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SOS BULLYING
Prevenir el acoso
escolar y mejorar
la convivencia
SOS BULLYING
Prevenir el acoso escolar
y mejorar la convivencia
© Ferran Barri Vitero
© Wolters Kluwer España S.A.
c/ Collado Mediano, 9
28230 Las Rozas (Madrid)
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ISBN: 978-84-7197-955-1
Depósito Legal: BI-1952-2011
Impreso en España - Printed in Spain
Impresión: Grefol, S.L.
Polígono Industrial n.º 2, Parcela 1, La Fuensanta
28936 Móstoles (Madrid)
Índice
Pág
Introducción .................................................................................... 7
V. SOSBULLYING ............................................................................. 89
Anexo 1:
Anexo 2:
6 © WK Educación
Introducción
El presente libro surge de la necesidad de dar a conocer a profesores, pa-
dres, alumnos y en general a toda la sociedad las experiencias y reflexiones
que he ido viviendo y realizando durante mi larga singladura por el sistema
educativo de nuestro país.
Y digo larga porque a ella sumo los casi veinte años que llevo desarrollan-
do tareas docentes en diferentes ámbitos, tanto en el plano de la docencia di-
recta como en el de la investigación del sistema educativo, y otros tantos co-
mo alumno que ha vivido desde una dictadura hasta un instituto casi liberta-
rio en nuestra transición democrática.
Fueron duras las experiencias vividas en aquellos centros en tiempos de fal-
ta de libertad. Normas rígidas, impuestas por la fuerza y el temor, sin posibi-
lidad de ser discutidas. Recuerdo los castigos que sufrí cuando no las cumplía.
También recuerdo episodios de acoso escolar por los que tuve que pasar y que
sufrí en silencio por vergüenza y porque eso eran “cosas de críos”. Afortu-
nadamente no me quedaron traumas ni de unos ni de otros y aprendí a resol-
ver mis problemas con los recursos que había en la época, es decir, hacién-
dome más fuerte que ellos en diferentes planos. Afortunadamente fui de los
que se curtió, pero ¡caramba!, a qué precio.
Después vino la libertad y tuve la fortuna de acudir a un instituto que nació
de la iniciativa autogestionaria de padres y profesores. Allí no todos los alum-
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Este punto, que puede parecer simple, es clave para entender lo que está su-
cediendo hoy día, no solo en nuestras aulas, sino en la sociedad en general.
Si entendemos que la libertad es un bien que debemos defender por encima
de todas las cosas, también debemos tener presente que otro de los bienes
inalienables de la humanidad es el respeto a nuestra integridad física y psi-
cológica. Por tanto, la libertad individual de cada uno de nosotros llega justo
hasta donde empieza el respeto a la integridad de los demás, sin que se pue-
da, bajo ningún concepto, admitir ni tolerar que se produzca una invasión en
ese sentido.
Para cuando se transgreda esa línea imaginaria donde empieza la libertad
de uno y termina la de los otros, deben existir mecanismos que permitan co-
rregir esas actitudes de forma eficaz y reparar el daño causado a las vícti-
mas de tal trasgresión. Solo así todos seremos libres de verdad y no nos
veremos unos sometidos a la dictadura de otros que, respaldados por esa
gran tolerancia social, pretenden someternos a sus caprichos y privarnos
de nuestra libertad.
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CapítuloIII
Capítulo
Sobre valores, normas y actitudes
En la escuela se aprenden muchas cosas. No solo se adquieren conocimientos
intelectuales, también se aprenden actitudes, se adquieren valores y se cono-
cen normas.
Lo mismo sucede en el seno familiar. Los padres están transmitiendo toda
una serie de valores, de hábitos, de costumbres, etc. en todo lo que hacen y en
lo que dejan de hacer.
Ciertas actitudes de los padres pueden marcar mucho la personalidad de un
niño, de modo que su comportamiento futuro se verá influido de forma im-
portante por los patrones transmitidos por sus progenitores.
Es muy importante que los padres sean conscientes de lo que acabamos
de comentar y que su relación con sus hijos tenga una carga educativa en to-
das sus interacciones que facilite la relación social y transmita valores social-
mente positivos, que en definitiva favorecerán la buena integración de sus
hijos en el mundo en que nos ha tocado vivir.
También es muy importante lo que se aprende en la escuela, puesto que
ello marcará en parte el comportamiento social de un individuo en su edad
adulta, de manera que si en el seno de la comunidad escolar no se adquie-
ren unos hábitos y se aprenden unas determinadas conductas, ese indivi-
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sonal. Los vamos construyendo a base de la interacción social, de los pre-
conceptos que nosotros tenemos sobre determinadas situaciones sociales, de
las opiniones que nos llegan –en buena parte de personas que representan una
fuente de saber para nosotros, como son la familia, los educadores, los ami-
gos, ciertos modelos que nos ofrece el entorno, etc.–.
Estos valores se van instaurando y, una vez establecidos, son suficiente-
mente rígidos como para que permanezcan bastante inalterables en el curso
de nuestras vidas.
De este modo cada uno tenemos nuestros propios valores que no son ne-
cesariamente coincidentes con los de nuestros conciudadanos. A pesar de ello
existen una serie de valores que como mínimo son universalmente muy se-
mejantes, máxime en entornos socioculturales parecidos.
Estos valores son transmitidos de padres a hijos, reforzados por la escuela
y el entorno social, de modo que garantizan ciertos comportamientos de los
individuos básicos y elementales para la convivencia en sociedad y el respe-
to a las personas.
Constantemente nos encontramos ante hechos sociales sobre los cuales exis-
ten normas. Como acabamos de mencionar, ante estos hechos hemos desa-
rrollado unos valores concretos. Cuando exista la necesidad de actuar ante es-
tos hechos nacerá la actitud. Las actitudes pueden estar o no en consonancia
con los valores, con las normas, con ambos o con ninguno de los dos, depen-
diendo de diversos factores que condicionarán nuestra respuesta.
Lógicamente el caso más fácil de resolver por parte del individuo se da cuan-
do las normas y los valores son coincidentes, por lo cual se derivan actitudes
congruentes con ambos. Este hecho, en principio, permite un cierto grado de
satisfacción al individuo, puesto que lleva a cabo sus actos con la convicción
de que es lo que personalmente considera apropiado y no le plantea ningún
conflicto con lo que socialmente se espera ni va a tener en ningún caso re-
percusiones negativas para él.
Pero no siempre las normas existentes en nuestra sociedad o en ciertos gru-
pos en los cuales nos movemos son próximas a nuestros valores. En ese caso,
la necesidad de actuar puede generar cierto grado de frustración, que será ma-
yor o menor en función de la distancia existente entre dichas normas y nues-
tros valores al respecto.
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Pero, lógica y afortunadamente, no todos pensamos del mismo modo ante
hechos que se dan en nuestra sociedad y, por tanto, no tenemos valores coin-
cidentes. Pero en todo caso sí que existe un amplio consenso social ante de-
terminados hechos relacionados con los derechos y libertades de los demás,
de manera que se da una gran coincidencia de valores ante ellos.
Es evidente, pues, que las libertades y los derechos de cada uno deben
respetarse mientras no menoscaben los de otros y, por tanto, deben existir
normas que así lo reglamenten y garanticen, normas de obligado cumpli-
miento, y es necesario educar a los más pequeños para que las interiori-
cen de modo que adquieran los valores que garanticen que en el futuro
vayan a respetarlas, no por el temor a una sanción sino por convencimien-
to propio.
En todo caso, las normas deben surgir siempre después de un amplio con-
senso social, tener cierto grado de tolerancia, ser revisables y, en la medida de
lo posible, hacer participe de su elaboración a las personas que después hayan
de verse regidas por ellas, puesto que si uno mismo es partícipe de la creación
de una norma será más factible que la cumpla con satisfacción.
Es misión de los padres transmitir, desde el nacimiento de sus hijos, ciertos
valores que socialmente están consensuados. La escuela, por su parte, debe-
rá ocuparse desde tempranas edades de trabajar estos valores universalmente
aceptados y que coincidirán con las normas establecidas, para que las actitu-
des que se generen cumplan la función de respeto de la norma, de satisfacción
del individuo por coincidir con sus valores y satisfacción social de los otros
que integran la comunidad escolar en ese momento y de los que integrarán
la sociedad en el futuro.
En algunos casos los padres no transmiten esos valores socialmente acep-
tados a los que nos estamos refiriendo por diversos motivos. En algunas oca-
siones se debe a la desestructuración familiar; en otras, a que ellos mismos no
tienen esos valores, etc.
En estos casos los niños acuden al centro docente por vez primera con unas
carencias importantes que no son fáciles de compensar, máxime con los re-
cursos de que hoy en día dispone un profesorado desbordado por tantas si-
tuaciones que se dan en las escuelas y para las cuales en demasiadas ocasio-
nes no está específicamente preparado y debe actuar según su buen criterio y
experiencia personal.
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Solo reconociendo que la libertad de unos jamás puede menoscabar la de
otros y tomando las medidas oportunas para que ello se preserve, podremos
garantizar una educación para todos que conduzca a la verdadera integra-
ción social de todos los ciudadanos, es decir, la integración como adultos com-
petentes y respetuosos con los demás que debe darse en la sociedad a través
de la escuela.
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Por otra parte, en una reciente encuesta (2005) llevada a cabo por ANPE
Asociación Profesional y Sindicato, mayoritario en el ámbito docente en nues-
tro país, se mostró que dos de cada tres profesores manifestaron que tenían se-
rias dificultades para el desarrollo de su actividad y uno de cada cinco que es-
tas dificultades se daban constantemente.
Ante este panorama no es de extrañar que el colectivo docente esté des-
motivado, que se dé un número elevado de bajas laborales a causa de depre-
sión y estrés, muchas veces solapadas por dolencias de origen psicosomático,
pero en definitiva debidas a las condiciones laborales a las que se ven some-
tidos, y las cada vez más frecuentes jubilaciones anticipadas, todo ello con
el consiguiente coste social que todos los contribuyentes debemos soportar.
Por otra parte, todas estas bajas laborales comportan la inestabilidad de los
equipos docentes contribuyendo a su vez al descenso de la calidad de la en-
señanza.
En este sentido se hace imprescindible la dignificación de la profesión, me-
jorando las condiciones laborales, garantizando los mecanismos por los cua-
les se pueda exigir unas pautas mínimas de comportamiento por parte del alum-
nado en el desarrollo de las actividades de aula, mejorando la percepción so-
cial que se tiene de los docentes y que dejen de ser aquellos personajes que
tienen tantas vacaciones, que trabajan tan pocas horas y que tienen la inmen-
sa suerte de trabajar con niños, y finalmente, mejorando su situación econó-
mica, con salarios acordes a los tiempos actuales y a la responsabilidad social
que representa la formación de los más jóvenes. No olvidemos que el incre-
mento experimentado por el IPC en nuestro país en los últimos 12 años ha si-
do un 20% más elevado que el incremento salarial del profesorado, con la con-
siguiente pérdida de poder adquisitivo que ha repercutido, lógicamente, en
la calidad de vida de este colectivo.
Algunas de las situaciones que han propiciado la potenciación de este tipo
de actitudes disruptivas son:
- La tendencia, social y familiar, a consentir ciertas actitudes desadaptadas.
- La acomodación a estas situaciones produciéndose una normalización
de lo habitual. Es decir, tendemos a considerar normal aquello que su-
cede en nuestro entorno de forma habitual, a pesar de considerarlo no
deseable.
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- El hecho de que las leyes educativas sean muy tolerantes ante estas si-
tuaciones y no permitan intervenciones eficaces. No se comprende cómo
los diferentes gobiernos que han regido en España y en sus comunidades
autónomas han consentido, mediante la aplicación de diferentes leyes, que
el profesorado no disponga de medios rápidos y efectivos para controlar
las actitudes disruptivas que se dan cada vez con más frecuencia en nues-
tras aulas. La LOGSE dio el primer paso a esta situación, pero la Ley de
Calidad del PP tampoco dio soluciones efectivas a esta situación, dejando
redactado de forma muy ambigua que el profesorado dispondría de me-
didas de apoyo a su tarea.
- La falta de recursos reales (humanos, formativos, materiales, económicos)
para reeducar estas actitudes. Un país será grande si potencia su sistema
educativo. Las inversiones en educación y sanidad han de ser prioritarias
en una nación; solo así podremos ser un país puntero en desarrollo, tanto
social como tecnológico. En este sentido debemos exigir a nuestros go-
biernos que los impuestos sirvan a este fin.
- Falta de cohesión en los equipos docentes. Todos conocemos claustros
de centros cuya plantilla estable está en torno al 50%, existiendo otra mi-
tad de profesores que son interinos o funcionarios en expectativa de des-
tino o en comisión de servicios que pasarán unos pocos años o meses en
el centro, lo cual no favorece el trabajo en equipo ni la cohesión del pro-
fesorado.
- Disminución de la “calidad” del puesto de trabajo. Cada vez es más difí-
cil ejercer la docencia en nuestras aulas. Los profesores tienen alto riesgo
de sufrir estrés, depresiones y otras enfermedades psicológicas en más de
un 70%. Lógicamente, el rendimiento de estos docentes, especialmente de
los que se encuentran con grupos especialmente conflictivos, no será el
esperado. Las actitudes disruptivas que se den se instaurarán paulatina-
mente y cada vez será más difícil controlar la clase, entrando en un cír-
culo vicioso (véase Bullying vertical).
- Falta de un pacto educativo entre todos los partidos. No puede ser que ca-
da vez que cambie el gobierno de nuestro país cambie el sistema educa-
tivo. Es necesario un pacto educativo entre las fuerzas sociales y políticas
a nivel estatal para que de una vez esos cambios de gobierno no afecten
a los alumnos y profesores.
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Capítulo
CapítuloIVI
Las actitudes disruptivas más frecuentes
Veamos cuáles son las actitudes disruptivas que manifiestan los alumnos
y que impiden que unos profesionales capacitados ejerzan satisfactoria-
mente su labor, que impiden que se cumpla la finalidad propia de la ense-
ñanza y que hacen que se vean menoscabado el derecho a la educación de
un buen número de alumnos que desearían aprovechar su tiempo y las ex-
pectativas que unos padres tienen puestas en el futuro de sus hijos.
En algunos casos las actitudes de determinados alumnos pueden represen-
tar un auténtico calvario para sus compañeros e incluso para sus profesores,
que ven pasar el tiempo impotentes ante el dominio ejercido por aquéllos.
Seguidamente trataremos de definir llanamente estas actitudes, así como
describir otras circunstancias que afectan a la convivencia y a las actividades
que se desarrollan en nuestros centros.
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tienen una desconfianza manifiesta de las acciones educativas que tienen lu-
gar dentro de la escuela.
El estudio que hizo en 1998 el Defensor del Pueblo Andaluz, titulado El ab-
sentismo escolar: un problema educativo y social, recoge un exhaustivo aná-
lisis de la situación socio-familiar de las familias de los alumnos absentistas,
destacando las problemáticas con las que les toca convivir a estos niños y a
sus progenitores.
Muchos de estos padres se encuentran en una situación de precariedad la-
boral que tiene múltiples consecuencias negativas y que influye en la vida fa-
miliar, puesto que a la vez que afecta al plano económico, puede favorecer la
aparición en los padres de otros problemas de diversa índole, como pueden
ser ansiedad, depresión, estrés, alcoholismo o drogodependencia, que afectan
negativamente al cuidado de sus hijos.
Un número importante de estas familias viven inmersas en lo que se deno-
mina cultura de la supervivencia, no teniendo otra salida en muchas ocasio-
nes que recurrir a la economía sumergida. Lógicamente las expectativas que
pueden tener estas personas en relación a su vida personal y familiar se cir-
cunscriben a subsistir en el día a día y la situación influye de forma determi-
nante en la desmotivación que presentan un gran número de estas familias por
la educación de sus hijos.
Se da por otra parte un rol sexuado en el absentismo que queremos desta-
car. Constatamos que un número determinado de niñas no acuden al centro
docente para ayudar a sus madres en tareas domésticas o en el cuidado de her-
manos menores cuando las madres se ausentan a trabajar.
También se da el caso de los padres que exigen a sus hijos una participa-
ción en otro tipo de trabajos relacionados con la contribución a la economía
familiar, como decíamos basada en la subsistencia. Conocemos casos en que
los niños van con sus padres a buscar chatarra o cartones que luego venden
para poder llevar el plato a la mesa, siendo ésta la prioridad cotidiana para
ellos, relacionada directamente con la satisfacción de las necesidades básicas,
en lugar de con la formación de sus hijos, que les queda muy alejada de toda
percepción como valor de futuro.
Lógicamente, es difícil luchar contra esta problemática, pero hemos de pen-
sar que todo es posible y dirigir nuestros esfuerzos en la dirección correcta.
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alumnos con riesgo de integración, aulas de adaptación lingüística y social
para alumnos procedentes de lugares donde se hablen otras lenguas y una
tutorización específica.
Se trabajará con un sistema automatizado para el control de la asistencia de
los alumnos que permitirá que todos los responsables de la educación de los
menores conozcan de forma inmediata la situación de los mismos.
Cuando se hayan detectado problemas de absentismo, las direcciones pro-
vinciales de Educación enviarán a las familias de los alumnos absentistas un
aviso en el que se explicará la situación de éstos y se las citará si el caso lo
aconseja.
Cuando la falta de colaboración de las familias en la solución del problema
de absentismo de sus hijos sea total y manifiesta, las direcciones provinciales
remitirán unos certificados de asistencia escolar a las entidades que conceden
prestaciones sociales o escolares, para que puedan presionar con la adverten-
cia de retirar las ayudas que estas familias reciben, siempre que no se perjudi-
que a terceros, como es el caso de los hermanos de estos alumnos.
En el caso de que la familia colabore y se corrija la situación, se emitirá una
carta de felicitación que les servirá de aval ante las mencionadas entidades y
organizaciones.
Parece difícil entender que existan familias que se desentiendan de la edu-
cación de sus hijos, pero es un hecho constatable que esta situación se está dan-
do hoy día con el consiguiente perjuicio para estos niños y niñas, que ven mer-
madas sus expectativas de integración y promoción social. Para estos casos, la
ley debe ser inflexible y debe poder exigir a estas familias que se impliquen en
la educación de sus hijos; a la vez, se deben establecer una serie de medidas pre-
ventivas de amplio espectro que abarquen desde las que conduzcan a una ver-
dadera posibilidad de inserción laboral de los padres, y por tanto generen en
ellos expectativas de progreso e integración social, como las encaminadas a com-
pensar las carencias que manifiestan sus hijos.
Otras iniciativas se están dando a nivel municipal. En el municipio catalán
de El Vendrell, en la provincia de Tarragona, se ha puesto en marcha un plan
que implica a profesores y agentes sociales del Ayuntamiento y que ha con-
seguido reducir los índices de absentismo y otras problemáticas manifestadas
por el alumnado.
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2. OBJECIÓN ESCOLAR
Los objetores escolares son alumnos que asisten a clase pero carecen de mo-
tivación y de interés por lo que se desarrolla en el aula. En muchas ocasio-
nes ni siquiera llevan ningún tipo de material para las actividades docentes.
En cierto modo tienen bastante en común con los alumnos absentistas, pe-
ro asisten a clase, quizás por existir un cierto control por parte de sus familias,
que valoran de algún modo la escuela y no están dispuestas a consentir que
sus hijos dejen de asistir, o quizás por presión de los medios de control social,
que tienen medios para obligar a las familias a llevar a sus hijos al centro do-
cente, o bien se trata de alumnos que se sienten suficientemente bien en el cen-
tro por su vida social .
El caso es que estos alumnos acaban asistiendo a clase sin demasiadas au-
sencias, por lo cual no entran en la categoría de absentistas.
Para los “objetores escolares” el centro docente sería como un club social
donde se relacionan con sus compañeros, pero se niegan a participar en las ac-
tividades. Se dan verdaderas situaciones de indisciplina que afectan al normal
desarrollo de las actividades del centro, puesto que los docentes que tratan de
exigirles el mismo trabajo, dedicación y comportamiento que sus compañe-
ros, deben dirigir sus esfuerzos de forma constante a ello, utilizando todos los
recursos a su alcance, desde cambiarlos de sitio para que compartan libro con
un compañero, suministrarles papel y bolígrafo para que puedan escribir, has-
ta dedicarse a explicarles una y otra vez los contenidos mínimos necesarios
para el desarrollo de la actividad propuesta, sin obtener resultados satisfac-
torios debido a que los conocimientos que tienen estos alumnos se encuentran
con desfases que pueden superar los tres años académicos con relaciónde a lo
que cabría esperar por su edad cronológica.
Este hecho conlleva el consiguiente cuestionamiento de la figura del profe-
sor, que queda en evidencia cuando requiere la participación del alumno en la ac-
tividad que están desarrollando sus compañeros, cuando le recrimina ciertas ac-
titudes que entorpecen su trabajo y el del resto de los alumnos, cuando ante el gru-
po-clase aparecen brotes de indisciplina. Además, todo ello conlleva el debilita-
miento de la percepción de la autoridad docente por parte de todos los alumnos.
Como en el caso de los absentistas, los objetores cada vez se van distan-
ciando más de los contenidos trabajados en clase, no valoran el saber, el es-
fuerzo y el trabajo, y provocan en el docente una tremenda frustración al ver
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3. PROBLEMAS DE ADAPTACIÓN SOCIAL
Como se puede desprender del análisis de la realidad social que nos en-
vuelve, no todos los alumnos que acuden a nuestros centros docentes tienen
el mismo grado de adaptación a las normas ni a las pautas de conducta so-
cialmente aceptadas.
El grado de adaptación será mayor o menor, como se puede suponer, en fun-
ción de la distancia existente entre los valores adquiridos por los alumnos y
las normas existentes en los centros.
Fruto de ese choque entre valores y normas, las conductas manifestadas por
estos alumnos no siempre serán aceptables para la comunidad educativa,
con la consiguiente necesidad de corrección de las mismas.
En los casos en que esa distancia sea menor, se producirán los choques me-
nos conflictivos y más fáciles de resolver mediante el razonamiento con los
alumnos de la necesidad de corregir sus actitudes y en todo caso con una co-
rrección encaminada a la reparación de las distorsiones producidas con su ac-
titud; esto potenciará la asimilación de las normas y probablemente la asun-
ción como propios de los valores aceptados en ese ámbito.
No es tarea fácil conseguir que se produzcan cambios en el sistema de va-
lores de los alumnos cuando la distancia entre ellos y las normas a cumplir sea
muy grande. En este caso es muy importante saber en qué medios se ha so-
cializado el alumno para adquirir sus valores.
Nuestra escuela debe ser compensadora, es decir, debe suplir las carencias
con las que sus alumnos acuden a ella, tanto en el plano afectivo como en el
emocional o intelectual. En este sentido se deben arbitrar las medidas necesa-
rias para instaurar los valores socialmente aceptables a partir de los existentes
en estos alumnos, analizando la situación en que fueron adquiridos y con el fin
de compensar las carencias que se generaron en su sistema de valores.
Este proceso no siempre está al alcance de los docentes y puede requerir
la participación de profesionales que la Administración debería poner a dis-
posición de los centros, así como otros recursos necesarios.
En todos estos casos se hace necesaria la implicación de las familias, que
como sabemos no siempre están en situación de poder intervenir adecuada-
mente o bien su propio sistema de valores tampoco es coincidente con el
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4. PANDILLISMO Y BANDAS JUVENILES
Se trata de un fenómeno que está adquiriendo una dimensión desconoci-
da hasta la fecha en nuestro país y que se manifiesta de forma más eviden-
te fuera de los centros docentes, pero que también se da en ellos.
Las pandillas se suelen nutrir de personas que necesitan establecer vín-
culos afectivos que no se dan en otros ámbitos, como la familia, escuela,
etc. Son jóvenes que pasan mucho tiempo en la calle, sus familias suelen
estar desestructuradas y tienen poco contacto con sus padres, que suelen
pasar la jornada fuera de casa. Manifiestan un conjunto de valores que no
son los socialmente aceptados, sintiéndose diferentes del resto de compa-
ñeros y sienten afinidad por otros con los cuales tienden a unirse forman-
do grupos.
El desarraigo familiar y social no es una condición indispensable, pero
naturalmente estas situaciones lo propician por la falta de referentes con los
que socializarse y siendo la pandilla un referente potencialmente propicio
para la socialización.
Las pandillas se organizan jerárquicamente, tienen normas y ritos propios.
La conducta dentro de la pandilla es estricta y rígida con escaso margen de
tolerancia. El uso de la violencia está justificado para enfrentarse a sus ri-
vales.
La violencia es un modo de cohesión. Para pertenecer a la pandilla se de-
be demostrar valor y este valor se demuestra mediante actos violentos. Se
ejerce la violencia siempre que se encuentran con un miembro rival o con
alguien que les plante cara. También se usa en caso de “traición” interna
en el seno de la pandilla.
Hay pandillas que se nutren de personas procedentes de otros países, ge-
neralmente latinoamericanos, como son los Latin Kings y los Ñetas, pero
dejemos bien claro que el fenómeno se da por la situación social de esas per-
sonas y, evidentemente, no todas las personas de ese origen van a acabar
en este tipo de bandas.
La pandilla por un lado ofrece “protección” ante las “amenazas” que per-
ciben sus integrantes, ya sean procedentes de la sociedad o bien de otras pan-
dillas rivales. Recordemos que la Mafia nació en Italia para autoprotección
ante un sistema abusivo.
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- Tendencia a consentir ciertas actitudes desadaptadas.
- Acomodación a estas situaciones (normalización de lo habitual).
- Excesiva sobreprotección de los padres para con sus hijos.
- Disminución del tiempo de contacto entre padres e hijos.
- Aumento de estímulos y de cantidad de información que llega a los más
jóvenes.
- Incapacidad de los padres para hacer de filtro ante ellos.
- Disminución de la valoración social del docente.
La ausencia de valores de la sociedad en general propicia el tipo de agru-
pamientos que comentamos. Como es sabido, algunas personas que presen-
tan algún tipo de carencias afectivas y/o necesidad de pertenencia grupal pue-
den verlas compensadas entrando a formar parte de pandillas, sectas u otros
grupos, que les sirven de referente, y adoptando su código de valores.
En las bandas se encuentran también chicas, pero esencialmente funcionan
bajo un código machista, por lo cual las chicas juegan un rol más pasivo que
los chicos.
Por lo que se refiere al consumo de tóxicos, desde alcohol a drogas du-
ras, suele ser algo habitual, haciéndose más relevante como preludio de sa-
lidas violentas.
Muchas veces los padres son demasiado complacientes con los hijos. Es
lo que denominamos la cultura del algodón. Padres sobreprotectores que, con
la excusa de que su hijo se peude traumatizar, le consienten y justifican to-
dos sus actos. Me gusta decir en estos casos una frase que creo que es signi-
ficativa: un niño sin traumas es un adulto sin defensas.
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muy hábiles usando la violencia física o psicológica y creando unas relacio-
nes de dominación-sumisión.
Hemos de tener presente que la componente psicológica de la violencia que
los acosadores ejercen sobre los acosados es muy superior a la componente
física. Esta última se suele ejercer para recordarle a la víctima las conse-
cuencias que puede sufrir en caso de una posible sublevación ante el poder
ejercido por el acosador. En algunos casos y con acosadores con perturbacio-
nes especialmente graves, se puede dar una componente de violencia física
que se corresponde con rasgos psicopáticos muy graves : los acosadores dis-
frutan abiertamente del tormento que infringen a los acosados.
Son manipuladores y en algunos casos pueden hacer creer a los adultos que
se relacionan bien con el grupo, como por ejemplo los educadores, que ellos
son las víctimas o al menos que sus actitudes surgen como respuesta a pro-
vocaciones previas de los acosados, lo cual no es cierto en la inmensa mayo-
ría de casos.
Si bien los acosadores presentan un perfil característico no ocurre así con
los acosados.
Vamos a poner un ejemplo. Cuando una persona es atracada por la calle
se requiere la presencia de un atracador. En los casos de bullying es necesaria
la existencia de un acosador.
Todos estaremos de acuerdo en que cualquiera de nosotros puede ser atra-
cado si nos encontramos en nuestro camino con ese atracador, si bien este op-
tará por una u otra víctima en función de la facilidad que perciba entre las po-
sibles para llevar a cabo su acción.
En el bullying sucede algo parecido. Las víctimas son elegidas en función
de la percepción de la seguridad que tenga el acosador, cobarde en el fondo,
de poder llevar a cabo su acción.
En un primer momento se establece una tentativa de acoso, que si no es
resuelta por el futuro acosado de forma satisfactoria, bien respondiendo me-
diante la agresión física, bien mediante una respuesta verbal contundente, bien
poniendo al grupo en contra del agresor o de otros modos suficientemente
efectivos, dará alas al acosador y pondrá al acosado en un plano de indefen-
sión que, al ser percibida por aquél, le permitirá incrementar su feroz ataque.
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Tengamos en cuenta lo mal que lo pasa alguien que sufre vejaciones cons-
tantes, que se siente ridiculizado ante sus compañeros y que en un momen-
to dado, saturado ante tales circunstancias e incapaz de resolver la situación
mediante la palabra, cediendo ante los acosadores o usando su fuerza per-
sonal, se ve ante algo que le otorga fuerza ante sus agresores, por ejemplo
un arma. Esta persona desesperada puede ver en el uso del arma su única
salvación.
Otra de las cosas que puede suceder es que ellos mismos se conviertan en
bulls.
En este caso los acosados aprenden de los acosadores las conductas que
reciben el refuerzo social del grupo, que las apoya o las tolera y que son per-
cibidas por el acosado como exitosas en el plano de la relación social a la
vez que le permiten descargar la rabia que le genera la situación de acoso a
la que es sometido.
Nos cuenta una madre que su hija martirizaba constantemente a su hermano
menor. Esta niña, que anteriormente no había manifestado ninguna actitud ne-
gativa ante su hermano, de repente comenzó a pegarle, insultarle y chillarle de
forma habitual, sin que mediara por su parte ningún tipo de provocación. Ana-
lizada la situación, supimos que la niña era acosada desde principio de curso por
una compañera de clase con el apoyo de otras tres niñas del mismo curso.
También se puede somatizar el daño recibido y desarrollar enfermedades.
Éste es el caso de un niño de 11 años que fue llevado al médico por sus padres
con fuertes dolores gástricos. Tras las actuaciones pertinentes, el doctor de-
terminó que dicho dolor era producido por una hipersecreción gástrica cau-
sada por un estado nervioso continuado, que luego se supo que era debido al
acoso al que le sometían varios compañeros del colegio.
Otra de las reacciones que puede producir el bullying es la de adoptar con-
ductas autolesivas que, llevadas al extremo, pueden derivar en el suicidio.
Nos relatan unos padres angustiados que detectaron en los brazos de su
hija de 13 años marcas producidas por un objeto cortante. Estas marcas re-
sultaron ser producidas por ella misma con un cutter. Una psicóloga determi-
nó que la niña se culpabilizaba de la situación de acoso a la que la sometían
un grupo de chicos y chicas de su instituto y que estas lesiones representa-
ban una forma de castigo a la que ella misma se sometía.
Hola.
Trabajamos en un centro de Enseñanza Secundaria en el que hemos teni-
do algún caso de acoso entre lo alumnos. Hemos encontrado vuestra di-
rección en Internet y estamos buscando material para tratarlo en las tu-
torías. ¿Disponéis de algún material o nos recomendaríais algo?
Os agradecemos de antemano vuestra ayuda. Un saludo
Pero los que más correos electrónicos nos remiten son los jóvenes y los pro-
fesores con problemas en el ejercicio de la docencia. Veamos qué nos cuen-
tan los primeros. Estos son algunos relatos que nos hacen jóvenes que con-
tactaron con nosotros a través del correo electrónico:
58 © WK Educación
la de mí y me da collejas. Lo que no entiendo y me duele es que mis ami-
gos no hacen nada para defenderme o para que no se meta y que algunos
se rían. No se qué hacer, si se lo digo a los profesores tengo miedo de que
me pegue, si se enteran mis padres irán al colegio y también me pegará.
Las niñas también son víctimas y acosadoras. Así nos cuenta su caso esta
comunicante.
Pero lejos de ser cosas de niños, esta terrible situación está dejando secue-
las irreparables en muchas personas. Resultan escalofriantes los relatos de per-
sonas que hoy día están en la franja de los 20 a los 50 años que nos han con-
tado, a través de SOS Bullying, las terribles experiencias que les tocó vivir en
su infancia y adolescencia y cómo han condicionado sus vidas.
En los casos más graves se trata de personas que se encuentran bajo trata-
miento psiquiátrico, medicados y con una incapacidad patente de relacionar-
se socialmente e incluso de desarrollar una actividad laboral.
Estas personas tuvieron en su día la desgracia de toparse con unos acosa-
dores a los que alguna de sus características personales no gustó, que fueron
probablemente envidiados por ser brillantes y que, incapaces de cortar esta ac-
titud por sí mismos, no encontraron a nadie que acudiera en su ayuda: ni los
compañeros, que sabían lo que sucedía; ni los docentes, que probablemente o
no se enteraron o no dieron al asunto la suficiente importancia; ni sus pa-
dres, que quizás tampoco llegaron a saberlo o no pudieron hacer nada por-
Señores.
Mi vida ha sido un infierno desde que en el instituto un grupo de compa-
ñeros, encabezados por uno que ejercía de líder, se fijaron en mí para di-
vertirse a costa de propinarme un trato vejatorio constante que me ha de-
60 © WK Educación
jado secuelas que no he podido ni podré superar. A mis 32 años sigo te-
niendo pesadillas con esos desgraciados que me robaron la vida.
No sé si se fijaron en mi por ser gordito, por llevar gafas o por ser un buen
estudiante, aplicado y que sacaba buenas notas.
La primera vez que sentí el acoso fue en primero de BUP, cuando el pro-
fesor hizo una pregunta y yo levanté la mano para responder. Ese chico
el líder dijo: “ya está el gordo gafotas haciéndose el listo”. Hubiera de-
seado que la Tierra me hubiera tragado, bajé la mano inmediatamente y
recuerdo que bajé la mirada, que se quedó fija en el libro. El profesor
no lo oyó o no lo quiso oír, no sé, pero el caso es que la sensación que sen-
tí la recuerdo perfectamente. Un frío interior que se apoderó de mí, un va-
cío total, miedo, rabia y sobre todo impotencia por no saber cómo reac-
cionar. ¿Así me veían mis compañeros, “el gordo gafotas, pelota”? Yo
pensaba que para ellos era David y ahora resulta que era “elgordogafo-
tas”. Esos fueron mis nuevos nombres a partir de ese momento.
En el patio ese día recibí collejas, humillaciones verbales de todo tipo, ri-
sotadas delante de los demás y todo lo que se puedan imaginar. El líder
se mofaba de mí e incitaba a otros a hacerlo. Muchos se unieron, otros
no, pero nadie me ayudó. Ni los que yo creía amigos. Supongo que por
miedo, porque también eran como yo, o buena gente incapaz de reaccio-
nar, o gordos, o gafotas, o cosas parecidas. Recuerdo que otro compañe-
ro que lo pasó mal era “el marica”. También le amargaron la vida.
No, no dije nada a nadie, sentía vergüenza, incomprensión, pero sobre to-
do terror, el terror de que si lo contaba me fueran a matar. Esa era la sen-
sación que tenía. Tampoco creo que en esa época los profesores dieran
demasiada importancia a estas cosas.
Veo que ahora todo sigue igual, que eso le pasa a mucha gente, pero aho-
ra se habla de ello y hay gente como ustedes que se ocupan para que de-
je de suceder a pesar de que mucha gente aún dice que son “cosas de chi-
quillos” y algunos políticos quitan importancia al hecho.
A toda esa gente que dice eso solo les desearía que pasasen un día el in-
fierno que yo pasé en BUP y que aún estoy pasando por lo que me ha que-
dado dentro y nunca podré sacar.
En otros casos los fantasmas del pasado pueden volver a presentarse en cual-
quier momento y destrozar nuestro presente:
Ayuda, por favor, estoy asustada. Esta chica y sus amigas matonas pue-
den volver a aparecer en mis pesadillas. O lo que es peor, en mi barrio.
62 © WK Educación
¿Quiénes son los acosadores para destrozar así a alguien? Las leyes y la so-
ciedad deben dar respuesta ante estas situaciones.
Algunos correos proceden del otro lado del Atlántico, en América, donde
también se produce este fenómeno.
Así nos cuenta una chica de esas tierras de habla hispana con sus caracte-
rísticas lingüísticas propias. Transcribimos el correo electrónico tal como nos
llegó, omitiendo tan solo los nombres y referencias particulares:
Hola, hay unas niñas en mi salón que considero bullys, son muy moles-
tonas, me hacen sentir mal al desirme cosas como que soy fea o que no
tengo amigos; me callan en clase cuando estoy partisipando y son unas a
abusivas: han llegado a kerer pegarme y lo malo es que al yo defenderme
me regaña. Yo siempre le digo todo a mis papás y han hablado con la ti-
tular, pero no pasa nada, las reprimen un poco y se calma,n pero vuelven.
También las acuso, pero a veces no me atrevo porque empiezo a pensar
que a lo mejor es una tontería acusarlas, a lo mejor no es tan importan-
te y no las acuso. ¿que puedo hacer yo para solusionar esto y no arre-
pentirme cuando voy a acusarlas?
64 © WK Educación
do cuando nos cuentan algo, saber ponernos en su lugar y dar la importancia
que ellos le dan a lo que les sucede.
Hemos de tener presente que las personas que sufren esta grave situación
llegan a tener tan baja su autoestima que se avergüenzan de sí mismos de tal
modo que son incapaces incluso de admitir lo que les sucede.
En definitiva, recomiendo a los padres lo siguiente:
1. Escuchar a los hijos/as con atención para conocer claramente la situa-
ción que viven. El dialogo familiar es esencial para conocer los pro-
blemas, los deseos, la percepción que cada uno tenemos de nuestro en-
torno y de nuestras relaciones sociales. Desde que los hijos son muy
pequeños este diálogo debe basarse en la confianza y estar abierto a to-
dos los temas. De esta manera conseguiremos que nuestros hijos ten-
gan la suficiente confianza en nosotros como para comentarnos sus pro-
blemas e inquietudes, cuya importancia para ellos, por supuesto, no tie-
ne por qué coincidir con la percepción que nosotros tenemos de ellos.
2. Situarse empáticamente en el lugar de las personas acosadas para tratar de
comprender cómo están viviendo la situación de acoso. No dejarnos lle-
var jamás por cómo lo vemos nosotros desde nuestra perspectiva de adul-
tos; no debemos decirles que lo que les ocurre son cosas de niños o tra-
tar de hacerles razonar que llegar a fin de mes con la hipoteca o el crédi-
to del coche sí son problemas importantes y no lo que les ocurre a ellos.
Sus problemas, propios de su edad y de su situación personal y social, son
problemas tan graves como puedan serlo los nuestros en nuestra posición.
Tengamos en cuenta también que nosotros tenemos más entreno social
y que ellos están aprendiendo muchas cosas, entre ellas a relacionarse y a
jugar determinados roles en los grupos en que se mueven.
3. Mostrarse colaboradores en la búsqueda de soluciones a la situación de
acoso sufrida por sus hijos/as y pactar con ellos las intervenciones que se
deban llevar a cabo. No querer tomarse la justicia por su mano o ir a ha-
blar al centro impulsivamente y contra la voluntad de los hijos. Los jó-
venes tienen miedo de que sus padres hagan pública en el centro su si-
tuación por temor a las represalias de los acosadores. Los hechos deben
ponerse en conocimiento del centro pero para ello el alumno debe estar
convencido de lo que se hace y debe tener garantías suficientes y reales
de que estará protegido con total seguridad y todo el tiempo.
66 © WK Educación
chas de las cosas que antes aceptaban de buen grado; esto les hace percibirse
a si mismos como mayores. Este proceso no se da en todos los niños a la
vez, ni el entorno social de cada niño lo fomenta del mismo modo, así que
en esta etapa conviven niños-niños con pequeños adultos, permitiendo la
aparición de actitudes más atrevidas en unos, mientras otros manifiestan cier-
ta propensión a la sumisión.
A la vez que ello sucede, estos niños inician una nueva etapa educativa en
el instituto. Estos centros albergan a un número mucho mayor de alumnos
que las escuelas de Primaria y su sistema de enseñanza comporta muchos
más cambios de aula y cambios de profesores a cada hora con el consiguiente
intervalo de ausencia de adultos con ellos y una actitud menos paternalista
de los docentes. Todo ello es percibido por los alumnos como un espacio
mucho más libre y con cierto descontrol que les da más libertad y les posi-
bilita hacer lo que les apetece, en ciertas ocasiones impunemente.
El bullying es un fenómeno que afecta a todas las clases sociales y se da
por igual en niños y en niñas, si bien en estas últimas se percibe más una
violencia psicológica y en aquéllos predomina la componente física. En mu-
chas ocasiones solo se ejerce para reforzar en el acosado la percepción de la
situación de sumisión en la cual se encuentra y recordarle que ésta es real
y que en cualquier momento las amenazas que se le hacen pueden conver-
tirse en realidad.
Es extraordinariamente importante poder detectar los casos de bullying en-
tre nuestros alumnos e hijos. Pero, ¿cómo? La respuesta no es fácil puesto que,
como hemos dicho anteriormente, los agresores procuran no ser vistos en
acción y tratan de actuar en lugares donde pueden hacerlo con mayor impu-
nidad. El silencio de las victimas por vergüenza y por miedo a las represa-
lias es su aliado. El silencio del grupo también. Este silencio grupal se pro-
duce por diversos motivos no excluyentes. Por una parte es evidente que uno
de los motivos es el miedo a convertirse en víctima que pueden tener los in-
tegrantes del grupo. Por otro lado el acosador puede haber tejido tan bien su
red y justificado tan bien sus acciones que el grupo le apoye o como mínimo
le deje actuar sin cuestionarse la legitimidad.
En los centros docentes se hace necesaria, pues, una estricta vigilancia de
los lugares donde se puede producir el acoso, por parte de personal cualifi-
cado, para hacer imposibles estas situaciones.
68 © WK Educación
dos al centro docente. Los profesores han de mostrar mucha sensibilidad
a la hora de atenderlos y mostrarse receptivos ante sus preocupaciones.
Han de tratar de calmarlos y ofrecer soluciones claramente especificadas,
que se encaminen a garantizar la seguridad del alumno presuntamente
acosado, a investigar lo que sucede y a corregir las actitudes de los aco-
sadores, poniendo de manifiesto qué medidas concretas se tomarán, la fi-
nalidad de las mismas y los resultados esperados así como el plazo pru-
dencial que pueda darse para valorar los mismos.
2. Contrastar lo que han relatado los padres con otros posibles indicios que
se hayan percibido en el centro, por leves que parezcan. Recordemos que
el bullying se da en la inmensa mayoría de los casos en lugares y mo-
mentos en que no existe una presencia directa del docente, o los agreso-
res se limitan a recordar a la víctima de forma muy sutil la situación de
sumisión en la que le tienen atrapado (papelitos con notas que circulan
por la clase, sonrisas, miradas, etc.)
3. Incrementar la supervisión de los lugares donde se da el acoso, los de-
nominados puntos calientes. Si bien es difícil vigilar estos lugares por re-
querir más personal en los centros, se hace imprescindible priorizar es-
ta vigilancia en los casos en que haya sospecha de acoso.
4. Evitar que queden solos la víctima y el/los presuntos agresores, para in-
tervenir de inmediato ante cualquier indicio de acoso. Para ello se debe
poner en conocimiento del equipo de profesores la sospecha de que di-
cho acoso se pudiera estar dando y se arbitrarán las medidas necesarias
para garantizar la seguridad del presunto acosado, que no debe encon-
trarse solo en ningún momento y menos junto al presunto acosador.
5. Reforzar (o introducir) el trabajo a nivel de clase sobre valores como la
convivencia pacífica, el respeto, la tolerancia, etc., trabajando con la
empatía, es decir, con la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Ten-
gamos presente que los acosadores quieren afirmarse ante el grupo en
el que tiene lugar el acoso. Si conseguimos que el grupo no les apoye,
tendremos mucho a nuestro favor para acabar con esta situación.
6. Dado el caso, tomar las medidas disciplinarias pertinentes, encaminadas,
siempre que sea posible, a la reeducación de las actitudes desadaptadas
que han propiciado la situación y compensando las carencias de tipo afec-
tivo, relacional, etc. que las causaron.
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en nuestros centros. Por ello es necesario que la normativa sobre derechos
y deberes de los alumnos dote a los docentes de los recursos necesarios al
respecto, para que puedan sancionar adecuadamente a los alumnos que
distorsionen la convivencia en el centro. Evidentemente, las sanciones de-
ben conducir a la reparación y compensación del daño social causado.
Sólo asumiendo cada uno nuestra responsabilidad y actuando con serie-
dad y rigor, sin bajar la guardia, podremos atajar este y otros problemas de
convivencia en nuestros colegios e institutos.
74 © WK Educación
Otro de los factores que afecta al ejercicio de la docencia es el hecho de que
en muchos centros públicos existe un exceso de plantilla “flotante”, es decir,
hay miembros del claustro de un centro que no tienen su plaza en propiedad
en el mismo y se producen constantes cambios de profesores. Ello condicio-
na que la adaptación de estos profesores al equipo docente y a las caracterís-
ticas del centro y del alumnado sea más difícil, de modo que cuando se van
encontrando en condiciones de dominar la situación, se ven destinados a
otro centro distinto donde deberán empezar de nuevo.
A veces estos profesores, muchas veces jóvenes y no tan expertos en el ejer-
cicio docente, se encuentran con dificultades para el desarrollo de su activi-
dad y tratan de recabar el apoyo de sus compañeros tras un periodo de sufrir
en silencio su situación. Si bien en la mayor parte de los casos se ayuda a es-
tos docentes, existen otros casos en los que topan con la incomprensión y la
insolidaridad de algunos compañeros, que achacan su fracaso a su inexpe-
riencia, dejándolos aún más aislados e indefensos.
En estos casos existe el riesgo de que bajen aún más sus defensas, que
perciban todo ello los alumnos y que encuentren el terreno allanado para so-
meter a ese profesor.
Pero hay un factor muy importante que todavía no hemos mencionado:
los propios alumnos. Los niños y adolescentes que acuden a nuestros cen-
tros cada vez son más “atrevidos” a la hora de tantear, se sienten más fuertes
a edades más tempranas, todo ello por las imágenes que les están llegando por
diferentes medios, como son la televisión, los videojuegos, el cine, etc., y por
la excesiva permisividad y tolerancia de que gozan sus actos tanto socialmente
como sobre todo por parte de sus progenitores.
En este sentido solo hay que ver cómo hay algunos niños y adolescentes
que vienen a clase totalmente envalentonados atreviéndose de forma desca-
rada no sólo a cuestionar el trabajo docente sino incluso a descalificar, ame-
nazar y hasta agredir al profesorado.
Evidentemente, ante alumnos especialmente atrevidos ni el más prepara-
do de los profesores puede controlar la situación.
Del cúmulo de todas estas circunstancias, es decir, de cómo es el carácter
y la personalidad de un determinado docente, de cómo le apoyen sus com-
pañeros, de la existencia y aplicación de determinadas normas correctoras
76 © WK Educación
Es duro ver cómo profesores y profesoras con gran experiencia profesional
y con una valía intachable en el ejercicio de la docencia acaban desmoro-
nándose ante la sensación de impotencia que les provoca no poder resolver es-
tos conflictos a los que les someten sus alumnos.
Para que pueda verse la cruda realidad que viven nuestros docentes trans-
cribimos a continuación algunos de los correos electrónicos que hemos reci-
bido en este tiempo y que describen el infierno por el que están atravesando
demasiados docentes, que sólo quieren trabajar educando a sus alumnos pa-
ra que en el futuro están preparados para vivir en una sociedad cada vez más
compleja.
El primero de los e-mail que les transcribo es el de una profesora que se
atrevió a corregir la postura de un alumno que no estaba sentado como es
debido y acabó con amenazas del padre del mismo y nuevas actitudes aún más
desafiantes por parte del alumno que la profesora no pudo soportar y acabó de
baja laboral.
Dice así el e-mail:
Sres. de ANPE
Los primeros días ya fueron muy duros, por que los alumnos no hacían ca-
so de mis indicaciones para trabajar y concentrarse en el estudio. Al con-
trario, tenía que increparlos constantemente, recriminando sus actitudes, con-
Además, no tenían los libros, que ese es otro tema que me impedía traba-
jar correctamente, pues más de la mitad de los alumnos estaban sin libros a
finales de octubre.
Me cansé de poner notas en las agendas por el tema de los libros y por el
comportamiento.
El motivo que provocó de aquel modo al padre de ese alumno fue, y tengo
testigos, haberle dicho delante de sus compañeros que se sentase bien (esta-
ba se puede decir que tendido en la silla); él me contestó que él se sentaba
así; yo le dije que trajera la agenda para ponerle una nota para sus padres
y me la trajo andando con chulería; me la tiró encima de la mesa y me dijo
que le daba igual, que sus padres no le iban a castigar por sentarse así; yo le
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pregunté si en casa acaso se sentaba de ese modo, a lo que me contestó que
sí. Ante esa afirmación se me “escapó” textualmente: “pues deberían ense-
ñarte mejores modales”. Ese fue mi “crimen”.
Pero lo peor aún estaba por venir. Tras la entrevista con el padre en Cues-
tión, este niño se portó aún peor y me desafiaba constantemente. Yo, quizás
ya por miedo, trataba de no caer en la provocación, pero finalmente no pude
más, le hice una hoja de “parte” y lo expulsé. Se negó a salir de clase y man-
dé a la delegada de curso a buscar al profesor de guardia.
No me siento apoyado por mis superiores, pero tampoco quiero tener pro-
blemas con ellos. Tengo que ganarme la vida y necesito este trabajo. Estudié
una carrera para trabajar, pero así no se puede trabajar. No sé qué hacer.
Sé que a otros compañeros también les pasa lo mismo. ¿Quién puede hacer
algo por nosotros?
Estas personas están tratando de educar a los ciudadanos del mañana y re-
ciben toda clase de malos tratos por parte de alumnos e incluso de algunas fa-
milias que deberían ser las primeras interesadas en que sus hijos recibieran
una adecuada formación para poder andar con paso firme por este camino que
es la vida.
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7. CONSUMO DE SUSTANCIAS TÓXICAS POR PARTE DE
LOS ALUMNOS
Diversos informes recientes indican que cada vez disminuye la edad de ini-
cio en el consumo de sustancias tóxicas, es decir, del alcohol, el tabaco y otras
drogas.
Coincidiendo con el inicio de la Educación Secundaria, un número signi-
ficativo de alumnos ya se han iniciado en el consumo de alcohol, hachís y ma-
rihuana, y no mucho más tarde los hay que consumen cocaína y pastillas de
diverso contenido y efectos.
Estos hechos tienen un triple efecto. Por una parte pueden crear una adicción
a estas sustancias por parte de estos niños y niñas. Por otra parte sus efectos
afectarán a su rendimiento, atención y comportamiento en clase, sobre todo
cuando accedan al aula después de su consumo. Finalmente algunos alum-
nos, para sufragar el coste de sus dosis, se convertirán en pequeños traficantes.
Hemos recibido el testimonio de profesores que han detectado los síntomas
característicos del consumo de drogas en sus alumnos inmediatamente des-
pués de acceder al centro e incluso han recibido agresiones por parte de ellos,
describiendo comportamientos propios de personas bajo los efectos de estas
sustancias.
No podemos cerrar los ojos ante esta realidad social, pensando que nues-
tros hijos y alumnos son unos santos incapaces de hechos de este tipo.
Existen estadísticas que demuestran que ello ocurre y por tanto también pue-
de pasar a nuestro alrededor, así que debemos extremar nuestra vigilancia pa-
ra que no suceda.
Debemos también tener presente que existen puntos calientes en nuestros
centros y su entorno para el consumo de las sustancias tóxicas e incluso para
su posible comercialización.
Es decir, existen determinados lugares y determinados momentos en los que,
bien a solas o bien delante de un grupo silencioso por temor o por una fideli-
dad mal entendida, se puede producir el consumo de determinadas sustancias
por parte de determinados alumnos en nuestros centros docentes.
No sabemos cuántas veces sucede, ni, en caso de que se produzca, qué tipo
de sustancias se consumen, pero sabemos que puede suceder, por lo tanto he-
82 © WK Educación
mita el desarrollo de las actividades docentes y el mantenimiento de la segu-
ridad e integridad de nuestros hijos, dadas las problemáticas que ya han sido
detectadas, sobre todo en las inmediaciones de los centros docentes, por un
lado la venta y consumo de drogas, y por otro la presencia de bandas juveni-
les organizadas en relación al fenómeno del bullying, y la desprotección con
la que se encuentran los alumnos acosados al salir del colegio o instituto.
Recientemente nuestro Gobierno ha trazado un plan para combatir el trá-
fico de drogas en las inmediaciones de los centros docentes destinando efec-
tivos policiales para controlar estas zonas puesto que es de todos conocido que
en zonas próximas a algunos de estos centros se produce venta y consumo
de drogas, intimidaciones y otras actitudes por parte de grupos de jóvenes que
molestan a los alumnos en las entradas y salidas al colegio o instituto.
En este sentido, muchos padres nos comentan que en determinados centros
recogen personalmente a sus hijos por temor a estos hechos que hemos co-
mentado.
Por otra parte, los traficantes y los consumidores buscarán lugares alterna-
tivos para proceder a la compra y venta de estas sustancias estupefacientes,
por lo que este despliegue debe ir acompañado de otras medidas que permi-
tan erradicar el consumo de drogas por parte de nuestros adolescentes.
Algunas medidas que se deben arbitrar son:
1. Establecer planes estratégicos de Educación para la Salud en nuestros
centros con los que se combata el consumo de drogas desde la infancia.
2. Implantar protocolos de intervención y detección en los centros docen-
tes en los que se pueda haber detectado en sus proximidades la venta de
drogas, la llegada de alumnos que accedan al centro habiendo consumi-
do alguna sustancia estupefaciente o incluso alguna actividad en este sen-
tido dentro del propio centro, extremando la supervisión de los lugares
alejados del control directo o permanente del adulto, como son entre otros
los lavabos, los vestuarios de Educación Física o los momentos de cam-
bio de clase.
Estos protocolos han de clarificar quién, cómo y cuándo interviene y qué
cadena de comunicación se establece y han de implicar necesariamente
al personal docente del centro, a los servicios sociales y a los cuerpos
de seguridad.
84 © WK Educación
8. NUEVAS FORMAS DE VIOLENCIA
En los últimos tiempos hemos conocido noticias escalofriantes que nos
hubiera parecido imposible que se produjeran en nuestro país y que sola-
mente parece que pueden darse en películas de cine o de televisión.
Nos referimos a casos de violencia gratuita, ejercida con la finalidad de pro-
curar divertimento a quien la inflinge y a terceros que permanecen expectan-
tes o que la presencian a través de teléfonos móviles o Internet, que están sal-
tando a la luz en los últimos tiempos, y no como casos aislados, sino produ-
ciéndose con una frecuencia que hace constatar que algo está sucediendo en
los valores con que se socializan nuestros niños y adolescentes.
Nos preguntamos qué puede estar pasando por la cabeza de un adolescente
que es capaz de unirse a otros para pegar y vejar a otras personas, que gra-
ban esas imágenes en un teléfono móvil con cámara y que se recrean vién-
dolas y enseñándolas o enviándolas a otros amigos.
Desde que el joven se provee de la tecnología necesaria para llevar a ca-
bo su plan hasta que junto con otros comete este tipo de actos, pasando por
las estrategias de que se valen para obtener las imágenes sin ser vistos por
otras personas y planean los actos que van a realizar, las actuaciones que
se van sucediendo exigen una premeditación de un acto que es a sabiendas
contrario a la convivencia y a los derechos de esas personas a la intimidad,
a la imagen y a la dignidad personal, todos ellos derechos reconocidos por
nuestra Constitución.
Pero hasta que llega el día en que estos jóvenes cogen su teléfono móvil
con cámara y se dedican a cometer este tipo de atrocidades ha debido ocu-
rrir todo un proceso que ha permitido que se produzcan este tipo de situa-
ciones.
Como puede suponer el lector, ha fallado por una parte la educación en
valores, en algunos casos puede que en el seno familiar, en otros casos qui-
zás en grupos donde interactúa el niño, en ocasiones mediante imágenes que
le han ido llegando por diversos medios y que la escuela no ha sabido o no
ha podido compensar.
Muy probablemente este niño ha recibido gran cantidad de estímulos pro-
cedentes de las diversas fuentes a las que tiene acceso hoy en día la infancia,
desde algunos videojuegos o telefilmes no apropiados para su edad, a ciertos
86 © WK Educación
Muchos de nuestros comunicantes relatan cómo les llegan este tipo de co-
municaciones al teléfono móvil en la propia clase y les recuerdan quiénes
“mandan” y lo que les va a suceder cuando ellos así lo dispongan. En muchas
ocasiones el acoso sigue a través de los servicios de mensajería de Internet a
los que se suelen conectar al llegar a casa después de la jornada escolar.
Los jóvenes se suelen conectar a grupos de chat donde se envían mensajes
que pueden ser vistos por todos los miembros del grupo o establecer una co-
municación en forma privada entre algunos de ellos. Los acosadores suelen
ridiculizar a los acosados ante los otros compañeros de charla telemática e in-
cluso amenazarlos públicamente reproduciendo las pautas de conducta que se
dan en las situaciones donde la relación es física y no virtual.
Nos han relatado situaciones en las que se ha aprovechado este medio por
las especiales características de anonimato y fingimiento de la personalidad
que permite adoptar para conseguir que los acosados realicen determinados
actos o acudan a determinados lugares, engañados, donde les espera alguna
desagradable sorpresa en forma de paliza u otro tipo de vejaciones.
Esta violencia totalmente gratuita se produce pues como un modo de diver-
sión. Como si la vida se tratase de una película y los acosadores se erigieran en
protagonistas de la misma. Eligen a sus víctimas y buscan un público expec-
tante que les aplauda los actos o rían lo que a su entender son “gracias”.
Como padres y docentes debemos mantener nuestros ojos bien abiertos an-
te las situaciones nuevas que nos está tocando vivir, que se escapan a los pa-
trones de conducta y de relación social que como adultos tenemos y que son
fruto de otras condiciones educativas y de acceso a la información y a la tec-
nología diferentes a los que en su día tuvimos nosotros.
En este sentido es necesario conocer lo que hacen nuestros hijos cuando no
estamos a su lado, con quién van, cómo usan las nuevas tecnologías, cuáles
son sus problemas, expectativas, ilusiones, motivaciones, proyectos, etc., pa-
ra poder prevenir situaciones desagradables antes de que se produzcan e in-
tervenir de forma rápida y eficaz en caso de que estén sucediendo.
92 © WK Educación
conocimientos específicos que les permitan actuar en los casos de bullying y
también hemos desarrollado otro tipo de programas formativos más exten-
sos que se llevan a cabo en los centros docentes que lo solicitan y que se
desarrollan como un asesoramiento en los mismos, participando todo o parte
del profesorado del centro.
Otro de los servicios que estamos ofreciendo es el de la realización de
conferencias para profesores, padres, alumnos y centros docentes, asocia-
ciones de padres y madres de alumnos y otros organismos e instituciones
con la finalidad de dar a conocer qué es el bullying, cómo puede detectarse,
cómo puede prevenirse y qué se puede hacer cuando se descubre. Cabe des-
tacar que mediante estas conferencias los padres disponen de datos riguro-
sos sobre el tema que les permiten conocerlo de forma realista y huir de pre-
conceptos que en ocasiones causan alarma social en ciertos ámbitos de la
comunidad educativa.
Todo este proceso formativo ha conducido a nuestro plan más ambicioso:
crear centros anti-bullying.
Estos centros se caracterizarán por poder garantizar la ausencia de casos de
bullying o, en su defecto, la erradicación inmediata de los brotes que se pue-
dan dar en ellos, de forma que los alumnos estén real y efectivamente prote-
gidos de este tipo de acoso.
Nuestra planificación, que se empezará a aplicar en breve en centros pilo-
to, consta de un plan que se desarrollará en tres fases, cada una de las cuales
abarcará un curso escolar; a su conclusión y previa valoración positiva de
los resultados, se podrá asegurar que ese centro reúne las características ne-
cesarias para ser calificado como centro anti-bullying.
En otros países del mundo existen centros que, aparte de publicitar sus ac-
tividades complementarias como reclamo para que los padres escolaricen en
ellos a sus hijos, ofrecen garantías de que los alumnos no sufrirán bullying
en ellos.
En nuestro país vamos al menos un paso atrás en este sentido, puesto que
ni la Administración pone en marcha estrategias suficientes para prevenir y
erradicar el bullying de los centros docentes ni la mayoría de los propios cen-
tros están dando importancia a ofertarse como centros anti-bullying que, apar-
te de contribuir al bienestar de sus alumnos, podrían obtener beneficios al po-
94 © WK Educación
• La violencia juvenil se ha convertido en violencia escolar en la medida
en que los problemas sociales se aparcan en la escuela, sobrecargando a
esta institución con problemas e impidiéndole realizar su auténtica fun-
ción.
• La escuela comprensiva es también responsable de la indisciplina en los
centros educativos, pues “encierra” en las aulas a un cierto número de
jóvenes que no quieren estudiar, que se aburren y que convierten este abu-
rrimiento en agresividad hacia los profesores, los demás alumnos y las ins-
talaciones del centro.
En nuestras aulas está sucediendo algo grave y hemos de actuar para po-
ner fin a este tipo de situaciones.
¿Qué es el bullying?
Se trata de un acoso sistemático que se produce reiteradamente en el tiem-
po por parte de uno o varios acosadores a una o varias víctimas.
¿A quién afecta?
Afecta a todas las clases sociales y se da por igual en niños y niñas, si bien
en las niñas se percibe más una violencia psicológica y en los niños predo-
mina la física.
Entre un 20 y un 25% de los alumnos tienen miedo a sus compañeros de au-
la y sufren cada mañana para enfrentarse a la humillación, la mofa, el aisla-
miento e incluso la agresión física o sexual.
¿Dónde se produce?
El lugar donde se registra el mayor número de agresiones en Primaria es el
patio del centro y durante el recreo, mientras que en Secundaria los lugares de
riesgo se extienden a la calle, al aula y a los pasillos del instituto, es decir, en los
lugares donde existe mayor laxitud y tolerancia en el control directo del alum-
no, como son patios, servicios, vestuarios, comedores, transporte escolar...
Puede continuar el acoso en el aula de forma subterfugia en presencia del
profesor sin que éste se dé cuenta. Basta una mirada o un escrito para que el
acosador intimide al acosado.
¿Cómo se produce?
A través de la intimidación de uno o varios acosadores a una o varias víc-
timas. Mediante agresiones verbales, exclusión social, agresiones físicas di-
rectas e indirectas, acoso sexual…
96 © WK Educación
El agresor en algún momento de su vida ha aprendido estas conductas vio-
lentas y alguien ha tenido que enseñarle cómo llevarlas a la práctica.
Suelen ser alumnos conflictivos, agresivos y con carencias afectivas a nivel
familiar. Personas con complejos e inseguridades y carentes de habilidades
sociales para interactuar en las relaciones grupales.
Escogen para su acoso a niños pasivos que tienen pocos amigos.
Son hábiles usando la violencia física o psicológica y creando unas rela-
ciones de dominación-sumisión.
Pueden convertirse en acosadores los chicos que no tienen límites en casa
o los que reciben una educación demasiado estricta; también los que viven si-
tuaciones de violencia en sus hogares.
98 © WK Educación
• Llega a casa con contusiones o con la ropa rota
• Tiene alteraciones de conducta
• Se aísla y es reservado
• No quiere salir de casa
• Es agresivo con los hermanos
• Padece insomnio y ansiedad
• Pasa demasiado tiempo solo, conectado a Internet o jugando con los vi-
deojuegos
100 © WK Educación
Durante este tiempo diversas han sido las sedes provinciales de ANPE
que se han ido incorporando con servicios propios atendidos por profesiona-
les de la Psicología y el Derecho, desarrollando servicios de atención a los do-
centes que se encuentran con problemas en el ejercicio de la profesión.
Bajo el nombre de El defensor del profesor, nombre con el que bautizaron
el servicio los compañeros de ANPE-Madrid y que se ha ido adoptando por
el resto de sedes provinciales a medida que han podido dotarse del mismo,
se engloba un servicio en el que ANPE es pionero y abanderado, desde que
SOS BULLYING en Barcelona inició su singladura: la lucha contra la vio-
lencia en las aulas.
Desde estas páginas quiero felicitar a todos los compañeros que con su es-
fuerzo enarbolan esta bandera para acabar con los problemas de convivencia
en las aulas y citar las iniciativas llevadas a cabo en Andalucía, la Comunidad
Valenciana, Castilla-La Mancha, Galicia, Murcia, Extremadura, La Rioja y
las que están por venir en un futuro muy cercano y que contribuirán a enri-
quecer nuestra labor con experiencias propias y aumentarán nuestra capaci-
dad de intervención en este tema.
106 © WK Educación
Fruto de este encuentro, el sindicato Solidaridad, que fue clave para la re-
cuperación de la democracia en Polonia y es miembro de la CESI, nos ha
pedido nuestra colaboración para un problema que preocupa también en ese
país. Para empezar a trabajar en este sentido hemos traducido y enviado ma-
terial a nuestros compañeros polacos para que puedan analizar la situación
en profundidad y puedan proponer y aplicar medidas efectivas que permi-
tan solucionar este problema que también les afecta de forma preocupante.
Por otra parte, cabe destacar la problemática que nos describen nues-
tros colegas franceses, una problemática que tiene en muchas ocasiones un
origen social que provoca un distanciamiento entre las diferentes capas del
tejido social francés, en ocasiones ligado a la presencia de guetos de emi-
grantes que han quedado fuera de políticas sociales efectivas para su inte-
gración y generación de expectativas de empleo y promoción social; otras
veces tiene su origen incluso en medidas sociales que han sido en exceso
sobreprotectoras y han permitido que ciertas personas hayan aceptado so-
brevivir mediante subvenciones que les cubren los mínimos para su sub-
sistencia y que no han aprendido a esforzarse ni han manifestado nunca in-
terés por su superación personal. Es muy difícil reeducar esos hábitos que
acabamos de citar y nada se opone a suponer que estas personas no serán
capaces de transmitir a sus hijos valores convergentes con las normas so-
cialmente aceptadas.
Fruto de toda esta realidad social francesa, mucho más compleja que lo que
acabo de resumir, el sistema educativo de ese país se resiente y se ve afec-
tado por problemáticas que, lejos de compensarse, pueden generar una con-
flictividad social de la cual han sido exponente las acciones protagonizadas
recientemente por algunos grupos de jóvenes y que degeneraron en actos de
gran violencia.
De forma parecida opinan colegas de otros países del norte europeo, co-
mo Bélgica y Holanda entre otros, que constatan la aparición de procesos
de acomodación por parte de determinados individuos y familias que, debi-
do a una función a veces en exceso sobreprotectora del Estado, se habitúan
a vivir de subvenciones, sin realizar ninguna clase de esfuerzo personal
para conseguir estas prestaciones sociales y que por tanto acaban sin ilu-
siones ni proyectos y se convierten en personas indefensas socialmente, con
la consiguiente transmisión de estos valores negativos a sus descendientes,
que a su vez protagonizan ya un buen número de situaciones conflictivas en
108 © WK Educación
Capítulo VIII
Capítulo
Las consecuencias: fracaso escolar, fracaso social
La OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos),
promotora del informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de
los Alumnos) basado en las 275.000 pruebas directas realizadas a estudiantes
de diferentes países en sus centros docentes dio a conocer unos datos alar-
mantes de la situación que se da en nuestro país en relación al fracaso escolar
y los conocimientos adquiridos por nuestro alumnado.
Algunos de los resultados de este informe nos sitúan en el furgón de cola
de Europa en rendimiento escolar, siempre por debajo de la media de los pa-
íses de la OCDE. De los 30 miembros de esta organización, los resultados
de nuestros escolares en comprensión lectora se sitúan en el puesto 23, en cul-
tura matemática en el 24 y en cultura científica en el 22. En todos los casos
nos avanzan países cuya situación económica es considerablemente más pre-
caria que la nuestra y su acceso a la democracia mucho más reciente, como es
el caso de la República Checa, Eslovaquia, Polonia o Hungría.
Según el informe de PISA 2003, el 23% de los alumnos españoles de 15
años de edad no es capaz de superar los ejercicios básicos de matemáticas con-
sistentes en el planteamiento de problemas relacionados con situaciones coti-
dianas, y el 21% de los alumnos de la misma edad no alcanza el nivel básico
de lectura y comprensión de textos escritos.
112 © WK Educación
- Euskadi tiene un 17’5% de fracaso escolar.
- Cantabria cierra la lista de las que se sitúan por debajo de la media eu-
ropea, con un 18%.
- Canarias, que es la que tiene el índice mayor de fracaso escolar de Es-
paña, llega al 35’8%.
- Extremadura se encuentra cerca con un 34’4%.
- Baleares le sigue, a su vez, por encima de esa media con una cifra
del 32’8%.
- Murcia se encuentra también muy por encima de la media europea, con
un 32’2%.
- Cataluña se sitúa en una posición intermedia, con un 27% del alum-
nado en esta situación, según datos de la Conselleria d’Educació.
Ante estas cifras debemos plantearnos seriamente la búsqueda de solucio-
nes que permitan mejorar el rendimiento de nuestros alumnos, tanto en el
aspecto de los conocimientos adquiridos como en lo referente a la capacidad
de utilizarlos, es decir, tanto en lo que se refiere a los contenidos, como a los
procedimientos que harán que aquéllos sean operativos y utilizables en si-
tuaciones diferentes de las que dieron lugar al proceso de aprendizaje.
De ningún modo se pueden obviar estos datos que nos alertan por un lado
de la situación problemática que se da en nuestro país y, aunque en menor gra-
do, en toda Europa, y por otro de la evolución a peor de dicha situación.
El fracaso escolar de nuestros alumnos es sólo el preludio de un fracaso per-
sonal de los mismos en su integración social, en su búsqueda y consolidación
de un empleo digno y de calidad, en su progresión social, en las expectativas
de ser los artífices de su proyecto personal de vida y dueños de gran parte de
sus actos, en definitiva, en el ejercicio de su libertad.
Estos informes que hemos citado se refieren a aspectos académicos, pero
no nos olvidemos de los aspectos relacionados con los valores y actitudes, eje
principal de la acción humana y por tanto base necesaria para que se puedan
dar adecuadamente las situaciones de enseñanza-aprendizaje.
Los alumnos protagonistas del fracaso escolar suspenden también en va-
114 © WK Educación
Estos alumnos de hoy, estos jóvenes que ya tienen estas dificultades de in-
tegración, formarán la sociedad del futuro en la que conviviremos todos y nos
encontraremos con serios problemas cada vez más graves, si no le ponemos
remedio a esta situación.
Es conocido que la inversión en educación que realiza un país está en re-
lación con el grado de desarrollo al que llegará el mismo. Los países del nor-
te europeo que han considerado una prioridad la inversión en educación tie-
nen los índices menores de fracaso escolar y se encuentran a la cabeza en cuan-
to a desarrollo de la cultura del bienestar.
Nuestro país ha realizado un gran progreso en su desarrollo en las últimas
décadas, pero la inversión en educación y en políticas sociales compensato-
rias ha sido y es insuficiente a todas luces. Es necesario, pues, que la inver-
sión, no solo en materia educativa sino también en la orientada a la existencia
de una sociedad más igualitaria mediante programas sociales, sea una de las
prioridades de las administraciones públicas y que se establezcan planes de
acción adecuados para que esa inversión sea eficaz, huyendo de medidas de
tipo estético y de imagen externa y resolviendo en profundidad las graves de-
ficiencias existentes en nuestra sociedad actual, dando respuesta a proble-
mas como la educación, el empleo, la vivienda y tantos otros que en definiti-
va son a la vez causas y efectos de interrelaciones y retroalimentaciones que
unos y otros se van dando y que condicionan cómo es actualmente y como se-
rá nuestra sociedad futura.
120 © WK Educación
- Incrementar la vigilancia de los alumnos con la participación de per-
sonal docente o ayudantes de docencia en los patios, acceso a servi-
cios, escaleras, comedores, etc. Existen muchas zonas en nuestros cen-
tros donde la supervisión directa del adulto es insuficiente y presentan
la mayor incidencia de casos de conflictividad grave entre los alumnos.
Estos lugares deben estar adecuadamente supervisados por personal que,
por una parte, con su mera presencia hará que descienda esta conflicti-
vidad y, por otra podrá reeducar las conductas desadaptadas que se pro-
duzcan.
- Comunicación de estas situaciones a quien corresponda cuando no se
puedan resolver con recursos propios. Se deben comunicar los proble-
mas que los docentes no puedan resolver a la Inspección educativa para
que tenga conocimiento de la realidad que se vive en los centros y exigir
medidas y recursos para poder resolver los problemas que se producen.
- Existencia de protocolos de intervención. Para poder hacer una inter-
vención adecuada debe estar claramente especificado quién, cuándo y có-
mo debe intervenir y qué cadena de acontecimientos y comunicaciones se
debe establecer. Sólo de este modo podemos hacer una intervención ade-
cuada que de otro modo queda diluida por falta de concreción de respon-
sabilidades.
- Comunicación constante con las familias. Es necesario establecer ca-
nales permanentemente abiertos con las familias para hacer una valora-
ción adecuada de la situación educativa de nuestros alumnos y estable-
cer pautas de intervención que deben ser en el mismo sentido por parte de
la escuela y la familia. Solo hablando el mismo lenguaje nos entenderán
nuestros alumnos, sus hijos.
122 © WK Educación
- Participar en actividades conjuntas con otros padres y miembros de
la comunidad Educativa e intervención en Escuelas de Padres. Nues-
tra recomendación es clara: crear una escuela de padres en la que se traten
temas de actualidad y se hable de los problemas que afectan a los más jó-
venes por parte de especialistas, proponiéndose talleres y grupos de traba-
jo que permitan a los padres una participación activa y una capacitación en
la gestión de soluciones a los problemas que puedan afectar a sus hijos.
- Evitar la sobreprotección de sus hijos y educarlos en la autonomía
personal. Nos puede parecer que consentir a nuestros hijos en todo lo que
quieren, evitarles esfuerzos innecesarios y comprarles todo lo que piden
es darles una calidad de vida que quizás nosotros no tuvimos. Nada más
alejado de la realidad. Ese niño se convierte en un tirano que querrá sa-
tisfacer todos sus deseos de forma inmediata y se frustrará cuando no lo
consiga y en alguien carente de habilidades para que, mediante el esfuer-
zo, pueda satisfacer esos deseos; a la vez se encontrará falto de defensas
para la relación social.
- Poner a los hijos los límites que correspondan para una integración
en una sociedad en la que será necesario tener en cuenta que hay co-
sas que se pueden hacer y otras que no. No se puede hacer todo lo que
apetece, ni se puede tener todo lo que se desea. La sociedad en que vivi-
mos es así y debe irse asumiendo desde pequeños, y es obligación de los
padres que podamos asumirlo de la mejor forma posible, sin traumas pe-
ro con los límites necesarios para irnos integrando en ella.
- Implicarse de forma efectiva en la reeducación de los valores de sus
hijos cuando sea necesario a través de la detección de esa necesidad
por el profesorado y por profesionales que deben encontrarse en los
centros para atender las necesidades de esta índole. Cuando los valo-
res de los hijos no permiten la adecuada convivencia en el seno de la co-
munidad educativa, los padres se deben implicar. Se deben establecer los
canales necesarios para ello y se les debe poder exigir legalmente en los
casos en que de forma fehaciente y manifiesta los padres se desentien-
dan de participar en esta reeducación, que en definitiva va a redundar en
una mejor integración social de sus hijos, evitándoles riesgos de caer en
situaciones de desadaptación o marginalidad.
124 © WK Educación
- Dotar al profesorado de estrategias en la gestión de conflictos. La for-
mación permanente del profesorado debe ofrecer una amplia oferta de ac-
tividades formativas encaminadas a dotar a los docentes de herramientas
adecuadas en la gestión y resolución de los conflictos.
- Creación de comisiones disciplinarias operativas, con competencias
para tomar decisiones correctivas inmediatas ante aquellas conduc-
tas que degraden la convivencia escolar o la dignidad del profesor.
Aquellas conductas que dificulten de forma grave la convivencia deben
ser abordadas por una comisión especial integrada por el profesorado que
atiende a los alumnos que las presentan, el equipo directivo y los profe-
sionales que hayan de intervenir en su corrección. Se debe evitar todo ti-
po de burocracia en aras de una rapidez de acción que no solo permitirá la
corrección de la situación sino también la existencia de una relación de
causa-efecto que favorecerá la interiorización en el alumno de la necesi-
dad de reeducar su conducta.
- Creación de la figura de asesores para la Educación en la Conviven-
cia. A disposición de los centros deben existir asesores en número sufi-
ciente que orienten a los docentes en el proceso que se deba seguir para
restablecer la convivencia en el aula y reeducar a los alumnos que pre-
senten actitudes contrarias a esta convivencia.
- Modificación de la normativa sobre derechos y deberes, que debe con-
templar:
- El derecho a enseñar y aprender en un clima de respeto mutuo.
- El reconocimiento del profesor como autoridad pública en el ejercicio
de su función
- Los derechos y deberes de los profesores y de los padres
- La revisión de los actuales deberes de los alumnos.
- Un nuevo sistema sancionador ágil, inmediato y desburocratizado, a
cargo del profesorado.
- La intervención inmediata en los casos más graves, derivando a los
alumnos implicados a los especialistas en este tipo de situaciones pre-
sentes en los centros.
126 © WK Educación
valido y desatendido. Es necesario que existan recursos de atención, ju-
rídica y psicológica a estos docentes y alumnos por parte de la Admi-
nistración y que el profesor, los padres de los alumnos y estos mismos
los conozcan de forma fehaciente de modo que puedan acudir a ellos
sin más dilación ante la aparición de un conflicto en el que se vean afec-
tados.
- Planes estratégicos para la colaboración entre los centros educativos,
los servicios de asistencia social y los cuerpos de seguridad, estable-
ciendo planes preventivos y protocolos de intervención en casos gra-
ves. Solamente implicando a todos aquellos que estamos en contacto con
los menores y sus familias y actuando de forma coordinada mediante pro-
tocolos eficaces que permitan saber cuál es la responsabilidad de cada cual
y qué vías de intervención y comunicación se debe seguir en cada mo-
mento podremos resolver graves problemas que proceden o se extienden
más allá de las aulas.
- Establecimiento de protocolos de intervención con padres y profeso-
res que les capaciten para actuar ante cualquier conducta disruptiva.
Los profesores y los padres deben tratar de transmitir el mismo mensaje a
los que son nuestros alumnos y sus hijos. Para ello se deben dar pocas nor-
mas pero muy claras y exigir que se cumplan sin concesiones. En este sen-
tido se deben definir estas normas por parte de familia y escuela y esta-
blecer las pautas de actuación que una y otra deben tener para lograr el
éxito en la labor educativa, que, no lo olvidemos, es una responsabilidad
compartida. Incluso puede ser necesaria la participación de expertos que
asesoren en este sentido y elaboren protocolos de intervención que impli-
quen a padres y profesores.
- Fomento de políticas sociales de desarrollo familiar, que permitan a
las familias tener expectativas de promoción personal en la socie-
dad. Como hemos visto, muchos problemas que se viven en la escuela
proceden de una realidad socio-familiar deteriorada, carente de expecta-
tivas y de recursos. Una sociedad moderna y avanzada debe desarrollar
políticas sociales que permitan corregir estas situaciones y eliminar o al
menos paliar sus efectos.
- Dotación en número suficiente de orientadores familiares para ho-
gares desestructurados. Estas familias que se encuentran en muchas oca-
siones al borde del caos necesitan el apoyo de profesionales para dotarse
128 © WK Educación
Capítulo IX
Actuaciones ante el conflicto
LA INTERVENCIÓN ANTE LA DISRUPCIÓN
Es importante el desarrollo de planes de intervención preventiva para evi-
tar llegar a la irrupción de las actitudes disruptivas, como desafortunada-
mente se está produciendo hoy día en nuestros centros docentes.
Cuando el mal ya está hecho y se manifiestan estas actitudes desadaptadas
que conllevan una frustración personal y dificultan la convivencia en los cen-
tros docentes, actitudes que no nacen de la noche a la mañana puesto que se
han ido gestando a lo largo de la vida de nuestros alumnos e hijos mediante la
socialización en unos valores que les han llevado al enfrentamiento a las nor-
mas y pautas de convivencia socialmente aceptadas, de las que la escuela de-
be ser garante y transmisora para la buena relación entre los miembros de la
comunidad educativa, se debe proceder a intervenir para reconducir estas acti-
tudes y restablecer las condiciones necesarias para la convivencia.
Es necesario que todos seamos conscientes de la necesidad de un buen cli-
ma de convivencia en las aulas para poder desarrollar la finalidad principal de
la educación, que no es otra que la adquisición y aprendizaje de conceptos,
procedimientos y valores mediante un proceso de enseñanza-aprendizaje
que permita a nuestros alumnos ser futuros ciudadanos socialmente integra-
dos, intelectual y culturalmente formados y profesionalmente competentes.
132 © WK Educación
En la relación social no debe haber vencedores ni vencidos, sino que se de-
be dar una adecuada adaptación de unos y otros para una correcta conviven-
cia en sociedad.
Esta convivencia presenta muchas ventajas y a veces puede significar algún
inconveniente, que lógicamente debemos tener en consideración para superar
sus efectos de la mejor manera posible.
De todos modos en la relación social nace el conflicto en muchas situa-
ciones cotidianas, máxime en una sociedad individualista y ajetreada co-
mo la nuestra y con una multiplicidad de valores personales que hacen que
esa idílica e ideal situación que comentábamos sea muy difícil que se pro-
duzca.
¿Quién no se percata de ello cuando circulamos al volante de nuestros au-
tomóviles? ¿O cuando estamos en la cola de la carnicería y alguien piensa que
va delante de nosotros, o nos hemos equivocado y hemos osado hacer nuestro
pedido? Es lógico que si nos creemos en posesión de un derecho, lo reivin-
diquemos; no se trata de que permanezcamos callados ante una situación de
este tipo por el mero hecho de evitar el conflicto, al contrario, a veces por evi-
tar un conflicto externo se produce una situación de conflicto interno fruto del
temor a reivindicar nuestros derechos y al consiguiente sentimiento de im-
potencia e incapacidad social. Otra cosa es cómo reaccionan determinadas
personas ante situaciones parecidas a la descrita.
Muchas de las respuestas airadas y desproporcionadas se producen por una
falta de habilidad en la gestión del conflicto, bien sea por una falta de entre-
namiento social para ello o bien por el propio miedo interno y falta de segu-
ridad personal que hacen que la persona se sienta de tal modo ofendida que su
respuesta no guarda relación de proporcionalidad con la presunta vulneración
de sus derechos que se ha producido.
En este sentido es muy importante el entrenamiento en la asertividad para
que sepamos exigir de forma clara e inequívoca nuestros derechos, mostrán-
donos seguros en ello. Esa seguridad es la que nos permitirá hacerlo de forma
tranquila y proporcionada a la causa que la motiva a la vez que no ofrecerá
dudas a nuestros interlocutores de nuestras pretensiones, resultando convin-
centes a la vez que, de tratarse de pretensiones legítimas, gozaremos de ma-
yores posibilidades de éxito en ello.
134 © WK Educación
Para que la mediación sea efectiva se deben dar una serie de circunstancias
que permitan una correcta intervención y resolución del conflicto:
- Partimos de la idea de que los conflictos que se resuelven en el lugar
más próximo a donde surgen e implican a menos personas y más cercanas
a los litigantes presentan una mayor posibilidad de solución y ésta suele
ser más duradera, puesto que nace del compromiso y de la participación
activa de las partes en su resolución, y no como una imposición externa.
- La figura del mediador la deben ejercer una o más personas que gocen
de cierta autoridad moral, reconocimiento o prestigio para las partes liti-
gantes.
- El mediador debe estar en una posición de imparcialidad total y ser per-
cibido así por todas las partes.
- La persona que medie debe ser conocedora de los procesos de gestión de
conflictos para interactuar de forma adecuada entre las partes.
- Este mediador debe ser conocedor de los procesos de dinamización de las
partes para poderlas implicar en el proceso resolutivo.
- Quien medie deberá estar informado de la situación que se ha producido
y conocer el mayor número de detalles sobre la generación del conflicto.
- El mediador evaluará las posibilidades reales de resolución del conflicto
por este procedimiento a tenor del tipo de conflicto surgido y de la dis-
ponibilidad y capacidad de las partes para someterse al mismo.
- Partiremos de la base de que no va a haber ganadores ni perdedores, sino
que todos saldremos reforzados del proceso.
- Se evitará culpabilizar a las partes y se buscarán soluciones antes que san-
ciones.
- Se implicará a las partes para que propongan estas soluciones.
- Se pedirá a los litigantes que asuman compromisos realistas que puedan
ser cumplidos.
- Se establecerá un proceso de seguimiento del cumplimiento de los acuer-
dos a los que se ha llegado.
136 © WK Educación
En el acosador no surge el conflicto por una situación externa en su inter-
acción social con los demás, sino que lo busca provocando la situación en
la que va a atacar al acosado, tratando de someterlo, de desestructurar su per-
sonalidad, de hacer que caiga en picado su autoestima y así poderlo contro-
lar y ejercer su poder ante un grupo que le reconozca y le valore, ya sea
por el temor que genera, porque se crea sus argumentos justificativos y le
apoye, o porque comparta ciertos contravalores relacionados con este tipo
de situaciones y llegue incluso a divertirse con las vejaciones que sufren es-
tos acosados.
En estos casos, como se puede suponer, no cabe la mediación como medi-
da principal ni única. Los acosadores suelen actuar a escondidas, alejados de
los ojos del adulto que las pudiera reprimir. Incluso en algunos casos el ver-
dadero acosador se oculta tras otro que no es más que su brazo ejecutor, que
resulta más visible por ser casi siempre más burdo en su forma de actuar pues-
to que, aun teniendo características de personalidad propias de un acosador,
no es tan pérfido como el que lo estimula y mueve como si de un títere se
tratara.
Cuando son detectados por el adulto llegarán a poner cara de niños buenos,
negarán lo sucedido y, ante la evidencia, prometerán no volver a actuar de ese
modo. Cuando el profesor u otro mediador se den la vuelta volverán a las
andadas, puesto que su forma de relación se basa en la dominación-sumisión
y no cambiarán si no cambian sus valores mediante la ya tan recomendada re-
educación por parte de profesionales y con el apoyo de sus familias.
Los centros docentes deben tener prevista la existencia de programas de me-
diación, de prevención y de intervención inmediata en los casos en que falle
la mediación o no resulte aplicable.
De este modo, los criterios organizativos de nuestras escuelas e institutos
deberán contemplar esta prioridad a la hora de establecer las distribuciones
horarias del profesorado y la existencia de espacios que permitan la atención
individualizada de los alumnos que presentan problemas de adaptación y com-
portamiento, considerando lógicamente la posibilidad de enviar de inme-
diato a los alumnos cuyas conductas distorsionen gravemente la actividad que
se desarrolla en el aula a hablar con el equipo de convivencia, integrado por
profesores y psicólogos, para que inicien sin dilación la evaluación de la si-
tuación y propongan medidas que permitan corregir este tipo de comporta-
mientos.
138 © WK Educación
- Su instauración, por el fenómeno de la normalización de lo habitual, per-
mite la aparición de nuevas situaciones aún más desadaptadas y dis-
ruptivas.
Además de destinar los recursos humanos necesarios para atender a estos
alumnos, se deben elaborar Reglamentos de Régimen Interno ágiles y efec-
tivos que contengan claramente especificadas las conductas que no se van a
tolerar y qué consecuencias se van a derivar para los que las manifiesten.
Una vez elaborados, deben ser conocidos por todos los miembros de la
comunidad educativa, por lo que su difusión debe ser eficaz.
Según la normativa vigente, existen estos Reglamentos pero no siempre son,
a efectos prácticos, suficientemente operativos. Por otra parte esta normativa
contiene el Decreto de Derechos y Deberes de los alumnos que especifica y
tipifica conductas no toleradas y sanciones previstas en caso de incumplimiento
de lo allí dispuesto.
Este Decreto, a nuestro entender, contempla en exceso los derechos de los
alumnos en relación a los deberes y prevé sanciones que no conducen a la
reeducación de los que lo infringen, puesto que en los casos graves prevé ex-
pulsiones que en definitiva no respetan suficientemente el derecho a la edu-
cación de estos alumnos. Cuando se reincorporan tras la expulsión, es habi-
tual que estos alumnos presenten pautas de conducta aún más desadaptadas
por no haber tenido durante el tiempo de la expulsión la mínima contención
que en la escuela se les exigía.
Se hace necesario en este sentido dar un giro radical a la exigencia de un
comportamiento determinado imprescindible para la convivencia en las aulas
y unas medidas correctoras para las personas que no respeten las normas es-
tablecidas.
Las normas que contenga el Reglamento que proponemos deben ser las es-
trictamente necesarias para la convivencia, estar redactadas de forma muy cla-
ra, ser plenamente inteligibles para todos los miembros de la comunidad edu-
cativa y su cumplimiento debe exigirse sin ningún tipo de tolerancia al res-
pecto.
Las medidas que pueden corregir estas actitudes deben fundamentarse en
lo siguiente:
140 © WK Educación
Estas familias no tienen medios para plantearse un proyecto de futuro y han
perdido o jamás han tenido la ilusión necesaria para ello.
En esta situación se hace muy difícil que los hijos de estas familias pue-
dan socializarse en unos valores adecuados a la convivencia social que en la
escuela se les va a exigir.
En algunos casos estas familias manifiestan a la vez un rechazo social y una
desconfianza manifiesta ante el sistema educativo y todo aquello que la es-
cuela representa. En este caso las actitudes que se manifiestan son claramen-
te contrarias a la convivencia y existe una fisura casi insalvable entre escuela
y familia, siendo muy difícil el contacto necesario entre ambas para el buen
desarrollo del proceso educativo de los alumnos.
En estos casos se hace necesario poder prestar una atención individualiza-
da a estos alumnos implicando a los servicios de asistencia social para que in-
tervengan en el ámbito familiar.
Por otra parte es necesario hacer un análisis riguroso de la situación per-
sonal del alumno tanto en el plano intelectual como en el comportamental,
de modo que podamos establecer las estrategias compensadoras pertinentes.
En la mayor parte de casos de este tipo se presenta un desfase importante,
de incluso más de dos o tres años, entre sus capacidades y habilidades y las
que les correspondería por su edad. Entonces resulta recomendable establecer
una adaptación curricular que, partiendo de su situación personal respecto a
su proceso de enseñanza-aprendizaje, de sus intereses y de las expectativas
propias y familiares, permita conducirlos al desarrollo máximo de sus po-
tencialidades tanto en el plano académico como de desarrollo personal y de
ámbito social.
En este sentido muchos alumnos que presentaban serias dificultades de adap-
tación han cambiado radicalmente de actitud cuando no se han visto des-
arraigados en un aula donde nada de lo que se hacía tenía relación con sus co-
nocimientos, intereses y expectativas y se les ha dado la oportunidad de optar
a otro tipo de actividades más próximas y adecuadas a ellos.
Pero no todos los problemas relacionados con la convivencia son protago-
nizados por niños de familias pertenecientes a estratos sociales desfavoreci-
dos. En el polo opuesto constatamos la existencia de un porcentaje signifi-
cativo de casos de alumnos que, teniendo sobradamente satisfechas tanto las
142 © WK Educación
sus compañeros en la escuela, y en la vida adulta continuar este acoso en el mun-
do laboral, en las relaciones de pareja y en otras esferas de la relación social.
144 © WK Educación
En todo caso lo que es importante es que los poderes públicos tengan pre-
sente lo siguiente y lo hagan cumplir: las normas que nos rigen son fruto del
consenso social para la convivencia pacífica de los ciudadanos con respeto a
las libertades individuales de todos y cada uno de nosotros. Estas libertades
requieren por otro lado el respeto de las libertades de los otros con los cuales
interaccionamos socialmente y se debe poder exigir ese cumplimiento.
150 © WK Educación
En muchas ocasiones entendemos que la atención a la diversidad consiste
sólo en ocuparnos de los alumnos que presentan carencias intelectuales que
les impiden seguir el ritmo de aprendizaje de sus compañeros. Nada más le-
jos de la realidad. Precisamente la atención a la diversidad se debe ocupar de
todas y cada una de las necesidades educativas especiales que tienen los alum-
nos.
Los superdotados, personas con un coeficiente intelectual claramente por
encima de la media, suelen tener pensamientos que corresponderían a perso-
nas de más edad, tienen otra percepción de la realidad, su sentido del humor
es diferente y en definitiva no acaban de encajar en el círculo de compañeros
de su clase. Todo ello les hace sentirse solos en muchas ocasiones y pierden
la motivación por los conocimientos que se les presentan en las actividades de
clase y por la relación con sus compañeros. En algún caso esta diferencia pue-
de conducir a la envidia por parte de los bullis (acosadores escolares) y trans-
formarse en acoso.
Estos alumnos muchas veces no reciben la motivación que necesitan por
parte del profesorado, que en general desconoce esta realidad, no está for-
mado para atenderla ni dispone de los recursos necesarios para ello.
Tampoco hemos entrado en el tema de la responsabilidad de los medios
de comunicación, de los creadores de videojuegos o de los filmes para ni-
ños.
En todo caso el legislador debe regular los contenidos, la forma y los ho-
rarios que se pueden y deben transmitir en cada momento y por cada canal pa-
ra garantizar un normal desarrollo de los más pequeños.
De todos modos las televisiones disponen de un selector de canales y de un
botón de encendido y apagado que los padres y las personas que están a car-
go de los niños deben utilizar de la mejor forma.
Por lo que respecta a los filmes y videojuegos, no se regalan, de modo que
son los padres los que han de seleccionar los que consideren más convenien-
tes para sus hijos, descartando los que presenten características que vayan
en contra de los valores que socialmente consideramos positivos.
Tampoco se regalan los ordenadores personales ni los teléfonos móviles con
cámara, ni son gratis las llamadas, mensajes e información que se envían los
jóvenes constantemente. Así que es necesario que los padres se pregunten si
152 © WK Educación
ANEXO I
DATOS ESTADÍSTICOS DE LAS LLAMADAS RECIBIDAS
EN SOS BULLYING
COMUNICADOS RECIBIDOS
COMUNICANTES
Padres
Profesores
Alumnos
Otros comunicantes
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RELATO DE SITUACIÓN COMPATIBLE CON ACOSO SEGÚN
NIVEL DE LOS ALUMNOS
Infantil
Primaria
ESO
Otros
Primaria
Secundaria
Infantil
Otras enseñanzas
158 © WK Educación
COMUNICADOS DE LOS PROFESORES EN FUNCIÓN DE
SU RELACIÓN LABORAL
SITUACIÓN LABORAL
Agresiones físicas
Insultos y ofensas
Desconsideración
Desobediencia
Amenazas
Deficultad grave ejercicio docencia
160 © WK Educación
SINTOMATOLOGÍA PRESENTADA POR LOS DOCENTES
SÍNTOMAS DOCENTES
Síntomas psíquicos
Síntomas físicos
Sin sintomatología
www.sosbullying.com
www.defensordelprofesor.com
www.defensordelprofessor.com (Cataluña)
www.anpebcn.com
www.anpecatalunya.org
www.anpevalencia.com
www.anpe.es
www.anpeandalucia.org
www.anpegalicia.com
www.psicobarri.com
www.acosomoral.org
www.acosoescolar.info
www.dmenor-mad.es
www.prodeni.org
www.el-refugioesjo.net
http://argijokin.blogcindario.com
www.protegeles.com
166 © WK Educación
Bibliografía