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Editorial
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Como lo señalara Gonzalo Sánchez en algún artículo, era un libro de
intenciones políticas, de denuncia. Los autores tenían su propia agenda, ligada
a un ideario de paz y modernización del país diferente a la de los partidos
tradicionales, pero eso no les impidió sistematizar y analizar de forma
exhaustiva la información que tenían y llegar a conclusiones coherentes
como que la Violencia no era producto del “salvajismo”, el clima, la raza o la
inclinación natural de las clases populares, sino de conflictos inter élites no
dirimidos, factores asociados a la estructura de la tierra y al papel de la Iglesia
Católica, para mencionar solo algunos.
La referencia a la “Violencia en Colombia” también es una forma de poner
sobre la mesa el tema de la relación de la Universidad Nacional con los debates
públicos o más directamente, de lo que pareciera ser una ausencia de estos.
Da la impresión de que actualmente son universidades privadas como Los
Andes o corporaciones como Nuevo Arco Iris o Seguridad y Democracia, para
mencionar algunas, quienes realizan los balances, las recomendaciones y en
últimas las que mantienen un diálogo con el Estado y la sociedad civil. Es una
situación preocupante, no por que estas instituciones no hayan hecho valiosos
aportes al análisis de la violencia en el país, sino por una posible perdida en la
diversidad de enfoques.
Una vertiente importante de los estudios contemporáneos sobre la
violencia en el país, producidos en la Universidad de los Andes, ha tenido un
enfoque centrado en la economía política, es decir, en cómo las dinámicas
de la guerra son reproducidas por la búsqueda de recursos de los actores
armados, dejando de lado el peso que lo político puede tener en su accionar.
Ahora bien, no se pretende decir con esto que la Universidad Nacional ha sido
ajena a este enfoque o que en los Andes no hayan existido críticas al mismo.
Un ejemplo es el artículo de Álvaro Camacho Guizado “Credo, Necesidad y
Codicia: Los Alimentos de la Guerra”, publicado por el Ceso (Centro de Estudios
Socioculturales e Internacionales), donde se señalan los límites del modelo
en cuestión y se propone un marco analítico para la fase actual del conflicto
armado, que involucra los factores político-ideológicos, las condiciones socio-
económicas (desigualdad social) y la racionalidad económica de los actores. Sin
desconocer lo anterior, se puede decir que en el análisis actual de la violencia
está primando un enfoque basado en el análisis de racionalidades económicas
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que no permite dimensionar adecuadamente la relación que los grupos armados
ilegales tienen con lo político.
Teniendo en cuenta lo anterior, es necesario decir que la preocupación
está relacionada fundamentalmente con la relación entre academia y sociedad,
específicamente la academia de la Universidad Nacional y la sociedad
colombiana, en el tema concreto de los estudios sobre la violencia y el conflicto.
Sobre este punto se puede decir, que si bien la autonomía intelectual es un
factor clave para el desarrollo de conocimiento científico, esta no puede ser
sinónimo de encerramiento, de aislamiento respecto de las instituciones
públicas y privadas, de los movimientos sociales y en general de los actores
sociales externos a la universidad.
¿Qué tiene para decirle a la sociedad colombiana, en materia de
desplazamiento forzado, la Universidad Nacional? ¿Qué puede decir la
Facultad de Ciencias Humanas sobre la seguridad en las ciudades? ¿Se limita
el papel de la Universidad Nacional como formadora de opinión pública a las
apariciones esporádicas de algunos de sus profesores, en canales de televisión,
para responder preguntas editoriales? A excepción de contados esfuerzos
individuales, de profesores en su mayoría ya pensionados o en vísperas de
estarlo, no parece existir un esfuerzo institucional por participar en los debates
relacionados con el conflicto armado y sus perspectivas de paz, en los que se
está jugando el futuro del país, tales como el papel de los actores armados en
la posibilidad de la restitución de tierras a las víctimas del despojo o la forma
que debe asumir la lucha contra las llamadas “BACRIM” (Bandas Criminales).
A inicios de febrero del presente año, la Universidad de los Andes organizó
un foro sobre los 10 años del Caguán, con asistencia de profesores de dicha
universidad y miembros de las mesas temáticas y el equipo negociador del
presidente Pastrana. Ningún representante de la Universidad Nacional
estuvo allí. Como forma de aportar al debate, la Revista de Estudiantes de
Sociología Sigma ha querido dedicar su número doce, al viejo pero actual
tema de la “sociología de la violencia”, en aras de incentivar en los estudiantes
del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional el interés por
reconceptualizar y proponer nuevas formas de análisis de este fenómeno,
teniendo en cuenta que es un tema no resuelto y de gran vigencia, precisamente
en el momento en que el gobierno Santos hace público su interés de entablar
un proceso de paz con el ELN y las FARC.
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El “proceso de
reorganización
nacional”
argentino y
la “operación
cóndor”
(1976-1978)
diego antonio cruz gómez
Estudiante de Historia / Universidad Nacional de Colombia
dacruzg@unal.edu.co / diegocruz84@hotmail.com
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RESUMEN
Este artículo busca indagar las condiciones históricas, a nivel regional, que
permitieron el ascenso y precipitaron la posterior caída de la última dictadura
militar argentina (1976-1983). Se plantea que la conformación y ulterior
desmantelamiento de la “Operación Cóndor” por parte de las Fuerzas Armadas
de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay, contribuyó a la configuración
transnacional del terrorismo de Estado en toda esta región de América Latina.
Así, se demuestra que la violencia política institucional perpetrada en la
Argentina, asumió la modalidad de represión en contra de la sociedad entera,
con lo cual se propagó una cultura del miedo entre la población argentina en
su conjunto.
1 Con este nombre se conoce a la segunda esposa de J. D. Perón, llamada en realidad María Estela Martínez
de Perón, que reemplazó en el poder al caudillo cuando éste falleció en 1974.
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buscaba “la erradicación de las fuerzas políticas a las que Pinochet y sus aliados
percibían como infectando sus países con el cáncer foráneo de la revolución
comunista” (Dinges, 2004; 22).
A partir de entonces, Pinochet asumió el liderazgo geopolítico y militar de
la “lucha anticomunista” en Sudamérica, la cual consideraba debía ser llevada a
cabo mediante nuevas tácticas y acuerdos entre los países vecinos, debido a la
proliferación regional del enemigo “comunista”. No obstante, el golpe militar de
Chile también tuvo una relevante incidencia en los movimientos insurgentes de
izquierda de todo el Cono Sur, ya que el derrocamiento de Allende representó
para los mismos el final de la “vía pacífica al socialismo”, y de esa manera,
como explica el mismo Dinges, el ascenso de Pinochet terminó por legitimar el
camino opuesto de la revolución, no por la vía de las urnas, sino por la fuerza de
las armas (Dinges, 2004; 70-71). Así pues, las guerrillas con bases organizativas
en Argentina, Chile, Uruguay y Bolivia, concibieron la necesidad de organizar
redes clandestinas de resistencia en cooperación transnacional, para llevar la
revolución socialista a escala regional.
Vemos entonces que la década de los 70 marcó en el Cono Sur un punto
de giro hacia la violencia política total, en la medida que los movimientos
insurgentes de izquierda avalados por crecientes sectores de la sociedad,
justificaban una salida violenta y “revolucionaria” a la represión y el
autoritarismo que habían impuesto los distintos gobiernos militares de la
región. A este respecto, es importante tener en cuenta la idea de Torre y
de Riz según la cual en la Argentina, ya desde el inicio del segundo gobierno
peronista en 1973, “la violencia se convirtió en un fenómeno cotidiano al que
la opinión pública se resignó impotente” (Torres y de Riz, 1990; 128), debido
fundamentalmente a que la guerra de exterminio que las fuerzas estatales
y paraestatales desplegaron en contra de la insurgencia para detener sus
contundentes incursiones armadas, redundaron en una aceptación pasiva de
la sociedad ante la escalada de violencia que desde ese entonces se apoderó de
la vida pública argentina. De este modo, no resulta muy aventurado aseverar
que desde comienzos de la década de 1970, en la sociedad argentina se había
gestado una cultura de la violencia, en el sentido de que la población en general
aceptó y asimiló a su diario vivir la práctica de la violencia política como el
medio más adecuado y legítimo para resolver las disputas políticas que había
desencadenado el retorno del movimiento peronista al poder.
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los países del Cono Sur, por lo que a finales de 1975, se fundó oficialmente la
llamada “Operación Cóndor” (Paredes, 2004).
Bautizada de ese modo en honor al ave de presa que figura en el
escudo nacional de Chile, el Plan Cóndor se creó como un nuevo sistema de
inteligencia cuyo objetivo era la recolección, intercambio y almacenamiento
de información sobre líderes y grupos políticos disidentes de Argentina, Chile,
Uruguay, Paraguay y Brasil, con el fin de identificar y frustrar sus acciones
de oposición contra los regímenes militares que gobernaban en estos países.
Pero sobre todo, y como lo sugiere Dinges, la “Operación Cóndor” se concibió
como una nueva estrategia secreta regional de lucha contra la “subversión”
(Dinges, 2004; 153, 172),2 que llevó a las FF.AA. del Cono Sur a compartir
información de inteligencia y coordinar sus operaciones para la desarticulación
de las guerrillas de izquierda en toda la sub-región. Ahora bien, siguiendo con
el criterio de Dinges, el rasgo más visible del Plan Cóndor era “la creación de
un banco de datos centralizado al que todos los países miembros contribuirían
con información de inteligencia”, y al cual la CIA proporcionó sistemas
computarizados y capacitación técnica, así como una poderosa red de radio
militar perteneciente al Ejército de los EE.UU. (Dinges, 2004; 173-175), todo
con el objetivo de facilitar las actividades contrarrevolucionarias de inteligencia
de las dictaduras del Cono Sur. No obstante, todo esto era apenas la base para
una operación “antisubversiva” conjunta que, bajo el lema de iniciar una “tercera
guerra mundial” contra el “comunismo” en la región, terminó estructurando un
sistema represivo de terrorismo de Estado con alcance internacional.
En efecto, la “Operación Cóndor” fue concebida originalmente como una
cruzada regional “antisubversiva” dividida en tres fases: la primera consistía
en el establecimiento de un intercambio sistematizado de inteligencia, una
base de datos y un sistema de comunicaciones entre los países miembros. La
segunda implicaba la realización de operaciones conjuntas contra los focos
guerrilleros en los respectivos países, proceso que empezó en 1975 y llegó a
su auge en 1976, teniendo a la Argentina como centro de operaciones, al ser
la sede de la JCR y el último país que se incorporó oficialmente al Plan Cóndor.
La fase tres contemplaba operaciones conjuntas en Norteamérica y Europa
2 Especialmente contra la JCR, concebida como una amenaza guerrillera de alcance continental, en la
medida que operaba clandestinamente en la Argentina y abiertamente en Europa.
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3 La categoría eufemística de “los desaparecidos” encubre el genocidio llevado a cabo por el régimen mili-
tar argentino en consonancia con las orientaciones de la “Operación Cóndor”, en el que decenas de miles de
combatientes y civiles fueron torturados, asesinados y enterrados en fosas comunes.
4 Quien se desempeñó inicialmente como consejero de seguridad nacional y luego como Secretario de
Estado de las administraciones de Richard Nixon (1969-1974) y Gerald Ford (1974-1977).
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5 A este respecto, debe agregarse el problema de la ausencia de una postura oficial unitaria por parte de
los diferentes organismos estatales de seguridad y defensa estadounidenses, ya que frecuentemente la
CIA, el FBI y la DIA tenían criterios y posiciones contrarias respecto a las acciones del Plan Cóndor en el
Cono Sur.
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6 No obstante, los métodos represivos del Plan Cóndor continuaron siendo utilizados hasta 1980 por las
dictaduras de la región para la eliminación de sus enemigos, como lo hizo el régimen argentino mediante el
Batallón 601, al capturar dos grupos de Montoneros en Brasil y Lima en 1980.
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7 Este proceso de desintegración interna del gobierno militar se conoce comúnmente en la historiografía
argentina como “el deshielo”, haciendo referencia a la atenuación de la política represiva de la dictadura
que permitió la apertura de los espacios públicos y el renacimiento del movimiento social en la Argentina.
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8 Con la excepción de la mayoría de los países latinoamericanos, que apoyaron política pero no militar-
mente a la dictadura argentina en la guerra contra la Gran Bretaña por las Islas Malvinas.
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BIBLIOGRAFÍA
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Doris
Salcedo
y la violencia
del arte
rubén yepes
Candidato a Magister en Estudios Culturales
Pontificia Universidad Javeriana
ruben_yepesm@yahoo.com.ar
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RUBÉN YÉPEZ
RESUMEN
Doris Salcedo constituye, en relación con el reconocimiento internacional que
ha obtenido como artista contemporánea, un caso sin parangón en el arte
colombiano y, particularmente ahora cuando ha ganado el cotizado Premio
Velásquez de las Artes otorgada por el Ministerio de Cultura de España (2010),
una tentación ineludible. Ella se ha convertido en el prototipo del artista
“político” y de compromiso “social”. Su consagración internacional definitiva
como artista “comprometida” se había dado ya antes del premio, con su célebre
instalación Shibboleth en la famosa Turbine Hall de la Tate Gallery de Londres. A
pesar de estos logros, se buscará sustentar en este ensayo que su obra constituye
un ejemplo insuficiente de un arte política y socialmente comprometido —es
decir, un arte que se opone a las configuraciones hegemónicas del poder— ha
de ser.
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Shibboleth y el espectáculo
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DORIS SALCEDO Y LA VIOLENCIA DEL ARTE
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importa qué tan remoto, de que se extraiga placer de ella. Por medio del principio
de la estilización estética el destino inimaginable de las víctimas aparece provisto
de algún tipo de sentido, se transfigura, el horror se suaviza y esto en sí le hace una
enorme injusticia a las víctimas (1973; 125).
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DORIS SALCEDO Y LA VIOLENCIA DEL ARTE
1 Me apoyo aquí en la distinción que hace Jacques Rancière entre policía y política. Rancière propone que
se utilice el primer término para designar la distribución habitual y hegemónica de posiciones sociales y de
poder, en tanto que reserva el segundo término para designar las acciones de desacuerdo, disenso antago-
nismo que persiguen la redistribución de roles y posiciones sociales. Al respecto, ver: Rànciere (1996).
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Referencias:
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ELN
¿una
insurgencia
política?
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RESUMEN
Este artículo busca analizar y dar cuenta de la evolución del pensamiento de
la insurgencia del Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN) frente
al problema de la violencia como método de acceso al poder y la consecución
de cambios políticos por esta vía. Se plantea como hipótesis que la constante
evolución de esta guerrilla hacia propuestas de paz centradas en la negociación
política como salida al conflicto armado, estaría transformando ésta de una
insurgencia armada a una insurgencia política como método y sustento de lucha.
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Esta brigada fue el primer elemento orgánico de donde, el 4 de julio de
1964, surgió el Ejercito de Liberación Nacional de Colombia, que se daría
a conocer abiertamente seis meses después, al realizar su primera acción
armada en el pueblo santandereano de Simacota. En esta acción, el ELN
hizo público su manifiesto político -conocido a posteriori como Manifiesto
de Simacota- en el cual exponían sus idearios y objetivos de lucha. En este
documento, dicho grupo guerrillero hizo un llamado a los diferentes sectores
de la sociedad colombiana a la lucha revolucionaria contra la oligarquía criolla
y el imperialismo, advirtiendo que:
“La violencia reaccionaria desatada por los diversos gobiernos oligarcas y continuada
por el corrompido régimen Valencia-Ruiz-Novoa-Lleras, ha sido una arma poderosa
para sofocar el movimiento campesino revolucionario, ha sido una poderosa arma
de dominación en los últimos 15 años. (…) Nuestro pueblo que ha sentido sobre
sus espaldas el látigo de la explotación, de la miseria, de la violencia reaccionaria, se
levanta y está en pie de lucha. La lucha revolucionaria es el único camino de todo el
pueblo para derrocar el actual gobierno de engaño y de violencia.
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Esta posición política perduró aun en los tiempos de crisis de los años
setenta, cuando el ejército gubernamental asestó el peor golpe en la historia
de esta guerrilla, aniquilando el 70% de la organización en la famosa operación
desarrollada en la región antioqueña cercana al municipio de Anorí. Pese a ello,
a comienzos de los años ochenta la organización resurgió con mucha dinámica,
copando nuevos territorios de colonización, desarrollando planes de ocupación
territorial en zonas estratégicas y creando más frentes guerrilleros como el
frente Carlos Alirio Buitrago y el Domingo Laín Sáenz, este último famoso por
su radicalidad en la defensa de la lucha armada.
Las elecciones presidenciales de 1982 tuvieron un signo especial no
visto antes. El tema de la paz con las organizaciones guerrilleras ocupó a
los candidatos, entre los cuales figuraban los nombres de Alfonso López
Michelsen, Luis Carlos Galán, Gerardo Molina y Belisario Betancur. La coyuntura
del país en esta década cambió significativamente con el ascenso al poder de
este ultimo, quien propuso como tema central de su gobierno la búsqueda de
la paz, planteándole a la insurgencia una salida política y negociada al conflicto
armado. En su discurso de posesión el presidente afirmó ante el congreso:
“levanto una blanca bandera de paz para ofrecerla a todos mis compatriotas. Tiendo
mi mano a los alzados en armas para que se incorporen al ejercicio pleno de sus
derechos, en el amplio de la decisión que tomen las cámaras. Les declaro la paz a mis
conciudadanos sin distinción alguna: a esta tarea me consagro, porque necesitamos
esa paz colombiana para cuidarla como se cuida el árbol que convocará bajo sus gajos
abiertos a toda la familia nacional” (Citado en: Ramírez, 1989; 62)
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voluntad de acogerse a esta ley, excluyendo a aquellos delitos de asesinato por
fuera de confrontación.
En ese marco, se declaró un cese al fuego en 1984 por parte de las guerrillas
del M-19, FARC, EPL y ADO, que con varios altibajos, desembocó más adelante
en desmovilizaciones y acuerdos de paz con estas organizaciones, a excepción
de las FARC, quienes generaron un proceso de diálogo que daría las garantías
legales para la creación de la Unión Patriótica como partido político amplio.
Por su parte, el ELN fue la única guerrilla que desde el principio se opuso a esta
política de paz. Una entrevista a los comandantes de este grupo en aquella
época, permite evidenciar la posición que de la tregua propuesta por Betancur
adopto el ELN:
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fundacional y replanteando la lectura del momento político nacional e
internacional, en aquel año este grupo insurgente presenta en las conclusiones
de su II congreso, denominado “poder popular y nuevo gobierno”, el problema
de la negociación. Allí, se plantea la importancia de un dialogo político para
desarrollar una estrategia que muestre al país sus planteamientos y propuestas.
Así, en este documento, el ELN proponía:
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ELN hace público un documento intitulado “Una propuesta Urgente para
Colombia” en el que propone su principal apuesta en materia de paz: crear
una Convención Nacional para encontrar salidas a la guerra y la crisis que vive
el país. En este sentido, la organización guerrillera afirma:
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Ante este desafío, el ELN se debilita militarmente. Varios frentes guerrilleros
son desarticulados, entre ellos los frentes Kaled Gómez Padrón, Jaime Bateman
Cayon, Oscar Fernando Serrano, Isaac Zabala, Omaira Montoya, Cacique
Calarcá y el frente María Cano, mientras en otros, se produce una disminución
de los partes de guerra y de sus acciones militares, como ocurrió, por ejemplo,
con el Frente de Guerra Norte, el cual no publicó partes de combate por largos
periodos de tiempo.
Esta situación se explica, por una parte, debido a la fuerte represión
y ofensiva de las fuerzas militares y también, por otra, a un cambio en la
estrategia y táctica de este grupo insurgente, en la cual se concentran los
esfuerzos en la solución política al conflicto en detrimento de la profundización
de la guerra.
En este contexto, la máxima dirigencia del ELN representada en su
Dirección Nacional, realizó una reunión con todos los mandos regionales para
discutir las posibilidades de emprender un proceso de paz con el presidente
Uribe, situación crítica pues varias veces se había planteado que con este
gobierno era muy difícil sentarse a la mesa debido a su política de guerra. El 1
de noviembre de 2005 se hace público el comunicado oficial de esta reunión
en el cual se plantea lo siguiente:
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Esta reunión representó un importante suceso en la historia de este grupo
armado, pues en ella se planteó tres grandes objetivos: primero, analizar los
cambios políticos en Venezuela y otros países de la región para que estos
hechos políticos se asumieran como ejemplo para el proceso colombiano.
Segundo, fortalecer la unidad interna de la organización y acallar rumores de
inconformidad en torno a supuestos rechazos de varios frentes a la posibilidad
de dialogar con Uribe Vélez y, tercero, notificar y respaldar al Comando Central
sobre el respeto a sus decisiones y concederle total libertad de dialogar con
este gobierno cuando se considere pertinente, con lo cual se buscaba generar
legitimidad en toda la comandancia sobre la nueva estrategia centrada, en lo
fundamental, en la necesidad de iniciar diálogos de paz.
Ante esta perspectiva y pasados 10 años luego de su tercer congreso, la
Dirección Nacional del ELN convoca para el año 2006 a su IV congreso, máximo
evento de esta insurgencia, en donde se reúnen todas las estructuras vivas
del ELN. Este nuevo congreso, realizado en el mes de julio de dicho año, se
hizo en un momento clave para fortalecer algunos puntos de la nueva visión y
estrategia de esta guerrilla, tales como el afianzamiento del grupo como una
organización política, la búsqueda de un mayor impacto en la sociedad civil, el
impulso a proyectos de cambio político desde la vía electoral y el conseguir una
salida dialogada al conflicto. Al respecto, Nicolás Rodríguez Bautista expresaba
en el cierre de este IV congreso:
Los esfuerzos hacia la comunidad internacional, deben llegarles a todos los amigos
que en el mundo respaldan una salida política al conflicto, buscando la participación
de ella en la superación de la crisis humanitaria y de la paz para Colombia. (Revista
Unidad, 2006)
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Es claro el viraje político que se da en este IV congreso, volcando los
intereses de la organización hacia un énfasis en la lucha política, desligándose
más de la lucha armada y de los métodos violentos. La nueva consigna
que emana de este congreso fue “por un nuevo gobierno de nación, paz y
equidad”, eliminando así de su discurso político las categorías de socialismo,
lucha revolucionaria, liberación, guerra popular prolongada y hasta la palabra
justicia fue cambiada por el término liberal de equidad. Además, esta visión se
complementa con el interés de esa insurgencia en el proceso político electoral,
expresado en el reiterado cese de hostilidades que ha hecho en los últimos
comicios, al igual que en los mensajes enviados a las reuniones y congresos del
Polo Democrático Alternativo.
Todo lo anterior, demuestra como la insurgencia del ELN parece alejarse
cada vez más de la lucha armada para priorizar el enfoque político. En los estilos
de los gobiernos democráticos de Evo morales, Hugo Chávez y Lula da Silva,
se encuentra el principal viraje en la estrategia del ELN. Como lo advierte el
profesor Alejo Vargas (2006; 261):
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GUSTAVO NIZO CÁRDENAS
BIBLIOGRAFíA
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Conflicto
armado:
una situación
latente en el
Chocó
Esta indagación fue realizada como trabajo final del curso Taller
de Análisis Cuantitativo, dirigido por el Profesor Nicolás Espinosa
Menéndez del programa de Sociología de la Universidad del Valle,
durante el segundo periodo de 2010.
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RESUMEN
Este artículo trata sobre el comportamiento del conflicto armado en el
Departamento del Chocó durante los años 1998-2006, tiempo en el cual los
presidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe implantaron sus respectivas políticas
para combatir esta problemática nacional, siendo que para cada período
el impacto de las medidas adoptadas se vio reflejado en fenómenos como el
desplazamiento, las masacres y los homicidios, elementos a analizar en este
trabajo junto al comportamiento de las fuerzas armadas del Estado en su lucha
contra los grupos subversivos.
INTRODUCCIÓN
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medidas, se vieron desgastadas1 y devaluadas ante las múltiples concesiones
que el Gobierno le permitió a las exigencias de las FARC, sin establecer unas
verdaderas condiciones de negociación que permitieran llevar a buen término
la desmovilización del grupo guerrillero.
Por otro lado, las medidas adoptadas por el ex presidente Álvaro Uribe,
fueron planteadas en términos de combate y derrota militar, implementando
desarrollos organizativos y materiales para las Fuerzas Armadas Oficiales, como
el fortalecimiento del pie de fuerza militar y el aumento de recursos económicos
para esta lucha. A la diferenciación planteada entre los períodos presidenciales a
tratar, debe añadirse un elemento importante en nuestro trabajo: enfocaremos
las dinámicas permitidas por estas políticas de Gobierno para el Departamento
del Chocó. Este Departamento se ha caracterizado por ser uno de los menos
estructurados en las políticas oficiales, así como uno de los más azotados por
las diferentes manifestaciones del conflicto. La corrupción de su burocracia, el
desarraigo de su población, los intereses económicos y de control territorial por
parte de los actores del conflicto y una economía sumida en la depresión, hacen
parte de las características de esta región del país (Restrepo y Rojas 2004).
METODOLOGÍA
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como la violación a los derechos humanos, el Índice de desarrollo humano del
Departamento (IDH), o la participación dentro del Producto Interno Bruto
(PIB) a nivel nacional, esto en aras de delimitar nuestro análisis para lograr un
nivel mayor de profundidad.
La revisión, depuración y posterior análisis de los datos recogidos para el
Departamento del Chocó por las fuentes establecidas (Base de datos DD.HH
Vicepresidencia de la República y Banco de datos de la revista Noche y Niebla),
a través de una línea de tiempo que va del año 1998 hasta el año 2006, en
relación con las variables Acciones armadas por iniciativa de la Fuerza Pública, en
contra de los actores FARC, ELN y Paramilitares en el Departamento del Chocó,
da inicio al desarrollo analítico de los problemas y objetivos propuestos en
nuestro trabajo de investigación. La organización de los datos está en función
de observar el comportamiento de los fenómenos (Homicidios, Masacres y
Desplazamiento) en relación con los actores propuestos, además de permitir la
ubicación municipal de estas acciones y su desarrollo en el período establecido.
Presentamos gráficas tanto de los actores como de los fenómenos que nos
indiquen su comportamiento y la prevalencia de ciertos elementos en éste. El
análisis bivariado y multivariado nos permitirá ver si existe una correlación entre
las variables adscritas a la investigación. Al cruzar los Contactos armados por
iniciativa de la Fuerza Pública (en adelante CAIFP), con alguno de los fenómenos
como Desplazamiento, podremos observar si los desarrollos evolutivos en el
período establecido, inciden de forma proporcional o no en el comportamiento
del fenómeno. Estableceremos unos coeficientes de correlación de Pearson,
a fin de esclarecer los niveles de incidencia causal de los Contactos armados
por iniciativa de la Fuerza Pública (CAIFP) sobre otros fenómenos adscritos al
conflicto.
La geo-referenciación de los actores y las acciones en los municipios del
Departamento, por medio de mapas cartográficos, será otra herramienta
que nos permitirá observar la redistribución de los comportamientos y las
dinámicas del conflicto, dando así una imagen de su evolución. Así mismo,
para dimensionar los alcances de las acciones y los fenómenos inscritos en
éstas, la proporcionalidad que nos brindan las tasas poblacionales calculadas
en los municipios y en el Departamento del Chocó, son pertinentes para una
mejor comprensión en términos de la relación de quienes son afectados por el
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conflicto y quiénes no; para esto se realizaron tasas de las variables Homicidios
y Desplazamiento, por cada cien mil habitantes en el Departamento del Chocó.
Para el análisis de las dinámicas del conflicto (Homicidios, Masacres y
Desplazamientos) hemos agrupado los diferentes municipios según su región
(Litoral Pacífico, Bajo Atrato, Alto-Medio-Bajo San Juan, Medio Atrato y Alto
Atrato), división previamente establecida por el Programa Presidencial de DH
y DIH.
RESULTADOS
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los municipios de El Carmen (5), Unguía (3) y Quibdó (1), y las 6 restantes
fueron en contra del ELN y se presentaron en El Carmen (2), Tadó (2), Lloró
(1) y el Cantón de San Pablo (1). Lo que podemos ver según lo anterior es
que las acciones en contra de estos grupos subversivos se concentran en la
parte suroriental del Departamento del Chocó, aunque el Municipio de Unguía
ubicado en la zona sur del Departamento siempre presenta enfrentamientos.
Mapa 2
Mapa 1
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Totales CAIFP grupo combatido
Periodo Pastrana
Gráfica 1
Fuente: Base de datos DD.HH Vicepresidencia de la República
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Mapa 3 Mapa 4
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Mapa 5
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Totales CAIFP grupo combatido
Periodo Uribe
Gráfica 2
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varios días siendo que para el 4 de mayo las cifras eran de al menos 108 civiles
muertos y 105 heridos2. El número de homicidios resultante de esta masacre
no sólo llegó a afectar el nivel de toda la región del Medio Atrato, sino que así
mismo trajo como consecuencia el incremento del promedio de homicidios
en todas las regiones del Departamento. Vale la pena aclarar que ésta no es
la única masacre que se ha llevado a cabo en el Chocó dentro del periodo
analizado, es más, exceptuando los años 1999, 2003 y 2005, en todos los años
se registran masacres en cada una de las regiones, pero resaltando que en el
año 2000 encontramos dos masacres, una en el Bajo Atrato y otra en el Alto
Atrato.
Relacionando las masacres con el número de homicidios, encontramos
entonces que la población civil también se ha visto afectada en los múltiples
combates entre los actores, siendo la que se ve mayormente afectada por
el conflicto. Este conflicto armado, donde se ve involucrada la población,
genera, entre tantos otros perjuicios, la necesidad de abandonar el territorio,
para no verse involucrados en los combates; entonces es cuando vemos la
relación existente entre el número de homicidios y masacres, y el nivel de
desplazamiento en las regiones. Con lo anterior entonces estamos afirmando
que es directa la relación existente entre el número de homicidios y la tasa
de desplazamiento, y que, al igual que como en el caso de los homicidios, la
región que mayor concentración de desplazamiento manifiesta es la del Medio
Atrato, con su mayor índice en el año 2002 donde supera por más del doble al
nivel del promedio regional con 15.300 personas desplazadas por cada cien
mil habitantes.
Ahora bien, el hecho de que el promedio del Departamento aumente
conforme crecen las cifras de la región del Medio Atrato, no quiere decir que sea
el mismo caso para todas las regiones; esto lo podemos ver si lo comparamos
con el Litoral Pacífico, ya que mientras el índice de desplazamiento en los
primeros años analizados en la región del Medio Atrato aumenta, en el Litoral
disminuye; igualmente vemos este acontecimiento en el año 2001, donde
mientras que en éste aumenta, en el Medio Atrato disminuye, pero cuando el
índice de este último llega a su punto máximo en el año 2002 por el contrario
Σigma 61
en el Litoral Pacífico disminuye nuevamente, y se mantiene una relación
inversamente proporcional en la mayoría de los casos.
Podríamos entonces decir que la relación entre el número de masacres
y el de homicidios en una región coincide, y que dependiendo del número
de homicidios en un mismo hecho, se califica una acción armada como una
masacre. Ahora, dependiendo de cómo se vea involucrada y afectada la
población civil se genera una reacción por parte de esta, como el temor,
manifestándose en una acción colectiva de abandono del lugar de hábitat.
Esto es lo que se conoce como desplazamiento forzado.
Gráfica 3
62 Σigma
Homicidios CAIFP Chocó 1998-2006
Gráfica 4
Σigma 63
Correlación Desplazamiento y CAIFP en
el dpt. Chocó 1998-2006
Gráfica 5
CONCLUSIONES
64 Σigma
Desplazamiento y CAIFP Chocó 1998-2006
Gráfica 6
BIBLIOGRAFÍA
Σigma 65
El conflicto
y la violencia
¿positivos,
legítimos
y necesarios?
66 Σigma
RESUMEN
Desde tres clásicos de la sociología: Engels, Weber y Simmel, en el siguiente
artículo se explora la relación entre el conflicto y la violencia, que no siempre
es de causalidad lineal ni tiene un carácter arbitrario o volitivo. Al caracterizar
al conflicto y a la violencia como acciones sociales y elementos de las formas
de socialización cuestionando sus interacciones con la legitimidad, el poder
y el Estado, asimismo se destaca su inherencia a la vida social, positividad,
funcionalidad, necesidad como integrador social y cohesionador, además de su
papel en la historia como generador de cambio.
Σigma 67
formal de Simmel, que caracteriza a la lucha no como elemento disociador sino
como elemento de las socializaciones que en una acción reciproca de mezclas,
síntesis, antítesis, superposición, tensión, coordinación y potencialidades
mutuas, con la armonía crean una unidad social, es decir, una síntesis de
personas, energías y formas en la que se reúnen los opuestos. Es así como la
relación entre armonía y conflicto no es una oposición ni una dicotomía, pues
ambos estados se refieren mutuamente, “en los momentos de paz se están
elaborando las condiciones para la guerra futura” (Simmel, 1997).
Para Simmel “no hay unidad social en que las direcciones convergentes de
los elementos no estén inseparablemente mezclados con otras divergentes”
(Simmel, 1977; 248), el conflicto, la confrontación y la oposición son inherentes
a la vida social pues somos seres de diferenciación. Esta continua lucha en la
unidad social también es reconocida por Weber, pues argumenta que “quien
vive en este “mundo” no puede experimentar en sí nada más que la lucha
entre una pluralidad de secuencia de valores (...)” (Weber, 1998; 33). Y por la
tradición marxista cuando ve en la lucha de clases la esencia de la dinámica
social, “la guerra es tan antigua como la existencia simultánea de varios grupos
sociales en contacto” (Engels, 1978; 174)
Simmel afirma que el conflicto como parte de la unidad social exige la
centralización del grupo y la coalición de elementos heterogéneos que sin la
figura de un adversario común se hubieran mantenido disociados. El conflicto
tiene efectos unificadores que trascienden el fin inmediato de la lucha, haciendo
florecer intereses y uniones socializantes. En este punto, Simmel coincide
con Hegel cuando este último caracteriza a la fuerza como fundamento de
unificación “la vida no puede organizarse más que por la fuerza y la coerción”
(Hegel, 1977; 116). Es así como Simmel destaca la funcionalidad de la lucha
en la concentración y organización de fuerzas, para que adquieran una
estructura particular en función de la caracterización del enemigo, de la que
dimana su autoafirmación y en algunos casos la conciencia de no estar del todo
oprimidos. Además de los beneficios de la unificación, la competencia favorece
a la sociedad, aún con el posible aniquilamiento de uno de los competidores,
pues la comparación constante favorece a un tercero y tiene un rol creador y
reformador, por ejemplo en el campo de la ciencia donde las luchas permiten
los cambios de paradigmas.
68 Σigma
La violencia asimismo desempeña un papel revolucionario y creador en la
historia. Es necesario tener en cuenta que el conflicto no siempre desencadena
en manifestaciones violentas, la tensión y la hostilidad pueden ser limitadas. La
tradición marxista considera a la violencia como partera de la historia, como
“el instrumento con el cual el movimiento social se impone y rompe formas
políticas enrigidecidas y muertas” (Engels, 1978; 177).
Este punto permite cuestionarse ¿Existe pues una violencia legítima? Para
Walter Benjamín la violencia tiene el poder de fundar y conservar el derecho,
si no aspira a alcanzar un de estos dos objetivos renuncia a toda validez
(Benjamín, 1995). Un ejemplo de la violencia como creador de derecho son
las reivindicaciones conquistadas por las luchas obreras.
El Estado, siguiendo a Max Weber, como asociación de dominación de
carácter institucional, reclama para sí el monopolio dentro de un territorio
como medio de dominación, expropiando a todos los funcionarios estamentales
que antes disponían de ella por derecho propio y sustituyéndolos por sus
propias jerarquías supremas (Weber, 1991). Sin embargo, es necesario
aclarar que la violencia no es el recurso único, ni el medio normal, sino el
medio especifico de la institución estatal. La expropiación de los medios de
administración en la sociedad estamentalmente estructurada se da mediante
un proceso análogo al descrito por Marx para la consolidación de la empresa
capitalista moderna. Aunque más que poder estatal para Weber se habla
de dominación Estatal, pues su concepto de poder implica “la probabilidad
de imponer la propia voluntad, dentro de la relación social, aun contra toda
resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad” (Weber,
2004; 43), es decir, una imposición unilateral basada en la fuerza, mientras que
la dominación al encontrar obediencia tiene un motivo que la legitima, es claro
que tal como lo expone Engels, el poder o en este caso la dominación estatal
no es solo un acto de voluntad, sino que exige condiciones reales, herramientas
y preparación técnica para el uso de la violencia.
Para Weber, más que una necesidad de los grandes Estados, el monopolio
y el ejercicio de la violencia legítima en las luchas de dominio constituyen
un deber ineludible, pues es en estas luchas donde se decide el carácter de
la civilización del futuro. Este compromiso con la posteridad también es
enunciado por Simmel, quien ve en la dinámica de la tensión entre el conflicto
y el consenso el germen de la sociedad posterior, “al fundirse de este modo
Σigma 69
indisolublemente la divergencia y la armonía, quedaba creado el germen de
una comunidad futura” (Simmel, 1977; 257).
Sin embargo, para Engels el poder político no es lo “históricamente
fundamental”, el poder y la violencia están supeditados a la situación económica.
De tal manera, Existe una relación entre política, violencia y economía. El
modo de producción e intercambio es la base real del Estado, la lucha por
el poder esta enmarcada en la lucha de clases, esencia de la dinámica social
de la tradición marxista. El poder esta fundamentado en la fuerza llevando
al dominio de una clase sobre las otras y a la imposición de sus intereses a
la totalidad de la sociedad. Si el poder estatal interno de un país entra en
contraposición con su desarrollo económico, el poder político es dominado
por la situación económica. Es por esto que para entender la violencia social es
necesario contemplar aspectos económicos de la sociedad como las relaciones
de producción, la apropiación de sus ganancias. Por otro lado, Simmel también
considera la lucha de clases y argumenta que al convertirse ésta en la defensa
de una causa objetiva, renunciando a los elementos personales y egoístas,
llega a un total radicalismo.
Si bien, en la lucha de clases se somete la personalidad a la objetividad de
la causa, el conflicto no siempre es del todo racional, desligado de motivos
éticos y estéticos. La racionalidad del conflicto varía en los diferentes matices
que puede presentar por su complejidad.
Así, para comprender las dimensiones del conflicto y la violencia en
Colombia, no se puede presuponer que estos tienen un carácter arbitrario o
volitivo, las propuestas teóricas nos dan herramientas para hallar un principio
explicativo mejor fundado que examine sus causas en la composición de la
sociedad, sus relaciones con la política y la economía, su legitimidad y legalidad
además de su rol en la dinámica y estática social.
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BIBLIOGRAFÍA
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Σ
Σigma 12 fue impresa en
Gracom Gráficas Comerciales
en la ciudad de Bogotá D.C. durante agosto de 2012.
Para el texto usamos caracteres de la fuente
Gandhi Sans en todas sus versiones.
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