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Rol docente:

El docente es el agente fundamental en la transmisión y recreación de la cultura,


construye entre la escuela y la sociedad un contrato de legitimidad, con garantía del
logro de aprendizajes socialmente válidos para nuestros alumnos.
Su rol es de facilitador del aprendizaje estimulando el interés del alumno,
brindando libertad para pensar y hacer, con creatividad e iniciativa personal,
guiando su reflexión y estimulando logros.
La puesta en acción de lo expresado sintetiza el ser docente, quien al serlo
ayudará al otro a ser persona enriqueciéndose ambos con la construcción de éstos
vínculos propios de la relación enseñanza- aprendizaje.
El modelo tradicional de docente ponía énfasis en considerar buen docente al que
sabe mucho, sin valorizar su rol de mediador entre el conocimiento y el que
aprende, clave de todo proceso exitoso de enseñanza y aprendizaje.

¿Cuáles son las características propias de un profesional de la educación?


Sin duda hay características personales fundamentales: un docente debe ser una
persona auténtica. Roger ya lo plantea en sus trabajos cuando sostiene que el
docente debe manifestarse tal cual es como persona, ser capaz de expresar sus
emociones, sus intereses sus dudas, capaz de reconocer sus limitaciones, no
esconderse tras una máscara de docente (propia del imaginario tradicional) que
todo lo sabe y lo puede, que es capaz de controlar sus emociones y actuar
objetivamente.
Esconderse bajo esta máscara tensiona a la persona, consume su energía y esto
se proyecta en el aula.
Lo dicho no significa todo vale, la mirada crítica y reflexiva ayudará al docente a
acrecentar sus rasgos positivos, superar sus limitaciones y a un proceso constante
de desarrollo como persona.
Curioso: la curiosidad es la base de todo proceso de búsqueda de novedades y
deseo de actualización permanente.
Creativo: Si alguien no se anima a ser creativo, no podrá estimular, por temor, la
creatividad en el otro.
Dinámico: no atarse a la rutina, plantear nuevas alternativas de acción.
Entusiasta: El profesor que ama su tarea, que la ejerce por vocación, transmite al
alumno esta vivencia.
En relación con el grupo clase, el docente debe apreciar al otro, reconocerlo como
persona, darle un lugar valorarlo. Cuando el profesor interactúa con grupos
numerosos ésta condición se limita, pero ser un permanente observador de la
conducta y de las características de los alumnos lo llevará a ese conocimiento.
Confiar en las posibilidades de aprender de toda persona pues la predisposición al
aprendizaje es un rasgo inherente a la condición de ser humano, el docente que
rotula al alumno y lo pone en el lugar del no saber y no poder aprender, limita al
otro en su desarrollo.
Ponerse en el lugar del otro, interrogarse cómo aprende el que aprende, el porqué
de sus dudas, cómo razona para llegar a la resolución de una situación
problemática.
En relación al área institucional, poseer disponibilidad para el trabajo en equipo,
correrse del estilo individualista que por mucho tiempo caracterizó el quehacer
docente, para dar paso a la integración en tareas de equipo con sus colegas.
Capacidad para la resolución de conflictos, aceptar la aparición de conflictos como
inherente a la vida institucional y estar dispuesto a trabajar para resolverlo.
Para el efectivo ejercicio de su rol el docente debe desarrollar las siguientes
competencias:
 Dominio de la disciplina que enseña, es decir, sólida y actualizada formación
científica.
 Amplio conocimiento de estrategias didácticas, seleccionar las más eficaces
según el momento y el grupo.
 Habilidades comunicativas, explicar de manera que se le entienda, con un
acertado manejo de los tonos y lo gestual acompañando el decir, trato
cordial.

El docente a nivel aula:


Considera a sus alumnos como integrantes de un grupo y a su vez tiene en cuenta
sus dimensiones individuales.
Se ve a sí mismo como el líder institucional del grupo clase.
Busca la adecuación necesaria de los objetivos, los contenidos y métodos a la
madurez e intereses de los alumnos.
Motiva al grupo clase.
Se autoevalúa en el desempeño del rol del líder institucional, tanto en lo que hace a
las relaciones humanas en sí mismas, como a la forma de conducir el proceso de
enseñanza aprendizaje.
Organiza las actividades de aprendizaje teniendo en cuenta las condiciones del
aula, la existencia o no, de ambientes especiales en la escuela como laboratorios,
bibliotecas, taller etc.
Evalúa la distribución del tiempo y sugiere cambios. En función de lograr un mejor
proceso de enseñanza y de aprendizaje.
Doyle, Pérez Gómez, entre otros expresan que el docente selecciona las tareas,
define la intencionalidad y la duración de las mismas, configura el espacio físico en
el que se realizarán, proporciona los recursos consensua las normas, analiza las
habilidades que pueden ponerse en juego en la realización del trabajo y propone
consignas de trabajo para sus alumnos.

La profesionalidad docente y sus dimensiones

Hablar de profesionalidad significa, no sólo describir el desempeño, sino también


expresar valores y pretensiones que serían deseables alcanzar y desarrollar en esta
profesión.

Las cualidades a que hace referencia la profesionalidad docentes no son una


descripción de la “buena enseñanza”, no son una exposición de lo que debe hacer
un enseñante. Entender así las cualidades de la profesionalidad corre el peligro de
convertir otra vez la enseñanza en un catálogo de actuaciones externamente
impuestas. Más bien las cualidades de la profesionalidad hacen referencia a
dimensiones de su quehacer profesional en el que se definen aspiraciones respecto
a la forma de concebir y vivir el oficio docente, a la vez que dimensiones en las que
se inscribiría la forma de dotar de contenido concreto a la realización de la
enseñanza.
Por esta razón el contenido, significado y realización de estas cualidades no vienen
definitivamente fijados. No hay acuerdo definitivo sobre ellas, sino que son
interpretadas de forma diferente según los contextos y las posiciones de partida.

Las cualidades profesionales que requiere la enseñanza están en función de la


forma en que se interpreta lo que debe ser la enseñanza y sus finalidades.

A continuación se desarrollarán tres de las dimensiones de la profesionalidad:

a) Obligación moral
La primera dimensión de la profesionalidad docente se deriva del hecho de que la
enseñanza supone un compromiso de carácter moral para quien la realiza.

Este compromiso u obligación moral confiere a la actividad de la enseñanza un


carácter que se sitúa por encima de cualquier obligación contractual que pueda
establecerse en la definición de empleo.

Por encima de los logros académicos, el profesorado está obligado con todos sus
alumnos y alumnas en su desarrollo como personas, aún a sabiendas de que eso le
suele ocasionar tensiones y dilemas: ha de atender al avance del aprendizaje de sus
alumnos, mientras que no puede olvidarse de las necesidades y del reconocimiento
del valor que como personas les merece todo el alumnado.

El oficio de enseñar consiste en una relación constante, directa y continuada con


personas concretas, sobre las que se ejerce una influencia, es decir que hace que el
docente se sienta comprometido con la legitimidad de esa influencia
Los docentes no tienen conciencia de la influencia moral que ejercen al realizar su
trabajo pero lo cierto es que casi todo lo que hacen tiene consecuencias morales.

Tanto en los aspecto estrictamente relacionados con su materia a enseñar como en


los aspectos morales: todo supone un posicionamiento moral que quiera o no lo
transmite, como toda persona sea o no docente.
Este aspecto moral de la enseñanza, está muy ligado a la dimensión emocional del
contexto profesional, presente en toda relación educativa. El cuidado y la
preocupación por el bienestar por el alumnado o por unas buenas relaciones con
colegas y familias, obedecen a un compromiso con la ética de la profesión.

b) Compromiso con la comunidad


La moralidad no es un hecho aislado, sino por lo contrario, un fenómeno social
producto de nuestra vida en comunidad.

Las prácticas profesionales no se constituyen como aisladas, sino como


compartidas. Ello se refiere, en primer lugar, al contexto profesional, en el que los
colectivos del profesorado desarrollan su profesionalidad, en la medida que
comparten problemas, discuten principios, contrastan alternativas y soluciones,
analizan los factores que condicionan su trabajo, organiza su acción, etc.

Pero también es necesario entender que la responsabilidad pública compromete a


la comunidad en la participación en las decisiones sobre la enseñanza. El problema
surge por el hecho de que el profesorado solo puede asumir su compromiso moral
desde la autonomía, porque no es posible resolver los conflictos y dilemas sino
desde la asunción autónoma de los mismos.

Doble conciencia de que los docentes deben ser necesariamente autónomos en sus
responsabilidades profesionales y públicamente responsables.

c) Competencia profesional
La obligación moral del profesorado y el compromiso con la comunidad requieren
una competencia profesional coherente con ambos.

Solo es posible realizar juicios y decisiones profesionales si se dispone de un


conocimiento profesional del que extraer reflexiones, ideas y experiencias con los
que poder elaborar dichas decisiones.
La competencia profesional se refiere no solo al capital de conocimientos
disponibles, sino también a los recursos intelectuales de que se dispone con objeto
de hacer posible la ampliación y desarrollo de ese conocimiento profesional, su
flexibilidad y profundidad. El análisis y la reflexión sobre su propio trabajo docente
constituyen un elemento primordial para la profesionalidad de los docentes.

Al ser la enseñanza una práctica social cuya realización no depende solo de las
decisiones que el docente toma en las aulas, sino de contextos más amplios de
influencia y determinación, la competencia profesional tiene que ver con la
comprensión de la forma en que estos contextos condicionan y median su ejercicio
profesional, así como la capacidad de intervención en esos ámbitos.

Bibliografía:

 Flores de Ivaldi, Marta (compiladora) El aula: un lugar de trabajo. Fac.de


Filos. y Letras Universidad Nacional de Tucumán. Mayo 2002

 Bromberg, Kirsanov, Longueira Puente: Formación Profesional Docente.


Nuevos Enfoques. Editorial Bonum. Bs As 2008

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