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Agostina Anabel Díaz
Bárbara es vista como un monstruo, como una amenaza para la sociedad de la novela. Es una
mujer que ha comenzado a implicarse en tareas sumamente reservadas a los hombres (el
manejo de la hacienda), poniendo en riesgo el orden social vigente; pero también representa la
barbarie que se desea erradicada.
Una adjetivación altamente negativa viene a reforzar estas ideas: “una mujer terrible/ la trágica
guaricha/ la mujer insaciable/ la avara Doña Bárbara/ enigmática mujer/ supersticiosa mujer/
la famosa marimacho/ la dañera/ devoradora de hombres/ embrujadora de hombres/ la mujer
indomable/ perturbadora/ peligrosa/ gritona/ sencillota/ supersticiosa/ tenebrosa/ torva maldita/
hirviente/ hombruna” entre otras.
Mediante la demonización de Doña Bárbara, se demoniza también el antagonismo social, pero
al mismo tiempo le niega a la protagonista, por ser mujer, la legitimidad de ejercer su poder
que, además, se representa envilecido. Puede deducirse que la pérdida del poder de Doña
Bárbara comienza cuando ella abandona sus hábitos “hombrunos” y “viles”, respaldando así
los ideales de que el poder no puede ni debe estar en manos de una mujer, resentida y vil. De
esta manera, el procedimiento de masculinización opera en función de la simulación de la
entrega de poder a Doña Bárbara: las características masculinas le permiten ejercer poder,
puesto que se comporta como hombre. Sin embargo, envileciendo, demonizando a Doña
Bárbara, se deslegitima su posesión del poder: la vileza es, generalmente, una característica
otorgada a las mujeres y, por lo tanto, impide la posesión de poder.
Estos procedimientos, entonces, permiten la representación del peligro que Doña Bárbara,
Mujer hombruna y vil, barbárica, representa para el estatus de poder en la sociedad de la
novela.
Esto nos lleva al último procedimiento en favor de la deslegitimación del poder femenino: la
feminización de Doña Bárbara. Esto es el proceso mediante el cual la masculinización le otorga
el poder, pero sus rasgos femeninos, más fuertes, impiden la mantención de los mismos. Desde
un principio, las características machonas y despiadadas no caen en gracia porque representan
todos los valores contrarios a la sociedad deseada. Mediante el proceso de feminización, Doña
Bárbara pierde dichas características, para encajar en el lugar dedicado social y políticamente
a la mujer.
Este proceso de feminización comienza en el momento en que ella conoce a Santos Luzardo y
comienza a vestirse, peinarse y comportarse de maneras más “femeniles”. Podemos observar
que comienzan a leerse cosas como: “ahora se la pasa (…) hecha una verdadera señora” (2001:
240); “Ya no llevaba aquella sencilla bata blanca (…) que era el máximo de feminidad que
consentía en el traje (…). Además, llevaba el cabello mejor peinado, hasta con cierta gracia
que la rejuvenecía y la hermoseaba” (149).
Este proceso finaliza con el nacimiento de sentimientos maternales de Doña Bárbara hacia su
hija Marisela:
“Se quedó contemplando, largo rato, a la hija feliz, y aquella ansia de
formas nuevas que tanto la había atormentado tomó cuerpo en una
emoción maternal, desconocida para su corazón.
— Es tuyo. Que te haga feliz.”
(2001: 411).
La “feminización” de Doña Bárbara finaliza con esta escena, ella se ausenta y se vuelve un
enigma. Es decir, el amor hacia el varón y el amor maternal son impedimentos para que la
mujer tenga poder, y así se juega el problema de género en la novela.
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Agostina Anabel Díaz
Puede deducirse mediante este procedimiento que la pérdida del poder de Doña Bárbara
comienza cuando ella abandona sus hábitos “hombrunos” y “viles”, respaldando así los ideales
de que el poder no puede ni debe estar en manos de una mujer, resentida y vil. En otras palabras,
mediante el procedimiento de feminización de Doña Bárbara se deslegitima completamente la
posesión del poder en sus manos, ya que opera respaldando la noción de que las mujeres son
demasiado débiles para tomar el poder de una hacienda.
En conclusión, podemos observar cómo en Doña Bárbara no hay escape respecto a las
relaciones de dominación. Si en 1929, en Venezuela, la mujer ocupaba un lugar alejado de toda
situación de poder, se pretende de Doña Bárbara una presentación completamente contraria al
status quo. Sin embargo, mediante la implementación de los procedimientos anteriormente
mencionados Doña Bárbara reafirma todo lo contrario: la mantención de la estructura social.
La condición final femenil de Doña Bárbara, atribuyendo al amor y a la maternidad la fuerza
de arrebatarle el poder, generan al final la pérdida de todo su poder. En otras palabras, los
procedimientos operan en función de deslegitimar la posesión de autoridad en manos de una
mujer, justificándolo en su supuesta debilidad femenil, reafirmando, a través de Doña Bárbara,
la negación de la mujer como poseedora de voz y poder.
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Agostina Anabel Díaz
Bibliografía.
- GALLEGOS, Rómulo (1929) Doña Bárbara, Barcelona, Araluce, 2001.
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