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La tecnología del género (fragmentos)

Teresa de Lauretis

“Para comenzar a especificar esta otra clase de sujeto y articular sus relaciones con un campo
social heterogéneo, necesitamos una noción de género que no esté tan ligada con la diferencia sexual
como para ser virtualmente coextensiva con ella y, como tal, por una parte, se presuponga al género
como derivado no problemáticamente de la diferencia sexual mientras, por otro lado, pueda ser
subsumido en las diferencias sexuales como un efecto del lenguaje o como puramente imaginario,
nada que ver con lo real. Este lazo, esta mutua contención entre género y diferencia(s) sexual(es),
necesita ser desatada y deconstruida. Puede ser un punto de arranque pensar al género en paralelo
con las líneas de la teoría de la sexualidad de Michel Foucault, como una “tecnología del sexo” y
proponer que, también el género, en tanto representación o auto-representación, es el producto de
variadas tecnologías sociales -como el cine- y de discursos institucionalizados, de epistemologías y
de prácticas críticas, tanto como de la vida cotidiana.”

“Podríamos decir entonces que, como la sexualidad, el género no es una propiedad de los
cuerpos o algo originalmente existente en los seres humanos, sino el conjunto de efectos producidos
en los cuerpos, los comportamientos y las relaciones sociales, en palabras de Foucault, por el
despliegue de una tecnología política compleja.2 Pero debe decirse ante todo, y de ahí el título de
este ensayo, que pensar al género como el producto y el proceso de un conjunto de tecnologías
sociales, de aparatos tecno-sociales o bio-médicos es, ya, haber ido más allá de Foucault, porque su
comprensión crítica de la tecnología del sexo no tuvo en cuenta la instanciación diferencial de los
sujetos femeninos y masculinos, y al ignorar las conflictivas investiduras de varones y mujeres en los
discursos y las prácticas de la sexualidad, la teoría de Foucault, de hecho, excluye, si bien no impide,
la consideración del género.”

“Procederé a establecer una serie de cuatro proposiciones en orden decreciente de auto-


evidencia y luego volveré sobre ellas para elaborarlas con más detalle.

(1) El género es (una) representación, lo que no quiere decir que no tenga implicaciones concretas o
reales, tanto sociales como subjetivas, para la vida material de los individuos. Todo lo contrario.

(2) La representación del género es su construcción, y en el sentido más simple se puede afirmar que
todo el arte y la cultura occidental es el cincelado de la historia de esa construcción.
(3) La construcción del género continúa hoy tan diligentemente como en épocas anteriores, por
ejemplo, como en la era victoriana. Y continúa no sólo donde podría suponerse -en los medios, en la
escuela estatal o privada, en los campos de deportes, en la familia, nuclear o extendida o de
progenitura única para resumir, en lo que Louis Althusser ha llamado los aparatos ideológicos del
Estado. La construcción del género continúa también, aunque menos obviamente, en la academia, en
la comunidad intelectual, en las prácticas artísticas de vanguardia y en las teorías radicales y hasta y
por cierto especialmente, en el feminismo.

(4) En consecuencia, paradójicamente, la construcción del género es también afectada por su


deconstrucción; es decir por cualquier discurso, feminista u otro, que pudiera dejarla de lado como
una tergiversación ideológica. Porque el género, como lo real, es no sólo el efecto de la
representación sino también su exceso, lo que permanece fuera del discurso como trauma potencial
que, si no se lo contiene, puede romper o desestabilizar cualquier representación.”

“El sistema sexo-género, en suma, es tanto una construcción sociocultural como un aparato
semiótico, un sistema de representación que asigna significado (identidad, valor, prestigio, ubicación
en la jerarquía social, etc.) a los individuos en la sociedad. Si las representaciones de género son
posiciones sociales que conllevan diferentes significados, entonces, para alguien ser representado y
representarse como varón o mujer implica asumir la totalidad de los efectos de esos significados.
Así, la proposición que afirma que la representación de género es su construcción, siendo cada
término a la vez el producto y el proceso del otro, puede ser reformulada más exactamente: la
construcción del género es tanto el producto como el proceso de su representación.”

“Cuando Althusser escribió que la ideología representa no el sistema de relaciones reales que
gobiernan la existencia de los individuos, sino la relación imaginaria de esos individuos con las
relaciones reales en las que ellos viven y que gobiernan su existencia, estaba también describiendo, a
mi modo de ver, el funcionamiento del género. Pero, se objetará, que el equiparar género con
ideología es una reducción o una sobresimplificación. Ciertamente Althusser no lo hace, y tampoco
el pensamiento marxista tradicional, donde el género es algo así como un tema marginal, algo
limitado a la cuestión de la mujer. Porque, como la sexualidad y la subjetividad, el género está
ubicado en la esfera privada de la reproducción, la procreación y la familia y no en la esfera pública,
social, de lo superestructural, a la que la ideología pertenece y es determinada por las fuerzas
económicas y las relaciones de producción.”

“Y más aún, continuando con la lectura de Althusser, encontramos el enunciado enfático


Toda ideología tiene la función (que la define) de constituir individuos concretos como sujetos
(p.171). Si sustituimos género por ideología, la proposición todavía tiene sentido, pero con un leve
cambio de términos. El género tiene la función (que lo define) de constituir individuos concretos
como varones y mujeres. En ese cambio es precisamente donde se puede ver la relación de género
con ideología y vérselo también como un efecto de la ideología del género. El cambio de sujetos a
varones y mujeres marca la distancia conceptual entre dos órdenes de discurso, el discurso de la
filosofía o teoría política y el discurso de la “realidad”. El género es dado (y dado por sentado) en el
último, pero excluido en el primero.”

“Reescribiré, entonces, mi tercera proposición: La construcción de género prosigue hoy a


través de varias tecnologías de género (por ejemplo, el cine) y de discursos institucionales (por
ejemplo, teorías) con poder para controlar el campo de significación social y entonces producir,
promover e “implantar” representaciones de género. Pero los términos de una construcción
diferente de género también subsisten en los márgenes de los discursos hegemónicos. Ubicados
desde afuera del contrato social heterosexual e inscriptos en las prácticas micropolíticas, estos
términos pueden tener también una parte en la construcción del género, y sus efectos están más
bien en el nivel “local” de las resistencias, en la subjetividad y en la auto-representación.”

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