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“No deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres, sino que tengan
más poder sobre sí mismas”- Mary Shelley. Según una encuesta realizada por la
revista norteamericana “People” el 80 por ciento de las mujeres asegura que el reflejo
femenino presentado en los medios de comunicación impresos y audiovisuales les ha
generado inseguridad. Durante siglos la figura de la mujer ha sido denigrada por los
medios de comunicación quienes se han encargado de adoctrinarlas para convertirlas en
seres perfectibles, en objetos sexuales y en ejercedoras de ciertos roles sociales y
profesionales determinados.
Dentro de la publicidad el rostro y cuerpo de la mujer es perfectible. Este se
muestra lleno de defectos que hay que corregir según los cánones de belleza del
momento. En los comerciales usualmente se evidencia a la representante del producto
anunciado como un ideal al que pueden aspirar las consumidoras si se animan a adquirir
el producto. Se tiende también a asociar erróneamente la apariencia y la juventud al al
éxito profesional y personal, con el objetivo de persuadir a la mujer a cuidar todos los
aspectos de su apariencia física. Sin embargo la mujer presentada en los anuncios
comerciales no es precisamente un modelo natural ni mucho menos parecido a nuestra
realidad causando así muchas repercusiones en aquellos que se encuentran
influenciados por los medios. Según una encuesta elaborada dentro de una escuela en
los Estados Unidos el 69% de las chicas declararon que las modelos de revistas influían
en su idea de la forma perfecta del cuerpo y facciones faciales. En mi criterio
primeramente es incorrecto que la sociedad imponga que puede ser considerado
hermoso y que es socialmente indeseado, y más allá de eso también se debe hacer
conciencia ,citando las palabras de Lupita Nyong` o, que “No puedes depender de
como luces para sostenerte.”
Los medios de comunicación han logrado que las mujeres se vean reducidas a
objetos sexuales. En los anuncios publicitarios las mujeres de proporciones exuberantes
que aparecen escasamente vestidas tienen el fin de atraer la mirada del espectador varón
para así posteriormente pasar su atención al verdadero producto que pretende ser
vendido. Rara vez la exposición del cuerpo femenino tiene alguna relación directa con
el producto que se ofrece. La mujer queda entonces como el valor agregado, vista como
una más de las posesiones del hombre que le permite catalogarse en una posición
social. Se presenta a la mujer como un trofeo primordialmente en la promoción de
automóviles o bebidas alcohólicas. También en otros casos el cuerpo de la mujer es de
manera indirecta el objetivo final de la utilización de cierto producto, como claro
ejemplo se muestra al desodorante AXE cuyo beneficio se enfoca en la posibilidad de
obtener mujeres. Es erróneo pensar que la mujer puede ser presentada como extensión
del éxito del hombre, ya que esta es completamente capaz de conseguir éxito propio.
Bibliografía
Revista del consumidor. (2012). La mujer en la publicidad. Revista del consumidor ,
72;73;75.