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¿Cómo ofrecer los propios dolores?

Padre, ¿cómo ofrecés los dolores? Yo siempre lo hago pero siempre tengo la duda de cómo
hacerlo... -- L.M.G.

***

Hay tres momentos:

1. No negamos lo que nos duele, perturba o incomoda. Reconocemos que el fastidio y el dolor
están ahí pero nos serenamos. Evitamos el pánico, la queja excesiva, el traslado de nuestra
impaciencia hacia otras personas en forma de agresividad o indiferencia.

2. Renunciamos de corazón a toda forma de blasfemia o cualquier otra tentación contra la fe, de la
forma: "Dios se olvidó de mí; no le importo; en realidad nadie escucha al otro lado; pierdo mi
tiempo rezando..." Al contrario, renovamos nuestra fe diciendo con amor el Credo y volviendo al
ejemplo de Cristo y de sus mártires. Suplicamos el auxilio divino, diciéndole a menudo: "¡Señor, ten
piedad! Tú prometiste que no seríamos probados más allá de nuestras fuerzas; dame pues esas
fuerzas tuyas que son las únicas que pueden darme la victoria."

3. Ya más serenos y renovados, repetimos frases sencillas como: "Por amor a ti, Jesús" "Uno mi
dolor a tu Cruz, Señor" "Como tu apóstol Pablo, completo en mí lo que falta a tu Pasión" "Esta hora
te la ofrezco por las misiones" "Este dolor lo ofrezco por la conversión de los más endurecidos" Y
así, con otros otros pensamientos semejantes.

Puedes encontrar más inspiración en este impactante testimonio.


Fr. Nelson M.

Cáncer misionero Info Católica


Padre Federico, el 25.07.18 a las 6:12 PM

Me llamo Jesús María Sanz Sacristán, tengo 56 años y soy médico de familia
(médico de cabecera) en Madrid (España).
Quiero dar mi testimonio en mi enfermedad actual. Lo primero de todo es que
es muy difícil ser a la vez médico y enfermo. Es difícil ante enfermedades graves
porque sabes muchas veces cómo van a evolucionar.
Hace 3 años y medio tuve un cáncer de cólon cogido a tiempo de un modo
casual. Se detectó tras una analítica con pequeñas alteraciones. Siguiendo los
protocolos médicos me hicieron cirugía y luego, por haber roto un poco la pared
intestinal, recibí durante 6 meses 12 ciclos de quimioterapia.
Así seguí controles cada 3 meses hasta los 3 años de haber empezado la
enfermedad.
Todo iba bien.
A los 3 años me quitaron un reservorio subcutáneo que me habían puesto en el
lado derecho del tórax al ir todo bien. Las revisiones iban a ser cada 6 meses.
Pero al ir saliendo pequeñas alteraciones en las pruebas de imagen, tuvieron que
seguir haciendo revisiones cada 2-3 meses.
Desde mediados de junio he empezado con dolor abdominal en la zona
derecha del hígado. Además, las pruebas de imagen muestran lo que llamamos
lesiones ocupantes de espacio (LOES) que, al principio, no estaban y que podrían
ser lesiones infecciosas-inflamatorias o cancerígenas, junto a otras
alteraciones que no estaban claras: alteraciones en la vía biliar intrahepática,
líquido libre, etc.
Hace 3.5 años, cuando surgió el cáncer, me agarré a Dios, y sufrí con Cristo
todo el proceso, muchas veces duro. Recibí en aquel momento el Sacramento
de la Unción de Enfermos, que me ayudó en el alma y en el cuerpo.
La situación actual es, desde hace semanas, de más incertidumbre pues, al
no saberse si son lesiones infecciosas o cancerígenas y al seguir con dolor
contínuo desde hace 3 semanas, probablemente me tengan que someter a una
cirugía que me quite algún segmento del hígado y tratar de encontrar la causa. A
pesar de una dosis alta de varios antibióticos, no se quita el dolor.
He estado a punto de ingresar en el hospital en algunas ocasiones y tras la última
prueba (una resonancia magnética y colangiorresonancia) se acelerarán las
decisiones.
Como médico y como cristiano he decidido volver a aceptar el dolor, como si
fuese la cruz de Cristo, y aplicar ese dolor por las misiones, por mi familia,
amigos y personas que lo necesitan. En concreto, hay pueblos a los que nunca
llegó la Fe de la Iglesia y quiero ayudar a que llegue.
Lo que quiero es curarme y obedezco lo mejor que puedo a mis compañeros. He
recibido los Sacramentos de la Unción de Enfermos y la Comunión. Quiero
curarme, pero, sobre todo, quiero hacer la voluntad de Dios. Mi cuerpo nos
pertenece a Él y a mí, y es el vehículo que me ha dado para llegar al cielo.
Todo lo anterior no me quita el dolor, tengo menos fuerzas y me siento frágil y
débil. Pero, como decía San Pablo, cuando soy débil entonces soy fuerte
(porque es Jesucristo el que me lleva).
No sé qué saldrá para mi salud de todo esto; solo sé que me está haciendo un
gran bien a mi alma, a pesar del sufrimiento del cuerpo y la mente. El buen Padre
Dios nos ama y desea para nosotros lo mejor.
Sufrir la incertidumbre durante algunas semanas a pesar de los mejores medios
y hospitales, nos lleva a entender y comprender mejor a nuestros pacientes y a
hacernos pacientes. En la Misa del último domingo (preciosa) se hablaba de
que Dios no introdujo la muerte, sino que esta entró por el mal y también que
tener Fe nos ayuda, si Dios quiere, a curarnos, como hace con personas muy
enfermas a las que cura cuando están muy cerca de la muerte.
Si eres médico o paciente, solo puedo decirte que el dolor tiene sentido;
(…) tenemos un Padre que aceptó el dolor de su Hijo en la Cruz y que nos
pide que le ayudemos a completar su obra para bien de todos nuestros
hermanos.
Atentamente,
Jesús Mª Sanz
Médico de familia. Madrid. España.

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