje frente al mar
Autor
FRIEDRICH CASPAR DAVID
Fecha
1808- 1810
Material
Oleo sobre lienzo
Estilo
Romanticismo Alemán
Dimensiones
110 x 171,5 cm
Museo
Castillo de Charlottenburg, Berlín.

Friedrich, es en cuanto a formas heredero de la pintura holandesa de


paisaje del siglo XVII, caracterizada por tener un formato panorámico,
gran extensión de terreno y una amplia porción de firmamento. Por lo
que a esto respecta “Monje mirando al mar” obra que el artista pintó
en 1810, es herencia de esta pintura. Tres franjas de color colocadas
en horizontal, una sobre otra: tierra, mar y aire, con el cielo ocupando
más de tres cuartas partes de la superficie del lienzo. Es un paisaje
amplio y desnudo, donde no encontraremos nada a lo que agarrarnos, y
que nos provoca miedo, soledad y vértigo. En medio de esta obra, un
monje se encuentra en un momento místico, trascendental, al sentirse
abrumado por la inconmensurabilidad del espacio, lo que le hace
reflexionar sobre su insignificancia frente a la naturaleza, y sobre
su soledad. Friedrich nos muestra un paisaje trágico, el mar está
embravecido y el cielo amenaza con tormenta sublimando la atmósfera
de la escena, y es justo aquí donde radica lo sublime de esta obra,
entre la inmensidad de la naturaleza, tan digna de admirar y la
sensación de pequeñez del ser humano frente a la naturaleza, frente
al destino.

“Monje mirando al mar” es un estado de ánimo y de reflexión del pintor.


Una pintura que transita de adentro hacia fuera, de ahí ese potencial
comunicativo de la obra. Es un desnudo emocional donde expone su
angustia. La intención no es pintar un paisaje realista (toma notas
del natural pero que luego acaba en su estudio) sino utilizar el paisaje
como espejo de los estados del alma. Como artista romántico es lo
subjetivo, la introspección, lo que le mueve a pintar. Esta obra rompe
con los conceptos contemporáneos de la perspectiva; no la utiliza y
la profundidad la logra mediante la aposición de planos con un fuerte
contraste: una delgada franja de tierra elevada y clara, un mar de un
negro profundo y un inmenso cielo nublado, sólo penetrado por unas pocas
gaviotas y aún más inquietante que las insondables aguas . La figura
del hombre queda por debajo de la línea de horizonte, lo cual hace
parecer aún más pequeño al monje.

CONCLUSION:
Se observan rasgos sublimes en las obras de Friedrich. El autor intenta
situarnos a cada espectador, en el lugar plasmado en el lienzo,
transmitiéndonos su admiración por la belleza de paisajes naturales,
y al mismo tiempo su sentimiento de temor ante una fuerza tan grande
que el hombre no puede manipular.
Aquí observamos sus sentimientos de placer y displacer.

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